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Gustavo Suárez Pertierra, presidente de UNICEF España “La educación es la principal herramienta que existe para salir de la pobreza”

El cambio climático, las hambrunas, el inexistente acceso a vacunas o medicamentos y la falta de higiene son algunas de las muchas causas que han llevado a millones de familias a la pobreza más extrema. Según Gustavo Suárez Pertierra, presidente de UNICEF España, la educación es el único mecanismo que existe para que los niños y niñas sean capaces de acabar con la trampa que esta pobreza supone. Por ello, la educación es el corazón de UNICEF, una organización que, desde hace ya 75 años, vela por los derechos y la supervivencia de la infancia más vulnerable.

En los últimos dos años, y a raíz de la pandemia de la COVID-19, hay 100 millones más de niños y niñas en el mundo sumergidos en la pobreza, lo que equivale a un aumento del 10% desde 2019.

De hecho, y según el informe ‘Evitemos una década perdida: Hay que actuar ya para revertir los efectos de la COVID-19 sobre la infancia y la juventud’, presentado por UNICEF el pasado mes de diciembre, la COVID-19 está poniendo en peligro décadas de progreso en cuestiones fundamentales para la infancia como la pobreza, la salud, el acceso a la educación, la nutrición o el bienestar mental. Una situación sin precedentes a la que se debe hacer frente de manera inmediata.

Durante esta entrevista con Soziable.es, Gustavo Suárez Pertierra, presidente de UNICEF España, incide en la importancia de actuar de forma rápida y eficaz para hacer frente a todas estas desigualdades que afectan gravemente a la humanidad en general, pero a la infancia en particular.

– ¿De qué manera ha afectado la pandemia de la COVID-19 a la infancia?

La pandemia ha causado un impacto extraordinario sobre toda la humanidad en general, sobre la infancia en particular y sobre la infancia más vulnerable de una manera especial. Ha tenido un gran costo en vidas humanas, ha producido un efecto del que tendremos que aprender a salir, porque corre el peligro de paralizar, o al menos revertir, ciertos procesos que estaban consiguiendo que el bienestar de la infancia se asiente en nuestras sociedades, pero, sobre todo, la mayor consecuencia que va a producir es que va a generar unas enormes desigualdades en el mundo.

La pandemia es una crisis que comienza siendo sanitaria y acaba siendo económica y social, pero que se distingue de otras crisis porque es una crisis global. Quiere decir esto que afecta a todo el conjunto de los países, a todo el conjunto de los pueblos, a toda la humanidad, en definitiva.

El impacto de la pandemia no es el mismo en aquellas ciudades más ricas y en las sociedades más pobres. Las posibilidades o los recursos que tienen las sociedades para superar el impacto de la pandemia tampoco son los mismos. Por tanto, la combinación entre impactos y posibilidades de superación de la crisis va a producir unas desigualdades extraordinarias en el mundo.

Tendremos que encontrar la senda de salida. Pero ¿cómo tendremos que hacerlo? Pues, en primer lugar, procurando que las medidas sanitarias lleguen a todas partes. Las vacunas, fundamentalmente, tienen que llegar a los países de rentas bajas porque, si no llega a todos, la pandemia no puede resolverse. Pero, además, hay que invertir en educación, en saneamientos, en mecanismos e instrumentos que permitan adaptarse a los tiempos que vienen, que van a ser muy dificultosos.

– ¿Qué entendemos por pobreza infantil?

Hay muchas clases de pobreza. Hay una pobreza severa, que afecta a aquellas sociedades que viven en la miseria, pero hay otra que llamamos pobreza moderada, que afecta a sociedades más desarrolladas y que se mide a través de la media de ingresos de una familia tipo: dos adultos y dos menores, por ejemplo.

Pero ¿qué significa ese tipo de pobreza? Significa que los hogares que la padecen no pueden acudir a satisfacer un gasto que de repente se presenta, porque se produce una necesidad educativa, por ejemplo, actividades extraescolares; porque sube el precio de la luz por encima de lo que estaba previsto; porque se presenta una necesidad producida por una determinada catástrofe o por un determinado impacto social; o por un hecho propio del clima.

Esta es una pobreza moderada que, en España, lamentablemente, afecta a entre un 27 y un 28% de loa niños y loa jóvenes, lo cual no se corresponde con nuestra entidad como cuarta potencia económica dentro de la Unión Europea, ni tampoco con el puesto que tenemos en la Unión Europea, ya que estamos muy atrás, estamos en la cola de los países que están padeciendo la lacra de la pobreza infantil.

– Por lo tanto, no nos referimos a lo mismo cuando hablamos de pobreza infantil en España y cuando lo hacemos refiriéndonos a países del tercer mundo, ¿verdad?

Los países de rentas medias y bajas no tienen los mismos problemas que tienen los países más desarrollados en el mundo, donde también hay pobreza, ese tipo de pobreza de hogares que no pueden llegar a fin de mes, que no pueden garantizar la calefacción en invierno o que no pueden garantizar unas vacaciones razonables.

La pobreza en los países que llamamos en desarrollo, en los países con rentas más bajas, tiene unas características mucho más incisivas. Pensemos que en estos países hay, en este momento, del orden de 5 millones de niños al año, 14 mil niños al día, menores de 5 años, que mueren por falta de un remedio que está en nuestras manos proporcionarles, por ejemplo, vacunas. No me estoy refiriendo ahora al caso de la pandemia de la COVID-19, me estoy refiriendo a las vacunas de las enfermedades que todavía no están erradicadas en el mundo, que se llevan por delante muchas vidas de niños menores de 5 años.

Bien es verdad que, hace tres décadas, esta cifra era el doble. Por tanto, vamos en la buena dirección, pero hay que darse cuenta de que esta es la realidad que tenemos en muchas partes del mundo.

– ¿Cómo afecta la pobreza a los niños y niñas?  

La pobreza es algo que, lamentablemente, envuelve la vida de los seres humanos y, por supuesto, de los niños.

¿Qué significa la pobreza para los niños? Significa que no pueden ser niños, que no pueden manifestar, como única preocupación, la preocupación de ser niños y hacer lo que hacen los niños, porque tienen otras preocupaciones.

La pobreza se manifiesta en materia de trabajo infantil; en la falta de posibilidades de desarrollo; en la falta de acceso a la educación; en la nutrición; y en el propio movimiento y en la propia sociabilidad de los niños y de los jóvenes que necesitan moverse ampliamente y ser niños para poder desarrollarse.

Esa falta de ambiente que proporciona la pobreza, que va desde la manifestación de enfermedades hasta las carencias en la educación, cuando envuelve toda la vida de los niños provoca fenómenos muy importantes que están detectando las sociedades modernas, por ejemplo, de salud mental.

Así pues, uno de los primeros problemas que tiene planteados la humanidad en este momento es resolver los problemas del hambre, que afectan a muy buena parte del género humano y, por supuesto, al grupo social más vulnerable, que son los niños, las niñas y los jóvenes.

– La lucha contra el cambio climático es otro de los grandes retos a los que se enfrenta UNICEF. ¿Es esta problemática una de las grandes amenazas para la infancia?

El cambio climático es un factor fundamental para la infancia. Produce sequías y hambrunas, exige a las sociedades la incorporación de unos instrumentos que les permitan ir adaptándose al cambio de las temperaturas, produce el aumento del nivel de los océanos…

Todo eso, en aquellos espíritus más jóvenes que están en formación, como es el caso de los niños en edad temprana y de los adolescentes en edad ya madura, les afecta de múltiples maneras: provoca enfermedades, plantea problemas de nutrición, les limita la movilidad… El cambio climático es un elemento vital para garantizar no solo el desarrollo de los jóvenes, sino también su bienestar futuro. Por tanto, es algo a lo que debemos poner una enorme atención.

El primer problema que tiene la infancia es la supervivencia, algo que podemos resolver porque una vacuna cuesta 60 céntimos de euro. Luego hay que resolver los problemas de educación, de bienestar y sanitarios que puedan afectarles. Pero después hay que garantizarles un entorno seguro, algo que con la referencia climática solo es posible adelantándose con medidas de previsión como quieren, por otra parte, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, que tienen en el cambio climático una de sus referencias fundamentales.

– La pandemia de la COVID-19 no solo ha comprometido nuestra salud física, sino que también está afectando a nuestra salud mental y, en especial, a la de los colectivos más vulnerables. ¿Perciben que la salud mental de la infancia se ha visto alterada, en mayor o menor grado, tras la irrupción del coronavirus?

La salud mental se ve afectada por la pandemia sin duda ninguna. Aquí se produce un efecto curioso: la salud mental es un elemento que, desgraciadamente, está muy presente en nuestras sociedades, para los niños y para los mayores, pero es un problema social sobre el que existe una especie de silencio, acordado por toda la sociedad, porque la concebimos como un estigma de las sociedades avanzadas.

Yo creo que la pandemia, y no quiero decir con esto que haya tenido ningún efecto bueno ni positivo, ha puesto en el escenario de las preocupaciones el problema de la salud mental y, especialmente, de la salud mental infantil. El confinamiento, la falta de sociabilización adecuada que provoca el cierre de las escuelas, que los niños no puedan, en un momento determinado, salir a la calle para poder socializar y desarrollar sus juegos genera un impacto extraordinario sobre la salud mental de los niños y los jóvenes.

Desde UNICEF lo hemos medido y existen datos que lo ponen de manifiesto. Hay, en estos momentos, un 13% de jóvenes, hasta 18 años, que se ven afectados por algún tipo de trastorno mental. Un 13% son muchos millones de niños en el mundo.

– ¿Se aborda esta problemática desde UNICEF?

Lo intentamos porque los sistemas públicos, quizá porque no es un elemento que esté presionando nuestras sociedades, atienden muy poco a la salud mental. Hablando en términos globales, que es como tenemos que hablar desde UNICEF, solo un escaso 2% de los presupuestos sanitarios se dedica en el mundo a la salud mental y esto es un presupuesto prácticamente insignificante.

Por tanto, tenemos que ayudar a resolver ese problema. UNICEF trabaja desde esa perspectiva en las sociedades desarrolladas procurando interesar sobre el problema a los ciudadanos y a las ciudadanas, sensibilizar y ofrecer a los poderes públicos las medidas adecuadas de carácter sanitario, pero también de entorno doméstico y social, para que se pueda salir al paso de los problemas de trastornos mentales que pueden plantearse.

En España, hemos colaborado en la parte infantil del desarrollo de la Estrategia de Salud Mental que se está empezando a poner en práctica. Por tanto, ya hay sensibilidad social suficiente como para que, desde el sistema público, se pueda atender ese problema.

Y, en los países de rentas medias y bajas, UNICEF está desarrollando programas sobre el terreno en materia sanitaria y social. En materia sanitaria, procurando fortalecer los sistemas sanitarios de países que son menos favorecidos en lo que se refiere a salud mental y en otros aspectos sanitarios; y, por otra parte, trabajando en la construcción de entornos saludables que permitan a la infancia y a la adolescencia desarrollarse previniendo la posibilidad de que estos problemas puedan afectarles.

– ¿Es primordial garantizar una educación de calidad a todos los niños y niñas para hacer frente a las desigualdades y a la pobreza?

La educación es la principal herramienta que existe para salir de la pobreza. Se ha dicho que la educación es un ascensor social, el único mecanismo que puede garantizar que se rompa la trampa de la pobreza, que significa que las generaciones siguientes son más pobres o siguen siendo tan pobres como las generaciones anteriores. Y lo único que puede romper ese círculo vicioso es, precisamente, la educación, de ahí su importancia en esta materia.

La educación es el corazón de UNICEF. Los objetivos de nuestra organización tienden a la supervivencia de los niños y adolescentes, a garantizar su bienestar y a la protección, pero todo eso está envuelto por el corazón de UNICEF, que es la educación. La educación es un trampolín para el desarrollo personal y social.

– No hay nada perfecto, pero… ¿qué considera que debe tener la infancia para que su desarrollo sea adecuado y, sobre todo, ‘feliz’?

La infancia es, por definición, un grupo desvalido. Como la Convención de Derechos del Niño llega hasta los 18 años, hay mucha diferencia entre los niños más niños, los niños y niñas que ya no lo son tanto y los jóvenes o adolescentes ya que cada franja de población tiene su necesidad especifica.

La base es la posibilidad de encontrarse con un entorno familiar, doméstico y social que les permita formarse y desarrollar todas sus capacidades. Eso exige una atención social adecuada, la posibilidad de contar con una asistencia sanitaria suficiente desde una edad temprana y la posibilidad de acceso a la educación y a las capacidades de empoderamiento, sobre todo para las niñas, que son el grupo más desvalido dentro del grupo más desvalido de la sociedad. Todo esto es necesario como punto de partida y, a partir de aquí, vienen todas las necesidades que ofrece el sistema de bienestar al que nos asomamos los ciudadanos de los países en desarrollo.

Hay, en estos momentos, más conflictos bélicos abiertos que hace 30 años. Nos tenemos que poner a pensar en la influencia que tiene esto, no solo sobre los niños, sino sobre todos los hombres y mujeres, por ejemplo, obligándoles a desplazarse de sus hogares. Por tanto, la infancia necesita condiciones básicas de vida y de desarrollo posterior.

– Personalmente, ¿cree que estamos a tiempo de cumplir los ODS en la fecha prevista, 2030?

Los Objetivos de Desarrollo Sostenible constituyen un programa de acción muy ambicioso. Hace unos pocos años, las naciones se pusieron de acuerdo para definir unos Objeticos de Desarrollo Sostenible, 17 Objetivos, con dos centenares de metas, y se diseñó una Hoja de Ruta que es la Agenda 2030.

Aquí hay que confiar en la capacidad de resiliencia del género humano y, especialmente, en la de los jóvenes, que es mucha. Hay que confiar en la capacidad de los estados que han adquirido consciencia de la necesidad de establecer un desarrollo sostenible para permitir que las sociedades sean más justas y proporcionen un mayor bienestar. Pero, además de ser optimista, hay que ser realista y decir que, en este momento, vamos por debajo de las previsiones de cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y, más todavía, porque no contábamos con el impacto de la pandemia.

Prácticamente todos los ODS tienen que ver con la infancia, porque son objetivos que afectan a la erradicación de la pobreza, al destierro y las hambrunas, a la educación… Por tanto, en todos los Objetivos está presente la referencia de la infancia y en todos tiene que trabajar UNICEF. Por eso, necesitamos una visión muy amplia en la que necesitamos, por supuesto, que nos acompañen las sociedades de los países pobres y ricos.

– ¿Cuáles son los retos y objetivos de UNICEF España para este año 2022?

Yo creo que necesitamos recuperar la senda de conseguir los objetivos de bienestar que nos habíamos planteado.

UNICEF cumple ahora 75 años: 60 en España, 75 UNICEF global. Tras la Segunda Guerra Mundial, UNICEF se planteó el objetivo de la supervivencia de la infancia, erradicar las enfermedades que se llevaban miles de muertos cada día, la educación como corazón de UNICEF, el bienestar en todas sus fórmulas y la erradicación de conductas que todavía están muy presentes en ciertas sociedades y que afectan a niños y a niñas, como es el caso del matrimonio infantil.

En todo este tiempo, en estos 75 años, se ha avanzado mucho en el cumplimiento de estos objetivos. El matrimonio infantil, por ejemplo, se ha reducido en un 15% en las tres últimas décadas. Pero el impacto de la pandemia sobre todos esos procesos que estaban en marcha y que estaban teniendo un cierto éxito sostenido ha sido, está siendo y va a ser enorme. Hay que recuperar esa senda de bienestar para el cumplimiento de unos objetivos que, lamentablemente, después de 75 años, todavía están vigentes.

Necesitamos actuar contra la pobreza infantil, en materia de salud mental y de fortalecimiento del sistema educativo, en temas de bienestar y sobre la sostenibilidad del clima en el que tenemos que movernos. En concreto, tenemos que erradicar determinadas prácticas como las que afectan a las políticas de género o que tienen que ver con el trabajo infantil y que están muy favorecidas por todo lo que trae consigo la pandemia, como el cierre de las escuelas.

Fuente: https://www.soziable.es/entrevista-gustavo-suarez-presidente-unicef-espana

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En Glasgow, los pueblos indígenas golpean la mesa por sus derechos

Por: Emilio Godoy

GLASGOW – “Para mi pueblo, los efectos del cambio climático son la realidad diaria. La estación de lluvias es más corta y cuando llueve, hay inundaciones. Y hemos sufrido sequía”, aseguró la indígena wodaabe o mbororo Hindou Oumarou Ibrahim.

Para la fundadora de la no gubernamental Asociación de Mujeres y Pueblos de Chad, un efecto pernicioso es la violencia generada, porque “cuando pierde los recursos, la gente pelea por ellos, por el agua, por ejemplo”, relató a IPS luego de un foro sobre los avances de los grupos nativos en la cumbre climática de la ciudad de Glasgow, en el norte de Reino Unido.

En todo el mundo, los pueblos originarios enfrentan la ambigüedad de proteger ecosistemas, como bosques o zonas costeras, y al mismo tiempo padecen los embates de la furia climática desatada por la adicción de la humanidad a los combustibles fósiles, como sequías, tormentas destructoras y el aumento del nivel del mar.

Desde hace décadas, sus miembros han insistido en que sus conocimientos tradicionales pueden contribuir a la lucha climática. El surgimiento de la pandemia de covid-19 en 2020 ha corroborado el resultado de tratar a la naturaleza como una mercancía más.

Si bien en la última década la representación indígena ha saltado a la palestra de cumbres ambientales, como esta 26 Conferencia de las Partes (COP26) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC) que inició el domingo 31 en esta ciudad escocesa. Pero ahora quieren más y no seguir siendo solo unos convidados de piedra.

“Esperamos que la cumbre tome en cuenta a las comunidades indígenas. Tiene que haber fondos que vayan directamente a los pueblos indígenas”, pidió ante IPS la indígena q’eqchí’ Graciela Coy, de la no gubernamental Ak’Tenamit  (nuestro pueblo, en q’eqchí’), que trabaja en el norte de Guatemala.

Los representantes de las organizaciones indígenas han conquistado estar en todos los escenarios de las COP. Participan como observadores en las sesiones oficiales donde se debaten los acuerdos, en la cumbre paralela de los movimientos sociales y en todos los demás foros que se enciman uno tras otro en las dos semanas de la conferencia climática.

Una de las expectativas indígenas en Glasgow es la aprobación del plan de trabajo por tres años de la “Plataforma para el intercambio de experiencias y mejores prácticas de los pueblos indígenas y las comunidades locales”, originada en la COP21, la que aprobó el Acuerdo de Paris en 2015.

Esa propuesta debe ser aprobada por el Grupo de Trabajo Facilitador, integrado por siete indígenas y siete representantes gubernamentales y avalado en la COP24, celebrada en la ciudad polaca de Katowice en 2018. Luego deberá ratificarla la plenaria de la 196 Partes de la COP y tiene que incluir actividades de fortalecimiento de capacidades de los grupos originarios, el mapeo de medidas para su participación dentro de la CMNUCC y de financiamiento.

Entre 2019 y 2021, el grupo efectuó 11 actividades, sin sesiones físicas por la pandemia.

Las políticas climáticas son el foco de la COP26, que concluye el 12 de noviembre, luego de ser pospuesta un año por la pandemia de covid-19.

Los delegados gubernamentales en la COP26 abordan las reglas de los mercados de carbono, el financiamiento climático por al menos 100000 millones de dólares anuales, las brechas entre las metas de reducción de emisiones y las disminuciones necesarias, las estrategias para neutralidad del carbono en 2050, planes de adaptación y el programa de trabajo sobre comunidades locales y pueblos indígenas.

Para la indígena kankanaey igorot Victoria Tauli-Corpuz, de Filipinas, es fundamental la inclusión de derechos humanos en el financiamiento a la reducción de emisiones y adaptación a los efectos de la crisis climática, así como en la creación de mercados de carbono.

“Los pueblos indígenas sufren también por las soluciones climáticas, como los proyectos de energía renovable. Debe haber salvaguardias efectivas que permitan la protección de los derechos de los pueblos indígenas” en las políticas climáticas, señaló a IPS quien fue relatora especial de Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas entre 2014 y 2020.

Ese respeto se ha vuelto impostergable en zonas como la Amazonia, el principal macizo selvático de América Latina compartido por ocho países y un territorio francés, cuyos habitantes indígenas han sufrido el deterioro ocasionado por la incursión de empresas agropecuarias -ganadería y soja-, de hidrocarburos y mineras, además de las construcciones de represas, vías férreas, carreteras y puertos fluviales.

Por eso, el indígena shuar Tuntiak Katan, de Ecuador, coordinador general de la Alianza Global de Comunidades Territoriales, consideró a IPS que la salida de las actividades extractivas de ese ecosistema es una condición fundamental para perseverar en la protección climática.

“Los pueblos indígenas ya protegemos 950 millones de hectáreas en todo el mundo. Lo que pedimos es el cuidado de 80 por ciento de la Amazonía en 2025. Somos la voz de las mujeres, los niños y los ancianos” que sufren los impactos en los territorios, exhortó Katan, vicecoordinador de la no gubernamental Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica).

Un cúmulo de la evidencia científica más reciente demuestra que los pueblos nativos son los protectores más eficaces de los bosques tropicales, por lo cual se requiere de mayores esfuerzos para su conservación, ante las crecientes amenazas.

La indígena q’eqchí’ Graciela Coy (D), de Guatemala, pidió durante la cumbre climática de Glasgow que los fondos internacionales prometidos lleguen directamente a los pueblos originarios. Foto: Emilio Godoy / IPS

Prometer no empobrece

Ante los abundantes ofrecimientos efectuados en la primera semana de actividades de la COP26 para promover la tenencia indígena de la tierra y la reforestación, los pueblos originarios mostraron escepticismo y demandaron participación directa en esos esquemas.

Oumarou Ibrahim y Coy coincidieron en la definición necesaria de mecanismos para que los recursos ofrecidos lleguen directamente a los territorios.

Los líderes mundiales “deben ser nuestros socios. El financiamiento debe adaptarse a las necesidades de la gente. El asunto es cómo van a llegar los recursos directamente a los pueblos indígenas”, según Oumarou Ibrahim.

A juicio de Coy, la lucha climática requiere de asignación de fondos, que deben transferirse “a los pueblos indígenas, pues hay mucha ayuda internacional” que no siempre se materializa en las comunidades locales.

En una aceptación de lo que los pueblos originarios han reclamado por años, los gobiernos de Alemania, Estados Unidos, Noruega, Países Bajos, Reino Unido y 17 financistas privados anunciaron el 1 de noviembre la disposición de 1700 millones de dólares para ayudar a las comunidades indígenas y locales a preservar los bosques tropicales entre 2021 y 2025.

Se estima que cada año solo 270 millones de dólares se destinan al cuidado forestal y 46 millones llegan a los guardianes directos del bosque: los pobladores ancestrales.

El financiamiento multilateral directo a poblaciones aborígenes ha sido una barrera recurrente para los esfuerzos por proteger recursos naturales.

Por ejemplo, el Fondo Verde para el Clima (FVC), creado en la COP16 de Cancún de 2010, ha financiado 121 proyectos de medios de vida de comunidades y ha entregado para ello un total de 1400 millones de dólares.

Para el total de 190 proyectos, ha desembolsado 2000 millones de dólares y otros 6000 están bajo ejecución. Además, ha comprometido otros 10000 millones para emprendimientos. Asimismo, ha registrado a 113 instituciones para recibir fondos, pero ninguna de índole indígena.

Además, el 2 de noviembre más de 105 naciones se adhirieron a la “Declaración de los líderes de Glasgow sobre bosques y uso de la tierra” que estipula alcanzar la deforestación cero en 2030.

Los pueblos originarios demandan también su inclusión en las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, en inglés), los compromisos voluntarios adoptados por cada país para 2030 y 2050, a fin de cumplir con el Acuerdo de París y sobre los que recae la meta aspiracional de contener el recalentamiento planetario en 1,5 grados C.

“Solo necesitamos un empujón. Estamos seguros de lo que hacemos y por eso es bueno que ofrezcan financiamiento. Pero lo que se debe hacer es abandonar el extractivismo y sacar a las petroleras, mineras y las empresas agropecuarias de nuestros territorios, y aplicar una visión holística, con la visión de los pueblos indígenas”, urgió Katan.

Aunque la COP26 no arroje los resultados deseados por los pueblos indígenas, seguirán con el cuidado de los recursos naturales y con su exigencia de justicia climática.

IPS realizó este artículo con el apoyo de Iniciativa Climática de México y European Climate Foundation.

Fuente de la información e imagen: https://ipsnoticias.net

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Argentina: Ante las condiciones del tiempo, desde Educación afirman que las clases son normales

América del Sur/Argentina/20-08-2021/Autor(a) y Fuente: www.diariodecuyo.com.ar

La medida rige para el Turno Mañana. Continuarán observando la evolución de las condiciones climáticas para analizar qué sucederá en la tarde.

Mientras el alerta meteorológica por viento Zonda está vigente, el Ministerio de Educación de San Juan emitió un comunicado informando que las clases se dictarán como estaba previsto durante el Turno Mañana.

Protección Civil no ha indicado que la intensidad del viento constituya riesgo que motive suspensión de la actividad educativa. Por el momento es normal en el turno mañana», indicaron desde el área.

Y agregaron: «Se sigue atentamente la evolución de las condiciones climáticas. De haber alguna novedad se les informará inmediatamente».

Para terminar recordando que «cada papá puede tomar la decisión que considere conveniente según su caso particular».

Fuente e Imagen: https://www.diariodecuyo.com.ar/sanjuan/Ante-las-condiciones-del-tiempo-desde-Educacion-afirman-que-las-clases-son-normales–20210818-0009.html

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Los límites de la ciencia para saber qué está pasando con los insectos

Clemente Álvarez

Con los insectos se da una inquietante paradoja: los entomólogos llevan tiempo avisando de que cada vez son más las señales alarmantes sobre su situación (gente de cierta edad puede incluso percibir por ella misma que algo ha cambiado en el campo); sin embargo, desde un punto de vista científico, la falta de datos continuados sobre las poblaciones de estos pequeños seres hace muy difícil calibrar la verdadera envergadura del problema. Y esto a su vez complica también la posible respuesta. Ahora un estudio de investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN), la Universidad de Murcia y dos instituciones británicas, publicado en Biodiversity and Conservation, muestra que esta barrera para saber lo que está ocurriendo con estos artrópodos no desaparece ni siquiera con los inventarios más completos que existen.

“Nos preguntamos cuáles son los mejores datos de insectos del mundo y encontramos que estos son los de mariposas en Gran Bretaña”, cuenta Jorge Lobo, entomólogo del MNCN, que explica que existen más de 10 millones de registros de 58 especies de lepidópteros en este territorio recopilados durante más de 200 años, de 1800 a 2014. Una cantidad de información excepcional para los insectos solo disponible en escasos lugares como este por la gran afición naturalista británica y por la atracción concreta a las bellas mariposas.

Aunque ya se ha llegado a hablar de “apocalipsis de los insectos”, existen distintas complicaciones para demostrar de forma científica el colapso de estos animales. Como señala Lobo, una de ellas es que entre estos artrópodos son comunes las fuertes variaciones interanuales en sus poblaciones, con bruscas bajadas y subidas. Puede ocurrir que un simple temporal en el momento inadecuado o un fuerte impacto de origen humano haga caer los ejemplares de una especie en una determinada zona y que un tiempo después vuelva a multiplicarse su número. Para determinar que se está produciendo realmente un declive se necesitan inventarios continuados para poder comparar en distintos lugares y en periodos largos, lo que resulta bastante raro para estas especies en el conjunto del planeta.

En el caso de las mariposas de Gran Bretaña, con tantos registros desde 1800 para una cantidad no tan elevada de especies (hay casi el mismo número de lepidópteros en la ciudad de Madrid) se podría pensar que ya se conoce todo sobre la distribución de estos insectos en esta área del mundo. Según el investigador del MNCN, “la sorpresa es que no”. Los científicos españoles detectaron que el inventario estaba incompleto en un tercio del territorio analizado, en concreto, en bastantes sitios del norte de Gran Bretaña. “Nos preguntamos por qué y nos dimos cuenta de que esto se debe a la entrada en estas zonas septentrionales de especies que provienen del sur. La naturaleza es dinámica y por eso nuestra capacidad para detectar lo que está ocurriendo es limitada”, destaca Lobo.

Una mariposa manto bicolor ('Lycaena phlaeas').
Una mariposa manto bicolor (‘Lycaena phlaeas’).CHRIS VAN SWAAY

A pesar de su tamaño, los insectos pueden moverse kilómetros para buscar mejores condiciones, lo que de nuevo complica saber lo que está sucediendo. “A veces no se produce tanto una extinción como un cambio en la distribución“, indica el investigador. “Lo que tenemos hoy no nos permite conocer la verdad, pues en el momento en el que logramos suficiente información, la verdad ha cambiado”, señala.

Aun así, esto no hace desaparecer la montaña de evidencias que advierten sobre el retroceso de estos artrópodos. Como advierte Lobo, hay datos preocupantes: “Somos bastantes los científicos que aseguramos que hay un declive en las poblaciones de insectos y una pérdida de biodiversidad notable”.

Investigaciones en Alemania, el Reino Unido o Puerto Rico han registrado increíbles desplomes de la biomasa de insectos, es decir, del peso de estos animales en determinadas áreas. Y, en España, el propio investigador del MNCN ha constatado una drástica caída de los escarabajos peloteros (aquellos que construyen y ruedan bolas de excremento). En las colectas de esta familia de escarabajos anteriores a 1950, alrededor de un 30% correspondían a peloteros, pero en la actualidad no llegan al 5%. “Blanco y en botella, la diferencia es tan notoria que no caben otras explicaciones”, incide Lobo.

Sin embargo, hay otros resultados discrepantes. También en España, un estudio de 2018 del investigador Carlos Herrera en la sierra de Cazorla no encontró ningún declive en la abundancia de polinizadores entre 1997 y 2017 a pesar de cambios significativos en la temperatura o las precipitaciones, lo que sugiere que la reducción no es igual en todas partes.

Una revisión de 73 trabajos científicos publicada en 2019 en Biological Conservation, del ecólogo español Francisco Sánchez-Bayo, de la Universidad de Sídney (Australia), advertía de que al ritmo actual un 40% de las especies de insectos podrían extinguirse en las próximas décadas. Pero poco después científicos finlandeses de la Universidad de Jyväskylä respondieron a este artículo con un análisis en Rethinking Ecology en el que acusaban a la investigación de alarmista y criticaban algunos aspectos de la metodología, sin poner en duda el declive de los insectos.

“El patrón que emerge es preocupante, pero tenemos solo datos puntuales. Desde un punto de vista científico no deberíamos ser alarmistas si los datos no son completamente fiables, pero es que las señales son alarmantes y hay que decirlo”, destaca Lobo.

¿Cómo conseguir remediar la falta de datos fiables si no son suficientes ni siquiera las mejores colecciones de registros del mundo? Para solucionar esta falta de información, teniendo en cuenta el movimiento dinámico de la naturaleza, los investigadores de este trabajo consideran que cada país debería elegir una serie de zonas para realizar inventarios continuados. Al igual que existen estaciones meteorológicas fijas que registran las variaciones del tiempo en cada momento, proponen que haya estaciones de medición de la biodiversidad.

Fuente: https://elpais.com/clima-y-medio-ambiente/2021-03-07/los-limites-de-la-ciencia-para-saber-que-esta-pasando-con-los-insectos.html

 

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Cinco desafíos de desarrollo sostenible para 2021

La recuperación verde de la covid-19, la resistencia a antibióticos y la pobreza extrema son algunas de las cuestiones que pondrán a prueba el liderazgo de los países este año.

El año 2020 batió récords en materia de desastres naturales, salud global y emergencias humanitarias, empujando a líderes de los cinco continentes a comprometerse con un futuro más sostenible y equitativo. Estos son cinco de los desafíos sobre los que los poderes políticos y económicos tendrán que actuar, y rendir cuentas, en este recién estrenado 2021.

1. Recuperación verde de la covid-19

Pandemias emergentes como la covid-19, el ébola, VIH, SARS, MERS no son hechos aislados, sino que forman parte de una tendencia. Las enfermedades humanas de origen animal, llamadas zoonosis, son fruto de la destrucción creciente de los ecosistemas naturales, el tráfico ilícito de animales salvajes y la ganadería industrial mal gestionada, que aumentan el contacto entre especies y las posibilidades de que un patógeno acabe pasando de una a otra. Durante la Cumbre de Biodiversidad de la ONU en septiembre, la Unión Europea se sumó a líderes de los cinco continentes para comprometerse con una recuperación económica verde de la pandemia y abordar la salud animal, humana y de los ecosistemas naturales de forma coordinada, un enfoque conocido como One Health (Una Salud)En mayo, los países negociarán la hoja de ruta sobre biodiversidad para la próxima década, parecida al Acuerdo de París sobre el clima. Por este y otros motivos, 2021 será un año para seguir de cerca cómo lo están haciendo la UE, España y el resto de Gobiernos nacionales y subnacionales que se han comprometido a restaurar el equilibrio entre las personas y el planeta que las sustenta.

2. Punto de inflexión para el clima

Hasta la fecha, 126 países han anunciado planes de neutralidad de carbono, o sea, de cero emisiones netas de gases de efecto invernadero. Sin embargo, los países del G20 están destinando un 50% más en incentivos fiscales para combustibles y sectores altos en carbono que en energías limpias, alertó este diciembre el secretario general de la ONU António Guterres durante la Climate Ambition Summit 2020Según un informe de ONU Medio Ambiente, los confinamientos por la covid-19 han tenido un impacto insignificante en la lucha contra la crisis climática. El mundo sigue rumbo a un aumento catastrófico de más de 3 °C este siglo, pero hay esperanza si los Gobiernos y el sector privado dan un golpe de timón. Crear estímulos económicos con el clima en mente puede reducir en hasta un 25% las emisiones previstas para 2030, evitando los peores efectos del calentamiento global. Pero hay que hacerlo ya.

3. La epidemia de la resistencia a antibióticos

El nuevo coronavirus amenaza con acelerar el desarrollo de la resistencia microbiana a los fármacos a nivel global. Uno de los motivos es el uso de antibióticos de amplio espectro a gran escala para prevenir co-infecciones bacterianas, aunque estas solo se acaben dando en una pequeña parte de los casos. La resistencia a fármacos ya causa 700.000 muertes al año y, antes de la covid-19, la Organización Mundial de la Salud (OMS) preveía que alcanzase los 10 millones en 2050. Por todo ello, los expertos llaman a distribuir de forma rápida y equitativa las vacunas del nuevo coronavirus y a invertir en el desarrollo de nuevos antimicrobianos, además de combatir el uso inadecuado de antibióticos en las personas y el ganado. El objetivo: pasar a la acción contra la que podría convertirse en la primera causa de muerte en solo 30 años.

4. Acción humanitaria bajo presión

El año ha llegado a su fin con un último récord: 235 millones de personas necesitarán ayuda humanitaria y protección para sobrevivir en 2021, un 40% más que en 2020. Según el responsable de emergencias de la ONU, Mark Lowcock, el aumento se debe “casi por completo a la covid-19”, que viene a sumarse a los impactos de la crisis climática y a una serie de conflictos enquistados, como el de Yemen, y emergentes, como los del norte de Etiopía y Mozambique. Este diciembre, la organización pidió 35.100 millones de dólares para cubrir las necesidades humanitarias en 2021, frente a los 28.800 solicitados para atender a 168 millones de personas en 2020. Sin embargo, las donaciones de los países suelen quedar cortas: en el último año, los 17.300 millones de dólares aportados solo dieron para ayudar a 98 millones de personas. ¿Cómo responderán ahora los países donantes, absorbidos por las crisis sanitaria y económica dentro de sus propias fronteras? ¿Y cómo transformará la covid-19 la distribución de la ayuda humanitaria?

5. Cuenta atrás para los ODS

En 2020 empezó la cuenta atrás para alcanzar los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) de la ONU, fijados para 2030. Luego llegó la pandemia. Según la ONU, esta ha causado el primer aumento de la pobreza global en décadas, con 71 millones de personas afectadas por la miseria extrema en 2020, y se prevé cerrar el año con 270 millones de afectados por la inseguridad alimentaria aguda, un 82% más que antes de la crisis sanitaria. Entre los países en riesgo inminente de hambruna este 2021 están Sudán del Sur, Yemen, Burkina Faso y el noreste de Nigeria. Entre otras cuestiones, también se prevé que, en África subsahariana, las muertes por malaria se disparen un 100% debido a las cancelaciones de servicios durante la pandemia.

Un colectivo que sale especialmente damnificado son las mujeres y niñas: en algunos países, el confinamiento ha conllevado aumentos de hasta el 30% en los casos de violencia machista. El despliegue masivo de la vacuna podría ayudar a reconducir algunas de las estadísticas, pero 2021 será un año de incertidumbre para muchas otras.

Fuente: https://elpais.com/planeta-futuro/2021-01-05/cinco-desafios-de-desarrollo-sostenible-para-2021.html

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El clima grita ¡Auxilio!

Las temperaturas récord durante los últimos tres meses en el Ártico pasaron desapercibidas ante la marea informativa de la pandemia. Sin embargo, el clima lanza un desesperado S.O.S. Un sector de la juventud se moviliza para salvarlo.

Las fuerzas ambientalistas retoman la iniciativa. El pasado viernes 4 de septiembre, se realizaron movilizaciones en 18 cantones suizos convocadas por la Huelga del Clima, reactivando una dinámica que desde marzo se vivía en cámara lenta.

Por su parte, las Naciones Unidas anticipan para la 2da semana de septiembre un informe sobre el impacto del cambio climático en la criosfera. Hay creciente preocupación por el estado de las regiones de la Tierra cubiertas por hielo. Lo que explica que el documento sea presentado, en manera conjunta, por el propio secretario general desde Nueva York y el director de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), en Ginebra.

Cuando el Ártico transpira

El verano del norte, entre junio y septiembre, está trayendo malas noticias en estas latitudes.  Los registros “explosivos” en el Ártico -con días de hasta 38 ° en Siberia- produjeron el desprendimiento de 81 kilómetros cuadrados de la plataforma de Milne en Canadá. Era la última de este tipo que quedaba todavía íntegra.

Las autoridades canadienses argumentaron que ese fenómeno se produjo debido a las temperaturas del aire por encima de lo normal, el impacto de vientos marinos y costeros, la falta de hielo marino y la existencia de fracturas preexistentes.

Un reciente estudio de la OMM (https://news.un.org/es/story/2020/09/1479842)  asegura que “las temperaturas en el Ártico están aumentando más rápidamente que el promedio mundial. Su impacto repercute ya en todo el hemisferio norte.

En 20 de junio, por ejemplo, la ciudad siberiana de Verkhoyansk, en el círculo polar, registró por primera vez 38° C. Durante los diez días previos el termómetro había marcado 30° C como máxima. En el archipiélago de Svalbard, aún más al norte, el 25 de julio, se rompió el récord de las últimas cuatro décadas con 21,7°. Y aún más al norte, en la Estación Eureka en Nunavut, a fines de junio, se llegó a los 21,4°.

El “sauna” alpino

Aunque este verano no se han batido récords de temperaturas en los Alpes, se registró una ola de calor sostenida este verano. En Francia, se contabilizaron 40,4° C a inicios de julio en Ayze, una pequeña ciudad en el corazón del macizo del Mont Blanc. Y el termómetro marcó 5° C a una altitud de 4000 m sobre Courmayeur, en la vertiente italiana del Mont Blanc, a principios de agosto.

Víctimas principales del calentamiento: los glaciares. En la región alpina sufren enormemente con las temperaturas de verano por encima de lo normal. En Suiza, por ejemplo, el Turtmann, en el cantón del Valais, se partió en dos y perdió 300 000 metros cúbicos en un colapso dramático que tuvo lugar el 6 de agosto, fenómeno filmado en video por un excursionista.

“El retroceso de los glaciares en los Alpes no solo afecta nuestros paisajes, sino también nuestros recursos hídricos y parte de nuestra economía. Los eventos abruptos de pérdida de masa como el observado en el Turtmanngletscher son raros, pero son ilustrativos de cómo los mismos sufren veranos anormalmente cálidos”, asegura la agencia meteorológica internacional en un boletín.

Por su parte, el glaciar Planpincieux ubicado en la vertiente oriental de las Grandes Jorasses, Valle de Aosta, en el macizo del Mont Blanc, ha estado al borde del colapso durante más de 2 años.

Vigilado de cerca por investigadores italianos en colaboración con la Fondazione Montagna Sicura, el glaciar aceleró este verano hasta alcanzar velocidades superiores a un metro por día a principios de agosto, lo que provocó la evacuación de hoteles y casas cercanos. Más de 500.000 metros cúbicos de hielo se desprendieron gradualmente del cuerpo principal.

Las temperaturas en los Alpes han aumentado 2° C durante el siglo XX. El incremento se atribuye a la disminución de la capa de hielo sobre rocas más oscuras que absorben, así, más radiación solar.

Tipo de alimentación y clima

Una nueva estrategia basada en dietas sostenibles y en la reducción de los desperdicios alimenticios podría tener un impacto significativo en el clima, señala otro informe de la ONU presentado el 1ro de septiembre.

Y anticipa que introducir cambios en esos dos aspectos – por el momento no contemplados en los planes nacionales de acción climática-, podría reducir hasta 12,5 giga toneladas de emisiones anuales de Co2. Sería como sacar de las carreteras 2700 millones de automóviles.

El Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) subraya que una alimentación sostenible y botar menos alimentos reducirían las emisiones de gases de efecto invernadero hasta en un 25% (https://www.unenvironment.org/es/noticias-y-reportajes/comunicado-de-prensa/la-accion-climatica-en-los-sistemas-alimentarios-puede)

El informe elaborado en conjunto con el Fondo Mundial para la Vida Silvestre (WWF), EAT y Climate Focus, afirma que el cambio de ciertos hábitos puede generar reducciones en las emisiones de dióxido de carbono y metano. Y subraya que la reducción de los cambios de uso del suelo y la conversión de hábitats naturales puede disminuir las emisiones en 4,6 giga toneladas de CO2 por año.

Una disminución en la pérdida y el desperdicio de alimentos, que representa el 8 por ciento de todas las emisiones mundiales, significaría disminuir las emisiones en 4,5 giga toneladas de CO2 por año. En tanto que si se mejorara los métodos de producción y se disminuyeran las emisiones de metano del ganado podría limitar las mismas hasta en 1,44 giga toneladas anualmente. Aunque esa cifra sería mucho mayor (hasta de 8 giga toneladas de CO2) si se lograra cambiar el paradigma alimenticio, pasando a dietas más saludables y sostenibles, con una mayor proporción de productos de origen vegetal que de origen animal.

Rediseñar planes nacionales

La tesis principal de los cuatro organismos internacionales que elaboraron el estudio es que sin una acción sobre la producción y el consumo de alimentos no se lograrán los objetivos climáticos o de biodiversidad previstos. Los que constituyen la base para lograr la seguridad alimentaria, prevenir la aparición de enfermedades y, en última instancia, para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Y recuerda que “hasta el momento, ningún plan de acción climática nacional menciona explícitamente las dietas más sostenibles”. Solo once países hacen referencia a la pérdida de alimentos en sus planes. Y ninguno considera, realmente, el tema del desperdicio de los mismos.

Según el Acuerdo de París de 2015, se espera que los países revisen o vuelvan a enviar sus Contribuciones Nacionales Determinadas cada cinco años.

En ese marco, este año, los parlamentarios de cada nación tendrían la oportunidad de adoptar soluciones de sistemas alimentarios y establecer metas y medidas más ambiciosas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y, a su vez, mejorar la biodiversidad, la seguridad alimentaria y la salud pública, aseguran. “Se necesitan compromisos ambiciosos, con plazos concretos y cuantificables para la transformación de los sistemas alimentarios si queremos lograr un futuro de 1,5 ° C”, puntualizan.

Según las Naciones Unidas, el año próximo tendrá una particular importancia en lo que respecta esta temática. En 2021, en el contexto de la Conferencia de las Partes del Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (COP 15), los líderes mundiales podrían llegar a un nuevo acuerdo para la naturaleza y las personas, y de esta forma detener y revertir la pérdida de biodiversidad. Así mismo, la primera Cumbre de Sistemas Alimentarios de la ONU que se llevará a cabo en 2021 podría, también, reforzar este enfoque.

Emergencia: la protesta en las calles

El primer viernes de septiembre se realizaron manifestaciones en dieciocho ciudades de Suiza. Significaron el reinicio de la actividad masiva en las calles. Desde febrero pasado no se vivía una jornada tan activa, masiva y nacional.

Los jóvenes ganaron las calles en Berna y en otras 17 ciudades suizas por el clima. Foto Sergio Ferrari

Y esas mismas organizaciones juveniles llaman, en forma unitaria, a una semana de movilización, entre el 20 y el 25 del mes en curso, bajo la consigna “de pie para el cambio”. Lo convocan Extinction Rebellion, el Colectivo por la Justicia Climática, la Huelga por el Clima y el Colectivo Breack Free.

La no violencia, la participación ciudadana amplia y la acción urgente son pilares conceptuales del movimiento juvenil en marcha. Que no ahorra críticas a los gobiernos y a los Estados en general -y a las autoridades suizas en particular- por la pasividad en las decisiones y la lentitud para ejecutar medidas concretas contra el calentamiento global. Y que anticipa una «radicalización» de sus acciones, consecuente con la gravedad de la situación climática a nivel mundial.

Fuente: https://rebelion.org/el-clima-grita-auxilio/
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Una pandemia no esconde la otra

Desde la ONU, Ginebra, Suiza

El planeta sigue transpirando. Las temperaturas globales se disparan, a pesar del leve respiro que, paradójicamente, le da el COVID-19 con su corolario de contracción económica y reducción del transporte. Los próximos e imprevistos desastres naturales seguirán tocando a la puerta de la Tierra, aunque el coronavirus buscará desplazarlos del primer plano mediático.

Las emisiones de gases de efecto invernadero, como el C02, responsables principales del deterioro climático, se redujeron drásticamente durante la actual crisis. Por ejemplo, en China, principal emisor del mundo, se estima que las mismas bajaron en torno de un 25 %.

“Suspiro” en sala de emergencia

Sin embargo, descenso momentáneo no implica solución estratégica. Y hacia allí apunta Greenpeace, cuando afirma en su estudio de abril del año en curso que “pese a la reducción de las emisiones en algunos sectores como el transporte y el eléctrico, la concentración de CO2 en la atmósfera no baja, sino que sigue aumentando. Consecuentemente la crisis sanitaria no está contribuyendo a paliar la otra gran crisis que enfrenta el mundo: el cambio climático”  (https://es.greenpeace.org/es/noticias/la-concentracion-de-co2-sigue-creciendo-a-pesar-de-la-crisis-sanitaria-causada-por-el-covid-19/)

La ONG internacional sistematiza algunas estimaciones sobre la reducción transitoria a raíz de la crisis. Y afirma que Alemania podría emitir entre 50 y 120 millones de toneladas menos de CO2 este año por la enorme bajada en la demanda de electricidad. En la ciudad de Nueva York se estima una caída del 5-10% de las emisiones de CO2 y una caída sólida en el metano.

Carbon Brief, referencia en el tema, sostiene que esa reducción podría ser de un 5% con respecto a 2019 (https://www.carbonbrief.org/analysis-coronavirus-set-to-cause-largest-ever-annual-fall-in-co2-emissions). Y sostiene que dicho descenso va a ser el más importante de la historia, desde que se realizan inventarios. Será más significativo que las caídas de CO2 registradas, en orden descendente, durante la recesión del 1991-1992; la crisis energética del 1980-81; la Gripe Española de 1918-1919; y la crisis financiera del 2008-2009.

La Agencia Internacional de la Energía (AIE) constata que la demanda de petróleo de este año ha caído por primera vez desde 2009. Una reducción de cerca de 90.000 barriles de petróleo/día respecto a 2019, debido a la profunda contracción del consumo en China y a las suspensiones en los viajes y el comercio mundiales. Los datos más recientes indican que la demanda de petróleo se desplomó un 25%. Para visualizarlo con una imagen, esa caída sería como si toda Norteamérica (EEUU, Canadá y México) dejasen de consumir ese combustible de golpe.

Cada vez peor

Los últimos cinco años, según el balance de diferentes organizaciones internacionales especializadas, han sido dramáticos para el clima. A pesar de los gritos crecientes de nuevos actores sociales que ganaron asidua y activamente las calles, las cifras son categóricas.

Desde los años 80 cada década ha sido más cálida que la anterior. La concentración del CO2, en el último quinquenio resultó un 18% mayor que en el anterior. El año pasado se registraron los valores más elevados en cuanto a contenido calorífico en los 700 metros superiores de los océanos, amenazando significativamente la vida marina y los ecosistemas.

Las olas de calor golpearon entre 2015-2019 a todos los continentes sin distinción. Y fueron una de las causas principales de los incendios forestales sin precedentes, no solo en la selva amazónica, sino en Australia, América del Norte y Europa.

En cuanto a la repercusión directa en la especie humana, cerca un tercio de la población mundial vive en zonas con temperaturas potencialmente mortales, al menos 20 días por año, debido a las enfermedades propias de ese clima excesivo. La sequía multiplicó la inseguridad alimentaria en numerosas regiones del globo, en particular en África, en tanto los ciclones tropicales repetidos produjeron pérdidas incalculables.

Las lluvias intensas y desbocadas, facilitan la aparición de brotes epidémicos. Allí donde el cólera es ya endémico, 1300 millones de personas corren el riesgo de contraer la enfermedad.

50 años de “poco o nada”

Hace exactamente medio siglo, se “celebró” por primera vez el Día de la Tierra. Entonces, los expertos comenzaron a alertar sobre las consecuencias irreparables para la humanidad producto del calentamiento global.

El diagnóstico de entonces no era errado. Según datos de la Organización Meteorológica Mundial, la concentración de CO2 es actualmente un 26% mayor que las marcas de 50 años atrás. La temperatura aumentó en igual período un 0,86°C y ya supera holgadamente en 1,1°C la de la era preindustrial. Y la tendencia sigue en ascenso. La misma agencia de la ONU calcula saltos significativos hasta 2024, en particular en las regiones de altas latitudes y zonas terrestres, siendo más lento en los océanos, en particular el Atlántico Norte y el Austral. (https://public.wmo.int/es/media/comunicados-de-prensa/el-d%C3%ADa-de-la-tierra-hace-hincapi%C3%A9-en-la-acci%C3%B3n-clim%C3%A1tica)

Desafíos monumentales

En tanto la pandemia produjo un cimbronazo mundial sin precedentes desde la 2da Guerra Mundial, pero con impacto a corto y mediano plazo, la lucha contra el calentamiento apuesta a la estrategia misma de sobrevivencia de la humanidad.

“Se debe actuar con decisión para proteger el planeta tanto del coronavirus como de la amenaza existencial del cambio climático”, declaró recientemente Petteri Talas, director de la Organización Meteorológica Mundial.  Agregando que “debemos aplanar la curva tanto de la pandemia como del cambio climático…Tenemos que actuar juntos en interés de la salud y la prosperidad de la humanidad, no solo durante las próximas semanas y meses, sino pensando en muchas generaciones futuras”.

Si se quiere controlar la pandemia climática, se debería asegurar – lo que parece ya casi imposible- una disminución de las emisiones globales de carbono de 7,6% para fines del año en curso. Y mantener ese porcentaje de reducción anual durante la próxima década para mantener el calentamiento global por debajo del 1,5°C a fines del siglo, según las previsiones del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

Visión compartida, al menos retóricamente, por el Secretario General de las Naciones Unidas. En su mensaje por el Día Internacional de la Madre Tierra, el pasado 22 de abril, Antonio Guterres insistió en que “las perturbaciones del clima se están acercando a un punto de no retorno”. Y definió seis principios para que la recuperación económica y financiera postcrisis se impulse en el marco de una nueva conciencia de protección del medioambiente. “La recuperación debe ir acompañada de la creación de nuevos trabajos y empresas mediante una transición limpia y ecológica …la artillería fiscal debe impulsar el paso de la economía gris a la verde y aumentar la resiliencia de las sociedades y las personas” (https://www.un.org/es/observances/earth-day/message)

Greenpeace, por su parte, en el estudio de abril, considera que, “aunque las reducciones puntuales en las emisiones no van a paliar la crisis climática, sí deberían servir para iniciar los cambios profundos y necesarios para reducir las emisiones a cero”. Sostiene que este punto de inflexión puede y debe ser un motor de la recuperación económica y ser la base de la prosperidad a largo plazo. Y llama a que los Gobiernos abandonen las subvenciones a los combustibles fósiles al mismo tiempo que el apoyo a las inversiones públicas se destinen a actividades productivas que garanticen la sostenibilidad del planeta.

Recuperar la calle

La pandemia y las restricciones de movilización y concentración humana frenaron en seco, por algunas semanas, la protesta ciudadana a nivel planetario. La misma estaba en ascenso en muchos países cuando se desató el COVID-19.

Esa cuarentena de calle golpeó particularmente a las movilizaciones juveniles en defensa del clima, principales protagonistas sociales durante todo 2019, en todo caso en Europa. Y hoy, una de las *víctimas* indirectas de la pandemia.

Las organizaciones nucleadas en torno la Huelga Climática, que marcaron la dinámica social en Suiza en los últimos dos años, se vieron obligadas a renunciar, por ejemplo, a la gran jornada de acción que había sido originalmente convocada para el pasado viernes 15 de mayo. Que había logrado consensuar las fuerzas juveniles medioambientales y las principales organizaciones sindicales. Y que se proponía crear un hecho político de la dimensión de la Huelga de Mujeres, del 14 de junio del 2019, cuando se movilizaron en todo el país medio millón de participantes.

Cuando la lenta reapertura comienza a transitarse en una buena parte del planeta, la pregunta de fondo es doble. ¿Logrará imponerse una nueva racionalidad productiva que sea ecológicamente sustentable? Y, adicionalmente, ¿conseguirán las organizaciones sociales -especialmente juveniles- a favor del clima recuperar la energía de un año antes o sufrirán el impacto del lockdown impuesto por los gobiernos para evitar la propagación de la pandemia?

Fuente: https://rebelion.org/una-pandemia-no-esconde-la-otra/

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