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La sombra de los libros de texto

Por: Alberto Sebastián Barragán

Los libros de texto son prioritarios para el aprendizaje. Según su época, contenido o finalidad han tenido muchos nombres, desde: Manual educativo, Libros elementales, Florilegio, Silabario, Compilación, Colección, Miscelánea, Epítome, Compendio, etcétera; sin embargo, hay que rastrear sus orígenes para comprender su situación actual, en específico, en estos momentos del sistema educativo mexicano.

Desde el siglo XVII Juan Amos Comenio esbozaba la trascendencia de los libros escolares, para mejorar las actividades de enseñanza y optimizar el aprendizaje de los educandos. Proponía que los libros estuvieran en forma de diálogo para favorecer el entendimiento de los niños, y que desarrollaran procesos cognitivos desde el lenguaje escrito.

Más de un siglo después, y una vez terminada la revolución francesa, se erigían proyectos educativos para inculcar los valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad. En 1791, Charles-Maurice de Talleyrand presentó un informe sobre la instrucción pública, donde se declaraba la importancia y necesidad de los libros elementales, para construir verdades universales y ahorrar los esfuerzos para aprenderlas.

Durante todo el siglo XIX, los libros escolares se convirtieron en insumo del nacionalismo, al nivel de las monedas o los símbolos patrios, los libros de texto constituyeron elementos de identidad nacional. En muchos países, y en el nuestro, nacieron los sistemas educativos y establecieron los principales ejes de la tarea educativa de cada nación.

Desde 1821, nuestro país tuvo un largo proceso de luchas entre proyectos de nación, hasta que a finales del siglo XIX se estableció el porfiriato, un régimen dictatorial que generó desatinos, pero también desarrolló la ruta de proyectos positivista que mantenían la formación normalista de docentes, la universidad pública, y la educación primaria con textos escolares para los alumnos.

Después de la revolución mexicana, y con la modificación del artículo tercero, José Vasconcelos impulsó la creación de una Secretaría de Educación Pública (SEP), la cual contaba con tres departamentos: el Escolar, el de Bibliotecas y Archivos, y el de Bellas Artes. Desde hace casi cien años se consideraba relevante el acceso a la educación y a los libros, para ir cultivando la alfabetización y el conocimiento de los mexicanos.

El secretario particular de José Vasconcelos, fue un joven escritor, quien a su temprana edad ya contaba con obras literarias publicadas: Jaime Torres Bodet, quien vivió el nacimiento de la SEP, y posteriormente, entre 1922 y 1924, fue director de bibliotecas de la SEP. En los gobiernos de Álvaro Obregón, Lázaro Cárdenas y Manuel Ávila Camacho, se realizaron proyectos educativos para dotar a los alumnos de cartillas de alfabetización y libros escolares.

La prioridad de esas primeras décadas de la SEP, había sido la cobertura de educación primaria. En esa construcción de escuelas y prestación del servicio educativo público, se impulsaba también la distribución inicial de libros escolares. La creciente población escolar fue agudizando la demanda de espacios y de materiales educativos. Desde 1920 el mercado de libros de texto estaba competido por empresas de Estados Unidos, Francia, Alemania y España. Para la década de los 50, se habían consolidado las firmas españolas, tanto por la cercanía del lenguaje, como por la residencia en México de españoles y nuevos exiliados del régimen franquista, apoderándose del mercado de manuales escolares.

Para la segunda gestión de Torres Bodet como secretario de educación, en 1958 se puso en marcha el Plan de Once Años y se fundó la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos (CONALITEG). El gobierno mexicano se convirtió en autor, editor, impresor y distribuidor de libros escolares. Un rasgo notable de esta comisión fue la unificación de contenidos, y el tiraje masivo de ejemplares para todos los alumnos de escuelas públicas. Esta política educativa acentuó el papel social del estado educador, y disminuyó la influencia de las editoriales españolas.

Desde la década de los 60 hasta finales de los 90, la CONALITEG mantenía la producción de Libros para alumnos, Libros en Braille, Materiales para maestros, Antologías de Educación Normal, Libros por entidad, y una diversa producción editorial. En todo momento, la producción de libros de texto acompaña la aplicación de reformas curriculares, y los libros de los alumnos se vuelven un insumo central para la aplicación de las modificaciones a los programas escolares.

Ya para 1997, se impulsó la entrega de libros gratuitos para estudiantes de secundaria, los cuales actualmente son comprados por la SEP a editoriales privadas. Y desde 2014, se anunció que habría entrega de libros de texto gratuito a los alumnos del bachillerato obligatorio.

Sin duda, los libros escolares en México, han sido un ejemplo de reconocimiento internacional. Han sido una empresa titánica que ha favorecido el proceso de alfabetización y desarrollo académico de nuestra sociedad. Sin embargo, hay muchos elementos por revisar. No hay que perder de vista que el nacimiento de la CONALITEG generó límites al enriquecimiento de particulares españoles de la industria editorial a costa de la educación pública; pues, en estos momentos de reforma educativa, se cocinan los textos que pondrán en marcha el nuevo modelo educativo. Y no se han anunciado modificaciones, ya que le seguirán vendiendo libros a la SEP dos casas editoriales: Fernández Editores y Grupo Editorial Santillana, ambas de origen español. La sombra de los libros de texto sigue ahí.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/la-sombra-de-los-libros-de-texto/

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Cómo está modelando la tecnología a los jóvenes chinos

La Vanguardia

El Ministerio de Educación chino incorporó en 2016 los deportes electrónicos en su programa de especializaciones universitarias. La retransmisión de las semifinales del campeonato mundial de la liga de leyendas en octubre de 2017 consiguió en este país una audiencia que rondó los 105 millones de espectadores, el 50% más del público habitual de los esports en el gigante asiático. Unos 500 millones de chinos practican esta actividad; aproximadamente 50.000 de ellos son profesionales. La facturación de las empresas relacionadas con esta industria asciende a 6.500 millones de euros.

La mayoría de los clientes de este sector son jóvenes, un colectivo que se está transformando gracias a la tecnología. Otro ministerio, en esta ocasión, el de Cultura, va a publicar una guía para promover la innovación en la animación y los cómics, dos contenidos igualmente populares entre los ciudadanos de menor edad. La consultora de internet iResearch calcula que la cifra de usuarios chinos ha pasado de 50 millones en 2014 a 80 millones tres años después. Además, la mayoría de estos chavales está dispuesta a pagar por esta modalidad de entretenimiento.

Unos 500 millones de chinos practican e-sports; aproximadamente 50.000 de ellos son profesionales

Cuando una figura muy famosa de la animación japonesa, Hatsune Miku, llamada también Miku Hatsune, ofreció en noviembre de 2017 un concierto en Shanghai, hubo entradas que costaron casi 300 euros. Los muchachos que llenaron el recinto y sus compañeros están habituados a comprar y vender. La mayor plataforma de economía colaborativa de la nación, Xianyu, cuenta con más de 200 millones de inscritos. Según los datos que maneja esta firma, el 52% nació en la década de los noventa. Las consecuencias de esta fórmula alternativa de comercio son sorprendentes.

El intercambio de aparatos electrónicos en Xianyu ha reducido en 100 millones de kilos la cantidad de emisiones de dióxido de carbono en tres temporadas, de acuerdo con la valoración de la organización China Beijing Environment Exchange. El transporte en bicicleta es otra medida sostenible muy implantada entre los millennials y los integrantes de la Generación Z en este país. Las aplicaciones de Ofo y Mobike, con índices de penetración superiores al 5%, son las líderes de un mercado en el que se comparten 25 millones de bicis al mes.

El intercambio de aparatos electrónicos en la red ha reducido en 100 millones de kilos la cantidad de emisiones de dióxido de carbono

Para el director ejecutivo de esta segunda empresa, Wang Xiaofeng, tras esta expansión global hay una explicación sencilla: los jóvenes chinos “no están obsesionados por poseer objetos”. Incluso a la hora de comer, estos chicos piensan en clave digital: los establecimientos en línea que sirven encargos son su primera opción. Tres de cada cuatro peticiones se refieren a alimentos orientales tradicionales. El resto de las comandas es menos saludable y de origien occidental: pizzas, hamburguesas… Lo que subyace en este fenómeno es la voluntad de quedarse en casa durante los fines de semana.

Las preferencia tecnológicas de los jóvenes chinos han causado que esté cayendo la venta de un producto que aparentemente estaba tan asentado como los fideos instantánteos. La preocupación por seguir una dieta más variada y las facilidades que proporcionan internet y los dispositivos móviles han desencadenado un descenso en el consumo de este artículo del 17% en los últimos cuatro ejercicios. Así, los fabricantes ingresaron unos siete millones de euros en 2017, 1.200.000 menos que en 2013.

Muchos chavales prefieren quedarse en casa los fines de semana y pedir por internet alimentos orientales tradicionales

Fuente del articulo: http://www.lavanguardia.com/tecnologia/20180106/434079795095/china-internet-psicologia.html

Fuente de la imagen:http://www.lavanguardia.com/r/GODO/LV/p4/WebSite/2018/01/05/Recortada/900090924_20171231191401-kT4E-U43407

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Otro mal año para la educación

Marcela Isaías

Balance. Desde la asunción de Macri, se destinan menos fondos y en 2018 ese proceso se profundizará. Tampoco se cumplieron las promesas electorales: de los tres mil jardines de infantes que se anunciaron, no se construyó ninguno.

El 2017 cierra con menos plata para la educación y una serie de reformas para el sistema educativo en marcha donde la docencia ha sido excluida de opinar. Todo en un contexto social, político y económico en el que mandan los despidos, el ajuste y la represión a la protesta social.

Desde que Mauricio Macri asumió la presidencia, el dinero destinado a cumplir con este derecho se viene recortando sin pausa, una señal más que clara del lugar que tiene para las políticas de Cambiemos.

Un análisis sobre el presupuesto ejecutado en el primer semestre de este año y proyección del que viene, realizado por el Instituto Marina Vilte de Ctera, señala que «en 2016 el gobierno nacional inició un proceso de ajuste en la inversión educativa, reduciéndolo en un 5 por ciento en términos reales en un contexto donde la economía argentina se redujo un 2,3 por ciento y el endeudamiento externo se expandió a pasos agigantados».

También precisa que «los datos oficiales del primer semestre de 2017 indican que se continúa en este proceso, que se refleja tanto en las cifras de la subejecución financiera como en el incumplimiento de las metas físicas, que se han visto reducidas en términos generales tanto si las compara con los logros alcanzados en años anteriores, como con los objetivos que el mismo gobierno se fijó».

Un ejemplo emblemático con el que la Ctera grafica esta afirmación es el de la creación de jardines de infantes, una de las promesas con que Cambiemos hizo campaña electoral en 2015, cuando anunció la construcción de tres mil de estos jardines y todavía no realizó ninguno.

El informe advierte que «el presupuesto 2018 plantea continuar por la misma senda, anunciando nuevos recortes sobre los programas socioeducativos, de formación docente, y de distribución de equipos informáticos (ex Conectar Igualdad)».

En otras palabras, menos libros, menos computadoras, menos formación docente, menos ayuda para las escuelas rurales y la enseñanza técnica, menos becas…

En cambio, sí hay más acuerdos entre la cartera nacional y las fundaciones que lavan la cara de las corporaciones a las que representan o que responden a los sectores más retrógrados de la sociedad. Como pasa con la firma del convenio entre el Ministerio de Educación de la Nación con la Fundación Conin, que «busca mejorar las condiciones de educabilidad de alumnos de nivel Inicial de 3 a 5 años» y contribuir así con sus trayectorias escolares. El acuerdo incluye avanzar con las familias, directivos y docentes, a través de encuentros y capacitaciones.

El titular de esta fundación es el doctor Abel Albino, referente del Opus Dei y declarado enemigo de la educación sexual integral en las escuelas, al menos con la perspectiva de derechos, de mirada diversa, con que se construyó esta norma. Es autor de frases tales como «la familia es para educar y procrear», «las relaciones sexuales son una maravilla que tenemos para contribuir a la obra creadora de dios», «la homosexualidad es un problema multicausal» ó «la mujer debe esforzarse por ofrecer al hombre su virginidad tanto física como moral». Como bien tituló una nota periodística reciente sobre este acuerdo, se trata de «Un cruzado en el jardín de infantes» (Página 12, 22 de diciembre).

Las políticas educativas nacionales también contribuyen a la felicidad del sector empresario, por ejemplo con el consenso alcanzado con las provincias para avanzar con la «Secundaria 2030», una reforma para este nivel donde los estudiantes de los últimos años, en nombre de «la capacitación», «la necesidad de insertarse en el mundo del trabajo» o cumplir con «pasantías formativas» pasan a ser mano de trabajo regalada. Cambios para la escuela secundaria que cuentan con el aval de los Ministerios de Educación de las provincias, incluido el de Santa Fe y que fue firmado en la 84º reunión del Consejo Federal de Educación, realizada a principios de diciembre. Otro paso más en la política de los pactos que implementa Cambiemos para llevarse por delante la ley nacional de educación 26.206.

La contracara de este panorama amargo se ve por estos días en la provincia de Santa Fe, con la titularización de más de 2.300 directoras de escuela. La noticia tiene varias aristas para resaltar. Una es la estabilidad laboral para cientos de educadoras en una realidad donde los despidos y la incertidumbre laboral son moneda corriente. Otra es el impacto de calidad que esta renovación tiene para la enseñanza y aprendizaje. A estas titularizaciones se ha llegado por concurso de antecedentes y oposición, pruebas a las que se han presentado más de cinco mil aspirantes.

Y una más, que el hecho les tapa la boca a todos los que se dedican a descalificar al magisterio afirmando que «no quieren poner a prueba su formación» o «se niegan a capacitarse». Para que quede claro: para titularizar en los cargos directivos hay que estudiar, rendir un examen y sacar las mejores notas. A esto hay que sumar que se trata de un logro de las paritarias y que responde al pedido, a la lucha constante del sindicato del magisterio por el derecho a la carrera docente.

Justamente una deuda que la provincia mantiene con la educación privada, que viene pateando para más adelante con tal de no pelearse con la Iglesia y los patrones de esta enseñanza. Una demanda histórica que el Sadop pide se atienda, para que el ingreso y ascenso docente en estas escuelas no sea a dedo, sino con concursos y escalafones como en el sector público. El reclamo es por más calidad educativa.

No son buenos tiempos para la educación argentina. No cuando quienes gobiernan niegan la posibilidad del diálogo —las paritarias nacionales del sector han sido clausuradas— y se lo reemplaza por el palo, las balas y la persecución ideológica. Pasa con todos los trabajadores que defienden derechos conquistados, pasa también con la docencia. Recordemos la imagen propia de las dictaduras de aquellas maestras y maestros golpeados por la policía cuando instalaban la Escuela Itinerante frente al Congreso. O la del accionar impiadoso de la Gendarmería que causó la muerte a Santiago Maldonado y el asesinato por la espalda de Rafael Nahuel.

No son buenos tiempos para la educación, se la castiga, persigue y pretende desprestigiar un poco más cada día. Aún así resiste y persiste como un lugar clave para pensar un horizonte más promisorio.

Fuente de la noticia: https://www.lacapital.com.ar/opinion/otro-mal-ano-la-educacion-n1532280.html

Fuente de la imagen: https://static.lacapital.com.ar/adjuntos/203/imagenes/022/432/0022432572

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La universidad: se reinventa o desaparece

Julián De Zubiría Samper

Los modelos pedagógicos, los sistemas de evaluación: Las bases de la educación superior están llamadas a replantearse, ante necesidades como que el conocimiento impacte en la realidad y esta se entienda desde diversos campos de pensamiento.

Estudié en la mejor universidad del país y pese a obtener la calificación más alta en los tres “Cálculos” que tomé, debo confesar que en dichas asignaturas no entendí ni un solo concepto. Con seguridad, tampoco desarrollé procesos deductivos. Ninguno de los docentes intentó explicar qué le pasaría al mundo sin derivadas o integrales o para qué se utilizaban. Aun hoy, no podría expresar más que una idea deshilvanada sobre lo que es conceptualmente una derivada o una integral. No sé qué función cumplen en las realidades materiales o simbólicas que habitamos. Lo único que tuve que hacer fue estudiar muy intensamente días antes de los exámenes, para no perder el aprendizaje mecánico que alcanzaba.

Obviamente, no tendría que ser así: las matemáticas son una de las construcciones más bellas, artísticas, creativas y profundas del ser humano; pero desafortunadamente en las universidades se convirtieron en un proceso altamente formal, rutinario y mecánico, que produce un tedio impresionante en una mente creativa. Los algoritmos sustituyeron al pensamiento matemático y topológico en el cual han debido convertirse.

Cada vez que pregunté para qué servía lo aprendido, obtuve la misma respuesta: “Usted cree que Cálculo uno no es necesario, pero espere a que llegue a Cálculo dos. Allí comprenderá su importancia”. Mi pregunta era otra: esos aprendizajes mecánicos ¿Para qué servirían en la vida? A pesar de haberme dedicado a la educación, sigo sin respuesta, así los profesores se hayan esforzado en hacerme creer que son muy importantes para desarrollar el pensamiento. En realidad, mentían: Nada que no se comprende puede desarrollar el pensamiento. Nada.

He viajado a casi todos los países de América Latina y trabajado con docentes de decenas de universidades. El problema que detectaba décadas atrás, hoy sigue prácticamente sin ninguna solución. Y no es solo el problema de la enseñanza de las matemáticas atiborradas de algoritmos mecánicos y repetitivos. Casi sin darse cuenta, las universidades terminaron por convertirse en el nivel más tradicional del sistema educativo. En parte, porque el mundo cambió a gran velocidad en las últimas décadas, mientras que las universidades siguen siendo esencialmente las mismas desde hace más de 200 años. En parte, porque en ellas es casi inexistente la reflexión pedagógica. No menos importante, porque presuponen que el problema es de la educación básica y no de ellas, sin comprender que, si en el bachillerato los estudiantes no aprehenden a argumentar, conceptualizar, escribir y leer de manera crítica –como de hecho, así sucede-, necesariamente los primeros semestres tendrían que dedicarse a desarrollar estas competencias transversales. De manera totalmente inexplicable, no realizan consistentemente este trabajo, condición previa al aprehendizaje de las competencias propias de cualquier ciencia.

La universidad actual fue creada desde un presupuesto que actualmente no es aceptado: que había que fragmentar el conocimiento para poder estudiarlo. Al hacerlo, casi inevitablemente, los conocimientos se descontextualizaron y los conceptos, por lo general, terminaron careciendo de historia, época, raíces e integralidad.

Difícilmente encontramos una institución más fragmentada en medio de un mundo tan interconectado. Organizada desde disciplinas artificialmente creadas, nunca aparecieron los momentos de reintegración y reestructuración, que el pensamiento reclama.

Debido a ello, las universidades marcharon crecientemente hacia la especialización y llegaron cada vez a conocimientos más y más particulares. El pensamiento usa conceptos y procesos, lo mismo que estrategias metacognitivas, pero poca información. Lo que hizo la universidad, por tanto, es contrario al pensamiento reflexivo y global. Hoy en día sería imposible responder la gran mayoría de preguntas complejas exclusivamente desde una sola disciplina y sin tener en cuenta la conjunción de múltiples causas, contextos, interpretaciones, procesos y paradigmas. La hiperespecialización, como afirma Edgar Morin, impide ver lo global, ya que lo fragmenta en parcelas; tampoco permite comprender lo esencial, porque lo disuelve. En consecuencia, debido a la estructura fragmentada y disciplinaria, la universidad se concentró en el saber y terminó dejando de lado, el trabajo riguroso y sistemático en el pensar. Eso es fácil de verificar al ver las grandes dificultades que suelen tener los estudiantes para adelantar una tesis de grado, sin que previamente se hubiera trabajado en consolidar sus competencias para delimitar problemas hipotéticos, inferir e investigar.

El fenómeno anterior se agrava, si se tiene en cuenta que casi no existen reuniones de profesores y que cada uno trabaja de manera esencialmente individual; lo que conduce a debilitar los equipos de área y el trabajo inter y transdiciplinario; como también los diseños curriculares por competencias generales, integrales y propias de las disciplinas. El panorama se complica en nuestro medio porque hemos constituido un “sistema” educativo profundamente desarticulado; lo que contrasta con un mundo en el que todo está interrelacionado e intercomunicado.

En un mundo tan flexible e incierto, asombra ver la rigidez y predictibilidad que gobierna el mundo educativo. Bauman se refiere a la “modernidad líquida”, para destacar su característica esencial: su constante cambio. A nivel educativo sucede lo contrario. Mientras semanas antes es imposible saber quién será el próximo presidente del país, en educación los docentes permanecen en las mismas áreas y asignaturas desde su vinculación, casi que hasta la pensión. Se adueñan de las cátedras, como si les pertenecieran. En un mundo en el que predomina por completo la incertidumbre económica, política, científica y social, mantenemos un sistema universitario que pareciera vacunado contra la innovación, la creatividad y el cambio.

La pregunta clave es si en la universidad actual se desarrolla el pensamiento científico o si se enseñan teorías científicas. No parece haber duda: En la gran mayoría de universidades actuales, se enseña ciencia, pero no se enseña a pensar científicamente. Se enseñan las leyes, pero no a pensar jurídicamente. Lo paradójico es que las leyes habrán cambiado cuando se gradúen los jóvenes.

Más grave aún es el problema de la ausencia de formación integral. El trabajo ético y valorativo ha sido prácticamente abandonado. No se incluyen en el currículo los complejos dilemas éticos; no hace parte de las prioridades el consolidar el criterio moral, el conocimiento de sí mismo, la comprensión de los otros, la empatía, la transformación de las maneras de convivir o el desarrollo de la inteligencia intra e interpersonal. El tiempo dedicado a ello es ínfimo. Casi no hay docentes que lo asuman y, sobre todo, no está incluido en los criterios de admisión, evaluación y promoción de semestre, ni de los estudiantes ni de los docentes. Por ello, en el mejor de los casos responde al trabajo marginal de algunos pocos docentes. Lo paradójico es que los empresarios no se quejan de las debilidades en “Cálculo” de los egresados universitarios, sino de su dificultad para trabajar en equipo, comunicarse asertivamente, tener iniciativa, emprendimiento o liderazgo.

Este es el contexto que obliga a las universidades a repensar su naturaleza y su función pedagógica y social. Requerimos que ellas analicen a profundidad el modelo pedagógico, hoy centrado en la palabra del docente y en la vieja y tradicional idea de que a la universidad se debería ir a aprender informaciones y algunos conocimientos, pero no a hacerle preguntas a la vida y a transformar las maneras de pensar y valorar. Estudiar –como decía Freire-, “no es un acto de consumir ideas, sino de crearlas y recrearlas». Pero ello, muy poco se aborda en el actual sistema educativo.

Pensar está relacionado con adquirir conceptos inclusores de manera jerárquica, relacional y organizada; tiene que ver con usar dichos conceptos en múltiples contextos. Por ello, al pensar se procesa y se opera de manera flexible con ellos. Pero también es la manera como planeamos, evaluamos o verificamos nuestros conceptos y procesos; o lo que unas décadas atrás se conoció como metacognición o capacidad para pensar sobre lo pensado. Aun así, muy pocos docentes universitarios definen los procesos de pensamiento que los estudiantes deben poner en juego en el proceso de aprehendizaje; son menos todavía los que cultivan de manera deliberada y sistemática la metacognición, la originalidad y la creatividad. A propósito, ¿Cuántas veces durante su tránsito por la universidad le pidieron ideas originales o que no resolviera una ecuación, pero que indicara diferentes maneras para hacerlo?

Las evaluaciones son uno de los ámbitos menos desarrollados en la universidad. De un lado, porque los docentes llegan a “echar su rollo” sin si quiera realizar diagnósticos que precisen los conceptos y procesos que poseen los estudiantes con quienes va a trabajar; y, de otro, porque no se evalúa a nivel formativo, sino que se califica, tal como expliqué en detalle en una columna anterior. El alumno no pregunta por los aspectos a mejorar, sino si aprobó la asignatura. En lo único que insistiría es que, si en los exámenes universitarios los docentes no dejan sacar apuntes, libros, calculadoras e internet, es porque no son pruebas para pensar.

Los estudios llevados a cabo por Kein Bain en Estados Unidos sobre los mejores docentes universitarios, muestran que, son ellos los que nos impactan de manera más estructural e integral. Los mejores maestros nos enseñan a pensar y favorecen nuestra inteligencia intra e interpersonal. Aun así, muy pocos lo logran.

Paradójicamente, con la gran mayoría de docentes, los estudiantes suelen seguir pensando igual a como pensaban antes de asistir a la universidad.

Excelente que los estudiantes y docentes salgan a la calle a reclamar presupuesto para la educación superior y la ciencia. Sin duda, la educación es un derecho y sin recursos, es muy complejo enseñar e investigar. Sin embargo, ojalá a futuro también salgan para exigir que se replanteen los modelos pedagógicos, los sistemas de evaluación y los currículos universitarios actuales, porque ello, impide el aprehendizaje. Las universidades deben pasar de pensar en la enseñanza a hacerlo sobre el aprehendizaje, que es el verdadero derecho. Si no lo hacen, muy seguramente serán sustituidas por las empresas o por modelos autodidactas. Ojalá no sea muy tarde para ello. La pregunta central que quiero dejar es la siguiente: ¿Cambian los jóvenes que asisten a la universidad sus estructuras profundas para pensar y valorar? Si no lo estamos logrando, seguramente nos hemos equivocado al elegir los modelos pedagógicos, los currículos y las evaluaciones que utilizamos.

Fuente del articulo: http://www.semana.com/nacion/articulo/julian-de-zubiria-la-universidad-se-reinventa-o-desaparece/548839

Fuente de la imagen: https://static.iris.net.co/semana/upload/images/2013/9/9/357063_154739

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Entre un pendenciero y un orate, hay una diferencia

Abelardo Carro Nava

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), “orate” significa o hace alusión a aquella persona que ha perdido el juicio o bien, que es una persona de poco juicio, moderación y prudencia. En este sentido cabe mencionar que dicha palabra, etimológicamente hablando, proviene del Catalán y significa: “loco o ido”; definición que en todo caso, refiere o se asemeja a la concepción que la RAE nos brinda.

Bueno, con seguridad usted se estará preguntando el por qué esta serie de ideas inician aportando dos definiciones sobre una misma palabra: orate. Pues bien, como seguramente habrá leído o conocido, en días pasados el recién nombrado titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Otto Granados – priista de hueso colorado e incondicional del “salinismo” mexicano –, que sustituyó al hoy coordinador de la campaña de José Antonio Meade, Aurelio Nuño, escribió en sus redes sociales un tuit que a la letra dice: “¿Es posible debatir con un orate? ¿Y así sueña con ser una opción? Más allá de sus problemas de senilidad y salud mental, le faltan ideas, argumentos, razones, hechos, datos duros, verificables, y le sobra demagogia, falsedad e inmoralidad” (29/12/2017).

Tuit que por sobradas razones causó polémica entre varios de sus seguidores y no seguidores, entre columnistas y no columnistas, entre políticos y no políticos, vaya, entre todos aquellos que tenemos la posibilidad de preocuparnos y ocuparnos de lo que acontece en el terreno educativo, y no es para menos. Y digo que no es para menos porque como es sabido, un espacio que adolece precisamente de juicio y autocrítica por parte de la autoridad educativa en turno, es precisamente el terreno educativo. Y para muestra un botón.

Desde que inició el sexenio de Peña Nieto, se “vendió” la idea a los mexicanos, de que era necesaria una reforma educativa, misma que durante la gestión de Nuño Mayer, se manejó como una gran “revolución” educativa. Muchos, me incluyo, fuimos escépticos en cuanto al uso de esas palabras: “reforma” o “revolución”; más por su significado que por los alcances que podrían lograrse en ese sentido y vaya, no nos equivocamos.

Por principio de cuentas, debemos y tenemos que reconocer que dicha transformación educativa, nació en lo que pomposamente fue conocido como el “Pacto por México”, es decir, de la unión de una serie de “intereses” de las principales “fuerzas” políticas del país, más que por las verdaderas necesidades y demandas de los mexicanos. La simulación, el maquillaje, la farsa que le siguió después de haber concertado dicha “reforma” – cuyo título fue por demás irrisorio – fue eso, una simulación más que una objetiva y real consulta nacional sobre las necesidades reales de los millones y millones de mexicanos que habitamos nuestro territorio nacional. O, ¿acaso se le preguntó a todas las voces que conforman el inmenso Sistema Educativo Mexicano (SEM)? Y si se les preguntó, ¿qué pasó con sus respuestas y en dónde quedaron? Sí, adivinó usted, con seguridad en un archivero, de esos que también con seguridad hay en la SEP y que son utilizados para resguardar lo indeseable, lo que no es correcto, lo que no corresponde a “la línea”, lo que no es útil. ¿Sabe usted lo que pasó con la propuesta que emanó y fue firmada por cientos de asistentes al XII Congreso Nacional de Investigación Educativa celebrado en la Ciudad de Chihuahua en 2015 y que fue entregada a la SEP para su consideración? Sigo teniendo mis dudas al respecto.

Ahora bien, si de razones, hechos o datos duros y verificables estamos hablando, tal y como lo señala el Secretario, tendríamos que recurrir necesariamente a lo que la investigación ha arrojado y vaya, sobre este terreno hay mucho que decir. De hecho, desconozco el atrevimiento que tuvo Granados al hacer esta afirmación; supongo, que la lucha férrea que su partido está enfrentando para mantenerse en el poder lo llevó a hacer esta aseveración. No obstante, permítame compartirle brevemente unos datos.

El número de personas en situación de pobreza en el último bienio en México, es de 53 millones 418 mil 151 y, por lo que respecta a los que viven en pobreza extrema, éstos suman 9 millones 375 mil 581 (CONEVAL, 2017). Datos duros que me permiten afirmar que buena parte de la población mexicana, no ha gozado precisamente de una política social durante el sexenio peñista y de una calidad de vida que les permita desarrollarse plenamente, tal y como lo mandata nuestra Carta Magna. ¿Estos datos influyen en el terreno educativo? Sin duda, buena parte de los que trabajamos en el magisterio sabemos, que si un niño o niña no cuenta con los elementos mínimos y necesarios para su crecimiento y desarrollo, la escuela y el maestro, pueden hacer muy poco al respecto. Por otra parte, un dato que me parece de lo más pertinente mencionar en estos momentos, es el que el propio Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE, 2017) dio a conocer en ese año; me refiero pues, a los que la prueba PLANEA (plan nacional de evaluación de los aprendizajes) arrojó solamente en educación media superior: “evaluados tanto en matemáticas como en lenguaje y comunicación, la prueba Planea fue aplicada a 117 mil 700 alumnos a punto de concluir el último grado de bachillerato, de 2 mil 300 planteles en todo el país, con resultados reprobatorios”. ¿A quién responsabilizamos de tal embrollo?, ¿a la SEP?, ¿al Gobierno?, ¿a los mexicanos?, ¿a los alumnos?, ¿a los maestros?…. ¿Seguimos con los datos?

Vaya, ser pendenciero es fácil, aceptar (autocrítica) y sustentar los beneficios o males que aquejan al terreno educativo en el país, no lo es tanto. Y no lo digo precisamente porque un servidor se caracterice por ser pendenciero, si entendemos como tal que esta palabra significa que uno es propenso a riñas o pendencias (RAE); no, no lo digo por ello, sino porque pienso que hay muchos problemas que atender en el SEM, como para estar buscando pelea con quién sabe quién en las redes sociales.

Como ciudadano y militante que es Granados, Nuño o cualquier otra persona, es respetable su posicionamiento, como Secretario de Educación, tendría que pensar y repensar su escritura, porque si analizamos lo que la misma RAE nos aporta y que doy a conocer al inicio de estas líneas, el termino que éste empleo para referirse a quién sabe quién, también le aplica, dado que con su tuit demostró poca moderación y prudencia. Obviamente, y para confirmar mi dicho: entre un pendenciero y un orate, hay una diferencia. Uno es Secretario de Educación y el otro… ¿alguien sabe quién es el “otro”?

Tiempo al tiempo.

Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/entre-un-pendenciero-y-un-orate-hay-una-diferencia/

Fuente de la imagen: http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2015/11/Otto-Granados-Roldan-e151189405

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Pertinacia del gobierno en reforma a la educación superior

Diario La Tercera

Es irresponsable que el Ejecutivo intente a toda costa dejar aprobado un proyecto que ha sido objeto de transversales cuestionamientos.

Tras un año y medio de discusión, el proyecto de ley sobre educación superior entró en su fase decisiva en el Senado. Presentadas alrededor de 700 indicaciones -que buscan modificar diversas partes del cuerpo legal-, y a tres semanas del receso legislativo, aprobar el proyecto tras un estudio responsable de cada una de las propuestas de modificación enviadas por el mismo gobierno y los parlamentarios parece difícil.

Definido desde el comienzo por la actual administración como una de sus iniciativas emblemáticas, cuesta entender que la urgencia no haya existido a la hora de elaborar el proyecto -que ingresó cuando ya habían transcurrido más de dos años desde su instalación- o durante el año y medio que lleva en el Congreso.

Si bien el gobierno se ha allanado a ciertas mejoras solicitadas por los distintos actores, por ejemplo, en áreas como la posibilidad que existan contratos entre entes relacionados -tal como se aprobó en el ámbito escolar- y las indicaciones pretenden mejorar ciertos aspectos del sistema de acreditación, de todas formas dista de ser un marco regulatorio moderno, respetuoso de la autonomía de las instituciones y que potencia la diversidad de proyectos educativos.

Asimismo, mantiene los aspectos más polémicos como la gratuidad universal, el sistema único de acceso y elementos que se desprenden de dichas políticas: la fijación estatal de precios tanto para alumnos que son beneficiarios de la gratuidad como para el resto de los estudiantes y del número de vacantes, lo que en último término significa que el Estado tiene un control total sobre cada una de las instituciones de educación superior. O la idea de ampliar el Consejo de Rectores de Chile (Cruch) -en lugar de eliminar los privilegios arbitrarios de los que gozan ciertas instituciones, avanzando hacia una relación meritocrática entre todas las instituciones sin importar su calidad jurídica, año de fundación o adhesión a políticas voluntarias como la gratuidad. Todos estos son planteamientos equivocados y que tendrán profundos y negativos impactos en el sistema de educación superior.

Con todo, el gobierno, al tener mayoría en ambas cámaras puede utilizarla para aprobar, contra el tiempo, una reforma que sigue siendo objeto de cuestionamientos transversales. Si persistiese en esa idea, no debiera descartarse la posibilidad de aprobar separadamente aspectos puntuales de la ley en donde existan coincidencias con la administración entrante. Por ejemplo, en una Superintendencia para el sector, proyecto que presentó en su momento el gobierno de Sebastián Piñera, dejando de lado aspectos más discutidos.

En caso de que el gobierno renuncie a buscar consensos, y apruebe íntegramente el proyecto tal cual está, se producirá el sinsentido de que la nueva administración tenga la obligación de implementar políticas que van en directa contradicción con su programa de gobierno o bien de rectificar leyes recientemente aprobadas. Evidentemente un escenario como el descrito no ayuda en nada a consolidar un sistema de educación superior que dé mayores oportunidades a los alumnos y a la generación de bienes públicos.

Fuente del articulo: http://www.latercera.com/noticia/pertinacia-del-gobierno-reforma-la-educacion-superior/

Fuente de la imagen: https://www.google.co.ve/imgres?imgurl=http%3A%2F%2Fservicios.universia.cl%2Fco

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Ganaba dos mil euros por hacer el trabajo final de carrera de otros

Maria Zuil

Prometen máxima confidencialidad, cero plagios y aprobado seguro, pero su mayor atractivo es acabar la carrera sin tener que hacer absolutamente nada. El mercado negro de los Trabajos Fin de Grado (TFG) –el proyecto que cada alumno debe presentar obligatoriamente al final de la carrera– crece al amparo de los anuncios en internet y de las webs especializadas. Cada vez hay más oferta para los estudiantes que no pueden, o quieren, dar el último paso para conseguir su título universitario y prefieren pagar a terceros.

“Hacemos trabajos a medida”. “Necesitas un TFG”. “Encarga tu TFG”… Una simple búsqueda en internet arroja multitud de opciones y no hay carrera que se escape al fraude académico. Desde proyectos de periodismo a ingenierías, estos portales cuentan con ‘freelances’ especializados en todos los sectores, pero también pueden encontrarse multitud de particulares que se ofrecen a prestar sus servicios a cambio de un sobresueldo.

De 300 a 2.000 euros

Conversación con un particular que se ofrece a hacer TFG de todo tipo
Conversación con un particular que se ofrece a hacer TFG de todo tipo

Este periódico ha hecho la prueba y ha solicitado varios presupuestos. En menos de 24 horas, un particular se ofreció a hacer un TFG de 40 páginas sobre ‘La importancia de la presencia de las PYMES en la red’ por 320 euros. Otro estaba dispuesto a disertar sobre participación ciudadanaen la misma extensión por 1.840 euros. El precio de este incluye además el Powerpoint para la presentación ante el tribunal académico y asesoramiento para prepararla. “Trabajo desde cero, como si fuera mi propio trabajo. Quiero decir que hay gente que ‘vende’ trabajos que en realidad ya están hechos o hace refritos de otros. Yo no”, aclara en un email.

La forma de trabajar es sencilla: solo hay que dar el tema a tratar y un plazo de entrega. A cambio, se comprometen a ir enviando partes para ver el progreso y poder presentar material al tutor de la universidad. En cuanto a los pagos son flexibles: por plazos o tras la entrega del trabajo y algunos aportan muestras de su trabajo como garantía de profesionalidad. Los precios varían mucho en función de los requisitos, la calidad y a quién se pregunte: pueden ir desde los 300 a los 2.000 euros.

A Esther González, una estudiante de Información y documentación le cobraron 120 euros por un trabajo sobre el derecho a la protección de datos. Su “excusa” es que está trabajando en Holanda y su tutor de la Universidad de Granada no era precisamente accesible. “Es muy difícil hacerlo sin que nadie te guíe ni poder consultar material presencial. No sabía ni cómo ni enfocarlo”, reconoce esta granadina.

Si lo presenta en una universidad, se lo queda o lo guarda en un cajón, es problema de la persona que lo solicita

En lugar de acudir a los múltiples anuncios que hay en internet, decidió poner un anuncio sobre lo que necesitaba. Le llegaron varias ofertas y se decantó por la más económica. Pero lo barato sale caro: “Le pedí 40 páginas y me hizo 35, se lo mandé al tutor y me dijo que estaba todo fatal. Y para colmo, cuando le dije si lo podía corregir me dijo que se iba de vacaciones y ya no daba tiempo a presentarlo en septiembre”, explica esta granadina.

En el portal No hagas nada te compensan económicamente si el TFG no cumple su objetivo: aprobar y conseguir los créditos. Sus fundadores, tres amigos de Madrid, lo pusieron en marcha a raíz de su propia experiencia personal. “Para nuestros trabajos nos tocaron unos temas de los que no sabíamos nada, porque en nuestra universidad no los podíamos elegir, así que nos vimos obligados a contactar con especialistas que nos ayudaran”, cuenta Eduardo, que se encarga de la internacionalización del proyecto.

Prueba de un presupuesto en 'No hagas nada'.
Prueba de un presupuesto en ‘No hagas nada’.

Este portal, que lleva como lema “Deja que otros trabajen por ti”, pone en contacto a estudiantes y profesionales, a los que piden el currículum para acreditar sus conocimientos. El precio varía en función del número de páginas, las fuentes consultadas, el idioma o el estilo de requerido para las referencias bibliográficas. A cambio se llevan una comisión y se aseguran de que no haya plagios, el problema más habitual en este tipo de mercado. “Vimos que había esa necesidad y la aprovechamos, de hecho está yendo tan bien que ya lo estamos expandiendo a Italia”, comenta Eduardo, aunque aclara: “No era nada nuevo, en las universidades se ha hecho siempre, nosotros solo lo hemos digitalizado ejerciendo de intermediarios”.

Un sueldo para recién graduados

Carlos es uno de los de la vieja usanza. Empezó a dar clases particulares en su facultad y por el boca a boca acabó haciendo proyectos completos para estudiantes de diseño industrial y de interiores. “Al principio me pedían cosas más concretas, pero de ‘trabajillos’ pasó a llamarme gente para hacerles el proyecto entero: desde la idea a redactar la memoria… Todo”, explica. Cobraba el precio de una tutoría, 15 euros la hora, y podía llegar a sacarse unos 2.000 euros por cada proyecto, que compaginaba con sus estudios de máster. “Me lo tomaba como un trabajo para ganar dinero mientras estudiaba”.

Hice el proyecto de una chica que tuvo una crisis nerviosa y el psicólogo le dijo que no tocase el proyecto

Arquitectura es la carrera donde más se ha expandido la picaresca por la dificultad y el estrés que acarrean los proyectos finales a los estudiantes. También es donde sale más caro: cada lámina ronda los 1.000 euros y la media de un proyecto son 12 láminas. Hagan cálculos. Pedro Arnanz estuvo un tiempo trabajando en un estudio de arquitectura donde ofrecían este servicio: “Venía mucha gente de la privada, que está acostumbrada a pagar mucho dinero por la carrera y les compensa. Por ejemplo, yo hice el de una chica que tuvo una crisis nerviosa y el psicólogo le dijo que no tocase el proyecto, así que se encargaba su padre de todo y yo me las ingeniaba como podía. También hay gente que está trabajando ya y no quiere tener que ocuparse de esto, pero no todos externalizan el proyecto entero, algunos contratan solo unas láminas”.

“Las carreras más demandadas son las ingenierías y enfermería por la dificultad y el tiempo que suponen”, cuenta Tomás Ángel, coordinador de Atención al Cliente de TuTFG, una empresa alicantina en la que trabajan cerca de 15 personas en plantilla y otros 70 ‘freelance’ de todas las áreas. Sus precios rondan los 700 euros y presumen de que sus trabajos se han presentado en universidades de toda España, tanto públicas como privadas: la Complutense, la Europea, la de Barcelona, la Carlos III o la de Vic. También hacen proyectos final de máster y tesis doctorales. Sin embargo, advierten que ellos no se meten en dónde van a parar los materiales que preparan, redactan y hasta maquetan: “Nosotros sólo hacemos el proyecto y le cobramos al alumno por la propiedad intelectual y el honorario del que redacta. Si lo presenta en una universidad, se lo queda o lo guarda en un cajón, ya es problema de la persona que lo solicita”, reconoce. Desde ‘No hagas nada’ defienden la misma postura: “No somos responsables de lo que haga la gente”. De hecho, dicen recomendar que los trabajos no se presenten a una institución, a pesar de las continuas referencias a los TFG de su página web.

El proceso de solicitar un TFG en 'TuTFG', similar al de otras empresas. (tutfg.es)
El proceso de solicitar un TFG en ‘TuTFG’, similar al de otras empresas. (tutfg.es)

Difícil de probar

Detectar un trabajo comprado es complicado para los profesores al tratarse de trabajos originales. “Con los plagios es más fácil porque utilizamos programas para compararlos con otras publicaciones. Uno comprado puedes intuirlo por la calidad o por defectos, pero tampoco hasta el punto de dudar de un alumno”, reconoce Guillermo de Haro, profesor de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Carlos, que ahora es profesor, apela a los conocimientos del tribunal de evaluación sobre el alumno: «Me cuesta creer que, si el profesor al que se lo presentas te ha visto en clase, se crea que de repente haces un trabajo excepcional». Sin embargo, no siempre estos tribunales están compuestos por docentes que conocen el expediente del estudiante.

Antonio Fernández, profesor de Derecho y Ciencia Política en la Universitat Oberta de Catalunya cree que la compra de TFG no es tan habitual como por ejemplo, las tesis doctorales, donde asegura que está más extendido. “Es algo residual, porque no tiene sentido pagar esas cantidades, y si pagas poco no va a ser bueno, por lo tanto tampoco lo vas a querer”, explica. Este profesor considera que presentar un trabajo como propio cuando no lo es constituye un plagio aunque sea un texto original. “Este tipo de prácticas son un fraude por más que los anuncios lo intenten vestir como un intercambio económico fruto de la necesidad y de la oferta y la demanda”, razonaba en su blog.

Aunque a Esther la conciencia no sea lo que le reconcome, tiene claro que no va a repetir la experiencia de dejar su último trámite universitario en manos de terceros. “Sé de gente que le salió bien, incluso con buena nota, pero no quiero volver a arriesgarme y en esta convocatoria lo haré yo misma”, se sincera.

*Los apellidos omitidos en este artículo responden a una petición expresa de los entrevistados.

Fuente del articulo:https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2017-10-01/mercado-trabajo-final-carrera-grado-plagio_1452296/

Fuente de la imagen:https://www.ecestaticos.com/imagestatic/clipping/716/d5c/716d5cc03d8f6bd44a9f01308a0ff413/gana

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