28 de junio de 2017 / Fuente: http://blog.tiching.com/
Jaume Funes
En resumidas cuentas, ¿qué es la adolescencia?
La adolescencia es un invento moderno. Es un tiempo de la vida que va desde el primer curso de la Educación Secundaria Obligatoria hasta los 17 o 18 años. Aunque también hay mucha gente que dice que no se acaba, porque en la práctica hay una parte de la adolescencia que es la parte que tiene que ver con las responsabilidades sociales, y que todo depende de las posibilidades que los chicos y chicas deban asumir en su vida.
¿Un invento moderno?
Sí. Es un lujo de las sociedades que tienen recursos. Lo que pasa es que se convierte en universal cuando con la crisis económica no necesitamos mano de obra barata joven y cuando las ideas se globalizan.
¿Cómo podemos conseguir que los adolescentes quieran aprender?
Hay un par de problemas que se tienen que resolver primero. Para empezar, que la escuela tenga algo que ver con su vida. La distancia entre lo que el adolescente vive y la escuela es tan enorme que es muy difícil justificarle que tiene que estudiar. Esto lleva a otra pregunta: ¿para qué le sirve al adolescente ir a la escuela? Más allá de los argumentos clásicos, como el ascensor social, que han quedado atrás, el gran reto es cómo conseguir que los adolescentes mantengan el deseo de saber y se hagan preguntas. Y además, el mercado acaba dominándolo todo e intenta que el grupo formado por los adolescentes simplemente consuma y no piense nada.
¿Se está convirtiendo la adolescencia en un nicho de mercado?
Sí. Acaba siéndolo. De hecho, las grandes multinacionales del consumo tienen la tesis de que si hacen de un adolescente un buen consumidor, lo mantendrán como tal a lo largo de toda la vida.
Los jóvenes actuales ya se han criado en un mundo digital. ¿Cómo debe la comunidad educativa actuar ante ese hecho?
Hoy, la forma en que piensa cualquier niño o niña medianamente inmerso en ese mundo, sus formas de razonar, no representan los patrones clásicos del pensamiento. Piensan virtualmente, con categorías que no son ni el tiempo ni el espacio. Es decir, las formas de razonar y comprender el mundo han cambiado sustancialmente. Hay que descubrir el proceso de razonamiento con el que llegan a asumir todo ese conocimiento.
¿Hay más grandes cambios debidos a esta inmersión en lo digital?
Otro de los grandes cambios es en el campo de la identidad. Nos preocupa que tengan amigos virtuales. Pero los buenos adolescentes tienen multiplicidad de amigos virtuales y presenciales, se mueven en redes diversas y alternan una cosa con la otra.
¿Debemos educar en la diferencia entre el mundo presencial y el virtual?
Sí. Más que nada hay que educar en que su identidad sea múltiple y que sus interacciones sean en lugares múltiples, como hacemos al decir que deben tener amigos con gustos diversos. Las dificultades aparecen cuando alguien solo es virtualmente, aunque a veces es una solución para algunos chavales que no eran ni virtualmente. Pero ser solo virtualmente es incompleto.
Usted diferencia entre estar conectado y estar disponible. ¿Puede explicar esa diferencia?
En la actualidad un adolescente no puede dejar de estar conectado. De hecho, cualquier programa para adolescentes y jóvenes debe tener wifi potente gratis. Estar conectado significa simplemente “yo sé que mis amigos saben que estoy y mis amigos saben que si quieren están”. Pero yo decido cómo gestiono esa conectividad.
¿Y hasta qué punto es eso importante para ellos?
Los adolescentes han interiorizado que su estado es estar conectado. Lo han interiorizado como un estado vital. Entonces tú no le puedes decir “ven aquí y desconecta”. Debes decir “ahora aparcas la conexión y experimentas otro tipo de experiencias y vivencias”. Porque lo que ha de aprender es que aunque estés conectado no siempre estás disponible. Deben aprender que su vida propia tiene valor, pero no sobre la base del concepto de conectar y desconectar.
¿Deberíamos dar una educación que les impulse en mayor medida a dejar a un lado las tecnologías?
Podríamos educarlos de otra manera. Pero creo que es mejor invertir los esfuerzos en que sea mejor ciudadano que no en otra cosa.
¿Cree que el fácil acceso a la pornografía hace necesaria una mejor y más temprana educación sexual?
Lo que no tiene sentido es darles educación sexual sin tener en cuenta que todos han visto vídeos porno. El riesgo de ver pornografía a estas edades es que crean e imaginen que la realidad de la sexualidad sea la que ven en el vídeo porno. El problema lo tiene quien no tenga otros estímulos que los del vídeo porno.
¿Estamos los adultos cada vez más lejos de los adolescentes?
Ese es un dilema eterno. El adolescente debe descubrir en los adultos dos cosas: primero que nos interesa su mundo y después han de vivir que verdaderamente nos preocupamos por su persona, no por los problemas que puedan tener en su historia. Los padres no se preocupan de la felicidad, solo se preocupan de las drogas, del sexo y de alguna otra cosa parecida. Entonces ellos piensan que los adultos no les pueden entender.
¿Y cómo hacemos eso?
Tan solo hay que hacer el ejercicio de escucharles, ver de qué hablan, utilizar parte de su lenguaje, hablarles de cosas que les preocupan a ellos y no de los temas que a ti te preocupan. Si no haces eso, construyen mundos paralelos a nosotros de los que no tenemos ni idea.
¿Cree que los adolescentes deben participar en más decisiones a nivel social y comunitario?
Sí. Pero los adultos tenemos primero que aceptar un principio: que tienen derecho a equivocarse. Si dejas decidir, has de asumir que no siempre decidirá como tú quieras. El problema no está en equivocarse, sino en llevarle a descubrir dónde está el error o qué costes ha tenido una experiencia o la otra.
Fuente entrevista: http://blog.tiching.com/jaume-funes-adolescente-no-puede-dejar-estar-conectado/