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Señorita Extraviada

Reseña/Documental/28 Noviembre 2019

A propósito del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer les compartimos el documental «Señorita Extraviada» realizado por la documentalista Lourdes Portillo.

» No existe un mejor lugar para matar a una mujer que en Ciudad Juárez, México. En los últimos diez años, cientos de mujeres han desaparecido o han sido encontradas asesinadas en esta ciudad fronteriza. La mayoría de ellas fueron empleadas de maquiladoras o en plantas de ensamblaje de la zona. Solo algunos casos se han solucionado. La cifra de mujeres asesinadas, de 1993 a la fecha, rebasa ya las trescientas, y el total de desaparecidas se eleva a quinientas. Detrás de estos crímenes se acumulan miles de casos de hostigamiento sexual, doméstico y laboral, no denunciados, de violencia intrafamiliar no atendida, y sobre todo de una misoginia institucional que magnificada por la prensa local sirve como estímulo a los perpetradores de lo que hoy se conoce ya como un feminicidio. Esta situación criminal se relaciona con la violencia del narcotráfico, el desempleo, y la miseria fronteriza en tiempos de globalización forzada, originando el derrumbe de oportunidades y la contratación de mano de obra femenina (pésimamente remunerada), que desplaza a buena parte de la fuerza laboral masculina. Lourdes Portillo reúne los testimonios de la frustración y del rencor social, el encono misógino, y el desdeñoso retrato moral de las víctimas (para las autoridades, simples provocadoras ­:»ellas se lo buscaron»). A todo esto opone el perfil de las jóvenes, apenas adolescentes, obligadas a trabajar en turnos de madrugada, expuestas al riesgo urbano de calles mal alumbradas, temerosas siempre, canjeando diariamente seguridad física por supervivencia económica. ¿Qué hacían las «muertas de Juárez» en la calle?, pregunta la prensa local. «No iban precisamente a misa», le responde con sarcasmo un gobernador panista. Vista así, entre la difamación y la caricatura, todo autoriza el ajusticiamiento que es, al mismo tiempo, un mensaje social en tiempos de cambio; el desdén hacia la mala pécora como parte de un programa de saneamiento civil, que incluye a homosexuales y travestis. «Todas son putas», explican las autoridades en Señorita extraviada, o mulas tercas que aún no entienden que la gente decente se pasea de día, y la indecente se expone a todo por andar de noche.»

Este trabajo se estrenó en el año 2001, sin embargo, a pesar que han transcurrido 18 años desde entonces, sigue teniendo vigencia en un contexto en el cual las mujeres siguen siendo víctimas de un sistema patriarcal y misógino.

Ver documental aquí: https://www.youtube.com/watch?v=84NbsvUfAuw&t=412s

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Mujeres musulmanas en Kenia crían mariposas para ayudar a los bosques

África/Kenia/28 Noviembre 2019/Trt

Una empresa comunitaria en la aldea de Gede vende mariposas y capullos de mariposas de alta calidad a los mercados internacionales como Europa y América para proteger los bosques de donde provienen esos insectos

Las mariposas son un símbolo de empoderamiento y transformación para muchas mujeres en la aldea de Gede, en la costa este de Kenia.

Gede es reconocida por sus ruinas antiguas de mansiones, mezquitas y casas que datan de hace 800 años.

Las mujeres musulmanas de una empresa comunitaria en Gede crearon el Proyecto Kipepeo, que sirve como apoyo al estilo de vida de las personas al vender mariposas de alta calidad, de diferentes especies, y capullos de mariposas a mercados internacionales (en su mayoría hacia Europa y América, Reino Unido y Turquía).

Esta es la forma que ellas encuentran para luchar contra la pobreza y tomar un rol de empoderamiento.

La mayoría de ellas, como Rehema Hassan, no ha recibido educación y depende del lucrativo negocio de las mariposas para pagar las matrículas de sus hijos y suplir sus necesidades diarias.

Las mujeres se equipan con redes para atrapar mariposas. Algunas incluso colocan trampas en árboles, mientras otras usan redes artesanales.

Recorren los bosques buscando mariposas, pero son cuidadosas, pues podrían encontrarse con corredores de elefantes.

Según Hassan, la clave es evitar redes baratas para no lastimar a las mariposas.

En el pasado, Hassan solía vender leña y carbón. “Solía depender del negocio del carbón. Cortaba árboles, pues saben que estamos rodeadas de árboles, pero ahora conservo mi ambiente porque si los árboles no florecen, no podemos tener mariposas”, explicó Hassan, quien usa un colorido hiyab.

El carbón es una de las formas más comunes de combustible para cocinar usado por las comunidades que viven cerca del bosque. Lo producen cortando árboles, estos son quemados parcialmente y luego los entierran, y se queman lentamente. Al momento de enfriarse, ya se han convertido en trozos de carbón.

Hassan luchó para atrapar a una mariposa que aleteaba al interior de una trampa. Después de varios segundos, con mucho cuidado, en su mano se posaba la mariposa tipo Charaxes, caracterizada por un hermoso brillo iridiscente.

Con mucha delicadeza, metió al frágil insecto en una canasta, donde se unió a una decena más de mariposas, todas ellas de colores vívidos.

El nuevo y sediento recluta dobló suavemente sus alas hacia arriba y absorbió el néctar de una flor fresca que Hassan había cortado esa misma mañana.

Justo al lado de la Charaxes, se encontraba un Papilio de los cítricos, que agitaba sus alas blancas con puntos tan rojos como los de una cereza.

Hassan aseguró que, para ellas, el negocio de las mariposas es un tema de conservación.

“Ahora nuestros bosques son lugares que conservamos y protegemos. Ellos nos necesitan tanto como nosotros a ellos. Dos de mis hijos pudieron ir a la universidad gracias a este negocio. Es por eso que, para nosotras, las mariposas lo son todo”.

Sin bosques, no hay mariposas

Fatuma Hamisi, otra mujer que se ha beneficiado de las mariposas, le relató a la Agencia Anadolu cómo funciona todo el proceso.

“Ponemos trampas en los bosques para capturar a las mariposas. Las alimentamos hasta que ponen sus huevos, que se convierten después en orugas. Las orugas comen hojas de los bosques hasta que forman su capullo, con lo que se cubren. Es en este punto en el que los vendemos antes de que se conviertan en mariposas”, indicó Hamisi.

“Protegemos los bosques porque, sin bosques, no hay mariposas”, añadió.

Hamisi y sus colegas liberan a casi todas las mariposas después de haber puesto los huevos porque, según ella, se demoran mucho para poner de nuevo, especialmente en confinamiento.

Charo Ngumbao, quien lidera el proyecto comunitario, le dijo a la Agencia Anadolu que su principal mercado es Reino Unido “y el segundo que en este momento compra los capullos de mariposas es Turquía”.

“Hay una alta demanda de Papilio y Charaxes. Ahora ellos (Turquía) compran mariposas todos los lunes y Reino Unido las compra los viernes”, explicó el líder, quien agregó que se exportan mariposas dos veces por semana.

“Las mariposas generalmente viven algunas semanas, dependiendo de su especie, tamaño y entorno. Hay una alta demanda debido a su periodo de vida”.

De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para la Reducción de Emisiones causadas por la Deforestación y la Degradación de los Bosques (UN-REDD), el objetivo principal del proyecto es unir desarrollo con conservación.

En declaraciones a la Agencia Anadolu, la especialista de la regional de África de Naciones Unidas, Griet Ingrid Dierckxsens, explicó de qué manera la conservación entra a jugar en este proyecto.

“Este proyecto es un muy buen ejemplo del tipo de políticas que sigue el UN-REDD. Las personas necesitan un medio de vida. Para dejar de deforestar los bosques, que son la piel del carbón, tienen que ver por qué son importantes los bosques”, expresó Dierckxsens.

“Ganan mucho dinero por las exportaciones, más de lo que ganarían vendiendo carbón y madera de los árboles. Un rendimiento anual en este proyecto es de unos USD 1,9 millones. Esto es un incentivo para que protejan sus bosques”, considera la especialista.

Hamisi bromeó diciendo que, además de huir de los elefantes, su desafío clave es conseguir equipos modernos de captura de mariposas y competir con otros países que están en el negocio de exportación de este insecto. Según ella, a veces tienen que bajar sus precios para vender mariposas similares a las exportadas desde otros países.

Se pueden vender alrededor de 200 capullos por 13.000 chelines kenianos (aproximadamente USD 130). Una sola mariposa puede poner hasta 500 huevos. En la naturaleza, solo uno de cada 20 de estos huevos crecerá hasta la edad adulta, mientras que en espacios controlados las posibilidades de supervivencia aumentan considerablemente.

No siempre venden todos los capullos de mariposas. A veces los liberan en la naturaleza para controlar su reproducción.

Los bosques costeros de Kenia albergan más de 230 especies de mariposas. Kenia en su conjunto tiene más de 800 especies.

Fuente: https://www.trt.net.tr/espanol/ciencia-y-tecnologia/2019/11/24/mujeres-musulmanas-en-kenia-crian-mariposas-para-ayudar-a-los-bosques-1310595

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México: Las protestas feministas sacuden a la mayor universidad de América Latina

América del norte/México/28 Noviembre 2019/El país

Alumnas de la UNAM toman 11 facultades y escuelas para reclamar atención ante los casos de violencia de género

Con las caras tapadas casi por completo y vestidas de negro, una treintena de estudiantes abrieron el pasado miércoles las puertas de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) que llevan este lunes 22 días cerradas. Lo hicieron solo por unos minutos, para salir a leer una lista de demandas para liberar el edificio. “Esta toma responde a un hartazgo que venimos cargando”, gritó un voz detrás de un pasamontañas dispuesta a leer las exigencias que iban desde renuncias hasta la correcta atención de las denuncias por violencia de género. “¿Por qué parecen insuficientes las más de 70 denuncias contra profesores y alumnos? Este espacio siempre ha sido para nosotras un peligro y no queremos que lo sea para las que vienen”, agregó. “Que se caiga el patriarcado”, vitoreó un profesor y desató un alarido entre las enmascaradas.

Octubre encontró a la universidad más grande de América Latina con los roles invertidos. El movimiento feminista, que hasta hace muy poco estaba anémico de poder dentro de las esferas académicas, tomó por asalto al menos 11 de los 39 planteles para reclamar en contra del acoso, el maltrato y las agresiones. Un grupo de alumnas se atrincheraron en las aulas y paralizaron las clases, dispuestas a mantener la apuesta hasta ser escuchadas. Una protesta que se extendió desde mediados de octubre hasta, en gran parte, el 14 de noviembre, cuando las autoridades de la Universidad convocaron unas mesas de diálogo con el fin de zanjar el problema. Pero la amenaza de regresar a la huelga persiste, como perdura la toma de tres preparatorias y la Facultad de Filosofía y Letras.

Lo que sucede en la UNAM es un síntoma más en un México entumecido ante la violencia de género. El movimiento feminista universitario se encuadra en una ola de protestas que han tenido lugar en la capital en los últimos meses y apenas unas semanas después de la sentencia por el feminicidio de Lesvy Rivera Osorio, una joven de 22 años asesinada en el campus universitario en 2017. “No olvidamos sus omisiones con el feminicidio de Lesvy, no olvidamos a todas las que nos hacen falta”, reprochó una de las estudiantes enmascaradas frente al edificio con pintadas que decían “UNAM feminicida” o “las paredes se limpian, las muertas no regresan”.

La protesta universitaria se desató el pasado 24 de octubre en la sede de Cuautitlán, en el Estado de México. En ese entonces, un grupo de manifestantes marchó para pedir que se atendieran las 77 denuncias registradas en esa entidad contra profesores y alumnos señalados de acoso sexual. En pocas horas, la manifestación se convirtió en una huelga que desató, a su vez, tomas de otras facultades con demandas similares.

El problema de la violencia de género no es nuevo para la Universidad, una institución que en 2016 se vio forzada a desarrollar un protocolo de atención a casos de violencia de género. “La UNAM acumula años de exigencias. El protocolo surgió por una exigencia del alumnado”, explica la abogada Andrea Medina, que acompaña tres denuncias internas, una por violación, una por intento de violación y una tercera por hostigamiento sexual. Uno de los inconvenientes, explica, fue que el mecanismo de atención se volvió una carrera de obstáculos que incluían “la insistencia de las autoridades” para que las quejas no prosperaran. “Hay una incomprensión de lo que está pasando y las alumnas están reaccionando a la impunidad”.

La paralización de las clases se dio en medio de las elecciones a rector, que el pasado 8 de noviembre dieron la victoria a Enrique Graue, quien ya ocupaba el cargo desde 2015. “Si hay algún tipo de violencia que no podemos aceptar es el que las universitarias sean acosadas o violentadas”, dijo el pasado martes tras jurar. “En las semanas siguientes enviaré una propuesta para crear un órgano independiente que fortalezca el respeto a la diversidad, promueva mayor seguridad para ellas y genere políticas de equidad”, prometió.

Uno de los puntos de su programa de trabajo, sin embargo, fue duramente criticado por los grupos feministas. “Diseñar mecanismos que eviten, en redes sociales, que en los supuestos casos de violencia de género se victimice inadecuadamente a personas sobre las cuales no pesa investigación o denuncia alguna y emprender una campaña contra la difamación”, proponía el candidato. “Demuestra una falta de sensibilización, más que darle prioridad a eso, se tendría que dar más apoyo al combate de la violencia de género”, critica Brenda Medina, profesora de la Facultad de Filosofía y Letras.

Otra de las críticas que ha recibido Graue ha sido el enérgico rechazo al ataque de una biblioteca de la universidad el pasado 14 de noviembre en una de las marchas feministas por parte de un grupo de violentos. “El rector se ha mostrado más interesado en condenar la violencia de unos pocos que en combatir la violencia de género”, dice Medina. “La UNAM ha buscado mantener una imagen institucional que le de renombre y por eso deslitimiza las demandas feministas, restándole importancia”.

Ella, junto a otras académicas, señalan que muchas profesoras apoyan las tomas “sin dar la cara” por miedo a represalias. “Denunciar es exponerte, porque al mismo tiempo tu trabajo depende de la universidad”.

Resistencia dentro de la universidad

El movimiento feminista ha generado también resistencia en algunas facultades, como la de Ingeniería, donde las mujeres son minoría. El rechazo a las protestas alcanzó su máximo auge el pasado 7 de noviembre, cuando un grupo de estudiantes de esa dependencia confrontó con un puñado de mujeres con pasamontañas que intentaron realizar pintadas en las paredes del edificio. “Fuera, fuera”, les gritaron mientras les aventaban piedras. Pero el violento episodio no generó condenas por parte de las autoridades.

“El carácter estructural de la violencia está muy enraizado en toda la Universidad, está muy normalizado”, apunta la académica Aimeé Vega Montiel. “Hay que voltear la mirada hacia las autoridades y exigir respuestas porque los mecanismos que han implementado no han funcionado”.

Fuente e imagen: https://elpais.com/sociedad/2019/11/22/actualidad/1574463326_524489.html

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Histórica manifestación en París para exigir más esfuerzos contra la violencia machista

Europa/Francia/28 Noviembre 2019/El país

La protesta precede a los esperados anuncios del Gobierno francés para combatir los feminicidios este próximo lunes

Algo está cambiando en Francia en materia de violencia machista, que cada año le cuesta la vida en este país a más de un centenar de mujeres. En lo que va de 2019, son ya al menos 116 las fallecidas a manos de su pareja o expareja, aunque organizaciones feministas elevan la cifra a 137. En los últimos tiempos, estos asesinatos son noticia destacada en casi todos los grandes medios, que además han dejado ampliamente de hablar de “dramas familiares” o “crímenes pasionales” para calificar estos hechos, sin ambages, como “feminicidios”, una palabra casi tabú hasta hacía poco. La sociedad va tomando, cada vez más, conciencia de un problema que ya no es considerado del ámbito privado o cosa de feministas. Sin embargo, para las decenas de miles de mujeres —y hombres, muchos hombres también— que este sábado han marchado en París y en otras ciudades de Francia, todo esto no es, ni de lejos, suficiente.

Lola, Garance y Majda venían preparadas a la manifestación convocada por el colectivo feminista Nous Toutes y otras 70 organizaciones para hacer presión ante los anuncios que el Gobierno, después de tres meses de discusiones, debe hacer este lunes para combatir la violencia machista, coincidiendo con el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Con el cuerpo y cara recubierto de huellas rojas de manos simbolizando la violencia física o sexual por parte de su pareja o expareja —que según datos oficiales sufren cada año 213.000 mujeres adultas—, el 1% de las mujeres entre 18 y 75 años, estas quinceañeras tenían muy claro la importancia de la cita del sábado. “No queremos que las mujeres sigan muriendo a manos de los hombres”. Un mensaje que también repiten en su instituto de Montreuil, en las afueras de París, a sus compañeros. “Algunos chicos lo entienden y otros no, pero cada vez más lo aceptan”, afirman. Algo más lejos, Pierre, un jubilado de 66 años que viajó desde Nanterre a París para participar en la manifestación, se felicita por la gran afluencia masculina a la protesta. “Los hombres se han concienciado, esto no era así hace 10 años”, recuerda, aunque reconoce que todavía hay trabajo por hacer. Sobre todo el Gobierno, que “tiene que tomar más medidas y proporcionar medios”, subraya. Precisamente ese es el mensaje que las organizaciones detrás de la manifestación de París y de ciudades como Lille, Grenoble o Burdeos quieren recalcar.

Ya hay concienciación social, “lo que falta hoy es voluntad política y los medios, necesitamos medidas de prevención, formación y educación”, señalaba al comienzo de la protesta la militante feminista Caroline De Haas, una de las fundadoras de Nous Toutes, señalando las cifras «históricas» de la marcha: 49.000 personas en París, según un recuento independiente para medios franceses, y 100.000 de acuerdo con las organizadoras. Es «la manifestación contra la violencia machista más grande de la historia de Francia y el Gobierno debe estar a la altura», reclamó De Haas.

Al comenzar los debates, en septiembre, el Gobierno adelantó varias medidas de “urgencia”, como la creación de 1.000 nuevas plazas de acogida para víctimas de violencia machista —las feministas exigen el doble— o la modificación de la ley que regula los brazaletes electrónicos, recientemente aprobada en la Asamblea Nacional. Sin embargo, hasta ahora no hay señales de que vaya a anunciarse lo que muchas organizaciones reclaman: fondos sustanciales. Según las organizadoras de la marcha, se necesita una inversión de 1.000 millones de euros adicionales para implementar políticas —como campañas de educación, prevención y sensibilización desde las escuelas hasta el judicial, policial o incluso los médicos que atienden a las víctimas— que tengan un verdadero impacto.

No son las únicas que tiran de las orejas al Estado en la materia. Esta semana, el Grupo de Expertos sobre la Lucha contra la Violencia contra las Mujeres del Consejo de Europa (Grevio) destacó en un informe sobre Francia la “preocupante” cifra de feminicidios y la existencia de numerosas “lagunas” judiciales y sociales para combatirlos.

Entre otros, criticó la “práctica judicial de la correccionalización que permite recalificar la violación en agresión sexual”, lo que, según los expertos del organismo independiente que vigila el cumplimiento de la Convención de Estambul, “minimiza la gravedad de la violación y carga en las víctimas las consecuencias de la disfunción del sistema judicial”. Grevio también destacó la “insuficiencia de dispositivos de albergue especializados” para las víctimas de violencia machista, una de las grandes denuncias también de las asociaciones de mujeres, y reclamó un uso “más sistemático” del sistema de órdenes de protección de víctimas de violencia machista. Este es también uno de los reclamos desde hace tiempo de las feministas, que señalan que mientras que en España —el gran referente francés en la lucha contra la violencia machista— atribuye cada año más de 20.000 órdenes de alejamiento, Francia solo aprueba unas 1.300.

Unos días antes, fue la Inspección General de la Justicia la que presentó 24 recomendaciones ante los fallos detectados para atender a las víctimas de violencia machista. Entre otros, propone modificar el código penal para permitir que los profesionales de la salud puedan denunciar un caso de violencia machista aunque la víctima se niegue a ello o coordinar mejor a nivel judicial y ministerial este tipo de casos.

La secretaria de Estado para la Igualdad, Marlène Schiappa, ha asegurado que se estudiarán todas las propuestas recibidas. Las mujeres y hombres que han marchado en París, ciudadanos anónimos, pero también políticos y artistas como la actriz y modelo Laetitia Casta o Vincent Trintignant —hermano de Marie Trintignant, la actriz convertida en símbolo de la violencia machista tras su muerte en 2003 por los golpes propinados por su pareja Bertrand Cantat, exlíder de la banda Noir Désir— prometieron recordárselo hasta que se revierta la curva de feminicidios.

Fuente e imagen: https://elpais.com/sociedad/2019/11/23/actualidad/1574523372_818305.html

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Entrevista a Paula Ezkerra: «El trabajo sexual, ¿es duro? Como cualquier otro trabajo, y más porque no está reconocido»

Entrevista/27 Noviembre 2019/Autora: Begoña Zabala/Vientosur

Paula Ezkerra ha venido a Gasteiz de la mano del sindicato LAB para participar en una jornada sobre prostitución, junto con otras ponentes de relevancia en el mundo de la lucha por los derechos para las trabajadoras sexuales. Se define como trabajadora sexual, y, en lógica consecuencia, pertenece al Sindicato IAC (Intersindical Alternativa de Catalunya).

Begoña Zabala¿Qué te parece si nos hablas de tu trayectoria de lucha, organización y toma de conciencia desde que empiezas en tu tierra, allá por la Argentina?

Paula Ezkerra. Bueno, yo desde muy pequeña, o sea desde los 16 años, participo desde Buenos Aires, mi ciudad natal, en el movimiento feminista, queer, LGTBIQ, movimientos anticapitalistas, también por los desaparecidos, con las madres de la Plaza de mayo… O sea, que siempre desde pequeña he estado en contacto con las luchas, era una persona que participaba, que iba a las reuniones, que aprendía, bueno y que existía, con todos los movimientos desde Buenos Aires, en Argentina. Y así ha sido hasta el día de hoy.

Lo que he aprendido es que había que profundizar en todas estas cuestiones que analizaba la sociedad toda: la economía, el género, las leyes, la opresión social. Y con lo que más me sentía identificada era en el feminismo. Desde pequeña yo ya me siento interpelada por el feminismo. Y eso, porque construirme como mujer en Argentina, era preguntar qué tipo de mujer ibas a ser. Ver a tu madre, o ver a tus tías, o ver la publicidad, ver el mensaje de cómo ser mujer, me parecía imprescindible en mis planteamientos personales de vida y de desarrollo personal. Claro me metí mucho más en la cuestión feminista, sin dejar de lado la cuestión de la clase, que también lo tenía muy claro. Y no porque yo viniese de una familia extremadamente pobre. Era de una familia de clase media trabajadora. Vamos, que mientras que estuve con ellos no he tenido conflictos económicos, sino un desarrollo normal. Sí que me cuestionaba que yo podía acceder a un tipo de escuela, o de ropa, que otras personas de mi familia no podían. Eso ya me generaba como el run-run, de la cuestión de la clase.

Después cuando ya me vine para aquí, para Barcelona, vine con la idea de conocer el movimiento anarco-feminista, o sea, yo quería saber más de feminismo. Es verdad que en Buenos Aires era intenso, pero para mí, en esos momentos era muy corto, me faltaba algo. Igual no era tan corto y yo no estaba en el lugar correcto. Entonces cuando llegué aquí y conocí el movimiento okupa en Barcelona, anarquista, feminista y anticapitalista, me sentí como en casa prácticamente de forma inmediata, y fui bien acogida por todo el movimiento anarco-feminista okupa de Barcelona, enseguida hicimos migas y construimos juntas muchas cosas. De hecho, hasta el día de hoy, más de veinte años después conservo amistades de aquella época. Amistades personales y políticas.

BZ. En esta segunda fase, digamos, de Barcelona, tú te acercas a grupos y movimientos de un espectro político muy alternativo y rupturista. ¿Tienes ya en estos momentos claros los objetivos de tu lucha como trabajadora sexual y los puedes inscribir en estos ámbitos o estáis construyendo otro tipo de alternativas?

PE. Hemos construido diferentes cosas, que tienen que ver con la identidad del pueblo, con la identidad de las personas, la cuestión de la economía. Mientras todo esto yo ya era trabajadora sexual, pero nunca, por la cuestión del estigma, había salido, había emergido esta cuestión del reconocimiento del trabajo sexual, o dignificarlo. Porque yo no estaba tan segura si era lo lógico, si era lo que yo quería hacer el resto de mi vida, si era cuestionable, si el estigma era verdad o mentira. No me lo cuestionaba, lo asumía como tal y sufría en silencio, por así decirlo. Y como tenía otros frentes políticos abiertos, nunca lo racionalizaba como lo hice mucho después.

De todos estos amores feministas que conocí en Barcelona, Bárbara Biglia fue la que estaba todo el tiempo pendiente de mi, porque yo tenía muchos conflictos con el trabajo sexual, y muchos conflictos con los trabajos. Ella me decía, pues estudia, o trabaja de otra cosa, o no sé qué. Entonces yo trabajaba de otra cosa y no me gustaba y entonces estaba todo el tiempo como que me sentía mal. Con conflictos conmigo misma. Pensaba que la prostitución me había deformado la forma de relacionarme laboralmente con las personas, o simplemente por temor o lo que fuera.

Bárbara me invitó por primera vez en el 2005 a un encuentro de trabajadoras sexuales en Bruselas. Y fue ahí donde yo escuché a trabajadoras sexuales que son parte del movimiento feminista y que hacían una reflexión anticapitalista y que critican el trabajo en sí. Y me pareció maravilloso. Pero ¿cómo yo siendo puta, anticapitalista y feminista no había llegado a este punto? Tuve tanto miedo de confrontarme con esa parte de mi realidad que no fui capaz de analizarlo yo misma. ¿Cómo estas señoras han estado tan iluminadas y han hecho este proceso? Y me pareció impresionante.

Entonces, a raíz de ahí empecé a trabajar. Primero personalmente, luego con asociaciones, con las reivindicaciones que exigimos las trabajadoras sexuales. Y bueno una cosa trae la otra, así que terminamos muy politizadas y finalmente dentro de la CUP como consejera de distrito Y luego de ahí ya el siguiente paso fue la sindicalización, que es donde estamos ahora.

BZ. En relación al trabajo sexual y a la organización, en un momento de tu militancia aparece el grupo “Putas indignadas”, que tiene mucha resonancia y despierta mucho interés. ¿Cómo organizáis este grupo y qué planteamientos tenéis en esos momentos?

PE. Dos o tres años después de Bruselas contacto con las compañeras de Barcelona de “Putas indignadas”. Y ahí conozco a Janet, que es la representante, que entonces se llaman “Putas libertarias”. Y empiezo a ver su politización, muy parecida a la mía. No tan feminista, pero sí muy anticapitalista y anarquista. Con unos lazos profundos con el barrio. Con una conciencia de clase enorme, con la que me siento supercercana, y empiezo a admirar. Entonces ellas me acogen. Me acogen como madres, como hermanas, que es la única manera que yo tengo de ser parte de los procesos políticos. Y así yo aprendo, o, digamos, me siento parte, a través del cariño, también. Entonces en este proceso de conocerlas, pues ellas también me conocen y Janet ve en mi como potencial, entonces nos fusionamos. Y bueno, construimos cosas maravillosas: cortes de calles, caceroladas todos los viernes… Como yo vengo de diferentes movimientos sociales, y también a través del amor y de todo eso, empiezo a ver yo por primera vez que yo ya conozco de todo esto. Y más, todo el proceso de asociaciones sociales y barriales en donde estaban las compañeras de “Putas indignadas”, todo eso hace como una bola, una bola de nieve de crecimiento social y que se empieza a escuchar más a las trabajadoras sexuales. No es por mí, ni es por ellas, pero es el conjunto de todas las sinergias.

Y así fue cómo hicimos cosas con el barrio, cosas muy sentidas y emocionales, muy políticas, muy radicales, y que han hecho incidencia política.

BZ. Así entonces llegáis a la cuestión de la sindicación, donde como tú dices, confluyen los elementos de clase, con los de consideración del trabajo y también con los básicos de organización de la clase. ¿Cómo se desarrolla ese proceso y que acompañamientos vais encontrando?

PE. En primer lugar iniciamos un poco de información sobre la sindicación, pues teníamos una información básica sobre los sindicatos. Pero al mismo tiempo como cualquier persona, sabíamos que los sindicatos defienden los derechos laborales. Por lo tanto, desde mi poca información, entendía que si debíamos ser reconocidas como trabajadoras, ¿qué mejor que un sindicato?. Y ahí empieza la búsqueda: qué tipo de sindicato, cómo lo quieres, con quién vas a hablar, que te ofrecen, qué no te ofrecen… ¿no? Las negociaciones que llevan muchos años, hasta el momento en que un sindicato te ofrezca un espacio específico, autonómico, parecido a tu proyecto político, porque llevamos tiempo, pero no es parecido al de ellas, porque esto es de toma y daca, quiero decir. No es que nosotras venimos aquí a inventar nada. Y esto es importante de valorar, nos sumamos a procesos sociales y de lucha que ya están haciendo otras personas.

Y claro, nosotras, atrevidas, empezamos exigiendo cosas que ningún trabajador o trabajadora tenía. No, no queremos patrones, no queremos esto, y tuvimos que ir aprendiendo que si vamos a hacer el proceso del reconocimiento del trabajo, habrá que aceptar y ceder en algunas cosas, no porque seamos nosotras, sino porque el sistema está organizado de esta manera y en el caso de que se nos reconociera como trabajadoras, pues seguimos las normas que siguen otras trabajadoras. Eso no significa que nosotras no sigamos presionando para que desde el sindicato se exijan más derechos, desde nuestra persepctiva

BZ. En ese sentido, por ejemplo, te estás separando de la línea de calificarte como trabajadora empleada de hogar, o autónoma, sino que reivindicáis trabajadora, por cuenta ajena, con todos los derechos. Sin buscar otros atajos.

PE. Es verdad que nosotras estamos luchando por derechos. Los derechos laborales van de la mano con los derechos de ciudadanía. Por lo tanto, sabemos que los autónomos y las autónomas, aquí, en España, no tienen muchos derechos. La trabajadora del hogar, tampoco. Entonces queremos que nuestra lucha también sirva para otras luchas sociales. O sea, se tiene que replantear el trabajo así. Y lo que signifique. ¿Por qué tenemos nosotras que pagar la seguridad social para trabajar para un tercero, por ejemplo, si estamos hablando de empleadas de hogar o autónomas, o falsas autónomas?

BZ. Me ha parecido interesante la idea que ha salido de que todo el trabajo hay que criticarlo, por ser una explotación, frente a gente que tiene esta concepción de que se pide ser trabajadora para estar en un lugar privilegiado. Y así os miran, algunas, como si ese lugar no os correspondiese.

PE. Yo creo que un amplio sector de la sociedad critica cualquier exigencia de los movimientos sociales, sindicatos u organización social. ¿Por qué? Pues porque estamos construidas y enseñadas de esas manera; que parece que hay que callar, que hay que soportar, aguantar, que no podemos pedir más porque ya lo tenemos todo. Sin ver, que en realidad quienes tienen todo, son las personas que manejan a los políticos, que son los banqueros, que son los dueños de los pactos de los contratos laborales, que son los dueños de nuestros tiempos libres, y de nuestros espacios de trabajo. O sea que a ello no les importa nada nuestra realidad. Y hay gente que, dado que nos han lavado tanto el cerebro, pues defienden todavía este posicionamiento de lo que significa el trabajo.

Hoy exponía en la intervención lo que se decía de lo que significa el trabajo que es tortura al esclavo, ¿no? Trabajo viene del latín tripalium, que significaba literalmente tres palos, y era un instrumento de tortura formado por tres estacas a las que se amarraba al reo, para torturarlo.

Con esto quiero decir que hemos pasado por varios procesos. Han lavado tanto la palabra trabajo que ha pasado de ser tortura al esclavo a ser dignificante, digno el trabajo.

Así que quiero recuperar el origen de la palabra para ir en contra de lo que significa. Y reformular el trabajo en el sentido de que es una necesidad para todas las personas.

BZ. ¿Piensas tú que son realmente duras las condiciones del trabajo sexual? Es decir, ¿son más duras que otras? ¿Se pueden comparar con otras condiciones laborales de otros trabajos que sí son considerados como tales?

PE. Las condiciones de trabajo son duras, sí, son difíciles, son complejas. Tú puedes acomodar -depende de la experiencia que tengas, los años y las facilidades que tengas de negociar- cómo trabajar y dónde. Pero también hay que señalar que la falta de visibilidad del trabajo hace que las personas que recién entran en ese trabajo acepten cosas que las que ya tenemos experiencia no aceptamos. Y esto pasa en otros trabajos. Las personas que se incorporan, las personas más jóvenes que se incorporan a cualquier profesión aceptan contratos más precarizados que otras que tenían otros privilegios y que no van a trabajar por menos dinero y más horas. En cambio, las personas que entran al mercado sí aceptan cualquier cosa, porque no conocen otra realidad de lucha.

BZ. O sea que entiendes que falta una transmisión de la lucha y de las condiciones laborales y de negociación, por decirlo de alguna forma, que la gente cuente cómo se está y qué se puede negociar.

PE. Sí claro, y aparte de esto, no alejarlo del relato de los otros trabajos. Pero en sí el trabajo, ¿es duro? Pues sí. Como cualquier otro trabajo, y más sobre todo, porque no está reconocido. Ahí sí que se agudiza la precarización, agudiza las exigencias para que hagas más cosas por menos dinero, o ese tipo de cosas, ¿no? que, insisto, no se alejan de las realidades laborales de otros trabajos.

BZ. Se ha hablado mucho de esclavitud, de explotación, … A veces incluso se señala a la prostitución como una figura que tendría que entrar en el Código Penal, como violencia de género. ¿Cómo ves el tema de leyes penalizadoras para estas actividades? ¿Se están mezclando situaciones de trata, como prostitución forzada con situaciones de prostitución?

PE. Vamos a ver, hay una figura penal, que es la situación de la trata, que sí está penalizada, pero habría que verla bien porque esta ley no beneficia a las mujeres. Esta ley solamente lo que hace es potenciar la ley de extranjería, para limitar los proyectos empresariales de las mujeres que vienen de otros países, que son migrantes y que deciden ejercer el trabajo sexual para, como proyecto empresarial, mejorar su vida y su situación económica. Entonces lo que hacen las leyes de trata es confundir trata con trabajo sexual. Y niegan la capacidad de agencia a las trabajadoras, a las personas que deciden migrar o estar aquí y ejercer su trabajo, o ejercer el trabajo sexual, porque por lo que sea consideran que es más rentable, o más cómodo o lo que quiera que fuera el trabajo sexual. Y entonces limita a las compañeras. Y ahora mismo, la ley de trata, supone agudizar las penalizaciones a las migrantes. No ayuda a personas que están realmente en situación de trata. No hay espacios que acojan, espacios amables, seguros… Porque si vienen en una situación de trata, es como una situación de violencia extrema donde te pueden llegar a matar, a golpear… Es como que viene del amor romántico, viene de la mano de la pareja. Para eso las mujeres, y aquí dentro del feminismo, tenemos que estar bien cuidadas o bien aconsejadas, para poder salir de esta situación de violencia que venimos sufriendo. Tanto sea de violencia de género como de trata.

Entonces la ley de trata tiene que contemplar todas estas realidades. Entender que es una violencia de género, la trata. Y, por supuesto, potencializar la autonomía y la independencia de las trabajadoras, que deciden ser trabajadoras sexuales y no están en situación de trata.

Como bien dijo la compañera de Genera los números que manejan las organizaciones son del 20 y hasta el 25% de mujeres en situación de trata. No tendría que haber ni un 1%, pero existe. Como existe en otras profesiones esclavitud y trata.

Ahora bien. Las leyes hay que cambiarlas. Y eso sin penalizar a las trabajadoras sexuales. O sea, la trata es un delito penal, pero la prostitución, no. Entonces separemos las aguas, seamos objetivas y trabajemos conjuntamente para que esto sea mejor para todas.

BZ. En todo este tema y trabajo, a nivel internacional, ¿hay algún movimiento de trabajadoras sexuales? ¿Estáis en alianzas con otras feministas, o con antirracistas, o con organizaciones de trabajadoras sexuales?

PE. Ahora hay organizaciones prácticamente en todo el mundo. Latinoamérica tiene una red propia que se llama Red de Trabajadoras Sexuales de Latinoamérica y el Caribe. Luego está el sindicato de trabajadoras sexuales que es una sección sindical que se llama AMMAR, en Argentina, que tiene 6.000 afiliadas. En Bélgica, hay sindicato de trabajo sexual también… Bueno, la verdad es que hay en muchos países.

Es que la única manera de cambiar la situación, no solamente para nosotras, sino para todas las trabajadoras, es que trabajemos conjuntamente y que entendamos las transversalidades, o sea, como que si somos migrantes, si somos negras, si somos pobres, entender que es una cuestión de pobreza, de clase y de género. Trabajar desde ahí para poder construir algo más amable para todas.

BZ. Y por último te quería hacer una referencia a la sindicación. Has venido invitada por el sindicato LAB. Tú estas en otro sindicato, IAC ¿cómo son tus relaciones militantes en el sindicato y con otros sindicatos?

PE. ¡Ah! Maravillosas, tengo mucha suerte. Pero quiero señalar que yo también soy luchadora y reclamo el espacio que me merezco, que nos merecemos todas. No permito que nadie me diga lo que tengo que hacer. También escucho y sé aprender. Así ha sido un proceso largo, a veces doloroso, pero sobre todo rico, evolutivo y que todavía tiene mucho camino por delante. Eso por lo que se refiere a la Intersindical Alternativa. LAB, por lo demás, siempre me ha recibido con mucho cariño, así que estoy más que agradecida. Me han escuchado y yo siempre estaré presionando para que se creen las secciones sindicales. Pero cada sindicato tendrá su proceso.

BZ. O sea que a ti te parece que la salida es que los sindicatos tengan sus propias secciones de trabajo sexual, en lugar de otras alternativas más gremiales o corporativas…

PE. Yo creo que esto es un criterio muy personal, y creo que en estos momentos lo más interesante son las construcciones colectivas con otros trabajadores y trabajadoras, que crear un sindicato corporativo de trabajo sexual. ¿Por qué? Nosotras no tenemos experiencia de lo que significa el derecho laboral. No tenemos herramientas, ni intelectuales, ni políticas, ni contactos, ni el poder que se necesita para crear ahora mismo un sindicato corporativista, que ya existe, como sabes, pero que no está vigente porque no le han dejado aprobar sus estatutos. Sí, termina siendo una asociación. En estos momentos el único sindicato que tiene una sección sindical, oficial, con los estatutos vigentes y con asesoría jurídica y que ha procedido como sindicato ha sido el de la IAC. Yo apuesto a por eso. A una confrontación social conjunta de diferentes sectores de diferentes trabajos, incluyendo, el del trabajo sexual.

Fuente e imagen: https://vientosur.info/spip.php?article15328

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Masivas marchas en América Latina en el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

Noticia/27 Noviembre 2019/Nodal

25N en México: “Somos el grito de las que ya no están”

En una sola voz miles de mujeres se unieron ante el hartazgo e indignación por las ineficientes investigaciones que nunca llegan a nada en un país donde la taza de feminicidios rompió récord y lo colocó como el segundo país de América Latina y el Caribe con más feminicidios, debajo de Brasil, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

En silencio, con gritos, vestidas de negro o con el rostro cubierto y acompañadas por un “cinturón de paz” (mujeres que trabajan en el gobierno CDMX, encabezado por Claudia Sheinbaum), salieron a las calles a gritar lo que siempre debió ser un derecho: respeto y seguridad.

Grafitis, vidrios rotos, pinta de monumentos,  fueron parte de las acciones que colectivos de grupos feministas dejaron a su paso desde la columna del Ángel de la Independencia hasta el plancha del Zócalo capitalino

Al grito “¡Violan mujeres, protegen monumentos!”, miles de mujeres reprocharon qué cerca de 2 mil 516 mujeres policías estuvieran resguardando la marcha y no su seguridad.

En México de enero a septiembre de 2019, 2 mil 833 mujeres han sido asesinadas, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).

“Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en frente de la gente”; “Somos el grito de las que ya no están”; “No nací mujer para morir por serlo”; fueron parte de las consignas para exigir un alto a la violencia contra las mujeres.

La marcha por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, finalizó en el Zócalo, donde diferentes colectivos recordaron las cifras y exigieron respuestas inmediatas, a las miles de mujeres desaparecidas y asesinadas.


#25N Mujeres diversas de Paraguay salieron a las calles contra la violencia machista

Más de 3.000 mujeres rurales, activistas, bañadenses, lesbianas, trans, cis, estudiantes y trabajadoras sexuales se movilizaron por las calles de la ciudad de Asunción (Paraguay), para exigir #BastaDeFemicidios, discriminación y violencia machista. Lo hicieron bajo el “No nos callamos más”, en el Día de la eliminación de la Violencia contra la Mujer, #25N.

“Las mujeres lesbianas también sufrimos violencia, y tenemos doble discriminación. Uno de los primeros ámbitos es en la familia, cuando nosotras manifestamos nuestra orientación sexual y encontramos reproches, castigos. También sufrimos violencia en nuestro ámbito laboral donde se nos obliga a ocultar nuestra identidad o sufrimos despidos injustificados”, expresó Carol Sotelo, activista de la agrupación Lesvos.

La marcha fue convocada por la articulación feminista a las 16:00. Las concentraciones tuvieron lugar  en las Plazas O’leary y de la Democracia, donde hubo ferias de ropas, pañuelos, artesanías y comida. Cerca de las 18:00 las columnas marcharon hacia la Costanera de Asunción.

Bajo un sol intenso, cientos de adolescentes maquilladxs con glitter cantaban “che rete, che mba’e” y sobre la caída del patriarcado, mientras jóvenes vestidas de amarillo estaban encargadas de la seguridad.

“Salir del armario siendo profe es una responsabilidad para los alumnes porque llena ese espacio cultural que falta en la historia. Por ejemplo, no podemos enseñar literatura y hablar sobre Federico García Lorca sin contar que lo mataron por ser gay. A esta gente que me dice que no me meta con sus hijos les contesto que me tengo que meter porque yo les enseño, no solamente a leer y a escribir, sino también a aceptar diferencias: diferencias de cuerpos, sexuales y neurológicas”,apuntó Natalia López, mujer lesbiana y profesora de inglés del colegio de la Asunción.

Por la inclusión de las mujeres trans

Las mujeres trans también reclamaron acceso a derechos económicos, sociales y culturales para todas las mujeres en toda su diversidad. Además, exigieron justicia y reparación de los crímenes de odio contra elles, incluyendo los 61 asesinatos que se registraron en Paraguay desde el final de la dictadura en 1989 que permanecen impunes al día de hoy.

“La resistencia trans, la resistencia de las mujeres tienen que hacer que nosotras nos fortalezcamos”, dijo la activista por los derechos humanos y referente de Panambi, Yren Rotela a Presentes, consultada por el avance del sector antiderechos “Con mis hijos no te metas”. “Es es un mensaje de odio muy peligroso hacia el colectivo de mujeres diverso”, agregó.

“Ahora nuestro objetivo principal es Casa Diversa, que es un proyecto nuevo del que formo parte, dirigido por Yren Rotela. Tenemos chicas menores de edad que están albergadas en esta casa trans, y están en necesidad, en situación de calle o no son aceptadas por la familia”, continuó Tami Tozzy, activista trans de Casa Diversa.

Mujeres bisexuales, presentes!

Andrea Areco, de la organización feminista La Feroz Colectiva contó que se siente libre de asumirme como bisexual, “libre de poder visibilizar esta identidad como una identidad que no es una transición, que no es sinónimo de promiscuidad, que no es sinónimo de ninguna cosa solamente. Es una identidad con la que muchas mujeres y hombres nos sentimos identificados. Quiero decir basta de la invisibilización de la bisexualidad. Existimos, estamos, nos percibimos, nos queremos sentir libres, plenos y plenas”.

A pesar de que en Paraguay existe la Ley de Protección Integral a las Mujeres, contra toda Forma de Violencia, en lo que va del año se registró 51 casos de femicidio en nuestro país, y 164 intentos de femicidio, según los datos arrojados por el Observatorio de Violencia de Género. Siendo el último registrado el de Lidia Meza, la joven de 18 años asesinada en la Agrupación Especializada de las Fuerzas Armadas.

Entre las colectividades que marcharon ayer destacaron Aireana, Lesvos, La Feroz Colectiva, la Plataforma Universitaria Feminista (PUF), Escalando, Panambi, Conamuri, Amnistía Internacional, Fuerza Común y el movimiento de izquierda Frente Guasu. Al mismo tiempo, alrededor de 15 personas autodenominadas “pro vida” se manifestaron delante del Panteón de los héroes contra de la movilización feminista, y gritaban tímidamente “¡Que viva la religión!”. Entre elles, estaba Gabriela Vergara, conocida por la militancia antiderechos en redes sociales. “Equipo patriota defendiendo el patrimonio nacional de la marcha feminista victimista”, escribió hoy desde su cuenta de Facebook en la leyenda de una fotografía.

El final del recorrido en la Costanera desembocó en un escenario donde se leyeron los nombres, la modalidad del femicidio y el estado de la causa de las mujeres asesinadas durante 2018. En un ritual sororo, las mujeres manifestadas cantaron al unísono: “Ni una menos, vivas nos queremos”. Cuando tocó el turno de Meliza Fleitas, un grito colectivo se extendió a lo largo de toda la movilización: “No estamos todas, nos falta Meliza”.

Agencia Presentes


#NosotrasMarchamos25NOV: Declaración de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres

Como año a año, hace casi dos décadas, convocadas por la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres y otras organizaciones feministas, miles de mujeres saldremos a las calles en Chile y América Latina durante este lunes, en el marco del 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres.

En más de 50 localidades en todo el país, mujeres y niñas se organizan para levantar distintas acciones en repudio a la violencia patriarcal.

A las diversas manifestaciones de violencia machista que por décadas organizaciones feministas hemos denunciado, desnaturalizado y trabajado en erradicar, hoy vuelve a emerger con fuerza el llamado a repudiar y no tolerar la impunidad en decenas de casos de violencia política sexual, perpetrados en el actual contexto político por militares y policías con la venia del gobierno de Sebastián Piñera, mayoritariamente contra niñas y mujeres, como también niños, cuerpos racializados y disidencias sexuales.

La violencia contra mujeres es un problema político, económico, social y cultural, transversal a todos los espacios que habitamos, tanto públicos como privados. Afirmamos que la violencia contra nosotras es un problema estructural, asentado en las bases de las sociedades patriarcales como la nuestra y que produce y reproduce desigualdades entre mujeres y hombres y disidencias sexuales.

Las feministas hemos dicho incansablemente que la violencia contra mujeres es un problema urgente, que atañe a la sociedad en su conjunto y que tiene distintas expresiones: algunas más visibles como las decenas de mujeres víctimas de femicidio que durante este año ya suman 58, y otras más naturalizadas, como las dobles jornadas que recaen en las mujeres: trabajo remunerado al que se le agrega el invisibilizado e inagotable trabajo doméstico y de cuidados; las pensiones de miseria que, si son indignas de manera general, en el caso de las mujeres se profundiza; las brechas salariales, los trabajos informales, las lagunas previsionales, las isapres que castigan a las niñas y mujeres por tener útero; un sistema judicial que perjudica a las mujeres, que deja libre a agresores y violadores, que realiza investigaciones negligentes cuando desaparecemos, que nos expone a las voluntades de los fiscales, que permite que el 60% de los padres denunciados por no pago de pensión de alimentos no se pongan al día jamás.

A lo anterior se suma que en un contexto como el actual, las mujeres que viven violencia explícita están aún más expuestas: las policías concentradas en reprimir cancelan sus funciones habituales y es así como se dejan de tomar denuncias por violencia y agresiones sexuales, se paralizan los juicios en curso, dejan de funcionar las ya ineficientes medidas cautelares. Si ya antes decíamos que no había un Estado que garantizara vidas libres de violencia para mujeres y niñas, ¿qué Estado puede existir cuando es el mismo aparato el que avala la continua vulneración de derechos humanos?

Las mujeres somos parte central del movimiento social que hoy reclama en las calles por vidas dignas y libres de violencia, imposibles bajo el modelo capitalista, racista y patriarcal imperante. Es por eso que la visibilización de nuestras demandas, nuestra participación e incidencia es primordial.

No aceptaremos acuerdos entre cúpulas políticas elitistas que negocian a espaldas del pueblo movilizado, desconociendo que las demandas nacen desde la calle y los espacios territoriales de reflexión y vivencias colectivas. Se niegan las graves violaciones a los derechos humanos perpetrados desde el inicio del estallido social y se criminaliza la protesta al posicionarla como un problema de orden público.

Hoy se abre la posibilidad histórica de derribar uno de los grandes cimientos de la dictadura, como lo es la Constitución, por lo que no podemos permitir que este proceso excluya una vez más a mujeres, niñas, niños y adolescentes, disidencias sexuales, afrodescendientes, pueblos indígenas y otros grupos históricamente vulnerados. Por eso exigimos una Asamblea Constituyente paritaria, plurinacional y con escaños reservados para población LGBTI+ y personas en situación de discapacidad, cuyo funcionamiento sea resuelto al interior de la misma.

Hoy, vestidas de negro, seremos cientos las mujeres que caminaremos juntas, portando un lienzo con un mensaje claro: NINGÚN ACUERDO SIN NOSOTRAS. Y con nosotras llevaremos los más de mil nombres de las mujeres y niñas que este sistema ha permitido que sean asesinadas desde el año 2001 hasta la fecha.

Red Chilena contra la violencia hacia las mujeres


25N CONTRA LA IMPUNIDAD: La violencia sexual es violencia política

Este 25N, Día Internacional de Lucha por la Erradicación de las Violencias contra las Mujeres, los feminismos latinoamericanos salimos a la calle contra el golpe en Bolivia y contra el terrorismo de Estado en Chile. La violencia sexual es violencia política. Decimos NO a la impunidad frente a los asesinatos. torturas, secuestros, desapariciones, abusos, vejaciones y violaciones. Esta violencia tiene la intención selectiva de desarticular la potencia de los feminismos y de los movimientos disidentes. La violencia sexual es violencia política contra quienes hacemos frente al neoliberalismo, su sistema de endeudamiento, obediencia y explotación, y experimentamos, inventamos o recuperamos formas de encontrarnos que encienden el deseo, y la necesidad de otra vida.

Mientras nos levantamos en los territorios , los ejércitos han vuelto a las calles de América Latina. La cacería es evidente. Los gobiernos dan vía libre y amparo a las fuerzas de “seguridad”, habilitándolas a mutilar y violar con saña específica a mujeres y a cualquier identidad disidente de la heterosexualidad normativa, impuesta también a bastonazos. La policía, en tanto, dispara a los ojos de pueblos que han vuelto a levantar irreversiblemente la mirada. Los ejércitos y la policía militarizada en las calles, desde Bolivia a Haití, desde Chile a Ecuador, desde Wallmapu y por todo Abya Yala, abren las heridas no cicatrizadas del funesto y orquestado Plan Cóndor y de los terrorismos de Estado impuestos hace cuatro décadas en cada territorio de nuestra América. No perdonamos ni olvidamos ningún golpe. La impunidad actual es expresiva de la impunidad histórica de democracias que pactaron justicia en la medida de lo posible. Impunidad sobre la que se acordó la continuidad del régimen neoliberal impuesto a sangre y shock, y que ha garantizado la permanencia del terrorismo del Estado en los territorios.

Las feministas decimos NO al acuerdo que consagra la impunidad del gobierno asesino de Piñera. Exigimos su renuncia ya. Decimos NO al golpe de estado racista y fundamentalista en Bolivia que va detrás de la consolidación de un modelo extractivista transnacional asesino.

Hoy, con la narrativa de combatir el narcotráfico y de imponer la seguridad interior, también se militarizan nuestros barrios y nuestras calles. Consagrando las tropas a la Biblia, como cruzados medievales, apuntan contra las organizaciones horizontales de los territorios que defienden la tierra, el agua, el aire, las plantas y los animales como parte de una cosmovisión que consideran “superada”, pero que resulta subversiva para el neoliberalismo extractivista. El asesinato de lideresas territoriales, y especialmente de referentas de comunidades indígenas y afrodescendientes, no se detiene ni en Colombia ni en Nicaragua, ni en Chile, ni en Brasil. Somos también la tierra que quieren saquear, somos el agua que privatizan, y somos las plantas y animales que explotan y torturan. Somos nosotras contra la deuda, como dicen las feministas en Puerto Rico. Por eso gritamos desde todas las regiones de nuestro continente: ¡no somos sus recursos disponibles ni somos superficies dóciles de normalización! Denunciamos la alianza entre el extractivismo, el racismo y los fundamentalismos religiosos que nos disputan el control de nuestros cuerpos-territorios: ahí es donde se anuda el racismo con la avanzada neocolonial.

Mientras se agudiza la precarización de la vida, se recrudece la violencia machista que atraviesa las relaciones en que esa vida se sostiene y se renueva cada día. Los alfiles ideológicos de las derechas, las religiones nuevas y viejas, quieren volver a encerrarnos en nuestras casas, donde nos matan y nos explotan. La violencia sexual es violencia política, lo repetiremos hasta que nos oigan. La familia cerrada e idealizada que defienden las religiones como paradigmas del orden es muchas veces directamente nuestra tumba y tantas otras la finca de esclavas donde los estados capitalistas extraen de nuestro tiempo el valor de un trabajo no remunerado: los cuidados que damos, las redes que sostenemos, los servicios que proveemos; en fin: la reproducción de la vida. Esa familia cerrada con la autoridad paterna decadente y celebrada es el caldo de cultivo donde se cuecen los femicidios y el abuso sexual, donde se reproduce la violencia machista. Nos matan en nuestras casas e intentan convencernos de que el peligro está afuera, y que los milicos están para cuidarnos. Hoy, dentro y fuera del hogar, crece el peligro para nosotres.

Las revueltas y desobediencias plurinacionales que vivimos han descompuesto la normalidad neoliberal y las continuidades coloniales. La guerra se intensifica ahora contra toda rebeldía. Decimos NO al pacto de caballeros que nos endeuda, nos empobrece, nos excluye y nos quiere sumisas. Decimos NO a la intervención del FMI que nos hipoteca y modula nuestras formas de vida. Decimos NO a los pactos por arriba y a espaldas de los movimientos, que clausuran nuestras formas deliberativas y de decisión política. No queremos la falsa felicidad del consumo irrestricto sostenido en nuestra pobreza estructural y en nuestra imposibilidad de decisión. La violencia política sexual hoy nos quiere como botín de guerra. Pero estamos alerta, hemos tejido nuestros acuerdos y nuestras divergencias, lejos de dividirnos, nos fortalecen, porque sabemos que la política que hacemos no es vertical, porque no buscamos disciplinarnos sino abrir sentidos, pensar juntes y cambiarlo todo. Como decían las feministas chilenas en los 80: hoy, más que nunca, somos +.

Ahora que estamos juntes, nos acuerpamos para enfrentar este mundo que da terror. Para desarmarlo. Porque estamos para nosotres y nos mueve el deseo de una vida que valga la pena vivir

Fuente: https://www.nodal.am/2019/11/masivas-marchas-en-america-latina-en-el-dia-de-la-eliminacion-de-la-violencia-contra-la-mujer/

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Realidades de mujeres

Por: Giovanni Beluche V. 

 

La violencia contra las mujeres tiene muchos rostros. Que la no violencia contra las y mujeres no sea asunto de un sólo día.
Gabriela
Gabriela estudia el noveno año en un colegio de la capital. Su profesor de “Religión y Valores” pidió que de forma individual escribieran su opinión acerca del aborto. Gabriela anotó que si una chica sufre una violación debe tener derecho de interrumpir su embarazo y que no se le debe obligar a dar a luz bajo esas circunstancias. A la semana siguiente el docente le devolvió la reflexión con una nota de desaprobación; seguidamente les dijo que la clase de hoy versará sobre la libertad de pensamiento y opinión como valores supremos de nuestra sociedad democrática.
Vera
Amubri, Talamanca. Hoy también amaneció lloviendo a cántaros, la cordillera arriba está cubierta por una densa neblina que no deja ver las puntas de los cerros. Vera ha puesto el aguadulce sobre el fogón de leña para calentar el estómago de sus tres hijas y de su hijito de 10 meses. El cielo se ha roto, ya son cuatro días seguidos y no para de llover. Piensa en su marido Francisco, quien salió hace una semana a trabajar en una piñera de Siquirres. Hoy Vera debe bajar al playón a dejar los cinco racimos de plátano porque entra el intermediario, el río está crecido, pero hay que cruzarlo como sea porque necesita las monedas que obtendrá para comprar las sandalias que sus niñas requieren para ir a la escuela.
Su vida está llena de incertidumbres, no hay certeza de que el intermediario llegue, no tiene idea de cuánto le pagará por sus racimos, no está segura de que podrá cruzar el río, no sabe si sus chiquitas podrán seguir en la escuela. Su vida trascurre entre limitaciones y esperanzas. En Talamanca las mujeres no tienen tiempo para esperar que el clima mejore. Vera y sus hijas se echan los racimos de plátano al hombro y salen bajo la lluvia en busca del sustento.
Vicenta
Vicenta trabaja desde hace cinco años como empleada doméstica de una familia acaudalada que vive en Escazú. Su salario no llega ni al mínimo establecido por ley, ella lo sabe porque se lo comentó una amiga nicaragüense que participa de la Asociación de Trabajadoras Domésticas. La jornada de Vicenta empieza a las cuatro y media de la mañana, una hora antes de que los hijos adolescentes de sus patrones se levanten para ir al colegio privado más caro de la localidad. Su día laboral termina a las nueve y media de la noche, después de lavar platos y cubiertos de la cena de la familia. Su patrona siempre le dice que debe estar agradecida, porque le dan casa y comida, además del salario.
Una mañana escuchó, en un programa de radio, que en Costa Rica se había establecido que la jornada de trabajo de las empleadas domésticas no podía superar las ocho horas al día. Ante la negativa de sus patrones de ajustar su jornada y pagarle el salario mínimo, Vicenta fingió que iba al centro de salud y se fue al Ministerio de Trabajo. Como llegó a las 9:00 a.m. no la atendieron, le dijo un funcionario que las citas para ese día se habían agotado y que tendría que llegar a las cinco de la mañana, hacer la fila afuera del edificio, para tratar de que le toque una ficha. Vicenta se retiró decepcionada.
Cristina
Cristina tiene 25 años de edad, trabaja como maestra en una escuela de barrio. Con su salario intenta mantener a sus dos niños pequeños, pues su ex marido se borró del mapa llevándose consigo la responsabilidad por los güilas.  Como muchas mujeres, Cristina tiene la fuerza de una leona y además de trabajar duro estudia en las noches en la UTN. Ayer el doctor del EBAIS le notificó que debe verse urgentemente con un ginecólogo, pues le encontraron unos quistes en el útero que podrían ser malignos. Cristina salió corriendo al hospital de la CCSS y le dieron cita con el especialista para dentro de año y medio. Volvió a casa pensando qué sería de sus chiquitos si ella llegara a faltarles.
Juana
Juana es obrera industrial en una conocida zona franca del oeste del Valle Central. El gerente de producción le ha propuesto salir con él y a cambio puede influir con su amigo de Recursos Humanos para que le suban el sueldo. Juana no acepta la reiterada “invitación”, el gerente pasa a la amenaza: “si aceptas te puedo ayudar en la empresa, si me rechazas te quedas sin trabajo”.
La obrera lo denuncia en la oficina de personal, pero el jefe lejos de aplicar la ley y proteger a las “colaboradoras” (eufemismo) la devuelve a su trabajo. No hay sindicato al que recurrir, porque en Costa Rica el sindicalismo está proscrito de facto en las empresas privadas. Juana llora todo el camino a casa pensando en las necesidades de sus pequeños.
Maritza
Maritza vivía en la finca Chánguina, en Palmar Sur de Osa, provincia de Puntarenas.  Ella y otras 100 familias construyeron ahí sus ranchitos donde albergan los sueños de una vida digna. Una mañana la paz del lugar se vio afectada por una horda de militares del gobierno y agentes privados contratados por el conocido terrateniente que reclama las tierras, que en arreos de combate invadieron la finca. Junto con los ranchos que la policía quemó, se esfumaron los anhelos de prosperidad que Maritza guardaba en su corazón. El gobierno ordenó la violenta represión. Ella y otras personas fueron detenidas y acusadas de resistencia a la autoridad y de usurpación de bienes.
Marielos
Marielos tiene una discapacidad para caminar y se desplaza en silla de ruedas. Como toda mujer, sale a realizar las actividades cotidianas, pero enfrenta barreras físicas y actitudinales de mucha gente con quienes interactúa. Espacios públicos y empresas privadas incumplen la Ley 7600. Una de las empresas que incumple reiteradamente, es el Supermercado Wallmart de Curridabat, que si bien tiene demarcados estacionamientos para vehículos que transportan personas con alguna discapacidad, los mismos pasan ocupados por clientes que no los necesitan.
Además de la falta de consciencia de algunos usuarios, pesa la negligencia de la gerencia del supermercado. Marielos ha preguntado a las oficiales de seguridad privada del estacionamiento (varias son mujeres) y ellas dicen que los gerentes del supermercado las regañan si tratan de aplicar la ley. Ha hablado con el gerente y nada cambia.
Claudia
Claudia vive con su pareja María desde hace doce años. Una vida plena, amorosa y pletórica de felicidad se vio truncada hace seis meses cuando a María le descubrieron una enfermedad en estado avanzado. Durante la hospitalización de su pareja, Claudia tuvo que soportar las burlas abiertas o sutiles de otros pacientes, familiares y hasta de miembros del personal al percatarse de su relación. Lejos de celebrar el cuidado amoroso que le brindaba a María, la intolerancia y la lesbofobia fueron un desafío adicional. María hoy está recuperándose en casa, pero ya hablan de las dificultades para heredar la vivienda que ambas construyeron si alguna faltara en el futuro, por el no reconocimiento legal de las parejas del mismo sexo.
Marlene
Marlene es una madre que cansada de la violencia física y psicológica de su marido, logró separarse y hoy vive sola con sus dos hijos y una hija. Es vecina de la comunidad de Laurel, en la zona sur del país. Ella trabaja media jornada en el plantel de una agroindustria y el resto del tiempo vende empanadas caseras en una ventana de su casa. La situación económica es asfixiante y tiene tres años de esperar una respuesta a su solicitud del Fondo Nacional de Becas del gobierno, para que su hija menor pueda estudiar. En ese lapso ha visto cómo dos familias cercanas que no la necesitan han recibido la ayuda y se pregunta si será porque los padres de esas familias pegaron banderas del partido del gobierno durante la última elección.
Genoveva
Genoveva es una migrante salvadoreña que vive en Los Hatillos desde 1982. Con mucho esfuerzo se ha dedicado a la confección de ropa y como es buena modista, su clientela ha crecido. Con el fruto de su trabajo dio estudios a sus hijos, ya la menor cursa el último año del bachillerato. El año pasado puso un rótulo en su ventana anunciando su microempresa. A los pocos días le llegó AyA a ponerle un medidor de agua comercial; después vino la Municipalidad (la de Johnny Araya) a reclamar el pago de patentes municipales y permisos; Tributación Directa no se hizo esperar y le aconsejó que pusiera en regla sus aportes al fisco; el ICE habló de un medidor de corriente que ya no podía ser domiciliar; y así desfilaron todas las instituciones con los mismos criterios como si fuera una empresa grande. Nunca apareció el Ministerio de Economía para preguntarle qué necesitaba y la banca de desarrollo es una fantasía.
Mientras esto ocurría la Asamblea Legislativa aprobaba amnistía tributaria para los millonarios evasores fiscales.
Genoveva quitó el rótulo y con él abandonó la idea de seguir creciendo como empresaria. Y con el buen humor que caracteriza a las mujeres trabajadoras, pensó: “si estuviera en El Salvador también tendría que pagarle el impuesto a la mara”.
Graciela
Graciela se cansó de los golpes y borracheras de su marido y logró separarse.
Sus sueños de una vida tranquila para sus hijos fueron arrebatados por los disparos de su ex pareja, un machista que mientras era esposado gritaba: «si no es MÍA no es de nadie».
Esperanza
Esperanza es el nombre con que podríamos denominar a tantas mujeres luchadoras que han cambiado la historia. Es un homenaje a las maestras que derrocaron a la dictadura de los Tinoco, a las que enfrentaron a los filibusteros, a las que pelearon el derecho al voto, a las que se movilizan contra las guerras, a las que exigen los derechos civiles aún negados, a las mujeres indígenas de Abya Yala, a las mujeres campesinas y de la clase trabajadora, a las que con sus manos construyen la historia cada día.
Fuente: Portal Otras Voces de la Educación 
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