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Podcast OVE: Carolina Jiménez Martín, nos habla sobre la situación de la mujer en Colombia

Por: Otras Voces en Educación 

No mas Violencia contra la Mujer, derrotemos la cultura patriarcal

Latinoamérica y el mundo viven un despertar de la conciencia colectiva respecto a la situación denigrante del femicidio y el maltrato contra las mujeres. Esta realidad es una muestra de la degeneración social que genera el capitalismo. Las relaciones humanas son cada día más permeadas por la lógica de la mercancía y el lucro, que supone la competencia, la dominación y la violencia verbal, psicológica, física y de clase social.

Desde Otras Voces en Educación nos sumamos al aleteo de millones de mariposas y luciérnagas que le gritamos al mundo que no puede haber libertad, desarrollo sostenible ni humanidad si continua siendo la violencia contra la mujer un problema de nuestras sociedades.

Por ello, le hemos pedido a mujeres de distintas geografías que nos digan que se esta haciendo para saber cómo podemos juntarnos mucho más.

Carolina Jiménez Martín:  Es profesora investigadora del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia , es actualmente la directora de ese Departamento. Es investigadora del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales donde funge actualmente como Coordinadora Nacional de esta importante asociación junto a otros académicos y líderes ha participado en equipos que hacen seguimiento al proceso de paz en Colombia

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Masivas marchas en América Latina en el Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer

Noticia/27 Noviembre 2019/Nodal

25N en México: “Somos el grito de las que ya no están”

En una sola voz miles de mujeres se unieron ante el hartazgo e indignación por las ineficientes investigaciones que nunca llegan a nada en un país donde la taza de feminicidios rompió récord y lo colocó como el segundo país de América Latina y el Caribe con más feminicidios, debajo de Brasil, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).

En silencio, con gritos, vestidas de negro o con el rostro cubierto y acompañadas por un “cinturón de paz” (mujeres que trabajan en el gobierno CDMX, encabezado por Claudia Sheinbaum), salieron a las calles a gritar lo que siempre debió ser un derecho: respeto y seguridad.

Grafitis, vidrios rotos, pinta de monumentos,  fueron parte de las acciones que colectivos de grupos feministas dejaron a su paso desde la columna del Ángel de la Independencia hasta el plancha del Zócalo capitalino

Al grito “¡Violan mujeres, protegen monumentos!”, miles de mujeres reprocharon qué cerca de 2 mil 516 mujeres policías estuvieran resguardando la marcha y no su seguridad.

En México de enero a septiembre de 2019, 2 mil 833 mujeres han sido asesinadas, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).

“Señor, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en frente de la gente”; “Somos el grito de las que ya no están”; “No nací mujer para morir por serlo”; fueron parte de las consignas para exigir un alto a la violencia contra las mujeres.

La marcha por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, finalizó en el Zócalo, donde diferentes colectivos recordaron las cifras y exigieron respuestas inmediatas, a las miles de mujeres desaparecidas y asesinadas.


#25N Mujeres diversas de Paraguay salieron a las calles contra la violencia machista

Más de 3.000 mujeres rurales, activistas, bañadenses, lesbianas, trans, cis, estudiantes y trabajadoras sexuales se movilizaron por las calles de la ciudad de Asunción (Paraguay), para exigir #BastaDeFemicidios, discriminación y violencia machista. Lo hicieron bajo el “No nos callamos más”, en el Día de la eliminación de la Violencia contra la Mujer, #25N.

“Las mujeres lesbianas también sufrimos violencia, y tenemos doble discriminación. Uno de los primeros ámbitos es en la familia, cuando nosotras manifestamos nuestra orientación sexual y encontramos reproches, castigos. También sufrimos violencia en nuestro ámbito laboral donde se nos obliga a ocultar nuestra identidad o sufrimos despidos injustificados”, expresó Carol Sotelo, activista de la agrupación Lesvos.

La marcha fue convocada por la articulación feminista a las 16:00. Las concentraciones tuvieron lugar  en las Plazas O’leary y de la Democracia, donde hubo ferias de ropas, pañuelos, artesanías y comida. Cerca de las 18:00 las columnas marcharon hacia la Costanera de Asunción.

Bajo un sol intenso, cientos de adolescentes maquilladxs con glitter cantaban “che rete, che mba’e” y sobre la caída del patriarcado, mientras jóvenes vestidas de amarillo estaban encargadas de la seguridad.

“Salir del armario siendo profe es una responsabilidad para los alumnes porque llena ese espacio cultural que falta en la historia. Por ejemplo, no podemos enseñar literatura y hablar sobre Federico García Lorca sin contar que lo mataron por ser gay. A esta gente que me dice que no me meta con sus hijos les contesto que me tengo que meter porque yo les enseño, no solamente a leer y a escribir, sino también a aceptar diferencias: diferencias de cuerpos, sexuales y neurológicas”,apuntó Natalia López, mujer lesbiana y profesora de inglés del colegio de la Asunción.

Por la inclusión de las mujeres trans

Las mujeres trans también reclamaron acceso a derechos económicos, sociales y culturales para todas las mujeres en toda su diversidad. Además, exigieron justicia y reparación de los crímenes de odio contra elles, incluyendo los 61 asesinatos que se registraron en Paraguay desde el final de la dictadura en 1989 que permanecen impunes al día de hoy.

“La resistencia trans, la resistencia de las mujeres tienen que hacer que nosotras nos fortalezcamos”, dijo la activista por los derechos humanos y referente de Panambi, Yren Rotela a Presentes, consultada por el avance del sector antiderechos “Con mis hijos no te metas”. “Es es un mensaje de odio muy peligroso hacia el colectivo de mujeres diverso”, agregó.

“Ahora nuestro objetivo principal es Casa Diversa, que es un proyecto nuevo del que formo parte, dirigido por Yren Rotela. Tenemos chicas menores de edad que están albergadas en esta casa trans, y están en necesidad, en situación de calle o no son aceptadas por la familia”, continuó Tami Tozzy, activista trans de Casa Diversa.

Mujeres bisexuales, presentes!

Andrea Areco, de la organización feminista La Feroz Colectiva contó que se siente libre de asumirme como bisexual, “libre de poder visibilizar esta identidad como una identidad que no es una transición, que no es sinónimo de promiscuidad, que no es sinónimo de ninguna cosa solamente. Es una identidad con la que muchas mujeres y hombres nos sentimos identificados. Quiero decir basta de la invisibilización de la bisexualidad. Existimos, estamos, nos percibimos, nos queremos sentir libres, plenos y plenas”.

A pesar de que en Paraguay existe la Ley de Protección Integral a las Mujeres, contra toda Forma de Violencia, en lo que va del año se registró 51 casos de femicidio en nuestro país, y 164 intentos de femicidio, según los datos arrojados por el Observatorio de Violencia de Género. Siendo el último registrado el de Lidia Meza, la joven de 18 años asesinada en la Agrupación Especializada de las Fuerzas Armadas.

Entre las colectividades que marcharon ayer destacaron Aireana, Lesvos, La Feroz Colectiva, la Plataforma Universitaria Feminista (PUF), Escalando, Panambi, Conamuri, Amnistía Internacional, Fuerza Común y el movimiento de izquierda Frente Guasu. Al mismo tiempo, alrededor de 15 personas autodenominadas “pro vida” se manifestaron delante del Panteón de los héroes contra de la movilización feminista, y gritaban tímidamente “¡Que viva la religión!”. Entre elles, estaba Gabriela Vergara, conocida por la militancia antiderechos en redes sociales. “Equipo patriota defendiendo el patrimonio nacional de la marcha feminista victimista”, escribió hoy desde su cuenta de Facebook en la leyenda de una fotografía.

El final del recorrido en la Costanera desembocó en un escenario donde se leyeron los nombres, la modalidad del femicidio y el estado de la causa de las mujeres asesinadas durante 2018. En un ritual sororo, las mujeres manifestadas cantaron al unísono: “Ni una menos, vivas nos queremos”. Cuando tocó el turno de Meliza Fleitas, un grito colectivo se extendió a lo largo de toda la movilización: “No estamos todas, nos falta Meliza”.

Agencia Presentes


#NosotrasMarchamos25NOV: Declaración de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres

Como año a año, hace casi dos décadas, convocadas por la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres y otras organizaciones feministas, miles de mujeres saldremos a las calles en Chile y América Latina durante este lunes, en el marco del 25 de noviembre, Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres.

En más de 50 localidades en todo el país, mujeres y niñas se organizan para levantar distintas acciones en repudio a la violencia patriarcal.

A las diversas manifestaciones de violencia machista que por décadas organizaciones feministas hemos denunciado, desnaturalizado y trabajado en erradicar, hoy vuelve a emerger con fuerza el llamado a repudiar y no tolerar la impunidad en decenas de casos de violencia política sexual, perpetrados en el actual contexto político por militares y policías con la venia del gobierno de Sebastián Piñera, mayoritariamente contra niñas y mujeres, como también niños, cuerpos racializados y disidencias sexuales.

La violencia contra mujeres es un problema político, económico, social y cultural, transversal a todos los espacios que habitamos, tanto públicos como privados. Afirmamos que la violencia contra nosotras es un problema estructural, asentado en las bases de las sociedades patriarcales como la nuestra y que produce y reproduce desigualdades entre mujeres y hombres y disidencias sexuales.

Las feministas hemos dicho incansablemente que la violencia contra mujeres es un problema urgente, que atañe a la sociedad en su conjunto y que tiene distintas expresiones: algunas más visibles como las decenas de mujeres víctimas de femicidio que durante este año ya suman 58, y otras más naturalizadas, como las dobles jornadas que recaen en las mujeres: trabajo remunerado al que se le agrega el invisibilizado e inagotable trabajo doméstico y de cuidados; las pensiones de miseria que, si son indignas de manera general, en el caso de las mujeres se profundiza; las brechas salariales, los trabajos informales, las lagunas previsionales, las isapres que castigan a las niñas y mujeres por tener útero; un sistema judicial que perjudica a las mujeres, que deja libre a agresores y violadores, que realiza investigaciones negligentes cuando desaparecemos, que nos expone a las voluntades de los fiscales, que permite que el 60% de los padres denunciados por no pago de pensión de alimentos no se pongan al día jamás.

A lo anterior se suma que en un contexto como el actual, las mujeres que viven violencia explícita están aún más expuestas: las policías concentradas en reprimir cancelan sus funciones habituales y es así como se dejan de tomar denuncias por violencia y agresiones sexuales, se paralizan los juicios en curso, dejan de funcionar las ya ineficientes medidas cautelares. Si ya antes decíamos que no había un Estado que garantizara vidas libres de violencia para mujeres y niñas, ¿qué Estado puede existir cuando es el mismo aparato el que avala la continua vulneración de derechos humanos?

Las mujeres somos parte central del movimiento social que hoy reclama en las calles por vidas dignas y libres de violencia, imposibles bajo el modelo capitalista, racista y patriarcal imperante. Es por eso que la visibilización de nuestras demandas, nuestra participación e incidencia es primordial.

No aceptaremos acuerdos entre cúpulas políticas elitistas que negocian a espaldas del pueblo movilizado, desconociendo que las demandas nacen desde la calle y los espacios territoriales de reflexión y vivencias colectivas. Se niegan las graves violaciones a los derechos humanos perpetrados desde el inicio del estallido social y se criminaliza la protesta al posicionarla como un problema de orden público.

Hoy se abre la posibilidad histórica de derribar uno de los grandes cimientos de la dictadura, como lo es la Constitución, por lo que no podemos permitir que este proceso excluya una vez más a mujeres, niñas, niños y adolescentes, disidencias sexuales, afrodescendientes, pueblos indígenas y otros grupos históricamente vulnerados. Por eso exigimos una Asamblea Constituyente paritaria, plurinacional y con escaños reservados para población LGBTI+ y personas en situación de discapacidad, cuyo funcionamiento sea resuelto al interior de la misma.

Hoy, vestidas de negro, seremos cientos las mujeres que caminaremos juntas, portando un lienzo con un mensaje claro: NINGÚN ACUERDO SIN NOSOTRAS. Y con nosotras llevaremos los más de mil nombres de las mujeres y niñas que este sistema ha permitido que sean asesinadas desde el año 2001 hasta la fecha.

Red Chilena contra la violencia hacia las mujeres


25N CONTRA LA IMPUNIDAD: La violencia sexual es violencia política

Este 25N, Día Internacional de Lucha por la Erradicación de las Violencias contra las Mujeres, los feminismos latinoamericanos salimos a la calle contra el golpe en Bolivia y contra el terrorismo de Estado en Chile. La violencia sexual es violencia política. Decimos NO a la impunidad frente a los asesinatos. torturas, secuestros, desapariciones, abusos, vejaciones y violaciones. Esta violencia tiene la intención selectiva de desarticular la potencia de los feminismos y de los movimientos disidentes. La violencia sexual es violencia política contra quienes hacemos frente al neoliberalismo, su sistema de endeudamiento, obediencia y explotación, y experimentamos, inventamos o recuperamos formas de encontrarnos que encienden el deseo, y la necesidad de otra vida.

Mientras nos levantamos en los territorios , los ejércitos han vuelto a las calles de América Latina. La cacería es evidente. Los gobiernos dan vía libre y amparo a las fuerzas de “seguridad”, habilitándolas a mutilar y violar con saña específica a mujeres y a cualquier identidad disidente de la heterosexualidad normativa, impuesta también a bastonazos. La policía, en tanto, dispara a los ojos de pueblos que han vuelto a levantar irreversiblemente la mirada. Los ejércitos y la policía militarizada en las calles, desde Bolivia a Haití, desde Chile a Ecuador, desde Wallmapu y por todo Abya Yala, abren las heridas no cicatrizadas del funesto y orquestado Plan Cóndor y de los terrorismos de Estado impuestos hace cuatro décadas en cada territorio de nuestra América. No perdonamos ni olvidamos ningún golpe. La impunidad actual es expresiva de la impunidad histórica de democracias que pactaron justicia en la medida de lo posible. Impunidad sobre la que se acordó la continuidad del régimen neoliberal impuesto a sangre y shock, y que ha garantizado la permanencia del terrorismo del Estado en los territorios.

Las feministas decimos NO al acuerdo que consagra la impunidad del gobierno asesino de Piñera. Exigimos su renuncia ya. Decimos NO al golpe de estado racista y fundamentalista en Bolivia que va detrás de la consolidación de un modelo extractivista transnacional asesino.

Hoy, con la narrativa de combatir el narcotráfico y de imponer la seguridad interior, también se militarizan nuestros barrios y nuestras calles. Consagrando las tropas a la Biblia, como cruzados medievales, apuntan contra las organizaciones horizontales de los territorios que defienden la tierra, el agua, el aire, las plantas y los animales como parte de una cosmovisión que consideran “superada”, pero que resulta subversiva para el neoliberalismo extractivista. El asesinato de lideresas territoriales, y especialmente de referentas de comunidades indígenas y afrodescendientes, no se detiene ni en Colombia ni en Nicaragua, ni en Chile, ni en Brasil. Somos también la tierra que quieren saquear, somos el agua que privatizan, y somos las plantas y animales que explotan y torturan. Somos nosotras contra la deuda, como dicen las feministas en Puerto Rico. Por eso gritamos desde todas las regiones de nuestro continente: ¡no somos sus recursos disponibles ni somos superficies dóciles de normalización! Denunciamos la alianza entre el extractivismo, el racismo y los fundamentalismos religiosos que nos disputan el control de nuestros cuerpos-territorios: ahí es donde se anuda el racismo con la avanzada neocolonial.

Mientras se agudiza la precarización de la vida, se recrudece la violencia machista que atraviesa las relaciones en que esa vida se sostiene y se renueva cada día. Los alfiles ideológicos de las derechas, las religiones nuevas y viejas, quieren volver a encerrarnos en nuestras casas, donde nos matan y nos explotan. La violencia sexual es violencia política, lo repetiremos hasta que nos oigan. La familia cerrada e idealizada que defienden las religiones como paradigmas del orden es muchas veces directamente nuestra tumba y tantas otras la finca de esclavas donde los estados capitalistas extraen de nuestro tiempo el valor de un trabajo no remunerado: los cuidados que damos, las redes que sostenemos, los servicios que proveemos; en fin: la reproducción de la vida. Esa familia cerrada con la autoridad paterna decadente y celebrada es el caldo de cultivo donde se cuecen los femicidios y el abuso sexual, donde se reproduce la violencia machista. Nos matan en nuestras casas e intentan convencernos de que el peligro está afuera, y que los milicos están para cuidarnos. Hoy, dentro y fuera del hogar, crece el peligro para nosotres.

Las revueltas y desobediencias plurinacionales que vivimos han descompuesto la normalidad neoliberal y las continuidades coloniales. La guerra se intensifica ahora contra toda rebeldía. Decimos NO al pacto de caballeros que nos endeuda, nos empobrece, nos excluye y nos quiere sumisas. Decimos NO a la intervención del FMI que nos hipoteca y modula nuestras formas de vida. Decimos NO a los pactos por arriba y a espaldas de los movimientos, que clausuran nuestras formas deliberativas y de decisión política. No queremos la falsa felicidad del consumo irrestricto sostenido en nuestra pobreza estructural y en nuestra imposibilidad de decisión. La violencia política sexual hoy nos quiere como botín de guerra. Pero estamos alerta, hemos tejido nuestros acuerdos y nuestras divergencias, lejos de dividirnos, nos fortalecen, porque sabemos que la política que hacemos no es vertical, porque no buscamos disciplinarnos sino abrir sentidos, pensar juntes y cambiarlo todo. Como decían las feministas chilenas en los 80: hoy, más que nunca, somos +.

Ahora que estamos juntes, nos acuerpamos para enfrentar este mundo que da terror. Para desarmarlo. Porque estamos para nosotres y nos mueve el deseo de una vida que valga la pena vivir

Fuente: https://www.nodal.am/2019/11/masivas-marchas-en-america-latina-en-el-dia-de-la-eliminacion-de-la-violencia-contra-la-mujer/

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Qué es la violencia de género

Por: María Sahuquillo.

 

Y no hay una única forma de violencia de género, sino varias, que pueden clasificarse dentro de violencia física, sexual o psicológica.Una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física o sexual en todo el mundo, mayoritariamente por parte de sus parejas o exparejas. En casa, en la calle, en el espacio de trabajo, como advierte ONU Mujeres, la violencia contra las mujeres es una pandemia mundial de consecuencias nefastas.

Violencia por el compañero sentimental

Más del 30% de la población femenina del mundo ha sufrido violencia física o sexual de su pareja o esposo. Esta, la ejercida por parte de los compañeros sentimentales, es la forma más frecuente de violencia contra las mujeres. De hecho, se estima que en uno de cada dos mujeres asesinadas al año, el autor es su pareja o un miembro de la familia. Sin embargo, todavía hay un tercio de los países del mundo que no tienen leyes para afrontar esta lacra.

Violencia sexual

La violencia sexual es todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones no deseados. También es violencia el uso de la sexualidad de una persona mediante coacción por parte de otra persona, sea cual sea su relación con la víctima o las circunstancias en las que se produce la relación, según la definición de ONU Mujeres.

La violación —tanto dentro del matrimonio, como por parte de conocidos o extraños—, los avances sexuales no deseados o el acoso sexual; los abusos sexuales y la convivencia o matrimonio forzado son violencia sexual.

Trata y explotación sexual

La trata de seres humanos es la adquisición y explotación de personas por medio de la fuerza, la estafa o el engaño. Se estima que 4,5 millones de personas de los 21 que realizan trabajo forzoso son víctimas de explotación sexual. El 98% de ellas son mujeres y niñas, según cálculos de ONU Mujeres.

Ablación

Como mínimo 200 millones de mujeres y niñas que viven hoy en día se han visto sometidas a la mutilación genital en 30 países. En casi todos ellos, la ablación se practicó a la mayoría de las niñas antes de que cumplieran cinco años. La ONU considera la mutilación genital —procedimientos que alteran o causan intencionadamente lesiones en los órganos genitales femeninos por motivos no médicos— una forma de violencia contra la mujer. La mutilaicón genital femenina además de un dolor extremo y secuelas psicológicas conlleva graves riegos sanitarios, entre ellos la muerte.

Matrimonio infantil

Cómo garantizar plenamente que una menor de edad presta su consentimiento a un matrimonio de manera libre. El matrimonio infantil es una de las formas de violencia contra la mujer por las grandes dudas que existen sobre la libertad con la que la menor llega a la unión. En muchos casos, las niñas acceden por presiones familiares, sociales o económicas. Además, el matrimonio infantil implica, según ONU Mujeres, que las niñas ponen fin a su educación en la mayoría de los casos. También tienen un mayor riesgo de sufrir violencia por parte de su compañero.

Fuente del artículo: https://elpais.com/internacional/2016/11/25/actualidad/1480079741_411374.html

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‘No’, siempre es ‘no’: La violencia sexual y el contexto, un debate interminable

Por: Aglaia Berlutti

Ocurra en un callejón a oscuras o la habitación matrimonial, el dolor y las implicaciones son las mismas.

La palabra consentimiento sigue siendo un término extraño entre las relaciones de pareja actuales, y lo es porque una buena parte de nuestra cultura todavía lo analiza desde una concepción que implica que el sexo en el matrimonio, el noviazgo y toda esa plétora de términos para definir el amor moderno, siempre es consensuado. Para la mayoría, lo que ocurre en la cama entre un hombre y una mujer unidos por un vínculo legal o romántico, es privado. Pero en realidad, hay algo más turbio en medio de esa idea, más inquietante y doloroso.

Lo pienso mientras veo un corto para redactar el artículo que usted, hipotético lector, está leyendo ahora mismo. La escena no puede ser más común: una pareja intenta decidir cuál película verán para pasar un buen rato. Se sonríe el uno al otro, juguetean. Él la besa y la abraza con deseo. Ella sacude la cabeza, le empuja de manera cariñosa y deja bien claro que esa noche, no desea sexo. Pero él insiste. La toca y la abraza, en un intento de seducirla. Ella le explica ahora a las claras que no quiere. Intenta alejarlo. Se le ve tensa, un poco incómoda. Pero él la ignora e insiste. La tiende en el sofá, los envuelve a ambos en una sábana. Y de pronto, el sexo ocurre. A pesar de la negativa de ella, de su evidente angustia. Del rostro tenso, el cuerpo paralizado de algo parecido a la impotencia. Al final, él se tiende al lado ella y sonríe, satisfecho. “¿Qué película veremos hoy?”, prosigue, como si nada hubiera ocurrido. Ella se queda en silencio, temblando. Los ojos entrecerrados e indiferentes.

Este es el argumento del corto Je suis ordinaire (título traducido al castellano como Soy ordinaria) que hace unos años, despertó todo tipo de comentarios y debates en las redes sociales. No sólo por el hecho que puso en el tapete una vez más el incómodo tema de la cultura de la violación, sino porque lo hace desde una dimensión que pocas veces se nota y que suele pasar desapercibido: el consentimiento sexual en la pareja. La pieza audiovisual está cargada de simbolismo y, de hecho, es esa noción sobre la violación como algo cotidiano lo que provoca incomodidad y sobre todo, deja muy claro las intenciones de una situación que es muy habitual. Desde una mención específica a la película Irreversible de Gaspar Noé — en la que la actriz Mónica Bellucci protagoniza la que es quizás la escena de violación más explícita de la historia del cine — hasta el hecho que no hay nada especial ni violento en los minutos de metraje, el corto contextualiza el abuso sexual desde una esfera por completo nueva. Y lo hace con un profundo sentido de la oportunidad y de la importancia de otorgar relevancia a un tipo de violencia que rara vez se analiza en voz alta. El resultado es una singular y angustiosa mirada a esa otra violencia sexual que no se contabiliza y que muy pocas veces, forma parte de la estadística de la agresión y el abuso.

El corto se publicó en el canal de Vimeo de Chloé Fontaine, escritora, productora y también protagonista de la historia, y alcanzó casi un millón de reproducciones. La versión en subtítulos — tanto en español como en inglés — no tardó en llegar a la web y el efecto fue inmediato: el material se convirtió en un fenómeno viral que desató todo tipo de controversias y críticas. ¿Se puede hablar de violación en el contexto de una relación de pareja? ¿Se analiza la idea de una agresión como parte de un entorno cotidiano? ¿Es necesaria la violencia directa para asumir la existencia del abuso sexual?

Fontaine se cuestionó todo lo anterior a través de una serie de ideas y análisis sobre la violación desde una perspectiva mucho más compleja de lo habitual. Una hipótesis que nació tras sostener una incómoda conversación con una amiga quien admitió haber mantenido sexo no consentido con su pareja en más de una ocasión. “Me contó que una noche, al volver a casa con su pareja, todo iba bien hasta que se fueron a la cama. Él quería hacer el amor, ella no. Se puso a insistir, más y más. Ella siguió diciéndole que no le apetecía. Y él insistía. Ella me dijo que no quería nada pero era la única solución para que él le dejara tranquila…”, contó Fontaine al suplemento Verne del periódico El País. Para su sorpresa, muy pronto constató que no se trataba de una situación única: varias de sus amigas le contaron sobre situaciones similares. En uno de los casos incluso, una de las afectadas admitió que la presión había sido más que una directa manipulación verbal: su novio por más de cuatro años la había sujetado a la cama y la había obligado a mantener relaciones sexuales a pesar de haberse negado de manera muy explícita. Cuando Fontaine le sugirió que llamara a lo sucedido “violación”, la mujer se negó a hacerlo: “No puede ser una violación. Es mi novio”.

Se trata de un fenómeno corriente. La palabra violación y sobre todos los límites que definen lo que puede o no ser una agresión sexual, continúan siendo poco claros para nuestra cultura. Una estadística confusa y peligrosa que sugiere límites borrosos entre lo que podría considerarse una agresión: tal pareciera que para nuestra sociedad hay una constante discusión sobre la culpa o la responsabilidad de quien sufre el hecho de violencia sobre su agresor, como si el mero hecho que se trate de una agresión directa no fuera suficiente como para definir que se trata de un hecho inadmisible. Mucho más preocupante aún, la violación no se percibe como un delito absoluto, sino que al parecer hay toda una serie de atenuantes directos que parecen “disculpar” la violencia. Se habla sobre la “provocación”, qué pudo hacer — o no — la víctima para evitar lo que vivió y, de hecho, en numerosas sociedades, la violación continúa considerándose un delito en entredicho, una especulación sobre un hecho violento cuya víctima podría no serlo.

Fontaine lo pone claro a través del corto que dirige y protagoniza pero también, gracias a la discusión que continúa suscitando. De pronto, no parece tan sencillo analizar la violencia sexual como un elemento absoluto o con características claras, sino una percepción sobre la libertad sexual más relacionada con el consentimiento y la capacidad que cualquier otra cosa, un elemento aún en debate incluso legal y que provoca que el mero pensamiento de una agresión en una pareja resulte incómodo. No obstante, el cuestionamiento inmediato que supone la idea que plantea y engloba el corto de Fontaine va más allá de una definición directa sobre lo que un delito sexual puede ser. ¿Qué ocurre si la violación es algo más que un hecho de violencia de límites medibles y verificables? ¿Cómo puede analizarse la violación sino implica violencia física directa? ¿Qué pasa con las mujeres violadas que no creen que deban defenderse, que no gritan o golpean para evitar ser agredidas? ¿Cómo puede definirse la violación cuando el contexto normaliza la agresión y además, lo convierte en un hecho corriente? ¿Existe un perfil que haga válida o creíble una violación? ¿Cuándo la violencia es menos o más directa? ¿Cuándo el miedo es más destructor? ¿Qué ocurre con la mujer abusada por el esposo? ¿Qué pasa con la mujer que bebió y llevaba una falda corta? ¿Es menos violento y devastador el abuso sexual porque la mujer no gritó ni golpeó a su agresor? Es un pensamiento inquietante, porque asume la idea que existe violaciones “reales” y las que no lo son tanto. ¿Una cita que salió mal quizás?

Es un pensamiento inquietante ese: un elevado porcentaje de violaciones ocurren entre la pareja que, a la mañana siguiente, deberá compartir la mesa, la conversación matutina, el viaje en el coche. Que debatirá sobre la salud de los hijos en común, que tomará unas copas juntos. Un tipo de violencia latente, inquietante, siniestra. En muy pocos países hay estadísticas claras, y las muy escasas disponibles no reflejan la crueldad de una circunstancia que enfrenta a la mujer con una idea cultural que no controla y la supera. Porque cuando hablamos de violación, no hablamos de sexo, sino de poder. Una forma de control directa y agresiva sobre la víctima. La destrucción de la identidad y la individualidad de quien sufre la violencia.

Ocurra en un callejón a oscuras o la habitación matrimonial, el dolor y las implicaciones son las mismas.

¿Cuántas mujeres son violadas por sus esposos, maridos, amantes? ¿Cuántas mujeres deben lidiar con la idea que el mismo hombre con quien comparten la vida en común, también es capaz de un tipo de violencia inmediata y brutal? ¿Cuántas víctimas deben soportar relaciones sexuales no consentidas porque nuestra cultura no contempla el hecho que el consentimiento es necesario e imprescindible incluso entre un hombre y una mujer unidos por vínculos legales y emocionales? Tal vez se deba a que una violación parece menos terrible, menos cercana, si podemos entender qué ocurrió, si somos capaces de asumir que pudo haberse evitado, que no es un acto de violencia gratuita, cruel y sin sentido. Por ese motivo, para mucha gente, una violación debe ser un hecho sin matices, directo y evidente: la violación solo ocurre si el caso es extremo y demostrable. Que no quede duda, pues, que la víctima fue maltratada, coaccionada, herida, violentada, aterrorizada. Solo así, la sociedad baja la cabeza, asiente con preocupación y murmura muy preocupada sobre lo salvaje del agresor, sobre el castigo que merece por haber cometido un crimen. Quizás por desconocer las numerosas posibilidades que supone un acto de violencia semejante, el ciudadano de a pie siempre condenará una violación si puede asumirla como inevitable. Un pensamiento inquietante que tiene innumerables y duras implicaciones.

Los argumentos anteriores pueden parecer dramáticos, exagerados. Incluso extremos. Después de todo, la violación es un hecho de violencia que aún continúa arrastrando cierta culpabilización de la víctima. No existe una sola legislación que no intente demostrar una agresión sexual sin establecer si quien la sufrió pudo defenderse de manera visible. Todavía ninguna idea sobre la violencia sexual parece incluir la noción de que el sexo no consentido no sólo implica la violencia física, sino también la moral. ¿Cuántas veces no se insiste en que la víctima pudo haber evitado la violación cambiando su manera de vestir? ¿Cuántas veces no se sugiere que la víctima incitó al violador por su manera de hablar, de bailar o cuanto pudo beber antes de la agresión? ¿Cuantas ocasiones la víctima debe demostrar que a pesar de su edad o lo que pudo hacer fue víctima de la violencia? Son percepciones culturales que parecen sostenerse sobre el estereotipo del instinto “irreprimible del macho” y la cualidad “tentadora” de la mujer. Y de nuevo, la gran pregunta que me hago es: ¿Por qué un crimen de violencia sexual debe ser analizado como culpa y responsabilidad? ¿Que hace que un delito sexual sea menos absoluto, menos evidente? ¿Se debe a que la víctima debe demostrar su miedo y angustia? ¿Hacerlo bien visible? Y si no lo hace… ¿es menos grave, más angustioso, menos doloroso?

Muchas veces, la violación no es solo un acto de violencia, es una opinión social: sobre la víctima, el agresor y la circunstancia cultura que asimila la violación como un hecho confuso de múltiples interpretaciones. Una idea peligrosa y sobre todo que conlleva un riesgo evidente y directo: el de normalizar — asumir como cotidiano — un tipo de agresión violenta que destruye la identidad de la víctima. Ocurra en un callejón a oscuras o la habitación matrimonial, el dolor y las implicaciones son las mismas.

Fuente: https://www.huffingtonpost.es/entry/no-siempre-es-no-la-violencia-sexual-y-el-contexto-un-debate-interminable_es_5dacdeb2e4b0f34e3a77e989

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Manosear niñas (no) es delito (en El Salvador)

Centroamérica/El salvador/14 Noviembre 2019/El país

En un país en el que una de cada diez denuncias de abusos a menores llegan a condena, la Cámara Penal no aceptó como delito el tocar la vulva de una niña de diez años sobre su ropa

En los últimos años, El Salvador ha sido un país conforme. Y no porque todo vaya bien. Al contrario: conforme porque, cuando todo va mal, en la debacle queda poco por hacer. Tras la guerra civil, ha ganado varias veces el triste podio del más homicida del continente. Es un país de apenas 6,5 millones de habitantes que permite que, en promedio, dos mujeres mueran a manos de sus parejas cada mes, y que hace oído sordo a las estadísticas que hablan de 12 denuncias por delitos sexuales cada día. Pero en la última semana, ese país conforme y derrotado por la violencia no aceptó un hecho: no aceptó que una Cámara Penal concluyera que tocar la vulva de una niña de diez años, sobre la ropa, no es delito.

Para quienes nacimos después de los Acuerdos de Paz de 1992, la protesta en las calles no ha sido una opción real para mostrar descontento ciudadano. Al menos no generacionalmente. Crecimos con madres listando muertos y recordando el ruido de las balas de la década de los ochenta, cuando miles de salvadoreños salían a protestar contra la represión estatal.

Con traumas de la guerra aún no resueltos, los nacidos en la posguerra y en colonias obreras aprendimos a callar por otras cosas. Quienes nos enseñaron el silencio en las últimas décadas fueron las pandillas. Su orden está escrita en los pasajes y calles de un sinfín de comunidades que controlan: “Ver, oír y callar”, ha sido la premisa. Y en general, el mandato se ha acatado. Cuando las familias salvadoreñas hablan de los pandilleros, no se les nombra así. Se habla de “los muchachos”. Cuando alguien dentro de una comunidad se atreve a contar la última extorsión o la última paliza que los muchachos han propinado, lo dice “quedito”, en susurro. El miedo convierte la queja en murmullos y silencio. En El Salvador, una marcha en contra de los asesinatos cometidos por la Mara Salvatrucha 13 o por el Barrio 18 sería impensable. Se ha aprendido que nombrar el descontento puede costar la vida.

La semana pasada, el silencio generalizado ante la violencia se rompió. Y empezó a resquebrajarse por la grieta de los abusos sexuales. En los juzgados salvadoreños, solo una de cada diez denuncias de abusos a menores llegan a condena. El 90% de los abusos denunciados quedan en la impunidad. Pero el lunes 4 de noviembre, cientos salieron a las calles con una consigna: “tocar a una niña sí es delito”.

Este hervidero de gente enojada en la calle empezó a prender en febrero, cuando Eduardo Escalante, un magistrado del Órgano Judicial, llegó en su carro a una colonia obrera y, según la acusación fiscal, tocó la vulva de una niña de diez años que jugaba con su vecino alrededor de un árbol. El hombre huyó a pie cuando familiares de la niña lo increparon, pero dejó su carro en el lugar. Así lograron identificarlo. Se le acusó de agresión sexual a menor, un delito castigado con una pena de ocho  a 12 años de cárcel. Pero la Cámara que conoce el caso, conformada por dos magistrados, concluyó la semana pasada que la conducta de la que se acusa al abogado es, a lo mucho, una falta que conlleva una multa de diez a treinta días de salario.

La resolución cayó como agua hirviendo sobre gente que acostumbra a apartarse de los problemas ajenos. Quemó. Y muchos en el país centroamericano, que acepta con normalidad la violencia en sus máximas expresiones, se hartaron. Una mujer dueña de 25 taxis, mandó a todos sus conductores a escribir “Tocar niñas sí es delito” en los parabrisas de cada uno de los carros. Las pancartas, repitiendo la misma consigna, se han visto por toda la ciudad. El presidente de la república ha hecho eco de la causa tuiteando al respecto. El movimiento feminista se ha asegurado de que el caso no se convierta en un signo del que intenten sacar rédito los políticos, a quienes negaron la palabra durante la protesta. Una movilización en defensa de las niñas y las mujeres empieza a despertar en una sociedad que por décadas ha callado.

En 1999, cuando Katya Miranda, una niña de nueve años fue violada y asesinada en un rancho familiar, no hubo una protesta que dijera a los agresores: aquí estamos y los estamos vigilando. Su caso se convirtió en un símbolo de la impunidad con la que en El Salvador se toca, se viola y se mata a las niñas. En 2013, cuando Ana Chicas, una joven de 18 años, fue asesinada por su expareja, no hubo nadie que saliera a defenderla ni siquiera por las calles de su polvoso cantón en Usulután, al oriente del país. En 2016, cuando Karen y Andrea, de 12 y 14 años, desaparecieron en Cojutepeque, no hubo ninguna movilización para buscarlas. Fuera de las organizaciones y los movimientos feministas, la violencia contra las mujeres ha sido, con suerte, algún hashtag en redes sociales.

El Triángulo Norte de Centroamérica es una región demasiado acostumbrada a la violencia. Nuestro termómetro para medir el fracaso o el éxito de políticas públicas que la combatan ha sido, por excelencia, la reducción de los números de asesinados cada día. Cuando se habla de violencia se piensa en pandillas, en enfrentamientos policiales, en cementerios clandestinos. Poco contamos a nuestras niñas y mujeres violadas, acosadas y humilladas.

Por ejemplo, la Cámara que conoce el caso del magistrado Escalante -según la resolución- no considera que tomar a una niña de diez años por los hombros y luego bajar la mano hacia sus genitales sea un hecho violento por sí mismo. No hubo balas, gritos, sangre, ni golpes de por medio. Solo una niña congelada. Y como el hecho sucedió de manera breve y sobre la ropa, los magistrados concluyeron que eso constituye un “tocamiento impúdico”. De acuerdo con la ley, ese tipo de tocamiento ocurre cuando alguien se aprovecha del “descuido” de una víctima que transita en un lugar público para tocarla. Pareciera que el mensaje es que son las niñas las que deben estar alerta, no distraerse, para que no aparezca un señor de traje y les toque la vulva.

La protesta que salió a las calles esta semana es una conquista pequeña para un país tolerante con el acoso, las agresiones y el abuso. Solo en 2018, la Policía recibió 4.304 denuncias de violencia sexual, y es un consenso que eso es apenas un subregistro de la realidad. Aunque la manifestación reciente en las calles abre la puerta grande a un movimiento social que reclama justicia para las mujeres, es una respuesta que llega tarde.

Ninguna marcha provocará que la niña de diez años vuelva a salir a jugar sin miedo, ninguna protesta devolverá a la vida a Katya Miranda, a Ana Elizabeth ni a Karen y Andrea. Pero ha sido reconfortante saber que, por un momento, esta sociedad que huele a podrido por los tantos cadáveres que esconde, pareció tener aún un sentido de justicia.

Fuente e imagen: https://elpais.com/internacional/2019/11/08/actualidad/1573236254_366551.html

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Chile: Niñas aisladas presas sin agua o comida, abusos sexuales, torturas, muertes

Por: Marta Dillon. 

 

Detenciones arbitrarias, niños y niñas menores de 16 en celdas sin agua ni comida ni acceso a hablar con sus familias, desnudez forzada en las  detenciones y otras formas más graves de violencia sexual, torturas, exceso en el uso de violencia; muertes y desapariciones. 

Desde Santiago

“Hay violación de Derechos Humanos, todos los días, esto no es algo que parece, es algo que es, que sucede. Por eso necesitamos de la colaboración internacional, necesitamos que haya declaraciones contundentes sobre lo que está pasando en nuestro país con este virtual estado de sitio”, dice Constanza Schonhaut, militante por los derechos humanos y del Frente Amplio, con angustia evidente después constatar, en una recorrida nocturna por comisarías y comunas, la reiteración de delitos cometidos por el Estado a través de sus fuerzas armadas y de seguridad. Aunque “delitos” es una palabra que se queda corta en un territorio que tiene en su memoria las heridas del Terrorismo de Estado. “El presidente pretende tratar esto como si fuera una catástrofe natural, como si se tratara del rescate de los 33 mineros -metáfora que usó el presidente chileno Sebastián Piñera en la presentación de las medidas de emergencia el martes por la noche-, pero aquí lo que hay es un estallido social, una protesta transversal y masiva y se responde con militares apuntando al pueblo”.

Michel Bachellet, ex presidenta y actual Alta Comisionada por los Derechos Humanos de la ONU, aseguró hoy que enviará una misión “de verificación” de las denuncias. Fue un pedido de Piñera, seguramente desesperado por defender su idea de Chile como un “oasis” latinoamericano donde dos reuniones cumbres deberían tener lugar en noviembre y diciembre. La primera sería la Apec -foro comercial de Asía-Pacífico-, donde los jefes de Estado de China y Estados Unidos se reunirían; la segunda es la Cop 25 sobre cambio climático en un país con “zonas de sacrificio” en las que empresas altamente contaminantes se instalan en territorios de alta vulnerabilidad social. Bachellet, sin embargo, no anunció su visita en primera persona. Habló en cambio de “encontrar soluciones para abordar agravios” y urjió “a los que planean participar en las protestas a hacerlo pacíficamente”.

Detenciones arbitrarias, niños y niñas menores de 16 en celdas sin agua ni comida ni acceso a hablar con sus familias, desnudez forzada en las detenciones y otras formas más graves de violencia sexual -ya hay ocho querellas oficiales pero muchas más que no pudieron llegar a esa instancia por temor de las denunciantes a represalias-, torturas, exceso en el uso de violencia; muertes y desapariciones. La situación es gravísima y aun cuando las calles siguen tomadas y la vida cotidiana se interrumpa como desde hace una semana al mediodía para ponerle el cuerpo a una lista completamente transversal de demandas que tienen una primera puerta hacia la salida de la crisis en el cese de la represión, la vuelta a los cuarteles de los militares y una asamblea constituyente que derogue la constitución que rige ahora y que se redactó en plena dictadura militar, la vida institucional sigue generando imágenes de profundo desprecio a los Derechos Humanos.

El papelón que protagonizaron en la Cámara Baja las diputadas Camila Flores y Paulina Nuñez cuando rompieron delante del hemiciclo lleno los carteles que sostenía, junto con otras, la legisladora Pamela Jiles con las cifras de muertes, desapariciones y detenciones el mismo día en que los disparos de gases y perdigones se escuchaban en todo el centro de la ciudad de Santiago fue la primera muestra de la indiferencia de la derecha oficialista que hoy, en la voz del canciller Teodoro Ribera, aseguró que no hay ninguna razón para no realizar las cumbres del Asia-Pacífico (Apec) y la del clima (COP 25) en noviembre de este año. Antes, en apenas 15 días, tendrá lugar aquí la Conferencia Regional de Derechos de las Mujeres ¿se discutirá entonces la violencia sexual en el marco de la represión que no cesa? Violación con el caño de un arma larga, esa es la descripción del acto que demanda una de las querellas presentadas por Indh.

Cuatro detenidos “crucificados” sobre la antena de la comisaría de Peñalolén, atados de las muñecas con esposas que les cortaban la circulación; aunque los detalles, claramente sobran cuando la crueldad es tan manifiesta. La denuncia fue hecha el jueves a la madrugada cuando en sus recorridas el Indh descubrió esa brutalidad. Hasta ahora, por este hecho, se consiguió la prohibición de acercamiento de los carabineros a los detenidos y se presentó un recurso de amparo. Uno de los tantos que se expusieron en el Senado, donde tanto el jefe de Carabineros, Mario Rozas, como el director de INDH cruzaron palabras. Rozas asegurando que iniciará sumarios por excesos, Sergio Micco exponiendo datos: 1512 detenciones en las regiones, 898 en la región metropolitana, 535 herides -210 con heridas de bala-, 10 amparos, 55 querellas, 5 más por homicidio y 8 por violencia sexual.

En la puerta del Colegio Médico, una decena de estudiantes secundaries estiran su paciencia como un chicle mientras esperan que se constaten las lesiones recibidas. La peor parte la lleva Valentina Miranda, 19, en el último año de Liceo que cursa en el Tereza Prats, el número 7, una escuela pública de esas que nunca aseguran el ingreso a las mejores universidades pero sí altos montos de endeudamiento con el Crédito con Aval Estatal. Ella es dirigente de la Comisión Nacional de Estudiantes Secundarios y militante del Partido Comunista. Moretones, quemaduras de gases, un perdigón en la oreja que le provocó una infección y marcas de las manos de los “pacos” que la detuvieron ilegalmente dentro del edificio donde vive su compañero, Pablo Ferrada. Apenas sale del lugar, después de tres horas de revisiones, se va a la calle a seguir agitando rebelión. “Es que estamos felices de que por fin se hayan despertado les indiferentes, felices todes acá”, dice señalando a sus amigues.

45 personas perdieron la vista en la última semana por disparos de perdigones. Esto que Piñera llamó guerra tiene caídos de un sólo lado. Y no, no es una guerra. “¿Podremos hablar de dictaduras del siglo XXI, igual que se habla de izquierdas del siglo XXI?” Se pregunta Schonhaut. “Creo que hay que analizarlo, porque lo que vemos es el Terrorismo de Estado en acción, ojos perdidos, lesiones de por vida, torturas… y todo lo que no sabemos porque pasa en la noche, en las comunas vulnerables, en las regiones que no cubrimos. Hay un presidente a la cabeza, sí, pero enviando al ejercito contra la protesta”.

Bélgica Brione es feminista, militante territorial, parte de la articulación Asambleas Feministas de la Zona Oriente (ABZO), en la mañana del jueves las comunas de Florida, Peñalolés, Macul, Villa FREi, Ñuñoa se reunieron a poner en común la organización de estos días. Las “Ollas comunes” se replican en las poblaciones y torno a ellas también las preguntas sobre cómo alentar autocuidados feministas y también antiracistas y anticolonialistas. “Porque las mapuche saben de lo que vivimos ahora, para ellas la persecusión es constante. Y cuando esto se agrava acá, peor es en los territorios”, dice Bélgica. A su lado, otra compañera repone la preocupación sobre el cuidado de niñes. “Ayer decidí que era hora de ver películas y comer rico. Porque escucharon relatos de tortura y violencia sexual, cosas que pasaban junto a elles que tienen 8 y 12; claramente les afecta y necesitan descanso”.

El jueves la intensidad de la movilización callejera fue menor que la del día anterior, pero las cacerolas no dejan de sonar. De frente a dónde se escriben estas líneas, como en una postal de lo que es el ritmo de Santiago desde hace una semana, las multitudes pasan con sus banderas y carteles mientras hay quienes toman cerveza como parte del estado de excepción en bares con las persianas bajas. Cada tanto impacta una piedra sobre el edificio de la Cámara de Comercio y otros grupos vienen a frenar ese impulso. La rabia no cesa, el deseo de que se transforme todo tampoco. Chile sigue ardiendo.

Fuente del artículo: https://www.pagina12.com.ar/227260-chile-ninas-aisladas-presas-sin-agua-o-comida-abusos-sexuale

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Urgente: Golpe de Estado en curso en Bolivia

América del Sur/Bolivia/ 09-11-2019/Autor(a) y Fuente: Colaboradores de Otras Voces en Educación

En estos momentos está en pleno desarrollo un intento de golpe de Estado contra el gobierno legítimamente electo del indígena Evo Morales.

A continuación, reproducimos para ustedes lectores de Otras Voces en Educación, algunos de los audios que han llegado a nuestra redacción:

 

 

 

Imagen: Ronny K en Pixabay

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