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Ser ejemplo

21 de junio de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org

Por: Ángela Escallón Emiliani

En el siglo XXI, siglo de la conexión global, del acceso inmediato a la información, del contacto con hechos y personas de todo el mundo, el maestro está presionado a repensar su rol como formador.

Alguna vez escuché la siguiente metáfora: si un doctor de hace más de 100 años se despertara y entrara a una sala de cirugía hoy, probablemente no la reconocería por los múltiples cambios y evoluciones de la medicina; pero si es un maestro de hace un siglo se levantara y entrara a un aula, la encontraría con los mismos elementos físicos y con la misma estructura relacional.

Esto nos hace pensar que todavía hoy -así como hace siglos atrás- niños, niñas y jóvenes pasan la mayor parte del tiempo en la escuela a cargo de los maestros. Esta es una de las pocas cosas que, por el momento, no han cambiado pese a que el contexto en general si es otro muy distinto al que conocíamos antes.

Gracias a las nuevas tecnologías, aplicaciones, softwares y dispositivos, los estudiantes tienen acceso a la información, a los hechos, a la historia, a las opiniones, en cualquier momento y lugar. Entonces, ¿Cuál es su aporte único en esa compleja tarea del desarrollo físico, emocional, intelectual, social, ético y espiritual de las nuevas generaciones con estos volúmenes de información y comunicaciones?

Ante esta pregunta, surgen mil reflexiones sobre cómo debe adaptarse el rol de los maestros para hacer frente a los cambios que ha traído las tecnologías. Si el profesor – como los estudiantes-, en términos de información actualizada y en tiempo real tiene a su lado fuentes como Wikipedia, o Google Earth ¿Qué puede y debe aportar al desarrollo integral de las nuevas generaciones?

En la Fundación Corona pensamos que uno de los aspectos, que a nuestro juicio, hace la diferencia cuando pensamos en el rol del maestro actualmente -dada su relación cotidiana y cercana con los niños, niñas y jóvenes-, es el ser ejemplo.

La investigación psicológica y pedagógica ha demostrado que los valores, los principios, las actitudes, los enfoques y, en últimas, la cultura; se adquieren más por la aceptación de modelos considerados dignos de imitar que por conceptos, teorías o exhortaciones discursivas. El maestro como formador debe ser un ejemplo vivo. Ello implica un profundo cuestionamiento: lo que se quiere promover en los estudiantes debe ser primero realidad en el profesor.

El compromiso por ser ejemplo e inspirar a los demás hizo que anteriormente el maestro fuera una figura de máxima importancia y autoridad para la sociedad, admirado y querido por todos. Esto hay que recobrarlo nuevamente. Para ello el profesor debe recuperar la conciencia del sentido de su valor para la sociedad y ella, a su vez, debe promover que esto se dé, reconociendo el importante e insustituible papel de los docentes.

Es bien conocido que las competencias básicas son lo mínimo que debe dominar un maestro: saber enseñar a leer, escribir, comprender lo que lee, saber comunicar, tener pensamiento crítico, capacidad de resolución de problemas, manejar las nuevas tecnologías e integrarlas a los procesos de aprendizaje en el salón de clase, y una fundamental en estos tiempos de crisis ambiental: la valoración y el respeto por la naturaleza.

En complemento a estas competencias se encuentran las capacidades requeridas para la profesión misma, como la creación de ambientes de aprendizaje y el mejoramiento constante en estrategias pedagógicas para el desarrollo de estas habilidades y competencias, la preocupación por el aprendizaje continuo, entre otras.

Pero además de estas capacidades y competencias básicas están también las competencias transversales, aquellas que se refieren al ser mismo y que todo ser humano de este siglo debe preocuparse por desarrollar, como son un comportamiento ético, un manejo adecuado de las emociones, el reconocimiento y respeto por la diversidad, la empatía, la habilidad de experimentar, indagar, ser creativo, flexible, saber trabajar en equipo y cooperar, ser abierto y receptivo a perspectivas nuevas y diversas, ser capaz de ver el fracaso como una oportunidad para aprender.

En un mundo globalizado, donde la información se ha democratizado y tener conocimiento ya no es la mayor diferencia; el maestro debe ser una perfecta combinación entre el conocimiento, las capacidades y un ser humano ético, integro e integral, que inspire a sus alumnos a conocer más, a aprender más, a analizar, a probar, a innovar, a ser buenos ciudadanos, etc.

Por supuesto, no es un reto menor el que se le plantea al profesor. Pero es urgente que la sociedad y él vuelvan a tomar conciencia de su rol esencial, de sus debilidades y fortalezas, siendo reflexivo y autocrítico para poder mejorar su auto-desarrollo. El mensaje para los maestros es único: ustedes son el pilar del cambio, con el compromiso diario que evidenciamos todos los días de miles de ellos sabemos que ya hay conciencia y compromiso. Necesitamos que por encima de todos los intereses políticos y personales, sean todos los maestros un gran ejemplo.

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/columnas/ser-ejemplo

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México: Da clases a niños de 1º a 6º, es director, conserje y siembra para darle de comer a sus alumnos

América del Norte/México. 17 Junio 2017/Fuente: cronicadechihuahua/Autor: El Diario de Nuevo Laredo

“A los niños les gusta mucho la cosecha, hasta se pelean por sus matas de sandía, y han sembrado tomate, rábano, acelga y repollo, mismas que hemos cosechado para llevar al comedor de la primaria».

El Diario de Nuevo Laredo

El profesor José Ángel Olvera Guevara de 30 años y originario de Tula, Tamaulipas, nunca se imaginó la responsabilidad que conllevaría realizar su labor como docente al recibir su primera orden de servicio en Nuevo Laredo al estar al frente de una escuela unitaria y ser el único responsable del plantel.

“Cuando presenté mi examen de docencia y me asignaron a esta ciudad, no me esperaba que me tocara una primaria unitaria, pues yo estuve en una escuela rural con el mismo sistema, pero eso no fue lo que me sorprendió, sino estar al frente de la escuela sin ayuda de otro maestro o más personal, pero aquí hace ocho años trabajo con los niños de todos los grados”, dijo el maestro.

La primaria Niños Héroes, ubicada en la colonia Claudette al norponiente de la ciudad, es una primaria unitaria de tiempo completo, sistema que se caracteriza por tener un número reducido de alumnado, que recibe la atención de un solo docente, sin embargo, el profesor José Ángel ya no se da abasto con los más de 45 alumnos de los diferentes grados que tiene a su cargo.

“Una de las necesidades que más tenemos es la falta de maestros, yo me hago cargo de los niños desde primero a sexto año y es difícil porque la mayoría no contaba con el preescolar, he tenido que enseñarles a los niños más pequeños hasta como agarrar un lápiz durante los ocho años y al mismo tiempo enseñarles a los más grandes”, señaló.

POR FIN UN APOYO

“Hasta hace poco ya contamos con una maestra de apoyo que es la que se encarga de enseñarles lo de preescolar”, aseguró.

“Tampoco contamos con intendente por lo que aquí le hacemos de todo; limpiamos, pintamos y arreglamos la escuela como podemos y a veces los niños les gusta ayudarme con estas actividades y el día de hoy, gracias a una solicitud Servicios Públicos Primarios nos apoyó a limpiar los jardines, pues salen muchos animales ponzoñosos al estar el río cerca y ojala y que no sea la única vez que nos ayuden”, expresó.

SIN DÍAS LIBRES

El joven maestro ha tenido que dejar su vida personal a un lado, ya que al ser el único maestro que funge como director, conserje y hasta vigilante no tiene tiempo de distraerse en otras actividades en su tiempo libre ya que los días de descanso los ocupa en organizar y preparar la documentación y administración de la primaria.

“Entro a trabajar antes de las ocho de la mañana y hasta las seis de la tarde, ya que es una escuela de tiempo completo, dejo de dar clases a las cuatro, pero tengo que quedarme para gestionar la documentación y administración de la escuela por lo cual a veces debo quedarme aquí día y noche y hasta los fines de semana, no me da tiempo para nada más”, sostuvo el profesor mil usos.

SIEMBRAN PARA EL COMEDOR ESCOLAR

Una de las actividades que en lo personal le gusta realizar al maestro de la primaria Niños Héroes, es la siembra, por lo que también los alumnos han aprendido a sembrar y cosechar para consumo de ellos.

“A los niños les gusta mucho la cosecha, hasta se pelean por sus matas de sandía, y han sembrado tomate, rábano, acelga y repollo, mismas que hemos cosechado para llevar al comedor de la primaria y consumirlo y seguiremos haciéndolo ya que a los niños les gusta”, expresó.

El profesor José Ángel Olvera recalcó que aun cuando la situación se ha complicado al tener tantas responsabilidades, su función como maestro en esta primaria no la dejará por ningún motivo aun cuando la carga de trabajo sea demasiado pesada, porque la misión de enseñar a los niños la hace por gusto y pasión.

Fuente de la noticia: http://www.cronicadechihuahua.com/Da-clases-a-ninos-de-1o-a-6o-es,48885.html

Fuente de la imagen: http://www.cronicadechihuahua.com/local/cache-gd2/1a/4322ab33cb4e2c2bbc305692937ff0.jpg?149758854

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La innovación pedagógica requiere de un maestro que se reflexiona su práctica

31 de mayo de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org

Por: Nancy Palacios Mena

Si bien puede sonar a frase de cajón, nunca está demás reiterar que nuestra sociedad demanda maestros dinámicos, eficientes y comprometidos con su quehacer.

En los últimos días presenciamos nuevamente la publicación de los resultados de las pruebas SABER 11, si bien no nos ha inundado el triunfalismo frente a las mejoras alcanzadas, si hay un ambiente de cauto optimismo frente a mejores resultados en los años venideros, si todo sigue como va, estamos encontrando el camino que nos conducirá en un mediano plazo a una mejor escuela que la que tenemos hoy.

Una lectura rápida de los resultados hasta ahora publicados porque falta todavía el detalle área por área, institución por institución, si nos permite decir que solo maestros e instituciones educativas comprometidos con su quehacer son capaces de hacer cambios significativos en la educación, lo que muestran los datos es que hay instituciones e incluso regiones donde hay una decisión clara de innovar y transformar lo que sucede en las aulas, por ello, el constante ascenso de algunos y la consolidación de otros en puestos que los clasifican como establecimientos educativos de calidad.

Los maestros que innovan son aquellos que están convencidos de la importancia de su aporte a la transformación social. Las estrategias pedagógicas y de organización y gestión institucional que han llevado a unos colegios a los primeros lugares no son actos espontáneos, se trata de apuestas por cambiar y por transformar, se trata sin dudas, de decisiones institucionales que han sido el producto de reflexiones del profesorado en particular y de la comunidad educativa en general, sobre lo que anteriormente venían haciendo y que no les había dado buenos resultados.

Hoy, todos quienes hemos estado cerca de procesos educativos somos conscientes de la importancia de la innovación y de la necesidad imperiosa de dejar atrás la forma tradicional de enseñar, caracterizada esencialmente por el rol pasivo del alumno, que incluye la «repetición» del profesor, la «memorización» y el intento de «transmitir» el conocimiento como si fuera agua que pasa de una botella llena a un vaso vacío.

La incorporación de acciones que conlleven a nuevas formas de construcción de conocimiento escolar incluye el cuestionamiento del papel que como docentes ejercemos en las aulas. Si bien puede sonar a frase de cajón, nunca está demás reiterar que nuestra sociedad demanda maestros dinámicos, eficientes y comprometidos con su quehacer, es una labor que debe generar soluciones a través de proyectos de progreso a escala personal, para de esta forma, pensar objetivamente un bienestar institucional en aras de una educación que se traduzca en una mejor escuela.

Para el maestro y la institución innovadora se vuelve una prioridad la actualización permanente, la investigación en el aula, la transformación de los esquemas tradicionales de enseñanza y aprendizaje, se vuelve un reto exigirse para exigir cada día más al alumnado, la meta es que grado a grado los estudiantes alcancen estructuras de pensamiento y comprensión mucho más complejas, conocimientos más elaborados, pertinentes y con sentido sobre el mundo real, un mundo en el cual abundan problemáticas,  a las cuales les podemos plantear alternativas de solución, precisamente desde el conocimiento escolar.

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/columnas/la-innovacion-pedagogica-requiere-de-un-maestro-que-se-reflexiona-su-practica

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Cuando un maestro se va

24 de mayo de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org

Por: Miyer Pineda

La experiencia de despedir a un profesor. Según nuestro autor: No sé cómo explicar ese vacío, esa extraña sensación.

Fueron casi diez años los que trabajé con la Maestra Aminta Rodríguez antes de que se pensionara y cediera su puesto a otro docente; casi una década cruzándonos por los pasillos e intercambiando salones; asistiendo a esas absurdas reuniones de profesores en las que se discuten los mismos temas sin importancia, aunque persistamos en tratarlos como asuntos de Estado; casi diez promociones de bachilleres arrojados al mundo con una serie de saberes que a lo mejor sirvieron para que enfrentaran esos retos de hoy en día, tan despojados de valores y principios; una eternidad para mí en la que vi esa paulatina agudización de la mediocridad en adolescentes, quienes veían en el saber un tedio, y en el Maestro a un payaso. No todos, por supuesto; un porcentaje mínimo de estudiantes asumía las clases con rigor y se acercaron al asombro.

De eso hablamos en numerosas ocasiones con la Maestra Aminta Rodríguez porque a veces coincidían nuestras horas libres, y esos diálogos resultaban más productivos que andar llenando esas absurdas planillas y formatos que han impuesto los sabios en educación como mecanismos que impiden a los profesores dedicar esas horas a la lectura y a la autoformación (imagínense esa otra posible estrategia de control: un docente sustentando avances de un proyecto o una lectura, o su análisis de una película, etc.).

Era una mujer seria en apariencia; sin embargo con el tiempo cedía a la confianza y a la broma; así descubrí su agudo sentido del humor y de la ironía. A veces escuchaba parte de su clase en el salón del al lado (ya saben, esos salones – galpón con ladrillo y teja en los que se escucha lo que pasa enseguida), por tanto recibí parte de sus clases, es decir, puede asegurarse que en cierto sentido llegué a ser su alumno; además porque la enseñanza y el aprendizaje están implícitos en las artes de la conversación.

En muchas ocasiones esos diagnósticos sobre los estudiantes abrían el espacio para hablar de literatura; hablamos del Boom latinoamericano, y sobre todo, del Nobel de Mario Vargas Llosa; entonces la política y la literatura se fundían como pretexto para hablar de lo que pasaba en Colombia. Alguna vez puso a leer a los estudiantes del colegio la novela La fiesta del chivo (2000) y yo aprovechaba esa lectura para hablar de las dictaduras latinoamericanas y del vicio del poder en el caudillo colombiano de turno.

De eso se trataba el juego, de educar desde el poder de la palabra, desde el diálogo; así  entendíamos el concepto de interdisciplinariedad, y más allá de este, el concepto de educación integral.

No sólo enseñó Español y literatura, también enseñó Inglés, y escuchen esto: acercó a esos adolescentes adictos a géneros basura a músicas ajenas procedentes de ultramar, como estrategia didáctica para enseñar el idioma. Muchos estudiantes conocieron a los Beatles por primera vez, o escucharon hablar de Ringo Starr, y quizás algunos de ellos aún resguardan en su memoria canciones rockeras aunque su enciclopedia musical esté plagada de vallenatos, reggeaton y esa música horrorosa machista e insufrible con las que paladeamos ahora nuestras emociones.

La Maestra Aminta Rodríguez conocía su oficio. En alguna oportunidad cuestionó la tesis que se impone según la cual se debe permitir que los estudiantes lean lo que quieran, o que no lean porque la lectura es una manifestación de la felicidad y del deseo. Discípula del rigor y de la responsabilidad, sostenía que solo lo difícil y complejo es realmente estimulante, y que por tanto había unos textos mínimos que debían leerse con valentía porque al hacerlo seríamos conscientes del abismo interior que nos habita. En ese sentido éramos cómplices y secretos auscultadores de un canon monumental que defendía la condición humana: sí señores, los clásicos.

Hablamos de sus viajes a Europa, de su conocimiento del inglés y del francés; del país, de la corrupción, de su esposo y de su hijo. Era demasiado respetuosa y clara en su trato; franca y dura cuando se hacía necesario; eso es algo que saben bien los buenos maestros y los buenos padres: a veces hay que apretarse el cinturón, en ocasiones se debe levantar la voz en un entorno en el que el silencio es cómplice y en el que disputamos la humanidad de nuestros estudiantes a un sistema inhumano que se sirve de la estupidez. Era rigurosa en su enseñanza, puntual y responsable… hasta que un día se pensionó.

Se la despidió en una formación, en una de esas izadas de bandera (que de tantas ya extraviaron su sentido), y más de uno pensó que se iba una Maestra. No estoy seguro de si esos adolescentes y esos niños recuerdan ese día; no sé si sus colegas lo sabían.

Lo cierto es que se iba parte de una época que ayudó a levantar una Institución educativa, a darle prestigio a pesar de muchos de sus alumnos y de esos profesores – empleados que olvidaron el arte, la alquimia de enseñar. Era una de esas Maestras que han posicionado el nombre de la ciudad de Duitama a nivel regional y nacional; parte de esa tradición que ya comienza a pensionarse, a irse y en la que hay más de un gran docente.

Imagino que su pensión le permitió dedicarse a descansar, a leer, a retomar sus proyectos personales; a continuar con su vida fuera de las aulas y de esa monotonía que termina envolviendo esta labor tan ingrata, la mayoría de las veces, en la que los únicos agradecimientos se dan a destiempo o de manera póstuma.

Si tuviera que elegir dos recuerdos sobre la profe Aminta, uno tendría ser el día en el que nos enteramos de que un estudiante de nuestro plantel se había suicidado. Me bajé del colectivo en la avenida; ella ya había cruzado y conversaba con una colega de su área quien lloraba y agitaba los brazos.

Yo las veía de lejos pero sabía que algo había ocurrido porque agitaban sus manos y llegaban ecos de sus voces. Cuando al fin pude cruzar, caminé a algunos metros para  no entrometerme en asuntos que desconocía hasta el momento.

Estudiantes que también iban para el colegio me contaron lo que pasaba, entonces Aminta dijo esa frase que ahora no puedo olvidar y que encierra esa poderosa energía pedagógica “Si uno no puede ayudarlos, al menos debería no empujarlos a que tomen ese tipo de decisiones”, mientras le pedía a Dios esa sabiduría. Aclaro que lo que entendí fue un autoexamen aunque sabíamos que las razones por las cuáles el niño eligió la muerte eran ajenas a nuestra labor.

Hasta el día de hoy no he querido profundizar en las razones por las cuáles un niño toma la decisión de suicidarse, pero esa frase de Aminta me sirvió para trazar límites en mi labor diaria: hay límites que uno no puede cruzar. Si el estudiante definitivamente no quiere estudiar, ni leer, ni comprender el sentido del saber que se le enseña, es su decisión, pero la impotencia no puede llevar al profesor a humillar, o a irrespetar o a ridiculizar a ese estudiante; mejor dicho, uno tiene que reconocer en el otro su derecho a ser mediocre.

El niño sumó mucha presión en esas semanas: su pobreza, su impotencia frente a diversos problemas familiares desvanecieron su compromiso en el colegio y todo eso sumado lo desmoronó.

Nunca hablé con la profe Aminta de ese asunto. Y ese suceso es algo con lo que evito tener que lidiar (al menos por ahora).

El otro recuerdo tiene que ver con mi nominación al premio Compartir. Ella ya se había pensionado y la ciudad reconocía mi trabajo como gestor de proyectos en el Instituto Técnico Santo Tomás de Aquino.

Salía de un almacén de cadena y nos encontramos. Nos saludamos y me felicitó. Lo que me impactó fueron sus palabras, su cariño y su sensibilidad para el abrazo y la cercanía. Y eso es lo que me interesa resaltar: el orgullo que se siente cuando una Maestra como ella lo felicita a uno. Así lo habían hecho Inés Becerra, Gladys Solano, Magnolia Devia, Néstor Espitia, Carlos Ramos, Wilman Jiménez, Jorge Camargo y el Señor Rector, Horacio Pedraza Becerra; Maestros de altura, de otro nivel, quienes reconocían el valor de mi trabajo, y que por sobre todo lograban una comprensión de las implicaciones del arte de enseñar.

Me alegró mucho ese respeto mostrado por la profesora Aminta; me demostraba en sus palabras la depuración del magisterio.

Hay más recuerdos, por supuesto, pero esos dos volvieron en estos días en los que me han comunicado que la Maestra Aminta Rodriguez ha fallecido en un accidente de tránsito.

No sé cómo explicar ese vacío, esa extraña sensación. Algunos de sus estudiantes han logrado comprender con esa noticia el valor que han tenido sus maestros; y nosotros tenemos que lidiar con ese sentimiento sorpresivo.

Era una gran Maestra Aminta Rodríguez. Lo sé por los testimonios de algunas de las alumnas que tuvo, algunas de esas estudiantes cumplidoras y responsables; lo sé porque escuchaba algunas de sus clases en el salón vecino; lo sé por los libros que le recomendaba a sus alumnos; lo sé porque su muerte me ha golpeado y me ha hecho pensar en esa generación de Maestros que nos precedieron, entre los cuáles hay Maestros de Maestros… así que valgan estas humildes palabras como un homenaje para todos ellos.

Y luego, tener que poner el punto final pensando en eso, en la desolación que se siente cuando un Maestro se va.

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/columnas/cuando-un-maestro-se-va

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Día del maestro

Blanca Heredia

¿Qué es un “maestro”? ¿Qué es, para usted lector, un maestro?

Para mí, un maestro es un ejemplo. Un profesional que domina su materia, que sabe cómo enseñarme, que me amplía el mundo. Alguien que me inspira, me potencia y me hace hacerme preguntas que no sabía que eran posibles.

Un maestro/a es alguien que me entusiasma con mi pertenencia a un mundo que desconozco y que habrá de completarme. Alguien que me alerta sobre las cosas en las que soy buena y sobre todas las cosas que me faltan para imaginar y llegar a ser la persona que quiero ser en el país y en el mundo en el que quisiera vivir.

Una maestra/o es el profesional que ama y se toma en serio su tarea de enseñarme lo que requiero para sobrevivir en el mundo tal cual es y que, además, me estimula y acerca las herramientas para participar activamente en la construcción de un mundo más ancho, más justo y más rico (en todos sentidos).

Muchos maestros en México son así, a pesar de las circunstancias que hoy (todavía) y desde hace mucho llevan a que una persona aquí elija o asuma la condición de plantarse frente a un grupo de niños o jóvenes e intente enseñarles algo.

Desafortunadamente para ellos y para todos, muchos otros maestros mexicanos lo son, no por vocación o por elección libre y genuina, sino porque el país no les ofrece ninguna mejor opción. En Oaxaca o en Chiapas, por ejemplo, ¿qué otra opción, distinta al magisterio, ofrece un empleo formal, seguro y con prestaciones de ley?

A diferencia de otras profesiones, la de maestro/a tiene dos rasgos centralísimos muy particulares que ayudan a explicar su importancia y que hacen difícil gestionar su desempeño adecuada y oportunamente.

Primero, los efectos del quehacer de los docentes son enormes en términos colectivos. No es lo mismo ser dentista o contador o arquitecto que ser maestro o maestra. No es lo mismo, pues con todo lo importante que puede ser cualquier profesión, pocas otras tienen consecuencias tan amplias y directas en la vida de una colectividad.

Una segunda característica que distingue al magisterio tiene que ver con que las consecuencias del ejercicio docente para los alumnos y para la sociedad en su conjunto suelen tomar tiempo en materializarse y con el hecho de que la actividad docente tiende a ser inusualmente opaca. A diferencia de numerosas otras profesiones, en las que la baja calidad profesional tiene costos visibles en el corto plazo, en el caso de la docencia, el costo de un maestro mal preparado o poco motivado tarda (a veces mucho) en ser evidente. Además, y dada la poquísima transparencia de lo que ocurre al interior de un salón de clases en muchas escuelas y muchos sistemas educativos, la naturaleza y calidad de la labor docente tiende a permanecer oculta.

Estos rasgos de la profesión docente contribuyen a explicar por qué tanto sistemas educativos completos como escuelas en lo individual pueden llegar a experimentar deterioros tan grandes y/o a persistir, a pesar de su baja o incluso pésima calidad. Contribuyen a explicarlo, pues la ausencia o debilidad de costos de corto plazo claramente visibles, tienden a hacer muy difícil para los responsables interesados en hacerlo, corregir, a tiempo, el rumbo.

La debilidad extrema o, de plano ausencia, de procesos y criterios sistemáticos para evaluar el trabajo docente en el caso mexicano hasta hace muy poco, resultan clave para entender el estado, con pocas excepciones, lamentable de la educación nacional y sus enormes costos colectivos.

¿De quién es responsabilidad que tantísimos mexicanos y mexicanas no puedan expresarse con mínima corrección e inteligibilidad en su lengua materna? ¿De quién que tantos egresados de nuestros centros escolares –públicos y privados– carezcan de los conocimientos, habilidades y actitudes mínimas indispensables para ejercer como ciudadanos o para acceder a un empleo digno con posibilidades de crecimiento a futuro?

En lo más visible e inmediato, de los maestros y de un sistema político que ha fundado parte central de su funcionamiento en el control político del magisterio organizado. En el fondo, la responsabilidad es de una sociedad a la que, más allá de los discursos y los golpes de pecho, la calidad educativa le ha importado y le importa, en los hechos, muy poco.

Si quisiéramos, de verdad, ser el país que podemos ser, tendríamos que refundar la “celebración” del 15 de mayo. Tendríamos que celebrar y felicitar, desde luego, a todos aquellos que dedican sus días y sus noches a enseñar y hacer crecer a sus estudiantes. Pero, tendríamos que aprovechar la ocasión para ser honestos y decidir colectivamente qué educación queremos y qué estamos dispuestos a hacer en la realidad para lograrlo. Ello, para que la fecha fuera algo más promisorio que la ocasión recurrente para que los líderes de uno de los pocos grupos en México capaces (por su número y organización), en contubernio con las autoridades (argumentando para sus adentros, incansablemente, “razones de gobernabilidad”) puedan seguir obteniendo concesiones y prebendas que en nada –como ha quedado claro una y otra vez– benefician las perspectivas presentes y futuras de los millones de niños y jóvenes atrapados en nuestras escuelas.

Fuente del articulo: http://www.elfinanciero.com.mx/opinion/dia-del-maestro-1.html

Fuente de la imagen:http://www.elfinanciero.com.mx/files/article_main/uploads/2016/08/31/57c76f722cf18.jpg

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El profesor cierra los ojos, Vol. 2

17 de mayo de 2017 / Fuente: https://compartirpalabramaestra.org

Por: Miyer Pineda

La función de los docentes presenta muchos retos y va más allá de la enseñanza en sí.

Les confieso que cada vez que dudo de mi oficio como docente vuelvo a ciertas palabras de Borges. Me detengo en ciertas líneas y las deletreo en mi mente hasta que actúan como una droga tranquilizante; como un placebo, supongo. Cada vez que me acuerdo del salario que me pagan, o cada vez que debo soportar la intransigencia, soberbia, indiferencia, prejuicios, escasos resultados, o los sucesos macondianos, comalianos, kafkianos, etc., o mejor dicho, todo eso que sucede no solo en la escuela sino en todo lo que tiene que ver con ella, como las políticas de los gobiernos de turno, o eso que llaman con justicia el MEN (Ministerio de Educación), o esa vocación de servidumbre que es demasiado palpable en muchos jóvenes y en muchos docentes, que pregonan discursitos que solo unos pocos intentan encarnar, para sosegarme, vuelvo a Borges y a sus palabras sin sosiego:  “Nada se edifica sobre la piedra, todo se edifica sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena”.

¿Esta no es la labor del maestro en estos momentos tan inhumanos en los que ese concepto ha sido degradado y sometido a la indignación y la miseria? ¿No son los maestros esa piedra que una más otra conforman la muralla, la columna, el templo del saber, a dónde llegan a humanizarse los habitantes de este país, tan ávido de dignidad, imaginación  y sabiduría? ¿No es la escuela el oasis para este desierto mediático de incertidumbre? Piedra y arena. Símbolos de una sociedad que pareciera despreciar la labor tan necesaria de quienes tenemos la obligación de recordar, que es el conocimiento una posibilidad de humanización. Alguien dirá: “El sueño de la razón engendra monstruos”, citando a Goya, para recordar que el conocimiento no es solo racionalidad instrumental, y tendrá la razón desde ese escenario. Sabemos que el conocimiento que cede al fetichismo del contenido no es más que un dato para participar en “¿Quién quiere ser millonario?”, un cascarón vacío de sentido ético, estético, axiológico, ontológico, etc. Y, sin embargo, el mismo conocimiento llevado al rigor poético despercude y oxigena el problema de lo que significa ser ciudadano en este mundo de hoy. Conocimiento y contenido sí, pero capaces de trascender e ir de la mano con el desarrollo de habilidades de pensamiento que permitan al estudiante rastrear el sentido del mismo, y su importancia para la construcción de un proyecto de nación humano.

Les confieso que cada vez que dudo de mi oficio como docente, vuelvo a ciertas palabras de Borges. Me gusta repetir la línea que dice: “La puerta es la que elige, no el hombre”. Esta línea me sirve para ser romántico. ¿Y qué maestro que se precie de tal, no lo es? ¿Acaso el maestro no fue elegido por alguna energía universal o por alguna divinidad, para levantarse cada día y compartir el asombro? El asombro de estar vivos y el asombro de pensar, de reconocer en el otro a un prójimo al que puede tocarlo la belleza del lenguaje, la belleza de los diversos infinitos que posee el saber. Por estas razones, se me hacen sospechosos, no sólo aquellos dictámenes que no surjan del aula o de intentar transmitir esa experiencia, sino de esa parcelación paulatina del conocimiento; cada vez más cátedras que parecen feudos, y que hacen discutible la posibilidad de un saber integral o interdisciplinario, y que han vuelto la escuela un territorio kafkiano y burocrático, incluso medieval.

Y luego, suponiendo que asistimos al desmantelamiento de la escuela como “territorio libre del sueño”, diciéndolo en palabras de Juan Manuel Roca, o a la destrucción de ese “tercer espacio” en el que es posible la ilusión, como lo pensó de manera bellamente radical, Rodrigo Arguello, en ese ensayo que publicó en el libro Ciudad gótica, esperpéntica y mediática (1998), entonces nos queda otro aforismo borgesiano: “Que la lámpara de un hombre se encienda aunque ningún hombre la vea. Dios la verá”.

Las estadísticas indican que en las últimas décadas han sido asesinados más de mil profesores. Otros tantos han sido amenazados, otros cientos se encuentran a merced de sus propios colegas, estudiantes o de padres de familia, otros son ninguneados por los burócratas de las secretarías de educación, o aplastados por directivos infames que más parecen adecuarse al dispositivo carcelario en sus frustradas vocaciones castrenses: les tocó ser profesores.

De eso se trata todo esto. De tener el valor civil de entrar a un espacio carcelario (uniformes, reglas, patio, fugas, alarmas, vigilantes, alucinógenos, relaciones de poder, hambre, matoneo, agotamiento del instinto y del deseo a través de la experimentación y la crueldad), para intentar hacerle entender a los “pobres condenados” (docentes, padres de familia y estudiantes) el valor de la libertad de la mano del pensamiento. Y perdonen la ironía pero sé que más de uno se verá reflejado.

Las estadísticas indican que en las últimas décadas han sido asesinados más de mil profesores. Otros tantos han sido amenazados, otros cientos se encuentran a merced de sus propios colegas, estudiantes o de padres de familia, otros son ninguneados por los burócratas de las secretarías de educación, o aplastados por directivos infames que más parecen adecuarse al dispositivo carcelario en sus frustradas vocaciones castrenses: les tocó ser profesores. Otros docentes desesperanzados y pesimistas pero con esperanza a pesar de todo, porque comprenden que el cambio se hace uno a uno, en un aula en la que ya no cabe ni un estudiante, en la que confluyen la pobreza y toda su prole de problemas (maltrato, hambre, vicios, antivalores, criminalidad, etc.), y sobre ese escenario la posibilidad de analizar nuestros espacios vitales, quizás elucubrar sentido y finalmente, pensar.

Cada vez que advierto estos y otros muchos problemas, recuerdo a Borges y sus palabras sin sosiego.  Y luego pienso que siempre alguien escucha al maestro, y que por esos que escuchan, el maestro se levanta y se prepara, mientras al otro lado de la ciudad el estudiante se levanta y se prepara, a pesar de la miseria y a pesar del mundo, porque ese es el maestro que se acerca a lo que se merece, y entonces vale la pena ir al “campo de concentración” a escucharlo. Moraleja: El estudiante debería pensar que en ocasiones tiene el maestro que se merece.

7.  Feliz el que no insiste en tener la razón, porque nadie la tiene o todos la tienen.

15.  Que la luz de una lámpara se encienda, aunque ningún hombre la vea. Dios la verá.

33.  Da lo santo a los perros, echa tus perlas a los puercos; lo que importa es dar.

40.  No juzgues al árbol por sus frutos ni al hombre por sus obras; pueden ser peores o mejores.

41.  Nada se edifica sobre la piedra, todo sobre la arena, pero nuestro deber es edificar como si fuera piedra la arena…

Ese es el poder del asombro a través del lenguaje, a través del poder de la palabra y del diálogo, propicias para ese desierto de país en el que al año violan a más de 24.000 niños, en el que hay casi 7 millones de desplazados, en el que asesinan a más de 40 seres humanos cada día, en el que mueren niños de hambre o de sed. Este panorama nos recuerda a los maestros que a través de nosotros se defienden la dignidad y la democracia, y que esa función social debe ir de la mano de la imaginación y del asombro porque ya Borges lo había dicho en uno de sus cuentos: la falta de imaginación es lo que mueve al hombre a la barbarie.

MIYER FERNANDO PINEDA: Licenciado en Ciencias Sociales, Magister en Historia y Doctorando en el doctorado en Lenguaje y Cultura en la UPTC. Profesor del colegio Quebec y catedrático de la UPTC Duitama.

Fuente artículo: https://compartirpalabramaestra.org/columnas/el-profesor-cierra-los-ojos-vol-2

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Argentina: Murió el exministro de Educación Juan Carlos Tedesco

Argentina/09 de mayo de 2017/Fuente: http://www.ambito.com

Argentina perdió al pedagogo y ex ministro de Educación de la Nación Juan Carlos Tedesco, referente y hombre de consulta permanente en materia educativa, quien falleció a los 73 años en Buenos Aires tras una larga enfermedad.

Licenciado en Ciencias de la Educación por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Tedesco fue profesor universitario y funcionario de la UNESCO, donde dirigió la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe (OREALC), en Santiago de Chile; la Oficina Internacional de Educación en Ginebra, Suiza; y la sede regional del Instituto Internacional de Planificación de la Educación en Buenos Aires.

Fue ministro de Educación de la nación entre 2007 y 2009 y fue hasta su fallecimiento profesor-investigador de la Universidad Nacional de San Martín.

«Lamento profundamente la muerte de Juan Carlos Tedesco, un hombre de bien, un hombre de la educación. Acompaño a sus familiares y amigos», escribió en su cuenta de Twitter el ministro de Educación de la Nación, Esteban Bullrich.

Durante la gestión de Tedesco al frente de la cartera educativa se creó el Instituto Nacional de Formación Docente y se diseñó un plan para elevar a cuatro años la formación de los maestros.

«Murió uno de los mejores educadores que tuvo América Latina. Ejemplo y maestro de más de una generación», dijo a Télam conmocionado por el deceso el ex Representante de la Unesco en Brasil Jorge Werthein, un doctor en Educación por la Universidad de Standford que llegó a Buenos Aires para despedir a Tedesco, con quien compartió 30 años de amistad y trabajo.

Tedesco, también, dictó cursos de posgrado en universidades de varios países de América Latina y publicó numerosos artículos y libros sobre las relaciones entre educación y sociedad. Entre ellos se destacaron «Educación y sociedad en Argentina: 1800-1945 (Buenos Aires, 1972); El Proyecto Educativo Autoritario: Argentina 1976-82 (Buenos Aires, 1983); El Nuevo Pacto Educativo (Madrid, 1995); Educar en la sociedad del conocimiento (Buenos Aires, 2000); Educación y Justicia Social en América Latina (Buenos Aires, 2012): Pedagogía y Democratización de la Universidad (Buenos Aires, 2014).

Tedesco representó una de las voces de mayor prestigio en la Argentina y a nivel mundial a la hora de pensar en el diseño de políticas educativas. Investigador y humanista, ingresó a la Unesco en 1976 como especialista en política educativa.

Miembro de número de la Academia Nacional de Educación, Tedesco era también un especialista en historia de la educación.

Sus restos serán velados a partir de las 21 en O’Higgins 2842. Mañana será enterrado a las 10.30 en el cementerio de Chacarita.

Fuente de la Noticia:

http://www.ambito.com/882070-murio-el-exministro-de-educacion-juan-carlos-tedesco

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