Page 44 of 98
1 42 43 44 45 46 98

La importancia de reconstruir la deteriorada relación entre padres y profesores

Por: Eva Bailén

Para educar unidos en equipo necesitamos conocernos y hablar unos con otros, y no juzgar a la mayoría por los actos de unos pocos

A la palabra confianza solo le falta dos de las cinco vocales: la e de educar y la ude unión. Esa unión que hace falta para trabajar en equipo. La unión que hace falta para educar a nuestros hijos con confianza en casa y en la escuela.

Hace unos días, Gestionando Hijos y la fundación SM presentaron los resultados del primer estudio sobre la percepción de los educadores en torno al rol de madres y padres en la educación, entendiendo en este caso por educadores a los profesores. Aunque evidentemente los padres y madres también somos educadores. Bajo el lema de El mejor colegio del mundo, acompañaron los datos del estudio con un emotivo video en el que varios niños soñaban en voz alta con un colegio ideal mientras, al otro lado del telón, los padres de esos niños escuchaban emocionados los comentarios de sus hijos. Efectivamente, para los niños, en el colegio ideal no faltaban la confianza mutua y la unión para educar de padres, madres y docentes.

Desde el año 2016, Gestionando Hijos trabaja en impulsar el equipo educativo, primero con su Pacto por la Educación en equipo, y ahora precisamente con el sello “equipo educativo” que otorgan a las empresas que primen la conciliación entre sus trabajadores. Como dice Leo Farache, director de esta plataforma, que familias y escuela hagan equipo es fundamental para el progreso y el bienestar de nuestros hijos. Como poco, serán más felices si ven que nos gusta remar en la misma dirección. Pero es que además los datos apuntan que su rendimiento también mejora.

Debemos estar muy mal para necesitar un pacto por la educación en equipo. Las cosas deben estar llegando muy lejos cuando nos tienen que recordar lo importante que es confiar, y educar desde la unión. El estudio en sí es un elogio a la importancia de la confianza, poniendo de manifiesto la necesidad de que padres y madres apoyemos a los maestros y profesores. Para ellos es crucial que vayamos a las tutorías y a las reuniones de padres, y que confiemos en su trabajo. Y también lo es para nuestros hijos.

Además de ser madre, tengo alguna experiencia como profesora, y también he visitado unos cuantos centros educativos, enriqueciendo mi percepción sobre la educación. Por eso creo que puedo añadir alguna cosa más a lo que se trató en la presentación del estudio. Si eché de menos algo fue precisamente más evidencias de que para hacer equipo educativo también se necesita confianza en los niños y adolescentes y en los padres y madres. Me quedé un poco con el regusto de que solo somos los padres los que tenemos pendiente confiar más en los maestros, cuando en general, creo que falta confianza en todas direcciones. Digamos que en muchos casos está muy deteriorada la relación y hace falta volver a reconstruirla. Ya lo decía Carles Capdevilla: la relación entre maestros y padres es muy complicada.

Como en todo esto desempeña un papel crucial el tema de la conciliación, me parece estupenda la labor que hace Gestionando Hijos pidiendo a las empresas un compromiso para que permitan a los padres y madres salir del trabajo para ir a una tutoría, una reunión, un festival, o para llevar a los niños al colegio el primer día de clase. Pero a veces, aunque los padres no tengan problemas para acudir a las tutorías, el problema lo tienen los profesores para poder darles una cita o para poder atenderlos. Mi experiencia tras 15 años de guarderías, colegios e institutos, públicos, mayoritariamente, es que no todo es culpa de la conciliación ni de la falta de interés o cooperación de los padres.

Las clases tienden a estar un tanto masificadas, por lo que conseguir una tutoría, si además hay que usar el sistema de la agenda, lo cual ocurre a menudo, ya que en muchos casos no hay medios digitales para comunicarse con el profesor, puede implicar varios días lectivos en los que la agenda tendrá que ir y venir del colegio para al final tener un aplazamiento de un mes o más para lograr esa tutoría. Con 20 o 30 alumnos por clase y una elevada carga lectiva los profesores están frecuentemente desbordados y, por supuesto, también necesitan conciliar. No podemos esperar que para que nosotros podamos hacerlo, nos atiendan fuera de nuestro horario de trabajo, cuando tampoco lo es para ellos. Lo realmente triste es que, para comunicarnos o vernos con un profesor, hoy en día con los medios tecnológicos que hay, lleguen a transcurrir varias semanas, y así me parece complicado hacer equipo educativo.

El equipo, según lo veo yo, consiste en que cuando cualquiera de los integrantes necesita a los demás, estos respondan positivamente y en los plazos necesarios. Igual que un profesor necesita que un alumno haga su trabajo en el momento adecuado, para lo cual los padres muchas veces estamos ahí apoyando desde casa, los padres a veces necesitamos una tutoría en un plazo de pocos días y no de varias semanas.

Nadie le exige a un profesor que ponga a disposición de los padres y de los alumnos una dirección de correo electrónico, una encuesta de Doodle, un canal de telegram, o incluso su Whatsapp, pero he conocido a muchos que lo hacen, aunque no se lo paguen, como un bonito gesto de confianza en los padres de sus alumnos y por consiguiente en los propios niños. Y los padres lo agradecemos tanto como los profesores agradecen que vayamos a las tutorías, a las reuniones, a los festivales o a llevar a los niños al colegio el primer día de clase. Lo agradecemos porque vemos que el equipo funciona: yo confío en los demás, incluido el niño, y también confían en mí. Sin olvidarnos de que, desafortunadamente, por lo general, la esfera adulta confía poco en los niños, menos aún si son adolescentes, y apenas se les escucha. Si los escucháramos más, e hiciéramos un esfuerzo por entenderlos, también nos iría mejor.

Pienso que, además de impulsar medidas que faciliten el que los padres no se pierdan los momentos más importantes de la educación de sus hijos, pidiendo a las empresas un compromiso que facilite la conciliación, y hacernos ver lo necesario que es que confiemos en los profesores, habría también que reivindicar que los profesores dispongan de medios y tiempo para atender a los padres en su horario de trabajo, por supuesto. Y los medios pueden ser tan simples como una cuenta de correo electrónico. La cual no tendrían por qué atender fuera de su horario, aunque muchos ya lo hacen, si su carga lectiva fuera menor, o si su horario contara con tiempo para ese menester. Estaría muy bien, porque a veces se percibe que los que no lo hacen, además de por razones de horario y carga de trabajo, lo hacen por falta de confianza. Porque los padres podemos ser muy pesados, y el correo electrónico es muy fácil de usar. Pero para educar unidos en equipo necesitamos confiar unos en otros, y no juzgar a la mayoría por los actos de unos pocos. No todos los padres son unos insensatos, como tampoco lo son todos los profesores.

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/02/04/mamas_papas/1549277055_998155.html

Comparte este contenido:

“Si tienes un hijo con altas capacidades, no te queda más remedio que cambiar tu modelo de autoridad”

Europa/España/14 Febrero 2019/Fuente: El país

Los psicólogos Olga Carmona y Alejandro Busto reprochan al sistema educativo su incapacidad para detectar y alentar el desarrollo de los niños superdotados

La psicología era su segunda opción. Y aun así le han dedicado los últimos 20 años de su vida. Olga Carmona (Madrid, 1968) y Alejandro Busto (Montevideo, 1966) estudiaron en la UNED y se conocieron en un congreso de psicología en Barcelona. “El debate entonces era si se podría llegar a hacer terapia en Internet, algo que hoy hacemos”, cuenta Busto riéndose. Después, en el año 2000, llegó Ceibe, el centro de psicología en el que atienden a padres desconcertados por el diagnóstico de alta capacidad de sus hijos, donde les orientan para superar “el miedo” que les da la detección. “No lo viven de un modo optimista, a pesar de que lo que les estamos diciendo es que sus hijos tienen un gran potencial”. Esa y otras enseñanzas las han plasmado en El genio que llevas dentro (Ediciones B),un libro con el que han querido romper el paradigma de la inteligencia académica como la única relevante. “Queremos que los padres empiecen a ver a sus hijos desde un lugar más sano a través del conocimiento de las inteligencias múltiples”, comenta Carmona. Y avisan: “Todos los niños tienen esas inteligencias en mayor o menor medida”.

Esta pareja, con dos hijos de altas capacidades, pretende desterrar la idea de que “un niño que académicamente no es bueno no es inteligente”. Y quiere que padres e hijos descubran que se puede ser listo de múltiples maneras. Hay hasta ocho formas, según apuntó en 1983 el psicólogo Howard Gardner de la Universidad de Harvard. La inteligencia espacial, la musical, la corporal, la interpersonal, la lingüística, la lógico-matemática, la naturalista y la intrapersonal. “Y todas están bien, no hay ninguna mejor que otra”, cuenta Carmona. “Parece que los niños que son buenos músicos o buenos deportistas no son inteligentes, y lo son, aunque de otra manera”. No querían que el libro “fuera un tostón”, por eso apostaron por reinos, metáforas, juegos y referentes como Leo Messi o Jane Goodall para que padres e hijos recorran juntos el camino de las inteligencias múltiples.

El problema viene con la gestión de las altas capacidades. Según estos psicólogos, los menores superdotados ya saben desde muy pronto que son diferentes, porque “se dan cuenta de que sus intereses no tienen nada que ver con los del resto”. Y en ese punto, avisan, es importante que los padres sean capaces de decirle qué es exactamente lo que le está pasando, “porque, si no, lo entienden como algo malo. Pueden llegar a decir que están enfermos porque les interesan los dinosaurios y no pueden dejar de pensar en ellos”.

Los padres también tienen que reeducarse, porque piensan que cuando su hijo ingresa en la alta capacidad su educación “está hecha” y exigen sobresalientes. Pero esas notas, sostienen, “dependen del sistema educativo, del tipo de examen y hasta de que le interese la materia o no al crío”. Por eso, continúan, los padres tienen que cambiar el paradigma. “Si tienes un hijo con alta capacidad no te queda más remedio que cambiar tu modelo de autoridad”. Ambos han constatado en estos años la desesperación que alcanzan algunos. «Llegan y te dicen: nada funciona. Los premios no sirven. Los castigos tampoco. No hay nada de lo que yo sé hacer o de lo que a mí me han enseñado a hacer que funcione”.

Y a los profesores, explican, tampoco se les ha enseñado a manejar esto. “Solo identifican como sobredotados a quienes obtienen sobresalientes, pero estos no son el prototipo. El superdotado es un cuestionador, Y claro, los profesores viven eso como un desafío a su autoridad. Además, les hacen caer en inseguridades”. Carmona y Busto lamentan que la respuesta de los centros educativos a la superdotación sea, por norma general, “horrorosa”, y que esta vaya “desde me da igual, a la negación: ‘No, no tiene altas capacidades por más que lo ponga en el informe’”. Ambos se quejan de que “un niño pueda ser alta capacidad en Murcia y no en Madrid, porque los criterios de detección son distintos”.

Carmona y Busto, que esperan una revolución en la forma de enseñar, quieren que el modelo educativo se sensibilice y permita integrar las necesidades de este tipo de alumnos. “Sabemos que en el Ministerio de Educación hay un grupo de profesionales muy sensibilizados. No solo con las altas capacidades, sino con la competencia general”. Ambos autores han escudriñado cuáles van a ser las competencias del siglo XXI que se van a tener que adquirir en la escuela. Y sostienen que muchas de ellas no están ligadas para nada a las enseñanzas tradicionales. “Estamos educando a niños del siglo XXI en una escuela del siglo XX con metodología del siglo XIX”, zanja Carmona.

Imagen tomada de: https://ep01.epimg.net/elpais/imagenes/2019/02/08/mamas_papas/1549614653_788005_1549614800_noticia_normal_recorte1.jpg

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/02/08/mamas_papas/1549614653_788005.html

Comparte este contenido:

Sueños de niños migrantes mexicanos

Por: Juan Carlos Yáñez

Para estos niños migrantes, para miles de niños en México, la experiencia de la infancia es la vivencia del trabajo y el hambre.

La mañana es más fría de lo usual; lo denuncia la ropa gruesa de las maestras y mi cuerpo, sin abrigo, resiente al bajar del auto. Cuelgo la mochila en la espalda y bebo el café caliente, mientras imploro que durante la jornada se repita el milagro de las bodas de Caná.

Identifico algunos olores en el viento helado que penetra la nariz. Busco el origen de la mezcla; recorro el albergue donde habitan 250 migrantes, provenientes principalmente de Guerrero, estado del sureste mexicano, uno de los más ricos en recursos, lastrado por terribles desigualdades y peores gobiernos. Ellos, los padres, se dedican al corte de caña; ellas, las mujeres, al corte de la zarzamora. El humo azul de algunas de las humildes chozas nutre el cóctel aromático, otro poco la basura que rodea la cancha de fútbol; el resto, lo proveen los gases que emanan del ingenio azucarero que estructura la vida del pueblo. La vista se detiene al fondo, en los imponentes volcanes, el de fuego y el Nevado de Colima, el espectáculo cotidiano que fue mi paisaje en la infancia y los primeros años de la juventud.

La escuela del albergue se llama “Simón Bolívar”; en realidad, son dos, la preescolar (niños de 3-5 años) y la primaria (6-12 años). El edificio lo conforman dos bloques pequeños: a la izquierda, la primaria, con dos aulas, una para los niños de los tres primeros grados y la otra para los más grandes, de cuarto a sexto. Enfrente, dos aulas más, para niños de preescolar, de segundo y tercer grados. El aula de tercero es, también, la dirección. Al lado, el Centro Educativo Quesería, con diez computadoras conectadas a internet y financiadas por la organización Proyecto Amigo, fundada por un estadounidense (Ted Rose) que llegó por azar, vio, conoció un poco y se comprometió como ningún político mexicano lo ha hecho por esta escuela; y muchos años después, sigue apoyando en forma extraordinaria con brigadas de extranjeros que pasan algunas temporadas en México y acuden para realizar obras materiales o enseñar inglés por unas horas a los niños, mientras juegan y rompen la dinámica escolar inyectándole amor y solidaridad.

Fotofrafía: Juan Carlos Yáñez

Baños para niñas, niños y maestros completan el bloque de preescolar. Al fondo, una cafetería con cuatro mesas de concreto y bancas, más una canchita de futbol y el patio cívico. Un vagón ahora en desuso, como biblioteca, completa la infraestructura y los recursos de una escuela única en su tipo, en mejores condiciones que otras dedicadas a hijos de trabajadores migrantes.

El personal de la escuela es poco: dos maestras de preescolar y dos de primaria, una de ellas, en cada caso, funge también como directora, más Brenda, una voluntaria que tiene a sus dos hijos en la escuela y colabora desinteresadamente en la cocina de las 6:30 a las 12:30 horas; y Francisca, Francis, una indígena encargada del aula de computadoras, cuyo sueldo paga Proyecto Amigo y que luchó para aprender a leer y escribir, contra la voluntad familiar, que logró alfabetizarse y luego, surfeando adversidades, cursa ya la licenciatura en trabajo social en una escuela única también en su tipo, hecha para gente humilde a 35 kilómetros del pueblo, en el mítico Comala, cuyo nombre inmortalizara Juan Rulfo, el escritor mexicano y universal.

La escuela es el centro de la vida comunitaria, el albergue cañero, donde se arraciman 88 familias. Espacio para el juego, para la convivencia, aprender las primeras letras y los números. Pero la escuela es también la madre que nutre, porque allí los niños desayunan y comen por unos cuantos pesos diarios, porque sin ella, muchos de estos 70 niños no comerían, o estarían solos en sus casas, mientras sus padres y madres trabajan.

La escuela no siempre consigue que los niños se hospeden; a veces, cuando el hambre aprieta, o la ignorancia se ensaña, los niños salen a cortar caña. Incrédulo le pregunto a la maestra y directora de primaria que me lo cuenta en el aula de preescolar, yo en la única silla para adultos, ella en la sillita para estudiantes: “¿Los niños de seis o siete años también van al corte de caña?”. “También”, reafirma. Y me reta: “¡Pregúnteles a los niños y todos ya fueron alguna vez!”.

Fotografía: Juan Carlos Yáñez

En México, según las cifras más recientes del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación, hay 326 mil niños y jóvenes hijos de trabajadores agrícolas migrantes, pero solo 49 mil van a la escuela, a escuelas precarias, materialmente pobres, con una pedagogía pobre y con resultados no siempre alentadores respecto al currículum, pero con maestras comprometidas como Alejandra y Claudia, Tita y Karen.

Muchas veces leí a Pablo Gentili en un paisaje que se me grabó en la piel hace varios años: para millones de niños en América Latina, la experiencia de la infancia es la vivencia del hambre. Hoy puedo ampliarlo: para estos niños migrantes, para miles de niños en México, la experiencia de la infancia es la vivencia del trabajo y el hambre.

Esa fría mañana, cuando ya el sol calentaba un poco los cuerpos, los niños, algunos sin abrigo, jugaban afuera de las aulas; separé a Jesús Manuel, uno de los más altos y fuertes, con bigote ya visible en su piel tostada. Quería entrevistarlo. Empecé y al instante nos vimos rodeados.

Fotografía: Juan Carlos Yáñez

-¿Te gusta la escuela?
-Sí.
-¿Por qué te gusta la escuela?
Otra voz intenta responder, calla, y Jesús Manuel contesta:
-Porque aquí juegan todos los niños.
-De las materias, ¿qué te gusta?
-Todas.
Le insisto, -¿cuál te gusta más?:
-Matemáticas.
-¿Por qué matemáticas?
No contesta. Sonríe nervioso y se esconde entre sus compañeros, más pequeños, los abraza como pidiendo tregua. Lo entiendo y abro la pregunta al grupo.
-¿Hasta dónde piensan estudiar?
Dudo de la claridad de la pregunta y se les explico: ¿quieren terminar la primaria, luego ir a la secundaria, llegar a la universidad? En la multitud una voz masculina responde: yo no. Jesús Manuel dice que quiere ir a la universidad.
-¿Qué te gustaría estudiar?
Silencio. Cambio la pregunta: -¿Qué te gustaría ser de grande?
Él y otros niños se enganchan. “Bombero”, dice Jesús Manuel. Le pregunto a otro niño: “Policía”. Se llama Bryan y entra el quite de su amigo. Otros niños dicen lo mismo, quieren ser policías. Uno más quiere ser vigilante en la cárcel. Policías, a eso aspiran. Jesús Manuel se arrepiente: ya quiere ser policía, como sus amigos.
-¿Por qué quieren ser policías?
-Porque los policías atrapan a los ladrones, dice uno pequeñito.

En el grupo sobresale una niña, Rosa. Ella no espera la pregunta, valiente y segura habla: “Yo voy a ser estudiante pa’ todas las escuelas”. Quiere ser licenciada (abogada, en el habla popular). Es la única niña que se acerca al grupo de amigos de Jesús Manuel, la única que se atreve es, tal vez, la única que logre cumplir sus sueños de ser licenciada.

Fotografía: Juan Carlos Yáñez

Imagen y Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/02/07/suenos-de-ninos-migrantes-mexicanos/

Comparte este contenido:

Tiempo no escolar, tiempo ¿libre?

Por: Xavier Besalú

Un tiempo en que los aprendizajes pueden ser realmente profundos y relevantes, donde el crecimiento personal a todos los niveles –que eso es la educación– puede ser sumamente intenso.

El tiempo no escolar no es –no debería ser- tiempo no educativo, tiempo vedado al aprendizaje, sino un tiempo en que los deseos, los intereses, las aficiones personales, pasaran a un primer plano. Un tiempo reservado en primera instancia a la propia persona y a la relación con los demás, especialmente con aquellos con los que hayamos establecido vínculos satisfactorios. Un tiempo en que los aprendizajes pueden ser realmente profundos y relevantes, donde el crecimiento personal a todos los niveles –que eso es la educación– puede ser sumamente intenso.

Probablemente no exista una pedagogía específica para educar en el tiempo libre, aunque tal vez sí existan algunas situaciones y aspectos con un potencial y unas posibilidades distintas a las que son habituales en la escuela.

Es tiempo para confrontarse con uno mismo, para el tanteo experimental, para la duda, para la reflexión, para conocerse y aceptarse a sí mismo, justamente porque se presenta abierto y hasta cierto punto desconocido y nuevo.
Es un tiempo en que las relaciones interpersonales pasan a un primer plano, donde se ponen en juego las propias actitudes y valores, donde no se discute la necesidad de dialogar, negociar y acordar. Esta relación en primera persona, cuando la digitalización ha desdibujado tiempos, espacios y realidades, resulta ser una oportunidad de primera categoría. También para entrar en contacto con identidades y personas muy diferentes a nosotros –por capacidad o incapacidad, por sexo o género, por clase social, por aspecto, por religión, por origen, por ideología…–, una ocasión de oro para vivir y experimentar el conflicto, un verdadero entrenamiento para aprender a vivir y a convivir.

Si hablamos de educación en el tiempo libre, quiere decir también que nos referimos a un tiempo y un espacio organizados y supervisados por algún tipo de institución u organización. Cuando la desregulación es la consigna, cuando casi todas las organizaciones viven momentos críticos, cuando cualquier tipo de imposición no consensuada es vista como una intromisión inadmisible, este tiempo libre regulado acaba siendo un valor en sí mismo, una garantía de estabilidad y de continuidad, de seguridad y de bienestar, un mecanismo de regulación y tranquilidad que se agradece.

Una educación con sentido, que no renuncia a la aportación de referentes externos, de modelos, a niños y jóvenes que van haciendo su propio camino hacia la autonomía personal. Un entorno que los pone en contacto con personas que son en sí mismas un testimonio de vida, cuyo valor principal no es el de imponer nada, sino el de actuar como elementos de contraste, de imitación o de contradicción, de incitación a la toma de postura y a la clarificación personal, lejos de toda inhibición o indiferencia… Preservar y fortalecer la independencia individual es hoy un reto de primera magnitud frente a las influencias de toda la vida –singularmente las del grupo de iguales o de la publicidad tradicional, pero también de las tan insistentes y seductoras que provienen del mundo digital o de la masificación. El desarrollo personal no se produce nunca en el vacío, sino que se va construyendo día a día, en nuestras relaciones y acciones concretas, en un entorno de condicionamientos y constreñimientos que nos obligan a decidir entre opciones a menudo con claroscuros, donde el bien y el mal no son fácilmente distinguibles, en qué las consecuencias de nuestras decisiones y actos son hasta cierto punto imprevisibles.

A la educación en el tiempo libre le serían perfectamente aplicables las tres grandes reformas que proponían los alumnos de la escuela de Barbiana en su “Carta a una maestra”.

La primera: esta educación no puede ser excluyente. Todos los niños y jóvenes tienen derecho a gozar del tiempo libre. El reto es ahora mismo inconmensurable, porque muchos de ellos no tienen ni siquiera acceso a él. La mayor parte de las veces porque la oferta de educación en el tiempo libre es privada y, en consecuencia, de pago. ¿Cuántos niños –y sobre todo niñas- no hacen deporte porque las matrículas a pagar y las cuotas mensuales son inasumibles por parte de sus familias? ¿Cuántos adolescentes y jóvenes vagan por calles y plazas los largos fines de semana y en los periodos vacacionales sin nada que hacer, sin estímulos que les movilicen? ¿Cuántos se encierran en sus casas –por gusto o a la fuerza- enganchados permanentemente a su móvil o a su ordenador, saltando de sitio en sitio y adentrándose a menudo en canales y túneles absolutamente inadecuados, o sentados ante el inagotable televisor, que ofrece múltiples alternativas, muchas de ellas directamente deleznables? ¿No es llegada todavía la hora de que las administraciones públicas, por sí mismas o a través de las entidades del tercer sector, se ocupen de ello?

La segunda: necesitamos extender el tiempo educativo, porque el tiempo estrictamente escolar es insuficiente sobre todo para los pobres, para los que no cuentan con unos padres preocupados por la formación y el desarrollo integral y armónico de sus hijos o que no disponen de los recursos, la voluntad o el tiempo suficientes para hacerlo. Es insuficiente para adquirir las que se consideran competencias básicas y para lograr en un grado suficiente los que son los grandes objetivos de la escuela obligatoria. Tanto la comunicación lingüística, como la audiovisual, la matemática y la digital, necesitan ponerse en juego más allá de la escuela. Por no hablar de la competencia artística, la cultural, la social y la ciudadana, tan poco valoradas y desarrolladas en los centros escolares… La autonomía e iniciativa personal, la interacción con la naturaleza, el aprender por sí mismo, sin notas ni controles externos, necesitan ponerse en juego en las espacios abiertos, en las zonas ambiguas, en los tiempos libres…

Y la tercera: todos deben encontrar un sentido a su vida, a la actual y a la futura. Es la condición necesaria para esforzarse, para resistir, para progresar, para no dejarse llevar por el todo vale, por el “a mí qué me importa”, por el laxismo o por la ley del más fuerte.

En Barbiana lo tenían claro: todos necesitamos un fin suficientemente honesto y grande y que sea válido para cualquier persona humana, decían. Y que no es otro que el de ejercer plena y conscientemente la soberanía personal para tomar decisiones, para actuar en bien del prójimo, “contra vosotros, los clasistas, contra el hambre, contra el analfabetismo, el racismo y las guerras coloniales”. ¡Ahí es nada!

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/02/11/tiempo-no-escolar-tiempo-libre/

Comparte este contenido:

Polémica en Túnez por la aplicación de pruebas anales a menores

África/Túnez/07 Febrero 2019/Fuente: El país

Se sospecha que 42 niños podrían haber sufrido abusos en un escuela coránica

Comparte este contenido:

Medioambiente y escuela solo se entienden hoy en clave de sostenibilidad

Por: Carmelo Marcén

Las palabras que expresan ideas grandiosas deben manejarse con cuidado y respeto; de otra forma se deprecian para siempre. Una palabra como medioambiente puede acumular significados, por su simple concepto o por el uso; esconder en sí misma múltiples relaciones. En más, si muchas personas la pronuncian con la misma intención y tono, si se cultiva con amor y destreza, llega a provocar emociones, deseos y argumentos de vida a quienes la usan o la combinan acertadamente con otras similares; quienes en ella creen no dudan en expandirla entre los que les rodean e incluso más allá, porque el futuro les preocupa. Así ha pasado en las ocasiones en las que la escuela ha dejado que entrase en ella; hecho que afortunadamente sucede más en las últimas décadas. De esa forma, mientras disfrutaba de acogimiento en las aulas, y casi sin que nadie se diese cuenta, se ha encontrado con otra palabra grandiosa: que expresa una idea nueva, reciente aunque vieja en sus argumentos, inabarcable para algunas personas y docentes y fundamento de vida para cada vez más gente; esa idea creciente afortunadamente es sostenibilidad.

Por su modernidad, y por el incorrecto uso que de ella se hace, se ve sujeta a interpretaciones difusas; va de un lado a otro del lenguaje político y ciudadano sin quedarse en convicciones concretas, quizás es complicada de entender bein. ¡Ojalá encuentre su acomodo en la escuela; allí convertirá a esta institución en espacio ambiental y socialmente posible. Al mismo tiempo, la animará a enseñar el medioambiente –el profesorado se verá interpelado- y lo hará en clave de inquieta búsqueda de espacios y tiempos acordes con el maremágnum que se nos viene encima a diario. Ese complejo caos que provocan las incertezas –cambio climático y fenómenos asociados, migraciones, salud ligada a contaminación, desigualdades de generación territorial, etc.- lo sufrirán o disfrutarán dentro de unos años los chicos y chicas que ahora conviven en las aulas de la enseñanza obligatoria.

Para llamar a la sostenibilidad escolar nos hemos decidido a escribir Medioambiente y escuela para la editorial Octaedro. Es un librito de poco más de 100 páginas, lleno de preguntas y con algunas respuestas; unas y otras siempre abiertas y formuladas más en clave de estrategias metodológicas secuenciadas que de recetas de efectos seguros. En sus páginas se reflexiona sobre la existencia o no de una serie de saberes ambientales que tengan carácter universal porque, claro, la escuela necesita enseñar algo para que el alumnado aprenda. Pero esos saberes son complejos, cambian con el tiempo como lo hace cada sociedad.

Ahora mismo, la escuela puede ser un laboratorio de participación en torno a lo que es la vida, a cómo las sociedades han llegado a ser ecosociales, a debatir de qué forma se puede mitigar las complejas problemáticas ambientales o compartir si simplemente nos queda adaptarnos a ellas. Para lograrlo, debe llevar a cabo una revisión crítica de sus currículos, una buena parte de ellos obsoletos y marcadamente epistemológicos. Además, la escuela debe ser en sí misma sostenible, como institución formada por personas que se relacionan con distintos intereses: la gestión de los recursos, la generación de residuos, el uso de la energía, los planes de movilidad que aconseje al alumnado y al profesorado, etc. En el libro hay pistas para esa doble intención.

Han pasado más de 40 años desde que las cuestiones de la naturaleza llamaron a las puertas de las escuelas; se puede decir que entraron en ellas. Alguien opina que el camino ha sido largo y el recorrido demasiado corto. Es por eso que en el libro se habla brevemente del pasado ambiental escolar pero sobre todo se centra en mirar de forma crítica el presente e imaginar el futuro de un momento ecosocial extremadamente complejo: viejas problemáticas ambientales que se intensifican, sin duda ayudadas por otras nuevas que emergen con una rapidez que no nos da tiempo ni a entenderlas. La interacción de ambas nos reduce certezas y nos sume en continuas incertidumbres; de ambas debe hablar el alumnado con fundamento razonado, para resolver cómo y dónde participa en mitigar los efectos o adaptar su vida a la nueva dinámica ambiental.

El camino de adaptación se recorre con el alumnado de forma pausada, aunque haya que actuar con rapidez en algunos casos. En el libro se habla de cómo se ayudan o interfieren el conocimiento cotidiano de los sucesos o tendencias ambientales con el conocimiento escolar, demasiado estático y escasamente crítico en sus planteamientos; de lo que se trata realmente es de rescatar la posible trascendencia de la escuela en la mejora o el deterioro del escenario ambiental y social, y de sus múltiples expresiones.

El librito no se olvida de proponer pequeñas prácticas educativas en torno a un blog escolar sobre medioambiente, al cambio climático, a la ecoauditoría energética, al ciclo de vida de los productos y la gestión de residuos generados, a proponer visitar virtuales a espacios naturales o singulares, a analizar la incidencia de la contaminación en la salud urbana, a la relación entre migraciones masivas y percepción del medioambiente global que tiene su expresión en la ciudadanía sin fronteras, a la irrupción de plásticos en nuestras vidas y su incidencia en la calidad de los entornos naturales y la salud; entre otras propuestas. Para ello aporta estrategias metodológicas diversas, en las que prima la participación, el debate y la búsqueda de soluciones compartidas; que es una buena forma de adquirir/construir compromisos.

Quienes utilicen el libro para inspirar su quehacer pedagógico, nunca olviden que, al margen de un buen o mal material sobre la sostenibilidad, cuentan los liderazgos y en la escuela el profesorado tiene mucho que decir y, sobretodo, hacer. Y siempre tengan presente que cuando se crea disponer de todas las respuestas a las problemáticas socioambientales, después de un trabajo bien hecho, seguro que aparecerán nuevas preguntas; eso es el diálogo vivo entre medioambiente y escuela: (en)clave de sostenibilidad.

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/ecoescuela-abierta/2019/02/01/medioambiente-y-escuela-solo-se-entienden-hoy-en-clave-de-sostenibilidad/

Comparte este contenido:

Podcast nº13 – Cita Educacional – Formación de profesores (Audio)

Chile / 3 de febrero de 2019 / Autor: Cristian Orozco V. / Fuente: Spreaker

 

Reproductor de audio

 

Hola a todos. En este episodio número 13 del podcast leo una cita del libro «Escuelas Creativas» de Ken Robinson sobre cómo deberían ser formados los futuros profesores.

Como siempre, les dejo los enlaces a mis redes sociales:

Twitter:
www.twitter.com/profe_cristian

Email:
cristian.orozco@gmail.com

Instagram:
profe_cristian

 

Fuente:

https://www.spreaker.com/user/profe_cristian/13-cita-educacional-formacion-de-profeso

ove/mahv

 

 

Comparte este contenido:
Page 44 of 98
1 42 43 44 45 46 98