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Derecho a la tribu

Por: Xus Martín

La metáfora de la “tribu” ha sido usada en diferentes contextos para reivindicar la importancia de la comunidad y de la colectividad en la vida de las personas.

En el ámbito educativo la tribu se considera un elemento que enriquece la crianza y el proceso de crecimiento de los niños. Cuando se evoca el proverbio africano “para educar a un niño se necesita la tribu entera” se hace para destacar el valor de aquellas contribuciones que llegan de personas y colectivos que a priori no tienen asignado el rol de educar (como sí tienen maestros y progenitores) pero que son esenciales para garantizar un buen desarrollo de los más jóvenes en la comunidad. Contribuciones que aparecen en formas diversas como experiencias, tareas de cuidado, relaciones cercanas, acompañamiento, o transmisión informal de conocimientos, entre otros.

La tribu, algo que en sociedades antiguas se creaba de manera natural y espontánea, resulta algo excepcional a partir de la revolución industrial, momento en el que los vínculos sociales se debilitan y las redes de ayuda mutua y de cooperación que anteriormente formaban parte de la vida cotidiana de las personas comienzan a ser una excepción. También la cultura neoliberal que ha colonizado las sociedades modernas ha ido poniendo trabas en las relaciones personales, priorizando el interés individual sobre el colectivo, favoreciendo la competición desatada por encima de la colaboración, disminuyendo progresivamente las prácticas de cuidado entre los miembros de una comunidad, obstaculizando el intercambio gratuito y reduciendo la participación en lo común.

A pesar de estas dificultades, psicólogos y terapeutas de todas partes ponen el énfasis una y otra vez en la importancia que la comunidad, la tribu, tiene en el bienestar de las personas y manifiestan que la existencia de una constelación de vínculos es un factor de protección, especialmente de la infancia, e insisten en que vivir en sociedad no garantiza necesariamente tener cubiertas las necesidades a las que sí da respuesta “la tribu”. Afirman que, si bien la soledad puede ser un desencadenante de situaciones de depresión, angustia o ansiedad, el sentimiento de pertenecer a un colectivo es un antídoto de algunas enfermedades mentales.

Los vínculos fuertes y el sentimiento de pertenencia aportan experiencias de seguridad y protección necesarias para vivir una vida feliz, algo que ha quedado evidenciado en los meses de confinamiento vividos recientemente a raíz de la pandemia que hemos sufrido a nivel planetario. Así, si la comunidad y las relaciones sociales son imprescindibles para la salud y el bienestar de las personas, podemos considerar que formar parte de una tribu no es sólo un deseo o recomendación, sino que es, sobre todo, un derecho.

Pero como otros muchos derechos, la tribu tampoco surge de la nada, ni es ningún punto de partida de la convivencia. ¡Ya nos gustaría! La tribu se construye con la participación de todos sus miembros y de todas las instituciones. Se hace sólida en la medida en que se multiplican las redes de relación y se hacen más densas las interacciones entre las personas y los colectivos que la conforman. La tribu es a la vez “proceso y resultado de”. La tribu se hace. La tribu la hacemos.

A pesar de no haber encontrado un verbo que recoja la acción de hacer tribu, no se puede entender la tribu sin actitudes proactivas y conductas comprometidas de las personas que deben formar parte de ella.

Y con la voluntad de ejemplificar acciones y prácticas que caminan en esta dirección presentamos dos experiencias que ayudan a hacer tribu. La primera, Grupo de Ayuda Mutua (GAM) con jóvenes en riesgo de exclusión, es una iniciativa que surge en el ámbito educativo. La segunda, Desayuno semanal con amigas, es una práctica que de forma espontánea se inicia después de los meses de confinamiento estricto por el COVID-19.

El Grupo de Ayuda Mutua (GAM) con jóvenes en riesgo de exclusión reúne a ocho jóvenes que se comprometen a juntarse una tarde a la semana para compartir sus vidas. Unidos por una profunda sensación de soledad y unas ganas inmensas de salir adelante a pesar de la situación vulnerable que sufren tanto a nivel personal como familiar, semana tras semana los chicos crean y fortalecen vínculos entre ellos.

Las ayudas que dan y reciben en el grupo adoptan formas diversas: desde pedir información para renovar el DNI o para matricularse en un ciclo formativo hasta contar con los demás para superar una situación de ansiedad, para poner nombre a miedos que no se han verbalizado, para compartir el dolor y las lágrimas por un trauma infantil, para imaginar futuros deseados, para reconocer conductas pasadas que generan vergüenza y que cuesta admitir, y otras. La realidad es que cada vez que un miembro del grupo llega roto al encuentro, el resto de los compañeros le acoge, le escucha, no le juzga y, en la medida que puede, le ayuda.

En diferentes momentos los jóvenes expresan lo importante que es el GAM en sus vidas y valoran poder mostrarse tal y como son, sin tener que fingir sentimientos y estados de ánimo que no tienen.

Desayuno semanal con amigas. Un grupo de mujeres que comparten su interés por la actividad física y la naturaleza se encuentra un día a la semana para desayunar y disfrutar unas de otras durante los meses de restricciones. Cuando el confinamiento termina, el grupo de amigas se da cuenta del impacto positivo que ha tenido en sus vidas “el desayuno del viernes” y decide mantenerlo.

Durante poco más de una hora se comparten títulos de libros, guiones de películas, opiniones sobre la actualidad, celebraciones, confidencias, proyectos, programaciones de nuevas actividades, y risas, muchas risas. Los desayunos generan encuentros más reducidos: ya sea para ir a correr, o a andar, para disfrutar de juegos de mesa… Y cada mes se organiza una salida a la montaña a la que se añaden parejas y amigos.

Desayuno juntas, una práctica sencilla cargada de valores. El sitio de encuentro: la terraza interior de un bar del barrio. Va quien quiere cuando quiere o cuando puede. Normalmente se juntan entre diez y doce mujeres. Es un grupo con mínimos de exigencia. Formalmente nadie se ha comprometido a nada. A medida que pasa el tiempo, los vínculos que se van tejiendo poco a poco se traducen en conductas de cuidado y cariño, de estar pendientes unas de otras.

El ambiente sanador y la función de sostén del grupo en momentos personales delicados ha sido destacado por muchas de ellas.

Para cerrar nuestra reflexión queremos subrayar que las personas que forman parte de ambos grupos se sienten a la vez protectoras y protegidas por los miembros de “su tribu”. Saben que se encuentran en espacios seguros marcados por el respeto, la confianza y un cierto nivel de confidencialidad; espacios en los que nadie va a salir lastimado. Unos y otras han experimentado que los fuertes vínculos con los compañeros de GAM y con las amigas ponen freno a la vulnerabilidad de cada uno de ellos, de cada una de ellas.

Fuente de la información e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com

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La cancelación y el terror del abandono

POR: NATALÍ INCAMINATO – DANILA SUÁREZ TOMÉ

Hay ciertos temas de los que no se puede hablar sin que un demoledor castigo del progresismo o el fascismo se imponga en redes sociales. Se silencian intelectuales, políticos y escritores, obligados al ostracismo por sus ideas excesivamente valientes o demasiado complejas para las patrullas digitales. ¿Qué engloba el tópico “cancelación” y cómo operan canceladores y cancelados en la economía sucia de los intercambios lingüísticos?

El diccionario inglés Merriam Webster define a esta práctica como la remoción de la aprobación de figuras públicas en respuesta a opiniones o comportamientos cuestionables que hayan tenido. En rigor, lo que se cancela es un contrato tácito de apoyo entre la figura y sus fans. También se lo compara con un acto de «desuscripción» de la fanbase o el fandom. En cualquier caso, el acto de cancelación es público y performativo y, como tal, no se restringe al ámbito de lo privado e interno, sino que la acción debe ser comunicada: como castigo simbólico por sus acciones, se le quita explícitamente el apoyo y la atención a determinada figura pública.

En la base de este fenómeno se encuentra una demanda personalizada de accountability, concepto que en la ciencia política anglosajona designa la capacidad de las personas y las instituciones para dar respuesta a las demandas que se presentan. En este contexto, lo que se espera de las figuras es que sus opiniones y conductas estén alineadas con una serie de principios ético-políticos sostenidos por su público, quien en definitiva constituye el origen de sus ingresos. En una época en la que las personas públicas se han convertido en marcas de sí mismas, cancelar a alguien famoso en última instancia implica no contribuir más a su negocio. El castigo simbólico puede devenir material, aunque no necesariamente.

Esto se da incluso en el caso de escritores y artistas —otrora distinguibles del star system del cholulismo— en tanto, como sostiene Paula Sibilia en La intimidad como espectáculo, hoy día el artista vale más por lo que es que por lo que hace (su obra). En la actualidad es moneda corriente que las personalidades del arte, las letras y la cultura habiten las redes autopromocionándose, mostrando su día a día, subiendo fan art, entre otras acciones que contribuyen al engrosamiento de su personalidad artística ante un público que consume contenido a modo de fan e incluso de stan. Además, las redes sociales generan una cercanía mayor del artista con su público, habilitando una interacción cotidiana que previamente no existía. Dentro de este contexto no es raro que, ante una actitud, opinión o conducta que resulte hostil para sus seguidores, pueda darse una cancelación. No sólo no es raro, sino que más bien parece inevitable pues: ¿quién podría satisfacer todas las expectativas de una audiencia variada a quien no conoce en su singularidad? Nadie puede ser “todo lo que está bien”.

La práctica de la cancelación, entonces, toma su forma en un espacio en particular (las redes sociales), en un momento puntual (capitalismo financiero globalizado) y por causa de relaciones específicas generadas entre las personas famosas y sus seguidores. Todo esto en medio del auge de un mercado cultural y de entretenimiento on demand basado en la conformación de comunidades de consumo. De hecho, se ha señalado con frecuencia que el mismo verbo utilizado para nominar esta práctica, “cancelar”, está intrínsecamente ligado a la cultura consumista. Hoy día es usual que en las redes sociales se aliente el “consumo responsable”, es decir, prácticas de consumo alineadas con ciertos valores (productos cruelty free, reciclables, etc). Eso incluye a las personas públicas como una mercancía más.

Ya sea que nos parezca una práctica buena o mala, justa o injusta, lo cierto es que una vez que la definimos vemos que su alcance es limitado y no engloba otras acciones que suelen incluirse bajo el paraguas de la cancelación, por ejemplo el doxxing, la intimidación o el acoso virtual. La cancelación presupone la existencia en un tiempo uno (T1) de un apoyo a una figura que, a causa de una eventualidad desafortunada se retira explícitamente en un tiempo dos (T2) por razones de accountability. O, en términos mercantiles, implica abandonar el consumo de una figura por razones ético-políticas. Es importante tener esto en cuenta, ya que la cancelación y el avergonzamiento público suelen tomarse como sinónimos, aunque no van necesariamente de la mano. Muchas veces la cancelación se vuelve masiva y acarrea una buena cuota de avergonzamiento público, pero no siempre que hay avergonzamiento público se está efectuando una cancelación.

pánico moral

Habiendo definido con la mayor precisión posible la acción de “cancelar”, cabe preguntarnos si acaso existe una “cultura de la cancelación”. El primer obstáculo que arrastramos de la sección previa es que, usualmente, se llama “cancelación” a cualquier tipo de reacción pública contra algo o alguien. Así, se dice que son canceladas no sólo figuras públicas sino también obras del pasado, películas, series, programas de televisión, estilos de humor, etc. Toda esta variedad de reacciones no satisfacen nuestra definición, aunque se sostiene que forman parte de una supuesta cultura de la cancelación. Esta cultura se manifestaría más allá de que no exista un movimiento dirigido con objetivos claros y acciones coordinadas de cancelación bajo una serie de principios rectores. De hecho, existen cancelaciones por derecha y por izquierda, entre progresistas y entre conservadores. La acción en sí misma no detenta una ideología en particular, se presenta de modos dispersos, ambiguos y muchas veces hasta torpes.

Al no existir una entidad concreta a la que denunciar por su actividad cancelatoria, se suele hablar de la cultura de la cancelación como un clima, una atmósfera de presunta peligrosidad y latente censura, en donde es necesario cuidar lo que decimos y lo que hacemos para que no nos caiga la guillotina popular de la cancelación encima. Pero, ¿quiénes enuncian estos temores? Si bien la práctica de la cancelación ha sido analizada y criticada tanto por intelectuales de izquierda como de derecha —y todo lo que se encuentra en el medio—, no obstante, la “cultura de la cancelación” es un sintagma generalizado en los discursos de aquellas personas y grupos que se oponen a los movimientos de justicia social en general, o a algunos en particular. Desde esas perspectivas, se personifica a esta cultura como una turba iracunda que persigue moralmente a las personas para coartar su libertad de pensamiento y expresión e imponer una única moral posible: la progresista —un sintagma que también sabe soportar una polifonía semántica ensordecedora.

Si bien la práctica de la cancelación es un fenómeno particular que merece ser analizado críticamente en todos sus claroscuros, la construcción y el establecimiento por parte del ala más reaccionaria de la política cultural de un objeto de debate tan difuso como lo es la “cultura de la cancelación”, nos llevó a meternos en un cul-de-sac perverso: ¿estamos a favor de la libertad de expresión o de la censura? Las demandas de libertad de expresión han sido siempre parte de la lucha progresista. Que no nos persigan por nuestra identidad, ideas políticas u opiniones es un requisito fundamental de toda sociedad que se pretenda igualitarista y justa. Esta pregunta parece obvia de responder, si no fuera porque no es más que un recurso retórico del conservadurismo cultural para que el debate sobre la cancelación se dé exclusivamente en términos de “censura vs. libertad”.

Ante esta trampa —en la que han caído figuras liberales como Barack Obama, e intelectuales de izquierda como Noam Chomsky— lo más inteligente es volver sobre nuestros pasos y recordar que no tenemos que aceptar la existencia de la cultura de la cancelación, ya que no es evidente que algo así exista más allá que bajo la forma del pánico moral. La filósofa Macarena Marey, en esta dirección sostiene que la cultura de la cancelación es un “atajo discursivo que les sirve a quienes usan el giro para continuar beneficiándose con la vigencia y el refuerzo de diferentes sistemas de dominación y desigualdad cuando estos son puestos en cuestión por el ejercicio de la crítica”. Recordemos que, frecuentemente, lo que se llama cultura de la cancelación contiene dentro de sí un sinnúmero de acciones que no necesariamente refieren al acto de cancelar en sí mismo, tal y como lo definimos más arriba. Y allí no solo se incluyen acciones perniciosas y condenables como el acoso virtual o el doxxing. Muchas veces la denuncia, el ejercicio de la crítica y el disentimiento abierto —elementos claves en una cultura democrática— son igualmente catalogados de “cancelación”. Es decir, no parece existir un criterio honesto a la hora de clarificar de qué se trata en concreto esta atmósfera densa que agobia al pensamiento.

loop emocional

Si le seguimos el juego retórico al conservadurismo, diríamos que la cultura de la cancelación es una atmósfera generada por los activistas de la justicia social (feministas, transactivistas, antirracistas, etc.) que busca achicar las posibilidades de lo decible y debatible para imponer una moral propia a punta de bardeos en twitter. Usualmente se la compara con la inquisición y la caza de brujas entre otros ejemplos históricos, sin reparar en el hecho de que los activistas en redes no detentan el poder de una institución como el Estado o la Iglesia. De este modo, se banaliza la persecución ideológica institucional poniéndola al mismo nivel que una serie de tuits enojados en medio de un debate cultural.

Teniendo en cuenta que no existe un movimiento concertado por los activistas progresistas para cancelar todo lo que no les gusta, y que el único poder que parecen tener los individuos en redes a través del ejercicio de la cancelación es el de expresar qué quieren consumir y qué no (algo bastante triste), la amenaza de un clima de censura se desvanece en el aire para convertirse en un lamento ante cierta aparente democratización del uso de la palabra pública. Las redes sociales, sin dudas, han permitido que muchas voces que antes no eran oídas ahora accedan a una plataform. Y, además, han puesto a las voces que sí tenían peso al mismo nivel que todas las otras. Naturalmente eso abre el juego a un debate cultural más amplio y en donde no son los mismos privilegiados de siempre los únicos que pueden imponer sus puntos de vista y sus valores.

No obstante, la desigualdad estructural sigue siendo el fermento de nuestra sociabilidad diaria, y por más que parezca que todas las personas, ahora, tenemos la misma posibilidad de participar en el discurso público, esto no es tan así. En principio y en un marco de ascenso de las ultraderechas, es visible la dificultad para expresarse libremente que tienen las personas de izquierda, progresistas o pertenecientes a grupos hostigados por los agentes conservadores que hicieron de las redes su espacio de la “batalla cultural”. Estos casos de ataques virtuales, aún cuando son evidentes sus efectos de coacción, no suelen considerarse en las preocupaciones por las “tácticas de silenciamiento” que parecerían privativas de la “corrección política”.

En lo que respecta a la “cancelación”, sus acciones raramente tienen consecuencias reales para aquellas personas canceladas cuando se trata de personalidades reconocidas. Desafortunadamente solo trascienden algunos pocos ejemplos de consecuencias reales en gente común que fue infamemente célebre en redes por alguna torpeza que se hizo viral, algo que tiene que ver más con la dinámica perversa de las interacciones que privilegian las mismas redes sociales, que con alguna supuesta cultura de la cancelación progresista que busca dejar a la gente sin trabajo o aislarla de la sociedad —Jon Ronson analizó el problema del avergonzamiento público en redes con mucha destreza en su libro Humillación en las redes.

En concreto, la gente que emprende una cancelación no se beneficia en nada con sus acciones. Las primeras beneficiarias son las propias redes sociales, que logran mantenernos atrapadas en sus plataformas a través del círculo de la reacción emocional constante: o cancelo o soy cancelada, o estoy a favor de la cancelación o estoy en contra, pero en cualquier caso me manifiesto e interactúo. No sería osado sostener, entonces, que de existir algo así como una cultura de la cancelación sería una dinámica fomentada por las propias redes sociales en vistas a satisfacer sus intereses económicos. Pero las redes y sus dueños no son los únicos que se benefician. En última instancia, los beneficiarios últimos del fantasma de la cancelación son los propios sujetos y grupos que denuncian su asedio. A través del recurso de la victimización —que denostan, paradójicamente, en el caso del progresismo—, la persona cancelada adquiere un estatus de incorrección política, de agente provocador, de librepensador o cualquier otra figura que le termina redituando en favor de su propio mercado. Esto es especialmente enriquecedor para artistas, escritores e intelectuales, quienes pueden construirse un aura de perseguidos culturales aunque, de hecho, ningún poder real los esté persiguiendo.

canción de hollywood

En los intentos más sofisticados de crítica a la “cancelación” no es raro que se mencione a Michel Foucault. Se diagnostica la “era de Vigilar y castigar” al extremo, el disciplinamiento de la palabra en tanto silencio autoimpuesto, la asfixia de un poder ubicuo que se cuela en todas nuestras interacciones. Además de la ligereza con la que se esgrimen las ideas foucaultianas, los convencidos de que vivimos en una era sin precedentes de prohibición y cercenamiento no parecen recordar los planteos del autor en torno al problema del poder, el saber y las palabras. En su célebre lección El orden del discurso, de 1970, Foucault caracteriza uno de los procedimientos de exclusión: un sujeto no tiene el derecho a decirlo todo. Más que en otros, la sexualidad y la política son dos territorios en los que esas prohibiciones recaen sobre el discurso, revelando su vinculación con el deseo y con el poder. No habría, entonces, ninguna “novedad” en el “silenciamiento” de la cultura de la cancelación.

Pero, además, el filósofo francés es bien conocido por otro movimiento reflexivo que lo aleja de la preocupación exacerbada por la palabra prohibida: la voluntad de verdad, dice Foucault, gana terreno ante la necesidad de prohibir y censurar discursos. Dicha voluntad de verdad es la forma que tiene el saber de ponerse en práctica en una sociedad; cómo se valora, distribuye y atribuye. Ante ella, el mecanismo de la censura como procedimiento de exclusión se vuelve cada vez más frágil y se refuerza la exclusión que es consustancial a nuestra voluntad de saber. Años después, en su primer tomo de la Historia de la sexualidad será más claro en formulaciones destinadas a la celebridad: el poder produce más que prohíbe, habilita más que reprime. Más allá de las objeciones a partir de casos específicos que se puedan esgrimir, estas afirmaciones apuntalan nuestros criterios anteriores: la cultura de la cancelación, antes que silenciar, provoca que todo el mundo hable.

Los algoritmos y los discursos se mueven y somos incitados a intervenir en un estridente torbellino de acusaciones cruzadas; la vieja práctica de la polémica con sus altisonancias se amplifica y todos están invitados a participar. En esta línea, además de las figuras políticas, no es raro que los protagonistas de muchos casos de supuesta “cancelación” provengan del pensamiento y de la literatura. El pensador y el escritor están cortejados por figuraciones extremadamente seductoras debido a su intensidad: desde Sócrates obligado a tomar la cicuta hasta el marqués de Sade maldecido y encerrado, sin contar la cantidad de intelectuales, poetas y narradores perseguidos, apresados o simplemente ignorados por ir a contrapelo. Una galería de “genios locos”, “raros”, “malditos” e “idiotas” puebla el panteón del artista incomprendido.

¿Estamos, verdaderamente, en sus épocas? ¿En tiempos de declive de las grandes instituciones de censura, hay algo que efectivamente no quede sin ser dicho? Se nos explicará que no toda censura es la cárcel o el destierro, y que episodios como perder un contrato de publicación constituyen persecución. Pero, ¿eso no nos llevaría a pensar más bien en las condiciones de producción de escritores y pensadores en un mercado inmerso en las dinámicas de redes sociales que caracterizamos antes? En este sentido, quizás el inmediatismo entre escritor y audiencia parece tener sólo al mercado periodístico y editorial como juez, y sus reglas no necesariamente se rigen por sofisticaciones del estilo “la muerte del autor” de Barthes como para poder salvaguardar las obras de la mera lógica fandom/hater.

Sin embargo, no son pocos los casos que parecen “aprovechar” la situación e instrumentalizar las mareas “canceladoras”. Actualmente, varias figuras incurren en la repetida y sonante queja por el silenciamiento desde grandes medios y plataformas; subrayada la asfixia del entorno, se resalta también la valentía, el espíritu libertario e inconformista de los heraldos de las verdades incómodas. Emerge así, impensable quizás para el siglo XX, la paradoja del incorrecto legitimado, del maldito consagrado. Ariana Harwicz, una de las voces argentinas más insidiosas en contra de la “dictadura de la corrección política”, es la autora de una obra que llegará a la meca del reconocimiento cultural en Occidente, Hollywood, de la mano de nada más y nada menos que del productor Martin Scorsese, con la actuación de una joven estrella politizada y woke, Jennifer Lawrence.

Quizás, los tiempos de la tarea del escritor como un inequívoco juego peligroso para todo orden social ya no sean tan evidentes.

Fuente de la información e imagen:  https://revistacrisis.com.ar

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¿De qué sirve saber cuando no sabemos cómo vivir?

Por: Karina Fuerte

En el próximo encuentro del Círculo de Lectura del Observatorio IFE discutiremos el libro Escuela de aprendices, de Marina Garcés.

¿De qué sirve saber cuando no sabemos cómo vivir? ¿Para qué aprender cuando no podemos imaginar el futuro? ¿Cómo queremos ser educados? Estas son algunas de las preguntas que plantea Marina Garcés (Barcelona, 1973) en su libro Escuela de aprendices (Galaxia Gutenberg, 2020) y sobre las cuales reflexionaremos en el próximo encuentro del Círculo de Lectura del Observatorio IFE.

El año pasado me encontré con este libro por casualidad mientras miraba las mesas de recomendaciones en una librería en Barcelona. Me llamó tanto la atención el título que, sin pensármelo y sin conocer a la autora, me lo llevé a casa. Debo confesar que el libro llegó directo a mi “Tsundoku” (積ん読), es decir, a esa pila interminable de “libros por leer”. Aunque pareciera que nunca le bajo el número a esa pila de libros que se acumula en mi mesita de noche, sí los leo. Soy lenta para leer, eso sí. Además de que caigo muchas veces en la tentación de llevarme un nuevo libro a casa aún sabiendo perfectamente bien que tengo esa PAL (pile à lire o “pila para leer” como le dicen en Francia).

Les enseñaría una foto de mi Tsundoku pero desafortunadamente no estoy en mi casa en estos momentos, pero les puedo asegurar que gracias al Círculo de lectura he podido jubilar de esa pila tres libros que ya tenían un buen rato ahí acumulando polvo, y con Escuela de aprendices ya serán cuatro. Aunque los encuentros del Círculo de lectura me han ayudado a reducir esa pila de libros por leer, no puedo asegurar que también con el pretexto de estos encuentros mensuales vaya agregando unos cuantos títulos más a mi PAL.

Pero volvamos al tema del mensaje de esta semana que es Marina Garcés y su Escuela de Aprendices. Si es la primera vez que te acercas a la obra de Marina, puedes conocer más sobre ella aquí y también por acá, donde además podrás ver algunas conferencias y debates en los que ella ha participado. Si como a mí, también te llamó la atención el título del libro y quieres saber de qué va, aquí abajo te comparto la sinopsis.

Escuela de aprendices
Autora: 
Garcés, Marina
Galaxia Gutenberg
Fecha de publicación: 18/11/2020

La educación es el sustrato de la convivencia, el taller donde se ensayan las formas de vida posible. Por eso, el capitalismo cognitivo se ha tomado en serio la tarea de asaltar todos sus campos: la educación formal y la informal, los recursos, las herramientas y las metodologías. La presencialidad y la virtualidad. La infancia y la formación a lo largo de la vida. La educación no sólo es un gran negocio. Es un campo de batalla donde la sociedad reparte, de forma desigual, sus futuros. Dicen los pedagogos que hay que cambiarlo todo, porque el mundo ha cambiado para siempre. Esta afirmación esconde las preguntas que nos dan más miedo: ¿de qué sirve saber cuando no sabemos cómo vivir? ¿Para qué aprender cuando no podemos imaginar el futuro? Estas preguntas son el espejo donde no nos queremos mirar. Nos da vergüenza no tener respuestas y resulta más fácil disparar contra maestros y educadores. ¿Cómo queremos ser educados? Ésta es la pregunta que una sociedad que se quiera mirar a la cara tendría que atreverse a compartir. Nos implica a todos. Todos somos aprendices en el taller donde se ensayan las formas de vida posibles. Educar no es aplicar un programa. Educar es acoger la existencia, elaborar la conciencia y disputar los futuros. Dentro y fuera de las escuelas, la educación es una invitación: la invitación a tomar el riesgo de aprender juntos, contra las servidumbres del propio tiempo.

Y si te quieres unir a nuestro Círculo de Lectura, el encuentro de este mes será el miércoles 23 de febrero a las 12:00 (GMT-5) a través de Zoom, en donde charlaremos y compartiremos nuestras impresiones sobre este libro que promete mucho. Para unirte al encuentro solo tienes que registrarte.

 

Mientras tanto, hasta la próxima semana.

Fuente de la información e imagen:  https://observatorio.tec.mx

Karina Fuerte
Editora en jefe, Observatorio del Instituto para el Futuro de la Educación

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Política educativa: balance y perspectiva

Por: Pedro Flores Crespo

Lo que pasó no fue,
pero está siendo”
-Octavio Paz
en Piedra de Sol

¿Qué perspectiva tendrá la educación en 2023? Para responder a esta pregunta, hay que hacer un apretado balance de la política educativa en lo que va del sexenio. Primero, que el otrora opositor ganara el poder mediante el voto popular demostró que la democracia en México es posible. Además, nos hizo albergar la esperanza de que las políticas públicas podían elevar su capacidad para resolver los problemas que la gente enfrenta al señalar las omisiones y errores de los gobiernos previos.

Pero la agenda educativa de la “Cuarta Transformación” fue hiper-reivindicativa, aunque poco original. La iniciativa de “reforma” publicada el 12 de diciembre de 2018 presentó un diagnóstico pobre, aparte de procesarse de torpe manera.

Eliminó, “por error”, la fracción constitucional que hacía alusión a la autonomía universitaria y dejó de lado la perspectiva intercultural, la educación inicial, y reemplazaba el término “calidad” por uno más nebuloso: “excelencia”. Al activarse la oposición, algo de esta iniciativa pudo corregirse.

No obstante, una forma particular de hacer política surgió. En el nivel básico de educación, se construyó una retórica cándida del magisterio. Aunque la “revalorización” de éste no se asentaba en la creación de condiciones de trabajo óptimas y reales, la narrativa gubernamental tuvo éxito, pues se basó en el supuesto de que como el gobierno anterior subestimó al maestro, lo “sometió”, pues entonces había que hacernos sentir lo contrario. Una imagen romántica del magisterio emergió. Se trataba de ganar adeptos, no de considerar al profesorado un agente capaz de trazar su propio desarrollo profesional. Se volvió a utilizar políticamente al maestro aunque claro, ahora de una manera mucho más sutil a la del corporativismo. El líder sindical ya no aglutina, sino la emoción.

Con seis meses de retraso se publicó el Programa Sectorial de Educación 2020-2024 que, aunque consignó una valiosa perspectiva de derechos, enmarcaba acciones y programas convencionales. Se decretó la obligatoriedad de la educación superior, por un lado, pero por el otro, no se allegaron los recursos necesarios para hacerla realidad y ni se creó un modelo de universidad original. Ante el principio de la no exclusión, la 4T creyó que con repartir dinero mediante becas bastaría y lo que tuvimos fue que la inasistencia de la población que aún no completaba el bachillerato aumentó de 2018 a 2020, según el Coneval. De hecho, este mismo Consejo estima que el rezago educativo pasó de 23.5 millones de mexicanos en 2018 a 24.4 millones en 2020.

La pandemia agravó aún más las cosas. Pero en lugar de ser creativos, la SEP anunció un “acuerdo de concertación” con cuatro televisoras privadas (Televisa, TV Azteca, Imagen y Multimedios) para entregarles una millonada con la promesa de regresar a clases con un “esquema robusto, oficial, y válido”. El programa Aprende en Casa pronto mostró sus limitaciones. 4 de cada 10 jóvenes de secundaria no tuvieron actividades escolares por este medio y a medida que avanzaba el nivel educativo, se recibía menos y peor orientación por parte del gobierno a la familia para apoyar el aprendizaje de los hijos en casa (Mejoredu).

2023 va a dejar aún más claro que no bastan las buena intenciones ni el afán “transformador”. Las políticas educativas toman sentido y significado cuando combaten de manera efectiva los problemas que las personas realmente enfrentan.

Investigador de la UAQ

Fuente de la información: https://revistaaula.com

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La historia detrás del reporte de los Futuros de la Educación de la UNESCO

Elisa Guerra Cruz

No sabíamos lo que se nos venía encima. Era enero de 2020 y estábamos en la antesala de una crisis sanitaria de grandes proporciones. Si bien, los medios reportaban noticias de la existencia de un nuevo virus, la mayor parte del mundo estaba al margen, incauto y desenfadado. “China está muy lejos”, pensábamos y decíamos, como si no perteneciéramos a un ecosistema irremediablemente interconectado. La vida seguía inmutable para la mayoría de los habitantes del planeta.

Bajé del autobús, tras una hora de viaje desde el aeropuerto. Era de noche –los días son demasiado cortos en invierno– y hacía un poco de frío, pero no tanto como para desanimarme a caminar los veinte minutos que me separaban de mi hotel. Arrastraba la maleta. A medio camino me detuve hechizada por la visión de una torre Eiffel iluminada y serena. Su silueta recortaba el cielo nocturno. Saqué mi celular para tomar un par de fotos y caí en cuenta que mis manos temblaban. Mis piernas también. Fue una sacudida ligera, casi imperceptible. No era el aire helado, ni el desfase horario, ni el tiempo desde mi última comida. El aleteo que me inquietaba, que hacía que sudaran mis manos entumecidas, venía de adentro, muy adentro. Reconocí que me embargaba un sentimiento.

Mi presencia diminuta y sobrecogida en el Campo de Marte tenía entusiasmo y terror, a la vez. ¿La razón? por invitación expresa de la UNESCO pasaría los siguientes días trabajando en el seno de la recién formada Comisión Internacional para los Futuros de la Educación. ¿El mandato? “Repensar el papel de la educación, el aprendizaje y el conocimiento a la luz de los enormes desafíos y oportunidades de los futuros predichos, posibles y preferidos.”

En casi ocho décadas de vida la UNESCO establecía por tercera vez una comisión internacional independiente para elaborar un reporte global que orientara la política y la práctica educativa para las décadas venideras. La primera comisión publicó, en 1972, el reporte titulado Aprender a ser: el mundo de la educación hoy y mañana, conocido como el “Reporte Faure”, porque estuvo coordinado por Edgar Faure, un destacado político francés, Primer Ministro en los 50. La segunda comisión a cargo de Jaques Delors, otro destacado político francés, publicó, en 1996, otro reporte muy influyente que orientaría las políticas educativas del cambio de siglo. La educación encierra un Tesoro también se conoció como el “Reporte Delors”.

Los apelativos de ambos derivaron de los políticos que encabezaron las comisiones que los elaboraron. En contraste, la comisión encargada del tercer reporte no sólo fue la más diversa y numerosa, sino también la primera en ser liderada por una mujer: Sahle-Work Zwede, presidenta de la República Democrática Federal de Etiopía. Además de la presidenta, en el grupo de 18 personas, habíamos cinco mujeres más.  Entre ellas, Vaira Vike Freibega, a quien nos referíamos como “Madame President”, porque fue dos veces presidenta de Letonia.

Antes de viajar, yo había leído en la web de la iniciativa cuan inmensa, estimulante y compleja prometía ser la tarea encomendada. Este reto me emocionaba. Había leído también que conviviría con destacadísimos líderes intelectuales. Este hecho me aterraba. No sabía –en realidad, nunca he sabido– cómo había aterrizado yo en ese grupo, que incluía ministros, activistas, profesores universitarios, escritores, antropólogos, investigadores, economistas, un senador, un embajador…. y a mí, una mamá que se re-imaginó maestra, y que un día decidió fundar la escuela que quería para sus hijos.

Apenas nos presentamos las primeras ideas comenzaron a fluir, tanto en los intercambios formales como en los informales: recesos, comidas y breves caminatas entre el hotel y el edificio sede de la UNESCO. Los días transcurrieron agitados y raudos. La última sesión nos despedimos con una agenda de trabajo para los dos años que invertiríamos en el proyecto. La siguiente reunión sería en septiembre, en Nueva York, durante la 75ª Asamblea General de las Naciones Unidas. Nunca se materializó. Nuestros debates no volvieron a darse cara a cara.

En tan solo unas semanas, pasamos de la sala con enormes ventanales en París a la plaza obligada de las pantallas. Atrapados en los mismos espejismos rectangulares que cientos de miles de estudiantes y maestros –los más afortunados– ensayaban como alternativa a la escuela. La crisis estaba en su apogeo. El reporte se escribió, íntegramente, durante los dos años de la pandemia, acompañado por algunas declaraciones conjuntas y recomendaciones que se publicaron paralelamente a nuestras deliberaciones. La incertidumbre no nos desvió del mandato. Stefania Giannini, Directora Asistente para Educación de la UNESCO, estuvo presente en la gran mayoría de las reuniones y, en ocasiones, nos acompañó también la Directora General, Audrey Azoulay.

Contamos con el apoyo del Secretariat. Un pequeño grupo de personas brillantísimas que mes a mes nos informaba del avance y primeros resultados de la consulta global, en la que más de un millón de personas de diversas partes del mundo hicieron sus aportes, a través de una encuesta, un ensayo, o la imagen de una obra artística original. Además, UNESCO solicitó a instituciones afiliadas la elaboración de documentos que informaran nuestro trabajo. El Secretariat,liderado por Sobhi Tawil y Noha Sobe, fue confeccionando, con los retazos que entre todos íbamos escribiendo, un solo reporte integrado, que que finalmente se publicó en dos centenares de páginas.

Muy pronto nos dividimos en pequeños grupos de trabajo, elegidos con base en nuestros intereses. Antonio Nóvoa, Embajador de Portugal ante la UNESCO, fungió, a petición de la presidenta, como coordinador de los trabajos. Mis “compañeros de equipo” fueron Fernando Reimers y Vaira Vike Freibega.

Cuando leí la historia de la pequeña Vaira quise llorar. Una niña precoz que nunca había asistido a la escuela. Un campo de refugiados en la posguerra. Una vida precaria en tiempos inciertos. Lectora voraz desde los cuatro años. Expulsada de clase en su primer día por cometer la insolencia de saber leer antes de tiempo e incurrir en el imperdonable pecado de la indisciplina. “Yo misma no sabía qué era lo que había hecho enojar tanto a la maestra,” escribiría muchos años después. Sospechaba que había sido la insensatez de apiadarse de quienes no podían leer y eran sistemáticamente ridiculizados. Vaira pagó el precio de susurrarles las respuestas, de pronunciarse en voz alta en contra de lo que le parecía cruel e injusto. Fue obligada a permanecer de pie afuera del salón de clases, excluida, avergonzada, su cabello atrapando briznas de nieve. Y luego, la deshonra, la vergüenza de sus padres en la habitación que la familia compartía con otros catorce refugiados, ciudadanos de tercera recluidos tras los alambres de púas que circundaban el campo.

La niña que se sobrepuso a las adversidades y sirvió dos periodos consecutivos como la primera presidenta de Letonia me mira desde la pantalla de mi computadora. Compartimos el mosaico de rectángulos con Fernando Reimers, profesor de Harvard, y uno de los mayores expertos mundiales en política educativa internacional. Los tres conformamos este subcomité con el objetivo de desarrollar y escribir propuestas sobre la necesaria transformación de la escuela y los docentes. Cada uno ha redactado ideas para auxiliarnos en la labor. Es ahí cuando Vaira nos abre una ventana vulnerable e íntima a su primera experiencia educativa y a su compromiso por cambiar el statu quo para los escolares que inician su vida académica.

Fernando Reimers lidera nuestro pequeño grupo. Nos trae de vuelta cuando nos encumbramos en los ideales. Nos aterriza cuando las neuronas y el alma se arremolinan. Hablamos de cómo es y cómo creemos que debería de ser el rol del maestro en la pos-pandemia y, aún más allá, rumbo al 2050. Hablamos de tecnología, ciudadanía global, cambio climático… Nos enfrascamos en alocados intercambios sobre pedagogía y didáctica, formación docente, educación socioemocional… En un punto álgido, Vaira frunce los labios. La niña que venció lo invencible, la mujer cuya vida podría muy bien definirse como heroica hace una pausa y sin poder evitarlo, exclama: “Todo esto es importante y necesario, pero me obliga a preguntarme si no estamos poniendo demasiado peso sobre los hombros de los maestros. Tendrían que ser súper héroes para cubrir tantas expectativas.” Me quedo sin palabras.

Comenzamos después a compartir los primeros escritos de los subcomités. Los recibimos con suficiente anticipación para leerlos, anotarlos, comentarlos y llegar preparados a la siguiente reunión. No siempre fue fácil llegar a acuerdos. Especialmente cuando se trataron temas álgidos. En algún momento, alguien anunció que no podría poner su nombre al documento si no se aclaraba alguna de las controversias. En más de una ocasión sentí que nuestro trabajo se atascaba, pero ni una sola vez se perdió la compostura o el respeto. Al final, conseguimos el añorado consenso: un documento sólido que pudiera ser ratificado por todos.

A excepción de la primera, todas las reuniones antes de la publicación –las plenarias, las de los subgrupos, y las que sostuvimos con la Junta Consultiva– se llevaron a cabo desde nuestras pantallas, en inglés y francés, con la añadida complejidad de los husos horarios. Perdí la cuenta de cuántas versiones leí del reporte, cuántos comentarios con control de cambios envié, y, sobre todo, de cuántos descubrimientos y aprendizajes, a un tiempo fortuitos y desgarradores, adquirí en esos meses.

El reporte, finalmente titulado Reimaginar Juntos Nuestros Futuros: Un nuevo contrato social para la educación, se presentó en la Asamblea General de la UNESCO, en noviembre de 2021. Desde entonces, se ha presentado y discutido en innumerables ocasiones alrededor del mundo.

Más de dos años después, regresé a París a la Pre-Cumbre “Transformando la Educación”. Caminé las mismas calles entre el hotel y la Place de Fontenoy, cobijada por la tibieza del verano. Volví a abrazar –aún con la cautela que nos dejó la pandemia– a los compañeros, hoy amigos, tras tantos meses de ideas compartidas. Nuestra última reunión fue híbrida. Menos de la mitad acudimos en persona. El resto conservó su rectángulo brillante en las pantallas. Discutimos el alcance del reporte hasta entonces. Aportamos algunas ideas sobre cómo mantener viva la conversación y la generación de aplicaciones prácticas. Siempre concebimos el documento como una primera provocación para construir juntos los futuros –en plural– de la educación que queremos para el 2050. No es una receta, ni un conjunto de preceptos, ni una hoja de ruta.

La invitación es a mirar hacia los futuros no como quien anticipa un destino inevitable y “se prepara para lo peor,” sino como quien proyecta un collage de visiones deseables y hace ingeniería inversa para crearlas y alcanzarlas.

Elisa Guerra * Integrante de MUxED. Es fundadora del Colegio Valle de Filadelfia y directora para América Latina de Los Institutos para el Logro del Potencial Humano. Fue galardonada en 2015 con el premio “Mejor Educador en América Latina” del Banco Interamericano de Desarrollo y la Fundación ALAS, y ha sido finalista del Premio Global a la Enseñanza. Es autora de 26 libros y libros de texto, y es una apasionada de la educación temprana, la ciudadanía global y la enseñanza innovadora.

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Venezuela ¿Una nueva etapa en la lucha social?

Por: Luis Bonilla-Molina[1]

  1. Introducción

El año 2023 inicia con llamados a movilización de la clase trabajadora de las empresas básicas de Guayana, el sector del proletariado industrial con mayor tradición de luchas, así como del magisterio en todos sus niveles y modalidades.  El motivo central es el problema salarial y de condiciones de trabajo, al estar el salario mínimo en unos siete dólares mensuales, y el salario de los y las trabajadores de la educación por debajo de los cincuenta dólares mensuales para las máximas categorías docentes. Esto en medio de una sostenida inflación y devaluación del bolívar, que colocan el precio de cada producto de la cesta básica por encima del que encontramos en la mayoría de países de la región.

Ciertamente, las criminales medidas coercitivas norteamericanas y de las naciones imperialistas europeas han afectado la economía nacional, pero aún en este contexto, el problema es de democratización de la riqueza. De hecho, países con producto interno bruto per cápita más bajo que Venezuela como el Salvador, gobernado por un ultraderechista, pagan salarios diez veces más altos que los de Venezuela. Cuba revolucionaria, asediada durante sesenta años por el capital trasnacional, con bloqueo y sin grandes riquezas minerales logra pagar salarios docentes cinco veces más altos que los venezolanos.

En este breve artículo trataremos de enunciar las tesis que fundamentan nuestro análisis de la coyuntura actual, los escenarios probables y los desafíos para la construcción de una organización revolucionaria que acompañe las luchas de la clase trabajadora, promoviendo la autonomía gremial y las resistencias sindicales anticapitalistas.

2. El debate pendiente sobre el ciclo

En los últimos años la izquierda venezolana se ha enfrascado en análisis sobre el chavismo, el madurismo y sus oposiciones, perdiendo la perspectiva de ciclo de crisis del capital en el país, esto impide la construcción de una fuerte posición anticapitalista y de organizaciones revolucionarias de masas.

Desde mi punto de vista, el actual ciclo de crisis sistémica del capitalismo dependiente, neocolonial y rentista venezolano se inicia en 1983 con el llamado viernes negro, periodo que sigue abierto y no ha culminado. Sus rasgos fundamentales son la incapacidad de la burguesía de sostener y/o construir un instrumento político que logre consensos de conciliación de clases y sea capaz de contener al movimiento social, especialmente a la clase trabajadora. Esta crisis ha sido una oportunidad para edificar un partido revolucionario de masas, pero la crisis de representación burguesa coincidió con la caída del muro de Berlín y las derrotas de la izquierda insurreccional lo cual llevó a la mayoría de la izquierda a la política de frentes populares con la llamada burguesía progresista, impidiendo avanzar hacia una organización con influencia de masas. El periodo chavista (1999-2012) a pesar de la recuperación de la agenda social y el protagonismo ciudadano sin precedentes, no logró desanudar el nudo Giordano de la conciliación de clases, imposibilitado en consecuencia, de resolver la crisis inaugurada en 1983.

Este cisma fue la confluencia de múltiples factores de los cuales no hemos salido aún, y tiene entre otros, estos momentos claves:

  1. El desembarco de la globalización neoliberal que supone la apertura de fronteras y el rompimiento del proteccionismo de los Estados nacionales al capital de cada país;
  2. La fuerte relación de las representaciones partidarias pro sistemas capitalista con las burguesías nacionales y el imperialismo norteamericano, como administradores de esta relación armónica que rompe la globalización neoliberal. Estos instrumentos políticos (AD, COPEI, URD) son incapaces de adaptarse al modelo posfordista y entran en contradicciones, luchas internas y decadencia. El capitalismo trasnacional se queda sin una representación partidaria sólida y con capacidad de contención del movimiento social;
  3. El Caracazo expresó en términos prácticos la perdida de auténtica capacidad de mediación de los partidos burgueses, pero también de las izquierdas que fueron observadores de un fenómeno tan crucial y no parte central del fenómeno;
  4. Los militares Bolivarianos que emergen en 1992 (4F y 27N) fueron vistos por un sector burgués y buena parte de la izquierda como una tabla de salvación, que resolviera sus incapacidades para construir representaciones con influencia de masas en la década de los noventa;
  5. El capitalismo humano de Chávez 1996-2004 era una entelequia que no resolvía la crisis sistémica, pero garantizaba la contención social. Más aún después del apoyo popular contra el golpe de Estado de 2002. El resto de la izquierda fue incapaz de construir un instrumento político con influencia de masas a la izquierda del chavismo;
  6. El golpe de Estado de 2002 genera una radicalización del proyecto bolivariano, pero al perder la alianza con la burguesía miquelenista opta por avanzar en la construcción de su propia burguesía importadora, en lo que se denominó el proyecto económico del movimiento bolivariano. La derecha refuerza su posición empresarial y anti agenda social que la consume progresivamente. El golpe de Estado de 2002, generó dos orientaciones frente populistas en el chavismo, una como lo dijimos de creación de una nueva burguesía revolucionaria y, el otro de construcción de poder popular, con la esperanza que esto construyera armonía alrededor de un nuevo frente popular de conciliación de clases. Sin embargo, lo que comenzó a ocurrir (2007-2008) fueron roces y contradicciones entre los dos procesos, que llevó en el año 2009 a la eclosión de un enfrentamiento ya no solapado entre representantes de ambos sectores, con etiquetas de ambos lados de “contrarrevolucionarios”, “infiltrados”, que tensionó de manera severa la administración pública y la propia dinámica del partido de gobierno;
  7. El chavismo asume como propia la narrativa de izquierda (2004-2012) aunque sigue nadando entre dos aguas, con un proyecto de construcción de poder popular, paralelo a la de la conformación de la nueva burguesía. La izquierda se divide entre la sumisión más tenaz y el infantilismo izquierdista rupturista;
  8. Como señalamos en el punto “f”, en el año 2009 el choque evidente de los dos proyectos paralelos que adquirieron dinámicas propias a partir de 2002, pero con orígenes teóricos en la propia Agenda Alternativa Bolivariana (1996) y la política de frente popular, generó un intento de develarlo y buscar salida desde la perspectiva del movimiento popular en el evento del Centro Internacional Miranda, que se popularizó por la crítica al hiperliderazgo. Por cierto, Chávez en 2011 reconocería como ciertas y válidas las críticas que se le hicieran en el CIM que conllevaban a la necesidad de una dirección colectiva del proceso bolivariano;
  9. La enfermedad y muerte de Chávez se convirtieron en un largo episodio de pugnas de baja intensidad de dos proyectos bolivarianos, mientras las representaciones políticas de la derecha pugnaban por la vuelta a la normalidad anterior a 1983, mostrando que no entendían el nuevo momento del capitalismo global;
  10. La muerte de Chávez y la llegada de Maduro al poder, expresa una nueva situación de hegemonía del proyecto de burguesía revolucionaria sobre el de poder popular. En el periodo 2013-2017 la nueva burguesía revolucionaria procura terminar de liquidar a la vieja burguesía y convertirse en el factor hegemónico, con narrativas antiimperialistas que abandonan el compromiso por la justicia social. El cenit de este proceso fueron los enfrentamientos callejeros y la muerte de venezolanos, como expresión de la confrontación de las dos fracciones burguesas;
  11. La derrota militar de la derecha política insurreccional y el recrudecimiento de las sanciones imperialistas, fuerza a un giro hacia la negociación y la construcción de espacios de cohabitación entre las burguesías (2018-2023) que se muestran públicamente en los llamados diálogos de México, pero que en realidad tienen lugar de enunciación en las negociaciones directas de las administraciones norteamericana y Maduro;
  12. Maduro apuesta los últimos años, a convertirse en el arquitecto o facilitador de nuevas representaciones políticas que garanticen la aplicación de programas de ajuste capitalista, con contención de masas. El problema es que, en este momento, el tema salarial opera como el gran problema a resolver para seguir avanzando en esa dirección.

Estos hitos no resuelven la crisis burguesa que se inaugura en 1983 y forman parte de las tareas por resolver para la dominación o la transformación radical de la sociedad venezolana. Nuestra tesis es qué dentro del ciclo del capitalismo, seguimos en la crisis que se inicia con el viernes negro.

3. El gobierno en la actual coyuntura

Como hemos sostenido en otros artículos, se equivocan quienes ven a Maduro como un personaje débil y pusilánime. Nicolás Maduro podrá no ser hombre culto, pero es uno de los políticos más habilidosos para sostenerse en el poder, que hemos conocido en la política venezolana de los últimos cien años. Este es un primer error que se suele cometer a la hora de realizar análisis y construir definiciones tácticas y estratégicas. Maduro ha logrado:

  1. Dividir en decenas de pedazos a la derecha, usando las bondades de un Estado rentista, que aún sancionado comercialmente puede obtener importantes ingresos fiscales;
  2. Usar el antiimperialismo como un comodín, no solo para consolidar una nueva “burguesía revolucionaria”, sino, además, a diferencia de Chávez, generar un proceso de entendimiento cada día más claro con la vieja burguesía de la cuarta República;
  3. Debilitar a todas las oposiciones de izquierda, ya sea judicializando sus representaciones partidarias y expropiando tarjetas electorales, rompiendo e interfiriendo en cualquier vínculo real entre resistencias sociales y organizaciones políticas. La represión selectiva y puntual, sobre focos de conflictividad fabril y en la estructura del gobierno han hecho imposible construir un tejido social de resistencia consistente;
  4. Mantener la unidad interna del partido de gobierno, que siempre ha sido un instrumento político “sui generis”, que opera como un correaje para instrumentalizar las políticas oficiales. La renovación generacional ha permitido marginar a cuadros históricos, algunos de ellos provenientes de experiencias de izquierda radical, dejando al mando de la organización a la burocracia que gravita alrededor del aparato del Estado. No obstante, el PSUV sigue siendo el partido político con mejor estructura nacional y capacidad de incidencia en la política;
  5. Aunque no ha podido judicializar al Partido Comunista de Venezuela (PCV), organización que rompiera en 2018 con el gobierno de Maduro, ha generado una campaña de ataques a su política, que aunado a los errores que ese partido ha cometido, ha impedido que sea un instrumento que canalice las resistencias ciudadanas ante la política de conciliación de clases que se han impuesto;
  6. Ha logrado implementar un programa de ajuste estructural, propio de las recetas neoliberales, maquillado como la única solución para sobrevivir a las medidas coercitivas unilaterales y propiciar su aflojamiento. Esto ha hecho que la importante base social que sigue apoyándole, defienda el ajuste neoliberal como el mal menor, popularizando la idea de sobrevivir a cualquier costo, incluida la capitulación al capitalismo neoliberal;
  7. Ha evitado hasta ahora un estallido social y es el único arquitecto político, con fuerza necesaria para construir una transición que no asuste a los Estados Unidos;
  8. Ha abandonado el programa socialista y el norte anticapitalista, sin mayores traumas de gobernabilidad, creando las bases para un nuevo modelo de alternancia en el poder donde el chavismo evolucione hacia una nueva forma de socialdemocracia nacional;
  9. Generó unas terribles condiciones materiales de vida para la población trabajadora, sin que se construya un polo de referencia alternativo, algo insospechado en cualquier análisis político al final del mandato de Chávez;
  10. Finalmente, ha usado el crecimiento económico de los dos últimos años para fortalecer la alianza de las burguesías, mediante la generación de unas condiciones materiales de vida para ella (restaurantes, centros comerciales, concesionarios de carros de lujo, conciertos, etc.), que hace posible unificarse y plantearse modelos de alternancia u otras fórmulas, que se sostienen sobre terribles condiciones para la clase trabajadora.

Maduro pasó de ser el Fuché de la política nacional (1992-2012), a ser el terminator del programa socialista (2013-2017) y el arquitecto de la instauración de un capitalismo neoliberal renovado (2018-2023). Hoy, salvo que ocurra un evento que cambie la actual correlación de fuerzas, es el hombre fuerte de la política venezolana y es imposible construir una política alternativa que no coloque los pies sobre la tierra en esta materia.

4. El antiimperialismo en el juego de máscaras

La inmensa mayoría de la izquierda venezolana está atrapada en el discurso de las contradicciones inter capitalistas, fundamentada en la inminencia de una confrontación entre EEUU-China, EEUU-Rusia, EEUU versus China-Rusia. Este problema teórico-ideológico resulta funcional al juego de máscaras, que desde el gobierno se impone, para desmantelar la idea socialista y poner en marcha un nuevo modelo de acumulación capitalista en Venezuela.

Ciertamente, la globalización neoliberal al fomentar la preeminencia del capital trasnacional sobre el capital nacional, elevó las tensiones entre el capital financiero e industrial internacional norteamericano, Chino y Ruso. Pero Rusia ha desarrollado un modelo capitalista feroz, de alta competitividad, mientras que el milagro chino es el de su alineación con la Organización Mundial de Comercio (OMC), el desarrollo de un modelo de sobre explotación laboral para garantizar el crecimiento del PIB y de sociedad autoritaria.

Las draconianas reformas laborales europeas no son otra cosa que el efecto Pigmalión del modelo chino sobre el mundo del trabajo europeo y el capitalismo occidental.

El sistema mundo capitalista mundial tiene hoy cinco grandes pilares: EEUU, China, Rusia, la Unión Europea y los BRICs, qué por supuesto tienen fricciones como cualquier bloque de mercaderes, pero a diferencia de otro momento histórico las tensiones se resuelven por la vía de acuerdos mínimos y no por la vía militar.

Estas tensiones, propias de un maridaje en construcción, lejos de modelar un mundo multipolar, promueven una nueva forma de gobierno mundial del capital, donde co-habiten como regentes EEUU, China y Rusia, intentando conjurar una muy poco probable confrontación militar-atómica entre ellas. La convergencia China-Rusa-Norteamericana pasa por el abandono del ideario de libertades democráticas y la constitución progresiva de modelos de “democracia autoritaria”. La democracia burguesa liberal está en su fase de ocaso y la incomprensión de este fenómeno impide que una parte importante de la izquierda entienda el resurgimiento de la ultraderecha y el neo fascismo, no como un fenómeno aislado, sino como algo que llega con la intención de quedarse.

La Organización Mundial de Comercio (OMC), creada en plena década neoliberal, ha sido la encargada no solo de la ingeniería genética del embrión del nuevo imperio capitalista tricéfalo, sino que además es la partera de ese engendro. Por ello, el presidente de China dice en el Foro Mundial de Davos (2022) que para esa nación asiática lo principal es fortalecer a la OMC y garantizar que nadie se descarrile de la globalización. En ese contexto debemos valorar y entender los enfrentamientos armados localizados de las últimas décadas.

La guerra de Ucrania ha significado ganancias económicas importantes para EEUU, China y Rusia, así como la destrucción del potencial geopolítico de la Unión Europea, un paso necesario para cualquier entendimiento estratégico entre las tres cabezas principales del capitalismo del siglo XXI (EEUU, China y Rusia). Sin embargo, la izquierda venezolana sigue ridículamente atrapada en el “campismo”.

En este escenario de acuerdos en construcción, Latinoamérica sigue siendo la zona natural de influencia de los EEUU. Por ello, acercarse a los rusos o chinos procurando protección contra los Estados Unidos resulta por lo menos infantil. Los rusos y chinos alimentan esa ilusión para contar con “barajas” con las cuales ofrecer intermediación, a la hora de avanzar en negociaciones estratégicas con sus pares gringos.

En realidad, esgrimir antiimperialismo norteamericano y acercarse a los imperios ruso y chino, ha sido una forma de garantizar la consolidación de la nueva “burguesía revolucionaria” importadora y parasitaria, facilitando formas novedosas de negocios en el mercado internacional que le hagan competitiva a la hora de volver a la “normalidad internacional”. Por otra parte, el énfasis en los negocios con China y Rusia, y no en lo ideológico de parte de la burguesía revolucionaria, construye tranquilidad en los norteamericanos sobre las verdaderas motivaciones (económicas) del “antiimperialismo” del gobierno venezolano.

Un auténtico antiimperialismo, en el marco de la globalización neoliberal, tiene en el anticapitalismo un punto infranqueable. Es fundamental el papel de los y las revolucionarias en educar al pueblo respecto al carácter capitalista de Rusia y China y la auténtica naturaleza de sus tensiones, así como la tendencia al acuerdo más que a la confrontación entre ellos como signo de los nuevos tiempos.  Sin esta distinción, resulta muy difuso para el trabajador común entender cómo hay que aliarse con un gobierno que persigue a los sindicatos y líderes obreros (China y Rusia), contra otra nación colonialista.

5. La oposición de derechas

Las derechas en Venezuela son como barcos solitarios navegando en medio de una tormenta, sin darse cuenta que su casco está perforado y la nave hace aguas. Apuestan por un gobierno de emprendedores –algo en lo cual el gobierno de Maduro les ha tomado la delantera- y donde cada quien gestione su propia seguridad social.

El surgimiento del “gobierno interino” de Guaidó ha servido para demostrar que la derecha lo que en realidad busca es apropiarse de la renta petrolera, ya sea a través de la intermediación con la fracción de la burguesía venezolana que la sustenta o de la apropiación a través de la corrupción.

El gobierno no persigue ni encarcela a Guaidó, como forma de demostrar que se puede entender con la otra fracción burguesa, incluso a niveles de impunidad. Los norteamericanos lo entienden y por eso en las mesas de negociación de México proponen liberar recursos que sean co-administrados por ambas fracciones de la burguesía.

A estas alturas lo que más le preocupa al Pentágono, como se desprende entre líneas de la declaración reciente de Ned Price, su vocero, es la posibilidad de una rebelión nacional popular, porque ello, quieren apurar el acuerdo gobierno-oposición antes de 2024.

La derecha venezolana hoy es alternativa solo para un segmento de la población altamente ideologizado contra el socialismo, los progresismos y la agenda social. Para el común de la población la derecha convive con el gobierno y forma parte de intereses económicos de enriquecimiento, barnizado con discursos ideológicos.

Construir una alternativa electoral de la derecha, pasa por acordar la forma como “venderán” a sus bases y electores, la idea de una alternancia en el gobierno con el madurismo, como intento de estabilización política y de nueva gobernabilidad.

No la tienen fácil, porque todo parece indicar que cada una de las fracciones de derecha tiene una “puerta trasera” de entendimiento con el gobierno, que a su vez tensiona para impedir un acuerdo que no coloque como su arquitecto y árbitro al madurismo.

6. La izquierda radical en su laberinto

Sin negar o desestimar la injerencia del poder contra las organizaciones políticas, debemos decir, que la izquierda revolucionaria fue absolutamente incompetente para aprovechar la correlación de fuerzas generada entre 1989-2012 en función de construir un partido revolucionario de masas. Sectores importantes fueron absorbidos por el Movimiento Quinta República y otros con la creación del PSUV. El llamado de Chávez, en la tradición soviética, de construir un partido único encontró oposiciones en partidos como el PPT[2], Tupamaros o PCV[3], que siguieron siendo partidos de cuadros o propaganda, sin llegar a convertirse en organizaciones de masas. El Gran Polo Patriótico (GPP), creado posteriormente, operó más a la cola del PSUV que como factor capaz de generar alternativas de gran alcance.

Por ello, la disidencia al proceso de restauración neoliberal (2013-2023) fue tan lento. Mientras el PPT y Tupamaros fueron judicializados sin mayores resistencias de masas, el PCV[4], con mayor tradición y con una estructura sólida ha podido superar el trauma de la separación del gobierno sin desprendimientos importantes ni coaptación gubernamental.

No obstante, los intentos por construir una plataforma unitaria de lucha y electoral bajo la figura de Alternativa Popular Revolucionaria (APR) han tenido la limitante del viejo paradigma del partido de vanguardia que lidera a los frentes de masa, sin entender que hoy la ecuación tiene que ser distinta para construir una correlación de fuerzas que frene la restauración plena del capitalismo.

El trotskismo quedó atrapado en las disputas internacionales sobre la caracterización de la situación, sin poder avanzar en una plataforma unitaria, abierta y sensible a las nuevas agendas ciudadanas.

El resto de iniciativas quedaron más como opciones declarativas y de principios, que como aparatos políticos con influencia de masas.

Esto está muy vinculado a nuevas exigencias ciudadanas para el pensamiento socialista que la izquierda no quiere leer y hacer suyas, impidiendo con ello construir un instrumento político importante.  Algunas de estas incidencias ciudadanas son:

  1. Las nuevas generaciones no comparten la tradición de liderazgos de izquierda sempiternos. No comparten que un líder permanezca al frente hasta que se muera y apuestan por modelo de dirección más de rotación de cargos. Desde esa perspectiva, un buen liderazgo de izquierda es aquel que construye su relevo en el corto plazo (5-8 años) y es capaz de seguir militando desde la base.  Esto pasa por recrear la cultura del liderazgo desde las organizaciones de base, gremios, sindicatos, entre otros.
  2. El manejo de lo público va más allá de lo ideológico, por lo cual se requiere que quienes estén en cargos públicos cuenten con dilatada experiencia en la gestión no gubernamental (cooperativas, clubes, etc), hayan hecho carrera en las instituciones públicas y sepan del trabajo al cual van a ser designados. Es falso que con solo lo ideológico basta.
  3. Urge una cultura de la transparencia en la gestión de los fondos y recursos públicos, algo que solo construye hegemonía si viene de las practicas partidarias y del movimiento social;
  4. Se necesita más perspectiva crítica para valorar los desempeños en cada uno de los cargos que ocupen militantes, cuidando la alternancia entre cargos y tareas en el movimiento social para contribuir a conjurar la burocratización:
  5. Se necesitan organizaciones más flexibles, alegres y dinámicas
  6. Urge recuperar la confianza, respecto a que la izquierda siempre está del lado de quienes luchan, nunca al lado de un gobierno, incluso aliado, contra el movimiento social.

Las elecciones de 2024 son una prueba de fuego para la izquierda radical, para ver si logra superar los obstáculos para construir instrumento político unitario con influencia de masas.

7. El movimiento social en el centro de la construcción de correlaciones de fuerzas

El lugar de enunciación de la política suele moverse conforme se desplazan los ejes de la lucha de clases y se construyen correlaciones de fuerzas. Voltaire solía decir que todo reordenamiento parte de un centro, y el arte de la ciencia política es precisar ese centro en cada momento histórico y sobre todo como se mueve con relación a los instrumentos partidarios de la burguesía y la clase trabajadora.

Nuestra perspectiva es que hoy lo partidario, de derechas, gobierno e izquierdas, ha perdido su capacidad de encanto para la mayoría ciudadana, convirtiendo al movimiento social en el epicentro de la construcción de narrativas e imaginarios políticos. Esto es algo de lo cual parecieran no haber tomado nota las dirigencias partidarias.

En consecuencia, la movilización social comienza a ser auto convocada, algo que no se veía en Venezuela desde finales de los ochenta y la década de los noventa del siglo XX. Esta autogestión del descontento, a diferencia de momentos precedentes, no está mediado por el ataque insurreccional contra el gobierno ni por su defensa a ultranza, sin negar que esta turbulencia tenga algún nivel bajo de presencia en el movimiento. Lo novedoso es colocar lo reivindicativo en el centro, dejando a un lado la disputa por el poder político. Esto se expresa en la convergencia de simpatizantes y opositores al gobierno en las movilizaciones, causando una franca factura a la polarización que caracterizó el periodo 1996-2021.

Esto no oculta que la derecha intenta convertir el despertar de la movilización en un “hasta que Maduro se vaya” y el gobierno en un “está en marcha un golpe contra el gobierno de Maduro inspirado desde el Pentágono”. Ambos sectores son incapaces de entender lo que ocurre e intentar continuar subalternizando al movimiento social. Lo que ocurre desde las movilizaciones de junio-agosto de 2022, es que las bases magisteriales y de la clase trabajadora chiflan e impiden hablar a cualquier dirigente partidario, de derechas o del gobierno, mostrando una nueva reconfiguración política.

Hoy le reivindicativo constituye el eje del centro político del movimiento social, que de no ser atendido oportunamente puede evolucionar hacia perspectivas mucho más anti sistémicas. Mirar lo que ocurre en Venezuela desde lo partidario y las lógicas del poder, equivale a mirar la realidad a través de unos lentes con vidrios fragmentados.

8. La clase trabajadora: ¿despolitización o repolitización?

El descalabro del proyecto bolivariano socialista, acompañado de una precarización salarial, de condiciones de trabajo, vida y servicios públicos, sin precedentes en la historia nacional, ha producido un cambio significativo.

Por una parte, la sobrevivencia que algunos casos ha fomentado experiencias de ayuda mutua, en su mayoría ha roto el tejido solidario construido en el periodo Chávez, haciendo de la competencia el gran paradigma popular.

Desde 2013 la población venezolana vive las consecuencias de la caída de los precios del petróleo y el quiebre de los modelos rentistas cuarto y quinto republicanos, el recrudecimiento de la conspiración imperialista en especial a partir de las medidas coercitivas unilaterales,  la resolución de las contradicciones del proceso bolivariano entre burguesía revolucionaria y poder popular a favor de la primera, la instauración de un programa de ajuste estructural de corte neoliberal que coloca sobre la clase trabajadora el peso de la crisis, el acercamiento y construcción de acuerdos entre la vieja y nueva burguesía, y la terrible situación salarial por debajo de los cincuenta dólares mensuales, en un país cuyo costo de los productos de la cesta básica es superior a los que se conocen en México, panamá, Colombia o Argentina.

Además, resulta terriblemente decepcionante la ostentación de la burguesía revolucionaria y la nueva clase política del gobierno y oposición. Mientras la clase trabajadora tiene que hacer milagros para llevar arroz a su mesa, los restaurantes de lujo se llenan de personajes de la política, mientras docentes y empleados públicos van a sus labores con zapatos rotos la nueva clase política derrocha lujo con Ferrari y Lamborghini de diseño exclusivo. Esto convierte a las sanciones imperialistas en significantes vacíos, que lesionan el salario y condiciones de vida para quienes viven del trabajo, pero hacen cada vez más ricos a quienes se apropian de la menguada renta petrolera e ingresos fiscales.

Con salarios de apenas treinta dólares mensuales, teniendo que pagar tres dólares diarios de pasaje, la mayoría de funcionarios públicos subsidian al Estado, mostrando un compromiso nacional sin precedentes que es utilizado para condenarlos a la insalvable miseria.

La clase trabajadora está dispuesta a soportar cualquier situación de sacrificio, si se democratiza esta situación, no si su entrega solo recibe como burla la ostentación y el despilfarro de unos pocos en medio de la miseria de las mayorías.

Esta situación se agrava con el papel de los dos grandes sindicales, la Central Bolivariana Socialista de Trabajadores (CBST) vinculada al gobierno y la raquítica Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) que mantienen una lógica de justificación de la actual situación, que se han convertido en esquiroles de las luchas de base de la clase trabajadora.

Esta realidad generó inmovilidad, luego rabia, pasando por el cuestionamiento a la burocracia sindical hasta llegar a la auto organización de base y la construcción de incipientes redes solidarias de apoyo mutuo de la clase.

Las victorias del proletariado industrial (abril 2022) y del magisterio (mayo-agosto 2022), en las cuales el gobierno tuvo que honrar compromisos contractuales y establecer nuevas escalas salariales, crearon una situación novedosa en la política venezolana. Por primera vez en muchos años, un movimiento social despolarizado que lucha por condiciones salariales y de trabajo, irrumpe con influencia de masas.

Esto marcó una ruptura cualitativa con la influencia de la burocracia de la CBST[5] y la vieja CTV[6], demostrando, además:

  1. Que era falso que no había dinero para honrar compromisos salariales y elevar los salarios;
  2. Que es posible derrotar a la burocracia cuando se enarbolan banderas unitarias a favor de la clase trabajadora;
  3. La forma de avanzar en las luchas sociales es aislando a los rancios liderazgos de derecha opositora y gubernamental, sosteniendo autonomía gremial y resistencias sindicales.

A comienzos de 2023, nuevamente los trabajadores de Guayana y el magisterio, plantean luchas reivindicativas, especialmente en materia salarial (aumento), anti burocráticas (eliminación de las instrucciones ONAPRE) y por unas relaciones con el Estado que tiendan a la justicia social, democracia sindical y participación autónoma.

El magisterio que tenía desde el 2001-2002 sin realizar paralizaciones, irrumpe en el 2022 con movilizaciones en casi todas las ciudades del país y su victoria marca un hito en la recomposición de la capacidad movilizadora de la clase trabajadora. Por ello, el llamado a paro y movilizaciones de comienzos de 2023 lo hacen con una nueva confianza en su capacidad con consignas muy concretas:

  1.  eliminación de las odiadas instrucciones ONAPRE que eliminaron primas y sobresueldos conquistados en luchas e incluidos en la contratación colectiva;
  2. Indexación salarial estimada en dólares para quebrar los efectos de la inflación y devaluación del Bolívar en la economía familiar del magisterio;
  3. Contratación colectiva discutida desde la base y no por la burocracia de las federaciones sindicales;
  4. Recuperación del sistema de salud pública, seguros de hospitalización, cirugía y maternidad, para la atención urgente de los y las trabajadoras y sus familias;
  5. Pago del 280% de salario adeudado;

Lo significativo de este paro es su carácter anti burocrático y auto convocado, que expresa a la vez nuevas formas de organización de la clase, que trascienden los formalismos del sindicalismo reconocido en la lógica fordista de pactos con el gobierno.

Los maestros parten con simpatías de las familias, pero con una increíble confluencia en su contra, por parte de la dirigencia burocráticas de la CBST y la CTV; hecho que de paso muestra la identidad de intereses de la vieja y nueva burguesía. Si el magisterio se sostiene en las calles y alcanza una nueva victoria, como todo apunta a suponer, estaremos iniciando una nueva etapa de la lucha social en Venezuela, que presionará nuevamente para una resolución de la crisis de largo ciclo iniciada en 1983, a favor de la clase trabajadora.

En realidad, la inmensa mayoría de la burocracia sindical está al margen de la legalidad pues no ha hecho elecciones democráticas de bases durante años. En consecuencia, carece de legitimidad efectiva y de origen, a lo que se suma incapacidad e ineficacia en el cumplimiento de su tarea de defensa de la clase trabajadora. Esto es un problema que se puede convertir en estratégico para la gobernabilidad en el corto plazo.

El debate sobre despolitización o repolitización se hace importante, por el criterio más extendido en las bases en luchas, respecto a que la prioridad es defender sus derechos básicos y que es el gobierno y las organizaciones quienes deben situarse, en uno u otro sentido respecto a este reclamo.  Es decir, se rompe la polarización por abajo y comienza un sentido de unidad de la clase que no habíamos visto desde la década de los noventa del siglo pasado.

Las referencias de izquierda y derecha comienzan a ser significantes vacíos para las bases de los y las trabajadoras en lucha, adquiriendo relevancia conforme se colocan o no al lado de sus intereses básicos (salario, condiciones de trabajo., derechos adquiridos, contratación colectiva, fuero gremial, estabilidad laboral).

Por ello, es de esperar una fuerte ofensiva de la patronal y sus sindicatos burocráticos de derechas y gubernamentales, para frenar el protagonismo de los maestros y maestras. Esperemos a ver cómo se desarrollan los acontecimientos durante estas dos semanas.

 

9. El retorno del humor como mecanismo de resistencia

Históricamente la población de venezolana ha construido a través del humor, la burla cínica y la parodia, formas de resistencia a las adversidades y situaciones de poder. Ha hecho del humor una forma contundente de resistencia. Eso lo veíamos en programas televisivos e la cuarta República, pero también en la calle.

El chavismo resultó muy sensible a estas formas populares de críticas, convirtiendo a las resistencias a la burocratización en algo “demasiado serio”. Lo que hemos visto en el último año es un resurgir del humor y la burla cínica como herramientas comunicacionales desde abajo, para quienes no disponen de acceso a los grandes medios de comunicación.

Las redes sociales se han convertido en comunidad terapéutica donde se muestra toda la angustia y desesperación popular, la iracundia contra la restauración neoliberal, pero también caminos alternativos para superar juntos la actual situación.

La teoría política actual debería tener mayor capacidad de análisis del humor venezolano y la narrativa en las redes sociales, si quiere comenzar a comprender lo que realmente ocurre.

 

10. Lo peor en política es cuando se acaban los argumentos

Son lastimosos los intentos de argumentación de la burocracia sindical y los altos funcionarios, respecto al resurgir de la movilización social. El argumento más recurrente es el de la conspiración en marcha y del golpe de Estado en ciernes, que resultan increíble para una población que escucha a diario discursos de recuperación, diálogo con las derechas y la administración norteamericana, encuentros del presidente Maduro con enviados de la CIA, el regalo del petróleo venezolano (sin impuestos ni regalías) a Chevron, el nombramiento de ciudadanos norteamericanos en altos puestos ejecutivos de la estatal petrolera.

Domingo Alberto Rangel decía que llega un momento en las relaciones de poder, en la cual los altos funcionarios se convierten solo en “petardistas”. Los “petardistas” eran quienes lanzaban pólvora, petardos por donde iba a pasar Juan Vicente Gómez, el dictador venezolano de comienzos del siglo XX. Hoy muchos altos funcionarios son solo petardistas, que no sugieren nada alternativo al presidente de la República, muy por el contrario, alaban las medidas que impactan sobre la clase trabajadora, a pesar que en privado muestran su preocupación por el curso de los acontecimientos.

Cuando los petardistas se apoderan de la política, el oficio de vacía de argumentos y se concentra en presentar a poder como víctima del mismo pueblo que lo eligió y confió en ellos.  Solo si el gobierno abre espacio al pensamiento crítico, desplazando a los petardistas de oficio, podrá encontrar claves para resolver los entuertos en los que se ha metido por su decisión de conciliar los intereses de clase a favor de la burguesía.

El problema es que, para ello, debe terminar de definirse, a favor del capital o del mundo del trabajo, porque el discurso en dos aguas, está produciendo el efecto del rey desnudo.

 

11. No se puede hacer política pensando desde el hígado

Un grave problema político en Venezuela, que involucra a la dirigencia y de la militancia de las organizaciones políticas de gobierno, derechas e izquierda radical, pero también al movimiento social, es la rabia como sustento de la formulación táctica.

Se puede entender la terrible situación de la clase trabajadora y pueblo en general, viviendo en condiciones materiales infrahumanas, producto de la incapacidad de conseguir un salario que cubra lo necesario para el sustento básico, teniendo que inventarse dos o tres labores adicionales que solo le permiten la sobrevivencia, mientras la clase política ostenta otro estilo de vida y cuenta cuentos sobre la necesidad de resistir juntos, pero la rabia es mala consejera, incluso para producir un cambio político en favor de las mayorías.

Es urgente re-construir la cultura política desde la tolerancia y el respeto, sin que ello implique perder la memoria histórica de los errores de la cuarta y quinta república, pero pensando el país de cara al futuro.

El oficio del político revolucionario en el presente, es convertir el resentimiento en potencial creativo, crítico, constructivo, alegre, propositivo, que se alimente con las pequeñas y significativas victorias reivindicativas y salariales, que sea capaz de retomar la senda de la justicia social. No se trata de un ejercicio político bobalicón ni una narrativa de auto ayuda, sino retomar la potencialidad de los poderes creadores del pueblo.

Se necesita despersonalizar el ejercicio de la crítica política, allí donde sea posible, para entender los problemas estructurales y coyunturales del presente y abonar a una táctica que reencuentre el mundo de la política y los movimientos sociales.

Sin este salto cualitativo, difícilmente saldremos del actual atolladero, ni mucho menos seremos capaces de construir una nueva organización revolucionaria con influencia de masas.

 

12. La migración forzada como la mayor frustración colectiva

Buena parte del conflicto social actual está atravesado por la desgracia de la migración forzada que toca a todas las familias trabajadoras venezolanas. Pasar las fiestas de fin de año con los hijos(as), padres y madres, abuelos(as), tíos(as), hermanos(as) lejos, asediados por la incertidumbre permanente, entre la xenofobia, el trabajo desregulado, el machismo, la homofobia, el racismo y el desafecto, se convierte en una bomba de tiempo social, que puede estallar en cualquier momento.

La sub economía de las remesas es un escupitajo en la cara de cada venezolano, que se sabe nacido en un país petrolero, con inmensas riquezas minerales y de todo tipo. El discurso de las sanciones comienza a agotarse como justificación, a pesar de que son reales, porque la mayoría de la población comienza a pensar que, si la política es arte de hacer posible lo imposible, les corresponde a los políticos buscar alternativas prontas y oportunas a esa situación.

El abandono de buena parte de la izquierda latinoamericana y mundial, a la migración venezolana, catalogándola como contra revolucionaria y no como clase trabajadora que huye buscando sobrevivencia, será un mal que tendremos que pagar por décadas, como abono al pensamiento conservador y ultraderechista.

Cualquier proyecto político sostenible en el tiempo, tiene que plantearse en el corto plazo, la creación de las condiciones materiales, espirituales, políticas y económicas para que vuelvan al suelo patrio quienes han partido.

 

13. Conclusiones

Desde mi punto de vista estamos en una nueva etapa de la lucha social en Venezuela, que ocurre en el marco de la crisis del sistema de acumulación capitalista iniciada en 1983, que obligará a las representaciones políticas de la vieja y nueva burguesía a desarrollar una estrategia de contención y anulación de la combatividad.  Ello avizora también, una crisis de las izquierdas, cuyos militantes participan en las protestas, pero sus direcciones no han logrado empalmar con el movimiento desigual y combinado de resistencia al neoliberalismo seudo socialista.  Ello plantea varios escenarios posibles:

Escenario Uno: profundización de la auto convocatoria, aislamiento de la burocracia sindical, masificación de la protesta.

Si el liderazgo de Maduro conserva sus reflejos sindicales, este escenario conduciría a la creación de condiciones para aumento sostenido de salarios, que puede ser un monto mínimo mensual en dólares (entre 150-300 $) y la eliminación de las instrucciones ONAPRE, así como la solicitud gubernamental que los conflictos se canalicen a través de las federaciones sindicales burocráticas. Si por el contrario prevalece la deriva autoritaria que hemos visto los últimos años, este conflicto puede generar represión selectiva a dirigentes de las movilizaciones hasta disolución de concentraciones a través de intervenciones policiales o de la guardia nacional. Una solución intermedia no detendría la espiral de conflictividad que se ha iniciado.

Escenario dos: la burocracia de las federaciones sindicales logra cabalgar el conflicto y colocarse a frente de él, quebrando la auto convocatoria gremial.

El final de este escenario dependerá en buena medida, de cuánto conserva el instinto de clase esta dirigencia. Si rápidamente traiciona los intereses de la lucha, puede generarse un vacío absoluto de representaciones sindicales en el país, algo que en el actual marco de crisis sistémica puede ser preludio de un escalamiento sin precedentes de la conflictividad social. En este sentido, la burocracia magisterial intentó instaurar el discurso que el llamado a paro del 9 de enero era ilegal porque no venía precedido de un pliego conflictivo, algo que solo pueden introducir las organizaciones burocráticas del sindicalismo. Esta torpeza para encarar la situación es un mal precedente, que coloca a una parte importante de la dirigencia gremial en el rol de esquiroles.

Si, por el contrario, la burocracia por instinto de sobrevivencia se enfrenta coyunturalmente al gobierno, para mediar y disminuir al mínimo la beligerancia, estaríamos en presencia del resurgir de una nueva casta sindical burocrática. No obstante, los sectores en la calle comienzan a plantear que sean los comités locales y regionales de conflicto quienes lideren la lucha, lo cual también puede ser táctico o dar paso a nueva forma de organización sindical. Contra esta última posibilidad se acordarían la derecha y el gobierno, porque ello pondría en riesgo el diálogo tripartito y los acuerdos de acercamiento entre las dos burguesías

Escenario tres: la convocatoria y movilización magisterial se desinfla sin lograr sus propósitos

Paradójicamente, este escenario sería un duro revés político para el gobierno, al no contar con una válvula de escape los sectores, que han llevado sobre sus hombros durante los últimos diez años, los efectos de la crisis política y económica. Este sería el caldo de cultivo para una tercera opción despolarizada, que lamentablemente tiene más posibilidades de surgir desde la derecha fascista que desde el campo progresista.

Escenario 4: el gobierno hace yudo político en función del escenario electoral 2024.

El gobierno, incluso en su ruta neoliberal, puede producir un cambio de situación si asume como propia la lógica fordista socialdemócrata, dejando a un lado a los enfoques monetaristas que ayudan a concentrar la riqueza en manos de unos pocos. El problema central de la coyuntura (no estructural) es la democratización del capital, por lo tanto, el gobierno podría tomar la decisión de cabalgar la crisis y usarla a su favor. Ello implicaría subir los salarios entre 150 y 300 dólares mensuales como referencia para el pago en bolívares y decretar un proceso general de elecciones democráticas de base de los gremios docentes y de empleados públicos, como parte de una restructuración integral de los mecanismos de representación y mediación política de la clase trabajadora. Este escenario es altamente improbable, debido a la relación histórica del presidente de la República con la casta burocrática de la CBST.

La mejor opción para el gobierno es canalizar esta energía y presentarla como un retorno al programa inicial de compromiso con la clase trabajadora y la agenda social. ¿Podrá hacerlo? ¿O ya ha transitado demasiado el camino de la restauración? La desesperación en las calles expresa un nuevo momento político.

En los próximos días nos dedicaremos a hacer seguimiento y análisis a las luchas que se inician desde enero de este año, como un esfuerzo por comprender el curso de los acontecimientos políticos en este año preelectoral.


[1] Doctor en Ciencias Pedagógicas. Postdoctorado en Pedagogías Críticas. Miembro del Comité Directivo de CLACSO, socio de la Campaña Latinoamericana por el derecho a la Educación (CLADE), integrante de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS). Director de Investigaciones del Centro Internacional de Investigación Otras Voces en educación (CII-OVE), secretario del Segundo Congreso Mundial contra el Neoliberalismo Educativo.

[2] Patria Para Todos

[3] Partido Comunista de Venezuela

[4] Esto hay que verlo en un contexto de un distendido proceso que inicia con el incumplimiento del Acuerdo Unitario Marco suscrito entre las direcciones políticas del PSUV y el PCV el 26 de febrero del 2018 en el que se condicionaba el apoyo del PCV a la candidatura presidencial de NM a las 18 clausulas establecidas de común acuerdo y que NM, Jorge Rodríguez y Aristóbulo Istúriz suscribieron en un acto público en la sede el CC ubicada en el Edificio Cantaclaro. El incumplimiento por parte del PSUV y si gobierno al asumir una línea de ajuste económico de contenido u orientándome liberal y neoliberal burgués y contrario al interés nacional y popular, hace que progresivamente el PCV vaya asumiendo una línea de mayor Confrontación y Deslinde con el gobierno y su política, la cual es ratificada en sucesivos plenos del Comité Central y en la 15ta Conferencia Nacional (30 de al 15 de Abril – Mayo del 2021) y finalmente adopta la línea de ruptura con base a la nueva Línea Política aprobada por el 16to Congreso del PCV realizado el 5,6 y 7 de noviembre del año pasado 2022.

[5] Central Bolivariana Socialista de Trabajadores, pro gubernamental

[6] Confederación de Trabajadores de Venezuela, aparto sindical de la cuarta república, que sigue influyendo en los sectores laborales de la oposición.

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Mundo: Bienvenido el año 2023

Bienvenido el año 2023

Rodolfo Bueno

Udo Ulfkotte, ex corresponsal del periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung, denunció en su libro “Gekaufte Journalisten”, (Reporteros comprados), cómo los políticos de EEUU y Alemania influyen para que los periodistas alemanes sesguen sus escritos sobre los eventos mundiales a favor de las posiciones estadounidenses y en contra de las rusas; suprimen así, toda disidencia e imponen la opinión dominante.

Ejemplos hay de sobra, pero basta con recordar uno, cuando los dirigentes del Partido Demócrata se confabularon para fabricar el bodrio de la injerencia de Rusia en las elecciones presidenciales de EEUU de 2016. Entonces, tras la victoria de Donald Trump, sostuvieron que hubo una injerencia rusa que, de alguna manera, evitó la elección de Hillary Clinton. Pese a que la falsedad de esta afirmación fue demostrada en casi todos los órganos competentes de EEUU, muchas personas continúan tragándose esta rueda de molino.

De igual manera actúan este tipo de mentiras en el resto de Occidente, en el que los políticos exitosos deben obedecer lo que les ordenan desde Washington, pues, por ahora la libertad y la democracia se han convertido en términos hueros y para que un país sea llamado libre y democrático debe convertirse en una dependencia de EEUU, en una mera ilusión semejante a un Estado Libre Asociado, como Puerto Rico.

Políticos de esta calaña abundan. Annalena Baerbock, Ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, declaró: “Sí, nuestros ciudadanos sufren, pero tendrán que sufrir porque vamos a apoyar a Ucrania sin importar lo que pase… No importa lo que piensen mis votantes alemanes, pero quiero cumplir lo prometido al pueblo de Ucrania… La gente saldrá a las calles y dirá: ‘No podemos pagar los precios de la energía’. Y no quiero decir: ‘Vale, entonces dejemos de imponer sanciones a Rusia… Esto significa que las sanciones se mantendrán también en invierno’”.

¿Y dónde queda la democracia, sistema político que defiende la soberanía del pueblo y su derecho a elegir y controlar a sus gobernantes? Donde siempre estuvo, en el limbo, porque lo cierto es que se debe cumplir la estrategia anglosajona, formulada en 1949 por Lord Ismay, el primer secretario ‎general de la OTAN: “Mantener a ‎los rusos fuera, a los norteamericanos dentro y a los alemanes bajo control”.

Parecería que los políticos alemanes y todo el viejo continente han perdido la razón, o son incompetentes, o Washington los tiene agarrados por el cogote, pues, en lugar instituir la alianza que Putin propuso, que va desde Lisboa hasta Vladivostok, y cuyos primeros pasos fueron dados por el ex Canciller Gerhard Schröder, prefieren ser vasallos e impiden, a toda costa, el entendimiento ruso-alemán, persuadidos de que algo van a obtener de los despojos de Rusia si la logran derrotar. Sueños de perro.

Esto explica porque Alemania pierde gustosamente su acceso al gas barato ruso, al mismo tiempo que se involucra cada vez ‎más en el conflicto ucraniano y se convierte en un trampolín ‎de las acciones de la OTAN contra Rusia, todo a gusto y paladar de los estadounidenses y contrario a los intereses alemanes, lo cual no es raro ni oscuro si ‎se recuerda que en EEUU tienen mucho poder los Neocon, grupo de ultraderecha que ‎controla el Departamento de Defensa y el Departamento de Estado y toma las decisiones políticas y militares del gobierno de Washington.

Los Neocon son el punto de apoyo de los fascista ucranianos y han convertido a Ucrania en el campo de batalla de un conflicto de mayor rango, de cuyo resultado depende la reorganización del mundo y su futura evolución. El proyecto ‎Neocon es la política de Estado de‎ Estados Unidos. El New York Time publicó sobre la “Defense Policy Guidance”, que EEUU ve la emancipación de sus aliados europeos como un cassus ‎belli, doctrina que fue firmado por el Neocon Paul Wolfowitz cuando era subsecretario del Departamento de Defensa de EEUU.

Eso explica por qué el ‎sabotaje a los gasoductos Nord Stream y Nord Stream 2 fue un acto de guerra contra Rusia y también contra Europa, pues nueve países europeos participaron en su construcción y cuatro, además de Rusia, son ‎propietarios: Alemania un 30%, los Países Bajos un 9% y Francia un 9%, los que, pese a ser perjudicados, guardaron un misterioso silencio a pesar de saber con certeza quién era el culpable. Tal vez se convirtieron ya en Estados Libres Asociados de Estados Unidos, temen sus sanciones y esperan que la catástrofe que amenaza a la UE no les derrumbe en el plano económico, difícil de creer para los miembros de una organización que ha tomado decisiones que la van a llevar a la quiebra, pues‎ la economía de la UE se apoya en lo fundamental en la ‎producción de la industria de esos países, muy afectada al ser destruidos estos gasoductos.

Los franceses posiblemente recuerden el fracasado golpe de Estado de 1961 y los intentos de asesinato contra el General de Gaulle, que fingió creer que esos atentados fueron organizados por la Organización del Ejército Secreto, que se oponía a ‎la independencia de Argelia, pese conocer que los mismos fueron financiados por el Opus Dei español y la CIA, por lo que identificó a los traidores, reorganizó a la policía ‎y al ejército franceses y, posteriormente, sacó a la OTAN de Francia y cerró 29 bases militares que tenía en territorio francés; también denunció ‎la hipocresía de EEUU en la guerra de Vietnam, por lo que fue castigado en mayo de 1968. ‎

Con lo antedicho, no la tiene fácil Emmanuel Macron, por quien, con una abstención récord, muy poca gente votó por convencimiento, la mayoría lo hizo para evitar el triunfo de Marine Le Pen. Su coalición Ensemble perdió en junio de 2022, en las elecciones parlamentarias, la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, por lo que Macron va a tener dificultades para aprobar los recortes fiscales y el aumento de la edad de jubilación de 62 a 65 años, que propuso en su programa electoral, y se va a enfrentar a una fuerte oposición tanto de izquierda como de derecha, que le va a exigir su retirada de la política, ni siquiera podrá disolver el Parlamento y organizar elecciones anticipadas, porque las encuestas no le favorecen. Su única salida, dimitir y retirarse de la política, lo que abre las puertas del Palacio del Elíseo a Marine Le Pen y pone en peligro el proyecto de la UE y sus endebles instituciones.

Los franceses son un pueblo tolerante, pero capaz de todo. En la última elección, el 40% de los electores que en la primera vuelta votaron por la izquierda, en la segunda vuelta votaron por Marine Le Pen, a la que sus oponentes acusan de fascista, y el 64,70 % de los electores se abstuvo de votar. Independientemente de cómo se piense, lo cierto del caso es que el partido de Marine Le Pen se fortifica y se acerca al poder. La caduca división de izquierda y derecha no responde a la realidad de Francia, donde todo puede pasar, pues el francés no soporta el deterioro de su calidad de vida.

Los estadounidenses son pesimistas acerca de las perspectivas de su país, y no tienen porqué ser optimistas. Casi el 80% de la población de EEUU piensa que en el próximo año tendrán dificultades económicas, impuestos más altos y un creciente déficit presupuestario. La mayoría cree que la inflación se acelerará, que el mercado de valores se desplomará y que se incrementará el desempleo, habrá muchas huelgas y la tasa de criminalidad aumentará. Por otra parte, el conflicto político del país se agudiza y la intolerancia racial crece.

Se espera que 2023 sea más difícil que 2022, para Dimitri Medvédev, vicepresidente del Consejo de Seguridad de Rusia, el precio del petróleo subirá hasta 150 dólares el barril y el precio del gas superará los 5.000 dólares por 1.000 metros cúbicos; el Reino Unido se reincorporará a la UE; la UE colapsará después del regreso del Reino Unido y dejará de utilizar el euro; Polonia y Hungría ocuparán las regiones occidentales de Ucrania; se creará el “Cuarto Reich”, que abarcará el territorio de Alemania y sus satélites, Polonia, los Estados bálticos, Chequia, Eslovaquia, la República de Kiev; estallará una guerra entre Francia y el Cuarto Reich; Europa será dividida, Polonia será repartida en el proceso; Irlanda del Norte se separará del Reino Unido y se unirá a la República de Irlanda; EEUU entrará en guerra civil; California y Texas se convertirán en Estados independientes; Texas y México formarán un Estado aliado; Elon Musk ganará las elecciones presidenciales en varios estados que, después del final de la nueva guerra civil, quedarán bajo el mandato del Partido Republicano; los mayores mercados bursátiles y la actividad financiera abandonarán EEUU y Europa y se trasladarán a Asia; el sistema de gestión monetaria de Bretton Woods colapsará, lo que provocará la caída del FMI y el Banco Mundial; el euro y el dólar dejarán de circular como divisas de reserva mundial. Todo de locura, pero factible luego de ver lo que pasa en Europa y EEUU.

Para América Latina es de esperar que se consolide la paz en Venezuela y Colombia, que se arregle el problema de Perú y que Lula pueda realizar su proyecto social.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/bienvenido-el-ano-2023/

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