América del sur/Colombia/07 Marzo 2019/Fuente: Semana
El excoordinador de la Misión de Sabios de 1994, Carlos Eduardo Vasco, planteó, a través de una carta abierta, cinco puntos por los cuales cree que esta Misión fracasará.
Carta abierta sobre la nueva Misión de Sabios al Sr. Presidente, a la Sra. Vicepresidenta, a los 43 miembros de la nueva Misión y a todos los académicos y académicas del país, del comisionado coordinador de la antigua Misión de Sabios, Carlos Eduardo Vasco Uribe.
Estimado Sr. Presidente, apreciada Sra. Vicepresidenta, queridos miembros de la nueva Misión de Sabios y colegas académicos y académicas:
Dejé pasar 20 días desde aquel memorable jueves 8 de febrero en el Jardín Botánico, fecha de la cual ya no quisiera acordarme, para darme el tiempo de “contar hasta diez” dos veces antes de enviarles esta misiva, profundamente sentida, tal vez insolente por demasiado sincera y muy probablemente impertinente, defectos de los cuales les pido de antemano me excusen con mucha empatía por encontrarme ahora avanzando lentamente por el noveno piso de mi vida, a mis 81 años de edad, ya por encima del bien y del mal.
Las trivialidades de la convocatoria
Todavía no puedo creer lo que viví el jueves 8 de febrero en el Jardín Botánico. Recuerdo claramente el día 24 de julio del año pasado, hace ya siete meses. Nos reunimos en la sede de la Academia Colombiana de Ciencias tres antiguos comisionados de la antigua Misión de Sabios, Eduardo Posada, Fernando Chaparro y yo, su antiguo comisionado coordinador, y los presidentes de la Academia de Ciencias y del Colegio de Academias.
Agradecimos mucho al entonces Sr. Presidente electo que nos aceptara sin tardanza nuestra invitación a conversar con él y con la Sra. Ministra de Educación, recién nombrada y aún no posesionada, sobre la posible convocatoria de una nueva Misión de Sabios. Grande fue mi alegría e ilusión ese día, en el que, después de 25 años, parecía resurgir de su tumba oscura la primera Misión, y parecía que el informe “Colombia, al filo de la oportunidad” iba a tener una segunda.
Pero, después de seis meses de silencio total, ese jueves 8 de febrero en el Jardín Botánico, a las nueve de la mañana del día de la instalación de la nueva Misión, nos enteramos tres de los antiguos comisionados que habíamos sido excluidos de la misma y, eso, por parte de uno de los acomodadores.
Tres de mis colegas de la antigua Misión de Sabios, el Dr. Rodolfo Llinás, el Dr. Eduardo Aldana y el Dr. Fernando Chaparro, estábamos esperando la llegada del Sr. Presidente para la inauguración, conversando sentados en la segunda fila de las sillas, cuando el acomodador llegó con el Dr. Eduardo Posada. Le pidió al Dr. Llinás pasar con él a la primera fila, y nos indicó a los otros tres que nos sentáramos unas filas más atrás, pues esas sillas estaban reservadas para los comisionados.
Al decirle que nosotros tres también éramos comisionados, releyó su lista y nos confirmó que no figurábamos en ella. Nos pasamos para la cuarta fila, y al empezar a llegar los otros 40 comisionados, nos volvió a pedir levantarnos de allí y pasar al lado izquierdo de la sala. Solo entonces nos dimos por enterados.
Según nuestras expectativas, que creí que eran acuerdos, el entendimiento inicial en la reunión del 24 de julio y en los primeros documentos que entregué al Dr. Enrique Forero, era que a cada uno de los seis o siete comisionados de la antigua Misión que aceptáramos seguir colaborando con la nueva nos nombrarían una persona más joven de nuestra confianza como nuevo comisionado para seguir llevando nuestra antorcha, y que se escogerían unas diez o quince personas más con los criterios muy loables de presencia internacional, de mayor participación femenina y de personas que vivieran fuera de la capital.
Tanto la Dra. Ángela Restrepo como yo enviamos algunos nombres de la persona que podría acompañarnos y de otros candidatos más, como sugerencias a la Sra. Vicepresidenta, a quien el Presidente Duque había encargado por decreto de la organización de la nueva Misión, a través del Dr. Forero, presidente de la Academia y del Capitán Ariza, pero nunca recibimos ninguna consulta, pregunta ni respuesta, a menos que pueda considerarse como tal la respuesta tajante del acomodador de marras.
No esperaba yo de dama tan bien educada este tratamiento, y aunque por algún motivo pudiera tal vez explicarse su conducta con nosotros los tres comisionados varones, no veo cómo justificarla con la Dra. Ángela Restrepo, quien estaba presente virtualmente ese día jueves, y quien, por supuesto, no se atrevería jamás a quejarse, como sí me atrevo yo a cometer tal atrevimiento.
2. Las infortunadas coincidencias con el Bicentenario
Es verdad que no se le puede pedir mucha profundidad de memoria histórica a tan joven Presidente, pero no puedo pasar por alto recordar ahora que hace precisamente 200 años, en la reconquista española de nuestra patria de 1815 a 1819, Morillo y Sámano estaban fusilando a nuestros pocos sabios sobrevivientes de la Expedición Botánica.
Por ello me impresionó mucho, tal vez indebida pero inevitablemente, que en este bicentenario de la independencia y la república se nombrara a una persona de nacionalidad española para coordinar a los nuevos sabios de Colombia. No es culpa de ella, por supuesto.
Esto sería simplemente una infortunada coincidencia, si no me asaltara al mismo tiempo la comparación con otros recientes nombramientos en otras comisiones de memoria o falta de ella, y por lo tanto no puedo disimular mis encontrados sentimientos. Me refiero a la ausencia de la dimensión histórica en la nueva Misión y en quienes la convocaron.
Obviamente parece que el gobierno y el partido de gobierno no consideran la historia como ciencia, sino como herramienta de indoctrinación y control, al tiempo que proponen un proyecto en el congreso para penalizar a los maestors que señalen a sus estudiantes las dimensiones críticas, éticas y políticas de la historia. Una Misión sin historia no es misión.
Por ello entiendo y me parece apropiado, como lo hicieron los profesores de historia de la Universidad Nacional, pedirle a Darío Acevedo su renuncia, y si no renunciare, pedirle al Sr. Presidente la revocatoria de su nombramiento. Me uno a ellos.
Entiendo, pues, y hasta me alegro ahora de que nuestro antiguo comisionado, Marco Palacios, no hubiera querido formar parte de la nueva, y no veo en ella ningún colombiano que tome su lugar. Por más que, afortunadamente, se nombró al Dr. Johan Schot, no creo que su especialidad en la historia de la tecnología le permita llenar ese vacío.
Tal vez este alejamiento de la historia no ocurra por culpa del Sr. Presidente ni su Vicepresidenta, sino por ciertos expresidentes, congresistas, y partidos antidemocráticos que comparten con Torrijos o Acevedo, con Plinio Apuleyo o José Obdulio, esa extraña enfermedad degenerativa que llamo “amnesia doble”: no tienen memoria ninguna de los discursos y argumentos que hace pocos años esgrimían tan elocuentemente contra el capitalismo, y parecen haber olvidado totalmente que hubiera habido algún conflicto social y político en Colombia en los últimos 50 años.
No se acuerdan tampoco de los millones de víctimas ni de los falsos positivos, pero sí estoy seguro de que recuerdan algo, porque ellos también se declaran víctimas de los “sicarios morales” que alguna vez los criticamos y quieren ahora impedir a toda costa el trabajo de la Comisión de la Verdad y el de la Justicia transicional. No entiendo cómo se convoca una Misión a espaldas de nuestra historia.
Por supuesto, todo esto no quiere decir nada negativo sobre la persona misma de la nueva coordinadora, la Dra. Cristina Garmendia, muy sabia, exitosa e inteligente exministra del gobierno español. Su nombramiento es un acierto. Estoy seguro de que no solo no tomará ella a mal mi ambigua nota histórica, sino que se sentirá muy estimulada y obligada a hacer todo lo posible para apoyar a los otros 42 comisionados en el éxito de esta nueva Misión, así sea por resarcir en algo a nuestra patria de lo que otros gobiernos anteriores hayan podido hacer tan mal (no me refiero al gobierno del presidente Santos sino al del Rey Fernando VII).
Es claro que yo mismo, por mi edad y mi estado de salud, no podría de ninguna manera coordinar a tantos sabios, ni hubiera aceptado ese nombramiento, pues con solo nueve ya me quedó otrora bien difícil. No creo ni siquiera haber podido colaborar con los actuales durante diez meses y, por eso, en esta carta no quiero que se tome nada como resentimiento personal o egolatría (aunque confieso que la tengo, pero no creo que influya en este escrito).
Ya hablé con la Dra. Cristina, quien me sedujo a primera vista (en el buen sentido de la palabra), y le entregué personalmente la antorcha de la antigua Misión: el informe “Colombia, al filo de la oportunidad”. Le manifesté mis mejores augurios para una exitosa coordinación y mi disponibilidad, que ahora le renuevo, para ayudarla en lo poco en que pueda asesorarla, por más que después de esta carta, cualquier ayuda mía más bien la perjudique.
3. La relación con el Plan Nacional de Desarrollo
Debo confesar públicamente que tampoco se cumplieron las expectativas ni las propuestas, que creíamos que eran acuerdos entre los que estuvimos presentes en esa reunión inicial en la Academia respecto a la convocatoria de la nueva misión de sabios. Como dije arriba, ese día acordamos convocar la nueva misión para asesorar al Sr. Presidente en la formulación de políticas públicas para su gobierno y de políticas de Estado por otros 25 años. Sentí mucha alegría con su decisión de acoger esa propuesta lo más pronto posible.
La misma Sra. Ministra de Educación, recién nombrada aunque todavía no posesionada, le indicó al Sr. Presidente la necesidad de reunirnos pronto, ojalá comenzando en ese mes de agosto mismo, para revisar las conclusiones de la antigua Misión que estuvieran aún vigentes y lograr que quedaran de una vez integradas al articulado del Plan Nacional de Desarrollo que el nuevo gobierno debía elaborar en los seis meses siguientes, desde agosto del año pasado hasta enero de este año, y presentarlo al Congreso para su aprobación.
La misma Sra. Ministra le recordó que las recomendaciones que no se integraran al articulado del Plan de Desarrollo, tanto en educación como en ciencia y tecnología, tendrían que esperar otros cuatro años para llevarse a la práctica.
Es claro que fue culpa mía haber creído que el presente gobierno estaba inclinado al cumplimiento de acuerdos, y mucho menos en este caso, en el que ni siquiera eran acuerdos. Pero, de todas maneras, me siento obligado a confesar públicamente mi sorpresa mayúscula cuando me llegó la convocatoria para la inauguración de la nueva Misión el jueves 8 de febrero en el Jardín Botánico cuando se anunció al mismo tiempo para el día anterior la radicación en el congreso del Plan Nacional de Desarrollo.
Quedaron así mis colegas de la nueva Misión en la misma triste condición que nosotros con la antigua, condenados de nuevo a que los ocho documentos de propuestas y las recomendaciones globales que se entreguen al país dentro de diez meses se queden de nuevo en los anaqueles, esperando tal vez una tercera oportunidad en el Plan Nacional de Desarrollo del gobierno siguiente dentro de cuatro años. Y anoto, con temor, que, si el gobierno siguiente lo va a encabezar el Dr. Holmes Trujillo, tendrían que esperar ocho.
4. La exclusión de la educación
Me extrañó más todavía, especialmente por lo orgullosos que nos sentíamos del nombre y del informe de nuestra antigua Misión: Ciencia, Educación y Desarrollo, y por haber empezado a organizar la nueva Misión con la Sra. Ministra de Educación para poner en el centro de los nuevos documentos las recomendaciones sobre la educación, notar ahora que precisamente todos los aspectos y personas de la educación hubieran desaparecido de la nueva Misión y prácticamente también del articulado del Plan de Desarrollo.
Afortunadamente, dos de los coautores de un celebrado informe sobre la educación, Guillermo Perry y Sandra García, me ahorran páginas de análisis. Indican ellos que solo se plantean en el nuevo Plan de Desarrollo algunas metas de aprendizaje para el grado 11, y no para los demás grados de básica y media y que no hay metas para las áreas específicas. De los 73 artículos que quedaron en el pacto por la equidad, solo 4 son de la “subsección” de educación y solo uno de los 4 artículitos se relaciona con la calidad de la educación básica y media, y eso solo para el mejoramiento de infraestructura.
¿Dónde están las principales metas de la antigua Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, casi todas orientadas a la educación? ¿Dónde está la planeación y la garantía de financiación de los acuerdos logrados en diciembre con los maestros, con los estudiantes universitarios, sus profesores y rectores? No encuentro nada en el Plan de Desarrollo ni en el encargo a los comisionados de la nueva Misión ni en las personas seleccionadas para ella.
Fue nadie menos que el mismo Premio Nobel Serge Haroche, nombrado ese día como nuevo comisionado, quien le tuvo que recordar al Sr. Presidente al día siguiente de la instalación que lo más importante para impulsar la ciencia y la tecnología en un país en desarrollo es la educación. Lástima que tampoco tuvo tiempo el Sr. Presidente para haberse quedado a escuchar el discurso de aceptación por parte del Dr. Wasserman, en el que él hizo también el debido énfasis en la educación en todos sus niveles.
¿Se excluyó al MEN, a la Comisión Académica y a la Comisión Gestora de la conformación del Plan Decenal de Educación, tanto de la elaboración del articulado del Plan de Desarrollo como de las decisiones sobre las temáticas y sobre todo sobre los miembros de la nueva Misión de Sabios?
Francamente, aunque es claro que sí hay una despreocupación real por la educación en buena parte del gobierno y en todo el partido de gobierno —ojalá no en el Sr. Presidente mismo y ciertamente no en la Sra. Vicepresidenta— la realidad es que no nombraron a nadie relacionado con la educación en la nueva Misión ni insertaron ninguna de las propuestas de la antigua en el articulado del Plan, excepto tal vez los consabidos saludos a la bandera en la retórica introductoria del documento, en la que me extrañó también el inusitado elogio nominal a un personaje nefasto para la ciencia, la educación y la paz.
Se desatendió también la propuesta de involucrar a la Academia Colombiana de Pedagogía y Educación, y la sugerencia de nombrar en la nueva Misión a su presidente, el Dr. Rafael Campo, cuya amplia visión de la educación debería tenerse especialmente en cuenta por ser él invidente.
Infortunadamente, no se me ocurre ningún otro criterio que se hubiera tenido en cuenta para excluir a los antiguos comisionados más directamente relacionados con la educación, como a Ángela Restrepo, a Eduardo Aldana, a Fernando Chaparro y a mi. No es grave el caso de Fernando ni el mío, pero sí siento muchísimo que se haya excluido a la Dra. Ángela Restrepo por haber sido ella quien había ofrecido avanzar en una propuesta específica sobre enseñanza de las ciencias y preparación de docentes, y más que todo, que se haya desechado al Dr. Eduardo Aldana con su propuesta sobre los Institutos regionales “Innovar” para cada departamento (y a mediano plazo para cada cuenca hidrográfica), la propuesta más valiosa de la antigua Misión de sabios para la educación secundaria, media y terciaria en el sector rural. No somos las personas: es la educación.
Siento pues tener que decir que la educación desapareció del todo en la convocatoria de la nueva Misión de ciencia, tecnología e innovación, y casi totalmente del articulado del Plan de Desarrollo. No es pues, ni de lejos, la nueva Misión una continuación y perfeccionamiento de la antigua. Es más bien el entierro de tercera de la sección más importante del informe “Colombia al filo de la oportunidad”, en el que esta lápida funeraria le cambia totalmente el sentido a aquella frase del Maestro Gabo sobre la educación: que debería ser “una educación desde la cuna hasta la tumba”. Pero no esta tumba…
Me temo ver pronto de nuevo en las calles a los maestros, a los estudiantes de educación media, a los estudiantes y profesores universitarios, esta vez también con sus rectores, exigiendo el cumplimiento de todos los acuerdos de diciembre y la reinserción de la educación en el centro de todas las políticas de Estado y de gobierno.
5. La contradicción entre políticas de gobierno y políticas de estado
Finalmente, lo que me tiene más apesadumbrado es que después de redactado el Plan Nacional de Desarrollo no haya en este momento ya lugar para que la nueva Misión pueda formular políticas para este gobierno, sino solo algunas políticas de Estado a largo plazo. Así intentamos hacerlo hace 25 años en la antigua Misión, con la intención de que nuestras conclusiones comprometieran a futuros gobiernos. Lamentábamos expresamente que en Colombia solo hubiera políticas de gobierno y de ministro, pero no políticas de Estado.
Pero hay aquí una contradicción fundamental, para mí insoluble. En los últimos meses del año pasado y los dos primeros de este año, el Sr. Presidente, varios de sus ministros y todo el partido de gobierno han estado proclamando a todo el mundo civilizado el incumplimiento de muchos compromisos que, como Estado colombiano, deberíamos cumplir, con la excusa de que habían sido firmados por gobiernos anteriores.
No faltaría ya, Sr. Presidente, sino que otro de sus ministros decidiera no pagar los próximos vencimientos de la deuda externa por haber sido esta contraída por gobiernos anteriores.
Siento decirles, Sr. Presidente y Sra. Vicepresidenta, que en esas condiciones yo me sentiría moralmente impedido para asesorar a su gobierno en la elaboración de políticas de Estado. Menos mal no me nombraron ustedes en la nueva Misión, para evitarme el penoso incidente de tener que rechazar mi postulación. Si acaso la hubiera aceptado antes, ahora tendría que decir que yo sí siento una incompatibilidad moral que me obligaría ahora a renunciar a una Misión que no fuera de educación, que tuviera memoria histórica de la antigua ni aceptar su diferenciación entre políticas de gobierno y políticas de Estado.
Espero, eso sí, que mis colegas de la nueva Misión no sientan tan profundamente como yo esta incongruencia que ahora siento y continúen pacientemente con su trabajo de elaborar políticas de Estado para un próximo gobierno, a pesar del fundado temor de que el siguiente no acepte nada de lo elaborado en el presente.
Propongo pues a los 43 comisionados que sigan calladamente su tarea de formular políticas de Estado a largo plazo, pero sin entregar ningún documento hasta que el Sr. Presidente no se posesione realmente como Jefe de Estado, como rector y representante responsable del Estado colombiano, no de un partido antidemocrático y unos votantes engañados.
Siento decirle, Sr. Presidente, que no por culpa suya sino más bien de cierto partido de extremo centro, de cierto senador ya tristemente célebre y de cierto expresidente conocido de autos, usted no se ha posesionado todavía como Jefe de Estado sino como jefe de gobierno, y de un gobierno que no reconoce obligaciones del Estado, como para nuestra vergüenza nos lo han tenido que reprochar públicamente los gobiernos de Alemania, de Noruega y de Cuba.
No veo que haya rechazado usted, ni su embajador, ni sus ministros con toda la contundencia requerida que cualquier Mister Bolton mande 5000 soldados a Colombia sin ni siquiera consultarlo con usted, con su embajador en Washington ni con su ministro de relaciones exteriores. Humillar así a un país no es asunto para risas y bromas con regalitos de bloques amarillos.
Lamento decirle Sr. Presidente, que en mi no muy humilde opinión, usted no se ha posesionado todavía como Jefe de Estado de la digna y altiva República de Colombia, sino solo como mayordomo de la finca de cierto expresidente, que resultó ser, como lo temíamos, una plantación colonial más de los Señores Trump, Pence y Bolton, amenazando así con revertir otra vez 200 años de la tenue independencia de nuestra república.
Posesiónese usted, Sr. Presidente, como Jefe del Estado soberano de Colombia; autojuraméntese si es necesario, como está de moda, como se lo pidió Daniel Samper Ospina; pero yo no se lo digo en broma, sino con toda la seriedad del caso: no permita que ni cierto senador, ni cierto expresidente, ni cierto partido antidemocrático quieran reducirlo a manejarles la finca a los señores Trump, Pence, y Bolton, y menos todavía, exigiéndole que se ofrezca a administrarles también la finca vecina.
Si por fin en algún momento de este año logra usted posesionarse como Jefe de Estado y no solo de gobierno, y empieza a comprometerse a mantener en alto el honor de Colombia ante los países civilizados, especialmente ante Alemania, Noruega y Cuba y a excusarse ante ellos, jurando cumplir todos los compromisos de Estado adquiridos por los gobiernos anteriores, tendremos alguna oportunidad de que las políticas de Estado que acuerden los nuevos comisionados sean respetadas y seguidas por los gobiernos posteriores.
Si así, como lo espero, sucediere en algún momento de este año, podrán con tranquilidad los 43 comisionados continuar su difícil labor de elaborar a conciencia esas políticas de Estado, no de gobierno y menos de ministro. Termino pues pidiéndole y animándole a hacerlo cuanto antes: Sr. Presidente, asuma usted su misión histórica de ser nuestro Jefe del Estado colombiano. Dios y la Patria os lo demandan; que Él y Ella os lo concedan.
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Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/criticas-del-excoordinador-de-la-primera-mision-de-sabios-al-presidente-duque/603741