Page 11 of 59
1 9 10 11 12 13 59

Libro(PDF): La fobia al Estado en América Latina: Reflexiones teórico-políticas sobre la dependencia y el desarrollo

Reseña: CLACSO

*Disponible sólo en versión digital

Los procesos políticos latinoamericanos del siglo XXI colocaron en el centro del debate teórico de la región tanto la cuestión del Estado como el problema del desarrollo. Al mismo tiempo, esas discusiones se produjeron en un contexto global signado por el predominio del paradigma neoliberal. Por lo tanto, en América Latina la centralidad estatal fue puesta permanentemente en jaque por la irradiación del horizonte ideológico neoliberal que Michel Foucault en su libro El nacimiento de la biopolítica denominó la fobia al Estado.

Este libro indaga las discusiones teórico-políticas acerca de la relación entre Estado, dependencia y desarrollo en América Latina. Para ello, acude a dos contextos diferentes en los cuales tuvieron lugar esos debates: los años sesenta y setenta (marcados por las producciones desarrollistas y dependentistas) y los primeros quince años del siglo XX (atravesados por las controversias acerca del «neodesarrollismo» y el «buen vivir»). A partir del análisis crítico de esas discusiones este trabajo se propone presentar un conjunto de lecciones teórico-políticas sobre los procesos latinoamericanos del siglo XXI.

Autora: Andrés Tzeiman

Editorial/Edición: CLACSO. Instituto de Investigaciones Gino Germani.

Año de publicación: 2021

País (es): Argentina

ISBN: 978-950-29-1898-3

Idioma: Español

Descarga: La fobia al Estado en América Latina: Reflexiones teórico-políticas sobre la dependencia y el desarrollo

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=2338&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1507

Comparte este contenido:

Entrevista a Alba Carosio: El patriarcado es tan astuto como el capitalismo

Por: Raúl Cazal

Alba Carosio es militante feminista desde los años sesenta. Practicó un feminismo comprometido con las luchas populares y con las mujeres más pobres y excluidas. Sin embargo, está consciente de que su alcance era limitado, hasta que llegó Hugo Chávez a la Presidencia de la República:

Las luchas de las mujeres por sus derechos preexistían a la llegada de Chávez, aunque no hay que negar que él le dio un impulso y apoyó esas luchas. Hay compañeras que afirman que lo hizo porque fue educado por mujeres a las que quería mucho y valoraba el esfuerzo que hacen las mujeres por la subsistencia en la sociedad, sobre todo las mujeres jóvenes. No hay que restarle importancia a este aspecto porque implica la dimensión de la humanidad. Comprendió la justicia de las luchas, porque una sociedad para que se pueda transformar tiene que superar esa relación primigenia que se establece, porque todas y todos tenemos madres, familia.

Si hay explotación y derechos cercenados de las mujeres en ese núcleo primigenio en el cual nos educamos y crecemos, entonces hay una idea de que el mundo es injusto y que eso no se puede cambiar, que se traslada a la adultez y a la vida social. Él lo entendió y es una idea que viene desde la Revolución Francesa, pasando por los anarquistas, las primaveras de los pueblos del siglo XIX y las revoluciones en nuestra región, que entiende que es necesaria la emancipación de la mujer para que la sociedad sea verdaderamente igualitaria, para que todas y todos seamos completamente iguales en derechos, pero que también se respete la diversidad.

Es doctora en Ciencias Sociales, profesora del Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad Central de Venezuela e investigadora en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg). Actualmente es coordinadora del Grupo de Trabajo Latinoamericano CLACSO “Feminismos, resistencias y emancipación” y es directora de la Revista Venezolana de Estudios de la Mujer.

Sostiene que con la Revolución Bolivariana se llegó a lugares muy recónditos con la iniciativa de los Puntos de Encuentros que impulsó el Instituto Nacional de la Mujer y la Red de Usuarias de BanMujer (Banco de Desarrollo de la Mujer), antes de la creación del Ministerio del Poder Popular de la Mujer y la Igualdad de Género. Estas iniciativas recogieron información sobre la exclusión y la violencia contra las mujeres; los derechos y la igualdad de género para la transformación de la sociedad.

—¿Ha descendido la violencia contra la mujer en estas dos últimas décadas?

—No, a pesar del impulso y el apoyo a las luchas de las mujeres. Lo que se diferencia es que ahora es visible. Las historias antes no se veían, ni siquiera se contaban. Esto no sólo sucede en Venezuela, sino en América Latina y en diferentes partes del mundo. La incorporación de las mujeres a la vida social en general, tanto en lo económico como en lo político, también trae resistencia a que las mujeres tengan participación en estos espacios, es un factor que incide en la violencia.

La administración de justicia ha tenido un concepto muy patriarcal, que se debe transformar poco a poco. No se da de un día para otro. Y en este último año, tiene que ver con el confinamiento por la pandemia de Covid-19. Las Naciones Unidas ha informado que la violencia ha aumentado y en algunas partes se ha duplicado la violencia contra las mujeres. En Venezuela, que se registraba un centenar de casos graves y que algunos terminaban en muertes, se ha triplicado al año. Esto sin contar los casos que se han generado por la migración que ponen a la mujer en situación de vulnerabilidad.

—¿El confinamiento es una causa de la violencia?

No es una causa, pero sí una condición agravante. Es como la pobreza. No es igual el caso de una mujer que es víctima de violencia con su pareja y tiene facilidad de salir a la casa de un familiar, a buscar alternativas en la calle y otra cosa es estar más tiempo en la casa. No sólo con su pareja, sino con todos los miembros de la familia, en espacio reducido y con la angustia que produce la situación de la pandemia. La causa es el machismo, y la situación que ha provocado la pandemia, lo agrava.

Se dice que la violencia de género existe en todas las clases sociales, pero es muchísimo más grave en los sectores con menos recursos. Por ello se han creado en el mundo Casas de Acogidas en donde las mujeres se pueden refugiar cuando los niveles de violencia son muy altos y no tienen otro lugar a donde ir.

—¿En qué podría contribuir la legislación en materia comunal para transformar las condiciones de la vida de la mujer venezolana?

—No he leído los proyectos que están discutiendo en estos momentos, pero en principio hay que ser realistas con la legislación comunal. Los seres humanos, tanto hombres como mujeres no somos ángeles ni demonios. Tenemos momentos de mucha solidaridad y de amor al prójimo, pero también hay momentos de violencia, agresión, etc. Eso hay que verlo de frente, porque a veces puede considerarse que se crea una comuna y todos se comportan socialmente maravillosamente bien. La solidaridad, la generosidad tiene sus fases. A veces esta desaparece.

En el caso específico de Venezuela, hay muchas redes comunitarias que básicamente son las mujeres quienes la llevan adelante. Por ejemplo, el 80 por ciento de los Clap y los consejos comunales, en su mayoría, son organizados por mujeres. Hay que pensar su participación en las comunas, no sólo para que ellas hagan el trabajo sino para generar sistemas que apoyen la vida de la familia.

A nivel comunal debería haber sistemas de cuidados porque una sociedad socialista debe cuidar a sus miembros, empezando por aquellos que son más vulnerables o quienes más lo necesitan, como los que tienen alguna discapacidad o los ancianos, cuya atención generalmente queda a cargo de las mujeres de la familia y terminan agotadas de tanto trabajar.

Lo mismo sucede con el cuidado infantil, porque para tener iniciativas productivas es necesario tener mucha energía y tiempo disponible. Para la crianza y cuidado de los niños es necesario los niveles de socialización como las casas de cuidado diario, los Simoncitos y contar con el apoyo a las tantas tareas que tiene la mujer en la familia. Aleksándra Kolontái lo planteó muy bien en la revolución rusa, desarrolló un programa de alimentos que llamaban los “prepreparados” que aliviaban a las mujeres de la carga doméstica fuerte y que permitía liberar las energías para la producción.

—“Hace falta todo un pueblo para criar a un niño”, como reza el dicho popular.

—Tiene que haber corresponsabilidad entre los géneros, entre adultos, niños y jóvenes, entre las familias en la comunidad y con el Estado que es quien debe fortalecer los servicios como el agua, la electricidad, etc., que permiten desarrollar el trabajo. En pocas palabras, debe existir corresponsabilidad individual, familiar, comunal y estatal.

—Existe una sobreexplotación hacia la mujer al tener que ser trabajadora, esposa, madre, líder de la comunidad. ¿Se ha entendido esa corresponsabilidad en Venezuela para crear una sociedad de iguales?

—Faltan muchos caminos por transitar. Existieron iniciativas importantes como las Casa de Alimentación que paliaban situaciones de necesidad alimentaria y para que las mujeres se liberaran de esa carga doméstica y pudieran realizar otro tipo de actividad productiva. La situación económica, el bloqueo, tantas circunstancias, hicieron que estas mermaran. La mujer popular actualmente está sumamente exigida porque tiene tres jornadas de trabajo: la que realiza en el hogar; en el trabajo remunerado, que por la pandemia tienen que asistir a los lugares laborales con dificultades mayores; y luego, en la comunidad. Las complicaciones mayores las tienen hijos pequeños y adultos mayores a su cargo. Si ellas tuvieran el apoyo ayudarían al desarrollo económico del país.

—¿Podemos considerar violencia contra la mujer tanta carga?

—Es una violencia laboral.

—Es una sobreocupación.

—Claro. Primero que nada, encontramos la división del trabajo en donde deciden que unos trabajos son de mujeres y otros son de hombres, que es una división artificial. Todos podemos hacer las tareas indispensables para la reproducción social. Las mujeres generalmente están al doble de su capacidad física y emocional.

Uno de los hallazgos que podríamos decir de un estudio reciente es que desde el punto de vista emocional muchas se sienten cercadas por la cantidad enorme de actividades que realizan que no cesan nunca. Que cuando terminan una actividad, comienzan con otra inmediatamente. Que se agudiza en hogares que tienen precariedades económicas para conseguir alimentos, de vivienda, servicios, que es un tipo de violencia económica y laboral contra la mujer.

—La mujer pobre especialmente.

—Mujeres pobres que tienen que atender en las cajas de los supermercados, en puestos de comidas, en los aseos de los establecimientos, en los centros de salud… mujeres que están expuestas a contagiarse y están físicamente agotadas.

—La “e” excluye a la mujer

—Las redes digitales han impactado en los nuevos códigos del lenguaje. Pretendiendo ser inclusivo con la diversidad sexual, intentan desplazar al género femenino después que con la Constitución Bolivariana se logró igualar los géneros al ser nombrados: las y los, presidentas y presidentes, etc. Carosio, sin titubear, considera que “se vuelve a excluir a la mujer”.

—Vuelven a desaparecer las mujeres en el lenguaje.

—El castellano proviene del siglo X. El libro fundador de la lengua española es el Cid Campeador, mientras que El Quijote de la Mancha es de 1605. Tenemos muchos siglos escuchando hablar exclusivamente en masculino y obviando que existan mujeres.

El lenguaje inclusivo de género es de 1999 con la Constitución, es decir, de hace apenas 20 años. Y dos décadas no pueden ir contra siglos, el machismo y el patriarcado es tan astuto… es como el capitalismo, le da una gran vuelta que hasta lo pone atractivo e “incluyen” la diversidad sexual. Ahora, en vez de decir “todas y todos”, dicen “todes”, que no es ni hombre ni mujer sino nada. Las feministas, por lo menos la línea a la que pertenezco, queremos seguir siendo mujeres y compartir con los hombres y queremos tener nuestras diferencias porque sexualmente somos diferentes. Es una belleza la diversidad de la vida, de la relación incluso romántica.

—¿Cuál es la estrategia?

—El patriarcado tiene más siglos dominando que el propio capital, y su estrategia es que te hace parecer lindo, bello y bueno, cosas que al final te hacen daño. Los video clips que transmiten por YouTube ahora son tan agresivos contra las mujeres y las personas pobres que plantean un submundo del barrio, mezclando lo delictivo con lo agresivo, utilización de armas como símbolo sexual, imponiendo la dominación, romantizando la desvalorización. Por supuesto, con un solo cantante masculino con cuatro o cinco mujeres aparentemente relacionadas sexualmente con él, complaciendo de alguna manera la valoración del dinero conseguido con violencia y a través del dinero se consigue a las mujeres. Eso te lo presentan empaquetado como algo muy bueno y deseable.

—En el capitalismo el sexo y la violencia son sus armas de venta.

—La venta de la sexualidad a través de la fotografía y las diferentes formas de la pornografía son negocios. Primero, son las armas; segundo, las drogas; y tercero, la sexualidad. Incluso hay algunas redes sociales que se presentan como alternativas económicas para mujeres. Es toda una industria del capitalismo y a algunas muchachas te lo hacen parecer deseable porque en eso consiste el axioma publicitario, en “transformar una necesidad en deseo”.

—¿Cuál es tu mayor preocupación del futuro de las niñas y las mujeres?

—En este momento, tanto para Venezuela como América Latina, es la transformación de la sexualidad en una que sea placentera pero afectiva. En el año 2017, que es la última cifra que tengo, nacieron en Venezuela 5.200 niños y niñas de otras niñas menores de 14 años. Toda esa reproducción humana es violenta, porque no podríamos decir que una niña está en condiciones de ser madre. Las feministas tenemos una consigna: “Niñas, no madres”. Si ser madre para cualquier mujer es una enorme responsabilidad, imagínate para una criatura.

América Latina en general y Venezuela en particular, tiene esa problemática muy aguda, por no hablar de las de 15 a 19 años, que es muchísimo más alta, nacen alrededor de 120 mil niños y niñas. En edades en donde hay graves dificultades para ser madres, tanto económicas como emocional y física, están muy relacionados con la pobreza, falta de expectativas, dificultades educativas y la violencia. Es importante trabajar la desigualdad para que eso no ocurra, con cambios culturales que promueva la igualdad real, la que viene desde el corazón. No porque lo impusieron o manipularon por un slogan.

—¿A qué se debe que en Venezuela no existen prácticamente manifestaciones públicas por la legalización del aborto, mientras que en otros países son multitudinarias?

—Se debe al nivel de maduración y análisis social que todavía no hemos llegado. Todavía existe bastante desconocimiento sobre la biología. Es decir, todavía sigue existiendo la idea de que cuando se unen el óvulo y el espermatozoide, inmediatamente después del acto sexual, ya se tiene un ser humano, cosa que no es así.

El embarazo pasa por diferentes etapas al que se le desconoce, por ejemplo, que en las primeras 16 semanas no tenemos ningún ser humano. Se han planteado diferentes versiones a lo que sería interrumpir ese embarazo en donde han trabajado los grupos pro vida que ensombrecen todo lo que sería el conocimiento biológico de ese proceso. Pero lo que tenemos que entender las mujeres, es que nuestro cuerpo, es nuestro, de nadie más.

—¿Por qué la mujer cuando es víctima termina siendo enjuiciada?

—Todavía tenemos un Código Penal que es de 1936, en el que se han reformado algunos aspectos, pero el de la mujer, no, y ya vamos para un siglo. Es como si en todo este tiempo no hubiera cambiado nada, que las mujeres no tienen derecho a su propio cuerpo en el ejercicio de la sexualidad y si se portan mal, tienen como castigo el embarazo. Si no aceptan el castigo divino e interrumpen el embarazo pueden ir presas. La sexualidad sigue siendo un tabú y al mismo tiempo es comercializada como pornografía. Tenemos mucho que reflexionar sobre lo que implica la dignidad humana en el ejercicio de la sexualidad.

—¿Con estas reflexiones consideras que va a impulsar las movilizaciones?

—Estamos trabajando para que estas reflexiones lleguen a los lugares más recónditos. Pero también las influencias de los prejuicios religiosos que se impusieron en las comunidades más empobrecidas hacen la tarea en contra.

—¿En los movimientos feministas se reflexionan sobre el género y la clase?

—Nora Castañeda nos decía que debíamos analizar desde el enfoque de género, clase y etnia. En la teoría y la práctica feminista tenemos un enfoque interseccional que cruza las opresiones. Es decir, hablamos de la opresión de género junto con la de clase, etnia, territorio, edad, porque nosotras sabemos que no es lo mismo el tipo de opresión que sufre una mujer de clase media o alta y blanca, a lo que sufre una mujer indígena, que vive en un asentamiento precario y en condiciones de pobreza.

El género, es decir, la condición de la mujer, favorece la pobreza por un fenómeno que se llama la feminización de la pobreza. En el último censo en Venezuela arrojó como resultado que el 40 % de los hogares era matrifocales en donde las responsables de la manutención del grupo familiar era mujeres solas. Pero si vamos a los sectores más populares, encontramos que esa proporción es aún mayor, se estima que hasta un 60 % son mantenidos por mujeres. Allí se encuentra la relación indisoluble entre la opresión de género y de clase. Si eliminamos la opresión del género, seguramente vamos a contribuir con la equidad de clase, y viceversa.

Fuente e imagen:  https://portalalba.org/el-patriarcado-es-tan-astuto-como-el-capitalismo/

Comparte este contenido:

La triste historia de los pobres del mundo

Por: Hedelberto López Blanch

El número de pobres en el mundo aumenta cada año debido a varios factores como los violentos cambios climáticos que producen sequías, huracanes, terremotos, inundaciones; la aparición desde febrero de 2019 de la pandemia de covid-19 y sobre todo la indolencia de regímenes capitalistas neoliberales cuyos gobernantes piensan en incrementar sus riquezas en detrimento de las mayorías.

Esa conjunción de factores ha provocado que en el mundo ya existan 840 millones de hambrientos al sumárseles otros 130 millones que pasaron a esa deleznable lista en 2020.
Un informe del Estado Mundial de la Seguridad Alimentaria y Nutrición de Naciones Unidas explica que alrededor de 132 millones de personas sufrieron una situación de “hambre crónica” durante 2020 y se sumaron a los 708 millones que vivían en esas circunstancias en 2019.
Los expertos de organismos internacionales indican que Asia es el continente con mayor número de hambrientos con 382 millones, seguida de África, 250 millones y América Latina y el Caribe con 50 millones. La cifra total se completa con los que se encuentran en esa categoría en Europa y América del Norte.
Como un complemento directo en esta lamentable situación, ha quedado demostrado que los regímenes capitalistas neoliberales no han sido capaces de resguardar a sus pobladores de los efectos peyorativos producidos por la pandemia de coronavirus.

Los altos costos de la atención médica privada usados en los tratamientos contra la covid, no pueden ser pagados por muchos habitantes que se ven obligados a recluirse en sus casas y buscar remedios caseros o medicamentos más baratos los cuales, en la mayoría de los casos, no son efectivos y la trágica muerte los alcanza.
Para agravar la situación de millones de personas que sobreviven en este mundo cada vez más desigual, otra mala noticia se les viene encima.
Según la Organización de Naciones Unidas para Agricultura y la Alimentación (FAO) los precios mundiales de los alimentos volvieron a subir en abril por 11 meses consecutivo.
La organización divulgó que el índice de precio mundial de alimentos promedió 120.9 dólares en abril, 2,2 % más que en marzo, y un 30,8 % interanual por lo que alcanzó el nivel más alto desde 2014
Este índice es una medida de la variación mensual de los costos de la canasta y consiste en el promedio de cinco índices de precios de la cesta básica en relación con las exportaciones de cada uno de esos productos.

La FAO informó que en abril, el azúcar tuvo un alza de 3,9 % y alcanzó más del 60 % en relación con 2020 debido al lento avance de la cosecha en Brasil y los daños causados por las heladas en Francia.
En el caso de los aceites vegetales, creció 1,8 % en abril debido a aumento de las cotizaciones mundiales del aceite de palma por temor a que las producciones fueran más lentas de lo previsto. Los valores de los aceites de soya y colza se incrementaron aun más mientras que los de las carnes bovino, ovino y porcino se elevaron 1,7 % y los de la de aves de corral no tuvieron cambios.
Los cereales, se alzaron 1,2 % y 26 % desde 2019. El maíz subió 5,7 % y 66,7 % con respecto al pasado año resultado de siembras menores de lo previsto en Estados Unidos, Argentina y Brasil.
En medio de este escenario, en 2020 y 2021 ha crecido la inseguridad alimentaria aguda, debido a conflictos, crisis económica exacerbada por la pandemia y el embate de fenómenos naturales.
La red mundial contra la crisis alimentaria avizora un 2021 muy difícil pues en el pasado año, 155 millones de personas en solo 55 países estaban en situación de crisis, lo que representó alrededor de 20 millones más en relación con el último informe. Asimismo, 28 millones en 38 países se hallaban en situación de emergencia alimentaria y entre los más afectados se encontraban República Democrática del Congo, Yemen y Afganistán.
Dominique Burgeon, director de emergencia y resilencia de la FAO aseguró que para evitar que estalle una crisis generalizada en 2021 se necesita con urgencia acciones humanitarias para salvar vidas y medios de subsistencia a gran escala.
Antonio Guterrez secretario general de la ONU significó que este informe es una lectura desalentadora por el alza de personas en condiciones de inseguridad alimentaria aguda las cuales necesitan asistencia nutricional rápida. Se debe hacer todo lo posible, dijo, por frenar ese círculo vicioso y abordar la eliminación del hambre como base para la estabilidad y la paz, a la par de transformar los sistemas alimentarios para hacerlos más inclusivos, resilientes y sostenibles.
Otro fenómeno que golpea a las naciones son los altos niveles de endeudamiento que han adquirido desde hace décadas y que se reforzaron con la pandemia.
En América Latina y el Caribe, informó la CEPAL, esta situación también ha puesto en crisis la posible recuperación económico-social.
Todos los países latinoamericanos han sufrido un deterioro de la situación fiscal al aumentar la deuda del 69,8 % al 79,3 % del PIB entre 2019 y 2020, lo cual la convierte en la región más endeudada del mundo en desarrollo y la que tiene el mayor servicio de deuda externa en relación con las exportaciones de bienes y servicios.
Esa es la triste historia de los pobres en este mundo neoliberal tan desigual y que cada día, con más fuerza, los pueblos claman por la adopción de un nuevo orden internacional más justo.

Fuente: La triste historia de los pobres del mundo – Tercera Información -Tercera Información (tercerainformacion.es)

Comparte este contenido:

Tesis sobre el relato: uno de educación

Por: Darío Balvidares*

El escritor, crítico y ensayista, Ricardo Piglia, nos ha dejado tantísimas ideas para pensar la literatura, pero una de esas ideas brillantes es su tesis sobre el cuento[1]  en la que desarrolla el desplazamiento  en la estructura del cuento en dos historias, la historia 1 o historia en primer plano y la historia 2 como la historia oculta que se cifra en la historia 1. Es decir, que no sólo se trata de qué se cuenta, sino de cómo se cuenta, lo que haya que contar.

Quien esté leyendo este breve artículo, en este momento, estará esperando la explicación sobre los renglones que acaba de leer, incluso más, el porqué del título.

Ahora bien, generar el suspenso es otra de las atribuciones de las que se precia un buen cuento; cita Piglia una de las notas que el célebre Antón Chéjov había dejado: “Un hombre en Montecarlo, va al casino, gana un millón, vuelve a su casa, se suicida”, he ahí una historia para contar, pues – dice Piglia – va contra lo convencional (jugar-perder-suicidarse).

La historia 1, podría ser la del juego que enmascara la historia 2, la del suicidio que se devela al final, eso sucedería en el cuento clásico con final sorpresivo; pero en el cuento moderno, las dos historias se cuentan al mismo tiempo y se abandona el final sorpresivo, las dos historias entran en tensión pero no se resuelven nunca.

A esta altura, lectxr, estamos a punto de entrar en el relato de la presencialidad en la educación, aunque la “presencialidad”, casi se haya convertido en una cuestión autónoma, escindida de la educación. Un debate que parece no tener fin en un contexto que además de penoso, no tiene nada de ficción, la pandemia que produjo el covid-19 y sus consecuencias, no son parte de la imaginación literaria.

Sin embargo, alrededor del concepto de “presencialidad” se construye una verdadera narración polifónica, múltiples voces narradoras que producen sentido en el entrecruzamiento de dos sistemas, el lingüístico y el ideológico, lo que podríamos llamar, haciendo la analogía con lo propuesto por Ricardo Piglia, la historia 1.

En una breve síntesis, se produce la narrativa polifónica desde un decreto del ejecutivo nacional que suspende la presencialidad por 15 días en las escuelas en el área metropolitana (conurbano de la provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma); el ejecutivo de la Ciudad denuncia la inconstitucionalidad del decreto por “vulnerar la autonomía”; la Cámara de Apelaciones de la Ciudad falla a favor del ejecutivo de la Ciudad; un juez Federal, falla decidiendo la nulidad del fallo anterior y por lo tanto le da la razón al ejecutivo nacional, en el medio una jueza rechaza el amparo pedido por una supuesta organización de padres y se declara incompetente.

Finalizados los plazos de suspensión de presencialidad del decreto del ejecutivo nacional, es decir, con posterioridad a la fecha de caducidad, en un fallo extemporáneo de toda temporalidad, la Corte Suprema, de manera no presencial y a distancia para evitar posibles contagios del covid en sus cortesanas humanidades, resuelve sin argumentos “saludables”, a juzgar, incluso, por su propia conducta distante, darle la razón al ejecutivo de la Ciudad.

Hasta ahí, se narra la trama de la presencialidad jurídica, los poderes ejecutivos y judiciales generando discursos sobre un sustantivo abstracto, presencialidad.

La narración polifónica se va completando con las opiniones que va tejiendo el periodismo, que busca la foto “política” que muestre a la dirigencia capitalista unida contra el covid.

Todas esas voces gritan que la presencialidad es “indiscutible”, pero algunas acuerdan con un lado de la “supuesta” grieta y otras del otro.

Mientras tanto en el afuera de Macondo, – me permito usar ese punto geográfico inexistente del genial García Márquez para ilustrar el espacio narrativo del poder –  la realidad, que no es mágica, sigue su curso de contagios.

La presencialidad, la modalidad híbrida, las burbujas aúlicas, los protocolos (disparatados), son sólo descripciones ornamentales, estrategias sólo discursivas pero pobres como dispositivos reales porque el virus es sordo y ciego.

¿Por qué se abandonó el relato de la cuarentena estricta, fase 1, frente a la segunda ola?

Las nuevas cepas no saben de economía, como no lo sabe la cepa original.

¿Qué pasó con el “Quedate en casa”?

Con las contradicciones de uno de los personajes de este relato, el ministro Nicolás Trotta: “No van a volver a las clases con normalidad hasta que haya una vacuna contra el coronavirus[2]; unos meses después, el ministro asume el relato mundializado por la UNESCO y dice: “La vacuna no es condición indispensable para la presencialidad[3]

Ahora hay vacunas, pero no las suficientes y además, les docentes no están vacunados en su totalidad y mucho menos les estudiantes, también imprescindible vacunarlos, puesto que las cepas mutadas complican la salud de les jóvenes.

El otro personaje engrietado es la ministra de la Ciudad de Buenos Aires, Soledad Acuña, que tuvo y tiene momentos “brillantes” en cuanto al papel de odiadora serial de les docentes, la educación pública y los buenos presupuestos de educación. Pero una de sus mejores y desopilantes intervenciones fue cuando dijo: “Tenemos millones de papers científicos que confirman que los chicos no son un factor de transmisión masivo, que las escuelas abiertas, al revés de lo que se pensaba antes, son un espacio con protocolos, no solo necesarios, sino posibles”.[4]

Ni la mejor obra de teatro del absurdo, jamás escrita, podría llegar a imaginar tales ensayos de la idiotez frente al acecho permanente de la muerte anunciada.

El gremio docente levanta la palabra, son otra voz en el escenario polifónico, un corifeo que anuncia lo que no se debe: sostener la presencialidad en picos de pandemia. Son los que ponen el cuerpo por el designio de funcionarios, que se consideran dioses olímpicos, gobernando nuestros destinos, minorías que traman el destino de las mayorías.

No sólo no son escuchados, sino castigados por su lucha por la vida con descuentos irracionales o con el contagio viral o con la muerte anunciada.

Argentina supera los 70000 muertos y el funcionariato vernáculo debate la presencialidad escolar, judicializa sus propias miserabilidades y “escribe”, al mismo tiempo, la historia 2 de este relato, la historia oculta, la que nuestra que la única presencialidad administrada es la del covid 19.

Como en la tesis sobre el cuento, en las dos historias hay dos sistemas distintos de causalidad, “los mismos acontecimientos entran simultáneamente en dos lógicas narrativas antagónicas”, dice Piglia.

Para lo que nos ocupa, la historia 1 de la narración polifónica sobre la presencialidad escolar, es el relato del juego en la nota de Chéjov; en tanto que la historia 2, la muerte anunciada (por el covid), la que corresponde al suicidio.

Es hora de que haya una pausa en la narrativa delirante sobre la presencialidad o seguirán conspirando contra la vida e induciendo al suicidio desde la impunidad de sus cargos.

* Profesor y Licenciado en Letras (FFyL-UBA). Fue docente durante 30 años y Rector de la Escuela de Comercio 3, Hipólito Vieytes (CABA). Como investigador es autor de “La educación en la era corporativa, la trama de la desposesión”. Herramienta Ediciones y Contrahegeminía Web (2019) CABA.  Y del ensayo “La novela educativa o el relato de la alienación”  Redes Cultura (2005) CABA, con prólogo de Osvaldo Bayer. Además de decenas de trabajos y artículos publicados en Contrahegemonía Web; Rebelion.org  y Otras Voces en Educación. Durante 15 años fue productor periodístico y columnista del programa radial La Deuda Eterna.

[1] Ricardo Piglia. Crítica y Ficción. Ediciones Siglo Veinte. Buenos Aires. 1990

[2][2] https://www.treslineas.com.ar/trotta-volver-clases-normalidad-hasta-haya-vacuna-contra-coronavirus-n-1602170.html

[3] http://seguinforma.com.ar/trotta-la-vacuna-no-es-condicion-indispensable-para-la-presencialidad/

[4] https://www.treslineas.com.ar/medicos-refutan-soledad-acuna-solo-contagiamos-tambien-morimos-n-1633561.html

Fuente: El Autor escribe para OVE

Comparte este contenido:

La formación de los intelectuales | por Antonio Gramsci

Por:

El presente momento histórico es de una gravedad indecible, sus consecuencias pueden ser gravísimas, hagamos de tal modo que se resuelva el mayor número posible de las cuestiones dejadas irresueltas por el pasado y que la humanidad pueda volver a emprender su camino.  – Antonio Gramsci

Ensayo del  filósofo , periodista , lingüista , escritor y político marxista italiano Antonio Gramsci.

Antonio Gramsci fue un periodista y activista italiano conocido y célebre por destacar y desarrollar los roles de la cultura y la educación dentro de las teorías de economía, política y clase de Marx. Nacido en 1891, murió a los 46 años como consecuencia de los graves problemas de salud que desarrolló mientras estaba encarcelado por el gobierno fascista italiano. Las obras más leídas y notables de Gramsci, y las que influyeron en la teoría social, fueron escritas mientras estaba preso y publicado póstumamente como  Los diarios de la prisión.
En su teoría, Gramsci vio el estado como un instrumento de dominación que representa los intereses del capital y de la clase dominante. Desarrolló el concepto de hegemonía cultural para explicar cómo el estado logra esto, argumentando que la dominación se logra en gran parte mediante una ideología dominante expresada a través de instituciones sociales que socializan a las personas para que consientan en el gobierno del grupo dominante. Razonó que las creencias hegemónicas amortiguan el pensamiento crítico y, por lo tanto, son barreras para la revolución.
La contribución intelectual clave de Gramsci a la teoría marxista es su elaboración de la función social de la cultura y su relación con la política y el sistema económico. Si bien Marx discutió brevemente estos temas en su escrito, Gramsci recurrió a los fundamentos teóricos de Marx para elaborar el importante papel de la estrategia política en el desafío de las relaciones dominantes de la sociedad, y el papel del estado en la regulación de la vida social y el mantenimiento de las condiciones necesarias para el capitalismo.. Por lo tanto, se centró en comprender cómo la cultura y la política podrían inhibir o estimular el cambio revolucionario, es decir, se centró en los elementos políticos y culturales del poder y la dominación (además de y junto con el elemento económico). Como tal, el trabajo de Gramsci es una respuesta a la falsa predicción de la teoría de Marx de que la revolución era inevitable, dadas las contradicciones inherentes al sistema de producción capitalista.
Gramsci vio a la institución educativa como uno de los elementos fundamentales de la hegemonía cultural en la sociedad occidental moderna y elaboró ​​esto en ensayos titulados «Los intelectuales» y «Sobre la educación». Aunque influido por el pensamiento marxista, el cuerpo de trabajo de Gramsci abogó por una revolución multifacética y a más largo plazo que la prevista por Marx. Abogó por el cultivo de «intelectuales orgánicos» de todas las clases y estilos de vida, que entenderían y reflejarían las visiones del mundo de una diversidad de personas. Criticó el papel de los «intelectuales tradicionales», cuyo trabajo reflejaba la cosmovisión de la clase dominante y, por lo tanto, facilitaba la hegemonía cultural. Además, abogó por una «guerra de posición» en la que los pueblos oprimidos trabajarían para interrumpir las fuerzas hegemónicas en el ámbito de la política y la cultura.
Hoy, Gramsci es considerado un teórico fundamental para la sociología de la cultura y para articular las importantes conexiones entre la cultura, el estado, la economía y las relaciones de poder. Las contribuciones teóricas de Gramsci estimularon el desarrollo del campo de los estudios culturales y, en particular, la atención del campo a la importancia cultural y política de los medios de comunicación.
Aquí pueden descargar su ensayo titulado: «La formación de los intelectuales»
Fuente e Imagen: https://www.bloghemia.com/2020/05/la-formacion-de-los-intelectuales-por.html?m=1
Comparte este contenido:

Las maquilas y los trabajadores

Por Luis Britto García

Los regímenes de zona franca permiten a los inversionistas aprovechar los servicios públicos, la seguridad jurídica y la educación y salud de los trabajadores de un país sin contribuir significativamente con el gasto público que los costea.

Desde comienzos de la Revolución Industrial luchan los trabajadores por sus derechos, y los capitalistas por negárselos. Tres estrategias marcan su política laboral. La primera, la conversión de toda relación estatutaria en contractual. La segunda, la transformación de todo mecanismo público de protección social en privado. La tercera, la progresiva desaparición de la relación laboral y del propio trabajador del campo de las relaciones jurídicas.

La maquila

El modelo privilegiado para la explotación globalizada del trabajo es la maquila. Consiste en una factoría que las transnacionales instalan en un país del Tercer Mundo para cumplir total o parcialmente un proceso cuyo producto se exporta en su casi totalidad, a fin de aprovechar la baratura de la mano de obra y diversos incentivos, tales como la suspensión de las leyes laborales y todo tipo de privilegios como exenciones y exoneraciones fiscales.

Las maquilas fueron introducidas en México en 1965 por el presidente Díaz Ordaz en virtud del Programa de Industrialización de la Frontera desarrollado por Arthur D. Little Co. en imitación de otro proyecto similar creado en Portugal. Su base es una medida proteccionista del gobierno de Estados Unidos, que desde 1964 premia con tarifa preferencial la importación de bienes previamente exportados del país para su elaboración, y exime de impuestos dicha exportación.

De unas 3.000 maquilas instaladas en México para comienzos de siglo, capitales estadounidenses son propietarios del 40%, y otro 47% es poseído por compañías mexicanas subsidiarias de estadounidenses. Vale decir, mediante la maquila el capital estadounidense evita cumplir con las leyes de su país y evade asimismo las de aquél donde se instala. Al principio se les limitaba vender en México un porcentaje de su producción, para que ésta no compitiera deslealmente con la industria local; desde la firma del TLCAN, esta restricción no existe.

Un modelo trasnacional

Bajo principios similares funcionan las maquilas instaladas en Centroamérica y en Asia. La Confederación Internacional de Sindicatos Libres (CISL) con sede en Ginebra comparó las condiciones de las maquilas de Centroamérica con las de los campos de concentración, y denunció que en ellas se cometían violaciones contra los derechos humanos tales como golpizas, abuso sexual y la distribución de anfetaminas para soportar las arduas jornadaas de trabajo, que promedian entre 10 y 12 horas diarias, con frecuentes horas extras no pagadas.

Los salarios oscilan entre 1,40 y 1,90 dólares, mucho más bajos que el salario mínimo legal de 2,83 dólares diarios. De trece sindicatos que había en Guatemala en 1990, en 1996 sólo restan tres: sus miembros son acosados hasta que se disuelven, y las empresas cierran y se trasladan en cuanto enfrentan cualquier problema laboral (Peace Brigades International: “Trade Unions and the Maquila Sector- Guatemala Special Report”, septiembre 1996).

Ínfima remuneración

En éste, como en la mayoría de los enclaves transnacionales en el Tercer Mundo, el negocio estriba en el costo ínfimo de la fuerza laboral. Los derechos cobrados por Michael Jordan por uso de su imagen para un calzado deportivo eran mayores que toda la remuneración cancelada a los maquiladores asiáticos que lo fabricaban.

En 1985, un trabajador manufacturero ganaba 1,26 dólares por hora en México, y 9,56 en Estados Unidos. En 1992, el mexicano ganaba 2,07 dólares por hora, y el estadounidense 11,3: casi seis veces más. (INEGI, mayo-agosto 1993, 30, cit. por Estévez, Edna (1998): Globalización, transnacionales e integración; Vadell Hermanos Editores, Caracas,148). A principios de siglo la hora de trabajo, cuya remuneración promedio es de 21 dólares en Estados Unidos, cuesta 5 dólares en México, donde las leyes laborales son menos exigentes y los sindicatos incapaces de imponerse.

Noam Chomsky hace notar que el colapso de la economía mexicana subsiguiente a la instauración del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos en 1995, según la prensa financiera “transformó México en una fuente barata (es decir, más barata aún!) de artículos manufacturados con unos salarios industriales que son la décima parte de los de Estados Unidos” (Chomsky 1999, 127).

Mujeres y niños

Refiriéndose también a la experiencia mexicana resume Edna Estévez: Es decir, las maquilas desarrollan actividades productivas y/o de servicios, a veces contaminantes, intensivas en mano de obra barata, no cualificada y preferentemente, femenina (constituyen más del 90% de la mano de obra contratada), aunque utilizan también a niños de 12 años (igual que la primera producción industrial). Trabajo que le permite ahorrar hasta 25.000 dólares al año por empleado. (Estévez 1998, 149)

En República Dominicana me dicen conocedores del tema que la preferencia por la mano de obra femenina se debe a que la consideran más dócil y menos propensa a protestar por las duras condiciones de trabajo.

En el mismo sentido, hace notar Jean Ziegler que las maquiladoras de la industria del juguete por lo regular hacen trabajar a sus obreros jornadas de 16 horas, siete días a la semana, sin pago especial por horas extras ni salario nocturno, salario mínimo ni permisos por maternidad, gracias a lo cual los costos salariales apenas representan el 6% del precio de venta al público (Ziegler, Jean: (2003) Los nuevos amos del mundo; Ediciones Destino S.A. Barcelona,131).

Eliminación del fuero laboral

Las fuentes de los beneficios de las maquilas son el trabajo peligroso, preponderantemente femenino o infantil y mal remunerado. Todas surgen de la derogación o la violación de un estatuto que protege al trabajador, en aras de un supuesto libre consentimiento contractual. Todas dependen de la exclusión de su personal del campo de la protección laboral. En todo el Tercer Mundo se repiten experiencias similares, aunque la explotación maquiladora es particularmente inmisericorde en los llamados Tigres del Asia, en México y en los países centroamericanos.

Como reconocen los mismos asesores de la política exterior estadounidense en el Documento Santa Fe II: “Muchos de los mexicanos que cruzan la frontera méxico-norteamericana son hombres que por lo general no pueden obtener empleo en las maquiladoras, ya que las principales habilidades manuales y el trabajo a destajo son mejor desempeñados por las mujeres. Este empleo excesivo de mujeres ha tendido a debilitar la estructura familiar y a exacerbar las ya pésimas condiciones sociales, ambientales, sanitarias y educacionales en los pueblos fronterizos” (Santa Fe II 1988).

Paraísos fiscales transnacionales

A esto hay que añadir que los regímenes de zona franca permiten a los inversionistas aprovechar los servicios públicos, la seguridad jurídica y la educación y salud de los trabajadores de un país sin contribuir significativamente con el gasto público que los costea.

En dichas “zonas especiales de producción” por lo regular el inversionista está exonerado de pagar los derechos de importación de las materias primas y de exportación de los productos elaborados, además de que por lo regular los demás tributos le son dispensados gracias a los infames Tratados contra la Doble Tributación y otras normas de privilegio inconstitucional.

Así, el Estado debe cubrir el déficit fiscal recargando los impuestos al valor agregado y al consumo sobre los depauperados trabajadores, puesto que dichas zonas francas por lo regular son islas donde no rigen los derechos humanos pomposamente proclamados en Cartas y constituciones.

Por lo cual reconoce el Informe sobre Desarrollo Humano 1999 de la ONU que “cuando no se permite a 27 millones de trabajadores de las 845 zonas francas industriales que hay en el mundo organizarse en sindicatos, eso constituye una violación de los derechos de los trabajadores al igual que de sus derechos humanos” (PNUD 1999, 86). La libertad de mercado presupone la eliminación de todas las demás.

En fin, el sistema maquilador tiene efectos simétricos con respecto a la fuerza laboral de los países desarrollados y los subdesarrollados. Si los países pobres obtienen empleos miserables, los trabajadores de los países ricos pierden los suyos y pasan a integrar un ejército industrial de reserva que deberá aceptar salarios cada vez más bajos y condiciones menos favorables. En la globalización las condiciones laborales tienden inexorablemente hacia el mínimo común denominador.

Balance

En resumen, las maquilas o zonas especiales sólo producen beneficios para las transnacionales, y arrojan efectos negativos para todos los demás participantes:

1)P ara la clase trabajadora, que sólo labora en ellas en condiciones de discriminación sexista, sobreexplotación y remuneración ínfima, y a la cual arrebatan la totalidad las conquistas sociales y laborales ganadas mediante arduas luchas de décadas.

2) Para el Estado, que en virtud de los Infames Tratados contra la Doble Tributación, contratos de estabilidad tributaria, exenciones, exoneraciones y otros privilegios inconstitucionalmente otorgados a las transnacionales, prácticamente no percibe de éstas impuestos con los cuales costear la educación, salud y pensiones de los trabajadores y otros gastos indispensables.

3) Para la economía del país donde se instalan, que sólo opera una fase del proceso productivo, y casi nunca recibe para su consumo interno la producción maquiladora, en su mayoría destinada a mercados externos y a precios incosteables para los nacionales.

4) Para la soberanía nacional, que pasa a ser fragmentada en zonas donde no se aplican las leyes de la República ni operan sus tribunales, como si hubieran sido militarmente ocupadas por potencias extranjeras.

5) Y en fin, para las organizaciones políticas gestoras: Rafael Caldera dio el primer paso para la instalación de maquilas en Venezuela en 1997 con la anulación de la retroactividad de las prestaciones sociales y demás conquistas laborales. Su partido no volvió a ganar jamás una elección

Comparte este contenido:

El imperialismo en tiempos de desorden mundial

Por: Esteban Mercatante

 

El libro El imperialismo en tiempos de desorden mundial, publicado por Ediciones IPS, compila una serie de artículos que fueron publicados en Ideas de Izquierda desde el año 2013 hasta la actualidad.

En ellos fuimos analizando, desde distintos ángulos, la configuración de las relaciones de poder en el sistema mundial capitalista y las principales transformaciones que estas atravesaron durante las últimas décadas. Lo hemos hecho en muchas ocasiones a través del comentario crítico de algunos de los trabajos más relevantes que se han publicado durante estos años sobre la cuestión. A los artículos elaborados por quien esto escribe, se suman en la compilación distintas entrevistas que hemos realizado a quienes publicaron algunos de los trabajos más relevantes para entender las relaciones que imperan en el sistema mundial capitalista actual, así como intercambios polémicos que suscitaron algunos de los artículos. El hilo conductor en el recorrido por los distintos temas abordados está dado por una serie de coordenadas teóricas que vamos a discutir en esta presentación.

Imperialismo: la trayectoria de un concepto

Dos años después de estallada la I Guerra Mundial, en 1916, Vladimir I. Lenin publicó el célebre El imperialismo: fase superior del capitalismo, que como su título indica considera que ingresamos en una nueva época histórica. El texto de Lenin, que se convirtió desde entonces en el más clásico entre los trabajos “clásicos” sobre el tema, partía de una elaboración crítica de lo planteado por un autor marxista, (Rudolf Hilferding), y otro liberal, (John A. Hobson). Estos eran, a su vez, algunos de los aportes más relevantes en un debate que el movimiento marxista internacional (para ese entonces casi exclusivamente europeo) había empezado a tener tímidamente a finales del siglo XIX, de la mano del fortalecimiento de las presiones chovinistas y el desarrollo de una carrera armamentística entre las potencias de la época [1].

La emergencia del imperialismo, cuya contracara era una presión redoblada para cooptar a los sectores más elevados de la aristocracia obrera en los países capitalistas desarrollados, ya en la primera década del siglo XX había empezado a dividir aguas en la socialdemocracia europea. El punto de quiebre definitivo fue en agosto de 1914, cuando todos los diputados del Partido Socialdemócrata alemán, que hasta 1914 había sido la principal referencia para los marxistas de todo el mundo, votaron a favor de los créditos que permitirán al gobierno del Káiser iniciar la I Guerra Mundial.

Los marxistas de comienzos del siglo XX (entre los que además de los autores mencionados debemos destacar a Rosa Luxemburg con La acumulación de capital y a Nikolai Bujarin con La economía mundial y el imperialismo) definían al imperialismo como una nueva fase o etapa en el desarrollo del capitalismo, es decir, que capitalismo e imperialismo resultaban conceptos íntimamente entrelazados. Hilferding, y Lenin partiendo de su elaboración, destacaban la transformación ocurrida en la empresa capitalista como resultado de la concentración y centralización del capital (las dos tendencias fundamentales señaladas por Marx): estábamos ante el surgimiento del capital financiero como resultado del salto cualitativo que registraba la gran industria, y del dominio que los grandes bancos adquirían sobre los directorios de las firmas [2]. El dominio de los bancos estimulaba, en opinión de Hilferding, la aceleración de dos fenómenos que identificaba como característicos del capitalismo en esta época. La primera era la “cartelización”, término que refiere a la asociación de empresas para proteger sus intereses comunes y limitar el enfrentamiento entre ellas, que se había convertido en moneda corriente en los principales sectores de la gran industria. El segundo fenómeno, registrado sobre todo en Alemania y EE. UU. desde finales del siglo XIX, era una aceleración de fusiones y adquisiciones que había dado lugar en numerosas industrias al surgimiento de grandes trusts, es decir, nuevas empresas de escala gigantesca que surgían de la integración de las preexistentes.

Junto con esto, lo característico de este nuevo período histórico estaba para Lenin en la agudización de la competencia por el dominio del territorio mundial entre los grandes conglomerados capitalistas de los pocos países que registraban un elevado desarrollo capitalista, con intervención creciente de los Estados y tendencias guerreristas, que se manifestaba en una carrera armamentística cada vez más acelerada y un crescendo de conflictos bélicos que desembocó en la I Guerra Mundial. El mundo, que entre finales del siglo XIX y comienzos del XX había presenciado una nueva ola de febril avance de las potencias europeas (y de EE. UU.) para asegurarse la primacía en todos los continentes, ya estaba “repartido”. La carnicería imperialista apuntaba a definir un nuevo reparto del planeta.

La I Guerra Mundial, como había adelantado –y apostado– Lenin que ocurriría, desembocó en levantamientos revolucionarios en toda Europa, empezando por el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, pero llegando a conmover también a Alemania. La conflagración concluyó dejando irresueltos los motivos que la impulsaron, aunque selló el avance de EE. UU. en detrimento de Europa. Será León Trotsky quien desde comienzos de la década de 1920 discutirá esta relocalización del centro de gravedad del sistema capitalista mundial, y sus consecuencias para Europa. Si bien Trotsky no elaboró un trabajo dedicado especialmente a la cuestión del imperialismo, la abordó sistemáticamente durante dos décadas, lo que quedó plasmado en numerosos libros y artículos. Sus informes en los primeros congresos de la Internacional Comunista desarrollaron un método de abordaje integral de las relaciones entre las tendencias de la economía, la lucha de clases en cada país y las relaciones interestatales. Este método siguió informando la mirada de Trotsky hasta su asesinato, y le permitió entrever tempranamente las tendencias hacia una nueva matanza imperialista –y hacia nuevos alzamientos revolucionarios como resultado de la misma–.

La categoría de imperialismo tuvo sus idas y vueltas en las corrientes marxistas después de la II Guerra Mundial. Tras el triunfo de los aliados contra el eje, EE. UU. lideró la reconstrucción en el espacio mundial dominado por el capital –frente al cual se alzaba un espacio fuera del dominio capitalista gracias a que la URSS emergió también como victoriosa de la guerra y avanzó sobre Europa del Este, a lo cual se sumó en 1949 la revolución en China–. La integración militar de las potencias capitalistas en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), encolumnadas detrás del imperialismo estadounidense contra la URSS, y la creciente interpenetración de capitales de esos países que tuvo lugar durante los años del boom de posguerra (un período de elevado crecimiento económico que se prolongó hasta fines de los años 1960) hicieron surgir los primeros debates sobre en qué medida las coordenadas de las teorías del imperialismo –en las que la disputa interimperialista juega un lugar central– se ajustaban a la nueva realidad en la que el espacio capitalista aparecía dominado por una sola gran potencia.

Paralelamente, durante esos años de posguerra, y en América Latina especialmente después de la Revolución cubana, el debate del imperialismo desde la mirada de los países oprimidos tuvo un vigoroso desarrollo, plasmado sobre todo en la corriente marxista de la dependencia, un conjunto heterogéneo de autores y enfoques, pero que coincidía en el diagnóstico de que los países coloniales y semicoloniales tenían bloqueado cualquier desarrollo significativo, y la condición para superar este bloqueo pasaba por romper con las relaciones de producción capitalista [3].

Para buena parte de la producción teórica realizada desde enfoques marxistas, la teoría del imperialismo fue cayendo en el olvido en tiempos adversos para las clases subalternas, después de la derrota/desvío de los procesos revolucionarios de los años 1960/1970, con la “restauración burguesa” [4] y el auge de la globalización. Fred Halliday se quejaba de que el debate de la globalización, tópico trajinado hasta la obsesión por las ciencias sociales en las últimas décadas, se caracterizó por “la ausencia, o supresión, en los marcos de la discusión ortodoxa, de dos términos analíticos centrales para el análisis de este proceso”, capitalismo e imperialismo [5]. El economista marxista indio Pratap Patnaik retrataba este cambio de clima en un artículo del año 1990:

Yo abandoné Cambridge, Inglaterra, donde enseñaba economía, en 1974, y retorné a Occidente, en esta oportunidad a los Estados Unidos, luego de un período de 15 años. Cuando me fui, el imperialismo ocupaba tal vez el lugar más prominente en cualquier discusión marxista, y en ningún lugar se escribía y discutía más sobre la cuestión que en Estados Unidos, hasta tal punto que muchos marxistas europeos acusaban al marxismo norteamericano de estar empañado de tercermundismo […] Obviamente, ese no es el caso hoy. Los marxistas más jóvenes parecen perplejos cuando el término es mencionado [6].

Curiosamente, el clímax de ese momento se alcanzó con un libro cuyo título sugería lo contrario: Imperio, publicado en 2000 por Michael Hardt y Tony Negri, llevaba al extremo la idea de desterritorialización de los esquemas de poder global. Hardt y Negri construyen la teoría de un imperio sin centro. “EUA no constituye –y, en realidad, ningún Estado-nación puede hoy hacerlo– el centro de un proyecto imperialista”, decían [7]. Las tesis de este libro extrapolaban unilateralmente algunos rasgos que habían caracterizado el accionar imperialista durante la primera década desde el colapso de la URSS. Eran tiempos de globalización en auge e impulso por parte de EE. UU. de las intervenciones multilaterales. Pero con la llegada de George W. Bush al gobierno, de la mano de un gabinete poblado de figuras neoconservadoras, EE. UU. haría ver claramente sus intenciones de continuar siendo el “centro de un proyecto imperialista”. Los atentados del 11 de septiembre de 2001 realizados por Al Qaeda fueron aprovechados para desplegar una agenda de intervenciones unilaterales que ya estaba previamente diseñada, iniciada en Afganistán y continuada en Irak.

Después de esta nueva avanzada militarista unilateral de EE. UU. (que marcó un giro respecto de lo que fueron los años ‘90, durante los cuales casi todas sus incursiones militares se dieron bajo el paraguas del respaldo de la “comunidad internacional”, haciendo votar resoluciones de las Naciones Unidas que las avalaran), volvió al primer plano el debate sobre el imperialismo. De estos años son los trabajos de David Harvey El nuevo imperialismo y de Ellen Meiksins Wood El imperio del capital, entre otros. Pero este retorno no significa que hubiera mucho consenso sobre la pertinencia de la categoría para caracterizar las relaciones interestatales. Los altos grados de coordinación logrados por EE. UU. para responder desde 2007, y sobre todo desde 2008 con la quiebra del banco de inversión Lehman Brothers, a la crisis iniciada entonces, que dio lugar a la peor recesión desde 1930 (hasta que apareció el covid y produjo un hundimiento aún mayor), dieron nuevos bríos a quienes afirmaban que la coordinación entre las potencias, y no su rivalidad, es lo que da la tónica a las relaciones interestatales en el momento actual del capitalismo.

Pero no es este el único aspecto que favoreció que la relevancia de la categoría para caracterizar el orden capitalista mundial fuera puesta en tela de juicio. En igual o mayor medida contribuyó el desplazamiento que venimos observando del centro de gravedad de la acumulación de capital hacia Asia, y hacia China en particular. Si este fue un producto de las políticas de apertura y globalización empujadas por EE. UU., junto al resto de las potencias europeas y Japón, a través de organizaciones multilaterales donde tienen un peso dominante, y el resultado fue una degradación, al menos relativa, del peso de estas potencias en términos de poderío económico, ¿en qué medida podemos caracterizar estos lineamientos como imperialistas? Para muchos autores, incluyendo a David Harvey, el ascenso de este “bloque de poder en la economía global” que conforman China, Corea del Sur, Taiwán, Singapur y otros países, no puede explicarse bien desde las categorías de la teoría del imperialismo.

Estos son algunos de los fundamentos por los cuales buena parte de lo que podríamos definir como el pensamiento social crítico pone en duda la relevancia de la categoría de imperialismo en la actualidad.

¿Globalización, imperio, o (nuevo) imperialismo?

Dentro de lo que podríamos llamar, siguiendo a Razmig Keucheyan, el hemisferio izquierda del arco ideológico [8], encontramos hoy tres posicionamientos ante esta cuestión. En primer lugar, quienes sostienen que la globalización constituye un punto de quiebre cualitativo y que, en concordancia con este salto en la integración de los procesos económicos, el poder también se trasnacionalizó. En esta corriente podemos ubicar el vaporoso imperio de Hardt y Negri, y también a toda una serie de teóricos que hacen eje en el avance de los procesos hacia la conformación de una clase capitalista y un Estado trasnacionales, como William I. Robinson, William K. Carroll o Ernesto Screpanti. Con salvedades, Rolando Astarita también se ubica en este espectro de quienes enfatizan el cambio epocal de la globalización en un sentido emparentado con estos autores, aunque sin necesariamente suscribir a todas sus conclusiones.

En segundo lugar, podemos ubicar a quienes reconocen la presencia de centros de poder geográficamente distinguibles, que actúan para imponer un determinado orden, en el sentido de que no es todo reducible al mandato del capital, pero que, al mismo tiempo, enfatizan que los Estados juegan este rol en beneficio del capital social global, sin que ninguna competencia entre ellos (ni que hablar rivalidades estratégicas) juegue un rol significativo. Con variaciones, estos hacen suyo el término imperio, pero con él refieren a una política de poder territorial bien definida, en las antípodas de lo que apuntan Hardt y Negri. En esta línea podemos ubicar en primer lugar a Leo Panitch y Sam Gindin, quienes afirman en La construcción del capitalismo global. La economía política del imperio estadounidense que, desde la posguerra, EE. UU. domina el planeta integrando de forma subordinada a las demás potencias (y al resto de los países) bajo su imperio informal. También Ellen Meiksins Wood y Perry Anderson (como podemos leer en sus textos “Imperium” y “Concilium”) sostienen con matices posturas afines a esta noción de que EE. UU. está constituido como un “imperio” que, al menos hasta tiempos recientes, no afrontó desafíos considerables a su poderío.

Finalmente, en una tercera mirada, distintos autores sostienen la necesidad de caracterizar las relaciones que dominan el sistema mundial capitalista como imperialistas, algunos de ellos proponiendo alguna forma de “nuevo imperialismo”. Una de las intervenciones más clásicas con este término corresponde a David Harvey que, en 2003, cuando tuvo lugar la guerra de Irak, escribió un libro titulado nada menos que El nuevo imperialismo. Desde entonces, sin embargo, Harvey destacó en varias oportunidades su insatisfacción con la “rigidez” de las categorías de la teoría del imperialismo, afirmando que “no funcionan demasiado bien en estos tiempos” [9]. Por eso nos parece que sería engañoso incluir a Harvey en este tercer enfoque o, al menos, hacerlo de forma no problemática. Otros autores que sí podemos incluir dentro de esta corriente heterogénea son Peter Gowan, Claude Serfati y Alex Callinicos. Claudio Katz viene tomando posicionamientos afines a los postulados de algunos autores de este espectro. También podríamos contar a John Smith, autor de Imperialismo en el siglo XXI, dentro de este conjunto. Pero hay que decir que en la mayoría de los casos la elaboración de estos autores adopta la categoría y su vigencia en solo una de las dos dimensiones de las que esta busca dar cuenta en las elaboraciones “clásicas”. Por ejemplo, Callinicos se enfoca exclusivamente en la cuestión de las rivalidades interimperialistas, sin otorgar mayor relevancia a la expoliación de los países imperialistas sobre el resto del mundo, que no es negada de plano pero sí relativizada en extremo. El autor engloba dentro de una corriente “tercermundista” –que en su opinión es errónea– a todo el conjunto de teóricos marxistas de la dependencia que, desde los años 1970 hasta la actualidad, desarrollaron una concepción en la que “el imperialismo es la dominación económica y política sistemática del Sur Global por los países ricos del Norte, una condición que incubó lo que [André Gunder] Frank llamó el ‘desarrollo del subdesarrollo’”, lo que “impedía cualquier progreso económico en los países de la ‘periferia’” [10]. Para Callinicos, “basta pronunciar la palabra ‘China’ para indicar lo que está mal con este entendimiento ‘tercermundista’ del imperialismo –aunque 20 años atrás, ‘Corea del Sur’ también habría bastado–” [11]. En ningún momento se adentra Callinicos en una mayor distinción entre corrientes y autores para delimitar aquellos enfoques de la “relación Norte-Sur” que puedan resultar más esquemáticos y parciales, de la importancia de considerar las problemáticas teóricas de las que buscaban dar cuenta, más allá de sus aciertos y errores. Por eso, el análisis de cómo varios de los mecanismos identificados por algunas teorías marxistas de la dependencia actuaron y continúan haciéndolo hoy, queda relegado a un segundo plano, en el mejor de los casos.

La posición de Callinicos es la respuesta a la tendencia opuesta, que efectivamente caracterizó a algunos exponentes de la teoría de la dependencia, a identificar imperialismo simplemente con opresión del Sur Global, sin introducir en el análisis las rivalidades interimperialistas y desligando la cuestión de la liberación de los pueblos oprimidos y la lucha del proletariado en los países imperialistas, cuestiones que verdaderamente el imperialismo separa pero que la lucha revolucionaria contra el capitalismo y el imperialismo debe unir, si aspira a triunfar. Esta separación la podemos encontrar en numerosos autores, desde Arghiri Emmanuel y su clásico El intercambio desigual, hasta la actualidad [12]. John Smith, uno de marxistas pioneros en analizar desde una perspectiva marxista las consecuencias de la formación durante las últimas décadas de las Cadenas Globales de Valor a través de las cuales el capital trasnacional reorganizó la producción, internacionalizándola, si bien no llega a los extremos de Emmanuel, pone en su análisis un énfasis casi excluyente en la superexplotación que realizan las multinacionales de los países más ricos de la fuerza de trabajo del Sur Global, y presta poca atención a la reconfiguración que tuvo en paralelo la explotación de la fuerza de trabajo en los propios países imperialistas.

Nuestro enfoque

La competencia y el conflicto –potencial o efectivo– entre los países imperialistas, y la expoliación del conjunto del planeta llevada a cabo por las empresas trasnacionales y las finanzas globales son dos dimensiones que, lejos de oponerse o separarse, deben ser abordadas de manera integral como parte de una comprensión del imperialismo contemporáneo. Creemos que ambas dimensiones deben ser pensadas de forma conjunta para elaborar una teoría del imperialismo que dé cuenta de cómo la economía mundial hoy está moldeada como una totalidad jerarquizada, como resultado de la acción articulada del capital global y los Estados más poderosos. Este es el abordaje desde el cual desarrollamos las elaboraciones que se encuentran en esta publicación.

A lo largo de los artículos de esta serie, entramos en polémica con los planteos de los autores que defienden las tres posiciones que hemos mencionado, delineando a partir del debate una mirada enfocada en algunos núcleos de problemas. Lo hacemos, volviendo muchas veces a los mismos textos y autores para discutir, a partir de ellos, aspectos en cada caso relacionados pero diferentes.

El libro está organizado en tres partes. La primera aborda la cuestión del alcance y los efectos que ha tenido la llamada internacionalización productiva, que es a nuestro entender el aspecto verdaderamente novedoso que encerró durante las últimas décadas la llamada globalización. Esta internacionalización dio nuevos contornos al desarrollo desigual, haciendo que por primera vez en más de un siglo los centros más dinámicos de la acumulación de capital se encontraran no en los países más ricos, sino en lo que, desde el punto de vista del “centro” imperialista, aparecen como la periferia. Es fundamental calibrar adecuadamente en qué medida esto puede representar o no un cambio en la trayectoria del capitalismo imperialista, en la cual los procesos de acumulación en todo el planeta quedaron subordinados a la concentración de la apropiación de los beneficios de la misma por una ínfima minoría, permitiendo al mismo tiempo que los Estados imperialistas reafirmaran su posición de liderazgo.

En la segunda parte del libro abordamos la perspectiva del imperialismo norteamericano. Aunque en clara declinación, se mantiene como la potencia imperialista dominante, sacando una ventaja abrumadora a cualquier otro Estado imperialista en la mayor parte de los terrenos (militar, financiero, expansión internacional de capitales, peso mundial de su moneda, innovación, etc.). Definir cuál es el alcance de su retroceso y las perspectivas, y cómo responderá la clase dominante, es clave para determinar si vamos hacia una etapa de mayores choques. Discutir hacia dónde va el poderío norteamericano requiere, al mismo tiempo, entrar en el debate sobre en qué medida se ha transformado la naturaleza de las relaciones entre las potencias. Están, como ya señalamos, quienes afirman que se encuentra en curso la conformación de una clase capitalista trasnacional y, con ella, la de un Estado trasnacional. También, quienes caracterizan que no hay tal trasnacionalización, pero sí una creciente interdependencia entre las clases capitalistas de EE. UU., Europa y Japón, que se traduce en una presión –favorecida activamente por las Secretarías de Estado y del Tesoro estadounidenses, al menos en los tiempos pre Trump– hacia una cooperación permanente de los Estados, subordinados a la principal potencia imperialista, para asegurar en todo el planeta la reproducción del capital, lo cual desterraría cualquier horizonte de conflicto de envergadura entre potencias. Con ambas tesis polemizamos en numerosos artículos. La serie de artículos sobre EE. UU. también da cuenta de cómo se crearon las condiciones que hicieron posible la llegada de Donald Trump a la presidencia de EE. UU., y el saldo que deja su administración. Como señalamos, a pesar del optimismo de la mayor parte de la élite estadounidense –ubicada en el bando “globalista” opuesto a Trump– y de los grandes medios afines con estas miradas, hay mucho de voluntarismo en la idea que con Biden podrá haber un fácil regreso a la “normalidad” pre Trump.

Un lugar destacado en la arquitectura imperialista, especialmente en las finanzas internacionales, lo ocupa Gran Bretaña, aunque su esplendor imperial esté enterrado bien lejos en el pasado. Las finanzas de Londres, ayudadas en numerosas dimensiones por la geografía, supieron reconvertirse para mantener el liderazgo en la canalización de capitales y el comercio de instrumentos financieros cada vez más complejos. Gran Bretaña nos habla también de la Unión Europea, de cuya crisis viene siendo el capítulo más destacado desde el voto mayoritario en favor del Brexit en el referéndum de 2016, pero decidimos incluirlo en esta segunda parte por las íntimas conexiones que mantienen la vieja potencia imperial y su sucesor al otro lado del Atlántico.

Finalmente, en la tercera parte del libro abordamos otra cuestión crucial en la discusión sobre el imperialismo contemporáneo: hasta dónde llega el desafío planteado por China para EE. UU. y el resto de las potencias y cuál es su naturaleza. Esto exige discutir, en primer lugar, en qué se ha convertido China después de décadas de aceleradas transformaciones iniciadas con las reformas de Deng Xiaoping a partir de 1978. ¿Se trata de un “socialismo con características chinas”, como afirman los líderes del PCCh? ¿Una formación ni capitalista ni socialista, como sostienen algunos autores? ¿Un “capitalismo de Estado”? ¿Cuáles son los criterios que podrían permitir una mirada equilibrada de una formación económico social de China, caracterizada por una trayectoria tan peculiar, en la cual la dialéctica revolución/restauración siguió un camino bastante diferente del de la URSS? Una vez zanjada –al menos provisionalmente– esta cuestión, podemos discutir en qué medida China es, o puede llegar a ser, una potencia imperialista; o si, en realidad, plantea un desafío al poder imperialista pero sin aspiración a constituirse en otra potencia, una idea que hace 15 años planteó Giovanni Arrighi en su célebre Adam Smith en Pekín, y que hoy repiten varios autores.

La compilación, de acuerdo a estos ejes temáticos, no sigue un orden cronológico, aunque este es mayormente respetado dentro de cada una de las partes que integran el libro, con excepciones. En cada artículo se consigna la fecha de publicación. Tampoco están separadas las elaboraciones propias de las entrevistas que realizamos y los debates que pudimos entablar con algunos de los autores aludidos en nuestros artículos; creemos que la presentación conjunta de estos materiales contribuye a hacer inteligibles los hilos de la argumentación que pretendemos realizar, que se construye a través de estos diálogos.

Con los temas discutidos en este libro no pretendemos agotar todas las problemáticas de las que es necesario dar cuenta para tener una mirada completa del imperialismo contemporáneo. Sí buscamos, con esta compilación, aportar elementos para abordar una coyuntura sumamente fluida en la cual, todo lo indica, la trayectoria hacia rivalidades más exacerbadas seguirá marcando la tónica –entre EE. UU. y China, en primer lugar, pero junto con ellas al resto de las potencias, que ya son arrastradas a posicionarse, y lo serán aún más a medida que se agudice el conflicto–. Para quienes aspiramos a terminar con este sistema capitalista, basado en la explotación y en la opresión de todo el planeta, definir el estado de situación del imperialismo –que como señalaba Lenin es “reacción en toda la línea”– resulta una cuestión de primer orden para la actividad revolucionaria.

El libro podrá adquirirse a partir de esta semana a través de la página de Ediciones IPS.

Notas:

[1] Daniel Gaido y Richard Day rastrean las discusiones que al respecto se desarrollaron en el seno de los partidos que integraban la II Internacional desde finales del siglo XIX en Discovering imperialism, Leiden, Brill, 2010.

[2] Para una propuesta de cómo entender al capital financiero hoy puede leerse François Chesnais, Finance Capital Today, Leiden, Brill, 2016.

[3] Esta corriente marxista de la dependencia no debe ser confundida con otros autores que discutían la cuestión de la dependencia desde miradas no marxistas (aunque en algunos casos se permitieran abrevar en conceptos de Marx), como eran Celso Furtado o Fernando H. Cardoso y Enzo Faletto. Los autores dependentistas marxistas, entre quienes podemos mencionar a Ruy Mauro Marini y Theotonio Dos Santos, desarrollaron sus conceptos en polémica con las corrientes liberales, pero también con estos autores dependentistas que bregaban por políticas de desarrollo capitalista más autónomo.

[4] Albamonte y Maiello, “En los límites de la restauración burguesa”, Estrategia Internacional N.º 27, noviembre 2011.

[5] Fred Halliday, “The Pertinence of Imperialism”, en Mark Rupert and Hazel Smith (eds.), Historical Materialism and Globalization, Londres, Routledge, 2002, p. 76.

[6] Pratap Patnaik, “Whatever happened to imperialism?”, Social Scientist N.º 6-7 vol. 18, New Delhi, 1990.

[7] Michael Hardt y Antonio Negri, Imperio, Buenos Aires, Paidós, 2002, p. 15.

[8] Razmig Keucheyan, Hemisferio Izquierda. Un mapa de los nuevos pensamientos críticos, Buenos Aires, Siglo XXI, 2014.

[9] Ver una discusión sobre algunos de sus posicionamientos recientes en Esteban Mercatante, “Capitalismo y desarrollo desigual, ¿una desmentida al imperialismo?”, semanario Ideas de Izquierda, 05/08/2018.

[10] Alex Callinicos, Imperialism and Global Political Economy, Cambridge, Polity Press, 2009, p. 5.

[11] Ídem.

[12] Ver, por ejemplo, Zak Cope, The Wealth of (some) Nations. Imperialism and the Mechanics of Value Transfer, Londres, Pluto Press, 2019.

Fuente: laizquierdadiario

 

Comparte este contenido:
Page 11 of 59
1 9 10 11 12 13 59