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La igualdad empieza en nosotras

Agustín Moreno

El 8 de Marzo de 2017 pasará seguramente a la historia por la dimensión internacional que tuvo y, sobre todo, por las masivas movilizaciones por la igualdad y contra la violencia de género. Por primera vez se convocaba un paro a nivel mundial el 8 de marzo por mujeres de cuarenta países. Su movilización y protagonismo está creciendo desde que las argentinas se echaron a la calle en 2015 con su “¡Ni una menos!”; después han seguido en otros países como México, Perú y Brasil contra el feminicidio y las violaciones. También en la India o en Turquía, en Polonia contra el ataque al derecho al aborto, en Francia defendiendo la igualdad salarial frente a los recortes del gobierno. O en Estados Unidos nada más ser elegido Trump por su actitud reaccionaria, machista y racista.

Con el paro del 8-M se intentaba visibilizar la importancia social de las mujeres en la reproducción, la producción y los cuidados, y plantear sus demandas de igualdad, de rechazo de la sobreexplotación y de todo tipo de violencias. Las mujeres han decidido que no van pagar la crisis económica y no van a permitir que se recorten sus derechos y los avances conseguidos tras mucha lucha por la oleada neoconservadora que vive el mundo.

No hay datos agregados del paro y es difícil de medir su dimensión porque afectaba a todo tipo de actividades, pero a tenor de la asistencia a las manifestaciones, la jornada fue un éxito. El periódico El País titulaba en primera página –eso sí, debajo de la remontada del Barça- que habían participado cientos de miles de personas en el mundo. Sólo en Madrid hubo cientos de miles de personas, en la manifestación más grande en mucho tiempo, que recordaba las grandes marchas contra la guerra de Irak. Ya en 2016 fue impresionante la manifestación de Madrid, cuando las organizaciones convocantes decidieron pasar de la estrecha calle Atocha, donde tradicionalmente se realizaban, a desfilar por las grandes avenidas, el Paseo del Prado el año pasado, en 2017 en la calle Alcalá y Gran Vía. El País devaluaba la manifestación, pero al menos decía algo, y es que ha sido una vergüenza el apagón informativo de una manifestación que algunos han llegado a cifrar en un millón de personas. Gracias a algunos medios digitales como cuartopoder.es, se ha aportado objetividad a lo sucedido.

Nada pasa por casualidad. La gran afluencia a la manifestación la explica el gran trabajo que se viene haciendo desde hace años. También había circunstancias especiales en esta ocasión. En dos meses de 2017 asesinaron a una veintena de mujeres, según uno de los observatorios más objetivo sobre el tema. Por eso un grupo de mujeres mantuvo una huelga de hambre de 27 días hasta las vísperas del 8 de Marzo. Se desconvocó ante el compromiso de los partidos políticos de crear una subcomisión parlamentaria y abordar la negociación de un Pacto de Estado contra la Violencia de Género. Hay una gran ofensiva de un patriarcado porque cuando se siente acorralado en sus privilegios, reacciona violentamente. Los avances en la liberación y en la mayor igualdad de las mujeres tienen que ver con este repunte de la violencia extrema y la agresividad en las redes sociales contra el feminismo.

Desgraciadamente la violencia no cesa. A algunos les resulta cansino que se hable de ello, pero lo que realmente colma el vaso es que sigan asesinándolas A modo de ejemplo, veo dos noticias cuando escribo estas líneas que son espeluznantes: Detienen a un violento individuo cuando pretendía agredir a su expareja armado con un machete en Calasparra y Detenido un hombre en Tetuán por dar 10 martillazos en la cabeza a su pareja. Pasa todos los días. A veces hay suerte y la intervención policial o de los vecinos impide la desgracia, pero no siempre.

Es importante un Pacto de Estado, las medidas judiciales y policiales, las ayudas económicas, laborales y psicológicas a las víctimas. Pero el tema es más de fondo y hay que dudar sobre si habrá recursos suficientes para evitar lo que se debe calificar como terrorismo machista. La cuestión es, como decía Iñaqui Gabilondo, ¿qué telarañas tenemos los hombres en la cabeza? Cambiar la mentalidad machista coloca a la educación en primer plano.

Nuestra experiencia en el instituto Villa de Vallecas es muy interesante. Llevamos años trabajando el tema de la igualdad, cada vez con un enfoque diferente: el trabajo y la igualdad, la violencia de género, desmontando mitos del amor romántico, los micromachismos, etc. Elaboramos un dossier anual, se organizan talleres, se empapela el centro y se montan instalaciones, videoarte, lectura de poemas, etc. Los platos fuertes son las charlas de una hora que dan grupos de alumnas y alumnos mayores a todas las clases de 1º y 2º de la ESO. Es una concienciación de ellas y ellos mismos en cascada. Un aprendizaje entre iguales que ya está dando sus frutos. En la mesa redonda de cierre del día este año participaron mujeres del grupo “Ve la Luz”, que apoyó la huelga de hambre de Sol, y una feminista histórica. El debate posterior fue muy rico e intenso.

En un centro con esta sensibilización, no es extraño que trescientos alumnos de los cursos superiores participasen en el paro simbólico convocado a nivel mundial. No nos engañamos, sabemos que nos queda mucho trabajo por hacer, pero estamos orgullosos del alumnado y del trabajo en valores que se realiza en la enseñanza pública. Es nuestra pequeña aportación para avanzar, poco a poco, en la formación de una ciudadanía con la conciencia clara de que la igualdad empieza en nosotras, las mujeres, y todas las personas de bien.

Fuente del articulo: https://www.cuartopoder.es/laespumaylamarea/2017/03/18/la-igualdad-empieza-nosotras/1886

Fuente de la imagen:https://www.cuartopoder.es/laespumaylamarea/files/2017/03/Manifestacion-8-marzo-Gran-Via.jpg

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Así hemos evolucionado en la forma de usar Internet en clase

Pablo Espeso

Vamos a echar un vistazo atrás: hoy en día todos manejamos Internet con soltura, y de hecho es una herramienta indispensable para el día a día en clase. Sin embargo, ¿cómo hemos evolucionado en la forma de utilizar Internet en educación? Remontémonos a los años 60 para revisar cómo ha sido la evolución que Internet ha traído a las clases, y cómo hemos cambiado hasta llegar a tener todas las herramientas, plataformas y utilidades que manejamos en el presente.

Los inicios de Internet: 1961

Eran los años 60 cuando desde el MIT comenzaron a elaborar lo que sería la base del Internet que, muchos años después, acabaría revolucionando la sociedad. Julio de 1961, Leonard Kleinrock publicaba un artículo, ‘Information Flow in Large Communication Nets’, en el que expuso desde un punto de vista teórico cómo se podía llegar a plantear una red de intercambio de información a gran escala, entre usuarios ubicados en diferentes puntos del globo. A este libro le siguió la publicación, en 1964, de un libro (‘Communication Nets: Stochastic Message Flow and Delay’, Editorial Mcgraw-Hill) y las sucesivas conferencias y nuevas publicaciones acerca de esta nueva red de comunicación, que terminaron evolucionando en el diseño de ARPANET de la mano de ARPA, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados dependiente del Departamento de Defensa de Estados Unidos, que ya incorporó alguna de las tecnologías que continuamos utilizando en la actualidad.

Por entonces, esta invención apenas era utilizada por unos pocos científicos a lo largo del globo, y ARPANET no era más que un elemento más en pleno desarrollo. No fue hasta 1972 cuando Bob Kahn, uno de los ingenieros encargados del desarrollo arquitectónico de ARPANET, comenzó a idear un planteamiento libre y abierto que permitiría utilizar esta red más allá del ámbito universitario y de investigación.

Apenas unos cuantos profesores y otros tantos alumnos universitarios tuvieron acceso a los beneficios y las posibilidades de esta vetusta Internet, entendiéndola como un medio de comunicación a través de los computadores. Internet se usaba en las universidades, y la sociedad ignoraba lo que iba a llegar unas cuantas décadas después.

1980: llega la WWW

Durante los años siguientes, el acceso a ARPANET fue ganando en usuarios, típicamente universidades y grandes empresas y administraciones públicas. Los ingenieros a cargo de su desarrollo continuando mejorando y añadiendo nuevas funcionalidades y protocolos de funcionamiento, así como mejorando la conectividad entre los nodos de acceso.

Pero no fue hasta 1980 cuando un ingeniero del CERN, Tim Berners-Lee, ideó un planteamiento aún más complejo: la World Wide Web, la WWW, añadiendo la capacidad de crear vínculos y enlaces entre los diferentes nodos de comunicación, y que además eran abiertos y de libre acceso. De este modo, de una forma mucho más sencilla podías acceder al servidor de, por ejemplo, el MIT, y ver qué es lo que ellos habían publicado. Internet dio un paso de gigante gracias a esta nueva posibilidad, comenzando a elaborar las primeras páginas web a raíz de los postulados de Berners-Lee.

Las páginas web rápidamente se hicieron con el control de la WWW, anunciando información que sus respectivos creadores consideraban de interés. Todavía en el ámbito académico, Internet cambió y aún a día de hoy éste continúa siendo uno de los principales uso de la red: acceder a un servidor cuya localización desconocemos, y ver qué es lo contiene. Es, precisamente, lo que estás haciendo en este instante.

Durante los años 80 y 90, Internet continuó siendo un elemento prácticamente limitado al mundo académico, y que sirvió para el intercambio de la información en universidades. Junto con el mundo de las Webs también empezaron a plantearse algunas herramientas asociadas a las posibilidades del por entonces primitivo Internet, como el correo electrónico o la mensajería instantánea. La mayoría de la sociedad seguía sin conocer los entresijos de esta tecnología, pero ya comenzaba a revolotear que algo se estaba ‘cociendo’ en las universidades.

Algunos afortunados estudiantes universitarios de la época tenían acceso a Internet a través de los equipos del centro, que distaban mucho de los laboratorios actuales. Velocidades de tortuga y páginas web muy rudimentarias y por supuesto diferentes de las actuales, pero que les sirvieron para elaborar el valioso e imprescindible intercambio de información en el mundo académico. Internet al servicio de la educación más allá de la comunicación persona-a-persona del correo electrónico, y planteando el uso abierto y libre que conocemos hoy en día.

No existían los buscadores tal y como los conocemos hoy en día, con lo que el procedimiento de encontrar algo que te interesase era más rudimentario y, en esencia, consistía en buscar página por página. Comenzaron a aparecer los primeros directorios de contenido (repositorios de enlaces) y, tras ellos, los primeros buscadores como Altavista (1995) y, sobre todo, Google (1998).

Años ~90: Internet aterriza a los hogares

No hace muchos años cuando Internet comenzó a aterrizar en los hogares, con aquellos ruidosos módems que interrumpían el acceso con las llamadas (entrantes o salientes) al domicilio. Eran lentos, pero suficientes como para que muchos empezasen a ‘navegar’ por las primeras páginas web de servicios, como las de periódicos, administraciones o empresas. Comenzó el uso más ‘social’ de Internet, el de la información pública y el complemento a la vida analógica.

Seguía existiendo el problema de que el contenido estaba desorganizado y deslavazado, y los buscadores pusieron un punto y aparte en la vida de Internet. Decíamos, a mediados de los 90 y con numerosos motores de los que algunos fueron desapareciendo, y otros convirtiéndose en empresas de las más importantes del mundo.

Por entonces la tecnología comenzaba a despuntar en el ámbito educativo. Las enciclopedias, aquellos grandes tomos que muchos seguirán teniendo en sus casas como auténticos tesoros, dieron paso a las enciclopedias digitales como la Encarta de Microsoft, por entonces de uso offline. Los buscadores continuaron evolucionando y mejorando, cada vez era más el contenido que los usuarios (tanto expertos como aficionados) creaban y volcaban en Internet, y el ciclo volvía a comenzar: mejores buscadores, más contenido, más fácil llegar a él; mejores buscadores, más contenido, más fácil llegar a él…

Los estudiantes, tanto de las universidades como, sobre todo, la gran masa de niños y jóvenes en edad escolar, comenzó a utilizar Internet para complementar la información de sus trabajos, o para directamente informarse de nuevas vertientes, concepciones o definiciones.

2001: la enciclopedia de Internet
En 2001, Jimmy Wales y Larry Sanger crearon la que a día de hoy es una de las webs más visitadas de todo Internet: Wikipedia, con el planteamiento de ser una enciclopedia multidisciplinar, libre y que cualquiera podía editar y añadir. Más allá de las críticas que podemos hacerla, la realidad es que el contenido que durante todos estos años se ha creado es una pieza clave en el mundo educativo, y es ampliamente utilizada por escolares de todo el mundo.

Con la llegada del nuevo siglo —y la comprobación de que el ‘Efecto 2000’ había sido más alarma social que problema como tal—, el uso de Internet continuó llegando a los hogares del mundo, mejorando en las velocidades de acceso e incrementando las posibilidades de la red. Los desarrolladores elaboraron nuevas plataformas de intercambio y aprovecharon lo que la red permitía: Internet llevaba ya unos cuantos años sirviendo como conectividad en los videojuegos, las empresas lo utilizaban como norma y todos comenzamos a tener una (o varias) cuentas de correo electrónico, que utilizábamos para registrarnos en servicios y personalizar nuestra experiencia.


La sociedad comenzó a suplir el papel por el mundo digital
. Los procesadores de textos —como Word— sustituyeron casi al completo a las máquinas de escribir, y eran los elegidos por los estudiantes para elaborar sus trabajos y redacciones que, por supuesto, estaban aderezadas con información que se había extraído de Internet. El material multimedia comenzó a moverse y permitía a los estudiantes encontrar numerosos ejemplos complementarios a los que dictaban sus libros de texto. El mundo del vídeo a través de Internet se movía, todavía en pañales, sufrió una revolución cuando tres jóvenes ex-empleados de PayPal, Chad Hurley, Steve Chen, y Jawed Karim, crearon YouTube en febrero de 2005, que la sociedad comenzó a utilizar para volcar contenido y, con el paso de los años, también para crear sus propios vídeos y publicarlos en esta plataforma. A día de hoy son muchos los docentes que tienen canales en YouTube con millones de visualizaciones, siendo un proceso que cualquiera puede llevar a cabo y permitiendo que los alumnos puedan aprender más allá del aula.

Las redes sociales y los nuevos juegos educativos

Desde la invención de la WWW por Berners-Lee y hasta la masificación de su uso por parte de la sociedad pasaron unos 20 años, con constantes evoluciones y cambios en la forma tanto de crear como de usar esta tecnología. Sin embargo, las redes sociales han supuesto un antes y un después gracias a invenciones como Facebook (2004) y Twitter (2006), de las cuales el mundo de la educación ha aprendido mucho.

Gracias a Internet podemos disfrutar de plataformas como Edmodo o ClassDojo, que permiten que profesores, padres y alumnos puedan interactuar, siempre con fines educativos. Esto son sólo dos de los cientos de ejemplos que podríamos citar de una lista que continúa ampliándose cada pocos días.

Nos hemos plantado en el pasado más inmediato, que seguro muchos recordarán… porque realmente ‘fue ayer’. El Internet más reciente es una pieza clave en el mundo de la educación, que gracias a las nuevas posibilidades de ‘la red’ permite, por ejemplo, el acceso desde cualquier lugar y a través de numerosos dispositivos. Búsqueda de fuentes de información, creación de contenido, juegos educativos o las nuevas aplicaciones disponibles en dispositivos como smartphones o tablets, permiten que Internet esté al alcance de cualquier persona, en cualquier lugar, y en cualquier momento. También hay que tener en cuenta la tendencia social por llevar la tecnología a las aulas y los nuevos modelos de enseñanza, en los que cada estudiante tiene su dispositivo para permitir el aprendizaje y la interacción a través de él.

¿Y el futuro?

Ahora bien, no olvidemos que el uso de Internet a día de hoy es un complemento a las clases más tradicionales y formales, esas en las que un profesor ‘explica’ su lección. Sin embargo, ya empiezan a entreverse algunos elementos clave de la educación del futuro, a través de Internet: uno de ellos es la enseñanza desubicada, basada únicamente en plataformas de aprendizaje online. Y no es algo alejado, pues existen varios ejemplos: Khan Academy es, quizá, una de los mejores y más trabajadas, pero no la única.

Pero es cierto: estas plataformas son, a día de hoy, un complemento para las explicaciones en clase. Por ahora no parece que la labor del profesor vaya a ser sustituida por la tecnología —por ahora… la robótica avanza muy deprisa— e Internet está ganando como aliado y complemento a la labor formativa. En el horizonte tenemos la realidad aumentada y, algo más lejos, la realidad virtual, o por ejemplo nuevas plataformas de aprendizaje a través de videojuegos como Minecraft, ya reales aunque con un uso relativamente reducido.

Por supuesto que el futuro no está escrito. Y desde luego, ni Kleinrock en los 60 ni Berners-Lee en los 80 pudieron ni siquiera imaginar en lo que sus tecnologías iban a convertirse casi 60 y 40 años después. Más allá de elucubraciones y especulaciones, me temo que para conocer la educación del futuro tendremos que esperar a que este futuro se convierta en presente.

Fuente del articulo: http://www.educaciontrespuntocero.com/experiencias/asi-hemos-evolucionado-en-la-forma-de-usar-internet-en-clase/44851.html

Fuente de la imagen: https://blogst.workana.com/blog/wp-content/uploads/2016/06/desconectar-para-conectar.jp

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El nuevo modelo educativo

Blanca Heredia

En este texto abordo las siguientes tres preguntas. ¿Para qué sirve contar una propuesta orientadora en materia educativa? ¿Qué elementos valiosos contiene la que presentó la SEP la semana pasada y cuáles le hacen falta? ¿Qué tan viable es el aterrizaje y la sustentabilidad en el tiempo de ese ‘nuevo modelo educativo’, a menos de dos años de que termine el gobierno que lo impulsa?

Antes de hacerlo, resulta importante precisar los alcances y límites del trabajo del equipo PIPE/CIDE que me tocó encabezar en relación al nuevo modelo educativo. Dicho trabajo se centró en el proceso de consulta pública, fue de carácter técnico y tuvo dos vertientes principales. Primero, contribuir a maximizar la transparencia y la autenticidad de la consulta pública en torno a la propuesta original presentada por la SEP en julio de 2016. Segundo, ordenar y sistematizar, con base en una metodología rigurosa y replicable, la multitud y diversidad de opiniones vertidas sobre la propuesta original durante el proceso de consulta pública del año pasado, e integrar un informe público que le facilitase a la SEP conocer las opiniones expresadas en la consulta y le permitiese a la sociedad cotejar qué tanto sus opiniones habían sido tomadas en cuenta.

Procedo a abordar la primera pregunta planteada al comienzo: ¿Sirve de algo contar con un nuevo modelo educativo, es decir, con una propuesta que defina qué tipo de persona queremos formar en el sistema educativo mexicano y cuáles los elementos clave para lograrlo?

Mi respuesta: Sí. Para empezar, porque disponer de un planteamiento capaz de ponerle nombre a lo que queremos lograr y cómo hacerlo, pareciera no sólo útil, sino indispensable tanto en lo educativo como en cualquier otro ámbito. Para seguir, pues una reforma educativa sin norte y contenido propiamente educativo –como era el caso, hasta hace poco, con la iniciada en 2013– estaba condenado a ser un proceso trunco, sin alma ni derrotero.

En cuanto a las virtudes y faltantes del nuevo modelo, destaco, de las primeras, las siguientes. Primero, una propuesta explícita y, por tanto, escrutable, opinable y exigible, frente al planteamiento fundamentalmente implícito que busca reemplazar, así como un planteamiento que recoge muchos de los comentarios y críticas expresadas durante el proceso consulta pública. Segundo, fijar como propósito último de la educación obligatoria el formar ciudadanos, es decir, sujetos activos, libres, responsables y diversos. Ello, en contraposición al viejo modelo educativo que, desde Vasconcelos, tenía como objetivo central formar mexicanos, iguales todos, e igualmente sumisos frente a la autoridad. Tercero, proponer contenidos educativos centrados en lo fundamental y no en lo enciclopédico –crucial en un contexto de abundancia de información y producción vertiginosa de nuevo conocimiento– que incluyan, además, lo socioemocional, así como pedagogías que vayan más allá de la memorización y la repetición a fin de, en efecto, formar ciudadanos capaces de aprender y decidir por sí mismos. Cuarto, transitar de directivos escolares burocráticos a directivos capaces de fungir como guías educativos en sus comunidades escolares. Quinto, pasar del modelo maestro-canal de transmisión-de una misma currícula y una misma pedagogía para todos los alumnos/as del país, a maestros con la formación requerida para motivar y acompañar el aprendizaje de alumnos/as extraordinariamente diversos.

Sexto, escuelas con mayor autonomía tanto en lo administrativo
–resupuestos propios, por primera vez, para hacer frente a necesidades inmediatas– como en lo curricular. Séptimo, centros escolares abiertos a sus comunidades y no, como en el viejo modelo, cerradas a capa y espada frente al involucramiento de padres de familia y demás integrantes del entorno escolar cercano.

En cuanto a los faltantes, entre otros, los siguientes. Primero, la definición de la forma en la que habrán de desarrollarse las habilidades socioemocionales de los alumnos, en especial en educación básica, no es del todo clara. Segundo, insuficiente precisión en los criterios y forma concreta en la que habrán de reducirse contenidos a fin de concentrar la atención en lo fundamental. Para obtener respuestas al respecto, habrá que esperar a los nuevos planes y programas. Tercero, mayor atención a las necesidades de los alumnos migrantes que en el planteamiento original, pero aún insuficiente, en particular en lo pedagógico. Cuarto, pocas propuestas específicas sobre la forma en la que habrá de incentivarse y hacerse efectiva la participación de los padres de familia en las actividades escolares, más allá de la mención a las instancias formales contempladas para ello, mismas que, hasta el momento, no han sido muy efectivas. Quinto, falta de metas medibles en términos de avances en alcanzar aprendizajes fundamentales para todos los alumnos. Sexto, insuficiente atención a temas tales como forma en la que habrán de cubrirse plazas de subdirectores académicos y administrativos –¿por concurso?–, así como a metas en materia de información y transparencia en la operación de los centros escolares.

Séptimo, prácticamente nula atención a temas burocráticos y administrativos tales como la reforma (indispensables para hacer realidad el nuevo modelo en la práctica) de los aparatos burocráticos de las Secretarías de Educación tanto federal como estatales.

Por último: ¿Son sostenibles en el tiempo la reforma educativa y el nuevo modelo propuesto por la SEP? Dependerá, desde luego, de quién gane las elecciones de 2018. Pero dependerá mucho también de qué tanto la sociedad mexicana defienda lo alcanzado hasta ahora, exigiéndole a los(as candidatas, y luego a los gobiernos emanados de dichas elecciones, al menos posicionamientos claros al respecto.

Fuente de la noticia: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/el-nuevo-modelo-educativo.html

Fuente de la imagen:http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2017/03/13/58c76ffd2f606.jgp

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Educación en crisis

Enrique Calderón Alzati

Anunciada con bombo y platillo como una reforma histórica en los primeros días del actual gobierno de la República, la llamada reforma educativa resultó ser uno más de los engaños que han caracterizado al actual gobierno, el cual a tres años y medio de haber iniciado sus actividades, no reporta resultado alguno de mejora educativa en los parámetros de desempeño de los estudiantes y sólo parece estar dejando una ola de incertidumbre y agravio en los maestros, así como de encono y desencanto social, que se extiende por todo el país, como ha tenido que admitir Enrique Peña Nieto en una entrevista que dio a periodistas de nuestro diario en días pasados.

De hecho, la prueba Planea, creada por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa y aplicada a los estudiantes en 2015, lo único que mostró fue la existencia de un retroceso a los niveles de desempeño alcanzados en 2009, dando lugar a que la Subsecretaría de Educación Media Superior decidiera alterar dichos resultados, como medida extrema, para ocultar su fracaso. Por ello, lo que hoy la sociedad mexicana demanda es una explicación clara y concreta del gobierno sobre lo que pretende hacer para mejorar la educación, en el poco tiempo que le queda. Las preguntas son muchas y los reclamos serán cada día más insistentes: ¿qué se busca lograr con las evaluaciones?, ¿cómo es que el hecho de contestar un cuestionario mediante varias horas de trabajo frente a una computadora asegura que los maestros sean aptos para dar clases en una comunidad donde la escuela no tiene luz y los niños llegan sin desayunar?, ¿la aprobación de la evaluación garantiza que un maestro tenga la vocación y las competencias para cubrir todas las materias en una telesecundaria de las miles que hay en el país, carentes de pantallas digitales y antenas receptoras de las señales de la SEP?, ¿la aplicación de las evaluaciones a los maestros incidirán en el desarrollo integral y pleno de los niños y jóvenes de nuestro país?, ¿estaría dispuesto el señor Nuño a dar una respuesta a estas preguntas? o ¿es que esto tampoco tiene caso, en virtud de que para él los maestros y estudiantes somos seres inferiores a él?

Como la mayor parte de las iniciativas de este gobierno, la llamada reforma educativa se impuso sin una consulta democrática a los diferentes sectores de la sociedad –y no sólo a los empresarios asociados a Televisa–, sin contar con el apoyo de la sociedad en su conjunto y utilizando a un Congreso que, lejos de representar al pueblo, como debiera suceder en cualquier régimen democrático, se plegó a los deseos autoritarios del Presidente y su cuestionado grupo de colaboradores, alterando incluso artículos de la Constitución, que el propio Presidente se comprometió a respetar cuando tomó posesión de su cargo; artículos que son hoy utilizados por el secretario Nuño para justificar sus arbitrariedades. En tiempos recientes, el Presidente se ha visto obligado a declarar en repetidas ocasiones que su gobierno presentará pronto un nuevo modelo educativo, que pretenden aplicar en todo el país, indicando con ello que todavía está en proceso de preparación. Pero entonces, ¿cuál es la razón de evaluar a los maestros, sin tener claro aún para qué?, ¿por qué se les evalúa en torno a temas alejados a la enseñanza-aprendizaje, que es la principal labor y responsabilidad de los maestros?

Ante la cerrazón del secretario Nuño y sus actitudes prepotentes de rechazo a cualquier diálogo con los maestros, la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) ha venido organizando conversatorios con los maestros de todo el país, con objeto de definir una propuesta para mejorar la educación nacional e iniciar la preparación de los maestros acorde a las necesidades planteadas por ellos, en lo que el gobierno termina de decidir lo que habrá de hacer algún día, si es que lo hace. En una de estas reuniones, realizada en la Benemérita Escuela Normal Veracruzana, ubicada en Xalapa, uno de los puntos discutidos fue la necesidad de actualizar la formación de maestros en varios temas de principal importancia que han sido descuidados por parte de las autoridades de la SEP, pese a que se trata de actividades centrales para la educación. La reunión fue muy intensa, dando como resultado una discusión apasionada de maestros llegados del interior del estado y estudiantes normalistas.

Dicho debate se centró en tres áreas. La primera orientada al estudio del funcionamiento del cerebro en los procesos de aprendizaje, en tanto que hoy se reconoce que las capacidades naturales del cerebro para razonar, memorizar, comprender y resolver problemas en algunas disciplinas son temas desconocidos para las autoridades de la SEP y, por ello, para la mayor parte de los maestros. El segundo tema de discusión se centró en el aprendizaje de la ciencia mediante experimentos, tema que ha sido abandonado en virtud de los altos costos y las necesidades de cuidado y mantenimiento de laboratorios (recursos que el actual gobierno no tiene, aunque sí parece tenerlos para seguir adelante con las obras del nuevo aeropuerto de la CDMX, en virtud de la importancia que tiene esta obra en comparación con la educación de los niños mexicanos), no obstante que es uno de los rezagos más importantes de nuestro sistema educativo en comparación con los países desarrollados. El tercero fue el referente a los valores éticos y los problemas sociales como la corrupción y la descomposición social que hoy constituyen una vergüenza y un agravio para la nación entera, comenzando con el ejemplo que dan las más altas autoridades gubernamentales, tema totalmente ignorado por la SEP.

Las aportaciones de los maestros respecto a las alternativas de solución fueron muy amplias y ricas, para derivar después en la discusión de posibles estrategias para su instrumentación. De esta experiencia me quedó claro que el gobierno, con su actual proyecto, está equivocado, dejándome dudas sobre los objetivos que persigue el grupo en el poder. Por mi parte decidí trabajar en estos temas con un equipo de colaboradores del Instituto Galileo* y apoyar esta iniciativa de la coordinadora para dar respuesta a nivel nacional a estas inquietudes, mediante la preparación de una Escuela de Verano que, utilizando las facilidades de Internet, nos permita llegar a todos los maestros interesados en retomar sus estudios para incidir en el cambio que nuestro país necesita.

Fuente del articulo: http://www.jornada.unam.mx/2016/05/28/opinion/015a2pol

Fuente de la imagen: http://www.eleconomista.es/blogs/empresamientos/wp-content/uploads/2014/03/sma_educativo.jpg

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¿Qué significa realmente tener una discapacidad?

 Por: Carmen Saavedra

No tengo ni idea de cómo cultivar tomates, no he pescado en mi vida ni sabría cómo plantar un frutal. Tengo una mano pésima para el dibujo, me resulta imposible hacer funcionar una máquina de coser y mucho menos elaborar un patrón. No he escrito una poesía en mi vida, ni sabría como levantar un muro de ladrillos. Si el ordenador se bloquea, sufro una crisis de ansiedad sólo comparable a cuando el coche me deja tirada en medio de la nada y no sé cómo volver a arrancarlo. Mi madre carece por completo de sentido de la orientación. A mi marido le resulta imposible recordar los rostros y nombres de las personas que aparecen de forma intermitente en su vida. Tengo un amigo incapaz de distinguir determinados colores. Y aunque resulta probado que carecemos de ciertas habilidades y capacidades, ni a mí, a mi madre, a mi marido o a mi amigo se nos considera como personas con discapacidad. ¿Qué significa entonces “tener una discapacidad”?.

Podríamos concluir que denominamos personas con discapacidad a aquellas que no tienen habilitadas ciertas funciones básicas, con las que sí cuenta la mayoría estadística de la población. Funciones como andar, hablar, oír o ver. Funciones que, además, deben ser visibles. Porque entiendo que existen otras muchas funciones también básicas para que un individuo pueda desenvolverse con éxito como la creatividad, la iniciativa, el talento artístico, las habilidades sociales, el espíritu emprendedor, el criterio propio… Además de todas aquellas imprescindibles para la sociedad como colectivo: bondad, empatía, solidaridad, lealtad, altruismo, generosidad, tolerancia, etc. Todas estas características no son detectables a primera vista, pero seguro que todos coincidiríamos en que son esenciales para el buen funcionamiento de una sociedad.

Así que, se podría definir como personas con discapacidad a aquellas que “no tienen habilitadas ciertas funciones básicas y visibles”. Es por ello, entonces, que el término “diversidad funcional” resulta mucho más justo y adecuado a la realidad. Puesto que en eso, precisamente, consiste esta característica: en funcionar de forma diferente. Bien sea esto desplazarse con una silla de ruedas, muletas o andador; comunicarse con lengua de signos, mediante pictogramas o a través de un sistema de comunicación alternativo; leer con las yemas de los dedos; orientarse por medio de un bastón; requerir de un tiempo de reacción mayor al de la media, etc.

Todos somos dependientes

Si reflexionamos acerca de nuestras capacidades y aptitudes, podríamos concluir que todos tenemos alguna discapacidad. Todos contamos con alguna cualidad, facultad o destreza que no tenemos habilitada.

Y todos somos, además, dependientes. Más aún, si cabe, en esta sociedad tan especializada que nos  ha tocado vivir. La imposibilidad de sobrevivir por nosotros mismos es una certeza absoluta. Todos, absolutamente todos, dependemos de otros seres humanos. Todos somos dependientes. Todos somos incapaces de hacer ciertas cosas, vitales para nuestra supervivencia, y no por ello nos consideramos discapacitados. No digo nada si intercambiáramos a un neoyorquino con un bosquimano en sus respectivas sociedades. A pesar de saber desenvolverse en su entorno de origen, se convertirían en seres completamente dependientes en el grupo de adopción.

Teniendo en cuenta todas estas consideraciones, ¿por qué, entonces, consideramos dependientes y discapacitadas a aquellas personas que se desplazan y expresan de forma diferente, a quienes carecen de algún sentido, a los que no alcanzan un determinado coeficiente intelectual o se relacionan de forma distinta?.

Todos somos necesarios

Todos somos indispensables y a la vez prescindibles.

Mis hijos representan dos extremos. La mayor es inteligente, habilidosa, creativa, tenaz y resolutiva. Representa lo que, teóricamente, la sociedad valora, fomenta e impulsa. El pequeño, por el contrario y a causa de su discapacidad, se incluye en el colectivo que esa misma sociedad ha colocado en el último lugar del escalafón social y productivo.

Yo, madre de esos dos extremos teóricos, no percibo sus diferencias de forma más significativa a como lo haría cualquier otro padre respecto a sus hijos. Todos los hermanos son distintos, a pesar de que coincidan su material genético y su ámbito socio-cultural. Y, desde luego, no les quiero de forma diferente. Veo a dos niños felices, queridos y que se quieren, que a veces sufren contratiempos pero que la mayor parte del tiempo disfrutan de la vida y nos hacen disfrutar a quienes tenemos la suerte de tenerlos cerca. Ninguno de ellos es más necesario que el otro en nuestra familia y aunque sus necesidades son distintas, los dos son dependientes. Ambos dependen de sus padres, de su familia y del conjunto de la sociedad. Y no serían capaces de subsistir fuera de ella. También son imprescindibles, porque nuestra familia ya nunca sería la misma si le faltase alguno de ellos.

Y si hay algo que me atormenta, es el hecho de no ser capaz de trasladar esa circunstancia al resto de la sociedad. Soy también consciente de que esta realidad es así para mí porque me ha tocado vivirla y que si Antón no formara parte de mi vida, seguramente también me habría resultado difícil incorporar a niños como él a mi vida.

También estoy convencida de que si se empezara porque niños con sus circunstancias formaran parte del sistema escolar de forma real y activa, si la inclusión fuera una certeza y no sólo una bonita teoría, esa realidad se extendería también fuera de nuestra familia. La integración y la normalización de las vidas de las personas con diversidad funcional sólo pueden surgir de la convivencia.

Fuente de artículo: https://cappaces.com/significado-discapacidad/

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«En la educación nos jugamos el futuro» (1)

Por: María Victoria Peralta

En América Latina, todos decimos hoy que queremos una población creativa, emprendedora, productiva, capaz de elegir y con sentido de ciudadanía. Pero si alguien no ha pensado en los primeros años de su vida, cuando se forma el cerebro, si lo educaron masificadamente, pasivamente, mandándole a callar y a estar tranquilo, ¿qué pensará después, cómo podrá ser ocurrente en su trabajo, cómo sabrá elegir y participar activamente?

María Victoria Peralta

Los más recientes aportes de la neurociencia nos han enseñado que las tres cuartas partes de las conexiones neuronales que el ser humano usará a lo largo de su vida para todo tipo de aprendizajes y comportamientos se forman en los tres primeros años de la vida. He aquí la enorme importancia de la educación inicial. Y la enorme importancia que tiene brindarla oportunamente. A tiempo. No hay que esperar a que el niño y la niña tengan tres, cuatro o cinco años para que vayan al preescolar. Desde que nacen, incluso antes de que nazcan, ya hay que iniciar una oportuna intervención pedagógica. A veces la educación inicial puede ser muy activa, muy integral, muy participativa y muy relevante, ¡pero no llega hasta los cinco años! Y ya habremos perdido mucho tiempo. Y en América Latina no podemos perder más tiempo.

UNA HISTORIA QUE APENAS CONOCEMOS

A pesar de su trascendental importancia, la educación infantil, el primer nivel de la educación, con sus muchos nombres -educación preescolar, educación inicial, educación de párvulos, kindergarten- ha sido bastante desvalorizada en nuestro continente. No existe todavía un libro que nos cuente la historia de la educación infantil en América Latina, una historia a la que aún no le hemos dado la relevancia que merece.

En la historia de la educación infantil en América Latina podemos identificar cuatro etapas. La primera es la etnoeducación, la protagonizada por nuestros pueblos originarios. Es obvio que la educación de los niños en los primeros años de su vida no surgió en América Latina por la influencia europea. Los pueblos de la América precolombina ya la conocían y la practicaban. Y aún la siguen practicando. Es ésta una página de nuestra historia que apenas se conoce.

La segunda etapa inicia con la independencia y las primeras repúblicas, cuando la influencia europea se hace sentir con criterios pedagógicos muy ricos. Nos llega entonces el legado de Comenio, Pestalozzi, Froebel, Montessori, Owens, grandes hombres y mujeres que fueron los pioneros de la educación infantil en Europa. Su ideario resultó desafiante, porque todos ellos se anticiparon a su época, creando la educación infantil en un tiempo en que no existía ni la sicología ni la antropología ni la sociología, sólo a partir del saber pedagógico y con el paradigma de la educación activa, convencidos de que un niño tenía que aprender haciendo, cuando aún en los niveles educativos superiores esta idea resultaba aún desconocida.

La tercera etapa hay que situarla más o menos a partir de los años 50 del siglo XX, cuando comienzan a establecerse centros piloto en algunas escuelas normales de algunos países. En esta etapa se empieza a descubrir que la educación infantil puede ser de gran ayuda para dar respuesta a agudos problemas sociales. Y es por eso que los gobiernos incrementan la cobertura de la educación infantil, más como una forma de alimentar a los niños y garantizarles la salud básica, que como una propuesta educativa específica.

Hoy ya estamos en la cuarta etapa. El desequilibrio entre cobertura y calidad comienza a equilibrarse. Y ya se ha generalizado la idea de que, aunque un programa de atención integral a los niños no puede dejar de atender temas de salud o de higiene, la inversión no será rentable si no tiene un componente educativo de gran calidad.

NUESTROS PUEBLOS ORIGINARIOS YA LO SABÍAN

El aporte de la etnoeducación a la educación infantil no ha sido reconocido, a pesar de que los pueblos originarios siguen estando presentes en nuestros países y en varios constituyen la mayoría de la población.

Actualmente, tenemos que hacer grandes esfuerzos para lograr la participación de la familia y de la comunidad en la educación de sus hijos. Entre los pueblos originarios, la educación de los más pequeños estaba totalmente centrada en la familia y en la comunidad. Las ilustraciones del libro del indígena peruano Guamán Poma “Cartas al Rey” recogen las etapas del desarrollo del niño y de la niña: cuando está en la cuna, cuando ya gatea, cuando camina, cuando empieza a jugar… Para las fechas de este libro, 1550, todo esto resulta realmente asombroso.

Los pueblos originarios de nuestro continente practicaron desde siempre el principio de “aprender haciendo”. Junto a su madre en la huerta y junto a su padre en el campo o en el mar, niños y niñas aprendían haciendo cosas significativas, concretas, vitales. En los últimos veinte años, preocuparse del niño desde que nace, o incluso desde antes que nazca, se considera un principio en la educación occidental. Los antropólogos y los etnohistoriadores han recogido antecedentes interesantes de este principio en la América originaria. Por ejemplo, entre los pueblos nómadas del Canal del Beagle -donde se acaba América, por donde Charles Darwin pasó dando la vuelta al mundo-, desde hace dos mil años, apenas nace un niño la madre nombra una “madrina”, que será quien le ayude a hacerle ejercicios al bebé: la “bicicleta”, todo tipo de masajes. Muchos años después, la educación occidental le llamará a eso “estimulación temprana”.

Hoy sabemos que los niños pueden aprender desde el vientre materno -donde ya captan movimientos, sonidos, luces y sombras- y existe actualmente una Asociación Mundial de Educación Prenatal. Los pueblos indígenas ya lo sabían. Desde que concebía a un hijo, la madre se colocaba a la luz de la luna o a la orilla del mar o ante las fuerzas naturales para que el bebé en camino se acercara a esas energías. Era ya esa educación que genera quien está esperando positivamente a su hijo. Quisiéramos ver esa actitud entre nuestras mamás actuales, quisiéramos que todos los niños fueran esperados y deseados, porque ya la neurociencia nos ha enseñado la energía que eso representará a lo largo del desarrollo de esa vida.

LLEGAN A AMÉRICA LATINA  LAS EXPERIENCIAS EUROPEAS

Las primeras experiencias de educación infantil se instalan en América Latina a partir de 1850 en varios países. Educadores europeos vienen a América Latina y dan a conocer los jardines infantiles -en especial, los froebelianos- que estaban naciendo en Europa. O algunos gobiernos invierten y envían a algunos de sus educadores a los países europeos para que conozcan esas experiencias innovadoras.

Si la etnoeducación había funcionado en lo que hoy llamaríamos el ámbito no formal -la comunidad, la familia-, estas primeras experiencias se instalan en el ámbito formal. Se ocupan de niños y niñas de 4 a 6 años y proponen un ideario muy rico, con tres ideas centrales: un niño activo, una familia participante y una educación integral. Domina el principio de la individualidad: cada niño y cada niña son únicos. Y aunque no es lo mismo el principio de una educación activa a mitad del siglo XIX que hoy, aquellos pioneros enunciaron ya el principio fundamental de que el niño tiene que aprender pensando, sintiendo y actuando.

A América Latina llegaron fundamentalmente ideas educativas froebelianas. En casi toda las escuelas normales de América Latina se enseñó y se sigue enseñando al alemán Federico Froebel. En algunas se enseñó a la italiana María Montessori algo después. Después entraron las ideas del belga Ovidio Decroly. Es interesante saber que Montessori y Décroly visitaron América Latina, una página de nuestra historia pedagógica que casi nadie conoce. Montessori estuvo en Buenos Aires y Decroly en Colombia. En la Biblioteca Real de Bruselas encontré un libro fantástico sobre Decroly en Colombia, que no se conocía ni en Colombia. Estoy traduciéndolo. Decroly, que estaba organizando su Escuela Activa, sabía que en Colombia estaban instalando una escuela con métodos activos y él se pagó el viaje porque quería conocerla.

En esta etapa, la cobertura era “de muestra” y no existía el menor propósito de dar cobertura a toda la población infantil. Los jardines infantiles eran anexos de las escuelas normales, experiencias piloto. Se empiezan a formar entonces las primeras maestras de párvulos y se inicia la profesionalización de este nivel.

UNA GRANDÍSIMA NOVEDAD,  AÚN HOY INCOMPRENDIDA

México fue uno de los países pioneros, con la llegada a Veracruz de maestros europeos. Quien jugó un papel crucial en México fue Estefanía Castañeda, que instaló el primer jardín infantil en 1896, básicamente froebeliano.

En Chile, todo se trajo de Alemania para nuestro primer kindergarten. Se importó todo el currículo froebeliano y hasta la foto de Froebel pusieron en las paredes. Quien lo instaló fue Leopoldina Maluska, una austríaca contratada por el gobierno de Chile para esta misión. Uno de los primeros materiales que Froebel propuso en sus jardines infantiles fueron tres pelotitas colgadas de un palito, coloreadas con los colores primarios. Doña Leopoldina comenzó a “nacionalizar” el currículo froebeliano pintando las pelotitas con los colores de la bandera chilena. Aunque puede parecer muy simple, con esto expresaba su afán de darle a todo lo que venía de Europa un toque nacional.

En Costa Rica la “revolucionaria” que instaló la educación infantil fue la escritora Carmen Lyra, una mujer increíble. Una comunista, que perseguida por la policía logró salir del país disfrazada de vendedora de periódicos. En cada país latinoamericano la educación infantil fue instalada por una diversidad de personas, todas ellas gente sin recursos, sin suficiente apoyo, que se la jugaban a fondo porque veían la importancia que tiene educar en los primeros años de la vida.

La educación infantil resultaba una grandísima novedad. He revisado, por ejemplo, actas del Parlamento chileno de la época en la que se instaló el primer jardín infantil y diputados muy connotados de esa época decían cosas de este tenor: “¿Esto para qué sirve? ¡Si nadie necesita ir a un jardín infantil para educarse! ¡Mírenme a mí!”.

Todos los que hemos trabajado en este nivel sabemos que se sigue pensando así, que es mucha la gente que no comprende la importancia de educar en este nivel, a menudo mirado en menos, porque como los niños sólo juegan y cantan y pintan, nada relevante sucede ahí. A pesar de las incomprensiones, las primeras experiencias se consolidaron y con muy buena calidad. Como eran pocas, se podía tener mejor control y mayor seguimiento. El problema no era la calidad, era la cobertura.

LA INFANCIA LLEGA A LAS ESTADÍSTICAS

En la tercera etapa empieza a evidenciarse en todo el continente la dramática realidad de los niños pequeños, que se hacen visibles en las estadísticas nacionales de los distintos países. En los años 50 del siglo XX comienza a medirse la mortalidad y la morbilidad infantil y se descubren índices muy altos. Esto causó un gran impacto. Hay que tener en cuenta que hasta el día de hoy la población latinoamericana de 0 a 6 años sigue sin estar registrada totalmente y no conocemos la cantidad de niños de esas edades en muchos países, porque las estadísticas no reflejan el 100% de ese sector de la población. En América Latina hay aún muchos niños que nacen, se enferman o mueren, de los que nadie sabe más allá de sus padres, porque nunca entraron en las estadísticas oficiales. Eso explica que las estadísticas sobre la educación infantil en América Latina sean todavía muy precarias y sólo dispongamos de cifras aproximadas.

En esta tercera etapa se empieza a pensar que la educación infantil podría contribuir a defender la vida de los niños y que los jardines infantiles servirían para que los niños no anduvieran por las calles, desnutridos y sucios. Pero, como la educación formal es muy cara -un aula, una profesora y un cupo- comienzan a instalarse modalidades no formales, más económicas. Modalidades comunitarias, con madres y agentes comunitarios actuando como educadores. Los aportes de la comunidad fueron muchos, pero no porque la comunidad estuviera en condiciones de darlos, sino porque el Estado no se comprometía aún con este nivel educativo.

“GUARDERÍAS”: UNA PALABRA QUE LIMITA

No existía institucionalidad para la educación parvularia. Los Ministerios de Educación, de Salud, de la Familia, de Bienestar -los que en los distintos países de América Latina asumen hoy este tema- no tenían aún una sección, un departamento o un servicio de educación infantil. Comienzan a aparecer en estos años, y será hasta los años 80 -cuando el crecimiento económico colapsó y seguía creciendo la población y la mortalidad infantil- cuando empezaron a llegar del extranjero los primeros currículos para aplicarlos en la educación parvularia. Algunos de estos currículos venían acompañados de bastantes recursos. Eran diferentes a los currículos pioneros, los froebelianos, montessorianos y decrolianos. Empieza a aparecer por nuestros países el currículo cognitivo, los currículos basados en la personalización, muchos currículos basados en planteamientos españoles. Y aunque se comienza a buscar calidad en estas propuestas curriculares, el esfuerzo mayor se dirige a instalarlas, no a evaluarlas.

La palabra “guardería” comienza a emplearse en esta etapa en América Latina, expresando el propósito de “guardar” a los niños, de protegerlos y salvarlos. Hasta el día de hoy está vigente el término y cuesta mucho desterrarlo. Obviamente, no es el mejor concepto para definir una educación de calidad. Porque limita el jardín infantil a una institución donde el niño juega para que “no le pasen cosas” sin expresar que allí se le educa. Ya en estos años, algunos países venían usando o empiezan a usar otras palabras: jardines infantiles, jardines maternales, jardines de niños, kindergarten.

En esta etapa la educación inicial comienza también a ser un objetivo político. Se fundan en la Guatemala de aquellos años comedores y guarderías infantiles, calificadas como “dos obras sociales de la revolución”. Lo mismo sucede en la Cuba revolucionaria. Que la educación infantil se convierta en objetivo político es un gran avance, porque el Estado debe invertir en este nivel educativo. Objeto de “alta política” debería ser siempre la educación en los primeros años. En esta etapa inicia definitivamente la institucionalidad de este nivel educativo. En la Cuba revolucionaria se toma el modelo de la Unión Soviética, los Círculos Infantiles, a los que Cuba hace adaptaciones. Hasta el día de hoy se mantiene en la isla el perfil inicial, que hace gran énfasis en salud e higiene, aunque sin olvidar el aspecto educativo. En Chile se instala en estos años la Junta Nacional de Jardines Infantiles, casi un Ministerio de Educación Infantil. Lo dirigí durante casi nueve años y es hoy una enorme institución, con 6 mil funcionarios y con todo tipo de equipos técnicos, que atiende a 130 mil niños y niñas de 0 a 6 años.

ESTAMOS EN UNA ETAPA MEJOR: MÁS COMPROMISO Y MÁS OPORTUNIDADES

La cuarta etapa inicia más o menos en el año 2000, cuando ha comenzado a crecer la inquietud por la calidad de la educación inicial. ¿Por qué estamos hoy en otra etapa? ¿Y por qué tendríamos que decir que estamos en una situación distinta y mejor? En primer lugar, porque existen hoy importantes compromisos que los gobiernos de América Latina han suscrito en torno a la primera infancia. Ha habido Cumbres de Presidentes, de Ministros de Educación o del Sector Social, que han firmado todo tipo de declaraciones a favor de la primera infancia, en el marco de la Convención de los Derechos del Niño. Y esto ha desembocado en un compromiso oficial de todos los países de preocuparse por educar a su población en los primeros años.

Se trata de un enorme avance. Hace 20 años, cuando nos reuníamos los directores de educación infantil que había en América Latina algunos decían: “Me es muy difícil meter el tema, porque no hay nada en los presupuestos nacionales ni en las políticas públicas. Sólo si sobran unos pocos recursos nos los dejan caer”. Ahora esto ha cambiado, ya tenemos un marco legal. También en diferentes encuestas que se han hecho se detecta una mayor conciencia de los padres de familia sobre la importancia de la educación inicial. Ya no se concibe la educación infantil como el lugar donde sólo se “guarda” y se cuida a los niños o sólo se los prepara para la educación básica. Y aunque es importarte cuidarlos y prepararlos para después, los padres empiezan a entender la relevancia de esta etapa de la vida y el sentido que tiene, en sí misma, la educación de sus hijos en estos años.

Otra característica de esta etapa es que surgen todo tipo de agencias internacionales y organizaciones -UNESCO, UNICEF, OEA- trabajando en esta dirección. También se interesan en la educación infantil los organismos financieros internacionales. Esto ha significado recursos -que aunque no siempre se han utilizado bien, porque a veces no hay la capacidad técnica para usarlos bien-, han llegado a todos los países. La abundancia de recursos constituye una ventaja y también un desafío ético a la organización y a la honestidad. A menudo los recursos no se invierten bien, no se distribuyen equitativamente, ciertos organismos manejan grandes cantidades y otros nada… En nuestros países hay mucha falta de profesionalidad y mucha corrupción.

Otra característica de la etapa actual es que ya se han elaborado en todos los países latinoamericanos currículos nacionales, hechos con más o menos participación, con más o menos apoyo, pero hechos por fin. Ya no hay país en América Latina que no haya explicitado políticas de calidad en la educación infantil. ¿Puro papel? Puede ser, pero cuando no había nada no podíamos hacer referencia a ningún marco orientador, no podías decirle al Ministro de Educación: “Invierta en calidad de la educación infantil”, porque nadie la planteaba como importante. Ya hemos dado el primer paso. Ahora hay que pasar del papel y del discurso a la práctica y a la realidad.

DESDE MÉXICO A LA PATAGONIA

Hay también otra característica muy relevante y positiva en la etapa actual. Todos los indicadores latinoamericanos de salud, de expectativa de vida, de educación general, de educación parvularia, están hoy mejor que dos décadas atrás y, aunque a distintos ritmos en cada país, un mayor crecimiento económico -aunque no siempre bien distribuido- nos permite más posibilidades para hacer programas educativos con mejor calidad que antes. En el Siglo XXI ya tenemos instalada la educación inicial desde México hasta la Patagonia en todos los países. En la parte más austral de Chile, muy cerca del Cabo de Hornos, en la última isla de América Latina, existe, por ejemplo, un programa no formal que se llama “Jardín a la distancia”, donde la educadora llega una o dos veces al año en botes o en buques de la Armada de Chile, y el resto del año trabaja a través de una emisión semanal de radio, que transmite programas a todas las familias de la región. La educación parvularia se ha extendido hoy masivamente por todo el continente: por zonas urbanas y rurales, por zonas alejadas y de grandes concentraciones, por zonas indígenas. Esto no se veía 20 ó 30 años atrás. La cobertura es amplia y hay diversidad de modelos por toda América Latina.

Con Gaby Fujimoto -la especialista de la OEA en esta materia- hicimos en 1998 una investigación, tratando de hacer el listado de todas las modalidades no formales de educación inicial que hoy existen en América Latina. Y llegamos a identificar unas 60. Existen modalidades no formales de todo tipo, desde las presenciales -como sería un jardín comunitario donde una maestra comunitaria trabaja con un grupo de niños de forma parecida a lo que sería una modalidad formal-, hasta modalidades a distancia, como ésta chilena. Hay programas radiales para los pueblos nuevos de Lima, zonas urbanas muy marginales. Hay el programa “Educa a tu hijo”, que se desarrolla en la Plaza de la Revolución en La Habana, donde personas de la comunidad trabajan al aire libre con los niños. Hay educación infantil en Otavalo, una comunidad indígena ecuatoriana de grandes comerciantes y agricultores, donde el líder de la comunidad enseña a los niños en la huerta. Hay programas por televisión, hay programas donde las madres van ciertos días con sus bebés a aprender cómo educarlos. La gama de modalidades es enorme.

EL DESAFÍO ACTUAL: CONSERVAR LA DIVERSIDAD Y LA COBERTURA, PERO CON CALIDAD

También la gama de calidad es enorme. Desde programas muy participativos, donde los criterios de calidad están claros, hasta programas que son meramente guarderías, lugares donde se tiene “guardados” a los niños para que no les pase nada, y donde el nivel educativo no está presente. Hace unos años teníamos uno o dos modelos, y ahora tenemos muchos. Esto significa una gran riqueza. Un modelo para cada realidad. Porque si yo estoy en una comunidad de la selva, donde hay doce niñitos separados por kilómetros, no tiene sentido crear un jardincito infantil de ningún estilo. Tengo que armar o equipos itinerantes o programas a distancia o programas en el hogar, algo adecuado a esa realidad. Y si yo estoy en un mercado de Bolivia, donde las mujeres venden con sus bebés al lado, tendré que hacer lo que ya se hace en ciertos lugares de La Paz, donde hay programas de actividades con los niños pequeñitos de las mamás vendedoras cuando éstas tienen que atender a más clientes, para que los bebés no lloren.

El desafío actual es conservar la cobertura y la diversidad de modalidades, pero con calidad. En muchos programas no formales -también en muchos formales- observamos tremendos problemas de calidad. Por escasez de recursos, por poca capacitación, por no tener un plan educativo detrás, por no haber explicitado criterios de calidad relevantes, por no haber trabajado en su implementación… No basta tener un buen currículo. Tengo que capacitar a las educadoras comunitarias para que se apropien de él con sentido y puedan ser capaces de traducirlo a prácticas adecuadas.

En muchas de las modalidades actuales encontramos todavía a niños en un rol muy pasivo o a los educadores solamente preocupados por lo asistencial: comida y cuidado. También abunda el trabajo masificado, todos los niños haciendo lo mismo en el mismo momento. Todos pegando el mismo papelito del mismo color en el mismo conejito y todos a la vez. No se provoca pensamiento en el niño y el niño no elige. Y en muchos jardines lo que vemos son niños esperando, niños aburridos, niños cuyo desarrollo, si lo evaluáramos, está lleno de carencias. Esto lo observamos también en programas patrocinados por los Ministerios de Educación o por los Municipios, a pesar de ser centros más caros y de tener apoyo oficial.

La masificación también perjudica la calidad. Decidirse por la cobertura ha significado que en América Latina trabajamos en los jardines infantiles de la educación formal con 30, 50 y hasta 60 niños en un aula. Y hasta con 35 niños uno puede hacer algo, dependiendo de otras ayudas que tenga, pero con 50 niños de 3, 4 y 5 años, no se puede hacer mucho, aunque tengas una o dos ayudantes.

DONDE NOS JUGAMOS EL FUTURO

La educación bancaria de la que hablaba Paulo Freire está aún muy presente en la educación infantil latinoamericana. Hallamos salas con algo que sería propio de una universidad: los banquitos en orden, el profesor delante y todos los niños pendientes de una orden y haciendo lo mismo. Un aprendizaje vertical, homogéneo, masificado, donde no hay lugar a la intervención de los niños, a la búsqueda de sentido, a saber qué les gustará o les interesará hacer a los niños, donde todo se hace por parejo y con el único objetivo de cómo controlarlos mejor para que no se muevan mucho.

Es característico en estas experiencias lo que llamamos la sala “de la mitad para arriba”: los niños están de la mitad para abajo, no hay materiales a su alcance ni ningún rincón atractivo y el adulto trabaja desde un escritorio, lo que en la educación infantil no debe suceder jamás. Con los niños pequeños hay que estar en los rincones, mezclados con ellos, mirándolos siempre a su misma altura. Viendo tan sólo la sala de un jardín infantil nos daremos cuenta si en ella hay un currículo activo o pasivo. Lamentablemente, tenemos en América Latina gran cantidad de experiencias educativas donde predomina el rol pasivo de los niños y el rol directivo y vertical de los adultos a su cargo.

Estos problemas de calidad nos deben preocupar. Si contrastamos este tipo de educación infantil con nuestro deber ser como países, veremos un abismo. Decimos que queremos poblaciones creativas y con iniciativa, emprendedoras, gente a la que se le ocurran cosas, pero desde la educación infantil estamos masificando niños, homogenizándolos, limitándolos, estamos formando niños sumisos, niños que aprenden desde el jardín infantil que lo que se espera de ellos es estar callados, sin moverse y haciendo lo que les dicen. ¿Qué ser humano, qué ciudadano y qué ciudadana estamos formando por este camino?

Son muchos los jardines maternales latinoamericanos, las salas cuna o salas nido, donde a veces están dos o tres bebés en una misma cuna, porque ni siquiera hay el espacio mínimo para tener un bebé por cuna. Esos bebés irán después a un jardín infantil donde recibirán esta educación masificada, donde el único objetivo será que sean tranquilos y estén callados. Y después, entrarán a la educación básica, donde tenemos también tremendos problemas de calidad. Y en la educación media seguirá la misma historia.

¿Qué ser humano estamos formando así? Si en la etapa más plástica de la vida de un ser humano, desde el nacimiento a los primeros años, la educación es tan carente de calidad, ¿qué esperamos que sea después la población de América Latina? Esto es un drama. Y nuestros mandatarios, nuestros tomadores de decisiones, no siempre tienen claro que el “deber ser” de nuestros países se juega en estos años. Y todos dicen, y todos decimos, que queremos una población capacitada, productiva y emprendedora. Pero si alguien no ha pensado en los primeros años de su vida, que es cuando más se desarrolla su cerebro, ¿qué pensará después, qué hará cuando le pidamos que sea ocurrente en su trabajo?

El tema de la calidad de la educación es la tarea más seria que tenemos por delante. Tenemos que buscar, de todas las formas posibles, la manera de instalar estas preocupaciones lo más amplia y rápidamente posible para que los tomadores de decisiones se sientan cuestionados. Tenemos que lograr que de estos temas se hable en los medios, que se debata y se discuta sobre esto, tenemos que darle relevancia al tema de la calidad en la educación infantil, para que lo entiendan no como un problema técnico, sino humano. Como un tema en el que nos jugamos el futuro.

EL DESAFÍO DE LA CALIDAD

También existen muy buenas experiencias. Y eso nos demuestra que, a pesar de que trabajamos con grupos numerosos, a pesar que a las maestras no se les paga bien, y a pesar de que no disponemos de toneladas de materiales didácticos sofisticados, se pueden hacer muy buenas cosas. He recorrido toda América Latina y he recogido muchas páginas de mala educación y también muchas de buena educación. Buena educación con una calidad basada en nuestras fortalezas humanas, culturales y naturales.

Ése es el desafío: cómo hacer una educación de calidad sin copiar el modelo que nos llega de otros países y que está basado en buenos materiales y en pocos niños por aula. En todos los jardines que he recorrido en Europa -un continente de países viejos- no hay más de 12-15 niños por clase. Es muy fácil hacer educación de buena calidad cuando tienes 15 niños en una sala. Y cuando tienes una dotación de material didáctico tal que sólo la interacción con ese material hace avanzar el aprendizaje de los niños. En febrero 2004 visité en Inglaterra una sala cuna, un jardín maternal, ¡que tenía hasta computadoras! En Escocia visité varios jardines y en uno, la bibliotequita del aula tenía ¡más de 400 libros de cuentos! Ese mismo año, yo, como coordinadora nacional de educación parvularia del Ministerio de Educación de Chile, había logrado por fin que en el 50% de nuestros jardines hubiera dos buenos libros de cuentos por sala. Y eso que Chile tiene indicadores económicos mejores que otros países de la región…

CON LO QUE SOMOS Y CON LO QUE TENEMOS

En este momento tenemos en América Latina desde magísteres postgrado en educación infantil -el más alto grado que se alcanza en este terreno- hasta la mamá que en la comunidad, con o sin capacitación -más a menudo sin capacitación- se encarga del jardín infantil comunitario. Sin desestimar la buena voluntad de esta mamá, no podemos dejar de considerar que ella seguramente recibió una educación verticalista, autoritaria y punitiva y que, con la mejor de las voluntades, estará reproduciendo el mismo modelo. Y no podemos dejar de considerar que ella también ha visto a profesoras tituladas de kindergarten que le gritan a los niños y los mantienen a todos sentaditos y a todos haciendo el mismo monito a la misma vez, y con la mejor de las voluntades, reproducirá este mal modelo.

Tenemos recursos humanos limitados. Hay que capacitarlos. Tenemos materiales limitados, pero eso no impide buenas experiencias. Visité un jardín en un pueblito de Zacatecas, en México. En la plaza había una casuchita con un rótulo que decía “Jardín de Niños”. Miré adentro: oscuro, feo. ¿Y qué harán aquí los niños? Me dice la maestra: “No, aquí nomás lo usamos para guardar las mesas y las sillas. Todos los días los niños salen fuera”. La maestra trabajaba en la plaza del pueblo, en el parque, con los niños y con toda la población que por allí desfilaba. Por la tarde guardaban las mesas y las sillas en la casuchita. Me pareció genial: en el parque encontró todo el espacio que ella quería, un piso de cemento, jardines, bancos, y la gente que pasaba. Una gran creatividad.

Hay muchos que dicen: “Es que no tengo materiales”. Y están en medio de una naturaleza exuberante, con hojas y flores de mil colores, con piedras de todos los tamaños, tierras, palitos, insectos. ¡Y dicen que no tiene materiales para trabajar! Hay miles de “materiales” que no usamos: los que nos brinda la Naturaleza, las tradiciones del pueblo, la cosmovisión. Habiendo aprendido mucho del modelo europeo, nos ha faltado la capacidad de hacer currículos a partir de nosotros mismos.

Analizamos muy poco lo que hacemos en la educación inicial. Hay aún muy poca masa crítica, muy poca gente analizando lo que hace. Seguimos pensando la educación de párvulos como algo ingenuo, fácil, inocente. Total, da lo mismo: pones al Pato Donald en la pared y ya. ¿Y no has pensado si será mejor poner en la pared un mural de Rivera o un cuadro primitivista nicaragüense? Hay bastantes educadoras que creen que comprando “todo Mickey Mouse” hacemos el mejor aporte a los niños. No nos hemos habituado a analizar el impacto de la selección cultural que hacemos ni las consecuencias que puede tener que yo pase años contándole a niños latinoamericanos los cuentos tradicionales de Europa. El camino a la calidad pasa por analizarlo todo, por revisarlo todo: el cantito que cantamos con los niños, el cuento que les contamos, las palabras que les decimos, la gesticulación con que les hablamos. Porque hay un currículo explícito y otro oculto. Y todo transmite algo.

¿PARA QUÉ EDUCAMOS?

Tenemos problemas muy serios en la formación de los educadores y educadoras. La primera pregunta que deberíamos hacernos es: ¿educo para la reproducción de la inequidad o para la transformación de la sociedad? Si tomo el primer camino -y me parece que muchos lo han hecho en la educación infantil, pensando que es un tema menor- haré en el aula cosas triviales, no reflexionaré sobre lo que hago, y pasaré así durante años. Pero si me pongo en la perspectiva de ser un educador para la transformación social, me analizaré permanentemente para ver lo que estoy haciendo y cómo lo estoy haciendo.

En una ocasión, en Costa Rica, se me acercó un educador para decirme que el Ministerio de Educación era muy directivo en la aplicación del currículo preescolar. Yo le pregunté cómo se expresaba esa rigidez y me dijo que en la visita del supervisor. “¿Y cada cuándo te visita el supervisor?” “Una vez al año”. Le dije: “Entonces, ¡tú tienes espacios de libertad para hacer lo que consideras bueno! Tú eres el que supervisa lo que pasa en tu aula”. Eso fue lo que nos enseñó Paulo Freire: re-mirar las prácticas, re-pensar lo que hacemos, construir la pedagogía en el camino. Y eso exige reflexión, estudio, capacidad de crítica, una crítica que tiene que empezar por uno mismo.

Lo crucial en un aula es el clima que se genera, la interacción afectiva y cognitiva que logramos. Esto no es cosa de dinero, es cosa de saber qué tengo que decirle a un niño y a una niña para producirle un conflicto intelectual que lo lleve a hacer una hipótesis sobre algo. Esto es cosa de acoger a cada niño y a cada niña, respetarlos, detectar sus fortalezas para apoyarlas y conocer sus debilidades para equilibrarlas.

CONTAR CON LAS FAMILIAS Y EMPODERARLAS:  UNA TAREA PENDIENTE

En nuestras experiencias, tanto en las buenas como en las malas, hemos reducido a menudo la participación de las familias a roles muy secundarios. Hemos considerado a la familia como “mano de obra”: nos hacen materiales, nos prestan su casita para un programa, nos limpian el aula. Y todo eso, a pesar de que en muchas ocasiones se trata de familias muy pobres.

Silvia Schemelker, una investigadora mexicana muy rigurosa, reflexiona sobre cómo hemos explotado a los pobres pidiéndoles tanto para hacer realidad la educación infantil. Ella lo plantea así: cuando le pedimos a una familia pobre que reciban a seis, diez o quince niños para una clase en su única casa pobre, donde la única sala que tienen es comedor y dormitorio, a cambio de pagarles algo -en Bolivia les pagaban con latas de sardinas-, ¿no nos preguntamos qué haríamos si nos pidieran nuestra casa de clase media para llenarla de niños interrumpiendo la vida familiar? Es un abuso que el Estado, en vez de financiar un local, cargue sobre las familias pobres la infraestructura que no financia.

También hay muy buenas experiencias donde la participación de la familia no es solamente secundaria y de colaboración, trayendo materiales o limpiando el aula, sino pensando con la educadora qué niños y niñas quieren y cómo lograrlo. Recuerdo a un campesino chileno. A la pregunta “qué quiere usted de su niño”, me dijo: “Yo quiero que hable mejor, que sea un caballerito”. Le dije: “Nosotros aquí en el jardín cuando llegan los niños los saludamos y les preguntamos cómo les va. ¿Y usted, hace lo mismo cuando el niño llega a la casa?” Se trata de dialogar con la familia. La educación va en ambas direcciones. Si no dialogo con la familia pierdo mucho de mi trabajo, si no empodero a la familia con conocimientos para que entre ellos circule ese conocimiento, pierdo mucha calidad en la educación infantil.

Es crucial empoderar a las familias. Y no tener miedo pensando que son conocimientos sofisticados que la familia no va a entender. Con la reforma curricular que estamos llevando a cabo en Chile, me ha tocado trabajar personalmente con familias de sectores rurales, con madres con educación básica incompleta, a las que les he expuesto los principios de la neurociencia, que nos explican la enorme importancia que tiene la configuración que adopte el cerebro en los primeros tres años de vida. Lo entienden. Y resulta muy estimulante ver después cómo explican ellas lo que aprenden. Y aunque hablan de las “nuronas”, lo hacen entendiendo muy bien que son las neuronas y cómo se conectan entre sí y cómo se conectan mejor si ellas le hablan y le cantan al bebé desde que nace, si lo sacan fuera y le enseñan semillas y flores de distintos colores. Esto es crucial, porque si ellas lo entienden, lo seguirán haciendo sin que yo tenga que ir a decirles que lo hagan.

NO DIGAMOS: “POBRECITO EL NIÑO POBRE…”

Son muchos los esfuerzos que se han hecho en América Latina en la educación infantil. Esfuerzos loables. Yo le saco el sombrero a mis colegas que en toda América Latina, a veces sin comprensión alguna de los sistemas nacionales, sin un peso, sin apoyo, hacen educación infantil en los escenarios más diversos y logran ambientes donde los niños aprenden haciendo cosas. Mucho hemos hecho. Pero no basta. ¿Por qué? Porque ya todas las investigaciones nos dicen que uno de los principios que hemos de tener claros y transmitir a nuestras poblaciones es que los niños pueden mucho más que todo lo que hasta ahora hemos sospechado que podían. Tanto la sicología cognitiva, como los estudios afectivos, como las neurociencias, nos enseñan hoy que los niños y las niñas son mucho más inteligentes y capaces de lo que hemos aprendido hasta ahora, y que lo demuestran si les damos las oportunidades.

Si yo pienso: “Pobrecito el niño pobre que vive en un ambiente pobre con su familia pobre”, esa pobreza no tendrá salida. No se trata de una postura idealista. Hay investigaciones muy serias que nos demuestran que si pensamos que un niño es limitado, el niño terminará siendo limitado. Y que si creemos que los niños son capaces, se desarrollarán mejor y serán capaces de aprender más. Este cambio en la mentalidad de familias, padres, madres, educadoras y, sobre todo, en tomadores de decisiones, alcaldes, ministros, autoridades, es crucial.

No quiero con esto desconocer los espectáculos dramáticos que hoy vemos por toda América Latina: niños y niñas en las calles, desnutridos, semidesnudos, jugando en la basura…A pesar de estos dramas, -ante los que América Latina posee una enorme capacidad de resiliencia para levantarse- tenemos que admitir que hay muchas cosas que en América Latina están mejorando. En todo el continente se está reduciendo la natalidad. Por distintas causas. En algunos países, por firmes políticas de control de natalidad. En todos, por la incorporación de la mujer al trabajo y por su acceso a la educación, espacios donde empieza a comprender que no sólo quiere ser la madre de cinco o de ocho hijos sino que quiere satisfacer otros intereses personales y profesionales. Este cambio de expectativas tiene implicaciones en los programas de educación infantil. Con menor natalidad, y con una educación primaria con mayor cobertura, se abren nuevas posibilidades para mejorar la calidad y la cobertura de la educación parvularia.

UNA COBERTURA AÚN DEFICIENTE Y OBJETIVOS SOCIALES DESMEDIDOS

Es muy difícil calcular la cobertura latinoamericana en educación parvularia con exactitud. Porque los censos se diferencian de país a país. Los censos que hace la UNESCO tienen varios rangos: de 4 a 6 años, de 5 a 6, de 3 a 6, de 2 a 6. Hay muy pocos censos de 0 a 6 años. El rango de 5 a 6 años, el que se llama pre-escolar o pre-básico, el que está ligado a la educación primaria, tiene en casi todos los países del continente una cobertura bastante buena. Por su cercanía a la educación básica.

Pero en el rango de 0 a 6 años, el promedio de cobertura en América Latina en el año 2002 fue de sólo el 25%. Haití, Centroamérica y el Caribe tienen menos del 2% de cobertura en este rango de edad. Sólo Cuba es el único país del continente y del mundo que tiene 100% de cobertura en educación infantil de 0 a 6 años. Cuba tiene también el primer lugar de cobertura en educación primaria en toda América Latina. Y una de las explicaciones que hay para ostentar el primer lugar en primaria es la cobertura total que tienen en la educación parvularia.

La cobertura de la educación parvularia se ha ampliado muchísimo en América Latina. Pero, en un recuento de los programas de educación infantil en todos nuestros países, observamos que se le pide a la educación infantil todo: superar los efectos del atraso cultural, propiciar el desarrollo comunitario, favorecer procesos autogestionarios comunitarios, favorecer la valorización de la cultura local y de las lenguas autóctonas, facilitar la capacitación de las madres y su incorporación al trabajo fuera del hogar, favorecer la realización de las mujeres a través de la posibilidad de ejercer otras actividades fuera del ámbito doméstico, incorporar al sector femenino al sector productivo del país, evitar la desnutrición infantil, favorecer una mejor calidad de vida proveyendo mejores condiciones ambientales, romper el círculo de la pobreza favoreciendo el mejoramiento de las condiciones de vida del niño y su familia, favorecer un mejoramiento de la educación familiar…¡Y se aspira a que la educación infantil contribuya a todo esto! Pero todo esto son políticas sociales. Naturalmente, todo esto -una panacea- va más allá de lo que este primer nivel puede hacer.

EL OBJETIVO: GOZAR PLENAMENTE LOS SEIS PRIMEROS AÑOS DE LA VIDA

El problema de esta ambición desmedida es la escasa referencia que aparece en los programas a los objetivos educativos específicos de este nivel. Los objetivos que se plantean son muy generales. “Favorecer el desarrollo integral del niño”: eso aparece en los programas de casi todos los países. Favorecer a un niño feliz y confiado: de eso ya no se habla tanto. “Generar una base para una mejor inserción a la educación básica”: eso lo dicen casi todos. Porque se sigue pensando que el rol esencial de la educación inicial es preparar para la educación básica. Pero, por muy importante que esto sea, ése no es el propósito esencial de la educación inicial. El propósito es que el niño se desarrolle plenamente en la etapa en la que está, que desarrolle todo su magnífico potencial y viva de lleno esa etapa. ¿Por qué prepararlo ya para la básica y no darle oportunidad de gozar de un tiempo tan importante como son los primeros seis años de su vida?

Esos primeros seis años son la etapa más de niño que tendrá el ser humano a lo largo de toda su vida. En la cultura actual, la adolescencia cada vez comienza más pronto y se prolonga durante más años. La cultura actual reduce la infancia, una tendencia a la que contribuyen los medios de comunicación, donde vemos con frecuencia a niñitas de siete y ocho años vestidas como vedettes, bailando y cantando sensualmente, maquilladas como artistas. Si la cultura de consumo impulsa a perder la infancia, con más razón el objetivo de la educación inicial y su gran propósito -y así debería expresarse en las políticas de todos los países- debería ser resguardar ese delicado período de la vida, donde el potencial de desarrollo es enorme.

AL MENOS, YA ESTÁ “EN EL PAPEL”

Es una novedad sumamente interesante que en América Latina todos los países hayan hecho sus currículos, sus marcos, sus guías. Que los gobiernos y las sociedades de los países se hayan juntado a pensar qué podrían hacer por la educación de sus niños y niñas, que hayan revisado los fundamentos de la educación para después definir aprendizajes y criterios para aplicarlos. No hay continente en el mundo en el que todos los países tengan un currículo nacional. Todos los países europeos no tienen aún currículos nacionales, ni los tienen los países asiáticos, ni los de Oceanía, mucho menos los países africanos.

Y los currículos latinoamericanos tienen ideas muy poderosas. Por ejemplo, en el marco curricular de Nicaragua se lee que “a todo niño o niña, como parte de sus derechos, se le brindará la oportunidad de ser, y se espera que sean, verdaderos actores de la época que les ha tocado vivir.” Se afirma que “se trata de formar niños y niñas más participativos, creativos, autónomos y con mayores responsabilidades ciudadanas”. Es un mensaje muy poderoso. Darle fuerza a estas ideas, entre los tomadores de decisiones, en la comunidad entera, para que todos entiendan que los niños pequeños no son sólo “una cosita mimosa para hacerles cuchi cuchi”, sino que son personas sujetas de derechos es un enorme desafío. Y aunque pensemos que todavía es sólo papel, ya es sumamente interesante que esté ahí, en el papel.

ES HORA DE APUNTAR A LA CALIDAD

Aún en el papel, los currículos para la educación infantil tienen mucha importancia. Son declaraciones de propuestas de calidad. En Chile tenemos 12 mil educadores de párvulos tratando de poner en práctica un buen currículo. El currículo de Brasil es bastante bueno. Bolivia ha hecho muy buen currículo. En Uruguay, colegas aguerridas están muy molestas porque no las han dejado hacer un currículo de 0 a 3 años, sólo de 3 a 6. Argentina, como país federal, tiene un currículo para cada estado, lo que tiene ventajas y desventajas. El de Perú es relativamente nuevo y está bastante bien. Ecuador tiene uno nuevo. En Costa Rica el último currículo que hicieron fue el del ciclo materno-infantil y está bastante interesante, con fundamentos filosóficos, sicológicos, sociales, culturales, ecológicos, biológicos, de neurociencia y pedagógicos. El de Honduras es para la pre-básica.

El de Cuba es uno de los más antiguos. Cuba tiene currículos por ciclos: para el primer año de vida, para el segundo, para el tercero. El de Ecuador es uno de los últimos que se ha hecho en el continente. Participamos en su elaboración y cuando estaban viendo la portada quisieron usar un concepto que permitiera levantar expectativas y no ver al niño como el pobrecito chiquitito y limitadito, con puros diminutivos. Y eligieron este lema: “¡Volemos alto!” Y aunque en Ecuador hay situaciones sociales sumamente difíciles, no se conformaron con techos bajos, sino que optaron por altas expectativas.

Por muchas de estas razones, hoy el marco para lograr calidad en la educación es más propicio que nunca antes. Porque han mejorado -aunque en diferentes grados según los países- los indicadores referidos a la familia y a la niñez. Porque existen políticas locales, regionales y nacionales. Porque existen currículos nacionales e instituciones especializadas en la primera infancia. Porque hay más recursos financieros para este sector. Porque hay mayor profesionalización, estudios e investigación. Y porque hay mayor difusión de estos conocimientos a través de múltiples materiales.

Un problema que tenemos en América Latina es que hacemos cosas interesantes, pero las sistematizamos poco. Casi no sabemos sistematizar. Registramos poco y publicamos poco. Entonces, cuando uno quiere tener obras, libros, pensamiento construido en América Latina a partir de nuestras realidades, con nuestras debilidades y nuestras fortalezas, encuentra muy pocos libros. La construcción de conocimiento que se hace en centros de investigación, en ONG, en universidades es muy escasa, porque siempre estamos metidos en el activismo y como son tantas las cosas que hay que hacer, es muy poca la gente que escribe. Estamos leyendo aún libros que nos llegan de países desarrollados y, aunque por supuesto aprendemos mucho de ellos, no se acoplan a nuestras realidades. Los nuestros nos enseñarían mucho más.

¿QUEREMOS LÍDERES O AUTÓMATAS  PARA EL NUEVO MILENIO?

Otra gran ventaja que tenemos actualmente es que hay más presión social por la calidad y los tomadores de decisiones se están interesando más en el tema. Y si no se están interesando, tenemos que hacer que se interesen. En Chile, logramos que el Presidente Lagos lanzara las Bases Curriculares de la educación infantil en el Palacio de la Moneda, el mismo que en 1973 el mundo vio ardiendo. Ahí, rodeado de educadoras, de familias y de niñas y niños pequeños presentó el plan. Ése es el camino. La educación infantil no puede quedar sólo en las buenas voluntades de quienes tenemos mayor sensibilidad. La educación de los niños y las niñas más pequeños es demasiado importante. Y mientras haya tantos con poder de decisión que consideran la educación como un tema menor, y la educación inicial como el más menor de todos los temas, no debemos descansar.

Todos esos Presidentes que se reúnen continuamente en tanta Cumbre, si quieren que América Latina sea protagonista de su desarrollo, si quieren una población creativa, empoderada, inteligente, si quieren una democracia de calidad, si quieren líderes latinoamericanos para el nuevo milenio, tienen que entender que eso significa formar ciudadanía en los niños desde que nacen. Tienen que saber que eso tiene que ver también con un bebé al que a los seis meses no se le da simplemente un sonajero para que juegue, sino que se le muestran tres sonajeros para que elija el que más le gusta. Si cuando es bebé y después, durante los primeros años, sólo le doy lo que yo quiero y sólo le digo lo que tiene que hacer y le ordeno que no grite, que no se mueva, que no actúe, que no se levante, que no opine… ¿qué líderes voy a formar para el nuevo milenio? Tendré autómatas para el nuevo milenio.

Nuestros mandatarios tienen que darse cuenta que una ciudadanía activa no se forma gratuitamente. Que eso depende de una educación de calidad. Gabriela Mistral decía que el niño “no es mañana, es ahora”. Y eso significa que lo que pase en los primeros seis años de vida está, ya desde ahora, determinando el futuro de nuestras poblaciones y de nuestro continente.

Fuente artículo: http://www.envio.org.ni/articulo/3221

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