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Estados Unidos: Los primeros datos completos en dos años muestran grandes retrocesos académicos para los estudiantes de California

Los datos de las evaluaciones de California publicados el viernes ofrecen la imagen más completa hasta ahora de cómo les ha ido a los estudiantes del estado durante la pandemia.

Durante el ciclo escolar 2020-2021, los estudiantes californianos de K-12 experimentaron retrocesos académicos significativos de aprendizaje principalmente a distancia, mostrando brechas de rendimiento crecientes, progreso rezagado en matemáticas e inglés, mayor ausentismo crónico y una ligera disminución en las cifras de graduación en todo el estado, según los datos publicados el viernes por el Departamento de Educación de California.

Los informes brindan la imagen más completa hasta ahora de cómo les ha ido a los estudiantes de la entidad durante la pandemia. Incluye resultados de exámenes estandarizados para alumnos de tercero a octavo grado y estudiantes de tercer año de preparatoria, así como datos sobre asistencia, estadísticas de disciplina y tasas de graduación.

Los resultados muestran que aproximadamente la mitad de todos los alumnos de California evaluados no cumplió con los estándares estatales en artes del lenguaje en inglés y alrededor de dos tercios no aprobaron los niveles en matemáticas. Los puntajes de los estudiantes negros, latinos y económicamente desfavorecidos fueron significativamente más bajos, con más del 60% sin acreditar la media en lectura y escritura en lengua inglesa y alrededor del 80% reprobando los parámetros en habilidad matemática.

En artes del lenguaje en inglés, la tasa de alumnos que no cumplieron con las expectativas fue significativamente más alta en los primeros grados educativos comparada con los grados posteriores, lo que indica que los estudiantes más jóvenes pueden tener dificultades únicas con las habilidades de alfabetización. Por ejemplo, aproximadamente el 60% de los educandos de tercer y cuarto grados no cumplían con los estándares en lengua inglesa, con respecto a aproximadamente el 40% de los escolares de undécimo grado.

Los resultados de la evaluación son los primeros puntajes de rendimiento estudiantil disponibles en todo el estado después de que se canceló la prueba durante el ciclo escolar 2019-20, cuando la pandemia obligó al cierre de escuelas en marzo de 2020.

Algunos educadores, padres y sindicatos de docentes, incluido United Teachers Los Angeles, se opusieron firmemente a la aplicación de exámenes estandarizados la primavera pasada, sosteniendo que los estudiantes y las familias no necesitaban el estrés adicional y que los resultados no serían confiables. Otros, sin embargo, enfatizaron la importancia de capturar datos de evaluación para medir el aprendizaje de los alumnos, y la Junta de Educación del Estado votó en febrero pasado en contra de buscar una exención del gobierno federal para suspender las evaluaciones estandarizadas obligatorias por segundo año consecutivo.

A los distritos escolares se les dio un margen significativo para tener en cuenta el hecho de que la mayoría de los estudiantes todavía no asistían a la escuela en persona: Se aplicaron versiones abreviadas de las evaluaciones estatales y se permitió a éstos realizar sus propios exámenes locales.

Como resultado, menos de una cuarta parte de los estudiantes participaron en las evaluaciones estatales de inglés y matemáticas, una tasa mucho más baja que en los años típicos, cuando la gran mayoría de los alumnos las realizaban. Las circunstancias de las pruebas dificultan las comparaciones de un ciclo escolar a otro.

En un esfuerzo por ofrecer alguna comparación con años anteriores, los funcionarios estatales analizaron los puntajes de las pruebas del mismo tipo de estudiantes ciclo tras ciclo. Esos resultados muestran que, si bien los alumnos progresaron, fue a un ritmo más lento que en ciclos anteriores.

Rick Miller, director ejecutivo de los distritos CORE, un consorcio de grandes áreas escolares de California, comentó que es importante reconocer el avance.

“Creo que todos podemos estar de acuerdo en que el aprendizaje a distancia no fue tan efectivo como en el aula”, señaló Miller. “Pero se lograron algunos avances y es importante honrar eso. Los maestros están agotados, los administradores, también. Trabajaron muy duro para progresar el año pasado y se logró algo”.

Pero, agregó, está claro que algunas de las luchas académicas del estado desde hace mucho tiempo se exacerbaron, especialmente en matemáticas.

Además de los datos estatales, comentó Miller, los informes de los distritos CORE, que incluyen Los Ángeles, Sacramento, Santa Ana y el Distrito Escolar Unificado de Long Beach, entre otros, también muestran que las D y las F han aumentado en las clases de matemáticas de preparatoria, especialmente para los estudiantes de primer año que cursan asignaturas de álgebra.

“Definitivamente tenemos, en toda la entidad, un problema de matemáticas”, indicó. “Simplemente no estamos llegando, como estado, adonde debemos estar, siempre lo hemos sabido. Lo hemos visto antes. Pero ahora estamos en un nivel de crisis al que debemos prestar atención”.

Los funcionarios estatales también reconocieron que las cifras subrayan las dificultades que experimentan los niños durante el aprendizaje a distancia.

“Los desafíos que los estudiantes y educadores enfrentaron durante la pandemia fueron multidimensionales y perjudiciales para el aprendizaje, así como la salud mental”, detalló el superintendente estatal de instrucción pública, Tony Thurmond, en un comunicado de prensa. “Nuestro objetivo ahora es hacer avanzar a todos los alumnos”.

La tasa de graduación de cuatro años bajó del 84.2%, en 2019-2020, al 83.6% el 2021. Si bien la disminución fue poca, es el segundo año de pequeños descensos después de ciclos de crecimiento constante. La mayor caída se produjo entre los estudiantes negros, cuya tasa de conclusión de estudios pasó del 76.8%, en 2019-2020, al 72.5% el año pasado.

Las cifras de ausentismo crónico, donde los alumnos no asisten durante al menos el 10% de los días escolares, también aumentaron de aproximadamente un 12% a un 14%. Los incrementos fueron todavía mayores para los estudiantes más vulnerables, incluidos los jóvenes negros, latinos, nativos americanos, chicos adoptivos y sin hogar, alumnos migrantes y quienes aprenden inglés.

Los datos se suman a un cuerpo significativo de evidencia de los daños de la pandemia y el cierre de escuelas en el rendimiento estudiantil. A nivel nacional, los estudios han demostrado repetidamente que los alumnos más vulnerables sufren los retrocesos más significativos.

Este otoño, un análisis de L.A. Times sobre los datos del Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles encontró disminuciones profundas en los puntajes de las evaluaciones, o calificaciones por debajo del nivel de grado en áreas clave de aprendizaje, con estudiantes negros, latinos y otros alumnos vulnerables especialmente afectados.

Fuente: https://www.latimes.com/espanol/california/articulo/2022-01-11/california-students-suffered-major-academic-setbacks-last-year-data-shows

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China, la reina de la contaminación mundial a la que el Foro de Davos no reprocha nada

libremercado.com

El gigante asiático superó el umbral de 14 gigatoneladas equivalentes de dióxido de carbono.

Las vergüenzas que Xi Jinping esconde sobre la contaminación en su país han sido evidenciadas en un reciente informe de la consultoría energética Rhodium Group. El análisis revela que China es la reina de la contaminación a nivel mundial, superando a EEUU en un 27% en emisiones de gases de efecto invernadero.

El gigante asiático, que tiene una población de más de 1.400 millones de personas, superó el umbral de 14 gigatoneladas equivalentes de dióxido de carbono, por primera vez en 2019, triplicando sus niveles de 1990. Además, según los datos de Rhodium, aumentó en un 25% la emisión de gases invernaderos en la última década.

Las emisiones de China de los seis gases declarados de efecto invernadero en el protocolo de Kioto, entre los que se incluyen el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso, superaron a todos los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en unos 30 millones de toneladas, según el grupo de investigación climática.

Hay que recordar que estos datos no han impedido que el presidente de la República Popular de China diera lecciones sobre cómo gestionar la salud del planeta a diversos líderes mundiales. Xi Jinping lo hizo recientemente en la pasada Cumbre del Clima virtual, convocada por el presidente demócrata Joe Biden, el mes pasado en la Casa Blanca. Allí, una vez más, el líder del Partido Comunista Chino (PCCh) se comprometió en alcanzar las emisiones máximas para 2030 y cero emisiones netas en 2060. Estas promesas se quedarán, como siempre, en agua de borrajas, de hecho, su gobierno no ha hecho nada por cumplir con las expectativas que exigen el resto de países en este último tiempo.

Y mientras el Foro de Davos celebrado virtualmente el pasado enero de 2021 aprieta su agenda climática y amenaza con una mayor subida de impuestos y penalizaciones al transporte usual de las clases medias, aviones, vehículos diésel… el líder chino tira de propaganda y engaña a placer al fundador del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, que, por otro lado, también parece estar encantado de dejarse engañar.

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Intervención virtual de Xi Jinping en el Foro de Davos de 2021

«Proteger el medio ambiente es proteger la productividad, y estimular el medio ambiente es impulsar la productividad. Es tan simple como eso», dijo Xi Jinping en la Cumbre del climática americana. Además, después de ser recibido con honores en el Foro de Davos, el Secretario del PCCh se permitió el lujo de poner como ejemplo el «socialismo moderno» de su país y su gestión, instando al resto de naciones a copiar su «modelo político».

Y lo cierto es que durante la pandemia China ha seguido creciendo económicamente, pese a que el gobierno chino fue el responsable de esparcir el virus por el mundo al no tomar medidas a tiempo. De este modo, no ha recibido ninguna sanción de la comunidad internacional, y mientras la economía china crecía a razón de un 18,7% interanual, en datos de este primer trimestre de 2021, sus emisiones de gases invernaderos se elevaron alrededor del 1,7% durante 2020.

Por último, estos incumplimientos por parte del régimen de Jinping no han tenido ningún tipo de penalización o castigopor parte de la comunidad internacional, más bien resulta todo lo contrario. China sigue siendo miembro de honor en el acuerdo climático de París, un acuerdo global del que se retiró el expresidente Donald Trump, reincorporándose Biden este pasado mes de febrero.

https://www.libremercado.com/2021-05-07/china-reina-contaminacion-mundial-foro-davos-no-reprocha-6753737/

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La triste niñez de la pandemia

Pnnr Carolina Vásquez Araya

Las actuales condiciones de vida ponen límites al desarrollo de la niñez.

Lo dijo mi amiga Susana: “Cuando vemos a diario a los niños no alcanzamos a percibir cuánto ha cambiado su comportamiento. Están tristes”. Esta observación puntual me ha hecho reflexionar sobre el impacto del entorno durante la etapa más importante del desarrollo de la niñez y cómo las condiciones restrictivas -en términos económicos y sociales- se han transformado en una especie de cepo, cuya imposición ha acabado con el juego, la interacción entre pares, la diversión y el estímulo físico y psicológico propios de la libertad de movimiento. A ello, añadir la tensión implícita de una situación a la cual no estamos acostumbrados e invade todos los espacios íntimos,  condicionando nuestro humor y, por ende, nuestras actitudes.

Muchas veces medimos los acontecimientos de acuerdo con la vara más conocida. Es decir, nos resulta mucho más fácil establecer rangos de comparación con nuestra percepción y un específico estilo de vida. Poca, o casi nula, es la capacidad de empatía necesaria para ponernos en el sitio de otros, menos afortunados, y tendemos a rebajar el impacto del nuevo escenario ignorando a propósito su poder en la vida de los demás.

Estamos ingresando al tercer año de una realidad de la cual lo desconocemos todo. Nos atacó una pandemia que ha puesto de cabeza todo lo conocido y de la cual no tenemos la medida exacta. Es decir, se ha desatado una infección viral desconocida hasta para el gremio de la salud, que se ha visto sobrepasado no solo por sus consecuencias, también por un cúmulo de informaciones contradictorias y opacas. Si eso sucede entre los expertos, es fácil colegir cómo ha complicado la vida de las familias.

Pero volvamos al tema más importante, el de una niñez triste y sin motivación. Una niñez a la cual le han cortado las alas, le han quitado la libertad de movimiento, la han encerrado entre cuatro paredes -una vivienda popular tiene un promedio de 60 metros cuadrados para una familia de 4 o 5 integrantes- y le han limitado la interacción con sus pares y con el espacio público. Si a eso se añade la tensión originada por la potencial pérdida del empleo o la carencia de recursos económicos para afrontar la crisis, el plato está servido.

Hay que pensar en cómo adecuar lo de hoy para no afectar el mañana.

En términos generales, estamos inmersos en una situación desconocida y, ante sus desafíos, lo menos importante termina siendo la salud mental de la infancia. Aun cuando esto suena extremadamente cruel, la mente del adulto promedio tiende a considerar a los más pequeños como un material flexible que aguanta con todo. Pocos se detienen a reflexionar sobre la trascendencia de una infancia feliz como plataforma esencial para el desarrollo de un ser pleno, tanto física como intelectual y psicológicamente, y esto es porque tampoco la tuvieron. Entonces, simplemente se aplican los criterios establecidos por las autoridades sanitarias y se deja para después el esfuerzo de compensar adecuadamente las carencias que ello implica en la vida de los más jóvenes.

La infancia triste será una de las peores caudas de esta situación incomprensible a la cual nos enfrentamos sin herramientas propias. Vamos hacia adelante a ciegas, avanzando y retrocediendo a medida que el estamento científico tantea, a ciegas, un esquema apropiado de conducta. En medio se deslizan los miedos, las desconfianzas y la sospecha de que ya nada volverá a ser como antes. Sin embargo, como adultos acostumbrados a las dificultades propias de un sistema cada vez más hostil, poseemos la capacidad de adaptación. Otra cosa es la perspectiva para las niñas, niños y adolescentes privados de los recursos esenciales para desarrollar todo su potencial. Vivir confinados, estudiar frente a una pantalla -eso, para los más privilegiados- o compartir a duras penas con sus hermanos un teléfono celular para comunicarse con su maestra mientras se les impide jugar con sus amistades y se les mantiene privados de los estímulos de una vida al aire libre, es una fuente constante de frustración y tristeza. Las consecuencias de este nuevo esquema son imprevisibles.

La triste niñez de la pandemia

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De Europa a EE.UU., los casos de covid-19 en niños aumentan. Las escuelas no están preparadas

Mientras los casos de covid-19 se disparaban en Gran Bretaña a finales de diciembre, Stuart Guest pasó sus vacaciones estudiando a fondo informes científicos sobre sistemas de limpieza y filtración del aire.

Guest, director de una escuela primaria de Birmingham (Inglaterra), buscó en Amazon purificadores de aire asequibles con la esperanza de evitar que la variante ómicron, más transmisible, se extendiera entre sus 460 alumnos, que tienen entre 3 y 11 años.

El gobierno británico recomienda dos modelos fabricados por Dyson y Camfil, pero a 424 libras (US$ 575) y 1.170 libras (US$ 1.590), respectivamente, eran demasiado caros. Guest acabó comprando unidades portátiles de 200 libras (US$ 270) para cada aula.

«Tengo lo que creo que es el mejor purificador de aire para el presupuesto del que dispongo. Espero haber conseguido algo que cumpla su función, pero no soy un experto. Y el Ministerio de Educación no ha dado ninguna orientación. Tuve que hacerlo todo yo, y no debería tener que hacerlo cuando se trata de una crisis nacional», dijo Guest.

Millones de estudiantes británicos volvieron a la escuela tras las vacaciones de Navidad y Año Nuevo, en medio de un aumento récord de infecciones y hospitalizaciones. Para los profesores y los padres, la situación plantea una sombría sensación de déjà vu. A diferencia del pasado mes de enero, cuando la variante alpha arrasó el Reino Unido con un nuevo confinamiento, el primer ministro Boris Johnson decidió «sobrellevar» la oleada de ómicron con restricciones limitadas y mantener las escuelas abiertas, alegando los estragos que la educación a distancia ha causado en la salud mental y el aprendizaje de los estudiantes.

Boris Johnson, primer ministro de Reino Unido

El primer ministro Boris Johnson reconoció en un discurso televisado que el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido estaba en «pie de guerra», pero dijo que no introduciría más restricciones.

Pero los principales sindicatos de profesores afirman que el gobierno no hizo lo suficiente para mantener la seguridad en las aulas, y exigen, en una inusual carta conjunta, apoyo financiero para unidades de purificación del aire, pruebas de covid-19 en las instalaciones y personal docente sustituto.

De cara al nuevo periodo, el Departamento de Educación anunció la necesidad de realizar pruebas dos veces a la semana y el uso temporal de mascarillas para los alumnos de secundaria y bachillerato, pero no para los de primaria. El departamento dijo que proporcionaría 7.000 unidades de limpieza del aire para los espacios de enseñanza en los que es imposible aplicar soluciones rápidas, como la apertura de ventanas, aproximadamente una de cada tres escuelas en Inglaterra. Para suplir las carencias de personal, el ministro de Educación del Reino Unido también sugirió combinar las clases y pidió a los profesores jubilados que mostraran su «espíritu de Blitz» para volver a las aulas.

«Es lamentablemente inadecuado», dijo Guest sobre las medidas del gobierno. «Siguen diciendo que la educación es su prioridad número uno. Está claro que no lo es en absoluto». El miércoles pasado, cinco miembros de su personal, incluidos tres de sus 15 profesores, estaban enfermos o aislados -la mayor cantidad de ausencias en la escuela de Guest desde el comienzo de la pandemia- y dijo que temía que siguieran más.

A medida que ómicron hace estragos en todo el mundo, la destartalada infraestructura que mantuvo a las escuelas en funcionamiento durante el año pasado está en peligro. La variante, que provocó un aumento récord de las infecciones pediátricas en el Reino Unido, partes de Europa y Estados Unidos, amenaza con poner en peligro el inestable equilibrio que permitió que las escuelas permanecieran abiertas en su mayor parte el año pasado, aunque con cierres selectivos de aulas. También pone de manifiesto lo poco que se ha hecho en algunos lugares para proteger a los alumnos, ya que los profesores recurren a abrir las ventanas cuando hace mucho frío y comprueban con frecuencia los monitores de dióxido de carbono mientras imparten sus clases.

En Estados Unidos, hay más niños que nunca ingresados en los hospitales. El gobierno de Biden dijo que las escuelas están «más que equipadas» para permanecer abiertas, mientras ómicron arrasa el país. Pero algunos funcionarios electos están pecando de precavidos al retrasar el nuevo periodo, mientras que un sindicato de profesores obligó a cerrar las escuelas públicas de Chicago (Illinois) en medio de las críticas de sus miembros, que consideran que las condiciones en las aulas son peligrosas.

Escuelas covid-19

Una escuela primaria de Chicago se encuentra vacía. El distrito escolar de la ciudad canceló las clases en medio de las negociaciones con el sindicato de profesores, que reclama la enseñanza a distancia y la mejora de las medidas de seguridad de covid-19.

Aunque pueden producirse brotes en las escuelas, los estudios realizados en el Reino Unido, Australia, EE.UU. e Italia han demostrado que la propagación entre los niños en el entorno escolar suele ser menor -o al menos similar- a los niveles de transmisión en la comunidad, cuando se aplican estrategias de mitigación como las mascarillas. Pero los expertos están esperando a ver si la variante ómicron puede cambiar ese cálculo y provocar una explosión de casos en las aulas.

Aunque los niños tienen menos probabilidades que los adultos de desarrollar una enfermedad grave a causa del covid-19, también pueden enfermar gravemente o morir, o pueden desarrollar complicaciones como el síndrome inflamatorio multisistémico potencialmente mortal y el covid largo. Hasta uno de cada siete niños y jóvenes puede presentar síntomas de covid-19 hasta 15 semanas después de la enfermedad, según un estudio del Hospital Great Ormond Street de la UCL, en el centro de Londres. Según la Oficina de Estadísticas Nacionales del Reino Unido (ONS), 117.000 niños de este país viven actualmente con covid de larga duración.

Ómicron parece causar una enfermedad más leve que las variantes anteriores, pero las primeras investigaciones también sugieren que esta variante puede desencadenar más problemas en las vías respiratorias superiores, lo que puede ser más peligroso para los niños pequeños, pudiendo provocar crup y bronquiolitis.

El Dr. Peter Hotez, codirector de desarrollo de vacunas del Texas Children’s Hospital, declaró la semana pasada a Jake Tapper, de CNN, que el aumento de las hospitalizaciones por el covid-19 en el mayor hospital pediátrico de EE.UU. es inexacto.

«Hicimos un trabajo terrible vacunando a nuestros niños en todo el país (…). Así que, aunque se hable mucho de la variante ómicron, una enfermedad menos grave, cuando se suman todos los factores (…) tenemos una situación muy grave en este país, especialmente para los niños».

Alrededor del 17% de los niños estadounidenses de entre 5 y 11 años están totalmente vacunados; la gran mayoría de los niños hospitalizados en Estados Unidos no están vacunados, según la directora de los CDC, Rochelle Walensky.

Las medidas de mitigación más seguras en las aulas

Tras dos años de pandemia, los expertos en salud pública dejaron claro qué medidas de mitigación harían más seguras las aulas: vacunación, mascarillas en las aulas, pruebas periódicas, rastreo de contactos, sistemas de burbuja, aislamiento y mejora de la ventilación. El director regional de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para Europa, el Dr. Hans Kluge, dijo a principios de diciembre que las mascarillas y la ventilación, combinadas con las pruebas, deberían ser una norma en todas las escuelas primarias y que la vacunación de los niños debería considerarse a nivel nacional.

Vacuna covid a niños

Un trabajador sanitario administra la vacuna covid-19 a un niño en Lisboa. Portugal, uno de los países más vacunados del mundo, comenzó a aplicar las vacunas a los niños de 5 a 11 años a finales de diciembre.

Muchos países de la Unión Europea empezaron a vacunar a los niños de 5 a 11 años a mediados de diciembre, pero el Reino Unido no empezó a vacunar a los niños clínicamente vulnerables hasta hace poco. Esto molestó a algunos padres, y las noticias británicas informan de que al menos una madre condujo hasta la UE para vacunar a su hija.

Christina Pagel, directora de la Unidad de Investigación Clínica Operativa del University College de Londres, dijo que la decisión de retrasar las vacunas para los niños británicos era un error que los expondría a otro periodo de enfermedad, y pondría a los padres y al personal escolar en mayor riesgo. Al comenzar el nuevo curso, uno de cada 10 niños (de 2 a 11 años) tenía covid-19 en Inglaterra, frente a uno de cada 15 adultos, según datos de la ONS.

«Vamos a ver un gran aumento en niños. Y va a ser muy, muy perturbador», dijo Pagel. «Sus profesores lo van a entender, y probablemente en uno o dos meses, sus padres lo van a entender. Vamos a ver un alto nivel de infección prolongado».

Pagel, miembro de Independent SAGE, un grupo de asesores científicos expertos no afiliados al gobierno, dijo que el gobierno británico es un caso atípico en cuanto a su actitud frente a las infecciones en los niños y que no ha utilizado las estrategias de mitigación desplegadas con éxito en otros lugares, fundamentalmente la ventilación y las mascarillas.

En un artículo de opinión para el British Medical Journal, destacó los éxitos de países como Noruega y Japón, que mantuvieron las escuelas abiertas gracias a medidas preventivas, como espaciar los pupitres de las aulas, utilizar los espacios exteriores en la medida de lo posible, evitar las aglomeraciones y utilizar prácticas rigurosas de lavado de manos. Pagel también señaló que algunas partes de EE.UU. y Europa, como Francia, España, Italia y Alemania, lograron imponer el uso de mascarillas para los niños de primaria, secundaria y preparatoria, con aumentos en los casos cuando se relajaron las normas.

Escuela en Alemania en tiempos de covid-19

Una niña lleva ropa de invierno y una mascarilla en su aula ventilada de la escuela primaria Petri de Dortmund, en el oeste de Alemania, a finales de noviembre.

Un estudio reciente realizado en Alemania descubrió que exigir a los niños y a los adultos el uso de mascarillas en las escuelas podría reducir significativamente las transmisiones y los brotes de covid-19, ya que los brotes solían ser más graves cuando la fuente era un adulto. Los estudios publicados por los CDC de EE.UU. también han demostrado la eficacia de las mascarillas para limitar la transmisión de covid-19 en entornos educativos. Un estudio descubrió que las escuelas de dos de los condados más poblados de Arizona que no exigían el uso de mascarillas tenían 3,5 veces más probabilidades de sufrir un brote de covid-19 que las escuelas que exigían que todas las personas, independientemente de su estado de vacunación, llevaran una mascarilla en el interior. Los CDC recomiendan el uso universal de mascarillas en todas las escuelas.

Pero incluso en países como Francia, donde las mascarillas y otras medidas paliativas son obligatorias en las escuelas, se teme que ómicron se desborde en las aulas. Un análisis realizado en diciembre sobre los protocolos en las escuelas francesas, que utilizó los datos de la ola de infecciones de la primavera en el país, descubrió que las pruebas periódicas y la vacunación contra covid-19 eran las formas más eficaces de minimizar los cierres. También sugiere que la circulación del virus entre los niños en las escuelas es mucho mayor que en la comunidad en general, lo que supone un mayor riesgo de infección para los miembros de la familia de los estudiantes.

Vittoria Colizza, epidemióloga del Inserm, el centro de investigación de salud pública francés, con sede en París, y una de las autoras del estudio, dijo que, a la luz de ómicron y de la amenaza de variantes aún más contagiosas, la situación en las escuelas iba a ser más difícil en los próximos meses. Por ello, Colizza y otros científicos vienen presionando para que se realicen pruebas periódicas y se vacune a los niños, lo que comenzó en Francia el mes pasado. «Creo que gran parte del problema ha sido esta narrativa sesgada de que la transmisión en las escuelas no sucede, pero por supuesto que sucede», dijo.

Mientras los estudiantes vuelven a la escuela en medio de ómicron, muchos científicos y expertos en salud pública se preguntan: si mantener las escuelas abiertas es tan importante para los niños, ¿por qué estamos escatimando medidas que podrían protegerlos?

Pruebas de covid-19 en Francia

Un centro de pruebas de covid-19 en Albigny-sur-Saone, en el centro de Francia. Las escuelas francesas tienen dificultades en medio de una ola de ómicron, y las nuevas normas de pruebas y rastreo para las aulas están agravando las ya largas colas.

«Es bastante aterrador ver el número de niños que se infectan y hospitalizan cada semana. Y el hecho de que ahora vayan a las escuelas con una variante altamente transmisible casi sin atenuantes y con la gran mayoría sin vacunar», dijo la Dra. Deepti Gurdasani, epidemióloga clínica de la Universidad Queen Mary de Londres, sobre la situación en Inglaterra. «La retórica sigue siendo mantener las escuelas abiertas a toda costa… en lugar del verdadero debate que deberíamos mantener, que es cómo mantener las escuelas abiertas de forma segura».

«Ni siquiera estoy segura de que muchos padres se den cuenta del tipo de riesgos a los que se enfrentan los niños cada día. Y hay países que lo han hecho mucho mejor que nosotros», añadió, señalando los éxitos en el sudeste asiático y Europa occidental, especialmente en la reducción de la transmisión aérea.

El ejemplo de Asia

Las mismas estrategias que llevaron al sudeste y al este de Asia a tener tanto éxito en la supresión del virus (uso generalizado de mascarillas, mejora de la ventilación, programas exhaustivos de detección y rastreo de contactos, y apoyo al aislamiento) también les permitieron limitar la interrupción de la educación, dijo Gurdasani, señalando las medidas de salud pública en Japón, Singapur, Corea del Sur y Taiwán. También se mantienen dinámicos, cambiando las medidas de protección en función de los casos, y pasando rápidamente al aprendizaje híbrido.

En Europa, el gobierno alemán invirtió 500 millones de euros (US$ 427 millones) en octubre de 2020 en la mejora de los sistemas de ventilación de los edificios públicos, incluidas las escuelas, con la actualización de los sistemas de aire acondicionado y los purificadores, lo que fue descrito por la entonces canciller Angela Merkel como «una de las formas más baratas y eficaces» de contener la propagación del virus.

Y en Estados Unidos, la ciudad de Nueva York distribuyó dos purificadores de aire para cada aula después de extensas encuestas sobre ventilación, lo que ayudó a mantener su tasa de positividad en torno al 1%, inferior a la tasa de toda la ciudad del 3%, en diciembre, aunque esa cifra se disparó desde entonces al 31% en medio de la oleada de ómicron.

Pero en Inglaterra, a pesar de las recomendaciones de grupos asesores y científicos para mejorar la ventilación en las escuelas, el gobierno dijo en repetidas ocasiones que no había fondos para hacerlo. Los demócratas liberales británicos sugirieron recientemente que Inglaterra podría instalar filtros de aire en todas las aulas por 140 millones de libras (US$ 190 millones), aproximadamente la mitad del coste del nuevo yate real.

Gurdasani, que está inmunodeprimida, estaba ansiosa por enviar a su hija de 6 años a la escuela esta semana. Dijo que llevaba seis meses intentando conseguir dispositivos de filtración HEPA en su aula antes de que una organización benéfica accediera a financiarlos. Su hija, que tiene asma, llevó una mascarilla N95 el primer día de vuelta, pero era la única de su clase que llevaba un protector facial.

«Es una niña tímida, y nadie en su escuela lleva mascarillas, nadie en absoluto. Y, ya sabes, se siente muy fuera de lugar, y como niña de 6 años, eso es muy duro. Pero no sé qué más hacer».

Fuente: https://cnnespanol.cnn.com/2022/01/11/covid-19-europa-ee-uu-ninos-escuelas-no-preparadas-trax/

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Escuelas francesas comienzan huelga ante medidas anticovid

Las escuelas de educación básica francesa viven este jueves una jornada de huelga y movilizaciones, con amplio seguimiento, en protesta por lo que denominan el constante cambio de medidas contra la pandemia de la Covid-19, con tres protocolos sanitarios diferentes en una semana.

La huelga ha recibido el apoyo de la práctica totalidad de los sindicatos de la enseñanza, pero también de las mayores organizaciones de padres de alumnos, lo que muestra el descontento generalizado con la forma en que el Ejecutivo está gestionando la situación.

El secretario general del sindicato de educadores (CFDT, por sus siglas en francés), Laurent Berger, dijo a los medios que «es una huelga contra la falta de concertación» con la escuela.

La huelga ha sido seguida por un 62  por ciento de los profesores de secundaria y un 75 por ciento en primaria, según distintos sindicatos, mientras que el Ministerio de Educación aseguró que la media nacional de seguimiento es del orden del 27,34 por ciento.

Los profesores y padres de alumnos protestan en concentraciones por toda Francia, y en París lo hacen en el parque de los Jardines de Luxemburgo, junto al Senado.

Educadores y padres critican que el ministro de Educación anunció un complicado protocolo sanitario en una entrevista de prensa publicada en internet el 2 de enero, la víspera del retorno a las clases tras las vacaciones navideñas, y después las ha modificado en dos ocasiones.

El Gobierno anunció el pasado lunes la última modificación, con más flexibilidad para no cerrar las clases al primer positivo. De lo contrario, y ante la rápida extensión de la variante Ómicron, «en pocos días todas las clases de Francia estarían cerradas», explicó el primer ministro, Jean Castex.

Sin embargo, esta flexibilización ha sido rechazada por profesores y padres de alumnos, que se dicen hartos de tener que realizar pruebas continuas a los niños, sobre todo los más pequeños.

Mientras tanto, la variante Ómicron sigue avanzando en Francia, con 361.719 contagios notificados el miércoles, ligeramente por debajo de la víspera, y 294 muertes en un día, mientras que la situación hospitalaria sigue empeorando de forma progresiva, tanto en enfermos hospitalizados como en los que reciben cuidados intensivos.

Fuente: https://www.telesurtv.net/news/francia-huelga-educadores-medidas-covid-20220113-0009.html

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Lo que aprendí de la pandemia

Por: Íñigo Errejón

Vivimos en países donde la desigualdad creciente ha erosionado los vínculos de solidaridad cívica y de empatía, donde la individualización y la fragmentación han rasgado los lazos comunitarios. Y de pronto nos dimos cuenta de que las instituciones y las personas «esenciales» eran las que más maltratadas han sido en las últimas décadas.

Aquellos largos meses del confinamiento fueron meses contradictorios. Fuera estaban la inquietud, la enfermedad, la muerte, la sensación de colapso. Pero dentro estaba el tiempo detenido, la conmoción que te empuja a preguntarte las cosas desde el principio, una extraña paz en la tormenta. Como la vez que me quedé mudo, pero para todo el planeta. No sé si hemos salido mejores, pero nadie salió igual. Yo tampoco. Son de esas experiencias de época que marcan a todas las generaciones que atraviesan.

En el confinamiento he podido pensar mucho. El tiempo se congela… Permitidme contaros, de la forma más sencilla que se me ocurre, lo que he ido pensando. Históricamente los cataclismos son momentos de reorganización social. Producen tal conmoción, trastocan de manera tan profunda nuestras experiencias y creencias que reconfiguran las sociedades a las que afectan. Tras la Segunda Guerra Mundial emergieron los Estados de Bienestar como resultado, ciertamente, de la capacidad de presión del movimiento obrero, pero también como resultado de lo vivido durante la guerra, con la cohesión comunitaria, la idea de un objetivo común de la nación que igualaba a todos y el papel central del Estado en la economía y la regulación social. Lo que fue necesario durante los años excepcionales de la guerra después se trasladó a una nueva cotidianidad. La lógica de la excepción devino lógica de la normalidad. En general, las grandes sacudidas o experiencias traumáticas que unen a una población en una desgracia compartida y un esfuerzo colectivo para hacerle frente han abierto posibilidades para estrechar los lazos comunitarios, la solidaridad cívica y la fortaleza de las instituciones igualitarias y de planificación y provisión de seguridades.

Sin embargo, en qué sentido la pandemia nos afecta o nos reconfigura es algo que está por dilucidarse. Ninguna crisis o sacudida tiene un significado unívoco por sí misma. El sentido político que reciben los acontecimientos, por bruscos que sean, depende de la interpretación que una sociedad hace de ellos. Y esta, a su vez, de la pugna entre explicaciones disponibles. Un terremoto, así, puede ser una calamidad de la que nadie es culpable, un castigo divino o una ocasión en la que se demuestra la incapacidad de un gobierno, por ejemplo. A menudo, quienes dicen que no hay que politizar un acontecimiento están defendiendo, más o menos conscientemente, que se le dé la explicación dominante, que no se cuestione el sentido instituido.

Esto significa que tras un acontecimiento de época se abre una intensa lucha discursiva por definir el horizonte de época, por explicarnos qué ha pasado y qué conclusiones sacamos de ello. Hoy en día puede que estemos en ese momento de intensa disputa intelectual y cultural que marque cómo afrontamos el cambio de época.

Parece claro que el nuestro es el tiempo de la incertidumbre y la inseguridad. No podemos dar casi nada por garantizado; de hecho, incluso nuestra propia capacidad para imaginar el futuro está clausurada o colonizada por un pesimismo atroz: pertenezco a una generación que se crió con películas y relatos futuristas que auguraban un mañana prometedor y que hoy, sin embargo, cuando abre alguna de las plataformas de contenidos audiovisuales, solo puede encontrar proyecciones distópicas: guerra de todos contra todos por unos recursos cada vez más escasos, sociedades rotas, autoritarias y violentas, un planeta ambientalmente arrasado e invivible. Ni un solo creador se atreve hoy a proyectar un futuro mejor y eso dice algo definitivo sobre nuestro presente.

El covid-19 nos ha puesto frente al espejo de nuestra fragilidad, de la precariedad de nuestra existencia. Tras décadas de un discurso triunfalista y soberbio, en el que parece que hemos alcanzado el fin de la Historia e incluso el fin de las limitaciones físicas al crecimiento y las biológicas a la extensión de la vida, la pandemia nos sacude produciéndonos una cura de humildad. En primer lugar, nuestros cuerpos son frágiles, pueden enfermar y pueden morir, a cientos y miles. Y la única forma de cuidarlos es tener sistemas universales de previsión y cuidado. Ningún cuerpo se salva solo del virus. Ningún individuo, por apellidos o dinero que acumule, se salva si no vive en una sociedad con instituciones capaces de reordenar las prioridades y perseguir un bien común, en este caso la defensa de la vida.

Y esa es precisamente nuestra segunda fragilidad, la de nuestras sociedades. Vivimos en países donde la desigualdad creciente ha erosionado los vínculos de solidaridad cívica y de empatía, donde la individualización y fragmentación han rasgado los lazos comunitarios y donde las instituciones de previsión o protección social han sido jibarizadas o directamente eliminadas. El neoliberalismo ha operado un proceso de desciudadanización de nuestras sociedades, se ha dedicado a pulverizar las memorias e instituciones –estatales o no– de cooperación social para sustituirlas por la atomización y la disgregación. Ha disminuido drásticamente con ello la capacidad de las mayorías sociales, de la gente, para contrapesar los designios caprichosos de eso que llamamos mercados. Votamos cada cuatro años, pero la concentración descomunal de poder y riqueza en la cúspide de la pirámide devora la soberanía popular y la sustituye por el libre arbitrio de las oligarquías: el mando de unos pocos, de cada vez menos. En un momento de sacudida social, de suspensión de la normalidad y de vulnerabilidad generalizada, nuestra sociedad, muy deshecha y desigual, ha tenido muchas dificultades para hacer frente a la conmoción y los mayores daños y dolores se han concentrado en los sectores más empobrecidos y débiles. Décadas de erosión de lo común dificultaron que reaccionásemos en común cuidando más de quienes más lo necesitan. De pronto descubríamos que todas las instituciones y personas que eran fundamentales para mantener el pulso social eran las que más maltratadas han sido en las últimas décadas: la sanidad pública; las residencias de mayores; los trabajadores esenciales, que casi siempre eran los peor remunerados; la administración pública diezmada por los recortes; la educación pública; la ciencia y la investigación. En los peores días, nadie se encomendaba a los fondos de inversión, sino a instituciones y colectivos que, paradójicamente, estaban diezmados por las políticas neoliberales. También necesitamos la industria nacional, que nos habría permitido una cierta capacidad de anticipación y de suficiencia, pero esta es casi inexistente por nuestro papel periférico en la economía europea, hasta el punto de que en las primeras semanas tuvimos dificultades para producir mascarillas o respiradores. Definitivamente, nuestras sociedades afrontaron el colapso muy debilitadas. En tercer y último lugar, el virus nos ha demostrado que nuestros ecosistemas son frágiles, que el planeta es frágil y que las condiciones que hacen posible la vida en el planeta son frágiles. Estamos inmersos en una dinámica depredadora que amenaza nuestro futuro en la Tierra y la existencia tal y como la conocemos. El covid-19 y sus consecuencias pueden haber sido tan solo el ensayo general de las consecuencias dramáticas que el cambio climático puede tener sobre nuestro mundo y el futuro de nuestra generación y las siguientes. Se trata de un reto de proporciones históricas que, de nuevo, nadie puede afrontar solo y para el que el modelo actual, la competencia depredadora de todos contra todos, no solo no tiene soluciones, sino que solo puede agravarse. Es necesario recuperar la capacidad de mancomunar esfuerzos, de hacer planes y de adelantarse para que la vida siga siendo posible.

En todas estas tres fragilidades emerge –retorna– la idea del bien común. Nuestras sociedades no son solo aglomeraciones de intereses particulares y egoístas, no pueden ser solo una carrera alocada contra nosotros mismos, contra nuestra salud, contra el prójimo y contra el planeta. Existe el interés general, que es superior a la suma de las partes. Hace pocos años, el fanatismo neoliberal tachaba esta idea de totalitaria: todo lo que sea ir más allá del individuo le parecía liberticida. Hoy ya es evidente que para que el individuo sea libre, pueda vivir sin miedo, hace falta comunidad, Estado y planeta en el que vivir. Solo somos libres en común, igualmente libres, en sociedades reconstruidas y fuertes que garanticen una cotidianidad emancipada del miedo y en un medio natural que permita la vida buena, lenta, placentera y saludable. Seguramente la disputa intelectual por la libertad sea la más importante para los demócratas de nuestro tiempo, contra la idea de la libertad como el despotismo solitario de los que pueden pagarlo todo y en favor de la libertad como la libertad de los frágiles que se asocian para serlo menos.

Algunos pensadores y corrientes de izquierdas han realizado una lectura más pesimista del impacto del covid-19, enfatizando que con la nueva centralidad del Estado y la densificación de la idea de comunidad también han venido el aumento de los poderes excepcionales y del control social, y la restricción de las libertades individuales. Creo que esta es una visión marcadamente politicista, que no asume que las restricciones a las libertades y el control operaban ya en las relaciones mercantiles normales y que carga todo el peso sobre el Estado y deja libres a los grandes poderes económicos que, en la práctica, deciden mucho más sobre la vida de cada individuo –sobre su tiempo, su renta, su vivienda, sus lazos sociales o sus deseos– que ningún gobierno. Estas lecturas, sorprendentemente, se sitúan cerca del liberalismo más reaccionario. En todo caso, sí estoy de acuerdo en que todo momento de crisis es ambivalente, presenta núcleos de sentido o prácticas de recorrido potencialmente progresista y democrático frente a otras potencialmente reaccionarias y autoritarias. Por eso el sentido de la crisis depende de una disputa política. La lucha intelectual, cultural y política que debemos emprender es precisamente por regar, extender e institucionalizar los elementos primeros, al tiempo que cercamos y neutralizamos los segundos.

La conciencia de la fragilidad produce al menos dos tipos de reacciones afectivas y políticas distintas. En la época del desconcierto y la incertidumbre, hay básicamente dos opciones: el sálvese quien pueda o la reconstrucción del contrato social. La primera, la de los reaccionarios, es una violenta huida hacia delante: todo es incierto salvo que rige la ley de la selva, o pisas o te pisan, y aspirar a formar parte de los fuertes, imitando sus maneras, sus palabras y su moral. Las nuevas extremas derechas no son más que la actualización de una cierta democratización de la crueldad: el penúltimo contra el último. Por machacado que estés, siempre te puedo ofrecer a alguien más débil sobre quien descargar tu frustración. Esta salida es la de la cohesión por la guerra permanente: la extensión al terreno de la política de las mismas relaciones caníbales y despóticas que ya rigen el conjunto de las relaciones laborales y mercantiles. Tiene a su favor que, pese a la retórica de rebeldía, supone solo una radicalización de la subjetividad ya imperante: compórtate políticamente como ya lo haces en el día a día, en un atasco, con tu jefe, en un bar o en tus interacciones en redes sociales. Adoración a los poderosos, a ver si así se te pega algo o dejan caer algo, y desprecio a los débiles, para exorcizar la amenaza cada vez más presente de la vulnerabilidad, de caer en su campo. Esta salida tiene un componente moral de servilismo, que canaliza siempre hacia abajo las humillaciones que vienen de arriba. Y se alimenta ciertamente del nihilismo y el cinismo de la época. Si en otro tiempo estos pudieron parecer afectos corrosivos para el poder, hoy no hay nada más sistémico y cómodo que el descreimiento, por el cual todo el que sostenga que podríamos tratarnos mejor, que las cosas pueden ser de otra forma, es un charlatán, un idealista o un manipulador; la única realidad es la de que las cosas son como son, se van a poner peor y más vale estar del lado de los que van a caballo y no de los que van a pie.

La otra opción es la de la alianza de los frágiles, la reconstrucción social. Dado que todos nos hemos descubierto débiles, dado que todos tenemos miedo y necesitamos dotarnos de normas, instituciones y entornos seguros, pongamos orden en este desorden que ha generado el hecho de que los de arriba hayan roto las normas. En este modelo, el afecto y el lazo de la comunidad no es la guerra, sino la solidaridad para con el prójimo: nos hemos juntado para garantizar que el otro no pasa miedo, que un golpe de mala suerte no le deja en la cuneta, porque el otro puedo ser yo en cualquier momento. Precisamente porque somos débiles, cooperamos para hacernos fuertes. Para este modelo hay que fortalecer y extender las instituciones, las prácticas y los derechos que más útiles nos han sido en los momentos más duros. Por una parte, las relaciones de ayuda mutua y de colaboración que se ponen en marcha espontáneamente en los momentos traumáticos o inesperados, que deben ser alimentadas, regadas y fortalecidas para que no sean la excepción, sino la regla. Igual que las relaciones de sálvese quien pueda generan una antropología egoísta y desconfiada –por ejemplo, la desregulación laboral desincentiva el asociacionismo o el ocio individualizado aísla–, así las instituciones que fomentan el encuentro, la igualdad y la satisfacción de necesidades en común reciudadanizan y reconstruyen lazo social –en el urbanismo, en el disfrute de servicios públicos, en el asociacionismo, en el ocio o en la economía social y cooperativa–. Nuestra tarea es librar una intensa guerra cultural para defender los valores sustanciales a la democracia y la empatía, al mismo tiempo que ir desarrollando en la guerra de posiciones avances institucionales que desincentiven los comportamientos más antisociales y faciliten e incentiven los más cooperativos y cívicos.

Como se ve, no estamos ante la tesitura de hacer girar la sociedad a la derecha o a la izquierda, sino ante una mucho más radical: simple y llanamente de hacer posible la sociedad y la vida en el planeta. La clave del ecologismo, de la ola verde que recorre Europa y llega ya a España, es precisamente anclar los grandes valores a las pequeñas cosas de la vida cotidiana y, además, hacerlo desde una suerte de reivindicación militante de lo que se considera una ingenuidad: el objetivo de la política debe ser la vida buena, proveer las condiciones para que la felicidad sea un objetivo perseguible y accesible. Estas ideas parecen menos llamativas que el ruido que a diario ocupa nuestra esfera pública, pero son las más importantes, las que dirimen si estamos bien o no, las que pueden marcar el siglo xxi: la Tierra y el clima, el tiempo, la salud. Es necesaria una gran ola verde que se ocupe de las cosas que de verdad importan, que arrastre la política de nuevo a hacerse cargo de la vida cotidiana. Una fuerza de lo pequeño, de los pequeños, para las cosas realmente grandes.

La pandemia evidenció de qué teníamos suficiente y de qué nos faltaba demasiado; nos dejó claro, a todos y cada uno, en las largas jornadas con nosotros mismos, qué cosas valían más la pena en nuestra vida y cuáles menos. Y a todos, me atrevería a decir, nos arrojó respuestas similares: tener salud física y mental, tener los medios de existencia cubiertos para dormir por las noches, tener tiempo, tener el calor de nuestros seres queridos, vivir en un entorno saludable, tener tiempo para cultivar nuestras pasiones o cuidar de los nuestros. Lo que pasa es que entonces emerge afilada una pregunta: si esas son las cosas que de verdad importan, ¿por qué con toda nuestra complejidad no somos capaces de asegurarlas?, ¿a quién satisface el modelo actual, que produce tanto dolor, que amenaza el planeta y que nos hace tan débiles ante los imprevistos? Por suerte, junto con esta pregunta afilada, emerge otra más prometedora: si hemos sido capaces de movilizar recursos y energías para confinarnos, para reorganizar la vida y para investigar, descubrir, producir y administrar la vacuna…, ¿no podemos serlo para, con ese mismo espíritu, garantizar la vida buena y segura a nuestros congéneres?, ¿para transformar nuestra economía generando prosperidad y empleos en una revolución industrial verde que detenga y revierta los efectos del cambio climático?La pandemia no es solo un shock, sino también una demostración de planificación democrática, con algunos componentes socialistas. Con la vacuna, todos asumimos que era demasiado importante como para dejarla al arbitrio de los vaivenes del mercado. No es solo que detrás de las patentes haya ingentes cantidades de dinero público para la ciencia o que los Estados garantizaran compras masivas que hicieran rentables todas las investigaciones. Es que decidimos que la administración de las vacunas no podía depender de la oferta y la demanda o del dinero de cada cual. Necesitábamos que el orden de vacunación siguiese pautas de utilidad social, yendo primero quienes nos cuidan y los más vulnerables. Una autoridad superior restringía la libertad de quienes más tenían para primar el bien común. Esa idea es tan potente que nadie ha osado cuestionarla, ni siquiera las derechas, y así puede que pase desapercibida. Por eso hay que reivindicarla.

A partir de ahí es fácil deducir cuál es la tarea para las fuerzas democráticas. Las relaciones cooperativas, de cuidados o de regulación pública del interés general deben ser conectadas, fortalecidas y extendidas. Se trata de hacer cotidiano lo que fue excepcional. Y para que no dependa del altruismo, de la conmoción o del heroísmo puntual, necesitamos instituciones estatales y comunitarias que organicen en la vida cotidiana esas relaciones y esas prácticas. Defender lo común no es poner memes de Lenin muy serios en Twitter, sino encontrar en la vida cotidiana, en los dolores cotidianos y en los deseos cotidianos las razones para una nueva voluntad colectiva nacional-popular para expandir la desmercantilización y la libertad, y las transformaciones económicas y estatales necesarias para ello, en un ciclo virtuoso de reformas en que cada paso adelante genere fuerzas, convicciones y arraigo en la vida cotidiana como para ir a por el siguiente.

No es solo un problema del tamaño del Estado. Estamos en algo distinto del neoliberalismo tal y como lo conocíamos. Incluso los grandes capitales reconocen y aceptan la nueva centralidad del Estado y la planificación, fueron los primeros en pedirle rescates y hoy hablan de colaboración público-privada. Cuando nosotros hablamos de Estado emprendedor, siguiendo a la economista Mariana Mazzucato, no nos referimos solo a que el Estado sea más grande. No es solo un prestamista y valedor en última instancia con más músculo, que regala en las buenas y rescata en las malas a quienes más tienen. Es un Estado eficaz, que orienta, que tiene una estrategia de país y que la conduce con el objetivo de fortalecer la sociedad y las comunidades, de enfrentar al cambio climático generando ciclos virtuosos de prosperidad, de democratizar las relaciones sociales y poner las condiciones para la vida buena. El termómetro para saber si se está produciendo un proceso de signo progresista es el de la correlación social de fuerzas: son progresivas y virtuosas las transformaciones que generen más fuerza para la ciudadanía y equilibren una balanza marcada por décadas de concentración oligárquica. Ese camino no es lineal, sino que tiene avances y retrocesos. Tampoco es solo gradual, pues experimenta saltos y quiebros.

Un gobierno progresista, así, no es el que choca con las derechas, que esto en todo caso es una derivada del proceso, sino que es el que reconstruye la sociedad sustituyendo la incertidumbre por la seguridad de los derechos y reequilibrando la balanza entre democracia y oligarquía.

Nota: este artículo forma parte del libro Con todo. De los años veloces al futuro (Planeta, Barcelona, 2021).

Fuente de la informacion e imagen:  https://nuso.org

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Covid-19 y una cultura resiliente

El 11 de marzo de 2020 la Organización Mundial de la Salud reconoció como pandemia la enfermedad ocasionada por el virus SARS-CoV-2, el terreno cultural salió de la escena tradicional y la industria del arte debió asumir nuevos derroteros.

Los artistas debieron plantearse un cambio radical y de primera mano que garantizara la subsistencia espiritual y económica, diera visibilidad a su trabajo y al mismo tiempo, fuera un acicate para el alma ante la alerta de una crisis mundial contra todo pronóstico.

La propagación del virus exigió cuarentenas, distanciamiento social, amenazas a los sistemas sanitarios y financieros, pérdidas de vidas humanas. Sin embargo, el caos dio paso a la innovación ante el cierre de museos, cines, teatros, la cancelación de festivales, conciertos y la diezmada vida cultural de las naciones.

Desde entonces emergieron alternativas para construir un entorno más incluyente y transversal. El confinamiento devino desafío creativo que llevó a elaborar materiales y proyectos, y profundizar en la recuperación de las artes y su nueva concepción.

Los llamados NFT (Non-Fungible Token) o cripto arte lograron efervescencia durante este tiempo, al igual que las exposiciones inmersivas, uno de los formatos con evidente alza con el cual el arte cobró una perspectiva diferente e interactiva por intermedio de sonidos, luces, imágenes y colores.

También los espectáculos con hologramas cobraron auge y adeptos, pues fue una peculiar forma de que los melómanos pudieran apreciar en la escena a sus cantantes preferidos, algunos muertos, desde la proeza tecnológica de la tercera dimensión.

La música se aferró a las nuevas tecnologías para garantizar su supervivencia. El streaming devino válvula de escape para solventar la depresión del mercado musical y mantener su vigor y solvencia.

También la danza, el teatro y la industria audiovisual se auxiliaron de mecanismos virtuales para llegar hasta los hogares de los espectadores, entretenerles e irradiar en sus pantallas la realidad desde una perspectiva optimista y conciliadora.

RESQUICIOS CULTURALES

De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, la Covid-19 generó una crisis de proporciones devastadoras que impacta directamente en las industrias creativas y del patrimonio y, a su vez, exacerba vulnerabilidades y desigualdades del sector.

Si bien las nuevas herramientas de comunicación permitieron emprender iniciativas culturales y artísticas, la pandemia demostró las brechas de los sistemas donde no todos tienen acceso a la conectividad, ni a la divulgada diversidad cultural.

De acuerdo con el crítico cubano Rolando Pérez, en muchos casos, sobre todo en los países del nombrado Primer Mundo, el número de ofertas no aumentó la pluralidad, sino que la manipuló y se apropió comercialmente de ella, mientras hizo disminuir las opciones de las culturas nativas.

Sobre el tema, el expresidente de Colombia Ernesto Samper Pizano, en una reunión del Grupo de Puebla dedicada a valorar las iniciativas de la cultura en pospandemia, afirmó que con esta crisis “nos anticiparon el futuro”.

Pero, ¿cómo debería ser ese futuro? Lo más importante, incluso para la cultura, es la integración de América Latina y la construcción de una ciudadanía sobre el mayor patrimonio: la diversidad, aseguró.

Por su parte el exdirector artístico del teatro Colón, Argentina, Marcelo Lombardero, aseveró que el mayor desafío de la pospandemia en términos culturales para el continente es desprenderse de la mirada neoliberal.

El neoliberalismo tiende a confundir el hecho cultural con un evento, pero el hecho cultural significa la unión de las fuerzas vivas de la sociedad en un trabajo que genera vínculos, alegó el artista e investigador.

Lombardero señaló como esencial la importancia de diferenciar el arte popular con el arte comercial llevando la mirada del multiculturalismo que permite el crecimiento y florecimiento de la cultura.

Por último, convocó a tener en cuenta el rol de las instituciones culturales, para qué, por qué y para quién están; justamente, desde una mirada de reconstrucción del tejido social.

CUBA RESILIENTE

En Cuba, este planteamiento es premisa y bandera. La pandemia potencia la innovación y el espacio virtual ofrece visibilidad a la cultura comunitaria, revela nuevos talentos, proyecta iniciativas novedosas que emergen desde los hogares, la raíz y el calor del barrio y los actores sociales.

Al decir del periodista cubano Ricardo Alonso, la cultura cubana no quedó silenciosa, sino que brilló más que nunca con luz de arte y pensamiento.

No faltó desde la comunidad el escritor, el actor, el cantante, el pintor, el bailarín o el realizador audiovisual, la canción o el poema dedicado a exaltar la voluntad y consagración de científicos y personal de salud.

Tal y como expresara el líder de la Revolución cubana, Fidel Castro, en los difíciles años del llamado Período Especial: La cultura es lo primero que hay que salvar. Y en 2021, salvó. El crítico Pedro de la Hoz coincide con muchos analistas en la función decisiva que desempeñó el movimiento artístico en el año que acaba de concluir.

Igualmente, reconoció que es preciso reponerse ante las limitaciones vigentes, aprendiendo de lo mucho que aún tiene por ofrecer la experiencia de hacer arte y generar cultura (en toda su dimensión conceptual) en tiempos de pandemia.

Bien pudieran servir de sumario las palabras del investigador Emilio Antonio Duarte cuando planteó que la política cultural de la Revolución cubana debe ser diseñada (y en eso trabaja) con base a la ciencia y la tecnología, teniendo en cuenta la relación dialéctica entre tradición cultural e innovación.

En su artículo sobre lecciones para una Cuba pospandemia, Duarte reiteró la necesidad de involucrar para el logro de estos fines a todos los actores sociales que enriquecen la nación independiente, soberana y su identidad cultural.

arb/yrv

(*) Periodista de la Redacción Cultura de Prensa Latina

Fuente de la información e imagen: https://www.tercerainformacion.es

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