De Cristina Pedroche a Carolina Bescansa
María Acaso
Estos últimos meses los medios de comunicación y por consecuencia directa, la sociedad civil, han tenido muy en cuenta tres imágenes. En la primera de ellas la presentadora Cristina Pedroche anunció las campanadas de fin de año con un vestido semitransparente que se convirtió en la noticia más comentada del inicio del año. En la segunda imagen, la diputada de Podemos Carolina Bescansa dio un golpe de efecto que revolucionó el congreso al ejercer su puesto profesional acompañada por su hija de pocos meses. Y en la tercera imagen, generada la semana pasada, el torero Francisco Rivera ha ocupado artículos y debates al publicar desde su cuenta de Instagram una foto con su hija de cinco meses en brazos pero en una postura bastante diferente a la de Bescansa, porque en vez de figurar sentado aparece de pie y no haciendo cualquier cosa sino toreando.
Las imágenes de Cristina Pedroche con su vestido de fiesta y la de Francisco Rivera con su hija y su toro, son imágenes que (al margen de su pertinencia y de otros factores en los que no voy a meterme a discutir en este texto) transmiten un tipo de mensaje muy profundo desde su aparente frivolidad. Representan el epítome de la feminidad y la masculinidad del siglo XXI, en el primer caso ligado a la condición de las mujeres como objetos sexuales y en el segundo ligado a la condición de los hombres como “protectores” de sus familias, como si estas familias estuviesen siempre en peligro, fuesen incapaces de actuar por sí mismas y necesitasen siempre de la figura insustituible del macho alfa salvador de turno. Es decir, ambas son imágenes que tienen como objetivo mantener un orden social establecido desde lógicas inmovilistas que pretenden mantener un status quo determinado.
Por el contrario, la imagen de Carolina Bescansa lo que intenta precisamente es desregular el status quo. De manera paradójica, las fotos de Bescansa (que representan una vez más la figura clásica de “la madre con el niño”), resultan increíblemente subversivas al situar esta representación en un contexto donde nunca estas imágenes han sido puestas en escena: el congreso de los diputados y su halo de profesionalidad. Precisamente la introducción en un contexto profesional y masculino del apego, la ternura y la lactancia, resulta altamente subversivo lo que convierte la representación de Bescansa en una imagen “progresista” que pretende dar la vuelta al orden social establecido y denunciar la crianza sin apego como un mal mayor de nuestra sociedad.
Pues bien, estas tres imágenes tienen importantes consecuencias en nuestras vidas y nos afectan de manera directa porque la imágenes no solo relatan o dicen mensajes, sino que las imágenes hacen: nos hacen sentirnos mal, nos hacen ir al gimnasio, nos hacen enfadarnos con nuestra pareja porque no cumple las expectativas visuales que deseamos, nos hacen odiar, gritar y fundamentalmente, nos hacen comprar. Y siento decir que SÍ, que tanto Cristina Pedroche, como Francisco Rivera como Carolina Bescansa son responsables de dichas consecuencias, porque sus respectivas condiciones de figuras públicas les debería obligar a repensar la potencialidad de sus representaciones, que es una potencialidad extrema.
Por supuesto que Cristina Pedroche es responsable del retroceso de la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres y que sucesos como el que esta señora encarna tienen que ver con que las relaciones entre adolescentes reproduzcan estructuras increíblemente machistas en las que las figuras femeninas no tienen otro rol que el de ser el objeto del placer del otro. Por supuesto que es responsable del aumento de los procesos de cosificación del cuerpo femenino que preceden de manera directa a los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas, porque cuando se entiende el cuerpo femenino como un objeto, podemos hacer con este objeto lo que se nos antoje.
Por supuesto que Francisco Rivera es responsable de losdesgraciadamente frecuentes suicidios de preadolescentes que no encajan en el modelo hegemónico de hombría, porque cuando este señor replica que está “protegiendo a su hija”, renueva el imaginario caduco que nos dice que la función de los “hombres” es proteger a sus familias y que, por lo tanto, ellos mismos no pueden ser frágiles (en este punto me viene a la cabeza el término de “hombre blandengue” desarrollado por el Fary en los años 80https://www.youtube.com/watch?v=M8xfzsjB2jI). Esta imagen tiene como consecuencia directa que todos los hombres que ansían ser protegidos se sientan fuera de lugar porque esta y otras muchas imágenes les impiden ser blandos, quebradizos y flojos.
Y por supuesto que Carolina Bescansa es responsable de que por fin en este país se ponga encima de la mesa la problemática de la crianza sin apego y que más y más mujeres acudan a sus lugares de trabajo con sus hijos pegados a sus cuerpos. La imagen de Bescansa nos obliga a reflexionar sobre el enorme problema que tenemos en España de que muchos niños y niñas se escolaricen desde los cuatro meses de vida y pasen ocho horas abandonados en lugares donde quizás les cambien los pañales y les alimenten, pero es muy improbable que les den las relaciones de afectos que un recién nacido necesita para sobrevivir más allá de la mera supervivencia biológica.
Por todas estas razones es necesario gritar en voz alta que TODAS LAS IMÁGENES TIENEN CONSECUENCIAS, consecuencias tan importantes como ganar una guerra (así se ganó la guerra fría con la imagen de El Hombre Norteamericano pisando la luna), como justificar otra (pensemos en este momento en las espectaculares imágenes de la caída de las Torres Gemelas), como contribuir el aumento de las muertes por violencia de género. Las imágenes son símbolos que nos performan, que producen cambios en nuestra manera de entender la vida y de vivirla y son especialmente potentes las imágenes mainstream, esas que se repiten al ritmo machacón del entretenimiento, la publicidad y la replicabilidad de las redes sociales, esas que se convierten en norma estableciendo modelos de pensamiento, modelos políticos y modelos de vida.
Y todas y todos sabemos por qué esto ocurre. Y ocurre porque nadie nos ha enseñado a mirar las imágenes. El problema fundamental de la potencialidad de los mundos visuales que nos rodean consiste en cómo los consumimos, porque los consumimos de manera directa y sin trabas…, porque son muy pocas las personas que desarrollan una visión crítica sobre las imágenes. Por esta razón sostengo que la potencia profundamente política de todas estas imágenes, así como su poder transformador de la sociedad, se desarticularía dando lugar a una sociedad diferente si aprender a mirar fuese considerada como una competencia básica para el mundo que tenemos, y para el que nos espera.
Una competencia que situase a Pedroche en el centro mediático, pero para denunciar la cosificación y que, precisamente por la exacerbada crueldad de su vestido, sirviese para denunciar los lugares donde no queremos estar muchas mujeres. Una competencia que situase a Rivera en el centro de la revisión de los estereotipos de género, haciendo posibles otras masculinidades, otras posturas, otros gestos desde construir alternativas al modelo hegemónico masculino. Y una competencia que situase a Bescansa en el centro del análisis de la institución familiar y de los modelos de crianza donde las madres y los padres se ven obligados a renunciar a permanecer con sus hijos recién nacidos por las lógicas capitalistas que infectan nuestro día a día.
Las asignaturas y competencias relacionadas con desarrollar la capacidad crítica ante los mundos visuales que nos rodean nunca han sido tan necesarias, porque nunca antes han existido tantas imágenes en nuestras vidas y nunca antes su poder transformador ha sido tan fuerte. Y es que si queremos que dicho poder convierta al mundo en un lugar más simétrico, debemos potenciar la educación artística como una de las áreas de trabajo principales en la educación que queremos crear, solo así seremos capaces de pararnos a pensar y decidir por nosotros mismos lo que las imágenes pueden o no pueden hacer con nosotros.
* este texto va acompañado de las tres imágenes de las que el mismo texto parte y de las imagenes de diferentes artistas contemporáneos en un intento por demostrar las diferentes consecuencias entre los macro y los micro relatos
Fuente: http://www.mariaacaso.es/de-cristina-pedroche-a-carolina-bescansa-aprender-a-mirar-como-competencia-basica-del-siglo-xxi/#more-1611