Por: Dolores Álvarez.
En todas sus obras encontramos la constante del respeto por la diversidad, por la inclusión, por la atención a las personas como tales, por justicia social, en respeto a los derechos humanos. Así lo vimos en “Fracaso escolar y desventaja socio cultural” y también en “Reconocer la diversidad” , al igual que la obra que ahora nos ocupa de Ignacio Calderón Almendros.
Una escuela inclusiva, planteamiento de la UNESCO desde 1994, exige un replanteamiento de sus leyes, de la sociedad civil, de la cultura de los centros educativos, del profesorado, de las familias… debemos exigir que esa educación sea un camino hacia la transformación de las personas en sus aspectos emocionales, sociales, afectivos…
Esta investigación se realiza en los años en que se reconocía la integración pero la inclusión (en España) estaba naciendo en la mayoría de los centros, aunque yo creo que en algunos se encuentra aún en el seno materno porque siguen sin evolucionar. Es difícil que se reconozcan las NEP (Necesidades Educativas Personales) de cada una de los estudiantes que tenemos en el aula, que se les reconozca su capacidad de aprender, que se le incluya en la sociedad como miembros de pleno derecho, a los que la institución escolar tiene que dar respuesta con expectativas de futuro para un desarrollo en la sociedad adulta.
“Los niños y los jóvenes con necesidades educativas especiales tienen que tener acceso a las escuelas ordinarias, las cuales deberán incluirlos en el marco de una pedagogía centrada en el niño y con la capacidad para dar respuesta a sus necesidades”. (Unesco, Salamanca 1994)
“Este libro es una narración reflexionada sobre la experiencia de Rafael Calderón Almendros —primer español con síndrome de Down que obtiene el grado profesional de Música— y su familia en la confrontación con la institución escolar en la que terminaba la Educación Secundaria Obligatoria. Después de una prolongada vida escolar de Rafael en el centro, la institución pierde el sentido de la educación que ofrece y niega derechos al alumno valiéndose de estrategias segregadoras soterradas que, respaldadas por la legitimidad de la institución y sus profesionales, son difícilmente combatibles. A pesar de ello, la familia —embarcada en un proceso de investigación-acción con la colaboración de otros profesionales de la educación— emprende una lucha pedagógica que apuesta por el reconocimiento de los aprendizajes del alumno. Aquí reside la fuerza de la investigación: los análisis críticos nacen de las vivencias de uno de los grupos más oprimidos (las personas con hándicap) y se trata de una realidad rigurosamente registrada.
Desde una perspectiva inclusiva, comprometida y radical, el texto presenta un importante potencial contrahegemónico, ya que los hechos posteriores han avalado la perspectiva inclusiva de la familia: Rafael aprobó la ESO, el Bachillerato y los diez cursos de los grados elemental y profesional de Música. Obtuvo por ello la Medalla de Oro al Mérito en la Educación de Andalucía. Admitido en la prestigiosa Academia de Estudios Orquestales Barenboim-Said y esponsorizado por la marca internacional de instrumentos musicales Yamaha y estudiante del grado superior de Música, Rafael ya no tiene que demostrar nada.
Es hoy un argumento vivo que cuestiona muchas de las habituales prácticas escolares y nos impulsa a repensar el compromiso de los educadores en la estimulación de la participación de toda la comunidad escolar, en el fomento de la autonomía del alumnado y en el reconocimiento de los demás en sus derechos humanos y sociales”. (Autores)
Ignacio Calderón Almendros es profesor de Teoría de la Educación en la Universidad de Málaga. Investiga la diversidad y los procesos de exclusión e inclusión educativa para contribuir a que la escuela sirva a todas las personas.
Sabina Habegger Lardoeyt es maestra en Audición y Lenguaje, licenciada en Psicopedagogía y doctora por la Universidad de Málaga. Los últimos años se ha dedicado a la participación ciudadana y a proyectos de carácter local, social y educativo. Actualmente trabaja en Argentina como jefa de Departamento del presupuesto participativo de Zárate (Buenos Aires)
Este libro es una verdadera lección de lo que es la INCLUSIÓN, del camino a seguir en la lucha por los derechos con las personas con hándicaps o diversidad funcional. Es una lección completa en la que toda la familia lucha porque se respeten los derechos de su hijo, porque se lo merece, por justicia, porque no es un regalo ni nada parecido, porque la capacidad de desarrollo de cada persona se debe fomentar en la casa familiar y evidentemente, en la organización escolar.
La institución escolar no puede ser excluyente con ninguna persona, debe potenciar sus capacidades, no debe hacer apartados en los que la diferencia sea determinante solo de acogimiento. El alumnado debe estar en su clase correspondiente y a ella deben acudir los apoyos que fuesen necesarios, de esta forma fomentaremos la inclusión y no la segregeción.
Para las personas que nos gusta leer de educación esta obra es un verdadero tratado de formación, pormenorizado y justificado de por qué hay que incluir y no excluir las diferencias. “Lo que aquí nos muestran sus autores son hechos reales, sentimientos, preocupaciones, inquietudes, afanes, disfrutes, valores, frustaciones y triunfos vividos en el día a día, que son creíbles porque son reales (no es un relato hecho a la medida de las teorías)” (De la Rosa)
La investigación-acción parte de la insatisfacción de una experiencia educativa que hay que indagar para su mejora y para que con ella la propia institución escolar salga beneficiada. Así nos lo encontramos con el caso de Rafael que se encontró en un momento de su vida escolar que fue rechazado por su síndrome y a lo cual la familia no se mostró indiferente, de esta forma se explica con todo los detalles el camino recorrido para que la propia institución reconozca su capacidad de engrandecerse como persona. “El informe que en su día le dieron al alumno Rafael se basaba en un paradigma deficitario que rebajaba las expectativas que en él se depositaron, se le tachó de incapaz y, como consecuencia, se disminuía su desarrollo”
El contrainforme psicopedagógico que presenta la familia es una verdadera joya de la pedagogía inclusiva, algo de lo que podemos aprender los docentes y las familias para que nuestro alumnado sea respetado en toda su integridad. Se trata de valorar lo que va avanzando en su aprendizaje, no lo que no sabe hacer con respecto al currículum oficial. Hay que poner el énfasis en lo que aprende, no en lo que no sabe hacer, así de simple, así es como la institución puede ayudar a las personas y no ser rompedora de las expectativas.
Rafael concluyó el Bachillerato de Música y ha conseguido su sueño de ser músico. Allí se ha sentido querido y comprendido y ha ido creciendo según sus posibilidades. El mundo educativo debe aprender de esta organización en la que hay muchos alumnos y alumnas y en las que se mezclan edades y cada uno va avanzando, creando expectativas de futuro en este campo.
Libro muy recomendable para los docentes de todas las etapas, para las familias y para cualquier agente educativo que quiera transformar y mejorar la sociedad, considerando que la inclusión es justa y necesaria para el desarrollo de toda la comunidad.
“En definitiva hay que repensar y reestructurar la naturaleza del trabajo docente, que podría reconstruirse apoyándose en las perspectivas de los menos favorecidos, en los que hay que creer, potenciar sus capacidades, fomentar el rol de sujetos protagonistas de su historia que ayude a la transformación de los rasgos opresivos que atentan contra ellos y los otros colectivos o individualidades… Pero sobre todo, tenemos que aprender de ellos”.
Documental basado en el libro: