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Desaparecer las normales, objetivo de la reforma educativa

La gran labor de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en la era neoliberal ha sido desmantelar el proyecto nacional de educación y abrirlo a la consolidación de un proyecto mundial estandarizado y de producción a gran escala de comportamientos y actitudes para la unificación de una sola cultura, en donde el consumo hedonista y desmedido define la esencia de todas las relaciones sociales.

Los últimos sucesores de José Vasconcelos no han ocultado su aversión por la escuela pública, ni su falta de formación patriótica, académica y de amplio conocimiento del sector educativo, así lo demuestra el bajo perfil, de corte administrativo y no pedagógico, académico o cultural del recién nombrado secretario de Educación Pública, lo cual es también un indicio preocupante de la indiferencia del actual gobierno de Enrique Peña Nieto para fomentar un proyecto educativo humanista y sensible a las necesidades sociales.

En este contexto se inscribe una nueva reforma para la formación inicial de los docentes que no había tenido mayores implicaciones luego de las modificaciones constitucionales de 2013, pero que hoy enrola a los trabajadores de las escuelas formadoras de maestros en la misma dinámica de evaluaciones para regular la permanencia, al igual que los que se desempeñan en los niveles de educación básica y media superior.

Como ya ha sido costumbre en la política vertical del gobierno de la República, no fue consultada y muchos menos consensuada entre los estudiantes y académicos de las instituciones formadoras de docentes, en donde no han faltado propuestas producto de investigaciones participativas y experienciales de colectivos de investigadores de ese mismo sector, que por supuesto no han sido consideradas por ningún sector público de educación, dado que hace años que estas decisiones se toman en el seno de los organismos de la globalización económica.

Las líneas generales de esta reforma aparecen tanto en el Plan integral: diseño y rediseño y fortalecimiento de las escuelas normales, que presentó la SEP en agosto pasado, así como en lasDirectrices para mejorar la formación inicial de los docentes de educación básica, que fue publicado por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) en septiembre pasado; sin embargo, no se aplicarían hasta agosto de 2016.

Es realmente sorprendente la racionalidad que orienta la propuesta en ambos documentos: “Garantizar la idoneidad de los conocimientos y capacidad de quienes ingresan al Servicio Profesional Docente (SPD)”, dice el INEE; pero no ha sido siquiera diseñado un nuevo plan curricular cuyos contenidos definan el perfil del docente, el tipo de hombre y mujer que necesita nuestro país, la sociedad que está proyectando edificar, ni están pensando en las demandas sociales o los contextos culturales. Tal vez en los modos de aprendizaje de los alumnos se están formulando directrices de formación para que los aspirantes a docentes resuelvan el examen nacional del ingreso al servicio, porque si el objetivo es preparar mentores idóneos, ése es el único instrumento que hasta hoy el gobierno ha utilizado para seleccionar a los nuevos maestros.

La integralidad que se pregona en el Plan integral de la SEP es una de las muchas palabras sin contenido que usan para convencer de que tienen sólidos fundamentos pedagógicos, pero la capacitación para ser idóneos, es decir, para ser diestros en contestar plantillas que se reproducen por decenas de miles, repletas de preguntas legaloides, administrativas, memorísticas y simuladoras de posibles escenarios, está muy lejos de la formación docente para enfrentar la diversidad, para educar en el desarrollo del ser humano en sus múltiples dimensiones, para articular un tejido social que se resquebraja por la violencia y la marginación, para sensibilizarse ante la realidad de escuelas llenas de carencias y múltiples factores que merman el aprendizaje.

Una propuesta integral que debiera contener ejes desde la complejidad del proceso educativo, lamultidimensionalidad del sujeto y su realidad, la diversidad regional y cultural de cada centro de formación, originalidad y autenticidad del currículo, la multiplicidad de formas de aprendizaje, así como el desarrollo holístico de los alumnos y profesores, plantea más bien lo opuesto: la creación de un único programa que incluye escuelas normales, universidades pedagógicas nacionales y demás escuelas públicas y privadas formadoras de docentes, cuyos egresados que quieran entrar al servicio finalmente deberán cumplir con los estándares de idoneidad para los cuales es necesariamente absurdo reorganizar todo el sistema de formación inicial para profesores.

Incentivar la formación de un número mayor de docentes “idóneos” suena a una verdadera falacia, cuando menos de 14 mil, es decir, ni siquiera 25 por ciento de las 60 mil personas que resultaron idóneas en el examen de ingreso al Servicio Profesional Docente convocado por la propia SEP en 2015 obtuvieron una plaza de maestro. En este sentido, ambos documentos que trazan planes y directrices de una misma propuesta federal auguran un rotundo fracaso que expulsaría miles de docentes a las gruesas filas del desempleo, si no se reconoce la necesidad y la responsabilidad del Estado en más de 60 mil escuelas que no cuentan con suficientes maestros.

Resulta contradictorio que la propuesta del INEE no tenga que ver con recuperar el modelo educativo de las normales, ni con la apertura de más de estas escuelas, cuando los resultados de sus mismos exámenes de ingreso en 2014 y 2015 demuestran que los más aptos para la docencia son precisamente los normalistas, ahí existe una tradición ética y pedagógica que ha sido parte fundamental del aporte nacional a la educación mundial que no puede ser simplemente soslayada; eso pone en evidencia la ignorancia de un gobierno como el de Enrique Peña Nieto que prefiere firmar convenios de cooperación con el gobierno francés y no rescatar nuestras escuelas que han sido ejemplo en la formación de docentes con alto compromiso social.

El INEE parece más preocupado por satisfacer la demanda de trabajo generada por los egresados de escuelas particulares y afirma lo siguiente: “En los últimos años ha crecido la participación de otras instituciones de educación superior (IES) en la formación de estos profesionales. La oferta educativa de las normales coexiste ya desde hace tiempo con una que proviene de universidades públicas y privadas”, por eso se explica que en las “Directrices” se proponga un plan de acompañamiento para que aquellas instituciones de educación superior que oferten carreras relacionadas con la formación de maestros se vinculen con los estándares de idoneidad de los exámenes nacionales de otorgamiento de plazas.

El Plan integral de la SEP eliminaría las licenciaturas en educación preescolar, educación primaria, educación especial, telesecundaria, educación física y las específicas de cada asignatura en secundaria; toda esa diversidad de necesarias especialidades para cada modalidad en educación básica quedaría sepultada por sólo dos carreras: licenciatura en docencia y licenciatura en inclusión. Esto guarda una cierta lógica que fomenta la desprofesionalización del maestro, en la que cualquier universidad entra en igualdad de condiciones para que carreras afines o similares a la formación docente compitan en el mercado laboral por un contrato precarizado, pero esto también atenta contra el derecho de los niños que requieren cuidados especiales, porque la inclusión significa trasladarlos a las escuelas regulares que no están acondicionadas para darles una educación apropiada y acorde a sus necesidades.

Se está preparando al normalismo para que pierda su trayectoria en la formación inicial de los maestros. Se fragua su desaparición en la medida en que cualquier otra institución de educación superior, principalmente privada, podrá preparar docentes, porque el examen de ingreso al servicio en 2016 será totalmente abierto. Las escuelas normales perderán sentido si sólo fungen como medio para la capacitación y actualización del magisterio y no para la formación profundamente ética, pedagógica, didáctica, patriótica y nacionalista.

 

Lev Moujahid Velázquez Barriga*

*Historiador y profesor, miembro de la Coordinadora de Trabajadores de la Educación en Michoacán

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Alumnos de bajo rendimiento: por qué se quedan atrás y cómo se les puede ayudar

Fuente: INEE España / 21 de Abril de 2016

¿Cómo define PISA a los estudiantes con bajo rendimiento?

Según los resultados de PISA, en los países de la OCDE más de uno de cada cuatro alumnos de Secundaria acaba su escolarización sin haber superado el nivel básico de competencia en al menos una de las tres áreas principales de evaluación en PISA (lectura, matemáticas y ciencias).

El estudio PISA define a los estudiantes con bajo rendimiento como aquéllos cuya puntuación está debajo del nivel 2 en la escala de PISA. El nivel 2 se considera como el de referencia básico para poder desenvolverse plenamente en la sociedad. Los alumnos en el nivel 1 pueden responder preguntas según directrices claras y partiendo de una única fuente de información, pero no son capaces de ejercer un razonamiento más complejo, necesario para resolver muchos de los problemas con los que se enfrentarán en su vida profesional e incluso personal.

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¿Qué nos dicen los datos del estudio PISA?

  • En 2012, el 24% de los estudiantes de España tuvo un bajo rendimiento en matemáticas (media OCDE: 23%), un 18% en lectura (media OCDE: 18%), un 16% en ciencias (media OCDE: 18%), y un 10% en las tres materias (media OCDE: 12%).
  • Un 40% de estudiantes socioeconómicamente desfavorecidos en España tuvo un bajo rendimiento en matemáticas en 2012, mientras que solo un 8% de los estudiantes favorecidos no alcanzó el Nivel 2.
  • Un 52% de los estudiantes que han repetido curso en España tuvieron un bajo rendimiento en matemáticas, mientras que sólo un 9% de los estudiantes que nunca han repetido curso tuvieron un bajo rendimiento.
  • En 2012, un 43% de los estudiantes de bajo rendimiento en matemáticas en España perdieron un día entero de colegio al menos una vez (media OCDE: 23%); este es uno de los porcentajes más altos de entre todos los países y economías que participaron en PISA 2012.
  • En 2012, los estudiantes españoles de bajo rendimiento en matemáticas dedicaron de media 4.7 horas a la semana a hacer deberes (media OCDE: 3.5 horas/semana), mientras que los estudiantes con un rendimiento por encima del nivel básico de aptitud (Nivel 2) dedicaron 7 horas a la semana (media OCDE: 5.3 horas/semana).
  • Según una estimación reciente de la OCDE, si todos los estudiantes españoles de 15 años alcanzasen por lo menos el nivel básico de rendimiento en PISA, el PIB de España en 2095 podría ser un 15% más elevado.

Qué pueden hacer los alumnos, los padres, los profesores y la administración pública

Alumnos: asistir a clase con regularidad y puntualidad; hacer los deberes; esforzarse y seguir a pesar de las dificultades; participar en actividades extraescolares.

Padres: animar a sus hijos a que se esfuercen; ofrecerle un lugar tranquilo para estudiar o ayudarle con sus deberes; tener tiempo para comentar lo que ha ocurrido durante el día; participar en las actividades del centro escolar; animar a los miembros de la comunidad a hacer tareas voluntarias o donar recursos para la escuela

Profesores y equipos directivos: tener expectativas altas de todos los alumnos, incluso de los de peores resultados; organizar apoyos para los alumnos que lo requieran; sentirse integrado en el centro escolar y dar ejemplo; ofrecer actividades extraescolares; ser receptivo ante las demandas y animar a los padres a participar en el centro.

Administración pública: identificar a los alumnos y centros escolares de bajo rendimiento y su evolución en el tiempo; elaborar sistemas de diagnóstico precoz y apoyos para los alumnos que lo necesiten;  reducir la tasa de repetición; distribuir recursos extra a los centros escolares que concentren estudiantes menos favorecidos; permitir a los profesores desarrollar metodologías y recursos para atender a la diversidad de la clase; garantizar a los centros la autonomía suficiente para que puedan responder a sus necesidades, y evaluar sus medidas y cambios

La evaluación final de Educación Primaria, que se pone en marcha en nuestro sistema educativo este curso 2015/2016 y que no existía en nuestro país, es fruto de las recomendaciones que, desde hace años, lleva haciendo la OCDE en sus informes PISA. Esta evaluación permitirá el diagnóstico de las dificultades de aprendizaje y la orientación e información necesarias para intervenir en los casos de bajo rendimiento escolar. El objetivo es obtener la información que permita tomar las decisiones más acertadas, adaptándolas a las necesidades de cada alumno y centro para personalizar los procesos de enseñanza y aprendizaje y, de esta forma, conseguir la mejora en el rendimiento de los alumnos.

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¿Cómo impactan las emociones en la decisión de desertar?

¿Sabía usted que, en Jamaica, aproximadamente 1 de cada 10 estudiantes de secundaria desertan?  Cada uno de estos estudiantes tiene una historia muy especial que contar. Es decir, aunque muchas veces los modelos económicos asumen que los individuos son homogéneos y racionales al tomar decisiones, cuando se trata de estudiantes desmotivados cercanos a  abandonar la escuela y que  tienen diferentes necesidades emocionales, los resultados pueden ser diferentes. Este hecho no contradice los modelos económicos tradicionales, sino que evidencia que los modelos necesitan capturar los aspectos emocionales de la toma de decisión de los estudiantes.

Para analizar las historias individuales de los estudiantes que toman la decisión, aparentemente irracional, de salir de la escuela antes de tiempo, necesitamos un análisis de dos niveles. Con este propósito, el estudio reciente “Dislocación Adolescente en Jamaica: Causas y costos en el nivel secundario” recogió algunos ejemplos que permiten profundizar aún más nuestra interpretación del fenómeno. En el contexto de Jamaica, a nivel macro, los responsables políticos sopesan el costo social de los estudiantes que desertan y las intervenciones para prevenirlo.

Los costos sociales incluyen los ingresos fiscales no percibidos y el costo de la delincuencia juvenil. Con referencia a este último, en Jamaica, el costo del crimen es significativo y se estima que una reducción en el nivel de la delincuencia en general podría aumentar el crecimiento anual del PIB del 5,4%. Además, el informe del PNUD estima que, en 2005, la delincuencia juvenil produjo un costo de 3,21 por ciento del producto interno bruto del país. El costo de proporcionar intervenciones que merman la cantidad de desertores implica la provisión de un sistema educativo de servicio completo que pueda acomodar a todos los jóvenes en edad de asistir a la escuela.

El estudio reciente de Jamaica proporciona un análisis a nivel micro de por qué los estudiantes se retiran del sistema escolar. De acuerdo con el estudio, hay cuatro puntos que exploran la personalidad del estudiante que abandona:

(1)    Los estudiantes que abandonan la escuela todavía se visualizan a sí mismos en el mercado laboral. En el estudio, el 90% de los jóvenes que desertan de manera prematura tiene metas profesionales específicas. Además, casi la mitad de ellos expresa su deseo de seguir estudiando para poder alcanzar sus objetivos de carrera. Estos estudiantes quieren contribuir con la sociedad y no consideran que la deserción sea el final de su educación.

(2)    Al tomar la decisión de abandonar, los beneficios a corto plazo de salir de la escuela son mayores que las consecuencias a largo plazo. Según el estudio, los “factores financieros”  son la segunda razón más común para que los estudiantes abandonen el sistema educativo. El primero es “apoyo inadecuado por parte de los padres”. Los estudiantes de bajos ingresos y sus padres se enfocan en sobrevivir y, en consecuencia, muchos estudiantes salen de la escuela con el fin de aumentar los ingresos del hogar, sin darse cuenta de que su salario a largo plazo aumentaría si permanecieran.

(3)    Los estudiantes no rechazan la idea de aprender. Ellos simplemente no reciben el apoyo que necesitan para permanecer en la escuela. Los estudiantes mencionan que el apoyo insuficiente por parte de padres y profesores como un factor importante que precipitó su salida del sistema educativo. En particular, los estudiantes no creían que estaban recibiendo suficiente apoyo individual y ayuda de su profesor. Cuando los estudiantes comienzan a fracasar en la escuela, esta se convierte en un ambiente negativo que refuerza su baja autoestima.

(4)    Todos los estudiantes desean sentir conexión y aceptación emocional. Los comportamientos de riesgo, como la violencia, la pertenencia a pandillas y la actividad sexual prematura son expresiones peligrosas de esta necesidad, y se encuentran entre las razones para desertar. Por otro lado, el estar en la escuela, tener sentido de pertenencia y un vínculo fuerte con algún maestro u otro miembro del personal, motiva a los estudiantes a que se comporten de manera positiva y continúen con una trayectoria exitosa en la escuela.

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¿Los desastres son naturales o lo natural es que ocurran?

julianrivasalfonzo@gmail.com

Es una realidad cada vez más palpableque el mundo experimenta una gran diversidad de fenómenos emergentes con un gran potencial destructivo para la vida, los bienes materiales y al ambiente en general. Entre el 2000 y el 2005, los desastres a nivel mundial causaron,en promedio y directamente la pérdida de 80.000 vidas humanas, afectando a 240 millones de personas, durante cada uno de esos años, a ello se suman los daños materiales valorados en 80 mil millones de dólares para el periodo en cuestión (Bass y otros, 2009, p.1).

Más cercanamente, la República Bolivariana de Venezuela, debido entre otros factores a su ubicación geográfica, se caracteriza por presentar múltiples escenarios de riesgos que de materializarse en eventos no deseados, pudieran generar (y de hecho han generado) consecuencias de alto impacto social, en la pérdida de vidas humanas, bienes materiales y daños ambientales.

Es un hecho evidente y así lo expresa el Ministerio del Poder Popular para la Educación(2011, p.7), que el grueso de nuestra población se ubica en zonas de alto riesgo de desastres, debido a su gran exposición tanto a fenómenos de origen natural (sequías, inundaciones, incendios forestales, tsunamis, sismos, epidemias, deslaves, entre otros), como de carácter antrópico(accidentes terrestres, aéreos, marítimos, por materiales peligrosos, incendios estructurales e industriales, violencia social, familiar, escolar y comunitaria, entre otros).

En ese sentido, la Dirección Nacional de Protección Civil y Administración de Desastres y Caritas de Venezuela (2010, p. 9),considera que la irracional intervención humana sobre el ambiente ha ocasionado un incremento constante de los niveles de riesgo en la mayoría de nuestros asentamientos poblacionales.

El cuadro que brevemente hemos descrito, nos lleva a las siguientes interrogantes:¿Será que los desastres ocurren por un designio de la naturaleza, siendoprácticamente inevitables?, o por el contrario, ¿Son eventos que emergen o se potencian a consecuencia de actividades humanas y por lo tanto podemos evitarlos o al menos reducir sus impactos?, y ¿Cómo nuestra forma de percibirlos, investigarlos, conocerlos y abordarlos influye tanto en su ocurrencia, como en sus consecuencias?

Buscando luces, hemos conseguido que según Lavell (2006) es posible identificar claramente dos paradigmas o modelos, digamos extremos, que  pretender explicar cada uno a su vez, tanto el proceso de construcción social del riesgo de desastre, como el proceso de intervención social en su reducción.

Para el primero de estos paradigmas denominado naturalista – fisicalista, los desastres son producto del impacto de amenazas físicas sobre la sociedad de manera que los desastres son sinónimos de amenazas extremas y constituyen desastres naturales. El riesgo de desastrees una función directa de la exposición a la intensidad y magnitud, el periodo de recurrencia y otras características de las amenazas físicas en sí mismas. Este paradigma plantea que la sociedad debe intervenir en la problemática de los desastres naturalespor medio del control directo e indirecto de las amenazas y sus impactos sobre la sociedad, de la alerta temprana de esos impactos, la protección de personas y bienes, así como de la organización de mecanismos adecuados de respuesta y recuperación.Para ello es indispensable incrementar de manera sostenida la capacidad de las ciencias básicas para pronosticar, prever y analizar las amenazas y sus interrelaciones.

Debido a sus características, consideramos que el paradigma naturalista – fisicalista para el estudio y manejo de riesgos de desastre,pudiera tener profundas raíces en una postura filosófica positivista, la cual a decir de Briones (2002, p. 28 – 29) proclama que: «El progreso del conocimiento sólo es posible con la observación y el experimento y, según esta exigencia, se debe utilizar el método de las ciencias naturales».Asimismo, a decir del precitado autor esa corriente filosófica contempla que la función de la teoría consiste en coordinar los hechos observados por las ciencias y de ninguna manera buscar las causas de su ocurrencia. Es decir, su función es netamente contemplativa.

De otra parte, para el paradigma digamos alternativo, denominadopor Lavell como sistémico – social, la construcción social del riesgo es un proceso mediante el cual la sociedad transformay configura el riesgo por medio de un proceso diferenciado de generación devulnerabilidades, resistencias y resiliencias a amenazas distintas. La interacciónparticular entre sociedad y su medio sirve a veces también para transformarrecursos naturales y fenómenos físicos determinados en amenazas, las cuales alinteractuar con una sociedad vulnerable construyen riesgos y eventualmente desastres.

Asimismo, para tal paradigma, elriesgo de desastres se basa enescenarios de pérdidas potenciales producto de la interacción deamenazas con vulnerabilidades en comunidades, infraestructuras y sistemas de producción yservicios expuestos, como consecuencia de procesos sociales que surgen del modelo dedesarrollo vigente. Por su parte, los desastresson el resultado de riesgos que se realizan a partir del impacto de eventosfísicos particulares en un tiempo y lugar determinado, siendo el resultado tangible deproblemas o desequilibrios entre la sociedad y el ambiente, generados y/o  no resueltos por los modelos de desarrollos pasados y vigentes.

Igualmente, el  paradigma sistémico – socialconcibe la gestión del riesgocomo un proceso social y político mediante elcual la sociedad se plantea controlar los procesos de construcción del riesgoo su disminución como una estrategia para el fortalecimiento de los planes  de desarrollo ecosustentables y la seguridad integral de la nación.

Es así que el paradigma sistémico – social, a nuestro modo de ver se inscribe, desde el punto de vista filosófico, en la corriente del materialismo dialéctico, cuyos máximos representantes (Marx y Engels) afirmaron que este:

Tiene como una de sus preocupaciones centrales el cambio de la realidad. Consecuentemente, considera al mundo como un proceso en el cual, históricamente, se dan fenómenos nuevos y cada vez más complejos a partir de los más simples, siguiendo las leyes de la dialéctica. (Briones, 2002, p. 22).

 

En ese orden de ideas, consideramos la problemática del riesgo de desastres como un proceso complejo cuyos elementos generadores se encuentran no sólo en la existencia de amenazas o peligros de todo tipo y origen, sino que fundamentalmente se afincan en las condiciones precarias de «vida» en que son empujados a subsistir amplios sectores de la población a nivel global, producto de la interrelación de un conjunto de vulnerabilidades ambientales, económicas, físicas y sociales, consecuencias estas a su vez de la imposición de un modelode desarrollo economicista, que opera bajo la lógica de la apropiación indebida y la acumulación desmedida del capital en todas sus expresiones por parte de sectores minoritarios pero con excesivos poderes, en detrimento de consideraciones sociales, ambientales y humanas, las cuales son rápidamente despachadas  como simples «daños colaterales» o el precio que debemos pagar el resto de la población para «disfrutar» aunque sea marginalmente de las supuestas ventajas del modelo desarrollista vigente.

Es claro para nosotros que mantener una visión paradigmática naturalista – fisicalista, promueve abordajes de la problemática del riesgo de desastresque a todas luces evaden el estudio de lo que consideramos como el nudo crítico del asunto, basado este último en la hegemonía del modelo de «desarrollo» capitalista, el cuala la par de incrementar los factores de vulnerabilidad humana ante las múltiples amenazas de origen natural o antrópico, contribuye con su aparato cultural a instalar en el imaginario colectivo la falsa creencia de que así es como debe funcionar el mundo. Es decir, que para tal modelo, lo naturalsería conformarnos con las condiciones de vida que nos hacen cada vez más vulnerables y que es poco o nada lo que podemos hacer para su superación, intentando reafirmaren nosotros (y en muchas ocasiones con éxito) una visión fatalista que termina por inhibir las iniciativas sociales enfocadas hacia una verdadera transformación política, económica y social, que coloque al ambiente y al ser humano como su primera prioridad.

En este punto consideramos necesario aclarar que se entiende por natural. Según el Diccionario de la Lengua Española (2014), el término en cuestión  posee al menos diecisiete acepciones. La primera de ellas concibe lo natural como: «Perteneciente o relativo a la naturaleza o conforme a la cualidad o propiedad de las cosas». Por su lado, la octava acepción indica que natural se refiere a lo: «Regular y que comúnmente sucede, y, por eso, fácilmente creíble».

De acuerdo con esa primera acepción y con el paradigma sistémico – social, los desastres no pudieran ser catalogados como naturales, pues aunque el evento que le da origen sea de carácter natural, este requiere de la interacción con un conjunto de vulnerabilidades sociales para constituirse propiamente en un desastre. Por ejemplo, un movimiento sísmico en los médanos de Coro, no es más que eso, no podríamos decir lo mismo si sucede en Caracas.

De otra parte, si consideramos el modelo de desarrollo imperante a nivel global, lo natural (en términos de la octava acepción) es que ocurran los desastres, como fenómenos que tienden a perder su eventualidad para convertirse en parte del paisaje cotidiano. Es decir, inmersos como estamos en tal modelo economicista, nos acostumbramos tanto a las tragedias sociales, ambientales, económicas, en fin humanas, que corremos el riesgo de perder paulatinamente nuestra capacidad de asombro y por lo tanto de lucha.

Para revertir y superar tan dañino fatalismo es necesario elevar nuestro nivel de conciencia tanto individual como colectivamente. Por un lado, argumentar y divulgar por qué los desastres no son naturales es un primer paso, digamos que fundamental. Más sin embargo, lo anterior sería inútil si no logramos percatarnos que en el actual modelo de «desarrollo» capitalista, por su misma esencia, lo natural(regular, común, creíble)es que los desastres sucedan y que no bastan las medidas de mitigación, que en el fondo no son más que «pañitos calientes» para ocultar sus ya mencionados daños colaterales.

Se trata pues, de asumir colectivamente un verdadero proceso de prevención y reducción de desastres impulsando una transformación profunda de los modos en que nos relacionamos con el ambiente y entre nosotros, ello implica buscar sistemáticamente una ruptura con aquellos paradigmas de investigación, formación y desarrollo,que nos han conducido a esta situación de creciente vulnerabilidad global. En tal sentido, ante nosotros se abre un camino hacia el logro de una sólida Cultura Preventiva, ese camino no es otro que la Educación para la Gestión Integral de Riesgos Socionaturales y Tecnológicos.

 

REFERENCIAS

 

Bass, S; Ramasamy, S; Dey de Prick, J y Battista, F. (2009).Análisis de Sistemas de Gestión del Riesgo de Desastres. Una Guía, Roma: FAO.

 

Briones, G. (2002). Epistemología de las ciencias sociales,Bogotá: ICFES.

 

Dirección Nacional de Protección Civil y Administración de Desastres y Caritas de Venezuela. (2010). Documento País Venezuela 2009 -2010, Caracas.

 

Lavell, A. (2006). Consideraciones en torno al enfoque, los conceptos y los términos que rigen con referencia a la reducción del riesgo y la atención de desastres en los países Andinos miembros del CAPRADE, Lima: PREDECAN.

 

Ministerio del Poder Popular para la Educación. (2011). Orientaciones educativas para la gestión integral del riesgo en el subsistema de educación básica del sistema educativo venezolano, Caracas.

 

 

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La informalidad y el desempleo joven, una bomba de tiempo

El mundo se está envejeciendo, esto significa, que las épocas en que había más personas jóvenes que personas adultas quedarán en la historia y desaparecerán, y por eso debemos actuar con la población joven actual de manera prioritaria

Es común afirmar que el trabajo dirigido a atender las necesidades de la población joven es importante pues ellos constituyen el futuro del país y son la respuesta que debemos asegurar para alcanzar un mundo mejor. Sin embargo, está afirmación de trabajar por los jóvenes está cobrando y cobrará mucha más importancia durante los próximos cinco años por motivos que no son menores.

El primero y principal, es la ventana de bono demográfico que atraviesa el país y en la que estaremos hasta el 2020. El mundo se está envejeciendo, esto significa, que las épocas en que había más personas jóvenes que personas adultas quedarán en la historia y desaparecerán, y por eso debemos actuar con la población joven actual de manera prioritaria.

Este fenómeno ya ha ocurrido en muchos países del mundo y ahora está comenzando a ocurrir en Colombia. Una de las repercusiones más importantes, es que la suposición de que el trabajo de las personas en edad productiva permitirá mantener el esquema de protección social de una generación a otra, no va cumplirse como previsto en los nuevos tiempos. En unos años, seremos muchas más las personas que estaremos finalizando nuestra etapa productiva o ya estaremos por fuera de la edad laboral, respecto a quienes aún continuan en ella. Seremos muchos más los que dependamos de nuestros ahorros o de la protección del Estado para tener ingresos, probablemente por muchos más años dado que la expectativa de vida es cada vez mayor.

El panorama es preocupante si tenemos en cuenta los niveles actuales de desempleo y de informalidad del país. En la actualidad el 93% de los ocupados cuentan con cobertura de salud, pero solo el 49% cotiza para una pensión, sumado a que la proporción de personas en la informalidad en las 23 principales de Colombia es del 47%. La mayoría de quienes están en la informalidad no alcanzarían a pensionarse, así comenzaran a cotizar desde ahora.

Del total de personas en edad de trabajar en Colombia, el 32% corresponde a personas jóvenes. Sin embargo, uno de cada dos desempleados es menor de 24 años. Por esto, hoy es más importante que nunca acelerar las acciones de promoción de empleo joven. Con esto no solo ampliamos la base productiva del país, ofrecemos oportunidades dignas para las nuevas generaciones, ayudamos a cumplir proyectos de vida, y también mitigamos a mediano y largo plazo los efectos del fenómeno de bono demográfico en un contexto de desempleo y de alta informalidad.

Una de las principales líneas de acción de la Fundación es el tema de empleo, en especial, la promoción de empleo para personas cuyas poblaciones suelen tener, en ciertos contextos, mayores dificultades para vincularse de manera estable a empleos formales.

Por lo mismo, vemos de manera positiva la ley de primer empleo y actualmente, el proyecto de ley de empleo joven que en días pasados fue aprobado de forma unánime en la Comisión Séptima. Ambas iniciativas son buenos ejemplos de los esfuerzos que se están realizando en esta materia y que son claves en la actual coyuntura. Uno de los ejes de la ley ProJóven por ejemplo, es el de solucionar la situación de más de 565 mil jóvenes que tienen grandes dificultades para vincularse formalmente al mercado laboral por no tener libreta militar.

Esperemos que estos esfuerzos se profundicen y se traduzcan en más jóvenes trabajando en condiciones dignas, mejorando sus niveles de calidad de vida, y los de sus familias, realizándose como personas tanto hoy como en el futuro. El país lo necesita.

*Este artículo fue elaborado en colaboración con el equipo técnico de profesionales de la Fundación Corona.

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Colombia / la silla vacía: ¿Sirve la vara con la que se miden los colegios?

Fuente: La silla vacía / 21 de Abril de 2016

La ministra de educación, Gina Parody, dio a conocer la lista de los 10 mejores colegios del país. En “La Silla Llena los domingos” invitamos a dos expertas de la red de educación para que nos hablaran de estos resultados y de qué se debe entender por una educación de calidad.

Esto resultados están basados en un índice que se lleva haciendo desde el año pasado y que incluye no solamente los resultados de las pruebas Saber sino, además, componentes como el ambiente escolar o el número de estudiantes que pasan el año.

En “La Silla Llena los domingos” invitamos a dos expertas de la red de educación para que nos hablaran de los resultados de este nuevo índice y de qué se debe entender por una educación de calidad.

Ellas son Ana Beatriz Rinta, gerente de calidad educativa del Meta y hasta hace poco rectora de la Institución Educativa Puente Amarillo Francisco Torres León y,María Figueroa, la decana de la Facultad de Ciencias de la Educación del Externado

La silla llena de los domingos  (audio)

índice Sintético de Calidad

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¿Es la docencia escolar una profesión?

Ni la medicina, ni el derecho ni la ingeniería nacieron con estatus profesional. Ciertamente la docencia escolar tampoco. Es algo que las profesiones modernas de alto estatus han ganado a lo largo del siglo XX, y desde antes, en algunos casos. Estas ganancias han configurado a estas ocupaciones como profesiones, no en el sentido sencillo de una definición de diccionario, sino en una acepción sociológica más completa. Esta acepción incluye varios elementos que vale la pena discutir para analizar la profesión de la docencia escolar.

La titulación, generalmente de nivel universitario, es una condición necesaria, pero no suficiente, para configurar una profesión de alto estatus. No se puede ejercer como médico sin un título de doctor en medicina, ni como abogado o ingeniero sin lo correspondiente. Pero como docente escolar, sí. En Latinoamérica la situación al respecto es diversa. En  Brasil sólo las personas que estudiaron carreras docentes pueden ser docentes. En Colombia ocurre prácticamente lo contrario: es inconstitucional que la docencia escolar no pueda ser ejercida por otros profesionales sin formación en docencia.Incluso, muchos colegios bilingües privados de élite, contratan, y con preferencia, profesionales que no se licenciaron como maestros para que sean maestros. He aquí entonces que la titulación, que uno pensaría es un requisito necesario, ni siquiera lo es.

Otra característica sociológica de las profesiones además de la titulación y ligada a ella, es la acreditación. El asunto de la acreditación tiene que ver básicamente, con cuál es el proceso mediante el cual una persona llega a volverse un miembro de la profesión. Para llegar a ser médico, ingeniero o abogado, hay que pesar por estudios de pregrado de un alto nivel de selectividad. En el caso de la docencia escolar no, como lo mencionaba en otro escrito. De hecho, un estudio reciente en Colombiamuestra que es cinco veces más probable que un estudiante con un bajo puntaje en la prueba nacional de aprendizaje de final de secundaria termine siendo docente, a que si hubiera tenido un puntaje alto. También comentaba en ese texto como a estos bajos requisitos de ingreso a los estudios para ser docente, se suma  la ausencia de calidad en los programas de formación en educación, con un 94% de programas sin acreditación de calidad en Colombia en 2010.

Las profesiones paradigmáticas que he mencionando como la medicina y la ingeniería han construido también unas estructuras fundamentales que las caracterizan como profesiones de alto nivel: las asociaciones profesionales. Estas asociaciones tienen un doble papel: reciben y acreditan al titulado en la profesión al gremio. Pero quizás su función más importante es la de definir y vigilar el cumplimiento de los estándares de desempeño de la profesión. Por esta razón, los estados acuden a las asociaciones de profesionales de ingenieros para determinar por ejemplo, si hay responsabilidad legal en la construcción de una obra de infraestructura defectuosa. O las personas pueden acudir a las de médicos para saber si hubo mala práctica médica en la atención a un paciente y si esta mala praxis derivó en consecuencias de salud para un paciente. Tal cosa no existe en la docencia escolar: ¿una asociación profesional a la que alguien puede ir a reclamar por bajos resultados en el aprendizaje de un niño? ¿O para ver si un niño sabe leer literal y críticamente en un nivel aceptable? ¿Alguien que les explique a los desconcertados padres de un niño de un colegio en el que siempre fue el mejor en su clase, porqué ahora le van tan mal en la universidad? ¿Acaso, le regalaban las notas?

Que tal tipo de cosas fueran susceptibles de ser reclamadas exigiría la existencia estándares profesionales de la docencia escolar. Pero este no parece ser un asunto de preocupación en las reivindicaciones docentes, que son más de naturaleza sindical y menos de naturaleza profesional. Son como el reclamo airado de un derecho natural. Esto me trae a la mente una cita de un estudio sobre la profesionalización docente:

“…Como se evidencia en la revisión de literatura sobre la profesionalización, el estatus de una ocupación no es un regalo del mundo exterior, concedido por un público agradecido, y en reconocimiento a los invaluables aportes del gremio profesional a la sociedad. En cambio, lo que ocurre es que el estatus profesional es buscado ávidamente por los aquellos en el campo, luchado en contextos prácticos y en la escena política, y protegido fieramente una vez se obtiene” (Crowe, 2008)

Titulación, acreditación y asociación profesional. De estas, que no son todas las posibles, la docencia escolar hoy por hoy en muchos países de Latinoamérica lo único que hace es titular, que es lo menos necesario, y con bajos niveles de selectividad. No hay unos adecuados procesos de titulación y acreditación, que garanticen formar un cuerpo de profesionales que evidencie algún mérito para entrar al gremio.  No hay estándares profesionales para el ejercicio docente. Ni hay asociaciones profesionales de docentes. ¿Qué hacer?

Como dice la cita de Crowe, ese estatus profesional es algo que se construye, no algo que se reclama. A nadie le ha sido dado de por sí. Construir el estatus actual de la profesión ha tomado décadas, y elevarlo tomará otras tantas.  Yo propongo que en vez de seguir reclamando ese reconocimiento que la sociedad, condescendientemente, nunca otorgará más que en frases vacías, quienes estamos interesado en el mejoramiento de la docencia, hagamos algo concreto: hagamos asociaciones profesionales de docentes. Hablemos de estándares de profesionalismo y de estándares profesionales en la docencia.

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