Por: Abelardo Carro Nava
En mi entrega de la semana pasada, hice alusión a la reforma a la educación normal que, según la Secretaría de Educación Pública (SEP), a través de la Dirección General de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), se está trabajando para ser implementada a la par del “nuevo” modelo educativo en este año. Mis propuestas fueron claras y concretas: a) realizar una investigación sobre el plan de estudios 2012 y el impacto de éste en las escuelas de educación básica para contar con elementos que favorezcan la toma de decisiones por parte de los “diseñadores” de la currícula y las autoridades educativas en esta “reforma”; b) el diseño de una currícula que no deje de lado la formación de docentes desde la pedagogía y la didáctica para favorecer la educación integral de los normalistas; c) una definición clara de la investigación e investigación educativa y que ésta se integre a la currícula en varios semestres con la intención de analizar y comprender los fenómenos educativos propios del campo; d) una estrecha vinculación con la educación básica desde los órganos administrativos federales hasta los locales, que permita favorecer la formación de los docentes.
Pues bien en esta ocasión, continuaré con el análisis de tan importante tema puesto que como sabemos, la heterogeneidad de las escuelas normales, es un hecho por demás evidente. Particularmente, me refiero a la connotación que han adquirido con el paso del tiempo las normales urbanas y las rurales. Ya no hablemos de las normales superiores, las beneméritas y centenarias, la nacional de maestros, o de otras instituciones que entran en este esquema, puesto que pienso, son dignas de abordar en otro momento.
Así, la complejidad de implementar una reforma a la educación normal, necesariamente tiene que pasar por este filtro, el análisis que nos significa la formación que se brinda en las normales rurales, dado que, aunque se encuentran en el mismo subsistema y prácticamente sus esquemas normativos son los mismos que las urbanas, sus estructuras organizativas varían considerablemente. ¿A qué me refiero? No precisamente al ámbito académico aunque éste está implícito, sino más bien, a la forma en las que éstas se han configurado a partir de su aparición en nuestro país.
Y es que al ser internados y tener un propósito claro y definido como lo es la formación de maestros y maestras para acceder a los espacios rurales y marginados en los que se encuentran las escuelas primarias, por ejemplo, el diseño curricular se antoja harto complejo. Esto, porque por más que se diga lo contrario, la desigualdad social que se vive en el país, justifica su existencia, no sólo de poco más de 15 normales rurales, sino de un número mayor de instituciones que posibiliten brindar una educación a los mexicanos que, por circunstancias conocidas, radican en los estados donde la pobreza, la desigualdad e injusticia social, duele y lastima el alma.
¿Por qué en la malla curricular y en el planteamiento de “armonización” que se está elaborando en las reuniones que la DGESPE ha sostenido con diversos docentes normalistas y que fue trabajada en noviembre del año pasado se soslayó este asunto?, ¿por qué considerar varios cursos relacionados con el inglés sin considerar que más de 55 millones de mexicanos viven en pobreza y pobreza extrema?, ¿acaso se piensa (como bien lo señaló Manuel Alberto Navarro Weckmann) que se formarán alumnos de nivel básico que, sin dejar de lado su estatus social, hablarán inglés para pedir limosna?
Preguntas simples, si usted quiere, pero con profundo significado dadas las condiciones por las que el país está atravesando en estos momentos.
Mi planteamiento es sencillo, se tiene que partir de la realidad (esa que a diario observamos los maestros en los distintos niveles educativos) y no obviando lo básico. Esto no significa, y vuelvo a insistir en ello, que no se tenga que reformar la educación normal. Es un asunto que debe ser tomado en cuenta, no a la ligera ni al cuarto para las doce, sino con toda la complejidad que el fenómeno encierra.
De manera concreta y aportando más elementos a los señalados al inicio de estas ideas:
- Se tiene que considerar el esquema organizativo de las normales rurales. Esto significa, no perder de vista su configuración como internado. Y no me refiero a la existencia de comités a través de los cuales, los estudiantes se han organizado para establecer una lucha que es legítima. Me refiero pues, a considerar que los normalistas viven en las escuelas normales. Que se entienda bien: viven en esas instituciones; lo cual se traduce, en identificar una forma de vida que implica la interacción diaria con el contexto escolar pero también, con sus iguales y con sus profesores. Aspecto fundamental para el desarrollo de los seres humanos que, en este caso, optaron por la docencia.
- El desarrollo de clubes contemplados en esa misma malla curricular; pues como sabemos, tiempos existen para que los alumnos se apropien de otros elementos que el deporte, la danza, la cultura o el mismo arte ofrece.
- La incorporación de talleres relacionados con el desarrollo de actividades que son propias del ejercicio docente en comunidades rurales o marginadas: cocina, carpintería, costura, entre otras. Esto no puede perderse de vista, porque si bien es cierto no forma parte de la curricula por el carácter académico de ésta, si es importante en la formación de los docentes que he mencionado. Importante es destacar que, actualmente, en varias normales rurales se brinda este tipo de formación, pero esto se ha logrado por la gestión que los mismos estudiantes han emprendido como parte de esa lucha que establecen en sus pliegos petitorios. Obviamente, muy pocos hablan de ello… muy poco se conoce al respecto.
Como podrá darse cuenta, parece ser sencillo el diseño curricular que pretende emprenderse para reformar la educación normal. Heterogénea como lo es, dicha reforma va más allá de lo pueda suceder entre cuatro paredes, por la ocurrencia de unos y las prisas de otros; porque si bien es cierto que la prioridad se centra en el ámbito académico, no puede ni debe dejarse de lado la formación integral de los futuros formadores o, acaso esta última idea, la de la formación integral de los alumnos, ¿no es la que priva en los discursos que a diario emiten las autoridades educativas?, ¿no acaso se pretende contar con los mejores maestros en el Sistema Educativo Mexicano?
Apostémole pues, a la educación normal rural, a esa que es tan necesaria e indispensable en un país tan vapuleado como el nuestro. No como un eslogan político, sino como un elemento fundamental para lograr el tan anhelado desarrollo educativo.
Culmino estas ideas, aludiendo a dos hechos importantes: Aún nos faltan 43 estudiantes normalistas y mi más sincera felicitación a la Normal de Tenería por sus 90 años de existencia.
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