Por Darío Balvidares
La pandemia ha facilitado y puesto en la superficie un universo con rasgos esquizofrénicos, algo que ya se había manifestado en otras oportunidades de “catástrofe”, entre ellas, los efectos del huracán “Katrina” (2005) en Nueva Orleans, donde las políticas estadounidenses, lejos de velar por las más básicas cuestiones sociales y habitacionales, la ocurrencia fue, charterizar las escuelas públicas, aplicando la doctrina del shock, como tan bien lo explica Naomi Klein.
Cabe aclarar que la interpretación de esquizofrenia que se propone en este artículo intenta acercarse a la que utilizó Fredric Jameson, de carácter descriptivo, no clínico; la que plantea el quiebre de la relación entre significantes en los discursos sociales.
Y también una conceptualización teórica descripta y explicada por Alfredo Grande y que consiste en la diferencia entre sustitución y restitución (en relación con lo vincular).
Dice Grande que el vínculo tiene marcas corporales, pero en estas épocas de pandemia, distanciamiento y aislamiento social obligatorio, la virtualidad mediatiza el vínculo.
El tema es que, probablemente, la virtualidad nos permita visualizar la apariencia de haber sustituido el vínculo, pero lo que allí se genera es la restitución, no la sustitución, dirá Alfredo Grande, poniendo el ejemplo del histórico dicho: le vendieron gato por liebre. Para continuar afirmando, que se pierde la esencia. En cambio, la sustitución del vínculo se explica cuando en el lugar de una flor que se marchitó, existe otra flor.
Podríamos agregar que tal es el caso de las redes vinculares en la escuela como espacio de sentido y su restitución digital en las redes virtuales.
En la escuela se multiplican de manera dinámica las redes vinculares que fluyen de manera permanente con vínculos que se sustituyen periódicamente, se generan y regeneran, se establecen sobre una cadena de significantes que le otorgan sentido.
Sería casi infinita una descripción de lo que estamos exponiendo en estas últimas líneas, pero el lector encontrará los ejemplos que aquí describimos de manera teórica.
La escuela virtual (para calificarla de algún modo en la coyuntura que nos toca vivir) rompe esa cadena de significación vincular, ya no hay marcas en el cuerpo, solo puede restituir, con la consecuente pérdida de la esencia.
El oxímoron, “distanciamiento cercano” que propone la virtualidad, establece una relación “deshumanizada”, hasta tal punto que habría que preguntarse qué ocurre durante el tiempo de aislamiento con les niñes y jóvenes y sus realidades familiares en lo cotidiano y suponiendo que todes tengan algún tipo de aparato que les permita la presencia digital, cosa que tampoco es así, producto del empobrecimiento del 50 % de les niñes y adolescentes, entre otros factores.
Esto sin entrar en el quiebre de la sintaxis de cercanía en lo que refiere al curriculum, ahora virtualizado y operado desde las propias plataformas llamadas educativas, lo que empuja aún más al docente al papel de facilitador como lo define, en su posmoderno perfil, la literatura de la reforma economicista de la educación.
Es claro que la tecnología es otro medio de producción de sentido, que instala la generación de lo inmediato, pero también es cierto que es un instrumento de penetración cultural e ideológica, además un negocio obscenamente billonario.
7 de los primeros 15 millonarios del mundo tienen compañías tecnológicas, en conjunto sus fortunas personales suman 476.7 billones de dólares, sin tomar en cuenta el valor, también obsceno, de sus compañías.
Era necesario hacer esta breve aclaración, porque son esas fortunas las que nos imponen, desde distintas perspectivas y con diversas estrategias, el uso y la interactuación con el espacio tecnológico en todas sus manifestaciones para no ser declarado “analfabeto digital”.
En ese movimiento pendular entre los poderosos “proveedores de tecnología” y los “usuarios”, se manifiesta la brecha perversa del sistema injusto y desigual que restituye la relación de colonialidad con apariencia vincular, en el nivel macro. Y en el nivel micro, genera la ilusión de la “sustitución” del vínculo desde la virtualidad.
Solidaridad: ¡Te vendo el curriculum!
Misiones fue una de las provincias en ampliar el contrato con los servicios de Ticmas, en cuanto se suspendieron las clases, primero por el avance del dengue e inmediatamente por el COVID-19.
Se puso en funcionamiento una plataforma virtual que era de carácter optativo para los docentes, pero por la cuarentena se implementó la obligatoriedad y su utilización y se extiende a todo el territorio provincial: “Misiones tiene pensado apostar por una plataforma virtual llamada Guacurarí para que los chicos no pierdan la rutina escolar y firmaron un convenio con Ticmas, que se encargará de ofrecer los contenidos que plantean los Núcleos de Aprendizajes Prioritarios (NAPs) en las distintas materias (…) Estamos en una situación de emergencia. A veces esas situaciones son una oportunidad. En la provincia hace años estamos apostando por la innovación educativa. Fuimos trabajando en formación docente continua y desarrollo de materiales. A la plataforma se puede acceder desde computadores o celulares. ‘Creemos que podemos dar una solución rápida, real y de impacto para que este período no se transforme en unas vacaciones’ planteó el ministro de Educación Miguel Sedoff, que acompañó al gobernador en la conferencia explicativa”
Esta breve cita abre la posibilidad de pensar en principio varias perspectivas de análisis; Ticmas no es una simple plataforma virtual, Ticmas es una empresa corporativa que ingresa en el sector más sensible del sistema a través de los mecanismos de la endoprivatización, prueba de ello fue su fastuosa presentación en la Feria del Libro del año pasado en la que pasaron por su estand, dando charlas y conferencias, muchos de los nombres de los llamados “especialistas”, que se referencian con el “Observatorio Argentinos por la Educación” (la fundación de ceos empresariales que funciona como “servicio de consultoría” privado con influencia ministerial) es decir, que representan la voz fundamentalista del proceso (permanente) de reforma, junto a “Educar 2050” y “Enseña por Argentina”, entre otras fundaciones; para ampliar el espacio endoprivatizador.
Justamente en mayo de 2019, escribía un artículo en el que decía, que TICMAS se presenta como una plataforma digital de aprendizaje, pero en realidad es un potente negocio con penetración ideológica.
Veamos, el Grupo VI-DA es el propietario de TICMAS, sin embargo, “a través de Omidyar Network, junto a Elevar Equity y The Rise Fund invierten en la empresa argentina Grupo VIDA para impulsar el lanzamiento la lectura digital y la educación (…) los fondos respaldarán el lanzamiento de TICMAS, una nueva plataforma educativa cuyo objetivo es brindar apoyo a profesores y estudiantes para fomentar la inclusión digital, el desarrollo de habilidades blandas y el aprendizaje basado en proyectos”.
Además de los convenios, Ticmas promociona sus plataformas de manera individual: “Todo el contenido curricular que tu hijo necesita para mantenerse activo en sus aprendizajes, disponible para consultarlo y utilizarlo cuantas veces quieras. Una excelente herramienta para seguir estudiando una vez que la pandemia haya finalizado.
Al comprar la suscripción anual, estarás adquiriendo todo el contenido curricular correspondiente a todo el año escolar, para el nivel secundario de tu hijo.
Suscripción Anual
Precio Especial COVID-19 $1900
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Adquirilo a través de MercadoPago
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Suscripción anual por todo 2020
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Se adquiere por nivel de estudios de tu hijo
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Precio habitual $3800”
La cita que surge de la propia página web, restituye lo que la escuela tiene la imposibilidad de dar: el contenido curricular que tu hijo necesita, haciendo la oferta de los contenidos de nivel primario de la CABA y provincia de Buenos Aires.
TICMAS vende el contenido curricular como mercancía, generando una “necesidad” ilusoria, además de contribuir de manera eficaz a la profundización de las desigualdades y con un ademán publicitario obsceno frente a la pandemia viral: Precio especial COVID- 19 (…) Precio habitual $ 3800.
Lo que queda de manifiesto es que en el contexto de contagio viral y perplejidad social se aprovecha la “oportunidad” de implantar los formatos corporativos de endoprivatización educativa.
Esto señala cada vez más el avance del proceso de tercerización del sistema; los docentes no tienen participación o su participación no es para debatir posibilidades frente a la coyuntura, sino para transformarlos en meros facilitadores de un curriculum del que tampoco participan y con actividades diseñadas por la corporación en lo que podríamos llamar: la fase superior de la concepción bancaria de la educación, ahora: ¡digitalizada!
Como vemos, no se trata de una inocente plataforma digital donde aparecen inversiones millonarias en dólares porque los inversores padecen de filantropía aguda.
¡Venden! Los contenidos curriculares a los gobiernos y a las familias.
Pierre Omidyar es el titular de Omidyar Network y de eBay, empresa valuada en 31.500 millones de dólares.
Mientras que su fortuna personal era de 12.7 billones de dólares en 2019, el dueño de esas empresas y copropietario de cadenas de resort, hoy tiene 13,1 billones.
No es curioso, este es el sistema que permite la concentración de la riqueza aún más velozmente que en décadas anteriores y deja como contrapartida la precarización laboral, la desocupación y el aumento exorbitante de la pobreza. Otra prueba del pendular esquizofrénico que el capitalismo enmascara, como decía al comienzo del artículo.
Penetración cultural
TICMAS, que en el caso de Misiones activa su plataforma llamada Guacurarí, deja en evidencia, siguiendo a Alfredo Grande, que el nombre del que fuera Comandante General de Misiones en 1815, Andrés Guacurarí está restituido desde una plataforma virtual y como consecuencia, vaciada su esencia: “El único gobernador indígena de nuestra historia ejerce una conducción humana, justa y socialmente revolucionaria, recordando y aplicando la máxima artiguista al anunciar la primera reforma agraria de América ‘que los más infelices sean los más privilegiados’. Ante todo abolió la servidumbre en todas sus formas y repartió tierras a los que las habían perdido a manos de la conquista, el saqueo, la estafa o todo eso a la vez. Durante su gobierno, se eliminaron del territorio bajo su jurisdicción todos los símbolos, escudos y emblemas que pervivían de la colonización española, y recobraron su vigor los cabildos de los pueblos originarios que tenían una función central en la administración del territorio fomentando la producción y comercialización de la yerba mate y la fabricación de pólvora y hasta la instalación de hornos para fabricar puntas de lanzas”.
Algún desprevenido dirá que son casualidades… que es en homenaje… o cuestiones del “sentido común” parecidas, en esos enunciados de derrota implícita. Pero elegir el nombre de un originario que ocupara el cargo de gobernador precursor de la reforma agraria, repartidor de tierras y comandante de las fuerzas que enfrentaron a los portugueses, deja afuera cualquier especulación conformista. Porque en el futuro Guacurarí será una plataforma digital por imposición de la “innovación educativa”.
Y a propósito de lo que nos falta analizar de lo dicho por el gobernador actual al medio que lo entrevistó. Repasemos: “Estamos en una situación de emergencia. A veces esas situaciones son una oportunidad. En la provincia hace años estamos apostando por la innovación educativa…”
Iniciábamos este artículo viendo aquello de la doctrina del shock que describía Naomi Klein en su libro y es justamente lo que queda materializado en los dichos del gobernador, que muy lejos está de ser Andrés Guacurarí.
El gobernador actual afirma que “estamos en una emergencia” y que “estas situaciones son una oportunidad” y esa oportunidad es lo que él llama, “innovación educativa”.
Tal vez en esas nociones de simplificación lingüística haya que buscar la respuesta a la creencia impuesta por el delirio corporativo de pensar la innovación educativa en términos de reproducción tecnológica.
Queda más claro todavía, como efecto de la cuarentena generalizada que, escuela, aula, docente son irremplazables.
Que la pedagogía del individualismo es ilusoria como el mercado; que llenar de software, app y plataformas congestionadas de contenidos digitales no son más que molestias sobre lo que ya es una carga: el aislamiento de las familias a las que incluso se las responsabiliza de manera implícita, si no contribuye a la «educación bancaria digital” que en el mejor de los casos sirve para “llenar” tiempo.
¿Acaso se les consultó a los docentes cómo proceder en esta coyuntura?
¿Acaso saben esas estandarizaciones digitales del ser y estar ahí, donde se reproduce el vínculo a través de la pedagogía colectiva, donde se aprecia el gesto, el otro; el ser y estar en la escuela?
La decisión ministerial vía Consejo Federal de Educación, una entidad del todo burocrática que no sólo no resuelve sino que complica, porque son figuras político/administrativas, que se renuevan periódicamente.
¿Acaso no debería disolverse esa entidad burocrática para dar paso a una de las innovaciones que el sistema educativo necesita; que sean los docentes los que lo impulsen, lo piensen y le den continuidad?
El sistema de educación argentino lejos de achicar la fragmentación social, la impulsa desde la división en público y privado, por una parte y las desigualdades al interior del sistema público con las diferencias en la inversión por estudiante en cada una de las jurisdicciones, por otra.
¡Y ese es un efecto de la desnacionalización!
No hay márgenes para mayor desigualdad y fragmentación en 24 jurisdicciones donde, además, el emergente privado ha cooptado el sistema público.
¿Acaso fragmentar es democratizar?
No hay ninguna duda de que el pensamiento “esquizofrénico” en educación actúa en doble vía, por un lado, rompe el vínculo pedagógico y por otro, instala la fascinación de que la innovación educativa se define en plataformas virtuales que se venden en el mercado, así como la falsa creencia que dice que la “calidad educativa” se define por el resultado de las pruebas estandarizadas, otro de los artilugios de una negocio multimillonario, por eso el “filántropo” Bill Gates apuesta a ese “commodity”, como al de la charterización de las escuelas públicas.
Suponiendo además, la estandarización de les estudiantes. Un delirio que concibe la educación como “servicio” que el “usuario” requiere en relación con sus demandas (hasta que el modelo estalla, como en Chile).
Para finalizar…
La escuela se tiene que transformar, eso está claro; librarse de dependencia de la colonialidad del poder.
Socializar la escuela como punto de partida para salir del modelo que impone como valor el individualismo, el éxito del ingenuo y perverso emprendedurismo, que suponen la ruptura de lo colectivo y la competencia por la apropiación de lo común, de lo público para convertirlo en recurso transable, en objeto de mercado.
La socialización de la educación debe ser uno de los pasos para la transformación social, política y económica que se requerirá para el mundo pos-pandémico, libre de los virus contaminantes y la esquizofrenia “solidaria” del capitalismo y sus plusvalías mortales.
*Profesor y Licenciado en Letras (UBA). Docente durante 30 años en la Escuela de Comercio 3 Hipólito Vieytes (CABA) de la que se retiró como Rector en 2015. Autor del Ensayo “La novela educativa o el relato de la alienación” (2005) con prólogo de Osvaldo Bayer y de numerosos artículos.
Publicado 2019, “La educación en la era corporativa, la trama de la desposesión” un esfuerzo conjunto de Ediciones Herramienta y el Portal Contrahegemonía Web.
Productor periodístico y columnista del programa radial “La Deuda Eterna”.