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Educación Básica y Tesla

Por: Claudia Santizo*

Parece que la inversión económica y la educación básica son áreas de política distantes o que no se relacionan directamente; sin embargo, conviene reflexionar sobre la forma en que se han estado elaborando las políticas públicas en los últimos 30 años.

La idea dominante es que la inversión crea empleo, nuevos negocios y con ello una mayor recaudación de impuestos. Con la inversión hay una derrama económica hacia la población y con la recaudación el gobierno financia educación, salud y otros programas sociales. Este conjunto de efectos es el paradigma de la derrama del bienestar. Esta perspectiva justificó la reforma del estado en el gobierno de Salinas de Gortari en la década de 1990 y aún mantiene su vigencia.

La inversión de Tesla, que se ubicará en el  municipio de Santa Catarina, causa gran regocijo y altas expectativas. Se debe cuestionar, sin embargo, si esos beneficios  inlcuyen a la población asentada en la zona donde se ubicará Tesla. Son múltiples los casos en zonas del país en donde se genera riqueza pero es escasa o nula la derrama de beneficios para sus comunidades. Las hidroeléctricas en Chiapas están rodeadas de comunidades con carencias en educación y salud, lo mismo ocurre con campos petroleros y refinerías en Veracruz y Tabasco, en las zonas turísticas de Guerrero, Quintano Roo y otros estados, así como en las zonas industriales del Bajío y del Norte del país.

Me gustaría señalar el significado de las inversiones económicas en el contexto de la educación básica en las zonas donde se ubican esas inversiones. El motivo no es el repetido argumento de contar con mano de obra calificada. La generación actual de niños que entran a la escuela a los 6 años y los que salen de secundaria a los 15 años, marcan un horizonte de tiempo de 3 a 12 años para que esos niños tengan su mayoría de edad. Hay que pensar en el futuro a partir de los problemas presentes de esos niños y adolescentes.

Educación básica en Santa Catarina

En el ciclo escolar 2020-2021[i] en el municipio de Santa Catarina hay un total de 180 escuelas, 65 de preescolar general, 83 primarias generales y 32 secundarias generales y técnicas. Es una población estudiantil de 40,546 alumnos.

NIVEL Alumnos escuelas
Preescolar general         6,979            65
Primaria general       22,909            83
Secundaria general y técnica       10,658            32
Total       40,546          180

El estado de los aprendizajes en Santa Catarina está valorado con la última prueba PLANEA en centros escolares aplicada en 2018[ii] a estudiantes de 6º de primaria y en 2017[iii] a estudiantes de 3º de secundaria. El resultado de estas pruebas no difiere de las deficiencias mostradas de manera generalizada en el sistema educativo del país.

La prueba PLANEA revela que en Santa Catarina, en promedio, 42.5% de los alumnos de 6º grado de escuelas públicas tuvieron un nivel insuficiente de aprendizaje en lenguaje y 55.4% un nivel insuficiente en matemáticas. Cabe anotar que las diferencias por escuela son amplias, pero ahora sólo interesa señalar su promedio.

Turno Número de escuelas primarias Porcentaje promedio de alumnos en el nivel insuficiente
en Lenguaje en Matemáticas
JORNADA AMPLIADA 6 40.4 56.1
MATUTINO 28 36.0 48.6
TIEMPO COMPLETO 20 39.3 51.6
VESPERTINO 28 51.8 64.8
Total 82 42.5 55.4

En 3º de secundaria los resultados de PLANEA mostraron que, en promedio, 41.9% de los estudiantes tuvieron aprendizajes insuficientes en lenguaje y 65.9% en matemáticas.

Turno Número de Escuelas Secundarias Porcentaje promedio de alumnos en el nivel insuficiente
en Lenguaje en Matemáticas
JORNADA AMPLIADA 1 48.5 71.4
MATUTINO 13 33.6 63.1
NOCTURNO 4 59.4 80.1
TIEMPO COMPLETO 3 26.7 45.6
VESPERTINO 11 48.8 69.2
Total general 32 41.9 65.9

Inversión social en educación

El término inversión puede sesgar su significado hacia una interpretación meramente económica, por ello utilizo el término inversión social hasta no encontrar otro más apropiado.

El programa de Escuelas de Tiempo Completo y el de Jornada Ampliada constituyen experiencias educativas que están en mejor posición para considerar una inversión social de carácter local en Santa Catarina. La experiencia de estos programas muestra su relevancia. Su propósito no sólo es aumentar el número de horas de clase sino ocupar tiempo en otras actividades escolares donde diversos beneficios se extienden a las madres y padres de familia.

Un estudio realizado por el Instituto Mexicano para la Competitividad, IMCO[iv], estimó que el gasto público en el ciclo escolar 2019-2020 en las Escuelas de Tiempo Completo fue de $2,596 pesos por alumno. Sin pretender hacer un cálculo financiero preciso, una inversión social para ampliar la jornada escolar en las escuelas de Santa Catarina representaría un gasto anual de un poco más de 100 millones de pesos, o bien en 10 años un gasto cercano a 1,000 millones de pesos. Este gasto de 10 años representaría apenas 1% del monto anunciado de la inversión de Tesla que será de al menos 5 mil millones de dólares, unos 100 mil millones de pesos.

Gasto por alumno en escuelas con extensión de horario 2,596 pesos
alumnos de educación básica en Santa Catarina, ciclo 2020-2021 40,546 alumnos
Gasto anual estimado por ampliar jornada escolar 105’257,416 pesos
Años de  gasto para ampliar la jornada escolar 10 años
Gasto de 10 años en ampliar la jornada 1,052’574,160 pesos
Inversión Tesla, 5 mil millones dólares, $20 pesos por dólar 100,000’000,000 pesos
Porcentaje de la inversión de Tesla que representa el gasto de 10 años para ampliar la jornada en escuelas de Santa Catarina 1.1%

Desarrollismo y desarrollo

La idea predominante en los últimos 30 años es que el papel del gobierno es crear las condiciones para fomentar las inversiones que impulsen el crecimiento económico y el bienestar social. Es indudable que algunos grupos sociales se han beneficiado del crecimiento económico pero otros no. Esta situación genera y reproduce la desigualdad social. Como se anotó, la derrama de bienestar no permea a la población con mayores necesidades y no beneficia siquiera a la población de las zonas donde se ubican las inversiones.

Para vincular una inversión económica con la inversión social hay obstáculos aparentemente infranqueables, principalmente por la forma en la que  se piensa a las políticas públicas. Considerar impuestos a las inversiones privadas resultaría una herejía en la perspectiva dominante de la derrama de bienestar. Sin embargo, hay que tomar en cuenta que algunas empresas privadas desarrollan una estrategia de relaciones públicas mediante la cual otorgan a algunas escuelas apoyos como la entrega de materiales o equipos, o pintan las escuelas. Estas acciones visten de responsabilidad social a la inversión. Es decir, las empresas privadas están conscientes, o preocupadas, de que no sólo deben ser vistas como máquinas de dinero para sus inversionistas.

El festejo por el monto de la inversión de Tesla sirve para delimitar grosso modo una zona, el municipio de Santa Catarina, donde se debe considerar una política pública que víncule los objetivos de inversión, pública o privada, con los objetivos, o mejor dicho con el compromiso bien definido del bienestar social local.

Un compromiso específico para sostener la inversión social en programas como Escuelas de Tiempo Completo y el de Jornada Ampliada en una zona delimitada como Santa Catarina es un caso viable para elaborar una política de inversión económica que al mismo tiempo incluya inversión social. Cómo hacerlo es un tema de diseño. Seguramente habrá incentivos fiscales para Tesla. Dentro de éstos se pueden considerar compromisos bien definidos de inversión social en el municipio. Lo que aquí sugiero es establecer compromisos concretos entre la empresa y el gobierno estatal con la educación pública básica.

Sería inesperado que en un estado como Nuevo León, cuna de grandes capitales y y empresas, se introdujera un nuevo enfoque de política pública para la inversión económica y social diferente a la perspectiva dominante desde hace 30 años. Sin embargo, la mejor situación de Nuevo León, en comparación con otros estados, hacen posible pensar en compromisos específicos para la educación relacionados con proyectos de inversión como el de Tesla.

Un proyecto social en las zonas donde se ubican las inversiones obliga a establecer compromisos específicos, y no promesas ambiguas de un bienestar que nunca llega a la población. Las carencias sociales son amplias, y hay múltiples factores a considerar, pero en un primer acercamiento la educación y la salud son las dos áreas de política cuyas acciones específicas locales pueden tener un mayor efecto para mejorar la calidad de vida de la población.


[i] SEP. Datos abiertos alumnos, docentes y escuelas (Formato 911). Fin de cursos 2020-2021. En https://siged.sep.gob.mx/SIGED/

[ii] SEP. (2018). Base de datos completa 2018 PLANEA Distribuidor. http://planea.sep.gob.mx/ba/base_de_datos_2018/

[iii] http://planea.sep.gob.mx/ba/base_de_datos_2017/

[iv] IMCO. Escuelas de Tiempo Completo: Un programa para combatir la desigualdad educativa, en https://imco.org.mx/wp-content/uploads/2022/07/Escuelas-de-Tiempo-Completo_Final-1.pdf

*Profesora-investigadora en la UAM Unidad Cuajimalpa

Fuente de la información:  https://www.educacionfutura.org

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Ideología y educación: la reproducción

Por: Manuel Fernández Navas

El camino de la objetividad (siempre controvertida) pasa no por pretender desprendernos de la ideología (esto es imposible) sino por explicitarla de la forma más transparente posible para que cualquiera pueda examinarla, contrastarla y criticar o comprender los motivos que originan nuestras propuestas. Discutir sobre ella, ponerla en crisis, criticarla, elaborarla, re-elaborarla,… y, en última instancia, decidir si esa es la ideología que queremos que rija nuestras decisiones o si el sentido, razón, o finalidad que queremos alcanzar es el más adecuado o el que creemos que está más justificado para la decisión que estamos tomando.

Empieza la película “lugares comunes” de Federico Luppi (una película que recomienda todo el mundo, te dejo link a un hilo de Twitter con las mejores escenas) con una escena en la que él, que es profesor de universidad aparece discutiendo con su rector.

Parece ser que hay unos recortes en la universidad y lo van a obligar a acogerse a la jubilación forzosa y el rector le insinúa que uno de los motivos por los que lo van a despedir es por su ideología porque, a veces, “no es objetivo”.

Es entonces cuando se vuelve al rector y le dice:

«Mi opinión sólo puede ser subjetiva. Objetivos son los objetos… y los rectores».

Me encanta este ejemplo porque creo que ilustra muy bien uno de los problemas de la política, en general, y la educación, en particular, de nuestro país. Esta asociación interesada, y por parte de algunos colectivos muy concretos, entre la ideología, la legislación, la política o la toma de decisiones sobre cuestiones que pueden ser de todo tipo, pero que se dan más frecuentemente en sanidad y educación, como un asunto peyorativo.

La idea nuclear que nos venden del asunto (el relato) es que lo adecuado es separar la ideología de cualquier toma de decisiones.

Sin embargo, lo real, lo obvio, es que ideología es todo lo que nos rodea: que tengamos gobiernos democráticos es ideología; votar cada cuatro años es ideología; tener educación pública y obligatoria o cargarse esta educación pública y obligatoria, ambas, son ideología; decidir tener una sanidad pública y gratuita para todos los ciudadanos y ciudadanas es ideología; decidir cargarse esta sanidad para beneficiar negocios privados de amiguetes es ideología,…

En definitiva, todo lo que nos rodea es ideología porque la ideología es intrínseca, impregna, toda la toma de decisiones del ser humano.

Pero este fenómeno, como decíamos, se da mucho más en el binomio política-educación cuya relación es mucho más estrecha.

De hecho, simplificando los conceptos y haciendo un reduccionismo sobre qué es la política y la educación, podríamos decir que si la primera es una idea de qué sociedad queremos construir, la segunda sería uno de los principales mecanismos para conseguirla. Es decir, sería uno de los principales “cómos” para alcanzar la sociedad que queremos según una idea política.

Es por este motivo que me he manifestado públicamente en multitud de ocasiones diciendo que hay que huir de aquellas personas que nos digan que se debe buscar la objetividad, la asepsia, la neutralidad para la toma de decisiones.

En esta idea existe un gran peligro, ya que si recordamos esto de que la ideología es inherente al ser humano lo que pretenden estas propuestas es «ocultarnos la ideología que hay detrás de ellas» y esto hace que debamos plantearnos la pregunta de ¿Por qué alguien querría ocultarnos la ideología que subyace a sus propuestas?

Aquí, aunque sea un ad hominem de manual, conviene hacer una pausa y pararse a pensar en quiénes son, normalmente, aquellas personas o grupos que usan de forma recurrente este relato: reprochar a las propuestas ajenas que “sean ideológicas” en búsqueda de la legitimización de las suyas propias, estableciendo el marco mental que presenta un ficticio valor añadido a sus propuestas; las mías son neutrales, objetivas.

Mi opinión, sin pelos en la lengua, es que cuando ocultamos, no explicitamos, la ideología que hay detrás de nuestras propuestas, y las planteamos desde una pátina de objetividad o de neutralidad, lo que hacemos es tratar de manipular a nuestro interlocutor, privándolo de examinar de forma explícita a qué fines y desde qué presupuestos parten mis propuestas y que, como decíamos con anterioridad, si son sensatos y bienintencionados, no deberíamos tener problemas en plantearlos abiertamente.

A mí me parece que el camino de la objetividad (siempre controvertida) pasa no por pretender desprendernos de la ideología (esto es imposible) sino por explicitarla de la forma más transparente posible para que cualquiera pueda examinarla, contrastarla y criticar o comprender los motivos que originan nuestras propuestas. Discutir sobre ella, ponerla en crisis, criticarla, elaborarla, re-elaborarla,… y, en última instancia, decidir si esa es la ideología que queremos que rija nuestras decisiones o si el sentido, razón, o finalidad que queremos alcanzar es el más adecuado o el que creemos que está más justificado para la decisión que estamos tomando. Este, entiendo, sería el escenario más sano.

Porque existe además una cuestión fundamental en los temas políticos y especialmente en los vinculados con sanidad y educación, que tiene que ver con consensuar: que estos fines que queremos alcanzar sean fruto de un pacto social. Y esto es ideología y pasa por hablar de ideología: ¿Qué sociedad queremos? ¿Qué escuela queremos? Y si las propuestas que hacemos nos acercan a estos ideales o nos alejan de ellos.

No hablar explícitamente de ideología nos aleja de la relación medios-fines y ahí es donde anidan los relatos interesados y ocurren las cosas peligrosas.

¿Queremos una educación pública y obligatoria para todos los ciudadanos y ciudadanas o queremos que aquellos que más beneficios tienen puedan permitirse una educación y los que no lo tienen tengan que buscarse la vida?

En cualquiera de los dos casos hay ideología y, en función de cuál entendemos que es más acorde a nuestras ideas, las propuestas que implantemos deben acercarnos a unas u otras. Esto, como decimos, pasa por ponerla a la vista, discutir sobre ella, acordar sobre ella,… y, ahora sí, tomar decisiones coherentes con los fines propuestos.

En este escenario terriblemente complejo, además se suma que el campo de la educación es quizás “de los más ideológicos” porque la educación tiene finalidades muy relacionadas con la emancipación de los sujetos: que los ciudadanos y ciudadanas sean más críticos, que sepan desenvolverse en la sociedad que les rodea, que cuestionen las decisiones de las instituciones y empresas que ostenta el poder, que cuestiones sus propias normas sociales para construir las suyas propias sobre el conocimiento que se trabaja en la escuela. Esto es, el paso de la socialización a la educación de la que habla Pérez Gómez (2002).

Todo esto ya lo decía Freire (Marín, 1978) educar es hacer política. No hay un acto más político que educar a alguien:

Jamás pude admitir la mistificación de que la educación es un quehacer neutral. Yo pienso lo contrario, que la educación es siempre un quehacer político. No hay, pues, una dimensión política de la educación, sino que ésta es un acto político en sí misma. El educador es un político y un artista; lo que no puede ser es un técnico frío.

Y aquí, merece la pena hacer un alto y adoptar una postura crítica. Y es que, si hay un debe histórico entre los partidos de izquierdas de este país es el de la elaboración de un proyecto educativo de izquierdas y alejado de la tradicional permeabilidad de los conceptos educativos de la derecha: la cultura del esfuerzo, meritocracia, el nivel,…
Un proyecto educativo bien explicado, con una ideología transparente, planteada de forma abierta y en la que pueda verse la relación medios-fines para discutirla públicamente en la búsqueda de un pacto social educativo que cale en la ciudadanía.

La batalla por este relato ideología-educación es esencial si queremos un proyecto educativo estable, que se traduzca en prácticas de aula y que convenza al grueso de la sociedad.

Si no somos capaces de hacer entender a la ciudadanía la ideología y los fines que están por encima del proyecto educativo político que tenemos, este, al final, rara vez calará, y generará el efecto contrario: rechazo hacia una idea de educación que se sentirá impuesta y que, por lo tanto, permite un campo de abono para los mantras y mitos que vemos reproducidos constantemente por los estratos más conservadores.

Todos estos mantras que se reproducen generación tras generación crean opinión, porque no se ha sido capaz de crear un proyecto educativo y explicitar la ideología y los fines que hay detrás de una manera transparente y sensata y que así sea percibido por los ciudadanos y ciudadanas. Mientras esto no ocurra, el cambio educativo real -no en documentos legales que son papel mojado- en este país va a ser complicado y lo que tendremos serán semillas para que florezcan y campen a sus anchas estos mantras eternos vinculados al pensamiento conservador y que se corresponden con las claves que maneja la sociedad porque estos sí permean hacia ella.

A mi juicio, esto tiene que ver (es una idea que me ronda a menudo la cabeza) con una cuestión de cortoplacismo, con que cualquier cambio real en educación que no modifique sólo cuestiones meramente estéticas, requiere de mucho tiempo. Necesita de un proceso dilatado en el tiempo para abordar estas transformaciones profundas mediante consenso. Esto se daría, necesariamente, más allá de cuatro años y, por tanto, representa un problema para nuestros políticos cuyos objetivos se plantean en torno a qué pueden hacer-vender en cuatro años para justificar el voto de cara a la ciudadanía, para la legislatura siguiente.

Esto implica que la educación, que requiere de más tiempo para poder llevar a cabo cambios reales, se va quedando legislatura tras legislatura huérfana de este proyecto de izquierda que realmente podría calar en la ciudadanía y que podría suponer un cambio real en las prácticas educativas. Y esto, a su vez, retroalimenta que los ciudadanos y ciudadanas sean menos educados, menos expertos en cuestiones como analizar y contrastar la información, con lo cual, calan más fácilmente ideologías que, ahora sí, se presentan de forma subversiva, neutral como, por ejemplo, los discursos de ultraderecha que vemos florecer.

La paradoja es no querer invertir tiempo y recursos en un proyecto educativo de izquierdas sensato y fruto de un consenso social porque los resultados serían a medio-largo plazo. A medio-largo plazo, las ideas de izquierdas cada día se encuentran más en “extinción” fruto de que la ciudadanía tiene pocas o ningunas herramientas para “digerir de forma crítica” los discursos que se nos venden como objetivos, pero que provienen y tienen una ideología muy concreta.

Tenemos un problema de una pescadilla que se muerde la cola al que rara vez queremos prestarle atención, pero al que, si no lo hacemos con urgencia, va a condenarnos a medio-largo plazo a una sociedad y unas políticas nada democráticas.

Es un problema urgente que enfrentar, al que nuestros políticos y nuestras políticas no atienden nunca con urgencia.


Referencias

Marín, K. (1978). Paulo Freire: “La educación es siempre un quehacer político”. El Paíshttps://elpais.com/diario/1978/05/20/sociedad/264463223_850215.html

Pérez Gómez, Á. I. (2002). Las funciones sociales de la escuela: de la reproducción a la reconstrucción crítica del conocimiento y la experiencia. En J. Gimeno Sacristán y Á. Pérez Gómez. Comprender y transformar la enseñanza (pp. 17-33). Morata

Fuente de la información e imagen:    https://eldiariodelaeducacion.com

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La brecha digital en la educación superior

Por: Luis Armando González

Con atención y con preocupación he visto y escuchado –a la vez que meditado sobre—un audiovisual de ONU Mujeres en el que se toca el tema de la “brecha digital de género”, que se explica como “la diferencia entre hombres y mujeres en el acceso a Internet y las nuevas tecnologías”.  Se aporta la información siguiente: “hay más dispositivos en manos de hombres que de mujeres; por lo tanto, ellas tienen menos opciones para trabajar o estudiar en línea, y desarrollar otras habilidades digitales. A causa de los estereotipos y la discriminación son pocas las mujeres que estudian y se emplean en tecnologías de la información y la comunicación”[1]. Se trata de un asunto de la mayor gravedad, y que merece la atención no sólo de quienes toman decisiones en los ámbitos estatales, empresariales y educativos, sino de la sociedad en general.

Asimismo, es importante realizar estudios nacionales en los que, sistemáticamente, con rigor y detalle, se expongan los datos relativos, por ejemplo, a la distribución de, y acceso a, dispositivos tecnológicos entre hombres y mujeres, o la inscripción de mujeres y hombres en cursos o carreras académicas digitales o en línea. Una anotación interesante me le ha sugerido mi colega Alejandra Cañas, para quien “es cierto que existen estereotipos que provocan que, desde bien pequeñas, algunas niñas pierdan interés en asuntos relacionados con la tecnología por ser ‘varoniles’. Sin embargo, la brecha digital de género no se limita únicamente al sexo, ya que existen otros factores que influyen directamente, como la zona geográfica (mujeres y niñas en zonas rurales y/o zonas de poca cobertura de internet), recursos económicos limitados, entre otros”[2].

Como quiera que sea, en el rubro educativo, estos estudios deberían ser lo más actualizados posible, y ello debido a que desde 2020 –en el marco de la pandemia por coronavirus— las actividades digitales o en línea (laborales y educativas, principalmente) alcanzaron su nivel más alto de preponderancia; y, en el ámbito educativo, se han instalado con programas formativos de nivel universitario (desde diplomados hasta licenciaturas, maestrías y doctorados) que ya se han institucionalizado como programas formativos de modalidad virtual.

En el caso de países como El Salvador –sin duda hay otras experiencias nacionales semejantes— la modalidad educativa virtual en el nivel superior ha cobrado presencia firme desde 2020[3], con cohortes de las que, incluso, ya hubo actos de graduación. Se cuenta con varias carreras de maestría, en distintas universidades, que son totalmente virtuales (en línea o no presenciales), y con otras carreras que son semi presenciales (o sea, parcialmente en línea) [4].

En ese escenario, ¿hay, en el caso de El Salvador, datos que permitan indagar sobre la brecha digital de género en el acceso a la educación superior en el momento actual? Sí los hay, en los registros que tienen las instituciones universitarias sobre las matrículas en sus carreras en modalidad virtual, en línea o semi presencial. También hay datos en los registros de matrícula para diplomados o procesos formativos virtuales o en línea. Lo que se tiene que hacer es realizar proyectos de investigación que recojan, sistematicen e interpreten de la mejor manera esa ingente cantidad de información que se encuentra en las distintas instituciones que ofrecen procesos formativos de nivel superior. Asimismo, Alejandra Cañas me indica que “sería interesante conocer si, a nivel de bachillerato técnico y educación superior, se esconden patrones desiguales de género por disciplinas, revisando las brechas en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas”.

Por mi parte, con una poca información que tengo a la mano –algunos registros de calificaciones finales que corresponden a distintas asignaturas del nivel de maestría que he impartido entre 2021 y 2023—, he elaborado un cuadro que puede servir de pista de cómo se está moviendo el país en el tema de la brecha digital de género en la educación superior. Estos son los datos que, de manera rápida, he sistematizado para este texto:

Composición de algunos cursos virtuales de nivel de maestría durante 2021-2023

Mujeres Hombres Total
31 26 57
26 15 41
20 18 38
22 18 40
12 6 18
10 16 36
7 7 14
7 4 12
Total 135 110 256

                   Fuente: elaboración propia a partir del registro de notas finales de tres asignaturas

               No puedo concluir nada de ese cuadro, pues la intención que me mueve es la de motivar investigar mucho más sobre el tema, trabajando con un volumen mayor de datos. Cuidando de no dar información sobre las carreras y universidades de las que tomé los datos de hombres y mujeres –dado que no he pedido autorización para poder hacerlo—, sí puedo decir que el registro que presento es de 8 grupos distintos de estudiantes, correspondientes a tres carreras de maestría entre 2021 y lo que va de 2023.  He tomado los datos de asignaturas porque, como dije, es lo que tengo a mano, pero lo mejor sería partir de los datos de matrícula inicial y egreso que tienen las universidades para sus respectivas carreras de maestría en modalidad virtual; estas carreras suelen tener dos años de duración en su fase formativa, a lo que se suma el periodo dedicado a la tesis de grado.

               Por lo dicho, de 2020 hasta acá, ya hay datos completos de egreso e incluso de graduación para quienes ha realizado estudios de maestría en ese periodo. El estudio de todas las carreras de maestría en modalidad virtual –lo semipresencial se puede dejar de lado, en un primer momento—, en todas las universidades que han impartido desde 2020 carreras en esa modalidad, sería de rigor si se quiere tener un conocimiento fundamentado sobre la brecha digital entre hombres y mujeres, en la educación superior universitaria de El Salvador (en el presente, no hace 10 o 20 años). He aquí un tema relevante para quienes, en sus trabajos de tesis de maestría o doctorado, quieran explorar un campo problemático importante para la sociedad y desafiante para el intelecto. Quizás ya vaya siendo hora de dejar a un lado las recetas de manual, y encarar investigaciones de problemas interesantes siguiendo, con creatividad, la lógica de la investigación científica.

San Salvador, 15 de marzo de 2023


[1] ONU Mujeres América Latina y El Caribe. “¿Sabes qué es la brecha digital de género?”. YouTube.

[2] Conversación privada con Alejandra Cañas, experta en investigación en materia de derechos humanos.

[3] Hubo experiencias previas a 2020 en educación en línea o virtual, pero lo dominante era la educación presencial. Es a partir de 2020, y sobre todo en ese año, que la educación no presencial se instala como una opción que, para muchos, es la alternativa a la educación presencial.

[4] El autor se disculpa con los expertos en la terminología que se aplica en el terreno de la modalidad virtual en educación. He escuchado a algunos de ellos explicando que virtual no es lo mismo que en línea, pero para efectos de mi argumentación omito estas distinciones técnicas.

Fuente de la información e imagen:  https://insurgenciamagisterial.com

Fotografía: https://www.tp-link.com/es/blog/1001/brecha-digital-factor-de-desigualdad-social-cultural-y-economica/

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Suicidio en las aulas

Por: Antonia Martí

Desgraciadamente oír que un/a menor ha intentado suicidarse o lo ha consumado, es cada vez más frecuente y empieza a formar parte de nuestra vida diaria. Cuando oímos estas noticias, muchas son las preguntas que se nos vienen a la cabeza, pero sin duda la más frecuente es ¿por qué?, ¿qué puede haber que haga que un menor, que debería estar jugando, aprendiendo, negociando con sus padres y, al fin y al cabo, viviendo, decide poner fin a su vida?

La respuesta, por desgracia, no es única. Según datos del Observatorio de Salud Mental de la OMS, en el año 2019 se registraron en el mundo un total de 167.917 suicidios en población menor de 29 años, 10.196 en menores de 15 años y 157.721 en jóvenes entre 15 y 29 años. Según el último informe de la Asociación ANAR, con datos extraídos del Instituto Nacional de Estadística (2020), en el año 2020 se produjeron en España un total de 314 suicidios, 300 de jóvenes entre 15 y 29 años y 14 de niños/as menores de 15 años lo que supuso una tasa de variación respecto al año 2015 del +3,3%. Sin duda estamos ante datos realmente alarmantes sobre los que hay que actuar.

Aún no disponemos de un plan nacional escolar con pautas precisas y protocolos ante una situación de suicidio, tentativa de suicidio o autolesiones que los docentes puedan adoptar en el aula y en sus planes de acción tutorial. Los centros no disponen, en su mayor parte, de indicaciones de cómo deben actuar ante una situación de muerte o suicidio lo que provoca en muchas ocasiones desasosiego en el profesorado y respuestas erráticas para los alumnos y sus familias.

Los suicidios y tentativas de suicidio en los niños y adolescentes son multicuasales, es decir, no hay un único factor que provoca que un menor decida quitarse la vida y por tanto debe trabajarse con un equipo multidisciplinar, algo de lo que a día de hoy carecen los centros educativos. Aunque solo se habla del acoso escolar como la principal causa que detrás de los últimos suicidios, lo cierto es que el acoso escolar es un factor de riesgo entre muchos.

Existen factores de riesgo personales como la existencia de trastornos mentales incipientes, historias vividas traumáticas , consumo de tóxicos, enfermedades crónicas; factores de riesgo familiares, como puede ser la existencia de violencia intrafamiliar, consumo, carencias afectivas

También existen factores de riesgo sociales, como estar sufriendo algún tipo de violencia como acoso o ciberacoso, desarraigo socicultural, soledad o sentimientos de rechazo.

Los centros educativos deben estar preparados para trabajar de forma efectiva los factores de protección que puedan ayudar a los menores a pedir ayuda en caso de estar vivenciando alguna de estas situaciones, no estigmatizar el suicidio o la salud mental, trabajar con las familias, entrenar en resiliencia, en bienestar emocional y flexibilidad cognitiva y para ello se necesita mayor formación docente en estos aspectos y mayor presencia de psicólogos y trabajadores sociales en los centros.

Una evidencia clara que tenemos a día de hoy es que los menores que sufren acoso o ciberacoso padecen en mayor medida trastornos depresivos y ansiosos y trastornos por estrés postraumático. Estos trastornos emocionales conllevan mayor riesgo de terminar en una conducta suicida ya que las y los jóvenes no quieren seguir sufriendo, y solo ven en ello una salida. Recordemos que no desean morir, desean dejar de sufrir.

Para ello, es sumamente importante que los centros escolares cuenten con espacios seguros y privados donde estudiantes sepan que pueden acudir y se les va a tratar de forma confidencial, y poder pedir ayuda.

Fuente de la información e imagen: https://eldiariodelaeducacion.com

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Que corra el aire, o por qué abrir las aulas a los problemas sociales

Por: José Antonio Díaz Díaz, Javier E. Marrero-Acosta

Para algunos la realidad se define bajo el prisma de que cualquier tiempo pasado fue mejor, siendo una de sus consecuencias la vuelta al trono de los manuales -tal vez nunca lo abandonaron- como única fuente de selección de contenido y espacio de trabajo en el aula, especialmente en la ESO. Lo real está en el manual.

“Que corra el aire”, fue la expresión que usara a principios de los noventa el profesor de Filosofía Luis Pastor Tejera, -fallecido en enero del 2022-, para explicar la necesidad de abrir las aulas a los problemas sociales. Eran tiempos de racismo militante en parte de la sociedad española, que eclosionó, en el asesinato de Lucrecia Pérez Matos, migrante dominicana el 13 de noviembre de 1992 por cuatro fascistas, entre ellos un guardia civil.

La escuela de principios del siglo XXI se parece, -y mucho-, a la escuela del siglo XX. Aunque no tanto para aquellos que mitifican la escuela de la LGE -en cuanto modelo de exigencia y rigor-, por contraposición a todo lo que ha devenido después. Para estos, la realidad se define bajo el prisma de que cualquier tiempo pasado fue mejor, siendo una de sus consecuencias la vuelta al trono de los manuales -tal vez nunca lo abandonaron- como única fuente de selección de contenido y espacio de trabajo en el aula, especialmente en la ESO. Lo real está en el manual. El aula se cierra al exterior. Que no corra el aire, que la realidad sea la descrita en la lección. El placebo de la aparente normalidad y la previsión se adueña de una deseada acción educativa sin sobresaltos. Claro que para que ello funcione, hay que olvidar que internet existe, y prohibir los móviles. Hay que vallar todo el campo.

Una escuela que fracasa no parece una institución justa…

Aparece pues una doble verdad, la de los exámenes y la escuela, por contraposición a la de la vida, y la calle. En la primera, docentes y manuales; en la segunda, iguales e internet, y, afortunadamente, cierta divergencia docente imposible de cuantificar. La inexistencia de fuentes curriculares alternativas al monopolio de la interpretación del currículo por las editoriales no solo no resuelve el problema, sino que amplifica sus consecuencias. Ni siquiera el uso de las TIC en estos dos últimos cursos, debido a las demandas de estas por razón sanitaria, han traído consigo recursos diversos y distintos conectados con la realidad social de cada comunidad educativa. Salvo excepciones, se ha traslado el aula presencial al aula digital. Se mantiene el problema de fondo de la escuela española: un currículo despiadado, unas ratios imposibles, una escuela infradotada y un profesorado con un déficit de formación importante en el uso de las TIC en su ámbito curricular y sin acceso a materiales diversos y plurales conectados con los problemas de su comunidad.

La escuela es, primero, comunidad moral y, después, un consistorio de gremios de especialistas.

El resultado, es que una escuela que fracasa no parece una institución justa. Ni siquiera eficaz, si nos atenemos a los datos: a los quince años, treinta de cada 100 estudiantes han repetido curso, y 17 personas de cada 100 comprendidas entre los 18 y 24 años han abandonado la educación sin haber completado estudios de enseñanza secundaria obligatoria. Del alumnado matriculado en Bachillerato, solo el 56,4% culmina sus estudios en tiempo y cabe concluir que, de cada 100 estudiantes, 50 no terminan sus estudios en tiempo y forma.

La educación se construye sobre valores. Y educar, en su significado primigenio, es acción moral y política. Esto es mostrar el mundo como posibilidad (Emilio Lledó). La escuela es, primero, comunidad moral y, después, un consistorio de gremios de especialistas. Uno de los grandes problemas de la escuela del siglo XXI es la brecha creciente entre lo que se le demanda y lo que esta puede y debe ofrecer. A su vez se ha instalado en parte del profesorado y de forma creciente, la negación de la política. Es decir, una parte creciente del profesorado se abona al currículo oculto, reniega de la explicación de los valores que guía su praxis educativa, demandando una escuela protocolizada a través de los manuales y los exámenes. Vuelta a la uniformidad como criterio de igualdad y de valor.

¿Pero qué valores? Mientras tanto, reaparece el monstruo aquí al lado, -que nunca ha desaparecido, simplemente le mandamos a la periferia de nuestra atención-, vía invasión de Ucrania por parte de Rusia. El Leviatán pone Europa patas arriba y todos los miedos de los años setenta reaparecen. Hemos olvidado -en realidad nunca aprendimos- que hace treinta años hubo una serie de guerras en un país que se llamó Yugoslavia con 20.000 civiles muertos y 2,7 millones los desplazados, sin mencionar los miles de millones de dólares en perdidas económicas.

El Leviatán existe y no es creatura de ningún dios, ni fenómeno natural. Es la maldad, y sus manifestaciones en forma de guerra, terrorismo, crimen organizado, violencia intraindividual, pobreza estructural, racismo, y cualesquiera de las formas que adquiere el supremacismo y la forma de tratar al medio ambiente y a los seres que lo conforman; son fenómenos sociales, que aprendemos y heredamos en nuestro entorno familiar, clan, tribu, pueblo, ciudad, nación, etc., es parte de nuestra cultura.

No cabe predicar, de cualquiera de los imaginarios posibles de la maldad, determinación ni naturaleza alguna. No nacemos egoístas ni determinados a hacer el mal; y puestos a especular, posiblemente haya más probabilidades de empatizar en las relaciones con los otros, de propiciar comportamientos altruistas, que sus contrarios, aunque solo sea por la precariedad de nuestra naturaleza, e incapacidad consiguiente para sobrevivir sin la ayuda y la empatía de la sociedad en que nacemos.

Esos monstruos son nuestras “creaturas”. Los conocemos perfectamente. Sabemos de sus causas. Los hemos sufrido y a veces los hemos domeñado. No cabe responsabilizar del mal, a ninguna criatura que no sea humana, tampoco al error, ni a la falta de conocimiento. Sabemos de sus mascaras, de como piensa y actúa ora como sujetos individuales, ora como sujetos colectivos. Sabemos de su alternativa. La explicación de la maldad es posible, así como también su previsión; y, si hay buena voluntad, cabe evitarla, o al menos podríamos mitigar sus consecuencias. Por eso debe entrar en las aulas.

La banalidad del mal (Hanna Arendt) tiene su reverso en la indiferencia ante el bien, la solidaridad, y la necesidad de mitigar el sufrimiento de los demás.

No cabe reducir el mal colectivo, la socialización del sufrimiento, a explicaciones de comportamiento patológico individual. Stalin, Hitler, Franco, Mussolini, Mao, no estaban locos, y parece que tampoco lo esté Putin. Diseñaron y desarrollaron proyectos sociales malvados, supremacistas, incompatibles con la coexistencia de personas de distinto origen cultural, orientación sexual, salud, o creencia religiosa y política. Pero esa tarea, nunca lo es de una sola persona. Y en esa faena, encontraron millones de colaboradores, algunos entusiastas, y otros, los más, indiferentes, personas banales, que siguen la corriente. La banalidad del mal (Hanna Arendt) tiene su reverso en la indiferencia ante el bien, la solidaridad, y la necesidad de mitigar el sufrimiento de los demás.

Para explicar algunos de los peligros de esa indiferencia en nuestro país, tal vez convenga recordar lo sucedido con el partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP). El Partido Nazi, en las elecciones de 1928 recogió 810.127 papeletas, un 2,63% de los votos, y 12 escaños, -de hecho, perdió dos escaños- de un total de 491 del Reichstag. Cinco años más tarde, en 1933 en un ambiente de violencia, intimidación, mentiras y actos terroristas como el incendio del Reichstag, el Partido Nazi fue la primera fuerza política con el 43.91%, y 17.277.180 votos, 288 de los 647 escaños. Lo que siguió es historia publicada, pero cabe preguntarse si conocida, si estudiada en nuestras escuelas. Pensemos simplemente en las reacciones ante la cuestión de la memoria ante los leviatanes españoles recientes, la Guerra Civil, el régimen franquista, y el terrorismo de ETA.

Vivimos rodeados de guerra y conflicto: Ucrania, Etiopía, Siria, Egipto (Sinaí); Libia, Yemen, Afganistán, Myanmar, Armenia-Azerbaijan, Palestina, Yihadismo en África, narcotráfico y esclavismo a nivel planetario, deterioro medioambiental y crisis climática planetaria, y un largo etcétera que se repite. Avanza el populismo, los nacionalismos, y el supremacismo en la UE, RU, Brasil y los EE. UU. de Norteamérica. Se incrementa la pobreza estructural en el mundo y avanza en los países desarrollados. El patriarcado expande sus tentáculos en un mundo sin freno. En España “El porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social (tasa AROPE) aumentó al 26,4%, desde el 25,3% de 2019. El 7,0% de la población se encontraba en situación de carencia material severa, frente al 4,7% del año anterior” (INE, 2021).

La invasión de Rusia en Ucrania nos ha sacado del ensueño, pero ello no anula los dos principios que nos guían. Uno, otro mundo es posible; y dos, se requiere de la buena voluntad y esta de la democracia, pues hay modos distintos de pensar y construir la realidad e imaginar soluciones a los problemas de la coexistencia entre los sujetos humanos y resto de los seres que habitan el planeta en cualesquiera de las formas en que se manifiesta la vida. Necesitamos pensarlo y realizarlo. Y la educación es parte de la solución. Es la clave de una construcción cultural centrada en el desarrollo del derecho humano a la paz donde quepa “leer la calle” desde las aportaciones que conforman el conocimiento crítico, en palabras de Jaume Martínez Bonafé.

No se nos escapa que todo ello requiere de recursos y la colaboración necesaria, que no suficiente, de las Administraciones educativas, para que corra el aire …

La experiencia demuestra que el desarrollo del currículo no provendrá solo de las administraciones educativas. Se requiere que la sociedad civil -en este sentido el proyecto de Centro de Desarrollo Curricular podría ser un instrumento interesante- haga suya esa tarea en estrecha colaboración con el profesorado propiciando la elaboración de materiales para explicar las guerras y demás eventos que por razón de actualidad quedan fuera de los desarrollos más normalizados de los contenidos. En materia de evaluación del currículo, se trataría de mostrar todas las formas que adquiere el currículo, leer la calle, dar respuestas prontas ante las demandas de la escuela, conforme a las peticiones de esta. Necesariamente se habrá de partir de un acuerdo de mínimos, dada la diversidad de intereses y la falta de experiencia compartida entre protagonistas natos, y necesarios, sindicatos docentes, asociaciones de padres y madres, y del tercer sector que trabajan en educación, los movimientos de renovación pedagógica, lo que de ellos quede, y las universidades.

Una labor de esta índole garantizará la participación del profesorado, y de las familias cuando sea pertinente. Asimismo, podría servir de referencia a las administraciones educativas en todo lo referente a la evaluación del currículo y su desarrollo. No se nos escapa que todo ello requiere de recursos y la colaboración necesaria, que no suficiente, de las Administraciones educativas, para que corra el aire.

Fuente de la información e imagen:  https://eldiariodelaeducacion.com/

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Rezago Educativo: Avances y retrocesos

El país requiere definiciones claras sobre los contenidos de las políticas públicas en rezago educativo

Una definición generalmente aceptada acerca de los procesos de rezago educativo es la siguiente: Población de 15 años o mayor de esa edad que no ha concluido la educación básica o que no ha participado en ningún programa educativo, tanto no formal como formal. Ello significa que el universo poblacional del rezago educativo abarca tanto a ciudadanas y ciudadanos analfabetas como a quienes no han terminado sus estudios de primaria o secundaria.

El rezago educativo como una de las caras de la desigualdad social, educativa y cultural

En febrero de 2018 el Mtro. Otto Granados Roldán, en ese momento titular de la SEP, informó que durante el cierre del sexenio (para noviembre de 2018), México alcanzaría la “alfabetización plena”, de acuerdo con los estándares internacionales que establece la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (“UNESCO” por sus siglas en inglés). Eso significa que nuestro país alcanzaría un porcentaje menor al 4 por ciento de su población en condición de analfabetismo. (1)

Al realizar una consulta reciente de datos sobre ese campo (analfabetismo en México, 2023), encontré que los datos disponibles no reflejan exactamente un avance, sino un retroceso. A esos trayectos de avance y reversa se refiere el presente texto.

Todo parece indicar que las acciones del Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) se detuvieron o tuvieron problemas pues, en números absolutos, para el 2019 se estimó que habría 3.9 millones de personas analfabetas, mientras que el dato del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) a través del Censo del 2020, el total fue de 4.45 millones, es decir, 550 mil más personas en esa condición.

¿Qué pasó? De acuerdo con las estimaciones del INEA, al cierre de diciembre del 2018, se estimó que el 4 por ciento de quienes tenían 15 años o más en el país, no sabían leer ni escribir un recado. Para el cierre del 2019 la estimación del propio Instituto fue de 3.8% del grupo de población señalado. Sin embargo, para el año 2020, el INEGI estima que el porcentaje de quienes son mayores de 15 años y más, y que no saben leer ni escribir, es de 4.7 por ciento.

Según una nota de La Jornada, publicada en 2018 y escrita por Carolina Gómez Mena, el secretario Granados Roldán indicó que: “…estamos solamente a cuatro décimas de lograr la tasa del 4 por ciento, a partir del cual se considera, de acuerdo a los estándares de la UNESCO, se podría considerar a México, de alcanzar esa meta, como un país libre de analfabetismo o plenamente alfabetizado…”.

El titular de la SEP en 2018, antes de que iniciara el gobierno de AMLO, indicó que el analfabetismo en nuestro país disminuyó: “del 6.1% (5.1 millones de personas) que se tenía en el 2012, a 4.4% en 2017, lo que representa menos de 4 millones de personas, de 15 años o más, analfabetas. De continuar la tendencia, es posible que al final de ese gobierno –decía Granados- el indicador termine por abajo del 4% lo que, de acuerdo con los estándares internacionales (ver por ejemplo el documento “Education for all: literacy for life” de la UNESCO) podría significar que México alcance la plena alfabetización”, (SDP Noticias, 6 de enero, 2018).

¿Cuáles son las cifras del INEGI acerca de este fenómeno del analfabetismo? “En México, en 45 años el porcentaje de personas analfabetas de 15 y más años bajó de 25.8 en 1970 a 5.5% en 2015, lo cual representa a 4 millones 749 mil 57 personas que no saben leer ni escribir.” Además, dice el INEGI, se confirma la distribución de analfabetas, por género, que se ha venido dando desde hace más de 25 años: “De acuerdo con la Encuesta Intercensal 2015, 4 de cada 100 hombres y 6 de cada 100 mujeres de 15 años y más no saben leer ni escribir.” (2)

Por otra parte, según una nota de Excélsior publicada en 2016 y firmada por Mario Luis Fuentes, en México hay “4.43 millones de personas que, teniendo más de 15 años de edad, no saben leer ni escribir un recado, es decir, personas en condición de analfabetismo.” (3)

Otros datos retomados por Excélsior acerca de la distribución por entidades federativas, indican que “…en Chiapas 14.3 por ciento de las personas mayores de 15 años son analfabetas, es decir, un total de 514 mil personas que no saben leer ni escribir, lo que la ubica como la entidad con el peor indicador en la materia. En segundo lugar se ubica el estado de Guerrero, en donde 12.5 por ciento de ese mismo rango de edad son analfabetas, es decir, 309 mil 332 personas. En tercer sitio se encuentra el estado de Oaxaca, donde 12.3 por ciento de los mayores de 15 años no saben leer ni escribir, dato que en números absolutos significa un total de 347 mil 295 personas.

Tales cifras permiten visualizar que sólo en estas tres entidades se ubica 26 por ciento de la población analfabeta total del país, pues en su conjunto suman 1.17 millones de los 4.43 millones de personas mayores de 15 años en esta condición.”

“En cuarto sitio se encuentra el estado de Veracruz, donde 8.7 por ciento de la población mayor de 15 años es analfabeta, 516 mil 468 personas; mientras que en Puebla, 7.7 por ciento del grupo de población señalado no sabe leer ni escribir, es decir, una cifra de 337 mil 426 personas en la condición señalada. Como puede observarse, al sumar estas cifras se tiene un total de 2.025 millones de personas analfabetas en las entidades mencionadas, dato que equivale a 45.7% del total nacional.”, (misma nota de Excélsior, 2016).

Analfabetismo por edad: El mayor porcentaje de población analfabeta se encuentra entre las personas de 75 años y más de edad (26%): INEGI

El INEGI, sin embargo, señala que existen discrepancias entre los datos que proporcionan las instituciones responsables de informar sobre este rubro: “Cabe aclarar que, por alguna razón, existe una divergencia entre la información que sobre el analfabetismo ofrecen los censos de población y el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA). Según los primeros, en la década que va del 2000 al 2010, el número de analfabetos bajó en 548 426 personas; el INEA, por su parte, reporta haber atendido durante ese lapso a 3 millones 850 mil 521 personas en sus programas de alfabetización, de los cuales un millón 403 mil 316 se graduaron, es decir, menciona haber alfabetizado casi tres veces más personas que las que los censos registran. La diferencia es más que evidente y no hay una explicación técnica plausible de la discrepancia.” (4)

En resumen, contamos con datos duros e información estadística sobre el analfabetismo de tres instituciones públicas: La Secretaría de Educación Pública (SEP), el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) y el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI). ¿Qué dice al respecto la representación de la UNESCO en México? ¿Qué datos tiene el organismo autónomo especializado en evaluación educativa (INEE)? ¿Qué información maneja el Banco Mundial, y otros organismos internacionales, como la OCDE sobre los índices de analfabetismo en nuestro país? ¿Realmente estamos en el umbral de la “alfabetización plena” en México? ¿Estaría dispuesta la SEP a llevar a cabo una auditoría de organismos internacionales para determinar si se levanta, como signo de victoria o no, la “bandera blanca” del analfabetismo en nuestra nación?

Datos recientes sobre educación secundaria: Los datos del censo 2020 (INEGI) muestran que había 16.6 millones de personas de 15 años y más que no habían concluido los estudios de educación secundaria, lo cual representa el 16.6% del total en ese segmento de edad en todo el país.

Población mayor de 15 años que no ha concluido los estudios de primaria: Al cierre del 2019, el INEA estimó que había 8.9 millones de personas en el grupo de edad con esa característica, es decir, el 9.5% de los 93.31 millones de personas mayores de 15 años que había en el país.

Existe la necesidad, en conclusión, de unificar o mostrar claridad en la definición de criterios, métodos e instrumentos para evaluar el estado actual del rezago educativo en México, a efecto de contar con evaluaciones e información completa y menos contradictoria. Por otra parte, el país requiere definiciones sobre los contenidos de las políticas públicas puestas en operación para combatir este fenómeno social adverso del rezago educativo. Programas, proyectos, acciones, recursos y precisión en las prioridades son aspectos que demanda la nación para atender y superar este importante problema de desigualdad social, educativa y cultural.

*Con información originalmente escrita por el autor y publicada en un texto denominado: “Alfabetización en México: Los datos duros”, SDP Noticias.com, 2 de febrero, 2018.

(1) El anuncio se dio a conocer durante la firma de convenio entre las secretarías de Educación Pública, de Desarrollo Social (Sedesol) y del Sistema Nacional DIF (SNDIF) para acreditar el primer grado de preescolar a los niños inscritos en las Estancias Infantiles de Sedesol.

http://www.jornada.com.mx/ultimas/2018/02/01/al-terminar-sexenio-mexico-estara-libre-de-analfabetismo-sep-5661.html

(2) http://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/analfabeta.aspx?tema=P

(3) Excélsior, 6 de septiembre, 2016.

http://www.excelsior.com.mx/nacional/2016/09/06/1115213

(4) INEGI. (2012) Analfabetismo en México, una deuda social.

Fuente de la información:  https://revistaaula.com/

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Digitalización de la enseñanza y del conocimiento: Un robo al pueblo. Esbozo de análisis marxista.

Por: Carlos X. Blanco

El análisis marxista del conocimiento arroja como resultado evidente, a la altura del siglo XXI, el siguiente: el conocimiento se está muriendo. La concepción de la ciencia como conocimiento va quedando orillada, cuando no ridiculizada. Se pretende hacer pasar por ciencia, tanto en la universidad como en la enseñanza media, lo que ya no es sino tecnología.
Lo mismo que aquí se afirma sobre la educación lo hemos de sostener en todo cuanto concierne a partidas presupuestarias destinadas a investigación y desarrollo de proyectos. Los inversores buscan tecnología, y los “trabajadores del conocimiento” producen tecnología, peor no conocimientos. El conocimiento se ve reducido a la triste condición de “epifenómeno mental”. Ya en Occidente, desde hace muchos años, toda una parte importante del gremio de los “filósofos de la ciencia” (ampliado significativamente con los secuaces de inventos tales como “CTS” , Ciencia, Tecnología y Sociedad) no han hecho otra cosa que emascularse como filósofos, renunciando a ponderar, criticar y hallar el contenido cognoscitivo con valor de verdad en esa parte avanzada de la producción industrial que se llama “ciencia”.
Los herederos del pragmatismo yanqui, así como una parte significativa del materialismo (en España, del materialismo marxista o del materialismo Gustavo-buenista) no han dejado de desdeñar eso del “conocimiento”, entendido por ellos como un residuo, un vocablo mentalista, un eco de la escolástica. Este gremio de la filosofía, cada día más insignificante, y todavía más el gremio de los filósofos de la ciencia y de la tecnología (y de los estudios CTS), ha barrido el sendero y han hecho su tarea servil y sumisa para que la diosa Tecnología impere y así el Sistema rechace toda finalidad admirativa y humanista en el trabajo de la ciencia, ya pura, ya aplicada.
La Tecnología nació humilde, hoy es una diosa. El “discurso” sobre las “artes aplicadas”, que no otra cosa significa la palabra Tecnología, se volcó a partir de la revolución industrial a una dúplice explotación: a) el aprovechamiento de los recursos naturales, y b) la racionalización del trabajo productivo. La Tecnología como parte del poder del Capital, y no como aplicación de saberes en la esfera productiva manual y manufacturera, no es conocimiento. Es una aplicación de fuerzas productivas volcada a la explotación. No hay “conocimiento tecnológico” de igual modo que no hay hierro de madera. Cuanto fue un día conocimiento, producido por hombres que desgastaron sus neuronas, quemaron sus pestañas, y robaron sus horas al sueño y al ocio, es hoy “aspirado” por las bombas del Capital y convertido en fuerza explotadora. Debemos empezar a ver el Capital como una bomba aspiradora, como una ventosa alienadora que opera al modo de un transductor: convierte una modalidad energética (cognitiva) en otra (producción vía explotación de la naturaleza y del hombre).
Hoy en día hemos pasado de la producción industrial basada en la transformación mecánica, química y biológica de los entes, previa aplicación de la ciencia en las cadenas de producción fabril, así como en la mecanización del campo, conservación alimentaria, etc. a otra fase en la cual el aprovechamiento de la “fuerza cerebral” es la dominante, y se troca en explotación de segundo grado.
En el turbocapitalismo ocurre esto: antes de proceder a la explotación directa de trabajadores manuales y de recursos naturales, que se sigue dando, se procede a una explotación de los trabajadores intelectuales. La industria mundial fue experimentando un alto grado de robotización de los procesos y mecanización de las tareas. Después de los ejércitos, fueron las compañías multinacionales las que copiaron la estructura militar para informatizar la producción y la gestión (gestión la cual es sólo un aspecto de la producción). El propio diseño de los productos y de los perfiles profesionales, así como de la secuencia y organización productivas se vieron mediatizadas por el ordenador, un aparato que posee la peculiaridad no ya de aplicar fuerzas mecánicas ampliadas, o la de ahorrar trabajo al hombre, como las otras máquinas, sino de usurpar el trabajo cognitivo humano y convertirlo en sustancia de valor de cambio. El “saber” o el conocimiento personal ya no tiene apenas lugar en el capitalismo informatizado y digital. Cada ser humano posee su conocimiento personal en el mundo predigital y debe emprender esfuerzos para que otros lo aprendan, y para que éste saber sea enseñado. En el mundo capitalista digitalizado hay un saqueo del saber personal.
En la actualidad, los organismos globalistas directamente implicados en la “gobernanza mundial” y que sirven de mampara y máscara para ocultar a las grandes entidades depredadoras de la finanza y la producción (léase UNESCO, principalmente, aunque hay además todo un bosque de siglas), insisten en imponer una agenda digitalizadora que no se limita ya exclusivamente a las cadenas productivas, comercializadoras, en el reclutamiento y adiestramiento laboral, etc. El sistema impone una digitalización desde la propia base reproductiva de la fuerza de trabajo.
La educación digitalizada, en contra de toda evidencia científica, es sumamente perjudicial para niños y menores. Éstos se están volviendo tecnoadictos (en España, especialmente, adictos al teléfono móvil), lo cual les distrae de los contenidos académicos que con seriedad y rigor deberían adquirir para llegar a ser personas críticas y responsables. Se asiste a un proceso de “gamificación” : he aquí un absurdo anglicismo que consiste en convertir la educación en un juego, esto, trivializarla hasta el extremo de convertirla en un adiestramiento consumista de las masas, para que se inicien pronto y sin capacidad electiva, en el consumo de “productos” digitales que alimenten a los grandes sectores de las GAFAM y de toda la industria ciberelectrónica que se vincula a ellas.
Evidentemente, este proceso de degradación planificada e impuesta de la educación, ha de ser interpretado en términos de lucha de clases.
En el planeta se está imponiendo la digitalización de la producción y de la reproducción (léase, en este último capítulo reproductivo, la educación). ¿Quién lo emprende? Una super-élite mundial que, en gran medida, se reservará para sí los métodos clásicos de aprendizaje, que incluyen la memoria, la capacidad racional de resolver problemas, comprensión escrita y dominio de las matemáticas. La masa no podrá hacer nada de esto, será ajena a estas capacidades. Los niños de la super-élite mundial, en cambio, se criarán en la escuela clásica y gozarán del privilegio de poder optar a los estudios superiores verdaderamente formadores y capacitadores, más adaptados a su inteligencia e interés, y con una educación clásica en ciencias y humanidades, restringida a unos pocos, habrá unos retoños que algún día reemplazarán a los más viejos mandarines de la cúpula capitalista. Sólo los elegidos tendrán educación genuina. El resto recibirá una papilla gamificada y digitalizada. El resto, la inmensa mayoría de la humanidad, por vía de la digitalización forzosa, se convertirá  en ganado humano que no sabe nada de nada y que aspira a jubilarse antes de haber trabajado nunca: ya lo estamos viendo actualmente en España con las sucesivas reformas iniciadas con la LOGSE -1991- y el impulso obsesivo dado a la digitalización en esta “era Sánchez”.
El turbocapitalismo ya no admite “pueblos”, ya no admite “clase obrera”, no tolera “saber popular”. El capitalismo en la presente fase necesita, además de trabajadores “adiestrados”, consumidores igualmente “adiestrados”. Hasta las propias leyes ya dejan de hablar de conocimiento y se refieren a destrezas, estándares de aprendizaje y otros conceptos tontos pensados para simios y no para muchachos, miembros de la especie humana.
Nótese que el adiestramiento de las masas, tratadas ahora como ganado consumidor, consiste en el manejo de aplicaciones, muchas de ellas dúplices (versión de pago, versión gratuita), en provecho de un sector multinacional privado, ajeno al poder público. La educación, desde la infantil y la primaria hasta la superior, se ve así privatizada de manera imparable y secreta. Casi ningún centro público de enseñanza está ya diseñando sus propias herramientas digitales y plataformas, las toman prestadas o “sugeridas” por las grandes suministradoras de software, casi ningún centro oficial de enseñanza e investigación funciona al margen de las empresas privadas que, generalmente unidas umbilicalmente a Silicon Valley, han metido sus manazas en la enseñanza pública y la emplean como filones de datos y semilleros de consumo.
Que los estados se hicieran cargo de la Enseñanza pública, de forma gratuita y universal, fue considerado en todas partes como un logro, un paso adelante. Bajo los ideales de la Ilustración, y también bajo los valores fundamentales del socialismo, la meta a alcanzar por parte de todos los países del mundo era esta: que el pueblo se atreviera a saber (Sapere Aude, era el lema ilustrado de Kant). Que las clases campesinas y obreras gozaran de medios y tiempo para que ellos y sus hijos pudieran formarse, alcanzar unos conocimientos equiparables, nunca menores, a los de la burguesía, esa era la meta. Pero hoy, el turbocapitalismo trabaja por cavar un amplio foso insalvable entre la super-élite mundial y una amplia masa descualificada, a la que ni siquiera se le va a ir dotando de un adiestramiento elemental para poder aprovechar (valorizar) su fuerza de trabajo. La masa va a ser socializada por dispositivos móviles y por toda una plétora de dispositivos de control biocibernético. Habrá un “perfil” digitalizado de cada persona en la que los estados, esbirros de la super-élite mundial, conocerán a la perfección el estado sanitario, sexual, financiero y consumista de cada individuo. La humanidad quedará reducida a un “parque” de ocio, con entes zoológicos humanos, aunque deshumanizados y dependientes digitalmente de la maraña de suministradores de aplicaciones.
En el fondo, entender la digitalización de la enseñanza y de la vida humana en su totalidad, es tarea harto sencilla a la luz de la lucha de clases y de la transformación del capitalismo en turbocapitalismo. Este sistema no puede existir con límites. Es hybris, es osadía orgullosa sin freno. Se trata de una cosificación o mercantilización universal. El sistema es una gigantesca máquina reductora y transductora: dejaría de funcionar si admitiera alguna esfera no susceptible de valorización. El cuerpo humano y las relaciones sexuales ya se han convertido en una parte fundamental del Mercado: trata de personas, “regularización” de la prostitución, vientres de alquiler, prótesis y cirugías varias para “cambiar” de sexo, pornografía, turismo pederasta internacional, tráfico de órganos, acoso sexual laboral bajo amenaza de despido, derecho de pernada en la universidad, etc. Pero el turbocapitalismo no se conforma con el cuerpo, el sexo y los órganos. La vida del espíritu se mercantiliza. Se aceleran los procesos de vampirización de conocimientos humanos y su automatización rentabilizada por las compañías. Por ejemplo: cuando en los cursos de formación de docentes se les “invita” a que compartan sus tareas y trabajos digitalizados, que se habitúen a los “entornos colaborativos”, a que se exista intercambio de “producciones” entre iguales, rara vez se explica lo que hay tras este presunto socialismo digital (la llamada cultura, o estafa, de las “Creative Commons”): potentes empresas a las que se les ha dado hecho, y gratis, todo el trabajo preliminar de diseño y desarrollo de aplicaciones que luego ofrecerán al mercado en sus dos versiones típicas, la “premium” (de pago) y la gratuita, que nunca es gratuita pues se ha beneficiado de la esclavitud digital no reconocida nunca por los economistas.
En la actualidad, la lucha de clases es más bien una “masacre de clases”. Se trata de un proceso de depredación obsceno, descarnado, sin tapujos. Profundiza en la explotación de la fuerza de trabajo asalariado. Se trata de un robo no ya sólo del excedente, no ya de la plusvalía directamente emanada de la explotación de fuerzas laborales transformadoras. Se trata del robo de conocimientos en el seno de un mercado que no se limita a convertirse en una plétora de bienes intercambiables, sino en filones de datos, conocimientos, habilidades, experiencias. Los depredadores (GAFAM y demás empresas trasnacionales de la Tecnología) se hacen gratis con su materia prima. Al pueblo, reducido cada vez más a una masa de individuos desclasados, se le hurta los medios de la autoemancipación, se le vuelve dependiente, tecnoconsumista y tecnoadicto.
Por ello, el conocimiento está muriendo. Y sólo impera la Tecnología, o sea, la transformación universal en Mercancía. El hombre ya es mercancía.

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