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Las universidades, su huella de carbono y la verdadera modernidad.

Por: Juan Palomar Verea.

Las universidades, como centros neurálgicos de la educación, tienen una primordial obligación respecto al medio ambiente: reducir al mínimo su huella de carbono, y a través de ello, colaborar a la salud pública y a la formación de todos sus alumnos, empleados, maestros, comunidad en general. A estas alturas todos sabemos que el reducir dicha huella (el impacto global sobre la atmósfera terrestre) es vital para la vida en el planeta.

¿Cómo hacerlo por la vía de los hechos? Una de las principales vías es limitar al máximo uno de los factores del funcionamiento universitario que posiblemente es el más perjudicial para el entorno: los desplazamientos automotores de su comunidad. Entre más lejanos y dispersos sean los planteles e instalaciones académicas mayor es el gasto en combustible y tiempo para acceder cotidianamente a ellos (en transporte público o privado).

La Universidad de Guadalajara, por ejemplo, ha seguido una política de alejar algunas de sus instalaciones de las áreas céntricas y mejor comunicadas de la ciudad. Para que un alumno (o cualquier ciudadano), por ejemplo, pueda consultar un libro que ocupa en la Biblioteca Pública del Estado (manejada por la U de G) debe, en la gran mayoría de los casos, imprimir una significativa huella de carbono en perjuicio del medio ambiente, e invertir mucho tiempo de traslado. O no ir (poca afluencia).

Esta práctica de abandonar las áreas consolidadas tapatías colabora además activamente para restarle vitalidad y viabilidad al centro. Teodoro González de León, no lo olvidemos, señalaba que el principio del desastre del centro de México fue el traslado de la comunidad universitaria de la Unam hacia el lejano campus del Pedregal.

El Iteso, por su parte, tuvo un inicio prometedor, hacia 1957, cuando comenzó a crear una red de planteles, cuatro o cinco, en el centro de la ciudad. El espejismo de los campus a la manera norteamericana, del Tec de Monterrey y de la Unam, fomentó la plusvalización de los lejanos terrenos donados por don José Aguilar, y sus áreas colindantes, a través de la creación, hacia 1962, del actual campus al sur de la mancha urbana. Queda la especulación, aún vigente: ¿qué sería haber continuado con el sistema céntrico, como la Universidad de Salamanca, la Sorbona y tantas otras? ¿Qué sería hacerlo ahora?

Ambas universidades hacen esfuerzos por mejorar sus efectos perjudiciales sobre el medio ambiente. La U de G acaba de anunciar que adquirió 29 vehículos eléctricos y 9 híbridos para integrarlos en su flotilla compuesta de centenares vehículos convencionales. El Iteso, por su parte, ha convertido su campus en un admirable jardín botánico y trata sus propias aguas residuales. Además ha prohibido el unicel, y está haciendo la lucha por cancelar el uso de los popotes y las botellas de PET, junto con el fomento a las prácticas del transporte compartido y la bicicleta.

Habría, además de estos loables esfuerzos, que profundizar drásticamente en otras medidas. La U de G, por ejemplo, podría regresar una parte significativa de la biblioteca del Estado (no un pedacito) a la Casa de la Cultura Jalisciense del Agua Azul. Podría, en vez de continuar alejando sus instalaciones, desarrollar en las inmediaciones del citado parque, estratégicamente situadas en el corazón metropolitano y que ofrecen grandes oportunidades, un gran distrito universitario (ya hay otro pie de cría: el Teatro Diana). Otra oportunidad: restaurar integralmente el Jardín Botánico (conforme a la ilustración original del proyecto del siglo XVIII que se acompaña) y que es parte integral, clínica y educativa del frontero Hospital Civil, manejado por la propia U de G.

O el Iteso, por ejemplo. Bien podría descentralizar su campus, ya pletórico y congestionadísimo de coches, a la manera como muy meritoriamente lo empezó a hacer con gran éxito y aceptación de su comunidad y del público en general, con la Casa Iteso-Clavijero, instaurada hace más de diez años en la Casa González Luna de Luis Barragán. Bien se habla de los beneficios ambientales de las aproximadamente 40 hectáreas del campus-jardín con el que cuenta. Pero nunca se habla de la incalculable y mayúscula huella de carbono (y del altísimo desperdicio de tiempo y desgaste humano), que ha representado históricamente, y representa hoy, el cotidiano traslado de los miles de integrantes de su comunidad hasta dicho campus. Porque, paradójicamente, entre más queda el campus rodeado de desarrollo urbano, más complicado, tardado y contaminante es llegar a él: más se aleja en términos reales. Esto se aplica a todos los centros educativos periféricos (el Tec, etcétera).

Las universidades tienen una indeclinable y esencial obligación cívica. Una de las primeras es impulsar la sustentabilidad (en todos los sentidos) de sus ciudades, de sus comunidades. Los tiempos y las circunstancias cambian: es más que hora de que los centros educativos replanteen su papel en la urbe, de que se superen esquemas obsoletos y dañinos, de que apuesten por una verdadera modernidad.

Fuente: http://opinion.informador.com.mx/Columnas/2017/01/20/las-universidades-su-huella-de-carbono-y-la-verdadera-modernidad/

Imagen: http://ep00.epimg.net/ccaa/imagenes/2013/08/06/valencia/1375814820_020515_1375815150_noticia_normal.jpg

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El desafío educativo de 2017.

Por: Juan María Segura.

La educación es la actividad que mayor capacidad transformadora y oportunidades de progreso demostró a lo largo de toda la historia de la humanidad, generando ciencia, medicina e instituciones, y asegurando la transferencia de valores y legados de generación en generación. Dentro de la práctica educativa, el concepto de la calidad obró siempre como una fuerza aspiracional poderosa, animando a actores e instituciones a superar sus propios límites, ya sea a través de la innovación en formatos y prácticas de enseñanza, como en la calidad de los contenidos generados para apuntalar dinámicas de aprendizajes significativos.

Cada época impone retos y desafíos particulares que el sistema educativo y sus actores deben comprender e integrar a sus prácticas, transformándolos en propuestas originales y en ofertas relevantes para los nuevos problemas emergentes. En este sentido, el comienzo del siglo XXI se presenta como un momento de cambio trascendental y paradigmático en la historia de la humanidad.

Nunca antes la raza humana experimentó un salto cualitativo de tal magnitud y proporciones en sus condiciones de vida. Nunca. Los progresos anteriores, todos, el fuego, la lanza, la pólvora, el cultivo de las plantas, la escritura, la imprenta, la medicina, la energía eléctrica, la máquina de combustión, el automóvil, la energía nuclear, palidecen frente a lo ocurrido a partir de la invención de internet y de la liberación del flujo de información en el mundo. Repentinamente, el mundo moderno que puso al hombre en la luna y que creo máquinas, infraestructura y sistemas universales de derechos, finalmente está dando paso a un nuevo formato de sociedad hiperconectada, descentralizada, que trabaja y co-crea en red.

En este nuevo contexto sociocultural y tecnológico, el hombre debe enfrentar con dinamismo y determinación problemáticas que por su complejidad, originalidad o escala requieren nuevos abordajes. Las prácticas y recetas del pasado solo pueden aportar, en el mejor de los casos, una parte de la solución de dichos problemas.

En comparación con la situación vivida bajo el paradigma de la información escasa, en donde se definía a un analfabeto por su incapacidad para leer y escribir, en la actualidad avanzamos hacia un contexto organizativo en el cual se reconocerá a un analfabeto por su incapacidad para aprender y desaprender en un entorno de hiperconectividad y sobreabundancia de información. Esta afirmación, compartida por científicos y especialistas, obliga a poner especial atención en los procesos cognitivos involucrados en el aprendizaje a lo largo de toda la vida, no solo en los primeros años de vida y no exclusivamente dentro de los muros de un aula como la conocemos.

Nuevos saberes y competencias son exigidos. Iluminados por los avances de las neurociencias, y apuntalados por el robustecimiento de las teorías del aprendizaje, se vuelve tan necesario como posible dotar a aprendices y ciudadanos de una mirada cosmopolita, crítica y holística del mundo, pero a la vez despertar en ellos la sensibilidad necesaria frente a las culturas y causas locales, y el activismo y protagonismo explícito ante problemáticas que afectan la sustentabilidad del planeta.

En el inicio del año 2017, es mi deseo que los actores políticos y las instituciones de educación en Argentina se animen a innovar. Educar en un entorno VUCA (por los términos en ingles volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad) es el mandato de estos tiempos para educadores e instituciones.

Entiendo las lógicas de la política, las necesidades de mayorías en las cámaras del Congreso y la teoría del pato rengo. Pero con la educación no se juega, y mucho menos en este contexto histórico de transformación.

En marzo, una vez que se hagan públicos los resultados del Operativo Aprender, finalmente sabremos con precisión lo mal que rinde el sistema de educación nacional. ¿Estamos preparados para actuar? ¿Estamos capacitados para proponer transformaciones que cambien el curso de esta historia? ¿Estamos decididos a arriesgarnos? ¿Deseamos ser arquitectos del nuevo sistema, con todo el trabajo que ello supone? Deberíamos.

Fuente:  http://www.lagaceta.com.ar/nota/715308/opinion/desafio-educativo-2017.html

Imagen: http://img.lagaceta.com.ar/fotos/notas/2017/01/16/tmb2_715308_201701152056440000001.jpg

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Empoderar a las mujeres contra la desigualdad

Por Baher Kamal

La infraestructura de Liberia fue destruida durante la guerra civil (1989-2003). Unas niñas caminan en el pueblo de Totota, en el condado de Bong, mirando las vivendas demolidas por las autoridades para reconstruir las calles. Crédito: ONU Mujeres.

 (IPS) – En el contexto actual en que ocho hombres concentran la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad, se observa que, en general, las mujeres son las que están en peor situación; se necesitarían 170 años para que percibieran el mismo salario que los hombres.

La población femenina, que suele emplearse en los sectores mal pagos, sufren una gran discriminación laboral, asumen una desproporcionada carga de trabajo no remunerado y suelen encontrarse en la base de la pirámide, observó Oxfam Internacional, una coalición de 19 organizaciones que trabajan en 90 países.

“Si las mujeres tuvieran el mismo acceso a los recursos que los hombres, habrían unas 150 millones de personas menos con hambre en el mundo”: Neven Mimica.

En su informe “Una economía para el 99 por ciento”, presentado el 16 de este mes, Oxfam Internacional se refirió a cómo las grandes corporaciones y las personas súper ricas avivan la actual crisis de desigualdad.

La coalición entrevistó a trabajadoras de una fábrica de ropa de Vietnam, quienes trabajan 12 horas al día, seis días a la semana, y aún así, apenas si pueden arreglárselas con el dólar por hora que cobran por fabricar ropa para las grandes marcas mundiales.

Además, “los gerentes generales de esas compañías están entre las personas mejor pagas del mundo”, subraya el informe.

¿Por qué?

“Las mujeres son mayoría en los empleos peor pagados y menos seguros, al tiempo que asumen gran parte de la responsabilidad de las tareas de cuidado no remuneradas”, puntualizó Anna Ratcliff, responsable de medios y de la campaña “Even It Up” (Acabemos con la desigualdad extrema, en español) de Oxfam.

“No es un accidente; nuestro actual modelo económico depende de ese suministro de trabajo barato o gratuito”, apuntó.

Cuando se recortan los servicios públicos porque las grandes corporaciones y las personas más ricas no pagan los impuestos correspondientes, las mujeres suelen ser las más perjudicadas, dijo Ratcliff a IPS. Por ejemplo, cuando la educación no es gratuita, la población femenina es la queda afuera, acotó.

“Las mujeres sufren discriminación en sus hogares y también institucional, pues las élites política y económica están dominadas por hombres; las ocho personas más ricas son hombres, al igual que 89 por ciento de las que son multimillonarias”, observó.

Ratcliff subrayó que es necesario gestionar las economías para que las mujeres puedan tener las mismas oportunidades que los hombres.

“Por ejemplo, asegurando un acceso equitativo a la educación, ofreciendo mejores servicios de cuidados infantiles, además de más asequibles, invirtiendo en servicios e infraestructura básica y combatiendo normas sociales relacionadas con el papel de las mujeres en la sociedad”, indicó.

Si las mujeres tuvieran los mismos recursos que los hombres

Están entre los más pobres de los pobres, y a pesar su contribución fundamental y de constituir la mitad de los trabajadores rurales, las campesinas son las mayores víctimas de la desigualdad.

“Si las mujeres tuvieran el mismo acceso a los recursos que los hombres, habrían unas 150 millones de personas menos con hambre en el mundo”, observó Neven Mimica, comisario de Cooperación Internacional y Desarrollo de la Unión Europea (UE).

Empoderar a las mujeres contra la desigualdad

Las campesinas de Uganda necesitan mejores herramientas de mano y de tracción animal. Crédito: IFAD.

Incluso, Mimica estimó que la producción agrícola aumentaría casi una tercera parte.

“Suele decirse que educando a una mujer, se educa a toda una generación. Lo mismo ocurre cuando las empoderamos en distintos ámbitos, no solo mediante el acceso al conocimiento, sino también a los recursos, ofreciéndoles igualdad de oportunidades y dándoles voz”, indicó.

“Sin embargo, las estadísticas actuales muestran que nos quedamos cortos en esos ámbitos”, se lamentó Mimica, en el marco de una reunión de alto nivel realizada en diciembre.

La organización del encuentro estuvo a cargo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Comisión Europea, la Presidencia eslovaca del Consejo de la UE, y contó con la colaboración del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (IFAD), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y ONU Mujeres.

Ademas, puntualizó el comisario de la UE, “sabemos que las niñas y los niños tienen mejores perspectivas de futuro si sus madres son saludables, tienen tranquilidad económica y educación; en especial en los primeros 1.000 días de vida”.

Las mujeres representan la mitad de los trabajadores rurales

En los países en desarrollo, las mujeres representan 45 por ciento de los trabajadores rurales, yendo de 20 por ciento en América Latina hasta 60 por ciento en algunas zonas de África y Asia, según FAO.

“Y son muy trabajadoras, en África y Asia Pacífico, suelen laborar entre 12 y 13 horas más por semana que los hombres”, precisa la FAO.

En general, ellas tienen menos probabilidades que los hombres de tener el control de la tierra, y el suelo de sus terrenos suele ser de mala calidad: menos de 20 por ciento de los propietarios de tierras son mujeres.

“Las campesinas generan ganancias productivas y reinvierten hasta 90 por ciento de sus ingresos en el hogar, dinero que se gasta en alimentación, salud, educación y actividades generadoras de ingresos, lo que ayuda a romper el ciclo de la pobreza”, precisa la agencia.

Lograr la igualdad de género y empoderar a las mujeres “no solo es hacer lo correcto, sino que es un elemento fundamental en la lucha contra la extrema pobreza, el hambre y la malnutrición”, subrayó el director general de la FAO, José Graziano da Silva, en la reunión de alto nivel.

“Las mujeres son el pilar de nuestro trabajo en agricultura”, subrayó, y representan 45 por ciento de la fuerza laboral rural en los países en desarrollo y hasta 60 por ciento en algunas regiones de África y Asia, precisó.

Los datos ponen de relieve la importancia de que las trabajadoras rurales tengan las mismas oportunidades, subrayó el director general de la FAO.

A cerrar la brecha de género

En la reunión de alto nivel, la ministra de Agricultura y Desarrollo Rural de Eslovaquia, Gabriela Matecná, quien presidió el Consejo de la UE en el segundo semestre de 2016, observó: “La brecha de género le cuesta caro a la sociedad en términos de producción agraria, de seguridad alimentaria y de crecimiento económico”.

A pesar de que las mujeres constituyen casi la mitad de los trabajadores rurales, son propietarias de menos de 20 por ciento de las tierras. Además, la población femenina representa 60 por ciento de las personas que sufren hambre de forma crónica, observó.

“Cuando inviertes en un hombre, inviertes en una persona. Cuando inviertes en una mujer, inviertes en una comunidad”, remarcó el presidente de IFAD, Kanayo F. Nwanze.

“Una y otra vez vemos que la igualdad de género abre las puertas para que comunidades enteras refuercen la seguridad alimentaria y nutricional y mejoren su bienestar social y económico”, observó.

“Empoderar a las mujeres es, por cierto, empoderar a la humanidad”, subrayó.

“Solo empoderando a las campesinas podremos destrabar la fuerza del sistema de alimentación global. Es fundamental brindarles apoyo para crear resiliencia, construir empresas más fuertes y promover la seguridad alimentaria a largo plazo”, observó Denise Brown, directora de emergencias del PMA.

Por su parte, la directora de programa de ONU Mujeres, María Noel Vaeza, subrayó: “Cerrar la brecha de género en la agricultura generará múltiples dividendos en materia de desarrollo, como la igualdad de género para las mujeres rurales, seguridad alimentaria y reducción de la pobreza, mejor gestión climática y sociedades más pacíficas”.

Traducido por Verónica Firme

Fuente: http://www.ipsnoticias.net/2017/01/empoderar-a-las-mujeres-contra-la-desigualdad/

Imagen: cdn.ipsnoticias.net/wp-content/uploads/2017/01/desigualdad1-629×420.jpg

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Cómo enseñar a la ciudadanía digital a sus estudiantes

Por Claudia Garcia

Del mismo modo que los estudiantes tienen que aprender a ser buenos ciudadanos dentro de su comunidad, tienen que saber cómo comportarse y ser una parte positiva de la comunidad digital. La ciudadanía digital es una responsabilidad importante que todo el mundo tiene que entender, ya que sintetiza como muchos aspectos del comportamiento y acciones como la interacción física.

Dependiendo de la edad del estudiante, hay diferentes áreas que se pueden enfocar. A medida de la edad del estudiante, usted tiene que asegurarse de que su comprensión y capacidad de ser un buen ciudadano digital surja.

Comenzando con el peligro de los extraños y el acoso cibernético, los estudiantes tendrán que seguir para aprender acerca de este aspecto de la tecnología a lo largo de su carrera educativa. En la segunda parte de esta pieza, hablaremos de tres maneras en que usted puede enseñar a la ciudadanía digital a sus estudiantes.

La incorporación sin problemas en las lecciones diarias

La mejor manera de asegurar que los niños entiendan sobre ciudadanía digital es construir adecuadamente las lecciones diarias. Mediante la práctica de todos los días, se convierte en una segunda naturaleza, independientemente de la edad de los estudiantes. Tampoco se requiere mucho tiempo o esfuerzo extra ya que está usando la tecnología diariamente.

Cuando los estudiantes hacen presentaciones, puede resaltar los derechos de autor y los derechos intelectuales. Para los estudiantes más jóvenes, se puede destacar temas como el plagio y citar sus investigaciones. A medida de la edad del niño, se puede empezar a preguntarles cómo les gustaría que su trabajo sea explicado y usado por otros. Haga que piensen en cómo se sentirían si alguien fuera a sacar provecho de su trabajo duro, especialmente si se hizo sin su consentimiento.

Para enseñar acerca de la importancia de tener cuidado en línea, usted puede crearle a su hijo, cuentas en línea sobre temas de estudio a fines. Estas páginas les enseñarán a pensar acerca de las personas de una nueva perspectiva, así como mostrar cómo ser respetuoso y pertinente con los demás durante un chat en esas páginas.

Encontrar los recursos adecuados

Esta sugerencia es probablemente el más difícil, pero no por falta de recursos. Con el cambio rápido de la tecnología, las nuevas herramientas y recursos están en constantemente publicación. Uno de los más beneficiosos para los educadores son los foros y paneles de discusión donde los maestros, administradores, profesores, y otros en la industria, comparten sus experiencias e ideas.

Teniendo en cuenta que usted quiere ser capaz de incorporar las lecciones diarias en la ciudadanía, los recursos deben ayudar a simplificar la incorporación.

Algunas aplicaciones proporcionan una excelente manera de enseñar a los estudiantes en cualquier rango de edad, aunque puede ser difícil encontrar aplicaciones que funcionan en un entorno escolar. Una gran cantidad de dispositivos también están disponibles, aunque pueden tener un costo prohibitivo. Cosas como Google Cartón, trabaja para mantener los costos al mínimo.

En última instancia, la colaboración es la mejor manera de encontrar los mejores recursos para sus lecciones.

Centrarse en temas basados en grupos de edad de los alumnos

Al empezar a encontrar nuevas y emocionantes maneras de enseñar la ciudadanía digital, no se olvide de considerar la edad de los niños. Cada año de la escuela requerirá un enfoque y nivel de complejidad diferente. Usted tiene que mantener los objetivos y las expectativas apropiadas para la edad que usted está educando.

En los primeros años en la educación, la atención se centrará en temas como el peligro de los extraños y cómo estar seguros cuando usan Internet, pero también se tendrán que introducir temas como el acoso cibernético para que puedan aprender cómo tratar a los demás en línea, y cómo reaccionar cuando alguien excede los límites de respeto.

Necesitará foros y paneles que se pueden supervisar. A medida que los niños alcanzan la edad para poder utilizar Facebook (13 de acuerdo con los términos y condiciones de Facebook), entonces es necesario introducir la preocupación por las redes sociales y cómo comportarse.

Sus lecciones tendrán que hacer frente a los posibles problemas y soluciones adecuadas cuando aparecen nuevas tecnologías y aplicaciones.

Fuente: https://revistaeducacionvirtual.com/archives/2837

Imagen: https://revistaeducacionvirtual.com/wp-content/uploads/2017/01/ecosistema-730×487.jpg

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El desafío laboral de las máquinas inteligentes

Por Guillermo D’Andrea

La revolución digital está acelerando el cambio de perfil hacia los servicios; además, no habrá menos trabajo en el futuro, pero sí será distinto.

Haga una prueba: busque un libro, revista o diario entre el público de un medio de transporte o una sala de espera, o una cámara de fotos en cualquier lugar turístico: verá mayoría de pantallas. El avance tecnológico es fascinante, pero como con el rostro de Medusa, corremos peligro de quedar petrificados de solo mirarlo asombrados.

La velocidad del progreso genera instrumentos cada vez más pequeños, potentes y amigables, y a la vez más accesibles económicamente, haciendo realidad fantasías de hace un par de décadas, que ya han ocurrido o son previsibles a corto plazo, desde autos sin chofer hasta ropa inteligente. Pero la fascinación del cambio en nuestra vida personal y laboral nos esconde el alcance de sus consecuencias sociales, demorando la reacción necesaria para absorberlas.

La economía colaborativa trae la uberización de sectores, como el traslado de personas o el alquiler de viviendas por pequeños plazos de Airbnb, que, más allá de los ajustes requeridos en más de una ciudad, revoluciona sectores completos, destapando y valorizando capacidades ociosas y cambiando nociones de propiedad: ¿hasta qué punto es necesario tener un auto que va a estar detenido la mayor parte del tiempo? Servicios como Yugo en Barcelona y otras ciudades europeas ofrecen motos estacionadas por la ciudad, que se pagan sólo por el rato de uso y luego se dejan para el siguiente asociado que la reserva y pone la sesión en marcha a través de su teléfono inteligente. Es la revolución de las redes digitales, que, cuanto más densas (gracias a los celulares inteligentes), más enriquecen servicios de trafico fluido como Waze. Combinando geolocalización, interconexión y robots, crean sistemas complejos que funcionan desde un teléfono, con un mapa interactivo y un robot que habla con naturalidad en el idioma elegido.

Así, casi sin darnos cuenta, dejamos de lado el videoclub, el centro musical, los discos y CD por la comodidad del streaming, el cine o la televisión, porque vemos películas y leemos el diario en pantallas o en el celular, que nos acompaña todo el día y nos asiste como reloj, calculadora, mapa y cámara de fotos, y nos entretiene, informa y mantiene en constante comunicación con amigos y trabajo a través de las redes digitales.

Los robots salieron de las líneas de producción y ya se enseñan entre ellos. Nos asisten en nuestros ejercicios y programas de salud, nos atienden cada vez mejor en la compra de entradas de cine u otros servicios, y nos anuncian autos sin conductor, robots periodistas, asistentes legales y médicos para diagnósticos y seguimiento. La producción cambia con impresoras que generan piezas, repuestos a domicilio, instrumentos musicales y hasta proyectan «imprimir» viviendas en tamaño real. Las casas apuntan a ser inteligentes y las fuentes renovables se basan en la interacción de robots con tecnologías, que van desde la jardinería, el transporte y la energía, hasta la agricultura o la medicina, reemplazando el trabajo personal con la asistencia de robots.

De este modo casi lúdico se instala el cambio digital entre nosotros de un modo cada vez más generalizado y a la vez sutil, y modifica el futuro del trabajo. Seremos más asistidos por medios digitales y el avance de robots en la manufactura restará demanda de mano de obra. Tendremos más tiempo y en este ocio forzado el trabajo humano se orientará hacia la economía de servicios o el manejo y la gestión de tecnologías, demandando capacidades distintas de las de la industrialización que estamos abandonando, como muy bien describen Erik Brynjolfsson y Andrew McAfee en La segunda era de las maquinas.

Cruzar esa brecha no será sencillo, especialmente en países con economías menos competitivas y dinámicas, que no podrán crear nuevos puestos de trabajo con la velocidad requerida para absorber los nuevos desempleados. Seguramente veremos nuevas manifestaciones de taxistas condenando a Uber y reviviendo a los luditas que en el siglo 18 rompían telares en rechazo a la incipiente industrialización que amenazaba a las tejedoras domésticas.

Más allá de la explicable frustración, es imperativo revisar las pautas de educación y capacitación para desempeñarse en el mundo digital que está a la puerta, y difícilmente este desafío pueda ser cubierto a tiempo sólo por la iniciativa pública. La educación generalizada del siglo de la ilustración preparó generaciones para desempeñarse en múltiples trabajos y especialidades, pero la revolución digital acelera el cambio de perfil hacia los servicios. No es que habrá menos trabajo, pero será distinto, con más énfasis en el servicio y la relación personal. Es imprescindible anticipar los cambios para ajustar la preparación de la fuerza laboral, como hizo Robert Reich en El trabajo de las naciones, ya que la velocidad digital deja poco margen para preparar a las nuevas generaciones y volver a entrenar a la actual, aunque, al mismo tiempo, provee de herramientas más efectivas para capacitar a distancia con efectividad.

Los planes de educación en países como Singapur o Estados Unidos buscan adecuar las nuevas generaciones a la realidad del siglo XXI, para lo cual incluyen líneas de trabajo en ciencia, tecnología, matemáticas, arte e ingeniería, que van desarrollándose a lo largo de toda la escuela primaria y secundaria. Pero en nuestro entorno, que arrastra brechas crecientes de educación tanto internas como respecto del exterior, el reemplazo de personas por tecnología deberá ir acompañado con planes en los cuales las empresas complementen el esfuerzo de la educación pública con prácticas de trabajo y programas internos de capacitación y reentrenamiento, de modo de cerrar la previsible brecha de desempleo, alimentada por la menor demanda de trabajo industrial y la oferta con deficiencias de capacitación.

La complementación de la educación formal con becas de primer trabajo y entrenamiento de capacidades en la tarea, no sólo aportarán un necesario enfoque de educación continua y práctica, sino que mejorarán la calidad de los trabajadores, harán más atractivo el trabajo por la perspectiva de mejora y disminuirán la rotación y el descontento laboral.

Si hay un aspecto en que la colaboración público-privada es imprescindible y urgente es este de cerrar la brecha digital en las generaciones actuales en actividad y en las futuras, ampliando la perspectiva de la empresa. La complejidad que está adquiriendo el contexto exige de las empresas un rol como actor social que va más allá del operador económico, con influencia decisiva en la formación de valor y su distribución en la sociedad. A la creación de empleo hay que agregarle la formación continua y sistemática de capacidades en los trabajadores. De otro modo seremos testigos del lado negativo de la tecnología: el malestar social producto del desempleo y falta de oportunidades para quienes no estén equipados para trabajar en el siglo XXI, y el retroceso de la competitividad del país en el contexto global.

Fuente: http://www.lanacion.com.ar/1977760-el-desafio-laboral-de-las-maquinas-inteligentes

Imagen: bucket1.glanacion.com/anexos/fotos/96/innovacion-2348296w620.jpg

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Educar en ambientes violentos

Por Carlos Aldana

Educar en algunas situaciones, a veces, quiere decir jugarse la vida y hacer adaptaciones sobre la labor docente

Hablar de la educación para la paz, la convivencia pacífica y los valores de la armonía con los demás, constituyen ejes de reflexión que no podemos abandonar de ninguna manera. Sin embargo, tampoco podemos ignorar que en realidades, como la latinoamericana, todo eso es pretendido en y para contextos de violencia ciega, irracional y que no discrimina a nadie.

Muchísimas escuelas, de entornos como el guatemalteco, salvadoreño u hondureño, viven en condiciones de inseguridad y de miedo frente a las amenazas que existen en su entorno. No son pocas las ocasiones en las que ese terror se traslada a los propios patios, aulas y ambientes internos. Los niños, las niñas y los jóvenes van a la escuela pero en el camino y alrededor de sus aulas, la muerte ronda en forma de luchas entre pandillas o de violencia social en todas sus manifestaciones. Además de sus propios entornos familiares que de una u otra manera también expresan violencia. Los equipos docentes tienen que ingeniárselas para poder cumplir con sus tareas cotidianas, pero son muchos los reportes de docentes también víctimas de esa realidad. Las amenazas directas y explícitas hacia maestras y maestros de parte de fuerzas violentas condicionan cualquier tarea o cualquier esfuerzo educativo permanente.

Tampoco podemos obviar que muchas actitudes docentes son generadoras de violencia en la medida que al perder el rumbo educador, practican una educación basada en el irrespeto, la verticalidad, la ausencia de afectividad y comprensión de las condiciones difíciles de sus estudiantes. Algunos llegan incluso al maltrato verbal o la hiperexigencia evaluativa que se convierte en irracional cuando no toma en cuenta múltiples factores de un estudiantado proveniente de realidades altamente difíciles.

Educar en ambientes violentos es realmente una tarea difícil, compleja y de altos riesgos. No se parece, en nada, a la tarea fácil del académico o teórico pedagógico que desde la seguridad de su escritorio o desde la lejanía social y económica, plantea grandes ideas sobre educación para la paz. Educar en ambientes violentos es arriesgar la propia vida y realizar adaptaciones a su desempeño docente.

Y, sin embargo, esta educación es tan necesaria y fundamental en nuestras realidades, porque nos recuerda que, a pesar de todo, existen hombres y mujeres que pueden hacer de su palabra, de su sonrisa, de su calidez y de su acompañamiento permanente, los mejores medios para no agrandar el abandono en que viven millones de niños, niñas y jóvenes que reflejan la cara más dramática de la injusticia, desigualdad y exclusión en el orden económico y social de hoy.

Los hombres y mujeres que van a trabajar a esas escuelas rodeadas del peor de los climas, pero que lo hacen con la convicción de que su labor toca a víctimas de la realidad económica y social, y que lo hacen con la esperanza y la alegría de que su aporte contribuya a transformar la realidad, constituyen los ejemplos vivos de una pedagogía de la vida y la dignidad que no se construye con categorías teóricas sino con esfuerzos reales y concretos.

En sus interacciones de aprendizaje con sus estudiantes, con las familias, con sus colegas, van siendo sobrevivientes de una realidad de negaciones de todos los derechos. Pero están ahí, con su palabra, su sonrisa y sus orientaciones, que serán mínimas en la vida de esas jóvenes generaciones a las que el orden económico condena a una ausencia de presente y de futuro dignos.

Quizá no lo sepan, pero con su dedicación y entrega a la educación en esos entornos, aportan los elementos de una pedagogía que es urgente y necesaria. Esa que dignifica en medio de la indignidad, esa que hace posible la paz en medio de la violencia, esa que en medio de la muerte construye la vida. Esta es la pedagogía que necesitamos no solo en el Sur, sino fundamentalmente en un Norte que pretende globalizar una visión de lo educativo que olvida al ser humano en su plenitud.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2016/11/11/educar-ambientes-violentos/

Imagen: https://discursosysenderos.files.wordpress.com/2015/04/bulling_637x330.jpg

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Los robots entran al aula para contradecir a Asimov

Por Liliana Arroyo

Asimov vaticinó una enseñanza, en casa, reinada por un profesor mecánico. Ya hay robots sociales que interactúan en las aulas. Empecemos a pensar cómo queremos que esos robots sociales nos asistan, cuándo y de qué manera.

Cada vez que estrenamos año nos encanta imaginar y proyectar qué nos deparan los próximos 12 meses. Así que para estrenar el 2017, traigo una de tecnología y tendencias educativas. Para ello os propongo breve un viaje al futuro desde el pasado -de la mano de Asimov-, y una mirada a la escuela del futuro a través de los robots sociales. Abróchense los cinturones que nos vamos.

El hoy desde el ayer

Isaac Asimov fue un gran referente en ciencia ficción y tenía visiones futuras de una lucidez asombrosa. Tras visitar la Feria Mundial de Nueva York en 1964 hizo una predicción del mundo a 50 años vista. Justo en el aniversario, en 2014, constatamos que la mayoría de sus predicciones estaban bien encaminadas y que la mitad se han cumplido. Aunque su especialidad era la bioquímica, escribió mucho sobre robótica y se le atribuyen frases célebres relacionadas con la educación. Me gusta especialmente un relato corto titulado “The Fun they Had” (Lo bien que se lo pasaban). El argumento es simple: un niño del año 2157 encuentra un libro de papel. Se lo enseña a otra niña, su vecina, y hablan de cómo era la escuela que conocieron sus abuelos y bisabuelos.

Dejando su visión nostálgica de la escuela como lugar donde relacionarse, ese cuento nos da pistas sobre cómo imaginaba la educación en pleno siglo XXII. Asimov vaticinaba que la escuela ya no sería un edificio donde van todos los niños, sino que el proceso educativo y de aprendizaje se haría en casa, en una habitación específica y reinada por el Profesor Mecánico. Este “profesor” lo describía como un robot de forma humanoide, programado para encenderse de lunes a viernes a una hora determinada, dando contenidos personalizados cada día y con una ranura a medio tronco para introducir los deberes del día anterior.

A fecha de hoy podemos decir que el olfato de Asimov afinó relativamente en cuanto a los contenidos individualizados y el uso de robots. En cambio, las escuelas tienen todavía un largo recorrido como centros educativos, los profesores siguen siendo humanos y el aprendizaje solitario y a domicilio es una rara avis. En cuanto al Profesor Mecánico, algunos avances hacen pensar que de momento no veremos profesores robot y que cuando los veamos, no serán mecánicos sino reactivos.

El mañana desde hoy

Hace un par de meses, Barcelona acogió una conferencia internacional sobre robots sociales, con el foco puesto en las finalidades terapéuticas y educativas. Lo revolucionario de los robots sociales es que, además de contar con Inteligencia Artificial (que les permite aprender de cada acción), son capaces de identificar emociones cuando se relacionan con humanos. En las charlas se enfatizaba que los robots sociales deben servir para estimular el aprendizaje, así como adquirir nuevas habilidades y competencias. El asistente más conocido probablemente sea Pepper, un robot japonés que ha comenzado a ir a una escuela de Fukushima para ayudar a los compañeros con menos don de palabra. Lo que diferencia estos robots sociales de los demás, e incluso de un tutorial cualquiera, es que interpretan emociones descodificando la entonación y los gestos. Por eso los niños pueden interactuar con ellos espontáneamente (lo que se llama “con lenguaje natural”), estando más cerca de la manera de relacionarse con un humano que con una máquina.

El desarrollo y la investigación están todavía en fases muy tempranas. Los robots sociales se están probando de momento como asistentes educativos, tanto para el aprendizaje general como para dar apoyo a los casos con dificultades en el desarrollo cognitivo. Se me ocurren muchas ventajas, comenzando por una atención personalizada o la detección precoz de algunos trastornos. Seguramente lo ideal sería que los robots fueran un complemento para que los y las docentes puedan dedicarse a esos aspectos intrínsecamente humanos de la tarea educativa.

No jugaré a ser Asimov porque hacer predicciones de ese calibre sólo está al alcance de los grandes visionarios, aunque dudo mucho que al terminar el 2017 los robots sociales sean uno más de la clase. Lo que sí puedo decir es que la innovación tecnológica no es buena sólo por ser nueva, sino que es buena cuando aporta mejores soluciones. En educación, me atrevería a decir, mejor no significa más rápido o más caro, sino más bien algo efectivo y que además llega a todas las aulas. De lo contrario, por muy sociales que sean los robots, el derecho a tener un futuro digno seguirá mal repartido.

Desabróchense los cinturones y bienvenidos de nuevo al presente. Permanezcan atentos, pues es el momento adecuado para debatir, imaginar y construir colectivamente el mañana. Empecemos a pensar cómo queremos que esos robots sociales nos asistan, cuándo y de qué manera. Porque como dijo Alan Kay, “la mejor manera de predecir el futuro, es inventándolo”.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/01/20/sera-2017-el-ano-de-los-profesores-robot/

Imagen: eldiariodelaeducacion.com/wp-content/uploads/2017/01/Roberlan-Borges-cc-flickr.jpg

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