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Educación, salud y pandemia

Por: Edgar Isch L.

Estimaciones de la Internacional de la Educación, organización que agrupa a los sindicatos docentes del mundo, señalan que, al 7 de abril 2020, por la pandemia, en 188 países se habían cerrados escuelas de todo nivel educativo afectando a 1.576 millones de niños/as y adolescentes matriculados (que bien sabemos no son todos) y a más de 63 millones de educadores/as. De esta manera, la crisis o las crisis educativas, que mucho tienen que ver con la aplicación de medidas neoliberales en la economía y la educación, hoy tienen nuevas dimensiones y manifestaciones directamente ligadas con la salud.

En primer lugar, habría que recordar la vinculación entre salud y educación que lleva a considerar estos dos derechos humanos como inseparables y prioritarios. Un niño/a enfermo no estará en las mismas condiciones de aprender; un estudiante desnutrido tiene debilidades para la abstracción (por ello las mayores dificultades para las matemáticas); la salud mental de estudiantes y docentes debe ser considerada para lograr un buen clima escolar, es decir un relacionamiento que sustente la buena enseñanza-aprendizaje; que el “malestar docente”, compuesto entre otros aspectos por altos niveles de estrés y enfermedades profesionales, debe ser eliminado para que el profesional de la educación tenga condiciones para desarrollar su trabajo; que el sobre-trabajo genera estrés en docentes y estudiantes; entre otras constataciones de la necesidad de que la salud sea un componente de las políticas educativas.

En la otra dirección, la educación para la salud se convierte en algo vital, pertinente ahora y siempre. Un pueblo que cuida su salud gracias al conocimiento científico, no solo se protege, sino que además beneficia a la economía del país porque se requerirá menos permiso laboral por enfermedades evitables, menor gasto personal y público en atención y medicinas, menos jubilaciones tempranas por calamidad de salud, etc. Este es uno de los rubros en los cuales la inversión en educación entrega mayores beneficios económicos a un país, demostrándose que no es un gasto como acostumbran decir tantos gobernantes. Pero, además, un pueblo educado, que se acerque no solo a los resultados de la ciencia sino al pensamiento científico, en casos como esta pandemia actuará de manera consciente, desechará las falacias y mentiras de las redes sociales y de quienes quieren sacar provecho de la situación, no recurrirá a supersticiones y podrá cuidarse y atenderse adecuadamente. Pongamos un ejemplo: si la gente supiera cumplir el adecuado uso de antibióticos, sin automedicarse, cumpliendo la dosis indicada hasta el último, tendríamos menos bacterias que adquieren resistencia y se convierten en un nuevo peligro.

Lamentablemente, en la visión utilitarista y empresarial de las políticas neoliberales, esto es poco importante. La prueba está en que temas vitales y ligados a derechos humanos como la salud, estos no están en las pruebas estandarizadas que se toman a los estudiantes, ni están en las evaluaciones a los docentes, que son los únicos dos actores de la educación sometidos a evaluaciones y castigos, mientras se lavan las manos los hacedores de políticas.

En el momento actual es urgente revalorizar estos elementos para poner por delante la vida, la salud y el bienestar, sobre los intereses de los acreedores de la deuda externa o los capitalistas que buscan su negocio durante y luego de la pandemia. Y hay que decirlo, el mantenimiento de los bloqueos a países que no aceptan las políticas de Estados Unidos y los preparativos de la agresión armada a Venezuela, demuestran que están decididos a la guerra si es preciso para continuar su expoliación de los pueblos y la naturaleza.

Entonces, cabe preguntar: a más del confinamiento o de la cuarentena, ¿Qué medidas concretas se tomaron para proteger la salud de estudiantes, sus familias y el profesorado y sus familias? La preocupación ha sido mantener las clases por vía virtual, sin considerar los altos porcentajes de familias sin acceso a internet (o sin siquiera a luz eléctrica o agua para lavarse las manos), con presión sobre contenidos y horas de trabajo, generando nuevas causas de estrés situacional en unos y otros. Mantener el contacto educativo virtual es positivo para evitar los trastornos de cierres de larga duración, pero si no se enfrentan estas inequidades en las condiciones de vida, las diferencias entre pobres y ricos añadirán distancia en la brecha educativa.

Además, en lo general, no se trabaja en la inteligencia emocional, en la inclusión educativa a distancia, en maneras de mantener el equilibrio psíquico ante condiciones como las actuales, ni en fortalecer las condiciones para que cada quién tenga bases para levantarse tras este golpe, posibilitando la resiliencia de la sociedad y no solo de la economía. Tal como los Estados latinoamericanos plantean la educación en este momento, la transmisión de contenidos por vía virtual implica reproducir la educación tradicional y conductista a través del internet, con mayor control burocrático sobre los educadores, reduciendo aún más su libertad de cátedra e impidiendo que ejerzan como intelectuales de la educación. La debilitada interacción social regular es también un nuevo reto que tiene que ver con la salud y con la educación en valores.

Tomando en cuenta que una buena nutrición es necesaria, en varios países se logró imponer a los gobernantes la entrega de alguna alimentación escolar en las instituciones públicas. Ahora, la misma debería llegar a los hogares y no quedar almacenada. En Ecuador, la Unión Nacional de Educadores (UNE) ha logrado que el Comité de Operaciones de Emergencia acepte hacerlo, pero en lugar de plantear que la distribución la hagan las fuerzas de seguridad que están en las calles, el gobierno pretende que sea el magisterio el que distribuya, poniendo a un nuevo sector social, sin las protecciones necesarias, a ser víctima o transmisor de contagio[1].

Desde ya hay que replantear el debate y organización institucional que garantice atención de salud física y psicológica en las instituciones educativas, condiciones laborales que reflejen el interés por el bienestar y la seguridad de los actores educativos, trabajo que privilegie las necesidades humanas antes que los objetivos instruccionales impuestos desde la economía empresarial, mejor relacionamiento entre docentes y padres/madres de familia en favor del interés superior del niño/a, formación docente en estos temas y tratamiento de las diferencias humanas en los centros educativos. En la base estará también la lucha por el presupuesto y la condena social a quienes lo reducen, lo niegan o privilegian el pago de deudas externas ilegítimas.

La escuela post-epidemia debería tener cauces hacia convertirse en un instrumento de emancipación humana. No puede ser la misma que antes de esta crisis. El debate profundo será un instrumento necesario que debemos emplearlo hoy y mañana, continuamente, en búsqueda de los cambios necesarios.

 

[1] Al escribir este artículo se había ya planteado la posición del gobierno y el magisterio, esperándose la decisión definitiva.

El autor escribe para OVE

Imagen: congerdesign en Pixabay

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Libro(PDF): «Giros políticos y desafíos democráticos en América Latina. Enfoques de casos nacionales y perspectivas de análisis»

Reseña: CLACSO

Después de más de tres décadas de vigencia, ampliación y profundización de la democracia, la política latinoamericana presenta nuevos contornos en estrecho vínculo con transformaciones sociales, económicas y culturales. En la actualidad, los temas convencionales referidos a la consolidación democrática, que enfatizan en el nexo entre lo político y lo social, se enlazan con indagaciones sobre la calidad de la democracia, que reclaman la vigencia del Estado de derecho, y enfatizan en el vínculo entre lo político y lo institucional. No obstante, estas apelaciones normativas contrastan con la persistencia de instituciones informales: la acción directa de movimientos sociales, el peso decisivo de los liderazgos carismáticos o la influencia de los consorcios mediáticos en la comunicación política. Precisamente, los trabajos que integran este libro, permiten la intelección de la democracia latinoamericana desde diversas aristas, tanto para ahondar en su caracterización y conceptualización como para abrir vetas de debate conceptual y metodológico en teoría política y social.

De la introducción de Gerardo Caetano y Fernando Mayorga

Autores (as): Gerardo Caetano. Fernando Mayorga. [Compiladores]

Gerardo Caetano. Fernando Mayorga. Ernesto Nieto. Lucía Selios. Martín Plot. Manuel Antonio Garretón. Cláudio G. Couto. Alberto Olvera. Carlos de la Torre. Margarita Lopéz Maya. Osvaldo Iazzetta. Hugo Quiroga. [Autores y Autoras de Capítulo]

Editorial/Editor: CLACSO.

Año de publicación: 2020.

País (es): Argentina.

Idioma: Español.

ISBN: 978-987-722-579-2

Descarga: Giros políticos y desafíos democráticos en América Latina. Enfoques de casos nacionales y perspectivas de análisis

Fuente e Imagen: https://www.clacso.org.ar/libreria-latinoamericana/libro_detalle.php?orden=&id_libro=1852&pageNum_rs_libros=0&totalRows_rs_libros=1380

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Repartición de culpas

Por: Carolina Vásquez Araya

La pandemia nos ha dejado en cueros, por decirlo de alguna manera.

 

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Ecuador: La pandemia ha revelado la crisis del neoliberalismo (Vídeo)

Presenta: Youtube/TeleSUR

En entrevista para teleSUR la activista de derechos humanos, Patricia Sánchez, comenta sobre la crisis sanitaria que a traviesa Ecuador por la pandemia del Covid-19, en donde existe ausencia de información oficial y con cifras maquilladas. La pandemia ha revelado la crisis del sistema neoliberal en el que el sistema público de salud ha sido incapaz de afrontar la situación. teleSUR.

https://youtu.be/w9cVkhwzA14

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=w9cVkhwzA14

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La Confederación Intersindical en defensa de los Servicios Públicos

Por: Tercera Información

  • La Confederación Intersindical exige que la experiencia del COVID-19 sirva para blindar unos servicios públicos gratuitos, universales y 100% públicos.
  • Exige la protección de todo el personal de la Administración Pública que está en primera línea de lucha contra el COVID-19: sanidad, dependencia, mayores y limpieza.

Comunicado

La Confederación Intersindical se muestra firme en lo que debe ser una lucha común para todo el Estado, la defensa de unos Servicios Públicos gratuitos, universales y 100% públicos.

La Confederación Intersindical reclama, no solo que se recupere todo lo arrebatado durante esta última década, especialmente la recuperación de las 35 horas semanales que supone la contratación de miles de personas, sino que exige ir más allá y ampliar el sector público hasta equipararnos, al menos, a los niveles escandinavos. Queremos recordar que llevamos más de una década denunciando la merma en los servicios públicos, la falta de recursos humanos y materiales, la necesaria renovación de centros públicos obsoletos y la privatización de servicios esenciales. Con esta crisis sanitaria y social se demuestra que nuestro compromiso siempre ha sido y será la defensa del estado del bienestar que llegue a toda la ciudadanía en igualdad y equidad.

Las organizaciones ecologistas y la comunidad científica vienen advirtiendo desde hace años que una epidemia de estas dimensiones podía darse y convertirse en algo recurrente de manera cíclica. La realidad del cambio climático y de una economía capitalista globalizada que tiene como último objetivo la obtención de beneficio a costa de esquilmar el medio natural y la vida de las personas y los derechos de trabajadoras y trabajadores, nos sitúa en un escenario en el que el modelo económico en el que vivimos es insostenible y peligroso para la propia supervivencia de la especie y del planeta.

Exigimos, por tanto, la nacionalización de los sectores estratégicos de la economía, la gestión pública directa de los servicios públicos y todos los trabajos relacionados con los mismos, desde limpieza hasta gestión de residuos, pasando por la gestión de aguas, comedores, atención a mayores y personas dependientes… Exigimos que el sector privado se ponga al servicio del sector público de manera inmediata y permanente para desarrollar una economía puesta realmente al servicio del interés de la mayoría social trabajadora y no de minorías privilegiadas.

La Confederación Intersindical exige, de manera inmediata, que todos los equipos de trabajo que son primera línea contra el COVID-19 estén protegidos. Es urgente que todas las personas cuenten con el material necesario para protegerse, garantizar espacios de trabajo seguros que impidan el contagio y, por supuesto, el respeto por sus derechos laborales, el derecho a la salud laboral y el de conciliación con la vida familiar.

La Confederación Intersindical es consciente del enorme esfuerzo que estamos haciendo, por parte de toda la sociedad, pero recuerda que algunas de las personas que están haciendo frente al COVID-19 pertenecen a sectores enormemente castigados por las medidas neoliberales y se enfrentan con falta de personal y material al virus, estando al cuidado de un sector de riesgo, como son las personas mayores y dependientes.

Exigimos el necesario aumento de las plantillas de manera inmediata y permanente, su adecuada protección y la garantía de que su trabajo se realizará en espacios seguros con rigurosa atención al derecho de trabajadoras y trabajadores.

La Confederación Intersindical quiere recordar también, que precisamente quienes están más expuestas al contagio son sectores feminizados, especialmente castigados por los recortes y por la falta de seguridad laboral y económica. Sanidad, limpieza, cuidado de mayores y dependientes, supermercados… Trabajos feminizados que, en muchos casos se encuentran externalizados y con unos salarios bajos, en comparación con trabajos de la misma categoría pero con mayor presencia masculina (hablamos de brecha salarial).

La Confederación Intersindical exige recuperar la gestión directa por las diferentes administraciones públicas, las medidas necesarias para garantizar que el trabajo realizado se haga de forma segura y que se tomen todas las medidas necesarias para garantizar la conciliación de la vida laboral y familiar, porque por desgracia, siguen siendo las mujeres quienes se encargan de los cuidados también en sus casas.

Exigimos el reconocimiento a nivel estatal del artículo 189 de la OIT sobre trabajo doméstico, para equiparar de una vez por todas este trabajo central con el resto de trabajos. Exigimos una especial atención para quienes están desempeñando labores de cuidado en la economía informal, un sector especialmente vulnerable que, además, forma parte de la red global de cuidados, que permite que los hogares de este país y sus miembros más vulnerables sean cuidados por mujeres migradas, en muchos casos sin papeles y sin ningún tipo de seguridad ni protección legal.

La Confederación Intersindical quiere hacer una llamamiento a toda la sociedad para que reflexionemos cómo esta crisis se está gestionando en nuestras casas, cómo la diferencia de renta hace que se pase mejor o peor esta cuarentena en función del dinero que tengas, de la casa que tengas, de si hay libros, acceso a internet, espacios de ocio, balcones o terrazas, o ventanas que den a un patio interior. No se puede trabajar y cuidar al mismo tiempo. Qué sociedad es esta que hemos construido que permite que haya personas ancianas solas y aisladas, con muy pocos recursos algunas de ellas, otra vez principalmente mujeres. Cómo se puede trabajar y al mismo tiempo atender a hijas e hijos sin una red de cuidados.

La Confederación Intersindical exige que los cuidados se pongan en el centro, que la vida se convierta en lo prioritario, que tengamos, de una vez, una economía para el planeta y para las personas. Exige que la salida de esta crisis fortalezca el Estado del Bienestar que tan necesario se está demostrando en estos días.

Defiende lo público. Defiende lo de todxs!

Fuente e Imagen: https://www.tercerainformacion.es/articulo/actualidad/2020/03/31/la-confederacion-intersindical-en-defensa-de-los-servicios-publicos

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La pandemia y el fin de la era neoliberal

Por: Atilio A. Borón

La pandemia ha movido las placas tectónicas del capitalismo global y ya nada podrá volver a ser como antes. Es un tremendo desafío para quienes queremos construir un mundo post-capitalista porque, sin duda, la pandemia y sus devastadores efectos ofrecen una oportunidad única, inesperada, que sería imperdonable desaprovechar.

El coronavirus ha desatado un torrente de reflexiones y análisis que tienen como común denominador la intención de dibujar los (difusos) contornos del tipo de sociedad y economía que resurgirán una vez que el flagelo haya sido controlado. Sobran las razones para incursionar en esa clase de especulaciones, ojalá que bien informadas y controladas, porque si de algo estamos completamente seguros es que la primera víctima fatal que se cobró la pandemia fue la versión neoliberal del capitalismo.  Y digo la “versión” porque tengo serias dudas acerca de que el virus en cuestión haya obrado el milagro de acabar no sólo con el neoliberalismo sino también como la estructura que lo sustenta: el capitalismo como modo de producción y como sistema internacional. Pero la era neoliberal es un cadáver aún insepulto pero imposible de resucitar. ¿Qué ocurrirá con el capitalismo? Bien, de eso trata esta columna.

Simpatizo mucho con la obra y la persona de Slavoj Zizek pero esto no me alcanza para otorgarle la razón cuando sentencia que la pandemia le propinó “un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista” luego de lo cual, siguiendo la metáfora cinematográfica, éste debería caer muerto a los cinco segundos. No ha ocurrido y no ocurrirá porque, como lo recordara Lenin en más de una ocasión, “el capitalismo no caerá si no existen las fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer.” El capitalismo sobrevivió a la mal llamada “gripe española”, que ahora sabemos vio la luz en Kansas, en marzo de 1918, en la base militar Fort Riley, y que luego las tropas estadounidenses que marcharon a combatir en la Primera Guerra Mundial diseminaron el virus de forma incontrolada.

Los muy imprecisos cálculos de su letalidad oscilan entre 20, 50 y 100 millones de personas, por lo cual no es necesario ser un obsesivo de las estadísticas para desconfiar del rigor de esas estimaciones difundidas ampliamente por muchas organizaciones, entre ellas la National Geographical Magazine . El capitalismo sobrevivió también al tremendo derrumbe global  producido por la Gran Depresión, demostrando una inusual resiliencia –ya advertida por los clásicos del marxismo- para procesar las crisis e inclusive y salir fortalecido de ellas. Pensar que en ausencia de aquellas fuerzas sociales y políticas señaladas por el revolucionario ruso (que de momento no se perciben ni en Estados Unidos ni en los países europeos) ahora se producirá el tan anhelado deceso de un sistema inmoral, injusto y predatorio, enemigo mortal de la humanidad y la naturaleza, es más una expresión de deseos que producto de un análisis concreto.

Zizek confía en que a consecuencia de esta crisis para salvarse la humanidad tendrá la posibilidad de recurrir a “alguna forma de comunismo reinventado”. Es posible y deseable, sin dudas. Pero, como casi todo en la vida social, dependerá del resultado de la lucha de clases; más concretamente de si, volviendo a Lenin, “los de abajo no quieren  y los de arriba no pueden seguir viviendo como antes”, cosa que hasta el momento no sabemos. Pero la bifurcación de la salida de esta coyuntura presenta otro posible desenlace, que Zizek identifica muy claramente: “la barbarie”.  O sea, la reafirmación de la dominación del capital recurriendo a las formas más brutales de explotación económica, coerción político-estatal y manipulación de conciencias y corazones a través de su hasta ahora intacta dictadura mediática. “Barbarie”, István Mészarós solía decir  con una dosis de amarga ironía, “si tenemos suerte.”

Pero, ¿por qué no pensar en alguna salida intermedia, ni la tan temida “barbarie” (de la cual hace tiempo se nos vienen administrando crecientes dosis en los capitalismos realmente existentes”) ni la igualmente tan anhelada opción de un “comunismo reinventado”? ¿Por qué no pensar que una transición hacia el postcapitalismo será inevitablemente “desigual y combinada”, con avances profundos en algunos terrenos: la desfinanciarización de la economía, la desmercantilización de la sanidad y la seguridad social, por ejemplo y otros más vacilantes, tropezando con mayores resistencias de la burguesía, en áreas tales como el riguroso control del casino financiero mundial, la estatización de la industria farmacéutica (para que los medicamentos dejen de ser una mercancía producida en función de su rentabilidad), las industrias estratégicas y los medios de comunicación, amén de  la recuperación pública de los llamados “recursos naturales” (bienes comunes, en realidad)? ¿Por qué no pensar en “esos muchos socialismos” de los que premonitoriamente hablaba el gran marxista inglés Raymond Williams a mediados de los años ochenta del siglo pasado?

Ante la propuesta de un “comunismo reinventado” el filósofo sur-coreano de Byung-Chul Han salta al ruedo para refutar la tesis del esloveno y se arriesga a decir que «tras la pandemia, el capitalismo continuará con más pujanza.” Es una afirmación temeraria porque si algo se dibuja en el horizonte es el generalizado reclamo de toda la sociedad a favor de una mucho más activa intervención del estado para controlar los efectos desquiciantes de los mercados en la provisión de servicios básicos de salud, vivienda, seguridad social, transporte, etcétera y para poner fin al escándalo de la híperconcentración de la mitad de toda la riqueza del planeta en manos del 1 por ciento más rico de la población mundial. Ese mundo post-pandémico tendrá mucho más estado y mucho menos mercado, con poblaciones “concientizadas” y politizadas por el flagelo a que han sido sometidas y propensas a buscar soluciones solidarias, colectivas, inclusive “socialistas” en países como Estados Unidos, nos recuerda Judith Butler, repudiando el desenfreno individualista y privatista exaltado durante cuarenta años por el neoliberalismo y que nos llevó a la trágica situación que estamos viviendo. Y además un mundo en donde el sistema internacional ya ha adoptado, definitivamente, un formato diferente ante la presencia de una nueva tríada dominante, si bien el peso específico de cada uno de sus actores no es igual.

Si Samir Amin tenía razón hacia finales del siglo pasado cuando hablaba de la  tríada formada por Estados Unidos, Europa y Japón hoy aquella la constituyen Estados Unidos, China y Rusia. Y a diferencia del orden tripolar precedente, en donde Europa y Japón eran junior partners (por no decir peones o lacayos, lo que suena un tanto despectivo pero es la caracterización que se merecen) de Washington, hoy éste tiene que vérselas con la formidable potencia económica china, sin duda la actual locomotora de la economía mundial relegando a Estados Unidos a un segundo lugar y que, además, ha tomado la delantera en la tecnología 5G y en Inteligencia Artificial.

A lo anterior se suma la no menos amenazante presencia de una Rusia que  ha vuelto a los primeros planos de la política mundial: rica en petróleo, energía y agua; dueña de un inmenso territorio (casi dos veces más extenso que el estadounidense) y un poderoso complejo industrial que ha producido una tecnología militar de punta que en algunos rubros decisivos aventaja a la norteamericana, Rusia complementa con su fortaleza en el plano militar la que China ostenta en el terreno de la economía. Difícil que, como dice Han, el capitalismo adquiera renovada pujanza en este tan poco promisorio escenario internacional. Si aquél tuvo la gravitación y penetración global que supo tener fue porque, como decía Samuel P. Huntington, había un “sheriff solitario” que sostenía el orden capitalista mundial con su inapelable primacía económica, militar, política e ideológica. Hoy la primera está en manos de China y el enorme gasto militar de EEUU no puede con un pequeño país como Corea del Norte ni para ganar una guerra contra una de las naciones más pobres del planeta como Afganistán. La ascendencia política de Washington se mantiene prendida con alfileres apenas en su “patio interior”: Latinoamérica y el Caribe, pero en medio de grandes convulsiones. Y su prestigio internacional se ha visto muy debilitado: China pudo controlar la pandemia y Estados Unidos no; China, Rusia y Cuba ayudan a combatirla en Europa, y Cuba, ejemplo mundial de solidaridad, envía médicos y medicamentos a los cinco continentes mientras que lo único que se les ocurre a quienes transitan por la Casa Blanca es enviar 30.000 soldados para un ejercicio militar con la OTAN e intensificar las sanciones contra Cuba, Venezuela e Irán, en lo que constituye un evidente crimen de guerra. Su antigua hegemonía ya es cosa del pasado. Lo que hoy se discute en los pasillos de las agencias del gobierno estadounidense no es si el país está en declinación o no, sino la pendiente y el ritmo del declive. Y la pandemia está acelerando este proceso por horas.

El surcoreano Han tiene razón, en cambio, cuando afirma que “ningún virus es capaz de hacer la revolución” pero cae en la redundancia cuando escribe que “no podemos dejar la revolución en manos del virus.” ¡Claro que no! Miremos el registro histórico: la Revolución Rusa estalló antes que la pandemia de la “gripe española”, y la victoria de los procesos revolucionarios en China, Vietnam y Cuba no fueron precedidos por ninguna pandemia. La revolución la hacen las clases subalternas cuando toman conciencia de la explotación y opresión a las que son sometidas; cuando vislumbran que lejos de ser una ilusión inalcanzable un mundo post-capitalista es posible y, finalmente, cuando logran darse una organización a escala nacional e internacional eficaz para luchar contra una “burguesía imperial” que antaño entrelazaba con fuerza los intereses de los capitalistas en los países desarrollados. Hoy, gracias a Donald Trump, esa férrea unidad en la cúspide del sistema imperialista se ha resquebrajado irreparablemente y la lucha allá arriba es de todos contra todos, mientras China y Rusia continúan pacientemente y sin altisonancias construyendo las alianzas que sostendrán un nuevo orden mundial.

Una última reflexión. Creo que hay que calibrar la extraordinaria gravedad de los efectos económicos de esta pandemia que hará de una vuelta al pasado una misión imposible. Los distintos gobiernos del mundo se han visto obligados a enfrentar un cruel dilema: la salud de la población o el vigor de la economía. Las recientes declaraciones de Donald Trump (y otros mandatarios como Angela Merkel y Boris Johnson) en el sentido de que él no va a adoptar una estrategia de contención del contagio mediante la puesta en cuarentena de grandes sectores de la población porque tal cosa paralizaría la economía pone de relieve la contradicción basal  del capitalismo. Porque, conviene recordarlo, si la población no va a trabajar se detiene el proceso de creación de valor y entonces no hay ni extracción ni realización de la plusvalía. El virus salta de las personas a la economía, y esto provoca el pavor de los gobiernos capitalistas que están renuentes a imponer o mantener la cuarentena porque el empresariado necesita que la gente salga a la calle y vaya a trabajar aún a sabiendas de que pone en riesgo su salud.

Según Mike Davis en Estados Unidos  un 45 por ciento de la fuerza de trabajo “no tiene acceso a licencia paga por causa de una enfermedad y está prácticamente obligada a ir a su trabajo y transmitir la infección o quedarse con un plato vacío.”  La situación es insostenible por el lado del capital, que necesita explotar a su fuerza de trabajo y que le resulta intolerable se quede en su casa; y por el lado de los trabajadores, que si acuden a su trabajo o se infectan o hacen lo propio con otros, y si se quedan en casa no tienen dinero para subvenir sus más elementales necesidades. Esta crítica encrucijada explica la creciente beligerancia de Trump contra Cuba, Venezuela e Irán, y su insistencia en atribuir el origen de la pandemia a los chinos. Tiene que crear una cortina de humo para ocultar las nefastas consecuencias de largas décadas de desfinanciamiento del sistema público de salud y de complicidad con las estafas estructurales de la medicina privada y la industria farmacéutica de su país. O para achacar la causa de la recesión económica a quienes aconsejan a la gente quedarse en sus casas.

En todo caso, y más allá de si la salida a esta crisis será un “comunismo renovado” como quiere Zizek o un experimento híbrido pero claramente apuntando en la dirección del poscapitalismo, esta pandemia (como lo explican claramente Mike Davis, David Harvey, Iñaki Gil de San Vicente, Juanlu González, Vicenç Navarro, Alain Badiou, Fernando Buen Abad, Pablo Guadarrama, Rocco Carbone, Ernesto López, Wim Dierckxsens y Walter Formento en diversos artículos que circulan profusamente en la web)  ha movido las placas tectónicas del capitalismo global y ya nada podrá volver a ser como antes. Además nadie quiere, salvo el puñado de magnates que se enriquecieron con la salvaje rapiña perpetrada durante la era neoliberal, que el mundo vuelva a ser como antes. Tremendo desafío para quienes queremos construir un mundo post-capitalista porque, sin duda, la pandemia y sus devastadores efectos ofrecen una oportunidad única, inesperada, que sería imperdonable desaprovechar. Por lo tanto, la consigna de la hora para todas las fuerzas anticapitalistas del planeta es: concientizar, organizar y luchar; luchar hasta el fin, como quería Fidel cuando en un memorable encuentro con intelectuales sostenido en el marco de la Feria Internacional del Libro de La Habana, en febrero del 2012, se despidió de nosotros diciendo: “si a ustedes les afirman: tengan la seguridad de que se acaba el planeta y se acaba esta especie pensante, ¿qué van a hacer, ponerse a llorar? Creo que hay que luchar, es lo que hemos hecho siempre.” ¡Manos a la obra!

Fuente: https://rebelion.org/la-pandemia-y-el-fin-de-la-era-neoliberal/

 

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Entrevista a Achille Mbembe: “La pandemia democratiza el poder de matar”

Por: Diogo Bercito

“El sistema capitalista se basa en la distribución desigual de la oportunidad de vivir y morir”

 

El coronavirus está cambiando la forma en que pensamos sobre el cuerpo humano. Se convirtió en un arma, dice el filósofo camerunés Achille Mbembe. Después de salir de casa, después de todo, podremos contraer el virus o transmitirlo a otros. Ya hay más de 783.000 casos confirmados y 37.000 muertes en todo el mundo. “Ahora todos tenemos el poder de matar”, dice Mbembe. “El aislamiento es solo una forma de regular ese poder”.

Mbembe, de 62 años, acuñó el término «necropolítica» en 2003. Investiga, en su trabajo, la forma en que los gobiernos deciden quién vivirá y quién morirá, y cómo vivirán y morirán.

Enseña en la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo. El pasado viernes (27 de marzo), Sudáfrica registró las primeras muertes por el coronavirus.

La necropolítica también aparece en el hecho de que el virus no afecta a todos por igual. Existe un debate acerca de priorizar el tratamiento de los jóvenes y dejar morir a las personas mayores. Todavía hay quienes, como el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, insisten en que la economía no puede detenerse incluso si parte de la población necesita morir para garantizar esta productividad. “¿Van a morir algunos? Van a morir. Lo siento, así es la vida”, dijo recientemente el mandatario brasileño.

“El sistema capitalista se basa en la distribución desigual de la oportunidad de vivir y morir”, explica Mbembe. “Esta lógica de sacrificio siempre ha estado en el corazón del neoliberalismo, que deberíamos llamar necroliberalismo. Este sistema siempre ha funcionado con la idea de que alguien vale más que otros. Los que no tienen valor pueden ser descartados «.

 

PREGUNTA: ¿Cuáles son sus primeras impresiones de esta pandemia?

ACHILLE MBEMBE – Por ahora, estoy abrumado por la magnitud de esta calamidad. El coronavirus es realmente una calamidad y nos trae una serie de preguntas incómodas. Este es un virus que afecta nuestra capacidad de respirar.

— Y obliga a los gobiernos y hospitales a decidir quién continuará respirando.

Sí. La pregunta es cómo encontrar una manera de asegurar que cada individuo pueda respirar. Esa debería ser nuestra prioridad política. También me parece que nuestro miedo al aislamiento, a la cuarentena, está relacionado con nuestro miedo a enfrentar nuestro propio fin. Este miedo tiene que ver con no poder delegar nuestra propia muerte a otros.

— ¿El aislamiento social nos da algún poder sobre la muerte?

Sí, un poder relativo. Podemos escapar de la muerte o posponerla. Contener la muerte está en el corazón de estas políticas de contención. Este es un poder. Pero no es un poder absoluto porque depende de otras personas.

— ¿Depende de otras personas aislarse también?

Sí. Otra cosa es que muchas de las personas que han muerto hasta ahora no han tenido tiempo de decir adiós. Varios de ellos fueron incinerados o enterrados inmediatamente, sin demora.

Como si fueran basura de las que debemos deshacernos lo antes posible. Esta lógica de eliminación ocurre precisamente en un momento en que necesitamos, al menos en teoría, a nuestra comunidad. Y no hay comunidad sin poder despedirse de los que se fueron, organizar funerales. La pregunta es: ¿cómo crear comunidades en tiempos de calamidad?

— ¿Qué consecuencias dejará la pandemia en la sociedad?

La pandemia cambiará la forma en que nos relacionamos con nuestros cuerpos. Nuestro cuerpo se ha convertido en una amenaza para nosotros mismos. La segunda consecuencia es la transformación de la forma en que pensamos sobre el futuro, nuestra conciencia del tiempo. De repente, no sabemos cómo será el mañana.

— Nuestro cuerpo también es una amenaza para los demás si no nos quedamos en casa…

Sí. Ahora todos tenemos el poder de matar. El poder de matar ha sido completamente democratizado. El aislamiento es precisamente una forma de regular ese poder.

— Otro debate que evoca la necropolítica es la pregunta sobre cuál debería ser la prioridad política en este punto, salvar la economía o salvar a la población. El gobierno brasileño ha estado haciendo señas para que se priorice el ahorro de la economía.

Esta es la lógica del sacrificio que siempre ha estado en el corazón del neoliberalismo, que deberíamos llamar necroliberalismo. Este sistema siempre ha funcionado con un aparato de cálculo. La idea de que alguien vale más que otros. Los que no tienen valor pueden ser descartados. La pregunta es qué hacer con aquellos que hemos decidido que no valen nada. Esta pregunta, por supuesto, siempre afecta a las mismas razas, las mismas clases sociales y los mismos géneros.

— Como en la epidemia del VIH, en la que los gobiernos se demoraron en actuar porque las víctimas estaban al margen: ¿negros, homosexuales, consumidores de drogas?

En teoría, el coronavirus puede matar a todos. Todos están amenazados. Pero una cosa es estar confinado en un suburbio, en una segunda residencia en una zona rural. Otra cosa es estar en primera línea. Trabajar en un centro de salud sin máscara. Hay una escala en cómo se distribuyen los riesgos hoy.

— Varios presidentes se han referido a la lucha contra el coronavirus como una guerra. ¿Importa la elección de palabras en este momento? Usted escribió en su trabajo que la guerra es un ejercicio claro en necropolítica.

Es difícil dar un nombre a lo que está sucediendo en el mundo. No es solo un virus. No saber lo que está por venir es lo que hace que los estados de todo el mundo reanuden las viejas terminologías utilizadas en las guerras. Además, las personas se están retirando dentro de las fronteras de sus estados nacionales.

— ¿Hay un mayor nacionalismo durante esta pandemia?

Sí. La gente está volviendo a «chez-soi», como dicen en francés. A su hogar. Como si morir fuera de casa fuera lo peor que podía pasar en la vida de una persona. Las fronteras se están cerrando. No estoy diciendo que deberían estar abiertas. Pero los gobiernos responden a esta pandemia con gestos nacionalistas, con esta imagen de la frontera, del muro.

— Después de esta crisis, ¿volveremos a ser como antes?

La próxima vez, seremos golpeados aún más fuerte que durante esta pandemia. La humanidad está en juego. Lo que revela esta pandemia, si lo tomamos en serio, es que nuestra historia aquí en la tierra no está garantizada.

No hay garantía de que estaremos aquí para siempre. El hecho de que sea plausible que la vida continúe sin nosotros es el tema clave de este siglo.

Fuente: https://lavoragine.net/la-pandemia-democratiza-poder-de-matar/

Artículo original publicado en Gauchazh 

Imagen: https://www.eldiario.es/interferencias/Achille-Mbembe-brutaliza-resistencia-visceral_6_527807255.html

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