La culta inteligencia y el analfabeta

Por: Rose Mary Hernández Román

No saber  leer y escribir es cuestión de oportunidades de vida, de esas posibilidades a las que no todos pueden llegar en un momento determinado para asistir a una escuela y así formarse en intelecto para el futuro. Vivir de  manera desprovista económicamente hacen la existencia  un sueño, cargado de ilusiones y que visiona la manera para dejar de ser analfabeta.  El analfabetismo tiene muchas presentaciones, el más dañino es el emocional, ese que vemos cuando al cerebro le falta corazón.

Son muchas las personas que ante ciertas circunstancias estrechas y, a pesar de ser hábiles en el dominio de múltiples competencias, disponen de un sinfín de títulos académicos,  hacen la misma gestión emocional, a tal punto que, se convierte en una cultura en grupos con tendencias  a romper con las conexiones sociales que deben predominar desde la inteligencia.

Los sabios han plasmado sus ideas para que en tiempo de luchas otrxs las asuman con o sin conciencia. El analfabeta desescolarizado en su lucha es quien hace real el sueño de los pensadores, influenciados por enfoques ideológicos, sociológicos, filosóficos e históricos de quienes planean la vida en control y dominio. Esto refleja una  característica propia de las sociedades sumisas, chocantes con la verdad que afecta los intereses de otros.

No es erróneo suponer que los analfabetos funcionales  son casi siempre los desocupados y excluidos de las grandes corrientes de economía y de tecnología moderna. Pero hay un analfabetismo que preocupa aún mucho más a la sociedad moderna, que se reproduce en profesionales que se muestran por desconocimiento y apatía en el aislamiento cultural y cívico. Un sentimiento muy propio de nuestra época, que dibuja frustración en cuanto a temas de orden educativo, económico, político, sociales…

Mi sueño es que   que  líderes de una Universidad muestren su culta inteligencia,  no sean analfabeta en ninguna dimensión y los exhortos a que deberían ser también los más evolucionados conscientemente; esto con el fin de que todos sus intereses y su energía estén canalizados en servir en todo su elemento a la  profesión que representan.  Lo más importante en este momento es regresar a nosotros mismos y adquirir un nuevo nivel de responsabilidad cívica en la comunidad donde nos desenvolvemos.

Vivan los profesores universitarios, viva la universidad. Vivan sus líderes y lideresas. Viva la Educación.

 

 

 

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Rose Mary Hernández Román

Venezolana. Docente-Investigadora de la Universidad "Rómulo Gallegos"- Venezuela.