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Aprender a vivir y servir

Por: Antonio Pérez Esclarín

n estos días en que estrenamos nuevo año, quiero insistir en que el verdadero objetivo de toda educación, y en consecuencia la tarea esencial de padres y educadores, es enseñar a vivir con autenticidad, a ser dueños de la propia vida, para convertirla en don y servicio a los demás.

La vida es un don maravilloso que nos fue dado graciosamente, como el más sublime de los regalos. Nadie pudo elegir nacer o no nacer, ni tuvo la posibilidad de escoger su forma física, su tamaño, el color de sus ojos, los tipos de su inteligencia. Tampoco pudo seleccionar a sus padres, ni el país donde nacer ni el tiempo histórico. Todos nacimos en una determinada matriz cultural que marca lo que somos y hacemos, lo que pensamos y creemos. Somos hijos de una familia concreta y de un país que debemos conocer, querer y servir. Somos únicos e irrepetibles y debemos asumir la vida con asombro, agradecimiento y humildad.

Nos dieron la vida, pero no nos la dieron hecha. Los seres humanos somos los únicos que podemos inventarnos a nosotros mismos e inventar el mundo. Como repetía Paulo Freire, la educación tiene sentido porque los seres humanos somos proyectos y podemos tener proyectos para el mundo. El futuro no es sólo porvenir, es sobre todo por-hacer. Los seres humanos somos creadores de nosotros mismos; la vida es un viaje y cada uno decide su destino. Podemos vivir dando vida o aplastando la vida. Por ello coexisten los santos y los criminales, personas dispuestas a matar y personas dispuestas a dar la vida por salvar a otros.

Enseñar a vivir plenamente es enseñar a ser libres. Pero la libertad que es autonomía responsable y superación de caprichos y ataduras, se confunde cada vez más con su contrario: la total dependencia, la esclavitud al mercado, los caprichos, las seducciones o las órdenes. Por ello, cuanto más se llenan las personas de cadenas, más libres se sienten.

Hoy hace falta mucho valor para ser libre, para salirse del rebaño y levantarse del egoísmo y la sumisión al vuelo valiente de la autonomía y el servicio. De ahí la necesidad de una educación que forme la voluntad y enseñe el coraje, la constancia, el vencimiento, el sacrificio, valores esenciales para llegar a ser libres.

En un mundo que cada vez más nos va llenando de cadenas, la genuina libertad debe traducirse en liberación, en lucha tenaz contra todas las formas de opresión, dominación y represión. Sólo donde hay libertad, hay disponibilidad para el servicio que ayuda a los demás a romper sus propias ataduras. Ser libre es, en definitiva, vivir para los demás, disponibilidad total para ayudar a cada persona a desarrollar sus potencialidades y lograr su propia autonomía, combatiendo todo tipo de dependencia y sumisión.

Somos libres, en definitiva, para amar, para servir. Toda auténtica vida humana es vida con los otros, es convivencia. La persona humana es imposible e impensable sin el otro. Como decía Albert Camus, “es imposible la felicidad a solas”. Lo propio del ser humano, lo que nos define como personas, es la capacidad de amar, es decir, de relacionarnos con los otros buscando su bien, su felicidad. Por ello, sólo será posible convivir, es decir, vivir con los demás, si aprendemos a vivir para los demás, pues el servicio es la forma más auténtica de expresar el amor. Vivir como un regalo para los demás, vivir sirviendo siempre, vivir combatiendo todo tipo de dominación, manipulación  y explotación, es el medio privilegiado para encontrar la plenitud y la felicidad.

Fuente: http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/aprender-vivir-servir_634068

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Rosa Luxemburgo: pensamiento crítico y educación popular

Por: Zur Pueblo de Voces

En un nuevo aniversario de su asesinato, el politólogo argentino Hernán Ouviña analiza la trayectoria política y teórica de esta referente del pensamiento emancipador, en un recorrido que va “de la educación popular a la (auto)afirmación de las masas”.

Rosa Luxemburgo (1871-1919) fue una de las marxistas que, en tanto educadora popular, más esfuerzos destinó en favor de los procesos formativos como algo prioritario para la militancia. Paradójica y erróneamente, se la sigue caricaturizando como una “espontaneísta” que denostaba la teoría y la necesidad de la organización política, algo alejado por completo de su concepción revolucionaria. Desde sus primeros pasos como activista clandestina en su Polonia natal, hasta su destacado papel en el seno de la izquierda alemana y europea, siempre abogó por construir y dotar de centralidad a los espacios orgánicos y a los momentos del autoaprendizaje de las masas.

De hecho, al poco tiempo de sumarse a militar en Alemania es invitada a incorporarse en la escuela de formación del Partido Socialdemócrata por su experiencia en ese plano. Salvo en los diferentes interregnos que estuvo encarcelada, Rosa dedicó buena parte de su militancia diaria a esta tarea, a razón de cuatro veces por semana, desde 1907 hasta 1914 (momento en el que, como consecuencia de su agitación contra la guerra, sufrirá sucesivos y prolongados períodos de encierro en la cárcel). En los talleres y cursos que coordinaba por aquellos años, no permitía que se tomasen notas en el momento, ya que consideraba que era mejor que quienes asistían pudiesen seguir, sin interrupción y con la mayor atención posible, la dinámica de intercambio y exposición que orientaba a cada encuentro. “Uno no quiere simplemente repetir”, convertirse “en un fonógrafo”, sino “recoger material fresco para cada nuevo curso, ampliar, cambiar, mejorar”, que se fomente la discusión y “un tratamiento profundo de la materia mediante preguntas y conversación”, confesará en una de sus cartas.

Una parte sustancial de estas clases, en cuyos borradores Rosa trabajó para su publicación incluso durante los años que estuvo en la cárcel, fue editada póstumamente bajo el título de Introducción a la economía política, y vale la pena leer estos manuscritos porque no solamente desmitifica en ellos al pensamiento de los “sabios burgueses”, sino debido a que aborda de manera detallada -y hasta reivindica- las formas comunitarias de vida social existentes en la periferia del mundo capitalista, entre ellas las de los pueblos indígenas que aún perduran hoy en día en Nuestra América. Podemos imaginarnos lo que implicó que una mujer, polaca y judía ingrese como “profesora” en ese espacio construido y habitado casi de manera exclusiva por hombres, que además de subestimar la capacidad intelectual y política de las mujeres, en no pocas ocasiones reproducían los peores prejuicios antisemitas.

Hoy sabemos que la batalla de Rosa fue en varios frentes: contra el capitalismo como sistema de dominación múltiple, que además de intensificar la explotación de la clase trabajadora, exacerbaba el militarismo bélico y desplazaba su crisis hacia los países coloniales y la periferia global a través de la acumulación por despojo, pero también contra lo que Raya Dunayevskaya llamó “chauvinismo masculino”, que imbuía al propio partido en el que ella militaba, incluyendo a sus principales referentes teóricos y políticos, Karl Kautsky y August Bebel. Algunos de sus textos más disruptivos son producto de las querellas libradas contra las tendencias burocráticas al interior de la organización, que subestimaban de manera simétrica la capacidad de lucha y autoconsciencia de las clases populares. Uno de sus primeros escritos ¿Reforma o revolución?, constituye una brillante respuesta a las hipótesis reformistas de Eduard Bernstein, donde además explicita la centralidad del estudio y la discusión teórica: “no se puede arrojar contra los obreros insulto más grosero ni calumnia más indigna -dirá- que la frase ‘las polémicas teóricas son sólo para académicos’”. Es que para ella, como afirmará en una de sus cartas, “el socialismo no es precisamente, un problema de cuchillo y tenedor, sino un movimiento de cultura, una grande y poderosa concepción del mundo”, por lo que la disputa intelectual y la formación política tenían una relevancia ineludible.

Pero esto no significaba desmerecer las acciones militantes en la calle, sino por el contrario concebirlas, también, como profundamente formativas, en un ida y vuelta con la reflexión crítica. Huelga de masas, partidos y sindicatos, otro de sus libros más sugerentes, es un claro ejemplo de su concepción dialéctica de la realidad y del autoaprendizaje en torno a ella. A partir de la reconstrucción y análisis del proceso revolucionario vivido en Rusia en 1905, demuestra cómo la supuesta “espontaneidad” de las masas populares en las calles y barricadas de ese “bárbaro” país oriental, tenía mucho para enseñarle a la cómoda dirigencia socialdemócrata de Alemania e incluso al conjunto de Europa, respecto de cuál era el horizonte de lucha al que apuntar: “un año de revolución ha dado al proletariado ruso esa ‘educación’ que treinta años de luchas parlamentarias y sindicales no pueden dar artificialmente al proletariado alemán”, sentenciará en sus páginas más ardientes. Tal enfado generó este opúsculo escrito por Rosa, que la dirección de los adormecidos sindicatos alemanes decidirá destruir e incendiar la edición que esperaba ser difundida por esas tierras. Este texto en particular brinda una enseñanza vital en términos formativos, debido a que postula que la experiencia práctica, el aprender haciendo, resulta fundamental en el proceso autoeducativo de las masas en su caminar revolucionario.

En el contexto del desencadenamiento de la primera guerra mundial, Rosa utilizará su pluma -bajo seudónimos varios- como arma de combate y polémica contra las fuerzas nacionalistas que instaban al intervencionismo militar alemán en el conflicto bélico y advertirá sobre una disyuntiva civilizatoria que pasará a la historia como consigna de las causas populares a nivel mundial: “¡Socialismo o barbarie!”. Pero también tendrá oportunidad de realizar una lectura crítica de los primeros momentos del proceso revolucionario vivido en la Rusia soviética de 1917. Escrito entre rejas, el manuscrito Crítica de la Revolución Rusa resulta un texto clave no solamente para todo proyecto de formación política en cuanto a su método de análisis y autocrítica fraterna desde el marxismo, sino porque en él se explicita la centralidad que este tipo de propuestas adquiere en la transición al socialismo, e incluso antes de él. “El dominio de clase burgués -dirá Rosa sin medias tintas- no tenía necesidad de una instrucción y de una educación política de las masas populares, por lo menos más allá de ciertos límites muy estrechos. Para la dictadura proletaria, en cambio, ambas cosas constituyen el elemento vital, el aire, sin el cual no podría subsistir”. En efecto, la nueva sociedad implica la participación activa y consciente del pueblo, razón por la cual “la práctica socialista exige una completa transformación espiritual en las masas degradadas por siglo de dominación burguesa”. De acuerdo a la militante espartaquista, “la escuela misma de la vida pública, de la más ilimitada y amplia democracia, de la opinión pública”, es lo que iba a permitir el avance hacia un socialismo no burocratizado ni autoritario. Por ello concluirá afirmando que “la democracia socialista no comienza solamente en la tierra prometida”, sino que debe prefigurarse en el presente, ensayarse como proyecto formativo de autogobierno cotidiano.

Incluso en los momentos más duros y adversos, Rosa no temió ejercitar de manera fraterna y honesta la autocrítica, en aras de evitar un desencuentro cada vez mayor entre libertad e igualdad, algo que vislumbraba como peligro en la Rusia soviética: “La libertad sólo para los que apoyan al gobierno, sólo para los miembros de un partido (por numeroso que este sea) no es libertad en absoluto. La libertad es siempre libertad para el que piensa de manera diferente”, se atrevió a advertirles de manera premonitoria a los camaradas bolcheviques en uno de los párrafos finales de su manuscrito, donde a la vez denuncia la falta de canales de participación real de las masas y la ausencia de debate público en torno a los principales problemas que aquejaban al proceso revolucionario. Sin embargo, sus propios compañeros espartaquistas la regañaron y le sugirieron no difundir el escrito producido por ella en la cárcel, por miedo a que le hiciera “el juego a la derecha”.

A contrapelo, para Rosa el análisis autocrítico y (en caso de ser necesaria) la rectificación, constituían un ejercicio teórico-político ineludible, ya que según su convicción, flaco favor se le hace a los proyectos emancipatorios si la militancia se convierte en mera aplaudidora de sus virtudes y, “haciendo de la necesidad virtud”, omite sus contradicciones, ambigüedades, errores y flaquezas por temor a ser excomulgada o considerada “traidora”. Hay que asumirlo de una vez por todas: ausencia de reflexión crítica, estancamiento y dogmatización van de la mano, y de acuerdo a Rosa nos sumergen en un círculo vicioso del que es cada vez más difícil salir.

Por ello, además del ejercicio de la autocrítica como una responsabilidad ética de todo/a militante, para ella resultaba imperioso romper con dos flagelos que, de una u otra manera, tienden a permear a buena parte de las organizaciones de izquierda: “recaer en la secta o precipitarse en el movimiento reformista burgués”. Para superar ambos vicios que rascan donde ni pica, se requiere según Rosa establecer un nexo dialéctico entre, por un lado, las múltiples luchas cotidianas que despliegan las clases populares y, por el otro, el objetivo final de trastocamiento integral del capitalismo como sistema, de manera tal que cada una de esas resistencias, potenciadas entre sí, devengan mecanismos de ruptura y focos de contrapoder, que aporten al fortalecimiento de una visión estratégica global y reimpulsen, al mismo tiempo, aquellas exigencias y demandas parciales desde una perspectiva de largo aliento.

Esta es, en última instancia, la verdadera diferencia sustancial entre una perspectiva socialista y una de tipo reformista: mientras que la primera considera siempre las reivindicaciones inmediatas y las conquistas parciales en relación con el proceso histórico contemplado en toda su complejidad y apostando al fortalecimiento de un poder popular y de clase antagónico, en la segunda se evidencia la ausencia total de referencia al conjunto de las relaciones que constituyen a la sociedad capitalista como sistema de dominación múltiple, lo que lleva a desgastarse en la rutina de la pequeña lucha cotidiana por reformas que -al no estar conectadas con el objetivo final de ruptura y superación revolucionaria del orden burgués- terminan perpetuando la subordinación de las clases populares.

En plena ebullición obrera en las calles de Berlín, y pocas horas antes de ser asesinada junto a Karl Liebknecht el 15 de enero de 1919, Rosa no dudó en redoblar su confianza en la capacidad autoemancipatoria de las masas, exclamando: “El liderazgo ha fallado. Incluso así, el liderazgo puede y debe ser regenerado desde las masas. Las masas son el elemento decisivo, ellas son el pilar sobre el que se construirá la victoria final de la revolución. Las masas estuvieron a la altura; ellas han convertido esta derrota en una de las derrotas históricas que serán el orgullo y la fuerza del socialismo internacional. Y esto es por lo que la victoria futura surgirá de esta derrota”. A la vuelta de la historia, y en un nuevo aniversario de su desaparición física, su herencia se mantiene más viva que nunca en la infinidad de proyectos e iniciativas que germinan, desde abajo y a la izquierda, en diversas latitudes del mundo, con la plena certeza de que muchas derrotas renacerán -más temprano que tarde- como luminosas victorias. Porque las revoluciones venideras serán la conquista del pan, pero también el florecimiento de las Rosas.

Fuente: http://www.zur.org.uy/content/rosa-luxemburgo-pensamiento-cr%C3%ADtico-y-educaci%C3%B3n-popular

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Miedo a la libertad

Claudia Korol

Quiero agradecer a Diana la invitación, que entiendo como una oportunidad para intentar pensar sobre la diversidad de fobias que podemos reconocer en el  propio mundo de la diversidad, sobre las exclusiones entre los excluidos y excluidas, sobre las jerarquizaciones y estigmatizaciones que reproducimos en nuestro propio campo.
Hablo como feminista, desde la experiencia de educación popular, realizada con las compañeras y compañeros del equipo Pañuelos en Rebeldía, con quienes intentamos aportar junto a otros movimientos populares, a la batalla para suprimir todas las opresiones, todas las dominaciones, las distintas formas de explotar y alienar que se ejercen desde una hegemonía cultural burguesa, racista, homofóbica, lesbofóbica, travestofóbica, transfóbica, misógina, xenófoba, violenta.
Quisiera compartir algunas experiencias que surgen en los movimientos con los que venimos luchando contra las consecuencias de la exclusión social, contra la falta de trabajo, de educación, de salud; contra la alienación y el desamparo provocados por el capitalismo y el patriarcado.
Por ejemplo: compartimos una experiencia de formación política con un movimiento piquetero. Uno de sus dirigentes un día no fue más a la ruta, ni a los proyectos productivos. Días después supimos que murió de sida en un hospital. Agonizó y murió, sin animarse a decirle a sus compañeros y compañeras del movimiento, la enfermedad que tenía, por miedo a la estigmatización, al rechazo. Se fue solo al hospital y allí murió, quien había peleado valientemente en muchos cortes de ruta. Quien no tuvo miedo de enfrentarse a la policía en las barricadas, tuvo miedo de enfrentarse a la desvalorización de sus compañeros, de su mujer y de sus hijos, a la posible sospecha, a la discriminación. Eso es la homofobia, vivida no solo como experiencia ajena, sino en la propia concepción del compañero, que soñaba y quería cambiar el mundo. Nos preguntamos después de saber de su muerte, con sus compañeros y compañeras, qué tipo de organizaciones estamos creando. Qué tipo de vínculos existen en ellas. Qué emancipación imaginamos.
Cuando planteamos luchar contra la homofobia, contra la travestofobia, la lesbofobia, la misoginia, que se expresan no sólo en la sociedad en general, sino también en el día a día de estos movimientos, no lo situamos en mejorar las posibilidades de inclusión en los mismos de los compañeros y compañeras gays, lesbianas, travestis que los integran. No estamos peleando por una mejor inclusión entre los grupos de excluidos y excluidas.
Estamos diciendo que es necesario repensar la teoría con que se crean y construyen nuestros movimientos que se sienten y se quieren populares, revisitar críticamente nuestras prácticas, concepciones, intentando que al mismo tiempo que se corta la ruta, o se debate en asamblea, o se come en un comedor comunitario, se vayan modificando los vínculos y relaciones al interior de estos movimientos, basadas muchas veces en el autoritarismo, el machismo, la homofobia, la xenofobia, el racismo. Que se vayan creando espacios donde podamos intuir el mundo que deseamos, y sepamos multiplicar prácticas de libertad. De lo contrario, estos espacios también pueden volverse lugares en los que se condiciona y refuerza el prejuicio y la opresión.
Otra experiencia. Fui invitada a participar en Chiapas de la inauguración de una escuela zapatista en el 2005. Había estado por primera vez en esas comunidades en 1995. 10 años después era maravilloso asistir a los cambios que se habían producido en los hombres y mujeres que ejercen cotidianamente el derecho a la autonomía y la dignidad. La fiesta se hacía en una comunidad, gobernada por los propios zapatistas, por una Junta de Buen Gobierno. Interesada en las dimensiones de transformación de la vida cotidiana, comencé a preguntarles a distintos compañeros y compañeras de la comunidad, por los aspectos de su día a día. Hablamos de cómo se forman las parejas, de las posibilidades de elegir de las mujeres, de cómo toman las familias el hecho de que las mujeres jóvenes se vayan de la comunidad por varios meses para formarse como maestras o como promotoras de salud, qué pasa con la violencia en las parejas. En este ir y venir de historias, le pregunto a un muchacho cómo eran las relaciones entre hombres que aman a hombres o mujeres que aman a mujeres. El me miró como quien ve aterrizar a un extraterrestre, y me dijo asombrado «¡acá eso no sucede! ¿en su país pasan esas cosas?».
Pensé entonces que hay un largo camino también entre el discurso de un movimiento que explícitamente se dirige hacia lesbianas, gays, travestis, bisexuales, y se identifica con nuestras demandas, y nos siente parte de la creación de un mundo nuevo, como figura en muchas de las declaraciones de la comandancia zapatista, y la transformación efectiva de la vida cotidiana de millares de personas.
¿Cómo crear una vida plena, en la que la práctica de la libertad signifique suprimir las opresiones? No tengo muchas respuestas. Más bien tengo preguntas para compartir.
Enseñamos a leer y a escribir palabras. Las palabras nombran el mundo que vamos construyendo. Las palabras que leemos y escribimos, van rehaciendo el mundo, siempre que sean palabras con densidad material, con prácticas que las sostengan.
Las palabras pueden también ayudarnos a soñar nuevos mundos, si somos capaces de vivenciar que «los sueños tienen lugar -como nos dijo una compañera en un taller- cuando no nos dormimos»; cuando nos atrevemos a jugar nuestra propia carta, un as que no será del triunfo, sino que nos habilitará para seguir jugando. Pero las palabras que aprendemos a
leer y escribir, pueden actuar como cárceles de nuestra imaginación y subjetividad, si al tiempo que nombramos estigmatizamos, discriminamos, invisibilizamos, negamos a otros y a otras, negando lo que de ellos y ellas hay en nosotras y nosotros.
Cuando enseñamos a leer y a escribir palabras, aprendemos a leer y a escribir historias. Cuando aprendemos palabras e historias, nos referimos a cuerpos. Pero al mismo tiempo, reinventamos con prácticas colectivas, sociales, y con las palabras que las enuncian, los cuerpos que nombramos. Y en ese devenir de los cuerpos re-conocidos, los y nos subjetivizamos, los y nos reencendemos de pasión y de deseo, o de lo contrario, los y nos castramos.
Muchas veces las prácticas de los movimientos populares concibieron a los cuerpos como instrumentos para la lucha, los únicos, nuestras armas contra el poder. Suelen ser -en ese caso- concebidos como cuerpos que resisten, pero que no desean. Cuerpos que suprimen toda necesidad ajena a lo que se considera la lucha misma. Cuerpos que van reprimiendo y olvidando el deseo. El poder de los cuerpos contra el cuerpo del poder, plantea una batalla desigual, que tiene entre sus recursos, la entrega del cuerpo y la supresión del cuerpo. En esa batalla, podemos perdemos antes de perder.
Recuperar los cuerpos, en su integridad deseante, es una posibilidad altamente subversiva. Pero… ¿Qué atenta contra esa posibilidad?
Entre muchas otras cosas, las «alambradas culturales» que separan nuestros cuerpos del deseo, las ideas de los sentimientos, las prácticas de las teorías. La creencia de que alcanza con nombrar, sin poner en juego la corporalidad, la materialidad de la palabra.
Atenta contra esta posibilidad, la fragmentación entre los que luchamos contra cada una de las exclusiones, disociando nuestro esfuerzo de otros esfuerzos que tienen una misma dirección: un mundo en el que quepan todos los mundos, terminar con el sistema de opresión.
Atenta contra la posibilidad subversiva de recuperar los cuerpos, la dificultad que tenemos para reconocernos en el cuerpo de otro cuerpo lastimado, oprimido por el capitalismo y por el patriarcado, sea el cuerpo de la compañera travesti que soporta las noches en la comisaría, o la represión y el acoso policial multiplicados en nuestra ciudad a partir de la aprobación del nuevo código contravencional, o el esfuerzo de simulación de la compañera lesbiana o del compañero gay que creen que tienen que vivir aparentando lo que no son para poder ser, o el dolor de quienes fueron sometidos a operaciones normalizadoras por un cuerpo médico que dicta la orden y la norma, o de los mapuches que están agonizando en un hospital de Temuco, o de las mujeres violadas y encarceladas en Atenco, o de los presos en Las Heras por demandar trabajo, que sufren cotidianamente la negación que significan los espacios de reclusión, y la nueva negación que expresa la indiferencia  de muchos y muchas de nosotros, los excluidos y excluidas de siempre.
Atenta contra la posibilidad subversiva de recuperación del cuerpo deseante, la institucionalización de las políticas asistenciales que promueven, tanto en el campo social como en las políticas hacia la diversidad sexual, la inclusión subordinada en un orden ajeno, en un poder que nos integra para desintegrarnos; la ilusión de que alcanza con buscar un lugar más cálido dentro de los territorios subordinados, y por subordinados, mutilantes.
Atenta también la dificultad de diálogo, la superposición de monólogos y de sorderas de quienes en el campo de los excluidos y excluidas multiplicamos los protagonismos personales por sobre los esfuerzos colectivos de gestación de una cultura emancipatoria contrahegemónica, basada en valores opuestos a los que refuerzan la dominación.
En los movimientos populares, en nuestras prácticas, hay homofobia, hay lesbofobia, hay travestofobia. Hay sobre todo un gran prejuicio que nos impide reconocernos amorosamente en nuestros cuerpos, y otorgarles a los mismos un lugar en la construcción política, que vaya más allá de ser instrumento o arma.
¿Cómo modificarlo? No tenemos muchas propuestas más que la de una labor sistemática de reconocimiento de nosotros y de nosotras, de quienes somos, de nuestras historias, que nos permitan identificarnos y comunicarnos.
Proponemos un aporte desde la educación popular feminista, que vincule íntimamente las dimensiones de la vida cotidiana, con los diversos aspectos de la lucha social y política.
Proponemos una pedagogía del diálogo. De un diálogo que pueda realizarse en encuentros como éste, o en la calle, en una marcha, en un ejercicio de solidaridad, no de asistencialismo, que nos invite a repensarnos como sujetos deseantes.
Proponemos un diálogo que nos alfabetice. Que nos permita leer en nuestros cuerpos las marcas de la rebeldía. Que nos permita identificar las cicatrices de la domesticación, y sabiendo de ellas, predisponernos otra vez al intento de aparecer lo desaparecido, lo silenciado, lo disciplinado.
Que nos permita vivir las pulsiones del deseo, sin colocarles inmediatamente el chaleco de fuerza de la racionalidad objetivante. Que nos permita amigarnos con el miedo, para que éste no nos paralice sino que nos interrogue.
Vencer el terror introyectado por la dominación en nuestras vidas, requiere de un gigantesco esfuerzo colectivo y solidario. Proponemos para ello reconocer nuestra debilidad, mirarnos a los ojos, a la boca, a la piel, a los sueños, y pedirnos ayuda mutuamente.
Proponemos jugar a que cambiamos el mundo, y jugarnos, y cambiarlo, y en el cambio cambiarnos, y cuando cambiemos no dejar de jugar.
Proponemos finalmente dirigirnos a la Asamblea General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), solicitando ahora que se incluyan en la lista de las enfermedades sociales, la homofobia, la lesbofobia, la travestofobia, la transfobia, y tal vez en la lista de las enfermedades mentales, el miedo a la libertad.

Fuente del articulo: http://www.panuelosenrebeldia.com.ar/content/view/341/62/

Fuente de la imagen: http://1.bp.blogspot.com/_c5qMl3yzEAM/TAyRVyAHpyI/AAAAAAAACM4/SPO3XpWewVw/s1600/libertad02.jpg

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¿Que significa triunfar en la vida?

Por: Vicente Berenguer

El sistema dicta su sentencia y los peones la acatan: hay que adaptarse y cualquier saber que no tenga aplicación práctica dentro del sistema es sencillamente considerado inútil. ¿Para qué sirven las humanidades? Se pregunta buena parte de la sociedad. El objetivo pues se ha cumplido, y es que se cree que algo que no tiene una aplicación clara en el sistema productivo es perder el tiempo.

Hay que triunfar, y triunfar se considera poder comprar un buen coche, tener una buena casa y manejar billetes para hacer lo que a uno le dé la gana; en pocas palabras: capacidad de consumo. Esta es la concepción de triunfo que “acata” una buena parte de la sociedad. Hay que triunfar y para ello el pragmatismo es fundamental. ¿Pero qué es triunfar? ¿Ser una persona adinerada y al mismo tiempo un ave de rapiña? ¿Es esto triunfar? ¿O el triunfo más bien está relacionado con el cultivo interior y con una manera de ver la vida? ¿Son los políticos, por ejemplo, unos triunfadores porque tienen dinero y “poder” o son en realidad muchas veces seres que dan lástima? Estas personas, en innumerables ocasiones, son seres insensibles; ya no son capaces de sentir, son puros autómatas acaudalados que han perdido por completo aquello que les hacía humanos, ¿es esto triunfar? ¿o en realidad es fracasar?

Antiguamente se considera que una persona era una triunfadora si lograba despertar su humanitas con lo que uno podía domar la fortuna, y domar la fortuna significaba domar el interior y con ello los acontecimientos de la vida. Evidentemente esto ya no es así y ahora triunfar o ser feliz solo puede ser en base a conseguir objetivos materiales y sociales, y lo curioso es que la sociedad en general lo ha creído. Han creído el mensaje emitido por el sistema, a saber, que uno solo puede ser feliz si dispone de una buena cantidad de dinero, no lo suficiente como para poder vivir dignamente sino lo suficiente como para situarte por encima de la mayoría. El problema es que desde el momento en que uno cree esto se convierte en un esclavo del sistema.

Y es que el triunfo debería ser asociado al grado de humanidad y libertad que uno consiga en su paso por este breve instante que es la vida, ¿y cuál es el grado de libertad de aquél que su felicidad depende de una posición social o de lo material? ¿es esta una persona libre o es en realidad un esclavo? ¿Y cuál es el grado de humanidad de aquellos egoístas patológicos que han conseguido ascender en la sociedad pero que son incapaces de sentir ya nada ni conmoverse porque se han convertido en seres insensibles? ¿Dónde está aquí el triunfo?

Evidentemente a los seres superficiales que son admirados por la sociedad en general, a los “triunfadores”, les fastidia mucho que los que no disponen de su capacidad de consumo (los que “están por debajo”) puedan sentirse libres y es que a pesar de tener todo el dinero del mundo en realidad no son gente que disfrute de la vida y necesitan siempre más pero nunca tendrán suficiente, porque en realidad son esclavos del sistema. Los hombres libres son otros, son aquellos que comprenden que su libertad no depende del sistema productivo-consumista sino todo lo contrario; comprenden que ceñirse por los parámetros de este es la peor de las cadenas. Y es que no se trata de que uno tenga que desprenderse de todo para ser libre y feliz (faltaría más), se trata de romper más bien la farsa con la que nos bombardean, la farsa que afirma que aquél que tenga menos dinero y por tanto tenga menor capacidad de consumo ha de ser necesariamente menos feliz que otro que tengas más capital. Y es una farsa que es creída en general y ahí radica el problema.

Se trata, en definitiva, de comprender que triunfar en la vida tiene más que ver con la humanidad (algo cada vez menos frecuente), con la creatividad, con la capacidad de reflexión y el pensamiento crítico, con la autonomía respecto al exterior y con el grado de libertad interior (el verdadero poder, el poder que se trata de ocultar) logrado en este tan breve instante de tiempo que es la vida. Tiene mucho más que ver con esto que con lo material. Y mientras la gente no se dé cuenta de esto y se aferre al materialismo y al anhelado consumismo ni será libre ni será feliz y el sistema gana.

Fotografía: maestro mehir titeres

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Familias que huyen de la ofensiva en Mosul celebran sus nuevas libertades

Asia/Irak/15 de noviembre de 2016/Fuente: ACNUR

Hombres y mujeres que escaparon del control de las milicias en la segunda ciudad más grande de Irak, comparten su alivio de haber encontrado la seguridad.

 – Mahmoud Ahmad, de 35 años y padre de seis, tenía una enorme sonrisa en su rostro mientras salía del bullicioso camión lleno de otras familias, con su hija de dos meses, Farah, en sus manos.

Después de más de dos años de vida bajo control de las milicias, él y su familia finalmente habían escapado de su casa en el distrito oriental de Intisar, en Mosul, y llegaron al campamento Khazer M1 para iraquíes desplazados, cerca del pueblo de Hasansham, a unos 30 kilómetros.

“Es muy bueno; estamos seguros ahora, estoy muy feliz”, dijo. “Ahora, una de las primeras cosas que voy a hacer es afeitarme”, agregó riendo, refiriéndose a algunas de las estrictas restricciones que las milicias habían impuesto a los civiles en las zonas bajo su control.

A los hombres se les dijo que dejaran crecer sus barbas, dejaran de fumar y usaran pantalones más cortos y a las mujeres se les ordenó que se cubrieran completamente, y temían salir en público.

Las familias habían vivido con miedo y terror durante más de dos años. Ahora, estaban felices de ser libres para decidir cómo querían vivir sus vidas e incluso cómo querían vestirse.

Mahmoud, hablando todavía con una sonrisa que iluminaba toda su cara, solía ganarse la vida como electricista y vendía antenas parabólicas en el mercado local. Pero cuando las antenas parabólicas fueron prohibidas por las milicias hace siete meses, se encontró sin trabajo, dependiendo de sus ahorros y vendiendo las joyas de su esposa para mantener a su familia.

“Mi sonrisa me ayudó a superar muchas dificultades en Mosul”, confesó cuando le preguntaron si siempre estaba tan feliz. “Me ayudó a olvidar que la vida era dura”.

Él estaba entre las 2.040 personas que llegaron al campamento de Khazer ese día, todos hablando sobre su alivio de estar libres del mando de las milicias. En la semana pasada, el número de personas desplazadas desde dentro y alrededor de la ciudad de Mosul se había multiplicado por más de dos veces, con lo que el número total de iraquíes desplazados llegó a 47.000, desde el comienzo de las operaciones militares el 17 de octubre.

Es probable que los números continúen aumentando drásticamente a medida que la lucha se desplaza hacia las zonas urbanas más densamente pobladas de Mosul. En respuesta, el ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, está intensificando su asistencia.

El ACNUR está construyendo 11 campamentos para recibir a iraquíes desplazados, cinco de los cuales actualmente están acogiendo recién llegados. El recién construido campamento Hasansham U de la agencia completo su capacidad en sólo cuatro días.

El campamento ahora alberga 1.855 familias – más de 10.000 personas. Una última sección del campamento, con 240 tiendas de campaña, se terminará esta semana. 135 familias que llegaron el lunes pasaron su primera noche en el centro de recepción del campamento mientras esperaban tiendas, donde se les proporcionaron colchones y mantas.

Algunas de las nuevas familias se mudaron temporalmente con otros, uniéndose a vecinos, amigos o familiares. Sadika Abdullah Aziz, una madre de dos del barrio de Samah en Mosul, aloja a seis familias en su tienda, que ahora está repleta con unas 20 personas, en su mayoría niños pequeños.

“Llegamos ayer por la mañana. Nos sentimos seguros y cómodos aquí y dormimos bien anoche”, dijo. Ya no tenemos explosiones y bombardeos a nuestro alrededor. Nuestra casa estaba totalmente destruida y nos quedamos con los vecinos hasta que pudimos salir.

“Cuando estuvimos aquí, vi que muchas otras familias no tenían tiendas, así que les dimos la bienvenida a quedarse. Está lleno de gente, pero pronto tendrán tiendas de campaña y más ayuda”, agregó.

“Nos sentimos seguros. Somos libres. Nos sentimos liberados y esperamos un futuro mejor”.

Khairo Murat Mirza, un padre de nueve, durmió fuera en esta primera noche, mientras que las mujeres de su familia dormían en un edificio de contenedores en el centro de recepción. Aun así, no se quejaba.

“Antes, las cosas eran confusas y aterradoras. No nos sentíamos en absoluto seguro. Ahora, aunque necesitamos ayuda, estamos muy cansados y hambrientos y no tenemos tienda, nos sentimos seguros. Somos libres. Nos sentimos liberados y esperamos un futuro mejor”.

Los camiones y los autobuses llenos de recién llegados del este de Mosul están siendo dirigidos a un sitio de extensión donde miles de familias más pueden ser alojadas en el campamento Khazer M1, administrado por el Gobierno, a unos minutos, donde el ACNUR proporciona artículos de atención primaria como colchones y mantas .

En el campamento, Mahmoud Ahmad y su familia se instalaban en su nueva tienda. Mahmoud seguía sonriendo ampliamente. “No había dormido durante cinco días. Anoche fue la primera noche en que conseguí un buen sueño”, dijo. “Los niños están riendo y jugando de nuevo afuera. Son tan felices. No podían jugar afuera en Intisar … estábamos demasiado asustados por ellos”.

“Estar aquí ahora es como una liberación de una prisión oscura, y pasar a la luz”, dijo con una sonrisa radiante.

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”El lavado de cerebros en libertad es más eficaz que en las dictaduras»: Noam Chomsky

América del Norte/Estados Unidos/12 Noviembre 2016/Autor: Nitram Acever/Proyecto 33

El escritor Noam Chomsky de los EEUU habla de los mecanismos detrás de la comunicación moderna, un instrumento esencial de gobierno en los países democráticos, tan importantes para nuestros gobiernos como la propaganda es a una dictadura.

– Empecemos por el asunto de los medios de comunicación. En Francia, en mayo del 2005, con ocasión del referéndum sobre el tratado de la Constitución Europea, la mayor parte de órganos de prensa eran partidarios del ”sí”, y sin embargo 55% de los franceses votaron por el ”no”. Luego, la potencia de manipulación de los medios no parece absoluta. ¿Ese voto de los ciudadanos representaría también un ”no” a los medios?

– El trabajo sobre la manipulación mediática o la manufactura del consentimiento hecho por Edgard Herman y yo no aborda la cuestión de los efectos de los medios en el público [1]. Es un asunto complicado, pero las pocas investigaciones que profundizan en el tema sugieren que, en realidad, la influencia de los medios es más importante en la fracción de la población más educada. La masa de la opinión pública parece menos tributaria del discurso de los medios.

Tomemos, por ejemplo, la eventualidad de una guerra contra Irán: 75% de los norteamericanos estiman que Estados Unidos debería poner fin a sus amenazas militares y privilegiar la búsqueda de un acuerdo por vías diplomáticas. Encuestas llevadas a cabo por institutos occidentales sugieren que la opinión pública iraní y la de Estados Unidos convergen también en algunos aspectos de la cuestión nuclear: la aplastante mayoría de la población de los dos países estima que la zona que se extiende de Israel a Irán debería estar completamente despejada de artefactos de guerra nuclear, comprendidos los que poseen las tropas norteamericanas de la región. Ahora bien, para encontrar este tipo de información en los medios, es necesario buscar mucho tiempo.

En cuanto a los principales partidos políticos de los dos países, ninguno defiende este punto de vista. Si Irán y Estados Unidos fueran auténticas democracias en cuyo interior la mayoría determinara realmente las políticas públicas, el diferendo actual sobre lo nuclear ya estaría sin duda resuelto. Hay otros casos así.

En lo que se refiere, por ejemplo, al presupuesto federal de Estados Unidos, la mayoría de norteamericanos desean una reducción de los gastos militares y un aumento, por el contrario, en los gastos sociales, créditos otorgados a las Naciones Unidas, ayuda económica y humanitaria internacional, y por último, la anulación de las bajas de impuestos decididas por el presidente George W. Bush a favor de los contribuyentes más ricos.

En todos estos asuntos la política de la Casa Blanca es totalmente contraria a los reclamos de la opinión pública. Pero las encuestas que revelan esta oposición pública persistente raramente son publicadas en los medios. Es decir, a los ciudadanos se les tiene no solamente apartados de los centros de decisión política, sino también se les mantiene en la ignorancia del estado real de esta misma opinión pública.

– Cuando se les pregunta a los periodistas, si sufre presiones responden inmediatamente: ”Nadie me ha presionado, yo escribo lo que quiero. ” Es cierto. Solamente, que si tomaran posiciones contrarias a la norma dominante, ya no escribirían sus editoriales. La regla no es absoluta, desde luego; a mí mismo me sucede que me publiquen en la prensa norteamericana, Estados Unidos no es un país totalitario tampoco. Pero cualquiera que no satisfaga ciertas exigencias mínimas no tiene oportunidad alguna de alcanzar el nivel de comentador con casa propia.

El sistema de control de las sociedades democráticas es muy eficaz; instila la línea directriz como el aire que respira. Uno ni se percata, y se imagina a veces estar frente a un debate particularmente vigoroso. En el fondo, es mucho más rendidor que los sistemas totalitarios.

No olvidemos cómo se impone siempre una ideología. Para dominar, la violencia no basta, se necesita una justificación de otra naturaleza. Así, cuando una persona ejerce su poder sobre otra -trátese de un dictador, un colono, un burócrata, un marido o un patrón-, requiere de una ideología que la justifique, siempre la misma: esta dominación se hace ”por el bien” del dominado. En otras palabras, el poder se presenta siempre como altruista, desinteresado, generoso.

Fuente: http://www.proyecto33.com/el-lavado-de-cerebros-en-libertad-es-mas-eficaz-que-en-las-dictaduras-noam-chomsky/

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Centros de infamia españoles

Por: Lidia Falcón

Los treinta hombres encaramados al techo de su prisión ilegal llamada CIE en Aluche (Madrid) nos han dado la imagen exacta de nuestra democracia. Gritaban ¡Libertad! y ¡Dignidad! ¡Que términos tan básicos de  la definición de democracia! Este calificativo que todos los días nuestros gobernantes repiten para, como un mantra, ir introduciendo en las mentes ingenuas de nuestro pueblo la convicción de que vivimos en una sociedad demócrata.

Pero ninguno de ellos, y los más de mil doscientos, creo que mujeres incluidas, ya que a ellas nunca se las cuenta aparte, que están prisioneros en nuestro país, disfruta de tan básicos derechos conquistados por la Revolución Francesa, es decir, hace 227 años. No tienen derecho a disponer de asesoramiento legal, no puede visitarlos nadie –a las ONGs que lo han intentado les han negado la entrada-, no conocen las acusaciones que allí los encarcela, si las hubiere.

En los 8 CIES de que disfrutamos en España se amontonan hombres y mujeres, no se si niños –la información a qué he accedido es incompleta, supongo que el señor Fernández Díaz, ese al que los ángeles le aparcan el coche, no desea que pueda utilizarla-, en condiciones de campo de concentración.

Las ONGs que tan compasivamente se ocupan de los internados -¿deberíamos llamarles secuestrados?- denuncian las pésimas condiciones higiénicas y sanitarias, sin privacidad para nadie, en los que las mujeres padecen, como siempre, las peores situaciones. Sin más lugar donde pasar el día que un patio enladrillado, donde no hay ni intérpretes ni asistentas sociales. Y, ¿qué significa que se mantengan retenidas (encarceladas) a personas que no han cometido más delito que el de venir a esta nuestra tierra de acogida, huyendo del hambre, de la guerra, de los bombardeos, de la diáspora que las agresiones imperialistas provocan en los países? ¿Es posible qué tales injusticias se produzcan legalmente?

Los desvergonzados medios de comunicación y los politólogos de las tertulias, lacayos de este gobierno, han sido capaces de defender la afirmación de la policía de que el 50% de los internos son delincuentes con antecedentes. Y supongo que la desinformada población de nuestro país se lo ha creído. Pero hace falta mucho cinismo para aceptar que en un país democrático y avanzado a los delincuentes se les pueda encerrar en unos establecimientos sin categoría de prisiones, sin acusación del fiscal y sin acreditación del delito, como si se tratara de un secuestro. ¿Y qué nos dicen del 50% restante secuestrado igualmente? Secuestro es sin duda, pero aquí avalado por las fuerzas de seguridad del Estado, dirigidas por el ministro del Interior, y consentido por el Poder Judicial, tan sumiso siempre a las órdenes del ejecutivo. Porque el Estado funciona como una mafia.

Una mafia que obedece órdenes de otra que gobierna esta pomposa Unión Europea, en la que se ha aprobado la que ya se conoce como “la directiva de la vergüenza”, por la que los avanzados y democráticos Estados que la componen pueden “retener” a las personas “ilegales” –ya saben que unas somos legales y otras ilegales, como las drogas- hasta ¡dieciocho meses! sin haber cometidos delitos, sin acusación, sin defensa y sin conocer el tiempo de su retención. Como en la Edad Media, cuando la justicia feudal actuaba de la misma manera al servicio del señor.

¿Y por qué y para qué están encerradas en esos “in pace”? Según me han informado, para devolverlos a sus países de origen. Pero todos saben, la policía los primeros, que casi siempre es imposible saber cuáles son sus países de origen. Las víctimas no van a confesarlo, carecen de documentación y los ignorantes y racistas policías y funcionarios de la Administración de Justicia ni conocen los idiomas que hablan ni son capaces de distinguir a un camerunés de un congoleño. ¿Entonces…? Pues después de 60 días, que es lo que nuestra piadosa legislación permite tenerles retenidos, se les deja en libertad, ahí, en mitad de la calle. Como si fueran zapatos viejos que puede venir a recoger el camión de la basura. Y a mendigar en las esquinas, a dormir en los cajeros, a rebuscar comida en los containers.

O se compra las voluntades de los gobiernos sátrapas y corruptos de diversos países del Tercer Mundo para que admitan a los expulsados, sean de donde sean. Entonces se les droga, se les esposa y se les mete un avión camino de Nigeria o del Congo o de Benín. Como hizo José María Aznar cuando nos gobernó, y después presumió de haber resuelto un problema.

Pero que nadie crea que solamente aquel presidente actuó de tal manera. La policía en nuestro país tiene un poder omnímodo. Puede detener en la calle a cualquier persona que le parezca sospechosa, y por supuesto los negros siempre lo son, llevársela a la comisaría y después a un CIE, mientras el juzgado lo piensa. Y nadie, ni el Ministro ni los altos mandos ni los políticos responden.

Quizá habrá quien no quiera creer que esta es exactamente la actuación de nuestras policías, nuestros jueces, nuestros servicios sociales, dirigidos por los correspondientes ministerios y consejerías autonómicas, cuyos responsables pertenecen a los partidos políticos democráticos. Les aconsejo que se dirijan a los valerosos voluntarios que cada día entregan parte de su tiempo en intentar auxiliar a los emigrantes “ilegales”, en las ONGs: ACNUR la Comisión Española de Ayuda al Refugiado, Save de Children, Pro Activa Open Arms, Accem, Rescate, UNICEF, y se enterarán con más detalle de estas atrocidades y muchas más.

Refugiados, emigrantes económicos, demandantes de asilo, hombres y mujeres, que provienen de países donde las potencias europeas entraron a saco desde principio del siglo XIX para robarles y expoliarles de sus materias primas, para secuestrarlos y venderlos como esclavos, y convertirse en sus amos. Y cuando esos gobiernos no tuvieron más remedio que retirarse de las tierras ocupadas y permitir que los colonizados declararan la independencia de su país, han mantenido su dominio económico, arrebatándoles las riquezas, apropiándose de los sectores de producción más importantes, petróleo, gas, oro, diamantes, coltán, y organizando las sucesivas guerras que han esquilmado y diezmado a sus poblaciones.

Cuando la miseria y los bombardeos obligan a huir a miles de sus hombres y mujeres, estas tantas veces arrastrando consigo a los niños, y cuando después de una horrible travesía a través de África y Oriente Medio, si no se han ahogado en el Mediterráneo llegan a nuestras avanzadas, ricas y cómodas ciudades los encerramos en los CIES: Centros de Infamia Españoles.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2016/10/21/centros-de-infamia-espanoles/

Imagen de archivo

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