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Anabel Hernández: La verdadera noche de Iguala y los 43 de Ayotzinapa

Álvaro Cepeda Neri 

Es un reportaje estremecedor donde la reportera-periodista Anabel Hernández construye con hechos, la cima desde Idonde los lectores podemos conocer la panorámica del drama de la Noche de Iguala, cuando entre el 26 por la noche y madrugada del 27 de septiembre de 2014, funcionarios de Guerrero y funcionarios federales encabezados por el desgobernador Ángel Aguirre y la complicidad de Peña, con policías, militares y delincuentes, ejecutaron la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural.

Fue la barbarie de los gobernantes de un Estado federal y la Presidencia de la República de la Federación. Las más de 300 páginas son un Yo Acuso al trío de la Procuraduría General de la República (PGR): Murillo, Gómez y Cervantes, quienes por órdenes de Peña, a través de Osorio Chong, Cienfuegos, Miranda, Castillejos y Tomás Zerón, no quieren dar a conocer cómo la Policía Federal y el 27 Batallón de Infantería desaparecieron a los normalistas que: “Vivos se los llevaron y vivos los queremos”. Los padres de esos estudiantes han enarbolado como nunca antes, desde el final de la Revolución de 1910, una movilización para exigir la rendición de cuentas del peñismo sobre esos hechos.


II. La verdadera noche de Iguala
es una investigación periodística iniciada en la revista Proceso, que culmina con este libro donde Anabel Hernández pone al descubierto las mentiras peñistas y aguirristas; la verdad de los hechos que “son subversivos. Subvierten las afirmaciones tanto de líderes elegidos democráticamente, como de dictadores… de torturadores. Subvierten las mentiras, las medias verdades, los mitos; todos esos discursos fáciles que confortan a los hombres crueles” (Tímothy Garton Ash, Los hechos son subversivos, Tusquets editores). En 12 capítulos, sigue las huellas de los acontecimientos y los desenreda, con nombres, lugares, autobuses, homicidios y desapariciones ocurridos desde “la noche de Iguala”. Así como las acciones de los familiares que no bajan la guardia para demandar –hasta sus últimas consecuencias– el deslinde de responsabilidades penales y constitucionales que, en el caso de Peña constituya delito grave por no resolver el problema por complicidad, lo que derivaría en su renuncia. Es la cronología de uno de los sucesos más dramáticos en la historia contemporánea mexicana.

III. El texto exhibe que el gobierno peñista no quiere ir al fondo de la tragedia, no obstante que –al tergiversar sus investigaciones y tratar de alterar el escenario– debe ya conocer la verdad ministerial que se niega a dar a la opinión pública. Pero Anabel Hernández logró correr las cortinas y nos muestra, pues, La verdadera noche de Iguala y La historia que el gobierno trató de ocultar. Por lo que los padres de esos estudiantes han recorrido el país para denunciar el abuso del poder gubernamental y sus alianzas con las delincuencias. El mundo entero sabe de esta barbarie que tiene alarmada a la Nación, porque sobrevivimos a un peñismo donde “cualquiera de nosotros puede ser uno de los 42, también de los detenidos arbitrariamente y torturados de manera infame.

Resulta imperioso encontrar a los normalistas y someter a juicio a los verdaderos responsables: los que ordenaron, los que ejecutaron, los que encubrieron y los que desde el más alto nivel protegieron a los encubridores y perpetradores. No se trata sólo de un tema de justicia elemental para las familias que buscan desesperadamente a los suyos, significa dar un ejemplo de justicia a un país que debe salir de este agujero profundo de corrupción, impunidad y violencia”.

Ficha bibliográfica:

Autora:           Anabel Hernández

Título: La verdadera noche de Iguala. La historia que el gobierno trató de ocultar

Editorial:         Grijalbo, 2016

Fuente del articulo: http://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/index.php/2017/01/29/anabel-hernandez-la-verdadera-noche-de-iguala-y-los-43-de-ayotzinapa/

Fuente de la imagen: http://www.contralinea.com.mx/archivo-revista/wp-content/uploads/2013/07/ex-libris-300×300.jp

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México rasgado

Blanca Heredia

Recién celebramos el Día de la Bandera, uno de los símbolos nacionales que nos quedan. En la ceremonia de ese día, presidida por el presidente Peña Nieto, la bandera nacional se rasgó. Esa imagen me llevó a pensar en el libro más reciente de Claudio Lomnitz, La nación desdibujada, y en la situación que enfrenta la idea de México en el momento presente.

Hoy cuesta decir y saber quiénes somos. Cuesta, sobre todo, encontrar canales y espacios de representación capaces de expresar y darle algún armazón común a nuestras diferencias. Marchas convocadas desde la intención de hacer presente lo que nos une que terminan evidenciando y amplificando nuestras divisiones.

Corrupción fuera de control, cuya exhibición pública no consigue producir castigos ni consecuencias. Violencia que no cesa, inseguridad que no termina, feminicidios que siguen ocurriendo sin que se vislumbre justicia, salida u horizonte de resolución posible. Mexicanos divididos tanto en lo material como en lo simbólico; somos habitantes de un mismo territorio que no encuentran cabida en nada compartido, nada que suene deseable o, incluso, presentable.

Como bien señala Lomnitz, la idea de México, al igual que el relato nacional de muchos países periféricos –en especial en América Latina–, ha estado tensado, desde su origen, por el riesgo siempre presente del desdibujamiento. La fragilidad de los relatos nacionales en países como México tiene muchísimo que ver con la dificultad para lograr reconciliar tradición con la posibilidad del futuro –eje argumental clave del constructo ‘nación’ en general– en contextos económicos, sociales, políticos y culturales que no terminan de poder armar futuros/modernidades viables para la mayoría de sus habitantes. Al viejo patrón de impulsos transformadores –que acaban produciendo modernidad trunca, excluyente y deforme–, se han sumado procesos adicionales que han contribuido al deshilvanamiento acelerado de la idea de México dentro del cual nos encontramos actualmente inmersos.

Destacan, entre los apuntados por Lomnitz, los siguientes: Primero, la creciente desconexión entre una economía globalizada y un espacio político estructurado en torno a lo nacional/territorial. Esta es una tendencia que México comparte con muchos otros países desde hace ya varias décadas y que ayuda a explicar el debilitamiento de los Estados nacionales para conducir la evolución de sus respectivas economías y sociedades, así como la creciente incapacidad de los sistemas políticos nacionales para representar y procesar la diversidad de los conglomerados que les toca organizar. En el caso mexicano, la naturaleza especialmente asimétrica de la globalización y de la integración con Estados Unidos, tanto en lo geográfico como en lo relativo a las fuertes diferencias en la movilidad internacional entre capital y trabajo, han contribuido a una crisis de representación política especialmente aguda.

Un segundo proceso que ha incidido en el desdibujamiento de la idea de México en años recientes tiene que ver con la profunda erosión de las figuras simbólicas centrales en nuestro relato identitario heredado, así como de sus correlatos institucionales y organizacionales concretos, en particular la familia y el Estado.

La erosión de estas figuras centrales es resultado, en parte, de la desconexión progresivamente mayor entre la estructura económica y la política, pero también y muy centralmente de las particularidades desinstitucionalizantes y fuertemente corruptoras de nuestra transición a la competencia electoral plena (carretonadas de dinero a los partidos junto con descentralización sin rendición de cuentas), así como de los desgarramientos sociales, culturales y morales, y la espiral de violencia provocados por la guerra contra el narcotráfico iniciada durante la administración de Felipe Calderón. Desdibujados, familia y Estado parecen irreconocibles en su operación cotidiana y en su capacidad de interpelarnos y articularnos simbólicamente.

¿Qué es el Estado mexicano hoy? ¿Cuál alianza sustenta esa cosa, después de lo evidenciado por Ayotzinapa? ¿El Estado incluía al alcalde de Iguala, a su mujer y a sus cuñados en septiembre de 2014? ¿Dónde termina el Estado y empieza lo ‘otro’ (los grupos criminales, los grupos de interés que se valen de él, las camarillas políticas)? ¿Quiénes integran y representan hoy al Estado mexicano en Tamaulipas, en Michoacán, en Oaxaca y en todo el país? Preguntas que no tienen una respuesta clara en la práctica.

Para lidiar con los retos asociados al giro a una economía globalizada y a la competencia político-electoral plena, las élites mexicanas decidieron parchar lo existente en lugar de refundarlo. Recurrieron, esto es, a formas de complicidad cada vez más excluyentes y ofensivas socialmente; a la coacción pura, desentendida de la ley y de cualquier relato que abarcase a todos los mexicanos; y al uso de los retazos que iban quedando de la idea y la realidad de Estado para su propio beneficio como medio para asegurar una gobernabilidad crecientemente precaria y desprovista de narrativas legitimadoras mínimamente creíbles.

La imagen de la bandera rasgada simboliza a la nación rasgada. A una comunidad dentro de la cual a muy pocos nos queda claro qué pudiera entrañar la expresión ‘México’ hoy y su defensa frente a los embates de Trump. Tocaría imaginar y darle tracción, vía hechos y cambios reales animados por la indignación frente a la injusticia y un deseo compartido de futuro incluyente, a un nuevo relato sobre lo que somos. Sin cambios en serio capaces de sustentar un nuevo relato nacional, sólo se vislumbran más y más rasgaduras.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/mexico-rasgado.html

Fuente de la imagen:

 http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2017/02/24/58b07a0036e66.jpg

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Para que la esperanza no se marchite

Por: Tlachinollan. 

Centro de Derechos Humanos de la Montaña, Tlachinollan

A 28 meses de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, los padres y madres de familia siguen constatando que la Procuraduría General de la Republica (PGR) se resiste a profundizar en las líneas de investigación propuestas por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI). Han corroborado que al interior de la PGR existen personajes con mucho poder que siguen maniobrando bajo el escritorio para ocultar información clave que compromete a varias autoridades de alto rango por sus vínculos con el crimen organizado.

Recientemente se pudo documentar con mucho detalle cómo personal de la PGR escondió al GIEI información sensible  relacionada con el trasiego de droga hacia  Estados Unidos. Deliberadamente la Procuraduría guardó varios expedientes donde aparecen algunos cabecillas del grupo delincuencial Guerreros Unidos, como eluruguayo, que se dedicaban a transportar droga en autobuses de Guerrero a la ciudad de Chicago. Esta nueva revelación refuerza la hipótesis del GIEI de que la noche del 26 de septiembre se montó un gran operativo para generar un cerco que abarcó desde la salida de Iguala hasta Mezcala para impedir la salida de los autobuses tomados por los estudiantes. La línea de investigación del quinto autobús  no ha querido profundizarse como lo ha propuesto el GIEI, lo que hace suponer que este ocultamiento por parte de las corporaciones policiales, el ejército y la delincuencia organizada fue para no descubrir a un autobús cargado de droga.

Esta nueva información que refuerza el móvil de la agresión desproporcionada contra los normalistas, es otro  golpe artero a los papás y mamás, que por más de dos años siguen esperando resultados veraces sobre el paradero de sus hijos.

Con mucha razón las mamás y papás desde el mes de agosto del año pasado se levantaron de la mesa y rompieron el diálogo con la PGR, porque no han cumplido con el compromiso de entregar las conclusiones de la investigación realizada por la Visitaduría General, que es el órgano interno que se encarga de investigar a los funcionarios federales que han actuado de manera ilegal, poniendo en entredicho su reputación. El caso de Tomas Zerón ex director de la agencia de investigación criminal, es la peor muestra de que se busca a encubrir a los verdaderos responsables de la tragedia, porque en lugar de inhabilitarlo como funcionario público, encontró cobijo en la oficina presidencial.

No hay duda de que hay encubrimiento y protección para mantener a cualquier costo político la versión oficial de que los 43 estudiantes fueron incinerados en el basurero de Cocula. Ante esta postura inflexible los padres y madres continúan remando a contra corriente para desenmarañar toda la urdimbre delincuencial que se mantiene incólume entre agentes estatales y el crimen organizado. Su lucha y su grito que se multiplica en muchos rincones del país y en el centro de la ciudad de México es para que la esperanza no se marchite

Este hecho de resonancia internacional no puede eludirse, mucho menos cuando se dan visitas de expertos independientes, como la del relator especial de la ONU para defensores y defensoras de derechos humanos, Michel Frost, quien en su informe preliminar manifestó lo siguiente:

“Los familiares de personas desaparecidas compartieron historias conmovedoras conmigo sobre su valentía, determinación y sus trágicas circunstancias. Además de la incertidumbre desgarradora de no saber en dónde están sus seres queridos, con frecuencia enfrentan obstáculos en sus demandas por justicia y por la verdad con respecto al paradero de sus familiares. En particular, cuando visité el estado de Guerrero, recibí testimonios de defensores que buscaban a sus familiares desaparecidos, siguiendo pistas de su paradero y en algunas ocasiones llevando a cabo búsquedas ciudadanas de alto riesgo para su propia seguridad. Los defensores de Chilapa, en donde las desapariciones colectivas parecen haber sucedido con el consentimiento de las autoridades, son particularmente vulnerables a ataques en el contexto del crimen organizado y corrupción. Cuando visité la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos en Ayotzinapa, los padres y madres de los 43 estudiantes desaparecidos enfatizaron la importancia de poder continuar el trabajo del mecanismo de seguimiento al Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) sin obstáculos, así como el de las ONGs que los acompañan en su búsqueda para acceso a la justicia”.

El pasado martes 24 de enero el relator fue muy claro en su diagnóstico sobre la situación que enfrentan los defensores y defensoras de derechos humanos en el país; “Las defensoras y los defensores de derechos humanos que buscan justicia han enfrentado actos de intimidación u obstáculos en su búsqueda. Debido a sus denuncias de estas violaciones, tienen un riesgo más elevado de ser blancos de ataques y agresiones. Quienes denuncian violaciones por parte de las fuerzas armadas, de la policía así como de autoridades investigadoras se encuentran en un mayor riesgo de represalias”.

La gran mayoría de testimonios que recibió el relator tiene que ver con la criminalización de los defensores y defensoras de derechos humanos. Esta práctica se realiza a través del mal uso del derecho penal y de la manipulación del poder punitivo del Estado por parte de agentes estatales y no estatales, para obstaculizar e incluso impedir el legítimo derecho del defensor o la defensora de derechos humanos a promover y proteger los derechos humanos. Generalmente la criminalización se lleva a cabo mediante la presentación de denuncias infundadas o de querellas basadas en delitos penales, los cuales pueden no estar en conformidad con el principio de legalidad ni cumplir con las normas internacionales de derechos humanos. El relator manifiesta que someter a las defensoras y los defensores a largos procesos legales es claramente un instrumento de intimidación y se busca subyugar su defensa. Según la información que recibió  “los tribunales imponen medidas precautorias contra los defensores y las defensoras sin garantizar sus derechos ni las garantías del debido proceso”.

En Guerrero esta situación ha sido una práctica sistemática contra los líderes o defensores y defensoras comunitarias como Nestora Salgado, Gonzalo Molina, Arturo Campos y Samuel Ramírez, miembros destacados de la policía comunitaria. Ella y ellos han sido tratados como delincuentes de alta peligrosidad, al grado que tres de ellos fueron confinados a penales de máxima seguridad. Esto mismo sucedió con Marco Antonio Suastegui líder histórico del CECOP. Lo detuvieron y sometieron a tratos crueles, desacatando las órdenes de un juez lo enviaron a un penal de Nayarit, con el fin de acallarlo y estigmatizarlo como secuestrador.

La situación de quienes defienden derechos humanos en México está condicionada por la criminalización de sus actividades. Por parte de las autoridades no existe respeto ni reconocimiento al trabajo legal y legítimo, más bien, hay una aversión a su lucha, se les descalifican y hasta se tienen fichas delincuenciales, para que en cualquier momento puedan fabricarles delitos.

Las campañas de difamación, incluyendo aquellas realizadas a través de medios de comunicación nacionales, han intentado describir el papel de los defensores que trabajan en casos de tortura, como personas que lucran con las reparaciones económicas. Las mujeres víctimas de tortura y muchas de las cuales se han convertido en valientes defensoras de derechos humanos han sido objeto de campañas sexistas de difamación y acoso contra ellas y sus familias.

Es importante resaltar la preocupación que manifestó el relator en torno a quienes acompañamos a los padres y madres de los 43 estudiantes desaparecidos “También estoy extremadamente preocupado por el número de difamaciones y campañas de insultos contra las personas defensoras, ya sean dirigidas por políticos o por los medios de comunicación. Estas campañas buscan principalmente debilitar el trabajo realizado por las y los defensores de derechos y alienar parte de la población. Los defensores han sido representados como contrarios al desarrollo o como integrantes de grupos criminales. También han sido retratados como personas que ayudan a delincuentes, en lugar de ser las personas que buscan rectificar las violaciones de derechos humanos. Estoy particularmente preocupado por la situación de organizaciones como el Centro Prodh, Tlachinollan y la Comisión Mexicana de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, que han sido blanco por su labor en desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales o tortura. Dichas organizaciones también son acusadas de utilizar a las víctimas para obtener ganancias, promover la impunidad o desestabilizar a la sociedad”.

Por otra parte, el relator se reunió en Guerrero y en otros estados con defensores que sufren desplazamientos internos de sus comunidades o de sus lugares de trabajo y que no pueden regresar debido al ambiente de violencia y al control territorial que ejercen las bandas del crimen organizado. Los testimonios de lo que sucede a decenas de familias de Chilapa, Chilpancingo, Petatlán, San Miguel Totolapan, Arcelia, Zitlala, dejaron ver el nivel de impunidad que impera en el estado y el alto grado de vulnerabilidad de la gente del campo, sobre todo las mujeres que cargan con el dolor de haber perdido a un hijo o al esposo y que tienen que salir de sus comunidades. El relator recomendó que el gobierno debe elaborar políticas que atiendan esta situación particular para garantizar que las familias puedan llevar a cabo su labor en condiciones seguras y velar  por su regreso.

Para Michel Frost los defensores de las comunidades indígenas o rurales son personas poco visibilizadas, y por lo mismo son fácilmente agredidas por grupos de poder cuando lideran movimientos de resistencia en defensa de sus territorios. Considera que hay un intento deliberado por parte de las autoridades y las empresas de aplicar estrategias del “divide y vencerás” para lograr la aprobación de proyectos a gran escala. Le preocupa la presión que ejercen los funcionarios y empresarios contra los integrantes de las comunidades para que acepten proyectos, a cambio de dinero o proyectos sociales. Los defensores que se oponen a estos proyectos son frecuentemente representados por las empresas o las autoridades locales como una minoría, que actúan  contra el interés general. Las divisiones causadas por estos proyectos tienen efectos profundos y negativos en las comunidades afectadas, en las que normalmente existe una fuerte cultura de consenso y solidaridad colectiva.

El relator concluye que la impunidad se ha convertido tanto en la causa como en el efecto de la inseguridad general de los defensores de derechos humanos en México. La impunidad alimenta la criminalización de los defensores vinculados a sus actividades legítimas de derechos humanos, lo que a su vez incrementa el miedo entre la sociedad civil en general, debilitando las aspiraciones generales de tener una sociedad robusta basado en el respeto a los derechos de las personas. Al disuadir a los defensores de presentar quejas y a los sobrevivientes de violaciones de buscar el apoyo de los defensores para abogar por su causa, la impunidad erosiona el estado de derecho en el país y alienta la comisión de nuevas violaciones. Se pone un dique para que las defensoras y defensores desistan en su lucha tenaz para remover los escombros de la impunidad. A pesar de este clima tan adverso marcado por la violencia y la criminal desigualdad, la lucha por los 43 y por todas las familias que buscan a sus hijos desaparecidos hacen de cada amanecer una jornada cargada de esperanza.

Fuente: http://www.tlachinollan.org/opinion-para-que-la-esperanza-no-se-marchite/

Fotografía: Tlachinollan

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México: “El tiempo de Ayotzinapa”, la historia contada desde lo más íntimo #PrimerosCapítulos

México/16 enero 2017/Fuente: Aristegui Noticias

La investigación de Carlos Martín Beristain, ex miembro del GIEI, se presentará el martes 17 de enero a las 17:00 horas, en el Museo Memoria y Tolerancia.

El doctor en psicología y veterano investigador de las violaciones de derechos humanos, Carlos Martín Beristain, cuenta la historia de Ayotzinapa que él conoció desde lo más íntimo, luego de que el 2 de marzo de 2015 comenzó su trabajo en el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI).

Con autorización de Ediciones Akal, se reproducen dos fragmentos del libro que será presentado el martes 17 de enero a las 17 horas en el Museo Memoria y Tolerancia; a Beristain lo acompañan el escritor Juan Villoro, la politóloga Denise Dresser y el coordinador de Opinión de La Jornada, Luis Hernández Navarro.

En la primera parte, Beristain narra una reunión con padres y normalistas, donde tratan de explicarse por qué fueron a Iguala el 26 de septiembre.

Y la segunda parte, aborda un video obtenido por el GIEI, sobre lo ocurrido en la central camionera de Iguala.

Aquí los primeros capítulos para los lectores de Aristegui Noticias (da clic para ampliar):

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Fuente:http://m.aristeguinoticias.com/1501/mexico/el-tiempo-de-ayotzinapa-la-historia-contada-desde-lo-mas-intimo-primeroscapitulos/

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Yo ya creia que el estado era asesino antes de Ayotzinapa y lo seguiré creyendo.

América del Norte/México/01.11.2016/Autor:Demian Paredes. Rebelión/ Fuente:http://insurgenciamagisterial.com/

Entrevista al poeta mexicano Óscar de Pablo

Segunda parte de un extenso diálogo con el poeta y escritor mexicano Óscar de Pablo (en el café La Paz), invitado a la Argentina por la editorial Audisea para presentar su libro El baile de las condiciones. La charla discurre sobre el escritor Gerardo Deniz y las jóvenes generaciones de poetas, sobre la escena contemporánea cultural y política mexicana, y sobre los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa.

-Óscar, te pregunto por Gerardo Deniz [poeta y escritor mexicano, 1934-2014], si tuvo influencia en vos y en otros poetas más jóvenes.

-Es curioso que con Gerardo Deniz fuera un encuentro maduro –en mi caso–. Para nada fue una influencia. Ya había publicado este libro del que estamos hablando [El baile de las condiciones], y fue una gratísima sorpresa darnos cuenta de que –aunque fuera tardíamente– había en la literatura mexicana anterior fuentes inexploradas con las que teníamos mucha más afinidad que la conocida. Pero la verdad, en mi caso al menos, sería injusto decir que fue una influencia –porque también sería injusto decir que yo de joven hubiera entendido a Gerardo Deniz, que es bien complejo–. Incluso ahora es una influencia muy grande para mí, a través de su prosa que salió este año, y de su conversación. Paula Abramo y yo fuimos muy cercanos a Gerardo Deniz el último año y medio de su vida, era un conversador fascinante… Y es muy paradójico: odiaba a los escritores “progresistas”, bienpensantes. (En su mente, comandados por José Emilio Pacheco.) Odiaba a los escritores como “izquierdosos”, que siempre estaban a favor de las “causas nobles”, por su hipocresía. Y no es que él fuera un izquierdista real; era furiosamente apolítico; pero –digamos– por muy buenas razones. Detestaba el progresismo del medio intelectual en uso (que sigue existiendo); el que yo también odio, por mis propias razones.

Tengo muy poco en común con los escritores normales que escriben poemas de coyuntura, o cuando algo pasa: “Bombardearon tal país”; “Pobres los serbios…”, etc. Lo políticamente correcto. Las modas. Y él tenía una actitud ética, propia –ahora sí– de un trosko o de un anarquista, de integridad: “yo voy a decir la verdad, no me importa quien se ofenda”. Y entonces, por ejemplo, destruyó en un texto crítico un poema de José Emilio Pacheco, y eso lo aisló mucho. No es que Pacheco le respondiera, jamás le respondió.

Si tú le dices tonto al ídolo de las masas, le estás diciendo tontas a las masas, y entonces eso lo alienó mucho del medio literario. Para mí, murió aislado del medio literario, con algunos reconocimientos. Y era un genio. Era un químico destacadísimo, un tipo que autodidactamente estudiaba unos veinte idiomas –no indoeuropeos–, por hobby, y a eso no le daba salida, no publicaba nada… así era. Te decía: “Tú qué estás haciendo; yo me saqué una gramática del turco y ahora lo estoy estudiando ¿Tú no?”. (Risas.) Le parecía que eso era normal, y a la gente le parecía que era muy arrogante, cuando en realidad era lo contrario: jamás presumía de eso. Y eso que las lenguas eran para él muy-muy secundarias. La onda era para él era la química orgánica. Pero aun así, aun siendo un genio –el único genio que conocí en mi vida–, tuvo muy poco reconocimiento, pero me parece que fue una decisión de integridad… Cada quien decidirá si estuvo bien o no. Quizás sufrió bastante, pero me parece que –como decía al principio– su trabajo fue libre. Su trabajo poético, intelectual, incluso diría su conversación, fue un acto de libertad en el sentido de que fue dueño de su trabajo. No tenía nada alienado, concesión a la moda y la corrección política. Y creo que, aunque murió aislado y solo, fue una persona fantástica. De todos modos la ancianidad siempre te agarrará solo. (Risas.)

-Y más en general ¿cómo ves la escena literaria contemporánea en México?

-Procuro no volverme ningún tipo de especialista aunque, desde luego, algo sé. Y ver más allá. Soy muy patriota de mi generación, en el sentido de que, cuando yo empecé a escribir, varios empezaron a cambiar su manera de escribir –no sé si es eso bueno o malo–, y a mí me gustó mucho lo que empezaron a hacer algunos colegas, aproximadamente de mi edad, empezando por Luis Felipe Fabre, que escribió un libro que se llama La sodomía en la nueva España [publicado en 2010], que se me hace una incorporación de la historia a la poesía, fabulosa. Alejandro Barrán, Paula Abramo, Marisela Guerrero, Minerva Reinosa, son una generación que a mí me parece mucho más interesante que la poesía mexicana anterior.

-Hablamos de autores que han publicado desde el año 2000 a la actualidad?

-Sí. Incluso del 2010 para acá.

-Sería “literatura reciente”.

-Sí, pero no tanto… Hay gente que nació en los 90 ya está publicando, y eso me aterroriza, pero no voy a opinar. (Risas.) Algunos me gustan; pero bien, conozco a muy pocos. Algunos me gustan, pero no opinaría sobre esa generación. Sé que existe, que es pujante, y espero a ver qué sale de ahí. Y veo que la disidencia se puso de moda ¡y qué bueno! entre la intelectualidad. Cuando yo comencé a publicar era anti-moda (y no hablemos del marxismo) toda la política disidente –la indignación contra lo que estaba pasando–, incluso la corrección política. O sea: incluso ser consciente de la cuestión de la mujer era “fuera de moda”. Y ahora, afortunadamente, hay mucha más conciencia en el medio intelectual de esas cosas.

-Aunque sé que estuviste pocos días acá, te pregunto si pudiste hacer alguna comparación entre la escena literaria mexicana y la argentina. ¿Hay –por ejemplo– proyectos de editoriales “independientes” y “autogestivas”? Leí hace poco una entrevista a Diego Rabasa, de la editorial mexicana Sexto Piso, donde le dijo a un diario argentino que no se compara en nada en toda Latinoamérica la cantidad de proyectos editoriales que existen en Argentina.

-En México hay muchísimas editoriales, y muchísimos poetas, y acá también; y quien dice que no, es porque no sabe buscar. Y es curiosísimo: en todo pueblo, del mundo, hay un poeta. (Risas.) Y en muchos pueblos hay muchos poetas. (Que te gusten es otra cosa.) En todos lados hay muchísimos. Y quien dice: “Pero yo publiqué puros hombres porque no hay mujeres”… No. Es porque no saben buscar. Que hay, hay.

La intervención del Estado hace en México a una cultura muy extraordinaria. Y eso tiene un efecto para bien y para mal, aunque es un lugar común decir que “te cooptan”, pese a que las autoridades estatales de México jamás han leído unpinche libro. (Risas.) No es Peña Nieto quien te va a juzgar, pero son tus colegas: y eso hace que la crítica sea vea muy castrada, porque, lo que ocurre, no es que te vuelvas pro-gobierno. No hay poetas mexicanos pro-gobierno.

Es rarísimo, cuando hay un gobierno progresistón en América Latina, como hubo aquí, que haya muchos colegas a favor del partido del gobierno. ¡En México eso nunca ha pasado en la memoria viva…! (Risas.) Los que están a favor del gobierno no lo dicen. Porque es súper-mal visto. Son los “apolíticos” versus los “disidentes”. Nunca los pro-oficialistas. Los oficialistas son “apolíticos”. O “políticamente correctos”. En fin… Lo que quería decir es que el efecto no es tanto que se vuelven oficialistas como que se vuelvan tímidos en la crítica porque quienes sí te van a juzgar son tus colegas. Entonces eso en el caso de Deniz es muy claro: ninguno de los dos hubiera dicho “Viva el partido gobernante” (si alguno de los dos lo hubiera dicho ¡hubiera sido Deniz! pero como un “gesto loco”), pero, que Deniz hiciera una crítica puntual (literaria) a un poema de Pachecho, lo condenó a algo grave…¡La pobreza es una cosa bastante fuerte! No es poco decir que un poeta que sabes que nunca va a vender para vivir –ni aquí, ni en México, ni en ningún lado– lo dejan sin lo que viven los poetas en México, que son los “apoyos públicos”. No diría necesariamente estatales, sino públicos, incluyendo fundaciones privadas o lo que sea; pero no es el mercado, sino los colegas que dicen: “Ah, fulanito es poeta, y merece nuestro reconocimiento. Entonces démosle el premio Xavier Villaurrutia”. Y Deniz se quedó sin eso por decir la verdad. Pero es la lección… en México eso ha inhibido mucho la crítica literaria… Pero, al mismo tiempo, en una sociedad tan jerárquica, tan clasista y –por decirlo así– castista como en México (donde hay muy poca movilidad social), sin la intervención pública la cultura sería una cosa horriblemente elitista, porque la gente o trabaja, o escribe.

Lo que logra la intervención del Estado es un efecto contradictorio. Y además –por cierto–, como todo lo que hace el Estado, no es una concesión, sino una conquista histórica: ese “gasto cultural”, incluyendo a la Universidad pública, es una conquista de masas, que hay que defender. En la medida en que la quieran quitar, hay que defenderla. En la medida que te censures por ella, hay que atacarla –entre los escritores–.

-La última pregunta tiene que ver con los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala, acontecimiento que acaba de cumplir dos años. ¿Cómo está la situación hoy?

-Ni siquiera los hechos son una obviedad. Hay quien ha tomado esto como un caso de delincuencia (“Hay mucha delincuencia en México, por eso los han matado”), incluso la prensa internacional –no sé aquí, pero por ejemplo sí la de los Estados Unidos–. O sea: “Los narcotraficantes mataron a unos estudiantes, y el Estado pecó de omisión” (o “y el Estado lo permitió”). Un actor “que no intervino”. No fue así. Fue un acto de represión política, donde el Estado operó coaligado con el narco. Incluso si reconociéramos que fue el narco, el narco cumplió una función –es así– estatal. Digamos: la función básica del Estado es la represión. Y además fue un crimen de clase. No solo eran chicos de un sector muy pobre de México, sino que no eran cualesquiera pobres. Eran militantes populares de los pobres –por decirlo de alguna manera, en términos más generales–. Normalistas que se consideraban comunistas revolucionarios, y por eso fueron atacados en una forma de asesinato que es… la desaparición. No los asesinaron: los desaparecieron. No estoy diciendo que necesariamente estén vivos.

Al crimen que cometieron se añade la cobardía; no sabemos si están muertos, y es importante aclarar eso. Hicieron algo peor que matarlos, que fue desaparecerlos. Ojalá estén vivos –no lo descarto, no se descarta–, pero aun si no están vivos es importante decir que no los mataron, los desaparecieron, que es un agravante.

Y creo que porque no eran cualesquiera muertos, esto juntó varias indignaciones: el intelectual de clase media se juntó con el militante de los trabajadores, con la persona que simplemente se conmueve con la juventud, y por eso creo que fue un movimiento tan grande. Juntó muchos agravantes. Y a mí eso hasta la fecha me conmueve muchísimo, y que aquí se sepa y se discuta esto, también.

No me parece un tema coyuntural. También por eso no escribí un poema concretamente, como muchos ya hicieron, sobre Ayotzinapa. Yo ya creía que el Estado era asesino antes de Ayotzinapa y lo seguiré creyendo cuando haya nuevos casos. Pero me parece fantástico que se sepa, que haya caído esa cortina. Ahora Peña Nieto tiene muy poca popularidad. Mucha gente, dado el idiota tipo que es, enfoca todo el problema de México en su persona. Pero la estructura de clases mexicana fue la causante de este crimen. Digo: fue un crimen de clase; no fue Peña Nieto. Peña Nieto fue un representante de una clase dominante asesina, racista, que desprecia totalmente a su propia población… pero si no hubiera sido Peña Nieto [del PRI] hubiera sido el del otro partido, el del PAN. Entonces, para mí sí es una cuestión de solidaridad social, no solo política, o de condena social, contra una clase dominante asesina que desprecia a la nación que domina (me refiero a la burguesía; no solo a la casta política –que, claro, está podrida también. Correspondientemente también está podrida y es asesina–). Pero no solo a los políticos, sino a la estructura de clase que esos políticos defienden.

Y además hay muchas cosas que lo hacen –y perdón por la palabra, que suena un poco terrible– interesante. El hecho de quién los mató: fue un gobierno local –con complicidad federal–, un partido nacionalista burgués “de izquierda”, que se llama PRD, mostrando que no es tal. El gobierno federal también estuvo implicado; ha hecho horribles crímenes de encubrimiento. No le estoy lavando en lo más mínimo las manos al gobierno federal, pero es interesante ver que el nacionalismo burgués está totalmente implicado en este crimen. Y ahora este nacionalismo burgués se ha escindido recientemente: los menos indecentes se salieron del PRD para formar MORENA.

Fuente:

http://insurgenciamagisterial.com/yo-ya-creia-que-el-estado-era-asesino-antes-de-ayotzinapa-y-lo-seguire-creyendo/

Imagen:

http://insurgenciamagisterial.com/wp-content/uploads/2016/10/encuentrodepoetasunam.jpg

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