Gestión pública y corrupción

Por: José Manuel Restrepo

Uno de los dramas de los países en desarrollo y de aquellos a quienes les cuesta trabajo avanzar en crecimiento o desarrollo social es que desperdician mucho tiempo en discusiones inútiles o aún en problemas inexistentes o menores. Cuando la energía de una sociedad se gasta en discusiones o propuestas de políticas poco relevantes, descuidamos lo que es esencial y sobre todo malgastamos recursos que pueden ser valiosos para prosperar. Un ejemplo no muy lejano de nuestra realidad colombiana es haber abierto una espuria discusión sobre una reforma política inoportuna, incompleta y, hoy inútil, en lugar de debatir sobre asuntos de fondo para el futuro de la nación.

Pero ejemplos en Colombia, de malgastar el tiempo del debate o de no definir una buena política pública o de no responder oportunamente a nuestros problemas, hay muchos más. Algo de esto se extrae de aquella famosa expresión de nuestro premio nobel de literatura, cuando al cerrar el texto de la denominada Comisión de Sabios que estudió en 1994 el futuro de Colombia y que describió aquel año como un momento al “filo de la oportunidad”, decía: “Creemos que las condiciones están dadas como nunca para el cambio social, y que la educación será su órgano maestro… (Una educación) Que canalice hacia la vida la inmensa energía creadora que durante siglos hemos despilfarrado en la depredación y la violencia, y nos abra al fin la segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe desgraciada del coronel Aureliano Buendía”.

Pues bien, durante más de cincuenta años el gran problema para mejorar como nación y canalizar los activos del país (humanos o físicos) fue justamente tanta violencia, terrorismo y depredación. Hoy, luego de haber alcanzado un proceso de paz, tenemos un nuevo momento para aprovechar, pero, como en el pasado, parece que la nueva dificultad y problemática a enfrentar y a solucionar se llama corrupción. Un tema respecto del cual, aparte de propuestas mediáticas de políticos de turno, nada tenemos para proponer. El problema es que es un determinante clave de nuestro propio futuro.

Times Higher Education, en un artículo de estudio, concluyó que Colombia, junto con países como Chile, Tailandia, Turquía y Serbia, tiene el potencial de superar a países como China, Rusia, Brasil, India y Sudáfrica en materia educativa. Sin embargo, concluye también el autor, la única razón para no lograrlo son justamente los índices de corrupción, por cuanto los niveles de corrupción son inversamente proporcionales a la calidad educativa.

En lugar de una reforma política hecha a la carrera y desconectada de las necesidades del país, propongo avanzar en dos frentes de discusión: de un lado, en estrategias contra la corrupción, y de otro, en una gestión pública inteligente. En el primer asunto, reflexionemos sobre el actual modelo de financiación a las campañas políticas y démosle un cambio de 180 grados; avancemos en una campañas políticas y démosle un cambio de 180 grados; avancemos en una campaña de mayor eficiencia, sistematización, transparencia y simplificación de la gestión pública (es sorprendente, pero aún a la fecha, por ejemplo, y a pesar de leyes antitrámites, seguimos firmando documentos públicos y poniendo al lado una huella digital. ¿Conoce usted algo más ineficaz?); revisemos los incentivos y mensajes que lanzan la justicia y la propia administración pública en relación a los actos de los corruptos y endurezcamos las penas; fortalezcamos, dignifiquemos y profesionalicemos aún más el rol de los servidores públicos y hagamos de este papel uno tan atractivo como otras actividades del sector privado, y trabajemos de

mejor manera en el fortalecimiento de la democracia participativa y en la construcción de una cultura de integridad desde la educación. Podría agregar más asuntos, pero por lo menos de estos surge una batería de acciones a seguir.

Finalmente, es indispensable también actuar en una gestión pública inteligente, que, como propone la Cepal en reciente estudio de Sergio Bitar, sea menos improvisada, tenga más profundidad estratégica, piense a mucho más largo plazo y prepare la nación para estos nuevos escenarios de incertidumbre.

¿Será mucho pedir que el país prefiera dar estos, que son los debates que tiene que dar, y que la forma de hacerlo sea oportuna, profunda y consensuada?

Fuente: http://www.elespectador.com/opinion/gestion-publica-y-corrupcion-columna-683007

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