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¿Modalidades de titulación en Normales?

Por: Abelardo Carro Navas

En esta ocasión, he querido abordar un tema que se me hace de lo más pertinente en estos momentos, dado que las instituciones educativas de todos los niveles, se acercan a la culminación de un ciclo escolar más. Como parece obvio, me referiré de manera específica a las escuelas normales y a las modalidades de titulación que tienen contempladas las licenciaturas en educación preescolar y primaria, en su Plan de Estudios, las más de 200 escuelas públicas de mi México querido.

Para iniciar, deseo comentar que así como he señalado en reiteradas ocasiones (en este mismo espacio), que la Secretaría de Educación Pública (SEP) y sus titulares, han mantenido en el olvido a las normales del país; ésta, la reforma que sufrió el Plan de Estudios de normales en el año 2011 – primero en escuelas piloto – y, posteriormente, para todas las instituciones a partir del 2012, fue un acierto. Y fue un acierto que operó la Dirección de Educación Superior para Profesionales de la Educación (DGESPE), instancia encargada de estas escuelas.

Como seguramente tendrá conocimiento, los planes de estudios 1999 y 1997 de las licenciaturas en educación preescolar y primaria, respectivamente; tenían contemplado una única modalidad de titulación, el documento recepcional. Éste, era un ensayo mediante el cual el estudiante normalista, con base a sus argumentaciones derivadas de la experiencia obtenida de sus jornadas de prácticas profesionales durante el último año de su carrera, construía un documento con cierto rigor teórico-metodológico, en el que plasmaba dichas vivencias relacionadas con su trabajo docente en los jardines de niños y escuelas primarias, mismas que eran el resultado de la puesta en marcha de una propuesta pedagógica.

Se pensaba en ese entonces, que al interior de las aulas en las que el practicante ponía en juego sus conocimientos, habilidades, actitudes y valores, los problemas se encontraban en sus alumnos, en sus aulas, en sus escuelas, no así en el ejercicio de su práctica profesional.

Años pasaron y tal propuesta de titulación llegó a “pulirse” en las escuelas normales de tal manera, que los temas recurrentes bajo los cuales se titulaban los estudiantes – y que los docentes asesoraban –, estaban relacionados con el desarrollo de un juego, una propuesta didáctica, el seguimiento de un caso, el análisis de la gestión escolar; en fin, de aquellas situaciones que aludían a la propuesta, seguimiento y análisis de una problemática en particular.

Para el logro de este propósito, los docentes que fungían como asesores, integraban sendos colegiados en los que, bajo una estructura que año con año se “renovaba”, diseñaban todo un esquema de trabajo que les permitiera orientar a sus estudiantes. Así, todos los docentes – éste es un supuesto porque en los hechos no acontecía de esta manera por las dinámicas institucionales – podían participar en el proceso de titulación como asesores.

Con el Plan de estudio 2012, la estructuración de una malla curricular, las normas de control escolar, y las orientaciones para la elaboración del documento de titulación, la cosa cambió; la DGESPE, dio un salto monumental en la forma en que podrían titularse los estudiantes normalistas. Su propuesta radicó en tres modalidades: tesis de investigación, informe de prácticas profesionales, y un portafolio de evidencias. Modalidades que los alumnos pueden elegir al momento que culminan el 5º semestre.

Sobre la primera modalidad no abordaré mucho, considero que sabemos lo que significa elaborar una tesis a partir de los enfoques y de la metodología que la misma investigación ofrece. Lo importante a rescatar aquí es que tal modalidad, plantea la enorme necesidad de generar conocimiento sobre los distintos fenómenos que en el campo educativo acontecen día con día. A diferencia del documento recepcional, en la construcción de ésta, el rigor científico y metodológico, es fundamental para el logro de tal objetivo.

Por lo que respecta al informe de prácticas profesionales; éste, sienta sus bases en la investigación-acción, necesaria para analizar el proceso de enseñanza y de aprendizaje pero, sobre todo, del ejercicio o de la práctica docente. La idea de que los problemas se encontraban en los niños, el aula, la escuela, la comunidad, quedó atrás. Pensar y repensar la función y práctica educativa en esta modalidad, lleva a los estudiantes  – a decir de la DGESPE –, a poner en marcha una propuesta que le permita atender sus debilidades y fortalecer aquellos elementos de su quehacer en el ámbito educativo, específicamente, en el aula en la que realiza sus prácticas profesionales.

Finalmente, el portafolio de evidencias – escasamente seleccionado en estos días por los estudiantes en las normales –, plantea la posibilidad de demostrar el desarrollo de las competencias adquiridas a los largo de los seis semestres que antecedieron al inicio del proceso de titulación. Como parece obvio, el alumno, recaba todas aquellas evidencias de aprendizaje con las que construye un documento a través del cual, da cuenta de los logros alcanzados pero, también, de aquellas áreas de oportunidad que tiene para mejorar su quehacer docente.

Para el logro de estas tres modalidades de titulación, resulta fundamental el trabajo previo que los docentes de las normales, tuvieron que haber desarrollado con sus alumnos. La malla curricular, ofrece cinco trayectos formativos y varios cursos que le permiten al estudiante y al profesor, ese acercamiento para que los aprendizajes y experiencias, se vean plasmados en su documento de titulación.

Por ello, y por las características de la nueva propuesta de titulación, a las normales se les estableció – normativamente – que aquel profesor que deseara ser asesor de titulación, contara con maestría a fin al campo educativo. Asunto más que importante si consideramos que una licenciatura debe estar a cargo de docentes con un grado superior de estudios.

Las bondades que tienen consigo dichas modalidades de titulación, son muchas y muy variadas. No obstante, también existen ciertos problemas en su implementación, pero esas cuestiones serán motivo de otra entrega, más por falta de ganas, de espacio en estos momentos.

De esta forma mi apreciable lector, culminó estas ideas expresando lo que al inicio señalé con claridad: así como he marcado ciertos errores en los que ha incurrido la SEP en varios rubros relacionados con la educación normal, éste, por parte de la DGESPE, ha sido y es un acierto.

Ahí tenemos los normalistas, motivo de investigación para el desarrollo de proyectos vinculados con los procesos de titulación en la educación normal que nos arrojen luz y conocimiento para la toma de decisiones.

Fuente: http://www.educacionfutura.org/modalidades-de-titulacion-en-normales/

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Las tribulaciones de la enseñanza de las ciencias sociales

26 de abril de 2017 / Fuente: http://compartirpalabramaestra.org/

Por: Jairo Hernando Gómez Esteban

Los llamados a eliminar o reducir las ciencias sociales y las humanidades de todos los niveles educativos en diferentes países, aunadas a una política estatal que las menosprecia, han puesto a esta área del saber en su mayor encrucijada.

Las ciencias sociales se encuentran en una de las mayores encrucijadas y desafíos de su corta historia, tanto a nivel mundial como nacional: por un lado, la configuración de una tendencia mundial a descalificarlas y expulsarlas de los procesos formativos en todos los niveles, como lo demuestra la exigencia del ministro de educación japonés de cerrar las carreras de humanidades en 60 universidades, y la eliminación de la filosofía y la reducción curricular de las ciencias sociales en educación básica en países como España, Chile y México; y por otro lado, el menosprecio de la política estatal colombiana por los grupos de investigación social expresada a través de Colciencias tanto en su baja participación en los niveles de Senior y Asociado (los más altos), como en el hecho de que ninguno de los aspirantes a becas de doctorado en este campo de la ciencia haya pasado, así lo demuestra.

Las razones que se aducen para esta eliminación o reducción son las de siempre: no son rentables, ni contribuyen al crecimiento económico, ni a los planes de desarrollo y, sobre todo, porque la educación debe centrarse en las competencias tecnológicas y científicas que, según los tecnócratas, son las únicas que garantizan el cumplimiento de los objetivos económicos de una nación. Es como si siguiéramos creyendo que solo hay dos culturas, la científica y la humanista-social, en la que esta última ya no solo resulta superflua sino estorbosa.

Ahora bien, si nos atenemos a los resultados de la mayoría de investigadores(as) en enseñanza de las ciencias sociales, los objetivos de esta acción pedagógica se podrían sintetizar en tres:

a) El estudio de conocimientos disciplinares  (historia, geografía, filosofía, economía, etc.)
b) La formación de sujetos sociales y políticos, que implica la constitución de la subjetividad política y el aprendizaje ciudadano para expresar y ejercer la capacidad de ser actores sociales y políticos
c) La comprensión de saberes, imaginarios, prácticas sociales, cosmovisiones y concepciones que hacen parte de un contexto cultural particular, que a su vez involucran las actividades y formas de actuar propias de una comunidad o etnia específica.

¿Qué “utilidad” tienen estos objetivos para el desarrollo de un país? Mayor democracia, mejor calidad de vida, respeto por el otro, empatía, imaginación, pensamiento crítico, participación política, convivencia, derechos y deberes, incremento del sentido de la vida. Además, la evidencia de que el famoso crecimiento económico  tiene una escasa correlación con la democracia, la salud o la educación es absolutamente contundente (Amartya Sen, Stiglitz y otros economistas sociales), y por tanto, su justificación no solo es falaz y acomodaticia, sino que niega, de un manotazo arrogante y torpe, las posibilidades de una vida digna y el florecimiento espiritual y cultural de las naciones, reduciéndolo a proyectos puramente rentables y económicos, como si esa fuera la única razón de ser de los humanos.

Las razones que se aducen para esta eliminación o reducción son las de siempre: no son rentables, ni contribuyen al crecimiento económico, ni a los planes de desarrollo y, sobre todo, porque la educación debe centrarse en las competencias tecnológicas y científicas que, según los tecnócratas, son las únicas que garantizan el cumplimiento de los objetivos económicos de una nación

No se trata, entonces, de reclamar que la historia o la geografía vuelvan a las aulas como si ellas nos fueran a salvar de la catástrofe; al fin y al cabo ellas siguen allí. Desde una perspectiva interdisciplinaria, el trabajo pedagógico tiene que transformarse en proyectos y experiencias que se articulen y se complementen con las otras ciencias sociales para no repetir la historia llena de próceres y fechas ni la geografía física de datos inertes y mapas calcados, ese es un problema de los puristas o cientificistas que creen que solo la enseñanza de las disciplinas científicas, con todo su rigor y su verdad, nos podrán a la altura de las ciencias naturales y la tecnología.

De lo que se trata es de retomar los tres grandes desafíos que, siguiendo a Wallerstein, tienen las ciencias sociales en el siglo XXI, y transformarlos en retos pedagógicos. En primer lugar, esforzarse por un reencantamiento del mundo como una tarea práctica, demostrar el valor de sus hallazgos, su potencia heurística, su capacidad de transformación real para beneficio de la sociedad.

En segundo lugar, manejar pedagógicamente las dimensiones de espacio y tiempo -inherentes a cualquier hecho social- debe tener como propósito principal el de hacer comprender el sentido con el que la humanidad actúa, visibilizar los móviles que impulsan a las personas a actuar de una u otra manera en  un momento y un lugar determinados, los fines que persiguen, el significado coyuntural y contextual que tiene para cada uno de nosotros. Es importante el “mostrar diciendo” y “mostrar haciendo” y tener en cuenta que toda acción humana no puede sustraerse a la determinación temporo-espacial en que se realiza y, en consecuencia, el significado y el sentido con el que dotamos nuestras acciones y pensamientos siempre estarán envueltos por esas dimensiones que nunca, en ningún momento, deben asumirse como variables o factores invariantes y externas, sino por el contrario, como dimensiones constituyentes de las sociedades humanas.

¿Qué “utilidad” tienen estos objetivos para el desarrollo de un país? Mayor democracia, mejor calidad de vida, respeto por el otro, empatía, imaginación, pensamiento crítico, participación política, convivencia, derechos y deberes, incremento del sentido de la vida.

En tercer lugar, el problema de que la neutralidad debe asumirse de cara a la interdisciplinariedad y la diversidad de perspectivas ético-políticas y retoma un viejo problema de las Ciencias Sociales planteado por Weber sobre la neutralidad valorativa de la ciencia. En este sentido, la tarea pedagógica debe ser distinguida del juicio de valor o la valoración, los cuales la impregnarían de proposiciones metafísicas o descripciones acomodaticias que, generalmente, obedecen a la adscripción a una ideología o a una posición ético-política previa.

Fuente artículo: http://compartirpalabramaestra.org/columnas/las-tribulaciones-de-la-ensenanza-de-las-ciencias-sociales

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Conocimiento y ciencia en el milenio: ciencia modo dos

26 de abril de 2017 / Fuente: http://compartirpalabramaestra.org

Por: Germán Pilonieta

En la  sociedad del nuevo milenio, la riqueza consiste en la producción y adquisición  equitativa del conocimiento a través de nuevas concepciones en formación y ciencia.

Los desarrollos que han venido dándose desde finales del siglo XX han ocasionado transformaciones  a todo nivel, especialmente en lo que a producción de conocimientos se refiere.

Michael Bibbons y otros eminentes pensadores han abordado una de las mas apasionantes reflexiones precisamente sobre la producción de los conocimientos y ello se traduce en el paso de la ciencia modo uno, a la ciencia modo dos.

Son variados los argumentos que se han elaborado desde  perspectivas  tales como: la nueva dinámica de la economía mundial, la globalización,  la identificación de una sociedad en donde la tecnología, el conocimiento y la información se vienen caracterizando cada vez con mayor claridad, aunque en  contextos de incertidumbre y transitoriedad.

Los desarrollos de las ciencias, montadas sobre el paradigma empírico, analítico, positivista hizo que  se reforzara cada vez mas la fragmentación hasta la quinta sub, sub, sub especialización y la enfermedad endémica de la “asignaturitis”.  Sabemos mucho de todo, pero no comprendemos nada.

Tenemos pues una educación sin coherencia y plenamente fragmentada, que poco a poco  fue perdiendo su sentido y su horizonte, y  se ha convertido en una carga muy pesada para el desarrollo y la convivencia.

El paso a otro paradigma, que no es nada fácil ni sencillo, representa la posibilidad y la oportunidad de entrar en un movimiento de gran esperanza para todos, especialmente en términos de inclusión, de integralidad y de gran comprensibilidad[1].

5.1.Ciencia modo dos

Al hablar de  ciencia  modo dos, lo primero que surge,  es un nuevo contexto , no solo  de gran complejidad ascendente, sino  de integralidad sistémica.  Por esta primera razón el tipo de abordaje y de comprensión es transdisciplinar. No multidisciplinar, ni interdisciplinar.

Una concepción y una visión transdisciplinar requiere del desarrollo de una gama amplia de criterios y sobretodo de nuevas categorías flexibles e integradoras para, no solo elaborar planteamientos sistémicos, sino otra arquitectura multidimensional de tipo comprensivo.  La bioética, por ejemplo,  es una de esas categorías fundantes.

Las diferentes complejidades del mundo del conocimiento requieren el concurso de multiplicidad de miradas  y actores con plena conciencia y compromiso. Las nuevas producciones de conocimientos cada vez  tienden a ser mas reflexivas y en sus consecuencias, afecta de manera directa tanto a  las genosituaciones como a  las genoestructuras y por lo tanto su influencia es mas profunda y sinérgica.

Ciencia modo dos, redimensiona definitivamente el rol y el hacer educativo y mucho mas el formativo. La articulación entre un nuevo tipo de  educación con profundo énfasis formativo y  el contexto dinámico de la sociedad del conocimiento ( del nuevo tipo de conocimiento para el milenio) plantea, no solo la necesaria transformación, sino la generación de nuevos  procesos formativos de  estructuras en las organizaciones  y fundamentalmente la formación de los agentes que harían este tipo de “trabajo” profesional. En este caso, el de los nuevos maestros formadores.

 Ciencia modo dos no solo se relaciona con el tipo de conocimiento que se produce, sino con el cambio a la educación modo dos y sin exagerar, a la sociedad modo dos. El paso de las instituciones educativas al de las organizaciones que forman, es precisamente una de las transformaciones mas significativas que deben ocurrir para poder poner en funcionamiento las condiciones fundamentales en la construcción de la ciencia modo dos, de la autonomía , de las nuevas formas de productividad y  la convivencia.

Lo anterior  plantea la necesidad de elaborar enfoques mas integrados y al respecto algunos científicos como Manuel Castells con su teoría sobre la sociedad red y Taichi Sakaiya con sus planteamientos de tipo prospectivo, Max Neef, Reuven Feuerstein, y muchos otros, nos están  ubicando en un camino, o mejor en dimensiones mucho mas comprensivas y sobre todo integrales. Los enfoques economicistas y tecnocráticos ya no funcionan y por lo tanto harían mucho daño al desarrollo humano como ya lo estamos constatando.

Los movimientos a favor de la creación y fortalecimiento de las organizaciones que forman, a cambio de las viejas y caducas instituciones educativas, en donde la identificación de las interdependencias con los sistemas de conocimientos les permitirán ser mas útiles y sobre todo influyentes en los cambios generacionales, cada vez son mas evidentes y obviamente mas visibles para todos.

Estamos llegando a una esperada y anhelada cuarta etapa de evolución y generación de otro tipo  de conocimientos  y este es el referente mas significativo para la reorientación de todos los procesos que tiene que ver con la formación de personas, sean estos maestros formadores, educadores , instructores, estudiantes y sobre todo administradores y gestionadores de cambios como son los políticos y los gobernantes.

El paso de un enfoque modo uno, a otro como el  modo dos, es de por si una transformación radical de los modos de producción de nuevos conocimientos en todo sentido y por ende, del tipo de sociedad anterior, en donde como ya se ha mencionado, la vieja institucionalidad generadora de heteronomías diversas, pasa a ser mas dinámica, mas propositiva y generadora de autonomías con enfoques plenamente humanos. La vieja universidad como parte de ese tipo de institucionalidades, así como el aparato educativo tradicional y lamentablemente aun vigente, debe dar paso indefectiblemente a las nuevas dinámicas de las organizaciones que forman.


[1] Este es precisamente el caso de la educación estructurada en ciclos y de la  concepción de ciencia modo dos.

Fuente artículo: http://compartirpalabramaestra.org/columnas/conocimiento-y-ciencia-en-el-milenio-ciencia-modo-dos

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Epistemicidio: así es como la modernidad suprime formas marginales de conocimiento

Por: Andy Philipps Zeballos

«Se trata de la liquidación de algunas formas de apre(he)nder, crear y transmitir conocimientos-saberes comunitarios, ancestrales o los propios de ciertas culturas de naturaleza genuina especialmente tras el nacimiento y uso del método científico como el único validador por parte de las clases dominantes, convirtiéndose éste en una suerte de garante de la objetividad que nos protege de la subjetividad, de lo irracional.»

No es un concepto sencillo de definir. Para explicar en qué consiste y qué consecuencias tiene el ‘epistemicidio’ tal vez deberíamos empezar por intentar explicar qué significa ‘episteme’. Según la RAE, episteme tiene 3 acepciones:
  1. En la filosofía platónica, el saber construido metodológicamente en oposición a las opiniones individuales.
  2. El conocimiento exacto.
  3. El conjunto de conocimientos que condicionan las formas de entender e interpretar el mundo en determinadas épocas.

Sin querer ahondar más en una discusión muy teórica, se puede decir que episteme es, partiendo de la primera y tercera acepción, el conjunto de conocimientos construidos bajo un paradigma metodológico que condicionan las formas de entender e interpretar el mundo en un determinado espacio-tiempo. Además, este episteme se intenta distinguir de las creencias y opiniones.

Ahora tal vez, el concepto “epistemicidio” puede tornarse un poco más fácil de entender. Se trata de la liquidación de algunas formas de apre(he)nder, crear y transmitir conocimientos-saberes comunitarios, ancestrales o los propios de ciertas culturas de naturaleza genuina especialmente tras el nacimiento y uso del método científico como el único validador por parte de las clases dominantes, convirtiéndose éste en una suerte de garante de la objetividad que nos protege de la subjetividad, de lo irracional.

Para Boaventura de Sousa Santos, se trata de simplemente de la destrucción de saberes propios de los pueblos causada por el colonialismo europeo y norteamericano (europeos desplazados).

Esta liquidación puede materializarse de muchas formas: la más obvia quizá es la aniquilación física de seres humanos de cierta comunidad o cultura, luego está la asimilación cultural, la imposición-chantaje por la cual el estado ofrecerá ciertos servicios si éstas comunidades abandonan ciertas prácticas por otras (“si asiste a un colegio donde se hable la lengua oficial del Estado te daremos comida a cambio”). A esta práctica se la relaciona también con las políticas de “blanqueamiento” que se practicaron especialmente en los países sudamericanos. Otra, es el desplazamiento de esto pueblos y su consecuente “desarraigo”. Es por esto que algunos académicos como de Sousa Santos afirman que no es posible una justicia social global sin una justicia cognitiva global, y que el conocimiento científico de la modernidad es un gran epistemicidio al haber suprimido en la marginalidad a conocimientos distintos. Él mismo diferencia 5 modos de producción de deslegitimación racional en y desde las ciencias sociales:

  • La monocultura del saber y del rigor que descacredita los conocimientos alternativos
  • La monocultura del tiempo lineal y la idea de que la historia tiene un sentido de progreso, de desarrollo al que deben de aspirar los otros pueblos no europeos
  • La monocultura de la naturalización de las diferencias que ocultan las jerarquías
  • La monocultura de la escala dominante donde lo global es hegemónico y lo particular-local no cuenta, y
  • La monocultura del productivismo capitalista que se aplica tanto al trabajo como a la naturaleza y desecha toda otra lógica productiva.

Cabe recordar en este punto que no se debe confundir episteme, ni epistemicidio con epistemología, la cual se define comúnmente como la rama de la filosofía que estudia el método científico.

El epistemicidio andino

En una entrevista a la filósofa boliviana Silvia Rivera Cusicanqui se dice que para los estudiantes universitarios que vienen de zonas rurales donde la transmisión de cultura y conocimientos se da sobre todo verbalmente y a través de las madres y las abuelas. Una forma de aprendizaje y evaluación más eficaz para ellos se da cuando se realizan las dinámicas de clase y los exámenes oralmente, donde en lugar de escribir y leer en silencio, se escucha y se lee en voz alta. Los estudiantes tienen mejores resultados, en general, en los exámenes orales que escritos. Esto tiene que ver no sólo con la forma en que se ha transmitido conocimientos (historias, mitos, relatos, anécdotas, etc.) generación tras generación, sino con una cultura “de lo verbal” que puede materializarse en cantos y música. Un buen ejemplo puede observarse en la película “La Teta asustada” en donde la protagonista conoce la (terrible) historia de su madre a través de armoniosos y calmados cantos que entonaba ella en quechua.

Así que una vez llegados a este punto, resulta harto complicado no advertir que la manera occidental de crear conocimiento (la ciencia/el método científico), aunque dominante, es una más entre el mar de posibilidades y maneras que existen de conocer, de observar y transmitir conocimiento, conocimiento no-occidental. Junto con el genocidio acontecido de forma tanto directa (asesinatos y torturas sistemáticas), como indirecta (contagio de enfermedades infecciosas) tras la “conquista de América”, la evangelización forzosa o la prohibición de ritos/prácticas paganas (como hablar lenguas no romances), entre otros, en Indio-latino América se ha cometido -y se sigue cometiendo- por parte de los estados-nación heredados de la última etapa de reordenamiento de las élites del virreinato, uno de los mayores epistemicidios de todos los tiempos. Esto, por ejemplo, ha quedado bien ilustrado con el mestizaje o blanqueamiento, una política oficial en algunos países de América “Latina” basada en el olvido, haciendo que la idea de la memoria atente contra la paz mental del mestizo, el cual, no quiere ser indio nunca más. Estas heridas no están cerradas en la memoria de los pueblos indígenas e incluso un neoconservador como S. Huntington reconoce que “Occidente no ganó la guerra por la superioridad de sus ideas o valores o religión, sino por la superioridad en capacidad de aplicar mayor violencia organizada”.

De la reducida variedad de epistemes también es consecuencia cierta falta de respuestas tanto en una dimensión filosófica como técnica. Hoy, nadie puede negar el profundo y sorprendente conocimiento que los Mayas poseían de los astros y su medición (un ejemplo es su significante influencia en la modificación del calendario juliano al gregoriano) o el que tenían los Incas de arquitectura y agricultura. Asimismo, actualmente, en un tiempo donde se buscan formas alternativas de coexistencia entre los seres humanos y el planeta tierra, no son nada desdeñables algunas de las lecciones que pueblos indígenas han compartido, y todavía comparten, sobre las distintas formas de convivencia sostenible con nuestro entorno haciéndonos ver y saber al resto del mundo que la vida humana es compatible (e incluso armonizable) con la “pacha mama”.

Y es que precisamente el éxito del sistema mundo moderno/colonial, como sostiene Ramón Grosfoguel en su obra “La descolonización de la economía política y los estudios poscoloniales”, consiste en “hacer que sujetos socialmente ubicados en el lado oprimido de la diferencia colonial, piensen sistemáticamente como los que se encuentran en las posiciones dominantes”. Ya que las perspectivas epistémicas subalternas son un conocimiento que al venir desde abajo, producen una perspectiva crítica del conocimiento hegemónico en las relaciones de poder involucradas.”

Ojalá no sea demasiado tarde

No somos los primeros que se lamentan de este trágico suceso, la pérdida de la riqueza intelectual, cultural y epistémica. En la literatura esta idea de desaparición de la alteridad, la imposición del pensamiento único y la hegemonía cultural de occidente en los 5 continentes acongojaba al propio Levi-Strauss, quien escribía durante su viaje a las selvas occidentales del Brasil: “cuanto menores eran las posibilidades de las culturas humanas para comunicarse entre sí y, por lo tanto, corromperse por mutuo contacto, menos capaces eran sus respectivos emisarios de percibir la riqueza y la significación de esta diversidad.” (Tristes Trópicos, 1955).

Aunque tal vez, donde mejor quede capturada esta sensación de vacío y desidia es en la siguiente escena de “Cien Años de Soledad”, cuando uno de los hijos ilegítimos del Coronel Buendía pregunta a su bisabuela Úrsula si la historia que cuentan los mayores sobre los ‘exóticos’ objetos que traían los gitanos (especialmente Melquíades) a Macondo era verdad o no:

Asombrado, le preguntó a Úrsula si todo aquello era verdad, y ella le contestó que sí, que mucho antes los gitanos llevaban a Macondo las lámparas maravillosas y las esteras voladoras.

-Lo que pasa -suspiró- es que el mundo se va acabando poco a poco y ya no vienen esas cosas.

Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Epistemicidio_asi_es_como_la_modernidad_suprime_formas_marginales_de_conocimiento#.WNw7pC-Fhfs.facebook

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Explicar el mundo a partir de los propios conocimientos

Por: Laurentino Lucas Campo

«Se ha caracterizado al conocimiento científico como implícitamente benéfico, incluso se extendió el argumento de su neutralidad. Este supuesto reproduce de manera continua en el discurso de la difusión de la ciencia como un tipo de conocimiento dominante. El conocimiento no se desvincula de valores, posturas y condiciones sociales, económicas o políticas. El conocimiento científico ha contribuido, en alguna medida, a reproducir una visión del mundo que enfatiza sus bondades en detrimento, hasta la negación y el exterminio, de otros conocimientos.»

Las primigenias sociedades, para realizar su vida, por muy básica que fuera, se valieron del conocimiento para identificar su mundo circundante. Desde la básica necesidad de consumir alimentos, los seres humanos necesitaron saber qué semillas, hierbas o animales podían ser consumidos y cuáles no. Para atender la necesidad de un techo, las sociedades aprendieron a construir sus viviendas utilizando los materiales ofrecidos por la naturaleza. El paso de sociedades nómadas a sedentarias permitió la invención de la agricultura para obtener diferentes tipos de alimentos, lo cual a su vez llevó a identificar el periodo del año cuando se debían realizar la siembra, el cuidado y la cosecha. Asentarse en un cierto territorio permitió conocer el efecto de los fenómenos de la naturaleza. Todo lo anterior permite identificar que prácticamente todas las sociedades, en los distintos contextos a lo largo del planeta, necesitaron conocer su alrededor, la flora y fauna existente, así como la manifestaciones climatológicas de la naturaleza.

Estos conocimientos se desarrollaron durante, no años ni centurias, sino milenios. Desde que apareció en la faz de la Tierra, el humano conformó agrupaciones, sociedades cada vez más amplias y complejas. Como resultado, el conocimiento también se fue perfeccionando.

El ser humano ha sido capaz de transformar el mundo de acuerdo a sus intereses y necesidades; mediante el uso del cerebro los seres humanos hemos tenido la posibilidad de ir modificándolo y conformándolo.

Dando un salto amplio en el tiempo, en los inicios de la modernidad, la figura del ser humano se tornó central para una nueva concepción del mundo; debía echar mano del conocimiento para procurar su bienestar y progreso. Del conocimiento organizado y sistematizado derivaría la ciencia, la cual permitiría a las sociedades europeas, y luego a otras sociedades, desarrollar un modo de vida fundamentado en la organización del conocimiento, de cuya comprensión y dominio derivaría el aprovechamiento de los recursos del mundo. El conocimiento científico adquirió una legitimidad casi incuestionable, y se supuso que tendría como resultado la atención de la vida, que se realizaría plenamente siempre y cuando el conocimiento científico se pusiera en práctica.

De manera gradual en los últimos trescientos años se ha ido sedimentado la idea de que el conocimiento científico es la mejor manera de explicar los distintos aspectos del mundo y de generar soluciones a las problemáticas existentes. Si se ubica este argumento dentro del amplio desarrollo de la civilización humana, nos encontramos con que, ya antes de los científicos, ha existido otro tipo de conocimientos con más de trescientos años de existencia.

Las sociedades que conforman a la civilización humana se han desenvuelto a lo largo de centurias y de milenios, permitiéndole un acervo de conocimientos que, además del científico (relativamente reciente) han dado a los hombres elementos cognitivos para comprender y explicar, así como atender y solucionar los desafíos de la existencia. Sin embargo, mediante un fundamento ideológico se ha establecido que el científico está por encima de los otros conocimientos existentes, si bien permiten comprender y atender problemáticas distintas. En este punto es imperativo reconocer que ningún tipo de conocimiento, incluyendo el científico, puede atender y solventar todas los desafíos. Es necesario reconocer la existencia de diferentes modalidades de conocimientos para tener clara su incompletud y su necesaria complementariedad.

Se ha caracterizado al conocimiento científico como implícitamente benéfico, incluso se extendió el argumento de su neutralidad. Este supuesto reproduce de manera continua en el discurso de la difusión de la ciencia como un tipo de conocimiento dominante. El conocimiento no se desvincula de valores, posturas y condiciones sociales, económicas o políticas. El conocimiento científico ha contribuido, en alguna medida, a reproducir una visión del mundo que enfatiza sus bondades en detrimento, hasta la negación y el exterminio, de otros conocimientos. Y como los conocimientos no están separados de las sociedades que los construyen, práctican y reproducen, hay sociedades en cuya experiencia histórica particular han modificado y adaptado sus conocimientos.

Quiero destacar el dominio de una porción del mundo sobre otras sociedades, subordinando los cuerpos y también las subjetividades y los conocimientos que conforman su bagaje cultural. Ésa ha sido la experiencia histórica de los pueblos originarios. Sus sociedades han sido soterradas, y sus conocimientos tratados y señalados con la marca del estigma.

A pesar de estas condiciones adversas, las sociedades originarias han navegado por las rutas del tiempo enfrentando obstáculos y soportando vendavales, sobreviviendo a la adversidad. De ese modo, también sus conocimientos han podido ser resguardados, con cambios y modificaciones, permitiéndoles ser sociedades con características particulares que logran hacerse presentes en el momento contemporáneo en adaptación contínua.

Fuente: http://www.biodiversidadla.org/Principal/Secciones/Documentos/Epistemicidio_asi_es_como_la_modernidad_suprime_formas_marginales_de_conocimiento#.WNw7pC-Fhfs.facebook

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Los destinos de la educación superior

Por: Sebastián Vallejos

La política de educación superior de los últimos diez años no ha venido sin sus altibajos. Los niveles de inversión son evidentes. Es la primera vez que ha existido una política al respecto, criticable, mejorable, pero una política al fin. Tanto así que dentro del debate electoral, si a esto se le puede llamar debate, los destinos de la educación superior son temas que te pueden dar votos.

El modelo que se propuso desde PAIS no ha logrado salir del patrón neocolonial de la academia y la generación del conocimiento. Es un modelo que no cuestiona las bases de un campo guiado por corporaciones, enfocado en la generación de utilidades, a través de alineamiento ideológico a la matriz occidental, liberal y de mercado. Es algo que mejor se ve reflejado en Yachay. El sistema de entrega de becas ha tenido su propio problema de raíz: si bien se puede pretender la democratización del acceso a la educación superior, tanto de manera internacional y nacional, hay un prerrequisito determinado por las condiciones estructurales que no se han podido cambiar.

Es decir, para acceder a la educación superior, es necesario democratizar, primero, la manera en que se llega al momento de acceder a la educación superior, y quiénes llegan a ese momento. Un estudiante graduado de colegio privado, de calidad, y bilingüe, tiene una ventaja estructural sobre alguien que viene del sistema público, deficiente todavía en muchos aspectos.

A pesar de esto, la política de educación superior sí ha significado mayor acceso para quienes antes no lo tenían, pero se debería buscar ampliar esa base. Eso no significa que no se debió iniciar el proceso, pero es importante repensar la manera en que este proceso se ha dado. Se debe dar una mirada crítica a lo que se propuso, a los resultados y a lo que se busca llegar. Lo cual a veces parece, como en muchos otros campos, pedir mucho a una administración que no se ha mostrado abierta a ese tipo de críticas, menos a aquellas que vienen desde afuera.

Pero la mayor y más radical de las críticas parece venir desde Guillermo Lasso. Lasso ha propuesto, sin matices, cerrar la Senescyt. Su propuesta busca reducir el tamaño del Estado, darle ‘libertad’ a las universidades y, con el ahorro, ampliar el número de becas. Dejando de lado los dejos demagógicos, que esto es, al final del día, una campaña electoral, la desregulación del sistema universitario es, en parte, dotarlo de ‘libertad’, pero en el sentido comercial, agravando el problema de acceso y oferta, que fue una de las razones que llevó a la creación de tantas universidades mediocres, emitiendo títulos sin valor y estafando a aquellas personas que no pudieron participar en el sistema privado de élite.

También está lo de la oferta de becas. Una propuesta que no corrige el actual problema de acceso. Ampliar el sistema de becas debe ser un objetivo de Estado, y es uno loable. Pero ampliarlo sin repensar el modelo, sin cuestionarse los problemas sobre desigualdad al momento de acceder a estas becas, es perpetuar y empeorar un problema.

Si las becas y, en general la educación superior, siguen encontrando su nicho únicamente en una clase que ya podía acceder a la educación superior, y que ahora tiene una abanico más amplio de opciones, entonces la propuesta de Lasso no es una que está enfocándose en democratizar la oferta de becas, únicamente en ampliarla. Un problema epistemológico dentro de la visión del plan de Lasso, en general. Algo que Lenín Moreno debería criticar, especialmente porque esto significaría una necesaria autocrítica.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=224490

 

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Educar es enseñar a pensar

Por: Vicente Berenguer

¿Qué significa educar? ¿Cuál es la función de los docentes dentro de la educación? Las respuestas a estas preguntas podrían en principio parecer obvias aunque si se reflexiona sobre cómo es el funcionamiento del actual sistema educativo la obviedad no es tanta.

Si atendemos a las bases de los modelos educativos de los distintos países, que salvo excepciones son prácticamente los mismos, vemos que estos están basados en unas series de premisas. Por ejemplo, advertimos que una de ellas es que la educación debe fundamentarse en la respuesta. Esto quiere decir que se transmiten una serie de conocimientos que el alumno debe incorporar. La persona, de este modo, irá adquiriendo una cultura y en definitiva unos contenidos que le serán supuestamente útiles a lo largo de la vida.

Conocer la tabla periódica de los elementos, el volcán más alto de Nicaragua o los ríos más importantes de China es algo muy recomendable y son materias que deben ser enseñadas por los sistemas educativos. El problema surge cuando el sistema basa por completo la educación de los ciudadanos en las respuestas y en la absoluta memorización de contenidos y no en la reflexión.

Tenemos una educación basada en la respuesta y no en la pregunta, y la respuesta es, como decimos, el principal pilar o premisa de nuestros modelos educativos. Se nos enseñan contenidos, los memorizamos para posteriormente olvidar muchos de ellos y sin embargo no se nos instruye desde la pregunta. Y es que la pregunta, al contrario de la respuesta, moviliza al pensamiento y lo expande, no lo constriñe, posibilitando así que el alumno reflexione y explore posibilidades. Con la respuesta todo viene dado, en cambio, mediante la pregunta, se activa nuestro pensar: no el pensar de los demás sino el mío propio.

Tenemos ya pistas de por qué la educación no se basa en el “arte” de la pregunta sino en las respuestas, pistas que nos conducen a la conclusión de que el sistema no busca ciudadanos reflexivos con pensamiento autónomo sino todo lo contrario: busca personas sin capacidad para la crítica ni el cuestionamiento. Porque pensar es también cuestionar: pensar es no aceptar intelectualmente cualquier idea por el hecho de formar parte de la tradición, la cultura, la política o la religión de una zona. Pensar es reflexionar sobre cualquier cuestión de forma autónoma, es poder realizar un análisis personal manteniendo la autonomía, y la autonomía y la libertad es algo que no gusta a los poderes fácticos, tanto es así que, como decimos, el que debería ser el pilar educativo -la pregunta- no lo es y en cambio aquello que son aspectos secundarios -como la memorización- pasan al primer plano.

No se nos enseña a hacer preguntas, no se nos instruye en el hacernos preguntas para nosotros mismos porque lo que se busca son justamente ciudadanos que no piensen, personas que no expandan sus mentes; justo al revés: se pretende construir seres simples mentalmente y sin capacidad de crítica. La misión de estos futuros adultos dentro de la sociedad no será pues el cuestionarse todo: el sistema económico, el tipo de organización social, la legislación, el reparto de la riqueza…no será esta nuestra función sino otra distinta, el aceptar todo aquello que se nos diga ya que los futuros adultos no podrán vislumbrar alternativas a lo fáctico debido a que no se les ha enseñado ya de jóvenes a preguntarse y a pensar sino a dejar de hacerlo. De esta forma el sistema logra “fabricar” una sociedad que no se cuestiona nada, consigue construir ciudadanos sumisos ya que desde pequeños se nos aparta del arte de la pregunta y por tanto del pensamiento.

Tenemos pues que desde el sistema no se busca fomentar el pensamiento sino lo contrario, que se deje de pensar; y partiendo de estas premisas, de las premisas de una educación no basada en el pensamiento sino en la mera memorización de contenidos el resultado no puede ser otro que unos ciudadanos sin capacidad de crítica y análisis, ciudadanos que no cuestionarán nada sino que sencillamente aceptarán lo que se les diga y también cualquier sistema social injusto.

Pero hemos convenido que educar -o mejor dicho la verdadera educación- no es simplemente el obligar a memorizar, es mucho más: es formar a individuos, en efecto, con capacidad crítica y reflexiva, personas que se hagan preguntas, que se cuestionen, ciudadanos creativos que puedan aportar soluciones y conclusiones propias…seres con autonomía que puedan realizar un examen de cualquier situación y también un autoexamen; en definitiva, seres capacitados y libres. Porque pensar, algo que cada vez es menos frecuente, nos hace libres: libres en cuanto a poder elaborar un pensamiento crítico y propio y libres en cuanto a poder desarrollar nuestras capacidades evitando convertirnos así en puros autómatas.

Será por tanto la responsabilidad y tarea del docente formar al alumno no en la memorización -que también será necesario pero nunca el fundamento- sino en la reflexión y en la creatividad, porque estas nos hacen libres. Deberá el maestro, sí, ser un amigo que colabore y busque la expansión de las mentes de sus alumnos y no su constreñimiento, ser un guía que fomente la creatividad y el cuestionamiento; en pocas palabras: alguien que enseñe a pensar y por tanto a ser libre.

Fuente: http://www.cubaperiodistas.cu/index.php/2017/03/educar-en-ensenar-a-pensar/

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