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Entrevista: «La batalla cultural demanda una pedagogía de la transformación social»

ENTREVISTA CON LA INVESTIGADORA SOCIAL ARGENTINA MABEL THWAITES REY

POR MARTÍN OGANDO

El pasado 27 de abril se cumplieron 80 años del fallecimiento de Antonio Gramsci. Para hablar sobre la significación histórica del filósofo italiano, sus aportes teóricos y su vigencia, conversamos con Mabel Thwaites Rey, investigadora social argentina, abogada y directora del Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

¿Qué lugar ocupan los aportes de Gramsci en el pensamiento de izquierdas?

Mabel Thwaites Rey: El mayor aporte de Gramsci es su capacidad de comprender la dominación capitalista contemporánea en un momento muy complejo, durante las décadas del veinte y treinta, cuando se desarrolla su reflexión en medio de grandes luchas obreras, pero también de sus derrotas y del posterior ascenso del fascismo. Sobre todo, su comprensión de las diferencias que posibilitaron la revolución en Rusia y no en otros países de Europa, pero también su capacidad de entender las heterogeneidades al interior del propio continente. En ese sentido, su elaboración sobre la llamada cuestión meridional, es decir entre el norte rico y el sur «atrasado» de la propia Italia, es central. Periferia y centro deben ser pensados conviviendo en el propio espacio europeo, y esto pasa no solo en Italia.

Pensar la dimensión del poder, de la dominación, de la coerción y el consenso expresadas en las lógicas estatales y societales es uno de los aportes más importantes de Gramsci. Es decir, el capitalismo no es solo la apropiación material de los medios de producción ni la represión estatal organizada, sino también la construcción de una manera de entender ese «estar en mundo» subordinado por parte de los propios sectores populares. Por ejemplo, hubiera sido un apasionado de estudiar hoy la deriva de los medios de comunicación, de ver cómo se reproduce ideológicamente el sistema y se construye una explicación de la propia existencia. Pero Gramsci no piensa esto como un «teórico de las superestructuras», sino que busca siempre qué arraigo tienen las ideas, los sentidos comunes, en prácticas materiales.

Lo que venimos charlando nos lleva un poco al concepto de «hegemonía». ¿Qué podés decir de una categoría tan significativa y a la vez tan escurridiza, que ha sido usada de las formas más variadas?

MTR: El concepto de «hegemonía» en Gramsci es polisémico porque lo usa para entender y analizar cómo la dominación del capital no se asienta exclusivamente en un momento económico o coercitivo-militar, sino también en las formas de construcción de adhesión por parte de los dominados. Pero por otro lado, simultáneamente, este concepto es utilizado para analizar las formas de contestación por parte de la clase obrera y los sectores populares, lo que nosotros en general llamamos «contrahegemonía», que no es un término de Gramsci. Esto incluye una disputa intelectual y moral, una batalla cultural, muy fuerte. La disputa por el sentido que supone enfrentar el «sentido común» que naturaliza la dominación capitalista. Por ejemplo, esta idea tan ideológica de que el empresario es el que «da» o el que «genera» el trabajo.

Como ocurre con cualquier teórico que logra formulaciones clásicas, el concepto de hegemonía tiene una productividad que trasciende el propio momento histórico-concreto que da lugar a su producción. Pero no hay que cometer el error de, junto con el concepto, querer trasladar las condiciones históricas específicas. Entonces, para pensar hoy la dominación política en América Latina, hay que identificar cuáles son los atributos de esa dominación, en términos de construcción hegemónica, porque se imponen con aceptación y están arraigados en elementos de la materialidad. Hoy uno de los ejes que me parece muy interesante para discutir tiene que ver con todos los artefactos de consumo masivo que aparecen como alfileres de seguridad de la reproducción del orden. Celulares, zapatillas, productos electrónicos, son todos artefactos muy poderosos de seducción de la construcción material del capitalismo a escala global. En última instancia, esto remite a cómo pensar las ventajas materiales que obtienen las clases populares en su dualidad, como conquista de la lucha, pero también cómo estas son revertidas y transformadas al mismo tiempo en alfileres de seguridad de la propia dominación.

Mencionamos antes el problema de los medios de comunicación. Hay un gran debate sobre su rol actual en la política. ¿Cómo lo ves vos?

MTR: Me parece que, en todo caso, los medios nunca giran en el vacío. Cuando una habla de la materialidad, está hablando de la existencia de relaciones de fuerzas. Entonces, la potencia mediática es mayor o menor en la medida que su relato tiene algún asidero en la realidad, o no. Por ejemplo, en momentos de mucha construcción y movilización popular, la población está menos permeable a aceptar el discurso mediático. O cuando la economía crece, por más que un gobierno tenga la hostilidad de los medios de comunicación, lo más probable es que pueda mantener fuerte su gestión. Cristina tenía a los medios en contra en 2011 y, sin embargo, ganó con el 54%. El discurso mediático en todo caso permea, da formato, le da un sentido, que se hace efectivo en segmentos de la población, si es que tiene algún correlato con su propia vivencia.

La disputa por el sentido, entonces, tiene que ver con cuestiones de la materialidad que son verificables o no. La pérdida de adhesión del anterior gobierno, que le permite a Macri ganar en segunda vuelta, tiene que ver con la forma de construcción de hegemonía del kirchnerismo, o más bien con su insuficiencia. Hay una franja de la población que se termina volcando contra el kirchnerismo, sectores asalariados y medios bajos, que compran el discurso macrista de la segunda vuelta, el «no van a perder nada de lo que tienen y van a estar mejor», porque se sintieron no contenidos en el otro proyecto. Allí la idea de Laclau de la construcción de campos antagónicos se mostró incapaz de articular intereses más amplios. En ese sentido, la noción clásica gramsciana de hegemonía resulta más productiva porque remite a cómo se construye en un momento histórico concreto una articulación social, política, económica y cultural. Si hay hegemonía, hay esa articulación.

En las condiciones que se le presentan hoy al movimiento popular, frente a esta ofensiva del capital, ¿qué legados de Gramsci pueden ayudarnos a orientar nuestra práctica?

MTR: Volviendo justamente al concepto de «hegemonía», el proyecto anticapitalista debe contener e incluir a la mayor variedad posible de situaciones de opresión que sean objetivamente confrontables con el capitalismo. Esto supone una labor pedagógico-política que es central en la perspectiva gramsciana y que hoy es muy importante. La batalla intelectual, moral y cultural demanda la necesidad de una pedagogía de la transformación social. Una pedagogía de la comprensión del mundo, que no es auto-evidente, porque lo auto-evidente es que se acepten las condiciones materiales existentes como las únicas posibles. Hay que superar la idea de que las cosas son así porque son así.

Pero, además de comprender, de hacer evidente la explotación y la dominación, hace falta construir y organizar la voluntad de transformación. Lo que significa asumir que va a haber múltiples miradas que hay que articular. La hegemonía supone eso, no la mera supremacía de un pensamiento sobre el otro sino la posibilidad de articular. Se trata de una batalla que es larga, que es ardua, y hay que hacerla cotidianamente. Políticamente, el problema que tiene alguna izquierda muy combativa y muy valorable por su disposición a la lucha es que la forma de la construcción pedagógica suele terminar siendo la del «maestro ciruela», que se para arriba de un banco y le dice al alumno que ésta es la lección y que, si no la aprende, tiene cero. Es una izquierda que se termina encerrando en sí misma.

Por el contrario, la concepción pedagógica que propone el pensamiento gramsciano es la construcción pedagógica con el otro, es la posibilidad de que el otro extraiga sus conclusiones en el propio proceso de lucha. No acercar la verdad revelada, sino construir la verdad con el otro. Entonces, me parece que los proyectos de construcción en el campo popular no pasan por decirle a la gente «no seas estúpido, no votes a los explotadores», sino por ir construyendo en la voluntad de lucha, en la voluntad de confrontación, a partir de las injusticias cotidianas que enfrentan los sectores populares, una alternativa.

Es en esas experiencias que se puede ir gestando lo que Gramsci llamaba «el partido de nuevo tipo» y que, hoy, deberíamos discutir qué forma debería adoptar. Pero lo que no queda duda es que la organización política de los débiles para enfrentar a los poderosos sigue teniendo absoluta vigencia. Para esto, no alcanza con demostrar que el capitalismo es malo, sino que hay que poder plantear una perspectiva. Es importante que las izquierdas de distintas tradiciones entiendan que tienen que ir articulando caminos, tienen que ir dialogando con los que no son de izquierda, sino que son nacionales y populares, y debatiendo cuáles son las dirigencias, las organizaciones y los procesos que nos pueden abrir esa perspectiva de transformación. En este sentido, la mirada gramsciana de un proceso de construcción de hegemonía antes de la toma del poder se vincula directamente con la formación de una organización política eficaz. Claro que hay debates de estrategias entre las distintas expresiones del campo popular. Pero hay que tener en cuenta que toda estrategia es una apuesta, que se hace sobre la base de un análisis de situación y que, en todo caso, se verificará en la práctica política. Y, a veces, los debates en la izquierda no son siquiera por estrategias, sino por meras tácticas. Ahí avanza el enemigo.

En síntesis, hay cosas que cambian. La composición de la clase trabajadora, por ejemplo, sus sectores dinámicos e incluso su rol político. Lo que no cambia es la propiedad privada de los medios de producción, y que sus propietarios son cada vez menos, concentran cada vez más el capital y deciden sobre la vida y las condiciones de existencia del conjunto. Por eso, el núcleo central de cualquier estrategia de transformación pasa por organizar al polo del trabajo, en sus distintas categorías, y por fortalecer un punto de vista anticapitalista. Si hay algo que es Gramsci, contra toda manipulación, es anticapitalista. No hay nada de su pensamiento y su acción que se pueda sustraer de lo central de su pensamiento que es el proyecto revolucionario, que hoy podrá tener variantes y formas distintas pero sigue manteniendo vigencia.

Patria Grande, Buenos Aires, mayo de 2017.

Fuente de la Entrevista:

http://www.cronicon.net/paginas/edicanter/Ediciones121/nota9.htm

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Libro: Antología del pensamiento crítico nicaragüense contemporáneo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Antología del pensamiento crítico nicaragüense contemporáneo

Juan Pablo Gómez. Camilo Antillón. [Coordinadores]

Carlos Fonseca Amador. Jaime Wheelock Román. Orlando Núñez Soto. Xabier Gorostiaga. Frances Kinloch. Alejandro Serrano Caldera. Andrés Pérez Baltodano. José Luis Rocha. Sergio Ramírez. Ileana Rodríguez. Erick Blandón. Sofía Montenegro. Victoria González Rivera. Myrna Cunningham. María Teresa Blandón. Manuel Ortega Hegg. Galio Gurdián. Miguel González Pérez. Juliet Hooker. Mario Rizo. [Autores de Capítulo]
…………………………………………………………………………
Colección Antologías del Pensamiento Social Latinoamericano y Caribeño.
ISBN 978-987-722-210-4
CLACSO.
Buenos Aires.
Abril de 2017

La presente antología constituye una oportunidad única y hasta el momento inédita en el país de reunir una selección de los principales referentes intelectuales de los últimos cincuenta años.

Organizamos la antología en cinco secciones temáticas. Titulamos la primera “Antiimperialismo, dictadura, revolución”, rúbricas que condensan tres procesos significativos del siglo XX nicaragüense. En esta sección incluimos a referentes intelectuales del país que analizaron las lógicas del imperialismo en la historia nacional y señalaron a la dictadura somocista (1936-1979) —la más extensa de este siglo en todo el continente— como uno de sus principales legados.

La segunda sección se titula “Nación, Estado y cultura política”, temáticas clave en las agendas del pensamiento social nacional y continental. Los autores y las autoras de esta sección llaman la atención sobre la constante imposibilidad de la nación, señalando con ello la ausencia de prácticas mínimamente democráticas a lo largo de la historia nacional.

La tercera sección se titula “Cultura y ciudadanías (post)utópicas”. La alusión a la temporalidad (post)utópica nos sitúa en los quiebres del estatuto de las ciudadanías en distintos momentos de la historia reciente del país.

“Movimientos de mujeres y feminismos” es la cuarta sección, y en ella nos concentramos en mostrar las importantes contribuciones que los movimientos de mujeres y distintas posiciones feministas han hecho al pensamiento social del país.

La quinta y última sección, “Problematizando la nación mestiza: pueblos indígenas, afrodescendientes y campesinos”, brinda una muestra de posiciones antagónicas al mestizaje homogeneizador, tanto en su versión liberal-oligarca, que tiende a la eliminación real o epistémica de las diferencias culturales, como en su versión marxista, que constituyó la diferencia como problematicidad.

De la Presentación de Juan Pablo Gómez y Camilo Antillón.

Para descargar el libro, haga clic aquí:

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Fuente de la reseña:

http://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?id_libro=1222&orden=&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1161

 

 

 

 

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Reseña de Libro: Los movimientos sociales ante la crisis .

América del Sur/Argentina.
Fernando Calderón Gutiérrez. [Compilador]

Elizabeth Jelin. Theotonio Dos Santos. Carlos H. Filgueira. Roberto Laserna. Luis Vedesoti Custode. Eduardo Ballón E.. Fernando Rojas H.. Luis Gómez Calcaño. Guillermo Campero. Domingo M. Rivarola. Fernando Calderón Gutiérrez. [Autores de Capítulo]
Colección Biblioteca de Ciencias Sociales. Colección Histórica.
ISBN 950-9231-14-4
CLACSO. UNU. IISUNAM.
Buenos Aires.
Marzo de 1986

La crisis que sufre la región tiende a generar una poderosa concentración del poder, como consecuencia de la reestructuración de la economía, y una acción colectiva fragmentada, dispersa y multidimensional. Los movimientos sociales surgidos en Sudamérica bajo esa presión de la crisis revelan un momento de inflexión en las orientaciones societales: renovación de movimientos sociales seculares y tradicionales como el movimientos obrero, el movimientos campesino o los movimientos nacionalistas y, al mismo tiempo, surgimiento de nuevas y múltiples identidades e intencionalidades: movimientos urbanos, de mujeres, étnicos, de jóvenes, de violencia revolucionaria, etcétera.

Este volumen intenta reflejar, a través de síntesis nacionales y una síntesis global, basadas en cincuenta y cuatro trabajos de investigación sobre los movimientos sociales más relevantes de diez países de la región, toda la riqueza y complejidad de estos verdaderos espacios de reacción y de resistencia a los impactos de la crisis, que en sus diversos gritos y deseos son portadores de nuevos horizontes colectivos. Pocas veces hemos podido contar con un material similar, de carácter analítico-sincrónico capaz de arrojar luz sobre una realidad tan extensa y diversa, pero a la vez surcada por determinaciones comunes tan significativas. Los ensayos compilados en este volumen corresponden a los siguientes autores: E. Ballón, F. Calderón, G. Campero, T. Dos Santos, C. Filgueira, L. Gómez Calcaño, E. Jelin, R. Laserna, F. Rojas y L. Verdesoto.
Fuente: http://biblioteca.clacso.edu.ar/ar/libros/historico/calderon.pdf
Imagen: http://www.clacso.org.ar/clacso/novedades_editoriales/img_tapas/373_Tapa.gif
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Francia: Éducation Europa /fr bilan du quinquennat et enjeux pour demain

Europa/Francia/Abril  del 2017/Noticias/https://theconversation.com/

« Quand on ne fait pas de communication c’est rare qu’on la fasse pour vous », c’est ce que déclarait François Hollande lors des Journées de la Refondation le 2 mai 2016. Et il ajoutait, toujours sur le ton de la plaisanterie : « si on attend que les compliments, on est pas toujours satisfait, si on attend les critiques, on peut avoir son lot… ». C’était il y a longtemps, très longtemps, en 2016…

Depuis François Hollande a renoncé à être candidat. Et la refondation de l’École semble bien loin dans la campagne présidentielle. Peu de candidats en tiennent compte, or le bilan devrait pourtant en être fait. On peut aussi se demander si les promesses des candidats sont à la hauteur des enjeux pour l’école de demain.

Les mots de la refondation

« Refondation », le terme choisi par Vincent Peillon était habile. Il permettait à la fois de rassurer puisqu’il renvoyait à un passé glorifié et d’envoyer aussi un signal à ceux qui pensent que l’École doit évoluer et s’adapter. Mais si le terme était porteur de beaucoup d’espérances, il a aussi généré des déceptions devant les compromis et le manque de lisibilité des réformes.

Car il a manqué un slogan à cette refondation. La finalité de tout cet ensemble de dispositifs décrits dans la loi de 2013 n’apparaissait pas assez clairement. Si la loi d’orientation de 89 se résume à « l’élève au centre du système » et celle de 2005 au socle commun, il n’y a pas le même mot d’ordre pour la refondation. À tel point que les journées de la refondation le reconnaissaient implicitement tout comme le 1er rapport du comité de suivi de la refondation : il y a eu un manque de lisibilité des réformes alors que la lutte contre les inégalités aurait pu être ce mot d’ordre mobilisateur.

On notera aussi que les créations de postes absorbées par une forte démographie non anticipée, par la reconstruction de la formation initiale et d’un vivier de remplaçants ont été, elles aussi, peu visibles pour les enseignants comme dans l’opinion.

Les maux des réformes

Après la grandiloquence des premiers mois, on est passé assez vite de la refondation aux « réformes »…

Or, le terme est ambigu et génère pas mal de difficultés. Il y a évidemment la crainte du changement. Mais il serait trop facile de voir les mouvements sociaux qui ont accompagné les principales réformes comme relevant uniquement de la « résistance au changement ». Il y a aussi l’idée implicite mais très vivement ressentie que tout ce qui précède peut être « mis à la réforme ».

Avec des enseignants qui mettent beaucoup d’eux-mêmes dans leur travail, il y a une tendance à prendre comme une critique de son propre travail ce qui se situe au niveau de l’ensemble du système. Or on peut pourtant faire son métier du mieux que l’on peut dans un système qui dysfonctionne…

La réforme est aussi une décision prise d’en haut par un pouvoir politique et appliquée ensuite par une technostructure. Cela se heurte à une culture antihiérarchique des enseignants et des pratiques de management qui restent bureaucratiques dans l’encadrement.

La concordance des temps

La gestion du temps a été un des problèmes de ce quinquennat. Pour l’éducation, il y a eu d’abord du retard à l’allumage. La loi sur la refondation dont Vincent Peillon prévoyait le vote en décembre 2012, n’a été publiée au JO que le 8 juillet 2013. La période d’« état de grâce » a été occupée par des discussions et concertations qui, au final, n’ont abouti qu’à faire ressurgir les tensions qui avaient été mises de côté au moment des présidentielles et législatives.

Le problème du temps s’est posé aussi avec la réforme des rythmes. Celle-ci semblait acquise puisque sous le précédent ministre (Chatel) une large commission avait conclu à sa nécessité. Ensuite, l’attentisme a abouti au télescopage avec les élections municipales et les enjeux syndicaux. Autre retard : celui de l’élaboration des programmes avec la mise en place laborieuse du Conseil supérieur des programmes et la démission de son premier président. Enfin, la plus belle illustration est donnée par la conjonction de la réforme des programmes et du collège et en plus pour tous les niveaux, une année avant la fin du quinquennat. On y trouve la conjonction du retard et de la précipitation. D’une manière générale, les retards pris dans l’application de la loi ont accentué l’absence de lisibilité.

Mais, plus que tout, tout cela nous rappelle que le temps de l’éducation n’est pas celui du politique. Ministre de l’éducation n’est pas le poste plus facile, car il est difficile de voir les effets de son action. Les enfants qui sont rentrés au cours préparatoire en 2012 seront évalués dans l’année 2021 par le système PISA. Pas facile pour un personnel politique et des Français qui veulent des résultats immédiats…

De haut en bas

Et si la refondation était la dernière réforme de ce genre ? Car la question qui est posée par la refondation est aussi celle de la méthode utilisée pour la conduite du changement.

Dans notre pays centralisé et bureaucratique, nous fonctionnons toujours avec l’illusion d’une décision prise d’en haut et qui descendrait impeccablement jusque dans chaque salle de classe.

La réforme du Collège a combiné cette illusion avec l’autoritarisme. Le fait de publier le décret le lendemain d’une manifestation a été un handicap certain pour la suite.

Le paradoxe de cette réforme est qu’elle a donc été vécue comme l’expression d’une « prescription verticale » qui s’impose à tous alors que son enjeu était de redonner du pouvoir aux équipes dans les établissements.

Or, on le sait bien, beaucoup de changements se font « à bas bruit », loin du tintamarre des annonces ministérielles et des déclarations syndicales. L’enjeu pour l’avenir sera de (re)donner du pouvoir d’agir aux enseignants dans un cadre aux objectifs clairs.

Quels enjeux pour demain ?

Cette question de la gouvernance de l’Éducation nationale est peu abordée. Elle est pourtant essentielle. Car c’est toute la question de la conduite du changement et de la confiance envers les acteurs du système qui est posée.

Dans la campagne on s’est focalisé sur le mot très ambigu d’« autonomie ». Derrière beaucoup y voient la remise en cause de l’égalité républicaine et dénoncent tout ce qui pourrait accroître le pouvoir du chef d’établissement comme une « caporalisation » insupportable, une dérive managériale et une mise en concurrence

Toutefois on voit bien aussi que le système éducatif est trop bureaucratique. Ce système génère ses effets pervers : force d’inertie, faible adaptabilité aux situations locales, lourdeur des contrôles… Il contribue aussi à l’infantilisation et la déresponsabilisation des acteurs…

L’École gagnerait à être plus efficace. C’est un chantier difficile car il faut naviguer entre deux écueils, celui du conservatisme sclérosant et celui d’un libéralisme destructeur.

Le service public d’éducation est-il mortel ? Cette question pouvait paraître saugrenue il y a quelques années. Elle ne l’est plus. Le développement des écoles privées hors-contrat et le rôle croissant des fondations, l’idée du chèque-éducation, tout cela nous montre que ce qu’on croyait immuable peut demain être remis en question. Il faut bien sûr s’inquiéter et dénoncer la marchandisation de l’École. Mais on doit aussi comprendre que tout cela prospère sur la difficulté de l’École à s’adapter et à tenir ses promesses.

Pour rendre l’école plus juste, on ne peut pas se contenter de rafistolages sur un grand corps malade. Changer le pansement ou penser le changement ?

Fuente:

https://theconversation.com/education-bilan-du-quinquennat-et-enjeux-pour-demain-75956

Fuente Imagen:

https://lh3.googleusercontent.com/PpxS10nZNVGL1mqWeFI1RAsHrmOoW81hJmO3EiMwysfzFg4tuIGXI8__TZR40jTMVqld5ZY=s85

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En Argentina: detuvieron a seis miembros de Ni Una Menos en la previa al paro de mujeres

Se realizará una concentración en la sede de la Fiscalía de la Ciudad, en Bartolome Mitre 1735, a las 12. Las jóvenes están detenidas en la Comisaría 9ª, acusadas del delito de daño. Fueron denunciadas por realizar pintadas en el barrio de Almagro.

America del Sur/Argentina/Buenos Aires

Una decena de policías, tres patrulleros y una moto de la flamante Policía de la Ciudad conformaron el desmedido operativo desplegado para la detención de seis jóvenes integrantes del Colectivo Ni Una Menos , denunciadas por realizar pintadas en el barrio de Almagro, a horas del inicio del Paro Internacional de Mujeres y la movilización de mañana.

Las seis mujeres están detenidas en la Comisaría 9ª, acusadas del delito de daño . Según difundieron desde Ni Una Menos, las seis jóvenes desarmadas “fueron denunciadas y perseguidas por tres varones”.

Sus nombres son: Florencia Minici, Lia Vergara, Fátima Pecci Carou,Mariana Leder Kremer Hernandez, Malena Nijensohn y Camila Gómez Grandoli.

Unas veinte personas permanecían haciendo vigilia ante la seccional, donde las mujeres pasaron la madrugada y permanecerán retenidas hasta el mediodía , cuando está prevista una audiencia. “Esperamos que entonces sean liberadas. Los mecanismos de la justicia patriarcal funcionan con celeridad cuando se trata de perseguirnos pero nunca para defendernos.

A as 12 del mediodía tienen audiencia y se espera sean liberadas.

«Los mecanismos de la justicia patriarcal funcionan con celeridad cuando se trata de perseguir causas feministas, pero nunca para perseguirnos» señaló una de las personas en vigilancia ante esta situación

El #8M nos encontramos en las calles”, advirtieron desde el Colectivo Ni Una Menos.

Fuente: http://www.nueva-ciudad.com.ar/notas/201703/31407-polemico-detuvieron-a-seis-miembros-de-ni-una-menos-en-la-previa-al-paro-de-mujeres.html

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Movimientos sociales en la lucha antineoliberal

Por Emir Sader
En Bolivia y Ecuador los movimientos sociales se han cansado de tumbar a gobiernos neoliberales y han decidido, finalmente, fundar sus propios partidos y lanzar candidatos a la presidencia de la nacion. Mientras tanto, en el contexto del Foro Social Mundial, o al lado de él, ONG, algunos movimientos sociales e intelectuales de Europa y América Latina se oponían a esa vía y proponían la autonomía de los movimientos sociales. Esto es, no deberían meterse en política ni con el Estado.

En Argentina, frente a la peor crisis económica, política y social de su historia, movimientos han renunciado a lanzar candidaturas a la presidencia de la República, con el eslogan: Que se vayan todos. Resultado: Ménem ganó en la primera vuelta, prometiendo que dolarizaría definitivamente la economía argentina, con lo cual llevaría a la ruina sin retorno no sólo al país, sino a todos los procesos de integración latinoamericana.

La ilusión despolitizada y corporativa del Que se vayan todos dejaría el campo libre para esa monstruosa operación menemista, con los efectos negativos en toda la región. La ilusión era la de que ellos se irían, sin que se les hiciera irse, sin que fueran derrotados con un proyecto superador del neoliberalismo. Felizmente apareció Néstor Kirchner, quien asumió la presidencia de la nación para empezar el rescate más espectacular que Argentina había conocido de su economía, de los derechos sociales de los trabajadores, del prestigio del Estado.

En tanto, organizaciones que se habían adherido a la tesis de la autonomía de los movimientos sociales, como los piqueteros argentinos, simplemente han desaparecido. En México, después del enorme prestigio que habían tenido al asumir una posición semejante –Cambiar el mundo sin tomar el poder, de John Holloway y Toni Negri, quien condenaba a los estados como superados instrumentos conservadores–, los zapatistas han desaparecido de la escena política nacional, recluidos en Chiapas, el estado más pobre de la nación. Más de 20 años después, ni Chiapas ni México fueron transformados sin tomar el poder, hasta que los zapatistas han decidido lanzar una candidata indígena a la Presidencia. Aun sin decir que van a transformar el país con una victoria electoral, pero saliendo de su aislamiento en Chiapas para volver a participar de la vida política nacional, abandonando sus posiciones de simple denuncia de las elecciones y de abstención.

Mientras tanto, Bolivia y Ecuador, rompiendo con esa visión estrecha de restringir los movimientos sociales solamente a la resistencia al neoliberalismo, han fundado partidos –Mas en Bolivia, Alianza País en Ecuador–, presentaron candidatos a la presidencia de la república –Evo Morales y Rafael Correa–, han triunfado y pusieron en práctica los procesos de más grande éxito en la trasformación económica, social, política y cultural de América Latina en el siglo XXI. Han refundado sus estados nacionales, impuesto el desarrollo económico con distribución de renta, se han aliado a los procesos de integración regional, al mismo tiempo que han integrado las más amplias capas del pueblo a los procesos de democratización política.

Al contrario del fracaso de las tesis de la autonomía de los movimientos sociales, que han renunciado a la disputa por la hegemonía alternativa a nivel nacional y de lucha por la construcción concreta de alternativas al neoliberalismo, bajo la dirección de Evo Morales y de Rafael Correa, Bolivia y Ecuador han demostrado cómo solamente la articulación entre la lucha social y la lucha política, entre los movimientos sociales y los partidos políticos, es posible construir bloques de fuerza capaces de avanzar decisivamente en la superación del neoliberalismo.

Las tesis de Toni Negri sobre el fin del imperialismo y de los estados nacionales fueron rotundamente desmentidas ya desde la acción imperialista después de las acciones de 2001, mientras que gobiernos sudamericanos han demostrado que solamente con el rescate del Estado es posible implementar políticas antineoliberales, como el desarrollo económico con distribución de renta. La pobreza persistente en Chiapas puede ser comparada con los avances espectaculares realizados, por ejemplo, en todas las provincias de Bolivia, para demostrar, también por las vías de hecho, cómo la acción desde abajo tiene que ser combinada con la acción de los estados, si queremos efectivamente transformar el mundo.

Otras tesis, como las de varias ONG o de Boaventura de Sousa Santos, de optar por una sociedad civil en la lucha contra el Estado, no puede presentar ningún ejemplo concreto de resultados positivos, aun con las ambiguas alianzas con fuerzas neoliberales y de derecha, que también se oponen al Estado y hacen acuerdos con ONG y con intelectuales para oponerse a gobiernos como los de Evo Morales y de Rafael Correa, pero también en contra de otros gobiernos progresistas en América Latina, tienen en común visiones liberales del mundo.

Además del fracaso teórico de las tesis de la autonomía de los movimientos sociales, se les puede contraponer los extraordinarios avances económicos, sociales, políticos, en países como Argentina, Brasil, Venezuela y Uruguay, además de los ya mencionados, como pruebas de la verdad de las tesis de la lucha antineoliberal, como la lucha central de nuestro tiempo.

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2017/02/16/opinion/020a2pol

Imagen: www.resumenlatinoamericano.org/wp-content/uploads/2015/12/lucha-de-clases-1.jpg

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La oportunidad Trump

Por: Raúl Zibechi

Dos puntos de partida. Uno, los cambios de fondo nunca se procesan en períodos de calma chicha sino en medio de tempestades que ponen todo patas arriba. Es en esos momentos cuando las fuerzas antisistémicas, forjadas en largos períodos en los sótanos de las sociedades, pueden aprovechar la debilidad y la crueldad del capital para mostrar a las mayorías que hay otros caminos más allá de la subordinación al sistema.

Dos, que uno de los más importantes problemas que enfrenta hoy lucha emancipatoria es la subordinación de los movimientos antisistémicos al capital financiero y a los estados, como lo señala Nancy Fraser en el memorable artículo “Trump o el fin de neoliberalismo progresista” (Rebelion, 23 de enero de 2017).

El aturdidor cacareo de los más poderosos medios del sistema, encabezado por The New York Times y seguido dócilmente por la inmensa mayoría de los medios del mundo, tiene un objetivo muy claro: reforzar la alianza Wall Street-Sillicon Valley-Hollywood con los nuevos movimientos sociales (feminismo, antirracismo, multiculturalismo y LGBTQ), como señala Fraser.

Esta alianza es un cortafuegos levantado por Bill Clinton en 1992, lo que la feminista estadunidense denomina “neoliberalismo progresista”, como forma de aislar a la clase obrera –vapuleada por el capital financiero y la globalización- de los movimientos sociales. Donde hubo exitosas luchas contra el neoliberalismo, fue donde se tejieron alianzas de hecho entre ambos sectores. El Argentinazo de diciembre de 2001 fue la convergencia de “piquete y cacerola”, o sea los obreros desocupados y las clases medias empobrecidas, algo que los de arriba buscan evitar de cualquier modo.

Ese neoliberalismo progresista es el que ha gobernado buena parte de Sudamérica en la última década. Salvando las distancias, hay también entre nosotros la intención de cooptar a los nuevos movimientos, de un modo que Fraser describe de modo sencillo y potente: “Al identificar progreso con meritocracia, en lugar de igualdad, se equiparaba la emancipación con el ascenso de una pequeña elite de mujeres, minorías y gays “con talento” en la jerarquía empresarial basada en la noción de “quien gana se queda con todo” (validando la jerarquía en lugar de abolirla)”.

Estas minorías juegan el mismo papel que tuvieron las direcciones sindicales y de la socialdemocracia europea durante la primera guerra mundial, frenando las aspiraciones revolucionarias de una parte importante del proletariado. En casos extremos como en Alemania en 1919, esa socialdemocracia llegó a asesinar a dirigentes como Rosa Luxemburg, mostrando así la verdadera cara de su proyecto de sostener el sistema capitalista enfrentando a la izquierda rebelde.

Dicho de otro modo, sin el apoyo de ese sector el sistema estaría tambaleándose. Al comienzo de la globalización, conscientes de que afectaría a la clase obrera industrial, las elites del mundo tejieron una amplia alianza con los nuevos movimientos, que Fraser describe como “alianza entre emancipación y financierización”. La rabia de Wall Street y de los medios del sistema es que la victoria de Trump deja dicha alianza en estado de máxima debilidad, por eso su empeño en movilizar a los jóvenes para evitar fracturas.

Apenas dos ejemplos. El muro de Trump ya existe y fue levantado por diversas administraciones, “programado por Bill Clinton y construido en su tercera parte por Baby Bush”, según Alfredo Jalife-Rahme (La Jornada, 3 de febrero de 2017). Sin embargo, presentan el muro como una novedad, ignominiosa por cierto, cuando deberían decir que Trump se propone terminar el muro que comenzaron los neoliberales republicanos y demócratas.

Lo segundo es la vergonzosa propaganda en defensa de los derechos humanos y de los musulmanes. Paul Craig Roberts critica con dureza el oportunismo de la representante de la ONG Human Rights First, quien atacó las medidas contra los musulmanes: “¿Dónde estaba Human Rights First cuando el régimen Bush/Cheney/Obama mataba, mutilaba y desplazaba a millones de musulmanes en siete países en el transcurso de cuatro presidencias?” (paulcraigroberts.org, 3 de febrero de 2017).

El doble rasero de los lobbistas de los movimientos no hace más que enlodar los derechos humanos, el feminismo, las causas antirracista y LGBTQ, mientras guarda silencio sobre criminales de guerra como Hillary Clinton, responsable directa de la invasión de Libia y de la masacre de la Primavera Árabe.

Es evidente que el gobierno de Trump será muy agresivo y violento contra los sectores populares de todo el mundo, y sus efectos ya se hacen sentir en países como México y en breve en toda la región latinoamericana. Sin embargo, no son pocos los que aseguran que se llegará al mundo nuevo a través de procesos serenos y calmos, cuando sabemos que la estabilidad es el mejor caldo de cultivo para la reproducción del sistema. Quienes necesitan la estabilidad son precisamente las elites de los movimientos, incrustadas en el poder, desde donde pretenden evitar que la opresión las afecte en un camino de salvación individualista.

Para los de abajo, la llegada del energúmeno Trump al gobierno de la mayor potencia del mundo, es síntoma de descomposición del sistema que nos afecta como los latigazos de una tormenta. Es en medio del caos sistémico como nos empeñamos en construir lo nuevo, con todos los riesgos que eso implica, pero con la voluntad intacta.

Fuente: http://desinformemonos.org/la-oportunidad-trump/

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