Por: red.antropologiasdelsur
Frente a los devastadores incendios en la Amazonía, pulmón de América del Sur, la Red de Antropologías del Sur se suma a este documento redactado por el Dr. Marcelo Sarlingo, de la Universidad Nacional del Centro (UNICEN) de la Provincia de Buenos Aires, y suscrito por lxs colegas antropólogxs argentinxs de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNICEN, algunxs integrantes de la Red, con el propósito de llamar la atención sobre esta problemática ambiental que afectará el futuro de la región:
INVESTIGADORES Y DOCENTES UNIVERSITARIOS
El escenario actual que presentan los incendios de la floresta tropical del Amazonas es mucho más dramático que en todos los momentos anteriores de la historia de Sudamérica. El Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales brasileño ha detectado 78.883 focos de incendio solamente en el año 2019, situación que nunca se había producido con tanta intensidad. Emerge así una problemática mucho más profunda y compleja, cuya importancia impide la indiferencia y nos obliga, como antropólogos y antropólogas, a manifestar nuestra solidaridad con los grupos humanos que están siendo expulsados y arrasados de esta forma tan brutal. Porque el fuego no es solamente una amenaza para la riqueza biológica. Cuando se destruyen especies animales y vegetales de un ecosistema, también se destruyen las comunidades humanas que viven en él.
El ritmo de desforestación del Amazonas es de un campo de fútbol por minuto. El fuego incontrolado es usado como la principal tecnología de eliminación de la cubierta vegetal tropical, para luego utilizar el suelo en actividades ganaderas y mineras. No es algo reciente ni novedoso. La expansión de las culturas coloniales en Sudamérica sobre los espacios naturales se basa en la simplificación de la biodiversidad natural y es una dinámica que tiene miles de años. Incluso, en el siglo XVII y aún en el XIX, los gauchos pampeanos frecuentemente quemaban el pastizal reseco para facilitar sus actividades culturales. Y la expansión de la soja sobre el bosque nativo argentino en las provincias del norte, en las dos últimas décadas del siglo XX, se hizo utilizando el fuego como etapa inicial. Pero sucede que el ecosistema amazónico es la floresta tropical más importante del mundo en materia de beneficios ambientales regulatorios del clima mundial, de la humedad atmosférica y de los ciclos hidrológicos completos, del nivel de oxígeno y de infinitas variables continentales y regionales. Estructuralmente, una gran parte de la vida y la dinámica planetaria dependen de sus procesos de reproducción ecológica y de su productividad natural. Por esta razón se entiende claramente que la desforestación incontrolada y la quema de regiones enteras de este ecosistema sea un gravísimo problema a escala mundial. Y esta gravedad habilita a los poderes de diferentes países a posicionarse, opinar y reclamar acciones que cambien el actual curso de los procesos de destrucción masiva que se observan hoy. Porque la desaparición de los bosques amazónicos impactará gravemente en todos los rincones del planeta.
Territorialmente, el Amazonas es una región extraordinariamente compleja. Actualmente abarca siete millones de kilómetros cuadrados y comprende nueve países. Su diversidad biológica es increíble, muy difícil de dimensionar. Se calcula que la cantidad de árboles alcanza a 400 mil millones, y que hay una enorme cantidad de especies de aves, insectos y todo tipo de seres vivos aún sin incorporar a ninguna taxonomía moderna. Debido a esto, el descontrol de los incendios forestales no es un problema solamente brasileño. El uso del fuego se utiliza en otros países amazónicos, como en el Oriente boliviano y también en algunas regiones de Perú. En las últimas décadas son objetivos sectoriales de desarrollo económico privado los que impulsan estos procesos de reconversión de la selva en tierra agrícola. Los grandes terratenientes brasileños y los “fazendeiros” que pretenden expandir sus tierras cultivables, principalmente para incrementar sus plantaciones de soja, cuentan con la complacencia del actual gobierno nacional brasileño, que redujo el presupuesto de las políticas de control ambiental en un 95 % y ni siquiera se preocupó por monitorear la expansión del fuego. Esto facilitó el incremento exponencial de las prácticas de destrucción de la biodiversidad: los incendios se descontrolaron en cinco grandes estados (Mato Grosso del Sur, Rondonia, Pará, Acre y Río de Janeiro). Y los impactos ambientales de esta destrucción ya se comienzan a sentirse en todo el Cono Sur. Se calcula que en pocos días, las partículas del humo de los incendios arrastradas por el viento llegarán hasta Buenos Aires y a la llanura pampeana.
El drama humano actual es terrible. Partiendo de la base que la gran diversidad biológica del Amazonas tiene un correlato en el extraordinario mosaico sociocultural de los pueblos que la habitan, LOS ANTROPÓLOGOS Y LAS ANTROPÓLOGAS DE SUDAMÉRICA pensamos que es importante mirar más allá de la emergencia y reparar en que el Brasil moderno es un conglomerado heterogéneo de poblaciones de origen amerindio, europeo (mayoritariamente portugués, pero no únicamente) y africano, con una historia extraordinaria y dinámica. Esta historia produjo configuraciones culturales únicas, como la matriz afrobrasileña, originada en cuatro millones y medio de esclavos trasladados desde África como mano de obra en la producción de azúcar o cacao. Y por supuesto, también hay que resaltar el aporte de los pueblos de la floresta amazónica, en su mayoría nómades y adaptados a la fluctuación entre las tierras altas y la várzea (tierras bajas inundables), a quienes el positivismo europeo clasificó como más cercanos a la naturaleza dado el desarrollo extraordinario de sus estrategias adaptativas. Estas sociedades diversas, riquísimas en la complejidad de su articulación al mundo natural, trataron de mantener su identidad cultural, sus territorios y su identidad frente a la expansión europea. La mayoría de estos grupos étnicos no lo logró. Muchos desaparecieron, otros se integraron subordinadamente a la economía de plantaciones y a mediados del siglo XX importantes grupos étnicos fueron recluidos en reservas por las políticas desarrollistas de los sucesivos gobiernos nacionales brasileños. La explotación del caucho, la búsqueda de oro, las políticas de colonización territorial, fueron todos procesos de expoliación violenta de los espacios tribales. En 1961, el gobierno crea el Parque Nacional Xingú, para institucionalizar algún tipo de protección a grupos étnicos singulares, a quienes jurídicamente se los consideraba como objetos de tutela. Es decir, no se les reconocía ninguna autonomía sociocultural, y el Estado Nacional se adjudicaba la responsabilidad de tutelar, al igual que los adultos tutelan a los menores. A tal efecto se creó la FUNAI, la Fundación Nacional del Indígena, para administrar desde la esfera nacional la cultura y la vida de sociedades y grupos humanos a los que solamente se los pensaba como supervivencias de un pasado humano moralmente condenable por su salvajismo y su diferencia.
Los incendios actuales son solamente uno de tantos indicadores de los procesos de expoliación que en los últimos años se han descrito desde la Ecología Política. La dinámica trasnacional de la producción de commodities está traicionando la expansión sistémica de áreas cultivables y la presión productiva sobre los recursos naturales desplaza todo tipo de grupos humanos a las periferias pobres de las ciudades. En este sentido, descendientes de los pueblos de la floresta, campesinos y campesinas pobres expulsados/as y desplazados/as de sus tierras, pobres urbanos que subsisten como pueden en las favelas, y las víctimas de la violencia política provocada por los sicarios de las empresas privadas que persiguen a los líderes y lideresas ambientalistas, comparten un mismo destino de incertidumbre y escasez, de pérdida de identidad y de seguridad vital sobre su futuro. En tanto antropólogos y antropólogas sociales no queremos quedarnos solamente en la observación de procesos de cambio. Proponemos que se articulen acciones en todos los niveles, especialmente nacionales e internacionales, para que se cambie la política actual en estas temáticas.
Quienes adhieran a este documento, escrito por el Dr. Marcelo Sarlingo, de la Universidad Nacional del Centro (UNICEN) de la Provincia de Buenos Aires, les solicitamos que lo firmen y digan la institución que trabajan o representan. Luego enviarlo a los siguientes correos electrónicos: miguelmugueta@yahoo.com.ar y redantropologiasdelsur.vzla@gmail.com. Gracias.
Dr. Marcelo Sarlingo (FACSO, UNICEN, Argentina)
Dr. Miguel Mugueta (FACSO, UNICEN, Argentina)
Dr. Mariano Ramos (UNLu, Dto de Cs Ss, PROHAREP)
Dr. Horacio Sabarots (UBA, UNICEN, Argentina)
Dra. Gabriela Brook (FACSO, UNICEN, Argentina))
Lic. Jorge Arabito (FACSO, UNICEN, Argentina)
Lic. Marina Schucky (FACSO, UNICEN, Argentina)
Dra. Matilde Lanza (UNLu, UBA, Argentina)
Dr. Juan Matta (FACSO, UNICEN, Argentina)
Dr Emiliano Fittipaldi (Universidad de Napoles, Italia)
Leo Yunguer (Tesista UNICEN, Argentina)
Dr. Carlos Paz (FACSO, UNICEN, ARGENTINA)
Lic. Ludmila Adad (FACSO, UNICEN, Argentina)
Dra. Alicia Villafañe (FACSO, UNICEN, Argentina)
Jhonny Batista Mora (UNLA, Venezuela)
Dr. Rafael Curtoni (CONICET, FACSO, UNICEN, ARGENTINA).
Lic. Marcela Guerci (FACSO, UNICEN, Argentina)
Lic. María E. Peltzer (UNLP, Argentina)
Lic. Sandra Adam (antropóloga, UNICEN/UNLP, Argentina)
Jonatan Pinelli (tesista Antropología, UNICEN, Argentina)
Dr. Marcelo Gandini (ecólogo, UNCPBA, Argentina)
Prof. Dante Lartirigoyen (Docente, Dpto. Comunicación Social, FACSO, UNICEN, Argentina)
Kalil Abu-Qalbein Koda (tesista Antropología, UACh, Chile)
Red de Antropologías del Sur (Venezuela, Colombia y Argentina. Página web: http://red.antropologiasdelsur.org.ve/)
Claudia María Cóceres (antropóloga, UBA, Argentina)
Prof. Alí Marcano (coordinador CIM-Capítulo Sucre, Venezuela)
Carlos Vilatte (Agronomía, UNICEN, Argentina)
Lic. Silvia Boggi (antropóloga, comunicadora social, UNICEN, Argentina)
*Fuente: http://red.antropologiasdelsur.org.ve/archives/853