América del Sur / Argentina / 11 de septiembre de 2016 / Opinión / Por: Julio Cobos
Hoy, 11 de septiembre, conmemoramos un nuevo aniversario del fallecimiento de Domingo Faustino Sarmiento; maestro, periodista, escritor, militar, político y padre de la educación pública de nuestro país. Nació en 1811 en un hogar humilde de San Juan y fue esa condición la que no le permitió contar con los recursos para acceder a la universidad, aunque esto no le impidió transformarse en un autodidacta y una de las mentes más lucidas de su época.
Sarmiento fue por sobre todas las cosas un gran apasionado y fueron esas pasiones y la defensa de sus ideas las que lo llevaron a realizar su obra y las que también lo llevaron al exilio en más de una oportunidad. Fue precisamente en uno de sus exilios en Chile donde su amigo el Ministro de Educación, Manuel Montt, le encargó la tarea de estudiar los sistemas educativos de Europa y de Estados Unidos, viajes que marcarían un antes y un después en la vida del maestro sanjuanino. Muchas de las experiencias recolectadas en esos viajes fueron luego implementadas en nuestro país y fue en el área de la educación donde dejó su mayor impronta, porque entendía el carácter esencial de ésta como instrumento de cambio.
Sarmiento impulsó la creación de las escuelas normales para la formación de docentes, la creación de escuelas de agronomía y de la primera escuela para sordos mudos, la instalación de numerosas bibliotecas populares y de la Escuela Naval y el Colegio Militar de la Nación y fue además un férreo defensor de la educación de las mujeres. Como Presidente llevó adelante el primer censo nacional en el año 1869, lo que permitió saber entre otras cosas cuál era la tasa de analfabetismo de nuestro país.
Quizás su mayor legado sea la Ley 1420 de Educación Común (1884), aunque la misma no haya sido aprobada durante su presidencia, fue su gran impulsor. En ese texto quedó impregnado todo el ideario por el que había luchado gran parte de su vida. Esa ley establecía los principios generales sobre la enseñanza pública en las escuelas primarias, que eran los de obligatoriedad, gratuidad y gradualidad, estableciendo los contenidos mínimos de instrucción obligatoria y que la enseñanza religiosa debía impartirse después de clase para los distintos credos, dándole así a la educación un fuerte carácter laico que antes no tenía. Este y otros puntos como el de la enseñanza mixta fueron verdaderamente resistidos, pero su incorporación fue lo que permitió la integración de una población altamente heterogénea para poder tener un proyecto de nación.
Hoy tenemos un desafío similar al de aquella época, con un panorama muy complejo en cuanto al sistema educativo. Si bien la educación secundaria es de carácter obligatorio, tenemos altos índices de repitencia y deserción, sobre todo en la escuela secundaria; además de una fuerte caída en la calidad y un alto porcentaje de traspaso de los alumnos de la escuela pública a la privada. Por esto y al igual que lo fue en tiempos de Sarmiento, la educación debe transformarse en la mayor prioridad para el gobierno, recuperando a la escuela pública como el instrumento de trasformación social por excelencia para lograr construir una sociedad más igualitaria.
Tenemos que trabajar principalmente en dos ejes, el cumplimiento efectivo de la obligatoriedad y la mejora en la calidad. No sólo es necesario que los niños ingresen al sistema y permanezcan, lo cual es verdaderamente importante, sino también y fundamentalmente es necesario que aprendan y para ello necesitamos poner mayor énfasis en materias centrales como lengua, matemática y ciencias, en las que existe un gran déficit, para que los niños desarrollen todo su potencial.
Para monitorear el cumplimiento efectivo de la obligatoriedad, impulsamos la creación de la Cédula Escolar Nacional, un registro digitalizado donde queden asentadas las inscripciones de los alumnos, los cambios en su trayectoria escolar y las inasistencias, para de esa manera combatir el ausentismo y la deserción escolar.
Sabemos del rol de contención social de las escuelas y ahí es necesario que el Estado esté presente con políticas públicas para que los niños en situación de vulnerabilidad puedan acceder a cuestiones básicas como la alimentación, vestimenta, cobertura médica y es ahí también donde debemos impulsar la creación de escuelas de doble jornada. Para verdaderamente construir una sociedad igualitaria necesitamos seguir el ejemplo de Domingo Faustino Sarmiento y mejorar la calidad educativa, porque en definitiva esa es la única forma de dar igual de oportunidades a las generaciones venideras.
http://www.mdzol.com/opinion/693541-educacion-el-unico-camino-para-construir-una-sociedad-igualitaria/