Reseña: La historia discurre a través de dos puntos de vista: la experiencia de una refugiada y los testimonios del equipo de la ONG andaluza Proem-Aid.
El realizador Carlos Escaño, la periodista María Iglesias y el operador Jaime Rodríguez presentaron en Lesbos (Grecia) la «espantosa situación», como explican en la nota enviada, vivida por sirios, iraquíes, iraníes, afganos, paquistaníes, bangladesíes que llegan a una Grecia azotada por las crisis, tras su complicada travesía por el mar Egeo.
Afganistán / 2 de diciembre de 2017 / Autor: Marina Villén y Julia R. Arévalo / Fuente: EuroEFE
Ir a la escuela no es un derecho para los niños afganos refugiados en Irán, hogar para tres millones de huidos de las inacabables guerras de Afganistán. Muchos tienen que trabajar junto a sus padres en empleos precarios como la fabricación de ladrillos.
Pese a la presión para que se vayan del país que los acoge y las campañas de repatriación organizadas por agencias como la ACNUR, es difícil para los afganos regresar a un país destruido por sucesivos conflictos desde la invasión soviética en 1979.
Los afganos eran a finales de 2016 la segunda nación con más refugiados en el mundo, después de los sirios.
Pero en Irán hay otros dos millones de refugiados afganos indocumentados.
Recientemente, las autoridades iraníes han lanzado varias iniciativas para permitir la escolarización de los niños, incluidos aquellos sin residencia legal, y para regularizar a los indocumentados y suavizar los requisitos de residencia.
Ernst formó parte de una delegación del Parlamento Europeo que visitó Irán para un de las reuniones interparlamentarias regulares Irán-UE, presidida por el polaco Janusz Lewandowski.
Al término de sus encuentros con diputados y autoridades iraníes, la delegación visitó uno de los centros de registro y asistencia médica de los refugiados afganos en Isfahan, en el centro del país.
La UE, que ha financiado proyectos humanitarios en Irán desde 1997, asignó este año para ayudar a los refugiados afganos asentados en este país 10 millones de euros, canalizados a través de oenegés y agencias de la ONU.
Este presupuesto está dedicado a apoyar la integración de los niños en el sistema educativo iraní, su asistencia médica y su seguridad alimentaria, así como ayudar a pagar la prima del seguro público de salud y ofrecer asesoría legal.
En el centro de Isfahán, los eurodiputados comprobaron el estado de los ambulatorios y tuvieron la oportunidad de hablar tanto con médicos y enfermeros afganos como con los responsables del lugar, gestionado por la Gobernación local y la ACNUR (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados).
El Gobierno iraní ha dado pasos para incluir a todos los afganos documentados en el sistema nacional de salud y son frecuentes las campañas de vacunación de niños, especialmente contra la polio, ya que Afganistán y Pakistán son los únicos países del mundo donde esta enfermedad todavía es endémica.
Y el líder supremo iraní, Ali Jameneí, publicó en 2015 un decreto para permitir que los afganos – documentados o no- pudieran asistir a los colegios públicos iraníes.
En 2016, unos 48.000 niños afganos indocumentados fueron escolarizados por primera vez y, este año, el número total de menores refugiados que acude a las escuelas iraníes asciende a 400.000.
Repatriar o acoger
Irán puso en marcha en 2002 un programa de repatriación voluntaria, cuyo éxito requiere movilizar el apoyo internacional y un enfoque coordinado del Gobierno, los donantes y la ONU.
El viceministro iraní de Exteriores para Asuntos Legales e Internacionales, Abás Araqchí, instó a la comunidad internacional a que contribuya a mejorar las condiciones internas de Afganistán, de seguridad y económicas, para allanar el retorno.
Ernst no considera el regreso a Afganistán un opción en el corto plazo: «La solución no puede ser la deportación» porque Afganistán «no es un país seguro”.
Al mismo tiempo, juzgó necesario mejorar sus condiciones de vida en Irán, citando como «una cuestión no resuelta» los refugiados que siguen indocumentados, quienes afrontan «grandes problemas”.
Los indocumentados sufren limitaciones en el acceso a medios de subsistencia y servicios esenciales.
La mayoría se tiene que conformar con trabajos informales, poco cualificados y mal pagados, como obreros en la construcción o guardianes de aparcamientos. En Qasem Abad, a las afueras de la ciudad de Varamin, los empleados del horno de ladrillos local ganan diez dólares trabajando 14 horas diarias. Sólo tienen empleo seis meses al año, cuando hace calor.
Su acceso al mercado laboral se ve facilitado, no obstante, por la libertad en la elección del lugar de residencia. El 97 % de los afganos reside en zonas urbanas -un 33 % de ellos en la provincia de Teherán- y solo un 3 % está alojado en campos de refugiados.
Las inevitables comparaciones con Europa
El polaco Lewandowski, del Grupo del Partido Popular Europeo (PPE), apreció la acogida que Irán da a los afganos, «una medida -agregó- de reacción humanitaria al desastre humano en Afganistán».
«Es una buena medida apoyar a los refugiados en Irán. Queremos ayudar. No pensamos que sea la mejor idea que todos los refugiados vengan a Europa”, abundó Ernst.
Tres millones de refugiados en Irán es una cifra abrumadora. Más si se tiene en cuenta que en las últimas cuatro décadas Irán ha vivido una revolución en 1979, una guerra contra Irak (1980-1988) y años de embargo económico internacional.
Las comparaciones con Europa se hicieron inevitables durante la visita de la delegación parlamentaria a Irán, entre el 25 y el 27 de noviembre, y que incluyó también reuniones en Teherán con el jefe de la diplomacia iraní, Mohamad Yavad Zarif, y el presidente del Parlamento, Ali Lariyaní.
«Los refugiados, las personas que piden asilo, vienen a Irán en un número que en Europa no podríamos ni imaginar. En Italia -resaltó-, cuando son 250.000 decimos que es un número desproporcionado, y aquí son tres millones”.
Afganistán / 12 de noviembre de 2017 / Autor: Europa Press / Fuente: El Economista
La organización no gubernamental Save the Children ha exigido al Gobierno de Afganistán que prohíba y ponga fin al castigo físico contra los alumnos en los centros educativos después de que un estudiante de secundaria muriera víctima de esta práctica en un colegio del norte del país.
«Es desgarrador que sucedan casos como este. El colegio es un lugar donde los niños deberían estar seguros y protegidos, sin temer por sus vidas», ha explicado el director de Save the Children en Afganistán, Onno van Manen.
Save the Children ha subrayado que, a pesar de que la legislación afgana prohíbe el castigo físico a los niños en las escuelas, los problemas persisten en su aplicación. «La muerte de este niño es un ejemplo extremo de lo que puede suceder cuando se permite que el castigo corporal continúe a pesar de que la ley diga lo contrario», ha señalado Van Manen.
«Tristemente, sabemos que esta situación no es un hecho aislado. La violencia como forma de castigo es muy común en muchas escuelas y hogares en Afganistán y debe detenerse», ha asegurado el responsable de Save the Children en Afganistán.
En su opinión, «no se puede tolerar la violencia en la escuela de ninguna manera. «Save the Children insta al Gobierno afgano a trabajar junto con todas las partes implicadas para poner fin al castigo corporal», ha afirmado.
El director de Save the Children en Afganistán ha subrayado la importancia de que el Ministerio de Educación «garantice que las escuelas afganas sean un lugar seguro para todos los niños y trabaje con profesores y padres para evitar el uso de cualquier forma de violencia física».
«La violencia no solo causa daño físico y emocional a un niño sino que también puede afectar a su bienestar y desarrollo a largo plazo», ha alertado Van Manen. En agosto, Save the Children publicó un estudio que pone de manifiesto los alarmantes niveles de violencia, abuso y abandono que aún sufren los niños en Afganistán.
El documento analizó las actitudes hacia la violencia y las prácticas dañinas contra los niños en cinco provincias de Afganistán, incluida una encuesta a casi 1.100 niños, padres, cuidadores y trabajadores de protección infantil.
Los resultados de este análisis revelaban, entre otras cuestiones, que nueve de cada diez niños habían experimentado alguna forma de violencia; el 40 por ciento habían recibido patadas, el 21 por ciento habían sufrido intentos de estrangulamientos y el 15 por ciento habían sufrido quemaduras o humillaciones. El estudio también señalaba que cuatro de cada diez adultos apoyan que los niños deben ser castigados físicamente para poder ser criados o educados adecuadamente
«El estudio mostró que los niños afganos están expuestos a altos niveles de violencia desde una edad muy temprana, lo que no solo obstaculiza su desarrollo físico y emocional, sino que también aumenta la probabilidad de que usen la violencia cuando sean adultos», ha señalado Van Manen.
«Es un círculo vicioso que causa un daño tremendo a los niños en todo el país, muchos de ellos ya viven en un contexto desafiante y a menudo inseguro. Los niños deben ser apoyados y protegidos por sus familias, comunidades y maestros para que puedan disfrutar de una infancia segura y feliz», ha concluido.
En un discurso en la reinauguración de la Universidad de Kabul en 1993, en medio de una amarga guerra civil, Abdul Ali Mazari, fundador del partido político Hezb-e-Wahdat, habló de un problema que invadió su mente algún tiempo.
Citó cuatro máximas famosas del profeta islámico Mahoma, que enfatizó la importancia de la educación para todos, incluidas las mujeres. Luego, afirmó estar desconcertado de que, pese a esas palabras, la mayoría de los clérigos musulmanes aún se oponían a la educación escolar y universitaria, especialmente para las mujeres.
Este discurso de Ali Mazari se dio poco después del yihad contra el intento de ocupación de la Unión Soviética en Afganistán, donde algunos comandantes de la resistencia muyahidín asesinaron a maestros pagados por el Estado y cerraron las escuelas en áreas que controlaban.
Hoy, la batalla para abrir y clausurar escuelas es tan intensa como siempre, puesto que el gobierno del presidente Ashraf Ghani, que tiene el apoyo de Estados Unidos, lucha para repeler una insurgencia dominada por el Talibán y otros grupos radicales como ISIS que también operan en el país.
De coacción comunista a dependencia de donantes
Casi la mitad de los 36 millones de habitantes en Afganistán es menor de 18 años. Actualmente, más de 9,2 millones de niños están inscritos en escuelas; 39% son niñas, según el Ministerio de Educación afgano. Aunque el país todavía se encuentra hundido en la inseguridad y la corrupción, el surgimiento de escuelas privadas y públicas es uno de los beneficios del desarrollo que surgió de la invasión al país dirigida por Estados Unidos en 2001.
Desde 2002, el Pentágono, el Departamento de Estado y la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional han invertido un total de 759 millones de dólares en la educación primaria y secundaria en Afganistán, junto con otros donantes que realizan contribuciones menores.
Aunque en gran parte el Talibán se opone absolutamente a la ayuda estadounidense y a la educación de las mujeres, otras facciones armadas leales a agentes de poder regionales han cambiado su postura y sus actitudes hacia la educación.
Tradicionalmente, las escuelas y universidades han sido gratuitas en Afganistán. En la década de 1980, cuando el brutal y muy repudiado Gobierno prosoviético hizo que la educación fuera obligatoria para todos los niños, algunas familias recurrieron al soborno de funcionarios educativos a cambio de que no aceptaran a sus hijos en las escuelas. El argumento era que la educación escolar podría convertirles en no creyentes.
No obstante, después de 2001, algunos padres comenzaron a enviar a sus hijos a escuelas públicas, y también a buscar centros educativos privados donde sus hijos pudiesen obtener una mejor educación.
Simbolizar la medida en que la educación se convirtió en un campo de batalla en la política nacional fue el triunfo de Ghani en las elecciones presidenciales de 2014.
Cuando las elecciones entraron a segunda vuelta, la campaña de Ghani fue criticada por la de su oponente Abdullah Abdullah, pues se designaba como el candidato de la educación y describía a Abdullah como sinónimo de caudillismo.
Corrupción, religión y aumento de madrasas
La corrupción permanece profundamente enraizada en la educación pública, particularmente en la cima de la cadena alimenticia. Hace dos años, la oficina del Inspector General Especial para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR, por sus siglas en inglés) reveló que Farooq Wardak, ministro de Educación durante el segundo periodo presidencial de Hamid Karzai (2009-2014), había malversado fondos destinados para escuelas estatales que en realidad no existieron.
El gobierno de Ghani se rehusó a iniciar una investigación a las acusaciones y luego nombró al exministro Wardak como asesor presidencial.
A su vez, el desarrollo de las escuelas privadas ha sido obstaculizado por pesadas cargas impositivas gubernamentales y por restricciones que las obligan a enseñar únicamente el curriculum estatal. Este continúa fuertemente influenciado por el Islam.
El gobierno respaldado por el comunismo de la década de 1980 eliminó los libros de texto religiosos del curriculum escolar, estrategia impopular que luego el gobierno muyahedín revirtió rápidamente.
Bajo el Talibán, cuyo control se consolidó en el país para 1996, los textos religiosos dominaron ampliamente el horario de clases.
En la actualidad, los estudiantes reciben un promedio de dos horas de instrucción religiosa basada en enseñanzas coránicas, independientemente de sus creencias religiosas, aunque la religión domina otras materias, como historia y literatura.
Esto continúa en la universidad, donde Saqafat-e-Islami (cultura islámica) es un curso obligatorio en los ocho semestres de una carrera de cuatro años.
El año pasado, el parlamentario afgano Abdul Hafiz Mansor expresó su preocupación de que “Saqafat-e-Islami produce extremismo y terrorismo en las universidades”. Su discurso obtuvo la aprobación de muchos usuarios de medios sociales.
Una mezcla de pobreza y conservadurismo explica por qué muchas personas prefieren ignorar el curriculum estatal por completo y enviar a sus hijos a madrasas (escuelas religiosas islámicas) gratuitas, que son financiadas generosamente.
Esas escuelas, cuyas fuentes de financiación raramente se conocen pero se cree ampliamente que tienen el respaldo financiero de acaudalados en empresarios del Medio Oriente árabe, atraen enormes cantidades de estudiantes.
De acuerdo con un reportaje de Voice of America, existen 1200 madrasas inscritas y 13 000 no inscritas que funcionan en el país. El gobierno central en Kabul es bastante débil para supervisarlas.
Se cree que en algunas de estas instituciones enseñan asignaturas fundamentalistas, aunque los egresados de la mayoría de madrasas generalmente no están bien preparados para trabajar más allá de establecimientos religiosos, un factor que le hace el juego al Talibán.
La batalla por la educación es estratégica y de larga duración, y ahí compiten dos visiones muy diferentes del futuro.
Para los niños que estudian en Afganistán, la pregunta más importante no es sobre el tipo de institución de la cual egresan, sino una más amplia sobre la sociedad a la que se integran.
El acceso de las niñas a la enseñanza, incluso primaria, retrocede en Afganistán, donde dos tercios de las niñas no van a la escuela 16 años después de la caída del régimen de los talibanes, denuncia Human Rights Watch (HRW).
La inseguridad, la pobreza así como los desplazamientos de población son las principales causas, según un informe de HRW publicado el martes, señalando un fracaso para el país y la comunidad internacional que intervino masivamente desde 2001.
«El objetivo declarado, garantizar la escuela para todas las niñas, está lejos de ser alcanzado», a pesar de una ley afgana que estipula que la escuela es obligatoria hasta los 14 años, indica HRW. La ONG cita cifras del gobierno: «3,5 millones de niños no van a la escuela, de ellos 85% son niñas». La consecuencia es que «solo 37% de las adolescentes sabe leer y escribir», cifra que asciende a 66% entre los niños, indica HRW que destaca, asimismo, la falta de fiabilidad de estadísticas oficiales y la dificultad para reunirlas.
La ONG critica, sobre todo, las dificultades de las niñas para acceder a la educación y recuerda que 40% del territorio está bajo control o disputado por los talibanes, que había prohibido la educación de las niñas bajo su régimen (1996-2001
Fuente de la noticia: http://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/mundo/9/la-educacion-de-las-ninas-retrocede-en-afganistan
Afganistán / 22 de octubre de 2017 / Autor: Redacción / Fuente: Europa Press
Human Rights Watch (HRW) ha denunciado este martes el fracaso de los esfuerzos realizados desde 2001 por parte del Gobierno de Afganistán y de los donantes internacionales con el fin de garantizar el acceso de las niñas a la educación.
La ONG ha alertado de esta situación en un informe titulado: ‘No seré doctora y algún día estarás enfermo: el acceso de las niñas a la educación en Afganistán’.
La directora de Derechos de la Mujer para HRW, Liesl Gerntholtzt, ha asegurado que el Gobierno de Afganistán y los países donantes realizaron «promesas ambiciosas» en 2001 cuando se comprometieron a hacer posible el acceso de todas las niñas a la educación, ya que «la inseguridad, la pobreza y los desplazamientos están empujando a muchas niñas fuera de las escuelas».
Este informe pone de manifiesto que para poder ayudar a sus familias a sobrevivir frente a la pobreza extrema muchas niñas se dedican a tejer, bordar, mendigar o recoger basura en lugar de estudiar.
HRW ha subrayado que, 16 años después de la intervención militar estadounidense para desalojar a los talibán del poder, aproximadamente dos tercios de las niñas afganas siguen sin asistir a la escuela.
«El Gobierno necesita renovar su enfoque para garantizar que todas las niñas puedan acudir al colegio o se arriesga a perder estos avances», ha agregado Gerntholtzt.
El informe describe cómo, a medida que la seguridad en el país empeora y los donantes internacionales se retiran de Afganistán, los progresos hechos para que las niñas puedan acceder a la escuela pierden fuerza.
El estudio de HRW se basa en 249 entrevistas realizadas en las provincias de Kabul, Kandahar, Balj y Nangarhar, principalmente con niñas de entre once y dieciocho años que no han podido completar su educación.
HRW ha señalado que tanto el Ejecutivo de Afganistán como los países donantes a menudo han resaltado la educación de las niñas en el país como un éxito y, de hecho, actualmente existen varios millones más de niñas escolarizadas que durante la etapa de los talibán.
Sin embargo, la ONG ha advertido que el objetivo declarado de lograr el acceso de todas las menores a la escuela está lejos de cumplirse, al tiempo que ha denunciado que la proporción de alumnas en las escuelas está disminuyendo en distintas partes del país.
SOLO EL 37% DE LAS ADOLESCENTES ESTÁN ALFABETIZADAS
Según datos de las autoridades afganas, 3,5 millones de niños se encuentran fuera del sistema educativo y el 85 por ciento de ellos son niñas. Entre los adolescentes alfabetizados solo el 37 por ciento son chicas, mientras que los chicos representan un 66 por ciento.
HRW ha advertido de que el Gobierno de Afganistán destina más colegios para niños que para niñas, tanto en educación primaria como en secundaria.
Asimismo, la ONG ha denunciado que en la mitad de las provincias del país menos del 20 por ciento del profesorado son mujeres. Esto supone una de las mayores barreras de acceso a la educación para las niñas porque muchas familias no aceptan que las pequeñas sean instruidas por un hombre, sobre todo cuando son adolescentes.
Otro factor que destaca el informe es que muchos niños viven demasiado lejos de las escuelas, algo que afecta particularmente a las niñas. Alrededor del 41 por ciento de los colegios no cuentan con un edificio en sí y muchos carecen de agua y aseos, lo que afecta especialmente a las niñas.
Una de las menores entrevistadas por HRW es Jatera, de 15 años y natural de la provincia rural de Samangan. Jatera ha contado que vive «muy lejos del colegio para niñas más cercano», que está emplazado en otro pueblo. La adolescente también ha dicho que el viaje a la escuela «en burro o en caballo» puede prolongarse durante todo el día.
FAMILIAS «DIGNAS DE RECIBIR APOYO»
HRW ha señalado que las niñas normalmente se quedan en casa debido a las actitudes discriminatorias que no valoran o impiden su educación. Un tercio de las niñas se casa antes de los 18 años y, una vez comprometidas o ya casadas, muchas se ven obligadas a abandonar los estudios.
Sin embargo, HRW ha destacado que existen muchas familias que luchan de manera desesperada por educar a sus hijas enfrentándose a numerosos obstáculos, algo que las hace «dignas de recibir apoyo».
Hay familias que cruzan el país para encontrar un colegio para sus hijas, otras que se separan de ellas para que puedan asistir a una escuela e incluso familias cuyos hijos mayores viajan a Irán para trabajar de forma ilegal y poder costear la educación de sus hermanas pequeñas.
Las barreras administrativas y la corrupción son obstáculos adicionales, especialmente para las familias pobres y además desplazadas. Incluso cuando la matrícula es gratuita, existen gastos por enviar a los menores a la escuela y muchas familias pueden permitirse enviar a ninguno de sus hijos a la escuela o, en caso de hacerlo, debe ser bajo préstamos.
El informe «No seré médica y algún día tú estarás enfermo» llama al gobierno y a los donantes a proveer una educación elemental, universal y gratuita a las niñas y ayudar a que la secundaria sea igual.
La organización Human Rights Watch (HRW) advirtió hoy en Kabul de que «logros vitales» en la educación de las niñas en Afganistán están en peligro debido a la inacción del Gobierno, la falta de apoyo de los donantes y el incremento de la inseguridad en el país.
En el informe «No seré médica y un día tú estarás enfermo: el acceso de las niñas a la educación en Afganistán», presentado este lunes, llama al Gobierno y a los donantes a dar pasos concretos para que Afganistán cumpla con su obligación de dar educación elemental universal y gratuita y ayudar a que la secundaria sea igual.
«El número de niñas que van al colegio en Afganistán se redujo entre 2015 y 2016 en 32 de las 34 provincias del país«, explicó hoy en una rueda de prensa una de las investigadoras de HRW, Heather Barr, que precisó que «la cantidad de niños escolarizados también está decreciendo, pero no tanto como la de las niñas».
En el documento, de 132 páginas y en el que se han realizado 249 entrevistas, se indica que pese a que millones de personas han sido escolarizadas en los últimos años, el objetivo de lograr llevar a todas las niñas a las escuelas está «lejos de realizarse» y el porcentaje de chicas en algunas partes del país está cayendo.
«El Gobierno afgano y los donantes hicieron promesas audaces en 2001 para llevar a las niñas al sistema educativo, pero la inseguridad, la pobreza, el desplazamiento están sacando ahora a muchas niñas de las escuelas«, indicó Liesl Gerntholtz, directora de los derechos de la mujer de HRW en un informe sobre esta situación.
Barr aseguró que «los donantes en Afganistán están agotados, por lo que se han producido demasiados recortes en la financiación» y recordó que éstos «deben seguir financiando los programas de educación para niñas» y vigilando que su dinero no se gasta de forma «discriminatoria».
Según el Gobierno, 3,5 millones menores están fuera del sistema escolar, entre los que 85 % de ellos son niñas, y solo un 37 % de las adolescentes están alfabetizadas, comparado con el 66% de los niños.
Las actitudes discriminatorias hacia las niñas, el matrimonio infantil, la inseguridad y violencia, secuestro, ataques con ácido, acoso sexual, pobreza, falta de escuelas y de maestras mujeres son señalados como «importantes barreras» para el acceso de las niñas a la educación.
En la mitad del país, menos del 20% de los maestros son mujeres lo que supone una gran barrera para las niñas, ya que las familias no aceptan que les enseñen hombres, en un país en el que una tercera parte de las chicas se casan antes de los 18 años y una vez casadas o comprometidas dejan la escuela.
Un 41% de las escuelas no tienen edificios, 30% carecen de agua potable y un 60% no tienen baños (afectando mucho más a las niñas).
Las barreras administrativas y la corrupción suponen obstáculos adiciones, e incluso cuando la educación es gratuita las familias más pobres no pueden costearla debido a que la cuarta parte de los niños en Afganistán deben trabajar para ayudar a sus parientes.
Por otra parte, los talibanes y otros insurgentes ahora controlan o disputan más del 40% de Afganistán y en áreas bajo su control a menudo limitan el acceso de las niña «a unos pocos años de escuela» o directamente lo prohíben.
Tanto las fuerzas de seguridad como los talibanes «utilizan las escuelas de forma inapropiada» al instalar sus bases en estos edificios, una práctica que «disuade» a las familias de enviar allí a sus hijos, añadió la investigadora principal de HRW en Afganistán, Patricia Gossman.
En su informe de 2015, el Gobierno afgano señaló que ocho millones de menores se encuentran escolarizados, 39% de ellos niñas, aunque en algunas provincias el porcentaje baja al 15%.
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