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GPS geoeconómico

América del Sur/Cenral/Diciembre 2016/Alfredo Serrano/http://www.rebelion.org/

Bolivia acuerda la venta de gas con Brasil y Argentina para el próximo año al mismo tiempo que prioriza su relación económica con Perú. Ecuador acaba de firmar un acuerdo comercial con la Unión Europea. Venezuela suscribe contratos importantes con empresas canadienses y alemanas para explotar el arco minero. Nicaragua continúa con su financiación del Fondo Monetario Internacional a pesar de su relación estratégica con China por la construcción del canal. Cuba tiene excelente relaciones económicas con Francia y España. La Argentina de Macri se aferra al swap con China para superar la restricción externa. Los empresarios paraguayos cercanos a Cartes se desviven para entrar en el mercado interno venezolano. Temer apuesta por consolidar la relación de Brasil con Rusia. México está más atento a lo que pueda pasar con el Norte que las relaciones con cualquier país latinoamericano. Por su parte, Colombia sabe que su relación económica con sus vecinos, Ecuador y Venezuela, es tan o mas importante que la que pueda tener con los países de la Alianza del Pacífico.

Frente a tales contradicciones, cualquier análisis geoeconómico convencional afirmaría que los países latinoamericanos se han vuelto locos. Pero no. Estamos ante un momento de clivaje en el comportamiento de las relaciones económicas en la esfera internacional. Frente a la sostenida contracción de la economía mundial, cada quién busca salvarse como pueda. La anatomía geoeconómica ha cambiado en el mundo, y en consecuencia también lo ha hecho en América latina. Existe a día de hoy un patrón de relacionamiento económico que trasciende los bloques y alianzas políticas del siglo XXI. Es importante pertenecer al ALBA-TCP, pero mucho mas fundamental es la relación de intercambio comercial con cualquier otro país que ayude a captar divisas ante un escenario de caída de los precios de los commodities. Este fenómeno no es únicamente característico del bloque de países de cambio, sino que también ocurre algo similar en los países de signo político neoconservador. Por ejemplo, la Alianza del Pacífico presume de una foto conjunta de presidentes, pero lo que hay de verdad es que cada quién avanza por su cuenta con absoluta descoordinación con el resto. Otro buen ejemplo reciente es lo que ha venido ocurriendo con la Comunidad Andina de Naciones. Hace unos años, iniciaron la negociación bloque a bloque con la Unión Europea, pero progresivamente se fueron desmantelando hasta el punto que cada cual tomó su camino.

En esta nueva época, cada país ha emprendido una dinámica propia de inserción individual-nacional en el mundo. Nadie se sale del bloque de integración al que pertenece, pero la prioridad está en buscarse la vida lo mejor que se pueda en el mapa económico mundial. Vale pactar con Dios y con el Diablo. La diferencia está en que unos venden su soberanía mientras otros no.

Emerge así un nuevo paradigma de relaciones internacionales en el que se diluyen las fronteras tradicionales de las alianzas políticas, y donde se impone otra geoeconomía de época. La CELAC y Unasur, el ALBA-TCP y Petrocaribe, la Alianza del Pacífico, todos estos continuarán siendo importantes espacios de convivencia política, que no desaparecerán, pero que comienzan a quedar subordinados a intereses económicos de cada país con otros socios. Se viene una vieja-nueva forma individualista y autónoma de relacionarse económicamente en el mundo.

Estamos entrando en una nueva era de creciente darwinismo geoeconómico que no debe leerse en clave de retroceso. Es parte de la metamorfosis que se da siempre que existe un proceso de quiebre-reacomodo del modelo capitalista global. Se reconcentran las transnacionales; se producen intensos procesos de fusiones y absorciones; se resitúan las grandes potencias en tablero mundial; se acelera la guerra de monedas; se disputa cada gran inversión; aparecen nuevas instituciones financieras. En consecuencia, el orden económico global muta y se transforma. Y frente a ello, cada país resetea su propio GPS recalculando nuevas rutas geoeconómicas.

Fuente: http://www.celag.org/gps-geoeconomico/

Fuente :

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=220118

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https://lh3.googleusercontent.com/UuVKiAR77NrhB9HK4sT0cOx2QaHbf4cBp710PmOSLwFxJdUZBm_1Qoe_du-eZgVKdUKW=s85

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Acabar con el abandono de los problemas de las mujeres negras

Este texto de la periodista y militante del Partido Comunista de Estados Unidos Claudia Jones se publicó en la revista del partido, Political Affairs, en 1949. Se centra en la triple explotación que sufren las mujeres negras estadounidenses en su condición de mujeres, de negras y de trabajadoras. La autora denuncia esta situación no solo en el mundo laboral sino también en el propio seno de las organizaciones sindicales y políticas progresistas, incluido el Partido Comunista y la pérdida que supone para todo el movimiento obrero y antiimperialista ignorar la experiencia de estas mujeres.

Hemos traducido el artículo original en inglés respetando, tal como se explica en las notas finales, la terminología de la autora. Todas las notas son de la traductora, excepto la número 6.

Una característica importante de la etapa actual del movimiento de liberación de las personas negras1 es el aumento de la participación militante de las mujeres negras en todos los aspectos de la lucha por la paz, los derechos civiles y la seguridad económica. El hecho de que las mujeres negras se hayan convertido en símbolo de muchas de las luchas actuales de las personas negras es sintomático de esta nueva militancia. Este aumento de la militancia entre las mujeres negras tiene un profundo significado, tanto para el movimiento de liberación de las personas negras como para la emergente coalición antifascista y antiimperialista.

Comprender correctamente esta militancia, profundizar y ampliar el papel de las mujeres negras en la lucha a favor de la paz y de todos los intereses de la clase trabajadora y de las personas negras significa en primer lugar superar el flagrante abandono de los problemas especiales de las mujeres negras. Durante demasiado tiempo este abandono ha estado presente en las filas del movimiento obrero en general, de los progresistas de izquierda y también del Partido Comunista. Es vitalmente necesaria una valoración extremadamente rigurosa de este defecto de los progresistas, especialmente de los marxistas-leninistas, si queremos contribuir a acelerar este avance e integrar a las mujeres negras en el movimiento progresista y obrero, y en nuestro propio partido.

La burguesía teme la militancia de las mujeres negras y con razón. El capitalismo sabe, bastante mejor de lo que muchos progresistas parecen saber, que una vez que las mujeres negras empiezan a actuar mejora enormemente la militancia de todas las personas negras y, por lo tanto, de toda la coalición antiimperialista. Históricamente la mujer negra ha sido la guardiana, la protectora, de la familia negra. Desde la época del comercio de esclavos a nuestros días la mujer negra se ha responsabilizado de las necesidades de la familia, de protegerla tenazmente de los embates provenientes de los insultos de las leyes Jim Crow2, de criar a los hijos en una atmósfera de terror al linchamiento, segregación y violencia policial, y de luchar por la educación de sus hijos. Por consiguiente, la opresión redoblada de las personas negras, que ha sido el distintivo de la ofensiva reaccionaria de posguerra, no puede sino llevar a la aceleración de la militancia de las mujeres negras. Como mujer, como madre y como trabajadora la mujer negra lucha contra el exterminio de la familia negra, contra la existencia en guetos impuesta por las leyes Jim Crow que acaba con la salud, la moral y la vida misma de millones de sus hermanas, hermanos e hijos.

Desde este punto de vista, no es casual que la burguesía estadounidense haya intensificado su opresión, no solo de las personas negras en general, sino de las mujeres negras en particular. Nada pone mejor en evidencia la deriva fascista en nuestro país que la actitud cruel que exhibe y cultiva la burguesía respecto a las mujeres negras. El cacareado alarde de los ideólogos del Gran Capital de que las mujeres estadounidenses tienen la mayor igualdad del mundo se pone en evidencia en toda su hipocresía cuando se ve que en muchas partes del mundo, especialmente en la Unión Soviética, en las nuevas democracias y en la antaño oprimida tierra de China, las mujeres están logrando nuevas cotas de igualdad. Pero por encima de todo, ese alarde de Wall Street acaba ahí donde están concernidas mujeres negras y trabajadoras. ¡La degradación y la sobreexplotación, esa es la verdadera suerte de las mujeres negras y no la igualdad!

Observen la hipocresía del gobierno Truman, que alardea de exportar la democracia al mundoaunque el estado de Georgia mantiene encerrada a una mujer negra, viuda y madre de doce hijos. ¿Su crimen? Ayudada por dos de sus hijos, defendió su vida y su dignidad de los ataques de un supremacista blanco. O reflexionen sobre el silencio mudo con el que el Departamento de Justicia ha recibido a Amy Mallard, una maestra negra y viuda debido a que su marido fue linchado en Georgia porque había comprado un Cadillac nuevo y, en opinión de los supremacistas blancos, tenía aires de grandeza. Compárenlo con las lágrimas de cocodrilo de la delegación estadounidense ante las Naciones Unidas por el cardenal Mindszenty, que colaboró con los enemigos de la República Popular de Hungría y trató de obstaculizar la manifestación progresista de los antes oprimidos trabajadores y campesinos húngaros a favor de una democracia plena. Solo recientemente, en un discurso con motivo del Día de la Madre, el presidente Truman habló muy solícito de la manifestación de nuestro amor y reverencia por todas las madres del país. Estos supuestos amor y reverencia por las madres del país no incluyen en absoluto a madres negras que como Rosa Lee Ingram, Amy Mallard, las esposas y madres de los Seis de Trenton3 o las demás víctimas incontables se atreven a luchar en respuesta a las leyes de linchamiento y a la violencia de la supremacía blanca.

Dificultades económicas

Bien al contrario, la mujeres negras en tanto que trabajadoras, en tanto que negras y en tanto que mujeres son la capa más oprimida de toda la población.

En 1940 dos de cada cinco mujeres negras trabajaba para vivir, en contraste con dos de cada ocho mujeres blancas. Debido a su condición mayoritaria entre las personas negras, las mujeres negras no solo representan el porcentaje mayor de mujeres cabeza de familia sino que también son el principal sustento de la familia negra. La amplia proporción de mujeres negras en el mercado laboral es producto fundamentalmente de los bajos ingresos de los hombres negros. Esta desproporción también tiene su origen en el trato recibido por las mujeres negras a los largo de los siglos y en su posición.

Tras la emancipación y hasta nuestros días un alto porcentaje de mujeres negras tanto casadas como solteras se vieron obligadas a trabajar para vivir. Pero aunque el trabajo de las mujeres negras pasó de las zonas rurales a las urbanas, en general siguen confinadas a los empleos peor pagados. El Manual de datos de las mujeres trabajadoras (1948, boletín 225) de la Oficina de la Mujer perteneciente al Departamento de Trabajo estadounidense muestra que las mujeres trabajadoras blancas tienen unos ingresos medios más de dos veces superiores a los de las mujeres no blancas y que las trabajadoras no blancas (sobre todo negras) ¡ganan menos de 500 dólares al año! En el sur rural los ingresos de las mujeres son aún menores. En las tres grandes comunidades industriales del norte los ingresos medios de las familias blancas (1.720 dólares) son casi un 60% más elevados que los de las familias negras (1.095 dólares). Así, la sobreexplotación de las mujeres trabajadoras negras se revela no solo en el hecho de que, en tanto que mujer, reciben un salario menor por un trabajo igual al de un hombre sino también en el hecho de que la mayoría de las mujeres trabajadoras negras recibe menos de la mitad del salario de las mujeres blancas. Por consiguiente, ¡no es de extrañar que en los barrios negros las condiciones de vida de gueto (salarios bajos, alquileres elevados, precios altos, etc.) se conviertan prácticamente en un telón de hierro que encierra las vidas de las y los niños negros y mina tanto su salud como su espíritu! ¡No es de extrañar que la tasa de mortalidad en el parto entre las mujeres negras sea el tres veces superior a la de las mujeres blancas! ¡No es de extrañar que uno de cada diez niñas o niños negros nacidos en Estados Unidos no llegue a la edad adulta!

Los bajos ingresos de la mujer negra están directamente relacionados de su casi total exclusión de prácticamente todos los campos de trabajo excepto los de categoría más baja y peor remunerados, esto es, el servicio doméstico. Son reveladores los siguientes datos del informe de 1945 Negro Women War Workers [Trabajadoras de guerra mujeres negras] (Oficina de la Mujeres, Departamento de Trabajo estadounidense, Boletín 205): de un total de siete millones y medio de mujeres negras, más de un millón trabaja en el servicio doméstico y en el servicio personal. La inmensa mayoría de estas mujeres trabajadoras (aproximadamente 918.000) están empleadas por familias particulares y unas 98.000 están empleadas como cocineras, camareras y servicios similares en lugares que no son hogares privados. Las 60.000 trabajadoras restantes de empleos de servicios trabajan en diferentes ocupaciones de servicios personales (esteticistas, trabajadoras en pensiones y alojamientos, mujeres de la limpieza, conserjes, auxiliares de enfermería, camareras y ascensoristas).

El siguiente grupo mayor de mujeres negras trabajadoras se dedica a trabajos agrícolas. En 1940 aproximadamente unas 245.000 eran obreras agrícolas. De ellas unas 128.000 eran mujeres que trabajan para sus familias sin ser remuneradas.

La cantidad de trabajadoras de la industria y otras obreras ascendía a más de 96.000 mujeres del total de mujeres negras que hemos señalado antes. De estas, 36.000 se dedicaban a la industria manufacturera y los principales grupos eran los siguientes: 11.300 en la confección de ropa y de otros productos textiles, 11.000 en las manufacturas del tabaco y 5.600 en la industria alimentaria y productos vinculados a ella.

La cantidad de oficinistas y de empleadas similares era de solo 13.000 mujeres. Únicamente había 8.300 mujeres negras que trabajaban en los servicios públicos.

El resto de mujeres negras que trabajaba para subsistir se distribuía en los siguientes ámbitos: 50.000 profesoras, 6.700 enfermeras y estudiantes de enfermería, 1.700 trabajadoras sociales, 120 dentistas, farmacéuticas y veterinarias, 129 médicas y cirujanas, 200 actrices, 100 escritoras, redactoras y periodistas, 39 abogadas y jueces, 400 bibliotecarias y otros ámbitos similares que ilustran la exclusión a gran escala de las mujeres negras de la vida profesional.

Durante la guerra contra el Eje [Segunda Guerra Mundial] las mujeres negras tuvieron por primera vez en la historia una oportunidad de utilizar sus habilidades y su talento en ocupaciones que no fueran el servicio doméstico y personal. Se convirtieron en pioneras en muchos campos. Sin embargo, desde que acabó la guerra esto ha dado paso a un paro cada vez mayor, al despido sistemático de las mujeres negras, en particular en la industria básica.

Con el desarrollo de la crisis económica este proceso se ha intensificado. Hoy en día gran cantidad de mujeres negras se están viendo obligadas a volver al trabajo doméstico. En el estado de Nueva York, por ejemplo, esta tendencia se confirmó oficialmente hace poco cuando Edward Corsi, comisionado del Departamento de Estado de Trabajo, reveló que por primera vez desde la guerra es fácil obtener ayuda doméstica. En efecto, Corsi admitió que las mujeres negras no dejan voluntariamente sus trabajos, sino que se las está echando sistemáticamente de la industria. Lo que actualmente empuja a las mujeres negras a volver al servicio doméstico es el paro (que siempre ha afectado primero y más duramente a la mujer negra), además del alto coste de la vida. Esta tendencia va acompañada de una campaña ideológica para hacer aceptable el trabajo doméstico. Los anuncios de los periódicos que basan sus argumentos en la afirmación de que la mayoría de las empleadas domésticas que solicitan estos trabajos a través del Servicio de Empleo de Estados Unidos (USES, por sus siglas en inglés) prefieren este tipo de trabajo a trabajar en la industria hacen propaganda de las virtudes del trabajo doméstico, especialmente del de las trabajadoras internas.

La opresión especial a la que se enfrenta la mujer negra como mujer, como negra y como trabajadora está intrínsecamente unida a la cuestión de las oportunidades de trabajo que tiene. Es víctima del estereotipo chovinista blanco4 respecto a cuál debería ser su lugar. En el cine, la radio y la prensa la mujer negra no está representada en su verdadero papel de persona que aporta un sustento, madre y protectora de la familia, sino como una mammy5 tradicional que antepone el cuidado de los hijos y de las familias de los demás al de los suyos propios. Hay que rechazar y luchar contra este estereotipo tradicional de la madre negra esclava que hasta el día de hoy aparece en los anuncios publicitarios como un recurso del imperialismo para perpetuar la ideología chovinista blanca según la cual las mujeres negras son retrógradas, inferiores y las esclavas naturales de otras personas.

Aspectos históricos

En realidad la historia de la mujer negra muestra que la madre negra bajo la esclavitud tenía una posición clave y desempeñó un papel dominante en su propia agrupación familiar. Eso se debía fundamentalmente a dos factores: las condiciones de la esclavitud, bajo la cual el matrimonio como tal no existía y el estatus social de la persona negra provenía de su madre y no de su padre, y el hecho de que la mayoría de las personas negras traídas a estas tierras por los comerciantes de esclavos provenían de África Occidental donde la posición de la mujer, basada en su participación activa en el control de la propiedad, era relativamente más alta en la familia que la de las mujeres europeas.

Los primeros historiadores del comercio de esclavos recuerdan el testimonio de los viajeros que señalaban que el amor de la madre africana por sus hijos no tenía parangón en ninguna parte del mundo. Existen numerosos relatos que atestiguan la abnegación con la que las madres de África Oriental se ofrecían a los traficantes de esclavos para salvar a sus hijos y en épocas de hambruna las mujeres hotentotes rechazaban la comida hasta que no habían comido sus hijos.

Resulta imposible relatar en los límites de este artículo los terribles sufrimientos y la degradación sufridas por las madres negras y por las mujeres negras en general bajo la esclavitud. Sometidas a la violación legal por parte los propietarios de esclavos, confinadas a reductos para esclavos, obligadas a caminar de ocho a catorce horas con cargas a la espalda y a hacer trabajos extenuantes incluso durante el embarazo, las mujeres negras tenía un fortísimo odio a la esclavitud y asumieron gran parte de la responsabilidad de defender y alimentar a la familia negra.

La madre negra era la señora en la cabaña de los esclavos y a pesar de la injerencia del amo o del vigilante, prevalecían sus deseos en lo concerniente a la elección de una pareja y a los asuntos familiares. Durante y después de la esclavitud tuvieron que mantenerse a sí mismas y a sus hijos. Al desempeñar necesariamente un papel importante en la vida económica y social de los suyos, la mujer negra llegó a ser experta en ser autosuficiente, en valentía y en acción desinteresada6.

Existe un material documental muy interesante que demuestra que la vida de la familia negra y la conciencia social y política tanto de las mujeres como de los hombres negros sufrieron importantes cambios después de la emancipación. Un hombre libre observaba durante la Guerra Civil que muchos hombres eran extremadamente celosos de su recién adquirida autoridad en las relaciones familiares e insistían en que se reconociera su superioridad sobre las mujeres. Tras la Guerra Civil se destruyeron las hileras de cabañas de esclavos y se distribuyeron por toda la plantación casas de alquiler para que cada familia pudiera tener una existencia independiente. Las nuevas condiciones económicas y el cambio en el modo de producción situaron al hombre negro en una posición de autoridad respecto a su familia. La compra de viviendas también contribuyó a reforzar la autoridad del varón.

Así, un exesclavo que empezó su vida como hombre libre en una granja que solo contaba con un caballo y cuya mujer trabajaba como lavandera, aunque después alquiló un terreno y contrató a dos hombres, recuerda el orgullo que sintió por su nuevo estatus: En mi humilde palacio sobre una colina en el bosque a la sombra de imponentes pinos y de robustos robles me siento como un rey cuyas órdenes supremas eran ley y evangelio para mis súbditos.

Hay que constatar la doble motivación que operaba aquí. Respecto a su mujer y a sus hijos el hombre negro podía asumir ahora una autoridad económica y otro tipo de autoridad sobre la familia, pero también podía luchar contra la violación de las mujeres de su grupo mientras que antes no tenía poder para interferir.

La fundación de la Iglesia negra, que desde el principio estuvo dominada por los hombres, también tendió a confirmar la autoridad el hombre en la familia. La justificación de la ascendencia masculina se encontró en la Biblia, que para muchas personas era la máxima autoridad en estas cuestiones.

La subordinación de las mujeres negras se desarrolló por medio de este y de otros métodos. En unos pocos casos el marido permitió que su mujer e hijos mantuvieran el estatuto de esclavos en vez de emanciparlos legalmente. En muchos casos las leyes del estado prohibían que un esclavo se emancipara después de una fecha determinada para que permaneciera en el estado. Por consiguiente, la única manera que tuvieron muchas viudas y niños negros de permanecer en el estado fue convertirse en esclavos de sus propias familias. Muchos negros propietarios de esclavos en realidad eran familiares de sus esclavos.

En algunos casos las mujeres negras se negaron a estar sometidas a la autoridad de los hombres. En contra de la decisión de sus maridos de vivir en lugares que habían pertenecido a sus antiguos amos, muchas mujeres negras tomaron a sus hijos y se mudaron a otro lugar.

Las mujeres negras en las organizaciones de masas

Este breve descripción de algunos aspectos de la historia de la mujer negra, vista a la luz adicional del hecho de que una gran proporción de mujeres negras están hoy obligadas a ganar todo o parte del sustento de la familia, nos ayuda a entender por qué las mujeres negras desempeñan un papel extremadamente activo en la vida económica, social y política de la comunidad negra actual. Aproximadamente 2.500.000 mujeres negras están organizadas en clubes y asociaciones sociales y políticos, y en hermandades. Sus principales asociaciones son la Asociación Nacional de Mujeres Negras (National Association of Negro Women), el Consejo Nacional de Mujeres Negras (National Council of Negro Women), la Federación Nacional de Clubes de Mujeres (National Federation of Women’s Clubs), la División de Mujeres del Comité de Libertades Civiles de Elks (Women’s Division of the Elks’ Civil Liberties Committee), la Asociación Nacional de Esteticistas de Color (National Association of Colored Beauticians), la Liga Nacional de Mujeres de Negocios Negras (National Negro Business Women’s League) y la Asociación Nacional de Enfermeras Graduadas de Color (National Association of Colored Graduate Nurses). La organización que cuenta con más miembros de todas estas asociaciones es la Asociación Nacional de Mujeres Negras, con 75.000 miembros. Existen gran cantidad de hermandades femeninas de estudiantes, comités de iglesia femeninos de todas las denominaciones, así como organizaciones de mujeres de origen caribeño. En algunas zonas las secciones de la Asociación Nacional para el Fomento de las Personas de Color (NAACP, por sus siglas en inglés)7 tienen divisiones de mujeres y hace poco la Liga Nacional Urbana (National Urban League) creó una División de Mujeres por primera vez en su historia.

Las mujeres negras son las verdaderas fuerzas activas (organizadoras y trabajadoras) en todas las instituciones y organizaciones de personas negras. Estas organizaciones desempeñan un papel polifacético y están comprometidas en todas las cuestiones concernientes a la vida económica, política y social de las personas negras, y en particular de la familia negra. Muchas de estas organizaciones están profundamente implicadas en los problemas de los jóvenes negros, a los que proporcionan becas y las gestionan, ofrecen ayuda a las escuelas y otras instituciones, y servicios comunitarios. El año pasado una brillante estudiante negra, Ada Louis Sipuel Fisher de Oklahoma, simbolizó la lucha por el derecho a la educación universitaria con el fin de acabar con las leyes Jim Crow en las instituciones de enseñanza superior. Se deben sacar a la luz las opiniones despectivas que a veces se expresan (las organizaciones de mujeres negras solo se dedican a obras de caridad) como fruto del chovinismo [blanco], aunque sea sutil, ya que, si bien se podría decir lo mismo de muchas organizaciones de mujeres blancas, estas actitudes ignoran el carácter especial del papel de las organizaciones de mujeres negras. Este actitud ignora la función especial que desempeñan las mujeres negras en estas organizaciones que, por encima y más allá de su función particular, tratan de proporcionar los servicios sociales que se les deniegan a los jóvenes negros a consecuencia del sistema de linchamiento Jim Crow en Estados Unidos.

La mujer trabajadora negra

De este modo, la nimia participación de las mujeres negras en círculos progresistas y sindicales resulta aún más sorprendente. En sindicato tras sindicato, incluso en aquellos en los que gran parte de los trabajadores son mujeres negras, hay pocas mujeres negras dirigentes o trabajadoras activas. Destacadas excepciones son el Sindicato de Trabajadores de la Alimentación y del Tabaco (Food and Tobacco Workers’ Union) y el Sindicato Unido de Empleados de Oficina y de Trabajadores Profesionales (United Office and Professional Worker’s Union).

Pero, ¿por qué estas han de ser excepciones? Las mujeres negras son las sindicalistas más combativas. Las huelgas de aparceros de la década de 1930 fueron impulsadas por mujeres negras. Sometidas al terror de los propietarios y de los supremacistas blancos, emprendieron batallas magníficas junto con hombres negros y personas progresistas blancas en esta lucha de gran tradición dirigida por el Partido Comunista. Las mujeres negras desempeñaron un papel magnífico en los días previos al Congreso de Organizaciones Industriales (CIO, por sus siglas en inglés) en huelgas y otras luchas, como trabajadoras y como esposas de trabajadores, para ganarse el reconocimiento de los inicios del sindicalismo industrial en industrias como la automóvil, el embalaje, el acero, etc. Más recientemente se ha demostrado la militancia de las mujeres negras sindicalistas en la huelga de los trabajadores de la planta de embalaje y aún más en la huelga de las trabajadores del tabaco, en la que dirigentes como Moranda Smith y Velma Hopkins emergieron como destacadas sindicalistas. La lucha de los obreros del tabaco dirigida por mujeres negras se unió más tarde a la acción política de negros y blancos que llevó a la elección del primer hombre negro en el sur (en Winston-Salem, en Carolina del Norte) por primera vez desde los días de la Reconstrucción8.

Los sindicalistas progresistas tienen que darse cuenta de que en la lucha por la igualdad de derechos de las personas trabajadoras negras es necesario tener un enfoque específico referente a las mujeres negras trabajadoras, que son el principal sostén de sus familias en una proporción mucho mayor que otras mujeres trabajadoras. La batalla para retener a la mujer negra en la industria y para promocionarla en su trabajo es un medio fundamental de luchar por los intereses básicos y específicos de la mujer negra trabajadora. El no reconocerlo es ignorar los aspectos específicos de los efectos de la cada vez más profunda crisis económica, que castiga con especial severidad a los trabajadores negros, en particular a las mujeres negras trabajadoras.

La empleada doméstica

Una de las manifestaciones más extremas del abandono por parte de los sindicatos de los problemas de la mujer negra trabajadora ha sido no solo no haber luchado contra la relegación de la mujer negra al trabajo doméstico y a otros trabajos similares de baja categoría, sino no haber organizado a las empleadas domésticas. Es mera palabrería el hecho de que los sindicalistas progresistas hablen de organizar a quienes no están organizados sin fijarse en la grave situación que padece la empleada doméstica la cual, al no estar protegida por los principios sindicales, también es víctima de exclusión de toda la legislación social y laboral. Solo aproximadamente una de cada diez de las mujeres negras trabajadoras está cubierta por la legislación actual concerniente al salario mínimo, a pesar de que una cuarta parte de estas trabajadoras se encuentran en estados que cuentan con esta legislación. Hay que superar inmediatamente todas las razones planteadas hasta ahora respecto a las dificultades reales para organizar a las empleadas domésticas (como la naturaleza precaria de su empleo, las dificultades para organizar a quienes trabajan de día, el problema de organizar a personas que trabajan en domicilios particulares, etc.). A menos que los progresistas actúen rápido existe el peligro de que las fuerzas socialdemócratas entren en este campo para hacer su trabajo de propagar demagogia y desunión.

La empleada doméstica padece una miseria insoportable. Sus tareas en la casa donde trabaja no suelen estar definidas. Además de limpiar y fregar puede que se le endilguen a la empleada doméstica tareas como limpiar ventanas, ocuparse de los niños, hacer la colada, cocinar, etc., y todo ello con el salario más bajo. En algunas zonas la empleada doméstica negra tiene que sufrir la humillación adicional de tener que buscar trabajo en verdaderos mercados de esclavos en las calles donde se hacen ofertas por los trabajadores más duros, como en las pujas por un grupo de esclavos. Cuando vuelven a sus propias casas muchas empleadas domésticas tienen que ponerse a hacer de nuevo tareas domésticas para mantener unida a su propia familia.

¿Quién no se sintió enfurecido cuando en California se supo, con el horrible caso de Dora Jones, que una mujer negra empleada doméstica había sido esclavizada durante más de 40 años en el civilizado Estados Unidos? Su empleador fue condenado a una pena mínima de unos pocos años y se quejó de que la sentencia fuera tan larga. Pero, ¿acaso se podría indemnizar a Dora Jones, una mujer negra empleada doméstica, por más de 40 años de su vida en semejantes condiciones de explotación y degradación? Y ¡cuántos casos similares, que comparte en diferentes grados la condición de Dora Jones, siguen tolerando todavía los propios progresistas!

Solo recientemente en la Asamblea Legislativa del estado de Nueva York se hizo una propuesta de ley para tomar las huellas digitales de las empleadas domésticas. El proyecto de ley Martinez no vio la luz del día porque los reaccionarios estaban concentrados en otras medidas legislativas represivas, pero aquí vemos claramente que se trata de aplicar a las empeladas domésticas negras la impronta del sistema del pase africano del imperialismo británico (¡y del Reich alemán respecto a los judíos!).

Corresponde a los sindicatos ayudar al Sindicato de Empleadas Domesticas (Domestic Worker’s Union) de todas las maneras posibles para organizar a las explotadas trabajadoras domésticas, la mayoría de las cuales son mujeres negras. Al mismo tiempo es vitalmente urgente y necesaria una lucha legislativa para incluir a las trabajadoras domésticas en los beneficios de la Ley de Seguridad Social. También aquí se deben poner en entredicho las dudas recurrentes concernientes a los problemas administrativos de aplicar esta ley a las trabajadoras domésticas y encontrar soluciones.

El relegar constantemente a las mujeres negras al trabajo de empleadas domésticas ha contribuido a perpetuar e intensificar el chovinismo [blanco] hacia todas las mujeres negras. A pesar del hecho de que las mujeres negras sean abuelas o madres, es común el uso del término peyorativo chicapara referirse a mujeres negras adultas. La mera relación económica entre las mujeres negras y blancas, que perpetúa el vínculo señora-sirvienta, alimenta las actitudes chovinista y hace que corresponda a las mujeres blancas progresistas, y particularmente comunistas, luchar conscientemente contra todas las manifestaciones del chovinismo blanco, tanto abierto como velado.

El chovinismo de las mujeres blancas progresistas a menudo se expresa en su incapacidad para establecer vínculos fuertes de amistad con mujeres negras y para darse cuenta de que esta lucha por la igualdad de las mujeres negras es en su propio interés, ya que la sobreexplotación y opresión de las mujeres negras tiende a empeorar la condición de todas las mujeres. Demasiadas personas progresistas, e incluso comunistas, siguen siendo culpables de explotar a mujeres negras empleadas domésticas, de no contratarlas a través del Sindicato de Empleadas Domésticas (o de no contribuir a que se extienda a aquellas zonas en las que todavía no existe) y, en general, de denigrar a las sirvientas cuando hablan con sus vecinos burgueses y con sus propias familias. Existe, además, la preocupación expresa de que la explotada empleada doméstica negra no hable con su empleador o no sea amable con él, o la costumbre de asumir que el deber de empleador blanco progresista es informar a la mujer negra de su explotación que sin lugar a dudas esta conoce demasiado bien. Es absolutamente necesario cuestionar constantemente cualquier comentario chovinista respecto a la mujer negra si queremos acabar con la comprensible falta de confianza por parte de las mujeres negras a las que repugna el chovinismo blanco que a menudo escuchan en círculos progresistas.

Manifestaciones de chovinismo blanco

Algunas de las formas más burdas del chovinismo se producen en las relaciones sociales, donde con demasiada frecuencia mujeres y hombres blancos, y hombres negros participan en bailes mientras que se relega a las mujeres negras. Otras formas de chovinismo son la aceptación de los criterios de la clase dirigente blanca del atractivo de una mujer (como la piel blanca), el no extender la cortesía a las mujeres negras y no integrar a las mujeres negras en el liderazgo organizativo.

Otro aspecto extremo de la opresión que la legislación Jim Crow ejerce sobre la mujer negra se expresa en las muchas leyes contra ella en lo que respecta al derecho a la propiedad, al matrimonio mixto (originalmente ideadas para impedir que los hombres blancos del sur se casaran con mujeres negras), así como en las leyes que obstaculizan y niegan el derecho a elegir no solo a la mujer negra, sino a mujeres y hombres negros y blancos.

Para las mujeres y hombres progresistas y para las personas comunistas en particular la cuestión de las relaciones sociales con las mujeres y hombres negros es ante todo una cuestión de respetar estrictamente la igualdad social. Esto significa librarnos de la postura que a veces adoptan algunas personas progresistas y comunistas de luchar contra los problemas económicos y políticos a los que se enfrentan las personas negras, pero que trazan una línea roja cuando se trata de relaciones sociales o de matrimonio mixto. Cuando surgen estas situaciones considerarlo algo personal y no una cuestión política es pecar del peor tipo de pensamiento socialdemócrata y burgués-liberal respecto al problema de las personas negras en la vida estadounidense, es imbuirse de las venenosas teorías chovinistas blancas de un [senador Theodore G.] Bilbo o de un [congresista John Elliot] Rankin. Lo mismo ocurre también en lo que respecta a garantizar la seguridad de los niños. Esta seguridad solo mejorará por medio de la lucha por la liberación y la igualdad de todas las naciones y pueblos, y no impidiendo que los niños conozcan esta lucha. Esto significa librarnos de actitudes burguesas y liberales que permiten que los niños negros y blancos de progresistas jueguen juntos en los campamentos cuando son pequeños, pero establecen una línea roja cuando llegan a la adolescencia y establecen relaciones entre chicos y chicas. x

Por supuesto, los ideólogos burgueses no han dejado de desarrollar una ofensiva ideológica específica dirigida a degradar a las mujeres negras que forma parte de la ofensiva ideológica reaccionaria general contra mujeres de la cocina, la iglesia, los niños9. Sin embargo, siendo ecuánimes y creíbles no pueden decir que el lugar de las mujeres negras sea la casa ya que las mujeres negras están en las cocinas de otras personas. De ahí que su tarea haya consistido en reforzar sus teorías de la superioridad masculina respecto a la mujer negra desarrollando actitudes introspectivas que coinciden con la nueva escuela de la inferioridad psicológica de la mujer. El objetivo fundamental de todo un aluvión de artículos, libros, etc. ha sido ocultar la principal responsabilidad de la opresión de la mujer negra difundiendo la despreciable noción burguesa de una guerra de sexos e ignorando la lucha tanto de los hombre como de las mujeres negras (de todas las personas negras) contra su opresor común, la clase dirigente blanca.

Las expresiones chovinistas también incluyen la sorpresa paternalista cuando se descubre que las personas negras son personas profesionales. Las trabajadores negras profesionales soportan a menudo observaciones como su familia debe de estar orgullosa de usted, ¿no?. También abunda la práctica inversa de preguntar a una mujer negra profesional si alguna persona de su familiaquerría trabajar como empleada doméstica.

La responsabilidad de superar estas formas específicas de chovinismo no recae en la subjetividad de las mujeres negras, como a menudo se dice, sino que recae plenamente en los hombros de las mujeres y hombres blancos. Los hombres negros tienen una especial responsabilidad particular en relación a la erradicación de actitudes de superioridad masculina respecto a la mujer en general. Hay que erradicar todos los comportamientos humanitarios y condescendientes respecto a las mujeres negras. Una mujer blanca progresista de una comunidad solía decir después de cada reunión social a una destacada dirigente sindical negra, tesorera de su sección del partido: Déjame guardar el dinero, te podría ocurrir algo. En otro caso la empleadora, una comunista, dijo a su empleada doméstica negra, que le había hablado de su deseo de unirse al partido, que era demasiado simple y que no estaba preparada para unirse al partido. Y en otra comunidad que desde la guerra tenía una población de un sesenta por ciento de personas negras frente a un cuarenta por ciento de blancas, las madres blancas progresistas consiguieron sacar a sus hijos de la escuela de esa comunidad. A iniciativa de la animadora de la sección del partido, una mujer negra, empezó una lucha que obligó a cambiar las disposiciones que había adoptado el director de la escuela cediendo a los prejuicios de la madre y a los suyos propios. Estas disposiciones implicaban una clase especial en la que unos pocos niños blancos estaban aislados junto unos niños negros seleccionados en lo que se denominó una clase de experimentación de relaciones entre las razas.

Sin lugar a dudas, estos comportamientos chovinistas, particularmente respecto a las mujeres negras, son una razón importante de la sumamente insuficiente participación de las mujeres negras en organizaciones progresista y en nuestro partido como miembros y como dirigentes.

Tenemos que recordar que la burguesía estadounidense es consciente del papel que ejercen actualmente las masas de mujeres negras y de su aún mayor potencial, y, por consiguiente, no le repugna atraer a las personas negras que traicionan a los suyos y se ponen a las órdenes del imperialismo.

Ante la exposición de su actitud cruel respecto a las mujeres negras y a las protestas cada vez mayores contra los linchamientos impunes y los linchamientos legales al estilo del Norte, Wall Street está concediendo algunos puestos a mujeres negras para salvar las apariencias. Así, Anna Arnold Hedgeman, que desempeñó un papel clave en el Comité Demócrata Nacional Negro para Elegir a Truman (Democratic National Negro Committee to Elect Truman) fue recompensada con el nombramiento de asistente del Administrador de la Seguridad Federal, [Orcar R.] Ewing. Igualmente, el gobernador Dewey nombró a Irene Diggs para un alto puesto de la administración del estado de Nueva York.

Otro indicio de cómo están las cosas que demuestra los intentos de reducir la militancia de las mujeres negras fue la invitación por parte del Departamento de Estado a una representante del Consejo Nacional de Mujeres Negras (la única organización negra denominada así) a asistir a la firma del Tratado del Atlántico Norte.

Problemas claves de la lucha

Hay muchos problemas claves a los que se enfrentan las mujeres negras y sobre los cuales se pueden, y se deben, emprender luchas.

Pero ninguno refleja el estatuto oprimido de las mujeres negras como el caso de Rosa Lee Ingram, una viuda negra madre de catorce hijos (dos de ellos muertos) que se enfrenta a la cadena perpetua en Georgia por el crimen de defenderse de las insinuaciones indecentes de un supremacista blanco. El caso Ingram ilustra el estatuto oprimido, sin tierra y víctima de la legislación Jim Crow de la familia negra en Estados Unidos. En particular saca a relucir la degradación actual de las mujeres negras bajo la democracia burguesa estadounidense que avanza hacia el fascismo y la guerra. Refleja los insultos cotidianos a los que se ven sometidas las mujeres negras en los espacios públicos con independencia de su clase, estatus o posición social. Pone al descubierto la hipócrita coartada de quienes linchan a hombres negros que históricamente se han escondido las faldas de las mujeres blancas cuando tratan de encubrir sus repugnantes crímenes con el pretexto de la caballerosidad o de proteger a las mujeres blancas. Pero hoy las mujeres blancas, no menos que sus hermanas de los movimientos sufragista y abolicionista, deben alzarse para poner en entredicho esta mentira y todo el sistema de opresión de las personas negras.

La historia estadounidense es rica en ejemplos del coste en términos de derechos democráticos que ha supuesto tanto para los hombres como para las mujeres el no haber emprendido esta lucha. Las primeras veces que se encarceló a las sufragistas fueron instaladas deliberadamente en catres situados cerca de las prostitutas negras para humillarlas. Tuvieron la lucidez de comprender que lo que se pretendía con este gesto era hacer que el encarcelamiento fuera tan doloroso que ninguna mujer se atreviera a luchar por sus derechos a costa de afrontar semejantes consecuencias. Pero el error histórico de las dirigentes del movimiento sufragista, la mayoría de las cuales provenía de la burguesía y de la pequeña burguesía, fue no unir sus propias luchas a las luchas por todos los derechos democráticos para todas las personas negras tras la emancipación.

Por consiguiente, una conciencia cada vez mayor de la cuestión de la mujer hoy en día no debe dejar de reconocer que la cuestión de las personas negras en Estados Unidos es previas, pero no igual, a la cuestión de la mujer y que solo en la medida en que luchemos contra todas las expresiones y acciones chovinistas respecto a las personas negras y luchemos por su plena igualdad las mujeres en general pueden hacer avanzar su lucha por la igualdad de derechos. Para el movimiento de mujeres progresistas la mujer negra, que combina en su estatus la condición de mujer, de negra y de trabajadora, es el eslabón esencial con esta mayor conciencia política. Además, en la medida que se potencia la causa de la mujer negra esta será capaz de ocupar el puesto que le corresponde en el liderazgo proletario negro del movimiento nacional de liberación y por medio de su participación activa aportar al conjunto de la clase obrera estadounidense, cuya misión histórica es lograr un Estados Unidos socialista, garantía última y plena de la emancipación de la mujer.

La lucha por la libertad de Rosa Lee Ingram es un reto para todas las mujeres blancas y para todas las fuerzas progresistas, que tienen que empezar a preguntarse a sí mismas: ¿Cuánto tiempo permitiremos que siga sin cuestionarse este crimen abyecto contra todas las mujeres y contra las personas negras? La difícil situación de Rosa Lee Ingram y la de sus hermanas conlleva también el reto para las y los trabajadores progresistas de la cultura de escribir y cantar sobre la mujer negra con todo su coraje y dignidad.

La reciente creación del Comité Nacional para la Liberación de la Familia Ingram (National Committee to Free the Ingram Family) responde a una antigua necesidad proveniente de los primeros tiempos del movimiento que obligó a conmutar la sentencia original ejecución de la Rosa Lee Ingram por la cadena perpetua. Este Comité Nacional, encabezado por Mary Church Terrell, una de las fundadoras de la Asociación Nacional de Mujeres de Color (National Association of Colored Women) incluye entre sus dirigentes a mujeres, negras y blancas, tan destacadas como Therese Robinson, directora nacional del Comité de Libertades Civiles de Elks, Ada B. Jackson, y la doctora Gene Weltfish.

Uno de los primeros pasos del Comité fue la visita de una delegación de ciudadanos negros y blancos a esta valiente y militante madre negra encarcelada en una celda en Georgia. La magnitud del apoyo fue tal que las autoridades de Georgia permitieron a la delegación verla sin obstáculos. Sin embargo, desde entonces y en represalia por este movimiento de masas cada vez mayor las autoridades de Georgia han trasladado a la Rosa Lee Ingram, que padece una grave enfermedad cardíaca, a una cárcel peor en Reedsville.

El apoyo al trabajo de este Comité es una necesidad fundamental para todas las personas progresistas y en particular para las mujeres. Hay que desenmascarar la afirmación del presidente Truman de desconocer el caso Ingram. Para liberara a la familia Ingram hay que movilizar apoyos a la campaña de lograr un millón de firmas y a la labor de la Naciones Unidas para que se archive pronto el caso.

La lucha para conseguir empleo para las mujeres negras es una cuestión prioritaria. La cada vez mayor crisis económica junto con el aumento del paro, los recortes de salarios y los cada vez más frecuentes desahucios que provoca, está haciendo que sus efectos se sientan más duramente en las masas de personas negras. En una comunidad negra tras otra quienes más sufren el paro son las mujeres negras, las últimas en ser contratadas y las primeras en ser despedidas. Hay que luchar para conseguir empleos para las mujeres negras en la industria básica, en los empleos de oficinista, en las comunidades y en las empresas privadas de servicios.

La exitosa campaña del Partido Comunista en la zona de East Side de Nueva York para conseguir empleos para las mujeres negras en las tiendas de productos baratos10 ha llevado a la contratación de mujeres negras en toda la ciudad, incluso en comunidades con mayoría de personas blancas. Esta campaña se ha extendido a Nueva Inglaterra y se debe llevar a cabo en otras partes.

Cerca de quince agencias gubernamentales no emplean en absoluto a personas negras. Esta política da carácter oficial a las omnipresentes políticas de la legislación Jim Crow de los capitalistas explotadores al tiempo que las fomenta aún más. Por consiguiente, una campaña para obtener empleos para las mujeres negras en estas agencias gubernamentales impulsaría enormemente toda la lucha para conseguir empleos para las mujeres y hombres negros. Además, tendría un efecto contundente al sacar a la luz la hipocresía del programa de Derechos Civiles del gobierno Truman.

También habrá que luchar enérgicamente contra la práctica cada vez más frecuente del Servicio de Empleo de Estados Unidos de relegara a las mujeres a los empleos de servicio doméstico y personal a pesar de estar cualificadas para otros trabajos.

Ahí donde existe conciencia del papel especial que desempeña la mujer negra se puede emprender una lucha victoriosa que se ganará el apoyo de las y los trabajadores blancos. Un ejemplo reciente fue la iniciativa tomada por las y los trabajadores de la industria de confección textil blancos comunistas en una tienda que emplea a veinticinco mujeres negras y donde había tres máquinas paradas. Es vital promocionar a las mujeres negras trabajadoras. Se ha iniciado un movimiento de boicot y en el momento de escribir estas líneas las máquinas permanecen paradas, las y los trabajadores blancos rehúsan respetar la estricta antigüedad [en el puesto de trabajo] a expensas de las y los trabajadores negros. Mientras tanto, continúan las negociaciones al respecto. De forma similar, en una sección local de [el sindicato] United Auto Workers [Trabajadores del Automóvil Unidos] de [la empresa] Packard de Detroit se ha ganado recientemente la lucha para mantener a las mujeres en la fábrica y para que se promocione a 750, la gran mayoría de las cuales son negras.

La lucha por la paz

Ganar a las mujeres negras para la lucha por la paz es decisivo para todas las demás luchas. Incluso durante la guerra contra el Eje las mujeres negras tuvieron que llorar a sus hijos soldados, linchados mientras servían en un ejército que se regía por la legislación Jim Crow. Por lo tanto, ¿acaso no les interesa luchar por la paz?

Los esfuerzos de los promotores de la guerra de ambos partidos [republicano y demócrata] por obtener el apoyo de las organizaciones de mujeres en general han influido en muchas organizaciones de mujeres negras que en sus últimas convenciones anuales adoptaron posturas de política exterior favorables al Plan Marshall y a la Doctrina Truman. Muchas de estas organizaciones han trabajado con grupos que tiene claras posturas antiimperialistas.

El hecho de que exista un profundo sentimiento de paz entre las mujeres negras que se puede movilizar para emprender una acción eficaz se demuestra no solo en la notable respuesta a los mítines de Eslande Goode Robeson11, sino también en la postura que anunció el año pasado la organización más antigua de mujeres negras liderada por Christine C. Smith exhortando a una movilización nacional de las mujeres negras estadounidenses en apoyo a las Naciones Unidas. A este respecto, sería muy fructífero concienciar a nuestro país de las espléndidas luchas de las mujeres en el norte de África, las cuales, aunque carecen de las necesidades materiales más elementales han organizado un fuerte movimiento por la paz y así se alzan unidas en contra de una Tercera Guerra Mundial en la Federación Internacional Democrática de Mujeres, con 81 millones de mujeres procedentes de 57 naciones.

Basándose en sus principios marxista-leninistas nuestro partido se asienta firmemente sobre un programa de plena igualdad económica, política y social para las personas negras, y de igualdad de derechos para las mujeres. ¿Quién pertenece más a nuestro partido más que la mujer negra, la más explotada y oprimida? Las mujeres negras pueden, y deben, hacer una contribución enorme a la vida y trabajo diarios de nuestro partido. Esto significa concretamente que la responsabilidad principal de ello recae sobre los camaradas blancos, hombres y mujeres. Con todo, los camaradas negros deben participar en esta tarea. Las mujeres negras comunistas deben ocupar ahora el lugar que les corresponde en la dirección del partido en todos los niveles.

La enorme capacidad, militancia y talento organizativo de las mujeres negras pueden ser, si nuestro partido los utiliza bien, una poderosa palanca para presentar a los trabajadores negros, hombres y mujeres, como fuerzas dirigentes del movimiento de liberación de las personas negras, para consolidar la unidad de las personas blancas y negras contra el imperialismo de Wall Street y para que el partido arraigue entre los sectores más explotados y oprimidos de la clase obrera y sus aliados.

Debemos llevar a cabo una intensa discusión en las secciones de nuestro partido sobre el papel de la mujer negra con el objetivo de proporcionar a los miembros de nuestro partido un conocimiento claro para emprender las luchas necesarias en las tiendas y en las comunidades. Tenemos que acabar con el hecho de que se unen a nuestro partido muchas mujeres negras que en sus iglesias, comunidades y grupos fraternales son dirigentes de masas, con una experiencia de masas de valor incalculable que aportar a nuestro partido, y de pronto se encuentran consideradas en las secciones de nuestro partido no como dirigentes sino como personas que tienen iniciarse desde el punto de vista organizativo. Debemos acabar con esta incapacidad para crear una atmósfera en las secciones de nuestro partido, donde los nuevos miembros, en este caso las mujeres negras, se enfrentan al tratamiento del silencio o a intentos de programarlos dentro de un modelo. Además de las implicaciones chovinistas blancas que tienen, estas prácticas confunden la necesidad básica de un conocimiento marxista-leninista, que nuestro partido da a todos los trabajadores y que mejora sus conocimientos políticos, con el desprecio chovinista por el talento organizativo de los miembros negros o por la necesidad de promoverlos a la dirección.

Las personas progresistas deben concienciarse políticamente del estatuto especial de personas oprimidas que tienen las mujeres negras para lograr que estas participen plenamente en la coalición antifascista y antiimperialista, y para llevar su militancia y participación a cotas aún más altas en las luchas actuales y futuras contra el imperialismo de Wall Street.

Esta concienciación, acelerada por las luchas, es lo que convencerá a miles y miles de personas de que solo el Partido Comunista, como vanguardia de la clase obrera y con su perspectiva suprema del socialismo, puede lograr para las mujeres negras (para el conjunto de las personas negras) la igualdad y dignidad plenas de su estatus en una sociedad socialista en la que las contribuciones a la sociedad no se midan por el origen nacional o el color, sino una sociedad en la que hombres y mujeres contribuyan según sus capacidades y, a la larga, bajo el comunismo reciban según sus necesidades.

Claudia Jones fue una periodista y militante comunista nacida en Trinidad en 1915. Su familia emigró a Estados Unidos en 1924 y se asentó en el barrio de Harlem en Nueva York. Desde los 18 años militó en la Liga Comunista Juvenil (Young Communist League) y posteriormente en el Partido Comunista de Estados Unidos. Padeció la caza de brujas promovida por el senador MacCarthy y en 1948 pasó seis meses en la cárcel. En 1955 fue encarcelada otra vez y al no tener la ciudadanía estadounidense pese a residir en el país desde 1924, fue deportada a Inglaterra donde fundó el periódico The West Indian Gazette en 1958. Murió en 1964.

Este artículo se publicó en la revista Political Affairs en junio de 1949 con el título de An End to the Neglect of the Problems of the Negro Woman. Posteriormente se incluyó en el libro de Beverly Guy-Sheftall, Words of Fire: An Anthology of African-American Feminist Thought, Nueva York, The New Press, 1995. Se puede consultar la edición original en https://palmm.digital.flvc.org/islandora/object/ucf%3A4865

[Traducido del inglés para Boltxe Kolektiboa por Beatriz Morales Bastos.]

Notas al pie

  1. Mantenemos el término negro, negra (Negro en inglés) que utiliza la autora en vez del eufemístico persona de color o el políticamente correcto y más moderno afroamericano, afroamericana). El término negro, negra no tiene en sí mismo ninguna connotación negativa, solo la carga impuesta por las personas racistas. Véase el respecto el hermoso poema musicado de Victoria Santa Cruz https://www.youtube.com/watch?v=RljSb7AyPc0 o este otro en el que explica lo que significa su negritud https://www.youtube.com/watch?v=754QnDUWamk
  2. Las Leyes Jim Crow son una serie de leyes aprobadas en 1876 para privar a las personas negras de sus derechos civiles y segregarlas en los espacios públicos. Se aplicaron de iuresobre todo en los estados del sur de Estados Unidos y de facto en los demás. La Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de Derecho al Voto de 1965 las abolieron totalmente.
  3. Rose Lee Ingram (cuyo caso se menciona más adelante), Amy Mallard y los Seis de Trenton eran todos ellos personas negras estadounidenses que se vieron involucradas en juicios repletos de irregularidades y de sesgo racista, Los últimos, por ejemplo, fueron juzgados por el asesinato de un anciano comerciante blanco en Trenton en 1948. En junio de ese año los seis fueron condenados a muerte por un jurado compuesto exclusivamente por personas blancas. Tras varias apelaciones, en 1951, cuatro de ellos fueron absueltos, en 1952 el quinto murió en la cárcel de un ataque el corazón y el sexto quedó en libertad condicional en 1952.
  4. Mantenemos el término que emplea la autora en todo el texto, white chauvinist y más adelante white chovinism) que se utiliza en inglés para referirse aquella persona blanca que considera que es superior a las personas no blancas y, en el segundo caso, a ese sentimiento. El término también tiene el significado de machista y machismo respectivamente.
  5. Mammy era el término con el que se designaba a las mujeres negras que se encargaban de cuidar a los niños blancos. Los equivalentes a nuestro término mamá son son mom o mommy.
  6. Hoy en día en los sectores rurales del sur, en particular en lo que queda de las antiguas plantaciones, hay hogares en los que abuelas ancianas dirigen a sus hijas, hijos y nietos con autoridad matriarcal.
  7. La Asociación Nacional para el Fomento de las Personas de Color es una organización estadounidense fundada en 1909 que defiende los derechos civiles de las personas negras y cuya misión es garantizar la igualdad política, educativa, social y económica de los derechos de todas las personas, y eliminar el odio y la discriminación raciales. Por su parte, la National Urban League (que cita a continuación), es la organización de defensa de los derechos de las personas negras y en contra de la discriminación racial más antigua de Estados Unidos.
  8. La Reconstrucción es el periodo de la historia de Estados Unidos posterior a la Guerra Civil (1865-1877) durante el cual se trataron de corregir las injusticias de la esclavitud y su legado político, social y económico, además de resolver los problemas derivados de la readmisión en la Unión de los once estados que se habían escindido.
  9. Se refiere a un dicho alemán de finales del siglo XIX que afirmaba que las mujeres se deben dedicar a las tres K, die Küche, die Kirche, die Kinder, la cocina, la iglesia, los niños.
  10. Five-and-dime stores eran tiendas en las que se vendían todo tipo de objetos muy baratos (a cinco y quince céntimos de dólar) especialmente objetos para la casa y de higiene. Serían el equivalente a las tiendas de Todo a un euro del Estado español.
  11. Eslande Goode Robeson (1895-1965) fue una antropóloga, escritora, actriz y activista de derechos humanos estadounidense.

 

Fuente:
https://www.boltxe.eus/acabar-abandono-los-problemas-las-mujeres-negras/
Fuente imagen:
https://lh3.googleusercontent.com/Xdd5NAzqPTQyFs1ANALMO7_q5aJDupjZcVAP9OPnon9SrZ-vKA0E7GFYAOexYGd_oiwy=s85
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Independencia y honestidad en los medios por Sabela Rodríguez Álvarez

El director editorial del diario digital infoLibre, Jesús Maraña, reflexionó sobre cómo los medios están supeditados al poder económico. “Los bancos y empresas no sólo condicionan, sino que ya están sentados en los consejos de administración de algunas de las grandes cabeceras”. El periodista insistió en que la independencia económica es clave para conseguir un medio periodísticamente independiente.

Maraña defendió que la calidad y el modelo de negocio deben “estar en manos de lectores y periodistas”. Por ello incidió en la necesidad de concienciar a la gente de que la información tiene un valor, y señaló a los lectores y suscriptores como una de las bases imprescindibles para alcanzar la independencia económica.

En este punto coincidió con él su colega Pedro J Ramírez, fundador del diario digital El Español, quien dice haber conseguido para el proyecto la independencia económica gracias al modelo mixto de suscripción y captación de publicidad “similar al de infoLibre”, subrayó.

El veterano periodista insistió en que un medio sólo es independiente cuando es rentable. “Siempre he notado en la nuca el aliento del poder en diferentes manifestaciones cuando el periódico generaba pérdidas, y siempre he podido tomar decisiones desde la mesa cuando el periódico ganaba dinero”, afirmó. Pedro J Ramírez continuó explicando cómo la caída de inversión publicitaria desde 2007 ha hecho a los medios “tremendamente vulnerables”. No obstante, recordó que los medios aún siguen debiendo “servicio a los lectores” y que son “responsables de la materialización de un bien ajeno”.

También cobraron especial relevancia en el debate el mundo digital y la participación ciudadana como factores clave en los últimos años para alcanzar una calidad informativa. Maraña destacó la importancia de la ciudadanía a la hora de usar las herramientas de que disponen “para decirle tanto al medio como al gobierno qué está bien y qué está mal”. Por su parte, el director de El Español aseguró que internet está “sentando las bases” para lo que auguró como una nueva “época dorada del periodismo”.

Finalmente, el profesor Ignacio González intervino en el debate aludiendo a los límites de la libertad de expresión y cómo éstos afectan a determinadas publicaciones, especialmente las de carácter satírico. “El franquismo imprimió un respeto a determinados valores que en cierta medida se han heredado en la democracia”, expuso el profesor. Se centró especialmente en la religión y la Corona para explicar cómo se ha aplicado censura en revistas como El Jueves, y lamentó las limitaciones “desproporcionadas” que en España se imponen a la libertad de expresión.

Fuente
Contralínea (México)

20 de Julio 2015

Chapo vuelve a liderar Cártel de Sinaloa / El negocio de la formación docente / La imposición a toda costa de Medina Mora / Movimientos populares se unen al “no” de Grecia / ¿Realmente existen las candidaturas independientes? / Toda la fuerza del Estado contra los maestros / Excluido, perdedor radical sin esperanza / Con Grecia, contra el acoso, la batalla por otra Europa / Independencia y honestidad en los medios / “¿Por qué contratar a un abogado si puede comprar.

Fuente:

http://www.voltairenet.org/article188233.html

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/sohLVT7Eo6CuF5S3WQFfJcHWINxLy4zHZe0M1HSZVtK2UaPla10guTn50tePKQ4Q2NTS=s85

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Por una soberanía idiomática

Europa/Alemania/Diciembre 2016/Ricardo Maliandi/Rebelion

Escritores, intelectuales y académicos, entre otros, plantean “la necesidad perentoria de establecer una corriente de acción latinoamericana que recoja la pregunta por la soberanía lingüística como pregunta crucial de la época”. Proponen la creación de un Instituto Borges y la apertura de un foro de debate en el Museo del Libro y de la Lengua.

I

El lema actual de la Real Academia Española (RAE) es “Unidad en la diversidad”. Lejos del purista “Limpia, fija y da esplendor”, el de hoy anuncia la mirada globalizadora sobre el conjunto del área idiomática. Podría entenderse como enunciado referido al carácter pluricéntrico del español, pero como al mismo tiempo la RAE define políticas explícitas en la conformación de diccionarios, gramáticas y ortografías, el matiz de “diversidad” que propone termina perdiéndose en el marco de decisiones normativas y reguladoras que responden a su tradicional espíritu centralista. Las instituciones de la lengua son globalizadoras cuando piensan el mercado y monárquicas cuando tratan la norma. La noción pluricéntrica, entendida en sentido estricto (diversos centros no sometidos a autoridad hegemónica), queda cabalmente desmentida entre otros ejemplos por el Diccionario Panhispánico de Dudas (2005), en el que el 70 por ciento de los “errores” que se sancionan corresponde a usos americanos. El mito de que el español es una lengua en peligro cuya unidad debe ser preservada ha venido justificando la ideología estandarizadora, que supone una única opción legítima entre las que ofrece el mundo hispanohablante.

En la tradición del pensamiento argentino esto se ha debatido profusamente. Desde la intervención de Sarmiento sobre la necesaria reforma ortográfica hasta la afirmación del matiz en Borges, la condición americana de nuestra lengua no estuvo exenta de querellas. Para los hombres del siglo XIX, se trataba de sacudir la condición colonial de esa herencia y por ello emprendieron la búsqueda de formas atravesadas por otros idiomas. Pero si coquetearon con el francés, se asustaron con el cocoliche, y aún más con la idea de que la diferencia provenía de los diversos mestizajes y contactos con el mundo indígena. Las discusiones sobre la lengua fueron discusiones sobre la nación. Durante el siglo XX, los debates sobre la lengua también fueron en gran medida debates sobre las instituciones y sobre el papel del Estado nacional. La emergencia de voces que propugnaban por una “soberanía idiomática” tuvo un momento de condensación cuando el gobierno peronista enunció, en 1952, el objetivo de crear una Academia Nacional de la Lengua para que produjera instrumentos lingüísticos propios. Cuestionaba, así, a las academias normativas existentes, en particular a la Real Academia Española.

Son y no son nuestros debates. En este momento, la crítica a España no debería abrir posiciones de retorno a esos énfasis nacionales. Que por un lado creían en las nuevas amalgamas y por otro tendían a borrar toda diferencia interna, negando, para ser nacionales, la heterogeneidad étnica y cultural de las poblaciones habitantes del territorio. Nuestra contemporaneidad, signada por intentos novedosos de integración sudamericana, en la que por primera vez la región se ha dado instituciones políticas de articulación (el Mercosur, la Unasur, el ALBA) abre una perspectiva fundamental: la de considerar la cuestión de la lengua a nivel regional, como dimensión de esos procesos en los que frente a la globalización mercantil se forja una alianza entre los países de la región.

Una región en la que hay dos lenguas mayoritarias, el portugués y el español, y lenguas indígenas que trascienden las fronteras nacionales, como el quechua, el mapuche, el guaraní, merece políticas de integración y comunicación, apostando al bilingüismo y al reconocimiento de lo plural y cambiante en los idiomas. La lengua es el campo de una experiencia y la condición para la constitución de sujetos políticos y, a la vez, una fuerza productiva.

II

Valoración política de la heterogeneidad más que festejo mercantil de la diversidad. Eso reclamamos. No sólo en lo que hace a territorios nacionales en los que coexisten lenguas indígenas y lenguas migratorias. También afirmación de la heterogeneidad en los usos literarios y expresivos. La idea de un “castellano neutro”, usada en los medios de comunicación y en algunos tramos de la legislación, termina situando una variedad –en general la culta de las ciudades– en ese lugar sin comprender su propia condición relativa y arbitraria. En la oralidad borra las diferencias regionales y en la escritura funciona como llamado a un aplanamiento de la capacidad expresiva en nombre de la comunicación instrumental.

Allí funciona, como es posible ver en las industrias editoriales y en los medios de comunicación, una estrategia de mercado que no supone menos homogeneización y supresión de las diferencias que las viejas instituciones estatales y sus controles disciplinarios. La integración latinoamericana, como horizonte necesario de las políticas nacionales, supone una conjunción de esas heterogeneidades y no su olvido en nombre de una globalización sin asperezas ni rugosidades.

Así como hay discusiones en curso sobre los medios y sobre la Justicia, creemos necesario constituir un foro sobre las cuestiones que hacen a las políticas de la lengua. No es necesario abundar sobre esa dimensión, pero sí enunciar algunos ejemplos: las industrias audiovisuales no pueden pensarse, tal como se hace visible con la ley del doblaje, sin decisiones sobre la lengua o sólo con la idea de trabajo nacional o desarrollo propio; las estrategias educativas centradas en la distribución de herramientas tecnológicas no pueden completar su tarea sin la consideración de los contextos lingüísticos de su aplicación; la literatura no puede desligarse de la consideración social de la lengua que hablamos y tampoco de la situación del mundo editorial, ligado de múltiples modos con los mercados internacionales. Todos estos fenómenos tienen varias dimensiones: la material, económica, empresarial, laboral y la que hace a la fundación cultural. No pueden verse como disyuntivas tenaces, a elegir entre cosmopolitismos entreguistas y defensas soberanistas, sino como la oportunidad única, para América latina, de recrear sus modos de integrarse y diferenciarse.

III

En marzo de 1991, el gobierno de Felipe González, con explícito auspicio de la corona española, creó el Instituto Cervantes, situándolo en principio como dependencia del Ministerio de Asuntos Exteriores. La fecha y la iniciativa de gobierno no son en nada ajenas al proceso político de rápida integración europea en el que en ese período, entre mediados de la década del ’80 y la década del ’90, se encontraba España, obligada entonces a poner en línea con la Unión no sólo los índices de regulación fiscal y un conjunto de estrategias económicas para ingresar plenamente al mercado común europeo, sino también sus políticas de administración pública, educativas y culturales. Es en el marco general de esas reformas que el gobierno español asume la determinación de proyectar institucionalmente la lengua, entendiéndola como bien estratégico. Se inscribe así en una larga tradición europea que arranca en Francia en el siglo XIX. La Alliance Française, que según las mediciones estadísticas de la Unión, se promociona actualmente como la organización cultural más grande del mundo, fue creada en 1883, por un comité de notables entre los que se encontraban Louis Pasteur, Ernest Renan, Jules Verne, el ingeniero Ferdinand Lesseps y el editor Armand Colin. El propósito de la institución, equivalente del tardío Instituto Cervantes, fue también el de difundir la lengua y la cultura francesas en el mundo. Hacia fines del siglo XIX, este objetivo enlaza evidentemente con las políticas de expansión y reparto de zonas de influencia de las potencias imperiales europeas. A cuenta del ingeniero Lesseps no sólo hay que poner esa iniciativa “cultural”, también la construcción del canal de Panamá y del canal de Suez (el uno indispensable conexión oceánica para las nuevas configuraciones del mercado mundial y el otro pieza fundamental de la política imperial francesa); y de su discípulo Alfred Ebélot, la construcción argentina de la zanja de Alsina, foso fronterizo con el mundo indio. La Società Dante Ali-ghieri se funda en 1889, su primera zona fuerte de influencia se sitúa en el norte de Africa. Y ya en el siglo XX, el British Council y las asociaciones de cultura inglesa y en la reconstrucción alemana de posguerra (1951) el Goethe Institut. En los últimos años, en un contexto bien diferente, se fundaron el Instituto Confucio (China) y el Camoes (Portugal), al tiempo que Brasil proyecta su Instituto Machado.

Esta brevísima descripción de los organismos europeos creados para la difusión de sus lenguas centrales, vinculados en general con perspectivas diplomáticas y de política exterior, apunta a señalar que fueron inicialmente concebidos como instrumentos de asociación entre el valor “comunicacional” de la lengua y el sistema de expansión y aclimatación de la economía mundial en el período. La lengua queda así principalmente comprometida en su rasgo instrumental, como dispositivo técnico de penetración económica por una parte, y a la vez como fórmula de colonización y propagación cultural. No muy distinto es el caso del Instituto Cervantes. Adaptado a las exigencias de la integración española a Europa en el auge de la globalización, se propuso sin embargo y desde el comienzo como apéndice de una articulación mayor y específica con la vieja institución reguladora de la lengua, la Real Academia, y sus sedes y correspondientes americanas. El Cervantes se define así en un doble escenario funcional: instrumento de promoción de la enseñanza del español y de divulgación cultural en países y regiones no hispanohablantes, e institución de apoyo a las políticas reguladoras y normativas de la lengua en países de habla hispana. Esta doble función la distingue del resto de los organismos europeos equivalentes. La Academia Francesa o la italiana (Accademia della Crusca) no buscan imponer significativamente formas normativas a través de la Alliance o la Dante; y en el contexto anglófono, como se sabe, no hay institución que rija las mutaciones y variedades de la lengua inglesa. En esos años, los ’90, el Cervantes se asume como correlato y “avanzada” del intenso crecimiento de los negocios españoles en Sudamérica (privatización de las comunicaciones, de la energía y del transporte, fuerte penetración de la banca, etc.). Por su parte, y ya a partir de la década anterior, las industrias culturales españolas comienzan a proyectarse como un campo de profuso rendimiento. La industria editorial, entonces fuertemente subsidiada por el Estado español, fue esbozándose como cifra hegemónica en la región idiomática y beneficiaria de los bruscos procesos de concentración del sector. Desde entonces, el Instituto Cervantes ha sido y es una pieza decisiva en la construcción de la “marca” España. La palabra “marca”, con la que el Instituto Cervantes y sus organismos satélites tienden a identificarse, y referida para nombrar los desplazamientos de mercado, las astucias y fetichismos de la publicidad, constituye una huella histórica evidente del papel que viene asignándose a la lengua.

IV

La lengua no es un negocio, pero a menudo se la trata como tal, y entre algunas corporaciones españolas, por ejemplo, cunde la metáfora de compararla con el petróleo. España no tiene crudo, se dice, pero perforando en sus yacimientos brotó a borbotones el idioma español, que terminó por arrojar más y mejores réditos. Pero las perforaciones no se hacían sólo en Madrid, también en Medellín, en Lima, en Santiago, en Buenos Aires; en materia idiomática, España siempre sintió que se trataba de “sus” yacimientos, pues no se cansa de decir que se trata de un “bien común” e “invaluable”, y que por eso es ella la que se encarga de comercializarlo en el resto del mundo. El patrimonio es compartido, pero la destilación es extranjera.

Para dimensionar la realidad petrolífera de la lengua citaremos sólo algunos datos que surgen del Informe 2012 del Instituto Cervantes: más de 495 millones de personas hablan español. Es la segunda lengua del mundo por número de hablantes y el segundo idioma de comunicación internacional. En 2030, el 7,5 por ciento de la población mundial será hispanohablante (un total de 535 millones de personas). Para entonces, sólo el chino superará al español como lengua con un mayor número de hablantes nativos. Dentro de tres o cuatro generaciones, el 10 por ciento de la población mundial se entenderá en español. En 2050, Estados Unidos será el primer país hispanohablante del mundo. Unos 18 millones de alumnos estudian español como lengua extranjera. Las empresas editoriales españolas tienen 162 filiales en el mundo repartidas en 28 países, más del 80 por ciento en Iberoamérica, lo que demuestra la importancia de la lengua común a la hora de invertir en terceros países. Norteamérica (México, Estados Unidos y Canadá) y España suman el 78 por ciento del poder de compra de los hispanohablantes. El español es la tercera lengua más utilizada en la red. La penetración de Internet en la Argentina es la mayor entre los países hispanohablantes y ha superado por primera vez a la de España. La demanda de documentos en español es la cuarta en importancia entre las lenguas del mundo.

Otro dato final, que no consta en el Informe: el 90 por ciento del idioma español se habla en América, pero ese 90 acata, con más o menos resistencia, las directivas que se articulan en España, donde lo habla menos del 10 por ciento restante. Estos números bastan para comprender el interés en discutir los destinos de la lengua: sus usos, su comercialización, su forma de ser enseñada en el mundo. Si fuera sólo un asunto económico no tendría relevancia el tema, pero afecta a las democracias, a la integración regional, a la soberanía cultural de las naciones.

Pretendemos evidenciar esta realidad, no para crear un frente común contra España, a la que no consideramos nuestra enemiga. El problema es el monopolio, la utilización mercantil de la lengua y la consiguiente amenaza cultural que supone imponer el dominio de una variedad idiomática. España no es el enemigo, pero no solapamos la necesaria polémica que debemos establecer con sus órganos de difusión y comercialización de la lengua. Cuando el rey Juan Carlos le dice al nuevo director del Instituto Cervantes y ex presidente de la Real Academia: “¡Ocúpese de América!”, nosotros conocemos bien la naturaleza profunda de esa ocupación.

España, por lo demás, tiene todo el derecho del mundo a tener una política de Estado en relación con la lengua; lo insólito es que nuestro país no la tenga, cediéndole el “derecho a disfrutar bienes ajenos con la obligación de conservarlos, salvo que la ley autorice otra cosa”, según define “usufructo” el Diccionario de la RAE, al que le rendimos este pequeño tributo, apelando a sus propias definiciones.

V

El Cervantes, organismos como Fundéu (Fundación para el Español Urgente), y las expresiones y acuerdos de colaboración con las Academias Nacionales de la lengua, suelen indicar explícitamente el patrocinio de empresas e instituciones que las promueven: Iberia, BBVA, Banco Santander, Repsol, RTV, Agencia EFE, CNN en español, etc. Los efectos de esta ofensiva de dominio sobre la lengua son vastísimos y de compleja delimitación. Nos interesa destacar aquí, preliminarmente, el modo en que se han ido obstaculizando las vías de comunicación, encuentro e intercambio latinoamericano. Las corporaciones de medios y los monopolios editoriales en combinación con las instituciones y organismos de control de la lengua produjeron un creciente aislamiento cultural entre nuestros países, sólo revisado en el plano político, social y económico por los proyectos de integración regional (Unasur, Mercosur, ALBA), pero no suficientemente interrogado en el plano cultural. Hasta la década del ’70, en el período inmediatamente anterior a la generalización de modelos dictatoriales de gobierno en la región, la literatura latinoamericana produjo, al margen del llamado “boom”, acontecimientos relevantes de cruce e interrelación. Acontecimientos cuya medida no atañe meramente a los mecanismos editoriales de distribución o comercialización del libro, sino al campo de la lengua misma, a sus procedimientos y construcciones poéticas. Los lectores argentinos, no requeridos de esa abstracción de mercado que se presenta bajo la fórmula “español neutro”, incorporaron sin dificultad el conjunto de variedades de la lengua e inversamente el idioma de los argentinos fue asimismo recibido y conjugado por lectores mexicanos, cubanos, peruanos, chilenos o colombianos.

Aunque se trata de una especulación no del todo comprobable, si es cierto que la neutralidad que ahora persiguen las grandes corporaciones editoriales reporta mayores ganancias, es a la vez indudable que pone en funcionamiento un mecanismo de abierto empobrecimiento de la lengua. El programa de uniformización que está en curso es el correlato concluyente de la naturaleza general normativa y de las corrientes totalizadoras de esta etapa del capitalismo. Aun a pesar de sus pronunciamientos y sermones democratistas, el espíritu neoliberal procede de una difusa raíz totalitaria. Si conocimos sobradamente la bestialización económica del programa, sus efectos destructivos de vaciamiento político institucional y los daños generales causados sobre el tejido social, no menos preocupante, aunque de verificación más opaca, resulta el impacto que esa lógica impuso e impone sobre la lengua. Como en la parábola de la “carta robada”: sus alcances están a la vista y a la vez ocultos.

Lo que es cierto respecto del control corporativo de los medios de comunicación lo es también en el campo de la producción cultural, en el sector editorial, en el audiovisual, en la historia literaria reciente, en la traducción, en la enseñanza del español como lengua extranjera o en el amplísimo terreno de la educación pública. Por una parte enfrentamos la tarea de nombrar los efectos de estas políticas de la lengua, pero también, y sobre todo en condiciones de amenaza latente de restauración neoliberal, la necesidad perentoria de establecer una corriente de acción latinoamericana que recoja la pregunta por la soberanía lingüística como pregunta crucial de la época.

VI

Es tiempo, creemos, de sostener el camino de una lengua cosmopolita, a la vez, nacional y regional. Nuestro español, pleno de variedades, modificado en tierras americanas por el contacto con las lenguas indígenas, africanas y de las migraciones europeas, nunca fue un localismo provinciano. Fue lenguaraz y no custodio, es experiencia del contacto y no afirmación purista. Al menos, el que sostenemos como propio. En América latina se han macerado grandes escrituras al amparo de esa búsqueda: desde el ensayismo del peruano José Carlos Mariátegui, que pensaba que una cultura nacional surgía de la doble apelación al cosmopolitismo y al indigenismo, hasta la antropología del brasileño Gilberto Freyre, que vio en el portugués del Brasil una creación de los esclavos africanos. Pero también desde la lengua mixta y tensa de José María Arguedas, lengua que problematiza la herencia colonial, o el barroco americano de Lezama, definido como lengua de contraconquista, hasta la precisa intervención borgeana. Porque Borges, cuyo peso y búsquedas en estas discusiones son innegables, fue quien marcó el camino de una inscripción profundamente argentina de la lengua literaria y a la vez la desplegó como español universal.

Borges es el Cervantes del siglo XX: ésto es, el renovador mayor de la lengua, no sólo para su país natal sino para el conjunto de los hispanohablantes. Si en los años veinte buscó en la sonoridad de la criolledá la expresión idiomática propia, una década después descubría que no se trata de color local: que la lengua estaba en un tono, una respiración, una andadura. Lo hizo de modos polémicos y no poco cuestionables, como su carácter antiplebeyo y sus derivas conservadoras. Pero es el momento de recuperar, con su nombre, una apuesta que toma la suya como inspiración y al mismo tiempo debe modificarla.

Una apuesta, dijimos, a generar un estado de sensibilidad respecto de la lengua, que no se restrinja a una reflexión académica sino que enfatice sobre su dimensión política y cultural, y que se proyecte sobre las grandes batallas contemporáneas alrededor de las hegemonías comunicacionales y la democratización de la palabra. Una apuesta que por ahora imaginamos doble: la constitución de un foro de debates en el Museo del Libro y de la Lengua de la Biblioteca Nacional y el impulso a la creación de un Instituto Borges: un ámbito desde el cual producir una composición latinoamericana de estas cuestiones. Una institución que lleve este nombre, como episodio argentino de una política encaminada a la creación de una Asociación Latinoamericana de la lengua, forzosamente deberá considerar su acto de fundación también como un acontecimiento de la lengua, portador de su memoria viva, de su pasado escurridizo y de las adquisiciones que obtiene y puede perder en su camino. Un Instituto Borges puede ser una institución con sus actos de reunión y reconocimiento, pero también una inflexión para mantener la vida propia del horizonte lenguaraz en el que vivimos.

* Irene Agoff / Susana Aguad / Jorge Alemán / Fernando Alfón / Germán Alvarez / María Teresa Andruetto / Julián Axat / Martín Baigorria / Cristina Banegas / Silvia Battle / Diana Bellessi / Gabriel Bellomo / Carlos Bernatek / Emilio Bernini / Esteban Bértola / María del Carmen Bianchi / Alejandra Birgin / Esteban Bitesnik / Jorge Boccanera / Martín Bonavetti / Karina Bonifatti / José Luis Brés Palacio / Cecilia Calandria / Marcelo Campagno / Arturo Carrera / Albertina Carri / José Castorina / Gisela Catanzaro / Diego Caramés / Carlos Catuogno / Sara Cohen / Vanina Colagiovanni / Hugo Correa Luna / Américo Cristófalo / Sergio Chejfec / Gloria Chicote / Luis Chitarroni / Guillermo David / Oscar del Barco / Silvia Delfino / José del Valle / Marta Dillon / Ariel Dilon / Gabriel D’Iorio / Angela Di Tullio / Nora Domínguez / Víctor Ducrot / Juan Bautista Duizeide / María Encabo / Andrés Erenhaus / Vanina Escales / Ximena Espeche / Liria Evangelista / José Pablo Feinmann / Javier Fernández Míguez / Alejandro Fernández Moujan / Christian Ferrer / Gustavo Ferreyra / Ricardo Forster / Daniel Freidemberg / Silvina Friera / Mariana Gainza / Leila Gándara / Germán García / Gabriela García Cedro / Marieta Gargatagli / Laura Gavilán / Juan Gelman / Juan Giani / Horacio González / Mara Glozman / Ezequiel Grimson / Luis Gusmán / Liliana Heer / Sebastián Hernáiz / Liliana Herrero / Flora Hillert / Walter Ianelli / Cecilia Incarnato / Pablo Ingberg / Ezequiel Ipar / María Iribarren / Estela Jajam / Noé Jitrik / Mario Juliano / Lisandro Kahan / Tamara Kamenszain / Pedro Karczmarcyck / Mauricio Kartun / Alejandro Kaufman / Guillermo Korn / Laura Kornfeld / Daniel Krupa / Inés Kuguel / Gabriela Krickeberg / Juan Manuel Lacalle / Alicia Lamas / Ernesto Lamas / Daniela Lauría / Juan Laxagueborde / Daniel Link / Miguel Loeb / María Pía López / Javier Lorca / Federico Lorenz / Silvia Llomovate / Jorge Lovizolo / Silvia Maldonado / Ricardo Maliandi / Anahí Mallol / Margarita Martínez / Silvio Mattoni / Nora Maziotti / Ana Mazzoni / Juan Molina y Vedia / Graciela Morgade / Mariana Moyano / Vicente Muleiro / Daniel Mundo / Carolina Muzi / Gustavo Nahmías / Viviana Norman / Celia Nusimovich / Dante Palma / Cecilia Palmeiro / Fernando Peirone / Quique Pesoa / Ricardo Piglia / Pablo Pineau / Agustín Prestifilippo / Nicolás Prividera / Mercedes Pujalte / Alejandro Raiter / Carolina Ramallo / Gabriel Reches / Roberto Retamoso / Eduardo Rinesi / Matías Rodeiro / Martín Rodríguez / Emilio Rollié / Laura Rosato / Eduardo Rubinschik / Alejandro Rubio / Andrés Saab / Guillermo Saavedra / Florencia Saintout / Juan Sasturain / Silvia Scharzböck / Silvia Senz Bueno / Perla Sneh / Ricardo Soca / Isabel Steimberg / Eduardo Stupía / Daniel Suárez / Ximena Talento / Diego Tatián / Marcelo Topuzian / Javier Trímboli / Hugo Trinchero / Washington Uranga / Lía Varela / María Celia Vázquez / Miguel Vedda / Aníbal Viguera / Miguel Vitagliano / Adriana Yoel / Patricio Zunini.

Fuente

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=174170

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Prólogo a “El último combate de Lenin”, de Moshé Lewin

Viento Sur

 

Traducción de Lluis Rabell

Cuando – hará de eso más de diez años – Moshe Lewin pronunció en París sus conferencias acerca de los últimos escritos de Lenin, sus oyentes le instaron a que escribiese un libro, una novela, una obra de teatro… De modo mucho más sencillo, Lewin optó por ceder la palabra al propio Lenin, en su último combate. Las breves líneas del célebre testamento eran ya conocidas; el diario de sus secretarias lo era mucho menos; sus otros artículos permanecían mal contextualizados. Para todo aquel que emergiese de la historiografía estalinista en la que el PCF, más que cualquier otro, seguía varado, este librito produjo el efecto de una revelación. El último combate de Lenin fue publicado por vez primera en 1967. Era el año en que la burocracia china, desbordada por la comuna obrera de Shangai, arriaba la bandera de la revolución cultural y emprendía el retorno al orden bajo la égida de la triple alianza. Era el año del asesinato del Che Guevara en Bolivia. El año de los bombardeos americanos sobre Hanoi. La huelga general de mayo del 68 y la primavera de Praga aún estaban gestándose. Los rumores acerca del Gulag tan sólo llegaban hasta los oídos atentos e informados. Acogido discretamente por la prensa del movimiento obrero, en una época en que el PCF renqueaba a paso de tortuga en su proceso de desestalinización y en que el maoísmo erigía nuevos mausoleos en honor de Stalin, este libro riguroso y lúcido se situaba al margen de las modas. En las antípodas de las nuevas filosofías de los años siguientes, se inscribía en la única vía de una lucha radical contra el estalinismo, sus raíces y sus prolongaciones: la vía de una crítica histórica, en la línea de Deutscher o Liebman. (1) A partir de un trabajo metódico sobre los documentos rusos, Moshe Lewin se hace invisible. La escena la ocupan exclusivamente Lenin, sus últimos meses patéticos, su energía desesperada, su voluntarismo – eso que Moshe Lewin llama su “elitismo”. Como si el fundador del bolchevismo viviese en el espacio de algunos días, sin tener tiempo para asimilarlo y domeñarlo, ese terrible futuro de una revolución que se le escapaba entre los dedos. Como si todo ello le matase de impotencia y de agotamiento. Fuerzas colosales se habían puesto en movimiento: las del asedio imperialista, las de una burguesía agraria que resurgía una y otra vez, las de una burocracia capilar que iba insinuándose en todos engranajes del aparato administrativo. No obstante, Lenin, hasta su último aliento, sigue apostando a favor de la consciencia de la vanguardia, a favor del partido de nuevo tipo estrictamente delimitado y seleccionado, distinto de la gran socialdemocracia alemana de antes de 1914. Ese partido bolchevique que, abriendo así una nueva era, supo tender un puente entre las tareas de la revolución antifeudal, “democrático-burguesa”, y las tareas de la revolución proletaria. Cuando el propio partido se revela contaminado por el virus burocrático, Lenin no renuncia a su propósito. Se dirige a la vanguardia de la vanguardia, a lo que de sano pueda aún subsistir en la dirección del partido. De ahí un subjetivismo paradójico tratándose de un marxista: Lenin consume sus últimos instantes de lucidez tratando de influir individualmente sobre las personas y corrigiendo sus anotaciones sobre los principales dirigentes. Sin embargo, no hay nada sorprendente en semejante proceder. El año 1923 certifica el fin de la crisis revolucionaria que, a lo largo de cinco años, ha sacudido toda Europa. Hasta entonces, la joven revolución rusa ha resistido, aferrada a la esperanza de una revolución victoriosa en Alemania, sin la cual su propio futuro resultaba teóricamente impensable. El fracaso del Octubre alemán despeja el camino para el futuro ascenso del nazismo y constituye el preludio de la derrota de la Oposición de izquierdas en Rusia. La burocracia teoriza ese aislamiento duradero y se dispone a encerrar la revolución en las fronteras del “socialismo en un solo país”. Esa trayectoria contradice, sin lugar a dudas, toda la historia y la educación del partido. Pero, tras la guerra civil, ¿qué es lo que permanece todavía en pié del partido y de sus relaciones con las masas? La mitad del proletariado industrial se ha esfumado. Así, por ejemplo, las fábricas Putilov apenas cuentan en 1922 con 6.000 obreros frente a los 30 o 40.000 que había en 1917. El Partido se ha integrado a las funciones del Estado. La supresión del derecho de tendencia y de fracción, adoptada en el X Congreso de marzo de 1921, no ha hecho más que acelerar esa asimilación funcional. La tradición del bolchevismo refluye pues hacia la cima del Partido. El enfrentamiento entre los hombres que encarnan esa tradición reviste entonces un alcance histórico. Simbólicamente, Lenin ha callado en la víspera de esa derrota, reducido para siempre al silencio, quebrado por la enfermedad, pero también por el bofetón que Ordjonikidze propina a un comunista georgiano para zanjar un debate o por el comportamiento brutal de Stalin hacia Krupskaia. Enfrentado a las fuerzas desbocadas de la historia, desde su lecho, Lenin propone a Trotsky un pacto para jugar una última baza contra la burocracia. Una siniestra ironía hace que Trotsky yaga convaleciente en otro lado del Kremlin. Lewin subraya la fuerza que todavía hubiese podido representar, en 1923, la alianza de las dos figuras más prestigiosas de Octubre. Correlativamente, estima que la agonía de Lenin contenía la semilla de la derrota de Trotsky. Quizás éste tuviese ya en aquel momento una sorda conciencia de ello… Pero lo que importa ante todo, a pesar y frente a las falsificaciones estalinistas, es la fidelidad fundamental de Trotsky respecto al último combate de Lenin. Fuese cual fuese su desenlace inmediato, ese combate era en efecto necesario. De él dependía que la esperanza suscitada por la primera revolución comunista no acabase confundiéndose con su caricatura reaccionaria. Ese combate permitía que la alternativa histórica permaneciese abierta de cara al futuro, que la historia que estaba escribiéndose bajo la fuerza de la evidencia burocrática pudiese ser desmentida en nombre de otra hipótesis estratégica. Una vez más “a contracorriente”: ¿acaso aquel puñado de internacionalistas agrupados en Zimmerwald no tuvo razón, en 1915, frente a la oleada de social-chovinismo que sumergió al movimiento obrero? ¿No prepararon ellos el renacimiento del internacionalismo? Para que la historia no perdiese todo su sentido ante los ojos de las futuras generaciones, para que pudiesen retomar el hilo de la continuidad, era necesario que una voz distinta a la oficial se hiciese oír. Que la primera en escucharse, ahogada, fuese la voz de Lenin no hace sino reforzar aquellas que, tras su muerte, se elevaron contra la teoría del socialismo en un solo país, contra la política suicida de la Internacional comunista en China (2), contra las locuras del “tercer período” que desarmaron al proletariado alemán frente al ascenso del nazismo, contra los procesos de Moscú y las purgas. Los mismos términos de su lucha – la cuestión del monopolio del comercio exterior, la problemática de las nacionalidades, la de la organización y del Estado – desembocan en los problemas fundamentales de nuestro tiempo tales como la caracterización de la URSS y de la burocracia en el poder o las relaciones (de oposición y no de filiación) entre leninismo y estalinismo.

En 1923, la práctica de la revolución iba por delante de su teoría. La complejidad de la economía de transición hace que el análisis se torne incómodo. Ese contexto de dificultades económicas y sociales, dos años después de Cronstadt y el cerco imperialista, constituye el terreno de la última batalla emprendida por Lenin. El libro de Moshe Lewin establece, sin ninguna ambigüedad, que toma resueltamente partido contra la burocracia, situándose en los orígenes de la Oposición de izquierdas. Pero ese compromiso no puede esquivar ciertas confusiones, que tendrán más adelante importantes consecuencias. En primer lugar, por cuanto se refiere a las relaciones entre el Partido y el Estado. Lúcidamente, Lenin constata que los soviets, “que eran por naturaleza los órganos del gobierno ejercido por los propios trabajadores, se han convertido en órganos de gobierno para los trabajadores en manos de la capa más avanzada del proletariado, pero ya no de la misma masa laboriosa”. A partir de ahí, en su último texto público, saca la conclusión lógica de una fusión pura y simple entre el Partido y las funciones estatales: “Tales son las grandes tareas con que sueño para nuestra Inspección obrera y campesina. He aquí porque proyecto para ella la fusión del organismo supremo del Partido con un simple comisariado del pueblo”. Siempre atrevido en la innovación, Lenin no distingue aquí demasiado entre la excepción y la regla. Tiende a disolver lo principal en lo circunstancial. Ese desliz resulta tanto más grave cuanto que los dos primeros congresos de la Internacional comunista, oponiendo radicalmente la dictadura del proletariado a la democracia parlamentaria, no habían reconocido claramente la soberanía de los órganos soviéticos en el ejercicio del poder. A partir del momento en que el Partido y el Estado pueden fusionar, la petición de principios a favor del pluripartidismo o de la libre confrontación de programas en el marco unitario de los consejos, los comités o los soviets, se convierte en gran medida en una demanda formal. Topamos de nuevo con la misma confusión entre la excepción y la regla cuando Lenin hace adoptar por el X Congreso la prohibición del derecho de tendencia y de fracción. Trotsky insistirá más tarde, en particular a través de La revolución traicionada, acerca del carácter excepcional de tales medidas. El argumento resultaría más convincente si las declaraciones de Lenin hubiesen sido explícitas al respecto. Pues, si bien define efectivamente como “excepcional” la posibilidad de que el comité central excluya a uno de sus miembros por una mayoría de dos tercios, se muestra mucho menos preciso en cuanto al derecho de tendencia y de fracción. El remedio imaginado durante el X Congreso atajaba mucho más los efectos que el mal. Basta con tener presente el uso que hicieron y siguen haciendo los estalinistas del referente de ese Congreso contra cualquier vida democrática organizada en sus partidos para medir el alcance del perjuicio. Hay que recordar sin embargo a descargo de Lenin que la suspensión de las fracciones no significaba para él ahogar los debates: el boletín de discusión permanecía abierto y la Oposición obrera, objeto de las medidas del X Congreso, pudo, cuatro meses más tarde, presentar y defender sus posiciones ante el III Congreso de la Internacional comunista. No deja de ser significativo, sin embargo, que en 1921 el ataque de Lenin se dirigiese simultáneamente contra el régimen de tendencias en el partido y contra la reivindicación, denostada como corporativista, de un “congreso de los productores”: la restricción de la democracia en el partido va de par con la restricción de la democracia obrera fuera del partido, bajo todas sus formas. Esas dos confusiones, cargadas de consecuencias, tienen que ver finalmente con el debate indirecto que había opuesto Lenin a Rosa Luxemburg en 1918 acerca de las condiciones de disolución de la Constituyente y la limitación de los derechos democráticos (libertad de reunión, de asociación, de prensa). Rosa no contestaba el recurso a determinadas medidas excepcionales, pero se esforzaba por circunscribir más escrupulosamente los límites de las mismas y alertaba sobre sus peligros: las restricciones a la democracia “obstruyen el manantial de donde hubiesen podido brotar los correctivos a las imperfecciones congénitas de las instituciones sociales”. En Lenin, la excepción mal definida resbala hacia la arbitrariedad. Lewin cita una carta a Kursky, fechada en mayo de 1922, en la que defiende la interpretación más amplia posible de la noción de “actuaciones contrarrevolucionarias”, asociando su definición a la amenaza de la “burguesía internacional”. Hoy sabemos todo aquello que Lenin no podía prever: hasta qué punto la arbitrariedad burocrática se apoderó de los procedimientos excepcionales. Arrastrados por la vorágine de una lucha sin cuartel, Lenin y Trotsky tendieron a veces a transformar la necesidad en virtud. Pero la sensibilidad escrupulosa que demuestra Lenin sobre la cuestión de las nacionalidades revela los límites que él mismo no hubiese tardado en asignar a las transgresiones de la norma. No se trata de dar aquí, a posteriori, lecciones de principios, sin tener en cuenta la situación concreta de aquellos años terribles, sino de comprender en qué medida ciertos errores de Lenin y de Trotsky pudieron contribuir a deseducar a los cuadros del Partido y a desarmarlos parcialmente frente al ascenso de la contrarrevolución burocrática.

“Si Lenin se encuentra en minoría en un debate que juzga primordial, busca la ayuda de Trotsky contra Stalin y otros dirigentes; a él se dirige cuando de algún modo se siente a la deriva…” Moshe Lewin no duda en defender esta tesis, difícilmente admitida apenas hace diez años por el marxismo universitario. Desarrollada a partir de una documentación rigurosa, ese análisis concuerda plenamente con el sentido de la historia. El principal obstáculo a la alianza antiburocrática que se esboza y se impone reside en las vacilaciones del propio Lenin: percibe y denuncia el “burocratismo” sin comprender aún plenamente la verdadera dimensión y la verdadera naturaleza de la burocracia. Razona en términos de deformaciones en el ejercicio del poder, pero no capta en toda su amplitud y su alcance la tendencia hacia la autonomía de ese cuerpo parásito. Esa vacilación guarda también relación con la sorpresa e incredulidad de Lenin ante la traición de la socialdemocracia alemana el 4 de agosto de 1914. Sobre la cuestión de la burocracia, Rosa Luxemburg se había mostrado más clarividente que Lenin, incluso si no había deducido todas las implicaciones organizativas que se reinaban de su propio análisis. El esbozo teórico acerca de la burocracia que figura en La quiebra de la II Internacional parece rudimentario en comparación con el célebre folleto que Rosa publicó bajo el seudónimo de “Junius”, La crisis de la socialdemocracia. Sin embargo, la actitud de Lenin frente a la burocracia plantea frontalmente el problema, hoy apasionadamente discutido, de su posición teórica respecto al Estado. En 1922-23, se encuentra al frente de un aparato de Estado que se sostiene sobre la punta de un alfiler. No se trata ya de la clase obrera masivamente movilizada, sino de su vanguardia. Un poder en equilibrio inestable, situado en el frágil punto de encuentro entre los intereses anticapitalistas de la clase obrera y los intereses antifeudales del campesinado. En las antípodas del economismo de que le acusan a la ligera algunos críticos tardíos del estalinismo (3), Lenin sabía, escribe Moshe Lewin, que, “en la situación en la que se encontraba su régimen, la política primaba sobre la economía, pero la idea de que esa preponderancia pudiese prolongarse duraderamente le intranquilizaba. No se resignaba a utilizar exclusivamente la palanca política que mucha gente considera hoy en día como el resorte más poderoso y decisivo”. Ahí llegamos a un nudo de contradicciones. Se ha convertido en una moda intelectual reprochar a Lenin su subestimación del problema del Estado. Muy al contrario, Lenin parte de la especificidad estructural de la revolución proletaria: una revolución en la cual la conquista del poder político no representa, como en el caso de la revolución burguesa, el coronamiento, sino la clave de la emancipación social y cultural de los explotados. No es casual que, como nos lo recuerda Lewin, Lenin feche la fase específicamente proletaria de la revolución rusa alternativamente el 5 de enero de 1918 (disolución de la Constituyente) o entorno a la movilización autónoma de los campesinos pobres (junio de 1918): en cualquier caso, tomando como referencia un acto político de toma de poder mucho más que tal o cual decreto sobre la colectivización de las tierras o de la industria. De ello resulta que la cuestión del Estado se plantea principalmente a sus ojos, desde el punto de vista del proletariado, a través de la cuestión del Partido que prepara conscientemente la conquista del poder, que establece un nexo entre las luchas parciales y ese objetivo final. Pero Lenin no extrae todas las conclusiones que se desprenderían de su enfoque. Tan solo una costosísima experiencia histórica nos permite hoy en día entreverlas. Si la revolución proletaria comienza con la conquista del poder político por una clase radicalmente desposeída, explotada y alienada, eso quiere decir que, durante todo un período, la partida decisiva se juega al nivel del ejercicio del poder y de sus mecanismos. Lenin sitúa de entrada la diferencia entre el capitalismo de Estado propiamente dicho y las nuevas relaciones sociales instauradas en Rusia al nivel de la naturaleza del poder político: “Nuestro capitalismo de Estado se distingue del otro capitalismo en el sentido literal del término en que nosotros tenemos entre las manos del Estado proletario, no sólo la tierra, sino las partes más importantes de la industria”. Esa definición no supone ninguna modificación cualitativa del proceso de trabajo. Lo que ha cambiado es la existencia de un Estado proletario. Pero, ¿quién responde precisamente del carácter de clase de ese Estado? No podemos contentarnos con invocar al respecto la estatización de los medios de producción. Eso sería entrar en un círculo vicioso. El Estado no es proletario porque nacionaliza, sino porque ha surgido de una revolución por medio de la cual la clase trabajadora ha roto la vieja maquinaria estatal burguesa y se ha amparado del poder político. De ahí la novedad y la importancia de la cuestión que entonces se plantea: si el proletariado se ha visto desposeído del poder político, ¿quién lo ejerce pues en su nombre? La estatización de la mayor parte del aparato productivo se produjo entre 1918 y 1921, mucho más deprisa de lo previsto, bajo la presión de la guerra civil. Con eso, resulta suficiente para modificar radicalmente las relaciones existentes entre el Estado y la sociedad civil. Incluso burocrática, la planificación que se deriva de semejante transformación colma la fractura que les separa, quebrando los mecanismos presuntamente naturales de la competencia. El Plan expresa el significado social y político de las opciones económicas. Si hay paro, ya no puede explicarse como una fatalidad irracional que resulta de las leyes ciegas del mercado. La prioridad otorgada a la industria pesada o a la producción de forraje, las atribuciones presupuestarias hallan directamente su traducción en términos de prioridades políticas y de alianzas sociales. El trabajador ya no se encuentra ante el Capital y la mercancía, erigiéndose ante él como fuerzas extrañas, sino, directamente, frente al Estado. Una sociedad en la que se ha restablecido la unidad orgánica de la sociedad civil y del Estado sólo puede funcionar según dos lógicas contradictorias. O bien la sociedad se hace Estado, y la simple cocinera, tal como imaginaba Lenin, puede empezar a dirigir. En ese caso, el Estado ya no es un Estado propiamente dicho: se socializa, empieza a debilitarse y a desvanecerse. Ese es el proyecto de El Estado y la revolución. O bien, por el contrario, es el Estado quien se ampara de la sociedad y la invade, la sociedad se estatiza, y el Estado, de acuerdo con la tesis estalinista, se fortalece en lugar de debilitarse. La extracción del excedente del trabajo no se opera a través de la punción de plusvalía que caracteriza la relación entre el asalariado y el capital, sino mediante el ejercicio de un constreñimiento directamente político. El terror se convierte en tal caso en un engranaje esencial del mecanismo social. Las diferentes instituciones, desde la justicia a la prensa, pasando por la familia o la escuela, ya no pretenden, como era el caso bajo la democracia burguesa, alimentar la ilusión de una autonomía y neutralidad de la esfera privada. Muy al contrario, aparecen entonces como entidades directamente funcionales y explícitamente regidas por criterios políticos. Para convencerse de ello, basta con leer los requisitorios de Vychinsky, los tratados de pedagogía oficial, o simplemente los motivos de internamiento psiquiátrico. Lenin no ignoró ni subestimó el problema del Estado. Pero lo planteó según los términos mistificadores de la herencia hegeliana: los de un Estado exterior a la sociedad civil que rige; cuando, en realidad, el Estado burgués, apoyándose en la división del trabajo, se hace omnipresente en el tejido social. No basta con romper la máquina de dominación para extirpar sus raíces. Precisamente en esa transición toma cuerpo el poder específico de la burocracia, capa parásita enquistada en el ejercicio del poder del que se nutre y a través del cual se perpetúa.

Lenin y Trotsky se oponen con firmeza a la naciente teoría del socialismo en un solo país, al mismo tiempo que son los principales defensores del monopolio del comercio exterior. Trotsky mostrará más adelante cómo ese monopolio permite a la economía soviética desconectarse de los flujos de acumulación internacional del capital, pero en absoluto edificar a puerta cerrada una economía “socialista”. Para Lenin, se trata ante todo de ganar tiempo, ofreciendo concesiones al campesinado a través de la NEP, pero impidiendo al mismo tiempo que ese campesinado se inserte en las leyes del mercado mundial. El significado del monopolio es pues plenamente político (de autodefensa) y no de racionalidad económica abstracta. La burocracia en formación se muestra dispuesta, por el contrario, a toda forma de compromiso que le permita salvaguardar su poder: a la abolición del monopolio del comercio exterior n 1922, al llamamiento a favor de masivas inversiones extranjeras en 1928 (4), y luego a la colectivización forzosa. Pero, más allá de todos esos zigzag, la burocracia no consiguió desembarazarse de las conquistas sociales de Octubre. Para lograrlo sería necesaria una auténtica contrarrevolución social en detrimento de una clase obrera que se ha reforzado considerablemente a lo largo de medio siglo. Lo que, en última instancia, distingue a la formación social soviética, sin atenuar por ello la crueldad del terror burocrático, es el hecho de que la fuerza de trabajo y los bienes de producción no tienen el estatuto de mercancías; la utilización de los recursos humanos y materiales se rige en función de un Plan y no a través del mercado; y, en tales condiciones, la intensidad del trabajo, impuesta por la coerción jerárquica y no por la ley de la competencia, es más débil que en los países capitalistas. Aunque la transición pueda resultar larga, el régimen burocrático sólo puede desembocar en esta alternativa: restauración capitalista o revolución política. Hasta ahora, las tendencias a la restauración han topado regularmente con la resistencia de la clase obrera ante el cuestionamiento de sus conquistas, así como con las divisiones sociopolíticas de la propia burocracia. La revolución política, de la que Trotsky trazó el programa en los años treinta, ha ido revelando sus formas embrionarias a través de los levantamientos de Berlín Este en 1953, de Polonia y Hungría en 1956, de Checoslovaquia en 1968, otra vez de Polonia en 1969 y 1975. Cada vez que la clase obrera se ha movilizado contra un aumento de precios o contra la arbitrariedad burocrática, ha puesto a la orden del día las mismas exigencias: supresión de la policía política, libertad de reunión y de asociación, separación de los sindicatos y del Estado, libertad sindical y pluripartidismo, restablecimiento de los consejos. Por el contrario, nunca la restauración de la propiedad privada de los medios de producción ha aparecido como una reivindicación de masas. Hablar de revolución política no implica en modo alguno referirse a una “revolución suave”, una especie de democratización pacífica de las “superestructuras”. La propia revolución burguesa es una revolución política, en la medida en que se apoya sobre relaciones sociales previamente establecidas. No por ello dejó de ser radical y violenta, sobre todo en Francia. La lucha por el derrocamiento de la burocracia también lo será.

Manuel Azcarate, miembro del buró político y responsable de cuestiones internacionales del partido comunista español, declaraba recientemente en una entrevista: “Lo que hace falta es que los trabajadores lleguen a ser dueños de su propio futuro. ¿Cómo lo lograrán? ¿Con ese Partido que constituye un elemento del Estado? ¿Con ese Estado autoritario? No veo otra solución más que una revolución política a través de la cual los trabajadores empezarán a dirigir realmente los destinos de su país”. (5) El concepto de revolución política ha sido pues admitido. Pero la cuestión de su contenido permanece enteramente planteada. En efecto, puede tratarse de una fórmula vacía si no se traduce en actos y en un compromiso claro y preciso: Azcarate y los dirigentes de los partidos comunistas, ¿están dispuestos a apoyar las luchas contra la burocracia en la URSS y en los países del Este? No sólo las reivindicaciones democráticas de los intelectuales disidentes, sino las reivindicaciones sociales de los trabajadores, como las que plantearon los obreros polacos en 1975 o los mineros rumanos en 1977, y las demandas de los opositores comunistas como Rudolf Bahro, actualmente encarcelado en la RDA. ¿Están dispuestos a respetar desde ahora mismo en sus propios países, en España, en Francia y en cualquier lugar, los principios de la democracia socialista a través de la lucha por la soberanía de los órganos unitarios de lucha de que se dotan los trabajadores (asambleas, comités de huelga elegidos y revocables)? ¿A través del respeto hacia la democracia sindical sobre una base federativa? ¿Mediante el reconocimiento del pluralismo en el seno del movimiento obrero, lo que implica acabar con todas las exclusiones que pesan sobre organizaciones que se reclaman de la clase trabajadora? ¿O restableciendo el derecho de tendencia y de fracción en sus propios partidos? A partir de 1968, los partidos comunistas occidentales, sin romper por ello con la URSS, se han visto abocados a redefinir sus relaciones con los dirigentes del Kremlin: la subordinación directa en vigor durante la época del pacto entre Stalin y Laval, en tiempos del pacto germano-soviético o a lo largo de la guerra fría se ha transformado en una alianza conflictiva y negociada (6).Esas modificaciones abren un interrogante acerca de la propia naturaleza de la URSS y sobre la historia de sus relaciones con los partidos comunistas. La publicación en Francia de un libro colectivo de intelectuales del PCF, titulado La URSS y nosotros, se inscribe en ese movimiento de revisión. La obra se fija explícitamente el objetivo de elaborar una “concepción coherente de la URSS”. Sin embargo, la concepción anterior, la que prevaleció a lo largo de los años de apogeo del estalinismo, era una concepción perfectamente coherente. Ponerla ahora en tela de juicio no es algo que pueda hacerse a medias, mediante una política que sospese a cada paso el por y el contra, las ventajas y los inconvenientes, los progresos económicos realizados por un lado y los “perjuicios causados a las libertades” por otro. La puesta a prueba de una coherencia teórica reside en su implicación práctica. Y, tratándose de la URSS, esa implicación práctica consiste en definir la actitud fundamental frente a las reivindicaciones de los contestatarios y a las aspiraciones de la clase trabajadora. ¿Se trata de reconducir el Partido de Stalin y democratizar el Estado? ¿O bien se trata de la defensa de los derechos democráticos y las reivindicaciones proletarias, mediante el restablecimiento de la democracia de los consejos y los derechos de las nacionalidades, el reconocimiento de la libertad sindical y el derrocamiento de la opresión burocrática? Aquí llegamos a la frontera que separa el liberalismo pequeño-burgués de la continuidad del “último combate de Lenin”. Algunos toman sus distancias respecto al terror burocrático para rendir mejor homenaje a la “democracia burguesa”, cerrando obstinadamente los ojos sobre su decadencia y su reverso autoritario. Para otros, sin embargo, la democracia socialista es indivisible y significa más – y no menos – democracia que en los países capitalistas. Para éstos, la lucha por los derechos humanos, tanto si se encarna en la defensa de Grigorenko o de Soljenitsin, de Orlov o de Bahro, de Rostropovitch o de Biermann, no admite ningún regateo. Jean Ellenstein ha calificado los juicios contra Guinzburg, Orlov o Chtcharansky como los “casos Dreyfus” de nuestro tiempo. De acuerdo. A condición de recordar que, en su día, Zola y Jaurès necesitaron mucho tiempo y determinación para arrancar la rehabilitación de Dreyfus. Y a condición también de no abandonar a su suerte a los Dreyfus de ayer, los de los procesos de Moscú, los de los campos de Vorkuta y de Kolima. La lucha contra la burocracia pasa por el restablecimiento de la memoria y la continuidad histórica. El último combate de Lenin constituye, en ese sentido, un retorno a los orígenes.

6/9/1978

(1) Isaac Deutscher, Staline (Livre de poche), Trotsky (Julliard). Marcel Libman, Le léninisme sans Lénine (Seuil).

(2) Acerca de la revolución china de 1926-1927, ver Harold Isaacs, La tragédie de la révolution chinoise (Gallimard).

(3) Louis Althusser en Réponse à John Lewis (Maspero) ; Nicos Poulantzas en Fascisme et dictatures (Maspero) ; Charles Bettelheim en Les luttes de classe en U.R.S.S. (Seuil).

(4) Ver David Rousset, La société éclatée (Grasset).

(5) Entrevista publicada en la revista Viejo Topo (edición extraordinaria nº 2).

(6) Ernest Mandel, Critique de l’eurocommunisme (Maspero) y “L’Eurocommunisme”, número especial de la revista Recherches internationales, 88-89.

Fuente:
http://www.rebelion.org/noticia.php?id=114136
Fuente Imagen
https://lh3.googleusercontent.com/WisT2W5Iu5ezGZHGAkpxMEV3e2aiDbWRQNHETVIzL_B42WPJU-pRp1X5O_tLBZ68G5UDEko=s88
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Magnífico artículo, declaraciones o denuncias del periodista y escritor Ignacio Ramonet

América del Norte/México/Pedro Echeverría V/Rebelión

 

1. Magnífico artículo, declaraciones o denuncias de Ignacio Ramonet que la Jornada Nacional publicó el día de hoy viernes 9. Pensé que esto “la uniformidad mediática aplasta toda diversidad, censura cualquier expresión divergente y sanciona a los autores disidentes”, era sólo “natural” en los países atrasados como México y que en Europa estos había sido superado. La realidad es que sigo siendo un triste iluso al pensar que el capitalismo “avanzado” era otra cosa. Las denuncias de Ramonet –periodista y escritor que admiro y he seguido desde hace unos 15 años- me ayudan (aunque en pequeño) a comprender lo que me ha sucedido en por lo menos otros 15 medios con los que he colaborado durante años con mis artículos y de una u otra manera, me han corrido.

2. Escribe Ramonet: “La muerte de Fidel Castro ha dado lugar –en algunos grandes medios occidentales– a la difusión de cantidad de infamias contra el comandante cubano. Eso me ha dolido. Sabido es que lo conocí bien. Y he decidido, por tanto, aportar mi testimonio personal. Un intelectual coherente debe denunciar las injusticias. Empezando por las de su propio país. Cuando la uniformidad mediática aplasta toda diversidad, censura cualquier expresión divergente y sanciona a los autores disidentes, es natural, efectivamente, que hablemos de ‘‘represión’. ¿Cómo calificar de otro modo un sistema que amordaza la libertad de expresión y reprime las voces diferentes? Un sistema que no acepta la contradicción, por muy argumentada que sea”.

3. Cuando Ramonet publicó un libro reconociendo que Fidel Castro era un gran gobernante en favor de su pueblo, El diario El País de España, La Voz de Galicia y un programa de radio, en los que llevaba muchos años escribiendo artículos y saliendo su voz al aire, sin argumentos válidos, lo despidieron diciéndole que era imposible que “un amigo de un tirano” siguiera expresándose. En la Universidad de París VII le dijeron que “un amigo de un dictador no podrá más dictar sus clases”. En Le Monde Diplomatique, del grupo Le Monde, así como en el diario Liberación, lo obligaron a retirarse. Así que de los muy “democráticos países europeos”, España y Francia, lo despidieron por pensar diferente y, obviamente por realizar acciones que no agradaban al capitalismo. A mí en México me ha pasado lo mismo -guardando las proporciones- por lo menos en 15 medios.

4. Después de 40 años de bregar en los medios, he decidido escribir sólo tres breves párrafos para facilitar su lectura, que no me sigan corriendo y obtener libertad total. He preferido estar en las redes de Internet y en tribunas muy diversas como Rebelión, Aporrea, Kaosenlared, Latinpress, Mexileaks, Argenpress, Zenzontle, Libertad de Expresión, etcétera.

Fuente

http://www.rebelion.org/noticia.php?id=220317

Fuente imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/YFIl43-svEmmslwSsrq95FmL70LbFV_GoCXQyaxqV-fu5CHjRahX0v6saqI_1wKLK0YJKsc=s85

 

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Unicef: es inaceptable que 4 de cada 10 niños sean pobres en América Latina

Por: UNICEF

El Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) calificó hoy de inaceptable que 70 millones de niños -4 de cada 10- vivan en situación de pobreza en América Latina y el Caribe, y de ellos 28,3 millones estén bajo pobreza extrema.

Con motivo de su aniversario número 70, que se conmemora este domingo, Unicef recordó que estos niños se encuentran principalmente en poblaciones indígenas y afrodescendientes, zonas rurales y entornos periurbanos, y consideró que “ahora más que nunca” su labor es vital para romper este ciclo de pobreza.

“Estas cifras no solo son inaceptables éticamente, sino que dan cuenta de una contundente violación de los derechos humanos de miles y miles de niños y niñas, derechos que están plasmados en la Convención de los Derechos de los Niños, la cual han ratificado todos los Estados de la región”, afirmó la directora de Unicef para América Latina y el Caribe, María Cristina Perceval.

La pobreza en la infancia deja huellas profundas que comprometen severamente el futuro de las personas a lo largo del ciclo de vida y en el desarrollo de su comunidad, advirtió el organismo.

Unicef reconoció que en las últimas dos décadas América Latina y el Caribe han logrado avances significativos en términos de crecimiento económico e inclusión social, y ello ha impactado directa y beneficiosamente sobre el bienestar de los niños.

En ese tiempo la región ha logrado disminuir en un 67 por ciento la mortalidad de niños y niñas menores de 5 años, y a día de hoy 8 de cada 10 niños tienen acceso a educación preescolar, apuntó.

Además, en todos los países se ha incrementado de manera sustancial la matrícula de acceso a la escuela primaria.

“No obstante”, indicó Perceval en una declaración pública, “si bien existen diferencias dentro y entre los países, la pobreza infantil en la región constituye un escándalo de discriminación, humillación y exclusión para mucho más de la mitad de los niños que la habitan”.

En la conmemoración de su 70° aniversario, Unicef hizo un llamado a todos los gobiernos, al sector privado y a las comunidades “a unirse en un movimiento transformador a favor de la infancia en América Latina y el Caribe, capaz de erradicar la pobreza infantil e impedir que los progresos alcanzados en las últimas décadas se conviertan en frustraciones e injusticias en el futuro por venir”.

El organismo abogó por una inversión en la infancia a través de políticas “realmente universales, integrales, consistentes y efectivas y programas incluyentes de protección social”.

En este sentido, llamó a los gobiernos de la región a aumentar el presupuesto destinado a los niños y adolescentes, y a la sociedad a cuidar de que esto suceda.

“Podemos y debemos transformar este insostenible modelo de desarrollo y sus inéditos procesos de concentración de la riqueza, para avanzar responsable y solidariamente hacia un desarrollo sostenible, (…) en el que el interés superior de los niños sea brújula y horizonte de sociedades más justas, libres e igualitarias”, añadió Unicef, que tiene su sede regional en Panamá.

Por su aniversario, el organismo lanzó un vídeo en su cuenta de Youtube con un llamamiento a la acción para dar pasos concretos hacia el logro del Objetivo 1 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible y de la Agenda 2030: erradicar la pobreza.

Fuente: http://www.abc.com.py/internacionales/unicef-es-inaceptable-que-4-de-cada-10-ninos-sean-pobres-en-america-latina-1545996.html

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