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Amparo Tomé: “Hay que educar tanto en el aula como en el patio”

23 de diciembre de 2016 / Fuente: http://blog.tiching.com/

Amparo Tomé

¿Hay sexismo en las aulas?
Sería muy extraño que no existiera sexismo en las aulas, si el sexismo consiste en las diversas formas de manifestarse el sistema patriarcal que favorece y perpetúa las desigualdades y las jerarquías en el trato que reciben las mujeres teniendo en cuenta sólo su diferencia sexual. Si toda la sociedad está impregnada por la plaga del sexismo, afectando la vida de todos los seres humanos, todas las instituciones, formas culturales y relaciones, podemos asegurar que la escuela está afectada.

¿Con qué edades aparecen las manifestaciones sexistas en las niñas y los niños?
Tanto las niñas como los niños aprenden a ser niñas y niños y a formar parte de la sociedad (se socializan), mimetizando, imitando, copiando los modelos, las formas de ser y de estar en el mundo de las personas que son referentes en sus vidas: las madres, los padres, abuelas, abuelos, hermanas, hermanos, otros familiares, profesorado, etc. y posteriormente los medios de comunicación y sus amigas o amigos. La mayoría de estas y estos agentes no saben en qué consiste el sexismo y por lo tanto lo producen, lo reproducen y lo perpetúan sin ser conscientes de ello.

¿Nos puede poner algún ejemplo?
Para empezar, aprenden a hablar utilizando sólo el masculino. Además, sin que nadie se lo explique, saben que los niños en las aulas de infantil se mueven más que las niñas, que hablan y gritan más y más fuerte, que se visten de forma diferente… Ellos no llevan nada de color rosa, suelen llevar el pelo corto, visten siempre pantalones, no llevan aderezos en el pelo, ni pulseras, ni collares. Las niñas visten de colores, incluido el rosa, pueden vestir pantalones o faldas, se adornan la cabeza, las muñecas… Todas estas diferencias físicas, en el trato, en los juegos y juguetes, en el valor que le dan las personas adultas a lo que saben unas y otros,  se acaban convirtiendo en desigualdades con el tiempo, tanto en la escuela como en la vida familiar y social. Este proceso de diferenciación y desigualdades comienza a ser visible a partir de los 2 años, tanto en las niñas como en los niños.

¿Somos conscientes de ello?
No podemos ser conscientes debido a que el sexismo está normalizado, naturalizado y por lo tanto nos aparece como normal, natural y tanto sus manifestaciones como sus consecuencias son invisibles a nuestros ojos, ya que son manifestaciones que hemos mamado y vivido desde que llegamos al mundo. Esta es una de las dificultades que nos encontramos para diagnosticarlo y eliminarlo.

¿Por dónde empezar?
En todos los procesos de desaprendizaje del sexismo existe un momento en el que parece que el sexismo nos acecha desde una posición de superioridad cual aguilucho que descubre un lagarto. Te encuentras acechada por cualquier programa de televisión, la publicidad, los videojuegos, los cuentos infantiles… Todo lo que hemos visto y vivido como “normal” se vuelve agresivo, insoportable, dañino. ¿Cómo plantarle cara a un fenómeno tan intenso, extenso y universal? Desnormalizar el sexismo es una tarea que requiere de una profunda toma de consciencia, de la voluntad de querer luchar en su contra, y del análisis de sus causas y las consecuencias de sus manifestaciones para todas las mujeres y la mayoría de los hombres.

¿Qué actitudes lo refuerzan?
Para empezar, la falta de reflexión social respecto los orígenes y perpetuación de las desigualdades sociales. Las jerarquías y las desigualdades parece que son inevitables. También afecta la falta de espíritu crítico en todas y cada una de las instituciones sociales, especialmente las educativas, que educan las formaciones de las subjetividades y las identidades de niñas y niños que más tarde serán madres, padres, doctoras, maestros, ingenieras, cocineros…

¿Y en las aulas?
El exiguo conocimiento por parte del profesorado y de las familias de las nuevas identidades femeninas y masculinas. Cuando las familias se interesan por sus hijas e hijos les suele interesar las cualificaciones, los rendimientos académicos, los comportamientos; pero no suelen ni sospechar que sus hijas e hijos sufran por el sexismo en la escuela. También debemos tener en cuenta la creencia y aceptación generalizada de que los modelos masculinos ostentan más valor, más visibilidad, más concreción que los femeninos. O la creencia y aceptación generalizada de que los privilegios que heredan y disfrutan los hombres son justos.

¿A qué edad o en qué momento se empiezan a intuir o a reflejar los roles en los juegos?
Existe un trabajo de investigación que hoy día está recogida en un vídeo que ilustra a la perfección cómo las expectativas de las personas adultas respecto a lo que implica ser una niña o un niño siendo aún un o una bebé, pueden marcar las vidas de unas y otros. En un primer momento la distinción es algo tan simple como el color de la ropa que visten: rosa la bebé y azul el bebé. En segundo lugar,  los hombres y las mujeres que han de interaccionar con la bebé y con el bebé lo cogen en brazos, acunan, hablan, ríen de forma totalmente distinta si el bebé es niña o niño.  Y en tercer lugar, se da por supuesto que si son niños han de ser fuertes para poder ser futbolistas, o bomberos, y si son niñas han de ser guapas para ser bailarinas o actrices. ¿Cuándo empiezan a aprender sus roles sexuales? Diría que desde que están en el vientre materno.

¿Es posible diferenciar si los niños y las niñas escogen espontáneamente esos juegos o si están siendo influenciados por la sociedad y el mundo adulto?
Este debate sigue estando vigente como una fuerte resistencia a admitir que la biología por ella misma no tiene mucho sentido si no va acompañada de los criterios aprendidos en la cultura, si hablamos de la libertad de elección. No es posible que la biología nos marque a los hombres con un gen violento y con el gen del cuidado a las mujeres.

En los momentos de recreo que los chicos y chicas tienen en la escuela, ¿cómo se divierten? ¿Es algo espontáneo?
El patio de la escuela es el lugar más público de la escuela y posiblemente es el espacio donde chicas y chicos se comportan más libremente. Es un espacio ideal de observación de algunos aspectos que nos dan mucha información respecto a las manifestaciones del sexismo. El uso del espacio de juego, quién juega a qué, cómo juegan y con quién juegan.

¿Qué información tenemos?
Sabemos que el patio está ocupado mayoritariamente por chicos jugando al fútbol, el resto del espacio lo ocupan los chicos que no son buenos jugando al futbol, y todas las chicas. Las chicas se agrupan por amistad y charlan lejos de los lugares de riesgo. A las edades entre los 11 y los 14 se ven algunas parejas de chicos y chicas enamorados, se aprecian peleas o “ajustes de cuentas”. El profesorado interviene regularmente cuando ocurre algo que se considera “grave”, ya que es su recreo también y no se contabiliza como hora lectiva.

Si los adultos intervenimos en sus espacios de juego, ¿se modifican las conductas?
Hemos observado en las investigaciones desde hace más de veinte años y las realizadas en estos momentos que si modificamos, por ejemplo, el centro del patio y no permitimos el fútbol como único juego y ampliamos la posibilidad a otros juegos colectivos, efectivamente cambian las pautas de comportamiento del alumnado tanto masculino como femenino y se crean nuevos grupos de juego y amistades. No es que las criaturas elijan los juegos, son las tendencias y el valor que tienen lo que marcan la “espontaneidad” y la pasión por unos juegos y no por otros.

¿Los profesores o monitores responsables de estos ratos deben intervenir en organizar estas franjas de tiempo?
Por supuesto que han de intervenir por un justo uso del espacio del patio: dar valor a otros juegos que no sea el fútbol, corregir o admirar los comportamientos en las canchas de juegos… Hay que educarlos tanto en el aula como en el patio, es erróneo pensar que tanto niñas como niños se autorregulan en el patio y no lo saben hacer en el aula.

¿Debemos dejar tiempo y espacio para su espontaneidad aunque veamos que reproducen roles sexistas?
Pues no, a no ser que haya una intencionalidad de corregir o hacerles ver dónde estriban las injusticias de esas manifestaciones sexistas.

¿Qué se podría hacer al respecto?
Es hora de cambiar los patios grises por jardines de esparcimiento en los que aprender a cuidar los árboles, las plantas o el huerto como formación en valores y que forme parte de sus conocimientos vitales.

¿Prohibir los balones es una solución?
No hay porque prohibir los balones: los juegos con las pelotas son ideales para desarrollar estrategias de juego, fortaleza ante los fracasos, agilidad mental y física… Pero no puede monopolizar los demás juegos. Nos admiramos de la capacidad espacial que tienen la mayoría de los chicos y no lo correlacionamos con su facilidad de controlar el espacio.

¿Cuáles son los principales retos a los que nos enfrentamos para reducir el sexismo en las aulas?
Ya que los gobiernos en nuestro país siguen sin querer desarrollar las leyes que ya existen para poder afrontar este reto como prioritario, ha de ser el profesorado u otros agentes sociales quien se encargue. Algunas comunidades autónomas con sentido del deber educativo han elaborado leyes que introducen el género como reto importante en la vida escolar. Desafortunadamente, tan pronto como cambian las o los consejeros o el partido que gobierna, todos los esfuerzos se deshacen como el hielo bajo el sol.

Fuente entrevista: http://blog.tiching.com/amparo-tome-hay-que-educar-tanto-en-el-aula-como-en-el-patio/

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Si crees en la igualdad, tú eres feminista

Por: Gloria Lomana

Solo desde una visión liberadora e igualitaria acabaremos con la violencia machista.

Conmemoramos hoy el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer porque, desgraciadamente, al menos una vez al año debemos dar este aldabonazo contra lo que sigue siendo una auténtica pandemia global. Naciones Unidas considera que el 70% de las mujeres sufren violencia en su vida. Ejercida de muchas maneras: física (con un insoportable corolario de muertes que no cesa), psíquica (con no menos insoportables vejaciones hasta la destrucción de la mujer), social (imponiendo falaces estereotipos), laboral (impactando en los salarios y las oportunidades), educativa (ahogando la futura igualdad real). Todo lo que discrimina es violento, porque desconfigura el proyecto vital de una persona. Y la violencia de género puede ser tan sutil…

Cuando una niña tiene carácter es mandona; cuando el niño tiene carácter apunta relato de futuro. Cuando un hombre destaca, es triunfo; cuando una mujer es competente, se la presupone agresividad y ambición. Tanto tiempo atribuyendo a los hombres mayor capacidad de liderazgo y a las mujeres más sensibilidad, que no es de extrañar que las mujeres interioricen los mensajes negativos que reciben durante años. Y que la vida, luego, les evidencia. Por eso, tampoco es de extrañar que muchas mujeres abandonen en mitad de la carrera…

 La actriz Emma Watson, flamante embajadora de Buena Voluntad de ONU Mujeres, alertó hace dos años sobre los nocivos estereotipos con los que convivimos cotidianamente. Sin percatarnos. En su legendario discurso en Naciones Unidas dijo: “A los 14 años la prensa comenzó a sexualizarme… a los 18, mis amigos varones no expresaban sus sentimientos”. Emma presentaba la campaña mundial HeForShe, que ha delineado la visión del feminismo de nuestros días: el género no han de ser dos conjuntos opuestos. Ella lo expresó así: “Si apoyas la igualdad puedes ser uno de esos feministas involuntarios”. Hombre o mujer. De inmediato, Emma comenzó a recibir amenazas crueles. La violencia volvía a estar ahí.

Tras la liberación que nos legaron las hoy madres y abuelas, con su lucha en los sesenta, los hombres y mujeres de nuestros días sabemos que para erradicar la violencia machista primero debemos cambiar las mentes. De todos. Porque la equidad supera al género, alcanza los derechos humanos. Y se impone abandonar la idea de que la mujer es un hecho diferencial, cuando representa la mitad de la población. Sherill Sandberg, la exitosa directora de operaciones de Facebook, afirma en su revelador libro Lean in (Vayamos adelante) que “si las mujeres tuvieran el 50% de los puestos de mayor responsabilidad, sería prácticamente imposible sentir antipatía hacia tantas personas”. Cierto. Necesitamos un liderazgo femenino contundente.

Falta educación en las escuelas para acometer la decisiva tarea de educar por la igualdad a niñas y niños

Aupado en tacones si es nuestro gusto. Sin tener que aparentar masculinidad para demostrar liderazgo. Sin tener que acudir al trabajo con el bebé bajo el brazo para reivindicar derechos. Sin pretender sostener al niño con una mano y al trabajo con la otra. Los hombres no lo hacen. Las mujeres debemos renunciar a ser perfectas y aprender a compartir también las renuncias.

Solo desde esa visión liberadora e igualitaria acabaremos entre todos con la violencia machista. En nuestra cultura occidental. Fuera de nuestro círculo, la lucha ha de ser espeluznantemente más primaria: que las niñas no sean secuestradas, violadas, embarazadas y obligadas a matrimonios forzosos. ¿Quién se acuerda de las 200 niñas nigerianas secuestradas como esclavas sexuales?

Michelle Obama las recordó cuando llegó a España para explicar su campaña Lets girls learn y la espolearon porque venía de visitar África. Cierto que en España no estamos igual. Pero en España nos hemos tapado los oídos ante latrocinios muy cercanos, y no abrimos los ojos ante la educación que nos falta en las escuelas para acometer la decisiva tarea de educar por la igualdad a niñas y niños.

Ante la Embajada de Nigeria se habría manifestado, quizás sola, Soledad Cazorla, primera fiscal contra la Violencia sobre la Mujer, que ejerció hasta que la enfermedad se la llevó a la tumba. Sin ver en España su sueño cumplido: “Esto tan terrible de la maté porque era mía se va a acabar de una vez”. Pues no se ha acabado, Soledad. Nigeria es el infierno, sí, pero aquí las mujeres asesinadas siguen siendo un escarnio social. Y las mujeres maltratadas siguen temiendo denunciar al agresor.

Contra el maltrato machista, pintemos todos y todas, en los próximos días, “el mundo de naranja”, como nos invita a hacer Naciones Unidas. Para un futuro más brillante, sin violencia. El naranja era para el rey del color, Kandinsky, símbolo de alegría y triunfo. Buen presagio.

Fuente: http://elpais.com/elpais/2016/11/24/opinion/1480009294_964250.html

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Estados Unidos: Amnistía Internacional insta a Trump a defender los derechos humanos

Estados Unidos/14 de Noviembre de 2016/Diario Católico

Amnistía Internacional señaló que el mismo discurso que sostuvo Trump a lo largo de su campaña con un toque «agresivo», no puede ser el mismo que utilice ahora que ya es presidente de la nación. La ONG Amnistía Internacional (AI) expresó este miércoles su inquietud por las propuestas de campaña de Donald Trump y convocó a «estar atentos respecto a lo que serán las políticas de derechos humanos en Estados Unidos» durante su presidencia. En reacción al triunfo del candidato republicano en las elecciones presidenciales de ayer en Estados Unidos, el secretario general de AI, Salil Shetty dijo que la victoria de Trump ha provocado «grave consternación en muchos» por su postura a lo largo de su campaña.

El funcionario solicitó al futuro presidente y a su equipo de allegados cumplir de manera plena sus obligaciones sobre los derechos humanos, sin ningún tipo de restricciones, tanto dentro como fuera del país. «Opinó que tras la campaña debe dejar todo esto atrás, reafirmando y acatando las obligaciones que Estados Unidos ha contraído en materia de derechos humanos, nacional e internacionalmente». AI apuntó especialmente a «las observaciones xenófobas, sexistas y de odio que expuso Trump», y exigió del ya futuro presidente estadounidense un compromiso público «a defender los derechos humanos sin discriminación alguna». «Todos los que han sido elegidos hoy, desde los cargos ejecutivos hasta el consejo de la ciudad, deben tener en cuenta estas lecciones». «Estados Unidos ha sido testigo de una retórica inquietante y, a veces, venenosa por parte del presidente electo Trump».

Fuente: http://diariocatolico.net/2016/11/10/amnist-a-internacional-insta-a-trump-a-defender-los.html

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Un mito destrozado en mil pedazos

Sexo débil, fue ese el calificativo que heredamos de una tradición patriarcal, que durante siglos segregó a la mujer. Un mito que nos encerró en el círculo vicioso de la reproducción y los quehaceres del hogar.

Pero la historia es sabia y su caprichosa espiral determinó que, no sin incontables barreras, las féminas se deshicieran de esa pesada carga, para demostrar su valía, y una fortaleza que na­da tiene que ver con músculos, sino con la sensibilidad y la capacidad de sortear los obstáculos del destino. Creo que a nadie le quepa la me­nor duda de que las cubanas han sido ejemplo en ese arduo bregar.

Mucho camino han transitado las hijas de esta tierra para materializar una Revolución dentro de la Revolución, como brillantemente lo definiera Fidel. El sentimiento patrio y la necesidad de hacerse valer como seres humanos, hicieron que las voces femeninas poco a poco se escucharan en ámbitos dominados por el sexo opuesto como las artes, la política y las ciencias. Las palabras de Ana Be­tancourt de Mora en fecha tan temprana como 1869 demostraron que la mujer cubana no seguiría siendo la sombra oculta tras un protector marido, ni la cálida retaguardia del guerrero, sino abanderada de la nacionalidad que se gestaba, protagonista incólume del futuro de Cuba.

Y escribieron su propio destino. Empuñaron el machete en la manigua y el fusil en la Sierra, burlaron a los esbirros en la lucha clandestina, se lo jugaron todo por una noble causa, la libertad. La grandeza del espíritu, la dignidad a prueba de los más duros golpes, hicieron que del vientre de Mariana no solo nacieran los Maceo, sino Melba, Haydée, Celia, Vilma, y millones más, que decidieron inmortalizar los valores heredados y unirse en un frente que por siempre acompañaría a la obra revolucionaria, la Federación de Mujeres Cubanas.

Razones suficientes para que la Cuba de hoy no se conciba sin el aporte diario e imprescindible de un sexo cuya debilidad ha quedado solo como un mito en pensamientos retrógrados. No ha habido un solo peldaño del desarrollo social que no haya escalado la mujer, dibujando el sello inconfundible de su entereza y de las cualidades físicas y humanas que la distinguen.

Hace mucho dejamos de ser el objeto decorativo circunscrito a la delicadeza, a la bella sonrisa o al andar cadencioso.

Hoy brillamos en el campo, cara a cara con el surco, lucimos nuestras mejores galas en la industria, derrochamos inteligencia en los enredados caminos de la ciencia y mostramos orgullosas nuestra sabiduría en el seno del hogar.

Nos hemos desdoblado en cada una de las facetas que la vida nos impone, sin la hipocresía de fingir lo que no somos, porque la originalidad de nuestro ser radica en ese multifacético carácter, para el que los imposibles son solo vacíos pretextos.

La mujer cubana sueña, pero no con príncipes azules, sino con llevarse a sí misma al límite de sus capacidades, con alcanzar la verdadera realización personal, no para competir con los hombres, no para demostrarle nada a quienes desconfían de ella, sino para crecer como personas, para fundirse con el sexo opuesto en un camino común, el de fortalecer los cimientos de un país donde las diferencias quedan solo para el ámbito biológico.

Retos existen todavía, decir lo contrario sería negar la lógica del desarrollo. Aún debemos aprender a valorarnos más, a vivir también por nosotras y no solo para los demás. Nos toca enfrentar la maternidad en un mun­do cambiante, enfrentar el crecimiento profesional en ámbitos cada vez más competitivos, sobreponernos a los estereotipos que persisten, a las incomprensiones y al machismo que intente cerrarnos puertas, pero, para ello la vo­luntad es el único camino.

A la mujer cubana de hoy, a la que impregna con su aroma el día a día de esta sociedad, ya no le sirven los moldes, hace mucho se desprendió de ellos. Luchadora innata que nada teme, salvo perder las conquistas que la han traído hasta aquí, y si esa amenaza fuera real algún día, con el empuje de su corazón estará dispuesta a entregar hasta la vida.

Tomado de: http://www.granma.cu/opinion/2016-08-18/un-mito-destrozado-en-mil-pedazos-18-08-2016-22-08-41

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El sexismo público educativo: cambiarlo sin oportunismo idealista.

«La crisis de la educación pública hay que enfrentarla desde cimientos más radicales que los que ofrece nuestro tiempo, pero también sobre condiciones materiales más adecuadas. La acogida de la demanda por una educación no sexista debiese apuntar hacia el cuestionamiento de la existencia de la educación particular pagada, y también de la particular financiada con fondos públicos (hoy mayoría del sistema)».

Por: Ivan Salinas.

Asumiendo el ejercicio mental el ideal liberal de que todos somos iguales ante la ley, se vería muy injusto que un individuo tuviere más privilegios que otro cuando se enfrenta a la institucionalidad, al derecho. De allí que lo público, lo que se ajusta al contrato social que asume tal “igualdad ante la ley” tenga que ser enjuiciado por el incumplimiento de tal ideal.

Una niña de 11 años envió una carta a la Presidenta de la República pidiendo entrar al Instituto Nacional. Lo hace con la racionalidad obvia de quien siente vulnerado un derecho: el derecho a recibir la educación que reciben los estudiantes del Instituto Nacional, que son individuos con pene, con más de 200 años de tradición de ser educados así, entre otros que igualmente tienen pene. Esa gran diferencia biológica es inaceptable como excusa para negar el derecho, y abre un flanco muy necesario de debate sobre la posibilidad de pensar una educación pública inclusiva, y no sexista. Bien por el debate, y ojalá que se profundice.

La izquierda criolla actual, como es razonable y esperable, ha actuado condenando la segregación por género. Es una demanda de años, pero que ha adquirido más notoriedad a partir de los movimientos estudiantiles del 2006 y gracias al incansable y crecientemente organizado movimiento feminista chileno. Sin embargo, en todo esto hay una precaución que debe tomarse, y debe tomarse en serio si es que se buscan cambios serios.

Una pregunta de fondo que debemos hacernos sobre el espacio escolar es sobre su sentido de inclusión social. Por diseño, en Chile sabemos que las escuelas más que inclusión social lo que hacen es separar socialmente a quienes en ellas ingresan. El prolífico filósofo educativo John Dewey solía decir que la escuela no es un lugar en el que se prepara para la vida, sino más bien es la vida misma. Y hoy en Chile esa certeza filosófica tiene una profunda expresión material: niñas y niños pasan muchísimo tiempo en la escuela, donde comparten, hacen sus amigas y amigos, aprenden lo que les enseñan y lo que no les enseñan, y generan sus relaciones y afectos de largo plazo. Una escuela segregada es una receta para crear comunidades segregadas, y en Chile esas comunidades se definen por la plata que tiene tu familia (o cualquier otro marcador social que quepa en la nueva legalidad del voucher refundado de la Nueva Mayoría).

Hace unos años salió un estudio que hizo el mismo diario que publicó la carta de la niña que quiere entrar al Instituto Nacional. El estudio decía que la mayoría de los gerentes en Chile había egresado de colegios privados. No se trataba de una mayoría relativa: el 84% de los gerentes de las empresas que venden más de US$80 millones por año eran egresados de colegios privados. La otra cifra: el 50% de los gerentes había egresado de solo cinco colegios privados donde la mensualidad supera el sueldo mínimo: El Verbo Divino, Sagrados Corazones de Manquehue, Saint George, San Ignacio, y Tabancura. El primero es, por cierto, católico y sexista. De esta lista también egresan una gran cantidad de políticos actuales, según la misma fuente. Si asumimos la noción Deweyana de que la escuela es la vida, podemos asumir que la política y los negocios en Chile están controlados por un mismo sector social que crece segregado y separado de la educación pública. El sexismo en esta segregación es rampante en la educación a la cual el Estado no puede intervenir pero de la cual egresan sus dirigentes políticos. Bonito corolario de la “libertad de enseñanza”: que viva para el poder, que se norme para el resto.

Que la educación pública hoy represente el 38% de la matrícula escolar también representa una limitación al Estado y su capacidad de hacer realidad modificaciones ultra necesarias en la inclusión social de grupos históricamente oprimidos. Si a los 11 años una niña escribiera a la presidenta queriendo entrar al Verbo Divino, acusando la extremadamente evidente desigualdad que no solo se debe al sexo, sino también a la cuna, quizá estaríamos hablando de otro conflicto: uno inexistente y sin posibilidad de expresión mediática. Pero como ocurre con el baluarte de la educación pública, un liceo emblemático, la cosa toma otro cariz. El liberalismo del “buen sentir” se toma la palabra y se une a una izquierda que se lanza, idealista como el liberalismo mismo, a “normar” el deber ser de esa educación pública, una que quizá no han vivido. Allí está la trampa de asumir como imposición una demanda que debiese surgir desde la organización de sus actores centrales: la comunidad escolar.

Pero hay limitaciones obvia a las capacidades actuales de las comunidades escolares en la educación pública. El abandono sostenido de parte de gobierno tras gobierno, la precarización de sus docentes (puestos hoy a competir entre ellos y con colegios desde donde salen los gerentes de Chile), su financiamiento-voucher(o continuo desangramiento del Estado hacia los privados), el despojo del profesionalismo pedagógico (a través de su formación entregada al mercado, la constante responsabilización de la calidad educativa, y la externalización privada de la mejora escolar mediante asesorías técnicas educativas), se cuentan entre las limitantes estructurales para el desarrollo de capacidades en la comunidad escolar. Nuestra educación pública debe reconstruirse, de eso no hay duda. La izquierda está llamada a contribuir a esa reconstrucción. Pero para eso, es relevante tomar en su peso el contexto histórico y las posibilidades de desarrollo y éxito de una demanda tan racional y necesaria como la educación no sexista.

El sexismo en la educación pública tiene que acabarse. Pero para eso no es necesario poner al Instituto Nacional o los liceos emblemáticos como blanco. Las balas de los enemigos de la educación pública disparan contra tales blancos, generando una onda expansiva difícil de detener cuando la izquierda se asume tras esas balas. Lo que necesitamos es educación pública en serio, fortalecida, bien financiada, que permita que los proyectos educativos acojan demandas de educación integral, no sexista, con modernización y sentido, en comunidad y en colaboración. No queremos más competencia, ni entre las escuelas por estudiantes-voucher, ni entre los docentes por un sueldo decente. La izquierda podría tener eso en su centro para evitar el oportunismo de usar al Instituto Nacional, o cualquier liceo emblemático, como el blanco perfecto de autodestrucción cultural y política.

La crisis de la educación pública hay que enfrentarla desde cimientos más radicales que los que ofrece nuestro tiempo, pero también sobre condiciones materiales más adecuadas. La acogida de la demanda por una educación no sexista debiese apuntar hacia el cuestionamiento de la existencia de la educación particular pagada, y también de la particular financiada con fondos públicos (hoy mayoría del sistema). Emanciparse de la opresión también implica emanciparse de sus formas de procesar los conflictos. Discutamos cómo hacemos una educación pública no sexista, pero no hagamos que sea la izquierda la que termine sepultando a la educación pública sumándose con oportunismo a los idealistas del mercado.

Fuente: http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2016/09/28/el-sexismo-publico-educativo-cambiarlo-sin-oportunismo-idealista/

Imagen: https://pbs.twimg.com/media/CteMITiWgAEDwDS.jpg

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El sexismo público educativo: cambiarlo sin oportunismo idealista

Por: Iván Salinas

«La crisis de la educación pública hay que enfrentarla desde cimientos más radicales que los que ofrece nuestro tiempo, pero también sobre condiciones materiales más adecuadas. La acogida de la demanda por una educación no sexista debiese apuntar hacia el cuestionamiento de la existencia de la educación particular pagada, y también de la particular financiada con fondos públicos (hoy mayoría del sistema)».

Asumiendo el ejercicio mental –el ideal liberal- de que todos somos iguales ante la ley, se vería muy injusto que un individuo tuviere más privilegios que otro cuando se enfrenta a la institucionalidad, al derecho. De allí que lo público, lo que se ajusta al contrato social que asume tal “igualdad ante la ley” tenga que ser enjuiciado por el incumplimiento de tal ideal.

Una niña de 11 años envió una carta a la Presidenta de la República pidiendo entrar al Instituto Nacional. Lo hace con la racionalidad obvia de quien siente vulnerado un derecho: el derecho a recibir la educación que reciben los estudiantes del Instituto Nacional, que son individuos con pene, con más de 200 años de tradición de ser educados así, entre otros que igualmente tienen pene. Esa gran diferencia biológica es inaceptable como excusa para negar el derecho, y abre un flanco muy necesario de debate sobre la posibilidad de pensar una educación pública inclusiva, y no sexista. Bien por el debate, y ojalá que se profundice.

La izquierda criolla actual, como es razonable y esperable, ha actuado condenando la segregación por género. Es una demanda de años, pero que ha adquirido más notoriedad a partir de los movimientos estudiantiles del 2006 y gracias al incansable y crecientemente organizado movimiento feminista chileno. Sin embargo, en todo esto hay una precaución que debe tomarse, y debe tomarse en serio si es que se buscan cambios serios.

Una pregunta de fondo que debemos hacernos sobre el espacio escolar es sobre su sentido de inclusión social. Por diseño, en Chile sabemos que las escuelas más que inclusión social lo que hacen es separar socialmente a quienes en ellas ingresan. El prolífico filósofo educativo John Dewey solía decir que la escuela no es un lugar en el que se prepara para la vida, sino más bien es la vida misma. Y hoy en Chile esa certeza filosófica tiene una profunda expresión material: niñas y niños pasan muchísimo tiempo en la escuela, donde comparten, hacen sus amigas y amigos, aprenden lo que les enseñan y lo que no les enseñan, y generan sus relaciones y afectos de largo plazo. Una escuela segregada es una receta para crear comunidades segregadas, y en Chile esas comunidades se definen por la plata que tiene tu familia (o cualquier otro marcador social que quepa en la nueva legalidad del voucher refundado de la Nueva Mayoría).

Hace unos años salió un estudio que hizo el mismo diario que publicó la carta de la niña que quiere entrar al Instituto Nacional. El estudio decía que la mayoría de los gerentes en Chile había egresado de colegios privados. No se trataba de una mayoría relativa: el 84% de los gerentes de las empresas que venden más de US$80 millones por año eran egresados de colegios privados. La otra cifra: el 50% de los gerentes había egresado de solo cinco colegios privados donde la mensualidad supera el sueldo mínimo: El Verbo Divino, Sagrados Corazones de Manquehue, Saint George, San Ignacio, y Tabancura. El primero es, por cierto, católico y sexista. De esta lista también egresan una gran cantidad de políticos actuales, según la misma fuente. Si asumimos la noción Deweyana de que la escuela es la vida, podemos asumir que la política y los negocios en Chile están controlados por un mismo sector social que crece segregado y separado de la educación pública. El sexismo en esta segregación es rampante en la educación a la cual el Estado no puede intervenir pero de la cual egresan sus dirigentes políticos. Bonito corolario de la “libertad de enseñanza”: que viva para el poder, que se norme para el resto.

Que la educación pública hoy represente el 38% de la matrícula escolar también representa una limitación al Estado y su capacidad de hacer realidad modificaciones ultra necesarias en la inclusión social de grupos históricamente oprimidos. Si a los 11 años una niña escribiera a la presidenta queriendo entrar al Verbo Divino, acusando la extremadamente evidente desigualdad que no solo se debe al sexo, sino también a la cuna, quizá estaríamos hablando de otro conflicto: uno inexistente y sin posibilidad de expresión mediática. Pero como ocurre con el baluarte de la educación pública, un liceo emblemático, la cosa toma otro cariz. El liberalismo del “buen sentir” se toma la palabra y se une a una izquierda que se lanza, idealista como el liberalismo mismo, a “normar” el deber ser de esa educación pública, una que quizá no han vivido. Allí está la trampa de asumir como imposición una demanda que debiese surgir desde la organización de sus actores centrales: la comunidad escolar.

Pero hay limitaciones obvia a las capacidades actuales de las comunidades escolares en la educación pública. El abandono sostenido de parte de gobierno tras gobierno, la precarización de sus docentes (puestos hoy a competir entre ellos y con colegios desde donde salen los gerentes de Chile), su financiamiento-voucher(o continuo desangramiento del Estado hacia los privados), el despojo del profesionalismo pedagógico (a través de su formación entregada al mercado, la constante responsabilización de la calidad educativa, y la externalización privada de la mejora escolar mediante asesorías técnicas educativas), se cuentan entre las limitantes estructurales para el desarrollo de capacidades en la comunidad escolar. Nuestra educación pública debe reconstruirse, de eso no hay duda. La izquierda está llamada a contribuir a esa reconstrucción. Pero para eso, es relevante tomar en su peso el contexto histórico y las posibilidades de desarrollo y éxito de una demanda tan racional y necesaria como la educación no sexista.

El sexismo en la educación pública tiene que acabarse. Pero para eso no es necesario poner al Instituto Nacional o los liceos emblemáticos como blanco. Las balas de los enemigos de la educación pública disparan contra tales blancos, generando una onda expansiva difícil de detener cuando la izquierda se asume tras esas balas. Lo que necesitamos es educación pública en serio, fortalecida, bien financiada, que permita que los proyectos educativos acojan demandas de educación integral, no sexista, con modernización y sentido, en comunidad y en colaboración. No queremos más competencia, ni entre las escuelas por estudiantes-voucher, ni entre los docentes por un sueldo decente. La izquierda podría tener eso en su centro para evitar el oportunismo de usar al Instituto Nacional, o cualquier liceo emblemático, como el blanco perfecto de autodestrucción cultural y política.

La crisis de la educación pública hay que enfrentarla desde cimientos más radicales que los que ofrece nuestro tiempo, pero también sobre condiciones materiales más adecuadas. La acogida de la demanda por una educación no sexista debiese apuntar hacia el cuestionamiento de la existencia de la educación particular pagada, y también de la particular financiada con fondos públicos (hoy mayoría del sistema). Emanciparse de la opresión también implica emanciparse de sus formas de procesar los conflictos. Discutamos cómo hacemos una educación pública no sexista, pero no hagamos que sea la izquierda la que termine sepultando a la educación pública sumándose con oportunismo a los idealistas del mercado.

Fuente: http://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/2016/09/28/el-sexismo-publico-educativo-cambiarlo-sin-oportunismo-idealista/

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Marruecos revisa 390 libros de texto para expurgar toda referencia sexista u homófoba

Marruecos/03 de Octubre de 2016/La Vanguardia

  • El trabajo ha sido arduo porque en muchas ocasiones las imágenes o expresiones discriminatorias se introducían de manera muy sutil.
  • Detectar referencias sexistas en los manuales escolares y eliminarlas. El Ministerio de Educación marroquí ha inspeccionado con lupa 390 libros destinados a la educación de los niños y ha encontrado fallos en 147 de ellos. El objetivo de esta revisión era expurgar ideas, frases o imágenes “perjudiciales” para la educación de los alumnos, con una especial dedicación a los libros destinados a la enseñanza de la religión islámica.

    El trabajo ha sido arduo porque en muchas ocasiones las imágenes o expresiones sexistas y discriminatorias se introducían de manera muy sutil. Fuad Shafiqi, uno de los encargados de la revisión de manuales, revela que se han encontrado ejemplares para la enseñanza de las matemáticas en cuyas imágenes únicamente aparecen niños resolviendo los problemas y nunca niñas; para ilustrar el trabajo en un hospital, el médico aparece siempre con una imagen de tamaño mayor y por encima de la enfermera; cuando se habla de educación, el director del colegio siempre es un hombre y la mujer es la maestra; en otro libro la imagen de un discapacitado se asocia a la práctica de la mendicidad.

    Esta revisión para eliminar ideas machistas en la educación de los jóvenes coincide con la polémica desatada sobre el concepto de masculinidad. El sociólogo Abdelsamad Dialmy acaba de publicar su polémica obra Vers une nouvelle masculinité au Maroc ).

    “Los hombres marroquíes actuales se encuentran perdidos a propósito de su papel frente a la mujer y en el hogar. No saben qué significa la masculinidad”, asegura Dialmy. El tema fue objeto de un reciente debate organizado por la embajada de Suecia en Rabat después de que se hayan restablecido las buenas relaciones entre ambos países tras el incidente de la tienda de Ikea en Casablanca.

    Ser hombre en Marruecos está condicionado por diferentes elementos propios de cada región. Si en la zona oriental y el Rif la masculinidad “está asociada a la brutalidad extrema”, en el centro del país y el Atlas es lo contrario. “Estas regiones se perciben como un espacio de libertad sexual primitiva que tiene muy en cuenta a la mujer”, escribe Dialmy.

    Una encuesta realizada en el 2009 revelaba que los atributos que definían a un hombre en Marruecos eran coraje, bravura, inteligencia, dignidad, autoridad… “Se trata de una visión falsa e idealizada de la masculinidad”, afirma el investigador Jalid Tamdy. Más allá de la figura de este superhombre fantasma, el marroquí se encuentra también muy condicionado por características superficiales. “Un hombre debe ser musculado, llevar el pelo corto, tener comportamientos viriles y apropiarse del espacio público”, añade Tamdy.

    Son estos estereotipos los que explican la violencia de la sociedad hacia las mujeres y los hombres que adoptan comportamientos o códigos estéticos diferentes. “Al final, los varones se creen obligados a lanzar una frase insultante o directamente agredir a cualquiera (hombre o mujer) porque asimilan que el espacio público únicamente les pertenece a ellos”, señala el sociólogo Tamdy.

    Esta percepción se alimenta desde la niñez, y tienen una gran influencia los manuales escolares y los ejemplos que ven los jóvenes, aunque hay una franja minoritaria de marroquíes que va aceptando la igualdad de género y rechazando comportamientos violentos. Para Tamdy, “nuestros manuales escolares son una extensión de los estigmas ligados al género. Implícitamente los niños aceptan que el futuro del hombre es muchísimo más valioso que el de la mujer”.

    El curso, que comienza el próximo lunes, tiene sus manuales expurgados de referencias sexistas, pero los libros dedicados a la religión aún no están listos. Se ha detectado que en ellos las mujeres aparecen siempre con velo.

    En un Consejo de Ministros celebrado en febrero en El Aaiún, Mohamed VI insistió en la necesidad de revisar la enseñanza religiosa y sus manuales para “subrayar la gran importancia que tiene la educación en los valores de un islam tolerante en el seno del rito suní-malekí, que defiende la moderación, la tolerancia y la cohabitación con las distintas culturas y civilizaciones humanas”.

  • Fuente: http://www.lavanguardia.com/internacional/20160916/41344383213/marruecos-revisa-libros-sexistas-homofobos.html
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