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Desarmar las palabras y los corazones

Por Antonio Perez Esclarín

Hay personas que, si se mordieran la lengua, se envenenarían. Otros muchos confunden el Twitter con una cloaca donde vierten toda su inmundicia. Pareciera que no saben hablar o comunicarse sin insultar y ofender.

Les confieso que me embarga una enorme tristeza cuando entro en algunas redes sociales, cuando escucho algunas declaraciones y discursos, o cuando veo que multitudes corean y aplauden a los que profieren insultos. Lo verdaderamente lamentable es que personas que ejercen altos cargos públicos y deberían ser ejemplo de respeto y educación, nos tienen acostumbrados a un lenguaje procaz, que deseduca.

Sustituir argumentos por ofensas, gritos, amenazas o golpes no sólo demuestra una gran pobreza intelectual sino una pequeñez de espíritu y una verdadera falta de dignidad y de humanismo. La agresión es signo de debilidad moral e intelectual y la violencia es la más triste e inhumana ausencia de pensamiento. Valiente no es el que amenaza, ofende o golpea, sino el que es capaz de dominar su agresividad y no se deja arrastrar o dominar por la conducta de los que ofenden. La violencia deshumaniza al que la ejerce y desata una lógica de violencia siempre mayor. Quien insulta, hiere, y ofende se degrada como persona y no podrá contribuir a construir una sociedad más justa o más humana.

En Venezuela, nos hemos acostumbrado a muchos tipos de violencia, entre ellos, a la violencia verbal. El hablar cotidiano y el hablar político reflejan con demasiada frecuencia la agresividad que habita en el corazón de las personas. De las bocas brota con fluidez un lenguaje duro, implacable y procaz, que confunde brillantez y oratoria con capacidad de ofender y de herir. Y no olvidemos que es muy fácil pasar de la violencia verbal a la violencia física, del insulto al golpe, ya que la experiencia nos demuestra que casi todas las peleas comienzan con insultos.

Nunca llegaremos a la paz ni a la convivencia provocando el desprecio, los insultos y la mutua agresión. ¿Qué paz se podrá hacer entre personas que no se escuchan ni respetan mutuamente sus ideas diferentes? ¿Por qué tenemos que despreciar, ofender y considerar como enemigo a alguien simplemente porque piensa de una forma distinta? ¿Cómo podemos medir quiénes tienen o no verdadero amor a la Patria?

Sólo quienes busquen con espíritu abierto y lucidez fórmulas de convivencia humana y política nos acercarán a la paz. Con posturas dogmáticas y humillantes nunca construiremos un país próspero y justo. Nunca llegaremos a la paz si seguimos introduciendo fanatismo y ofensas, si se coacciona a las personas con graves amenazas e insultos y se busca reducir al silencio al que piensa diferente. Cuando en una sociedad la gente tiene miedo de expresar lo que piensa, se está destruyendo la convivencia democrática y se está negando la dignidad de la persona pues, como nos decía Paulo Freire “nos hacemos personas cuando salimos de la cultura del silencio, somos capaces de decir nuestra propia palabra y dejamos de repetir las que nos ponen en la boca”.

Sólo los que tienen el corazón en paz podrán ser sembradores de paz y contribuirán a gestar un mundo mejor. No construiremos una Venezuela de justicia y de paz si no comenzamos desarmando los corazones y las palabras.

Fuente: https://antonioperezesclarin.com/2016/09/14/1710/

Imagen tomada de: http://www.radiocubana.cu/images/violencia-redes-sociales.jpg

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«Mamá, el recreo es una tortura para mí»

Por: ABC.com.py

Chicas de unos 13 años, de familias convencionales, y que reciben en sus móviles un hostigamiento diario a través del WhatsApp, bien sea en casa, bien en el patio del colegio. Este es el perfil en nuestro país de las víctimas de ciberbullying según un estudio realizado desde la perspectiva de los menores afectados elaborado por la Fundación Mutua Madrileña y la Fundación Anar. El informe presentado ayer refleja en detalle la realidad de un problema creciente en nuestra sociedad que consiste en intimidar o humillar a una persona a través de las redes sociales, e-mail, chat o teléfono móvil de forma reiterada y prolongada en el tiempo, y cobra especial relevancia tras el suicidio la semana pasada de una joven italiana, Tiziana Cantone.

El documento se ha realizado a partir del análisis de la base de datos de llamadas al Teléfono Anar de Ayuda a Niños y Adolescentes y al Teléfono Anar del Adulto y la Familia, que desde 2013 a 2015 ha atendido 60.408 llamadas relacionadas con acoso escolar, de entre las que se han identificado y seguido 1.363 casos de bullying. «El número de llamadas recibidas en los tres últimos años nos da una idea de la gravedad del problema, que sigue en ascenso», ha señalado Benjamín Ballesteros, director de Programas de esta organización.

Con recursos económicos

La edad de inicio del ciberacoso es de 13,6 años, una edad media superior a la del acoso escolar en general (11,6 años), probablemente relacionado con el momento de acceso de los más jóvenes a las tecnologías. Y por cada varón que sufre ciberacoso existen 2,4 féminas en su misma situación, es decir, que el perfil de la víctima es mujer en un 70% de los casos. Para la subdirectora de la Fundación, Diana Díaz, «en contra de lo que se pudiera pensar, la mayoría de las víctimas de ciberacoso son de nacionalidad española y proceden de familias tradicionales (esto es padre, madre y hermanos), y no tienen problemas económicos en el 86% de los casos».

El teléfono móvil es la herramienta más habitual para acosar telemáticamente y, dentro de este medio, el WhatsApp es la aplicación más utilizada (81% de los afectados). El acoso a través de las redes sociales lo padece una tercera parte de la casuística (36,2%). El medio de internet permite que la frecuencia del ciberbullying sea diario para un 71,8% de las víctimas, algo que puede explicarse en parte por el fácil acceso a las tecnologías de nuestros menores y las posibilidades que proporcionan. Como ocurre con el acoso presencial, los ataques suelen prolongarse en el tiempo y un 38,1% de los casos analizados por la Fundación Anar llevaba más de un año con esta situación y otro 40,7% entre un mes y un año. «Todo esto hace que el niño pueda recibir los mensajes estando en su casa, o en el recreo, dando lugar a testimonios como este escuchado por los psicólogos de Anar: «mamá el recreo es una tortura para mí, me empiezan a dar balonazos, se ríen de mí…»», relata Díaz.

La agresión más habitual suele ser el insulto (81%), aunque también hay amenazas en el 37% de casos y, en menor medida, difusión de rumores (11%). Todo esto, prosigue esta experta, «suele pasar factura a quienes la padecen y el 92% de las víctimas sufre algún tipo de secuela psicológica, siendo la ansiedad la más frecuente, seguida de la tristeza, soledad y baja autestima. Un 10% de las víctimas ha tenido conductas autolesivas, pensamientos suicidas e incluso intentos de acabar con su vidacomo forma de huir y acabar con la situación.

Pautas generales de actuación en casa

Por último, entre las pautas generales ofrecidas por esta experta están el «no responder a los mensajes, no borrarlos, no facilitar nunca datos personales ni imágenes comprometidas, bloquear al agresor, no quedar nunca con él y mucho menos a solas, guardar las pruebas para tomar medidas a posteriori. También es recomendable ponerse en contacto con el administrador de la red social y denunciar ante las autoridades si estamos hablando de acciones constitutivas de delito».

Fuente: http://www.abc.es/familia/educacion/abci-mama-recreo-tortura-para-201609202134_noticia.html

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Chile: La discriminación, principal base de las agresiones en las escuelas

América del Sur/Chile/13 de septiembre de 2016/Fuente: elmorrocotudo

Más allá del Simce y excelencia académica, el buen trato también es fundamental cuando hablamos de educación de calidad, así lo explicó Rosa Lozano Riquelme, directora regional de la Superintendencia de Educación.

Videos de escolares golpeándose viralizados en redes sociales o «bromas» al compañero extranjero que lo hacen buscar otro colegio, son algunos de los casos de maltrato escolar que abundan en la prensa. Casos que revelan la forma que como sociedad chilena tenemos para entendernos en la diversidad.

Al escuchar la demanda de la educación de calidad, generalmente lo asociamos a altos puntajes de Simce, excelencia académica y cuanto número asegure que las y los estudiantes egresarán con las mejores condiciones. Sin embargo, dejamos en segundo plano el ámbito de desarrollo de habilidades emocionales, sociales y comunicacionales, como si estos no importaran en la formación del ser humano.

«Cuando queremos un mejor trato al interior de los establecimientos también aseguramos a que los niños sean felices, crezcan y se desarrollen y aprendan en paz, sin ser maltratados sino que siendo bien tratados. Una educación de calidad no sólo es acceso a la educación, sino que también si son bien tratados en el lugar que le dan acceso a ese derecho», explicó Rosa Lozano Riquelme, directora regional de la Superintendencia de Educación.

En este sentido, la Superintendencia desarrolló la campaña en redes sociales «Juntos por un buen trato y una mejor convivencia»,  iniciativa que buscó invitar a las comunidades educativas de todo el país a convivir en las escuelas, en ambientes de respeto entre todos sus miembros: estudiantes, familias, docentes, asistentes de la educación y directivos.

Cifras del maltrato

De acuerdo a las cifras entregadas por la Superintendencia de Educación , el maltrato a estudiantes a nivel nacional aumentó en 28% respecto al mismo períodio (enero-junio) del años anterior.

Especial atención merece la discriminación que en gran cantidad de casos están a la base de las agresiones. En este sentido, Lozano explicó que las denuncias surgen porque no existe una buena comunicación entre los diferentes actores de la comunidad escolar, al mismo tiempo existe un grado de discriminación y prejucio de unos con otros.

Con respecto a las cifras regionales, aumentó en 5 casos más, en específico el año 2015 se registraron 38 denuncias, mientras que el 2016, de enero a junio arrojó 43 casos. «Hemos tenido una crecida en denuncia en términos generales. Sin embargo, si comparamos del 2013 al 2016 en porcentaje de denuncia por maltrato, ya sea psicológico o físico a un estudiante, se registra un porcentaje igual, que es entre el 37 al 40%», dijo la autoridad regional.

Este aumento se entiende porque hay mayor consciencia social y menor tolerancia frente a situaciones de maltrato, entonces se denuncia más. «Hay una situación que es relevante destacar,que tiene que ver con los instrumentos de gestión que han ido mejorando al interior de las escuela, que son conocidos como el reglamento de convivencia escolar, donde es importante establecer los derecho de década uno y las funciones, y como nos vamos a relacionar entre nosotros, Si eso sucede están los canales establecidos y la comunicación será mucho mejor», mencionó Lozano.

Agregó que la familia es crucial en el buen trato al interior de la escuela, por lo que hizo un llamado a la familia a participar en la revisión del reglamento de convivencia escolar.

Desafío

Lozano, que es profesora de profesión, enfatizó que hay gran responsabilidad de los adultos en aprender a incluir más y no discriminar. «El actual marco normativo pone hincapié en que la educación es un derechos social, por eso todas y todos , no importando la condición, deberíamos tener derecho a esa oportunidad,  y no sólo debe resguardarla el Estado, sino que también son correponsanbles la familia y sociedad en general. Implica vamos a reuniones de apoderados, participemos en las decisiones de las escuelas para mejorar el clima en su interior. Y también respetemos a los estudiantes desde lo que nos quieren decir».

«Es un gran desafío, no solo para mejorar la calidad educativa, sino que para democratizar nuestro país, para hacerlo más justo, para vivir mejor, para heredar una sociedad mejor para los niños.Creo que los padres y profesores cuando partimos la jornada lo único que queremos es que los estudiantes sean felices y mejores cada, por eso llamo a la participación, conversación, discusión y considerar a los estudiantes en lo que ellos tienen que decir».

Fuente: http://www.elmorrocotudo.cl/noticia/sociedad/la-discriminacion-principal-base-de-las-agresiones-en-las-escuelas

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La tecnología de comunicación en nuestra convivencia

Por: Fernando Giuliani

Suena a lugar común decir que el desarrollo de la tecnología ha sido vertiginoso en las últimas décadas pero no por repetido este argumento deja de tener significado, especialmente, en lo que tiene que ver con la tecnología de las comunicaciones. Como nunca antes, la era actual muestra un despliegue impresionante de recursos tecnológicos que permiten difundir información y todo tipo de comunicaciones a lo largo y ancho del planeta en tiempo real y a una velocidad avasallante, a tal punto que hace tiempo que se ha superado la capacidad que tenemos para manejar y asimilar esta gigantesca masa informativa que circula constantemente a través de radios, canales de televisión, computadoras, tabletas y teléfonos celulares.

El debate en torno a estos avances tecnológicos siempre estuvo presente y aunque no se pone en duda la valoración que ellos tienen como demostración de ingenio humano y capacidad de desarrollo científico, se dejan abiertas interrogantes y dilemas nada despreciables.

¿En qué medida estos avances nos ayudan a mejorar nuestra convivencia? Además de ofrecer diversidad de alternativas para la comunicación, ¿estas tecnologías pueden tener efectos negativos para las relaciones humanas? ¿Afectan de algún modo nuestras capacidades y nuestras posibilidades de comunicación y de relacionarnos? ¿Contribuyen o no la construcción de una mejor sociedad?

De entrada podríamos decir que no corresponde atribuirles a estas tecnologías un poder propio, como si fueran instrumentos con autonomía capaces por sí mismos de orientar la conducta y las relaciones de los humanos que los utilizan.

Obviamente, la responsabilidad final siempre es de las personas, los grupos y la sociedad en su conjunto, que se debe responsabilizar por la dirección y el sentido que la tecnología tiene en nuestras vidas.

MODALIDADES DE USO NOCIVO

Al respecto, vamos a referirnos a dos modalidades bajo las cuales se utilizan estas redes de manera sumamente nociva.

La primera de ellas, se refiere a la forma en que se han utilizado y se utilizan para producir y reproducir toda suerte de rumores con intereses políticos, los cuales están orientados a generar zozobra, inquietud, temor y sentimientos y pensamientos negativos. Así en buena medida, las redes virtuales se han convertido en verdaderos instrumentos de guerra psicológica que cuentan, lamentablemente, con un inmenso poder de “efectividad”. Sus efectos están a la vista: se han generado, en buena parte de la población, rígidas matrices psicológicas signadas por la frustración, la rabia, la incertidumbre y el temor, así como interpretaciones y versiones de la realidad que muestran en muchos casos verdaderos niveles de irracionalidad. Todo ello, ha contribuido a aumentar el clima de crispación y los efectos mas negativos de la polarización política, obstaculizando la convivencia y las posibilidades de diálogo y encuentro entre las y los venezolanos.

La segunda, tiene que ver con el uso que se hace de las redes para transmitir imágenes de eventos violentos que ocurren en la vida cotidiana y que son puestos a circular a través de fotos o filmaciones que se reproducen en cuestión de minutos. A ellos se expone quien los recibe y que sin mayor reflexión ni tiempo para ponderar lo que significa lo que acaba de ver, ni los efectos que le causa, los retransmite en forma casi automática. No importa si es un linchamiento, un arrollamiento en el Metro, una pelea de adolescentes a las puertas de un colegio o un accidente en una vía vehicular. Con este tipo de contenidos vamos generando una suerte de “intoxicación” psicológica de la cual difícilmente podemos ser conscientes y a la cual nos vamos habituando al punto que terminamos por trivializar contenidos que, en otro contexto, seguramente rechazaríamos con indignación y repugnancia.

REFLEXIÓN CRÍTICA

Con estos dos ejemplos, queremos poner sobre el tapete la necesidad de profundizar sobre la reflexión crítica que debemos hacer como sujetos, madres o padres de familia y como miembros de la sociedad en general, acerca del modo en que estamos haciendo uso de las tecnologías.

De ningún modo debemos caer en la simpleza de satanizarlas ni tampoco podemos ignorar todo lo bueno que de ellas podemos sacar, porque las redes pueden ser un excelente instrumento de difusión y contribuyen con la formación de opinión, con la denuncia, con la difusión de ideas, con el debate político y con la comunicación humana.

Pero debemos reaccionar como sociedad y asumir una perspectiva crítica en torno a este asunto, el cual exige una sólida posición ética, cuyo sustento sigue siendo lo fundamental para la sociedad.

Fuente: http://www.correodelorinoco.gob.ve/opiniones/tecnologia-comunicacion-nuestra-convivencia-opinion/

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Documental: La revolución virtual «El precio de la gratuito»

“Si no estás pagando por algo, entonces tú eres el producto que se vende.”La revolución Virtual – El precio de lo gratuito

En este vídeo tratan de explicar un poco este concepto, y como desde distintas perspectivas, vamos decantando en las mismas conclusiones respecto al valor de la información personal. Así como la evolución de los medios comunicacionales hicieron que el valor de los productos digitales/intelectuales se comporten de forma distinta al de los productos materiales, y por lo que, analizarlos y considerarlos de la misma manera puede llevar a contradicciones gigantes. Es decir, en las producciones intelectuales de fácil distribución el precio se hace asintòtico en cero y cualquier política empresarial que intente obtener ganancias de los mismos está destinada a usar la fuerza (copyright) y luego a fracasar. No hablamos de un cambio hacia un paradigma novedoso, sino de un cambio de medios que nos devuelve hacia una tradición primal del ser humano: “compartir”.

En el doble discurso de los monopolios de la información, esto está muy presente y es por ello que, a pesar de que se pena a quienes comparten conocimientos, cultura, etc por otro lado se incita a “compartir y abrir la vida” ¿Cuando compartimos nuestra vida somos buenos y sociales, pero cuando compartimos un libro o una película somos piratas? El espacio que se disputa es aquel que se encuentra entre “persona a persona”, porque es allí el campo de batalla de la privacidad y de los derechos de autor.

La revolución Virtual – El precio de lo gratuito

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Libro retrata cómo las redes sociales son un tribunal de linchamientos virtuales

04 Septiembre 2016/Fuente: latercera /Autora:Paulina Sepúlveda G.

Texto muestra cómo un error en Internet puede ser motivo de furiosas reacciones públicas

Voy a viajar a África. Espero no contraer el sida. Es broma: ¡soy blanca!”, publicó en Twitter a sus 170 seguidores Justine Sacco, una relacionadora pública de EE.UU. en 2013 antes de abordar su vuelo de Nueva York a Sudáfrica.

Tras tocar tierra, unos 100 mil tuits ya habían sido enviados en respuesta a su broma, tildándola de ignorante y racista. Sacco se convirtió en trending topic mundial. Más de un millón de personas buscaron su nombre en Google. “Pensé que no había manera de que alguien pensará que era literal”, se disculpó poco después. Pero su broma le significó una lapidación pública que la dejó sin trabajo y afectó su salud.

La historia, entre muchas de linchamientos virtuales, fueron recopiladas por el periodista Jon Ronson en su libro Humillación en las redes.

“Ciberlinchamientos”, según establece Ronson, que condenan opiniones, fotos, etc., tal como las flagelaciones públicas de hace siglos. “Las campañas de vergüenza se multiplican y se dirigen no sólo a las instituciones poderosas y figuras públicas”, dijo Ronson en el New York Time.

Detrás de la pantalla

La denuncia por redes sociales cae fácilmente en linchamiento virtual, señaló Ronson.

¿Por qué? Muchas veces la gente se identifica con una denuncia y se adhiere a la causa de forma apasionada e irresponsablemente, responde Karen Pacheco, social media manager de Publicis Chile. “Nadie comprueba fuentes ni verifica hechos. Funar por redes sociales es tan fácil como hacer retuit o a emitir una opinión en 140 caracteres, y lo que lo hace aún más sencillo, es que se hace desde una zona de confort máximo (tras una pantalla), donde nadie ve tu cara y ni siquiera comprometes tu identidad si así lo deseas”.

Michele Ybarra, psicóloga del Centro de Investigación en Salud Pública Innovadora (CiPHR) en EE.UU., que estudia el tema, dice a La Tercera que hay un efecto de desinhibición con la pantalla. Se está más alejado de la gente cuando se mira una pantalla que cuando se mira el rostro de una persona, aclara, “por ello, pueden ser más propenso a decir cosas que no dirías a la cara. Esto es peor en ambientes donde se crea de forma anónima”.

Mónica Peña Ochoa, directora de investigación de la Facultad de Psicología la U. Diego Portales (UDP), dice que las redes sociales no generan especialmente este tipo de respuestas, sino que son el reflejo de un modelo competitivo y agresivo en todas las áreas de la comunicación. “El modelo social y económico chileno se basa en la competencia y eso genera mucha agresividad, un ‘ellos contra nosotros’ que define una sociedad donde el temor a lo distinto y el ataque como defensa priman”, dice.

Si en Internet se dice que alguien está equivocado, no hay mucho que se pueda hacer. Y si bien no hay una agresión física, los comentarios pueden ser brutales  tanto para la reputación, como el entorno familiar e incluso la carrera.

Para Patricio Celis, psicólogo de la UDP, rivalizar es clave para construir la propia identidad. “Defender el pensamiento es una necesidad, en las pautas de convivencia que permiten la construcción de un lazo que posibilita la coexistencia sin destruirnos”.

Pero esa convivencia se tensiona en una lógica de mercado, dice Celis. “Se destruye el lazo social y se exalta el valor de la competencia. Prevalece el cálculo egoísta por sobre cualquier forma de relación entre personas. El otro es percibido como un potencial competidor que hay que derribar, ya que aspira a lograr por todos los medios lo mismo que uno”.

Lo comprueba Ronson. La mayoría de sus entrevistados  fueron despedidos por sus transgresiones en línea. “En las redes sociales no existe elderecho a error”.

Fuente de la noticia: http://www.latercera.com/noticia/tendencias/2016/09/659-694838-9-libro-retrata-como-las-redes-sociales-hoy-son-un-tribunal-de-linchamientos.shtml

Fuente de la imagen: http://static.latercera.com/20160831/2328865.jp

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Las soledades posmodernas y las redes de amor

Por Coral Herrera Gómez

La soledad es una invención moderna.

En el siglo XXI nos juntamos de dos en dos, mejor si es heterosexualmente. Nos unimos en dúos para convivir y para crear familias (o no), en estructuras de dependencia mutua. Dependencia sentimental y económica, dependencia social y afectiva. Cuando estamos sin pareja decimos que estamos solos, pero la soledad es una invención moderna que afecta a los habitantes de las ciudades, lugares donde todos somos personas anónimas y donde nos comportamos como si no tuviéramos nada que ver unos con otros.

Antes la gente vivía en grandes estructuras familiares, en casas amplias donde convivían varias generaciones y parientes sin la misma sangre. La soledad nació en el seno del Romanticismo trágico del XIX, cuando se impuso el individualismo y la gente se encerró en sus nidos de amor para dúos diferentes pero complementarios. Las  calles y las plazas se vaciaron y cada uno miró para lo suyo.

El budismo con su filosofía del desapego no entiende, sin embargo, la soledad como una tragedia: nacemos solos y morimos solos, y los demás nos acompañan en determinadas etapas del camino. En Occidente, sin embargo, la soledad es la gran enfermedad de los posmodernos. Fromm hablaba de la Era de la soledad, de la época en la que necesitamos emociones intensas, necesitamos comunicarnos y compartir, y sin embargo lo hacemos solos desde casa, apretando el dedo sobre las teclas de una realidad virtual.

El derrumbe de las redes de solidaridad en la posmodernidad nos han dejado a todos más solos y solas, especialmente los que no tienen a alguien cerca para compartir su soledad. En lugar de crear nuevas redes, Coca Cola nos dice que en pareja se vive mejor. Por eso buscamos a nuestra “media naranja”, alguien que llene nuestra soledad, que nos acompañe siempre, que no nos abandone.

En un mundo organizado económica, afectiva y socialmente en parejas, la soledad es signo de que algo no va bien. Algunas soledades son elegidas, otras impuestas, pero son pocas las personas que disfrutan del aislamiento. La soledad “obligatoria” nos baja la autoestima, nos produce tristeza, desesperación, miedo, y nos margina socialmente porque vivimos en un mundo de parejas.

Nuestra cultura sigue promocionando el individualismo, el miedo al otro, la desconfianza a los espacios públicos, la xenofobia contra los que vienen de fuera. Pero a la vez nos anima a buscar la felicidad en el amor hacia una sola persona.

Dedicamos demasiado tiempo y recursos en encontrar a la persona ideal, y luego nos encerramos en burbujas de amor, algunos incluso abandonan su vida social. Las separaciones y los divorcios son más duros cuando nos hemos aislado con la pareja; al romper nos quedamos con grandes vacíos, nos sentimos solos “de verdad”. Las parejas de alrededor se vuelcan contigo si eres la víctima, o te alejan si te consideran culpable del divorcio. Nuestras estructuras familiares y sociales caen porque todos los círculos están llenos de parejas. Uno solo desentona y desequilibra la armonía del “dúo”.

Por eso mucha gente busca compañía a cualquier precio y se angustia. Mujeres y hombres cuya pasión absoluta es el amor, la conquista, el sentirse querido, querer al otro, pelearse, reconciliarse. Hay gente a la que se le nota a kilómetros que se encuentra sola y necesita pareja. Gente que necesita ser amada, sentirse acompañada y protegida. Gente que mendiga el amor y se victimiza para parecer más indefensa. Gente que se infantiliza para crear ternura. Gente que se disfraza y se opera el cuerpo para obtener el triunfo social de tener un hombre o una mujer a su lado. Gente que se siente cómoda en la división de roles de género, gente que se encierra en la pareja con candado y echa la llave al Sena en París.

Pese a esta necesidad de “amarrar” al otro, nos atraen de las personas su libertad, su energía,  su poder.  Amamos a las personas en la medida en que son libres; lo curioso es que cuando nos juntamos, tendemos a querer domesticar esa libertad, apoderarnos de ella, aferrarnos con dulzura o desesperación al otro para que no escape de nuestro lado.

La primera herramienta de la que disponemos para fijar las relaciones es la palabra. Cuando el otro me reconoce como compañera o compañero, cuando les decimos a los demás que tenemos una relación, cuando comunicamos nuestro nuevo estado, es cuando sentimos que tenemos pareja. Necesitamos definir las relaciones para sentir que son, que existen. Y además nos comprometemos en público para expresar nuestro deseo de permanecer junto al otro, construir una historia común.

Otros en cambio tienen verdadero terror a la definición y huyen espantados/as cuando oyen palabras que tienen que ver con esa pretensión muy humana de definir y clasificar las cosas, las situaciones, los romances. Necesitan sentirse libres para moverse por el espacio, se horrirzan con las estructuras románticas que suponen rendir cuentas constantemente de donde y con quién estamos. Estas estructuras son más o menos abiertas, más o menos flexibles, pero algunas aprietan demasiado porque están basadas en el control de la otra persona, en la vigilancia de su libertad de movimientos, en el egoísmo y el miedo. Las estructuras más terribles son las que se crean desde los celos, y a menudo significan, para poder permanecer en ellas, chantajes emocionales, llantos y peleas, preguntas y reproches sin fin. Es normal, pues que muchos y muchas defiendan su libertad a capa y espada cuando las estructuras de relación están basadas en luchas de poder y control sobre el otro.

En nuestra época posmoderna, la principal contradicción es, por un lado, el miedo a la soledad y la necesidad de que alguien nos asegure que va a estar con nosotros (firmando contratos matrimoniales si es preciso),  y por otro, una defensa a ultranza de la libertad personal y los espacios propios. Quizás por eso nos divorciamos tanto, y por eso mismo también firmamos hipotecas que nos atan durante más tiempo del que vamos a vivir.

En el caso de las mujeres y los hombres jóvenes, creo que estamos sumidos en la contradicción entre la necesidad de libertad y la necesidad de afecto. Tenemos miedo a la soledad total, pero no queremos atarnos de por vida. Las estructuras de nuestros padres no nos sirven, y por eso estamos probando otras formas de relacionarnos, más flexibles, más cambiantes. A veces buscamos pareja, otras veces buscamos no tenerla; a veces soñamos con príncipes azules, otras veces el principio de realidad se impone y queremos a la gente tal y como es. Nos separamos, nos juntamos, nos chocamos, nos fusionamos, y todo sucede bajo una intensidad y una velocidad que asusta a nuestros abuelos y abuelas.

A pesar de que en el imaginario colectivo la soledad es sinónimo de horror y vacío, la realidad es que a todos nos gusta estar solos de vez en cuando, porque la soledad es un lugar tranquilo en el que nos encontramos con nosotros y nosotras mismas. En ella solemos trabajar nuestras emociones, planear nuestra vida, soñar con retos nuevos, perdernos en los recuerdos, profundizar en ideas que nos vinieron en medio de la vorágine, analizar un acontecimiento reciente, imaginar una conversación, cuestionar la realidad, construir proyectos.

En soledad podemos hacer autocrítica, descubrir por qué nos comportamos de un modo u otro, soñar con un mundo mejor, analizar nuestros sentimientos o perdernos en nuestras fantasías. La soledad es necesaria para la gente que tiene una o varias grandes pasiones. Disfruta de la soledad la gente practica deportes, o la gente que se dedica a crear (escritoras, escultores, bailarines, pintores, videoartistas, diseñadores, cineastas, dibujantes, poetas, cantantes, músicos, coreógrafos, escenógrafos, editoras, artesanas). Disfrutan de la soledad los amantes de los museos, los que aman la lectura,  las viajeras que caminan, los locos del ajedrez o las damas, los coleccionistas de cualquier cosa, los buscadores de setas, los frikis del mundo de los videojuegos, las artes marciales, el Yoga, el Reiki, o la meditación trascendental.

Hay parejas que no toleran las pasiones del otro, hay parejas que las comparten y conservan las suyas propias. Lo que es obvio, según mi punto de vista, es que la pareja no es la solución para la soledad y que todos necesitamos espacios compartidos y espacios propios.  

La soledad depende mucho de cómo nos relacionamos y tejemos redes sociales y afectivas a nuestro alrededor. Por eso si nutrimos con cariño nuestras amistades es más difícil que nos sintamos solos o solos.  Creo que es más difícil sentir la soledad para los activistas que trabajan en colectividad por los derechos humanos, la ciudadanía que se integra en movimientos sociales o políticos, la gente que se une a colectivos espirituales o religiosos, a grupos literarios, a grupos de música o baile, de consumo responsable, de cocina vegetariana, ciclismo urbano, o cooperativas agroecológicas.

Tenemos que trabajar  para cambiar esta sociedad individualista, al fin y al cabo, somos animales gregarios que necesitamos compañía. Sobrevivimos como especie gracias a nuestra capacidad para trabajar en equipo y para construir relaciones bonitas basadas en la cooperación y la ayuda mutua. Si ampliamos nuestros círculos de amistad, si trabajamos en equipo para lograr objetivos comunes y solidarizarnos con los demás,  la vida es menos dura, y tiene más sentido.  Todos necesitamos sentirnos útiles, sentirnos reconocidos por nuestros aportes a la comunidad. Todos necesitamos abrazos, besos, gestos de simpatía y de cariño. Todos necesitamos, en definitiva, querer y sentirnos queridos.

Para evitar las relaciones basadas en la necesidad, la dependencia o el miedo a la soledad, creo que lo importante es fortalecer y mimar nuestras redes sociales. Antes que buscar salvaciones individuales, creo que deberíamos emplear nuestro tiempo y energías en la gente que tenemos alrededor:  vecinos, compañeras de trabajo, amigos, familiares…

Diversificar afectos, querernos mejor, relacionarnos con ternura y empatía, ayudarnos mutuamente, trabajar por el bien común nos ayudará a construir comunidades menos individualistas y más solidarias.

Fuente: http://haikita.blogspot.com/2013/06/las-soledades-posmodernas-y-las-redes.html

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