Page 2 of 5
1 2 3 4 5

Amor y desamor

Por: Sandra Russo

Falta todavía para dejar descansar en paz a Diego Maradona. Los caminos hacia ese deseo se bifurcaron esta semana, o mejor: al deseo sincero y profundo se le sumó el mercado de la información.

El deseo profundo y multitudinario es que recupere lo que quizá nunca tuvo, porque a la extrema pobreza muy pronto se le sumó la fama y luego el dinero y luego la droga y luego el dolor y luego la gloria y luego la violencia y luego el desamor.

“Quién sabe qué jugador hubiese sido si no hubiera tomado cocaína”, dijo él en 2017. Eso lo recordó el teólogo brasileño Leonardo Boff, en un texto intenso en el que afirmó que a veces las respuestas sobre la naturaleza humana no provienen ni de las ciencias ni de las religiones, sino de la literatura. El propio Boff comprendió mejor algo de la condición humana, leyendo La Ciudadela, de Saint Exupery, donde el novelista afirma que un ser humano “es un nudo de relaciones en todas las direcciones”. Es decir, escribió Boff, fue más allá de Marx: no sólo cuentan las relaciones sociales sino también las afectivas. Somos como derviches girando sobre nuestras fortalezas y nuestras debilidades, acompasándonos todo el tiempo con lo fuerte y lo débil de los demás.

Esta semana, la muerte de Diego tomó la ruta del desamor. El peor, el que se disfraza de lo contrario, el que enuncia amor pero escarba en la mercancía, el que vuelve al muerto un objeto para hacer la autopsia de su final y convertirlo en ese “liderazgo de audiencia” que parece algo decente, cuando tantas veces, en su mayoría, encubre la vileza de la cosificación del que ya no puede responder. Ese camino se abrirá pronto en otros varios, que incluirán la recreación de imágenes de Diego ya vencido y ya carente del deseo de vivir, y también los “testimonios”, cuando las y los testimoniantes estén listos para los llantos en cámara y las confesiones. Todo parecerá amor, pero será desamor, porque el amor es discreto y es guardián de la dignidad del amado.

Quien lo haya amado cuidará su memoria. Es lo que se hace con quien se ama, lo que esperamos que hagan los que nos amen. Que cuiden nuestra memoria, que nos preserven de las miradas morbosas, sepan callar lo que sólo saben porque les brindamos nuestra intimidad. Los medios trabajan sobre la pulsión de decirlo todo. Ese es su negocio y quienes trabajan en ellos viven muchas veces acríticamente esa inercia de la indiscreción y la falta de recato, porque si no se entra en ella, sostienen, uno o no es profesional o no entiende el valor de decirlo todo, de dar toda la información que se tiene. Aunque esa información consista en el relato de cómo se esforzaba Diego en llegar a un baño químico.

El otro camino del amor es el único genuino, es el que no produce la pantalla, es el que late en millones de personas en el mundo que han experimentado con la muerte de Maradona algo que además de todo lo que Diego les dio en vida, también terminarán agradeciéndole. Por eso el caso de Maradona es tan extraordinario. Porque en un momento en el que todo está descompuesto por una pandemia, asfixiado por una crisis económica brutal, confundido por la distorsión de la realidad que los neofascismos eligen como estrategia política, un día se murió Maradona y los condenados del mundo, las sirvientas de los rugbiers, los discapacitados bengalíes, los deportistas de países de nombres que no retenemos, los ancianos que recordaron sus goles y los jóvenes que vieron los videos, los sin techo y los con chalet, los machistas y las feministas, los curas que están cerca del pueblo, un abanico de etnias y edades y dialectos estalló de dolor pero no se ése que hace sufrir: es un dolor que se tramita pronto y se reconvierte en una comunión. Algo hizo Diego con su vida que provocó que su muerte diera paso a ese pan de dolor compartido por tantas personas diferentes pero enlazadas por creencias que son las de él, las que él pechó, lo lloren pero con gratitud.

Una vieja nota de la brillante psicoanalista Silvia Bleichmar, fallecida en 2007, describía en su momento la adoración argentina por Maradona. Y entre muchas otras observaciones inteligentes que sirven para entender la conmoción de su muerte, decía que si bien Maradona, como Gatica o Gardel, han sido ídolos amados por haber vencido la adversidad del origen, también amamos, en el ídolo Maradona, que nunca quiso ser lo que no fue. Se aproximó al poder, pero sólo le puso su firma al tipo de poder que le gustaba: el que defiende a los humildes. Nunca coqueteó con ser nombrado Lord, que es lo que hacen los ejércitos de desconocidos que la pegan y un día se encuentran siendo ricos y famosos y después en eso y en nada más consisten sus vidas.

“Diego era un hombre inacabado”, escribía Bleichmar. Y eso, decía, también nos hacía amarlo. Porque “no era Pelé, no era un winner”. Era un pibe genial que estaba un día en la gloria y al otro en el infierno. “Se caía y se levantaba, se caía y se levantaba”, decía Bleichmar, que veía a un pueblo que se caía y se levantaba amar a un hombre cuya inestabilidad le hablaba de sí mismo, y le daba esperanza porque era tan vital, su cuerpo era tan resistente al maltrato que le daba su mente, que su recuperación era vivida como la posibilidad de la recuperación colectiva.

Pero se murió. La ética siempre incluye ser capaz de abstenerse de algo. Siempre veo, en cualquier escena que ponga en juego una actitud ética, algo que se deja de hacer, se deja de decir, algo que se mantiene en reserva por delicadeza, para no causar daño. Todos, cuando somos leales a alguien o a algo, sabemos que hay cosas que no contaremos en público. En la dimensión del amor colectivo también existe esa discreción.

Las pantallas seguirán como siempre dando curso a un a larga autopsia intentando liderar el horario. Los pueblos lo guardarán a Diego en sus corazones, y demostrarán, una vez más, que los humildes entienden de la gratitud, que es una forma de la ética, mucho más que los profesionales de la información.

Fuente: https://www.pagina12.com.ar/309785-amor-y-desamor

Comparte este contenido:

Fernando Savater: “El problema no es el político demagogo o ignorante, sino la gente que lo elige”.

Por: Laura Ventura. La Nación

SEGOVIA

Cuando la conoció, ella llevaba una cresta punk. En la vieja Facultad de Filosofía de Zorroaga, en el País Vasco, en cuyos pasillos se vendían vino y bocadillos de tortilla, la muchacha se acercó una mañana al joven profesor. Destacaba entre la multitud y no por su cabellera excéntrica que le valió el nom de guerre Pelo Cohete. Llamaba la atención de modo tan natural, recuerda su gran amor, “como perfuman las flores o sobresaltan los truenos”. Fernando Savater (San Sebastián, 1947) describe este momento clave de su existencia. “He estado en tu clase. ¡Y no me ha gustado nada!”, le dijo Sara Torres. Lejos de irritarse con esta impertinencia, él entendió que era solo una manera de entablar conversación. Así nació una relación que se extendió durante 35 años hasta que ella murió de un cáncer fulminante. La peor parte. Memorias de amor (Ariel) es el himno de un sobreviviente, la carta de amor sin cursilería de una pluma excelsa, una oda a la desolación, un perfil sobre el motor que desde las sombras del anonimato enciende una lúcida voz del pensamiento, la biografía de una mujer desconocida por la historia, una pancarta contra el escepticismo y las bondades de los fármacos y del psicoanálisis para sobreponerse al dolor. “Con la pérdida de mi amada, perdí también el afán de futuro y sobre todo el regocijo de la vida, pero seguí sintiendo la habitual antipatía por la muerte. Es como cuando padecemos un fuerte catarro nasal que embota nuestro sentido del gusto: seguimos teniendo apetito y nos atrae el aspecto de los platos preferidos, pero al probarlos vemos que han perdido su sabor y así nos aburrimos pronto de comer”, escribe en el libro que demoró en publicar casi cuatro años.

Es domingo por la mañana y la voz de tenor de Fernando Savater inunda el living del hotel donde se encuentra. Es uno de los invitados estrella del Hay Festival Segovia, que se celebra en la ciudad castellana, uno de los oradores más convocantes, que junto con el historiador polaco Adam Michnik indaga sobre las amenazas nacionalistas que azotan Europa.

Durante los meses en los que se extendió el confinamiento por el Covid-19, Savater estuvo recluido en su casa en San Sebastián, donde algunas ventanas miran al mar. El filósofo es autor de Ética para Amador, con el que tantos jóvenes hispanoamericanos han estudiado, y muchos otros ensayos sobre la ética (Invitación a la éticaÉtica de urgenciaÉtica como amor propioÉtica para la empresa, etcétera). Su compromiso político y el amor por su esposa no son esferas divisibles. Era Pelo Cohete quien estimulaba a Savater a escribir sus ideas políticas, a combatir contra el atropello de los violentos, de los nacionalistas, y en particular contra la agrupación terrorista ETA.

Define al populismo como “la democracia de los ignorantes”. ¿Se refiere a los líderes o a los votantes?

Son los ciudadanos. La mayoría de las personas no sabe hacer una operación a corazón abierto y eso no tiene nada de malo. El problema es si tú vas al hospital y tienes que hacerte una operación y te toca una de esas muchas personas que no saben hacerlo. El problema no es el político en sí, que suelen ser demagogos e ignorante, sino el problema está en la gente que lo elige. Hay otras formas de populismo, los que se imponen por la fuerza. Hay dictadores que se imponen por medios populistas, por ejemplo, pero el problema es cuando los ciudadanos eligen al populista.

¿De qué modo se puede educar para no votar al populismo?

Se puede educar ciudadanos con sentido de su libertad y de sus posibilidades, derechos y deberes. Algunos nos hemos pasado 35 años tratando de educar a la gente.

También interviene la ética a la hora de votar. Por ejemplo, ¿voto a un corrupto, a pesar de que lo sea, si me beneficiará con una política?

Sí. Claro. Ahí está la libertad de cada uno y por eso hay que educar sobre la ética.

Hay una figura, la del militante. ¿Es dañino? ¿Atenta contra la libertad en una sociedad?

No, ser militante está bien si hay una buena causa. Me gustan las personas que se comprometen y no las que ven pasar las ideas, como las vacas ven pasar el tren, y no se mueven. Me gusta la gente que viaja en el tren.

Cuando hay una sociedad tan polarizada, ¿qué se puede hacer para proponer el diálogo, para acercar posiciones y que no haya un abismo?

En una democracia, la unanimidad es sospechosa. La polémica no es mala, siempre que esté sometida a las pautas de la democracia, que no tiene que crear la armonía, sino civilizar la desarmonía y las discrepancias. Una cosa es que uno discrepe con el otro y otra que el otro le pegue un tiro. Lo malo también en este caso no es la discrepancia, sino el tiro. La democracias se llaman parlamentarias porque están basadas en la palabra. Dice Montesquieu: “Si uno acerca al oído a un país y no oye nada, puede estar seguro de que es una dictadura. Si uno se acerca y escucha gritos, insultos y polémicas, es una democracia”.

Fernando Savater
Fernando Savater Fuente: EFE – Crédito: Cézaro de Luca

¿De qué modo se puede recomponer un tejido social?

Con educación y libertad, pero lo importante es que entendamos que somos, a pesar de todas nuestras diferencias, seres semejantes. ¿En qué? Somos seres vulnerables, somos frágiles, un mecanismo con grandes posibilidades, pero que se estropea fácilmente. En sociedad nos defendemos mejor, es nuestro mejor instrumento para luchar contra nuestra vulnerabilidad. Somos tan sociales que las enfermedades son sociables, como las epidemias, y por eso hay que separarnos.

Pero también hay muchedumbres, un concepto que usted estudia.

La muchedumbre es cuando cada cual se dedica a sí mismo, cuando se atropella, patea, y también se deja asustar, porque son personas inseguras las que la integran. La solidaridad es lo que convierte a una muchedumbre en una sociedad.

Hay algunos líderes que utilizan las redes sociales para despotricar, para acusar de modo nada diplomático.

Sí, hay algunos muy conocidos…

¿Cómo interpreta esta acción?

Cuando los líderes son malos lo que hay que hacer es cambiarlos. Votar a otros. Y si el líder sigue siendo malo, la culpa es tuya porque no lo has cambiado.

Decía Éric Vuillard en el Hay Festival, parafraseando a Voltaire, que cuando surgen estas expresiones populares, generalmente hay un líder en las sombras con resentimiento y frustración. ¿Está de acuerdo?

Hay momentos donde los movimientos populares expresan un descontento objetivo. La gente se queja porque la economía va mal, la salud va mal, se pisotean derechos colectivos o individuales. No hace falta rascar mucho. Pero a veces se lanza un falso pretexto, que parece vital, pero quiere cambiar la democracia. Así ocurre a menudo en la historia.

Usted ha expresado siempre de modo muy valiente su voz y repudio ante las acciones de ETA.

Ya menos, estoy bastante jubilado.

¿Vio el polémico cartel que anticipaba la serie Patria, basada en la novela homónima de Fernando Aramburu [se equiparaba a un terrorista con una víctima]? ¿Qué sintió?

Un poco de rabia, porque traicionaba la novela. La novela no es eso. Es excelente. Eso fue una operación comercial, probablemente hecha con esta intención de ahora “Aquí todos somos malos para que no sea malo ninguno”. La novela no es así, sino todo lo contrario. Me fastidió. Afortunadamente la serie responde a la novela y no al cartel.

Usted habla y cita a menudo, desde hace décadas, a Celia Amorós. Ella es una referente indiscutida del feminismo. ¿Ha sido atacado por el feminismo?

Celia ha sido compañera mía mucho tiempo. He tenido ataques por todas las razones que puedas imaginar. Di una y seguro he tenido un ataque. Con Celia ambos compartíamos en un momento un gran interés por Sartre. Actualmente no nos vemos, pero siempre le he tenido un gran respeto intelectual y procuro respetar intelectualmente a quienes se expresan intelectualmente. Pero extender ese respeto a esas encuestas que hace el Ministerio de Igualdad, a veces, no puedo.

Hablaba de los sartreanos, y pienso en Mario Vargas Llosa, que también lo fue en un momento. Junto a él ha adherido al manifiesto de un grupo de intelectuales de Estados Unidos, publicado en la revista Harper’s, donde condena la intolerancia de algunas esferas, así como también la hoy denominada “política de la cancelación”. ¿Alguna vez la ha practicado?

Personalmente, sí. Lo que no me gusta, lo cancelo, pero no por eso voy a tirar la estatua. Tengo en el mundo muchas personas canceladas, pero es a nivel personal. En fin, es inevitable. Tener cierta capacidad de eliminar cosas que uno no quiere es un poco limpiar el desván de la cabeza.

Me gusta esa metáfora, sobre el “desván de la cabeza”. La memoria es limitada.

Es que tienes que vaciar a veces tu cabeza para que tenga sentido todo lo demás.

¿A qué autores no quiere sacar nunca del desván?

Ídolos literarios, Borges o Samuel Beckett. Luego, como soy muy aficionado a las carreras de caballos, soy muy burrero, Jorge Valdivieso. Y algunos ídolos cinematográficos.

¿Quiénes son sus héroes del cine?

Charles Laughton, John Wayne, Gene Kelly.

En 2012, en la televisión argentina, tuvo un programa que vinculaba la literatura y lo urbano [Las ciudades y los escritores, por TN]. En la actualidad estamos en un escenario donde la autoficción, o la ficción del yo, ocupa un papel relevante. ¿Qué dice este fenómeno, no tanto en términos literarios, sino del contexto en el que estamos?

Ahora hay mucha más gente que escribe que gente que lee. Lo difícil es encontrar lectores. Aunque siempre ha sido así, no es algo exclusivo del presente. Los buenos lectores son más preciosos que los escritores. A mí me gustan mucho estos libros, la literatura del yo. Según qué “yo”, claro.

La peor parte, su último libro, está dedicado a su mujer. Allí escribe que usted muchas veces escribía para que ella lo quisiera más.

Sí, me suelen preguntar qué es el amor. Y pienso que es dejar de vivir para algo y vivir para alguien. Hacía las cosas que sé hacer, que no son muchas, no pensando que me iban dar el Nobel, sino que ella me iba a sonreír. Con eso me bastaba. Las cosas que vienen del amor no tienen precio, mientras que todo lo demás está en venta.

Entonces, ¿qué es el amor?

Es un giro que da tu vida. Tu vida funciona en un cauce de rutina, de imitación, y el amor hace que veas al mundo con otros colores, para bien y para mal. El amor te da una intensidad nueva en el mundo, y por otra parte te deja un poco inerme ante muchas cosas, sobre todo ante el miedo de perder al amado. De perder al objeto de amor, porque si se muere la persona que amas, el amor sigue.

¿El amor platónico realmente existe?

No, no. Esa es una tontería que se inventaron los provenzales. Es como la gente que ahora dice que está en contra del amor romántico. ¡Pero si es que no hay más que amor romántico!

Se habla de las relaciones y del amor tóxico…

No. Hay gente a la que todo se le vuelve tóxico porque no ha nacido para vivir, sino solamente para padecer. Entonces la literatura, el amor, la religión, la política, se les vuelven tóxicos.

¿Cuál es su opinión sobre el concepto de las relaciones líquidas y el amor líquido [una tesis que propone el sociólogo Zygmunt Bauman]? ¿Piensa que realmente existe algo así?

A mí eso del amor líquido… No hay que hacer caso. Son cosas que nos inventamos los profesores.

¿Teme a la muerte?

Creo que mucho no estoy pensando en ella. Spinoza en su Ética dice:. “El hombre libre nada piensa menos que en su muerte y todas sus reflexiones son sobre la vida”. He procurado aplicar esa norma. La muerte propia no me preocupa, la de los demás sí. Para mí la muerte siempre ha sido eso que les pasa a los demás. Aquello que dice la tumba de Marcel Duchamp, en Ruan: “Por otra parte, son siempre otros los que mueren”.

¿Qué podemos sacar como positivo de este momento tan complejo en lo social y en lo personal, marcado por la pandemia?

De todos los males puede sacarse algo provechoso. Tenemos libros que se nos olvida leer, tenemos tiempo para hacerlo, y para ver películas y series. Y también está la conversación, porque a veces vivimos con personas a las que apenas saludamos. No hay que perder tiempo lamentándose sobre aquello que no podemos hacer. También debemos desarrollar una virtud que hemos perdido: la gratitud.

LEER EL ARTÍCULO ORIGINAL PULSANDO AQUÍ

Fotografía: Diario de la Cultura.

Fuente e Imagen: https://insurgenciamagisterial.com/fernando-savater-el-problema-no-es-el-politico-demagogo-o-ignorante-sino-la-gente-que-lo-elige/

Comparte este contenido:

¿Hay algo más revolucionario que el amor?

Por: Irene Fernández Rodríguez

 

¿Hay algo más revolucionario que el amor? El amor es respeto, hermandad, solidaridad, valentía; y sobre todo, el amor es cuidado, cuidarse una y cuidar a los demás. Cuando tienes esa mochila das las gracias y los buenos días, pides perdón cuando toca y te revisas continuamente para desterrar actitudes irrespetuosas o injustas. Este capitalismo moribundo nos está dejando una estampa cruelmente distópica, la crisis de la Covid ha recrudecido el individualismo generalizado.

            Todo aquello que se estaba cargando nuestro sistema social de garantías se ha agudizado. En unos meses se ha deteriorado enormemente la sanidad, la educación, cualquier servicio esencial para la vida ahora es peor. Hay más gente pobre, más gente en riesgo de pobreza, menos trabajo y más precario. Mientras los pequeños negocios cierran por ahogamiento las empresas del Ibex aprovechan para hacer ERTES, los trabajadores que se quedan trabajan más y cobran menos, los ricos aumentan sus cifras aprovechando las oportunidades que le brinda un gobierno que besa por donde andan.

            Por otro lado una sociedad sumida en una depresión crónica, agarrándose a los pequeños placeres del entretenimiento barato. Nos convirtieron en productos, las relaciones sociales se han enfriado tanto que ya no ves personas, ves anuncios, en tu pantalla, en tu zona. ¿Cuándo ha sucedido que nos dejamos tratar como mercancía? Si el producto tiene una tara, a la basura y me compro otro. Cuándo ha pasado de moda tener en cuenta los sentimientos de los demás, en qué momento se ha normalizado un tipo de relación basada en lo más superficial y efímero de la vida.

            Para los conscientes de su depresión hay toda una industria del coach que es capaz de culpabilizarte de tus fracasos a la vez que perpetúa el sistema que causa tus problemas. Se vende como empoderante un ego que te hace peor persona. Con la bandera del amor propio defiendes tu marca, que no vale nada, porque la misma vida es un devenir de cambios y aprendizajes. Hasta qué punto nos pasará factura esta categorización constante es algo que ya estamos viendo, solo hay que abrir los ojos.

            En los últimos tiempos las aplicaciones para ligar han visto como se multiplicaban los nuevos usuarios, ¿es esto un signo de los tiempos, una forma de relacionarse como otra o un síntoma del decaimiento social al que nos vemos abocados? Las redes sociales no son ni buenas ni malas para la sociedad, es decir, en algunos puntos arroja la peor versión de la humanidad y otros es activismo, es sororidad para tantas mujeres, como la que escribe, que se ha formado en feminismo a través de ellas.

            Todos conocemos, más o menos, cómo funcionan las aplicaciones, las redes, cómo nos engaña el algoritmo, etc., más allá de hacer crítica a ello me parece imprescindible reflexionar cómo nos afectan a nosotras. Instagram se ha revelado como uno de los espejos más severos del siglo XXI, el nuevo hit del canon de belleza son los filtros, al filtro del maquillaje tradicionalmente impuesto le hemos añadido el filtro de las aplicaciones. Cuánto vamos a aguantar dejándonos tratar como seres imperfectos, cuándo vamos a dejar de normalizar tener la seguridad personal a la altura del betún.

            El amor, motor de la vida y de las revoluciones, es político, quererse y querernos es un acto de rebeldía en un mundo que se encuentra en batalla entre lo reaccionario y el progreso, la verdadera democracia, que no es esto y que sí, nos necesita libres. El odio de clase también es amor, por los tuyos, porque no nacimos para sufrir, nacimos para ser libres y, como dice la canción, queremos todo lo que es bello.

Fuente:  https://rebelion.org/hay-algo-mas-revolucionario-que-el-amor/

Comparte este contenido:

Creer en tiempos de pandemia

Por: Leonardo Boff

Simone Weil, la judía francesa que se convirtió al cristianismo pero no quiso bautizarse en solidaridad con sus hermanos y hermanas judíos, condenados a las cámaras de gas, nos da una pista de comprensión: “Si quieres saber si alguien cree en Dios, no mires como habla de Dios sino como habla del mundo”.

La humanidad, bajo el ataque del coronavirus, está experimentando mucho sufrimiento. La invasión de ese virus, que se ha llevado ya a más de un millón de personas, suscita toda una gama de interrogaciones: ¿qué significa el hecho de haber afectado solamente a los seres humanos y haber excluido a nuestros animales de compañía, como perros, gatos y otros? Estar en aislamiento social, no poder abrazar ni besar a las personas queridas y no poder reunirse amigablemente produce padecimientos de todo tipo y hasta revueltas.

En este contexto hay personas, incluso sin ninguna vinculación religiosa, que acogen un Sentido mayor de la vida y del mundo, luchan por la justicia, por el derecho y por una mejoría mínima de nuestra sociedad, y hasta las que creen en Dios se preguntan: ¿cuál es el sentido de este abatimiento planetario? Se ha producido un apagón. Gente de fe puede incluso no creer más en Dios. Otros, entre tanto, encuentran en la fe un soporte existencial que vuelve menos pesada esta situación de confinamiento y de ausencia de los otros a su alrededor. Y trata de sacar lecciones de vida.

Vamos a reflexionar sobre la fe en su sentido más corriente, antes de cualquier confesión religiosa o de doctrinas y de dogmas, la fe en su densidad humana.

Hay un dato existencial previo a la aparición de la fe: la bondad fundamental de la vida. Por muy contradictoria que sea la realidad, por muy absurdo que sea el ataque de la Madre Tierra a la humanidad a través del Covid-19, estamos convencidos de que vale más la pena vivir que morir. Doy un ejemplo tomado de la vida cotidiana: un niño se despierta en la noche, sobresaltado por una pesadilla o por la oscuridad. Grita llamando a su madre. Ésta en un gesto de magna mater, lo toma en sus brazos y le susurra suavemente: querido, todo está bien, mamá está aquí, no tengas miedo. Y el niño, entre sollozos, recupera la confianza y poco después se adormece de nuevo.

En el mundo no todo está bien. Pero admitámoslo: la madre no le está mintiendo al niño. A pesar de todas las contradicciones, predomina la confianza en que un orden mayor subyace y prevalece sobre la realidad. Evita que predomine el absurdo. Trae paz al niño y serenidad a la madre.

Creer es decir  “sí y amén” a la realidad. El filósofo L. Wittgestein podía decir en su Tractatus Logico-Philosophicus (n.7): “Creer es afirmar que la vida tiene sentido”. Este es el significado original y bíblico de la fe -he’emin o amén- que equivale a estar seguro y confiado. De esto se deriva Amén: “así es”. Tener fe es estar seguro del significado de la vida. Este es un hecho antropológico básico: ni siquiera pensamos en ello, porque siempre estamos dentro de él, pues inconscientemente admitimos que vale la pena vivir y realizar un propósito.

Creer, según palabras de Pascal, es una apuesta de que la luz vence a las tinieblas, de que la muerte no puede aprisionar el sentido de la vida y de que, en el fondo, en todo debe haber algún sentido secreto y que, por lo tanto, vale la pena seguir en este mundo. Creer no resuelve todos los problemas. Como dijo el Papa Benedicto XVI en su incompleta encíclica Lumen Fidei: la fe no es una luz que disipe todas nuestras tinieblas, sino una lámpara que guía nuestros pasos y esto basta para el camino.

Hay muchos que se confiesan agnósticos y ateos pero afirman el sentido de la vida, se comprometen con la necesaria justicia social y ven en el amor, la solidaridad y la compasión los mayores bienes del ser humano. Los que no viven tales valores están lejos de Dios, aunque lo tengan con frecuencia en sus labios.

El obispo pastor, poeta y profeta Dom Pedro Casaldáliga, recientemente fallecido, expresó en pequeños versos dónde está Dios: en la paz, en la justicia y en el amor. Se refería indirectamente a los que amenazaban y mataban a campesinos e indígenas y se confesaban cristianos y católicos.

         “Donde tú dices ley

        Yo digo Dios.

        Donde tú dices paz, justicia, amor

        Yo digo Dios.

        Yo digo libertad, justicia y amor”

         Escondido tras estos valores, paz, justicia y amor, está Dios. Ellos son su verdadero nombre.

Simone Weil, la judía francesa que se convirtió al cristianismo pero no quiso bautizarse en solidaridad con sus hermanos y hermanas judíos, condenados a las cámaras de gas, nos da una pista de comprensión: “Si quieres saber si alguien cree en Dios, no mires como habla de Dios sino como habla del mundo”. Si habla en forma de amor, justicia y libertad, está hablando de Dios. Quien vive tales valores se sumerge en esa Realidad que llamamos Dios y expresa una fe en Dios.

La fe entendida de esta manera impone límites e incluso condena toda indiferencia hacia los sufrientes, familiares y amigos de las víctimas de Covid-19. Uno puede proclamar “Dios por encima de todo” pero si no tiene compasión y solidaridad hacia todos aquellos este Dios es un ídolo y está lejos del Dios vivo y verdadero, atestiguado por las Escrituras judeocristianas.

Creer es aceptar que hay otro lado de la realidad que no vemos pero que acogemos como parte de nosotros y nos acompaña en las tareas cotidianas. Creer es afirmar que lo Invisible es parte de lo visible. Intuimos su presencia y en él vivimos y somos.

*Leonardo Boff es teólogo, filósofo y ha escrito entre otros libros: “Covid-19: la Madre Tierra contra-ataca a la humanidad”, Vozes 2020 y “Experimentar a Dios hoy”, Sal Terrae 2013.

Traducción de María José Gavito Milano

Fuente: https://acento.com.do/opinion/creer-en-tiempos-de-pandemia-8871887.html

Comparte este contenido:

Entrevista a Laura Baptista, ¿cómo vivir la maternidad con la psicología en el mundo del TEA?

Por: SicologiaSinP

Laura Baptista, madre y psicóloga. Un par de tareas que a simple vista pueden parecer sencillas cuando se tienen las habilidades del trato con personas. En contraposición a estas falsas creencias, no siempre se cumple el presupuesto de ser psicóloga en el consultorio y en casa.

Sobre este particular versa la siguiente entrevista. La vida de la madre-psicóloga y todos los retos que enfrentó dentro y fuera de consulta atendiendo a pacientes con Trastorno del Espectro Autista.

A continuación la entrevista

¿Qué significa para la Laura psicóloga clínica y neuropsicóloga el TEA? 

Una condición, de origen multifactorial, que afecta diversas áreas del desarrollo, dificultando la funcionalidad de la persona a nivel social, comunicacional y comportamental.

Entre otras tareas sabemos que realizas un trabajo mancomunado en el tratamiento de personas con autismo. ¿Podrías explicarnos en qué consiste? 

Psicoeducación y sensibilización aplicada a todo el entorno (colegio, trabajo, familia). Este aspecto es muy importante, me resulta la llave principal para obtener una evolución positiva. El conocer la complejidad de esta condición y las diversas formas como puede manifestarse ante tantas posibilidades, nos permite no solo aprender a aceptar como familiares y amigos, las reacciones, pensamientos y actitudes de la persona con TEA, si no que también te da la posibilidad de desarrollar estrategias concretas que le ayuden a minimizar la intensidad del malestar que pueden experimentar ellos en situaciones diversas. Esta parte ayuda a minimizar de igual modo, sobre todo en los familiares, los inevitables sentimientos de culpa y vergüenza que pueden surgir ante la dificultad de no saber lidiar con la condición, por el alto impacto social que aún genera.

Psicoterapia tanto individual como familiar enfocada principalmente en la prevención y abordaje inmediato ante posibles crisis.

El abordaje psicológico forma solo una pequeña parte del gran equipo que debe intervenir en el apoyo a la evolución de esta condición. Me gusta realizar reuniones periódicas con el equipo multidisciplinario que lleva a cabo el seguimiento del caso (neurólogos, nutriólogos, psiquiatras, pedagogos, terapistas de lenguaje, maestros, entre otros, para poder establecer estrategias de abordaje de manera coherente. El TEA no se puede abordar desde una sola causa, ya que es una condición multifactorial.

Neurofeedback, es una terapia complementaria no invasiva que consiste en la estimulación de la plasticidad cerebral, ayudando a regular y prolongar los estados de conciencia; permitiendole hacer mas eficientes sus periodos de atención y disminuir la ansiedad. Al manejar estas dos áreas específicamente, se puede ver una evolución tanto cognitiva como conductual significativa. Por supuesto, no todos los casos pueden utilizar esta herramienta, todo depende del nivel de complejidad de la condición. La edad también es determinativa. No la aplico en niños menores de 6 años.

Llegar a casa luego de una larga y agotadora jornada de trabajo atendiendo a niños con un padecimiento tan particular como el TEA y que tu trabajo no quede ahí en la clínica, sino que tenga continuidad en el hogar. ¿Cuán grande ha sido el reto de ser psicóloga y al mismo tiempo madre de un niño con TEA?

Sin duda este ha sido mi mayor reto…comenzando por aceptar que mi chiquito manejaba esta condición…entender que la vida puede y debe seguir siendo linda para el y que el techo solo lo ponemos nosotros como padres es una tarea difícil. Hay sentimientos muy complejos que se activan en nosotros los padres que nos impiden ver con claridad lo que podemos hacer para apoyarles de manera eficiente. Para mi, entender que yo debo adaptarme a el, mas que el a mi, ha sido de mucha ayuda. Al igual que no tomarme nada de lo que diga o haga personal; como estos chiquitos les cuesta un poquito desarrollar la teoría de la mente, pueden llegar a ser poco empaticos, y esto les lleva a ser extremadamente directos y frontales al expresar su opinión o actuar, haciéndolos parecer indolentes o insensibles… nada puede estar mas lejos de la verdad que esto…y eso toma tiempo entenderlo.

¿Podrías relatarnos brevemente cómo fue el encuentro de tus sentimientos y emociones una vez tu hijo fue diagnosticado con TEA?

Ufff…un mundo de miedo… a pesar de tener toda la teoría clara, me sentí increíblemente perdida…por donde comienzo?…pensé, esto va a ser para toda la vida…no tenía ni idea del hermoso regalo que estaba recibiendo. Él no estaba conmigo en ese momento…iba camino a casa completamente sumergida en dudas y cuestionamientos. Pero cuando llegué a casa y lo vi, todo se me olvidó, y me puse mi mejor sonrisa para iniciar esta gran aventura de aprender a vivir con alguien único y especial. Ya hoy, tenemos casi 9 años… las estereotipias desaparecieron, los tics, las hipersensibilidades son casi nulas, las ideas obsesivas las tomamos con calma, la rigidez del pensamiento la combatimos con anticipación, la ira sigue haciendo de las suyas, pero cada vez duran menos los episodios… mi gordo cuenta chistes, y entiende cuando su mami es sarcástica, tiene amigos, y utilizamos sus “defectos” para reforzar sus “virtudes”. Con el, me quito la camisa de psicólogo y solo me dedico a ser su mamá.

Los niños cuando llegan traen consigo un halo de alegría y energía positiva. ¿De qué manera la psicóloga y madre enfrentó la nueva situación que sobrevino sin ser esperada? ¿Cómo logró Laura (si es que lo logró) separar los roles de psicóloga y madre de un niño con TEA?

Él me lo enseñó… y me lo sigue recordando todos los días… si tuviera que decir en tres palabras las herramientas que mas me han ayudado a lidiar con caer en la sobre protección de ambos roles, escogería “autonomía e independencia”… aprendí a dejar de creer que era yo quien venia a enseñarle cosas, y entendí que era él quien me enseñaría a mí como apoyarle en este camino. No se si esto suene muy ambiguo, pero así tal cual ha sido.

Quizás muchos puedan ver cómo una ventaja el hecho de ser psicóloga para ayudar a su hijo con autismo, más no siempre eso puede ser una herramienta a su favor. ¿Qué hace la madre/psicóloga, cuando en vez de uno tiene dos hijos, uno con TEA y otro sin ninguna condición?

Jaja, en esta casa a todos se nos afloja una tuerca…y nos gusta ser diferentes… favorecemos la diversidad y hemos aprendido a disfrutarla… cuando dejas de juzgar y tratar de ponerle etiquetas a todo, solo te queda disfrutar y contemplar desde el amor. Ojo! con esto no digo que no peleemos o no tengamos diferencias a cada rato…tenemos muchas!, pero aprendimos a aceptar que las diferencias forman parte de nuestra vida y trabajamos con la negociación…buscamos siempre un ganar-ganar.

¿Cuáles han sido las principales experiencias y lecciones aprendidas durante todo este tiempo al lado de tus hijos y pacientes?

Compasión, paciencia, tolerancia, disciplina y amor.

 

Fuente e imagen: https://www.sicologiasinp.com/entrevistas/laura-baptista-como-vivir-la-maternidad-con-la-psicologia-en-el-mundo-del-tea/

Comparte este contenido:

Amar en tiempos revueltos

Por: Daniel Seixo

«Pero después, cuando estoy en sus brazos, como ahora mismo, es como si estuviera atrapado en un torno. Tengo ganas de levantarme y salir a dar una vuelta. «Qué impaciente eres, Mark», me dice ella. «¿Por qué no te relajas nunca?» «Es que me apetece dar un paseíto.» «Pero si fuera hace un frío que pela.» «Aun así. Igual compro algo para hacer un revuelto luego.» «Pues vete tú», dice ella, medio soñando; afloja el abrazo, da media vuelta y procura volver a conciliar el sueño. Y yo me visto y salgo por la puerta. ¿Cómo le explicas a alguien a quien quieres que, a pesar de todo, necesitas más? ¿Cómo? Se supone que el amor contiene todas las respuestas, y que nos lo da todo. All you need is love. Pero eso es una puta mentira: yo necesito algo, pero no es amor.

Irvine Welsh

«El camino del infierno estará lleno de compañía, pero aún así será tremendamente solitario.«

Bukowski

«Nadie se muere de amor, ni por falta ni por sobra.«

Chavela Vargas

La sanación más segura para la vanidad es la soledad

Tom Wolfe

¿Qué es el amor? El amor es una niebla que quema con la primera luz del día de la realidad.

Un match… Siglos de literatura, composiciones musicales, dramas, epopeyas, tragedias y grandes conflictos entre naciones y particulares, para que finalmente todo termine reducido en estos tiempos desprendidos de grandeza y sentir alguno a un simple y puñetero match.

En definitiva: arréglate, ponte mono o mona, define tu personalidad en un par de palabras y un par de puñeteras fotos que no son más que lo que siempre has querido ser en tu vida, pero que nunca te has encontrado al despertarte por la mañana en el espejo de tu minúsculo cuarto de baño. Miente un poco o quizás bastante en la aséptica descripción de tu biografía, adorna hasta no llegar a reconocerlo un trabajo estresante y aburrido, no digas nada de tu ex y su nueva pareja jodidamente perfecta, ni tampoco menciones que continuamente se te pasa por la cabeza que esta red social es un digno nido de desesperados y adictos a la validación constante de sus vidas y cada uno de sus movimientos… Adoras viajar, recuérdalo, todo el mundo adora viajar, hacer ejercicio y también los gatos… Aunque quizás no, has leído algo acerca de que hay demasiada gente que es alérgica a los gatos ahí fuera y a estas alturas de la competición no sabes si merece la pena arriesgar un posible polvo por un simple gato. Quizás todo termine en un lío, algo parecido a la amistad o lo que dios quiera que sea que te lleve todo esto… Pero, ¿para qué se supone exactamente que estás completando un maldito cuestionario online que petrifica definitivamente tu desesperada búsqueda de amor al consumo?

Seguramente, ni lo sabes, ni te lo has llegado a preguntar realmente antes.

En este siglo todo resulta una competición y eso lo consume y lo condensa todo sin darnos tiempo a reflexionar, posamos en nuestras redes sociales con nuestros mejores atuendos, consumimos estilos de vida, posteamos quinientas veces al día espejismos de nuestras vidas soñadas, observamos atentos modelos prefabricados de humanos a los que llamamos influencers y entre los atascos, el viaje en metro o los descansos del gimnasio, intentamos agradar a alguien ahí fuera para poder llegar a contarle nuestras inquietudes o para echar un maldito polvo rápido. Somos todos carne de psicólogo o directamente de manicomio y simplemente lo ignoramos con la «sana» intención de compartir un rato en alguna cama con una persona desconocida que logre proporcionarnos esa especie de onanismo compartido en el que se ha transformado el sexo.

Para lograr mantener el ritmo que nos ha impuesto la sociedad de consumo coqueteamos con diez personas a la vez y elegimos finalmente por un periodo de tiempo cada vez más breve a la menos mala, damos likes al escote de nuestra compañera de trabajo, nos masturbamos con la idea de sexo esporádico con nuestra jefa o el chico de los recados, participamos en tríos, orgías, fiestas sado o cualquier otra cosa que nos logre estimular un poco desterrando por un segundo nuestra atenazante soledad. Reducimos nuestros orgasmos al instantáneo Satisfyer Pro 2 o al impersonal sexo de pago y tras eso somos infieles para intentar sentir algo inmersos en todo este circo en el que cada día se convierte nuestra vida. Todavía incluso en nuestra madurez nos mostramos totalmente incapaces de discernir que lo verdaderamente revolucionario en el amor y en el sexo, es el compromiso con algo más allá del mero placer transitorio.

Y es que no nos llevemos a engaño, el poliamor, la anarquía relacional, las relaciones abiertas y toda esa parafernalia semántica vendida como teoría moderna de la liberación amorosa a unos entes tan dispersos y aletargados socialmente como para mostrarse incapaces de realizar un repaso rápido por la historia de la humanidad, no son más que viejos juegos de prestidigitación destinados a mantener las relaciones afectivas en el marco del puro individualismo y la mercadotecnia capitalista. Seamos serios, ese viejo «paz y amor» tan vinculado al movimiento hippie hace mucho que se ha destapado como una simple estafa lanzada al mundo por un conjunto de individuos demasiado derrotistas y sumamente indolentes como para llegar a comprometerse con cualquier campaña revolucionaria o rupturista con el modelo capitalista que ya por aquel entonces daba claras señales de imposición frente a cualquier alternativa social. El amor es solidaridad, compañerismo y en algunos puntos, también sacrificio por el bien común. Valores todos ellos muy alejados del consumismo capitalista y el individualismo extremo que finalmente nos terminarían vendiendo bajo el pretexto de la rebeldía como alternativa rupturista en nuestras relaciones.

Nuestros cuerpos y nuestras mentes se han convertido en este siglo bajo un sistema social y económico alienante e impersonal en aletargadas máquinas incapaces de sentir o querer, somos meros entes otrora humanos inmersos en una desesperada búsqueda de estímulos que en última instancia nos logren proporcionar una mínima dosis de felicidad momentánea y adulterada, sin llegar con ello a vislumbrar en nuestro devenir social lo que llega a ser cuidar y saberse cuidado, compartir un mismo objetivo, un proyecto de vida común. A muchos, quizás hoy les parezca extraño ese otro mundo fuera de las relaciones de usar y tirar, pero todavía hoy existe la capacidad de amar. Y sepan ustedes que siempre, el verdadero revolucionario se ha guiado por grandes sentimientos de amor.

Fuente: https://nuevarevolucion.es/amar-en-tiempos-revueltos/

Comparte este contenido:

Manu Velasco: “Los niños tienen su ritmo de aprendizaje y les contagiamos con la prisa”

Por: Laura Román

Durante la pandemia, la tecnología ha sido esencial para continuar el curso académico desde la distancia. Sin embargo, y de cara al futuro, Manu Velasco, maestro y autor del libro ‘Soñando personas’, considera esencial invertir un mayor tiempo de calidad con los estudiantes para evitar ‘contagiarles’ con otro virus muy presente entre los adultos: el del apresuramiento.

Manu Velasco se considera un maestro con los pies en la tierra y la cabeza en las estrellas. Quizá, por esa razón, ha escrito ‘Soñando personas’, un libro para creer en la magia de los seres humanos a través de una serie de reflexiones personales con las que indaga en temas como la vida, el amor, la educación, la amistad… Unas cuestiones que, incluso durante la pandemia, siguen vigentes ya que cree que los niños han tenido más tiempo que nunca para ‘soñar’.

Pregunta: Dice la escritora Ángeles Caso en el prólogo que su libro trata sobre los sueños, el tiempo, el pasado… ¿Está de acuerdo?

Respuesta: Es un libro para creer en la magia de las personas. Sobre lo que somos, lo que sentimos y lo que vivimos. Unas veces en versos y otras en pequeños recuerdos y reflexiones. Invita a repensar las vidas y el mundo que habitamos para mejorarlo.

A lo largo de los 17 capítulos, he intentado expresar con un estilo sencillo y creativo la hondura de mis sentimientos y mi experiencia. Dedico los juegos de palabras a la educación, a la amistad, a la familia, a los sueños, a las personas, a las nuevas tecnologías, al amor o a la vida para intentar llegar a lo más profundo del lector y para que le haga pensar en otras personas, soñar con ellas. Es un libro sobre nosotros.

P: ‘Soñando personas’ es un conjunto de reflexiones personales que comenzó en las redes sociales y que tuvo una respuesta muy buena por parte de sus seguidores, ¿cuál fue la razón para convertirlas en un libro?

R: Siempre me ha gustado jugar con las palabras y disfruto mucho haciéndolo. Me apasiona observarlas, acariciarlas, doblarlas, darles forma y convertirlas en aquello que necesito en cada momento. Empecé a escribirlas por esta misma razón y porque sentí la necesidad de hacerlo, de expresarlo y de compartirlo de esta manera.

Manu Velasco

P: ¿Cómo podría un docente utilizar su libro con los estudiantes?

R: Es vital comprometerse activamente con la educación lectora y escritora. Es muy importante despertar en los más pequeños y en los no tan pequeños el deseo de escribir, promoviendo siempre una escritura personal y creativa.

Puede servir como ejemplo para trabajar la escritura creativa y personal a la vez que se abordan aspectos tan importantes como los sueños, la autoestima, el amor, la familia, la tecnología, la amistad, la muerte o la vida.

P: En su libro comenta que educar al estilo ‘correcaminos’ es tan nutritivo como la bollería industrial, ¿qué es lo que debería cambiar ahora que la vida también se ha transformado debido a la pandemia? ¿Qué papel tendrá la tecnología en todo ello?

R: La tecnología es un recurso más que puede ayudarnos y enriquecer nuestra práctica educativa. Es un gran tren capaz de llevarnos a sitios maravillosos, pero las vías por las que circula ese tren siempre se llamarán pedagogía. La tecnología debe estar al servicio de la pedagogía, nunca al revés.

Dicho esto, está claro que ha tenido un papel fundamental y que nos ha ayudado más que nunca. Por este motivo, debemos seguir desarrollando todos (docentes, familias y alumnos) la competencia digital para sacarle el mayor partido posible y para saber discernir aquello que es útil de aquello que no es más que pirotecnia, que simplemente adorna y que nos deslumbra.

Creo que si algo debe cambiar es nuestra formar de estar y de ser en muchas ocasiones, debemos pararnos y dejar de andar como ‘pollos sin cabeza’. Es evidente que no existe mejor manera de no estar en ningún sitio que intentando hacer y estar en todos. Correr no es siempre la mejor manera de actuar. Existen ciertas cosas que no podemos ni deberíamos acelerar, que requieren tiempo y que si las aceleramos el precio a pagar es altísimo.

«Es muy importante despertar en los más pequeños y en los no tan pequeños el deseo de escribir, promoviendo siempre una escritura personal y creativa»

Sería más interesante y mucho mejor hacer menos y disponer del tiempo necesario para sacar el mayor provecho posible a cada experiencia, a cada momento, a cada contenido o cada actividad. Los niños tienen su propio ritmo de aprendizaje y los estamos contagiando con el virus adulto del apresuramiento. Un virus realmente peligroso que les acorta la infancia, los presiona para que imiten las costumbres adultas y los obsesiona con la velocidad.

P: ¿Cree que por dicha situación los sueños de los estudiantes también han cambiado?

R: Creo que no. En tal caso, han tenido más tiempo para soñar. El primer sueño que tenemos cuando somos pequeños es sobre nosotros mismos. Nos soñamos y nos proyectamos en el futuro siendo o haciendo algo. Es muy importante que dejemos que nuestros hijos o estudiantes se conozcan, descubran lo que les apasiona y ‘se sueñen’. Ojalá esta pandemia haya contribuido y regalado un tiempo para ello.

Manu Velasco

P: Usted aboga por una educación basada en los valores, en las emociones. ¿Cómo puede ayudar ese tipo de educación en los tiempos que vienen?

R: Cuando hablamos de valores y emociones, hablamos de educación. Una educación muy necesaria en estos momentos, centrada en el corazón y que nos hace ver que educar es respetar la individualidad y la autonomía de los demás; que educar es abrigar sus sueños y destapar sus miedos; que es alimentar sus talentos y sus pasiones; que es confiar en sus capacidades; que educar es regar su independencia y cimentar su confianza.

«Hay que dejar que nuestros hijos o estudiantes se conozcan, descubran lo que les apasiona y ‘se sueñen’. Ojalá esta pandemia haya contribuido y regalado un tiempo para ello»

P: ¿Cuál es la clave para que ‘soñemos personas’?

R: Ser capaces de dejar de oír todo el ruido que nos rodea e intentar viajar a nuestro interior para redescubrirnos y para valorar la suerte de tenernos; la suerte de tener cerca de nosotros a tantas personas que están ahí para lo que haga falta.

Fuente e Imagen: https://www.educaciontrespuntocero.com/entrevistas/manu-velasco-ninos-ritmo-de-aprendizaje/

Comparte este contenido:
Page 2 of 5
1 2 3 4 5