www.ecoportal.net/17-08-2016/
Un estudio publicado esta semana ofrece uno de los primeros ejemplos más allá del Homo sapiens de cómo la cultura puede modelar la evolución de una especie hasta diferenciarla de otros grupos, tanto como se diferencian un esquimal de un japonés o un cazador y recolector de un agricultor. Los humanos, viene a concluir el trabajo, no somos los únicos capaces de cambiar nuestra biología gracias a comportamientos aprendidos de nuestros mayores.
El estudio, publicado en Nature Communications, se centra en las orcas, el mayor de los delfines y uno de los mamíferos más inteligentes y sociales. Investigadores de siete países han analizado el genoma de 50 individuos de cinco poblaciones repartidas por el Pacífico, el Ártico y Antártico. Las orcas son cazadores versátiles y especializados en nichos muy concretos. Algunos grupos han aprendido a vivir solo de peces en un territorio bastante limitado del Pacífico Norte mientras otros recorren zonas mucho más amplias del mismo océano atrapando solo otros mamíferos marinos, sin apenas interactuar o competir un grupo con otro.También hay orcas especializadas en aves y otras en reptiles. Cerca del estrecho, en Gibraltar, viven dos grupos fascinantes de estos animales. Uno lleva cazando atunes durante generaciones sin prestar atención a los humanos que faenan en esas aguas. El otro ha aprendido a seguirlos y comerse solo los que atrapan los pescadores de palangre. Ninguno de los dos grupos cambia su estrategia.
Los resultados del estudio apuntan a que el ancestro de todas las orcas vivió hace unos 250.000 años. Desde entonces estos mamíferos se han extendido por todos los océanos, del Ártico a la Antártida, adaptándose a cada entorno, “una diversificación muy rápida en una escala temporal comparable a la de los humanos modernos”, dice el estudio. El trabajo apunta a que los diferentes grupos de orcas actuales, bien diferenciados genéticamente, provienen de un grupo fundador de unos pocos cientos de individuos. La separación comenzó justo después de un episodio de reducción de la población, un cuello de botella que les obligó a buscar nuevas formas de sobrevivir. Y desde entonces, esas nuevas especializaciones han surgido en varias ocasiones.
En Gibraltar viven dos grupos fascinantes de estos animales. Uno lleva cazando atunes durante generaciones sin prestar atención a los humanos que faenan en esas aguas. El otro ha aprendido a seguirlos y comerse solo los que atrapan los pescadores de palangre
Los autores del trabajo definen la cultura como una información que modifica el comportamiento y se puede transmitir de “unos individuos a otros por o el aprendizaje”. Su conclusión es que, al igual que en los humanos, las orcas han creado su propia cultura, la han transmitido de generación en generación y eso ha acabado por cambiar sus genes aportándoles nuevas adaptaciones a su entorno, ya sean aguas gélidas o una nueva dieta.
“Este es uno de los primeros casos en los que hemos descubierto cómo el comportamiento aprendido determina la evolución y no al revés”, explica aMateria Jochen Wolf, biólogo evolutivo de la Universidad de Uppsala (Suecia) y autor principal del estudio. “Esto es muy comparable a los humanos y nos muestra que nos somos el único animal que evoluciona gracias a la cultura”, resalta.
Matriarcado
Se sabe que los primeros agricultores desarrollaron adaptaciones genéticas para tolerar la lactosa por el consumo continuado de productos lácteos. También que los inuit de Groenlandia eran gentes del Este de Asia que conquistaron el Ártico gracias a su capacidad para transmitir culturalmente nuevas técnicas de caza y supervivencia. Esa adaptación cultural provocó nuevas adaptaciones genéticas, como digerir mejor las grasas y aguantar las gélidas temperaturas del Ártico. En su estudio, Wolf y el resto de su equipo señalan varias adaptaciones similares que habrían surgido en las orcas y que les ayudan a vivir en aguas más frías o consumir solo un tipo de presas frente a otras.
El estudio resalta que, al igual que los humanos, las orcas también tienen un largo periodo de aprendizaje en el que la cría no se separa de la madre u otras hembras del grupo. Son ellas las que transmiten la cultura en esta especie, en parte porque viven mucho tiempo después de haber perdido la capacidad reproductora (las abuelas también enseñan). Para Wolf, hasta ahora la ciencia se ha centrado casi en exclusiva en los humanos en este tipo de estudios. En trabajo resalta que resultados como este invitan a buscar nuevas especies en las que la transmisión cultural haya impulsado la evolución.
No es lo mismo Gibraltar, que el Estrecho de Gibraltar. En Gibraltar no hay orcas, las hay en Tarifa y Tánger, más bien entre Tarifa y Tánger, pero no en la roca.