España / 10 de junio de 2018 / Autor: Marta Michans / Fuente: Y así te lo cuento
Hoy entrevisto a Virtudes Sánchez, profesora de francés en el instituto de Tamarite de Litera (Huesca), gracias a quien tengo nivel de francés C1 y un espíritu (más) crítico. Virtudes, en esta entrevista, con sus palabras, vuelve a hacerme pensar después de años de haber terminado al instituto. Si algo le agradezco además de la enseñanza del francés, es el haberme inculcado la libertad de ser único/a, la lectura de los periódicos y el abandono del miedo en cualquier esquina. Y todo eso sin ninguna lección en clase, solamente con la lección que se da en presencia, en ejemplos, en actitud.
Básicamente, depende del nivel. Para los más pequeños, son actividades más lúdicas, de juegos o interacciones con sus compañeros. Para los que ya se han introducido en el aprendizaje (2º o 3º de ESO) del francés, son más actividades interactivas individuales sobre teoría que ya hemos dado. En la mayoría de casos, se entrena la expresión oral y/o expresión escrita en la pizarra.
Para los más mayores, se entrena en clase básicamente la interacción de preguntas/respuestas en relación con un tema concreto previo a la exposición de un determinado vocabulario más concreto. Se trata de ver el conocimiento previo que tiene el alumno sobre un tema determinado.
Bueno, desde hace ya algunos años no pido que los alumnos hagan actividades en casa, más allá de repasar el trabajo diario. Tomé esta decisión por motivos muy concretos: la gran mayoría de alumnos copiaban directamente de Internet sus trabajos y/o se copiaban unos a otros las redacciones. Para evitar que se acomoden a no hacer esfuerzo, prefiero que las redacciones las hagan en clase. Así me aseguro que todos lo hagan y también que se esfuercen y terminen lo que se les pide.
Después de un intercambio, el rendimiento, interés y motivación aumenta exponencialmente. No hay duda de que la participación en un proyecto semejante ayuda a desarrollar las cuatro destrezas: expresión oral y comprensión oral, muy especialmente. Al tener lugar en el tercer trimestre, supone un “empujón” para aquellos alumnos que andan más despistados. Se nota especialmente el subidón de nivel en los que tenían menos seguridad en sí mismos o eran más tímidos. Huelga decir que para aquellos que ya participaban en clase, la mejora ha sido notable.
Al haber tenido que expresarse obligatoriamente para comunicar con las familias, se tienen que “poner las pilas” para hacerse entender y entender a las personas que les hablaban, lo que redunda en mejoras notas para todos a final de curso. Por extensión, mejora también la expresión escrita y la comprensión escrita.
Mi mayor reto se presenta casi cada día para intentar motivar a los alumnos (todos) frente a la multitud de estímulos de que disponen los alumnos en un mundo hiperconectado y con una oferta de conocimiento por otras vías diferentes de las clases regladas de la educación actual.
Todo esto provoca en los alumnos el deseo de “aprender” con la misma rapidez con la que pulsan una tecla de sus smartphones. La consecuencia primera es la pérdida de atención y concentración y por extensión, el hilo de lo que se le va explicando en clase, cuando el alumno se da cuenta de que el proceso no podrá ser nunca igual. Es muy complicado dar una solución a esta situación. Hasta hace apenas un decenio, no se podía siquiera pensar en la rivalidad que se crearía entre la enseñanza (por mucho que se utilicen las TIC en el aula) y el mundo de Internet que se ha hecho imprescindible para la casi totalidad de los adolescentes.