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Argentina. Reforma de la formación docente

Roberto Rodríguez

Durante el siglo pasado Argentina fue el ejemplo latinoamericano del desarrollo y calidad de un sistema educativo. Mucho antes que en otras latitudes de la región, se consiguieron en ese país niveles más que aceptables de cobertura en todos los tramos del sistema, se lograron adelantos pedagógicos de vanguardia, y la calidad de la educación básica, media y superior era ampliamente reconocida.

Entre otros aspectos, Argentina consiguió, con notable anterioridad temporal a los demás países latinoamericanos, controlar el analfabetismo. En los años sesenta la población de mayores de quince años sin capacidad para leer y escribir era menor a diez por ciento, cuando el promedio regional se ubicaba en más de una tercera parte del total. Hacia el año 2000 el analfabetismo se había reducido a tres puntos porcentuales, nivel correspondiente al de los países de mayor desarrollo. En el otro extremo de sistema, Argentina produjo en el siglo XX nada menos que cinco premios nobel, tres de ellos en disciplinas científicas. En América Latina esa es la mayor cantidad de galardonados nobel.

Al día de hoy el panorama es distinto. Aunque se conservan los grados de cobertura previamente alcanzados, lo que implica la efectiva universalización en la educación básica y uno de los mayores niveles de escolarización superior en el continente, varios indicadores hacen notar deterioros de calidad. Por ejemplo, en la prueba PISA de la OCDE los resultados de ese país han sido inferiores a los de otros países de la región. En la más reciente aplicación (2015), en que fue medido del desempeño de estudiantes de 15 años únicamente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA), se tuvieron resultados inferiores a los de Costa Rica, Uruguay y Chile en lectura, y a los de Uruguay y Chile en matemáticas.

Se destacan también serios problemas de financiamiento al rubro educativo, tanto en el plano nacional como en el correspondiente a la capital, así como de infraestructura en todos los niveles del sistema. Medido en términos reales, el salario docente ha venido disminuyendo y las condiciones laborales de la profesión también se han deteriorado. Producto de lo anterior, en los últimos años la movilización del magisterio, sobre todo en la CABA, ha desencadenado un ciclo de protestas y conflictos que cuestionan no solo la política laboral docente, sino también las propuestas de reformas.

En ese marco, en noviembre de este año las autoridades de la ciudad dieron a conocer los rasgos generales del Plan de Transformación Educativa que se proponen instrumentar en los próximos años. Parte del proyecto consiste en generalizar y profundizar las iniciativas en materia de educación de los últimos dos años. En primer lugar, el programa de mejoramiento de infraestructura, que incluye la construcción de nuevas escuelas y el equipamiento de las existentes, y en segundo una serie de proyectos relacionados con el uso de medios y tecnologías digitales.

Se anunció, además, una iniciativa de reforma de los planes de estudio del bachillerato (en Argentina educación secundaria), que ya comentamos en estas páginas, cuya principal novedad consiste en la implementación de estancias laborales durante el último semestre lectivo. Por último se indicó la voluntad del gobierno local de reformar las instituciones y los procesos de formación del magisterio.

Al anunciar el proyecto, el jefe de Gobierno de la CABA, Horacio Rodríguez Larreta, indicó que se trata de “crear una universidad pública y gratuita para la formación docente porque creemos que la capacitación es clave para el futuro de los chicos. Es un proyecto que enviaremos a la Legislatura porteña para su discusión. Hacia 2024, la propuesta es que hayan egresado 5,000 alumnos.” Pero no dio mayores detalles sobre su contenido y propuesta de implementación (véase nota).

No obstante, hace una semana ingresó a la legislatura porteña una propuesta del ejecutivo local, según la cual “se concentra la formación docente de gestión estatal de Capital en la universidad que, como toda alta casa de estudios del país, gozará de autonomía académica e institucional y de autarquía económica financiera y administrativa. La universidad estará en la órbita del ministerio de educación porteño. Tendrá un rector designado por el poder ejecutivo de la Ciudad, que será quien conduzca el proceso de formulación y reconversión del proyecto institucional y académico.” Es decir, se prevé que el conjunto de institutos de formación docente, normales superiores y especiales, que suman 26 instituciones públicas en la ciudad, se centralice en una nueva entidad: la Universidad de Formación Docente de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con la sigla UniCABA (véase iniciativa).

En la iniciativa de ley constitutiva se indica que la nueva institución articulará la formación docente inicial y continua, que tendrá funciones de docencia, investigación y difusión de rango universitario, y que contará con facultades para el diseño e implementación de sus propios planes y programas de estudio. Se pretende aprobar la norma este mismo año y comenzar a funcionar el que entra. Pero el gremio docente no ha recibido bien la noticia. Principalmente porque no fue consultada con los maestros, pero también por los riesgos que presenta la desaparición de las 26 instituciones públicas existentes, con una larga tradición en su campo de especialidad. Habrá que ver si el proyecto logra convencer al profesorado, o si más bien abre un nuevo frente político de batalla.

Fuente del articulo: http://www.educacionfutura.org/argentina-reforma-de-la-formacion-docente/

Fuente de la imagen: http://www.educacionfutura.org/wp-content/uploads/2017/12/marcha-paro-maestros-argentina-foto-milenio_MILIMA20170

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Reconstrucción crítica de la subjetividad en la educación de la niñez

Por: Iliana Lo Priore.

Para contribuir a una metódica del análisis de las reformas y políticas educativas, en particular para la educación inicial, deseo señalar las determinaciones de base  que reivindica Guattari (1996), que preconfiguran las disposiciones subjetivas en los niños y las niñas, y sobre las que actúan el entorno sociocultural (entre estas, los variados dispositivos tecnológicos digitales) y la cultura escolar:   las semióticas asignificantes y las significantes que constituyen desde los primeros años de edad a los individuos y preconfiguran sus disposiciones posteriores como, por ejemplo, las de aprender escolarmente.

Él utiliza las categorías de semiótica asignificante y semiótica significante para tratar los componentes semióticos que contribuyen a producir la subjetividad, teniendo en cuenta la obra de Stern (2005), El mundo impersonal del infante.  En esta obra, la subjetividad pre-verbal se expresa a través de semióticas simbólicas asignificantes en una relación problemática y complicada con la máquina social lingüística o semiótica significante.  Esa subjetividad pre-verbal, pre-cognitiva o pre-individual, que subyace a todos los modos de subjetivación, es encubierta e ignorada.  Antes de la adquisición del lenguaje, los niños y niñas construyen activamente formas de percibir, de expresarse y de experimentarse a sí mismos en el mundo por medio de una semiotización no verbal diversificada y diferenciada.

El texto de Stern (ob.cit.), socava la supuesta unidad del sujeto al enumerar la multiplicidad de “sis” o “yoes”, de relaciones y de afectos pre-verbales que lo constituyen.  Él distingue tres sentidos de sí.  Un sentido de sí emergente, de sí nuclear y de sí intersubjetivo que preceden la aparición del sentido de sí verbal.  El sentido de sí, en los tres primeros casos, no significa un concepto de sí, ni un conocimiento de sí, ni una conciencia de sí ya que esas experiencias no son traducidas o expresadas por el lenguaje, la conciencia o la representación.  Los distintos sentidos de sí, anteriores al sentido linguístico de sí, no constituyen etapas pero si son niveles de subjetivación o vectores de subjetivación no verbales que se manifiestan en el transcurrir de la vida de manera paralela con el habla y la conciencia.

La relación consigo mismo presupone un posicionamiento que es existencial o afectivo antes de ser linguístico o cognitivo, y que es el centro de la subjetividad. Más aún, es a partir de ese núcleo asignificante que podrá haber significación y lenguaje.  Este asunto tiene implicaciones importantes para nuestros planteamientos ya que sobre esa subjetividad asignificadora que perdura a lo largo de la vida, actúa el emplazamiento alienante del poder-saber y tecnológico digital para “ser” o “estar” en el mundo, que trata de manipular los afectos, las percepciones, los ritmos, los movimientos, las duraciones, las intensidades y otras semióticas asignificantes.  Actúa tratando de controlar y modular los efectos de subjetivación y des-subjetivación.

Una estrategia para neutralizar, ordenar y normalizar o disciplinar la acción de las semióticas simbólicas y asignificantes de la inquietud de sí por ser-estar-en-el-mundo, que exceden o contrarían las significaciones dominantes en la escuela, provenientes de otros contextos socioculturales socializadores, consiste en jerarquizar las representaciones y los significados escolares sobre aquellas (las sensibilidades ante el entorno).

La subjetivación asignificante o afectiva funciona fuera de la conciencia y expresa la matriz existencial desde la que se asimilan las experiencias a partir de las cuales surgen pensamientos, formas percibidas, actos identificativos y sentimientos verbalizados.  Es un reservorio en el cual toda experiencia creativa puede prosperar.  Asimismo, todo acto de aprendizaje en última instancia, depende del sentido de sí emergente en los meses iniciales.

Guattari (1996) indica que es desde estas subjetividades de sí articuladas como universo protosocial, de carácter pre-verbal, que son adquiridos los caracteres familiares, étnicos, de clase, etcétera, a modo de inconsciente cultural por medio de la comunicación contigua, es decir, el habitus, el código sociocultural y las disposiciones duraderas del carácter que forman la identidad, y en definitiva, la inquietud de sí por ser-estar-en-el-mundo de manera sensible.

El habitus, categoría propuesta por Bourdieau (1977), define las relaciones entre las disposiciones y tomas de posición en los individuos a partir de las determinaciones que produce su origen de clase social.  Las estructuras sociales objetivas preexistentes predisponen las conductas en tanto estructuras de percepción, pensamiento y acción en el mundo sociocultural; esto es el habitus, estructuras estructurantes “heredadas” por transmisibles y reiterables en un contexto dado, de disposiciones perdurables en los sujetos. Es un haber histórico o “biográfico” de los individuos o grupos, un acumulado sociocultural hecho ser o corporeidad.   A diferencia del código, con el que guarda también semejanzas, concepto incorporado por Bernstein (1998), que refiere a la gramática seleccionadora e integradora subyacente y reguladora de la orientación prevaleciente de los significados relevantes, las formas de su realización y los contextos evocadores en los individuos (el sentido), adquiridos tácitamente según su procedencia sociocultural familiar y de clase social.

Ambos conceptos, inciden en la constitución subjetivadora e individuante de las identidades personales y grupales o comunitarias como identificaciones con valoraciones, concepciones, creencias, normas, representaciones, etcétera, que permiten reconocer y reconocerse a las personas en su singularidad social, y como disposiciones adquiridas y posicionamientos duraderos del carácter ante sí, ante los otros y ante el mundo o entorno (ser-estar-en-el-mundo).  Aunque las disposiciones duraderas del carácter que identifica a los individuos perduren, no son invariables, ya que, de acuerdo con Ricoeur (1996), la identidad, a través de someterse a su despliegue narrativo como modalidad reflexiva de sí, –identidad narrativa–, puede sufrir variaciones al restituirle el relato su movimiento retrospectivo y reinterpretativo de sus experiencias, permitiéndole así a los sujetos la reapropiación personal de su historicidad en el mundo.

Estos condicionamientos del  habitus, del código y de las disposiciones adquiridas que configuran las identidades,  son imprescindibles para comprender  la actuación de la inquietud de sí por ser-estar-en-el-mundo frente a los emplazamientos de las TICs y el escolar del poder-saber para “ser” al tratar de imponer ideológicamente su instituida cultura hegemónica, que igualmente responde a concepciones y representaciones   clasistas de los grupos  sociales dominantes y hegemónicos en la sociedad, y que provocan el desencuentro y la confrontación socioeducativos  causantes de renuencias y resistencias en los comportamientos estudiantiles al no reconocerles su condición ético-cultural dignificadora diferente.

Después de haber expresado nuestras consideraciones respecto a la dialéctica de la inquietud de sí por ser-estar-en-el-mundo, y del emplazamiento tecnovirtual y tecnoinformacional, y escolar del poder-saber para “ser” sobre los niños y niñas, queremos cerrar señalando una posibilidad de acción liberadora, de reforma y política educativa (micropolítica de acciones proyectadas y realizables), para contrarrestar los efectos de las acciones de poder de la gubernamentalidad escolar.

Creemos que es posible inscribir la inquietud de sí por ser-estar-en-el-mundo en el contramarco de la reconstrucción crítica de la subjetividad alienada o del cuidado de sí foucaultiano, favoreciendo el desarrollo y afianzamiento trascendente de las semióticas asignificantes en los niños y niñas ante la prevalencia del poder que desea imponerles su neutralización de las semióticas significantes, por vía de los agenciamientos colectivos de enunciación o agenciamientos autopoiéticos (Lo Priore y Díaz, 2016). Haciendo prevalecer su enunciación plural o múltiple a través del despliegue de su sensibilidad con experiencias pedagógicas o educativas densas que así medien la resignificación y la representación del mundo, de los demás y de la presencialidad de sí mismos para ser-estar-en-el-mundo sentidizadoramente desalienados.

Agenciamientos que reflexiva y satisfactoriamente corroan las subjetivaciones de poder interiorizadas como   significaciones y representaciones sujetantes dentro de sí (semióticas significantes), hasta donde sea realizable como experiencias de “conversión”.  Sin creer que se puede hacer coincidir plenamente el sí mismo consigo mismo, pero que gratifican y potencian placenteramente el deseo reiterable de emancipación que se manifiesta al renombrar el mundo o de resignificar lo significado para cambiarlo (semióticas asignificantes y contrasignificantes), cuando se sentidiza que no se debe ser objeto de poder, sino ser sujetos con poder de transformación de sí y de la sociedad para ser-estar-en-el-mundo.

* ilianalopriore11@gmail.com

Referencias

Bernstein, B. y Díaz, M. (1985).  Hacia una teoría del discurso pedagógico. Revista Colombiana de educación. N° 15, 105-152.

Bourdieu, P.  (1977).  La reproducción.  Barcelona: Editorial Laia.

Guattari, F.  (1996).  Caosmosis. Buenos Aires: Manantial.

Lo Priore, I.  y Díaz Piña, J. (2016). Agenciamiento Autopoiético y Colectivos de Enunciación en Educación.  15/10/2016. En http://otrasvoceseneducacion.org/archivos/177450.

Ricoeur, P.  (1996).   Sí mismo como otro. Madrid: Editorial Siglo XXI.

Stern, D.  (2005).  El mundo interpersonal del infante. Buenos     Aires: Editorial Paidós.

 

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Elogio de la investigación educativa

Por: Alberto Sebastián Barragán.

A finales de noviembre se reunió el máximo circuito de investigación educativa de nuestro país, con motivo de llevar a cabo el XIV Congreso Nacional de Investigación Educativa, en San Luis Potosí. Este evento congrega a una gran cantidad de científicos que han tenido una larga trayectoria en el campo de la investigación educativa, quienes a través de sus producciones académicas han aportado, en mayor o menor medida, beneficios a la educación como sector de transformación, que se dirige en búsqueda de la justicia social.

Cabe señalar que el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE) se fundó en 1993, con la finalidad de reunir a las personalidades de la más alta calidad en la investigación educativa, promover la creación, acumulación y difusión de conocimientos, generar grupos y redes de investigación, establecer nodos entre investigadores e instituciones, impulsar y profesionalizar a la comunidad de investigadores. El COMIE ha delimitado y fortalecido el campo de la investigación educativa; ha consensado las áreas temáticas que componen los estados del conocimiento que se actualizan cada diez años. Sin duda, es una de las instancias más sólidas que tenemos en materia científica y académica.

En la larga trayectoria de la investigación educativa se han presentado varias versiones bianuales del Congreso, y publicaciones con reconocimiento en otras instancias científicas y educativas, nacionales e internacionales. A pesar de no contar con una sede específica, se construyen sitios efímeros de apropiación. Cada congreso es un viaje al conocimiento vivo, de escuchar y dialogar con los autores de las obras que se dan sustento a la tarea educativa en todas sus acepciones. Justo como lo ha descrito cabalmente Larissa Lomnitz, los congresos científicos son rituales sociales.

El primer día, es un rito de iniciación. Antes del Congreso de Investigación Educativa, se dan cita los estudiantes de posgrado y tesistas, que muestran sus avances en investigación educativa. Luego que inicia el Congreso, aparecen las conferencias magistrales, simposios, presentaciones de libros, carteles y ponencias. Todo el congreso, en todo momento tiene juegos de lenguaje, tótems de cosmovisión, reiteración de mitologías, manejo de herramientas, apropiación de identidad… En los paneles y mesas, se remarca el papel de sacerdotes, rituales y jerarquías.

Todos los congregados pertenecen a instancias académicas de diferente linaje, públicas y particulares, provienen de distintos de puntos, han recorrido diferentes rutas académicas que les han llevado a recibir diferentes grados de reconocimiento en distintos claustros; los que han sido vigilados por la policía epistemológica, los beneficiarios del mecenazgo del CONACYT, los intelectuales de pie, los freelance, todos los que tienen el pretexto y la posibilidad de acudir al magno evento.

Los días del Congreso se convierten en un lugar privilegiado, porque el evento académico se convierte, en una especie de piso parejo en el que se relacionan los individuos, los grupos y las redes, en nombre de la investigación educativa. Reunidas tantas personalidades en el mismo lugar, se aprovechan los tiempos libres para concertar otras reuniones de grupos e intereses, académicos y de otro tipo. La Investigación Educativa es una microsociedad. Lo que hay ahí dentro ya lo conocemos con otros nonmbres y ejemplos… hay de todo. El sociólogo francés Pierre Bourdieu se confesó un poco asustado, por lo que encontró en el análisis de la ciencia, y de las prácticas de sus usuarios. Y no es para menos. Justo como en toda sociedad, hay grupos de poder y élites. Hay una ley del más fuerte, y nuevas formas de exclusión.

La realización de los Congresos de Investigación Educativa es necesaria y motivadora. Esta era del conocimiento, demanda que las  sociedades atiendan el riesgo y la volatilidad de la ciencia, que sustenten sus actividades en el conocimiento que se ha generado y consolidado por tanto tiempo. El sector educativo paradójicamente presenta síntomas de desvinculación entre la investigación y las acciones que se realizan en los niveles educativos, desde básica, media superior y superior. La última reforma educativa presentó guiños de investigación, extranjera en gran medida, y poca presencia de los trabajos que han desarrollado las instituciones mexicanas.

En la política sobre educación que han impulsado los últimos gobiernos, han sospechado la necesidad de incluir instituciones de investigación educativa, más como entidades legitimadoras que como soporte de las acciones de cada gobierno. El lema del último congreso del COMIE, era: “Aportes y desafíos de la investigación educativa para la transformación y la justicia social”. Si volteamos a ver nuestra realidad, podríamos pensar en que no está trascendiendo la investigación educativa. La investigación educativa habla por sí misma. A pesar de la solidez mencionada, hace falta difusión y aplicabilidad. Pero no todo depende de la investigación. En este binomio de Política y Ciencia, Max Weber nos había legado una postura sobre las implicaciones de la tarea científica y su relación con la política. Una forma de ilustrar esta desvinculación, es esta pobreza de reforma educativa, que además de moribunda, poco a poco queda más abandonada.

Fuente del artículo: http://www.educacionfutura.org/elogio-de-la-investigacion-educativa

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Para 2018, un pacto educativo

Por: Gilberto Guevara Niebla. 

En esta primera fase del debate político-electoral hacia 2018 es perceptible la pobreza de ideas y la superficialidad con que se abordan los problemas nacionales. Cuando se abordan. En educación no hay nada nuevo: se recurre a lugares comunes que a veces incluyen algunas propuestas absurdas, desconectadas de la realidad.

La educación es quizá el principal problema de México. Si asumimos que estamos viviendo una grave degradación en nuestra convivencia y que sus síntomas inocultables son la violencia, la ilegalidad, la impunidad, la corrupción y la irritación social, etc. no cabe duda que la educación es el principal factor para combatir, de fondo, estos males cuya presencia desmoraliza a todos.

Si, por otro lado, admitimos que son la pobreza y la desigualdad el sustrato estructural de los males que antes mencioné, no hay duda que la educación es la adecuada respuesta que se debe dar. Si elevar la productividad será el disparador de nuestra economía, ¿quién lo duda?, la clave la tiene la educación.
Pero, por otra parte, la educación es una maquinaria gigantesca, burocrática, ineficiente, que rinde resultados muy pobres. En su estado actual, no tiene capacidad para cumplir sus grandes tareas —hecho dramático que debería alarmarnos a todos.

Pues todos sabemos que, de alguna manera, nuestro destino colectivo está atado a la educación. Lo que la educación reclama es una acción de Estado decisiva, de largo plazo y de gran calado que convoque a todos los mexicanos a realizar un esfuerzo extraordinario para apoyarla.

Una acción de ese tipo no será nunca producto de la voluntad aislada de un partido político o un grupo de partidos. No, lo que se requiere es que todos los partidos políticos, sin excepción, se pongan de acuerdo para diseñar y echar a andar una estrategia ambiciosa en materia educativa.

Esa estrategia debe partir de movilizar a la sociedad en apoyo de la educación. Sería una cruzada. Empresarios, trabajadores, intelectuales, académicos, profesionales, comunicadores, organismos de la sociedad civil, asociaciones de padres de familia, sindicatos de profesores, deben ser convocados a actuar en favor de la educación.

Que todo mundo hable, se informe y discuta sobre educación; esto sería darle a la educación el lugar que le corresponde. Enseguida, sería necesaria una reforma fiscal significativa que permita al Estado dedicar un porcentaje mayor de dinero al rubro educativo pues, es bien sabido, falta mucho dinero en educación.

No se pueden negar los esfuerzos realizados en los últimos años en infraestructura escolar, pero las evaluaciones del INEE revelan que en esta área es mucho lo que todavía se necesita hacer (ECEA 2016 Y EVOE, 2017). Pero lo más importante es elevar la condición salarial de los maestros: no puede haber buena educación mientras los docentes vivan con carencias y angustias de orden material.
Se necesitará enseguida enfrentar la tarea de reconstruir la esfera de gestión del sistema educativo, dentro de la perspectiva de edificar un auténtico sistema federal, de tal forma que haya progresivamente menos centralismo y entidades federativas con mayor capacidad de decisión en educación.

Todo esto obliga a una reingeniería que tome en cuenta experiencias anteriores y que no pierda de vista la condición desigual y diversa de los sistemas educativos locales. El gobierno federal debe crear un mecanismo institucional poderoso para apoyar activamente el desarrollo de la educación en los estados más débiles. He aquí los primeros elementos para un programa de acción posible y deseable, si se piensa seriamente en el tema educativo.

Fuente del artículo: http://www.educacionfutura.org/para-2018-un-pacto-educativo/

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Y Nuño se fue, así como si nada…

Por: Abelardo Carro Nava.

Si por un momento llega a pasar por la mente de Aurelio Nuño, que su gestión al frente de la Secretaría de Educación Pública (SEP), se caracterizó por ser una de las más importantes y trascendentales en la historia de nuestro país, se equivoca. Y se equivoca porque en los hechos, no hizo nada que la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE), o lo que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) u otros organismos internacionales, le hayan mandatado. ¿Cuál es el logro de su administración?, ¿la implementación de un “nuevo” modelo educativo que todavía ni se implementa porque debemos esperar al 2018 cuando las elecciones presidenciales hayan pasado?, ¿la evaluación punitiva al desempeño docente que, como sabemos, evalúa parcialmente el quehacer educativo del maestro?, ¿la emisión de una convocatoria para todo aquel que deseara ingresar al servicio profesional docente lo hiciera aun sin contar con la preparación y/o conocimientos pedagógicos y didácticos?, ¿la sumisión de un Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) a través de la abnegación y entrega total de su líder, Juan Díaz de la Torre que, cual charro pendenciero, sigue respaldando la reforma y al Partido Revolucionario Institucional (PRI)?, ¿la “supuesta” desaparición y/o control de una Coordinación Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en los estados en donde su presencia está más viva que nunca?, ¿la denostación y agresión de la que fuimos objeto miles de maestros a través de los constantes discursos que una y otra vez emitía desde su oficina?

No, Aurelio Nuño no fue un hombre reformador y revolucionario y, mucho menos, transformó la educación en México. El único mérito que tuvo para ocupar la silla de Vasconcelos, fue ser amigo de Peña Nieto, y aún lo es. Qué curioso, en el medio educativo durante dos años y medio, se nos repitió hasta el cansancio, que el mérito era fundamental para crecer en el Sistema Educativo Mexicano (SEM) y, para ello, la evaluación se convirtió en la supuesta piedra angular del mismo; irrisoriamente, este ex Secretario ni fue evaluado, ni rindió cuentas, ni tuvo otro mérito para ocupar el encargo que el que ya he expresado.

Sí, al parecer las luces, los reflectores, las cámaras y toda la parafernalia a la que nos tenía acostumbrado este personaje, quedaron atrás. Las visitas a las escuelas de los diferentes niveles educativos en las que se dejaba apapachar y consentir, además de tomarse la foto con los alumnos y uno que otro maestro, pasaron a formar parte de esta gris y lamentable historia, más como un hecho anecdótico que como mero logro de gobierno o… ¿qué fue lo que logró con estas visitas?, ¿cuál fue el sentido de las mismas si no visitó aquellas en las que la “miseria educativa” se vive, y todo por la toma incorrecta de decisiones políticas?

La simulación, el maquillaje y los discursos pomposos que hablaron de una realidad muy diferente a la que viven millones de mexicanos que asisten a recibir clases en alguno de los niveles educativos, también, ya son parte de un pasado que, por más que se diga lo contrario, no queremos volver a repetir.

Otto Granados, ex Subsecretario de Planeación, Evaluación y Coordinación de la misma SEP, es el nuevo titular de la dependencia. ¿Su mérito? Ser un incondicional de la línea salinista. Otra vez el mismo cuento, la misma historia.

En sus más recientes declaraciones, este exgobernador de Aguascalientes, aseguró que le dará continuidad al trabajo realizado por su antecesor. Claro, no podía ser de otra forma ni de otra manera, las elecciones presidenciales están cada día más cerca, y la SEP echará a andar toda su maquinaria para que el PRI no pierda la Presidencia de la República. Con seguridad, muchos maestros y maestras, que fuimos agredidos por la implementación de una “reforma educativa” a través de una LGSPD, ahora nos convertiremos en sus “amigos”, en sus “aliados”, en el “motor” de su crecimiento. Basta con ver lo que el líder nacional del Partido Nueva Alianza (el partido de los “maestros”) está tramando con Meade y Nuño rumbo al 2018.

Las escuelas afectadas por los sismos del pasado 7 y 19 de septiembre, pueden esperar, aunque se dice, que ya están siendo atendidas como debiera. Los problemas de diversa índole que prevalecen en escuelas multigrado o unitarias, así como los que enfrenta la educación secundaria, son parte de ese conglomerado de “situaciones fortuitas” que tiene que ir solventado el propio SEM.

Las escuelas rurales e indígenas, que por años se han mantenido en el olvido, seguirán durmiendo el sueño de los justos políticos. Las escuelas normales, sobre todo las rurales, continuarán en esa vorágine que la misma política educativa impone, más como un mero asunto remedial, que como parte de una verdadera mejora en la formación inicial de los docentes. En este sentido cabe mencionar, que la formación continua del profesorado, tendrá que esperar. Y tendrá que esperar hasta que el momento electoral haya pasado.

El panorama es pues, poco alentador. Las condiciones políticas, económicas y sociales, que se viven no solo en México, sino en el mundo entero, nos recuerdan aquel sabio adagio que a la letra dice: del dicho al hecho, hay mucho trecho; y es cierto.

En los próximos meses, seremos testigos de una lucha encarnizada por el poder. Ese poder que hasta el momento ha traído desesperanza e incertidumbre a millones de mexicanos que hoy día se encuentran en una lastimosa clasificación: pobreza y pobreza extrema. Esto es así, simple y sencillamente, porque para los políticos, nada vale el esfuerzo que cada maestro, cada padre de familia o que cada ciudadano realiza en cada uno de los espacios en los que se desenvuelve. No, para ellos nada de eso vale, el voto es lo que cuenta, y para ello, se gastarán millones de pesos que bien podrían ser destinados para atender los grandes problemas educativos.

Sí, es momento de dar vuelta a la página. El momento de Nuño ha terminado. No obstante, no debemos olvidar que este gobierno, con garrote en mano y sin ningún tacto pedagógico y, mucho menos político, pretendió cambiar lo que con políticas erradas no se puede cambiar.

La fuerza de la educación está en los maestros, eso lo tengo claro. Y quiero pensar, como un sano deseo, que éstos no olvidarán tales afrentas el día que emitan su voto el próximo año.

Tiempo al tiempo.

 

Fuente artículo:  http://www.educacionfutura.org/y-nuno-se-fue-asi-como-si-nad

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Un análisis sobre educación, tiempo y lenguaje

Por Carlos Skliar.

La educación como una forma de conversación que pone en discusión la cuestión del poder en el lenguaje y el saber transformado en conocimiento actualizado. Estas narrativas incómodas abren la pregunta en la actualidad por la otredad y por el escape a cualquier proceso de normalización.

La formación frente a la aceleración del tiempo

Un sigiloso pero repetido resquemor recorre las aulas, los gabinetes, los pasillos y los extra-radios de las universidades, y quien desee detenerse en ese secreto a voces puede escuchar con claridad cierto agotamiento de un sistema que por asumirse como naturalizado o simplemente crear conductas de extrema adaptación no deja de llamar la atención y sorprender en su propio artificio: la sensación de que las “altas casas de estudio” solo son capaces de conservar su pretensión de altura (de jerarquía de personas, grupos y autorías, de separación con la polis), pero parecen haber perdido tanto su carácter de casas (hogares, atmósferas, micro-climas de acogida y hospitalidad) como también, y más aún, de ser sitios de estudio, es decir, de poner en juego aquel ejercicio solitario y silencioso del gesto de percibir, pensar, leer y escribir que luego se convertiría en comunitario a propósito de publicar –hacer público– y de conversar sobre tales políticas de lo percibido, lo pensado, leído y escrito.

Las razones de este desapego son tan variadas que el intento por desentrañar sus causas puede ser una tarea ciclópea, y aún así inmensamente virtuoso para poder comprender un estado actual reñido mucho más con la híper-productividad, el hartazgo intelectual, el apego a la novedad, al saber tecnológico, y la tiranía de las lógicas evaluativas, que transformaron en un no muy extenso lapso del tiempo una institución destinada en apariencia a sostener el legado histórico del conocimiento y la cultura y transformarlo, inventivamente, en otra cosa (otro mundo, otra vida, otro saber), en una estructura de impiadosa adecuación al provecho y el utilitarismo del mercado actual del conocimiento y del trabajo.

La tiranía del método, el lenguaje academicista, la razón evaluativa, la dependencia a la financiación según ranking creados ad hoc, la sumisión de los más jóvenes a prácticas arteras de publicación, las clasificaciones de investigadores e investigaciones, de revistas, editoriales, el curioso y solitario género literario de las tesis, etcétera, configuran un panorama oscuro y espeso que nos retrotrae a aquel conglomerado de cuestiones lanzado por Derrida hace ya algunos años: “¿Y quién somos en la Universidad donde aparentemente estamos? ¿Qué representamos? ¿A quién representamos? ¿Somos responsables? ¿De qué delante de quién? Si existe una responsabilidad universitaria, ella comienza por lo menos en el instante en que se impone la necesidad de escuchar estas cuestiones, de asumirlas y de responderlas” (Derrida, 1999).

Sin embargo, hay algo previo: ¿es que acaso hubo una anterioridad universitaria satisfecha de sí misma, de la cual hoy debemos prestar homenaje o pleitesía? ¿Existió de verdad una Universidad centrada en la experiencia y la riqueza de sus lenguajes y saberes? ¿Fue quizá la Academia de Platón el punto de partida del ejercicio del pensar, pero también de la idea del eterno aprendiz y del sedentarismo? ¿O es que siempre la Universidad y sus antecesoras han sido escenarios de inconformidad consigo mismas, quizá de ciega filiación con el mundo coyuntural y de sorda separación respecto de las vidas singulares?

El planteo inicial puede esbozarse del siguiente modo: si educar consiste en contribuir a que los más jóvenes aprendan a vivir y habiten el mundo para hacer algo distinto de lo que han hecho sus antecesores, una de las causas que nos impulsan a criticar y repensar la Universidad estriba justamente en la separación abismal entre la vida y el mundo o, dicho de otro modo, en que hoy se abona como natural la preparación para el mundo y no para la vida, entendiendo además que “mundo” significa “mundo del trabajo”. Así lo expresa Bárcena: Pero lo que las reformas educativas de la universidad están poniendo en evidencia es otra cosa: que el interés por la educación (de los jóvenes) no es ahora enseñar cómo es el mundo y que se encaminen hacia él -para que allí encuentren el modo de elaborar su propio arte de vivir-, sino que salgan a una diminuta parte del mundo que es el mercado (como si mercado y mundo coincidiesen), que se encaminen, bien pertrechados de competencias, a la fábrica o al puesto de trabajo, aunque no sepan nada del mundo. Que se ganen la vida, que aprendan a mantenerla, en vez de aprender a vivirla (Bárcena, 2014).

Algunas de estas cuestiones estarán presentes de modo indirecto en este texto, pero su propósito es más bien el de concentrarse en dos ejes imbricados que merodean una respuesta responsable a la pregunta por la Universidad: 1) la infección del poder del lenguaje, y 2) el saber transformado en conocimiento actualizado.

El lenguaje infectado de poder

Se percibe en las instituciones universitarias la falta de una lengua común, de una lengua para la conversación: Una lengua sin sujeto sólo puede ser la lengua de unos sujetos sin lengua. Por eso tengo la sensación de que esa lengua no tiene nada que ver con nadie, no sólo contigo o conmigo sino con nadie, que es una lengua que nadie habla y que nadie escucha, una lengua sin nadie dentro. Por eso no puede ser nuestra, no sólo porque no puede ser ni la tuya ni la mía, sino también, y sobre todo, porque no puede estar entre tú y yo, porque no puede estar entre nosotros (Larrosa, 2007).

El párrafo anterior expresa una aseveración de tono fuerte, casi desesperado: la de una lengua sin sujeto, la de una lengua desposeída, la de una lengua sin habitantes, la de una lengua sin nadie dentro. Y no sería ocioso que nos preguntáramos acerca de la lengua que suponemos habita en el interior de la educación: ¿cuál es esa lengua? ¿Cómo fue construida? ¿Se trata de una lengua que nos es propia? ¿De una lengua que es la lengua del otro? ¿Una lengua específica de la educación, que sólo hablamos en las instituciones, en tanto codificación y sistematización de una disciplina y un saber formal y racional?

En el libro Defensa de la escuela. Una cuestión pública (2014), Masschelein y Simons realizan un alegato a favor de las instituciones públicas de enseñanza, subrayan el hecho el rechazo a una jerga legalista y afirman que: “(…) No asumimos la voz de abogados especializados sino más bien la de hablantes que se sienten concernidos por el asunto sobre el que argumentan públicamente” (Masschelein & Simons, 2014).

Los autores se proponen hablar de la educación utilizando un lenguaje habitual, y lo expresan en estos términos: que responda a aquello que concier­ne a las personas a quienes ese asunto les importa realmente, y que no es necesario utilizar la lengua jurídica.

Es a partir de esta reflexión que podemos pensar en la nece­sidad de tomar algunas decisiones con respecto al lenguaje: quizás desde el punto de vista educativo valdría la pena detenerse a pensar en una primera cuestión que podríamos plantear del siguiente modo: ¿En qué lenguaje hablar, conversar, de lo educativo?

Vivimos una época que claramente transforma todo en mercancía, y es difícil sustraer las palabras educativas de esa lógica imperante. Pero: ¿cuál sería el lenguaje de la educación, si es que lo hay, si hay un lenguaje propio de lo educativo y si es posible hablarlo; “propio” no como universal sino como lo común; una lengua propia con la cual sentarnos y hablar, o en realidad se trataría de una lengua traducida, pres­tada, donada, mezclada, híbrida, travestida, o como se prefiera llamarla?

El mayor de los abandonos del lenguaje reside en la pena por advertir la fi­liación del lenguaje con el poder, o mejor dicho con los poderosos, es decir, con los altaneros, los soberbios, los mentirosos, los crueles, los publicis­tas, los politiqueros, los virulentos, el secuestro de las palabras más vitales de la lengua como si se tratara de propiedad privada para un provecho personal y consumista; en fin, cuando el lenguaje se pone del lado de aquellos que han hecho de este mundo un mundo insoportable, irrespirable, tan­to ellos como sus palabras.

Esta es la enfermedad del lenguaje o su inhabitabilidad, o para decirlo más claro, su podredumbre, un lenguaje infecta­do, pestilente, corrompido, que no podemos pen­sar ni sentir como nuestro, porque ha sido arrasado, allanado, alisado, mutilado, deshumanizado, porque ha sido con­vertido en un lenguaje de los deslenguados, en un lenguaje de nadie, sin nadie y para nadie.

El saber desprovisto de sabor

¿Es la Universidad, acaso, un sitio donde pensar o donde saber; un lugar para pensar el pensamiento o bien para disolverlo; se trata del pensamiento, del saber y/o de los lenguajes que representan y presentan ese pensamiento y ese saber?

Hay un saber generalmente muy valorado en los medios académicos, que es el resultado de un lenguaje en extremo especializado. Ese saber insiste, básicamente, en saberse experimental, universal, objetivo e, inclusive, a salvo de toda duda, de toda perplejidad. Su procedimiento, más allá de las sofisticaciones peculiares, consiste en hundir sus raíces en el concepto -en cualquier concepto-, en hincar sus fauces sobre un tema -cualquier tema-, en producir una escritura que anuncie y enuncie su descubrimiento -cualquier descubrimiento- y en sentirse muy capaz de abordar lo inabordable, muy capaz de revelar el misterio -cualquier misterio-.

Se trata, en síntesis, de un saber que no se relaciona con la existencia de los demás, sino apenas con su presencia fantasmagórica o, en términos más corrientes, su duplicación hasta el infinito. Su método es el de la separación, la distancia seca, el etiquetamiento. Su origen es la exterioridad aunque no renuncia al ensimismamiento. Su destino es un nuevo refugio para la soledad de quien conoce. Sin embargo, su prestigio está fuera de duda, al menos en los contextos donde sabe y puede propagarse.

Dos objeciones a ese saber: por un lado, se trata de un saber que sabe fuera del mundo, es decir, que necesita salirse del tiempo y del espacio donde las cosas sonestán, existen, pasan, para afirmarlas o negarlas en un tiempo y un espacio que aparenta y/o representa ser lo que es; por otro lado, es un saber que sabe por una decisión de la moral y no por un lenguaje de la experiencia. Es un saber que requiere, imperiosamente, de un dispositivo racional para darse a saber, para darse a conocer, para darse a hacer. Y ese dispositivo racional, en apariencia derivado de la observación, la distancia y el lenguaje especializado, renace en las nuevas generaciones como un discurso apriorístico y tautológico con su propia historia, es decir, como un discurso que debe emerger antes de estar en el mundo que describe, antes inclusive de que las cosas ocurran, un saber sin sabor: “Lo que se da a aprender, en la modernidad, es un saber atrapado con autoridad y transmitido con neutralidad, un saber por el que el aprendiz transita ordenadamente sin ser atravesado por la aguda flecha de la palabra del libro que se lee, es un saber que ya no sabe, porque a nada sabe en realidad. Un saber sin sabor” (Lévinas, 1995: 19).

Habría, por cierto, otro tipo de saber que puede plantear una oposición crucial entre lenguajes de la ciencia y lenguajes de la experiencia, en tanto pone en el centro de la mirada no ya lo otro desconocido, no ya lo otro inexplorado, no ya lo otro por descubrir sino, justamente, su propia mirada. Se trataría, claro está, de un saber incómodo, inestable, fragmentario, contingente, provisorio pues tiene que ver, ante todo, con un cierto no-saber inicial, una cierta condición de perplejidad, una cierta ignorancia que no es, desde ya, nihilista, ni cobarde, ni ingenua, ni escéptica. Un saber cuya distancia está marcada no por la menor o mayor objetividad del ojo que intenta ver, sino por la existencia misma de aquello que es mirado; un saber que, siempre, se inicia en el otro, en la otra cosa.

Habrá que decir, aún, que el saber al que aquí se hace referencia no tiene demasiado buena prensa en la mayoría de los ambientes académicos. No sólo porque elude la objetividad clásica, no sólo porque pone bajo sospecha esa mitificación secular de la normalidad, sino sobre todo porque utiliza los lenguajes de la experiencia, es decir, narrativas que nos involucran en primera persona, narrativas que ubican el cuerpo en el centro del conocimiento porque es el cuerpo el que lo produce y lo padece; narrativas que, al fin y al cabo, no pueden sino estar regidas por las únicas reglas a las que vale la pena someterse: las reglas de la vivencia y la convivencia.

Conclusiones

Desde hace tiempo sostengo que la educación es una forma de conversación  del todo particular, más allá de cualquier otra interpretación conceptual o disciplinar. Pero no cualquier conversación: se trata de una conversación a propósito de qué hacer con el mundo, con éste mundo, no apenas con el de aquí y ahora, el que está a nuestra frente, el de cada uno, la pequeña porción de mundo que nos toca vivir y pensar, sino del mundo contemporáneo, de ese mundo que se hace presente –proviniendo desde cualquier punto y dimensión del tiempo y nos desgarra, nos preocupa y ocupa, nos conmueve, nos desconcierta.

La educación es una filiación con el tiempo del mundo, sí, y se expresa y afecta en cuerpos diferentes, voces diferentes, modos de pensar, percibir y hablar diferentes. ¿Puede haber educación sin una conversación de esa naturaleza? ¿Qué quedaría o que queda de lo educativo, si conversáramos solo sobre lo nuevo, o solo sobre el futuro pre-construido, o únicamente sobre nosotros mismos, de un modo mezquino y con nuestras poquísimas palabras? ¿Y qué sería del mundo si lo relatásemos exclusivamente con un lenguaje infectado de poder?

Por eso el lenguaje del educar es narrativo, o debería serlo. Porque conversa sobre la relación intensa y extrema entre el mundo –como travesía hacia la exterioridad y la propia vida, haciéndola múltiple, intentando que no permanezcamos solo entre unos pocos, hablando siempre de lo mismo, repitiendo y repartiendo desigualdades, anunciando emancipación pero provocando más y más humillaciones.

En el educar hay algo de contrariedad, de no aceptar sin más ese supuesto orden habitual e, inclusive, de oponerse al orden natural de las cosas. En un mundo gobernado por el exceso de racionalidad jurídica, la búsqueda del conocimiento lucrativo y el progreso como novedad tecnológica, la peor injusticia que hoy la Universidad nos presenta es la de pensar que nada puede hacerse para impedir que las vidas continúen acotadas, desprovistas de experiencia, sujetas únicamente al conocimiento lucrativo, arrojando alumnos al mundo del trabajo pero no al mundo de las vidas, insistiendo nosotros mismos en sentirnos satisfechos de nosotros mismos, escribiendo solamente para pares e ignorando que, quizá, no haya nadie del otro lado.

*Es Doctor en Fonología, con Especialidad en Problemas de la Comunicación Humana con estudios de Pos-doctorado en Educación por la Universidad Federal de Río Grande do Sul, Brasil y por la Universidad de Barcelona, España. Es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de la Argentina (CONICET, FLACSO), y del Área de Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Es también autor de varios libros de pedagogía, literatura y filosofía, entre ellos “Lo dicho, lo escrito, lo ignorado” (Tercer premio nacional de Ensayo, Secretaría de Cultura de Nación, 2013).

Referencias

Bárcena, Fernando (2014). ¿Una puerta cerrada? Sobre la educación y la corrupción pedagógica de la juventud. Revista Brasilera de Educación, vol. 19, núm. 57

Derrida, Jacques (1999). O olho da Universidade. Sao Paulo: Editora Estaçao Liberdade.

Larrosa, Jorge (2007). Una lengua para la conversación, en Jorge Larrosa & Carlos Skliar, Entre pedagogía y literatura, Miño y Dávila, Buenos Aires.

Lévinas, Emmanuel (1995). De otro modo que ser, o más allá de la esencia.  Salamanca: Ediciones Sígueme.

Masschelein, Jan & Simons, Marteen. (2014) Defensa de la escuela. Una cuestión públi­ca, Buenos Aires: Miño & Dávila.

 

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Universidad y paz (I). El difícil camino contra la intolerancia

Por: Manuel Humberto Restrepo Domínguez

¿Cómo entender que en universidades de elite como el Rosario, del top 5 en el ranking y con mas de 360 años de existencia (fundada en 1653) ocurran cosas propias de las cavernas, no de las academias? La Universidad del Rosario, esta ubicada en el centro del centro de un país políticamente centralista, con lo cual como bien conocen los opositores a la paz, lo que pase allí rápidamente estará en cámaras, medios, redes y despachos del poder. Sus tres ultimas generaciones de profesores y estudiantes aparte de convivir cerca a las mejores librerías, casas de teatro y centros de poder han sido testigos directos de hechos de la mas honda relevancia para el país en asuntos de guerra, paz, democracia y poder.

La primera generación hace 70 años a pocos metros de su claustro vio caer asesinado a Jorge Eliecer Gaitán y encender la chispa del horror a la que siguió la violencia sellada con miles de victimas y el desplazamiento forzado de campesinos finalmente amontonados en los cordones de miseria de ciudad y algunos debajo de sus propios aleros. Esa generación constató la impunidad total para las oligarquías responsables del horror. Su segunda generación hace 30 años vio arder el palacio de justicia con magistrados, civiles y guerrilleros adentro de la que dio testimonio en el informe de la comisión de la verdad (Pinilla, Gómez, Herrera, 2010) y pudo constatar la consolidación sin obstáculo de las mafias en el estado. Y la tercera generación, la de hoy, se debate entre una mayoría que se apresta a defender la conquista social del derecho a la paz y una minoría negacionista disciplinada y cruel que pretende mantener encendida la llama del odio y la venganza contra los sobrevivientes de la ultima guerra clausurada con un acuerdo de paz para disputar poder sin armas.

La universidad del Rosario, hace parte de la poderosa Alianza de Universidades por la Paz, junto a Andes, Externado y Javeriana (de régimen privado, ubicadas geográficamente en un pequeño espacio del centro con una distancia media de entre 200 y 2000 metros entre ellas) mas la Nacional (publica). La alianza esta posicionada en el lugar principal para formular estrategias, obtener recursos, acomodar proyectos y financiar actividades en el nombre de -por, con, para- la paz, lo que muestra una estratégica asociación de universidades del top 10. Razón de más para enfrentar la intolerancia de los ilustrados negacionistas y trabajar adentro por hondas transformaciones culturales. Lo que ocurrió el 27 de noviembre se resume en que algunos estudiantes montaron un alegato de descalificación contra una profesora que los acusaba de ignorancia por cuestionar y pretender impedir la entrada de excombatientes de las FARC a conversar de la implementación de los acuerdos de paz firmados y de las proyecciones de paz estable y duradera. Días atrás un incidente similar había ocurrido en el Externado, que promocionó un mes antes su respeto y tolerancia con la apertura de un baño mixto para sus estudiantes y que en el palacio de justicia perdió a sus mejores magistrados.

Los jóvenes de la censura no son espontáneos en acción, hacen política en defensa del odio y de la guerra, calculan los choques para reiterar el falso señalamiento de que la insurgencia fue la única responsable de la guerra y ponen mantos de duda sobre hechos ocurridos en los que las elites fueron las grandes responsables, además de haber constituido la variable mas estable en la historia de sangre del país. Con sus actos de censura muestran que no están dispuestos a permitir que la verdad refleje los vínculos de las elites con la barbarie padecida, de la que muchos de esos jóvenes pueden tener conocimiento. La censura del negacionismo tiene razones ideológicas que -orgánicamente o no- coinciden con los planteamientos de la ultraderecha en promover la invalidación de los alcances de los acuerdos de paz y negar a los excombatientes su condición de sujetos políticos y ciudadanos de plenos derechos. Tratan de responsabilizar de los horrores a un solo actor y negar la existencia de los otros dos (estado y terceros). Anteponen prejuicios a la realidad de las cosas y reducen la paz a la suma de hechos mediáticos fabricados para confundir e impedir entender la complejidad, lo que les resulta útil para imponer sus propios fantasmas y temores, que saben anunciar muy bien con repeticiones de supuestos peligros para la misma paz (su paz de privilegios).

El eje de actuaciones de esta generación ilustrada y bien educada, es la invalidación de la paz negociada y sus posibles consecuencias de mejora del bienestar colectivo. Su obstinación es impedir el habla, la presencia, las actuaciones, las conductas, los gestos y en concreto todo lo que venga de los excombatientes y sus presumibles aliados, incluidas las victimas, la JEP, la reparación integral, la devolución de tierras, los defensores de derechos. El objetivo central es negar a los otros, sus adversarios, a quienes se empeñan en señalar como enemigos. Su meta es buscar que quienes los siguen usen su rabia y ojala actúen contra quienes para ellos no deben vivir en paz.

Paradójicamente a solo 12 calles de allí, una semana antes (15 de noviembre) en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, también privada y hasta hace poco dirigida por un intelectual de estatura ética (José Fernando Izasa) y hoy por Cecilia Vélez, la exministra de educación de Álvaro Uribe (una muestra de que la realidad no es en blanco o negro) ocurrió lo contrario, igual había ocurrido días antes en la Javeriana. Los excombatientes fueron invitados, recibidos, atendidos y escuchados con respeto. Se hicieron los análisis y explicaciones sobre la implementación de los acuerdos de paz en el ámbito del proceso de pedagogía de paz, que también hacen los gestores de paz del ELN. Allí todo fue como se espera sea en las universidades, con dialogo franco, sin descalificación ni estigmatización, sin intimidación ni asedio por la temeridad de los que carecen de argumentos.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=235175&titular=el-dif%EDcil-camino-contra-la-intolerancia-

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