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El riesgo autoritario del discurso de odio

Por: Arturo Zamora

El discurso de odio y las prácticas de violencia y discriminación racial, de género y religiosa proliferan con distintos matices en diversas latitudes del planeta. Tan es así que, António Guterres, secretario general de la ONU anunció una estrategia de acción sobre el discurso de odio, consciente de que en la historia de la humanidad esta retórica conlleva exterminios, una lección que no debemos olvidar.

Entre las explicaciones de estas tendencias contemporáneas, de las cuales México no está exento, se encuentra una de índole económico ante los cambios en la estructura del capitalismo global de las décadas recientes y el atraso de las políticas públicas para regular y modular sus efectos.

Esto explica el incremento en los índices de desigualdad social y en el ingreso, el desempleo generacional y la reducción en la movilidad social ascendente, así como la profundización de las brechas sociales por las diferencias en el nivel educativo de la fuerza laboral o en el acceso a las tecnologías digitales.

En el plano político, el impacto de estos cambios sociales y económicos se expresa en el surgimiento de movimientos y gobiernos populistas, de izquierda y de derecha, y el ascenso del nacionalismo autoritario. Rusia, Turquía, Polonia y Hungría expresan esta tendencia contemporánea, como también lo hace el Brexit y, desde luego, Estados Unidos y México.

En el ámbito social, un efecto de estas mutaciones es el rechazo a los agravios contra las mujeres de movimientos como el #MeToo en EU y, recientemente, en México (#YoSíTeCreo), contra la violencia y la discriminación de género.

El tema de fondo es que el discurso de odio y la discriminación están siendo acompañados por mayorías y medidas populistas que ponen en riesgo las libertades civiles y los derechos de las minorías, así como las instituciones de la democracia liberal como las cortes constitucionales, los órganos autónomos, la prensa libre y las organizaciones de la sociedad civil.

En otras palabras, el discurso de odio y la discriminación, en sus diversos matices raciales, clasistas, de género y religiosos, alimentan la implantación de regímenes populistas y autoritarios, y la opresión del pluralismo político y la diversidad social.

Todo lo anterior subraya la relevancia de reformas y políticas públicas que reviertan el impacto social de las tendencias económicas y tecnológicas contemporáneas, igual que la polarización política.

Elevar los índices educativos y de acceso digital, ampliar las opciones de reentrenamiento laboral, universalizar los servicios de salud de calidad, regular las plataformas digitales y multiplicar los espacios de encuentro social son algunas medidas que deberíamos discutir e instrumentar para eliminar las raíces del discurso de odio y la discriminación, así como preservar las libertades y derechos civiles.

A la vista de esta agenda, cabe evaluar la viabilidad y consistencia de reformas que en México buscan la masificación y gratuidad educativa, pero rehúyen a la calidad y el mérito individual; la supresión del Seguro Popular y de las estancias infantiles sin alternativas de calidad y acceso universal; y aprovechan la desregulación para intentar manipular las redes sociales y desarticular el diálogo social. Tampoco es con foros y audiencias a modo como se desactiva la ira social contra el discurso de odio y la violencia de género.

El riesgo autoritario que conllevan el odio, la discriminación y la violencia no puede soslayarse y las medidas para evitarlo deben estar a la altura de un problema que nos concierne a todos.

Fuente: https://www.excelsior.com.mx/opinion/arturo-zamora/el-riesgo-autoritario-del-discurso-de-odio/1332736

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Algunos delirios de la izquierda sobre la escuela

Por: Dayron Roque

A propósito del artículo “Educación y autoritarismo”, de Miguel Alejandro Hayes.

No parece tener que preocuparse la derecha por hacer labor de convencimiento ideológico, cuando cierto sector de la izquierda se dedica casi con mayor ahínco a embelesar a la gente mientras dice que la combate. Ese parece ser el caso del artículo Educación y autoritarismo, publicado de manera reciente en algunos medios digitales. El asunto se enmarca en la inexistencia de un debate público acerca de la filosofía de la educación en nuestro país —en tanto es enmascarado en «debates» sobre algunas de sus manifestaciones más prácticas y puntuales—.

Lo que parece ser el tema central del texto en cuestión es cómo la educación tiene determinada influencia en la política —¿o la política en la educación?—. El carácter político de la educación es incuestionable: la escuela es una zona política compleja y contradictoria; esto es que, es un espacio donde viven mecanismos de reproducción de la dominación y, a la vez, un campo donde se construyen estrategias y alternativas de oposición, contestación y resistencia. Toda escuela tiene su «contraescuela», y ello es un asunto que interesa a la política.

Como cabe suponer, en el análisis de tal realidad, existe un abanico muy amplio de posiciones desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda. Cada una, incluso, ha tenido la oportunidad de «ensayar» su tipo de escuela en determinados momentos y condiciones concretas. Mientras unos ven a la escuela bajo un manto de santidad y neutralidad, otros la observan «vigilantes» como «cómplice del adoctrinamiento» estatal y/o privado.

No creo que la razón esté en el «medio» de ambos posicionamientos: sería una solución salomónica muy fácil, pero errada; sobre todo si se toma en cuenta que en un extremo y otro del panorama político se repiten iniciativas, concepciones y prácticas educativas.

La derecha —que incluye, de paso, a la disfrazada de «centroizquierda»— ha logrado popularizar determinados discursos sobre la escuela que han sido «comprados» con mucho entusiasmo por la izquierda: entre ellos, la escuela como un «aparato ideológico del Estado», o que la autoridad deviene, «naturalmente» en autoritarismo en la escuela. Lo grave no es que haya personas que tengan el criterio —incluso demostrado con hechos de infelices ejemplos, que pretenden hacer pasar por la «regla»— de que la escuela solo sirve para «vigilar y castigar»; lo grave es que esas personas se hagan llamar de izquierda —y «marxista»— y que, además, que presenten su discurso como «progresista».

No es reciente la idea de ciertos sectores de la izquierda ejercer la crítica de la educación escolarizada, en el entendido de que reproduce estructuras de dominación, inherentes a toda sociedad organizada, incluyendo —dicho sea, con humildad— las que se han llamado «socialistas», a lo largo de la historia universal —la tradición anarquista, con tesis de indudable valor, ha estado en el «borde delantero» de tales esfuerzos—. El asunto en sí no es menor, pues se ubica en el centro de una de aquellas famosas tesis marxianas —sobre el tal Feuerbach— de que «el educador necesita ser educado», quizás dejada inconclusa al faltarle —por lo menos— una pregunta: ¿y cómo?

El artículo de referencia da pie para profundizar en varios aspectos de la vida en las escuelas y de la necesidad de profundizar en la misma, como parte de la necesidad de reflexionar sobre toda la vida en nuestro país. Con independencia de que trataré de profundizar en los nudos más conflictivos del mismo, en principio me permito señalar algunas cuestiones puntuales que son, cuando menos, inexactitudes de «forma»:

  • dice el autor que la «educación en Cuba no pudo zafarse de los tipos decimonónicos que llegaban de la metrópoli española». Sobre el particular cabe apuntar que la educación que persiste en Cuba tiene sin dudas, origen hispano; pero agotarlo ahí es, cuando menos, insuficiente. En realidad, le debe, y no poco, a la influencia estadounidense — a partir de finales del siglo xix y durante la primera mitad y poco más del xx; quienes fueron los primeros en convertir cuarteles en escuelas en 1899 y además de traernos tazas sanitarias para las escuelas, nos legaron una organización del sistema escolar más moderna y que, en esencia subsiste hasta el día de hoy — y; con posterioridad, a la influencia proveniente del extinto campo socialista — en especial la antigua URSS y la desaparecida RDA, quienes nos legaron una muy desarrollada psicología y didáctica de la matemática, por poner un ejemplo — . En la base de todo ello hay una versión muy criolla de lo que es la educación y la escuela que se vino fermentando desde inicios del siglo xix, se consolidó en la primera mitad del xx y tuvo su esplendor en la época revolucionaria — lo que permitió hacer una campaña de alfabetización en 1961, con un programa y manual hechos, en su totalidad, por educadores cubanos, que sin sonrojo ninguno ubicaba como las primeras letras a aprender «A», «E» y la «O», para formar una frase bien retumbante como «Con OEA, o sin OEA ganaremos la pelea», experiencia que estaría en el germen de lo que años después sería el movimiento de la educación popular latinoamericana, según Paulo Freire; de los logros de la educación revolucionaria un organismo tan poco sospechoso de simpatizar con la Revolución Cubana, como el Banco Mundial no tuvo más remedio que reconocerlo en los años ¡ochenta! — . El carácter repetitivo y memorístico de la escuela cubana no es responsabilidad exclusiva de ninguna de las raíces educativas de nuestro sistema: esos males se pueden apreciar en cualquiera de ellos, desde el siglo xviii hasta la actualidad, en Cuba se «acriollaron».
  • «la repetición es la madre de la enseñanza», y es cierto; lo que no es «madre absoluta» o «madre despótica». No hay — a riesgo de ser totalizador — ningún aprendizaje que no se produzca sobre la base de determinadas dosis de repetición que varían en dependencia del objeto de estudio y los sujetos cognoscentes. Ahora bien, ni toda enseñanza es, solo, repetición; ni toda repetición, determina, per se, aprendizaje. Lo perverso no es que haya repetición en la enseñanza, lo perverso es que la enseñanza se reduzca a la simple repetición.
  • lo que se entiende por «escuela tradicional» es un complejo cada muy amplio de experiencias y prácticas educativas, que no se reducen — ni con mucho — a las catequesis, ni al aprendizaje de los productos básicos en la educación primaria. Hay, al día de hoy, escuela «contemporánea» donde se memoriza, y escuela tradicional donde la memorización ocupa un papel menor. En cualquier caso, no son las prácticas memorísticas las que determinan el carácter tradicional de la escuela. La falsa dicotomía entre memorizar y aprender, o entre memorizar y aprehender; soslaya el hecho de que la memoria es un nivel del conocimiento, ni mejor ni peor que los otros niveles del conocimiento — la sensopercepción, la imaginación, y el pensamiento mismo — ; sino que solo eso: un nivel por el que se transita en el conocimiento. Sobre la «escuela tradicional» comentaré en detalles más adelante.
  • el autoritarismo no se reproduce porque el profesorado intente «trasmitir» un «paquete de información». Hay «paquetes de información» que son imprescindibles «trasmitir» a otras personas; a lo que hay que poner atención, es cómo se determina el contenido del «paquete» — porque lo que es innegable es que en no pocos casos la enseñanza se ha llenado de respuestas a preguntas que los estudiantes no se han hecho; lo cual no sería grave si fueran respuestas a preguntas que nunca se harán a no ser por una buena educación, por ejemplo, «¿gira el sol alrededor de la Tierra?» o «¿es natural que existan personas ricas y pobres?»; sino que lo es porque le enseñan cosas de la que jamás tendrán conexión o explicación con su vida, o que, en el peor de las casos los entretiene en cuestiones colaterales — y cómo se comparte. Autoridad y autoritarismo no es lo mismo; ni dirección del aprendizaje es autoritarismo.
  • un descubrimiento notable del marxismo — y más que del marxismo, de las prácticas revolucionarias en los últimos doscientos cincuenta años, de lo que lo mejor de la tradición marxista ha bebido — , en materia de liberación, es que nadie libera a nadie, las personas se liberan en comunión: el educador autoritario se libera por la acción mancomunada de los educandos, que al liberarse, lo liberan.
  • el sentido común — en la concepción gramsciana, que lo comprende como la «filosofía de los no filósofos», y que suele ser el peor de los sentidos, por oposición al «buen sentido» — es cierto que se forma en la escuela, pero no solo ahí — lo cual es señalado por el propio Gramsci y luego por Althusser — ; de hecho, en los tiempos que vivimos, ya mucho menos de lo que se formaba hace un siglo o hace incluso cincuenta años — y el asunto de cómo la escuela pública ha sido puesta bajo ataque, ha sido deslegitimada y su influencia disminuida frente a otros «productores de sentido común», excede los propósitos de estas líneas y es un tema a investigar con profundidad — . Y ello ha sucedido, en un entorno en el que, de manera paradójica, ha crecido la población escolarizada en el mundo — el «ejército de reserva» mundial no está formado, en su mayoría, por analfabetos sino por graduados universitarios de carreras que no logran encontrar trabajo — . Sin embargo, ya, cada vez menos, se cumple la idea aquella — de inspiración althusseriana — de que ninguna institución «dispone durante tantos años de la audiencia obligatoria, cinco a seis días a la semana, a razón de ocho horas», y no solo en términos cuantitativos de horas en un aula docente, sino por la influencia real que ejerce.

Como algunos de los puntos anteriores merecen una explicación más detallada que un párrafo, voy a exceder el límite del análisis y desarrollar algunas ideas enunciadas como titulares.

Sobre la «escuela tradicional»

En época de indudables avances tecnológicos que llegan a las escuelas, y, sobre todo, de proliferación de teorías de toda laya sobre la educación puede ser difícil discernir entre lo que es escuela «tradicional», y lo que no lo es.

Aunque existe educación desde que el ser humano se alzó sobre sus pies y tuvo necesidad de trasmitir a las nuevas generaciones determinados saberes ordenados, de forma sistemática — lo que explica la idea de la educación como «categoría eterna» — ; la escuela, en su concepción moderna y occidental — la que nos llega a nosotros en Cuba, pero que, dicho sea con pena, deja por fuera la experiencia educativa de las culturas organizadas orientales, en especial, la china que, sin embargo, legó a la educación occidental un instrumento «imprescindible»: los exámenes — ; es una construcción nacida entre el fin de la Edad Media y el inicio de la Modernidad capitalista — su origen aparece en las órdenes religiosas que se dedicaron al asunto de la educación: jesuitas, claretianos, salesianos — . Cuando muchos hacen referencia a la «educación tradicional» — o, con más exactitud a la «escuela tradicional» — , en realidad señalan a esa institución que nació como parte del movimiento de la Ilustración europea, en sus diversas variantes — hace rato quedó claro que no es lo mismo el modelo educativo inglés, la escuela prusiana, o la escuela francesa, por pensar en una comparación rápida — .

A la escuela tradicional se le endilgan, por igual, muchos aciertos y perversiones; en dependencia de quien lo apunte. También, cabe decir, hay diversas gradaciones en cuanto a la «tradición» de que se trate y el papel asignado al profesorado, el estudiantado, el contenido de la educación, y el papel del Estado y la sociedad, entre otros. No obstante, hay un número de características que, de manera común, la tipifican, entre otras:

  • la escuela es el lugar por excelencia en el que las «viejas» generaciones educan a las «nuevas» generaciones y le trasmiten su corpus de valores morales, habilidades sociales y conocimientos esenciales.
  • la educación es función del Estado, porque la sociedad «educa» a través del Estado; pero es, a la vez, ¡neutral! [Hay que reconocer, que, en rigor, desde la educación tradicional, o, con más exactitud, desde la pedagogía que la sustenta, es donde menos se reconoce el papel del Estado como un instrumento de represión y legitimación ideológica, con probabilidad, como veremos más adelante, porque no se propone «desmontar» — en términos analíticos, no de acción política — tal Estado, ni distingue entre un Estado tiránico, uno monárquico, y uno demorrepublicano.]
  • la confianza y el respeto son la base de la educación, aunque para ello haya que apelar al terror y el autoritarismo. Aquí lo curioso es que, en teoría, no se trata de una escuela autoritaria, el autoritarismo sería una «desviación», un «exceso», en determinadas condiciones. En cualquier caso, se trata de un «delicioso despotismo» que sería agradecido por el estudiantado, como parte de su educación para la vida: una versión del «no muerdas la mano que te da de comer».
  • las diferencias sociales existen de manera «natural», y son «asimiladas» por la escuela, ya sea vía diferenciación entre estudiantes «aventajados» y «desaventajados», vía expulsión escolar directa — llamada, con gentileza, «deserción escolar» — , o vía diferenciación en los tipos de escuelas, en atención a diversos criterios — escuelas técnicas o de oficios, escuelas religiosas, escuelas privadas de pago, escuelas para niños pobres, entre otras — .
  • la escuela es un mecanismo de ascenso social, de movilidad, que, al preparar «para la vida», realiza una «inversión» en ¡capital humano! [Para que no nos llamemos a engaño, en el año 2000, un documento de la ¡Unesco!, conocido como Informe Delors, se llama, en realidad, La educación encierra un tesoro. Y bien que sí, ya lo saben en la OMC y el Banco Mundial que vigilan los índices de escolaridad con la misma atención que el PIB.] En esta versión de la escuela como inversión, o como bien de consumo — que hay para todos los gustos y posibilidades… económicas — ; la educación es una mercancía, susceptible de ser privatizada, sino en todo, por partes. Lo curioso es que ciertos sectores de la izquierda han «comprado» este discurso de la educación como un «tesoro», una «inversión», que produce «capital humano». En rigor, se ha de apuntar, que ha sido vendida — y no ha tenido poca aceptación en el «mercado» — esta idea a países empobrecidos como un «boleto» para salir del subdesarrollo estructural, sobre la base de la presunta posibilidad del mismo para «capacitar la mano de obra» que necesita la economía trasnacional. [En este punto, como otra aparente digresión, he de anotar que esta concepción de escuela y de educación, no es, ni con mucho, «memorística», ni «mecanicista» ni, en apariencia pasa por «autoritaria», ni produce «dolor emocional»; antes bien, impulsa la «creatividad», las «competencias», las «destrezas», las «habilidades» técnicas y «emocionales», busca… ¡la «educación integral»!]

Un análisis detallado de las anteriores características y, sobre todo, de sus reales gradaciones en la práctica; permiten, en principio, apuntar que:

  • no hay «una» escuela tradicional, sino múltiples
  • cualidades de la escuela tradicional pueden ser la memorización y el autoritarismo; pero solo eso, pueden ser. De hecho, en las «versiones» más contemporáneas de la escuela, hay poco de memorística, y el autoritarismo ha sido sustituido por formas más sutiles de dominación — en el mejor de los casos se ha intentado crear una «burbuja» que deja el autoritarismo «fuera» de la escuela; y en el peor, se ha llegado a confundir autoridad con autoritarismo, llamando a «experimentos» de supresión de toda organización — . Cierto sector de la izquierda ha asumido que la autoridad es per se algo perverso, germen de la tiranía. Confundir autoridad con autoritarismo es como confundir el fondue de queso con el queso fundido.

La reacción frente al autoritarismo es lógica, pero no basta para llenar un proyecto educativo distinto, diferente, no solo opuesto al del capitalismo.

Aquí sucede algo parecido con la cuestión de la consideración de la escuela como «aparato ideológico del Estado»: el origen de la confusión está en la concepción que se tenga de la organización de la sociedad y el papel de los dirigentes. Se ha puesto muy de moda la concepción de «movimientos» que pretenden ser más «horizontales» que un ángulo de 180º, y tal idea se ha pretendido llevar a la educación — ¿o fue de ciertas corrientes educativas que salió esa concepción? — . Pero la práctica ya ha demostrado dónde terminan esas ideas.

La crítica a la «escuela tradicional» desde la izquierda: algunos equívocos

La escuela tradicional ha sido criticada desde su propio nacimiento, y a la misma se le han opuesto numerosos movimientos que han tenido mayor o menor éxito, en dependencia de determinadas condiciones. En algunos casos, las «contraescuelas» — por ejemplo, las «Montessori» — han sido «absorbidas» por el movimiento revolucionario del turbocapital y la han hecho parte del sistema dominante. En otros casos, «nuevas escuelas» y «nuevas pedagogías» — por ejemplo, la soviética y las de su inspiración — que ocuparon un espacio hegemónico importante desaparecieron bajo oprobiosas acusaciones — con razón en algunos asuntos, dígase con pena — . En no pocos ejemplos, se han mantenido, de manera «marginal», algunas experiencias «contraescolares» — «escuelas» de inspiración anarquistas, por poner un caso — .

Una de las cuestiones más comunes en la crítica, desde la izquierda, a la escuela — y que ya veremos, ha sido, en los últimos decenios, un discurso muy afín a las pretensiones de la derecha — es el de su conflictiva relación con el Estado. Ello pudiera explicar que, no pocas de las posiciones se han ubicado en un ámbito antinstitucional, como expresión de un posicionamiento antiestatalista.

Con probabilidad, uno de los asuntos más censurables de la crítica que se hace desde cierta zona de la izquierda es aquella que reduce la Ilustración como el movimiento que fundamenta, en términos ideológicos, la educación o los «mitos educativos», a partir de dos argumentos esenciales: la escuela como camino hacia una sociedad de «iguales» — por oposición a la sociedad estamental, típica de las formaciones precapitalistas — y la escuela como espacio de igualdad de oportunidades. Aquí solo cabe decir que ambos argumentos no son incorrectos, a lo sumo, son incompletos — y, de paso, que el proyecto educativo de la Ilustración no se reduce, ni con mucho a lo anterior, pero eso es asunto de otro momento — . Lo que no alcanzó la educación de la Ilustración no ha sido por exceso de aquella, sino, en rigor, por su falta; de la misma manera que lo que tuvo de burguesa la revolución francesa fue su ¡contrarrevolución! [Dicho sea de paso, las recordadas críticas que los «padres fundadores» de la nación cubana hicieron a la educación decimonónica se basaba, en rigor, en los términos y fundamentos de la Ilustración.]

En esta visión, la escuela misma es un límite a la capacidad de crecimiento y mejoramiento humanos, al convertirse en un sistema-monstruo, atado a intereses estatales o privados — otro ¡Leviatán! indomable — . Considerar, a la altura del siglo xxi, que, los indudables logros que la clase trabajadora ha arrancado a la burguesía durante los últimos doscientos cincuenta años en materia de educación masiva, pública y con ciertos mínimos de calidad, es parte de una perversa conspiración para darle más poder y afianzar al Estado, es, cuando menos, un desvarío.

Lo que sucede es que no pocos quieren pedirle «peras al olmo», y que la escuela resuelva lo que no ha podido resolver, por sí misma, la sociedad. [Por eso, entre otras razones, no bastaba con el «tengamos el magisterio y Cuba será nuestra», de don Pepe de la Luz y Caballero; hacía falta una revolución de sacrificio masivo para hacer «Cuba nuestra», y aun así no alcanzaron los primeros treinta años.]

En relación con la concepción presente en las críticas, desde la izquierda, al Estado como un instrumento de dominación, como un medio institucionalizado con el cual se impone, se inculca y se legitima los intereses de la clase dominante comentaremos en el epígrafe siguiente, dada su centralidad en el asunto.

Sobre la escuela como Aparato Ideológico del Estado

Como ya he apuntado al inicio, al parecer los enemigos del marxismo no tienen que dedicarse mucho a combatirlo cuando, en nombre del propio marxismo — y con más ahínco que aquellos — , una parte no despreciable de los marxistas se dedican a defender lo mismo que defienden sus enemigos. Hay múltiples ejemplos, pero, el relacionado con la escuela — como institución pública — es paradigmático.

Y esta confusión parte de una confusión mayor: la concepción del Estado. En relación con el Estado moderno — entendiendo como tal el de la época del capitalismo — , no poco de la tradición marxista ha fallado en delimitar varias cosas: desde qué es, de verdad, el Estado, hasta cuál es la diferencia entre Estado, como sociedad política y la sociedad civil, y cuáles son las diferencias entre el poder del Estado y el aparato del Estado, por hablar de algunos casos; Marx dejó esbozadas algunas ideas, Lenin, en lo que pudo las continuó, pero más allá de Gramsci no ha habido un desarrollo, esencialmente nuevo. Uno de esos fallos ha sido al delimitar dónde comienza la Ilustración y dónde el capitalismo — sí, porque aunque algunas personas les cueste trabajo creerlo, el derecho de las masas populares a participar, incluso donde ha sido apenas a nivel representativo, de la vida política de la nación, no fue un dócil regalo de la burguesía empoderada, ha sido, como otros tantos derechos, arrancado con no pocas luchas; y en algunos lugares, todavía hoy, ni eso — ; en el entendido perverso de que Ilustración y capitalismo son dos caras de la misma moneda. La cuestión no es menor porque las confusiones entre el proyecto de uno y otro y la presunción de que el Estado moderno era consustancial del capitalismo económico — su «superestructura» — regaló a los enemigos del marxismo un caudal teórico — sin contar realizaciones prácticas — del que aun adolecen todos los que se ubican en un «antiestatalismo», que presume de izquierdas — y en rigor histórico hay que reconocer que no mejor les fue a los que intentaron ir «más allá del Estado y del derecho», yendo justo a más Estado y más a la derecha — .

Dentro de los regalos que aceptó cierta zona de la izquierda está el concepto de «aparatos ideológicos del Estado» — en su versión althusseriana — , como una explicación que, aplicada a la escuela, permitiera desmontar una de las más grandes conquistas de las revoluciones de los siglos xviiiy xix: la educación pública. [Y quizás en 1968, en medio del mayo francés, parecía el asunto muy pertinente; pero en 2019 ya no «cuaja» la historia.]

En resumen, el concepto de «aparato ideológico del Estado» entiende que la escuela es, en los sistemas modernos capitalistas, lo que la Iglesia fue al feudalismo: es decir, un lugar donde se enseñan siempre ciertas «habilidades» — «competencias» pudieran decirse, para estar a tono con las circunstancias — , pero mediante formas que aseguran el sometimiento a la ideología dominante. No pocos podrán suscribir con entusiasmo esta afirmación superficial que, sin embargo, deja por fuera la cuestión del carácter público-estatal de la escuela moderna republicana, básico en su origen. En la modernidad — en la capitalista, pero también en la de la transición socialista — , los «aparatos» público-estatales están imaginados, como «aparatos» republicanos, quiere esto decir, antimonárquicos, anticlericales — no, en rigor, «antirreligiosos» — y antidespóticos. Ahora bien, entender que la sustitución, sin más, de los «aparatos ideológicos» feudales por los burgueses fue el resultado «natural» en el proceso de consolidación de la modernidad es pasar por alto que si ello sucedió así no fue a causa del éxito de la Ilustración, sino por su derrota.

En rigor, no es posible hablar, en abstracto, de «aparato ideológico del Estado», sin caracterizar, como mínimo, qué Estado es al que hace referencia. En un Estado republicano, la escuela pública es, justo, la vacuna necesaria, la «cura en salud» frente al «control ideológico» — y aquí se abriría otro debate sobre qué entender por «control ideológico» y por qué no refiere lo mismo que «hegemonía», pero, igual, es una deuda para saldar en otro momento — . Lo público-estatal es, hasta el día de hoy, el único antídoto que se ha encontrado contra el «control ideológico» privado, incluyendo el de los padres y las sectas religiosas, políticas y gremiales. Cualquier solución que no sea enseñanza estatal-pública, será enseñanza privada y privatizada para determinados estratos — sean estos determinados por su poder adquisitivo, su pertenencia ideopolítica, su origen territorial, étnico, racial, y otras de las agrupaciones posibles — ; cualquiera de ellos, incluso, muy disfrazados de métodos educativos «contemporáneos», «integrales», «democráticos», «horizontales» y «libertarios». Los experimentos, en uno y en otro sentido, a lo único que conducen son a formas de «privatizar» la educación — que no significa, en rigor, que sea «no-gratuita»; puede haber educación gratuita «privatizada» — . Si un grupo ultraizquierdista — o izquierdista a secas — decide desertar de la enseñanza estatal para tener su experimento de enseñanza «diferente», «libertaria», no es menos «control ideológico», ni menos nocivo que si los testigos de Jehová, los miembros de la Iglesia Católica Romana, el Talibán, los de la Alianza Evangélica, o los «nuevos ricos» decidieran hacer su propio experimento de enseñanza «distinta» — y no es que estos grupos no hayan hecho ya sus «experimentos» educativos; o que, ahora mismo no reclamen tal oportunidad — . [Como un paréntesis en este punto, se puede añadir que han existido ejemplos notables de experiencias educativas progresistas que procuraron y lograron en lo posible evitar tales defectos y alimentan nuestro caudal de la pedagogía crítica; y que, ante el panorama actual de la educación escolarizada, engrampada por acción u omisión en una crisis tremenda, no es que falten ganas de crear una «nueva escuela», pero eso es «harina de otro costal».]

Cada vez que se lanza un dardo contra la enseñanza estatal se hace en nombre de la «libertad de escoger» el «tipo de educación» y en el entendido — por algunos — de que la escuela estatal es un «germen de dictadura». Como ha apuntado alguien: «Lo malo no es que la escuela sea estatal, lo malo es que el Estado no sea un Estado de derecho». [Y en una pequeña digresión sobre la «libertad de escoger», no es ocioso apuntar que el abuso de la misma, en materias de interés público como la salud ha conducido, entre otros desvaríos, a los «movimientos» antivacunación y de ahí, en conjunto con otros factores, a la reemergencia de enfermedades que se pensaban erradicadas; y no fue en lugares de «atraso cultural».]

Ahora bien, ¿cómo impedir, en las condiciones de una sociedad en transición como la cubana, que las escuelas público-estatales devengan en «aparatos ideológicos»? Es un desafío tremendo, porque los caminos recorridos no han hecho, en no pocos casos, el mejor favor a ese propósito y porque más allá de determinadas certezas de principio, no todo está claro en términos de organización práctica.

Dos ideas básicas pudieran ser:

  • la existencia — real y no formal — de un Estado de derecho socialista: y esto quiere decir cosas que no se agotan en el «Estado de derecho burgués», incluso, quizás, ni siquiera en el «Estado de derecho» y punto. Quiere decir, imperio de ley, y que nadie — ni una persona, ni un grupo de personas — , puedan ocupar el lugar de las leyes. Para ello hace falta concebir una teoría de la dominación en el socialismo — porque está claro que existe dominación en el socialismo, pero sería, en términos teóricos y, sobre todo en términos de política real práctica muy necesario entender cuáles son sus manifestaciones y límites reales, posibles y necesarios — . La escuela es como un pequeño Estado, y como tal funciona: puede ir desde la más abierta dictadura a la más perfectible democracia republicana; en el espectro entre ambos puntos y en ellos mismos, muchas personas se encuentran cómodas por lo que habrá quienes no se inmuten con que la escuela funcione de manera despótica, pero una sociedad que busca una ciudadanía responsable que participa del poder del Estado — mientras exista el Estado, para cuando este no exista, habrá que ver — , la escuela debería ser el «reflejo adelantado» de la sociedad.
  • la consideración del magisterio y el profesorado como una clase de propietarios especiales: de propietarios de sus puestos de trabajo, en asociación libre y organizada en las instituciones público-estatales llamadas escuelas, sujetas a control popular. A esta clase de «propiedad» no se accede por privilegios de estrato, sino por oposición pública que garantice la presencia de los más capaces para ocupar ese cargo. El corolario de esta idea es la llevada y traída «libertad de cátedra», que tiene un «mapa» claro de los «límites» de la libertad y es el que establece la Constitución de la República. [Y habrá siempre una relación conflictiva entre los grados de libertad que impone la Constitución — o la práctica misma de la política en Cuba — y la libertad que se pueda experimentar en una escuela; lo que es poco probable que haya es una relación en forma de función lineal que empareje los límites de la libertad en uno y otro espacio.]

Estaba tentado a terminar con un decálogo — en realidad mucho menos de diez — ideas sobre cómo superar una educación autoritaria en las condiciones de Cuba, como país en transición socialista. Luego recordé que tales pretensiones — las de condensar un listado, unos requerimientos mínimos — pueden ser tan peligrosas y autoritarias como justo dicen no ser. Por eso, se me ocurrió que, con probabilidad, serían más útiles algunas interrogantes, para seguir el debate y, quizás, contribuir al propósito de educar en y para la libertad:

¿cuál debe ser la naturaleza de la relación entre el Estado socialista de derecho y la escuela cubana? ¿dónde se regulará tal relación? ¿quiénes controlarán su cumplimiento exitoso, cómo?

¿cuáles son los contenidos — en el sentido más amplio posible — de una educación en y para la libertad? ¿cuáles sus métodos?

¿cómo se forma el magisterio y profesorado para tales propósitos? ¿qué papel desempeña la «sociedad» — la civil y la política — en ese empeño?

¿qué papel se le reserva al estudiantado en su proceso de formación? ¿cómo lo ejerce?

¿cómo se mide el impacto de la educación en la sociedad?

¿cómo ensayar, desde la escuela, el alcance de una sociedad con la mayor suma de felicidad posible?

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=259961

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Se requiere modelo de vinculación Escuela-padres de familia para la Nueva Escuela Mexicana

Fidel Ibarra López*

Con la reforma del artículo 3 constitucional del 15 de mayo del 2019, se establece que la educación en México se basará en el “respeto irrestricto de la dignidad de las personas con un enfoque de derechos humanos y de igualdad sustantiva”. Lo anterior implica una educación en valores (cívicos), uno de los aspectos mayormente señalados en el discurso institucional del Secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma Barragán, cuando se trata de hablar de los cambios que se tienen con el nuevo modelo educativo en México.

La educación en valores es necesaria en efecto, y es atinado que se pretenda fortalecer con este gobierno, sobre todo por la situación que atraviesa nuestro país donde se tienen regiones en las que se ha roto el tejido social. Y una forma de irlo restaurando, es precisamente, a través de la educación en valores. No obstante, un propósito de este tipo pasa por la formación y capacitación de los maestros en términos de la didáctica. Y, sobre todo, pasa por vincular a los padres de familia en la enseñanza de los valores. Para el caso del presente escrito, nos enfocamos en el último punto.

En otros espacios he reflexionado al respecto. Y he insistido en un punto vinculante entre la política social de López Obrador y la participación de los padres de familia en el proceso de enseñanza de sus hijos. Y para tal efecto, he señalado que los recursos que se están destinando a los alumnos por concepto de becas -de los Programas de Bienestar-, deben implicar la corresponsabilidad de los padres de familia en el proceso de enseñanza de sus hijos. Esos recursos finalmente son administrados por aquellos, es adecuado entonces que se involucren en el proceso en correspondencia con los recursos que les entrega el Estado.

Empero, he indicado también que para una tarea de este tipo se debe “educar a los padres de familia” para que puedan coadyuvarles a sus hijos; sólo que en este punto se tiene como obstáculo el hecho de que las escuelas no están preparadas para ello. Lo cual significa que es necesario constituir en México un Modelo que integre un marco de capacitación para que los maestros eduquen a los padres de familia y con ello coadyuven en el proceso de enseñanza de sus hijos.

Con lo que se cuenta -eso sí-, es con un reconocimiento jurídico que les confiere a los padres de familia la participación en la problemática que se tienen en las escuelas (art. 65, fracc. II, de la Ley General de Educación). La participación se orienta -tal como lo establece la ley- a una condición de observador y de fiscalizador de los procesos que se desarrollan en los centros escolares (evaluación de los docentes, presupuesto asignado a la escuela, etc.). E incluso se contempla una fracción del artículo señalado en este párrafo (fracc. III), donde se establece que se puede: “Colaborar con las autoridades escolares para la superación de sus educandos y en el mejoramiento de los establecimientos educativos”.

Lo anterior significa que, en términos normativos, el marco para establecer una condición de colaboración entre la escuela y los padres de familia está contemplado en la ley; pero pese a ello, no se ha constituido en todo este tiempo un modelo que articule la participación de los padres de familia en la educación de sus hijos. A lo sumo, lo que se ha integrado es un marco de participación en la toma decisiones por medio de los Consejos de Participación Social en los centros escolares; pero en lo referente a los aprendizajes se ha avanzado poco. Y eso representa un contrasentido, porque si algo se ha demostrado es que el modelo bilateral maestro-alumno está agotado. Desde 1966, Coleman ha evidenciado que el éxito de los alumnos en el sistema educativo se relaciona en gran parte “con aspectos situados fuera de la escuela” (Valdes, 2013; p. 4). Y uno de esos espacios claves para la reproducción de los aprendizajes, es el hogar a través del apoyo de los padres de familia.

Y si se considera la educación en valores para aquellos lugares donde se tienen altos niveles de violencia, entonces la participación de los padres de familia es doblemente fundamental:  al vincularlos se educa por partida doble. Y se les tiene como aliados del maestro.

En suma, si se pretende fortalecer la educación en valores en México, no basta suministrar el material didáctico, los contenidos temáticos y la capacitación didáctica del maestro en el salón de clases. Es fundamental integrar a los padres de familia. Y para ello, se requiere que se constituya un modelo que fomente una participación que vaya más allá de la participación tradicional y técnica que se tiene en este momento. Es necesaria una participación “activa” del padre de familia en la parte de los aprendizajes. Sin este elemento a cuestas, la Nueva Escuela Mexicana tendrá dificultad en alcanzar algún parámetro cercano a la “excelencia”.

Un apunte final: la única forma de interiorizar en el individuo el “respeto a la dignidad de las personas” -como lo establece el artículo 3 constitucional- es vincular de forma “vivencial” ese marco axiológico. Y eso sólo se logra a través de la triada escuela-maestros-padres de familia.

Apostar el proceso de formación académica y axiológica del alumno a la dualidad maestros-alumnos es una apuesta que ya está rebasada.

Así, la Nueva Escuela Mexicana requiere un modelo de participación de los padres de familia. Es vital para los fines que se tienen trazados.

*Investigador Titular del Centro de Investigación e Innovación Educativa del Sistema Educativo Valladolid (CIINSEV). 

Correo: fidel.ibarra@sistemavalladolid.com

Twitter: Fidel07748306

Fuente: http://www.educacionfutura.org/se-requiere-modelo-de-vinculacion-escuela-padres-de-familia-para-la-nueva-escuela-mexicana/

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¿Qué aprenden los estudiantes sobre la esclavitud? Depende de donde vivan.

Cuando la Junta de Educación del Estado de Texas se reunió en 2010, 145 años después de que terminó la Guerra Civil, decidió establecer nuevos estándares de estudios sociales para enseñar sobre el conflicto más mortal de Estados Unidos. Un tema polémico ante ellos: ¿cuán central fue la esclavitud para causar la guerra? Como lo vio la junta, no muy.

La esclavitud, dijo un miembro de la junta en ese momento, era «un tema secundario de la Guerra Civil». Por lo tanto, la junta decidió nuevas normas. A los aproximadamente 5 millones de estudiantes del estado se les enseñaría que la causa de la guerra fue «el seccionalismo, los derechos de los estados y la esclavitud».

La decisión de marginar el papel de la esclavitud al incluirla en el tercer lugar fue atacada por muchos, incluidos historiadores y profesores de estudios sociales. Señalaron una evidencia abrumadora de que el Sur se separó precisamente porque le preocupaba que la elección de Abraham Lincoln en 1860 significara un impulso para terminar con la esclavitud. El año pasado, después de muchas disputas, la junta modificó su estándar para poner la esclavitud a la vanguardia.

En sus estándares oficiales para la enseñanza de estudios sociales e historia, algunos estados exigen explícitamente la enseñanza sobre aspectos de la esclavitud a lo largo de la educación K-12 de un estudiante, mientras que otros se refieren a ella de pasada o no.

Massachusetts menciona la esclavitud 104 veces en su marco de historia y estudios sociales. Los estándares de Louisiana para los estudios sociales K-12 se refieren a la esclavitud cuatro veces. Las pautas de Idaho mencionan la esclavitud dos veces. Pocos estados mencionan la esclavitud de los nativos americanos en sus estándares a pesar de la creciente erudición que apunta a que se extendió a principios de la América colonial y continuó durante gran parte del siglo XIX, particularmente en los estados y territorios occidentales.

Para Tiffany Classie Williams, profesora de historia en Birmingham, Alabama, que es afroamericana, educar a los estudiantes sobre la esclavitud va mucho más allá de las 15 menciones de la esclavitud en las pautas de Alabama. Para Williams, es personal. Y es una oportunidad para inculcar en sus alumnos, casi todos negros, un sentido de resolución y orgullo.

«Obviamente soy descendiente de esclavos, y por eso quiero enseñarlo y enseñarlo bien», dijo Williams, quien es negro y ha estado enseñando en Huffman High durante 12 años. “Quiero que mis alumnos sean resistentes. Diré: ‘No lo olviden, sus antepasados ​​sobrevivieron al Pasaje Medio’. Y si sobrevivieron al Pasaje Medio, entonces, bebé, puedes hacer cualquier cosa ”.

Mark Hoey enseña historia estadounidense de colocación avanzada a estudiantes de tercer año en la High School secundaria de Filadelfia para niñas. Los estudiantes de su clase han tomado el curso de historia afroamericana requerido el año anterior y están bien versados ​​en sus lecciones.

«Mis hijos son realmente fuertes en eso», dijo Hoey. «Es un área en la que sé que tendrán la opinión de expertos y expertos».

Para algunos historiadores y educadores, como Daina Ramey Berry, profesora de historia de la Universidad de Texas y autora de «El precio de su libra de carne: el valor del esclavo, desde el útero hasta la tumba, en la construcción de una nación», uno La opción para corregir la falta de conocimiento sobre la esclavitud sería centrar un curso completo sobre el tema en la escuela intermedia o secundaria.

“Es una parte tan importante de la historia estadounidense, pero se pasa por alto. Quiero decir, la base de nuestra economía inicial se basó en la esclavitud, y eso está desaparecido ”, dijo Berry. “Y también, es la base de algunos de los desafíos que tenemos con las relaciones raciales actuales. Nunca nos curamos de esto. Es como ese elefante en la sala de nuestra historia del que la gente no quiere hablar porque es incómodo ”.

Pero incluso los maestros que desean centrarse más en la esclavitud descubren que a menudo están presionados por el tiempo.

«La historia, especialmente en los grados más jóvenes, se deja de lado para las pruebas», dijo Jordan Dunkerson-Hurst, quien enseña historia estadounidense en la escuela secundaria Ernest Childers en Broken Arrow, Oklahoma, un suburbio de Tulsa. «Y así, incluso si eres una persona que quiere profundizar en las cosas reales, a veces te ves obligado a echar un vistazo para obtener lo que necesitas hacer en el tiempo que te asignan».


Tatum Maly, Kaira Moore y Julius McVay hablan sobre la esclavitud durante una lección en la clase de Jeff Nease en la Academia Broken Arrow Freshman en Oklahoma en mayo. (Shane Bevel para The Washington Post)

Pero Dunkerson-Hurst, miembro de la tribu Choctaw, no escatima cuando se trata de enseñar a sus alumnos sobre el papel que ha jugado la esclavitud en Estados Unidos. Y señala que su tribu, y otros en Oklahoma que habían sido forzados al oeste en el Sendero de las Lágrimas en 1838 por el presidente Andrew Jackson, también mantenían a los afroamericanos como esclavos.

«Siempre les digo … cuando aprendemos sobre historia, dejamos de repetir nuestros errores», dijo. “Y mi objetivo no es solo enseñar historia. Es crear mejores personas hasta cierto punto «.

Si bien algunos estados y distritos escolares han avanzado mucho para abordar la escasez de conocimiento sobre la esclavitud y poner un mayor énfasis en estudiarla, el enfoque ha sido inconsistente y desordenado. Hay pocos libros de texto o planes de lecciones que aborden adecuadamente su alcance e impacto. Y, al menos por ahora, sigue habiendo una falta de comprensión social sobre cuán dramática e implacablemente la esclavitud ha moldeado casi todos los aspectos de la historia de Estados Unidos, y su presente.

Eso es un problema, dicen educadores e historiadores. Creen que la historia de la esclavitud que la mayoría de los estudiantes de EE. UU. Están aprendiendo no comienza a capturar la magnitud de la práctica o cómo continúa afectando al país hoy.

El barco de esclavos que no estaba destinado a ser encontrado
La reportera Nicole Ellis visita Africatown, Alabama, para conmemorar el Clotilda, el último barco de esclavos conocido que llegó a las costas de los Estados Unidos. (El Washington Post)

La incapacidad de educar a los estadounidenses sobre la esclavitud de una manera profunda e inquebrantable refuerza las divisiones, dijo Bethany Jay, profesora asociada de la Universidad Estatal de Salem y coeditora de «Comprender y enseñar la esclavitud estadounidense».

La nación se ve dividida por cuestiones divisivas como las estatuas confederadas, los atletas arrodillados, la reforma penitenciaria y la ciudadanía por derecho de nacimiento porque, dijo Jay, hay una «falta de contexto sobre cómo todos esos temas se vinculan con la esclavitud misma o sus consecuencias inmediatas». Y eso es culpa de cómo hemos estado hablando sobre este tema en nuestras escuelas y museos y en nuestra vida y cultura públicas «.

Los historiadores y los maestros piden una adopción nacional de estándares que aborden plenamente cómo la esclavitud formó la economía de Estados Unidos, fue codificada en sus leyes, protegida por los tribunales y ampliada por la política nacional, incluso cuando otros países prohibían la práctica y los abolicionistas la calificaban de inmoral. Quieren una enseñanza más explícita de cómo la esclavitud estadounidense fue justificada por las creencias racistas.

En un informe el año pasado titulado «Enseñanza de la historia difícil: la esclavitud estadounidense», el proyecto de Tolerancia de la enseñanza del Centro de Derecho de la Pobreza del Sur examinó 15 conjuntos de normas estatales para ver qué tan bien abordaban 10 conceptos clave relacionados con la esclavitud. Esos conceptos incluían la enseñanza de que la esclavitud existía en las 13 colonias, que las protecciones para la esclavitud estaban incluidas en los documentos fundacionales y que la esclavitud y la trata de esclavos eran fundamentales para el desarrollo y el crecimiento de la economía estadounidense. Según el informe, los estándares estatales rara vez abordaban los conceptos clave de manera significativa.

Por ahora, muchos maestros e historiadores dicen que las escuelas públicas de Estados Unidos no cumplen con ese estándar.

Sobre el proyecto: Enseñanza de la esclavitud

Para este proyecto sobre cómo se enseña la esclavitud, The Washington Post entrevistó a más de 100 estudiantes, maestros, administradores e historiadores de todo el país y se sentó en clases de historia de secundaria y preparatoria en Birmingham, Alabama; Fort Dodge, Iowa; Germantown, Md .; Concord, Mass .; Flecha rota, Okla .; y Washington DC

Los artículos de este proyecto examinan las lecciones que los estudiantes están aprendiendo sobre la esclavitud, los obstáculos que enfrentan los maestros al enseñar esta difícil materia, la edad adecuada para introducir conceptos difíciles sobre la esclavitud a los jóvenes estudiantes y cómo los maestros conectan la historia de la esclavitud con el racismo del siglo XXI y la supremacía blanca. Nuestro enfoque se centra en las escuelas públicas porque los encargados de formular las políticas y los funcionarios escolares elegidos toman decisiones de enseñanza que determinan el plan de estudios y cuyas decisiones son implementadas por los administradores y maestros cuyos salarios se financian con fondos públicos. 

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La Necesidad De Una Educación Ambientalista

La era de los contenidos digitales y las fake news ha traído consecuencias para varios rubros del conocimiento, algunos de estos vitales para nuestra supervivencia. Hoy en día, políticos y figuras de influencia tienen la libertad de pronunciarse incrédulos del cambio climático o fervientes creyentes de que las vacunas y el autismo en los niños están relacionados.

Este año, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, eligió a William Happer, conocido por su escepticismo ante el cambio climático, para dirigir la propuesta de un comité presidencial para la Seguridad Climática. Happer es solo uno de una larga lista de científicos con discursos problemáticos, algunos de ellos han conseguido los más altos honores que un académico puede tener, y aún así pueden sostener puntos de vista polémicos.

Kary Mullis, ganador del premio Nobel de química en 1993, y fallecido en agosto de este año, sostenía públicamente que el virus del SIDA no existía y que el calentamiento global era un invento de parásitos con títulos de economía o sociología. El discurso de Mullis puede ser conflictivo para muchos, pero es prueba de que la ciencia no solo se trata de datos, sino de la lectura que le damos, de la percepción con la que encuadramos los datos que registran los experimentos realizados.

Esa percepción puede estar sesgada o limitada sin importar cuántos grados académicos o premios se ganen. No podemos hablar de ciencia sin opinión o perspectiva humana. Pero, ¿qué pasa si esta opinión es guiada por fines personales o políticos? Si se acumula la evidencia de un apabullante daño ambiental que se acerca al punto de no retorno, ¿no sería entonces tiempo de reexaminar la perspectiva con la que encuadramos ecología y cómo la enseñamos?

El panorama actual

El año 2019 se ha caracterizado por diversos desastres ambientales consecutivos. Islandia anunció el derretimiento completo de un glaciar. La selva de las Amazonas en Brasil lleva 74,000 incendios en lo que va del año, (un aumento del 83 % en relación con el año pasado). También en Brasil se reportó otra pérdida catastrófica, más de 500 millones de abejas fueron encontradas muertas por apicultores en cuatro estados Brasileños debido al uso indiscriminado de pesticidas.

A la par de esto, las comunicaciones del presidente brasileño Jair Bolsonaro fueron desalentadoras. El mandatario se burló de la opinión pública sobre los desastres naturales y culpó a las ONG’s por los incendios en la selva amazónica. Desde cierto punto de vista esto puede entenderse como una politización innecesaria sobre casos de desastres naturales y temas ambientalistas. Una politización que nos lleva a experimentar todos estos sucesos ecológicos negativos sin preguntarnos, ¿qué los está causando realmente?

Los esfuerzos por una educación con conciencia ecológica

A la fecha no existen programas educativos estandarizados de carácter nacional en las escuelas públicas de ningún país para concientizar sobre el estado actual del medio ambiente y cómo tomar medidas para prevenir y/o frenar los avances del calentamiento global y las consecuencias de una contaminación sistemática.

Sin embargo, existen iniciativas en diversos países, tanto individuales como institucionales, para llevar el conocimiento científico sobre el medio ambiente a las escuelas. estro acreditado para enseñar sobre el cambio climático en cada una de las escuelas primarias y secundarias de carácter público en la región. Esto se lograría capacitando a los docentes a través de un curso en línea que durará de 15 a 20 horas y cubrirá temas como las bases científicas del cambio climático, planeación para la adaptación, salud, bosques, finanzas del cambio climático y negociaciones internaciEn Canadá, cerca de 150 mil estudiantes dejaron de asistir a clases para tomar las calles el 15 de marzo de este año y demandar acciones más directas en la esfera gubernamental y social para combatir el cambio climático. Esta movilización de jóvenes interesados por combatir el cambio climático replica los objetivos de los Fridays for Future, un movimiento de concientización ambiental fundado por Greta Thunberg, una activista sueca de 16 años, quien después de participar en numerosas protestas en las afueras de su parlamento, actualmente acaba de terminar una travesía de dos semanas en la que cruzó el Océano Atlántico a vela (en lugar de tomar un avión debido a los dañinos carbonos emitidos por los aviones) y así sensibilizar el tema del cambio climático, sus consecuencias y el valor de educar para prevenirlo. Su última parada sería Chile, donde se reunirán representantes de alto nivel de 197 países del mundo para discutir sobre la condición ambiental actual y cómo mejorarla.

El primer paso para concientizar al mundo acerca de la problemática ambiental ya se está dando, el siguiente sería integrar formalmente esta intención en las escuelas. Y que de esta manera, los estudiantes puedan tener las herramientas para conocer qué es lo que le afecta al planeta y cómo ayudar a aliviar esos síntomas desde su capacidad individual hasta el esfuerzo colectivo.
Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-news/educacion-medio-ambiente
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Cuando la clase media toma la escuela pública

Por: Xavier Bonal 

Los actuales procesos de segregación social en los entornos urbanos no hacen más que incentivar las estrategias de diferenciación y búsqueda de exclusividad en la elección

Una de las consecuencias de los efectos de la crisis económica en la educación es el aumento de demanda de escuela pública por parte de una clase media que ve menguadas sus posibilidades económicas de recurrir a la educación privada para escolarizar a sus hijos. No hablamos, por supuesto, de una clase para la que la educación pública no es siquiera una de las posibles opciones de escolarización, sino de aquellas fracciones sociales de demanda muy elástica, que suelen moverse entre el mercado y la provisión pública en función de variables como la renta familiar disponible, la calidad educativa o la percepción del riesgo entre las distintas opciones de escolarización.

Son estas fracciones de clase las que son más activas en la elección escolar. Utilizan estrategias muy calculadas para maximizar la inversión educativa, conscientes de que se juegan las posibilidades de reproducción de las posición social en esa inversión. Antes de tomar la decisión sobre dónde escolarizar a los hijos, visitan numerosas escuelas, participan de reuniones de puertas abiertas o se entrevistan con las direcciones escolares. Comparten grupos de whatsapp con otras familias para intercambiar información y sobre todo, para saber qué estrategias utilizan otras familias afines en estilos de socialización. En el cálculo de la elección escolar intervienen muchas variables: el proyecto educativo del centro, las aportaciones económicas, la cantidad y calidad de actividades complementarias y, sobre todo, la composición social de la escuela.

Es en este contexto en el que ha crecido la demanda de un tipo de escuela pública muy determinada, caracterizada por una oferta escolar que se presenta como una educación distinta y pedagógicamente alternativa. Son escuelas de apariencia muy innovadora, en las que el lenguaje se adapta a los retos de la educación del siglo XXI: centrada en competencias más que en conocimientos, no memorística, alternativa en la organización escolar o flexible en las estrategias de evaluación. Esta oferta escolar refuerza su mensaje cuanto más accede a una clientela de un perfil social que, de forma explícita o implícita, le reclama ir de la mano en las estrategias de clausura social. De este modo, el proyecto educativo puede garantizar la calidad si, y sólo si, se asegura que las familias que acceden al centro escolar están convencidas del mismo (se lo creen y lo defienden). La escuela obtiene a cambio una imagen de prestigio educativo y social y ser un foco de atracción para familias de clase media, siempre más fáciles de educar que las familias pobres.

Los actuales procesos de segregación social en los entornos urbanos no hacen más que incentivar estas estrategias de diferenciación y búsqueda de exclusividad en la elección. Algunos autores han denominado a este fenómeno “colonización o gentrificación escolar”. La llegada de sectores de clase media a algunas escuelas públicas “de barrio” produce un fenómeno de desplazamiento (voluntario o no) de algunas familias y sobre todo genera mecanismos de exclusividad y exclusión que convierten a la escuela en especialmente atractiva para sus nuevos ocupantes y a menudo extraña para parte de la comunidad en la que se ubica. Es común que las familias de clase media “tomen” la asociación de padres, colaboren activamente con el profesorado del centro o fijen nuevas cuotas para cubrir actividades complementarias.

Sin duda, la cobertura y la calidad del Estado de Bienestar depende de que las clases medias crean en los servicios públicos como alternativa al mercado y clamen por una educación o sanidad públicas y de calidad. Sin embargo, si esta reivindicación supone la búsqueda de exclusividad y clausura social, se corre el riesgo de construir servicios de distinta velocidad y calidad. Si abundamos en la jerarquización de la escuela pública, nos jugamos algo tan importante como son sus virtudes como institución igualadora de oportunidades. Impedirlo depende de la política educativa.

Fuente: https://elpais.com/ccaa/2019/08/28/catalunya/1566996191_105330.html

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La educación, otro barco que hace agua en Costa Rica

Por: Prensa Latina

Los preocupantes resultados del Séptimo Informe sobre el Estado de la Educación en Costa Rica permiten concluir que esa esfera también hace agua en esta nación centroamericana, otrora exaltada por poseer una de las mejores enseñanzas públicas de la región.
A la ya alarmante situación nacional por el desempleo, el poco crecimiento de la economía, los nuevos impuestos, proyectos de ley antisindicales que tienen enojados a los trabajadores y otras medidas neoliberales, se suma ahora la educación.

Entre los hallazgos del Séptimo Informe del Estado de la Educación destacan que 53 mil niños y adolescentes, entre 12 y 16 años, se encuentran fuera del sistema de enseñanza, el 93 por ciento de las escuelas no tiene el currículo completo y el 60 por ciento de los programas educativos que imparten universidades privadas tiene una década sin actualizarse.

Asimismo, el incremento en 42 mil 383 cupos de la matrícula de secundaria entre 2011 y 2018 no se tradujo en una mayor calidad o mejora de la educación en ese nivel, pues el Informe refleja que solo el 48 por ciento de los alumnos de esa enseñanza entre 15 y 16 años asistía a clases sin rezago, mientras el 23 por ciento estaba fuera del sistema.

El Informe explica lo anterior ‘en gran parte por los problemas del país en cuanto a eficiencia interna y rendimiento desde la educación primaria, lo cual limita el éxito en los ciclos posteriores’ y atribuye el incremento de la matrícula al aporte de las modalidades no tradicionales, dentro de las que sobresalen los Centros Integrados de Educación de Adultos (Cindea), donde la cantidad de estudiantes pasó de 24 mil 485 a 46 mil 404 en esos años.

Sobre este tema, el investigador del Programa del Estado de la Educación Dagoberto Murillo señaló que ‘cuando uno analiza la distribución de la población que debería asistir al tercer ciclo, se da cuenta que un 75 por ciento lo hace en la edad que tiene que hacerlo, pero hay un porcentaje importante de un 16 por ciento que está en primaria, en el segundo ciclo’.

Si vemos de 15 a 16 años, que es la población que debería asistir a la educación diversificada, el problema es aún más grave, porque un 28 por ciento está rezagada en el tercer ciclo (séptimo, octavo y noveno grados) y un 23 por ciento está fuera del sistema, precisó Murillo.

Sobre Cindea, el investigador colocó un asterisco, porque -indicó- son modalidades con problemas para ofrecer una educación de calidad en términos académicos, de recursos humanos, de infraestructura, que limitan las posibilidades en una población a la que más bien deberíamos prestarle mucha atención, porque es la última oportunidad que tienen de incorporarse al sistema educativo y culminar con éxito.

Murillo lo resume en que ‘hay problemas de infraestructura, porque operan en otros centros educativos, no hay suficiente personal docente, ofrecen menos cantidad de lecciones, no hay coordinadores académicos. Aquí hay un tema que debemos de resolver, porque si los vamos a recuperar para romper con ese círculo necesitamos que esa formación sea de calidad’.

El Informe apunta que ‘la calidad de la enseñanza (primaria) en las aulas dista mucho de los parámetros exigidos en las reformas curriculares del MEP (Ministerio de Educación Pública). Ese hecho condiciona los aprendizajes de los alumnos, quienes no consiguen avanzar con bases firmes en los ciclos posteriores de la secundaria y la educación superior’.

En cuanto a la educación universitaria, el Informe no resulta menos pesimista, al sostener que es un motor que lleva una década estancado, esto en términos de la población cubierta y sin actualización alguna en el 60 por ciento de los programas que imparten universidades privadas, que son 53 en total.

La imposibilidad de crecimiento importante del financiamiento público, por la crisis fiscal del país, y las dificultades de la población para pagar universidades privadas, por la reducción en el crecimiento de los ingresos de los hogares, achican las posibilidades de que crezca la cobertura, refiere el Informe.

Por ello, considera que ‘para avanzar es necesario un cambio en la estrategia de regionalización de los servicios de educación superior y en un impulso en la cultura de innovación de la oferta académica. Como el financiamiento no crecerá, se deben identificar las fuentes y establecer una mayor preocupación por la eficiencia económica y la equidad’.

La investigadora Marcela Román, quien tuvo a su cargo la coordinación del capítulo referido a esta enseñanza, resaltó que ‘aún la educación superior es un agente de movilidad social, porque eleva muchísimo la posibilidad de empleo y de mejores ingresos’.

Pero, agrega, la mala noticia de ese dato es que la razón para que sea tan alto es que hay pocos padres de familia profesionales, en referencia a aquellas personas que en la década de los 80 del siglo XX tuvieron que ingresar al mercado laboral y prescindir de ir a la universidad por los efectos de las crisis de inicios de esa época.

‘Ahora, dos o tres décadas después y con un radical entorno tecnológico y laboral, son sus hijos los que se enfrentan a la presión de una oferta académica más amplia e inclusiva, pero al mismo tiempo necesitada de reformas de fondo para mejorar en cobertura y calidad’, subrayó Román.

En la portada del Séptimo Informe del Estado de la Educación en Costa Rica (2018), la coordinadora de dicho programa, Isabel Román, asegura que esa herramienta constituye un recurso valioso para comunicar un mensaje clave y provocar una reflexión de fondo sobre la situación actual y futura de la enseñanza en el país.

Tras recordar que 2018 fue un año atípico cuyas secuelas se siguen experimentando hasta el momento, Román asevera que ‘este ambiente ha facilitando la reemergencia de conflictos no resueltos y actitudes defensivas, reclamos y desconfianza entre dichos actores que, de no atenderse pronto, pueden convertirse en caldo de cultivo para situaciones de enfrentamiento recurrentes y perjudicar, de manera irreversible, el proceso educativo en su esencia’.

Revela que las investigaciones que sustentan el Informe brindan información que, en el contexto actual, pueden contribuir a hacer un llamado a un diálogo sereno y constructivo requerido con urgencia, sobre los problemas de fondo existentes en educación.

‘Pero ¿cómo hacer ese llamado? Lo primero es reconocer en qué situación estamos: si bien en los últimos 15 años hemos tenido logros importantes (alta inversión en educación, cambios en la oferta curricular; reducción de brechas de acceso y exclusión educativa, entre otros), también es cierto que el país mantiene bajos resultados en materia de aprendizaje y logro educativo de los estudiantes’, puntualiza.

Román menciona que el Informe documenta una serie de frenos que impiden al país avanzar en la mejora educativa: tensiones entre cobertura y calidad en preescolar; falta de buenos cimientos en primaria; limitada aplicación de la reforma curricular; problemas en la formación inicial docente; complicada gobernanza del MEP y débiles procesos de innovación y regionalización en educación superior.

Frente a este panorama se desprende una conclusión importante: necesitamos cambiar el status quo, dar golpes de timón, porque defender el estado actual de las cosas es hipotecar el futuro, estima la investigadora.

Sin embargo, ‘lejos de ser pesimista la portada brinda a la vez un mensaje esperanzador, por eso también muestra un pájaro construido a partir de una hoja blanca, que simboliza la educación como forma de avance y desarrollo, esa herramienta que históricamente Costa Rica ha elegido para progresar y echar a volar proyectos y sueños en materia de desarrollo humano’, exalta.

Por eso, estima que ‘el ingrediente más importante es tomar conciencia de que es posible reencontrarnos, dejar atrás las discusiones del encierro, alzar el vuelo. Ojalá esta propuesta de portada invite a los actores del sistema educativo nacional, y a todos los lectores del Informe, a generar esos cambios que hoy necesitamos’.

Fuente: https://www.prensa-latina.cu/index.php?o=rn&id=301595&SEO=la-educacion-otro-barco-que-hace-agua-en-costa-rica

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