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Formación docente en la universidad pública neoliberal

Por Ivan Salinas

El gobierno de Bachelet ha optado por una fórmula que desintegra a los actores sociales que hicieron posible –protesta mediante- el contexto de reforma educativa. La separación planificada de proyectos de ley que impactarán la nueva organización del sistema escolar y universitario ha disminuido la capacidad de organización y participación articulada de los diversos actores sociales. En un frente, un gremio docente altamente golpeado por la reforma a su profesión debe recibir otra iniciativa de reforma a la organización del sistema público de educación: la desmunicipalización vía ‘gerencialización’ de la administración pública de la educación, sin modificar el modelo subsidiario de financiamiento que ha ahogado y destruido la educación pública.

En otro frente, la reforma a la educación superior ha implicado la gratuidad para un mercado educativo, organizado bajo un mismo principio de subsidiariedad. Además, el gobierno separó hábilmente la discusión de la reforma a la educación superior con dos proyectos de ley: uno que da cuenta de un marco general del sistema, y otro que aborda a las universidades estatales. Así, el gobierno ha dividido y desactivado políticamente a los actores que pujaron por la reforma, desorientando sus focos de acción y aislándolos en un escenario en donde muchos están más preocupados de las elecciones presidenciales y parlamentarias.

Esta iniciativa de reforma educacional, por motivos lógicos, impacta como una síntesis a los programas de formación docente. Algunas razones son: la ley se refiere de forma explícita a elementos de la formación docente que reorganizarás sin duda sus orientaciones y relaciones con la profesión; la ‘desmunicipalización neoliberal’ de la educación escolar impactará sobre las condiciones de los futuros docentes en sus espacios de ejercicio profesional; la nueva propuesta de organización de la educación superior influirá en las orientaciones que deberán tener las instituciones para comprenderse a sí mismas y su relación con el gobierno central.

Las condiciones actuales de la profesión docente y el nuevo escenario de reforma a las universidades ponen un desafío mayor para la formación docente, particularmente en las instituciones estatales. La pérdida de autonomía en los gobiernos universitarios, las condiciones de precarización de sus funcionarios, la falta de proyecto público que se materialice en condiciones financieras a las universidades estatales, las presiones del mercado por responder a las caídas de matrícula, y las presiones de la “calidad” neoliberal arriesgan los procesos formativos que la ley y política pública declaran, y por cierto que no responden a las demandas del movimiento social por el derecho a la educación.

En un escenario donde se ha culpado a los docentes, a la pedagogía y sus actores, de la crisis del sistema educativo, es justo dar cuenta de lo que ha pasado con su formación a raíz de la iniciativa neoliberal que ha sido ejecutada en instituciones públicas y privadas por los últimos gobiernos. Lo primero, algo no tan novedoso: la pedagogía ha sido históricamente un espacio de intelectualización formal de los sectores populares. Quienes la estudian son mayoritariamente mujeres que provienen de hogares donde el ingreso familiar es bajo.

Está documentado que los docentes egresados tienden a desempeñarse en establecimientos parecidos a los que cursaron durante su escolaridad, creando los llamados ‘círculos de segmentación’. Por lo tanto, al culpar a los docentes lo que se asume es una posición clasista con la vieja fórmula de ‘culpar a la víctima’. Lo segundo: la mercantilización dirigida por los gobiernos neoliberales de la dictadura y post-dictadura creó las condiciones para masificar la matrícula en pedagogía. Entre los años 2000 y 2011 la matrícula en formación inicial docente se triplicó, impulsada en gran parte por la política de créditos garantizados a la demanda conocidos como CAE. Esto significó, en la práctica, un gran influjo de dinero público a la banca y una multiplicación de programas en instituciones privadas con matrícula masiva, sin necesariamente atender de forma apropiada a las discusiones sobre los aspectos formativos de la pedagogía.

Lo tercero es que, ante el escenario de crecimiento desregulado, la reacción de los gobiernos fue estimular un debate normativo para un mercado, basándose en lenguaje empresarial: orientaciones mediante estándares, sistema de acreditaciones de carreras e instituciones, y sistemas de medición externa al desempeño educativo. En ese marco se inscriben la redacción del Marco para la Buena Enseñanza, la multiplicación de la aplicación del SIMCE a las escuelas, su uso en leyes gerencialistas para crear nuevos mercados con la educación -como la de Subvención Escolar Preferencial, la de Aseguramiento de la Calidad, los nuevos marcos legales de acreditación de carreras e instituciones, y los convenios de desempeño para la formación inicial docente.

En cuarto lugar, el sistema y la profesión docente recibieron todo la batería discursiva que implicó agresivamente una intervención del mercado sobre sus carreras. A raíz de la explícita culpa atribuida a los docentes dispuesta en informes como el de McKinsey & Company y otros documentos asociados al Banco Interamericano de Desarrollo, emergen un conjunto de organizaciones que sistematizaron esta crítica y la multiplicaron en un conjunto de iniciativas. En Chile, organizaciones no gubernamentales como Educación 2020 y Elige Educar estimularon públicamente un discurso de culpa a los profesores del sistema y a sus cualidades “de calidad”, asumiendo una posición de abierto enfrentamiento social con quienes eran formados en el sistema masificado de educación: las mujeres de origen popular.

El discurso agresivo contra la profesión docente se asocia también a una fórmula de influencia política construida desde los medios y ellobby desregulado. Es decidor que hoy el Ministerio de Educación y la reforma está en manos de quienes formaron Educación 2020. Por otro lado, otras iniciativas, de corte más ideológico pero no menos agresivo, formularon en la práctica la posibilidad de prescindir de la pedagogía como carrera ética y profesional y la asumieron como un voluntariado formativo, dedicado a los más pobres como forma de acumular “capital humano”. Hablamos de EnseñaChile, inspirado en la iniciativa estadounidense TeachforAmerica, que promovió la idea de labor docente como una forma individual de acumular las competencias que necesitan las empresas. En todo este recorrido quedan varias cosas fuera, como la introducción de mecanismos como la prueba INICIA, pero lo central es señalar que la formación docente se ha visto impactada de forma muy dinámica y agresiva con las reformas y discursos de carácter neoliberal de la última década, y que eso tiene impacto en cómo se concibe, hoy mismo, la ley que reorganizaría a la educación superior en general y estatal en particular.

Un reciente reporte del Observatorio de Formación Docente permite estimar el impacto nacional que han tenido las políticas educacionales sobre la formación inicial docente. Algo notable es que desde el 2011, año en que estarían ingresando los estudiantes masivamente financiados por el CAE a las aulas como docentes, se ha notado un descenso en las matrículas de pedagogía en primer año. En 2017, éstas son menores que lo que había el 2005. El descenso se puede explicar por las adecuaciones que hacen a su matrícula las instituciones privadas: los institutos profesionales que no pueden seguir impartiendo pedagogías, y las universidades privadas que deciden acomodarse a las nuevas exigencias de ingreso y funcionamiento. Otro dato relevante es que las tasas de deserción de la profesión, que, de acuerdo a reportes de investigación, se acercan al 45% hacia el quinto año de ejercicio profesional.

Si bien en lo oficial se dice otra cosa, el espíritu de la Ley 20.903, que crea el sistema de desarrollo profesional docente, fue impactar de forma drástica las carreras de pedagogía para desprofesionalizarla. Ha sido un pilar central de la reforma educativa de Bachelet, y constituirá sin duda parte de su legado declarado. La moneda de cambio para desprofesionalizar la pedagogía fue la asignación competitiva de mejores ingresos para docentes que se han adaptado de mejor forma a las lógicas neoliberales del desempeño educativo. Es decir, el sometimiento a un frecuente proceso de vigilancia sobre competencias profesionales mediante pruebas estandarizadas descontextualizadas. Sospecho que ninguna otra profesión en Chile aceptaría tal nivel de control del Estado.

Las condiciones actuales de la profesión docente y el nuevo escenario de reforma a las universidades ponen un desafío mayor para la formación docente, particularmente en las instituciones estatales. La pérdida de autonomía en los gobiernos universitarios, las condiciones de precarización de sus funcionarios, la falta de proyecto público que se materialice en condiciones financieras a las universidades estatales, las presiones del mercado por responder a las caídas de matrícula, y las presiones de la “calidad” neoliberal arriesgan los procesos formativos que la ley y política pública declaran, y por cierto que no responden a las demandas del movimiento social por el derecho a la educación.

En ese escenario, para la formación docente, la reforma a las instituciones estatales tal como está propuesta –y en conjunto con el resto de iniciativas- puede resultar en un mayor retroceso social, que situará a la pedagogía como una carrera tecnificada y no una profesión con saberes propios que deben desarrollarse como campo disciplinar, tanto intelectual como profesional. Enfrentarse a ese escenario en la soledad del aislado actuar institucional de los rectores o las federaciones de estudiantes es una invitación a perder. Es importante recuperar iniciativa crítica, unitaria, política y socialmente relevante, si es que buscamos recuperar la centralidad de lo público en la construcción del derecho a la educación. Hoy, estamos perdiendo esa batalla, tanto dentro como fuera de nuestras neoliberalizadas instituciones.

Fuente: http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2017/09/12/formacion-docente-en-la-universidad-publica-neoliberal/

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Perú: El porcentaje para la educación

América del Sur/Perú, 16 de septiembre de 2017. Fuente: elcomercio.pe. Autor: Iván Alonso.

En el proyecto de presupuesto general de la república para el 2018 que ha presentado el Primer Ministro al Congreso para su aprobación se ha incrementado la partida asignada a la educaciónen 8% con respecto a la de este año. Son 2,130 millones de soles más. No han tardado, sin embargo, en escucharse las críticas de especialistas en el tema que objetan que, como porcentaje del total, el presupuesto para la educación se reduzca. En efecto, según las cifras del Ministerio de Economía y Finanzas, que incluyen gastos de infraestructura como parte del plan de reconstrucción con cambios, el porcentaje para la educación baja de 18.4% a 18.0%. La objeción, por tanto, es correcta desde el punto de vista aritmético; pero resulta totalmente infundada, para este economista, al menos.

La composición del presupuesto de la república no tiene que ser rígida. Las prioridades varían con las necesidades del país y con la disponibilidad de fondos. Así es como la gente maneja sus propios presupuestos.

El estudio de los presupuestos familiares, iniciado a mediados del siglo XIX, ha enseñado a los economistas cómo cambia su composición a medida que aumentan los ingresos. En 1872 Ernst Engel formuló la famosa ley que lleva su nombre: las familias de mayores ingresos destinan a la alimentación un menor porcentaje de los mismos. Los presupuestos estudiados por Engel mostraban además que los gastos en “educación, religión etc.” crecían sustancialmente con los ingresos, de 0.4% del total para las familias más pobres a 1.2% para las más acomodadas.

Esto lleva a pensar, por cierto, que los gastos en educación no son necesariamente productivos, en un sentido material. ¿Cuánto pueden aportar unas clases de ballet o de alemán a la productividad o los ingresos futuros de un alumno? No mucho, quizás, pero eso no quiere decir que no tengan para quien las toma un valor espiritual.

Pero la mayor propensión de las familias a gastar en la educación de sus hijos se evidencia también en la creciente preferencia por la educación privada. A medida que el crecimiento económico aumenta el poder adquisitivo, más son las familias que están dispuestas a pagarla de su propio bolsillo. Esto se ve claramente en la aparición y –por qué no decirlo– el éxito de los colegios particulares en los llamados conos de Lima en los últimos años. Del 2005 al 2013, el porcentaje de alumnos matriculados en colegios privados creció de 18% a 26% del total. La tendencia es la misma en los tres niveles: inicial, primaria y secundaria.

Con menos alumnos que atender, proporcionalmente hablando, no es extraño ni, mucho menos, económicamente irracional que el presupuesto público para educación crezca más despacio que las partidas asignadas a otros sectores. En términos de gasto por alumno, es posible que esté aumentando considerablemente; en términos de gasto por docente, también. Las críticas de los especialistas tienen que bajar del nivel de generalidad en el que cómodamente se instalan.

Lo mismo puede decirse del Acuerdo Nacional, que en su política de estado número 12 plantea aumentar gradualmente el presupuesto del sector educación hasta alcanzar el 6% del producto bruto interno (PBI). Una meta elevada, seguramente, en más de un sentido, pero que no puede perseguirse sin mirar la tarea que se tiene por delante ni tampoco lo que ocurre alrededor.

Fuente de la noticia: http://elcomercio.pe/opinion/columnistas/porcentaje-educacion-ivan-alonso-noticia-458234

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Níger: los sindicatos cuestionan la evaluación docente del gobierno

África, 16 de septiembre de 2017.  Fuente: Internacional de la Educación.

Si bien los sindicatos de docentes de Níger no se oponen a una evaluación docente, sí critican que el Ministro haya hecho caso omiso a sus consejos sobre la forma en que deberían haberse desarrollado las pruebas y las consecuencias que podrían tener para la carrera profesional del personal docente.

El Ministro de Educación Primaria, Alfabetización, Promoción de los Idiomas Nacionales y Educación para la Ciudadanía, Daouda Mamadou Marthé, anunció el pasado 8 de febrero que tanto los docentes fijos como los interinos serían evaluados como parte de un plan para restablecer la educación de calidad en Níger.

Esta decisión llegaba poco después de los resultados del plan nacional conocido como «Formación a distancia para la iniciativa docente» –según el cual el nivel de capacidades del personal docente del país es muy bajo– y de los resultados del Programa de Análisis de los Sistemas Educativos (PASEC) de la Conferencia de Ministros de Educación de los Países Francófonos (CONFEMEN) de 2014, que señaló que los estudiantes nigerianos tenían los resultados más bajos de los 10 países francófonos evaluados.

Los docentes interinos de primaria fueron los primeros en ser evaluados en dos materias: matemáticas y francés.  Alrededor de 60 000 docentes del total de 80 000 docentes nigerianos son interinos, a saber, tres docentes de cada cuatro.

El gobierno ha hecho caso omiso a los sindicatos

La evaluación se basó en un estudio documental y no en una situación real en el aula, como solicitaron los sindicatos.  Según el Ministro, fue así por una falta de personal (inspectores y asesores escolares) que impidió que pudiesen evaluar a todo el personal docente interino del país durante el curso escolar. Por otro lado, el Ministerio de Educación Primaria determinó todo el contenido de las pruebas sin consultar a ningún sindicato.

La mayor parte de sindicatos del país reivindicó que se boicoteara la evaluación y pidió a sus miembros que no la realizaran porque ello ayudaría a que se considerase ilegal. Sin embargo, el llamamiento de boicot fue ampliamente ignorado, principalmente porque los docentes temían que el gobierno los sancionase.

De los 56 000 docentes interinos evaluados, 18 737 (un 33,5 %) consiguieron o superaron la puntuación media de la prueba. Otro 47,3 % obtuvo una puntuación de entre 5 y 10 sobre 20, y un 19,2 % obtuvo menos de un 5 sobre 20.

Después de la evaluación, el Ministro decidió que se rescindiría el contrato de todos aquellos docentes que hubiesen obtenido una puntuación de tres o menos sobre 20,  aunque podrían formarse para otros puestos, como ebanista o sastre, a través del Ministerio de Formación Profesional.  Estos docentes ya han empezado a recibir la notificación de la rescisión de sus contratos. Aquellos que obtuvieron una puntuación entre 3 y 10, deberán asistir a un curso de formación para mejorar sus aptitudes, tras el cual volverán a ser evaluados.

Formación o cambio de carrera profesional para los docentes

La Internacional de la Educación (IE) defendió a sus afiliadas de Níger –SYNAFEN, SNEB, SNEN, SYNTEN y SYNATREB– durante una reunión con el Ministro el pasado 18 de agosto, e insistió en que ningún docente interino, independientemente de su nivel, debería ser despedido.

Los representantes de la IE lamentaron que el Ministro no hubiese tenido suficientemente en cuenta los consejos de los sindicatos e insistieron en que la evaluación docente debía servir como herramienta para establecer planes de formación orientados a mejorar la calidad de la educación, no como medios de exclusión acelerada y cruel.

Los sindicatos seguirán de cerca la situación para garantizar que realmente se ofrece una formación a los docentes interinos y que, en caso de ser necesarios,  se facilitan los cambios de carrera previstos.

Fuente de la noticia: https://www.ei-ie.org/spa/detail/15347/n%C3%ADger-los-sindicatos-cuestionan-la-evaluaci%C3%B3n-docente-del-gobierno

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Las universidades no están formando mejores ciudadanos

Por: Julian De Zubiria

Hace dos décadas, la Comisión de Educación de los Estados Unidos invitó a las universidades a promover entre los jóvenes estrategias que les permitieran cualificar el manejo del dinero y seleccionar las ideas más relevantes al interpretar la información que circula a diario en las redes. Los expertos que la conformaban insistieron en que eran competencias muy poco trabajadas en la educación superior. Un estudio similar en Colombia realizado por Corpoeducación y la Universidad de Antioquia seleccionó doce competencias esenciales para trabajar en todas las carreras profesionales, la gran mayoría socioemocionales y comunicativas tales como trabajo en equipo, autodisciplina, inteligencia emocional, planeación, escucha, lectura y escritura.

La conclusión de los dos estudios anteriores es significativa: a juicio de los empresarios, lo que se enseña en las universidades no es esencial para desempeñarse en el mundo laboral y, en cambio, lo que sí que requieren las empresas de sus trabajadores, las instituciones de educación superior no lo abordan.

Hay que enseñar a los niños a ser felices. 

Una reciente investigación elaborada también en Estados Unidos concluye que mientras el 96 % de los directores académicos de las universidades están satisfechos con la formación ofrecida, tan sólo el 10 % de los líderes empresariales la considera pertinente. La queja es similar a la que años atrás presentaban investigadores y miembros del gobierno, aunque ahora enfatizan en la carencia de pensamiento crítico, creatividad y capacidad para enfrentar problemas complejos y semiestructurados. Aun así, la crítica más generalizada sigue siendo la misma: en las universidades –dicen los empresario– no se desarrolla la inteligencia emocional de los jóvenes, debido a lo cual suelen presentar serios problemas de empatía, tolerancia, persistencia y capacidad para trabajar en equipo.

Varios grupos sociales también comparten esta queja. Les preocupa la ausencia de formación en competencias ciudadanas vinculadas con el respeto a la diferencia y la responsabilidad social de los egresados del sistema.

Lo extraño es que, pese a las reiteradas críticas de los sectores sociales y empresariales, no parece haber ningún cambio significativo en las universidades que siguen concentradas, casi de manera exclusiva, en un trabajo técnico y académico. Pero las evidencias de que esta lógica formativa no funciona no podrían ser más dramáticas: buena parte de los estafadores de “cuello blanco” han sido formados en universidades del país y la mayoría de ellos posee títulos de pregrado y maestrías. Un hecho desconcertante y simbólico en esta paradoja es el grado con honores que recibió Guido Nule en 2002 después de culminar su tesis titulada “Ética y responsabilidad social de las empresas”. Las instituciones de educación superior se defienden con el argumento de que son “casos aislados”. Pero no es cierto.

 ‘¿Cómo educar para no formar corruptos?‘

Hay que reconocer que las universidades fueron creadas bajo un enfoque tradicional que suponía que el papel de la educación era transmitir las informaciones científicas y que la formación ética y ciudadana debería realizarse por fuera de las instituciones educativas. Por eso, en ellas no hay evaluación ni mediación de actitudes: ser solidario o autónomo no incide en la promoción de semestre y los docentes dejan por completo de lado el trabajo ético. No se orienta a los estudiantes para que mejoren el conocimiento de sí mismos, no se cualifica el trabajo en equipo, ni se analizan los dilemas éticos que plantean la ciencia y la vida. Tampoco existe algún tipo de apoyo para construir de manera mediada el proyecto de vida personal. Más grave aún: el docente universitario realiza un trabajo casi por completo aislado e independiente. En este contexto de amplia fragmentación es imposible asumir la tarea colectiva de la formación de mejores ciudadanos.

Lo extraño es que, pese a las reiteradas críticas de los sectores sociales y empresariales, no parece haber ningún cambio significativo en las universidades que siguen concentradas, casi de manera exclusiva, en un trabajo técnico y académico. Pero las evidencias de que esta lógica formativa no funciona no podrían ser más dramáticas: buena parte de los estafadores de “cuello blanco” han sido formados en universidades del país y la mayoría de ellos posee títulos de pregrado y maestrías. Un hecho desconcertante y simbólico en esta paradoja es el grado con honores que recibió Guido Nule en 2002 después de culminar su tesis titulada “Ética y responsabilidad social de las empresas”. Las instituciones de educación superior se defienden con el argumento de que son “casos aislados”. Pero no es cierto.

‘¿Qué tipo de ciudadano queremos formar?‘

Hay que reconocer que las universidades fueron creadas bajo un enfoque tradicional que suponía que el papel de la educación era transmitir las informaciones científicas y que la formación ética y ciudadana debería realizarse por fuera de las instituciones educativas. Por eso, en ellas no hay evaluación ni mediación de actitudes: ser solidario o autónomo no incide en la promoción de semestre y los docentes dejan por completo de lado el trabajo ético. No se orienta a los estudiantes para que mejoren el conocimiento de sí mismos, no se cualifica el trabajo en equipo, ni se analizan los dilemas éticos que plantean la ciencia y la vida. Tampoco existe algún tipo de apoyo para construir de manera mediada el proyecto de vida personal. Más grave aún: el docente universitario realiza un trabajo casi por completo aislado e independiente. En este contexto de amplia fragmentación es imposible asumir la tarea colectiva de la formación de mejores ciudadanos.

Los seres humanos somos el resultado de múltiples procesos de mediación sociocultural, histórica, familiar, institucional y personal, de ahí que sería equivocado responsabilizar sólo a uno de ellos de los resultados. Lo que haga un docente y una universidad en un momento dado es sólo uno de los factores que influyen el desarrollo. Lo que sí sería muy grave es que no hiciéramos todo lo posible para garantizar una mejor formación integral en la universidad. Desafortunadamente, no lo estamos haciendo.

No basta formar contadores si al mismo tiempo no analizamos los costos morales de la doble contabilidad. De nada sirve formar buenos abogados, si ellos creen que el derecho no tiene que ver con la ética. De muy poco le sirve a la sociedad un administrador cuya finalidad es la maximización de las utilidades, si ella implica la subfacturación de costos y la evasión tributaria. Nuestros científicos sociales le agregarían poco a la sociedad si creyeran que la corrupción es natural a la vida y salieran a hacer política pensando en las próximas elecciones y descuidando a las próximas generaciones. Nuestros científicos naturales quedarían en deuda con la sociedad si fueran indiferentes al cambio climático o si, ante el dilema ético que representa botar desechos, primaran exclusivamente los intereses económicos de las empresas para las que trabajan.

Las universidades colombianas tienen que asumir de manera íntegra el compromiso que el momento histórico les demanda. La tarea para la educación en las próximas décadas tendrá que ligarse a la construcción de la paz e impulsar un cambio que permita superar una cultura heredada de las guerras y las mafias. Pero esto es válido desde la educación inicial hasta el doctorado. Estamos ante la infinita posibilidad de superar un pasado bañado en sangre y se requiere de un esfuerzo colectivo y conjunto de toda la sociedad para lograrlo. Obviamente no será una tarea exclusiva de los educadores, pero universidades y colegios tendrán necesariamente un rol protagónico en las nuevas condiciones históricas que nos correspondió vivir. Se trata de garantizar una formación más integral, que garantice un trabajo que involucre el cerebro, el corazón y el cuerpo. Se trata de reconocer que el papel esencial de toda educación es formar un mejor ser humano y que ello sólo se garantizará si todos los docentes, de todas las asignaturas y carreras, entendemos que la formación de mejores ciudadanos es una responsabilidad colectiva.

 ¿qué no es necesario enseñar hoy en día en la escuela?

Un trabajo integral exigiría abordar propósitos y contenidos que ayuden a los jóvenes a pensar, valorar y hacer en cada una de las carreras y asignaturas. No se trata de crear cátedras formales, aisladas y desarticuladas, como ha sido la costumbre equivocada en Colombia, sino de asumir colectivamente y de mejor manera nuestra profunda responsabilidad con la historia.

Lo primero que hay que entender es que el propósito de la educación universitaria, necesariamente debería consistir en desarrollar procesos y competencias de carácter más general y no aprendizajes de carácter particular y fragmentado. Eso implica que la educación –tanto en la básica como en la universidad– debe estar focalizada en el desarrollo integral y no en el aprendizaje particular. Sin embargo, ello no será posible de alcanzar con currículos diseñados desde la fragmentación y la súper especialización. Por ello, una condición previa es elevar la reflexión pedagógica en las universidades colombianas –la cual es hasta el momento muy baja– para gestar nuevos currículos y nuevos modelos pedagógicos.

Somos seres que pensamos, sentimos y actuamos. De allí que una educación universitaria que no le asigne el mismo valor a la formación de mejores ciudadanos, seguirá en deuda con la sociedad. Esa deuda histórica debe ser saldada, sin falta y de manera general y estructural, por las universidades colombianas en las próximas décadas. De lo contrario, estaremos dejando que nos roben la esperanza de vivir en un país en paz, tal como de manera inspiradora, ética y profunda nos recordaba el papa Francisco en su reciente visita a Colombia.

Fuente del artículo: http://www.semana.com/educacion/articulo/formacion-en-competencias-socioemocionales-en-universidades-colombianas/540281

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Red de Educación Continua de las Universidades del Estado realizó el Primer Seminario de Educación Continua: Universidad para toda la Vida

América del Sur/Chile, 16 de septiembre de 2017. Fuente: utem.cl     Autora:  Daniela Bozo Villarroel.

El Museo de la Educación Gabriel Mistral fue el escenario escogido para celebrar el Primer Seminario de Educación Continua: Universidad para toda la Vida, organizado por la Red de Educación Continua de Universidades del Estado de Chile, en colaboración con la Oficina Regional de UNESCO para América Latina y el Caribe.

La importancia de contar con instituciones que brinden espacios de formación y perfeccionamiento una vez terminada la carrera universitaria, responde también al interés de los profesionales por una constante capacitación en sus áreas, iniciativa que además, es valorada en el mundo laboral.

Ante este escenario, la Red de Educación Continua, integrada por las universidades del Estado de Chile, entre ellas la Universidad Tecnológica Metropolitana, trabaja constantemente por mejorar y ampliar los espacios y ofertas de capacitación, en función de las necesidades de los profesionales.

Así, el desarrollo de este seminario tuvo por objeto la reflexión sobre el rol de la universidad en la trayectoria de aprendizajes a lo largo de toda la vida, reflejado en las experiencias de distintas empresas y organismos, públicos y privados, que han recurrido a capacitar a sus trabajadores con alguna de las universidades del Estado.

Juan José Cárcamo Hemmelmann, subdirector de Servicio al Cliente del Instituto de Previsión Social; Jaime Veas Sánchez, director del Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas del Ministerio de Educación; y Daniel Calderón Magaña, director de INDO Consultores y Colaboral, fueron algunos de los participantes en el bloque de experiencias.

En el caso de la UTEM, José Antonio Maiza Melero, gerente General de CICAL limitada, compañía industrial de caucho, dedicada a hacer equipos y repuestos para minería, se refirió a su relación con la Institución, de acuerdo a la experiencia de su empresa.

“Nos relacionamos a través de distintas personas que trabajan en la empresa que se capacitaron con ex alumnos de la UTEM, y con ellos hicimos un par de proyectos que los postulamos a la CORFO para mejorar nuestra tecnología. Con ellos hicimos un proyecto para mejorar la calidad del aire en la empresa, y otro para mejorar el proceso de granallado, que es uno de los procesos productivos que tenemos”, comentó Maiza.

Además, el encuentro contó con la participación de Cecicilia Barbieri, directora de la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC/UNESCO), quien centró su charla en las interrogantes para repensar la universidad en el siglo XXl, orientadas al proyecto de Educación 2030.

En la exposición se reconoció la importancia que la educación de adultos tiene para el proceso formativo general, con miras a alcanzar prontamente la garantización de una educación inclusiva, equitativa y de calidad, y promocionar mayores oportunidades de aprendizaje a lo largo de la vida.

Por su parte, Claudia Barbosa Herrera, Directora de Capacitación y Postítulo de la UTEM, y representante de la Institución en la Red, sostuvo que la organización de este encuentro se plantea como una necesidad colaborativa a nivel regional, y cómo desde la UTEM, a través de la Vicerrectoría de Transferencia Tecnológica y Extensión, la vinculación con el medio se ha vuelto una pieza clave para la educación continua.

“Responde a un sistema de colaboración entre la universidades estatales, frente a una política que todavía no está regularizada en temas de educación continua. Nuestro objetivo principal es generar un estándar donde las universidades sean colaborativas a nivel regional y potenciar de cierta forma el conocimiento en áreas especializadas” señaló la Directora.

El encuentro permitirá seguir avanzando en lo que se traduce como un proyecto de largo aliento, donde las universidades han sabido trabajar en conjunto, enfocadas en un compromiso país con la educación para toda la vida.

Fuente de la reseña:  http://www.utem.cl/2017/09/14/red-educacion-continua-las-universidades-del-estado-realizo-primer-seminario-educacion-continua-universidad-toda-la-vida/

 

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El preocupante nivel educativo en México

Pese a los esfuerzos por mejorar el acceso a la educación en México, más de la mitad de la población adulta se quedó en la secundaria, de acuerdo a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

En 2016, el 53% de los adultos jóvenes (de 25 a 34 años) en México sólo contaba con educación por abajo de media superior, cifra que aumenta al 63% en el caso de personas entre 25 y 64 años, según el estudio Panorama de la Educación 2017 de la OCDE.

El porcentaje de mexicanos que no cursó la educación media superior es mucho mayor a los promedios de los países de la OCDE, que es de 22% para personas de 25 a 64 años y de 16% para personas de 25 a 34 años.

Aunque se trata de una gran proporción de mexicanos, la OCDE advierte que sí hay una mejoría sobre las personas que se quedan en la educación secundaria respecto a hace 16 años.

«A pesar de la gran proporción de adultos jóvenes que no cuentan con estudios de educación media superior, esta proporción ha disminuido en 10 puntos porcentuales», informó la OCDE en un comunicado.

Pocos universitarios

Las mejoras tampoco son suficientemente grandes en el caso de los mexicanos que logran llegar a las universidades o posgrados en el país.

Solo el 17% de los jóvenes de entre 25 a 64 años de edad en México había cursado la educación superior (universidad) en el 2016

Solo el 17% de los jóvenes de entre 25 a 64 años de edad en México había cursado la educación superior (universidad) en el 2016, la proporción más baja entre los países de la OCDE, según datos del estudio.

Los adultos con un grado superior ganan un 56% más en promedio que aquellos con un título de escuela secundaria solamente.

«Esto es 20 puntos porcentuales abajo del promedio de la OCDE (37%), pero más alto que en algunos países socios, como Brasil (15%), China (10%), India (11%), Indonesia (10%) y Sudáfrica (12%)», se lee en la ficha para México del Panorama de la Educación 2017.

Y, ¿en qué nos afecta?

Los adultos con título de educación terciaria ganan un 56% más en promedio que aquellos con educación secundaria y tienen 10% más probabilidades de ser empleados, según la OCDE.

Y también tienen implicaciones a la salud mental. «Es menos probable que sufran de depresión que sus colegas con menor nivel educativo. Aquellos con un nivel menor a la educación media superior ganan en promedio 22% menos que los que la concluyeron», se lee en el estudio.

Esto significa que a mayores estudios, mayores salarios y empleos y menos personas deprimidas, es decir, muchos más beneficios.

Los adultos con título de educación terciaria ganan un 56% más en promedio que aquellos con educación secundaria y tienen 10% más probabilidades de ser empleados, según la OCDE

«La educación terciaria promete enormes recompensas para las personas, pero se requiere que los sistemas educativos expliquen mejor a los jóvenes qué estudios ofrecen las mayores oportunidades en la vida», dijo el Secretario General de la OCDE Angel Gurría sobre los resultados del estudio.

También alentó a los países a redoblar esfuerzos para garantizar que la educación cubra las necesidades de los niños y sus aspiraciones al futuro. «Una educación equitativa y de alta calidad fomenta la satisfacción personal, así como el crecimiento económico», dijo.

Algunas buenas noticias

Una hallazgo alentador sobre la educación en México es que el país tiene una de las mayores proporciones de estudiantes que ingresan a la educación superior en el campo de la ciencia entre los países de la OCDE.

En el 2015, el 32% de los alumnos de nuevo ingreso a la educación superior eligieron áreas relacionadas con ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, 5 puntos porcentuales más que el promedio de la OCDE.

Esto sitúa a México entre los seis primeros países de la OCDE respecto a estudiantes que eligen carreras en el campo de las ciencias.

Otra noticia alentadora es que ahora hay más jóvenes matriculados en programas de capacitación técnica mientras terminan sus estudios de bachillerato, algo que la OCDE atribuye a la política educativa del gobierno mexicano para promover la educación tecnológica.

«Como resultado de esta política, el 15% de los jóvenes de 15 a 19 años en México estaban matriculados en programas de educación media superior técnica en el 2015, frente al promedio de la OCDE de 25% . Esto representó más de un tercio de la matrícula total de la educación media superior en México, en comparación con el promedio de la OCDE que es de 46%», se lee en el informe.

Fuente de la reseña: https://www.weforum.org/es/agenda/2017/09/el-preocupante-nivel-educativo-en-mexico

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¿Qué induce la medición estadística en la educación?

Por: Jorge Díaz Piña.

La estadística históricamente está asociada al afianzamiento o gubernamentalidad del Estado moderno pese a su origen en el Antiguo Régimen europeo, de allí su nombre.  Surge estrechamente vinculada a otro concepto requerido y elaborado por el mismo Estado en función de su gubernamentalidad, el de población.  Actuando ambos como dispositivo binario  de saber-poder: estadística/población. Por ello para la medición estadística es clave configurar previamente su población o muestra de ella.  El concepto de población induce  la sustitución del concepto de pueblo.  Para Michel Foucault, el pueblo es el sujeto que se resiste a ser tratado como población, al posicionarse por fuera de los cálculos y de la previsibilidad estadísticos de la gubernamentalidad, asumida esta como forma de ejercicio del poder sobre el campo posible de acciones de la población.

Del uso o manipulación que haga el poder del Estado-gobierno de la estadística de la población que ha producido, generará políticas públicas reproductoras en función de legitimarse, al revertirla en acciones estatales  sobre la población en tanto objeto de su poder; sin olvidar que la  estadística construida sirve de persuasión para  hegemonizar con base en la interpretación y publicidad mediática de sus mediciones representadas, debido a los atributos ideológicos que se le han adosado (“cientificidad tecno-matemática”, entre otros). El Estado históricamente, la gubernamentalidad, requiere controlar a los pobladores, habitantes o cuerpos, que ocupan su apoderado, usurpado o conquistado territorio, y que considera, en consecuencia, están bajo su dominio, su población,  y para ello, demanda conocerla más o mejor y producirla imaginaria e instrumentalizadoramente con base en sus interesadas y confeccionadas diferenciaciones y agrupamientos, que refuerza, modela o cambia  políticamente según sus conveniencias (el Estado es siempre el Estado dominante,–como se sabe, aunque se revista de discursiva e ideológica neutralidad–, por ello la lucha contra la dominación implica estratégicamente su desaparición por vía de la reabsorción de sus funciones por la sociedad o gobierno autogestionario del pueblo, la democratización verdadera).  Para ello se instrumentaliza la información o base de datos que la estadística construye y  provee, en tanto “ciencia o tecnología de Estado para producir la población que requiere gobernar”.  Estadísticamente, la población es representada a través de su  categorización en grupos y subgrupos, denominados molares por Gilles Deleuze y Félix Guattari,  que son clasificados y jerarquizados con base en criterios prefijados y reforzados con sus mediciones, y que revierten en dispositivos de gubernamentalidad  para su más eficaz control (observación, examinación y supervisión del Estado, de vigilancia disciplinadora o normalizadora cuasi-panóptica, de “ver sin ser visto”).

Las separaciones, fragmentaciones y agrupamientos de los cuerpos,  inducidas estadísticamente, –con las cuales se promueven identificaciones grupales excluyentes entre sí–,  obedecen a la lógica o racionalidad subyacentes  de la reproductora división social del trabajo capitalista, así como a su articulación con la división en tipos de  género, de etnias, de trabajadores,  de consumidores, de escuelas, de docentes, de estudiantes, etcétera. Así, el concepto de población estudiantil implica una forma de objetivación abstracta de los cuerpos escolarizados que son reconfigurados  discursivamente por la política estatal reproductora desde el enfoque disciplinador y normalizador de su “integralidad”. De aquí que se pueda hablar de una asunción biopolítica de la gubernamentalidad de los cuerpos, –de la gestión administrativa de los diversos aspectos de  sus vidas recortados o convertidos sesgadamente en variables estadísticas–, como lo propuso Michel Foucault, al captar la transformación de la política en biopolítica.

Si el aprendizaje, como se ha aceptado, es de naturaleza idiosincrática,  distintivo de la particularidad de cada estudiante, sería absurdo intentar establecer una media estadística de aquel en un aula, por ejemplo, ya que consistiría un despropósito buscar la media estadística de  las diferencias de aprendizaje entre todos los distintos estudiantes, por particulares que son idiosincráticamente; no hay posibilidades de homogeneizarlos para compararlos desde esta perspectiva. A sabiendas de  esto, se ha intentado inferirlo solapadamente por vía de la medición estadística del denominado “rendimiento académico” (que obvia o subestima su condición idiosincrática), basado en la calificación o  puntuación de los resultados  (¿objetivos o inducidos?) de pruebas aplicadas al estudiantado, con base en un baremo jerarquizador porque presupone diferenciadores grados de dificultad en la capacidad resolutiva de los “ítems” propuestos entre los estudiantes, por ejemplo, las publicitadas pruebas PISA.  Resultados que confirman y  refuerzan a su vez, las desiguales condiciones socioculturales (habitus, códigos, etcétera) de los estudiantes, que se presuponen como punto de partida de esas evaluaciones estadísticas, aunque se oculten discursivamente bajo la retórica de la “igualdad de oportunidades” (¿igualan a quienes son desiguales estructuralmente?).  ¿Por qué  entonces, ésa persistencia en codificar o cualificar estadísticamente a los estudiantes en cuanto población?  Seguramente la razón de ello se puede encontrar en la naturaleza clasista o estatal (o supraestatal de presuntos organismos, fundaciones y ONGs internacionales  neutrales) de la medición estadística, en la naturaleza legitimadora de la estructural reproducción social desigualadora de la sociedad capitalista, que escolarmente configura tendencialmente  los futuros posicionamientos sociales o estatus sociolaborales de los estudiantes con base en su procedencia o equipamiento sociocultural de clase social, género, etnia, etcétera, ya que la escuela reproduce educativamente las culturas de los grupos dominantes en la sociedad, y excluye o subordina a las culturas diferentes. Favoreciendo con ello a unos estudiantes, y desfavoreciendo a otros. Incluso cuando ante las diferenciaciones socioculturales de los estudiantes que  “justifican ieológicamente” etiquetar a los procedentes de los sectores populares, como estadísticamente carenciados o con “déficit culturales”  respecto de la cultura dominante en la escuela, y los segregan para atenderlos “favorecedoramente” con políticas focalizadas de “educación compensatoria” (¿compensadora de las diferencias clasistas o segregadoras que produce la sociedad capitalista?) o de “reinserción sociocultural”, que son igualmente reproductoras, se expone al descubierto la naturaleza desigualadora de la escuela.

Un reconocido investigador de la sociología de la educación escolar, Pierre Bourdieu, en sus análisis estructurales o cualitativos de las relaciones sociales en el campo social  escolar para establecer   críticamente correspondencias entre la  procedencia social de clase de los estudiantes, las disposiciones (habitus) y la toma o escogencia de posiciones u opciones por éstos, se ha apoyado para ello en el uso de técnicas estadísticas multivariadas.  A través de las cuales  simboliza las distribuciones de agentes o grupos sociales en correspondencia con la representación predominantemente de la relación entre las “variables” de capital económico y el capital cultural de los estudiantes.  En dicha representación se reflejan las distancias  existentes entre los diferentes grupos con la cultura escolar, según sea su capital cultural y procedencia social de clase, diferencias socioculturales que la escuela  reproduce.  Desde esta perspectiva revertidora de la instrumentalidad estadística, es necesario destacar que el  denominado error estadístico que se produce en la técnica multivariante, expresa la imposibilidad de codificar en sus registros y cuantificación a la totalidad de la población estudiantil, o su muestra, debido a que en esta se manifiesta una resistencia biopolítica a su reduccionismo.

Como la medición estadística se ha reificado al sobrecodificar reproductoramente en estratos, tipos, etcétera, a los estudiantes, ya que se le asignan a aquella  atributos como si fueran naturales o propios de ella: neutralidad, objetividad, “refleja la realidad”, etc., ( siendo que han sido construidos y atribuidos  de conformidad con las  exigencias de Estado o de clase de modo dominante, de la lógica o racionalidad de su gubernamentalidad o dominación), es necesario deconstruirla críticamente para hacer aparecer sus condiciones de posibilidad o aparición históricas como técnica biopolítica de poder, y  desfetichizarla como técnica ideológicamente neutral. De esta manera se evidenciaría de modo prevaleciente como tecnología reproductora al servicio del capital, tarea que por extensa, escapa a la necesaria  brevedad de este artículo.

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