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México: “Un caos” el inicio del ciclo escolar: docentes

Arturo Méndez/Agrupación Magisterial y Normalista Nuestra Clase

En contraste con el discurso de Esteban Moctezuma, el primer día de clases reflejó la realidad de la educación a distancia en México.

En lo que muchas maestras y maestros califican como un caos, este lunes 24 de agosto inició el ciclo escolar 2020-2021 en educación básica y media superior.

Desde Palacio Nacional, en la conferencia matutina de López Obrador, el secretario de Educación, Esteban Moctezuma, cerró su discurso con “un mensaje de que México no se rinde”.

Señaló que “otros países se han rendido”, ya sea por concluir apresuradamente su ciclo escolar y dejarlo trunco, sin opción de estudios virtual o a distancia, porque cancelaron las clases hasta nuevo aviso y en automático aprobaron a todos los alumnos, porque repetirán el año, porque no volverán hasta el año 2021 o porque reanudarán clases hasta que haya vacuna. Mencionó también que en otros casos se abrirán las escuelas sin importar las condiciones de salud de su infancia, de su magisterio y de la población.

Pero “México no se rindió”, continuó el secretario, asegurando que concluyó satisfactoriamente el ciclo 2019-2020, ignorando así, convenientemente, las opiniones contrarias del magisterio para dar inicio a distancia al nuevo ciclo escolar.

Y finalizó de manera hipócrita diciendo que “quizá otros países no cuenten con el compromiso del magisterio mexicano; quizá no posean el tamaño del corazón de madres y padres como los nuestros; quizá nuestras niñas, niños y jóvenes deseen aprender más que nadie en el mundo; quizá otros países no posean un gobierno tan cercano con su pueblo; o quizá sea todo esto junto”.

Como si nos hubieran preguntado, como si la presencia de una maestra y un maestro en la conferencia, “en representación del magisterio nacional”, ¡a quienes ni siquiera les dieron la palabra!, subsanara la exclusión de la comunidad escolar para la toma de decisiones. ¿Esa es la revalorización del magisterio pregonada por la 4T?

¿Cómo fue en la práctica el primer día de clases? (una pequeña muestra)

A partir del intercambio con compañeras y compañeros docentes, un vistazo a las redes sociales y a algunos medios, lo que podemos decir de entrada es que en el inicio a distancia del ciclo escolar se presentaron muchos de los problemas ya criticados por el magisterio, madres y padres de familia en la primera versión del Aprende en casa, a los que se suman otros nuevos, cuya solución de conjunto está lejos de simplemente identificar las debilidades que hubo para mejorar, como machacaron las autoridades en los consejos técnicos de la semana pasada.

Luego de imponer el Aprende en casa II, la SEP nos dejó a las maestras y maestros resolver la implementación de la educación a distancia como pudiéramos, dejando al gobierno libre de esta responsabilidad y sin solucionar las carencias y las situaciones adversas en los hogares.

En consecuencia, por cada escuela se resolvieron distintas estrategias, en una suerte de “sálvese quien pueda”. El resultado es que en muchas escuelas se terminó estableciendo, como condición para el envío de actividades y la comunicación entre alumnos y docentes, contar con internet. Incluso en algunos casos comenzaron las clases mediante videoconferencias, lo que por otra parte es la regla en las escuelas privadas, con toda la sobrecarga laboral que conlleva y las dificultades para el “control de grupo” a distancia.

Nuevamente tenemos, entonces, el problema de la falta de acceso internet. Además de quienes no podrán contar con este medio (con el consecuente rezago educativo), ya empezaron a circular casos de alumnos que deben salir a la calle, arriesgándose al contagio, para conectarse a la señal de los postes; madres y padres de familia se están endeudando o están vendiendo sus pertenencias para contratar el servicio, comprar computadoras, teléfonos celulares e incluso televisores. Esto en el marco de las terribles consecuencias de la crisis sanitaria y económica, con el fallecimiento de miembros de la familia que eran el sostén del hogar, millones de despidos y reducciones salariales.

También como consecuencia de la crisis, muchos niños y adolescentes están trabajando, lo que restringe sus posibilidades de acceder a la educación.

Hay incluso casos de escuelas públicas en donde los directivos plantean a las maestras la posibilidad de ir a buscar a los alumnos a sus casas porque hay pocas inscripciones.

Se presentaron además problemas con las plataformas digitales, de conectividad a internet, para configurar los televisores y de regiones a las que no llega la señal de todos los canales de TV.

Pero incluso contando con todos los recursos, esta modalidad a distancia resulta inadecuada en términos pedagógicos, pues a pesar de los esfuerzos de las y los docentes, no garantiza el aprendizaje de niñas, niños y adolescentes.

Madres y padres de familia han comenzado a expresar su frustración, enojo, tristeza y preocupación por los contenidos de las clases por televisión.

En cuanto a las maestras y maestros, en muchos casos se pidieron planeaciones sin conocer las condiciones de las y los alumnos, los medios con los que cuentan, ni los contenidos de los programas del Aprende en Casa II. En secundaria, además, apenas se publicaron en la página de CONALITEG los contenidos de los libros de texto.

En otros tantos casos se ha pedido hacer una planeación para quienes tienen acceso a internet, otra para quienes sólo tienen acceso a la TV y otra para quienes no cuentan con ninguno de estos medios.

En la misma línea de dejarnos la tarea de resolver como podamos, hay tutoras y tutores de grupo a quienes se les ha dado la responsabilidad de contactar a todas las madres y padres de familia. En general se empieza a sentir el incremento del trabajo que implica esta modalidad a distancia y la atención individual a madres, padres, alumnas y alumnos: “el teléfono no deja de sonar”, “ayer (domingo) respondí más de 100 mensajes”, comparten compañeras y compañeros.

Todo lo que implica la educación a distancia deberemos garantizarlo, por supuesto, con nuestros propios recursos. Mientras tanto, la SEP aprovecha para reivindicar la dedicación y disposición para cooperar de maestras y maestros que han acondicionado sus casas para dar clases, buscando volcar a la opinión pública en contra de quienes cuestionamos la política para el inicio del ciclo escolar.

En medio de todas estas dificultades, muchas maestras y maestros llegamos sin claridad sobre lo que había que hacer en el primer día de clases, pues de poco y nada sirvieron para eso las sesiones de consejo técnico.

Así, con el inicio del ciclo 2020-2021, nuevamente se empiezan a presentar la incertidumbre, el estrés y el desgaste en la comunidad escolar.

Quizá los beneficiados son otros

Para replicar la retórica de Esteban Moctezuma, quizá ningún otro país tiene las presiones de México en su vecindad con Estados Unidos, expresadas en la premura con que se impone la “nueva normalidad” –y como parte de ello el inicio del ciclo escolar- como resultado de la reactivación económica exigida por Donald Trump, cuyos intentos por reiniciar las clases son resistidos valientemente por las maestras y maestros al otro lado de la frontera.

Quizá ningún otro gobierno, como el de AMLO, tenga un discurso tan popular mientras que en los hechos se subordina a los dictados de la Casa Blanca y beneficia a los grandes empresarios, como los de las televisoras.

Quizá no haya ningún otro secretario de Educación que provenga directamente de servir a Salinas Pliego, uno de los empresarios más ricos de México y dueño de TV Azteca, es decir, un secretario tan proempresarial y por lo tanto tan proclive a imponer el inicio del ciclo escolar a distancia en un país signado por la desigualdad, sin importar las condiciones de las familias en medio de la crisis económica y de la pandemia, cuya continuidad es responsabilidad del gobierno.

Como hemos dicho anteriormente, desde la agrupación Nuestra Clase opinamos que el ciclo escolar debería iniciar cuando pueda ser de manera presencial, es decir, cuando no haya riesgo de contagio para nadie. Mientras tanto, a través de los medios necesarios garantizados por el Estado, las maestras y maestros podríamos desarrollar actividades reflexivas, lúdicas y significativas en este contexto, no obligatorias ni sujetas a calificación, mientras que las televisoras deberían poner sus recursos al servicio de transmitir contenidos culturales, artísticos, documentales, cine, etc.

Maestras, maestros, madres y padres de familia, nuestras solas fuerzas constituyen una comunidad de millones, pero para hacerlo valer hace falta unirnos, organizarnos y alzar la voz por todos los medios posibles para ponerle un alto a esta simulación de educación, con todas sus consecuencias.

Fuente e imagen: http://www.laizquierdadiario.mx/Un-caos-el-inicio-del-ciclo-escolar-docentes

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La educación frente a la pandemia

Por: Gilberto Guevara Niebla

 

La pandemia sacude a la sociedad. En educación, como en los demás problemas que plantea la pandemia, se necesita una acción unida y consensuada de los ciudadanos. Ésta será factible cuando el actual Ejecutivo actúe efectivamente como líder moral de la nación y convoque a todos los mexicanos a unirse, a cumplir las reglas sanitarias y a apoyar el trabajo del sector salud.

Su dimensión es global. Quienes sufren y mueren no son sólo los miembros de un partido, es todo el pueblo, la sociedad entera. México, todo, se está hundiendo en la crisis más grave que vive desde la Revolución Mexicana. En este contexto resulta anticlimático (por no decir mezquino) que el Presidente de la República conserve su actitud de beligerancia y descalificación ante quienes no comparten sus opiniones.

Esa belicosidad recurrente desmoraliza, no levanta sino deprime el ánimo colectivo. En educación se vive un desastre de dimensiones incalculables y el balance, desde todos los puntos de vista, es negativo: las escuelas han cerrado y no sabemos cuándo volverán a abrir; hay deserción de alumnos, clausura de escuelas privadas, quebrantos en negocios asociados a la educación como son papelerías y librerías, pérdidas en las finanzas de la educación pública, etc.

La pérdida histórica: una brecha de tamaño indeterminado (¿uno, dos años?) en la transmisión cultural de la sociedad mexicana. Esa pérdida es irreparable. Quienes piensan que tras el regreso a las escuelas se puedan crear programas compensatorios para cubrir esa brecha se equivocan.

Se justifica, claro, el esfuerzo que realizan las autoridades para hacer llegar a los hogares contenidos educativos a través de la televisión o de la red. Pero es difícil esperar mucho de esa acción. La televisión no va a substituir nunca a la escuela, imposible reemplazar a la relación personal maestro-alumno.

Nunca los maestros debemos olvidar que la educación es el (auto) aprendizaje realizado por el alumno. Ésta es la principal dificultad que enfrentan los métodos de educación a distancia que exigen del alumno dosis elevadas de atención, concentración, disciplina y perseverancia, tan elevadas que muchos alumnos fracasan en el empeño. Lo cual no debe llevarnos a perder la esperanza.

Creo que lo padres de familia están llamados en este momento a asumir un papel excepcional —y temporal— de maestros-substitutos: con dedicación y cariño, ellos pueden guiar a sus pequeños en el camino hacia el aprendizaje, de acuerdo a las circunstancias concretas. Está científicamente demostrado que el amor materno es el principal reforzador del aprendizaje.

La capacidad de respuesta del sistema educativo es muy desigual. La SEP hace un esfuerzo desde el centro, es imposible saber con exactitud cuál será el impacto de ese esfuerzo. A nivel de local, de comunidad, los maestros seguramente no siempre tienen la posibilidad de contactar a sus alumnos y sus esfuerzos por ayudarlos serán, por lo mismo, limitados.

En todo caso, el periodo de pandemia puede ser un tiempo que se puede aprovechar en formación docente. Formación más en métodos que en contenidos. No debemos perder la esperanza, pero hemos de mantenernos activos o proactivos, atentos a las oportunidades de aprender nuevas cosas en esta perpleja circunstancia.

Fuhttp: http://www.educacionfutura.org/la-educacion-frente-a-la-pandemia/

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Nostalgia de las Rutinas Escolares

 Juan Carlos Miranda Arroyo

 

I

Por las mañanas, lo primero, firmar el cuaderno de asistencia. De prisa. Había que llegar antes que los estudiantes no sólo porque ese era el compromiso y la responsabilidad de las y los docentes, sino porque los salones debían abrirse por cuestiones prácticas: Para apoyar a los y las estudiantes que llegaban temprano, quienes colocaban sus mochilas en sus lugares personalizados, sobre o a un lado de los mesabancos. Esa era parte de la rutina inicial al arribar a la escuela. Luego, esos estudiantes se salían al patio a platicar o a jugar con sus compañeros y compañeras, o a correr libremente por todos lados.

Cómo nos dan nostalgia esas rutinas que hoy no podemos realizar, ni vivir, debido a la emergencia sanitaria. “Quédate en casa” dice la autoridad sanitaria. No sabemos bien a bien lo que viene. Hay incertidumbre con aderezo de angustia. Sin embargo, lo único cierto es que “Aprende en la escuela II” estará al alcance de nuestros alumnos con sólo apretar un botón.

II

Después de que sonaba la chicharra (algunas veces les poníamos música), se escuchaban gritos por todos lados; el pequeño gran mundo escolar corría para integrarse a la formación. ¿Qué escuela no ha vivido eso todos los días? Son rutinas, como lo diría el profesor Philip W. Jackson, que no se ven ni se perciben en otros espacios sociales: olores a lápices, termos con agua de limón y tortas de huevo; los aromas singulares de los sanitarios; los sonidos de los sacapuntas o de alguien que arranca una hoja del cuaderno… cuando el grupo completo volteaba a ver quién había sido.

Escenas conocidas para todos, que se vivían los días, mañanas o tardes, en la escuela, pero que se detuvieron a partir de marzo pasado, cuando los relojes escolares detuvieron su marcha. Y nuestros planteles se quedaron vacíos, sin sonidos ni olores propios. Sin el murmullo característico de los recreos de media hora. Días sin poder ir a la tiendita escolar por un vasito de pepinos. Han pasado cinco meses, casi seis, sin clases, y las nostalgias se nos vienen encima como olas gigantes. Llueve. Es verano medio; es temporada de huracanes.

III

Pero las nostalgias no duelen, sólo causan sonrisas leves. Las y los niños, como las y los docentes nos preguntamos ¿Cuándo terminará esta terrible pandemia? ¿Cuándo se podrá controlar a este virus, que sólo ha traído tristeza? ¿Qué día regresaremos a clases en nuestros espacios cotidianos? ¿Cuándo llegará el fin de esta epidemia de la desmovilización, del confinamiento y de la angustia reprimida? Ojalá que un día lleguen las vacunas. Estaríamos listos para hacer la formación, como cuando nos ponían la vacuna contra el sarampión o la viruela; también listos para salir corriendo y gritar a los cuatro vientos que ya dominamos al virus. Nostalgias del futuro.

IV

Varios años antes de la crisis sanitaria, habíamos planeado que nuestros estudiantes de sexto grado de Primaria vivieran una inducción escolar previa a ingresar a la secundaria, con el esquema de materias a estudiar por separado. Decidimos entonces que las asignaturas serían impartidas por diferentes profesores o profesoras. Uno, español y ciencias naturales; otra, Geografía e Historia. Yo elegí Matemáticas, que había sido el campo donde me había preparado en el posgrado. Los profesores de educación física y de apoyo en tareas (este último contratado con el apoyo financiero de las familias), ya trabajaban desde antes por su cuenta. El esquema funcionó bien. Las rutinas de cambio de docentes y de materias fueron formativas. Nos dimos cuenta que la planeación colectiva de las actividades docentes, tiene sus frutos. Más tarde supimos que nuestros estudiantes se adaptaron con más facilidad a las rutinas escolares a las cuales se integraron en la secundaria.

El acompañamiento personal por asignatura permite identificar los avances de cada estudiante. Adicionalmente, aplicamos el modelo de tutorías entre estudiantes. Recuerdo un ejercicio sensacional que consistía en jugar el cuadro de 4 por 4 (es el famoso cuadrito de 15 números y un espacio vacío, que venden en los mercados municipales o de la colonia), pero con una variante: lo hacíamos con papelitos recortados y números pintados. La resolución debía hacerse sin levantar los papelitos. Regla de oro. En un primer momento, el procedimiento y las rutinas de actuación se hacían entre el docente y los alumnos; luego, los estudiantes de sexto grado se convertían en los tutores de compañeros de quinto grado con la misma actividad.

V

Los recreos, las ceremonias cívicas, los eventos sociales son inspiración de las nostalgias. La organización de tareas en equipos. La planeación y realización del periódico mural. Las jornadas para asear la escuela o para arreglar las jardineras. La preparación de coloridas maquetas. Las campañas de higiene escolar a través de cartulinas. La construcción de un teatro en el salón de usos múltiples o la inauguración de las colecciones de piedras o rocas; de insectos de la región; de hojas de árboles cercanos a la escuela. Recordamos los torneos de fút en el patio y las retadoras entre los equipos mixtos de estudiantes de los últimos grados de la escuela. O los partiditos de tres contra tres de básquet. Así son los días escolares. Interminables. Pasajeros. Las repeticiones de actividades, monótonas o creativas, disruptivas, son la esencia de la vida cotidiana en las aulas. Que al final de todo son las rutinas de la vida.

Fuente: https://profelandia.com/nostalgia-de-las-rutinas-escolares/

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Guerra contra el pueblo mapuche

Por: Raúl Zibechi

En los últimos días la ofensiva militarista del Estado de Chile contra el pueblo nación mapuche se ha intensificado con ataques racistas y fascistas a comuneros y comuneras que mantienen una resistencia pacífica en apoyo de las huelgas de hambre, desencadenada por la grave situación del machi Celestino Córdova que se acerca a los 100 días de ayuno.

Los hechos recientes muestran una inflexión profunda que puede resumirse en una escalada de guerra contra el pueblo mapuche. En la noche del 1 al 2 de agosto, civiles armados atacaron a mapuche que ocupaban las municipalidades de Curacautín, Ercilla, Victoria y Traiguén. Se trata de “militantes de la Asociación de Paz y Reconciliación en la Araucanía (APRA), organización supremacista blanca de ultraderecha, integrada por latifundistas y empresarios transnacionales, “usurpadores de las tierras mapuche en Wallmapu”, como denuncian 21 organizaciones en un comunicado (https://bit.ly/31Ap1aL).

Las organizaciones denuncian, además, que el cuerpo de Carabineros dejó actuar impunemente a los civiles violentos que golpearon a los mapuche, quemaron sus vehículos y entonaron gritos de odio y racismo, llegando a colaborara con los agresores racistas.

Recordemos que la crisis actual se desencadena con la huelga de hambre de Celestino que reclama se aplique el artículo 169 de la OIT, que permite que cumpla la pena de prisión dictada por la justicia chilena en su comunidad. A la huelga de hambre del machi Celestino se fueron sumando más de 20 presos de las cárceles de Temuco, Angol y Lebu (https://bit.ly/2DAp5zq).

A medida que la salud de los huelguistas se fue deteriorando por más de tres meses de ayuno, varios lof (comunidades) comenzaron a movilizarse, en particular en el triángulo Tirúa-Temuco-Ercilla.

Hacia fines de noviembre el gobierno de Sebastián Piñera decidió dar un giro a la derecha, por su profundo desgaste luego de la revuelta iniciada en octubre de 2019  que continúa activa, sumada al fracaso de la contención de la pandemia de coronavirus y luego de una derrota parlamentaria que permite retirar el 10% de los ahorros en los fondos previsionales. Esto fue posible por la división en su base de apoyo parlamentario.

Este viraje se concretó en el nombramiento de un pinochetista al frente del Ministerio de Interior, Víctor Pérez. Su primera actividad pública consistió en un viaje a Wallmapu, donde hizo un discurso de orden y seguridad y no dejó el menor margen para la negociación. No es ninguna casualidad que luego del viaje del ministro se hayan activado los grupos racistas de ultraderecha. El gobierno de Piñera es muy débil, acosado por la calle y por la derecha, y finalmente dejó de lado cualquier tentación dialoguista para recomponer su base de apoyo incorporando al pinochetismo al gabinete.

El Centro de Investigación Periodística (CIPER) difundió días atrás un informe de Inteligencia de Carabineros, de 2015, que individualiza agricultores que estaban formando grupos de carácter paramilitar, pero no se tomó ninguna medida para detenerlos y frenar el desarrollo de esos agrupamientos (https://bit.ly/2PDy4SG).

Pese a la brutalidad de la represión y a una escalada de terrorismo de Estado, las principales organizaciones reafirmaron su camino histórico: “Estos ataques, más que amedrentarnos, nos reafirman en nuestra lucha por la restitución de nuestros derechos territoriales y políticos, por la autonomía y la autodeterminación para el País Mapuche” (https://bit.ly/31Ap1aL).

El domingo 9, hubo una masiva concentración de diversas comunidades mapuche en la plaza de Curacautín, donde se leyó un documento que reafirma la solidaridad con los presos en huelga de hambre y denuncia a las empresas forestales y multinacionales demandando que “las 3 millones de hectáreas de las forestales sean repartidas para recuperar el territorio mapuche”.

Finalmente, hace un llamado a la organización de los mapuche de la ciudad y el campo para que recuperen la lengua (mapuzugun), la cosmovisión y la forma de ser tradicionales, “porque lo mapuche no es una raza sino una forma de entender la vida de todos los seres y las cosas” (https://bit.ly/2PHpbYA).

Los próximos meses serán muy duros para el pueblo mapuche movilizado, por lo menos hasta las elecciones de congresistas de abril, pasando por el plebiscito del 25 de octubre. La derecha se está aglutinando en torno a la defensa de la Constitución de 1980, de la era de Pinochet. Sin embargo, el pueblo nación mapuche, mucho más allá de la actual ofensiva militarista, va a persistir en sus demandas como lo viene haciendo en los últimos cuatro siglos.

Fuente: https://desinformemonos.org/guerra-contra-el-pueblo-mapuche/

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El Exterminio: Hiroshima y México, uno instantáneo y otro en una década

Por: Pietro Ameglio

 

Hiroshima y Nagasaki: Genocidio y Militarización

El exterminio de población, en su forma masiva o selectiva, ha constituido siempre una forma extrema de expansión del sistema capitalista -y de anteriores sistemas también- y de “pedagogía social”, en cuanto a reproducción del gran negocio de la espiral de la guerra, el despojo, la explotación, el delito, la impunidad, el estigma y el castigo ejemplar. Es inherente, casi simbiótico, en esta etapa del desarrollo material de nuestra especie y la violencia normalizada en su orden social. Por otro lado, la pandemia actual es también una forma de exterminio para la especie, más silenciosa pero más letal.

Hay fechas que no se pueden olvidar o normalizar, su re-memoración y reflexión colectivas son una defensa ante el avance de la ignorancia e inhumanidad. La historia se convierte así en un “arma moral” de trascendencia para detener procesos similares que puedan estarse construyendo gracias al “olvido”; una encuesta pública de hace años en Japón marcaba que la mayoría de la población pensaba que la bomba atómica había sido lanzada por la URSS.

El 6 y 9 de agosto de 1945 Estados Unidos lanzó sobre Japón un ataque con el primer uso de armas de destrucción masiva habido en nuestra especie. En marzo de 1945 ya habían bombardeado Tokio durante 6 horas con un saldo de 100 mil muertos y un millón de heridos. En este bombardeo (300 aviones y 2 mil toneladas de bombas), según datos de Miguel Marín Bosch, murió una persona de cada diez; en el de Hiroshima (una bomba de 4400 kilos, un avión) murió el 54% de la población. Según el informe del ejército de EU, lo de Hiroshima “fue 6500 veces más eficiente”. La ONU afirma que en Hiroshima murieron 78 mil personas en el acto y luego 238 mil; en Nagasaki 27 mil en el acto. Sabemos también que hasta hoy la cantidad posterior de muertos y afectados por las radiaciones (“hibakushas”) es brutal. ¿Con qué nombre fueron bautizadas las bombas? “Niño Pequeño” y “Hombre Gordo”. No es poco lo que epistémica y moralmente hay detrás de estos nombres. Buena foto del orden social.

Está ya demostrado ampliamente que la justificación del presidente Truman sobre que esa acción era necesaria para la rendición japonesa fue totalmente falsa, pues el imperio nipón y el Eje estaban ya derrotados. Entre muchas inhumanidades, se trató de un gran experimento científico, en el primer caso con una bomba de uranio, y en el segundo de plutonio, que inauguró la era nuclear y la posibilidad cierta de la destrucción masiva de nuestra especie. Además, no sobra saber que el 8 de agosto del 45, un día antes de Nagasaki, se firmó el Acuerdo de Londres por EU, GB, URSS y Francia, donde se convertía a los crímenes de guerra y contra la humanidad en actos punibles por un tribunal internacional. Esa mayúscula hipocresía en esa fecha, lentamente ha ido tomando forma a partir de la creación del Tribunal Penal Internacional en Roma y La Haya en los 90.

Estas dos acciones de destrucción masiva nos remiten a un tema de fondo de la humanidad que es el genocidio o exeterminio. El concepto fue acuñado por el académico Rafael Lemskin después de la segunda guerra mundial, para juzgar los delitos de los nazis, y deriva de “genos”: estirpe y de “cidio”: asesinato. Se trata de la más inhumana de las acciones colectivas de la especie, pues implica aniquilar a toda una identidad humana y social (religiosa, política, étnica…) en masa, sin que necesariamente nos haya atacado directamente. Como sostiene Juan Carlos Marín, si bien se da en condiciones de guerra es un proceso distinto, pues el combate no significa el aniquilamiento del otro pero el genocidio sí; se trata además de la “acción de muchos sobre pocos”, por los diferentes grados de involucramiento y complicidad necesarios en las sociedades para que se pueda llevar a cabo. (La serie de Netflix “Black Earth Rising” es excelente para entender mejor el genocidio en Ruanda). Por lo tanto, debemos tomar permanentemente conciencia de las etapas de los procesos bélicos en los territorios donde habita nuestro cuerpo y luchar para detener cualquier acción inhumana del proceso de violencia social, para que no escale hasta extremos genocidas.

Por otro lado, Hiroshima y Nagasaki simbolizan también los nuevos procesos de victimización de las guerras contemporáneas: el blanco es la población civil. En la primera guerra mundial murieron 15% de civiles, en la segunda aumentó al 50% y en las guerras posteriores del siglo murieron 90% de civiles frente a un 10% de soldados; la famosa frase de Truman en aquel momento fue: “tenemos el monopolio de la violencia de este tipo de armas de destrucción masiva, y no nos tiembla la mano para usarlas contra la población civil”. Como escuché a un soldado de la ONU en Bosnia en 1993: “el lugar más seguro en una guerra actual es ser militar”. Cerca de Hiroshima había una base militar grande japonesa, que ni fue tocada por la bomba. El piloto Paul Tibbets del “Enola Bay”, que lanzó la primera bomba, declaró: “Nunca hemos librado una condenada guerra…sin que matáramos inocentes…Esa es su mala suerte (de los civiles) por estar ahí”. La culpa recae entonces en la víctima, algo ya casi natural en el México actual en los procesos represivos o de exterminio donde están instalados y normalizados en el poder, los medios y la sociedad civil pre-juicios o frases como: “por algo será”, “algo habrá hecho”, “quién le mandó estar ahí”, “por qué se metió en eso”, “quién sabe en qué andaba”…

Exterminio Masivo en México

En México, a pesar de intentos positivos y valiosos del nuevo gobierno por detener las dos formas de exterminio, disparadas con la muy falsamente llamada “guerra al narco”, éstas no han cesado. En las últimas cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública, se señala que en la última década ha habido al menos 216 mil homicidios, 1 cada 23 minutos, 68% más que en la década anterior. La gran mayoría de las organizaciones de víctimas y ddhh no hablan de menos de 300 mil asesinatos.

Dos hechos recientes ejemplifican bien esta exterminio colectivo, con masacres: en San Mateo del Mar, Tehuantepec, Oaxaca, fueron acribilladas indiscriminadamente el 21 de junio, por un grupo criminal en una asamblea opositora, 17 personas de la comunidad indígena huave (ikoots). La principal sospecha y responsabilidad recae en la propia autoridad comunitaria caciquil, a raíz de conflictos sociales y políticos fraudulentos que la población busca revertir, y hasta hoy existe total impunidad. Bien titula un importante informe al respecto de la muy comprometida organización EDUCA: “En San Mateo del Mar, hay guerra contra la Asamblea del Pueblo”.

Otro hecho reciente del exterminio masivo en México, fue la masacre de 28 jóvenes en un centro de rehabilitación de adicciones en Irapuato el 1° de julio. También hasta hoy sigue impune este asesinato en masa, perpetrado dentro de la guerra entre grupos del crimen organizado por controlar la plaza.

La otra parte del exterminio masivo la constituyen los desaparecidos: ¡México es el país del mundo con más desaparecidos! Una absoluta catástrofe nacional de magnitud e inmoralidad inimaginables. El 13 de julio pasado la SEGOB presentó un importante Informe donde apunta 73.218 personas desaparecidas desde 1964 hasta la fecha, siendo el 97% de los casos después del 2006. En el periodo de este nuevo gobierno -1° de diciembre de 2018 hasta marzo 2020- se han hallado 1027 fosas clandestinas con 1309 cuerpos, de los cuales se han entregado 311 e identificado (¡muy importante!) 483. La gran mayoría son jóvenes entre 15 y 30 años, siendo mujeres la mayoría en los menores de edad. Según declaró la Comisionada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas: “La juventud se está desapareciendo” (14-7-20). El hecho social brutal de la masacre en el albergue de Irapuato es una muy clara fotografía sobre este exterminio que algunos llaman “juvenicidio”.

Las organizaciones de víctimas hablan claramente de cifras mucho mayores. Y aún en medio de esta pandemia con el enorme riesgo que entraña para las vidas, no han cesado en todos los estados de realizar búsquedas en campo, plantones y marchas ante las distintas autoridades responsables de agilizar las búsquedas e identificaciones forenses.

Exterminio Selectivo en México

El exterminio selectivo de activistas sociales, defensores de ddhh, periodistas, miembros de la actividad política partidista o autoridades, es un hecho social recurrente en muchas partes del mundo, especialmente en las menos “desarrolladas”. Se busca con ello inhibir, aterrorizar a la población en general y con identidades similares a la víctimas, en sus protestas contra los diferentes poderes. Y dentro de ese exterminio, predomina el de los activistas ambientales; en su reciente Informe la organización Global Witness señala el asesinato de al menos 212 “defensores ambientales” en 2019 en el mundo, ocupando México el cuarto lugar con 18 casos (La Jornada, 29-7-20) y siendo América Latina la región más letal (en Colombia, Indepaz señala que ya han sido asesinados 152 líderes comunitarios en este año)Organizaciones de ddhh mexicanas, en mayo, denunciaron que durante la pandemia habían sido asesinadas “4 personas defensoras como represalia por la defensa de ddhh que realizaban…y al menos 30 defensores de ddhh y ambientalistas han sido asesinados en lo que va del sexenio” (Desinformémonos, 16-5-20).

Asimismo, la organización Consorcio Oaxaca (Yésica Sánchez) denuncia que de enero a junio de este año se han dado 266 ataques contra mujeres defensoras de ddhh (La Jornada, 15-7-20). Por su parte, en la base de datos del Serpaj (Gabriela Amor) hay registros comparativos -entre enero y abril- de 72 asesinatos de activistas sociales, periodistas y personas del ámbito político en el 2018; 36 en 2019 y 45 en 2020.

Como modo de ejemplificación, y de rescatar algunas de esas tan valiosas personas victimadas por defender causas justicieras, en tiempos recientes de México se han dado los asesinatos de: Paulina Gómez -guardiana de Wirikuta- el 19 de marzo en Zacatecas; María Elena Ferral -periodista del Diario de Xalapa- el 30 de marzo en Veracruz; Adán Vez Lira -ambientalista antiminería- en Veracruz; los ambientalistas rarámuris contra la tala de bosques Juan Zamarrón el 1° de abril, Carlos Lozano con otras 4 personas el 18 de abril, Juan Zamarripa el 22 de abril en Chihuahua; Jesús Memije -Comisión Estatal de DDHH de Guerrero- el 24 de abril junto a su hijo Uriel; Jorge Armenta -periodista de El Tiempo- el 15 de mayo en Sonora; ataques fallidos y amenazas de muerte a los periodistas Carlos Sánchez -ayuntamiento Matías Romero, Oaxaca- el 17 de junio y Luis Rodríguez -noticiero de Durango- el 18 de junio; María Martínez -rectora de la universidad Valladolid- el 29 de junio; José Trinidad -profesor CNTE- el 16 de julio en Oaxaca; Pablo Morrugares -periodista PM Noticias/Diario de Iguala- el 2 de agosto en Guerrero; balearon el Diario de Iguala el 4 de agosto; Luis Ochoa -periodista La Voz de Michoacán- el 5 de agosto en Michoacán….

En Morelos, Samir Flores Soberanes fue un gran compañero de muchos años, ejemplar en su vida, en la coherencia de su testimonio de lucha ambientalista, de los derechos humanos, y compromiso con los pueblos indígenas-campesinos, con el zapatismo y el CNI en su lucha por construir la autonomía. En los últimos años, Samir fue emblemático en su liderazgo contra el gasoducto, acueducto y termoeléctrica del Proyecto Integral Morelos. Fue asesinado por pistoleros muy temprano en la puerta de su casa en Amilcingo, el 20 de febrero del 2019, poco antes de ir a la radio comunitaria Amiltzinko, fundada por él con otros el 6 de enero del 2013. El pasado 2 de agosto hubiera cumplido 38 años, junto a su joven esposa Liliana Velázquez, sus 3 hijas y un hijo de 17, 13, 7 y 3 años. Poco días antes, se graduó la primera generación de niñas y niños de la escuela primaria dedicada a su nombre, en esa comunidad, misma que es fruto de una larga lucha de madres y padres, junto a compañerxs solidarixs, frente a grupos de poder caciquiles de la zona. El enfoque de construcción de autonomía y lucha comunitaria hacia estos niños y niñas, lo dijo bien Samir: “Enseñarles a levantar los ojos, a alzar la voz, o de lo contrario con la omisión estaríamos enseñándoles a agachar la cabeza, a parar el lomo y que nos vengan a joder en el momento que quieran”.

Ahora, un desafío muy justo donde sumarnos, es el Proyecto “Samir: en defensa de la vida y un habitar digno” (https://donadora.org/campanas/proyecto-samir), donde se busca construir colectivamente una casa para su familia en Amilcingo. Se trata de una acción de lucha para combatir el exterminio selectivo de un gran activista social indígena nahuatl, construyendo verdad, justicia, reparación y memoria, haciendo real la consigna de “La lucha sigue, sigue…y sigue”.

Fuente:  https://desinformemonos.org/el-exterminio-hiroshima-y-mexico-uno-instantaneo-y-otro-en-una-decada/

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Entrevista a Noam Chomsky: «EE.UU. está dirigido por el sector empresarial para sus propios beneficios»

Por: Rebelion.org.

«El país, básicamente, durante mucho tiempo, ha sido prácticamente un estado de partido único: el partido empresarial», señaló el intelectual.

Millones de personas en EE.UU. están perdiendo el empleo y enfrentan posibles desalojos debido a la crisis económica provocada por la pandemia. Por su parte, la riqueza del 1% de la población del país ha aumentado enormemente. Entre los beneficiados está Jeff Bezos, fundador de Amazon y la persona más rica del mundo, que acaba de incrementar su patrimonio en un monto estimado de trece mil millones de dólares netos en un solo día.

El intelectual ha querido hablar de esta Noam Chomsky ha querido hablar de esta y otras cuestiones con Amy Goodman, para Democracy now! y ha afirmado que la ganancia inesperada de las empresas es una prueba más de que Estados Unidos está dirigido “esencialmente por el sector empresarial” para sus propios beneficios. “Simplemente, se están descontrolando”.

Chomsky detalla que «EE.UU. un país dirigido esencialmente por el sector corporativo, que tiene una influencia abrumadora en el gobierno y que está representado por el hombre más rico del mundo: Jeff Bezos, que ganó $ 13 mil millones en un solo día».

«Se están volviendo locos, usando a Trump y a la administración o usando la cobertura de la pandemia para enriquecer a los muy ricos y al sector corporativo que, por supuesto, se lo están comiendo. Ellos lo adoran», señala el intelectual.

El también lingüista afirma que «la industria militar es otro ejemplo de ello. Es un último esfuerzo para tratar de imponer la regla máxima de riqueza extrema y poder corporativo que corre paralelamente a la campaña de Mitch McConnell-Trump para empacar al poder judicial de arriba a abajo con jóvenes abogados de ultraderecha de la Sociedad Federalista que serán capaces de asegurarse de que no importa lo que el público quiera, mientras sus políticas ultra reaccionarias se implementen durante al menos una generación».

«Intentan mantener lo que han logrado en gran medida a través del período neoliberal, los últimos 40 años: una enorme concentración de riqueza, concentración de poder político, población general estancada, en declive, incluso hasta el punto donde hay un aumento de la mortalidad en los últimos años entre las personas en edad laboral, los hombres y mujeres blancos en edad laboral. Nada de esto sucede en las sociedades desarrolladas en funcionamiento», indica Chomsky.

«El país, básicamente, durante mucho tiempo, ha sido prácticamente un estado de partido único, el partido empresarial», sentencia el intelectual.

Fuente de la entrevista: https://rebelion.org/estados-unidos-esta-dirigido-por-el-sector-empresarial-para-sus-propios-beneficios/

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¿Sobrevivirá el pensamiento crítico a la pandemia?

Por: Ariel Petruccelli

Día tras día, a cada hora, se nos informa sobre la cantidad de muertos y contagiados de COVID-19. Supuestos expertos especulan sobre cuándo se producirá el famoso pico de contagios (que parece empeñarse en dilatarse en el tiempo).

Periodistas y comentaristas de toda laya y pelaje discurren sobre la famosa “curva” y su “aplanamiento”. Se habla todo el tiempo de la eventual saturación del sistema sanitario, y las autoridades muestras cifras en las que creen ver (aunque a veces comentan groseros errores con los datos), la confirmación de lo acertado de la decisión tomada por ellas en esta auténtica cruzada de salvación pública sin distinción de banderías políticas: en perfecta sintonía Alberto Fernández, Axel Kicillof y Rodríguez Larreta. Con ironía pudo referirse a ellos Jorge Asís como “el nuevo partido conservador”. De momento conforman un sólido bloque político. Aquí no hay grieta: ante la amenaza del COVID-19 “estamos todos juntos”. Ese es el mensaje. Como en un poema épico los generales marchan al unísono en la guerra contra el enemigo invisible. Al fin todos unidos: peronistas, radicales y prosistas. Pero, ¿y si en vez de un poema épico nos halláramos ante un cuento?

Significativamente, hay algunas cifras de las que no se habla nunca. La primera: ¿cuántos contagiados por COVID-19 podría soportar nuestro sistema sanitario sin colapsar? La segunda: ¿cuánto aumentó su capacidad en los dos meses de cuarentena? Nadie lo sabe. Secreto de estado. Tampoco se sabe cuántos contagios y cuántos decesos esperaban las autoridades. Se han filtrado estimaciones oficiosas. Pero no hay cifras oficiales. Y los rumores filtrados indican que el gobierno esperaba para el 15 de mayo entre 6.000 y 9.000 muertos. Si esta era la estimación oficial, se cometió un error de calado. Otra información que no se conoce es la magnitud del famoso pico. Y si no se sabe cuál es la capacidad de respuesta del sistema sanitario ni cuál es el pico de contagio esperado (ni en qué se fundan esas estimaciones), entonces no hay ninguna posibilidad de ningún debate público mínimamente serio sobre cómo afrontar el peligro de la pandemia. La ciudadanía está ciega y enceguecida a la vez: ciega de información relevante, y enceguecida por un bombardeo constante sobre las cifras del COVID-19.

“¿Pero las autoridades sí conocen esas cifras? ¿Y los expertos dicen …? Debemos creer en ellos”. Si algo tienen en común la democracia y la ciencia es su carácter público y comunitario. Si la información pertinente no se halla disponible para ser evaluada, analizada, criticada y discutida públicamente, no hay ni democracia ni auténtica ciencia. Lo que hay, a lo sumo, es parodia de democracia y tecnocracia. En la ciencia no hay verdades reveladas. Y las tesis no valen por los títulos que tenga quien las sostiene, sino por los argumentos y evidencias que se puedan presentar en su favor.

Entonces, ¿debemos creer? Quizá: yo estaría dispuesto a creerles, si me dieran buenas razones. Pero, ¿hay buenas razones para pensar que se ha hecho lo correcto? Veamos.

Lo primero que se debería tener en cuenta es que ninguna cuestión política se decide en base a una experticia científica. Entre evidencia científica y decisión política hay un hiato. Ha sido un logro no menor del neoconservadurismo y del neoliberalismo el instalar la idea de que las decisiones políticas se fundan el un supuesto saber experto. Y que sus supuestos críticos asuman esa premisa habla de la hegemonía neoliberal cuando nos sumergimos en las profundidades de la cultura contemporánea, más allá del espumarajo superficial de las olas que vienen y van.

Los expertos de los que tanto se habla, lo son en campos muy acotados. Las decisiones políticas integran múltiples campos y disímiles dimensiones. No hay aquí ni expertos ni demostraciones. Hay decisiones tomadas en contextos de incertidumbre, con un conocimiento parcial y aproximado y en torno a probabilidades antes que certezas. Las decisiones políticas implican un proceso de totalización. Son dialécticas, antes que analíticas. Esto no significa que se pueda o deba ignorar el conocimiento experto en campos acotados. Significa que esos múltiples conocimientos son un insumo necesario, pero no suficiente, para la toma de decisiones. Y sus datos y conclusiones deben ser objeto de un debate público no solo entre los expertos sino, a otro nivel, entre toda la ciudadanía.

Quienes, siendo de izquierdas, pensamos que ha habido una enorme desmesura entre la amenaza real del COVID-19 y las medidas implementadas para combatirlo, recibimos dos tipos de críticas:

a) eso es lo que dicen Trump y Bolsonaro

b) no puede ser que tanta gente y tantas autoridades estén engañadas.

La primer crítica es insustancial, por dos razones. La primera es que una evidencia empírica, si lo es, resulta independiente del perfil ideológico de quien la enuncia. La segunda es que no es cierto que las personas de izquierda que denunciamos lo que nos parece una hipócrita reacción ante una amenaza real pero claramente exagerada estemos diciendo lo mismo que los dos líderes derechistas. No, no decimos lo mismo. Trump y Bolsonaro prácticamente negaron el problema. Nosotros nunca lo negamos: decir que se lo exagera no es lo mismo que negarlo o ningunearlo. Trump y Bolsonaro eligieron no hacer prácticamente nada. Nosotros sostuvimos que todas las enfermedades eran merecedoras de la preocupación y atención despertadas por el COVID-19. Pero, ciertamente, es muy extraño el contraste entre la movilización que ha generado la guerra contra el coronavirus, y lo poco y nada que se hace ante enfermedades mucho más letales.

En todo el mundo han muerto, en lo que va del año (escribo el 26 de mayo) casi 24 millones de personas. De ellas, 350.000 han sido atribuidas al coronavirus. Esto significa que, hasta ahora, el COVID-19 es responsable del 1,5 % de los decesos mundiales. Supongamos que las cifras estén mal, que las víctimas sean en realidad muchas más. De ser así, ello se reflejaría en un aumento con respecto a la tasa mundial de mortalidad de 2019. Pero no es así. Las tasas son semejantes, comparando las mismas fechas.

Un 1,5 % de los decesos parece demasiado poco para un virus que ha tenido obsesionada a la humanidad por meses. Pero claro, se podría pensar que ese porcentaje es bajo gracias al estado de cuarentena en que se halla la mayor parte de la población. De no ser por ello las víctimas serían muchas más. Podría ser, pero, ¿cuántas más? Si hemos de creer a las predicciones del Imperial College, sin las medidas adoptadas ahora habría millones de muertos. Pero no es eso lo que muestran las evidencias. Como explicamos en otro artículo (Ariel Petruccelli y Federico Mare, “Covid-19: estructura y coyuntura, ideología y política”, Rebelión, 18 de mayo de 2020), las tasas de mortalidad por millón de habitantes presentan un cuadro enormemente diverso a nivel mundial, pero con claras y muy uniformes pautas regionales. Al interior de cada región, por lo demás, las tasas de muertos por millón no varían significativamente entre los países que establecieron cuarentenas y aquellos que optaron por medidas más relajadas. A una conclusión semejante ha llegado Williams Briggs, en “There Is No Evidence Lockdowns Save Lives. It Is Indisputable They Caused Great Harm”, un artículo publicado el 14 de mayo (disponible en: https://wmbriggs.com/post/30833/). Briggs no realiza un análisis regional ni le preocupa explicar por qué hay una variabilidad tan grande de muertos por millón en los distintos países, que al día de hoy van de menos de un muerto por millón a más de 800 muertos por millón de habitantes. Simplemente constata esta disparidad y agrupa a todos los países con al menos un millón de habitantes en cuatro categorías (tomando los datos hacia el 14 de mayo): aquellos que tienen más de 100 muertos por millón (12 países), aquellos que se hallan en un rango entre 11 y 99 muertos por millón (31 países), los que tienen entre 1 y 10 por millón (51 países) y aquellos que tienen menos de un muerto por millón (30 países). Luego observa cuáles países tienen cuarentena y cuáles no, y cómo se despliegan al interior de estas cuatro categorías. El resultado es sorprendente. En todas las categorías hay países con y sin cuarentena. Los países en cuarentena son la mayoría, pero en los rangos más bajos de mortalidad por millón hay más países sin cuarentena, en tanto que los países con más alta tasa de mortalidad por millón están todos en cuarentena. La conclusión de Briggs es que no hay ninguna evidencia sobre la efectividad de la cuarentena.

Evidencia hay poca, pero hay un exceso de discursos ideológicamente sesgados. A modo de ejemplo: quienes se escandalizan porque Brasil no esté en cuarentena omiten decir que tampoco tiene cuarentena el México progresista de López Obrador ni la Cuba revolucionaria. Ni Taiwan, ni Japón, ni Suecia, ni Bielorrusia, si se quiere ampliar el espectro político y geográfico. No hay ningún vínculo necesario entre las medidas adoptadas y los perfiles políticos de los gobiernos. Por ejemplo, no hay nada de progresista ni de populista en el gobierno paraguayo, que ha adoptado un temprano y severo aislamiento social.

Se habla mucho de cuarentena, pero no hay ninguna claridad sobre lo que significa. De hecho, si cuarentena es lo que se estableció en Wuhan, la conclusión es que lo que hay en los otros países son diferentes grados de aislamiento social, pero no una cuarentena en el sentido estricto y radical de Wuhan. Allí la población no salía literalmente de sus casas. Se suspendieron todas las actividades y sólo circulaba el personal médico y las fuerzas armadas, que se encargaban de dejar la comida en las puertas de las casas sin trabar ningún tipo de contacto con quienes las recibían. Los médicos chinos que llegaron a Italia supuestamente cuarentenada no consideraban que eso fuera una cuarentena: la gente seguía saliendo a hacer las compras y muchos a trabajar.

Ahora bien, como casi todo en esta crisis, la discusión pública sobre la cuarentena se halla a años luz de cualquier cosa que con algún grado de verosimilitud pudiéramos llamar pensamiento crítico. Comparado con las medidas tomadas en Wuhan lo que hay en Argentina es una parodia. Pero es también una parodia costosa: los efectos sociales, económicos, psicológicos y educativos del ASPO son enormes. Y uniformemente negativos, salvo para un puñado de empresas beneficiadas con esta crisis. Pero como existe un consenso mediático y político en no analizar ni discutir con detalle ese aspecto, bajo el imperativo cuasi-religioso y falaz de “lo importante es salvar vidas”, estas consecuencias de la ASPO son objeto de un manto de silencio. Argentina entró supuestamente en cuarentena cuando todavía no había registros de circulación comunitaria del virus. Si la medida tomada hubiera sido la misma que en Wuhan, no debería haber habido contagios o, de haberlos, deberían haber virtualmente desaparecido a esta altura. Sin embargo los contagios continúan y se multiplican. Como estrategia de aniquilación del virus, la ASPO fracasó. Pero ello no es para alarmarse. Era inevitable que fracasara. Ni el Estado ni la sociedad de Argentina estaban en condiciones de establecer una cuarentena semejante a la de Wuhan. Lo que se estableció fue algo más bien orientado a mitigar el impacto del virus, antes que a cortarlo de cuajo. Pero el discurso oficial fue ambiguo: ello explica la brutalidad policial y los excesos de todo tipo que se cometieron sobre todo en los primeros días.

Dentro del amplísimo abanico de las medidas orientadas a la mitigación de los contagios implementadas en el mundo entero, la ASPO ha sido de las más severas. Pero no ha tenido la severidad de las medidas implementadas en Wuhan. Esto hace que la ASPO Argentina no tenga el mismo impacto epidemiológico que la cuarentena decretada por las autoridades chinas; aunque su impacto económico y social no es tan diferente. Por lo demás, aunque la circulación del virus no fue erradicada -como en Wuhan- luego de dos meses de cuarentena, lo más probable es que Argentina no supere la tasa de unos cien muertos por millón que tiene Wuhan, porque las condiciones son aquí diferentes, y muchas variables relevantes para explicar el impacto del coronavirus tienen en Argentina poco peso.

¿Es eficiente la ASPO como estrategia de mitigación? No es sencillo evaluarlo. El estudio de Briggs muestra a las claras, a nivel mundial, que no hay ninguna correlación entre cuarentena y menores tasas de mortalidad. Por otra parte, hay múltiples factores a la hora de entender por qué el coronavirus impacta tan desigualmente en diferentes países y sobre todo regiones: cantidad de población con enfermedades respiratorias y circulatorias preexistentes, porcentaje de población mayor de 65 años, densidad de población, cantidad de ancianos en asilos, características de los sistemas de salud, hábitos culturales, presencia del turismo internacional, etc. Comparar los resultados de dos países considerando sólo si tienen o no cuarentena no tiene mucho sentido. Pero es fácil y tranquilizador. “Miren a Brasil como le va sin cuarentena”. Y por supuesto, Brasil tiene más contagios y más muertos. Pero comparado con la mayor parte de los estados de Europa Occidental su perfomance no parece tan mala. En todo caso, podría suponerse que sin cuarentena la situación en Argentina sería semejante a la de Brasil (que de todos modos no ha colapsado). Puede ser, aunque no es seguro: después de todo Uruguay, con restricciones mucho menos severas, tiene una tasa de decesos por millón bastante más baja que la de Argentina. Pero la comparación de cuántos contagios y víctimas posee cada país está mal planteada: no se puede medir el éxito sanitario como si lo único pertinente fuera el coronavirus, y haciendo abstracción de las diferentes situaciones de los países.

En cualquier caso, es evidente que las realidades sociales, demográficas, climáticas y económicas de las diferentes regiones de la Argentina son enormemente diversas como para que haya tenido algún sentido establecer un criterio uniforme en todo el país.

Tanto Trump como Bolsonaro compararon al COVI-19 con la gripe. En un punto, la comparación no era descabellada: efectivamente, lo más parecido a un coronavirus es el virus de la influenza. Lo descabellado era pensar que siendo parecido el virus, el impacto del COVID-19 sería semejante. Esto fue un error garrafal. Sin embargo, que el impacto del coronavirus en Brasil y en USA fuera mucho mayor que el impacto de la influenza no significa que lo mismo fuera a ocurrir en todas partes. De hecho, aunque por diferentes razones, tanto USA como Brasil tienen, año tras año, relativamente pocos muertos por influenza. Muchos menos que la Argentina, en cualquier caso. Pero, por eso mismo, su población es más vulnerable al coronavirus que aquella de países en los que la influenza u otras afecciones principalmente respiratorias causan daños mayores. Si la pandemia ha impactado tan poco en África y la India, ello en buena medida se debe a que allí las enfermedades respiratorias son la principal causa de muerte y la población es mucho más joven en promedio: el coronavirus causa muy pocas víctimas, simplemente porque sus potenciales víctimas ya están muertas.

Ahora bien, la influenza no es en Argentina (como en USA o Brasil) un problema sanitario menor. Es un problema mayor. El año pasado provocó unos 30.000 decesos (en términos relativos, nueve veces más que USA), lo que arroja una tasa de casi 800 muertos por millón de habitantes. La misma tasa que Bélgica este año con el coronavirus. ¡Y Bégica es el país más afectado! Y el año pasado no tuvo nada de excepcional. Sin embargo, ni en 2019 ni en ningún año anterior hubo una movilizacón general para frenar la expansión de la influenza, que también es viral y contagiosa. ¿Pensaban nuestras autoridades que el coronavirus causaría una tasa mayor? Para que eso sucediera Argentina debería convertirse en el país con peores resultados en todo el mundo ante la pandemia. Lo esperable, sin embargo, más allá de las medidas de emergencia adoptadas por las autoridades, es que las tasas de muertos por millón sean mucho menores en América Latina (por las razones que hemos explicado en el artículo antes mencionado) que las de Europa y USA.

Se podría pensar que quizá las internaciones por el coronavirus no serían tantas, pero se adicionarían a las de la influenza y otras afecciones haciendo colapsar al sistema sanitario. Suena razonable. Pero, ¿lo es? No del todo. En primer lugar porque la capacidad del sistema bien puede ampliarse. En segundo lugar porque no hay nada que lleve a pensar que las víctimas del coronavirus se adicionen simplemente a las de la influenza: en muchos casos se superponen. Y en tercer y decisivo lugar, porque si el temor era la superposición del coronavirus con la influenza, entonces no tenía mucho sentido establecer restricciones severas de alto costo económico y social pero relativo efecto sanitario: era preferible establecer un aislamiento más severo en el invierno. En vez de poner toda la carne al asador de entrada, hubiera sido más sensato una cierta dosificación. Pero para dosificar es preciso no entrar en pánico: y buena parte de nuestra población ya lo estaba. Y para dosificar son necesarias, también, autoridades menos preocupadas por las encuestas.

Argentina entró en cuarentena en medio del pánico. Tras más de dos meses, la misma comienza a hacerse insostenible. Pero así como el gobierno se vio arrastrado a la cuarentena por el pánico de las clases medias, parece evidente que decretará su fin cuando ya se haya extinguido de hecho. Pese a que se diga y aparente lo contrario, las autoridades van a la saga de los acontecimientos, en lugar de orientarlos. La flexibilización real de la cuarentena es mucho mayor de lo que se declara. Las empresas violan sistemáticamente la cuarentena ante la vista gorda de las autoridades, que además las premian con subsidios de todo tipo. Todas las fuerzas políticas de peso están unidas en la cruzada sanitaria. De momento, sólo unos pocos sectores de ultraderecha llaman abiertamente a desconocer la cuarentena. Pero gran parte de la población comienza ya a salir de sus casas. Y no son pocos los movimientos sociales y grupos de trabajadores que salen a las calles contra los despidos o a reclamar las ayudas que no llegan. Aunque durante los últimos meses se repitió que el virus nos afecta a todos y todas, y que todas las vidas valen; la triste realidad es que eso no es cierto. Los millones de muertos por la desnutrición, los cientos de miles de muertos por el cólera, las víctimas del dengue y de la tuberculosis nunca han generado tanta preocupación. La pandemia no eliminó las desigualdades geopolíticas ni a las clases sociales. Tampoco puede suspender la lucha de clases. En mayor o menor medida, la población se irá hartando de una cuarentena tan costosa de la que nadie puede mostrar concluyentemente que sea efectiva. La mayoría saldrá de la cuarentena sin mucho contenido político ni por medio de acciones colectivas: simplemente pasearán más, saldrán más, volverán a trabajar, andarán por ahí. Dejarán de vivir en suspenso. Pero también habrá salidas políticas. Ya lo estamos viendo: bocinazos y llamados con tinte de derecha (a veces desopilantes, como la fallida “marcha contra el comunismo”). Con menos difusión mediática, hace ya semanas que empezaron las protestas, reclamos e incluso cortes de ruta de sectores obreros, movimientos sociales y trabajadores precarizados: mineros de Andacollo y más recientemente los obreros de Zanón en la Provincia de Neuquén; trabajadores precarizados en La Plata y otros lugares; trabajadores de la economía informal en varias ciudades; distintos tipos de reclamos y atisbos de movilizaciones docentes en difrentes distritos; el reclamo de los obreros de Meléndez Victoria, de los trabajadores de Pedidos Ya; y la lista sigue. Sale poco en los medios. Estos reclamos incomodan al gobierno, a la “derecha”, a las representaciones progresistas y a la sensibilidad de las clases medias. La solidaridad progresista clasemediera, ante ellos, suele trastabillar: ¡es tan fácil solidarizarse con los pobres que se quedan en sus casas (si es que tienen)! Pero los pobres que siguen reclamando en medio de la pandemia provocan más bien rechazo o recelo. Sólo la militancia de izquierdas los apoya sin reservas. Al otro lado de la cordillera, las barricadas de Chile nos muestran el camino.

Entre tanto, no deja de ser preocupante, en términos intelectuales, ideológicos y culturales, que haya sido la derecha libertarista la que se haya apropiado de la bandera de la defensa de la libertad. En sus versiones más políticamente incorrectas -como la del gobernador estadounidense que declaró que los ancianos debían sacrificarse para salvar la economía- dejaban un flanco fácil para al crítica. Con todo, no habría que tomarse a la ligera estas cuestiones. Los libertaristas vernáculos (como el payaso mediático de Milei) no se caracterizan por su inteligencia, pero poseen amplias usinas de difusión ideológica y sus ideas, aunque en general bastante tontas, son simples y claras: no hay que menospreciar su poder de seducción. Hay que combatir esos discursos. Pero se los puede combatir de diferentes maneras. Y bien, la respuesta que han dado los “progresistas” es para quedarse pasmados: se basa en contraponer la vida a cualquier cosa. Y en nombre de la vida se está dispuesto a aceptar todo tipo de restricciones, a renunciar alegremente a la libertad. Cualquier costo, cualquier sacrificio es poco si se trata de conservar la vida en las condiciones que sea. Esa es la premisa que hoy eleva el pensamiento progresista dominante ante la defensa de la libertad por los ideólogos de derecha. Es una actitud meramente defensiva. Y muy poco épica. La derecha ha tomado ideológicamente -incluso en medio de una crisis de la que sus agentes son primerísimos responsables- la delantera. Por supuesto que yo no haría el más insignificante sacrificio para salvar la economía capitalista. Pero ciertamente estaría dispuesto a hacer muchos sacrificios si se tratara de abolir la economía capitalista, salvar la economía de las clases trabajadoras e instaurar un nuevo sistema que nos salve del desastre al que nos conduce el capitalismo. La crítica a los discursos libertaristas filosóficamente algo más sutiles (no las declaraciones de un tosco gobernador yanqui tan bruto como Trump) no puede ser la burda contraposición de la vida a la libertad. Lo condenable de los libertaristas no es su defensa de la libertad, sino una concepción estrechamente individualista de la misma. Pero por la libertad, la igualdad y la comunidad, vale la pena arriesgar incluso la vida. Ya Hegel aclaró el punto en su dialéctica del amo y el esclavo. Y convendría no olvidar la vieja máxima de San Martín: “seamos libres, lo demás no importa nada”. La vida importa, desde luego. Pero si por conservar la vida a como sea estamos dispuestos a aceptar cualquier cosa, el resultado bien puede ser la esclavitud.

La pandemia ha ocasionado pánico. Y el pánico no es bueno: nos paraliza. O nos lleva a acciones desesperadas y contraproducentes, como las avalanchas hacia los botes salvavidas en los naufragios. Y no nos deja pensar, ni mucho menos pensar claramente. El miedo es otra cosa. El miedo nos alerta del peligro, el miedo nos pone en guardia y nos permite tomar las decisiones más inteligentes. Debemos tener miedo. Pero más que al COVID-19, debemos temer al capitalismo: ese sistema que ha convertido a nuestro planeta en un barco a punto de naufragar.

No hace falta creer que la pandemia es una invención, ni que todo se trata de una gran conspiración. Yo no lo creo. Lo que sí creo es que un problema sanitario real llevó a un estado de pánico a las clases medias y acomodadas globalizadas: luego de construir un mundo basado en la seguridad, de pronto se sintieron vulnerables. Desatado el pánico, ya fue muy difícil escapar de la lógica intrínseca de la situación. Pero puesto que el capital y sus agentes poseen estrategias pensadas a larguísimo plazo, una vez inmersos en una situación que seguramente no buscaban empezaron a ver cómo sacar el mayor provecho. En eso están. Naomi Klein lo acaba de mostrar muy bien en “Distopía de alta tecnología: la receta que se gesta en Nueva York para el post-coronavirus”, disponible enhttps://www.lavaca.org/portada/la-distopia-de-alta-tecnologia-post-coronavirus/.

Por contraste, el pensamiento crítico parece haberse paralizado. Con las debidas excepciones, desde luego. Cuesta sustraerse a la “suspensión mediática de la racionalidad”, para decirlo con las certeras palabras de Alexis Capobianco en “Reflexiones sobre la vida, la razón y la crisis del capitalismo en tiempos de coronavirus (publicado en Alai, el 14/05/2020, disponible en: http://www.redescristianas.net/reflexiones-sobre-la-vida-la-razon-y-la-crisis-del-capitalismo-en-tiempo-de-coronavirusalexis-capobianco/), quien ha señalado con gran tino:

De pronto también desaparecieron o se vieron reducidas a un minimum todas las discursividades ultrarrelativistas y subjetivistas de los tiempos postmodernos. El “todo es una construcción”, “todo es relativo”, “cada cual tiene ´su verdad´” cedió en forma silenciosa el paso a la Verdad científica con mayúsculas. En menos de lo que canta un gallo, el relativismo radical se transformó en cientificismo dogmático; un dogma ocupó el lugar del otro.

El desconcierto ante una situación inédita parece dominar. Y ante la duda, la mayoría ha optado por concluir que lo mejor es acompañar a las autoridades y hacerles caso: es como si el grueso de los intelectuales quisiera creer en la racionalidad de los líderes y lideresas. ¡Más nos valdría desconfiar! Después de todo: ¿es racional una sociedad en que el 1 % de la población es más rico que el 90 % inferior? ¿Es racional que el hambre cause millones de muertos anuales en una sociedad con capacidad para desarrollar la tecnología 5G? ¿Es racional la tecnología 5G? No deberíamos apostar por la alta racionalidad de autoridades dispuestas a administrar (en lugar de transformar o abolir) un mundo tan irracional.

Sería necio negar lo inusual de la situación. Contrariando casi todas la previsiones, el coronavirus ha afectado mucho más a los países “desarrollados” que a los periféricos. Ello explica el pánico que provocó en las clases medias y altas globalizadas, que se trasladó -si bien no uniformemente- a las autoridades políticas. Las previsiones de una catástrofe apocalíptica cuando el virus llegara a África o la India no se han cumplido. Un artículo fechado el 4 de abril afirmaba que en dos o tres semanas la situación en África sería semejante a la de Europa: han trascurrido ocho semanas y la situación es incomparable: el COVID-19 ha llegado al África, pero allí causa pocas víctimas. En los países “desarrollados” hay cierta sobre-representación de las clases más pobres entre las víctimas. Pero para tratarse de una enfermedad contagiosa (en las que las víctimas pobres son usualmente muchísimo más numerosas tanto en términos absolutos como relativos que las de las clases acomodadas), la sobre-representación de los pobres, si bien existe también en este caso, comparado con otros es más bien escasa. Los pobres, es indudable, siempre están sobre-representados en los males del capitalismo. Eso es lo que ocurre siempre. Con el coronavirus ha emergido una novedad: una enfermedad contagiosa que afecta más a los países industrializados que a los periféricos. Dentro de los primeros, la clase cuenta, pero cuenta un poco menos que en problemas semejantes. Un estudio que analizaba el impacto por quintiles de ingresos en España estableció que el quintil menos afectado era el superior, pero el segundo menos afectado era el inferior. Los más afectados era los tres quintiles intermedios. Por lo demás, las diferencias entre todos eran escasas. Estos datos pueden ser desconcertantes para las miradas apriorísticas. Nadie dice que sea fácil orientarse en un mundo tan trastornado. Pero el ejercicio de la duda, la crítica y la razón no se suspende por pandemia.

Tras décadas de formación cientificista ultra-especializada, por un lado, y de insulso discursivismo filosófico especulativo, por el otro, parece que el racionalismo crítico -aquél pensamiento capaz de análisis integradores pero fácticamente bien informados- se halla reducido a su mínima expresión. Abundan los especialistas capaces de seguir al dedillo una única variable ignorando pertinazmente todas las demás. O los ingenios especulativos que echan a rodas hipótesis de todo tipo, sin tomarse la molestia de verificar un solo dato. O los combativos ideólogos que aplican a una realidad nueva y compleja los mismos análisis y las mismas previsiones que aplicarían a cualquiera.

Así estamos.

Por suerte algunas voces se atreven a disentir. Algunas cabezas no renuncian a seguir pensando.

Fuente: https://rebelion.org/sobrevivira-el-pensamiento-critico-a-la-pandemia/

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