Por: Lucía Muñoz/Rebelión
La congoleña Caddy Adzuba, periodista y activista, denuncia la situación que ha vivido y vive su país, donde 48 mujeres son violadas cada hora, es decir, 400.000 al año.
De repente, estalla una guerra en tu país. Anteriormente, los derechos de la ciudadanía estaban ya maltratados, tanto por el propio Estado como por factores externos de otros, ya fuesen políticos o económicos. Imaginen que la vida de las personas no vale nada y que en cualquier momento pueden pedirle que violen a su madre, asesinen a toda su familia delante de usted, que se tenga que comer las orejas de su pareja o los cerebros de su hijo; que su cuerpo, el de las mujeres, se convierte en un arma de guerra y que los soldados le introducen por la vagina sus armas y objetos afilados. Harán todo lo posible para que desee la muerte. Y si no le matan, al final acabará agonizando en un limbo del que seguramente, en la mayoría de los casos, no se puede salir.
Esto que parece tan alejado de nuestras vidas, tan surrealista, resulta que son casos reales y no de hace cuatro o cinco siglos. Ocurrió hace tan solo dos décadas. Así lo relata la superviviente congoleña Caddy Adzuba, periodista y activista, que denuncia allá por donde va la situación que ha vivido y vive su país y reivindica los derechos de las mujeres en la República Democrática del Congo, donde 48 mujeres son violadas cada hora, es decir, 400.000 al año. Su apoyo incondicional y lucha constante ha sido reconocida por el Sindicato de Periodistas de Andalucía con el premio Julio Anguita en 2009 y, posteriormente, con el premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 2014. Recientemente ha estado en Málaga para conmemorar el 25 aniversario de la Facultad de Ciencias de la Comunicación.
A pesar de que la guerra acabó en 2003, la violencia no se ha erradicado. Las zonas del este siguen en un continuo estallido, donde los hombres son secuestrados, matan a niñas y niños, y cómo no, la violación a las mujeres forma parte de la rutina. “Los conflictos generados por estos movimientos rebeldes dejan el país más vulnerable que nada. Las primeras víctimas de estos conflictos son en general las mujeres y los niños. Esos grupos tienen intereses económicos, por eso atacan principalmente las zonas con más recursos como la del este. Aunque la guerra civil se haya acabado oficialmente, las mujeres siguen sufriendo violencias por parte de estos grupos rebeldes sin que nadie se mueva. Cogen a los niños para combatir como soldados y allí los matan”, aclara.
Ella misma ha sido perseguida y amenazada. Le cuesta hablar de ello, pero con humildad y con mucho valor reconoce haber vivido situaciones en las que ha temido por su integridad física, incluso le han disparado. “Hay periodistas que han perdido la vida. Me convenzo a mí misma para poder seguir. Mi vida en mi país corre un peligro constante pero sigo viva. Pero, ¿cómo me voy a ir de mi país? Tengo el sentimiento de tener un deber que cumplir, una misión. Todo el mundo no se puede ir, porque entones, ¿quién quedará aquí para apoyar a las demás? Es lo que me da fuerzas para seguir”.
En el país no se celebran unas elecciones desde 2006, con el triunfo del Partido del Pueblo por la Reconstrucción y la Democracia, con Joseph Kabila a la cabeza. Por eso, para la población congoleña es tan importante que se renueven los puestos del poder el próximo 23 de diciembre en las urnas. Esto también ha provocado que la situación esté “bastante tensa y compleja”, según la periodista. “La población quiere elecciones –añade–, quiere ver un cambio y espera que los políticos pongan de su parte para que todo salga bien. En muchos países africanos las elecciones terminan mal porque el presidente nunca quiere dejar el poder, algo que puede ocurrir en el Congo porque no hay intención, y hay guerras en la que la gente muere. Queremos unas elecciones sin violencia, con políticos responsables y respetando los derechos de la humanidad”.
El intento de sobrevivir con sueldos precarios, sin planes sociales y con escasas oportunidades para la juventud está teniendo como consecuencia la salida de la gente a las calles. Reclaman su derecho al voto, mientras mantienen la esperanza. “El Gobierno no hace caso al sufrimiento del pueblo. Solo mira por sus intereses, ya sean oposición o poder. Lo que quiere el pueblo no le importa a nadie”, analiza.
El poder institucional del Congo no representa a las mujeres que han nacido y viven allí. Ni social ni políticamente. Son empobrecidas por el sistema heteropatriarcal, que las despoja de sus pocos recursos económicos para que los gestione un hombre, por lo que avanzar resulta complicado y se convierte en un problema de autonomía. No obstante, Adzuba afirma: “A nosotras, que hemos decido luchar, nada nos puede parar ni desanimar”. Y es que a pesar de las dificultades y del machismo son muchas las mujeres, como esta activista, que han decidido dar un paso al frente a reconquistar su espacio en “un mundo de hombres” y “hablar por las que hoy no pueden, para luchar por las causas de las mujeres en el Congo”.
Las ondas feministas de las congoleñas
Las mujeres y su sororidad comienzan a organizarse en pequeñas asociaciones y colectivos. Adzuba, para quien lo más importante es que se visibilice a las mujeres, eligió un instrumento esencial para la educación: “el periodismo por la paz”. Esta es una de sus tareas en Radio Okapi, creada en 2002 cuando llegó la misión de la ONU en el Congo, MONUSCO, para acompañar en la acción de la búsqueda de la paz y la misión de las Naciones Unidas en la estabilización del país. “Llevamos a cabo un periodismo de paz, que es todo lo contrario que se ejerce en el periodismo clásico. Hacemos periodismo con rigor, pero fomentando la paz a través del periodismo”, explica la congoleña. Entiende que “el mayor problema es el acceso de las mujeres a los medios de comunicación para poder expresarse y dar su opinión, participar en debates y hablar de sus problemas”. Por ello, en 2003 tomaron las riendas y crearon la Asociación de Mujeres Trabajadoras en los Medios de Comunicación, de la que Adzuba es presidenta.
Empezar no fue fácil. Primero tuvieron que romper con “el peso cultural machista en el que las mujeres no pueden hablar”. Luego conseguir que las mujeres tomaran sus propias decisiones y que esto también pudiera accionar en su desarrollo a nivel personal. Así, en 2016, nace la primera radio de mujeres para mujeres en el Congo y alrededores. “El objetivo es dar a las mujeres el lugar que se merecen. Creamos grupos de mujeres que se reúnen una vez a la semana en las zonas rurales. Ellas eligen un tema en relación con la vida de su pueblo y nosotras hacemos de estos debates unas emisiones públicas que se transmiten en Mama Radio”, cuenta.
Para Adzuba no es solo un medio de comunicación o de empoderamiento. Mama Radio no solo acompañará a las mujeres como electoras, sino también como candidatas. “Queremos que la mujer tenga un papel importante, no solo en la participación, sino también que salgan victoriosas en este proceso. Por eso nuestra estrategia a través de la asociación es luchar por que haya una representación de la mujer en la política y que haya una candidata a las elecciones. Llevamos 15 años luchando por esto desde la asociación de mujeres periodistas pero no sé a donde nos va a llevar y vamos a seguir”, afirma convencida.
El tono de tu llamada es el grito de una mujer violada
No hay oprimida sin opresor. Y eso es lo que ocurre en el Congo. “La colonización física ha acabado, pero la colonización económica sigue existiendo”, señala Adzuba, que pone el foco en las multinacionales y en el teléfono donde se está grabando su entrevista. “Este teléfono inteligente está hecho con la sangre de mi pueblo y con el sufrimiento de las violaciones a las mujeres congoleñas”, apunta. Recursos como el coltán, oro, cobre, estaño, casiterita y otros minerales imprescindibles para las industrias occidentales son los que han provocado que multinacionales europeas y americanas financien armas y guerras “a cambio de vivir en el lujo y despojar a África. Europa es lo que es gracias a todo lo que sigue expoliando en África”.
Y si la solución dependiera de ella, sabría lo que hay que hacer: “África tiene que cerrar sus puertas e intentar desarrollarse sola, porque si Europa hoy día sigue robando, la culpa la tiene África. Tenemos que ser más fuertes y cambiar también los políticos y gobiernos corruptos que solo cumplen las órdenes de Europa en lugar de mirar por su pueblo”.
Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=242030