Por: Roberto González Villarreal, Lucía Rivera Ferreiro y Marcelino Guerra Mendoza. 28/02/2018
El carnal Marcelo regresó a la política mexicana. Regresó a la precampaña de AMLO. Regresó en una posición intermedia, como coordinador de la primera circunscripción electoral, una subcoordinación regional, un puesto similar al que ocupan otros pesos pesados de la política de centro y centro izquierda, como el ex gobernador de Zacatecas, ex coordinador de la campaña electoral del 2012 y ex delegado de la Delegación Cuauhtémoc en la Ciudad de México, Ricardo Monreal; la ex contralora del Distrito Federal, ex secretaria de Trabajo en el gobierno legítimo e integrante de cuantas comisiones cercanas de AMLO haya, Bertha Luján; el abogado Julio Sherer Ibarra; y el senador y precandidato a gobernador derrotado antes de cualquier contienda, en la Coalición “Juntos haremos historia”, de Morelos, Rabindranath Salazar Solorio; todos coordinados por Tatiana Clouthier, la hija de Maquío, ex militante y ex diputada del PAN (AMLO presentó a Ebrard y Monreal como parte de su nuevo equipo).
Regresó y de inmediato acudió a cuanta entrevista y foro televisivo fue invitado. Dejaremos de lado los aspectos jurídico-procesales de su situación, tampoco trataremos las explicaciones de su salida del país, nos concentraremos solamente en lo que se refiere a la reforma educativa.
La llegada de Ebrard le da contenido estratégico a la precampaña de AMLO. Sobre todo en lo que se refiere a su claridad expositiva. Mucho más que la coordinadora de campaña, de la que poco se sabe, o del protosecretario de educación en el gobierno de AMLO, Marcelo clarificó de inmediato el rumbo de la reforma de la reforma educativa. Lo dijo en varias de sus entrevistas. Tomaremos de ejemplo una, la que sostuvo con Carmen Aristegui el 2 de febrero (El regreso de Ebrard; denuncia contra Corral, el caso C. Duarte y la caravana). Sus comentarios sobre la reforma se pueden escuchar alrededor de 1:22 horas del podcast.
Son tres aspectos los que nos parecen relevantes. El primero es el apoyo abrumador del magisterio a la candidatura de Andrés Manuel. Marcelo dice que es más del 70%. Se entiende, por las criticas que ha sostenido a la reforma educativa. El segundo, la composición variopinta de esos apoyos, pues van desde los institucionales de ahora, hasta los gordillistas alebrestados, las y los militantes de la CNTE, de los movimientos magisteriales de base, los democráticos de otras corrientes sindicales y de otros sindicatos magisteriales. Marcelo se cuidó en decir que eso le habían dicho, que lo va a confirmar en los estados de su circunscripción. El tercero, la distinción de los elementos laborales y los propiamente educativos de la reforma. Para responder a un magisterio degradado, vilipendiado y maltratado durante los últimos dos sexenios, se propondrían modificaciones al régimen laboral, es decir, a la “evaluación punitiva”. No fue más específico. Lo dejó ahí.
La eficacia retórica de la declaración de Ebrard no puede desdeñarse. En un solo comentario proporcionó todos los elementos que se esperaban desde la crítica convencional a la reforma educativa: “La reforma es laboral, la evaluación es punitiva”. Lo que se atenderá de inmediato es justamente eso: devolverle la dignidad al magisterio; en buena lógica, sería eliminando los aspectos perjudiciales de la reforma, es decir, los laborales, y más propiamente la evaluación de permanencia al magisterio en activo. Esa es la lógica política de su declaración. Es lo que muchos y muchas maestras y dirigentes esperan oír. Ese sería el compromiso de AMLO y la Coalición “Juntos haremos historia”.[1]
Muy bien. En política, la claridad conceptual es un bien escaso. En las campañas electorales es más raro todavía. Hay que agradecerle a Marcelo por ello. La claridad facilita la discusión, hace posible una problematización más clara y un debate más eficiente. Sobre todo para quienes luchamos, desde diversos lugares y distintas formas, contra la reforma educativa.
Ya señalamos las virtudes de la declaración de Marcelo, ahora hagamos preguntas. Valorémosla en términos políticos y estratégicos. Lo primero es la concepción de la reforma. Marcelo reconoce el lugar común de la reforma como laboral y la evaluación como punitiva. Es la sobresimplificación que hicieron críticos y dirigentes.
En esto, Marcelo, como los demás, se equivoca. Lo explicaremos brevemente, porque quienes leen Cortocircuitos ya conocen nuestra posición. La reforma es un proceso, lo que quiere decir que si bien inició como reforma constitucional, siguió en las leyes secundarias, luego en modificaciones fiscales, presupuestales, administrativas, institucionales y discursivas. La reforma es un dispositivo político, es decir, un conjunto en proceso de ensamble y autorreproducción. No consiste únicamente en la evaluación, sino se acompaña de programas como la autonomía de gestión, el FONE, el SIGED, los CIEN, la Escuela al Centro, la Normalidad Mínima, el Nuevo Modelo Educativo, entre los más importantes y conocidos. La reforma es un proceso agonístico, lo que significa que se desenvuelve entre luchas, batallas, modificaciones, ralentizaciones, aceleres, pausas, dependiendo de las contingencias en la batalla. La reforma es una guerra, porque no sólo saca a los militares a la calle y los compromete en la represión, sino porque el modo de concebir la política, como enfrentar las resistencias y como instrumentar los programas, se basa en la polemología de las guerras posmodernas, con el manejo de las percepciones y la formación de marcos de referencia en primerísimo lugar. La reforma es educativa, porque de lo que se trata es de los procesos de subjetivación neoliberales, de los maestros y alumnos formados en la incertidumbre, la precarización, la competencia, la individualidad, la responsabilidad de si; y además, porque trata de modificar lo que hemos denominado el territorio educativo, lo que antes se llamaba el Sistema Educativo Nacional, construyendo mercados educativos, nuevas mercancías educativas (cursos, talleres, etc, a cargo de instituciones privadas, etc), y un nuevo modo de gobernar la educación, lo que va de la antigua rectoría del estado a la llamada gobernanza educativa.
Marcelo no da cuenta de ninguno de estos procesos. Como casi no lo hacen los críticos oficiales de la reforma. Ignoran los ensambles, las repercusiones subjetivas e institucionales del conjunto. Separan, disgregan, califican. Por eso Ebrard puede decir que la reforma tiene aspectos laborales y educativos. ¡Distinguiéndolos! Sabrá Díaz Barriga y demás didácticos a qué se refiere, pues lo que las ciencias de la educación han mostrado los últimos 50 años es que en los procesos educativos no hay cuestiones técnicas o neutrales, todas forman parte de los aprendizajes, de conocimientos, valores, comportamientos, modos de vivir y de pensar.
No terminamos de comprender cómo es posible que los críticos que enseñan en universidades e instituciones de educación superior dejan de lado sus propias clases. ¿De nada les sirvieron los teóricos de la reproducción? ¿De nada los críticos de la reproducción? ¿De nada los institucionalistas? ¿De nada las ciencias cognitivas? ¿De nada Foucault y Deleuze? ¿De nada Ball y los teóricos de la micropolítica? ¿De nada la descolonización y las epistemologías del sur? ¿De nada el feminismo y los estudios de género o la teoría queer? ¿ De nada Mc Laren y la pedagogía crítica? ¡Cuánto saber descartado, cuánta teoría inutilizada, cuánta simplicidad!
Desde luego, esta sólo es una acotación académica, a todas luces necesaria en una cuestión de política de la educación. Más aún cuando lo que se debate es la calidad educativa. Lo relevante, sin embargo, es la deriva política de esta sobresimplificación: si la reforma se divide en cuestiones laborales y educativas, entonces, lo que sigue es atender las cuestiones laborales, dejando de lado, o para después, lo educativo. Y en este punto la posición de Ebrard implícitamente se ubica en una creciente corriente de opinión que considera que los aspectos negativos de la reforma se concentran en la evaluación de permanencia.
La solución ya la ha perfilado un priísta, dirigente de la sección 32 del SNTE, en Veracruz: una reforma constitucional que elimine la permanencia en los tipos de evaluación obligatoria ( Callejas Roldán insta a modificar la reforma educativa; acepta que solo es laboral ).
Es una vía posible. Sin duda mucha gente la compartirá. Desde la CNTE, los Movimientos Magisteriales de Base hasta diputados y senadores de distintos partidos. Sin embargo, esto tiene una dificultad mayúscula: dependerá de la composición del congreso federal y de las legislaturas estatales.
Marcelo Ebrard no avanzó más. Es necesario que MORENA y la coalición “Juntos haremos historia”, sean más claros en estos puntos. Son cuestiones fundamentales. ¿Se abordarán en el Congreso Educativo Nacional que anunció AMLO? Preocupa, pues tras Los acuerdos de Zacatecas aún la posición del priísta veracruzano es demasiado radical para MORENA . Si no se tratan en términos constitucionales, si se introducen en las leyes secundarias solamente, las controversias, los amparos, las referencias a la Constitución serán permanentes. Ya lo hemos visto anteriormente en las reformas a las leyes estatales en educación.
Por último, a Ebrard, como a los críticos y a AMLO, se le olvida una cuestión básica de la reforma: se ha planteado como una guerra, y las guerras no terminan con episodios electorales, siguen, siguen, siguen…Aun si gana AMLO, aún con sus propuestas de Congreso Educativo y cancelación de la reforma, las fuerzas que sostienen la reforma educativa son importantes; no votan, pero imponen, advierten, realizan campañas, tienen instituciones. Siguen ahí, harán cabildeos, como lo han hecho durante mucho tiempo, seguirán apostando. Un cambio de gobierno no garantiza nada, sólo las condiciones en que se realizará la siguiente confrontación. ¿Estamos listxs para eso?
Contacto: labandadelxs3@gmail.com
[1] Por cierto, una coalición machista, a estas alturas ¿Juntos? ¿Juntos? ¿En masculino, ignorando a más de la mitad de la población?
Fotografía: vanguardia
*Fuente: http://insurgenciamagisterial.com/marcelo-ebrard-y-la-reforma-de-la-reforma-educativa/