América Central/El Salvador/25-06-2021/Autor(a): Jonatan Funes/Fuente: www.elsalvador.com
La Ley de la Carrera Docente establece que los profesores tienen prohibido “usar el local de los centros educativos para vivienda o actividades no propias de la enseñanza, sin la autorización correspondiente”. Sin embargo, la realidad de los docentes rurales es otra.
Ana Mirian Durán Valdez de 44 años, profesora del Centro Escolar Chilin de Argueta siempre en cantón la Joya de Masahuat. Ella, aparte de ser directora y profesora, es madre y le toca dormir con su hijo de tres años en la escuela. Tiene 19 años siendo docente y 17 trabajando en la institución. Foto EDH/ Jonatan Funes
Julia Maribel Rosales Aguilar tiene 46 años, de los que ha entregado 12 a la docencia. Es directora y profesora del Centro Escolar Caserío El Rodeo, cantón La Joya de Masahuat, Santa Ana. Su rutina es levantarse a las 5:30 de la mañana, bañarse con agua de una pila al aire libre y alistarse porque sus alumnos llegan a las siete. En su turno como docente, atiende a niños de parvularia a sexto grado, hasta las 12 del medio día.
Luego pasa atender las labores administrativas en la dirección, la que se convierte de noche en su habitación, ya que por el difícil acceso al lugar le toca quedarse a dormir ahí, de lunes a jueves.
Esto pasa a pesar de que la Ley de la Carrera Docente, en el artículo 32 numeral 8, prohíbe a los maestros usar las instalaciones como viviendas. Su cama es una pequeña y desgastada colchoneta que la separa del suelo por apenas cinco centímetros. Se ha acostumbrado a dormir entre la papelería, artículos, estantes, escritorio, y otros objetos que mantiene en la dirección. Aguilar tiene ocho años de trabajar y vivir en esta situación. “Vine aquí a este centro educativo en el 2013, no había ni luz y me sentía bien triste de ver la situación en la que yo vine a dar, pero me fui acostumbrado, me fui adaptando a esta vida. Aquí paso el mayor tiempo, casi toda la ropa la tengo aquí guardada, mi cocina para hacer mis alimentos, mi camita que no es una cama sino una colchoneta, porque ya ni me cabe en la dirección”, expresó la profesora.
El único medio para llegar a esta escuela es en motocicleta, pick up, camión o en la mayoría de los casos, a pie. Al casco urbano de Masahuat llega el transporte público sin ningún problema; pero para llegar al cantón La Joya son 15 kilómetros viajando en pick up y caminando son tres horas, asegura la docente. Aunque ahora ella prefiere pagar el viaje en moto. Su gasto semanal, solo en transporte, ida y vuelta, son 25 dólares.
Algunos cantones están divididos por el río Lempa, tal es el caso del cantón Honduritas: para llegar al lugar hay que cruzar a pie un puente, o ingresar por Texistepeque. Aquí trabaja Blanca Isabel Espinoza Alvira, de 64 años. Ha sido maestra por 16 años en el Centro Escolar Cantón Honduritas. A pesar de que hay varios maestros, Alvira es la única que se queda a dormir en un pequeño cuarto cerca de la escuela, por el que paga 10 dólares al mes. Su habitación es oscura, sus paredes aun no reciben una mano de pintura, pero tiene una cama con un petate, una banca, una silla y un mosquitero.
También una bolsa negra que cuelga de un clavo con su ropa. “en El cuarto donde vivo casi no tengo nada, solo la cama, una silla y los objetos personales. De ahí la ropa como no queda tiempo de lavar y planchar me la llevo otra vez” cuando regresa a su casa, explicó la docente.
En la escuela Chilín de Argueta
En esta misma condición se encuentran los docentes de las escuelas de los caseríos aledaños, tal es el caso de Ana Mirian Durán Valdez, de 44 años, profesora del Centro Escolar Chilín de Argueta, siempre en cantón La Joya de Masahuat. Ella, aparte de ser directora y profesora, es madre y le toca dormir con su hijo de tres años en la escuela. Tiene 19 años siendo docente y 17 trabajando en esta institución.
Su dormitorio es un salón donde no entra mucha luz, tiene dos camas artesanales, mejor conocidas como “cuja”, un televisor viejo, ropa, comida, un escritorio y fotografías de su niño en la pared. Aquí no hay señal de internet, tampoco de teléfono; para poder hacer una llamada con su celular debe salir de la escuela y caminar hasta una ceiba. Aunque Valdez y su hijo no son los únicos que se quedan, también corre con la misma suerte el profesor Henry de Jesús Aguilar López, de 45 años, quien duerme en el salón contiguo. Él tiene solo una pequeña y delgada colchoneta que lo separa de dormir en el suelo.
Ambos hacen de la escuela su casa de domingo a viernes hasta el medio día, luego se retiran a ver a sus familias, y en un parpadeo, el domingo por la mañana, hay que regresar, ya que no pueden arriesgarse a hacerlo hasta el lunes, por la falta de transporte. De igual forma pagan motocicletas para su viaje, de lo contrario les tocaría caminar por veredas para hacer más corto el camino, aunque esto equivale a cinco horas. “Haciendo el presupuesto sin comer, me viene saliendo nueve dólares solo de transporte. La moto me quita 6, y al final ida y vuelta 18 dólares”, explicó el profesor López.
Lo más difícil de trabajar y vivir en estas condiciones es no encontrar algo de comer en las tiendas, por lo que prefieren traer toda la alimentación desde su casa, sobre todo aquellos alimentos no perecederos. Otro de los problemas es la falta de agua potable, en la escuela solo llega algunos días, por lo que la almacenan en barriles. El baño es de uso general, de regadera utilizan unas láminas oxidadas como pared, con un trapo sucio que simula la puerta.
“Lo que me ata son los años que tengo de estar aquí y ya quizás se volvió una costumbre de estar en estos lugares, de dejar a su familia y venirse para acá. Las condiciones igual, hay que traer la comida, las cositas, porque sino no hay nada por estos lugares. Uno se enamora del lugar donde trabaja y vive”, expresó la maestra, sobre las razones que le llevan a vivir y trabajar en estas condiciones.
En el cantón La Ruda, siempre en Masahuat, Santa Ana, esta el Centro Escolar Caserío Carrizal, donde se hospeda el profesor Edwin Oswaldo Grijalva Pineda, de 43 años, quien trabaja ahí desde hace 12 años. Es director y profesor con especialidad en lenguaje y literatura, atiende a estudiantes desde preparatoria hasta noveno grado.
Su espacio para cocinar, descansar y dormir lo tiene en la dirección. Tiene una pequeña cama, una diminuta cocina y pequeñísimas imágenes religiosas pegadas en la pared. Como muchos, ya esta acostumbrado a vivir en este lugar y al no tener internet, señal de teléfono, televisión ni radio, trata de utilizar el escaso tiempo que le queda en aprender otro idioma. “En mi tiempo libre lo que hago es leer, ya que aquí no queda mucho por la actividad. Leer y practicar, porque si se fija no hay mucho que hacer. A veces salgo a las casas pero es bien raro porque normalmente paso aquí”, comentó sobre su diario vivir.
Masahuat tiene una población de 3, 393 habitantes, consta de cinco cantones y 38 caseríos, limita al norte con Santa Rosa Guachipilín, al este con Nueva Concepción de Chalatenango, al sur con Texitepeque y al oeste con Metapán.
La tristeza de la maestra Norma en Sensuntepeque
Norma Hernández, quien es docente en el Centro Escolar Cantón San Gregorio, Sensuntepeque, lamenta que hacer tantos sacrificios como dejar a su hijo y a su familia por dedicarse a su trabajo no sea recompensando con una plaza estable, debido a que ella cubre un interinato por un año.
“Todos los alumnos de acá son como mis hijos pero realmente es bien difícil no tener a mi propio hijo conmigo”, aseguró. La pequeña escuela del cantón San Gregorio es un claro ejemplo de esta situación. Ninguno de los tres docentes tiene una plaza fija, sin embargo desde hace casi tres años han dedicado días completos a cuidar de la escuela y de sus alumnos. El tema de los interinatos mantiene a los docentes con la zozobra y la incertidumbre de cuánto tiempo van a estar sin estabilidad laboral.
El profesor David Castellanos tuvo que esperar tres años para obtener una plaza como interino siempre en la escuela del cantón San Gregorio. Su especialidad es el idioma inglés pero imparte clases de lenguaje, matemática y ese idioma a los alumnos en aulas fusionadas.
“Hay unos pequeños vacíos de parte del docente porque no está preparado para eso, mientras que si yo estuviese solo en el área de inglés me desenvolviera mucho mejor en esa área”, recalcó.
La directora interina Patricia García cuenta que desde hace tres años ninguna de las plazas de ese centro educativo ha sido habilitada para aplicar a modalidad fija y que debido a las disminuciones en las matrículas el personal también ha sido recortado. Según la mayoría de maestros entrevistados, la baja matrícula se debe a la migración de la población a la ciudad o incluso a otros países.
Los profesores David Castellanos, Patricia García y Norma Hernández se enfrentarán a la posibilidad de perder su empleo, al acabar el periodo de interinato, y tener que abandonar el que durante varios años se ha convertido en su hogar.