Asia/Yemen/25 Julio 2019/Fuente: El país
La guerra, el hambre y el analfabetismo influyen en el aumento de los casamientos tempranos en el país, donde el 72% de las niñas están enlazadas antes de los 18
Faten Al Osimi empieza el día en la ciudad yemení de Saná a las cinco de la madrugada. Su primera tarea es revisar que los desayunos para las niñas estén listos: pan, queso, huevos duros, atún, fruta y leche. Otras dos personas ya han limpiado la naranjas para evitar el cólera, hervido los huevos y se encargarán de llevarlo todo a las dos escuelas situadas en la capital yemení antes de que empiecen las clases. Esta joven licenciada en Matemáticas empieza entonces su jornada laboral hasta mediodía, y por la tarde acude a su segundo trabajo en el departamento de arte de la universidad. Si no tiene clase, se encarga de comprar y preparar las cajas de alimentos para más de 300 familias que con ello podrán subsistir durante un mes. Con la ayuda de Alí, lo cargan en un pequeño autobús que han acondicionado para llamar la atención lo menos posible y se dirigen a hacer el reparto. Otros días, visita dos campos de refugiados en el norte del país para controlar que se llenan los depósitos de agua que han instalado.
Su vida hubiera sido distinta, pero a esta joven yemení de 32 años la guerra le cambió los planes. A ella, como a millones de personas de este país situado al sur de la península de Arabia, un conflicto muy cruento que va por su quinto año puso en suspense sus vidas y las ha quebrado para siempre. “Después del inicio de la guerra, nuestra vida dio un giro de 180º y empezamos a ver solo sangre. Bombardeaban en todos los sitios y fuimos olvidando todas las cosas divertidas que solíamos hacer antes. Nos bombardeaban sin motivo, cerca de los barrios donde viven muchas familias. Nosotros estábamos en paz, y nos la quitaron”, cuenta Al Osimi por mensajes telefónicos desde Yemen.
Muy lejano queda ya aquel día, dos meses antes del estallido del conflicto el 26 de marzo 2015, en el que cuando celebraba su cumpleaños con amigos en la terraza de un hotel en la capital yemení conoció a la española Eva Erill. Esta psicóloga ligada al mundo de la ayuda humanitaria internacional y viajera empedernida encontró en Yemen ese lugar que tanto había buscado. “Yo salí de Yemen dos meses antes que estallara el conflicto. Cuando en redes sociales todos mis amigos yemeníes colgaban fotos de gatitos porque estaban muertos de miedo, Faten denunciaba la situación que estaban sufriendo. Un día ella me preguntó si podíamos hacer algo por su país porque la gente estaba pasando hambre”, recuerda Erill en una entrevista por videollamada desde Barcelona, donde reside. Esa pregunta fue el germen de la ONG Solidarios sin Fronteras, fundada por Al Osimi junto a las españolas Eva Erill y Noelia Ruiz, cuyo trabajo se desarrolla en Yemen desde 2015.
Cuatro años de conflicto han pasado una factura muy alta en Yemen: hasta 70.000 civiles muertos, tres millones de personas desplazadas y miles de vidas rotas. La guerra, el hambre y el analfabetismo son culpables de que el matrimonio infantil haya condenado a muchas menores a convertirse en esposas demasiado pronto. Las cifras se han disparado del 17,1% en 2013, según datos del Gobierno yemení, al 72% en 2018 según Unicef. Hace un año, una profesora alertó a Al Osimi de que cada vez las familias sacaban a más niñas de la escuela. Casi 120 menores en ese momento dejaron de acudir a clase. “Cuando las niñas dejan de ir a la escuela, a los 12 o 13 años, las casan directamente. Muchas tienen que trasladarse desde Saná a un poblado, para vivir en una casa y con una familia que no conocen. Serán esclavas, abusarán de ellas y se quedarán embarazadas muy jóvenes. Es una situación terrible”, explica Al Osimi.
Contra esto, la receta de estas tres mujeres han sido 1.065 desayunos que se reparten cada día en dos escuelas de la capital yemení. “Sabemos que por un desayuno no van a dejar de darlas en matrimonio, pero la realidad es que están todas, que ninguna falta al colegio. Es un desayuno completo con vitaminas, proteínas e hidratos que no puede sustituir a una comida pero les ayuda mucho. Si la familia encuentra una vía para que las niñas estén alimentadas, no las casan. Está funcionando”, reconoce Erill. Una labor a la que no hay que quitar ni un ápice de gesta ya que en muchas ocasiones es la única comida que muchas de ellas reciben a diario en un país colapsado y bloqueado al mundo exterior, asediado por los bombardeos y donde se mantiene cerrado el puerto de Hodeida, principal entrada de alimentos, combustible, medicinas y ayuda humanitaria que importa Yemen.
“Cuando una familia no tiene dinero, el matrimonio infantil es una de las opciones por las que optan, porque ven que será una boca menos que alimentar. Son personas sin formación que no tienen nada y a las que les ofrecen una o dos cabras y hasta 2.000 dólares por casar a la menor”, apunta Erill. En Yemen, alrededor del 70 % de la población padece inseguridad alimentaria y 450.000 niños menores de cinco años sufren malnutrición aguda grave. La pobreza, el analfabetismo, la tradición y la guerra han condenado a muchas niñas a convertirse en esposas. “Yo les digo a los padres que nosotras les daremos comida pero que ellos deben traerlas todos los días para que no dejen de estudiar. Les insisto en lo importante que es esto para el futuro de sus hijas”, relata la joven yemení.
Desde que empezaron a dar desayunos cada mañana en ambas escuelas, ninguna niña ha faltado a clase. En las fotos y vídeos que Al Osimi envía cada noche vía Whatsapp desde Saná a Barcelona el rostro de las menores ha cambiado. A pesar de la guerra, las sonrisas y los juegos llenan las aulas de nuevo y ellas han vuelto a ser, simplemente, niñas.
Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/07/18/planeta_futuro/1563471872_954894.html