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Juan Vivas: «Construir la paz desde la educación»

 

Por: Juan Vivas

La humanidad, históricamente, de forma natural ha buscado el equilibrio y la estabilidad social hasta el punto de llegar al consenso entre los individuos, alejándose de la ira y el egoísmo y resolviendo de forma pacífica los conflictos. Sin embargo, esta tendencia natural del hombre ha costado vidas al paso del tiempo.

Un reconocido activista de Derechos Humanos llamado Martin Luther King escribió: “La verdadera paz no es simplemente la ausencia de tensión; es la presencia de justicia”; esto nos hace pensar que para construir la paz y disminuir los conflictos y tensiones sociales debemos apelar a la educación como una herramienta que fortalezca y multiplique esa esencia natural de todo ser humano en su continua búsqueda de la paz.

Desde el punto de vista de La Organización de las Naciones Unidas (ONU), la preocupación por la paz ha logrado que los países realicen un esfuerzo que en términos de organización dio como resultado: 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y las 169 metas de la nueva agenda universal.

Un posible paso para construir la paz es impulsar y concretar estos objetivos, los cuales enuncian: “…Poner fin a la pobreza en todas sus formas y en todo el mundo”; “Garantizar una educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de aprendizaje permanente para todos”; “Lograr la igualdad de género y empoderar a todas las mujeres y las niñas”; “Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos”; “Reducir la desigualdad en los países y entre ellos; Promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y construir a todos los niveles instituciones eficaces e inclusivas que rindan cuentas”.

Ahora bien, los Objetivos de Desarrollo del Milenio marcan una posible ruta a seguir hasta el 2030. Estos deben estar entrelazados con la realidad y ser vinculados a la educación para fortalecer los derechos humanos de todas las personas y alcanzar la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas.

Objetivos que son de carácter integrado e indivisible y conjugan las tres dimensiones del desarrollo sostenible: económica, social y ambiental, siendo la base para entender un posible camino mundial para construir la paz.

En Latinoamérica la postura de Venezuela es el llamado al diálogo, la tolerancia y la búsqueda de una sociedad solidaria y liberadora siempre dentro del ámbito del respeto a los Derechos Humanos y el legítimo derecho de mantener nuestra independencia y soberanía.

La ruta para construir la paz se sustenta en la protección social dirigida a las personas, comunidades y grupos sociales que viven en constantes situaciones de vulnerabilidad, en la búsqueda de un modelo humanista centrado en la mujer y el hombre, quienes de forma protagónica han venido ejecutando actividades en los ámbitos locales, nacionales e internacionales en conjunto con el Poder Popular, transfiriéndole el poder al pueblo y haciendo de la educación una prioridad.

La transversalidad de educación impregnada de la visión de los DDHH con el propósito de profundizar el sistema político social, que van desde una organización social tal como lo es la Red de Apoyo por la Justicia y la Paz hasta un Consejo Comunal organizado con miras a una Comuna o Eje Comunal donde el fin último es la búsqueda de la justicia y la paz.

Otra de las premisas para la búsqueda de la construcción de la paz es que, en el contexto de la educación popular podemos promover y defender el derecho a la vida, a la integridad, a la libertad y a la seguridad personal, haciendo consciente a las y los ciudadanos sobre la defensa y promoción de los derechos humanos y su vital importancia como ruta segura para garantizar la paz.

Por último, y no menos importante, tenemos como tarea pendiente coadyuvar en la búsqueda de espacios de reflexión permanente para resolver de forma integral cualquier problema que se presente en la construcción de la paz desde la educación, reconociendo el esfuerzo e iniciativas tales como: el movimiento por la paz y por la vida, la creación de estructuras ministeriales especializadas en el tema, la aplicación del Plan Nacional de Derechos Humanos, la profundización en la legislación y la voluntad política del Estado para cumplir los Objetivos del Milenio y, por ende, alcanzar la mayor suma de la felicidad posible para llegar a construir una verdadera paz social.

Fuente: http://www.correodelorinoco.gob.ve/opinion-libre/construir-paz-educacion-tematica/

Imagen: Edgar Vargas.

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Votaré Sí porque educación es vida, convivencia, democracia y paz

Por: Ángel Pérez Martínez

Votaré Sí, por lo mismo que vislumbró y lloró la señora Sandra Inés Henado, esposa del general Javier Alberto Flórez, quien declaró en entrevista para El Tiempo que una vez el médico del Hospital Militar le dijo que en todo el mes de enero del año 2015 no había llegado ningun soldado herido, “ese día se sentó a llorar y entendió que valía la pena, que una mano amputada menos, una viuda menos y un huérfano menos valían la pena”. La vida, dolores y traumas de soldados, guerrilleros y campesinos pobres que se evitaron durante el proceso de negociación en la Habana valen la pena y justifican mi voto por el Sí a los acuerdos. Acepto que los acuerdos no resuelven en el fondo ningún problema estructural de la sociedad, que por sí solos ellos no avalan la paz, pero les reconozco la intención de crear un camino para transitar hacia la paz.

Además, votaré sí porque existe evidencia en diversos países del mundo que una sociedad en guerra y violenta jamás podrá ser equitativa, democrática y de progreso para la mayoría de quienes la conforman.

Votaré Sí, porque necesitamos avanzar y no quedarnos en el pasado violento, dañino y cargado de odio, en el cual algunos quieren permanecer con diversas disculpas y engaños. La evidencia de nuestro desarrollo en los últimos 50 años muestra que la guerra y la violencia son un obstáculo para resolver los problemas de inequidad y de injusticia social entre los colombianos; al contrario, este país en la guerra profundizó y segmentó diferencias entre ricos y pobres, entre campo y ciudad, entre guerreros y pacifistas. Somos uno de los países más inequitativos del mundo, Gini de 56% y uno de los más divididos en América Latina.

Votaré Sí, porque aspiro a que tengamos cada vez menos disculpas para continuar con plebiscitos, elecciones presidenciales y de cuerpos colegiados donde el poder político y el voto lo define en esencia la guerra con frases tan certeras para atraer votantes como aquella pronunciada por la Congresista Cabal: “el Ejército no está para ser damas rosadas, el Ejército es una fuerza letal de combate que entra a matar”. No alcanzo a imaginar el lío que tendrá un docente para explicar a sus alumnos, en una aula de clase, el papel constitucional de las fuerzas armadas en Colombia.

Votaré Sí, porque de muchas maneras, algunas de ellas imperceptibles, la guerra termina imponiendo sus sin-razones y alrededor de ella se amamantan para subsistir y perdurar líderes, grupos y partidos políticos.

Votaré Sí, porque aspiro que se acaben los violentólogos; así como los analistas de la guerra, de las FARC, y de otros actores armados, quienes han gastado lo mejor de sus energías, de su capacidad investigativa y de su pensamiento crítico en interpretar y explicar la violencia política. Bienvenidos los educólogos, los estudiosos de la vida, los investigadores que ayuden a encontrar caminos para disminuir diferencias de todo tipo, los que se imaginen y ayuden a construir felicidad. Bienvenidos los plebiscitos para consultar decisiones educativas de interés nacional, bienvenidas campañas presidenciales donde votemos por propuestas de bienestar social y su financiación (quién paga impuestos y cómo se utilizan los recursos para mejorar equidad). Sin duda alguna, bienvenido el apoyo a los artistas con su inmenso poder para crear belleza, para reparar dolor humano y ayudar a una sociedad enferma con su sensibilidad y sentido crítico.

Votaré Sí, porque entiendo que la justicia transicional es un recurso que se establece de manera temporal para que los Estados puedan realizar acuerdos para recuperar la convivencia, la paz y la protección de derechos humanos, con dos objetivos a futuro: fortalecer el Estado de derecho y garantizar un sistema de justicia que funcione y cuente con el apoyo de la ciudadanía. No entiendo por qué se quiere vincular acuerdos con impunidad por el hecho de no garantizar que 8000 guerrilleros o sus jefes vayan a la cárcel, como si la cárcel en Colombia reparara o ayudara a crear mejores personas.

Votaré Sí, porque se respete la escuela como escenario de vida, de conocimiento y de formación humana. Porque 1084 maestros muertos por violencia política (cerca de 300 en el departamento del Caquetá) son la mayor prueba de la degradación del conflicto y los daños directos al sector educativo. En Colombia miles de maestros tienen miedo a hablar o a tener un sentido crítico de la sociedad, temen por su vida.

Votaré Sí a los acuerdos, porque el temor a las armas, a la violencia y a la denuncia son, en parte, el sustento de la corrupción y del mal uso de los recursos públicos en algunas regiones del país.

Votaré Sí, porque nada más alejado a los propósitos de la educación que el odio, la guerra, los heridos, los mutilados y la confrontación con intención de hacer daño a la vida humana.  La escuela existe para formar buenos seres humanos, capaces de proteger sus derechos y los de los otros, empezando por el más valioso de todos: la vida. Y la vida se protege con formación en convivencia, en democracia y en la consecución de una paz estable y duradera producto de una sociedad con mayores oportunidades y equidad: desarrollo de ciudadanía.

Fuente: http://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/votare-si-porque-educacion-es-vida-convivencia-democracia-y-paz-por-angel-perez-martinez/232480

Imagen: http://www.nydailynews.com/latino/marcha-por-la-paz-de-colombia-en-nueva-york-gallery-1.42798

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Cultura de paz: desafío del siglo XXI

Por: Rafael Garrido Á.

El siglo XX estuvo cargado de grandes conflictos bélicos que cobraron millones de vidas alrededor del mundo. La guerra de Vietnam, la guerra de Bosnia, el genocidio en Ruanda, por mencionar solo algunos conflictos, tuvieron un impacto devastador y se caracterizaron por la crueldad y la violencia extrema. Desafortunadamente, a inicios del siglo XXI el panorama parece no mejorar como lo demuestran la guerra en Afganistán, Irak y Siria, entre otros conflictos armados. Tomando en cuenta estos antecedentes en los que la violencia escala, cabe preguntarse: ¿Es posible alguna alternativa? ¿Estamos condenados a vivir interminables ciclos de violencia? ¿Qué podemos hacer para encarar la cultura de la violencia?

LA PAZ COMO PRINCIPIO DE CONVIVENCIA

Desde la Carta de San Francisco, instrumento que en 1945 dio origen a las Naciones Unidas, se estableció que uno de los propósitos de dicha organización era “(…) mantener la paz y la seguridad internacional, y con tal fin: tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz.”

Tal como lo plantea la Carta de San Francisco, la paz es una herramienta básica para la convivencia armoniosa entre los Estados en la comunidad internacional, por lo tanto requiere de esfuerzos por neutralizar las amenazas de conflictos y buscar medios de resolución de los mismos. Es necesario recordar que los derechos humanos surgen a partir de la II Guerra Mundial, cuando en el seno de la recién creada Naciones Unidas, se discutían formas que permitieran evitar la crueldad humana patrocinada por los Estados.

PAZ Y NO VIOLENCIA COMO PRINCIPIO

Una de las formas de fomentar la cultura de paz es a través de la promoción de la no violencia, lo cual implica hacer esfuerzos por encontrar formas constructivas para enfrentar los conflictos, evitando la escalada de la violencia.

La no violencia es también una forma de resistencia, un principio ético que requiere una gran convicción para hacer frente no solo a la violencia directa, sino a la violencia estructural y cultural.

Un referente de la promoción de la resistencia pacífica es Mahatma Gandhi, quien practicando la áhimsa, un principio filosófico presente en el hinduismo con base en la no violencia y el respeto a la vida, llamó a la desobediencia civil pacífica en la India logrando la independencia de ese país que se encontraba bajo dominio colonial británico.

La marcha de la sal liderada por Gandhi en protesta por la imposición de impuestos británicos sobre la producción del mineral fue un hito para la independencia de la India y para inspirar a otros líderes, promotores de la paz como es el caso de Martin Luther King Jr., quien formó parte del boicot de autobuses de Montgomery, una protesta pacífica en contra de la segregación en el transporte público que obligaba a personas afrodescendientes a ceder sus asientos a personas blancas y ocupar solo la parte trasera de los buses. Un llamado que hizo que tras la decisión de dejar de usar el transporte público generó un impacto económico grave logrando que tiempo después, la Corte Suprema de Estados Unidos decidiera que las leyes de segregación del estado de Alabama eran inconstitucionales.

ALTERNATIVAS A LA VIOLENCIA

El concepto de cultura de paz se trabaja como una alternativa a la violencia sobre la base del respeto a las diferencias y valores como la equidad, la justicia, la libertad en favor de una convivencia pacífica. Los derechos humanos son un referente necesario para orientar la cultura de paz, y es por ello que el libre y pleno ejercicio de tales derechos si bien no garantiza la paz, al menos nos encamina hacia sociedades mas justas e igualitarias.

Revisando la historia, podríamos creer que la humanidad es invariablemente violenta, pero hay quien piensa que así como hay potencial para la violencia también para la convivencia pacífica.

La cultura de paz tiene que ver con la educación desde una perspectiva incluyente, que fomente el respeto a las diferencias y que promueva las libertades. Cultura que puede ser promovida e implementada en lo personal, familiar, institucional e incluso lo gubernamental, de modo que se puedan obtener cambios en la sociedad.

Entonces, la forma en que abordamos los conflictos puede conducir a la violencia, pero si se enfrentan de forma creativa y empática pueden devenir en soluciones pacíficas. Ese es el desafío del siglo XXI, transformar los conflictos para lograr la paz.

Fuente: http://www.correodelorinoco.gob.ve/politica/cultura-paz-desafio-siglo-xxi-tematica/

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UNICEF: Los niños en Alepo viven atrapados en una verdadera pesadilla

Septiembre de 2016/Fuente: UNICEF

Desde el pasado viernes hay al menos 96 niños asesinados y 223 heridos en el este de Alepo, según UNICEF.

“Los niños en Alepo viven atrapados en una verdadera pesadilla”, afirmaba el director ejecutivo adjunto de UNICEF Justin Forsyth. “No hay palabras para describir el sufrimiento que están viviendo”.

El sistema sanitario en el este de Alepo se está desmoronando, solo quedan 30 médicos, apenas hay equipamiento o medicamentos de emergencia para tratar a los heridos, y el número de casos con trauma no deja de crecer.

Un médico sobre el terreno informaba a UNICEF que los niños con pocas posibilidades de sobrevivir son a menudo abandonados para dejarles morir debido a la falta de capacidades y suministros.

“Nada puede justificar semejantes agresiones a los niños, y este total desprecio por la vida humana. El sufrimiento, y la conmoción en los niños, es sin duda lo peor que hemos visto”.

Fuente: http://www.unicef.org/spanish/media/media_92809.html

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Libro. Serie: Pedagogía Crítica. Curso de Ampliación para la Promoción de la Cultura de Paz

Autores:

Luis Bonilla – Molina, María Magdalena Sarraute R., Iliana Marina Lo Priore I.,

Marianicer Figueroa y  Carlos Luis Avendaño P.

Centro Internacional Miranda.

ISBN: 978-980-7050-61-6

Caracas, marzo 2014

La violencia en el mundo es un grave problema que hace que ciudadanas y ciudadanos se vean afectados por sus efectos. Venezuela no se escapa de esa realidad, ya que en la actualidad se presentan situaciones de violencia por diferentes factores e injerencias, que hace que las personas se sientan vulnerables, inseguros, desprotegidos y vejados sus derechos humanos.

Una revisión de las tasas delictivas registradas en el país durante los últimos años, nos revela que los índices de violencia se ha incrementado sistemáticamente en el transcurso de los años, el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (CICPC) registró a nivel nacional en el año 2012, un total de ciento cincuenta y cinco mil seiscientos sesenta y dos (155.662) delitos tomando en consideración 9 indicadores principales: homicidios, resistencia a la autoridad, lesiones personales, hurto, hurto de vehículo, robo, robo de vehículo, secuestro y violación. Lo que representa un incremento del 20% en el número total de los delitos conocidos respecto al año anterior, donde se contabilizó un total de ciento veintinueve mil cuatrocientos cuarenta y un (129.441) delitos (OVSC, 2013).

De acuerdo con la estadística oficial, para el año 2012, Venezuela alcanzó una tasa de 54 homicidios por cada 100.000 habitantes (OVSC, 2013), una de las más elevadas de América Latina. Por otra parte, de acuerdo con la misma fuente, del total de homicidios cometidos en el país, el 92% fue cometido con armas de fuego y más del 60% tiene como móvil el ajuste de cuenta, por otra parte, la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción de la Seguridad Ciudadana del año 2009 (INE, 2010) pone en evidencia las características personales de víctimas y victimarios de los delitos violentos que fueron estudiados, señalando que, en ambas posiciones, predominan las personas del sexo masculino, 62% de las víctimas y más del 80% de los victimarios; tanto unos como otros son jóvenes, en el caso de las víctimas el 80% oscila entre los 15 y 44 años y en el caso de los victimarios se presentan casos como el robo en el que el 60% de los responsables se encuentra entre los 15 y 24 años de edad. Un aspecto de singular importancia que revela esta encuesta es que un 57% de las víctimas de la delincuencia pertenecen a los estratos sociales más bajos de la población, porcentaje que se incrementa cuando se observan cada uno de los delitos por separado, especialmente en los delitos violentos.

Otra expresión de la inseguridad que vive el país es el déficit de convivencia al interior de las comunidades. En el ámbito comunitario, los deficientes modelos de convivencia no sólo están asociados al delito, sino también, y sobre todo, a faltas e “incivilidades” que suelen generar conflictos, muchos de ellos violentos, sin que la comunidad o el Estado, tengan mecanismos eficaces para prevenir la violencia.

Estas situaciones, que ocurren diariamente en el ámbito vecinal y que podría esperarse que se resolvieran de manera rápida y sencilla, no siempre logran canalizarse de forma adecuada. El mismo estudio revela que en la percepción de casi un 30% de los entrevistados y entrevistadas, las personas no intervienen para resolver los conflictos reportados, lo cual implica el riesgo de la escalada violenta. En segundo lugar aparecen los propios involucrados e involucradas como artífices de la solución, mientras que los organismos policiales, es decir, figuras externas a la comunidad asociadas al uso de la fuerza ocupan el tercer lugar en esta percepción.

El papel de la comunidad ocupa el cuarto lugar. Estas cifras hablan de un déficit de las comunidades para autoregularse y del Estado para realizar una regulación externa. Expresan, igualmente, el riesgo permanente de que estos pequeños conflictos escalen a situaciones que impliquen una mayor violencia y la ocurrencia de hechos delictivos.

Los nuevos escenarios de la inseguridad se desmarcan de la comprensión tradicional del delito, tanto por involucrar conductas y procesos no tipificados como tales (las llamadas “inconvivencias”, el debilitamiento de la tolerancia y la convivencia ciudadana, el miedo al delito, la necesidad de atención a víctimas y grupos vulnerables), como por la importancia causal de factores que no son tratados por las estrategias penales y convencionales (exclusión social, factores situacionales, organización y participación de la comunidad, entre otros).

Asimismo, es necesario consolidar una cultura de paz desde el núcleo familiar, la formación del niño hasta la formación profesional, a partir de la creación de espacios comunitarios para el desarrollo redes colectivas de aprendizaje por la paz con el fin de potenciar organizaciones comunitarias para su protección y seguridad, así como, de socializar las injerencias que hacen que en el país se incrementen factores que crean condiciones inseguras para la sociedad.

Es de destacar, que la cultura de paz según las Naciones Unidas en la Asamblea General del 6 de octubre de 1999, la define como, “el conjunto de valores, actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida basados en el respeto a la vida, en el fin de la violencia y la promoción y la práctica de la no violencia por medio de la educación, el diálogo y la cooperación…”.

Promover una cultura de paz, es hacer que las y los ciudadanos emancipen principios y valores de libertad, justicia, solidaridad, democracia, complementariedad, tolerancia, cooperación, pluralismo, diversidad cultural e igualdad, que implica la participación protagónica de niños, niñas, jóvenes y adultos para el desarrollo integral de la sociedad, desde el rechazo colectivo de la violencia.

Por esa razón, es necesario el desarrollo de este Curso de Ampliación, ya que contribuirá con la formación integral de las y los ciudadanos sobre la cultura de paz para su implicación en el respeto de los principios de soberanía, integridad territorial e independencia; en la promoción de los derechos humanos, la protección del ambiente y las libertades fundamentales para la transformación de la sociedad.

Para descargar el libro, haga cliquee aquí:

curso-de-ampliacion-para-la-promocion-de-la-cultura-de-paz

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Colombia: Acompañamiento a colegios y educación para la paz, en marcha en el Tolima

Colombia/20 de septiembre de 2016/Autor: Luis Eduardo Chamorro/Fuente:El Nuevo Día

Ana Milena Suache completó 10 años como docente de El Cedral, una de las 17 sedes o escuelas rurales de la institución educativa La Voz de la Tierra de Roncesvalles, en el sur del departamento.

Este año comenzó con siete estudiantes matriculados y a la fecha sólo asisten a clases cinco. Con cinco o menos son 86 las escuelas rurales que funcionan en el departamento, en lugares apartados y de difícil acceso.

“La profesora Ana Milena tiene garantizada su permanencia en la escuela, a pesar de su condición de ser docente de vinculación provisional. Se han hecho concursos para este cargo, pero nadie se ha querido a ir a esta escuela. Yo, en dos años, apenas he ido una vez a visitarla”, dice el rector de La Voz de la Tierra, Alberto Antonio Vélez.

Ana Milena, desde Ibagué debe disponer de cinco horas en vehículo por la vía a San Antonio para llegar al sitio Pringamozal, donde debe tomar un caballo que transitará dos horas más para ubicar la escuela, uno de los mil 890 establecimientos educativos rurales que operan en los 46 municipios no certificados, a cargo de la Gobernación.

Esta docente reside en las instalaciones de la escuela con su esposo y dos hijos, pero ni ellos ni los cinco estudiantes tienen servicio de energía eléctrica y el agua llega a través de una manguera que se nutre del líquido en un arroyo vecino.

De acuerdo con información de la Secretaría departamental de Educación, con menos de cinco estudiantes funcionan 86 escuelas rurales; otras 305 tienen entre seis y 10 y otras mil 503 más de 11 estudiantes. Son situaciones que ameritan intervenciones especiales que la Secretaría de Educación ha comenzado a diseñar e implementar, entre ellas los servicios de transporte y alimentación escolar para estudiantes de las zonas rurales.

Es pertinente decir que la administración o gestión del sistema escolar en los municipios no certificados del Tolima es una tarea compleja por la amplia red de dos mil 223 establecimientos que lo integran para la oferta educativa a los 174 mil 593 estudiantes matriculados en 2016, de los que 72 mil 31 están ubicados en sedes o escuelas rurales. No hay otra organización estatal que tenga tal cobertura en veredas y barrios de los 46 municipios no certificados del Tolima.

La Secretaría de Educación departamental está en la tarea de ejecutar programas educativos ya existentes con algunos cambios y programas y proyectos nuevos entre ellos el acompañamiento situado en 58 instituciones educativas rezagadas según los resultados de las pruebas Saber 11 de 2015, ya se practica en 42 instituciones y quedan faltando 16 que están en esta situación de calidad educativa desventajosa. Se ejecuta, igualmente, un programa de Educación para la paz en los seis municipios del sur del Tolima.

La prestación del servicio educativo en los 46 municipios no certificados implica un presupuesto de gastos que llega a 509 mil 430 millones de pesos hasta septiembre pasado. De esta cifra, 31 mil 117 millones provienen de recursos propios, 35 mil 37 millones están presupuestados para la Dirección de Cultura y para inversión en deportes; 447 mil 63 millones corresponden al Sistema General de Transferencias y 32 mil 330 millones del sistema de regalías.

La jornada única

Se espera que la jornada única, programa prioritario del gobierno nacional, alcance una cobertura de 83 sedes y 43 instituciones educativas de las 338 en que se han organizado los establecimientos. “Por ahora, la jornada única está en desarrollo en 18 sedes de 11 instituciones educativas de ocho municipios, atendidas por docentes vinculados por horas extras; se garantiza complemento alimentario y almuerzo a cuatro mil 905 estudiantes”, dice el secretario de Educación departamental, Jairo Alberto Cardona Bonilla.

Se espera que la cobertura de la jornada única se extienda a 65 sedes e instituciones educativas adicionales al entrar en ejecución las convocatorias tercera y cuarta hecha por el Ministerio de Educación. “Para llegar a esta cobertura se requiere de 63 docentes y dos mil 570 horas extras. Lo que hemos hecho es avanzar en jornada única en instituciones que no requieren de mayores inversiones para su implementación”.

El acompañamiento situado

Con el apoyo de los supervisores y directores de núcleos educativos, según la versión que dan para EL NUEVO DÍA, el secretario Cardona y el exsecretario de este despacho, Enrique Váquiro, ahora supervisor de educación, ha entrado en marcha un programa de Acompañamiento Situado a aquellas instituciones educativas clasificadas en el nivel desempeño más bajo según los resultados de las pruebas SABER 11 de 2015. Son 58 instituciones educativas y ya comenzó en 42 de ellas.

“Llegué a la Secretaría de Educación y encontré un diagnóstico elaborado por el equipo de inspección y vigilancia, en el que hallamos un número importante de sedes que estaban en el nivel D según las pruebas Saber 11. Eran instituciones que arrojaban resultados negativos en cuanto a calidad, identificamos 10 municipios con estas características sobre las que tomamos la decisión de hacer un acompañamiento en sitio para estimular y fortalecer el mejoramiento de esta situación”, asegura Cardona Bonilla.

Y afirma que “eplicamos el modelo del programa Todos A Aprender, donde se hace acompañamiento persona a persona. Estamos en un momento de pilotaje y esperamos que el año entrante se vean los resultados”.

CONVENIOS CON UNIVERSIDADES

El Secretario de Educación informa sobre la realización de convenios con varias universidades. Con la Universidad del Tolima, uno para el desarrollo de la educación en la zona rural, una estrategia para mejorar la cobertura, la maestría para cerca de 200 docentes. “En esto último fueron cerca de 240 millones en el semestre. También vamos a trabajar con la Universidad de Ibagué y Uniminuto. Tenemos un convenio marco con la Universidad Cooperativa, en fin estamos trabajando con todas las universidades. La idea, también es fortalecer la educación superior vía convenios”.

COBERTURA E INVERSIONES EN TIC

Con una inversión de dos mil 103 millones de pesos, en las secretarías de Educación y la de Planeación se adelanta la conectividad a través de internet para 415 sedes en las que se benefician 127 mil 291 estudiantes.

“La meta en el plan de desarrollo es la conectividad digital de 600 sedes educativas. Se dotó e implementó con la plataforma digital Paideia a 109 sedes principales con el objetivo de que estas optimicen el uso de capacidad del servicio de internet. Durante el primer semestre de 2016 se covservó un beneficio total para 106 mil 636 estudiantes, distribuidos en 614 sedes, a través de 654 puntos de internet en los 46 municipios no certificados. No solo llegamos a las sedes urbanas, como nos lo pedía el Ministerio de Educación, sino que además logramos llegar a muchas sedes rurales. Por ejemplo en los municipios de Planadas, Rioblanco, Chaparral y en algunos del norte”, expuso Cardona.

EDUCACIÓN PARA LA PAZ

En la fase que se conoce como del posconflicto, la Secretaría de Educación ha iniciado el programa Educación para la Paz. “Logramos que el sur del Tolima fuera seleccionado por el Ministerio de Educación como una zona de intervención para este programa. Va dirigido a instaurar institucionalidad y legalidad en cada uno de estos municipios. Se trabaja en dos frentes: uno a cargo de la Universidad de Ibagué, para ocho municipios, bajo la coordinación de Francisco Parra Sandoval, con el desarrollo de una estrategia de Investigación Acción Participativa. Otro frente está a cargo de la ONG Educapaz y cubre los seis municipios del sur: Planadas, Ataco, Rioblanco, Chaparral, San Antonio y Ronces. Es un programa con una duración de 10 años”, dice el Secretario de Educación.

Fuente de la Noticia:

http://www.elnuevodia.com.co/nuevodia/especiales/educacion/294252-acompanamiento-a-colegios-y-educacion-para-la-paz-en-marcha-en-el-tolima

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Educación: lenguaje, odio y paz

Por: Ángel Pérez Martínez

En tiempos de paz reclamo del sector educativo repensar el uso y la importancia del lenguaje. Los docentes son ejemplo en el uso del lenguaje frente a la comunidad educativa, pero de manera especial frente a los más de 12 millones de niños y jóvenes que van a diario a las instituciones escolares.

No hay duda que ya es ganancia para este país que la paz sea un hecho social y político de magnitudes inimaginables. A pesar de vivir más de 60 años en guerra, a la mayoría de los habitantes de las grandes ciudades la guerra nunca los tocó. Luego, para el desarrollo de la democracia y el futuro del país es un éxito lograr que los colombianos se interesaran por la paz y que hoy estemos ad portas de un plebiscito en el cual tendremos la oportunidad de expresar el apoyo o no a los acuerdos, y sin duda, también a la paz.

Sin embargo, este gran hecho social y político nos desnuda como sociedad, en la discusión de la paz ha primado la guerra, la confrontación y el odio en sectores educados y dirigentes, basta con observar el lenguaje en redes sociales como Facebook o twitter para sorprenderse de la beligerancia verbal y las frases ofensivas de odio o amenaza, se llega hasta el maltrato al otro en la defensa o no del proceso de paz.

El profesor Abel Rodríguez, exsecretario de Educación de Bogotá, en reciente foro sobre la paz y la educación, expresó su preocupación sobre como el sector educativo en las escuelas y en las aulas reproduce este lenguaje de la guerra, el del ojo por ojo, el del diente por diente, el de la confrontación y la violencia verbal que proviene de las familias o de los entornos violentos, con los cuales conviven parte de los estudiantes y que exacerban algunos medios de comunicación: palabras como desertar, combatir, frentear, exterminar, aniquilar, mortandad académica y frases asociadas a irrespeto, grosería, odio y ofensas asociadas a descalificar al otro o ridiculizarlo por torpe o bruto (lo menos que se dice)  llegaron a la escuela y se quedaron.

Sin embargo, si los acuerdos de la Habana son un punto de partida para alcanzar una paz duradera y estable requerimos con urgencia lograr que la escuela establezca acciones educativas donde prime una cultura de la paz y la convivencia a partir de establecer Proyectos Educativos Institucionales, PEI, centrados en estos bienes superiores de la vida humana. En el PEI se debe reflejar la intención del uso del lenguaje como parte de una cultura formadora en paz y como eje ordenador de los diálogos y las expresiones entre maestros y estudiantes (de manera especial entre estos últimos) producto de una inteligencia razonada, y ojalá de sensibilidad humana, mediante la cual se escucha y se comunica en la escuela. Insisto, una de las pocas instituciones capaz de cambiar imaginarios colectivos es la educación.

La paz es un hecho social, la cual aceptamos de manera razonada en nuestra Constitución como un bien supremo, donde el uso del lenguaje es fundamental para su garantía y supremacía.  Rafael Echeverría en su libro Ontología del Lenguaje sostiene que el lenguaje nos constituye, en la medida que “el lenguaje nace de la interacción social entre los seres humanos y que todo fenómeno social es siempre un fenómeno lingüístico. El lenguaje no sólo nos permite hablar «sobre» las cosas: el lenguaje hace que sucedan cosas. Este postulado abandona la noción que reduce el lenguaje a un papel pasivo o descriptivo”. Lo anterior significa que el uso del Lenguaje puede ayudar a generar una cultura y una forma de ver y entender la paz, también una particular forma de ser, no desde la confrontación o la guerra, sino desde el respeto por el otro, por lo que piensa y dice (aceptación del otro como un ser diferente de mí), con la posibilidad de responder, pero sin agresión (Humberto Maturana llama a esto amor), en parte esta será una mejor paz.

Una sociedad donde la paz sea posible debe formar y ser ejemplo en un lenguaje que destaque las virtudes humanas (juicios e ideales que aseguran mejor paz y convivencia), o como sostiene la propuesta de la Red de Educadores por la Paz: “educar para potenciar los valores del diálogo, lo cual significa educar para la mediación; educar para la comprensión y el manejo positivo de los conflictos; educar para el desarrollo del espíritu crítico y; educar para el ejercicio de la responsabilidad individual y social (autolimitación). Por lo anterior, en un escenario de paz estable y duradera la educación tendrá enormes responsabilidades, no será fácil cambiar la actitud guerrera de nuestra sociedad.

Un buen ejemplo de virtud humana es la frase del músico carranguero Jorge Velosa: “Lo poco que cuesta un tiple y lo bonito que suena, lo mucho que cuesta un rifle y lo feroz que truena”

Fuente: http://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/educacion-lenguaje-odio-y-paz-por-angel-perez/231536

Fuente de la imagen: http://contraluzcucuta.co/articulos/opinion-es-necesaria-una-educacion-para-la-paz/

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