Finalizan los cursos o semestres en los diversos niveles de educación después de unos meses donde, con distinta ubicación geográfica y ritmos en la incorporación de la presencia de alumnos y profesores, se ha reanudado la enseñanza en las aulas. Es sabido que la pandemia del Covid-19 rompió las dinámicas educativas en prácticamente todo el planeta, con distintas consecuencias que siguen analizándose desde los estudios sociales, en especial los dedicados a la educación.
Dichas investigaciones no son coincidentes a la hora de interpretar los datos, es decir, los análisis discrepan sobre si la educación virtual de la pandemia retrasó los procesos de enseñanza-aprendizaje. Sin embargo, por mucho que se insista en ello, hay niveles educativos y materias que necesitan, más que otras, la presencia en aulas y laboratorios. Ello no quiere decir que todos los problemas que hoy existen alrededor de la enseñanza deban buscarse y atribuirse a la pandemia porque, previamente, ya eran frecuentes las quejas de profesores, alumnos o padres de familia respecto a las dificultades para transmitir conocimientos. Un hecho al que se une la compleja relación entre los actores que intervienen en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Las nuevas formas de transmitir y recibir la información, de las que ya me he ocupado en otras ocasiones, son elementos imprescindibles para entender que los medios didácticos necesitan adecuarse a las cambiantes realidades de la sociedad. En muchos casos, ello ya se observa que sucede, pero no puede pensarse que todas las situaciones educativas se solventan de la misma manera o se examinan con los mismos lentes de observación. Una diferenciación que la pandemia expuso con claridad cuando muchos de los estudiantes, y solo hay que tomar el ejemplo de Chiapas, dejaron de recibir educación en línea por falta de los insumos necesarios y los recursos económicos para conseguirlos. La carencia de computadoras y, en consecuencia, de los programas para desarrollar ciertas tareas se hicieron evidentes durante los largos meses de encierro y aislamiento social vividos en México a causa del Covid-19.
Estas realidades visibilizadas por la coyuntura surgida durante la pandemia no deben tapar los anteriores rezagos educativos y desiguales circunstancias vividas a través de la educación. Así, la pandemia solo mostró, a través de la trastocada cotidianidad, la escasez de recursos económicos de los centros de educación pública y de las familias usuarias de dichas instituciones.
Recuperar la supuesta normalidad de los procesos de enseñanza-aprendizaje en las aulas no debe ocultar las situaciones que la pandemia escenificó de manera transparente; hechos que por sabidos no dejan de cuestionar la igualdad educativa. Unas certezas demostradas desde hace décadas en las investigaciones sociales para convertirse en ejemplos fehacientes de cómo construyen o ratifican las iniquidades en las sociedades.
Un informe de Human Right Watch ha estudiado el comportamiento de 149 aplicaciones que han sido utilizadas en 49 países, con el consentimiento de los gobiernos, en relación a la infancia. La mayor parte de estas soluciones de software han vigilado a millones de menores, recopilando datos personales de todo tipo sin su consentimiento o el de sus familiares.
La de la privacidad fue y es uno de los problemas principales del uso de las tecnologías durante el confinamiento y el cierre de escuelas generalizado desde marzo de 2020 -un cierre que, en muchos lugares del mundo, solo ahora está empezando a revertirse de manera generalizada-. En España, las administraciones autonómicas dieron, desde el primer momento, el aviso de que había que utilizar las plataformas informáticas que ellas mismas tenían y tienen, puesto que estaba en juego la privacidad de los datos personales de millones de escolares.
La ONG es tajante: «Este informe es una investigación global de la tecnología educativa (EdTech) respaldada por 49 gobiernos para la educación infantil durante la pandemia. Sobre la base del análisis técnico y de políticas de 164 productos EdTech, Human Rights Watch determina que el respaldo de los gobiernos a la mayoría de estas plataformas de aprendizaje en línea pone en riesgo o viola directamente la privacidad de los niños y otros derechos de los niños, con fines no relacionados con su educación».
Human Rights Watch (HRW) asegura que en la carrea que los gobiernos dieron para intentar solucionar las clases desde casa, pocos fueron los que comprobaron que las aplicaciones informáticas que iban a utilizarse fueran respetuosas con los derechos de la infancia. De hecho, de los 164 productos que se han analizado, 146 «parece» que utilizaban prácticas que podrían poner en riesgo a las y los niños, dado que «contribuían a socavarlos o infringían activamente estos derechos».
Al parecer, la mayor parte de estos productos podía monitorizar la actividad de las y los menores, en muchos casos de forma secreta y sin tener el consentimiento de niñas y niños ni de sus progenitores o tutores legales. «La mayoría de las plataformas de aprendizaje online instalaron tecnologías de seguimiento que seguían a los niños fuera de sus aulas virtuales y a través de internet a lo largo del tiempo», aseguran desde HRW.
A esto se suma el hecho de que buena parte de las plataformas, además, compartían estos datos con terceros. En la mayoría de los casos, dice el informe de la ONG, empresas de publicidad digital (AdTech). Con esta información, dichas empresas pueden conocer aproximadamente las características e intereses de niñas y niños; un conocimiento que puede ser vendido, a su vez, para empresas que busquen acercarse a públicos infantiles. «Human Rights Watch -dice el informe- observó que 146 productos EdTech enviaban directamente o otorgaban acceso a datos personales de niños a 196 empresas de terceros, en su gran mayoría AdTech».
Competencia de las CCAA
El informe de HRW habla de 49 países estudiados. Uno de ellos fue España, aunque no en su totalidad, sino que se puso el foco en las dos autonomías más pobladas: Andalucía y Cataluña. Eso sí, también se realizaron entrevistas en otras ciudades para recabar la opinión de alumnado, familias y profesorado.
Una de las declaraciones que transcribe la ONG en el informe es de un docente madrileño de secundaria que comenta textualmente: «Debido a que España estaba en estado de emergencia, el Ministerio de Educación comunicó [a los profesores] que ya no se requería el consentimiento para la privacidad, o la protección de datos… La privacidad y todo eso ha pasado a un segundo plano por completo, pero lo hemos hecho porque el Ministerio así lo ha dicho».
Fuentes del Ministerio de Educación sostienen que no hubo ninguna comunicación ni directa a cada docente (no está dentro de las atribuciones que entonces tenía el Departamento de Isabel Celaá) ni a la opinión pública. Fueron las comunidades autónomas las que decidieron qué plataformas se utilizaban en cada momento, algo que apunta también el informe al aclarar que en diferentes países (España es uno de ellos), el Gobierno central cedió la competencia en este sentido en las administraciones regionales.
El Ministerio sí desarrolló, defienden fuentes del actual equipo, una web: ‘Aprendo en casa’ que contaba con garantías de seguridad, entre otras cosas, porque no se solicitaba a quien la usara ningún dato. El informe de HRW sostiene que efectivamente cumplía normas de privacidad. Según fuentes de Educación, la web estaba alojada en los servidores del Ministerio y, aunque daba la posibilidad de utilizar las «salas de reuniones» de Google, para hacerlo había que solicitárselo al Intef, entidad que facilitaba una dirección de correo propia para que lo usaran las y los participantes en las reuniones. De esta forma aseguraron la no cesión de datos privados de nadie.
En cualquier caso, las primeras semanas fueron realmente confusas, con comunidades autónomas que prohibieron expresamente el uso de plataformas que no fueran las facilitadas por la propia Administración al tiempo que estas se ponían en tal tensión que hubo serios problemas para utilizarlas. Muchas y muchos acabaron haciendo uso de aplicaciones privadas para poder continuar con las clases.
Pero HRW señala que el problema, en no pocas ocasiones, estaba en que las plataformas de las administraciones públicas también ponían en riesgo la privacidad de quienes las han estado utilizando en este tiempo.
Desde Andalucía aseguran que la plataforma que se puso en marcha, eAndalucia, «no dispone de datos de usuarios: ni datos de alumnado, ni de profesorado, ni de personal de gestión ni de tutores de alumnos/as». Algo similar ocurre en el caso catalán. En su caso utilizaron el portal edu365, del que dicen fuentes de Educación que «es anónimo, público, sin autentificación y con información estática, es decir, sin intercambio de información ni ninguna base de datos, solo muestra información de lectura».
Estas mismas fuentes aseguran haber hecho comprobaciones de las que se confirma que no han recogido datos personales de ningún usuario. Además, insisten, las cuestas de Google Analytics que se utilizan desde edu365 «tienen desactivadas las funciones para anunciantes, es decir, no se recogen datos demográficos, de intereses ni cualquier otro dato sensible» que pudiera venderse a terceros. Aseguran, además, haber intentado tener una reunión con HRW para aclarar la información que se da en el informe pero no ha sido posible.
Publicidad conductual
Este es uno de los riesgos más importantes que denuncia HRW en su informe en relación a los datos que hayan podido ser recopilados por las diferentes compañías tecnológicas. Se trata de publicidad que le aparece al usuario después de haber observado su comportamiento en Internet y haber realizado un perfil de sus intereses y gustos.
Según la ONG, las y los menores son especialmente vulnerables a este tipo de publicidad, especialmente quienes tienen menos de 7 años.
A esto se añade, según denuncia HRW, el hecho de que fueron público cautivo, al menos, durante los cierres de escuelas, y se vieron obligados a utilizar las aplicaciones y plataformas que sus centros educativos (guiados por las administraciones competentes) les obligaron a utilizar para poder seguir las clases a distancia. Elegir entre la privacidad y continuar con las lecciones, determina el informe, es una decisión que chicas y chicos, en realidad, no pudieron tomar.
Según la investigación de la ONG, 199 empresas de terceros recibieron información de las y los usuarios de las plataformas y aplicaciones. Más de los 164 productos tecnológicos que fueron analizados para realizar este informe.
HRW asegura que «estos anuncios están integrados en plataformas digitales personalizadas que desdibujan aún más las distinciones entre contenido orgánico y pago. Al hacerlo, la publicidad conductual aprovecha la incapacidad de los niños para identificar o pensar críticamente sobre la intención persuasiva, manipulándolos potencialmente hacia resultados que pueden no ser lo mejor para ellos».
El informe, en cualquier caso, hace una buena cantidad de recomendaciones a los países, así como a sus administraciones educativas, sean estatales o regionales y a las compañías tecnológicas para que puedan evitar lo máximo posible la recolección de datos de carácter personal de menores, así como de vigilancia del comportamiento que las y los usuarios tienen en la red.
Maestros por todo el país se esfuerzan para poner al corriente a los alumnos rezagados, intentando evitar consecuencias en su vida académica y profesional que pueden ser peores para alumnos latinos o negros. Pero la magnitud del problema apenas comienza a vislumbrarse.
Andrea Hernández estudió la tabla de multiplicar casi a diario durante el verano entre cuarto y quinto grado. Sentada en la mesa de la cocina de la casa de su familia en Dallas mientras su madre preparaba la cena, ella repetía su tarea una y otra vez en su cuaderno amarillo. Cuando comenzó a asistir a una nueva escuela en el otoño de 2012, pasó fácilmente los exámenes de matemáticas a contrarreloj. De ahí hasta la irrupción del coronavirus, cuando estudiaba pre-cálculo a los 16 años, Hernández brillaba en el aula.
Entonces, al igual que millones de estudiantes en todo el país, Hernández se vio obligada a estudiar en línea. Durante el resto del tercer año y la mayor parte del cuarto año, estudió en una computadora portátil en la sala de su casa, mientras su hermana menor tomaba clases por Zoom en la habitación que compartían al final del pasillo.
Sintió que perdía las fuerzas para ser una estudiante. No era sólo que los estándares de la enseñanza en línea fueran inferiores que los de en persona, “es que simplemente no existían”, dijo.
ernández, cuyos estudios principales eran las matemáticas, reprobó por un pequeño margen el examen que la habría colocado en la clase de cálculo del primer curso de la Universidad de Texas en Austin en el otoño. Repitió la clase de pre-cálculo y la pasó con una A. Ahora, pasa cuatro días a la semana en una clase excepcionalmente pequeña tipo seminario con otros 31 estudiantes aspirantes a matemáticos e ingenieros.
“Me gustaría poder decir que hasta ahora me va bien, aunque hay algunas cosas que cuando las miro me pregunto, ‘¿dónde están las matemáticas? Lo único que veo son letras, no entiendo nada”, dijo Hernández. “Entonces me siento… un poco perdida”.
Más de 20 de sus compañeros tomaron la clase más grande tipo conferencia el otoño anterior y la reprobaron.
Muchos estudiantes cuyos últimos años de secundaria fueron interrumpidos por la pandemia tienen dificultades académicas en los cursos universitarios que necesitan pasar para avanzar en sus carreras académicas y profesionales. Profesores y estudiantes creen que la enseñanza a distancia que tuvieron que cursar durante la pandemia no fue tan buena como la que habrían recibido en persona. Los estudiantes a menudo también estuvieron distraídos mientras trataban de aprender, porque batallaban con factores estresantes de salud, financieros y familiares.
Fue realmente difícil para nosotros emocionalmente, porque sabemos lo que está en juego para los estudiantes. Su fracaso es nuestro fracaso”
Ahora, después de dos años de aprendizaje pandémico a toda prisa, muchos estudiantes universitarios no solamente están menos preparados de lo que deberían estar, sino que también han olvidado cómo ser alumnos.
Y es probable que en el futuro haya aún más graduados de secundaria sin la preparación adecuada, lo que presiona de sobremanera al profesorado, los consejeros y los asesores.
Al maestro de matemáticas de Hernández, Uri Treisman, se le conoce nacionalmente por sus técnicas y filosofías para la enseñanza del cálculo. Él dijo que el semestre del primer año de cálculo en el otoño de 2021 fue el más difícil que había tenido en sus 50 años de carrera.
Sus alumnos estaban cometiendo errores básicos en álgebra y trigonometría. A pesar de que Treisman hizo todo lo que pudo para ayudar a sus alumnos a recuperarse, alrededor del 25% de sus alumnos reprobaron en el otoño, comparados con el 5% que no pasa en un año normal.
En lugar de emails de alumnos solicitando cartas de recomendación, el buzón de Treisman estaba invadido de emails de estudiantes ansiosos por repetir su clase, disculpándose por su pobre desempeño y por no estar preparados.
“Fue realmente difícil para nosotros emocionalmente, porque sabemos lo que está en juego para los estudiantes”, dijo Treisman, refiriéndose también a su profesora asociada, Erica Winterer. “Su fracaso es nuestro fracaso”.
Un desafío en toda la enseñanza preuniversitaria
Desde el alumno más pequeño del jardín de niños hasta los alumnos de cuarto año de secundaria listos para ingresar a la universidad, casi todos los estudiantes vieron su educación interrumpida a partir de marzo de 2020. Como resultado, todavía no se conoce el alcance de la falta de preparación para la universidad.
un así, los educadores y expertos se preocupan de que los estudiantes de comunidades históricamente marginadas —a menudo alumnos de bajos ingresos, latinos y negros— podrían enfrentar una desventaja aún mayor debido a la interrupción que causó la pandemia.
Las consecuencias económicas de la pandemia afectan con mayor fuerza a los estadounidenses de escasos recursos, latinos y negros, así como a la gente sin títulos universitarios, de manera que los estudiantes provenientes de familias que están en estos grupos son más propensos a haber asistido a la universidad tras haber enfrentado mayores desafíos que sus pares en los últimos dos años.
“Aquí y en el resto del mundo los ricos se preocupan y están nerviosos por el futuro de sus hijos, y están invirtiendo de manera significativa para asegurar que tengan una ventaja”, afirmó Treisman. “Así que ese nerviosismo significa que aquellos interesados en la igualdad tienen que trabajar mucho más”.
Incluso en un año normal no todos los estudiantes vienen con el mismo nivel de preparación o de conocimiento básico, explicó Treisman. Pero debido a la pandemia, sus estudiantes enfrentan un estrés adicional.
Hernández, por ejemplo, estaba en una clase de matemáticas de 12° grado por Zoom en la sala de su casa cuando su padre regresó del trabajo algunas horas antes que de costumbre, visiblemente perturbado. Ella lo siguió hacia su habitación donde él le contó que su abuelo, quien vivía en San Luis Potosí, México, había muerto de COVID-19.
Hernández se levantó tan rápidamente de su improvisado escritorio que no tuvo tiempo de apagar su cámara ni se había quitado los audífonos. Cuando supo de la muerte de su abuelito, todavía estaba escuchando su clase de matemáticas.
A estudiantes como Hernández le resultaba difícil concentrarse en las clases mientras sus seres queridos enfrentaban enfermedades mortales, problemas financieros, incertidumbre sobre el cuidado de sus hijos, o la inestabilidad general causada por la pandemia. A menudo, el enfoque de la escuela era más el sobrevivir que el sobresalir.
Otros estudiantes enfrentaban obstáculos relacionados con el acceso. Antes de la pandemia, Halil Hamscho, que había estudiado el curso de introducción al cálculo de Treisman el otoño anterior, viajaba todos los días desde la casa de sus padres en Matamoros, México, a su escuela en Brownsville, Texas. En marzo de 2020, su hermano gemelo se convirtió en su único compañero.
Hacían la tarea en una mesa portátil que habían comprado en Walmart, compartiendo una computadora portátil al final de su tercer año de secundaria y durante todo el cuarto año. Si uno estaba usando la computadora, el otro tenía que incorporarse a su clase desde su teléfono, lo cual dificultaba ver a sus compañeros de clase o cualquier cosa que el maestro estuviera mostrando en la pantalla. A veces, su madre traía a la casa su computadora del trabajo para que ambos pudieran estudiar.
Los estudiantes cuyas familias estaban financieramente estables antes de la pandemia podrán recuperarse de esta situación, mientras que los demás tendrán muchas más dificultades, dijo Venit. Muchos de estos últimos serán estudiantes latinos y negros, de partes rurales o que son los primeros en sus familias en asistir a la universidad.
“Si esas personas no tienen la oportunidad de progresar económicamente, entonces tendremos una situación en que los ricos se volverán más ricos y los pobres más pobres”, lamentó Venit. “Esto revertirá la tendencia que nos hemos esforzado por lograr a través de la educación superior durante los últimos 20 años”.
Para Hernández que se encuentra al final de su segundo semestre en la Universidad de Texas en Austin, la meta es clara: aprobar cálculo, terminar los estudios universitarios y convertirse en una maestra de matemáticas de escuela secundaria.
Para lograrlo, debe redescubrir a la niña que hace casi 10 años era la primera en entregar sus exámenes de multiplicación contra reloj.
Caroline Preston contribuyó a este reportaje.
Este artículo acerca de estudiantes sin preparación fue producido por The Hechinger Report, una organización de noticias independiente sin fines de lucro enfocada en la desigualdad y la innovación en la educación.
Recientemente fue publicada una investigación de la Universidad de los Andes que deja ver este fenómeno a través de un análisis en las pruebas Saber 11 frente a distintas variables.
Aunque con anterioridad ya se habían publicado balances e informes que hablaban de la influencia de la pandemia en la educación, a nivel mundial y en América Latina, recientemente se conoció el primer estudio realizado en el país que deja ver cómo afectó la pandemia en la educación en varios niveles, que pueden verse a la luz de la prueba Saber 11 durante los últimos dos años de confinamiento.
De acuerdo a un informe de la Unesco publicado en 2021, varios países se vieron afectados a nivel mundial por los confinamientos a nivel educativo. “En numerosos países los niños han perdido la mayor parte o la totalidad del aprendizaje escolar que deberían haber adquirido en la escuela, siendo los más jóvenes y los más marginados los más afectados”, advirtió la organización. Por su parte, también se conoció que el cierre de los colegios fue un 70% más largo que en países como México, Estados Unidos o Canadá, según un estudio realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos y el Banco de Desarrollo de América Latina.
Pero, ¿cómo afectó el aprendizaje la pandemia en nuestro país?
A partir de estas y otras preguntas, un grupo de investigadores de la Universidad de los Andes realizó una investigación. Según El Espectador dicha institución publicó un estudio en el que se analiza la desigualdad de los resultados de la prueba Saber 11 durante la pandemia. “El propósito de este trabajo es medir, a través de pruebas estandarizadas, el cambio en la desigualdad en el aprendizaje de los estudiantes de secundaria a partir de las características de los individuos, de sus hogares y de las características de las sedes educativas”, dice el resumen del mismo.
De esta forma el estudio midió el cambio en la desigualdad en el período de 2016 a 2020. En total, se utilizaron cinco dimensiones “para cuantificar las brechas en el aprendizaje educativo”. Estas fueron: individual (género y etnia), conectividad del hogar (acceso a internet y computador), hogar (número de libros, hacinamiento y educación de los padres), sede educativa (sector y zona) y municipio (PDET).
Los resultados fueron alarmantes: la desigualdad aumentó más del 100 %, en la gran mayoría de variables. También se evidenció un aumento de la desigualdad del 173 % entre los estudiantes de sectores urbanos y los de zonas rurales entre 2016 y 2020. Esto significa que la diferencia en los puntajes de estas pruebas de estos dos grupos aumentó más de dos veces.
“Por otra parte, antes de la pandemia, la relación entre el acceso a computador e internet y los mejores resultados en las pruebas era muy pequeña, pero en 2020 la relación aumentó “significativamente”. El acceso a computador e internet mitigó el efecto de la pandemia en un 60 y 63%, respectivamente. Esto significa que estudiantes con acceso a estas herramientas pudieron mantener mejores resultados, generalmente, que los que no tienen acceso”, evidenció El Espectador que también hizo alusión a que la única brecha que disminuyó en la pandemia fue la de género, en un 15,5 %.
Esto, explica la misma fuente de información que también entrevistó a uno de los autores del estudio, no se sabe si es por una reducción de la desigualdad en el aprendizaje entre hombres y mujeres o si se debe a una transformación en la composición de estudiantes que presentaron la prueba, por lo que la pregunta investigativa sigue abierta.
Para explorar el cambio en la desigualdad en cada variable, los investigadores compararon estudiantes que comparten las mismas características, menos una de ellas. Por ejemplo, dice el mismo diario, “compararon a los hombres de colegios públicos con padres graduados de universidades, pero que se encuentran en dos áreas distintas, la rural y urbana”.
Existe un gran entusiasmo por el aprendizaje personalizado pero, ¿realmente es todo lo que promete?
El enfoque tradicional donde la enseñanza es igual para todas las personas se ha convertido en un concepto obsoleto y pareciera que el aprendizaje personalizado es la nueva clave para lograr la excelencia pero, ¿es este método todo lo que promete?
Los cambios sin precedentes que la educación vivió durante la pandemia de COVID-19 generó dudas sobre cómo debería ser la enseñanza y cómo deberían verse los planes de estudios. Uno de los temas más hablados en los últimos años es el del aprendizaje personalizado ya que la pandemia entusiasmó a muchas personas sobre su potencial para transformar la educación. Aunque no es un concepto nuevo, aún no tiene una definición exacta y genera mucho debate porque no cuenta con una manera para medir su efectividad.
Para el Dr. Shawn Smith, Director de Innovación de McGraw Hill, el aprendizaje personalizado escalable es la mejor manera de brindar el contenido que cada estudiante necesita, en el momento adecuado y de una manera que se conecte directamente con sus intereses. “No solo necesitamos conocer a los infantes individualmente donde están, sino que también debemos aliviar la carga que enfrentan los maestros, o vamos a perder a tantos en esta profesión”, dijo Smith aEdSurge. “Muchos educadores brillantes aman enseñar y aman a los niños, pero están agotados física y emocionalmente. Tenemos que usar la tecnología para aliviar algo de ese agotamiento”.
La Fundación Qatar, junto a Economist Impact realizó dos estudios para comprender cómo la pandemia ha afectado la percepción sobre el aprendizaje personalizado en el Reino Unido y Estados Unidos. En estos estudios, los autores describieron cómo las instituciones educativas se vieron obligadas a experimentar con métodos y técnicas que se alinean con el aprendizaje personalizado. Además, demuestran que los educadores ven el modelo como positivo por su potencial. De acuerdo con la fundación, “existe un entusiasmo casi universal por la idea del ‘aprendizaje personalizado’», pero no hay claridad sobre lo que esto significa en la práctica. Todos los educadores encuestados (100 %) dicen que los docentes apoyan la idea del aprendizaje personalizado, y el 99 % dice que los administradores escolares lo apoyan”.
En otra encuesta realizada para el mismo reporte de la Fundación Qatar, el 99 % de los educadores estaban de acuerdo con que el COVID-19 aceleró la adopción del aprendizaje personalizado en sus instituciones, haciendo que ese enfoque sea “más relevante que nunca”. La popularidad de este enfoque se debe a que parece particularmente eficaz en la construcción de las habilidades del siglo 21. Más de la mitad de los docentes encuestados consideran que les ayuda a “desarrollar habilidades para resolver problemas (70 %), pensamiento crítico (69 %), creatividad (53 %), confianza (51 %) y habilidades de comunicación (50 %)”. La pandemia provocó que se adaptaran elementos clave de este método, sin embargo, estos no son equivalentes a una pedagogía personalizada, lo que demuestra que no hay claridad sobre lo que es el aprendizaje personalizado en la práctica.
Uno de los mayores problemas de este método es que la medición y evaluación no siempre reflejan las ventajas del aprendizaje personalizado. Especialmente porque este enfoque se extiende desde ser dirigido por el docente hasta ser dirigido por estudiantes. El primero es más tradicional, ya que el educador elabora las lecciones según las necesidades del estudiante, el segundo, en grandes términos, el docente se convierte en mentor para que cada estudiante internalice la información y la descubra por sí mismo. La mayoría de los entrevistados prefieren el primer método porque representa una innovación moderada en la pedagogía tradicional.
En el ámbito de la innovación, el reporte también encuestó a distintas instituciones para informarse de sus enfoques. Se descubrió que el 73 % incluyen planes de aprendizaje adaptados a las necesidades de los estudiantes, un 26 % comentó que la instrucción se desarrolla de acuerdo con las necesidades de los estudiantes individuales y solo el 14 % dice que los estudiantes tienen voz para decidir sobre el qué, cuándo y dónde aprenden.
El rol de la tecnología
La tecnología es una herramienta vital para brindar aprendizaje personalizado, pero depende de elegir el software correcto. Las escuelas de casi todos los encuestados (92 %) han adoptado «sistemas de gestión del aprendizaje» para reforzar el aprendizaje personalizado. Sin embargo, solo el 46 % de las escuelas en las que trabajan los encuestados han invertido en entornos de aprendizaje exploratorio; el 32 % en herramientas de aprendizaje basadas en juegos; mientras que el 24 % han invertido en aprendizaje basado en el diálogo y solo el 8 % en agentes virtuales.
La tecnología ha sido clave para este enfoque educativo, sin embargo, no es suficiente por sí sola. Aún así, el 70 % de las instituciones educativas encuestadas la utilizan para brindar aprendizaje personalizado y el 98 % considera que, especialmente después de la pandemia, la discusión actual está demasiado centrada en la tecnología en sí, esto porque, con demasiada frecuencia, la tecnología y el aprendizaje personalizado se combinan.
Según los resultados del reporte de la Fundación Qatar, “ofrecer educación personalizada a escala requiere tecnología, pero es más valiosa cuando brinda a los docentes información sobre sus estudiantes y mejora la interacción entre ambos. Se necesita una mayor cooperación entre las empresas de tecnología educativa y las escuelas para desarrollar productos más efectivos”. Más del 90 % de los educadores y los altos ejecutivos de las empresas están de acuerdo en que se necesita mejorar la colaboración entre ambos para desarrollar herramientas efectivas. El apoyo mutuo beneficiará a ambas partes, a las empresas a diseñar mejores productos que se adapten a las necesidades de los docentes, y a ellos a tener mejores herramientas.
Los que no están tan convencidos del enfoque personalizado son los estudiantes y las familias; solo el 26 % de las madres, padres y tutores apoyan el aprendizaje personalizado, mientras que solo el 8 % de los estudiantes lo apoyan. La razón principal por la que no están convencidos del aprendizaje personalizado se debe a que éste representa un gran cambio de como están acostumbrados a aprender y de la experiencia educativa que tuvieron las generaciones pasadas. La única manera en que este método educativo va a tener éxito es convencerlos de sus beneficios. Según los expertos del reporte “la experiencia de aprendizaje personalizado es la forma más efectiva de hacerlo”.
Aún así, para la Fundación Qatar “el aprendizaje personalizado debe ser mucho más que tecnología”. Según el informe, 98 % de los encuestados creen que la discusión se centra demasiado en la tecnología. Antonia Kerle, gerente de investigación de políticas y conocimientos para tecnología, medios y educación en Economist Impact, confirma el sentir de las familias diciendo que, aunque la tecnología sí es clave, factores como la cultura, la escuela, la aceptación de todos, la calidad del docente, etcétera, tienen un mayor impacto.
Una encuesta realizada por el Education Week Research Center obtuvo resultados preocupantes sobre el uso de la tecnología en el aula. Según sus conclusiones los educadores sintieron que no podían evaluar las fortalezas, debilidades e intereses académicos de los estudiantes tan bien como antes, disminuyendo la capacidad de adaptar el aprendizaje personalizado.
Para el Dr. Shawn Smith, Director de Innovación de McGraw Hill, es importante contar con una herramienta que permita reunir datos en un solo lugar para poder manipularlos, visualizarlos, entenderlos y usarlos. Visualizar el rendimiento de cada estudiante permite determinar qué medidas tomar para mejorar el desempeño de cada estudiante. Smith señala que “necesitamos hacer que los docentes sean más eficientes y dejar que la tecnología haga lo que hacía el trabajo manual en el pasado”. Cada estudiante tiene un estilo de asimilar las clases, por ejemplo, algunos son más visuales mientras que otros prefieren el audio. Es por ello que algunos prosperan mejor en el aula y a otros les va mejor aprendiendo por su cuenta. El aprendizaje personalizado es el mejor enfoque para crear una experiencia educativa perfectamente adaptada a las necesidades de cada persona.
Si bien la pandemia ha planteado muchos desafíos, la interrupción ha obligado a las instituciones educativas a repensar cómo enseñar y cuestionar la mejor forma de hacerlo. Capturar lo aprendido y la nueva flexibilidad que trajo aplicar la tecnología permitirá a los docentes ser más intencionados sobre cómo y cuándo enseñar, beneficiando a los estudiantes a través de una experiencia de aprendizaje más personalizada. La tecnología está abriendo una variedad de nuevas combinaciones de aprendizaje en persona, remoto, sincrónico y asíncrono que, si se aprovecha correctamente, impulsará el éxito tanto de los estudiantes como de los docentes y ayudará a dar forma a una forma flexible de aprendizaje.
La pensadora estadounidense plantea la necesidad de impulsar una nueva clase de solidaridad en el marco de la sociedad postpandemia para frenar el auge de la extrema derecha en todo el mundo
La filósofa postestructuralista Judith Butler (Cleveland, EEUU, 1956) visita Barcelona para recibir el XIII Premio Internacional Catalunya y participar en diversos debates en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) en los que analizará la fuerza de la disidencia en un mundo postpandémico. Según destaca la pensadora, el auge de la extrema derecha solo puede combatirse si se pone sobre la mesa la interdependencia de los seres humanos. “Estamos conectados y dependemos de los demás para seguir vivos”, dice Butler, quien subraya que no se trata solo de salvar vidas frente a una pandemia, sino de garantizar también los derechos humanos y el cuidado del medio ambiente para asegurar unas vidas que valgan la pena ser vividas.
En ‘¿Quina mena de món és aquest?’ [Qué clase de mundo es este], que acaba de publicar la editorial Arcàdia, reflexiona sobre qué hace falta para que este mundo sea habitable, no solo de manera individual sino también colectiva y una de las conclusiones es que no será posible hasta que los recursos sean compartidos de manera equitativa por todo el mundo.
En los momentos más duros del confinamiento se decía que saldríamos mejores de la pandemia. Después de dos años nos damos cuenta de que no solo no somos mejores, sino que han empeorado todas las crisis con las que cargábamos. ¿Qué ha pasado con ese idea colectiva de mejora?
Cuando paramos, de repente el aire era más limpio y se podía respirar. Todo estaba más tranquilo y se podía escuchar. Pensamos que podríamos salvar el planeta, eliminar la contaminación y vivir con menos. Una de las grandes creencias colectivas era que podríamos acelerar la reparación ecológica. Pero luego hemos visto cómo mucha gente ha querido volver rápido a sus coches, compras y viajes. El capitalismo se ha reiniciado con más fuerza que nunca: las desigualdades se han incrementado, mientras que mucha gente se ha vuelto extraordinariamente rica. Plataformas como Amazon han sacado provecho de nuestra necesidad de estar conectados y consumir constantemente. Pero la pandemia también ha demostrado la interdependencia global. La COVID-19 comenzó en un lugar del mundo y llegó a todos lados. Estamos conectados y dependemos de los demás para seguir vivos.
Esta es una de las lecciones de la pandemia, pero también se ha incrementado el individualismo. Gente que va en coche para no ir en bus porque dice que así evita contagiarse ¿Cómo casa la interdependencia con el individualismo creciente?
Hay muchas maneras de pensar la interdependencia. También puede ser de manera capitalista. Pero necesitamos pensarla en términos climáticos o de derecho a la salud. En Estados Unidos se necesita un trabajo de más de media jornada con una empresa que acepte pagar un seguro para poder acceder a la sanidad. Mucha gente va al hospital y, a pesar de morir, dejan detrás unas facturas que son impagables. Es momento de pensar en gobiernos globales en lo que respecta a cuestiones básicas como el derecho a la salud, la vivienda o el refugio. Es momento de asegurar la seguridad de cualquiera, más allá de los marcos nacionales, y pensar en soluciones globales.
La pandemia demostró que estamos interconectados, ahora la cuestión es ver qué hacemos con esta interconexión. Es algo de vital importancia y lo hemos visto con las vacunas. ¿Por qué permitimos que alguien tenga el derecho a una vacuna y no lo comparta? ¿Por qué permitimos que la vacuna para curar una pandemia global no sea asequible para todo el mundo y muchos países se queden sin ella, cuando ya sabemos las consecuencias que esto puede tener?
¿Hemos confundido la interconexión global con la globalización?
Son conceptos muy distintos y debemos ir con cuidado porque la interconexión, obviamente, es opuesta a los efectos destructivos del capitalismo global, que es el responsable de las desigualdades económicas y sociales, así como de la destrucción del planeta. Tenemos que estar en contra de la globalización capitalista, pero siendo conscientes de que necesitamos gobiernos globales para luchar contra la globalización.
Putin quiere perpetuar el patriarcado en los hogares y el gobierno
Las personas estamos interconectadas, igual que nuestras crisis. Pusimos el foco en salvar vidas y en salvar la economía. Usted habla de que no se trata tanto de eso, sino de conseguir vidas que merezcan ser vividas. ¿Cómo llegamos a una nueva normalidad que merezca la pena?
Esto igual suena raro, pero creo que se consiguen resistiendo a los autoritarismos y fascismos crecientes. Bolsonaro, por ejemplo, obtuvo mucho apoyo negando la pandemia y dejando morir a la gente. En Polonia y Hungría también hemos visto mandatarios autoritarios que han tratado de suprimir a los movimientos feministas y LGTBIQ, diciendo que se trataba de cuestiones relativas a la seguridad nacional. Está claro que Rusia está en guerra contra Ucrania, pero también está en guerra contra los valores que ponen en el centro el género, el feminismo y la cuestión trans. Putin está aterrorizado de que la influencia europea llegue a Rusia a través de Ucrania y afecte a su estructura tradicional de familia. Por eso identifica el género como una cuestión de seguridad nacional, que se reduce a la necesidad de ciertos mandatarios como Putin de querer perpetuar el patriarcado en los hogares y en los gobiernos.
Se tiende a identificar a los estados con esa masculinidad que mide su fuerza a través de su poder destructivo. Por eso, existe la tendencia a eliminar los feminismos o cualquier otro movimiento radicalmente democrático. Hoy, sin importar dónde vivamos, tenemos Trumps, Vox o Le Pens y tenemos que ser conscientes de que estas fuerzas están ganando poder y, para resistirlas, necesitamos solidaridades transversales que incluyan los feminismos, los ecologismos, los derechos de las personas refugiadas y las propuestas postcapitalistas. Necesitamos solidaridad a través de las lenguas y las nacionalidades. Podemos luchar de forma local, pero tiene que haber algo que nos conecte con el resto del mundo.
Durante la pandemia, nos acostumbramos a obedecer las directrices de los gobiernos. Una de las claves del auge de la extrema derecha es su llamado a la desobediencia. Es algo peligroso, porque mucha gente disconforme con el sistema se ha visto identificada con los autoritarismos. ¿Dónde ponemos el límite?
La policialización y securitización han producido mucho escepticismo, tanto en la derecha como en la izquierda. Por eso vemos como la extrema derecha o partidos liberales arañan votos en sectores progresistas. Pero no por eso tenemos que pensar que los gobiernos son simplemente órganos vigilantes. Los gobiernos también son proveedores de servicios sociales básicos como la vivienda, el refugio, la salud, educación, bibliotecas o carreteras. No estoy en contra de los gobiernos como tal, solo quiero que sean mejores, cosa que me hace más socialista que anarquista. Por eso creo que no se trata de desobedecer sistemáticamente todo lo que venga de un gobierno. Llevar hoy una mascarilla, cuando ya no es obligatorio, no tiene por qué significar falta de criterio. Puede ser porque no te encuentras bien y eres consciente de tu capacidad para dañarme. Y eso es tierno, no sumiso. Una mascarilla también puede ser una forma de reivindicar nuestros afectos mutuos.
¿Cómo ha afectado la pandemia a los movimientos sociales?
Depende del contexto y la vulnerabilidad que traten. En Estados Unidos, por ejemplo, el Black Lives Matter apareció porque durante la pandemia la gente negra no solo moría asesinada por la policía, sino también por el abandono al que les había condenado el sistema. Para mucha gente, la sensación de mortalidad, amenaza y abandono creció radicalmente durante la pandemia y eso explica por qué se aceleró el movimiento abortista en Argentina o por qué Gabriel Boric resultó presidente de Chile. Hay diversas señales de esperanza. Así que la pregunta que tenemos que hacernos es por qué crece la extrema derecha en países como Reino Unido, Francia y Alemania. ¿Dónde está la izquierda?
¿Qué le pasa a la izquierda?
En Francia, desafortunadamente, ya no hay partido socialista. Mucha gente que era de izquierda se está acercando a planteamientos conservadores que recortan en derechos sociales y que tienen tintes nacionalistas o racistas. La izquierda debe repensarse en cuestiones de fronteras, migraciones y racismo. Es muy gracioso cuando la gente que está en contra de los feminismos o movimientos LGTBIQ dice que crean problemas porque solo tratan de identidades. No, lo que causa un problema por ser identitario es el nacionalismo. La derecha tiene mucha facilidad para conectar sus discursos, cosa que le falta a la izquierda. Necesitamos unir feminismos con ecologismos y antirracismos, solo así se puede dar respuesta a la situación que vivimos hoy en día.
La izquierda debe repensarse en cuestiones de fronteras, migraciones y racismo
A veces puede ser difícil pedirle a la gente que se organice o sea coherente cuando se vive en una crisis hace que sobrevivir sea tan difícil. ¿Cómo plantea esta solidaridad?
Los motivos que hacen que para alguien sea difícil sobrevivir pueden ser los mismos que para otra mucha gente. Alquileres altos, temporalidad laboral, falta de acceso a la salud… Son cuestiones que se pueden afrontar individualmente, pero también debemos entenderlos como problemas comunes que necesitan soluciones colectivas. Luchar contra el cambio climático es luchar para sobrevivir. Luchar por una asistencia sanitaria equitativa y pública es luchar para sobrevivir. Todos estos movimientos trabajan por la supervivencia y para asegurar que las condiciones para sobrevivir no sean tan difíciles de alcanzar.
Otra de las lecciones de la pandemia es que las crisis globales pueden pasar a formar parte de la nueva normalidad. Virus, crisis climática… ¿Estamos preparados para un nuevo colapso de estas dimensiones?
El concepto de crisis es muy interesante porque mucha gente piensa que suceden en un periodo específico de tiempo, con un principio y un final. Pero también hay crisis permanentes, como la que ha producido el capitalismo. Esto no trata de si podremos o no afrontar una nueva crisis, porque ya estamos en una. La cuestión es qué estrategia adoptamos para vivir permanentemente en crisis y producir una nueva realidad según los términos que nos imponga.
¿Se considera optimista?
No, pero creo que tengo la obligación de serlo. Cuando tienes proyección pública, como es mi caso, una entrevista no solo es una herramienta para dar tu punto de vista. También es una oportunidad para dar ánimos a la gente. Si tienes la manera de llegar a las personas y puedes decir algo que les encoraje, debes hacerlo.
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