América del norte / Estados Unidos / 10 de julio de 2016 / Por Gabriela Esquivada de Infoabe.com
El asesinato de cinco policías blancos de Dallas a manos de un afroamericano veterano de la guerra de Afganistán, días después del homicidio injustificado de dos afroamericanos por sendos policías blancos, comprobó el sentido de un dicho común en el idioma inglés: two wrongs don’t make a right, la suma de dos actos malos no da por resultado un acto bueno.
«En Dallas una persona enojada por lo que él percibió como una injusticia cometió actos criminales», dijo a Infobae Ken E. Williams, un policía retirado experto en los temas del uso de la fuerza pública y la reforma policial. «No se puede creer que si uno asume la violencia, si uno se convierte en un criminal, no puede recuperar su credibilidad. Eso no es justicia, en absoluto».
Es en realidad un rompecabezas, como definió Valerie Adams-Bass, parte de la Curry School of Education en la Universidad de Virginia. Un rompecabezas con piezas como una historia trágica de racismo, un problema de violencia armada de nivel nacional, la existencia real del crimen y el abuso policial no menos verdadero.
«Hay personas que hablan de la violencia porque el delito existe, pero el delito en las comunidades está asociado a los altos niveles de desempleo y de analfabetismo», dijo la experta. «En cuanto al racismo, nuestro país tiene una larga historia, y una herencia que se aloja en nuestros prejuicios, nuestra educación y también nuestro sistema judicial. Se ve en los niveles de encarcelamiento, abuso y muerte de afroamericanos, en comparación con, por ejemplo, los blancos. El problema es una especie de rompecabezas que causa frustración y enojo, algo que no da a las comunidades la posibilidad de cerrar el trauma».
—¿Y con respecto al accionar policial?
—Si se mira el rompecabezas en su conjunto, para que el país pueda seguir adelante, veremos que quizá no se trata de abuso en la aplicación de la ley, sino en el modo en que los oficiales son entrenados y en los estereotipos raciales negativos que influyen en sus encuentros con las personas negras.
Con el perpetrador, a quien los oficiales volaron con un robot-bomba detonado a distancia, la tensión racial combinada con la violencia armada causó seis muertos más, y otros siete heridos en el ataque contra los policías. Y del mismo modo que el asesinato de los policías Rafael Ramos y Wenjian Liu en 2014 no cambió el hecho horroroso de la muerte del vendedor callejero negro Eric Garner por un policía blanco, las balas deMicah Xavier Johnson no se acercan al concepto de justicia por los asesinatos de Alton Sterling y Philando Castile, por los cuales se realizó la manifestación en Dallas.
Problema antiguo, tecnología nueva
Desde el surgimiento del movimiento Black Lives Matters (Las vidas negras importan) en 2014, se ha generado una mayor atención pública a una tragedia que, en realidad, no es reciente. La historia del racismo en los Estados Unidos es profunda y sus traumas impregnan innumerables capas de la sociedad, desde las autoridades a los niños de kindergarten.
«Ahora es guerra«, tuiteó —y prontó borró— el comentarista político y ex representante republicano por Illinois Joe Walsh. «Cuidado, Obama. Cuidado, basura de Black Lives Matter. Los verdaderos Estados Unidos van a por ustedes». Y —declaró el jefe de la policía de Dallas, David Brown—, Johnson dijo que se sentía molesto por los acontecimientos de Baton Rouge, Louisiana, y Saint Paul, Minnesota, y que quería matar uniformados blancos.
«Lo que ha aumentado no es la violencia sino la conciencia que las personas tienen del problema«, dijo la académica para establecer un contexto en lo que parece una escalada pero no lo es. «La agresión a los hombres negros no es novedosa: esto ha sucedido de diferentes maneras en la historia de los Estados Unidos».
—¿Qué ha cambiado?
—Hoy tenemos tecnología: los casos que antes quedaban en las comunidades negras, como una acción brutal contra un miembro de la familia, o su abuso o su muerte a manos de un oficial de la policía —en síntesis, casos que no eran de alto perfil—, hoy reciben atención. Casi todo el mundo tiene un teléfono celular con cámara. Y las redes sociales son un canal que permiten que las situaciones se hagan públicas. Y también somos conscientes de los peligros de la estigmatización.
—¿A saber?
—Creo que también hay miedo al prejuicio cultural, a los estereotipos que provocan la pregunta sobre qué hizo la víctima para instigar a que un oficial de la policía le disparase. Los medios estereotipan a los hombres negros como iracundos, violentos, y afectan la percepción de las personas —y los oficiales— que luego entran en contacto real con ellos.
Hoy tenemos tecnología: los casos que antes quedaban en las comunidades negras, hoy reciben atención. Casi todo el mundo tiene un teléfono celular con cámara.
Las personas de carne y hueso no responden a esa imagen del prejuicio negativo. Williams brindó un ejemplo: «Vi gente que participaba de la marcha del movimiento Black Lives Matter que huían de los tiros y contaban a la prensa lo que habían visto, y estaban en shock, y estaban preocupados por la pérdida de vidas policiales también. El odio siempre va a ser malo, pero la falta de compasión es todavía peor. Porque eso es el caos, y el desorden, y nada bueno puede surgir de allí».
La desigualdad ante la ley
«Los afroamericanos se sienten frustrados con el sistema judicial», siguió Adams-Bass. «Los entristece y los enoja la muerte repetida de hombres, mujeres y niños negros que sucede sin condenas».
Para Williams, quien también trabaja en revertir sentencias equivocadas —por las cuales muchas personas, mayoritariamente negras y/o pobres, recibieron condenas por delitos que no cometieron—, las fallas del sistema judicial no son nuevas y contribuyen al problema. «Tenemos una representación excesiva de los afroamericanos en la población encarcelada. Y cuando se encarcela a una persona se afecta a una familia y a una comunidad».
—¿De qué modo?
—Si uno de cada tres hombres de la comunidad negra va a la cárcel, las familias resultan devastadas, reducidas al ingreso único de la madre y con los niños obligados a crecer sin padre. El hombre, a su vez, queda estigmatizado porque cuando sale libre y va a buscar un trabajo tiene un antecedente penal. Y al mismo tiempo se disminuye la seguridad de las comunidades porque una vez que se desestabilizan las familias se crea un potencial mayor para el delito. Es un ciclo muy malo.
La profesora de la Universidad de Virgina cree que se a acumulado la tensión a lo largo de los últimos cinco años. «Caso tras caso se ha generado una frustración porque la gente percibe una falta de debido proceso con quienes han sido victimizados por la brutalidad policial. Y los policías se han convertido en víctimas, pero utilizar la violencia como plataforma para provocar un cambio no es la mejor forma de lograrlo».
—¿A qué se atribuye esa falta de debido proceso con las minorías, en este caso los afroamericanos?
—En los Estados Unidos tenemos una historia de racismo, y también el hábito de soslayar el trauma que han experimentado las comunidades negras. El trauma repetido por distintos actores sociales de distintas maneras se da en este caso por los actos de los oficiales de policía. Eso deja una percepción de falta de justicia, una aplicación desigual de la ley a diferentes personas.
Un caso capital en la saturación pública de ese sentimiento fue, para la experta, del de Treyvor Martin, asesinado por el vigilante (un miembro de una patrulla armada vecinal) George Zimmerman, quien no fue condendo por eso.
«Pensemos en el perfil de este muchacho que vivía en un barrio cerrado, que visitaba a su padre, que no tenía antecedentes penales… era un adolescente promedio. Creo que su perfil como víctima es lo que instigó los orígenes de este movimiento».
—¿Por qué?
—Toda la comunidad se vio afectada: Treyvor Martin era un adolescente como cualquiera, que resultó ser afroamericano. Eso es lo que conmovió: ese adolescente promedio podía ser yo, mi hijo, mi hermano, porque hoy existe una generación más joven con menos paciencia y menos tolerancia. Son más pragmáticos y tienen la tecnología y las redes sociales a mano. Esa juventud ha impulsado el movimiento Black Lives Matter.
El crimen de la portación de aspecto
Durante 2015 los jóvenes negros tuvieron nueve veces más probabilidades que cualquier otro grupo estadounidense de morir por fuego policial, según una investigación de The Guardian. Ellos, entre los 15 y los 34 años, son el 2% de la población del país, pero representan más del 15% de todas las muertes causadas por las autoridades que se registraron.
Según el diario británico, en total la gente negra fue asesinada dos veces más que la blanca, la hispana y la nativa. Uno de cada 4 afroamericanos muertos por balas policiales no tenían armas.
Durante 2015 los jóvenes negros tuvieron nueve veces más probabilidades que cualquier otro grupo estadounidense de morir por fuego policial
Williams observó la cuestión de una manera global. «En el país tenemos un problema de violencia armada, y los policías son ciudadanos de esta nación, al igual que las personas asesinadas por ellos. Cualquier violencia va a ser mala para la sociedad, en particular la violencia armada. Las armas se han usado largamente para controlar a las personas y los policías usan las armas si es necesario, si perciben una amenaza. Y pueden usar fuerza mortal».
Otro aspecto general, desde la perspectiva de la experta de la Universidad de Virginia, se halla en los medios. Cuando The Drudge Report —un medioonline poderoso y vocero de una derecha intolerante— tituló «Black Lives Kill» («Las vidas negras matan») o el diario sensacinalista The New York Post eligió «Civil War» («Guerra de Secesión») no sólo renunciaron a la seridad informativa, ni tuvieron el menor impacto en la profesión policial.
«Esos titulares son mecanismos decisivos que se emplean para instigar miedo y reforzar las percepciones negativas sobre la gente negra», dijo Adams-Bass. «Refuerzan los estereotipos y para algunos justifican los homicidios trágicos y la fuerza excesiva cuyo uso contra la gente negra se ha documentado. El racismo sigue influyendo las interacciones sociales y los intercambios interraciales en los Estados Unidos».
—¿De qué modo?
—Los retratos que la televisión ofrece de los afroamericanos son negativos, de modo tal que cuando alguien blanco —un policía blanco— se relaciona con ellos en persona no tiene una idea verdadera de los varones negros, las mujeres negras, las familias negras, las comunidades negras. No lo ve como el ser humano que es sino como el temor que representa debido al estereotipo que los muestra, por ejemplo, como peligrosos o predadores. Recordemos que hubo momentos de la historia de nuestro país en el que no se los consideraba humanos.
Del trauma de la esclavitud a Dallas
Como ex oficial de la policía, Williams encontró «elementos raros» en el comportamiento de los oficiales en los casos de Sterling y Castile; actos que no cumplen el protocolo de seguridad, por ejemplo, con que un policía se debe acercar a un sospechoso, o respuestas apresuradas.
Sin embargo, coincidió con la académica en la necesidad de aplicar un enfoque histórico: «Es un problema antiguo. Si no vamos al comienzo mismo no podemos ver cómo se originó el problema, ni saber si ha mejorado o empeorado».
—¿Cuál sería ese origen?
—Contra su voluntad y bajo la amenaza de un arma la gente negra fue forzada a una posición de servidumbre. Ese es el origen del control del orden en los Estados Unidos. La ley sobre milicias de 1792 decía que cualquier varón blanco de entre 18 y 45 años debía portar armas, realizar tareas de patrullaje y evitar insurrecciones de las personas negras. El uso de las armas fue para controlar a la gente negra; el arma se utilizó para controlar a un grupo en beneficio de otro grupo. Y eso perdura.
—¿Hoy?
—Un ejemplo: en 1968 antes de la guerra contra las drogas, en el país había 200.000 agentes del control del orden. Desde entonces y hasta hoy la cantidad de agentes ha crecido a más de un millón. Tenemos 800.000 más; también más jueces y más fiscales; construimos más prisiones. Años atrás la gente negra creaba empleo para todos los blancos sobre la base de realizar un trabajo por el cual no se le pagaba. Y a pesar de la Guerra de Secesión y las declaraciones de derechos que garantizaron la libertad para todos, tenemos el mismo sistema: crear servidumbre negra para crear trabajo para gente blanca. Es lo único que puede explicar la disparidad de detenciones de la población negra.
Fuente original: http://www.infobae.com/america/eeuu/2016/07/10/abusos-racismo-venganza-y-muerte-el-rompecabezas-de-la-violencia-en-estados-unidos/