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Toque de queda, toque de queda, toque de queda

Por: Alejandra Costamagna.

 

Hay que retroceder hasta la mismísima dictadura y a su Constitución política que aún nos gobierna para acordarnos que en esa transición pactada a la democracia estuvo todo. O casi todo

No sabíamos lo que era el toque de queda. Era 1973 y nuestras mentes de tres y cinco años no comprendían el significado de esas tres palabras juntas. Sabíamos, supongo, que no era algo bueno. Sabíamos, supongo, que era una especie de castigo. Y quizás por qué vaga asociación mi hermana y yo veíamos a las hormigas como a las víctimas de ese castigo. La escena del recuerdo es esta: estamos en la cocina, una fila de hormigas sube por el muro y mi hermana las va aplastando una a una con su dedo índice mientras murmura “toque de queda, toque de queda, toque de queda”. El dedo le va quedando negro, afuera ya está el pudridero.

Conté ese recuerdo años después, varias veces, cuando tuve conciencia de lo que había detrás del inquietante juego infantil. Lo conté y lo escribí, incluso. Lo escribí como quien repasa una anécdota trágica de la que ya está a salvo, como si creyera en la linealidad y la progresión de la historia. Pero ya vemos, a golpe de evidencias, que la historia es porfiada y vuelve como un huracán para sacudirnos y recordarnos la fragilidad de lo que creíamos más o menos firme. Nunca pensé que cuarenta y seis años después de la escena de las hormigas estaría escribiendo “golpe de Estado” para referirme al presente de Chile. Pero ese es el escenario hoy, 23 de octubre de 2019.

Si esto que escribo ahora mismo, con la urgencia del presente, fuera una historia lineal, una historia redondita, con principio, clímax y desenlace, debería partir con Juan Andrés Fontaine, el ministro de Economía del presidente Sebastián Piñera, quien a comienzos de octubre anunció el incremento en las tarifas del Metro y llamó a la población a levantarse más temprano para aprovechar una tarifa más baja. La historia lineal seguiría con la ola de críticas a sus palabras y haría foco puntualmente en la indignación de los estudiantes de enseñanza media. El clímax llegaría con la imagen de cientos de escolares saltando barreras, echando abajo rejas, rompiendo torniquetes al ritmo de la nueva consigna: “Evadir, no pagar, otra forma de luchar”. Y con una multitud de jóvenes, adultos y ancianos apoyándolos, porque en un país donde las familias de menores ingresos gastan cerca del treinta por ciento de sus sueldos en transporte y donde el salario mínimo es de 301.000 pesos (equivalente a 373 euros), el anuncio de alza fue una bofetada en la cara. Entonces si esta fuera una historia redondita, con principio, clímax y desenlace, debería terminar con el Gobierno reestudiando la medida y echando pie atrás. O buscando una forma, un sustituto, cualquier salida política para aplacar el descontento.

Pero ya vemos que en esta historia real el clímax no hace sino superarse y superarse y parece nunca acabar desde el minuto en que el viernes 18 de octubre las autoridades decidieron cerrar las estaciones de Metro y custodiarlas con policías para evitar las evasiones. Y dejaron así a los ciudadanos que dependen del transporte público sin medios para regresar a sus hogares. Horas y horas de caminata, una ciudad después de una catástrofe: eso parecía Santiago aquel eterno atardecer de viernes. Pero el clímax todavía no llegaba. Porque luego vendrían el masivo cacerolazo ciudadano, las protestas, los disturbios en las zonas periféricas, las calles repletas de manifestantes y, como si viviera en otro país o habitara en una dimensión paralela, el presidente de la República cenando pizza con su familia en un restaurante del barrio alto de Santiago. Alguien capturó la escena y subió la fotografía a redes sociales. Las cacerolas retumbaron con fuerza, el malestar se multiplicó. Y entonces vino la reacción de Piñera: desplazarse al Palacio de Gobierno y, pasada la medianoche, decretar Estado de Emergencia. Como si esto fuera una catástrofe natural y no un sismo político.

A esas alturas la demanda ya no era por los treinta pesos de alza en el Metro, sino por los treinta años de implementación de un modelo neoliberal extremo, cuyo germen estuvo en la dictadura, precisamente. Un país con una desigualdad social abismante, con los derechos sociales mercantilizados y un sinfín de prácticas de abuso normalizadas. Un país con un malestar demasiado tiempo acumulado, en el que la elite política y empresarial evade impuestos, evade sanciones por colusión, evade responsabilidades por fraude al Fisco, evade multas e intereses millonarios, mientras el resto de la población vive rasguñando para llegar a fin de mes, endeudado hasta sus últimos días, esquilmado por un sistema de pensiones inmoral, con una salud y una educación cada vez más inaccesibles. La demanda se resume en una palabra que vimos proyectada en un edificio céntrico, como un gran recordatorio que iluminó la protesta: “DIGNIDAD”. Así, con mayúsculas, en una intervención urbana a cargo de los mismos artistas que hace unos meses proyectaron el rostro del comunero mapuche Camilo Catrillanca, asesinado por Carabineros de Chile.

El caso es que a partir del Estado de Emergencia la progresión dramática de la historia no hizo sino aumentar: las calles se repletaron de manifestantes, la protesta se extendió a regiones, empezaron las barricadas, los infiltrados, el fuego. Y el designado jefe de Defensa Nacional en Santiago, el general Javier Iturriaga, decretó toque de queda. “Tienen dos horas para llegar a sus hogares. Los invitamos a que, por favor, vayan y disfruten de este sábado en la noche, que se protejan como familia, que estén en sus casas y mañana podamos tener un mejor día”, ordenó Iturriaga. Hormigas subiendo por el muro: la escena se repetía. Militares en las calles, golpeando y disparando a la gente, carabineros lanzando bombas lacrimógenas al cuerpo de los manifestantes, miles de detenidos, denuncias por vejaciones, torturas y abusos sexuales en centros de detención, cientos de heridos a bala y una cifra de muertos que al momento de escribir esto que escribo va en los dos dígitos. Los noticieros de la televisión, en su gran mayoría, apuntaban durante estas primeras jornadas a los desmanes y los saqueos más que a la brutalidad de la represión.

Nuevo clímax: Sebastián Piñera habla de enemigos organizados, dice que estamos en guerra, que los vándalos, que los delincuentes, que la seguridad del país, que nos cuidemos. Se filtra un audio de la primera dama, Cecilia Morel, de un supuesto diálogo con una amiga en el que dice que esto “es como una invasión extranjera, alienígena” y se lamenta de que “vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás“. Y la sensación de esta historia abierta, con un clímax infinito, sin un desenlace visible, es que es imposible contarla de acuerdo con el libreto que se origina con el ministro invitándonos a madrugar, porque el principio es muy anterior y hay que retroceder hasta la mismísima dictadura y a su Constitución política que aún nos gobierna para acordarnos que en esa transición pactada a la democracia estuvo todo. O casi todo. Hormigas caminando laboriosamente por un muro sin mirar hacia atrás ni hacia el costado ni hacia arriba. Sobre todo hacia arriba, donde el dedo amenazador puede aplastarnos con un clic, clic, clic. Toque de queda, toque de queda, toque de queda.

Fuente del artículo: https://elpais.com/elpais/2019/10/25/opinion/1572029826_094816.html?prod=REGCRART&o=cerrado&event=fa&event_log=fa&event_log=fa

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Chile: Vídeos de lo ocurrido en la mega marcha de este viernes 25 de octubre

América del Sur/Chile/26-10-2019/ Autor(a) y Fuente: Manifestantes chilenos

Por: Otras Voces en Educación 

Militares ondean la bandera chilena en solidaridad con los manifestantes.

Emotivo vídeo donde los manifestantes se percatan que los militares ondean la bandera chilena desde arriba de un camión militar y van en su encuentro, no para violentarlos, sino para ondear juntos y juntas la bandera de su país.

Carabineros tiran gases lacrimógeno a manifestantes e intentan volver para seguir agrediéndolos, pero algo insólito ocurre, los militares se interponen protegiendo a los manifestantes y repelen a los carabineros (Video).

La Gendarmería de Arica, Chile se pronuncian en contra de los abusos de la dictadura del ministro de justicia, ya que reclaman que sus acciones tiranas se alejan de una democracia genuina.

 

 

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Desafío chileno

Por: El País. 

 

Los gravísimos incidentes que se están produciendo en Chile —y que han causado al menos 11 muertos— están poniendo a prueba a las instituciones del país, que están obligadas a reaccionar dentro de los márgenes de la ley, con proporcionalidad y serenamente, transmitiendo a la ciudadanía el mensaje real de que Chile es una democracia asentada con capacidad legal y efectiva para hacer frente a este tipo de situaciones.

Es innegable que los hechos que se viven en Chile son de una extremada gravedad. Además de la pérdida de vidas humanas se han producido imágenes —la destrucción de una buena parte de la red de metro de Santiago, el saqueo de decenas de supermercados, locales de alimentación y otros negocios, y el incendio de vehículos tanto públicos como privados— imposibles de justificar en un país que no solo es una de las economías más prósperas del continente americano, sino un ejemplo para la región de estabilidad con un impecable ejemplo de ejercicio democrático desde que se restaurara la democracia tras la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

Pero también es necesario analizar las causas de esta explosión de auténtica rabia social. La subida del precio del transporte en metro no ha sido más que la chispa que ha hecho estallar un conjunto de situaciones que durante años han hecho acumular un sentimiento de frustración de una proporción importante de la población que se siente al margen de la senda de desarrollo en la que se encuentra el país. Los escándalos de corrupción, las pensiones manifiestamente insuficientes, salarios precarios, un sistema educativo que necesita mejoras urgentes aplazadas de manera sistemática o el aumento de la inseguridad ciudadana son factores que el Gobierno chileno tiene que abordar con urgencia. Chile es uno de los países de Latinoamérica en los que su economía genera más riqueza, pero donde peor se distribuye. Nada de ello justificaría la violencia, pero igualmente sería errado ignorarla y considerar que lo que ocurre no tiene su trasfondo en un gran descontento. La desigualdad es exponencial; los perdedores son muchos.

El toque de queda decretado quizá sea una medida necesaria, pero es una excepcionalidad que debe ser revocada lo antes posible. Recuerda malos tiempos. La democracia chilena tiene recursos necesarios para restablecer la normalidad en las calles y abordar luego las causas de un malestar que está poniendo a prueba a sus instituciones. Esta será la clave para que Chile encare su futuro inmediato en el clima de entendimiento y prosperidad que presidió la transición a la democracia.

Fuente de la noticia: https://elpais.com/elpais/2019/10/21/opinion/1571673838_445503.html

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Libro(PDF): «Educación y construcción de ciudadanía. Estudio de caso : en una escuela de nivel medio de la ciudad de Córdoba – 2007-2008»

Reseña: CLACSO

Al interrogarnos cómo se aprende a ser ciudadano, seguramente estamos abriendo un espacio en el que se nos aparecen múltiples voces y múltiples argumentos. Y esto es así en tanto la ciudadanía es una construcción que se desarrolla durante toda la vida de un sujeto. No es menos cierto reconocer que existen en la sociedad un conjunto de instituciones y actores que, con propósito manifiesto o latente, promueven o coadyuvan a la construcción de la ciudadanía. Frente a este abanico de posibilidades, optamos por focalizarnos en la Escuela Secundaria porque, a pesar de las dificultades por las que atraviesa la escuela pública argentina, confiamos en que la educación constituye el principal camino a través del cual se puede contribuir en la sociedad a la construcción de ciudadanía, entendida en términos de libertad y autonomía individual. De ejercicio real y no de modo formal, es decir, contando con los medios para conseguirlo.

Autores (as):  Blanas, Georgina E.

Editorial/Editor: Centro de Estudios Avanzados

Año de publicación: 2014

País (es): Argentina

Idioma: Español

ISBN: 978-987-1751-19-8

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Educación, democracia y totalitarismo

Por: Juan Pedro Viñuela Rodríguez

La universalización de la enseñanza y, sobre todo, su obligatoriedad, no es más que la universalización de la ignorancia para producir, literalmente, como mercancía, mano de obra para el sistema capitalista. La Ilustración, sin intención, ignorantemente, puso las bases de esta tropelía que convirtió el sistema educativo en un sistema de producir mano de obra para el mercado laboral. Y, eso, requería, la universalización de la ignorancia. Es decir, la transmutación de la educación en la búsqueda del saber y la conquista de la libertad por medio del conocimiento que nos hace autónomos, en universalización de la ignorancia, en el relativismo del todo vale, en el constructivismo del conocimiento… El centro de la educación ya no es el conocimiento y la libertad, siendo el maestro o el profesor, el vehículo o mero transmisor de este legado de milenios y la posibilidad de aumentar dicho legado, sino el alumno. Éste se convierte en el centro del proyecto nihilista de aprender a aprender. ¿Cómo se puede aprender a aprender si no hay unos contenidos desde los que lanzarse a ese aprender? Dela Nada, Nada sale. Es la mayor farsa educativa que se ha producido y que el sistema educativo, vigilado por políticos y el propio mercado, han hecho cumplir desde la Segunda Guerra Mundial para mantener el orden del nuevo mundo llamado socialdemocracia o estado de bienestar que no es más que el estado de ignorancia de la inmensa mayoría para ser mano de obra disponible para el mercado. Mano de obra sumisa y obediente. ¡Qué lejos nos queda el ideal de la Ilustración y aquel sapere aude (atrévete a saber por ti mismo) kantiano! El engaño ha sido perpetrado y la educación, en nombre de la democracia ha instaurado un totalitarismo en el que estamos inmersos y del que la inmensa mayoría es ignorante, se encuentra dentro de la caverna. Como nos lo dice admirablemente Sánchez Tortosa:

“La libertad ciudadana que la Ilustración soñó y que acabó siendo el reconocimiento jurídico de una ciudadanía con la que proletarizar a los sujetos productivos, materializada por la Revolución Industrial, se convirtió, en materia educativa, en una libertad escolar, también soñada, que no resultó ser sino la extensión del radio de acción del Estado sobre lo que antes quedaba al margen, medida con la que producir analfabetos por medio del sutil recurso de escolarización universalizando la ignorancia. Esta es la sentencia imparable coronada en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, y, en España, con las leyes de 1970 (Villar Palasí) y de 1990 (Logse).” Sánchez Tortosa. “El culto pedagógico”, p. 107

Dicho más llanamente. La educación es una forma de domesticación, una forma totalitaria de mantenernos en la ignorancia y disponibles para la producción, el consumo y entretenidos. De ahí la idea de educación para toda la vida. Como si eso fuese algo nuevo, como si los grandes sabios de la historia no hubiesen estado estudiando hasta su último aliento. Eso sí, no pagando «masters», que te acrediten como apto para un trabajo.

Lo grave de todo esto es que asistimos a una sociedad del cansancio, nihilista y que opta, por salir de su vacío existencial, psicológico y ontológico, por el entretenimiento. Y el entretenimiento está basado en el consumo. Y el consumo es una forma de auto devorarse. La paradoja de todo esto es que se nos enseña que estamos en sociedades democráticas, en las que hay un estado de derecho y todo es una farsa. La educación, que es el eje sobre el que debe pivotar la formación de individuos libres y, por ende, democráticos, es una forma de totalitarismo. Una forma de vehículo de transmisión de la ideología del poder, pero, no sólo del gobierno, sino del Estado. Cuando el Estado se hace cargo de la educación, es el educador del pueblo, como es el caso, estamos ante una forma de totalitarismo brutal. El estado transmite el status quo social, que en este caso es el neoliberalismo, el gobierno transmite su ideología, que no se distingue, en lo esencial, de la del Estado y de la globalizada y el mercado impone su regla de transformarlo todo en mercancía. Por tanto, estamos ante una Plutocracia, Partitocracia y Mercantilismo. Y estos sistemas de ideas totalitarias son los que rigen la educación, desde la cuna hasta la tumba, todo está controlado y el Gran Hermano nos vigila. Resulta ya un poco grosero seguir llamando a esto democracia: el poder reside en el pueblo. Pero, qué poder y qué pueblo. Todo es un baile de máscaras y hasta que no aprendamos a desenmascarar no conquistaremos nuestra libertad. Pero tenemos miedo a la libertad, porque el suelo de la libertad es el vacío. De ahí que ya señalara Kant, que no somos mayores de edad, es decir libres, por pereza y cobardía.

De modo que asistimos impertérritos a la farsa que durante años representan nuestros políticos y, sorprendentemente, les seguimos el juego y votamos. Y nos creemos el cuento de que no hay nada que hacer, que no hay alternativa y que el sistema capitalista es el único posible, como si hubiese existido siempre…y, en fin, así todo. Vivimos en una sociedad absolutamente enferma. Lo cual significa que, no sólo los dinamismos sociales están enfermos, sino los nodos de esas redes. Y esos nodos somos nosotros. Y la cura de nuestra enfermedad es salir del veneno de la ignorancia. Pero la ignorancia no es no saber, no, la ignorancia es algo mucho más profundo y hasta inmensamente peligroso. Es no saber que no se sabe. El ignorante, al no saber que no sabe se resiste a salir de su ignorancia y replica sus creencias y hasta muere y mata por ellas. Es un fanático. Los ignorantes son creados por los sistemas totalitarios. Por eso, en una educación totalitaria, se dan todas las condiciones para bloquear cualquier insurrección, porque estará vista como un atentado a la misma democracia. Se nos ha enseñado que la sociedad se basa en los valores de la democracia, pero es una enseñanza invertida, totalitaria, como hemos visto. Lo que se nos ha enseñado es a obedecer sin ser consciente de nuestra obediencia. Se nos ha enseñado a participar del sistema y construirlo y defenderlo como propio, cuando, realmente, somos sus víctimas, porque se nos ha arrebatado la libertad.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=261256&titular=educaci%F3n-democracia-y-totalitarismo-

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Libro(PDF): «Imágenes desconocidas : la modernidad en la encrucijada postmoderna»

Reseña: CLACSO

No es casual que los latinoamericanos, desde la dramática diversidad de nuestros entes constitutivos nos volvamos a preguntar, como en otros momentos de acecho y decisión, no sólo quiénes somos, sino qué estamos siendo o —mejor aún— qué seremos. ¿Seremos? Por eso, cuando el peligro acecha volvemos también a preguntas fundacionales.

¿desde dónde nos toca reflexionar a los latinoamericanos esta crisis de la modernidad y las ofertas postmodernas?, ¿por qué se discute aquí esto, cómo participamos en esa discusión y cómo nos afecta?, ¿cómo nosotros (si podemos) planteamos nuestras preguntas y nuestras respuestas?

Las miradas latinoamericanas pueden ser tan divergentes unas de otras que no lleguen a mirarse nunca, pero también pueden ser tan congruentes como lo son las retinas izquierda y derecha que se miran en un espejo roto. Y quizás en estas imágenes desconocidas, silenciosas y solitarias, por fin el continente y los continentales asumamos la soledad, asumamos que nuestra respuesta no está en otra parte, ni en ilusiones ilustres, ni en fogatas que ya casi se apagaron, sino en nosotros mismos y esto quizás nos ayude a servir mejor los retos de estos tiempos.
De la introducción de Fernando Calderón

Autores (as):  Fernando Calderón Gutiérrez. [Compilador].
Aníbal Quijano. Juan Enrique Vega. Nicolás Casullo. Xavier Albó. Néstor García Canclini. Martín Hopenhayn. Alejandro Gustavo Piscitelli. Luis Gómez Sánchez. José Joaquín Brunner. Fernando Fajnzylber. José I. Casar. Francisco Sercovich. Claude Ake. Norbert Lechner. René Antonio Mayorga. Perry Anderson. Angel Flisfisch. Benjamín Arditi. Alain Touraine. Enzo Faletto. Sergio Zermeño. Laís Abramo. Alberto Melucci. Gabriela Uribe B.. Edgardo Lander. Fernando Calderón Gutiérrez. [Autores de Capítulo].

Editorial/Editor: CLACSO.

Año de publicación: 2017

País: Argentina

Idioma: Español

ISBN: 978-987-722-292-0

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México: Bilateralidad y nuevas leyes

América del Norte/México/22.09.2019/www.jornada.com.mx
Por: Hugo Aboites
Si en 2012-2018 lo que explicaba la rebelión magisterial era el despido sistemático, ahora la lucha se está definiendo en torno al rescate de la bilateralidad. Es decir, del reconocimiento de la maestra y maestro como profesionales y actores principales –junto con los estudiantes– capaces de participar en la determinación de las condiciones en que desarrollan su trabajo educativo. Lo que recién ha venido impulsando las protestas y paros en media docena de entidades federativas y el plantón en la Cámara de Diputados, han sido las decisiones autoritarias de gobernadores en contra de intereses legítimos de los docentes (como el pago de quincenas, el alto a la represión, la violación de acuerdos). La sola proximidad de la aprobación de leyes secundarias de ánimo vertical y autoritario parece haber bastado para desatar lo que sólo la bilateralidad plena puede impedir: que en nombre de la excelencia se institucionalicen tendencias sumamente autoritarias en el Sistema Educativo Nacional. En la propuesta más conocida (Morena-SEP) las decisiones fundamentales de una relación laboral (ingreso, evaluación, promoción, funciones, compromisos, responsabilidades, materia de trabajo, relaciones, procedimientos, derechos y obligaciones) quedan de ahora en adelante, completa y detalladamente, en manos de funcionarios gubernamentales (Ley General del Sistema para la Carrera de las Maestras y Maestros). Con esta virtual desaparición de la bilateralidad, se fortalece la tendencia a reducir a los maestros a operadores de programas, respecto de los cuales sólo pueden dar opiniones; sujetos al escrutinio civil y empresarial, y objeto de evaluaciones de diagnóstico, cuyos criterios y objetivos están fuera de su alcance. Fuera, también, del diseño y de la determinación de los procedimientos para ingreso y promoción. Aunque en un punto concreto coinciden ya la demanda magisterial y las declaraciones del Presidente en señalar que la formación especializada y de Estado que se imparte en las normales y la UPN es suficiente para el ingreso de nuevos docentes.

La bilateralidad también salvaguarda la existencia de procedimientos democráticos en el seno de escuelas, regiones y a escala nacional. Significa la creación legal de un poder alterno frente a una burocracia frecuentemente insensible. Es una manera concreta de enviar el mensaje de que aún esa poderosa estructura de la educación mexicana está acotada por derechos humanos, libertad de organización y defensa de intereses gremiales, derecho a la gratuidad y libre acceso a la educación, fortalecimiento de los pueblos originarios, regiones y comunidades y la perspectiva de género. Son derechos que cuentan con importantes bases sociales y, que, aliadas al magisterio, pueden transformar el sistema y dar al proceso educativo una perspectiva y referencia de transformación mucho más sólida y amplia que bellas declaraciones.

No menos importante, la bilateralidad puede dar paso al fortalecimiento de la conciencia y organización de los maestros porque permite discutir con la administración del sistema y definir la mejor manera de atender a las necesidades de conocimiento en las comunidades. Desde sus niveles más inmediatos y locales hasta los regionales y nacionales. Tan importante es la fuerza que puede generar una estructura de acuerdos que los estados han procurado casi siempre controlar. El corporativismo y su instrumento, el charrismo, se han esforzado en crear mecanismos de representación que sólo sirven para empoderar a los líderes y subordinar a la mayoría de docentes como ocurrió sobre todo hasta antes de 1980. Pero con eso se desperdicia el potencial de transformación y libertad que una verdadera vida democrática en todos los niveles puede dar al magisterio y a la educación.

Finalmente, si están bien organizados sus ámbitos, la bilateralidad es indispensable para reducir la conflictividad en un sistema educativo. Porque anticipa problemáticas y puede resolverlas a tiempo. Como se ha visto, sin un mandato legal que las obligue a discutir y acordar con los maestros y maestras, tendremos más y serios conflictos. En contraste, las reuniones bilaterales entre AMLO y las dirigencias están teniendo frutos porque se basan en la escucha directa del punto de vista del otro, buscan el acuerdo y con eso acotan los conflictos. Y esto no debería ser excepcional y sólo a alto nivel; las leyes secundarias deben incluir el diálogo y acuerdo entre las partes en cada nivel: escuela, región, nación. Y propiciar y fortalecer así opciones de educación, como las de Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Michoacán, y las menos conocidas de otras partes del país. Sin embargo, en contradicción con las demandas magisteriales y la actitud de diálogo del Presidente (conferencias matutinas del 12 y 13 de septiembre), hasta ahora la propuesta de leyes no se estructura sobre la bilateralidad.

*UAM-Xochimilco

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2019/09/14/opinion/014a2pol

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