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Sobre los roles educativos de docentes, estudiantes y padres y madres de familia

Por: Luis Armando González, Ventura Alfonso Alas

“Son los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y … el propio educador necesita ser educado”.

Karl Marx

                            

Resumen

Este artículo recoge tres reflexiones dedicadas, respectivamente, a los roles de los docentes, los estudiantes y los padres y madres de familia, en este último caso en lo que concierne al quehacer educativo. Los autores señalan expresamente que las ideas planteadas están fuertemente condicionadas por su propia experiencia como docentes, estudiantes y padres de familia. El hilo que recorre el conjunto de ideas que aquí se ofrece es la preocupación por la situación actual de la educación, lo mismo que su compromiso con un quehacer educativo fundado en el cultivo del conocimiento y la civilidad.

Nota introductoria

Cuando nos propusimos escribir algo sobre los actores clave en el proceso educativo –docentes, estudiantes y padres y madres de familia— teníamos dos opciones: una, trabajar un artículo unitario con tres apartados, dedicado cada uno de ellos a los actores referidos; o la otra, escribir y publicar tres textos por separado, y luego reunirlos en uno solo con vistas a otra publicación. Fue esta segunda opción la elegida; y, una vez publicadas por separado las reflexiones dedicadas a los roles de docentes, estudiantes y padres y madres de familia, las hemos reunido en una especie de ensayo, pero dejando los textos correspondientes tal como quedaron en la redacción original, salvo algunos cambios leves de forma y un añadido en la reflexión final.  Creemos que publicarlos reunidos facilita la comprensión de nuestras preocupaciones –seguramente, compartidas por unos pocos y objetadas por los más— sobre la situación actual y el futuro de la educación en El Salvador.

1. Sobre el rol docente

Ante todo, los autores dedicamos estas reflexiones a los colegas docentes, en todos los ámbitos del sistema educativo nacional, con motivo del “Día del maestro y la maestra”, este 22 de junio de 2023. Ambos somos docentes y, en ese sentido, conocemos de primera mano las dinámicas de la educación nacional. No nos son ajenas las tribulaciones de nuestros colegas; tampoco lo es el compromiso probado de la mayoría de ellos con dar a sus estudiantes lo mejor de sí mismos. A lo largo de los años, hemos venido conversando sobre lo que significa ser profesor y el plan de escribir algo sobre ello siempre quedaba como eso, un plan. Decidimos que el “rol docente” era un tema interesante para poner en limpio nuestras ideas y coincidencias, y así ha sido. El resultado es este texto que, más que tesis académicas rigurosamente probadas, expresa nuestras convicciones morales e intelectuales sobre, valga la redundancia, nuestro propio papel como docentes.

Junio es un mes especial para quienes nos dedicamos a la docencia, pues contamos con un espacio en el calendario festivo nacional en el que se celebra el día del maestro. Es, antes que otra cosa, una oportunidad para reflexionar, con espíritu crítico, sobre nuestro quehacer, en aquello que lo va definiendo en las distintas circunstancias sociales, culturales y políticas en las que nos desenvolvemos, y que va imponiendo sus desafíos particulares. Cada momento histórico plantea a los docentes sus propias dificultades y retos; y también, obviamente, asuntos específicos para la reflexión crítica.  Algo sobre lo que no debemos, y no podemos, dejar de meditar es sobre nuestro rol como docentes, en tanto que es ese rol el que da sentido a las responsabilidades que asumimos cuando, como educadores (ya sea en forma presencial o ya sea mediante una sesión virtual) tenemos que desarrollar una clase.

Las características que se atribuyen, o que deben atribuirse, al rol de un docente se han construido históricamente, a partir de unas primeras experiencias –que se remontan al pasado remoto de nuestra especie (la Homo sapiens)— mediante las cuales uno o varios individuos enseñaban a otros no sólo habilidades –cómo hacer determinadas cosas— o cómo comportarse de cara al grupo de pertenencia, sino cómo entender el mundo circundante, para lo cual había que transmitir determinadas nociones explicativas disponibles en el acervo cognitivo de los “enseñantes”.

Desde aquellos tiempos remotos, la enseñanza a otros tuvo un componente cognitivo que con el paso de los siglos se fue convirtiendo en una pieza fundamental del quehacer educativo en las diferentes épocas y contextos. En algunas épocas (y contextos) el contenido de ese componente cognitivo se ha tejido de mitos y creencias mágico-religiosas; en otras, de ideologías, filosofías, ciencias o técnicas.  Asimismo, los híbridos no han estado ausentes, como lo pone de manifiesto la época actual, en la que, en distintos ambientes educativos, lo mágico-religioso se mezcla con apuestas cognitivas de tipo científico y tecnológico.

Como quiera que sea, al rol del docente le es intrínseco este componente cognitivo, lo cual quiere decir, en términos prácticos, que un docente debe, ante todo y, sobre todo, conocer muy bien –de la manera más profunda y rigurosa— aquello sobre lo cual enseña a otros. Esta exigencia se volvió nítida en la antigüedad griega y, desde entonces, no ha dejado de estar presente en lo que se espera, y desea, que realice un docente como algo propio (de lo más propio) de su quehacer como tal.

Algunas modas perniciosas –sustentadas en pseudo filosofías educativas— han pretendido (y pretenden) edificar procesos educativos, cuando no modelos y sistemas educativos, desestimando (o incluso anulando) los dominios cognitivos (teóricos, conceptuales) de los docentes. Parten del supuesto, a todas luces falso, de que es irrelevante (secundario o prescindible) el conocimiento que los docentes puedan tener sobre lo que enseñan, desestimando las pruebas (que son abundantes) que refutan su supuesto. Y, por lo anterior, un docente que no tiene un conocimiento profundo y riguroso sobre aquello que le corresponde enseñar –y no se preocupa por ello— no sólo es un mal docente, sino que no está cumpliendo con una exigencia esencial de su rol.

O sea, un profesor que no sabe nada, o sabe poco, de lo que enseña hace más mal que bien sus estudiantes. Un profesor que sabe mucho, que se esfuerza por saber más, que trata de actualizarse en los campos cognitivos en los que enseña, hace mucho bien, y poco o ningún mal, a sus estudiantes. No hay a dónde perderse en esta fórmula. Claro que ese profesor debe transmitir de la mejor manera eso que conoce, eso en lo que no deja de actualizarse (leyendo mucho, para comenzar). Y tiene que hacerlo utilizando los mejores recursos (instrumentos, medios) disponibles en cada circunstancia.

La sabiduría educativa acumulada durante siglos ha establecido la primacía de lo que se enseña sobre el modo (o la forma) cómo se enseña. Se trata de una distinción entre fines y medios educativos, que ha generado y sigue generando extraordinarios frutos ahí en donde sigue vigente. De este modo, dados unos determinados fines educativos (metas, propósitos) se deben utilizar todos los recursos disponibles en un momento determinado (comenzando con ese recurso esencial que la palabra dicha y escrita) que sean conducentes a aquellos fines.

Usar creativamente la gama de recursos disponibles (la propia voz, gesticulaciones, pizarra, yeso, plumones, papelógrafos, radio, televisión, espacios abiertos naturales o urbanos, plataformas digitales) para lograr la transmisión de determinados conocimientos (o destrezas o habilidades o valores y normas) hace parte del rol docente. También es algo que tiene una dilatada presencia histórica, lo cual quiere decir que cuenta con una probada eficacia que, además, ha rendido más frutos positivos que negativos.

         Es prudente y razonable hacerse cargo de esta diferencia entre propósitos educativos y los medios (recurso) para alcanzarlos, entendiendo que un buen docente –ese que desempeña su rol a cabalidad—debe saber usar con creatividad los recursos de que dispone (o los que pueda inventar) para lograr los fines educativos que se propone lograr. Es imprudente y poco razonable convertir los medios (los recursos) en lo prioritario, subordinando a ellos los fines educativos que, como ya se dijo, no pueden prescindir de los componentes cognitivos. Creer que el rol docente descansa en exclusiva en el dominio, por parte del educador, de determinados recursos (o medios) para la enseñanza pone de lado lo más importante de ese rol, como lo es el dominio teórico, conceptual y metodológico que debe tener un profesor sobre la materia (campo de conocimiento) que enseña. Y eso, con independencia de los sofisticados que puedan ser esos recursos o medios para la enseñanza: se los debe entender como recursos o medios para algo que los trasciende y que, en definitiva, es más importante que ellos.

         Siempre en la línea de lo poco prudente y razonable, también lo es el pretender que lo que se enseña (o se debe enseñar) debe estar condicionado en sus alcances y posibilidades por determinados recursos o medios para la enseñanza; es decir, que determinados recursos o medios deben marcar las pautas y los límites de lo que puede o no se puede enseñar. La lógica correcta es la opuesta: es lo que se quiere enseñar lo que debe marcar las pautas y establecer los alcances y límites de los recursos y medios a utilizar.

Y, en esa lógica, cualquier recurso o medio que sea útil para alcanzar un propósito educativo, siempre que esté disponible, debería ser usado. Un docente que pretenda cumplir a cabalidad su rol debería tener esto claro en su mente y en el ejercicio de su labor. Esta claridad le puede ayudar a evitar caer en el didactismo y en la despreocupación por el conocimiento que posee (o que le falta poseer) para enseñar de la mejor manera lo que le corresponde. ¿Qué tiene que ocuparse en dominar, y aplicar, las herramientas de enseñanza más actuales y técnicamente sofisticadas? Por supuesto que sí. También debe ocuparse de las de siempre, comenzando con su expresión oral y escrita, su postura corporal, el uso de las manos, el plumón y la pizarra. Eso sí, nunca debe olvidar que estos son medios, recursos, cuyo uso sólo tendrá sentido si ayudan en: a) la transmisión, cultivo y producción de conocimiento (científico, filosófico, literario); b) la forja de personas razonables y críticas; y c) el fomento de hábitos y comportamientos solidarios, empáticos, éticos y estéticos.

2. Sobre el rol del estudiante

En este tema, siempre se trata de reflexiones fuertemente condicionadas por nuestra experiencia como profesores, pero eso no significa que sean opiniones poco o nada razonadas. Al contrario, el tema de estas líneas ocupa una parte importante del diálogo que los dos autores venimos sosteniendo, desde hace un buen rato, sobre la educación y sus variadas dinámicas.  Y de lo primero que queremos dejar constancia es que, siendo docentes activos, nunca hemos dejado de ser alumnos, en el sentido de continuar aprendiendo de otros (científicos, filósofos, novelistas, cuentistas, poetas, lingüistas…) que se convierten, cuando asimilamos y reflexionamos sobre sus ideas y planteamientos –a través de sus libros o artículos, o a través de conferencias, seminarios, charlas o talleres—, en nuestros profesores. Somos conscientes de que un docente nunca debe dejar de aprender –nunca debe dejar de ser estudiante—, aunque las modalidades de ese “ser estudiante” sean variadas, dependiendo de los intereses, preocupación, tiempo y recursos con los que se cuenta.

Algunos –como uno de los autores de este texto— prefieren la lectura permanente (seleccionada y organizada de manera personal), a partir de áreas específicas, científicas, filosóficas y literarias. Otros –como el segundo de los autores de texto— prefieren combinar lecturas con participación en seminarios, talleres o diplomados.  Unos terceros optan por matricularse en carreras académicas, lo cual los convierte en alumnos (o alumnas) en sentido formal.  Lo importante en todos estos procesos de aprendizaje, por parte de quienes ya son docentes, es (o debería ser) la calidad de lo que se aprende, es decir, lo nuevo que lo leído, escuchado o asimilado aportan a cada cual. Lo demás debería ser irrelevante.

Asimismo, lo peor es no hacerse de nuevos conocimientos, hábitos y destrezas, o hacerse de conocimientos, hábitos y destrezas irrelevantes o desfasados desde criterios científicos, filosóficos, literarios, metodológicos o técnicos. Aferrarse a un único libro a un único autor (ya se trate de El Capital, de Marx, o Los fundamentos de la libertad, de Hayek) es señal de un acomodamiento intelectual poco propicio para el cultivo de un conocimiento abierto a los desafíos de la realidad. Lo mismo que lo es aferrarse a una novedad, presunta o real (tecnológica o conceptual), y convertirla en rasero para descalificar otras opciones igualmente legítimas.

Así pues, el rol de estudiante no sólo aplica a quienes están inscritos en procesos educativos formales, sino también a quienes organizan sus propios mecanismos de aprendizaje, lo cual, en este último caso, ha sucedido desde tiempos pretéritos, mucho antes de la invención de la educación formal (es decir, de la educación estructurada en fases graduales, institucionalizadas y dirigidas por un claustro de maestros o profesores). Desde tiempos pretéritos, el rol del estudiante comenzó a configurarse paso a paso, lo cual quiere decir que no sólo es una construcción histórica, sino también prehistórica.

 Los orígenes evolutivos de la especie Homo sapiens (la especie a la que pertenecemos todos los seres humanos que habitamos actualmente la tierra) se remontan hasta hace unos 300 mil años, y desde entonces –por lo que revelan estudios rigurosos en biología evolutiva y paleoantropología, entre otras disciplinas— hemos tenido con nosotros dos rasgos biológicos que han sido decisivos en las dinámicas de aprendizaje (de creación y de transmisión de cultura, conocimientos y habilidades). Estos rasgos son la neotenia –la conservación de características infantiles y juveniles en la edad adulta— y la plasticidad cerebral-neuronal, que hace posible que la curiosidad y el aprendizaje sigan presentes a lo largo de las trayectorias de vida de las personas (desde la primera infancia hasta la vejez).

La neotenia y plasticidad neuronal-cerebral, si bien son parte del patrimonio biológico humano –y también de otros primates—, están fuertemente condicionadas en sus potencialidades y desarrollo por los procesos de aprendizaje (social-cultural y cognitivo) en los que se ven inmersos los individuos a lo largo de su vida y en los diferentes contextos y épocas históricas. Ambas pueden ser potenciadas social, educativa y culturalmente a su máximo nivel desde la niñez hasta la vejez; o ambas pueden erosionarse o incluso desfallecer en extremo en cualquier fase de la trayectoria individual. Algo firme en las ciencias neurobiológicas es que

“El cerebro es la máquina gracias a la cual se producen todas las formas de aprendizaje: desde las ardillas pequeñas que aprenden a partir nueces, las aves que aprenden a volar o los niños que aprenden a andar en bicicleta y a memorizar horarios hasta adultos que aprenden un idioma nuevo o a programar un vídeo. Naturalmente, el cerebro también pone límites en el aprendizaje. Determina lo que puede ser aprendido, cuánto y con qué rapidez”[1].

Se propende a creer que la plasticidad neuronal-cerebral y las posibilidades ofrecidas por la neotenia (como la curiosidad y la búsqueda de novedades) se agotan sólo en la vejez, pero también eso puede sucederle a quienes no han llegado aún a esta etapa de vida. Un cerebro que no se usa termina por atrofiarse en sus capacidades de aprendizaje. Una curiosidad que no se cultiva activamente desemboca en el aletargamiento mental y emocional. Así pues, el aprendizaje continuo, la lectura, la escritura, la asimilación de nuevos conocimientos, el cálculo matemático, el razonamiento, la interacción social, el contraste de opiniones y los juegos, entre otras actividades (mentales emocionales y sociales), alimentan y potencian –a lo largo de la vida[2].— la plasticidad neuronal-cerebral, la curiosidad, la capacidad de sorprenderse, la búsqueda de nuevos retos y la necesidad de seguir aprendiendo y de seguir conociendo lo desconocido.

Volviendo al rol del estudiante, decíamos que este es una construcción histórica (y prehistórica). Lo que pretendemos destacar con esa idea es que si se busca caracterizar el rol del estudiante en la actualidad (y pensamos en concreto en un estudiante universitario, aunque lo dicho puede extenderse hasta bachillerato o incluso hasta tercer ciclo) es necesario no perder de vista (o no anular) muchos de los rasgos de ese rol fraguados por lo menos desde tiempos históricos o incluso desde la revolución neolítica (desde hace unos 10 mil años).

Los autores somos contrarios a esa moda perniciosa que descalifica prácticas o logros del pasado sólo por no ser recientes, es decir, sin considerar su consistencia (o inconsistencia) o su razonabilidad (o falta de ella), sino sólo atendiendo a su cuan viejos son. También tomamos distancia de quienes elaboran planteamientos sobre el rol del estudiante en el siglo XXI en los que se sugieren “novedades” (como la autoformación, el trabajo colaborativo-grupal o el análisis crítico) que no son tales, pues tienen una larga ascendencia histórica en el ser (y deber ser) de un estudiante.

En la misma línea, también nos distanciamos de quienes proponen “innovaciones” en el rol de un estudiante que son contraproducentes para su desarrollo cognitivo-emocional, el autodominio, la capacidad de razonar críticamente y el aprendizaje sistemático a lo largo de su vida, como, por ejemplo: a) no leer ni escribir correctamente; b) no relacionarse cara a cara con sus pares y maestros; c) no tener contacto con el entorno socio-natural; d) no dedicar tiempo suficiente al estudio; y e) estudiar a cualquier hora, lugar o situación. Fue en la Grecia clásica, en los siglos IV y V a.C., que el rol del estudiante comenzó a perfilarse con nitidez; y, desde aquella época hasta fines del siglo XX, “innovaciones” como las mencionadas no se propusieron no porque los pensadores de ese largo periodo histórico fueran tontos, sino porque eran sumamente inteligentes como para hacerlo.

Viene a cuento, a efectos de ilustrar lo que acabamos de decir, la publicidad que se dio en Internet, hace unos meses, a la “innovación tecnológica” que suponía el diseño de una “rueda cuadrada”. Perversión de la lengua aparte (una rueda, por definición, es redonda;  lo mismo que un esfera es esférica y un triángulo es triangular), no es que en el pasado las personas fueran tan estúpidas que no les daba la cabeza para inventar una rueda cuadrada; es que esta última, por ser una verdadera idiotez, ni siquiera mereció alguna atención de esas personas, verdaderamente talentosas, que nos legaron una rueda redonda (ya sabemos que es tautológico, pero lo de la rueda cuadrada nos obliga a ello) de cuya eficacia todos nos beneficiamos.

A propósito de esto, es oportuno apuntar que no compartimos la opinión de que la gente que nos precedió fuera tonta (o poco o nada inteligente, poco o nada creativa o poco o nada inventiva), y que los recién llegados (quienes tienen una participación decisiva en los asuntos de este siglo XXI) poseen talentos, habilidades y capacidades que nunca nadie, en los 300 mil años de presencia del Homo sapiens en la tierra, ha tenido. Eso es ignorancia de la peligrosa, de esa que alimenta arrogancias y petulancias que terminan por generar daños sociales, culturales e institucionales irreparables. Obvio: en el pasado ha habido gente poco o nada inteligente y poco o nada creativa; y también la hay en el presente.

¿Es válido identificar o proponer rasgos novedosos en el rol del estudiante universitario –o de bachillerato— en la actualidad? Por supuesto que sí: es válido y necesario. Pero eso debe hacerse, por un lado, sin dar la espalda a la configuración histórica del ese rol; y, por otro, cuidando de no promover componentes que pueden ser contraproducentes para el desarrollo cognitivo, emocional y social de los estudiantes. No nos cabe duda de que el rol del estudiante en el presente contempla aspectos específicos, dictados por los contextos nacionales particulares, pero también contempla aspectos fraguados en la dilatada historia de la educación en la que el ser y deber ser de un estudiante han adquirido un carácter bien definido.

Entre otros, conviene destacar: la disciplina y dedicación al estudio, la responsabilidad en la propia formación y en los resultados obtenidos, la autonomía, la preocupación por aprender, la curiosidad y la disposición a aceptar conocimientos-enseñanzas de otros, el respeto a los docentes y compañeros de estudio, la camaradería y cordialidad hacia los demás, la tolerancia, y la disposición interactuar-convivir con otros. Aspectos como los mencionados, que no son todos los que se podrían apuntar, adquirieron un carácter casi que permanente en el rol de un estudiante de nivel medio y superior desde la Grecia clásica hasta finales del siglo XX.  Esos aspectos se han cultivado desde siempre, aunque no en toda su riqueza, en los distintos ambientes educativos y en los micro grupos familiares y sociales. Es decir, son un fruto de la educación; y es claro que sin unos docentes que cumplan su rol a cabalidad los estudiantes no podrían educarse en su rol específico.

En el siglo XXI aspectos centrales del rol estudiante, tal como este se fraguó hasta el siglo XX, han sido puestos en la mira –obviamente no en todos los sistemas educativos del mundo, pero sí en algunos— por parte de quienes creen tener una mejor propuesta sobre ese rol en un siglo gobernado, como gustan decir, por una “revolución digital”. Es posible que sea así; es posible que el rol del estudiante en el siglo XXI no tenga nada que ver con el rol del estudiante en los siglos (que son muchos) previos. Y, si las cosas fueran así, habría que estar atentos a analizar si en ese nuevo rol los estudiantes del siglo XXI serán (o están siendo) personas más íntegras en lo moral y en lo intelectual; y si serán (o están siendo) personas libres, capaces de tomar decisiones de manera autónoma y de realizarse en el encuentro cooperativo y empático con los demás.

3.Sobre el rol educativo de los padres y madres de familia

En dos apartados previos, los autores hemos reflexionado sobre el rol de los docentes y sobre el rol de los estudiantes, obviamente, en el proceso educativo. Queremos completar estas reflexiones con una dedicada al rol de los padres y madres de familia en la educación. Este es, sin duda, el más complejo de los tres pues, para decirlo desde ya, el rol de los padres y madres de familia no sólo va más allá del plano educativo, sino que, en este último, su incidencia se reviste de características bien particulares que no deben ser –no deberían ser—confundidas con las que atañen al rol del docente. Asimismo, las ideas que desgranamos en estas páginas están, como las que desarrollamos en los textos antes referidos, contaminadas por nuestras propias vivencias, en este caso, como padres de familia, de tal suerte que lo que apuntamos en estas líneas también nos concierne.

Así, una vivencia que dejó una huella casi permanente en nosotros –y de lo cual hemos conversado una y otra vez— es la suscitada en el contexto de la pandemia por coronavirus, en 2020, y que –en el ámbito educativo— clausuró totalmente las actividades educativas presenciales. En ese contexto, se decidió que las actividades escolares continuaran en casa, lo cual abarcó todo el año 2020, todo el 2021 y una buena parte de 2022. Se decidió también, en un principio ensayando variados mecanismos virtuales y luego con plataformas que en algún momento se consolidaron, que los padres y madres de familia asumieran tareas educativas específicas en ese confinamiento domiciliar. Padres y madres de familia, sometidos a las presiones de la cuarentena, con la obligación de asegurar el sustento de sus grupos familiares y de cuidar sus empleos (mediante el trabajo en casa) o de buscar alguna fuente de ingresos (en el caso de las empresas que cerraron operaciones parcial o totalmente), tuvieron que asumir, adicionalmente, responsabilidades educativas para las que no estaban, en su gran mayoría, preparados.

         Siempre creímos –y lo seguimos creyendo—que se trató de una decisión equivocada, que le iba a pasar factura al país en un futuro no muy lejano. El rol de los padres y madres familia estaba siendo tensionado de manera crítica por la pandemia, que exigía ante todo y por encima de todo el cuido y el cobijo del grupo familiar inmediato, lo cual no excluía el cuido y atención a familiares cercanos en la colonia, el barrio o la comunidad. Y a esos padres y madres de familia se les delegó una tarea adicional: realizar labores específicas del rol docente.

Se trató de un factor de presión más para las familias, en especial para aquellos en los que sólo la madre (o sólo el padre) tenía a su cargo las responsabilidades familiares. Lo prioritario era cumplir con estas últimas responsabilidades; para las específicas del rol docente se requerían destrezas (fruto de un aprendizaje también específico) con las que la mayoría de padres y madres de familia (salvo los que, entre ellos y ellas, son docentes) no había sido educada. Se cayó, en este sentido, en un tremendo error de cálculo, detrás del cual se encuentra un terrible error conceptual: no entender mínimamente la naturaleza e importancia de los roles socioculturales y creer, desde ese poco entendimiento, que es posible intercambiarlos impunemente.

         Usualmente, se dice que los roles son “papeles” que las personas desempeñan en sus relaciones sociales, a la manera de los actores o las actrices de teatro o de cine. Así, de una película a otra (o de una obra teatral a otra) una misma persona puede asumir distintos papeles, es decir, actuar de distinta manera, según el guion correspondiente. Por un lado, está la persona real; por otro, los papeles que actúa, siendo estos últimos variados e incluso intercambiables: quien actúa ahora como doctor puede actuar mañana (en otro papel) como paciente. Hay quienes han trasladado esta visión de los roles (como papeles) a la vida social, la cual no deja se ser simplista e ingenua.

Y es que aparte del anclaje biológico de los roles sociales (lo que no quiere decir que estén determinados biológicamente), estos tienen una consistencia social, cultural e institucional que, sin hacerlos inamovibles, condiciona o incluso impide su arbitraria intercambiabilidad. Un actor de cine o de teatro, por ejemplo, puede desempeñar entre una obra y otra los papeles de médico o paciente.

En la vida social real, quien asume el rol de paciente en un momento determinado sólo puede asumir el rol de médico en otro si ha cumplido con los arduos requisitos institucionales (educativos, práctica médica) que se requieren para ello. Esto mismo vale para otros roles (papeles) socialmente complejos como el de docente o, el mucho más complejo, de padre o madre de familia. Este último involucra tal gama de características, socialmente-culturalmente construidas, que hacen de este rol algo difícil de cumplir a cabalidad. De hecho, el rol paterno y materno es una construcción socio-cultural que hunde sus raíces en la prehistoria de la especie Homo sapiens.

Con una fuerte dimensión biológica que ha estado presente desde aquellos tiempos remotos en los que nuestra especie comenzó su andadura en África, hace unos 300 mil años, ese rol se ha configurado al calor de los márgenes de libertad posibilitados por la ascendencia chimpancé y bonobo que caracteriza a los seres humanos, así como por los marcos culturales, institucionales y legales que estos mismos seres humanos han fraguado en distintas épocas y lugares. Su núcleo quizás sea el vínculo protector hacia la descendencia (los hijos e hijas, biológicos o no) y el apego empático hacia la pareja (no necesariamente del mismo sexo; no necesariamente en relación de matrimonio).  A su vez, ese vínculo y ese apego no han sido sólo biológicos, sino, al mismo tiempo, sociales y culturales. De donde se sigue que al rol paterno y materno no la han sido (ni lo son) ajenas unas implicaciones que, de cara al grupo familiar, en sentido amplio se pueden calificar de culturales-educativas.

No educativas formales, sistemáticas, rigurosas, científicas, artísticas o filosóficas (dejando de lado aquí las situaciones, bien singulares, en las cuales en algunas familias eso fue o es posible). Se trata más bien de la cosmovisión que, fraguada socialmente, los padres y las madres transmiten a los hijos e hijas, y comparten entre sí, y con la cual, junto con las primeras palabras, se comienzan a construir en la mente, sentimientos y actitudes de los hijos e hijas nociones de lo bueno y de lo malo, de lo permitido y de lo no permitido, de lo justo e injusto, de lo deseable y no deseable, etc. Probablemente, muchas de las nociones cultivadas en los primeros años de vida mueran con las podas sinápticas correspondientes, pero otras –al ser reiteradas, cambiadas o violentadas— en la medida que los hijos e hijas crecen posiblemente influyan, de una u otra manera, en sus propios proyectos de vida.

Desde nuestro punto de vista, es en la calidad de este tejido de valores y actitudes que se juega la dimensión educativa del rol paterno y materno. Se juega en cultivar en el seno del grupo familiar valores y actitudes de cooperación, solidaridad, empatía, respeto hacia los mayores, cuido de sí mismo y cuido de los demás, apego comunitario, honestidad, honorabilidad, tolerancia, rechazo a los abusos, rechazo a la violencia, respeto por el conocimiento y el arte, práctica del deporte y las actividades al aire libre, entre otras. Pudieran parecer asuntos irrelevantes, pero no lo son en absoluto.

En definitiva, se requiere que los padres y madres de familia se eduquen en civilidad (que no es lo mismo que “moralidad, urbanidad y cívica”, cosas que huelen a conservadurismo rancio), lo cual es ciertamente difícil.  En el ámbito de la civilidad en la familia, el rol de los padres y madres de familia es insustituible. Y cuando se cultiva la “incivilidad” en la familia –como, lamentablemente, suele suceder en muchos hogares salvadoreños— la escuela o la universidad tienen pocas herramientas para contrarrestarla, si es que no la fomentan aún más (con el acrítico e ingenuo eficientismo tecnológico que ha invadido el quehacer educativo).

4. Reflexión final

Por lo dicho previamente, si desde la educación se quiere hacer algo para contrarrestar la  incivilidad que se cultiva en los hogares –incivilidad que se cultiva a su vez en la estructura social-institucional— lo mejor es promover una educación anclada en unos sólidos fundamentos científicos, filosóficos y literarios, en cuyo marco se discutan y entiendan bien los límites y posibilidades de la tecnología (cualquier tecnología, incluida la educativa) y, asimismo, se fomente un debate crítico y abierto sobre la realidad del país, su historia, sus instituciones, su cultura y su educación, no permitiendo que este debate sea sustituido por decisiones burocráticas de ninguna especie. Si el entramado educativo del país, especialmente el universitario, renuncia a esta responsabilidad estará contribuyendo a la incivilidad social prevaleciente.

Por su parte, los docentes, en cada espacio en el que se desenvuelven, no pueden renunciar a su responsabilidad específica, que es la de cultivar el conocimiento en sus distintas manifestaciones, sin dejar de lado las implicaciones prácticas, mediadas por la tecnología, que se derivan de algunos de ellos. Pero no sólo se trata de cultivar un conocimiento riguroso, aunque provisional, sino también los valores que son propios del quehacer académico: entre otros, honestidad intelectual, revisión crítica permanente de los propios supuestos, refutabilidad y rechazo a dogmatismos emanados de instituciones académicas, religiosas o políticas.

         Y, en lo que se refiere a los estudiantes universitarios –e incluso los de tercer ciclo y bachillerato— deben, a su vez, asumir su carácter de tales, saliéndose de las trampas de las modas –modas que llevan a calificar como “tradicional” (es decir, como inservible) todo lo que no es convalidado por quienes marcan las pautas tecnológicas de reciente o última generación— y siendo responsables en los tiempos, esfuerzos y empeños que dedican a su formación. Deben saber que no hay derechos sin deberes; deben hacerse cargo de que adquirir saberes teóricos, normativos y procedimentales requiere tiempo y dedicación, y que recibir títulos o diplomas contar con los conocimientos y las destrezas que esos títulos convalidan es un fraude. Es necesario que transiten de la concepción del “lo que me interesa es la vía más fácil, accesible y menos trabajosa para graduarme” a “lo que me interesa es recibir, sometiéndome a sus exigencias sin pedir condescendencia alguna, la mejor formación académica (científica, humanista, jurídica, ingenieril o técnica) que esté disponible en estos momentos en el país”.  Ser tratados como “menores de edad” permanentes es una falta de respeto que no deberían permitir; ni deberían permitirse a sí mismos ser los reclamadores de un estatus que ahoga su autonomía y capacidad de tomar decisiones y riesgos por su propia cuenta. Deben leer y meditar sobre estas líneas de Kant:

“La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro”[3].


[1] Sara-Jayne Blakmore y Uta Frith, Cómo aprende el cerebro. Las claves de la educación. Barcelona, Ariel, 2020, p. 21.

[2] Ibíd.

[3] I. Kant, “Respuesta a la pregunta: ¿qué es la Ilustración”.  https://educacion.uncuyo.edu.ar/upload/kant-que-es-la-ilustracion.pdf

Fotografía: https://www.diariodequeretaro.com.mx/local/barroco/innovacion-y-tradicion-en-la-educacion-482947.html

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El regreso del trabajo infantil es la última señal del declive de Estados Unidos

Por: Steve Fraser

En 1906 un anciano jefe amerindio visitó Nueva York por primera vez. Tenía curiosidad por la ciudad y la ciudad estaba interesada en él. Un reportero de una revista le preguntó al jefe amerindio qué fue lo que más le sorprendió de sus viajes a la ciudad. ”Los pequeños niños que trabajan”, respondió el visitante.

El trabajo infantil podría haber sorprendido a este extranjero, pero era demasiado común en ese momento en los Estados Unidos urbanos e industriales (y en las granjas donde había sido común durante mucho tiempo). Más recientemente, sin embargo, se ha vuelto mucho más raro. La ley y la práctica casi lo han hecho desaparecer, suponemos la mayoría de nosotros. Y nuestra reacción a su reaparición podría ser como la de ese jefe: conmoción, incredulidad.

Pero será mejor que nos acostumbremos, porque el trabajo infantil está volviendo. Un número asombroso de cargos electos están realizando esfuerzos concertados (The New Yorker, “Child Labor is on the Rise”, 4 de junio de 2023 en la web) para debilitar o derogar leyes que han impedido durante mucho tiempo (o al menos han reducido seriamente) la posibilidad de explotar a los niños y niñas.

Recuperad el aliento y considerad esto: la cantidad de niños/as que trabajan en los Estados Unidos aumentó en un 37 % entre 2015 y 2022. En los últimos dos años, 14 estados introdujeron o promulgaron leyes que revocan las regulaciones que rigen la cantidad de horas que los niños pueden trabajar, reducen las restricciones al trabajo peligroso y legalizan los salarios mínimos para los jóvenes.

El estado de Iowa ahora permite que los jóvenes de 14 años trabajen en lavanderías industriales. A la edad de 16 años, pueden aceptar trabajos en los sectores de techado, construcción, excavación y demolición y pueden utilizar maquinaria motorizada. Los jóvenes de 14 años pueden incluso trabajar de noche, y a partir de los 15 años pueden trabajar en cadenas de montaje. Todo esto, por supuesto, estaba prohibido no hace mucho tiempo.

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Los electos dan justificaciones absurdas para estas desviaciones de las prácticas establecidas desde hace mucho tiempo. El trabajo, nos dicen, alejará a los niños de los ordenadores, videojuegos o televisión. O privará al gobierno del poder de dictar lo que los niños pueden o no hacer, dejando a los padres el control, una afirmación que ya se ha convertido en una fantasía por los esfuerzos para eliminar la legislación social protectora y permitir que los niños/as de hasta 14 años trabajen sin la autorización formal de los padres.

En 2014, el Instituto Cato, un grupo de expertos de derecha, publicó “Un caso contra las prohibiciones del trabajo infantil”, argumentando que tales leyes sofocan las perspectivas de futuro de los niños pobres, especialmente los niños negros. La Foundation por Government Accountability [Fundación para la obligación del gobierno de rendir cuentas], un grupo de expertos financiado por una serie de donantes conservadores adinerados, incluida la familia DeVos [Betsy DeVos, Secretaria de Educación bajo la administración Trump], ha encabezado los esfuerzos para debilitar las leyes de trabajo infantil, y Americans for Prosperity, la fundación multimillonaria de los hermanos Koch

 

[muy involucrada en inversiones petroleras]

, se ha unido a ellos.

Estos ataques no se limitan a los estados rojos (republicanos) como Iowa o los del Sur. California, Maine, Michigan, Minnesota y New Hampshire, así como Georgia y Ohio, también han sido objeto de este tipo de intervenciones. Durante los años de la pandemia, incluso Nueva Jersey aprobó una ley que aumenta temporalmente las horas de trabajo permitidas a los jóvenes de 16 a 18 años.

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La cruda verdad es que el trabajo infantil da sus frutos y se está volviendo notablemente generalizado. Es un secreto a voces que las cadenas de comida rápida han empleado a trabajadores menores de edad durante años y solo consideran las multas ocasionales como parte del coste de funcionamiento. En Kentucky, niños y niñas de hasta 10 años han trabajado en dichos centros de restauración y los niños mayores han excedido los límites horarios prescritos por la ley. En Florida y Tennessee, los techadores ahora pueden tener 12 años.

Recientemente, el Departamento de Trabajo descubrió a más de 100 niños de entre 13 y 17 años que trabajaban en plantas empacadoras de carne y mataderos en Minnesota y Nebraska. Y estas no eran operaciones raras. Empresas como Tyson Foods y Packer Sanitation Services, propiedad del fondo de inversión BlackRock, la empresa de gestión de activos más grande del mundo [consulte el artículo sobre estos fondos publicado en la web de À l’Encontre], también están incluidas en la lista.

En este punto, casi toda la economía está notablemente abierta al trabajo infantil. Las fábricas de ropa y los fabricantes de piezas de automóviles (que abastecen a Ford y General Motors) emplean a niños inmigrantes, a veces en jornadas laborales de 12 horas. Muchos de ellos se ven obligados a abandonar la escuela para evitar ser sancionados. De manera similar, las cadenas de suministro de Hyundai y Kia dependen de los trabajadores infantiles en Alabama.

Según lo informado por el New York Times el pasado mes de febrero (“Alone and Exploited, Migrant Children Work Brutal Jobs Across the US” de Hannah Dreier, 25 de febrero de 2023) –ayudando a crear conciencia sobre el nuevo mercado de trabajo infantil– los niños menores de edad, especialmente los migrantes, trabajan en plantas empacadoras de granos y plantas de procesamiento de alimentos. En Vermont, los “ilegales” (porque son demasiado jóvenes para trabajar) operan máquinas de ordeño. Algunos niños ayudan a hacer camisetas de J. Crew [una importante empresa de ropa lista para usar] en Los Ángeles, hornean bollos para Walmart [el minorista más grande de los Estados Unidos] o trabajan en la producción de Fruit of the Loom [muy conocida firma]. El peligro acecha.

La periodista Hannah Dreier ha hablado de una “nueva economía explotadora”, especialmente cuando se trata de niños inmigrantes. Un maestro de escuela en Grand Rapids, Michigan, al observar la misma situación, comentó: “Estás tomando niños de otro país y casi poniéndolos en la servidumbre industrial”.

Hace mucho tiempo, hoy

Hoy en día podemos estar tan asombrados por este espectáculo deplorable como lo estaba este jefe nativo americano a principios del siglo XX. Nuestros antepasados ​​no lo habrían estado. Para ellos, el trabajo infantil se daba por descontado.

Además, los miembros de las clases altas de Gran Bretaña que no estaban obligados a trabajar duro consideraron durante mucho tiempo el trabajo como un tónico espiritual capaz de frenar los impulsos rebeldes de las clases bajas. Una ley isabelina de 1575 preveía la asignación de fondos públicos para el empleo de niños como “profilaxis contra los vagabundos y los pobres”.

En el siglo XVII, el filósofo John Locke [1632-1704, autor de Essay on Human Understanding, uno de los principales actores de la Royal African Company, pilar de la trata de esclavos], entonces célebre “defensor de la libertad”, argumentó que los niños de tres años de edad debían ser incluidos en la fuerza laboral. Daniel Defoe, autor de Robinson Crusoe, se regocijó de que “los niños de cuatro o cinco años pudieran ganarse el pan”. Más tarde, Jeremy Bentham [1748-1832, precursor del liberalismo], padre del utilitarismo, optaría por los cuatro años, porque de lo contrario la sociedad sufriría la pérdida de ¡“años preciosos en los que no se hace nada”! Nada para la industria! ¡Nada para la mejora, moral o intelectual”.

El informe sobre la industria manufacturera publicado en 1791 por el “padre fundador” estadounidense Alexander Hamilton [1757-1804, Secretario del Tesoro de 1789 a 1795] señaló que los niños “que de otro modo estarían ociosos” podrían convertirse en una fuente de mano de obra barata. La afirmación de que el trabajo a una edad temprana evita los peligros sociales de la “holgura y la degeneración” siguió siendo una constante de la ideología de las élites hasta bien entrada la era moderna. Obviamente, esto sigue siendo así hoy en día.

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Cuando la industrialización realmente comenzó durante la primera mitad del siglo XIX, los observadores notaron que el trabajo en las nuevas fábricas (especialmente las fábricas textiles) “lo hacían mejor las niñas de 6 a 12 años”. En 1820, los y las niños constituían el 40% de los trabajadores de las fábricas en tres estados de Nueva Inglaterra. En el mismo año, los y las niños menores de 15 años representaban el 23% de la mano de obra manufacturera y hasta el 50% de la producción textil de algodón (“Child Labor in the United States”, Robert Whaples, Wake Forest University).

Y estos números no harán más que aumentar después de la Guerra Civil [1861-1865]. De hecho, las y los hijos de antiguos esclavos fueron re-esclavizados a través de acuerdos de aprendizaje muy vinculantes. Mientras tanto, en Nueva York y otros centros urbanos, los padroni italianos aceleraron la explotación de niños inmigrantes tratándolos con brutalidad. Incluso el New York Times se ofendió: “El mundo ha dejado de robar hombres de las costas africanas para secuestrar niños en Italia”.

Entre 1890 y 1910, el 18% de los niños y niñas de 10 a 15 años, o sea unos dos millones de jóvenes, trabajaban, a menudo, 12 horas al día, seis días a la semana.

Sus empleos cubrían el frente de mar, demasiado literalmente ya que, bajo la supervisión de padroni, miles de niños desvainaban ostras y recogían gambas. Los niños también eran pregoneros y vendedores de periódicos. Trabajaban en oficinas y fábricas, bancos y burdeles. Eran “rompedores” y “abridores de puertas de madera que permiten el acceso de aire” en minas de carbón mal ventiladas, trabajos particularmente peligrosos e insalubres. En 1900, de los 100.000 trabajadores de las fábricas textiles del sur, 20.000 tenían menos de 12 años.

Los huérfanos de las ciudades eran enviados a trabajar en las fábricas de vidrio del Medio Oeste. Miles de niños y niñas se quedaron en casa y ayudaron a sus familias a confeccionar ropa para los talleres clandestinos. Otros empacaban flores en tiendas mal ventiladas. Un niño de siete años explicaba: “Prefiero la escuela a la casa. No me gusta la casa. Hay demasiadas flores”. En la granja, la situación no era menos sombría: niños de tres años trabajan pelando bayas.

En la familia

Está claro que, hasta el siglo XX, el capitalismo industrial dependía de la explotación de los niños, más baratos de emplear, menos capaces de resistir y, hasta el advenimiento de tecnologías más sofisticadas, se adaptaban bien a las máquinas relativamente sencillas existentes en ese momento.

Además, la autoridad ejercida por el jefe estaba en consonancia con los principios patriarcales de la época, ya fuera dentro de la familia o incluso en las más grandes de las nuevas empresas industriales de la época, que eran propiedad mayoritariamente de familias, como las acerías de Andrew Carnegie. Este capitalismo familiar dio origen a una alianza perversa entre patrón y subcontratistas que transformó a las y los niños en trabajadores asalariados en miniatura.

Mientras tanto, las familias de la clase obrera estaban tan gravemente explotadas que necesitaban desesperadamente los ingresos de sus hijos e hijas. Como resultado, en la Filadelfia de principios de siglo, el trabajo infantil representaba entre el 28 % y el 33 % de los ingresos de las familias biparentales nacidas en el país (Monthly Labor Review, “History of child labor in the United States -part 1: Little children working”, enero de 2017). Entre los inmigrantes irlandeses y alemanes las cifras fueron de 46% y 35% respectivamente. Por lo tanto, no sorprende que los padres de clase trabajadora se hayan opuesto a menudo a las propuestas de ley sobre el trabajo infantil. Como señaló Karl Marx, cuando el trabajador ya no puede mantenerse a sí mismo, “ahora vende a su esposa e hijo/a, se convierte en un traficante de esclavos”.

Sin embargo, la resistencia comenzó a organizarse. El sociólogo y fotógrafo Lewis Hine escandalizó al país con desgarradoras fotos de niños trabajando en fábricas y minas (pudo acceder a estos lugares de trabajo fingiendo ser un vendedor de Biblias). Mother Jones [1837-1930], la militante sindical, encabezó una “cruzada de niños” en 1903 en nombre de los 46.000 trabajadores en huelga en Filadelfia. Doscientos delegados de trabajo infantil marcharon a la residencia del presidente Teddy Roosevelt [1901-1909] en Oyster Bay, Long Island, para protestar, pero el presidente simplemente pasó la pelota, diciendo que el trabajo infantil correspondía a la competencia de los estados y no al gobierno federal.

Aquí y allá, los niños intentan escapar. En respuesta, los propietarios comenzaron a rodear sus fábricas con alambre de púas o hacer que los niños trabajaran de noche, cuando el miedo a la oscuridad les impedía escapar. Algunas de las 146 mujeres que perecieron en el infame incendio de la Triangle Shirtwaist Factory de 1911 en el Greenwich Village de Manhattan (los dueños de esta fábrica de ropa cerraron las puertas con llave, lo que obligó a las trabajadoras atrapadas a saltar desde las ventanas de los pisos superiores hacia la muerte desde las ventanas de los pisos superiores) no eran mayores de 15 años. Esta tragedia no hizo más que alimentar la creciente ira contra el trabajo infantil.

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En 1904 se creó un comité nacional sobre trabajo infantil. Durante años, presionó a los estados para prohibir, o al menos limitar, el trabajo infantil. Las victorias, sin embargo, fueron a menudo pírricas, ya que las leyes promulgadas eran invariablemente débiles, tenían docenas de exenciones y se aplicaban de manera deficiente. Finalmente, en 1916, se aprobó una ley federal que prohibió el trabajo infantil en cualquier lugar. En 1918, sin embargo, el Tribunal Supremo la declaró inconstitucional.

De hecho, no fue hasta la década de 1930, después de la Gran Depresión, que las condiciones comenzaron a mejorar. Dada la devastación económica, se podría suponer que el trabajo infantil barato habría sido muy apreciado. Sin embargo, ante la escasez de puestos de trabajo, los adultos, y especialmente los hombres, tomaron el relevo y comenzaron a realizar tareas que antes estaban reservadas a los niños. Durante estos mismos años, el trabajo industrial comenzó a incorporar maquinaria cada vez más compleja que resultaba demasiado difícil para los niños/as pequeños/as. Al mismo tiempo, la edad de escolarización obligatoria siguió aumentando, lo que limitó aún más el número de niños/as trabajadores disponibles.

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Más importante aún, el espíritu de la época cambió. El movimiento obrero insurgente de la década de 1930 odiaba la idea misma del trabajo infantil. Las fábricas sindicalizadas y las industrias enteras eran zonas prohibidas para los capitalistas que buscaban explotar a los y las niños/as. En 1938, con el apoyo de los sindicatos, la administración New Deal del presidente Franklin Roosevelt finalmente aprobó la Fair Labor Standards Act que, al menos en teoría, puso fin al trabajo infantil (aunque eximió a la industria agrícola, en la que este tipo de trabajo seguía siendo corriente).

Además, el New Deal de Roosevelt transformó las mentalidades en todo el país. Un sentido de igualitarismo económico, un nuevo respeto por la clase trabajadora y una desconfianza sin límites hacia la casta corporativa, hicieron que el trabajo infantil fuera particularmente repugnante. Además, el New Deal marcó el comienzo de una larga era de prosperidad, que incluyó mejores niveles de vida para millones de hombres y mujeres trabajadoras que ya no necesitaban el trabajo infantil para llegar a fin de mes.

Vuelta hacia el pasado

Es tanto más asombroso descubrir que una plaga, que creíamos desterrada, vuelve a vivir. El capitalismo estadounidense es un sistema internacionalizado, sus redes se extienden prácticamente por todas partes. Hoy en día, se estima que hay 152 millones de niños y niñas trabajadores en todo el mundo. Por supuesto, no todos ellos/as están empleados directa o indirectamente por empresas estadounidenses. Pero estos millones ciertamente deberían recordarnos cuán profundamente retrógrado se ha vuelto el capitalismo una vez más, tanto en nuestra casa como en otras partes del planeta.

Los alardes sobre el poder y la riqueza de la economía estadounidense son parte del sistema de creencias y la retórica de las élites. Sin embargo, la esperanza de vida en los Estados Unidos, una medida fundamental de la regresión social, ha estado disminuyendo durante años. La atención médica no solo es inasequible para millones de personas, sino que su calidad se ha vuelto mediocre en el mejor de los casos si no se pertenece al 1% superior. Asimismo, las infraestructuras del país están en declive desde hace mucho tiempo, debido a su antigüedad y a las décadas de abandono.

Estados Unidos, por lo tanto, debe ser considerado como un país “desarrollado” azotado por el subdesarrollo y, en este contexto, el retorno del trabajo infantil es profundamente sintomático. Incluso antes de la gran recesión que siguió a la crisis financiera de 2008, el nivel de vida había caído, especialmente para millones de trabajadores/as golpeados por un tsunami de desindustrialización que duró décadas. Esta recesión, que oficialmente duró hasta 2011, solo empeoró la situación. Ejerció más presión sobre los costos laborales, ya que el trabajo se volvió cada vez más precario, cada vez más desprovisto de beneficios y desorganizado. En estas condiciones, ¿por qué no recurrir a otra fuente de mano de obra barata: los niños y niñas?

Los más vulnerables entre ellos provienen del extranjero, inmigrantes del Sur, que huyen de economías en crisis, a menudo vinculadas a la explotación y dominación económica estadounidenses. Si este país está experimentando hoy una crisis fronteriza – y lo está-, sus orígenes se encuentran de este lado de la frontera [y no principalmente en Centroamérica o México].

La pandemia de la Covid-19 de 2020-2022 creó una breve escasez de mano de obra, que se convirtió en una excusa para que los niños y niñas volvieran a trabajar (a pesar de que el regreso del trabajo infantil en realidad es anterior a la pandemia). Estos niños trabajadores del siglo XXI deben ser considerados como un signo distintivo de la patología social actual. Estados Unidos todavía puede tiranizar partes del mundo, mientras hace alarde constantemente de su poderío militar. Pero en su casa, están enfermos.

Steve Fraser es autor, entre otras obras, de Mongrel Firebugs and Men of Property: Capitalism and Class Conflict in American History, Ed. Verso, 2019.  Sus libros anteriores incluyen Class Matters: The Stange Career of an American Delusion, Yale University Press, 2018, The Age of Aquiescence: The life and Death of American Resistence to Organised Wealth and Power, Little, Brown and Company, 2015.

Artículo original publicado en la web de Tom Dispatch el 6 de julio de 2023.

Texto original: https://alencontre.org/ameriques/americnord/usa/le-retour-du-travail-des-enfants-est-le-dernier-signe-du-declin-des-etats-unis.html

Traducción: viento sur

Fuente: https://vientosur.info/el-regreso-del-trabajo-infantil-es-la-ultima-senal-del-declive-de-estados-unidos/

 

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Edadismo: políticas de cuidado y pobreza

     Autora: Rose Mary Hernández

       El envejecimiento es uno de los retos de vida más difícil a los que se enfrentan las personas en  cualquier contexto, en especial para quienes que son dependientes, con limitaciones de autocuidado  o que se encuentran en condiciones de pobreza y no tienen apoyo de familiares o cercanos, así como  tampoco gozan de garantías de sistemas de seguridad social o asistencia sanitaria.  

     Reflexionar en torno al edadismo desde las políticas de cuidados y pobreza en Venezuela, caso  puntual en personas de tercera edad, implica puntualizar lo siguiente: 

    La protección a de personas adultas es dada en un primer momento por el autocuidado que cada  quien puede brindarse cuando se encuentra en condiciones de buena salud física y emocional, en  otros casos, por un vínculo de afecto que miembros de la familia le otorga a progenitores que lo  ameritan o por el agradecimiento y la solidaridad de terceros, sin embargo, también es cierto que,  muchas veces, las personas ancianas se encuentran en un absoluto estado de abandono y soledad  y, que es responsabilidad del Estado la creación y aplicación de políticas públicas que tributen al  amparo y la provisión de los requerimientos básicos universales relativos a los cuidados y las  contingencias de vejez o de la dependencia. 

      Si bien es cierto que la política a favor de la adultez mayor desde la perspectiva legislativa está  contenida en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en su Artículo 80, donde el  Estado en armonía con la familia garantiza el derecho y la protección del último período de la vida  al igual que en la Ley Orgánica del Sistema de Seguridad Social, la cual estipula el bienestar como  factor elemental para las y los ancianos, también es cierto que, a pesar de esta procuración en ordenamientos jurídico y programas sociales de beneficio a la longevidad, su cobertura no tiene el  impacto necesario que amerita. 

       En orden político vivimos en un descontrol desmedido. Las adversidades y la lucha por llegar al  poder o por mantenerse en el mismo ha desatado una crisis de gobernanza con una polarización  nacional extrema, sin logro de entendimiento, la intervención extrajera se suma desde los intereses  por el dominio geoeconómico nacional, el bloqueo, las sanciones, el robo exacerbado del erario  público, el desinterés por la inversión en las instituciones públicas, la mala voluntad de quienes  gobiernan, entre otros aspectos dañinos, se han conjugado para el deterioro progresivo de la calidad  de vida. 

     Un ejemplo está en el hecho de que, según el Programa Mundial de Alimentos de la Organización  de las Naciones Unidas en el año 2020, tiempo de pandemia “más de 9,3 millones de venezolanos  sufren de inseguridad alimentaria de moderada a grave, cifra que representa a un tercio de la  población”. Acercando la situación al tiempo presente, para el 2023 se devela un escenario mucho más caótico desde el estudio desarrollado por el economista Arthur Okun con base  en indicadores de inflación, pobreza y empleo, donde se posiciona a Venezuela como la  segunda economía «más miserable» del mundo. 

      El tema de la no correspondencia con preceptos de un gobierno socialistas, al menos desde los  últimos 9 años en los cuales las y los venezolanos hemos experimentado desde la mala gobernanza el quebrantamiento de derechos laborales a través de la aplicación de política regresiva en lo laboral entre lo que se menciona: la desaparición del seguro HCM (Hospitalización, Cirugía y Maternidad) el  desmejoramiento de tablas salariales, la rebaja de pago por prima por profesionalización o como  trabajadores de zonas rurales, el incremento del valor de los servicios básicos, el alto costo de la  canasta básica que para el mes de mayo del año en curso estuvo en 533,29$ dólares según el Centro  de Documentación y Análisis para las y los Trabajadores (CENDA), el salario mínimo anclado en 130  bs que al cambio no es superior a 5,45 dólares al mes, los sueldo de los profesionales en un tope de  50 dólares mensuales en la Administración Pública, la bonificación sin incidencia en sueldos y  salarios y la negativa a firmas de nuevas Convenciones Colectivas que beneficien a las y los  trabajadores, entre otros asuntos, contrasta con situaciones como Cuba, país con 60 años de  bloqueo y un salario mayor que el de Venezuela, o con Haití que a pesar de un PIB inferior a nuestro,  sus ciudadanos gozan de mejor paga, tal como quedó demostrado en el informe de Coyuntura OVE:  Inversión, salarios y condiciones de trabajo de los y las docentes en América Latina (2021) 

      Muy por el contrario, a diario se aprecia en las redes sociales o en las noticias del día, el buen  vivir y los lujos que exhiben altos funcionarios y políticos del partido de gobierno, mientras que al pueblo se le ha llevado a una vida encarecida y en pobreza, sin mayores posibilidades de estabilidad, por lo que tales políticas públicas contempladas y presumidas difícilmente se pueden considerar de  estímulo al bienestar común. 

       El salario deprimido que se goza conduce a una vejez atrapada en el drama y en las necesidades  no cubiertas, incrementando la sumisión y la inestabilidad. La ancianidad se declina en términos de  pérdidas y de carencias a subsanar, que a su vez se convierte en una enfermedad social. Una vez que  se produce el cese laboral por vejez o años de servicios cumplidos en la Administración Pública, los  pagos por prestación de servicios son ínfimos, recibidos a futuro y devaluados. 

      Muy a pesar del cese de actividades (jubilación) la cual ocurre a los 55 años para las mujeres y  60 para los hombres, es posible que las personas se consideren aun actas para prestar su  conocimiento en otras instituciones y poder devengar un poco mas de dinero, no obstante, cuando  les es contratada o dada la oportunidad de incorporarse en trabajos posteriores, debido a sus edades existe una mayor explotación y desprotección en la dimensión laboral , lo que les deja expuestos no  solo a la privación económica, sino también a otros derechos como la salud, posibilidad de pagar  vivienda, recreación, el ocio y descanso, entre otros. De hecho, los seguros médicos que pueden ser  pagados de forma privada no otorgan mayores beneficios de cobertura después de los 60 años. 

    Lo expuesto nos remite a reconocer a la cultura que caracteriza a los sistemas de gobierno  autoritarios, a un Estado patriarcal y a una sociedad machista que margina y maltrata en actos  incoherentes al bienestar social a sus ciudadanos (as), donde lastimosamente las mujeres se  encuentran en mayor detrimento. No sólo debe procurar el cuido de su carga familiar y las labores  domesticas de manera inequitativa, sino que, en la mayoría de los casos son la que menos atención  y más desprecios reciben al entrar a las edades prolongadas donde se les estigmatiza como sujetos  sin derechos. 

      En consecuencia, se hace necesaria impulsar voces y voluntades por la visibilización y atención  a esta problemática que exige el cumplimiento de la estructura de la seguridad social de la base  jurídico-normativo que rige al país, puesto que, no materializan la protección social conducente a  elevar los niveles de vida independiente de la población incluida la de tercera edad.  

   Son necesarias políticas progresivas el envejecimiento en retirada y el envejecimiento activo donde se mire a las y los jubilados como seres útiles. Esto implica además, la implantación de  acciones específicas, y es a partir de herramientas de evaluación que los gestores del gobierno conjuntamente con representación de este sector social deben procurar: consultas geriátricas,  instituciones medicalizadas, el sano ocio y la recreación, asignaciones económicas justas, para que  los cuerpos desgastados por la edad puedan alcanzar niveles de vida digna y el estímulo a la  autonomía personal de las personas dependientes. 

     Para eso es importante luchar contra el desconocimiento, el desinterés y menos precio que se  le brinda a ese sector de la población, lo que se conoce como edadismo. Es imprescindible  trascender la visión convencional de que la vejez es una etapa de lo obsoleto e inservible y considerar  a los cuidados como procesos que permiten y sustentan la autonomía de las personas el mayor  tiempo posible. 

    Nos encontramos ante la necesidad de políticas de inversión que posibilite la vivencia y el  establecimiento de la vejez activa, y sociedades que se transforman para adaptarse a poblaciones  de mayor ciclo vital atendiendo las necesidades y derechos de quienes permanecen trabajando por  más tiempo así como de quienes dejan dejan de estar activos en el mercado laboral. 

Referencias 

Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999). Gaceta Extraoficial N.36.860. Caracas https://finanzasdigital.com/canasta-alimentaria-familiar-de-mayo-2023-se-situo-en-us-52329/

https://news.un.org/es/story/2020/02/1470101#:~:text=Un%20total%20de%209%2C3,estudio%2 0a%20invitaci%C3%B3n%20del%20Gobierno. 

https://www.diariolasamericas.com/america-latina/venezuela-las-economias-mas-miserables 2023- 

n5326643#:~:text=%2D%20El%20%C3%8Dndice%20de%20la%20Miseria,en%202023%20con%201 64%20puntos. 

Informe de Coyuntura OVE: Inversión, salarios y condiciones de trabajo de los y las docentes en  América (pdf) https://otrasvoceseneducacion.org/archivos/381852 

Ley Orgánica del Sistema de Seguridad Social (2008). Decreto N. 6266. Caracas

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La inteligencia artificial como ansiolíticola inteligencia artificial como ansiolítico

Por: Markus Gabriel

A Markus Gabriel lo llaman «el enfant terrible” desde que sacudió a la filosofía occidental con el Nuevo realismo, la corriente de pensamiento que fundó. Heredero de Schelling, Kant, Adorno, Marx, Freud y Sartre, impulsa la crítica al mundo de la post experiencia, al que entiende sometido a la lógica algorítmica y al discurso de la neurociencia. En este adelanto de El sentido del pensamiento, su último libro, relaciona ficciones como Matrix y Black Mirror con la flexibilización laboral, la injusticia económica y la crisis ecológica. El jueves 27 dará una conferencia en el Centro Cultural de la Ciencia y el viernes 28 estará en el Aula Tanque del Campus Miguelete de la UNSAM.

Compartimos un breve perfil del autor y un adelanto del libro.

Por Julieta Del Campo Castellano y Solana Camaño (Lectura Mundi [UNSAM])

Markus Gabriel nació en 1980 en Remagen, Alemania. A los 28 años ya era catedrático de la Universidad de Bohn, especializado en Metafísica, Epistemología y Filosofía post-kantiana. Hoy es docente de la cátedra Epistemología y Filosofía Moderna y Contemporánea en esa misma Universidad y director del Centro Internacional de Filosofía (IZPh).

Gabriel habla nueve idiomas y escribió trece libros, tres de los cuales están traducidos al castellano, ¿Por qué el mundo no existe? (2013) –convertido en un best seller–, Yo no soy mi cerebro (2017) y El sentido del pensamiento (2019). Se lo considera uno de los máximos representantes del Nuevo realismo, línea teórica que se le ocurrió fundar mientras tomaba un café con Maurizio Ferraris en Nápoles, Italia. Con ella problematizan la metafísica y su pretensión de dar cuenta de la totalidad y, al mismo tiempo, la suposición posmoderna de que no existen los hechos objetivos sino sólo construcciones discursivas. El nuevo realismo asume, así, que “los pensamientos sobre realidades existen con el mismo derecho que los hechos sobre los que reflexionamos”.

El nuevo “enfant terrible” de la filosofía occidental no nos trae, entonces, un discurso disruptivo como lo fuera toda la tradición post estructuralista, ni nos invita a volvernos a enamorar de Nietzsche. Su mensaje tiene la fibra de la lucha contra todo aquello que atente contra el espíritu de la ilustración. La empresa que se propone es monumental: recoger las mejores vertientes de la tradición filosófica europea para hacerla confrontar con el reduccionismo de las tesis naturalistas hegemónicas. Busca no caer en el positivismo, complejizando la idea de ser humano. No es suficiente, afirma, realizar un experimento o contar con información exacta y cuantificable para hacernos una imagen de quiénes somos.

Entre su extensa caja de herramientas conceptuales encontramos una parte importante de la filosofía moderna alemana: Gabriel puede declararse heredero de Schelling y de Kant, pero también de Adorno, Marx y Freud, sin desconocer los aportes de la filosofía existencialista francesa de Jean Paul Sartre.

Este joven pensador alemán no se contenta con la mera discusión académica, ni permanece plácido en la mentada y criticada “torre de marfil”. Él es un intelectual global, su trabajo es reconocido en universidades de distintos países; a través de declaraciones comprometidas con los grandes problemas de la actualidad logró también posicionarse en el debate público europeo.

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Sus reflexiones, plasmadas en un estilo llano, abarcan temáticas variadas: desde cuestiones ampliamente discutidas por la filosofía y la sociología clásica -todavía actual- tales como la explotación capitalista, la ideología, la democracia y la desigualdad, hasta temas que han cobrado valor reciente en el debate académico y político como las redes sociales, la inteligencia artificial y la neurociencia.

 

Entre sus declaraciones públicas podemos encontrar referencias críticas a los nuevos modos de expresión de la ideología dominante. Entre ellas, por ejemplo, la crítica al mandato que impone interpretar la “depresión de un trabajador por cobrar un bajo salario o por no poder vivir sólo a los 40 años” como un problema psicológico antes que político o de organización social. La receta neoliberal para este diagnóstico es conocida: más esfuerzo individual, resiliencia, y consejos de autosuperación que podemos encontrar en la batea de libros de autoayuda. Todas respuestas que evaden la responsabilidad social y política de transformar el statu quo.

 

Pero su discusión no se agota en problemáticas de la vida cotidiana. A Gabriel también le preocupa el aspecto filosófico de la política internacional: las fake news, el marketing digital, las estrategias electorales y sus consecuencias en el escenario de la representación democrática. La opinión difundida en la actualidad de que la inteligencia artificial y las tecnologías vinculadas a ella darían solución a la cuestión social es, para el autor, una idea más naif y peligrosa –incluso fatal– que el mito –desacreditado por los efectos de la Primavera Árabe y el “terrorismo internacional”– de que las redes sociales llevarían deliberadamente a la emancipación política del mundo árabe.

 

Otro de los mitos que contribuye a minar es el relato según el cual nos dirigimos hacia un mundo automatizado, en el que sistemas inteligentes, prescindiendo del ser humano harán mejor la vida de los humanos. Para Markus siempre habrá seres humanos tras esos sistemas, impulsados por intereses no siempre legítimos. La inteligencia artificial aparece, entonces, como una fantasía: lo que existe son programas codificados y pensados por humanos “para explotar a otros humanos”. Así, cada uno de nosotros trabajamos para las redes sociales, usamos las barras de búsqueda, generamos una huella, producimos algo en esa interacción. Somos obreros digitales. El mito de que los sistemas de inteligencia artificial son un espejo nuestro no es más que una ideología al servicio de la explotación digital.

 

En este contexto, uno de los objetivos fundamentales de la filosofía, nos dice, es vérnosla con la realidad para desmitificar aquellos imaginarios que nos permiten permanecer tranquilos ante las injusticias. Es este el objetivo filosófico de la Ilustración recargada que Gabriel pretende actualizar, casi sin pedir permiso. En un rescate de Marx y Engels, de la consabida tesis 11 de Feuerbach nos recuerda que ya no alcanza con explicar el mundo, hay que transformarlo: “Como filósofos no tenemos que diagnosticar, tenemos que reparar”.

 

Inscripciones acá.

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La inevitable «Matrix»

La primera parte de la trilogía Matrix de los hermanos Wachowski llegó a las pantallas de cine en 1999. Se grabó rápida y profundamente en la memoria cultural porque formula de manera acertada la sospecha posmoderna de que la realidad es bastante deficiente. La siguiente construcción, que me gustaría recapitular brevemente, conforma el eje de la película: sus protagonistas se nos presentan desde un primer momento habitando una realidad ilusoria (una simulación) que se asemeja a un videojuego programado de forma realista. A esta realidad ilusoria la llaman «Matrix».

 Una simulación es, generalmente, una realidad ilusoria que imita otra realidad (del latín simulatio, derivado de simulare = acción y efecto de imitar). Las simulaciones son reales, pero se crean como imitaciones de ciertos aspectos de una realidad que, normalmente, no es una simulación en sí misma. Consideremos algo que en sí mismo no es ni una simulación ni se ha creado como resultado de las intenciones de un ser vivo, como parte de la realidad básica. La realidad básica no es un «sueño muerto de la realidad elemental», sino una categoría que se puede formar muy fácilmente. Hay muchas cosas que no son ni simuladas ni son, de ninguna de las maneras, un artefacto que los seres vivos hayamos producido intencionalmente: la Luna, Marte, el sistema solar, los tumores cerebrales en los humanos, los leptones, los números primos, y una infinidad de cosas más. Podríamos discutir sobre los candidatos a ser elementos pertenecientes a la realidad básica y esto de hecho ocurre en las ciencias naturales y la filosofía. Pero la afirmación de que la categoría de la realidad básica está vacía de contenido es una falacia posmoderna.

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Foto: Magali Del Porte

El experimento mental de Matrix ni siquiera llega a cuestionar la existencia de una realidad básica. Más bien al contrario: porque, en el interior de la película, la Matrix es una simulación que difiere de una triste realidad básica: el hecho de que las máquinas abusan de las personas utilizándolas como plantas generadoras de energía. Para mantener vivos los organismos humanos de manera duradera, las máquinas estimulan los cerebros de las personas mediante la creación de una realidad onírica que a la gente le parece completamente real —una simulación, pues, bastante perfecta—. La idea de simulaciones perfectas a través de la estimulación cerebral es muy recurrente desde hace mucho tiempo en el género de la ciencia ficción. Pensemos también en la obra maestra de David Cronenberg eXistenZ, que saltó a nuestras pantallas en 1999. La punta de lanza de este género cinematográfico, en estos momentos, es la serie británica Black Mirror y su homóloga de éxito similar Electric Dreams. 

El protagonista de Matrix es un tal Neo (interpretado por Keanu Reeves), un hacker dentro de Matrix. Por razones totalmente incomprensibles, algunas personas han logrado defenderse de las máquinas en la realidad básica. Liderados por Morfeo (interpretado por Laurence Fishburne), entran en el programa de conciencia de Neo y lo liberan de la simulación para, a continuación, iniciar una guerra contra las máquinas en la realidad básica.

 La trilogía Matrix desarrolla aún más una mitología que se convirtió en el epítome de la actitud posmoderna hacia la vida que prevalecía, particularmente, en los años noventa del siglo pasado. Desafortunadamente esta mitología no ha sido superada, sino que ha sido transferencia, desde la sociología y filosofía francesa de los años sesenta a los noventa, hasta nuestro todavía joven siglo a través de las neurociencias y la tecnología de la información. En este contexto, una mitología es una estructura narrativa por medio de la cual los seres humanos nos formamos una imagen de nuestra respectiva situación histórica y socioeconómica general. Las mitologías son esencialmente falsas, pero ocultan esto al mantener puntos de referencia plausibles con respecto a la realidad. Por decirlo de entrada y sin rodeos: la imagen transhumanista del ser humano que emerge hoy en día, basada en la idea de que toda nuestra vida y nuestra sociedad podría ser una especie de simulación que solo podríamos superar alineando totalmente nuestra humanidad con el modelo del progreso tecnológico, es una ilusión peligrosa. Debemos desenmascarar esta quimera porque, de lo contrario, nos involucraremos más y más profundamente en la destrucción de las condiciones de vida de los seres humanos, que ya desde hace mucho tiempo viene siendo alarmante y se manifiesta, concretamente, en forma de crisis ecológica.

 

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Pero la crisis ecológica no es ni de lejos el único problema de nuestro tiempo que se ve exacerbado por una mitología difundida desde una perspectiva acrítica. Y esto es así porque está estrechamente entretejida con sistemas globales de explotación y distribución de recursos materiales que, si se examinan más de cerca, son moralmente inaceptables. Esto no solo conduce a formas extremas de pobreza e injusticia económica —visibles para cualquiera que haya viajado alguna vez a Brasil o que haya visto uno de los muchos barrios marginales diseminados por todo el mundo, cuyo horror difícilmente podemos imaginar como habitantes de regiones privilegiadas de Europa—. Estos sistemas conducen más bien a crímenes contra la humanidad y al debilitamiento de nuestros sistemas de valores, lo que no estaríamos dispuestos a aceptar sin más si lo despojáramos de todo adorno y nos percatáramos de ello.

 

La idea actual de que los sistemas de IA y los avances tecnológicos asociados a ellos y las formas de superinteligencia sobrehumana terminarán por aportar más pronto que tarde la solución a los problemas humanos, es aún más ingenua y fatal que la utopía, refutada por las consecuencias de la Primavera Árabe y el terrorismo internacional, de la que las redes sociales conducirán automáticamente a la liberación política del mundo árabe.

 Una de las tareas esenciales del pensamiento filosófico es confrontarnos con la realidad y desenmascarar las construcciones ficticias en las que nos asentamos para calmar nuestra conciencia frente a las injusticias que no podríamos soportar observar con nuestros propios ojos. Esto forma parte de la misión filosófica de la Ilustración, es decir, del «proyecto incompleto de la modernidad», como lo llamó Jürgen Habermas (nacido en 1929).

En nuestro todavía joven siglo XXI se pueden detectar al menos tres remanentes de la llamada era posmoderna:

 1) La idea de que podríamos estar viviendo en una simulación por ordenador, programada por una civilización avanzada del futuro (la hipótesis de la simulación).

2) La idea de que nuestra vida espiritual es una simulación generada por nuestro cuerpo para obtener una ventaja en la lucha por la supervivencia de la especie.

3) La idea de que la sociedad es una construcción social en el sentido de que no es real, sino solo una especie de mascarada que podemos modificar en cualquier momento mediante un cambio de las reglas del juego (constructivismo social).

Fuente de la información e imágenes: https://www.revistaanfibia.com

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La disminución del salario real de los y las maestras: 2005-2022

Por: Roberto González Villarreal, Lucía Rivera Ferreiro, Marcelino guerra Mendoza

La revaloración social del magisterio no es algo nuevo, la hemos escuchado muchas veces, cuando menos desde los años noventa. Recordemos: ése era uno de los propósitos del Acuerdo Nacional de Modernización de la Educación Básica y Normal (ANMEBN) de 1992, luego de una década brutal de reducciones en los ingresos docentes. En ese entonces, la revaloración se entendía como aumentos salariales, mejores condiciones laborales, créditos para vivienda y, sobre todo, un programa de estímulos llamado Carrera Magisterial.

Desde 2018-2019 empezamos a escuchar de nuevo la misma intención gubernamental, ahora como parte de las acciones reivindicatorias del gobierno de la IV T, tras la reforma educativa del Pacto por México. Curiosamente, quien renovó su uso fue Esteban Moctezuma Barragán, primer secretario de educación del gobierno de  AMLO, uno de los responsables de la firma del ANMEBN en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.

La revaloración magisterial de estos tiempos tiene otros componentes, además del discursivo.

  • Primero, se eliminaron del texto constitucional los aspectos considerados punitivos de la reforma del Pacto por México, en particular el más odiado: la evaluación para la permanencia.
  • Segundo, se incorporó al artículo 3º. el reconocimiento de que “Las maestras y los maestros son agentes fundamentales del proceso educativo y, por tanto, se reconoce su contribución a la trasformación social. Tendrán derecho de acceder a un sistema integral de formación, de capacitación y de actualización retroalimentado por evaluaciones diagnósticas, para cumplir los objetivos y propósitos del Sistema Educativo Nacional”.
  • Tercero, hubo promesas, reuniones, foros, mesas de análisis para discutir mil y un problemas de la realidad educativa, muestra de una nueva voluntad política.
  • Cuarto; otorgamiento de un reconocimiento de 720 pesos a la labor docente durante la pandemia -además de haber pagado de manera ininterrumpida los salarios durante ese mismo tiempo, como señaló Delfina Gómez en su oportunidad.[1]

¿Basta eso para cumplir con la revaloración magisterial, luego de la agresividad mostrada por Mexicanos Primero, el PAN, el PRI, el PRD, comentaristas, opinócratas, académicos y funcionarios denostando a los y las maestras movilizadas contra la reforma educativa del Pacto por México?

Obras son amores y no buenas razones, reza el epígrafe bíblico.[2] Pues sí, la revaloración empieza por las condiciones materiales del magisterio, primero por las condiciones que le permitan vivir con dignidad a sus integrantes y sus familias.  Para decirlo brevemente: la revaloración empieza por el salario, por el total de las percepciones de los y las maestras. Luego por las condiciones laborales en que se desenvuelve, su estabilidad y certidumbre; lo demás es discurso.

Y aquí empiezan los problemas. Visto desde el lado de los ingresos, ¿qué tan reconocido está el magisterio? En otras palabras, ¿cuál es la evolución de los salarios docentes? ¿Se les ha hecho justicia?

Para empezar a contestar estas preguntas, hay que reconocer una serie de dificultades. De repente, hablamos del   salario como sinónimo del ingreso de los trabajadores. En términos generales así es, sin embargo, en términos jurídico-administrativos la noción de salario frecuentemente se reduce a una de sus expresiones administrativas, en la terminología de la SEP, por ejemplo, al concepto 07, el salario tabular, en el Catálogo y Tabulador se le llama también sueldo base.

No es el único concepto en la parte de los ingresos de los recibos de nómina; hay otros derivados de las luchas sindicales que forman parte de las prestaciones económicas, como la Despensa, el Material Didáctico, la Previsión Social Múltiple, la Asignación Docente y otros tipos de ayuda que aumentan los ingresos en diferente proporción, dependiendo de la trayectoria profesional, la forma de contratación, el nivel y la modalidad educativa, etc. En conjunto pueden representar entre el 15 y el 20% de las percepciones totales.

Las diferencias salariales en el magisterio estarían dadas, en general, por la antigüedad, el escalafón, la zona geográfica y las relaciones políticas y sindicales. Cuando menos hasta principios de los años noventa. De hecho en 1992 se añadió un concepto que no es general, que deriva de evaluaciones con normatividades que han ido evolucionando con el tiempo: Carrera Magisterial.

Se trata de una programa de promoción horizontal, es decir, al que los y las profesoras pueden acceder a mayores niveles salariales sin cambiar de categoría laboral. Los niveles otorgados son 5: A, B, C, D y E, con incentivos económicos crecientes. El nivel A es el inicial, a partir del cual se dan las promociones de forma consecutiva si se cumplen  los requisitos y los puntajes de las convocatorias. De acuerdo con los lineamientos del programa, hay que permanecer de 2 a 4 años en un mismo nivel antes de promoverse al siguiente. Cada nivel de CM significa un incremento acumulado de horas adicionales al nombramiento original.

En sentido estricto, CM no es solo para personal docente frente a grupo. Esta es la primera vertiente del Programa, las otras dos son para quienes cumplen funciones administrativas y de apoyo técnico-pedagógico.

No es un programa general, hemos dicho, pues solo un reducido porcentaje del magisterio en activo accede a este estímulo. Esta es una cuestión fundamental: está diseñado para que solo una parte sea beneficiada. Esta parte ha cambiado con el tiempo; para darnos una idea, a los 20 años de iniciada Carrera Magisterial, en la XXI etapa, sólo el 36.5% del total del personal docente frente a grupo de las escuelas públicas de educación básica estaba registrado; poco más de la mitad en el nivel inicial, el 4% en el nivel superior.[3]

La disminución histórica del salario real docente

Desgraciadamente no contamos con buenos estudios históricos de la evolución del salario real de los y las maestras de educación básica. Es un tema complejo y con muchas aristas, hay aproximaciones de corto plazo, estudios regionales, de ciertos niveles y durante algún tiempo, con propósitos políticos y sindicales muy marcados.[4]

En espera de un buena estudio histórico, para el cual sólo es necesario contar con los Catálogos y Tabuladores respectivos, haremos un aproximación focalizando nuestra atención en los salarios reales de los maestros y maestras de primaria en la ciudad de México, de 2005 a 2022.

La información fue recuperada de los catálogos y tabuladores del personal docente de educación básica, de la Autoridad Educativa Federal de la Ciudad de México.  Corresponden al código E0280, maestro de grupo de primaria, nivel salarial 07, con jornada de 25 horas y diferentes niveles de Carrera Magisterial. Para convertirlos a precios constantes, utilizamos el INPC del INEGI, que tiene como base los precios de la segunda quincena del mes de julio de 2018.[5]

Percepciones de maestros de primaria Cd. México 2005-2022

Precios de la segunda quincena de julio de 2018

Año Sueldo base Carrera Magisterial A Carrera Magisterial B Carrera Magisterial C Carrera Magisterial D Carrera Magisterial E
2005 7256.10 9868.64 13224.58 17455.08 22342.97 28529.32
2006 7521.38 10229.36 13707.15 18093.42 23176.23 29644.33
2007 7949.46 10811.51 14487.21 19123.10 24477.81 31331.33
2008 7881.48 10719.06 14363.20 18932.65 24268.50 31063.46
2009 7863.72 10694.90 14330.89 18916.80 24213.73 30993.32
2010 7990.95 10867.94 14562.74 19222.78 24605.46 31494.31
2011 8083.43 10993.71 14731.23 19339.23 24886.17 27886.17
2012 8070.51 10975.46 14706.79 19412.94 24848.83 31806.28
2013 8105.96 11057.67 14816.95 19552.21 25035.73 32045.10
2014 8136.00 11065.18 14827.00 19571.59 25051.88 32066.18
2015 8244.15 11212.29 15024.13 19831.84 25384.74 32492.55
2016 8312.62 11204.19 14917.70 19601.40 25011.28 29702.12
2017 8082.77 10799.31 14288.03 18688.21 23770.61 30275.70
2018 8050.83 10642.18 13971.06 18169.13 23018.10 29224.39
2019 8102.70 10600.03 13807.23 17852.33 22524.62 28504.15
2020 8085.24 10495.23 13590.29 17493.95 22002.86 27773.91
2021 7939.60 10217.36 13142.54 16832.04 21093.53 26547.91
2022 7972.52 10078.61 12783.37 16194.77 20134.94 25177.60

Fuente: elaboración propia a partir del Catálogo y tabulador AFSEDF y el Índice Nacional de Precios al Consumidor del INEGI.

Esta información, aunque sea inicial todavía, perfila algunas tendencias importantes.

En primer lugar, lo que podríamos denominar la relativa estabilidad de los salarios reales del magisterio. Pasar de un sueldo base de 7256 en 2005 a 7972 pesos en casi veinte años no es un logro, representa poco menos del 10%.
En segundo lugar, el comportamiento de las percepciones totales para los diferentes niveles de Carrera Magisterial no es homogéneo. Con excepción del nivel A, que tuvo ganancias marginales, todos los niveles disminuyeron sus ingresos totales en el mismo período, a mayor nivel mayor pérdida, es una tendencia observable desde 2016 hasta la fecha, pero de manera más acusada en los últimos tres años.
En tercer lugar, el mayor nivel salarial se alcanzó en 2016, para todos los estratos, con y sin CM; desde entonces las disminuciones han sido permanentes. Más notorias de 2020 a la fecha, que regresaron a los niveles que tenían quince años antes.

En otras palabras: el nivel salarial actual es el mismo que se tenía en 2007; o sea, se perdieron los avance logrados -que tampoco eran muchos- en poco más de una década. Lo que es más significativo para un gobierno que se propuso la revalorización del magisterio. A menos, por supuesto, que alguien tenga otros datos.

Sólo para empezar. Seguiremos con el tema.


[1]https://www.youtube.com/watch?v=koyksi2I4BY&t=2s

[2] Juan 3: 18.

[3] INEE, Los docentes en México (México; INEE, 2015), 64.

[4] Por ejemplo, Silvia Ayala Rubio,    Salarios 1970- 2000: el caso de los profesores de educación primaria del estado de Jalisco ponencia en el X Congreso Nacional De Investigación Educativa | área 9: historia e historiografía de la educación , 21-25 noviembre 2009; IEESA, RESPUESTA SALARIAL AL MAGISTERIO DIRECTO AL 07 DEL TABULADOR III 1998 AL 2011  (México: IEESA, 2012).

[5] INPC Base 20 julio 2018=100

Fuente de la información e imagen: https://insurgenciamagisterial.com

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Aviso de riesgo de trabajo para el ISSSTE, ¿una trama burocrática a punto de cambiar?

Por: Juan Antonio Guerrero Orrostieta

Se tornan de vital importancia una serie de correcciones que se están realizando a la Ley del ISSSTE.

El fallecimiento de un ser humano es siempre doloroso en todos los sentidos, aunado al vacío que deja la partida de una persona, se vienen una serie de trámites y formalidades que se tienen que cumplimentar en aras de acceder a los beneficios que cualquier trabajador o trabajadora generaron durante una vida laboral, como lo es en el caso de quienes dependemos del ISSSTE.

Existen una serie de derechos a los cuales puede acceder la familia una vez pasamos a otro plano como lo son el pago de marcha, apoyo de gastos funerarios, seguros de vida, remanentes de los fondos de vivienda y ahorro, y por supuesto, una pensión de viudez, orfandad o ambas, por el riesgo de trabajo asumido en el desempeño de la labor a realizar.

Ésta última figura tiene ciertos candados y complicaciones en el sentido de que el artículo 60 de la Ley General del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales para los Trabajadores del Estado, establece que la familia – a falta de notificación por parte de las dependencias o entidades los 3 días siguientes a su conocimiento -, tiene 30 días naturales para avisar a las instancias del Instituto sobre el fallecimiento en circunstancias presumiblemente de riesgo de trabajo, haciendo improcedente cualquier reclamo, solicitud o reconocimiento de dicha configuración después de ese lapso.

Siendo conocedores de la burocracia que existe en algunos espacios y particularmente, en los departamentos que se encargan de gestionar estos trámites, se vuelve un procedimiento tortuoso en varios aspectos. En toda ocasión y a pesar de la aflicción que causa el fallecimiento, cierto personal exige datos indispensables sumados a informes del primer respondiente – fuerzas policiales, dictámenes periciales, partes de ambulancias o médicos tratantes – que den fe de los hechos, para el llenado de los formatos RT01, RT02 y RT03, sumado a una serie de documentos que muchas veces tienen sólo quienes fungen como patrones y que por lo regular, tardan en ser liberados.

Es por eso que se tornan de vital importancia una serie de correcciones que se están realizando a la Ley del ISSSTE, como lo es la que se trabajó del 07 de Junio del 2023 en el pleno de la 21A Reunión Ordinaria de la Comisión de Seguridad Social, donde se establece la modificación al artículo 60 de la ya mencionada ley, dejando sin efectos el tiempo para solicitar la dictaminación del riesgo de trabajo, no solo para fallecimientos, si no también, para el otorgamiento de incapacidades por accidentes que generen consecuencias en detrimento de las capacidades de los afectados o afectadas.

Con dichas acciones, seguramente se habrán de realizar las modificaciones correspondientes a las leyes secundarias que ayuden a armonizar los parámetros que se utilizan en la actualidad para calificar los riesgos de trabajo, y con ello, reconocer en la vía de los hechos, los derechos a los cuales se hace acreedor cualquier persona y sus familias por el trabajo que presta a las comunidades y a la sociedad en general, lo que estaremos cuidando y acompañando en todo momento en la idea de otorgar a usted, amable lector, claridad en los términos que marque la normatividad.

Fuente de la información e imagen:  https://profelandia.com

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La otra cara del hambre es el desperdicio de comida

Por Sergio Ferrari

Alternativas al derroche alimentario

En la ciudad suiza de Ginebra, una asociación solidaria instaló cuatro frigoríficos con alimentos que se renuevan diariamente, a disposición del consumo público y gratuito.  

Iniciativa de Eco-ciudadano (Eco-citoyen, en su nombre en francés), organización que se propone limitar los desperdicios de alimentos, entre otros, frutas, verduras, lácteos, carnes, pastas o conservas (https://eco-citoyen.ch/).

Entusiasmo desmedido ante ciertas ofertas o compras hogareñas no bien planificadas. Así mismo, artículos que caducan o productos sobrantes, pero en buen estado, a la venta en negocios mayoristas y minoristas, y que están condenados a terminar en la basura. Realidades repetidas tanto en Ginebra, como en tantos otros lugares del mundo donde casi un 20 % de los desperdicios alimentarios provienen de los hogares.

Evitar los basureros

Los frigoríficos denominados Free-go (gratis), cuentan normalmente con un armario externo para los artículos que no necesitan enfriamiento. En Ginebra fueron instalados en el barrio Les Charmilles y en la Casa de las Asociaciones, en el popular Plainpalais, así como, a partir de este año, en el Centro Roseraie de Carouge y en el Pâquis. Cada uno de ellos ofrece alimentos que no pudieron ser vendidos y que son recogidos diariamente por voluntarios de la asociación en muchos comercios o de casas de particulares que desean donar. Esta experiencia tiene precedentes en el Cantón de Neuchâtel, donde se promovieron ya a partir de 2019 con resultados muy positivos (https://lecourrier.ch/2019/12/05/943487/).

El objetivo principal es “reducir el desperdicio de productos mediante la sensibilización de los hogares”, explicaba Marine Delévaux, directora del proyecto ginebrino, en un reciente reportaje publicado por el cotidiano suizo Le Courrier.

Para la directora, darles una segunda oportunidad a los alimentos condenados a la basura es, ante todo, “un acto cívico”.  Y reconoce que si bien los free-go juegan un papel social importante al poner a disposición productos de forma gratuita, la propuesta no solo está dirigida a familias con ingresos precarios. Cualquier persona puede servirse, por ejemplo, una manzana o una pera, explica la responsable.

La fruta, así como las verduras, constituyen la mayor parte de los comestibles, a los que se añaden ocasionalmente quesos o yogures. Alguna-os voluntaria-os, incluidos beneficiarios del Hospicio General (institución de Ayuda Social de la ciudad), están a cargo de los recorridos en bicicletas por las tiendas asociadas para buscar los sobrantes.

La propuesta busca también involucrar en el aprovisionamiento a los vecinos del propio barrio donde se ubican las heladeras populares. Todo el mundo puede colocar allí productos de huerta, pero también artículos secos como arroz o pastas cuya fecha de validez no haya caducado. No se permite alcohol, productos abiertos, ni comidas ya preparadas.

El primero de estos frigoríficos populares cumplió un año y el resultado es excelente, explica Marine Delévaux. La mayoría de los free-go, que ya cuentan con clientes habituales, se vacían rápidamente, una hora después de ser aprovisionados.  Eco-ciudadano calcula que en un año se recuperaron tres toneladas de alimentos. La asociación también organiza colectas “al pie de los edificios”, para dar a conocer su práctica de recuperación entre los vecinos.

Otras formas novedosas

A nivel nacional, la Fundación Table Suisse (Mesa Suiza) evitó en 2022 que 17.5 millones de porciones de comida terminaran en la basura. Dicha organización con sede en el Cantón de Friburgo y seis antenas regionales se moviliza contra el derroche y la pobreza, recuperando alimentos y productos de buena calidad que ya no pueden venderse. Provienen de grandes distribuidores, productores y minoristas y los redistribuye gratuitamente a instituciones sociales que atienden a personas de muy escasos recursos (https://tablesuisse.ch/a-propos-de-table-suisse/).

En 2022, recuperó 6.100 toneladas de productos alimentarios y no alimentarios de calidad irreprochable que, de otro modo, habrían acabado en los basureros y que representan casi una cuarta parte más que el año precedente.

Según la fundación, todos los actores de la cadena alimentaria generan a nivel nacional 2.8 millones de toneladas de residuos anuales. Dos tercios de los cuales están en buen estado para el consumo humano cuando llega la fecha de caducidad. Cifra que representa, en Suiza, un desperdicio anual de 330 kilos por persona.

Otra alternativa interesante contra el derroche la constituye Fruits en Cavale (Frutas a Domicilio), que promueve desde 2016 en el Cantón de Neuchâtel el aprovechamiento de frutas que por no ser cosechadas terminan desechándose. (https://fruits-en-cavale.ch/). Compuesta íntegramente por voluntarios, la asociación organiza la recolección urbana de fruta en la región de Neuchâtel (costera al lago, Val-de-Ruz y Val-de-Travers). Los propietarios de árboles recurren a la asociación cuando no pueden asegurar la recogida o en los casos en que se confrontan a una producción demasiado abundante. Esta actividad no autoriza ningún tipo de intercambio monetario ni venta. El producto se reparte equitativamente entre los propietarios, los voluntarios recolectores y diversas organizaciones de asistencia social (como el Centro Social Protestante o Emaús) que lo destinan para el consumo de sus beneficiarios.

Una organización de este tipo, SOS Fruits (SOS Frutas) nació en 2020 en el Cantón de Vaud, con Lausana como capital. Este modelo se inspira en una experiencia semejante denominada Les fruits défendus (Frutas Prohibidas) que existe en Quebec, Canadá, desde hace ya dos décadas.

A nivel macro europeo – y también presente en otros continentes– la iniciativa Too Good To Go (Demasiado buena para desperdiciarla) es una aplicación que permite a los usuarios comprar comida restante de calidad en muy diversos restaurantes por un precio muy bajo que puede llegar al tercio del valor real.

La aplicación facilita acceder, por ejemplo, a comidas elaboradas no vendidas al final del día, así como a paquetes “sorpresa”, con menús variados y de bajo costo. La misma facilita navegar en los sitios Web de los locales cercanos al domicilio del usuario para encontrar el lugar más apropiado al gusto del mismo. La aplicación informará además sobre la franja horaria en que se puede recoger la bolsa de comida, para lo que exige extrema puntualidad.

Como lo señala el sitio suizo de Too Good To Go, esta iniciativa “le da a la comida una segunda oportunidad” (https://www.toogoodtogo.com/de-ch). El hecho de que grandes cadenas de supermercados con beneficios millonarios (y no siempre principales defensores del medio ambiente) así como Nestlé, la cuestionada transnacional de la alimentación, participen entre los asociados, aunque no le resta utilidad a la aplicación disminuye la credibilidad sobre el sentido político de la misma.

Pan de ayer

Todo comenzó una década atrás con una idea muy sencilla. Cotidianamente, miles de barras de pan, medialunas, sándwiches, tortas y biscochos de muy diversos tipos van a parar a la basura, aunque estén en perfecto estado para el consumo humano.

Fue entonces cuando se lanzó el proyecto Äss-Bar (que en dialecto suizo alemán significa “Se puede comer”) que reintroduce el pan y la repostería del día anterior en el circuito de consumo. Los productos se recogen por la mañana en las distintas panaderías asociadas situadas en las proximidades de los siete puntos de venta – todas coquetas, estilo boutique– con que cuenta Äss-Bar en las principales ciudades ( https://www.aess-bar.ch/shop/stores.php).

En esos elegantes negocios especiales, ubicados en Lausana, Bienne, Berna, Lucerna, Zúrich, Basilea y Winterthur, esos productos del día anterior cuya manipulación debe respetar estrictamente la cadena de frío se pagan a mitad de precio o incluso más barato. Según el sitio Web de esta iniciativa “ya se han ahorrado varios cientos de toneladas de productos”, con un impacto positivo no sólo para el medio ambiente sino también para el bolsillo de los consumidores. En la actualidad, Äss-Bar cuenta con unos 90 empleados en toda Suiza y el hecho de consumir alimentos del sector de la panificación del día precedente es ya algo normal en la concepción del suizo medio. Si hace algunos años en los puntos de venta se veían en particular jóvenes, estudiantes y personas con menos recursos, hoy, los compradores, son indiferenciados y pertenecen a todo el espectro social.

Desperdicios al por mayor

Según cifras oficiales de la Confederación Helvética, cada año, el consumo alimentario suizo genera unos 2.8 millones de toneladas de residuos alimentarios, lo que corresponde a casi 330 kg de residuos anuales por habitante (https://www.bafu.admin.ch/bafu/fr/home/themes/dechets/guide-des-dechets-a-z/biodechets/types-de-dechets/dechets-alimentaires.html). Según un estudio de Foodwaste.ch de 2021, el 28% del desperdicio alimentario en este país europeo se genera en los hogares; el 7%, proviene de los restaurantes; 10% del comercio mayorista y minorista; 35% de la transformación y 20% de la agricultura.

En cuanto al impacto en el medio ambiente, el sistema alimentario representa alrededor del 28% de la huella ecológica total de Suiza (impacto en el efecto invernadero), una cuarta parte de la cual procede de residuos alimentarios que podrían ser evitados.

Desechos planetarios

En septiembre de 2022, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) informó que el número de personas afectadas por el hambre había aumentado en 2021 hasta llegar a 828 millones, lo que significa un incremento de unos 46 millones en relación a 2020 y de 150 millones desde 2019 (https://www.fao.org/newsroom/detail/FAO-UNEP-agriculture-environment-food-loss-waste-day-2022/es). En total, en 2022 se estimaba que 3.100 millones de personas no contaban con una dieta saludable.

La misma organización onusiana, en su informe “El estado mundial de la agricultura y la alimentación” de 2019 estimaba que el 14 % de la producción alimentaria mundial se pierde después de recolectarse y antes de llegar a los puntos de venta. Las Naciones Unidas estima que el 17 % de los alimentos es desperdiciado tanto en la venta al por menor como por los consumidores directos, especialmente en el marco hogareño. Según la FAO, con los alimentos que se pierden y derrochan se podrían alimentar anualmente a 1.260 millones de personas víctimas del flagelo del hambre y la desnutrición crónica (https://www.unep.org/es/resources/informe/indice-de-desperdicio-de-alimentos-2021).

Desde la perspectiva ambiental, la pérdida y el desperdicio de comida representan entre el 8 % y el 10 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, lo que contribuye a un clima inestable y a fenómenos meteorológicos extremos como sequías e inundaciones. Estos cambios, a su vez, repercuten negativamente en el rendimiento de las cosechas, reducen potencialmente la calidad nutricional de los cultivos y provocan perturbaciones en la cadena de suministros.

Por tanto, según el organismo de la ONU, es fundamental priorizar la reducción de los alimentos que terminan en la basura para asegurar la transición hacia sistemas agroalimentarios sostenibles. Sistemas que hagan más eficiente el uso de los recursos naturales, disminuyan su repercusión negativa en el planeta y garanticen la seguridad alimentaria y la correcta nutrición para todos los seres humanos.

Vientres llenos en lugar de basureros repletos y alimentos desperdiciados. Un desafío tan esencial, simple y humano, que pareciera imposible que todavía hoy no se pueda concretizar.

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