América del Sur/Venezuela/12 de Agosto de 2016/Autor: Fernando Bossi/Fuente: Aporrea
La lucha contra el imperialismo, en pos de la liberación nacional y social de los países oprimidos, es una tarea que sólo se puede llevar con éxito si se cuenta, entre otras cosas, con la mayor unidad posible de todos los perjudicados con el modelo de dependencia, vale decir, con la unidad del pueblo en lucha por la liberación nacional y social.
Esto significa intentar aislar al máximo al bloque de clases beneficiarias de la condición de país oprimido. Ese bloque explotador, por intereses materiales concretos, no llega –tanto en Venezuela y como en el resto de los países de Nuestra América– a más del 2 ó 3 % de la población. Ahora, por intereses de carácter no material, ya sea por penetración cultural, enajenación, falsa conciencia, colonización ideológica o despolitización, el porcentaje se puede elevar a cifras mayores, hasta llegar –en momentos determinados y bajo circunstancias puntuales– a superar la mayoría. Por ello, la batalla cultural, ideológica, de conciencia, reviste carácter estratégico.
Por un lado la Patria, por otro lado el imperialismo –la «No Patria», la dependencia, el coloniaje–. Esa es la contradicción principal en los países sometidos a la expoliación imperialista. Por eso Chávez, en su oportunidad, señaló claramente: «Los que quieran Patria, vengan conmigo». Polarizaba así la sociedad sobre los dos extremos de la contradicción principal. Sobre estos parámetros es que también se da la batalla cultural.
En estos últimos tiempos, estamos observando, con profunda preocupación, cómo el enemigo principal nos ha venido ganando en este terreno de combate. El triunfo del cipayo Mauricio Macri en Argentina, la derrota electoral del chavismo el 6 de diciembre pasado en Venezuela y el resultado adverso para Evo Morales en el referendo de febrero, son testimonios irrefutables de tal situación. A esto, se suma ahora lo que está aconteciendo en Brasil con la presidenta Dilma Rousseff.
Lo concreto es que vemos, cada vez más, a los pobres en general –trabajadores, pequeña burguesía, campesinos, pueblo liso y llano– adhiriendo activa o pasivamente a quienes, a la hora de la verdad, son sus verdugos. El aparato ideológico y cultural en manos de la oligarquía y el imperialismo sigue haciendo estragos en la conciencia del pueblo.
Para abordar el tema, en una primera aproximación, debemos necesariamente señalar que ese aparato ideológico-cultural trasciende a los medios masivos de comunicación. Esta aclaración es pertinente teniendo en cuenta que, al analizar el tema, muchos investigadores e intelectuales reducen sus apreciaciones estrictamente a la acción perturbadora que irradian los medios de comunicación sobre la conciencia del pueblo.
Compartimos en general el análisis de aquellos investigadores e intelectuales, pero creemos que hay otros elementos que actúan como primer bombardeo destructivo, en una tarea de ablandamiento que facilita que el mensaje enajenante de los medios de comunicación penetre, sin mayores dificultades, en la mente y alma del pueblo, logrando que éste actúe contra sus propios intereses.
La reproducción del sistema de explotación, nacional y social, sólo es posible si un sector amplio de la población –perjudicado por ese mismo sistema–, ignora las verdaderas causas de sus males.
La reproducción de los mecanismos de opresión necesita de dos elementos para poder garantizar su dinámica: 1) Un fuerte aparato represivo y judicial, y 2) Un inteligente y dúctil aparato de irradiación ideológico-cultural capaz de impregnar al conjunto de la sociedad con mensajes alienantes y narcotizantes.
No son únicamente los medios de comunicación masivos quienes colonizan el alma y la mente de los pueblos. Ellos son sólo un eslabón de un proceso más complejo y abarcador, que merece ser estudiado para así tomar real dimensión del problema.
Los medios masivos de comunicación, en la tarea de colonización y enajenación de la conciencia del pueblo, cumplen la tarea de la infantería en una guerra, actúan como fuerza de ocupación. Pero para que esa fuerza de ocupación pueda concretar sus objetivos, previamente se ha tenido que llevar a cabo un trabajo de destrucción de defensas, suministros, logística y focos de resistencia. Ese proceso de destrucción se realiza a través de un bombardeo sistemático, a fin de allanar el camino para que la infantería penetre y conquiste el territorio.
¿Cuál es ese bombardeo sistemático que allana el camino para que el mensaje de los medios masivos de comunicación penetre con facilidad en la conciencia del pueblo? El que se realiza a través del aparato ideológico-cultural que controla la oligarquía y el imperialismo, que comprende y supera ampliamente, a los medios de comunicación.
Hay un sinfín de instrumentos incorporados al aparato ideológico-cultural que son utilizados para realizar la tarea de enajenar y narcotizar a vastos sectores de la población. Se trata de un trabajo previo y permanente, que antecede y permanece durante la acción conquistadora de los medios de comunicación masivos. Entre los más tradicionales, seguramente los más estudiados, se ubican las escuelas, universidades, centros de enseñanza de diversas disciplinas, templos e iglesias, academias, museos, centros culturales, ONGs, salas de exposiciones, editoriales, conservatorios, etcétera. A esto se suma, hoy con más fuerza que nunca, la industria del entretenimiento y la recreación (showbusiness): video-juegos, películas, juguetes, parques temáticos, espectáculos musicales, deportivos, seudo-deportivos, discotecas, etcétera. Dentro de esta artillería pesada, ubicamos a la moda y a la publicidad; como también a la seudo-ciencia, expresada en cultos, sectas, supersticiones, falsas religiones, etcétera. No escapan a esto los juegos de azar, casinos, loterías, tragamonedas, bingos, carreras y tantos otros. Todo esto, complementado con la estimulación de adicciones que alteran conductas como el alcoholismo y la drogadicción.
Pero seguramente uno de los instrumentos más eficaces en esta etapa del proceso de enajenación, sean las costumbres y tradiciones arraigadas durante generaciones enteras, de transmisión familiar, y vinculadas al machismo, el autoritarismo y el conservadurismo.
De allí, de estos lugares, es de donde se dispara, segundo a segundo de la vida, mensajes alienantes y narcotizantes, dirigidos a que el pueblo, o parte del pueblo, actúe de acuerdo a los intereses de los sectores dominantes y contra los suyos propios. Así, el individualismo más recalcitrante, el egoísmo, la frivolidad, el hedonismo, el descompromiso con el prójimo, lo vacuo, la mera apariencia, el machismo, el consumismo, el racismo, la intolerancia, el oportunismo y la sumisión, pasan a ocupar lugares predominantes en la mente y alma del pueblo, llevándolo al camino de la autodestrucción.
A esto, en nuestros países dependientes, se agrega el mensaje vendepatria, antinacional, despreciativo de todo lo nacional o autóctono, que manifiesta abierto desinterés por los hechos heroicos protagonizados por el pueblo en la historia patria, despectivo de sus tradiciones y el folclor, admirador de sólo aquello emanado de los centros de poder, etcétera.
¿Cómo desmontar toda esa perversa maquinaria? ¿Cómo enfrentar ese imponente aparato ideológico-cultural que nos bombardea cotidianamente?
Como hemos visto, ese aparato ideológico-cultural tiene mil bocas de fuego, unas enraizadas desde nuestros orígenes y otras nuevas, renovadas y en constante innovación y superación.
No es simplemente cambiando el contenido, el mensaje, de los medios masivos de comunicación que se destruirá el aparato ideológico-cultural de los sectores explotadores; sino que esto se producirá con una ofensiva integral de las masas explotadas. Con un proceso revolucionario que cuestione desde la raíz todo, y que nada quede sin pasar por la más severa crítica y análisis.
Es al percatarse de esto que el Che planteó la necesidad de construir el hombre nuevo, la mujer nueva. Una nueva cultura basada en el trabajo, la creación y la solidaridad.
Creemos que sin avanzar en ese terreno, el de la construcción de esa nueva cultura, será muy difícil derrotar el orden de la explotación. Y creemos también que es el partido revolucionario el responsable fundamental en la tarea de construcción de esa nueva cultura, ya que su praxis revolucionaria es –o debería ser–, la antítesis de lo que pregona el aparato ideológico-cultural del imperialismo y sus aliados.
El Che y Chávez lo predicaron con el discurso y con el ejemplo. Ahí está una de las claves para salir del laberinto en que nos encontramos.
Fuente: http://www.aporrea.org/actualidad/a227078.html
Fuente de la imagen: http://culturasur.gob.mx/