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Un análisis sobre educación, tiempo y lenguaje

Por Carlos Skliar.

La educación como una forma de conversación que pone en discusión la cuestión del poder en el lenguaje y el saber transformado en conocimiento actualizado. Estas narrativas incómodas abren la pregunta en la actualidad por la otredad y por el escape a cualquier proceso de normalización.

La formación frente a la aceleración del tiempo

Un sigiloso pero repetido resquemor recorre las aulas, los gabinetes, los pasillos y los extra-radios de las universidades, y quien desee detenerse en ese secreto a voces puede escuchar con claridad cierto agotamiento de un sistema que por asumirse como naturalizado o simplemente crear conductas de extrema adaptación no deja de llamar la atención y sorprender en su propio artificio: la sensación de que las “altas casas de estudio” solo son capaces de conservar su pretensión de altura (de jerarquía de personas, grupos y autorías, de separación con la polis), pero parecen haber perdido tanto su carácter de casas (hogares, atmósferas, micro-climas de acogida y hospitalidad) como también, y más aún, de ser sitios de estudio, es decir, de poner en juego aquel ejercicio solitario y silencioso del gesto de percibir, pensar, leer y escribir que luego se convertiría en comunitario a propósito de publicar –hacer público– y de conversar sobre tales políticas de lo percibido, lo pensado, leído y escrito.

Las razones de este desapego son tan variadas que el intento por desentrañar sus causas puede ser una tarea ciclópea, y aún así inmensamente virtuoso para poder comprender un estado actual reñido mucho más con la híper-productividad, el hartazgo intelectual, el apego a la novedad, al saber tecnológico, y la tiranía de las lógicas evaluativas, que transformaron en un no muy extenso lapso del tiempo una institución destinada en apariencia a sostener el legado histórico del conocimiento y la cultura y transformarlo, inventivamente, en otra cosa (otro mundo, otra vida, otro saber), en una estructura de impiadosa adecuación al provecho y el utilitarismo del mercado actual del conocimiento y del trabajo.

La tiranía del método, el lenguaje academicista, la razón evaluativa, la dependencia a la financiación según ranking creados ad hoc, la sumisión de los más jóvenes a prácticas arteras de publicación, las clasificaciones de investigadores e investigaciones, de revistas, editoriales, el curioso y solitario género literario de las tesis, etcétera, configuran un panorama oscuro y espeso que nos retrotrae a aquel conglomerado de cuestiones lanzado por Derrida hace ya algunos años: “¿Y quién somos en la Universidad donde aparentemente estamos? ¿Qué representamos? ¿A quién representamos? ¿Somos responsables? ¿De qué delante de quién? Si existe una responsabilidad universitaria, ella comienza por lo menos en el instante en que se impone la necesidad de escuchar estas cuestiones, de asumirlas y de responderlas” (Derrida, 1999).

Sin embargo, hay algo previo: ¿es que acaso hubo una anterioridad universitaria satisfecha de sí misma, de la cual hoy debemos prestar homenaje o pleitesía? ¿Existió de verdad una Universidad centrada en la experiencia y la riqueza de sus lenguajes y saberes? ¿Fue quizá la Academia de Platón el punto de partida del ejercicio del pensar, pero también de la idea del eterno aprendiz y del sedentarismo? ¿O es que siempre la Universidad y sus antecesoras han sido escenarios de inconformidad consigo mismas, quizá de ciega filiación con el mundo coyuntural y de sorda separación respecto de las vidas singulares?

El planteo inicial puede esbozarse del siguiente modo: si educar consiste en contribuir a que los más jóvenes aprendan a vivir y habiten el mundo para hacer algo distinto de lo que han hecho sus antecesores, una de las causas que nos impulsan a criticar y repensar la Universidad estriba justamente en la separación abismal entre la vida y el mundo o, dicho de otro modo, en que hoy se abona como natural la preparación para el mundo y no para la vida, entendiendo además que “mundo” significa “mundo del trabajo”. Así lo expresa Bárcena: Pero lo que las reformas educativas de la universidad están poniendo en evidencia es otra cosa: que el interés por la educación (de los jóvenes) no es ahora enseñar cómo es el mundo y que se encaminen hacia él -para que allí encuentren el modo de elaborar su propio arte de vivir-, sino que salgan a una diminuta parte del mundo que es el mercado (como si mercado y mundo coincidiesen), que se encaminen, bien pertrechados de competencias, a la fábrica o al puesto de trabajo, aunque no sepan nada del mundo. Que se ganen la vida, que aprendan a mantenerla, en vez de aprender a vivirla (Bárcena, 2014).

Algunas de estas cuestiones estarán presentes de modo indirecto en este texto, pero su propósito es más bien el de concentrarse en dos ejes imbricados que merodean una respuesta responsable a la pregunta por la Universidad: 1) la infección del poder del lenguaje, y 2) el saber transformado en conocimiento actualizado.

El lenguaje infectado de poder

Se percibe en las instituciones universitarias la falta de una lengua común, de una lengua para la conversación: Una lengua sin sujeto sólo puede ser la lengua de unos sujetos sin lengua. Por eso tengo la sensación de que esa lengua no tiene nada que ver con nadie, no sólo contigo o conmigo sino con nadie, que es una lengua que nadie habla y que nadie escucha, una lengua sin nadie dentro. Por eso no puede ser nuestra, no sólo porque no puede ser ni la tuya ni la mía, sino también, y sobre todo, porque no puede estar entre tú y yo, porque no puede estar entre nosotros (Larrosa, 2007).

El párrafo anterior expresa una aseveración de tono fuerte, casi desesperado: la de una lengua sin sujeto, la de una lengua desposeída, la de una lengua sin habitantes, la de una lengua sin nadie dentro. Y no sería ocioso que nos preguntáramos acerca de la lengua que suponemos habita en el interior de la educación: ¿cuál es esa lengua? ¿Cómo fue construida? ¿Se trata de una lengua que nos es propia? ¿De una lengua que es la lengua del otro? ¿Una lengua específica de la educación, que sólo hablamos en las instituciones, en tanto codificación y sistematización de una disciplina y un saber formal y racional?

En el libro Defensa de la escuela. Una cuestión pública (2014), Masschelein y Simons realizan un alegato a favor de las instituciones públicas de enseñanza, subrayan el hecho el rechazo a una jerga legalista y afirman que: “(…) No asumimos la voz de abogados especializados sino más bien la de hablantes que se sienten concernidos por el asunto sobre el que argumentan públicamente” (Masschelein & Simons, 2014).

Los autores se proponen hablar de la educación utilizando un lenguaje habitual, y lo expresan en estos términos: que responda a aquello que concier­ne a las personas a quienes ese asunto les importa realmente, y que no es necesario utilizar la lengua jurídica.

Es a partir de esta reflexión que podemos pensar en la nece­sidad de tomar algunas decisiones con respecto al lenguaje: quizás desde el punto de vista educativo valdría la pena detenerse a pensar en una primera cuestión que podríamos plantear del siguiente modo: ¿En qué lenguaje hablar, conversar, de lo educativo?

Vivimos una época que claramente transforma todo en mercancía, y es difícil sustraer las palabras educativas de esa lógica imperante. Pero: ¿cuál sería el lenguaje de la educación, si es que lo hay, si hay un lenguaje propio de lo educativo y si es posible hablarlo; “propio” no como universal sino como lo común; una lengua propia con la cual sentarnos y hablar, o en realidad se trataría de una lengua traducida, pres­tada, donada, mezclada, híbrida, travestida, o como se prefiera llamarla?

El mayor de los abandonos del lenguaje reside en la pena por advertir la fi­liación del lenguaje con el poder, o mejor dicho con los poderosos, es decir, con los altaneros, los soberbios, los mentirosos, los crueles, los publicis­tas, los politiqueros, los virulentos, el secuestro de las palabras más vitales de la lengua como si se tratara de propiedad privada para un provecho personal y consumista; en fin, cuando el lenguaje se pone del lado de aquellos que han hecho de este mundo un mundo insoportable, irrespirable, tan­to ellos como sus palabras.

Esta es la enfermedad del lenguaje o su inhabitabilidad, o para decirlo más claro, su podredumbre, un lenguaje infecta­do, pestilente, corrompido, que no podemos pen­sar ni sentir como nuestro, porque ha sido arrasado, allanado, alisado, mutilado, deshumanizado, porque ha sido con­vertido en un lenguaje de los deslenguados, en un lenguaje de nadie, sin nadie y para nadie.

El saber desprovisto de sabor

¿Es la Universidad, acaso, un sitio donde pensar o donde saber; un lugar para pensar el pensamiento o bien para disolverlo; se trata del pensamiento, del saber y/o de los lenguajes que representan y presentan ese pensamiento y ese saber?

Hay un saber generalmente muy valorado en los medios académicos, que es el resultado de un lenguaje en extremo especializado. Ese saber insiste, básicamente, en saberse experimental, universal, objetivo e, inclusive, a salvo de toda duda, de toda perplejidad. Su procedimiento, más allá de las sofisticaciones peculiares, consiste en hundir sus raíces en el concepto -en cualquier concepto-, en hincar sus fauces sobre un tema -cualquier tema-, en producir una escritura que anuncie y enuncie su descubrimiento -cualquier descubrimiento- y en sentirse muy capaz de abordar lo inabordable, muy capaz de revelar el misterio -cualquier misterio-.

Se trata, en síntesis, de un saber que no se relaciona con la existencia de los demás, sino apenas con su presencia fantasmagórica o, en términos más corrientes, su duplicación hasta el infinito. Su método es el de la separación, la distancia seca, el etiquetamiento. Su origen es la exterioridad aunque no renuncia al ensimismamiento. Su destino es un nuevo refugio para la soledad de quien conoce. Sin embargo, su prestigio está fuera de duda, al menos en los contextos donde sabe y puede propagarse.

Dos objeciones a ese saber: por un lado, se trata de un saber que sabe fuera del mundo, es decir, que necesita salirse del tiempo y del espacio donde las cosas sonestán, existen, pasan, para afirmarlas o negarlas en un tiempo y un espacio que aparenta y/o representa ser lo que es; por otro lado, es un saber que sabe por una decisión de la moral y no por un lenguaje de la experiencia. Es un saber que requiere, imperiosamente, de un dispositivo racional para darse a saber, para darse a conocer, para darse a hacer. Y ese dispositivo racional, en apariencia derivado de la observación, la distancia y el lenguaje especializado, renace en las nuevas generaciones como un discurso apriorístico y tautológico con su propia historia, es decir, como un discurso que debe emerger antes de estar en el mundo que describe, antes inclusive de que las cosas ocurran, un saber sin sabor: “Lo que se da a aprender, en la modernidad, es un saber atrapado con autoridad y transmitido con neutralidad, un saber por el que el aprendiz transita ordenadamente sin ser atravesado por la aguda flecha de la palabra del libro que se lee, es un saber que ya no sabe, porque a nada sabe en realidad. Un saber sin sabor” (Lévinas, 1995: 19).

Habría, por cierto, otro tipo de saber que puede plantear una oposición crucial entre lenguajes de la ciencia y lenguajes de la experiencia, en tanto pone en el centro de la mirada no ya lo otro desconocido, no ya lo otro inexplorado, no ya lo otro por descubrir sino, justamente, su propia mirada. Se trataría, claro está, de un saber incómodo, inestable, fragmentario, contingente, provisorio pues tiene que ver, ante todo, con un cierto no-saber inicial, una cierta condición de perplejidad, una cierta ignorancia que no es, desde ya, nihilista, ni cobarde, ni ingenua, ni escéptica. Un saber cuya distancia está marcada no por la menor o mayor objetividad del ojo que intenta ver, sino por la existencia misma de aquello que es mirado; un saber que, siempre, se inicia en el otro, en la otra cosa.

Habrá que decir, aún, que el saber al que aquí se hace referencia no tiene demasiado buena prensa en la mayoría de los ambientes académicos. No sólo porque elude la objetividad clásica, no sólo porque pone bajo sospecha esa mitificación secular de la normalidad, sino sobre todo porque utiliza los lenguajes de la experiencia, es decir, narrativas que nos involucran en primera persona, narrativas que ubican el cuerpo en el centro del conocimiento porque es el cuerpo el que lo produce y lo padece; narrativas que, al fin y al cabo, no pueden sino estar regidas por las únicas reglas a las que vale la pena someterse: las reglas de la vivencia y la convivencia.

Conclusiones

Desde hace tiempo sostengo que la educación es una forma de conversación  del todo particular, más allá de cualquier otra interpretación conceptual o disciplinar. Pero no cualquier conversación: se trata de una conversación a propósito de qué hacer con el mundo, con éste mundo, no apenas con el de aquí y ahora, el que está a nuestra frente, el de cada uno, la pequeña porción de mundo que nos toca vivir y pensar, sino del mundo contemporáneo, de ese mundo que se hace presente –proviniendo desde cualquier punto y dimensión del tiempo y nos desgarra, nos preocupa y ocupa, nos conmueve, nos desconcierta.

La educación es una filiación con el tiempo del mundo, sí, y se expresa y afecta en cuerpos diferentes, voces diferentes, modos de pensar, percibir y hablar diferentes. ¿Puede haber educación sin una conversación de esa naturaleza? ¿Qué quedaría o que queda de lo educativo, si conversáramos solo sobre lo nuevo, o solo sobre el futuro pre-construido, o únicamente sobre nosotros mismos, de un modo mezquino y con nuestras poquísimas palabras? ¿Y qué sería del mundo si lo relatásemos exclusivamente con un lenguaje infectado de poder?

Por eso el lenguaje del educar es narrativo, o debería serlo. Porque conversa sobre la relación intensa y extrema entre el mundo –como travesía hacia la exterioridad y la propia vida, haciéndola múltiple, intentando que no permanezcamos solo entre unos pocos, hablando siempre de lo mismo, repitiendo y repartiendo desigualdades, anunciando emancipación pero provocando más y más humillaciones.

En el educar hay algo de contrariedad, de no aceptar sin más ese supuesto orden habitual e, inclusive, de oponerse al orden natural de las cosas. En un mundo gobernado por el exceso de racionalidad jurídica, la búsqueda del conocimiento lucrativo y el progreso como novedad tecnológica, la peor injusticia que hoy la Universidad nos presenta es la de pensar que nada puede hacerse para impedir que las vidas continúen acotadas, desprovistas de experiencia, sujetas únicamente al conocimiento lucrativo, arrojando alumnos al mundo del trabajo pero no al mundo de las vidas, insistiendo nosotros mismos en sentirnos satisfechos de nosotros mismos, escribiendo solamente para pares e ignorando que, quizá, no haya nadie del otro lado.

*Es Doctor en Fonología, con Especialidad en Problemas de la Comunicación Humana con estudios de Pos-doctorado en Educación por la Universidad Federal de Río Grande do Sul, Brasil y por la Universidad de Barcelona, España. Es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas de la Argentina (CONICET, FLACSO), y del Área de Educación de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales. Es también autor de varios libros de pedagogía, literatura y filosofía, entre ellos “Lo dicho, lo escrito, lo ignorado” (Tercer premio nacional de Ensayo, Secretaría de Cultura de Nación, 2013).

Referencias

Bárcena, Fernando (2014). ¿Una puerta cerrada? Sobre la educación y la corrupción pedagógica de la juventud. Revista Brasilera de Educación, vol. 19, núm. 57

Derrida, Jacques (1999). O olho da Universidade. Sao Paulo: Editora Estaçao Liberdade.

Larrosa, Jorge (2007). Una lengua para la conversación, en Jorge Larrosa & Carlos Skliar, Entre pedagogía y literatura, Miño y Dávila, Buenos Aires.

Lévinas, Emmanuel (1995). De otro modo que ser, o más allá de la esencia.  Salamanca: Ediciones Sígueme.

Masschelein, Jan & Simons, Marteen. (2014) Defensa de la escuela. Una cuestión públi­ca, Buenos Aires: Miño & Dávila.

 

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Educar para trabajos que no existirán

Tim Holt

Entre los muchos artefactos que la Revolución Industrial trajo al mundo moderno (no obstante el smog y el trabajo infantil) fue la línea de montaje, que sin parar, la marcha de los widgets que no son aditivos pensando que comienza como nada en la entrada y en el momento uno llega a la salida, aparece algún producto completo, ya sea un automóvil, un refrigerador o un Dorito.

De hecho, la mayoría de los productos de consumo hoy en día se crean en alguna forma de línea de montaje.Entre a cualquier metro y su sándwich se crea en forma de línea de montaje: comience con un panecillo, agregue un poco de carne, agregue un poco de queso, algunas verduras, un condimento y ¡listo!

Estás sosteniendo una pechuga de pavo de seis pulgadas cuya existencia misma es un subproducto de Henry Ford y la segunda revolución industrial.

La educación pública fue uno de los muchos «productos» que se crearon durante la época de la revolución industrial. Si se piensa en ello, las escuelas hasta el día de hoy tienen una “cadena de montaje” como la sensación: un niño está en el kindergarten o primer grado, y es esencialmente puso en una cinta transportadora de grados y cursos hasta que él o ella se dejó caer fuera de la fábrica en la graduación. En cada grado, se agregan más «widgets» hasta que creemos que el «producto terminado» está listo para el mundo.

Durante décadas, ese modelo fue perfecto para la sociedad que habíamos creado. A los estudiantes en general, se les enseñó a hacer cosas que los convertirían en buenos trabajadores de la cadena de montaje porque ese era el principal tipo de trabajador que necesitábamos. Necesitábamos trabajadores que estuvieran perfectamente contentos agregando widgets a la cosa día tras día hasta que se jubilaran.

No haga preguntas, simplemente mantenga la cinta transportadora de la línea de ensamblaje en movimiento. Lo más probable es que tengas una gran cosa o algo que funcionó en una fábrica hasta que se jubilaron y estaban bastante felices.

Pero, como el gran filósofo Bob Dylan dijo una vez, “los tiempos están cambiando.” Como hemos visto una y otra vez, los cambios fuera del aula con más frecuencia que no impulsa cambios en el interior del aula. Estados Unidos ya no es el monstruo industrial que enfrenta a los humanos que fue a fines del siglo XIX y la mayor parte del siglo XX. Para bien o para mal, muchos de los trabajos que antes requerían un trabajador humano han sido reemplazados por robots o quioscos automáticos.

 

  • Los cajeros automáticos reemplazaron a los cajeros.
  • Los pagos automáticos han reemplazado al cajero en la tienda de comestibles.
  • Los monitores de computadora han reemplazado a los trabajadores de mostrador en McDonald’s.
  • Las máquinas expendedoras de Redbox reemplazaron a Blockbuster, que luego fueron reemplazadas por Netflix y la transmisión de video.

Casi cualquier trabajo que requiera movimiento repetitivo o entrada de datos es un juego justo para la automatización. La tecnología, junto con la adición de Inteligencia Artificial (IA), han disminuido en gran medida la necesidad de trabajadores de fábrica, que fue la fuerza motriz de la educación durante el siglo pasado.

Sin embargo, ese modelo original de educación, nacido durante la Revolución Industrial para hacer que los trabajadores de las fábricas, poco a poco, se haya mantenido prácticamente igual. Las filas de los estudiantes, escuchar a un maestro, que realizan un trabajo de memoria de memoria, y en movimiento del ratón-como a través de un laberinto de pasillos cuando suena un timbre es el modelo del pasado, de una época la educación que ya no se ajusta a las necesidades de la sociedad ni nuestros estudiantes .

El modelo debe cambiar porque los trabajos para los que el modelo prepara a los estudiantes ya no existen. Ni, a pesar de los deseos de algunos, vuelven.

¿Qué puede hacer la educación para satisfacer las necesidades de empleo del próximo medio siglo más o menos? Hay varias cosas, algunas obvias, otras no tan obvias. Aquí hay algunos:

El más obvio, por supuesto, es dejar de crear un entorno que entrene a los niños para que sean trabajadores por trabajos que no existirán.

Cualquiera que en este momento esté buscando una carrera en el transporte por carretera debería aprender a programar un camión autónomo y no aprender a conducir uno.

Cualquiera que esté pensando en una carrera en la comida rápida, mejor empiece a pensar en la reparación robótica y no en la mejor forma de manipular la máquina de freír.

Rediseñar el espacio físico de donde enseñamos. Mueva a los alumnos fuera de la fila de sillas similar a la fábrica mirando hacia adelante y cree entornos que brinden a los alumnos las herramientas que necesitan para aprender.

Imagine un aula que se asemeja más a un Starbucks, o una tienda de Apple, donde los estudiantes se mueven al área que necesitan en ese momento, puede trabajar en grupos o en solitario, mientras que el profesor no actúa como una fuente racional de todo el conocimiento, sino más bien un entrenador, ayudando donde sea necesario.Luego, diseñe un plan de estudios que funcione con ese tipo de entorno, en lugar de uno en el que interminables hojas de trabajo perforen y eliminen cualquier tipo de amor por aprender de nuestros alumnos.

Haga que la creatividad sea un tema tan importante como Ciencia, Historia, Matemáticas o Lectura. Enseñar a los estudiantes a pensar sobre cómo resolver problemas debería ser tan importante para los educadores como aprender las tablas de multiplicar o las diferencias entre sustantivos y verbos.

Crea un plan de estudios que imita el mundo real. El mundo es desordenado, más gris que blanco y negro, y tiene muchas más oportunidades para resolver problemas de las que actualmente les enseñamos a los niños. Casi todo lo que hacemos en la vida es un problema que hay que resolver, desde qué carro comprar, a qué persona casarse, a qué hamburguesa pedir en el almuerzo.

Algunos problemas que hemos resuelto hace mucho tiempo y estamos en piloto automático cuando los volvemos a visitar, pero cada día nos ofrece nuevas oportunidades para resolver nuevos problemas. Sin embargo, todavía enseñamos como si cada problema tuviera una respuesta A, B o C. El aprendizaje basado en proyectos y problemas proporciona a los estudiantes un camino para convertirse en solucionadores de problemas de por vida.

Lo bien que los resolvamos y cuán bien les enseñemos a nuestros hijos a resolverlos determinará si tienen éxito en el futuro o no.

Inculcar el valor del aprendizaje permanente. Los estudiantes que simplemente asumen que aprenderán cosas nuevas durante sus vidas tendrán una gran ventaja sobre aquellos que deciden que el «aprendizaje real» se detiene en algún punto final artificial, como una ceremonia de graduación de la escuela secundaria o la universidad.

Desafortunadamente, hay muchos educadores que mantienen esa creencia, que una vez que han recibido un grado u otro, su aprendizaje ha terminado.

Cree oportunidades de aprendizaje que se adapten a los estudiantes, en lugar de tratar de que el alumno se adapte al aprendizaje.

Uno pensaría que un médico que solo prescribe un tipo de medicamento sin importar la enfermedad del paciente sería un médico bastante pobre. ¿Brazo roto? Aquí, toma un poco de Penicilina. Sin embargo, todavía tratamos a los estudiantes en los EE. UU. De manera similar.

Un tamaño se adapta a todas las necesidades de aprendizaje para dar paso a un enfoque más personalizado, basado en las necesidades, intereses y áreas de fortaleza y debilidad de los estudiantes. No todos los estudiantes necesitan Física. No todos los estudiantes necesitan trigonometría. Sin embargo, todavía enseñamos como todos lo hacen porque es parte de los widgets de la línea de montaje.

Por supuesto, hay muchas otras cosas que podemos hacer para crear resultados de aprendizaje que ayudarán a los estudiantes a navegar en el barco del futuro. Incluso estos cinco ejemplos simples son caros y requerirían un esfuerzo sustancial por parte de las agencias educativas locales y estatales para lograrlo. Sin embargo, si podemos hacer exactamente eso, haremos mucho para ayudar a los estudiantes a navegar en las aguas traicioneras y no navegadas del futuro ambiente de trabajo.

Y finalmente podemos salir de la cinta transportadora de los sistemas educativos de Industrial Revolution.

Autor: Tim Holt es un educador y escritor, con su propia serie de piezas publicadas en su propio sitio web: HoltThink

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Es hora de personalizar la educación

Por Martín Mathus Gómez Sandoval*

Si entras a un salón de clases en cualquier parte del país —o del mundo— te encontrarás una configuración muy similar: un maestro con plumón en mano y pizarrón a su espalda frente a un grupo de estudiantes de prácticamente la misma edad sentados en pupitres alineados. Será obvio intuir que esta configuración está basada en que todos los estudiantes aprendan el mismo contenido, al mismo tiempo, al mismo ritmo y de la misma manera.

La razón por la cual se instaló tal configuración en las escuelas es lógica y simple: cuando se sistematizó la educación pública en Prusia en el Siglo XVIII, al mismo tiempo cuando se acercaba la Revolución Industrial en Europa, se requería de un modelo eficiente que pudiera enseñarle por primera vez a toda la población los conocimientos básicos para la industria de esa época. El sistema más eficiente que se pensó fue agrupar a los estudiantes por año de nacimiento y tratar de maximizar el tamaño del grupo que un maestro podía enseñar. En un mundo donde todavía no existían los sistemas educativos públicos, dar este salto por primera vez debió haber sido aterrador para la hacienda pública.

En los últimos 200 años, los modelos educativos han evolucionado, pero no han dejado atrás este modelo base de ‘fábrica’. En este modelo algunos estudiantes en cada clase logran sobresalir, pero la mayoría simplemente aprueba los cursos sin dominar los conceptos y aprehender los conocimientos. Pongamos un ejemplo: supongamos que un estudiante obtiene una calificación de 8 en un examen final de matemáticas. Basado en la típica curva de distribución de calificaciones, este estudiante quizá estará por encima del promedio del grupo y por lo tanto su rendimiento escolar se determinará como ‘alto’. Sin embargo, el obtener un 8 de 10 implica que hay un 20% del contenido de ese examen que el estudiante no conoce. Esto quiere decir que un estudiante catalogado como ‘exitoso’ bajo este esquema desconoce por completo el 20% de los conocimientos impartidos en dicha etapa, los cuales podrían ser los cimientos de temas más avanzados y por lo tanto el estudiante está destinado a lidiar con la materia en el futuro. Esta realidad simplemente ha sido aceptada durante siglos.

Aprobar vs. Dominar

Por otro lado, la alternativa es basar la enseñanza en el dominio de los temas y en la aprehensión de éstos. Esto implica los siguientes ajustes: 1) basar la aprobación de un curso a otro en la competencia en vez de un simple cumplimiento de horas; 2) adaptar los métodos de enseñanza a cada estudiante; 3) destinar el tiempo que sea necesario en cada tema para que cada estudiante lo domine; 4) el estudiante no se puede rendir (esto último supone una educación emocional personalizada y adaptable).

Como se puede leer, todos los ajustes pertinentes están relacionados con la personalización y adaptabilidad de la enseñanza. Es fácil intuir que la mejor forma de implementar esta alternativa sería por medio de tutorías uno a uno, con cada tutor entendiendo las fortalezas, debilidades y entorno del estudiante. No es coincidencia, por lo tanto, que el nivel educativo de los padres, o el tiempo que éstos invierten asistiendo a sus hijos con labores escolares sean dos de los principales determinantes del rendimiento escolar de los estudiantes. Tampoco es coincidencia que familias pudientes contraten tutores privados para proveer una instrucción a la medida para sus hijos, se viene haciendo desde antes que Filipo II contratara al mismo Aristóteles para educar a su hijo Alejandro Magno. Los tutores personales, por lo tanto, son naturalmente considerados la opción ideal. Sin embargo, la inversión en educación tiene restricciones presupuestarias naturales que limitan que cada estudiante tenga un tutor personal. He aquí una gran disparidad en el acceso a la educación.

 

Entra la tecnología

Lo emocionante de nuestro tiempo es que a través de la tecnología estas experiencias de aprendizaje a la medida están al alcance de ser escalables y sistematizables. Existen ya múltiples plataformas para el aprendizaje adaptativo que pueden ofrecer los beneficios de una tutoría uno a uno, proveyendo a cada estudiante con su propia ruta personalizada, que se ajusta en tiempo real y reacciona a la actividad y el interés del estudiante.

El uso intensivo de estas tecnologías va en ascenso y sería una pesadumbre atestiguar una vez más cómo el uso de la tecnología abre y profundiza brechas en nuestra sociedad en vez de cerrarlas. Es por eso que el diseño e implementación de un modelo con aprendizaje adaptativo al centro es imperativo en el sistema educativo público mexicano.

Es importante mencionar que hablar sobre tecnología en educación de ninguna manera implica subestimar la labor de los maestros. La tecnología no está volviendo a los maestros obsoletos, los está volviendo más importantes. Diversos estudios demuestran que los mejores resultados de uso de estas tecnologías provienen de una implementación ‘blended’, en los cuales las plataformas digitales fungen como poderosas herramientas para los maestros. Por lo tanto, el éxito del diseño e implementación de un modelo para México se logrará únicamente si los maestros se involucran completamente en éste.

Éste no es un artículo de cómo está la educación en México; eso ya lo sabemos. Tampoco es un artículo argumentando que la educación en México debe mejorar; en eso estamos todos de acuerdo. Vamos a poner en el debate público la sistematización de tecnologías e innovaciones educativas para cerrar brechas y vencer desigualdades estructurales en nuestro país.

*Cofundador de Nextia y de Inviértete.

 

Contacto:

Twitter: @mmths

Instagram: mathus.oax

Mail: mmathusgs@gmail.com

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Es hora de personalizar la educación

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El reto de la educación Humanista

Pluma Invitada

María José Zapata Moreno Valle

En la actualidad, la globalización/modernidad  y las nuevas tecnologías, traen consigo  una serie de cambios estructurales en nuestra sociedad, en la cual se le ha ido restando importancia a la esencia del ser como individuo, y se promueve un colectivismo superficial, lo que  provoca una notoria pérdida de valores humanos, en donde se educa a individuos  poco sensibles ante lo que sucede a su alrededor y con carencia de autoconocimiento. Debido a lo anterior, es pertinente considerar a la educación como un agente de cambio, el cual a través de ofrecer una formación equilibrada y humanista, logre potencializar cada ámbito que comprende la vida de un ser humano. Quiero hacer  una reflexión sobre la necesidad de una educación integral que logre formar individuos que no sólo estén preparados en el ámbito  curricular, sino que también tengan un desarrollo moral y ético que le permita desenvolverse de forma responsable y óptima en la sociedad.

Asimismo, en lo que respecta a la educación, es notorio que a pesar de que se ha tratado de innovar en las estrategias  de enseñanza-aprendizaje, muchas docentes le restan importancia al  hecho de centrarse en el estudiante de forma individual, y en vez de eso, los ubican en un contexto colectivo en donde el estudiante pasa a segundo plano y no se toman en cuenta sus necesidades personales, por lo que se cae en la tendencia de la inflexibilidad, lo que los limita a desarrollar genuinamente su persona. Lo mencionado anteriormente, lo he podido observar y abordar en mi experiencia como docente, dado que al estar a cargo de un grupo de inclusión, en el cual las diferencias y características de mis alumnos son aún más notorias, tengo que centrarme en los requerimientos que cada uno de ellos necesite para poder adquirir una mejor manera los aprendizajes esperados; esto se hace a partir de crear  diferentes estrategias en las cuales cada alumno logre adquirir enseñanzas a partir de su propio contexto.

Dicho lo anterior, es pertinente comprender lo que es el Humanismo, el cual de acuerdo con Rojas (1988), se refiere al estudio de los procesos integrales que comprenden a una persona que se encuentra en un constante desarrollo, por lo que necesita ser entendida desde su contexto social e interpersonal. Asimismo, el autor, menciona que esta corriente comprende algunos puntos principales del existencialismo, como lo es el hecho de que el individuo es producto de las elecciones que  toma frente a las situaciones que se presentan a lo largo de su vida; es por esto que el humanismo incorpora la idea de que el ser humano debe estudiarse en su totalidad y no de forma fragmentada, en donde aquél podrá autorrealizarse si se encuentra en un medio propicio que le permita potencializar sus propias capacidades.

Además, Sevilla (2009) señala que desde el punto de vista humanista, la educación debe estar enfocada en propiciar que los estudiantes se desenvuelvan de forma genuina y permitirles ser ellos mismos, es por esto que es necesario que se cambie la llamada educación tradicional por una enseñanza flexible en donde se haga hincapié en el hecho de que el alumno es un ente diferente a los demás y que tiene necesidades personales especiales que deben de ser tomadas en cuenta.

Con respecto a lo anterior, si se toman en cuenta los principios de Rogers, uno de los principales autores de esta corriente (1961), se puede decir que en una educación humanista, el docente facilita los procesos de cambio a través de propiciar un ambiente genuino y auténtico que permita al estudiante experimentar sus sentimientos hacia su persona y hacia el otro, lo cual no sólo favorece a su autoconocimiento, sino que también propicia el desarrollo de la sensibilidad. De la misma manera, el maestro hace a un lado el papel de agente autoritario y asume la función de un facilitador del aprendizaje, que dentro de las técnicas que empleará siempre estará presente el hecho de ser comprensivo, así como desarrollar contenidos que estén enfocados en los intereses, motivaciones y necesidades de sus estudiantes. Asimismo, bajo esta misma línea de información, se hace énfasis en el hecho de que los seres humanos nacen con un deseo natural por aprender; sin embargo, este debe ser responsabilidad de cada alumno y se adquiere de forma más eficaz cuando es de un tema relevante o significativo para el estudiante.

Por otra parte, en relación con mi experiencia docente, considero importante tomar en consideración los planteamientos anteriores, dado que al centrarse en el proceso individual de los alumnos, es como se podrá potencializar tanto su crecimiento en el ámbito educativo como el personal. Esto mismo ha sido aplicado en mi día a día en el ejercicio de mi profesión, en donde debo de realizar actividades enfocadas a cada una de las necesidades de mis alumnos, las cuales si fueran iguales no lograrían potencializar las capacidades de cada uno de ellos.  De igual forma, el hecho de que se implementen estas medidas educativas, tanto en mi salón de clases como en otras aulas, creo que permitirá que nuestra sociedad cuente con individuos responsables, éticos y sensibles ante una realidad en donde cada vez más se necesitan de estos elementos. Además, al relacionar los puntos presentados previamente con mi práctica profesional, me doy cuenta de que una de las principales tareas que se deben de desempeñar dentro de la educación, es el hecho de humanizar a los estudiantes a través de ponerlos en contacto con el desarrollo de valores, sensibilidad, justicia y razonamiento que le permitirán formar juicios y ampliar una visión mental que favorezca no sólo tener una mejor relación consigo mismo y con el otro, sino también llegar a una resolución de problemas más eficaz.

Finalmente, a manera de conclusión, creo importante hacer énfasis en que la educación no se trata solo de enseñar al individuo, sino de hacerlo a través de una amplia comprensión y acompañamiento que le permitan encontrarse a sí mismo y trascender a partir de potencializar sus capacidades en cada una de las distintas esferas que comprenden su vida. Educar es poder ir más allá de brindar conocimientos teóricos, es proporcionar al estudiante  herramientas que sean favorables para que se desarrolle de forma holística, en donde sea una mejor persona para sí misma y para la sociedad en la que se encuentra. Considero que es una necesidad fundamental el hecho de que el sistema educativo se enfoque en formar personas, dado que nos encontramos en un mundo en donde la humanización, la sensibilidad y los valores cada vez están más extintos.

Referencias

Rojas, G. (1988), Paradigmas en psicología de la Educación. México: PAIDÓS.

Rogers, C. (1961), El proceso de convertirse en persona. Buenos Aires, Argentina: PAIDÓS.

Sevilla, H. (2009), La docencia y el enfoque centrado en la persona. Centro de documentación sobre la educación: ITESO. Extraído el 11 de noviembre del 2017: Ver aquí.

Fuente del articulo: http://www.e-consulta.com/opinion/2017-12-09/el-reto-de-la-educacion-humanista

Fuente de la imagen: https://encrypted-tbn0.gstatic.com/images?q=tbn:ANd9GcSaAMJhKcnmsQU__fG_cXBYu

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Por una Pedagogía Queer en la escuela

En este sentido, en la escuela, categorías identitarias como la nacionalidad, la etnia, el género o la orientación sexual son concebidas de forma uniforme, a través de un discurso de asimilación, imponiendo el lenguaje, la historia y los conocimientos de acuerdo a los intereses de los grupos dominantes.

AGENTES DE SOCIALIZACIÓN

En relación al género, la escuela, conjuntamente con la familia o los medios de comunicación, constituye un eficaz agente de socialización diferencial, que crea identidades de género diferentes y desiguales. Este proceso de socialización toma como referencia el sexo de la persona recién nacida, que cuando no es excluyentemente femenina o masculina se fuerza quirúrgicamente a una de las dos casillas–como sucede en el caso de bebés intersexuales, que constituyen un nada despreciable 1.7% de la población, tal y como destaca Anne Fausto-Sterling en su libro Cuerpos sexuados (2000).

A partir de esta marca sexual binaria – en muchos casos para nada natural, sino médicamente construida-, los diferentes agentes de socialización socializarán a los niños en la instrumentalidad-masculinidad, a las niñas en la expresividad-feminidad, y a ambos en la heterosexualidad. En el marco de lo que Judith Butler, feminista precursora de la Teoría Queer, en su obra «El género en disputa» (1990), denomina la matriz heteronormativa, en referencia a las normas y discursos sociales relacionados con el género y la sexualidad, que dan lugar a la concepción de identidades de género binarias, opuestas, jerárquicas y complementarias, obligatoriamente heterosexuales. Impregnadas de sexismo y homofobia.

Asimismo, la escuela constituye también un espacio relacional en el que el alumnado despliega toda una serie de conductas alimentadas por prejuicios sexistas, homófobos y transfóbicos, dando lugar a situaciones de bullying en los que muy habitualmente la institución escolar no interviene, transmitiendo indirectamente una cultura de la violencia. Con datos alarmantes de la Agencia de los Derechos Fundamentales de la Unión Europea (2014) que ponen de relieve que el 70% de lxs adolescentes LGBTIQ en España ha sufrido violencia escolar, siendo el colectivo trans* el más afectado. Lo que se ha relacionado consistentemente con la ideación suicida y el intento de suicidio. Recientemente, en el marco de las jornadas “Teoría Queer y Educación” organizadas por nuestro grupo de investigación y que tuvieron lugar en la Facultad de Ciencias de la Educación de Ourense, participó una menor trans* escolarizada en un IES de esta ciudad. La menor, acompañada de sus abuelas y de Cristina Palacios, presidenta de Arelas -Asociación de Familias de Menores Trans* de Galicia- relató, ante un auditorio abarrotado, formado en su mayoría por futurxs educadorxs, la incomprensión y la violencia que sufría en su día a día escolar, con insultos como “maricón de mierda”, “travelo” o “¿Por qué no te mueres? La reacción del público, de indignación por los hechos, y de absoluta entrega y admiración por la determinación y valentía de la menor, abren paso a la esperanza.

TEORÍA QUEER

La Pedagogía Queer, desarrollada a partir de la Teoría Queer, constituye una respuesta urgente y necesaria. El término Queer significa “friki” o raro, y fue utilizado en el pasado como insulto hacia las personas sexualmente diversas, resignificándose posteriormente, gracias a la actividad reivindicativa de este colectivo, en un término que refleja el orgullo de ser diferente. Esta pedagogía se orienta a: i) denunciar la violencia que generan las rígidas normas de género; ii) poner de relieve el carácter construido de los estereotipos de género, así como de la lectura binaria del sexo, visibilizando la intersexualidad; iii) fomentar actitudes contrarias al sexismo, la homofobia y la transfobia; y vi.) promocionar la valoración de la diversidad sexual.

Los contenidos y objetivos destacables de esta propuesta no se orientan, por tanto, a fomentar que los grupos hegemónicos (“el centro”) toleren a lxs otrxs (“lxs márgenes”), sino a transformar el aula en un espacio que favorezca el cambio social, a través de una práctica educativa transgresora y crítica con las estructuras autoritarias de la escuela, que cuestiona la heterosexualidad normativa y que interroga seriamente las categorías sexo- género-orientación sexual, más allá de las dicotomías, valorando otras posibilidades de ser y de posicionarse como ser humano.

HAY QUE TENER EN CUENTA

+ LA ESCUELA ES UN ARMA PODEROSA que puede contribuir a la justicia social. Es nuestro deber, hagámoslo posible.

– NEGAR Y DESATENDER LA SITUACIÓN DEL ALUMNADOsexualmente diverso conduce al sufrimiento, al dolor y a la muerte, literal o simbólica.

Fuente: http://www.laregion.es/articulo/xornal-escolar/pedagogia-queer-escuela/20171122181511750144.html

Imagen de archivo OVE

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Educación pública: por una universidad distrital

Por Jose Amar Amar

El principal peligro para la humanidad es que se siga abriendo el abismo entre una minoría que tiene todas las oportunidades para moverse con éxito en este nuevo mundo global, y una mayoría sin acceso a los bienes de la cultura que cada día se siente más impotente al negársele su acceso al conocimiento.

La Universidad del Atlántico es una de las instituciones más importantes de la Región Caribe; sin embargo, sus aulas no pueden albergar a todos los jóvenes que, habiendo terminado su bachillerato, aspiran al legítimo derecho de ingresar a la educación superior.

Según EL HERALDO, se inscribieron 28.900 aspirantes para 3.100 cupos que ofrece esta prestigiosa universidad. Una pregunta impertinente surge: ¿qué pasa con los 25.000 jóvenes que no serán admitidos?

Es probable que unos pocos consigan una beca o un crédito para matricularse en una universidad privada; otros pocos tendrán acceso a los escasos cupos del SENA. ¿Y qué pasará con los otros 20.000?

La respuesta es muy clara: pasarán a engrosar el ejército de 600.000 jóvenes que hay en el país que ni estudian ni trabajan.

El Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario elaboró un “Perfil juvenil urbano de la inactividad y el desempleo en el país”, que muestra la dramática realidad de varios cientos de miles de jóvenes completamente inactivos, de los cuales 370.000 son mujeres. Es en esta población donde más frecuente es el embarazo juvenil.

Infortunadamente, el malestar engendrado en estos jóvenes, por la incapacidad de vislumbrar un futuro, va a la par con la conciencia de las disparidades visibles en el país, generando profundas tensiones que van haciendo cada día más agobiante y amenazante la vida de las ciudades.

Hoy, los países que prosperan son los que distribuyen de la mejor manera los recursos cognoscitivos. Las oportunidades de educación de calidad a todos los jóvenes en edad de merecerlo es el verdadero motor del desarrollo y lo que permite reequilibrar, a largo plazo, las relaciones económicas en la sociedad.

No podemos conformarnos viendo, en unos días más, cómo estos 20.000 jóvenes del Atlántico verán frustrados sus sueños por la falta de cupos en la educación pública, que es la única a la que pueden acceder.

Nos consta que el Distrito ha hecho cosas importantes en cobertura y calidad de la educación básica y media. Pero mucho de este esfuerzo se pierde al no tener ellos acceso a la educación superior.

Señor Alcalde, usted que ha demostrado una gran capacidad de emprendimiento, ¿por qué no estudia la posibilidad de crear una universidad distrital para ampliar las posibilidades de acceso a nuestros jóvenes? Una universidad moderna, ágil, parcialmente autofinanciada, que no solo ofrezca más cupos a nuestros jóvenes, sino también que pueda ser un centro de estudios para el desarrollo de Barranquilla.

joseamaramar@yahoo.com

Fuente: https://www.elheraldo.co/columnas-de-opinion/educacion-publica-por-una-universidad-distrital-431376

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La educación como herramienta para una mejor ciudad

Por: ARMANDO AHUED

De forma contundente me he pronunciado por la inclusión de la materia de salud en el sistema educativo del país. Lo considero un eje estratégico del nuevo modelo de salud CDMX, se trata de proveer de herramientas a los que participan para transformar una realidad social, es un llamado a la corresponsabilidad en la que los ciudadanos, las instituciones educativas y los sistemas de salud existentes nos tenemos que sumar. Hay que cruzar estrategias y trabajar en conjunto para revertir las tendencias en los problemas de salud que hoy nos ocupan.

El tema de la educación es pilar en el desarrollo de cualquier capital y de cualquier país, es necesario transformar los objetivos a las nuevas necesidades. Las poblaciones crecen, los presupuestos nunca son suficientes, las necesidades son mayúsculas. El desarrollo social es la base del cambio, la educación es el motor transformador. La salud es la herramienta para poder lograr cualquier acción.

Apostarle a la educación es un camino transitado por distintas capitales en el globo  terráqueo. Los resultados son a mediano plazo y ya se cosechan resultados. En la Ciudad de México desde hace más de diez años nos dimos a la tarea de generar libros para distribuir de forma masiva. Los temas impresos, son los que en salud visualizábamos serían un problema a futuro. Nuestra apuesta fue acertada y hoy continuamos poniendo el dedo en el renglón. La educación en materia de salud la vamos a intensificar, la seguiremos llevando a las escuelas, a los centros de trabajo, a las plazas, a una nueva plataforma digital para que toda la población de la Ciudad de México y del país, si así lo desean, pueda consultar y descargar materiales para cambiar hábitos y estilos de vida más saludables, poner al alcance investigaciones certificadas y poder compartir conocimiento con sus hijos, sus alumnos, sus vecinos, con todos y todas.

La educación debe ser eje en todas las acciones y políticas públicas de nuestra CDMX. En igualdad, en equidad, en transparencia y, por supuesto, en salud. En nuestra área de promoción de la salud seguiremos haciendo un llamado a la activación física, es un factor para la recuperación del espacio público y una forma de aportar como peatones al modelo de movilidad, es también una acción responsable para nuestro medio ambiente.

La educación vial aporta de igual manera a reducir las muertes por hechos de tránsito, un tema directamente vinculado a la salud. En seguridad, la educación es fundamental, desde fomentar la denuncia hasta apostarle a la educación como elemento del modelo de reinserción.

La educación como instrumento de prevención en materia de drogas es trascendente; apostarle a generar herramientas educativas para todas las generaciones nos dará un resultado positivo con el tiempo. En materia ambiental, la educación es fundamental. El correcto manejo de residuos, la conciencia en el uso de recursos naturales y todas las prácticas que ayuden a mejorar la calidad del aire, de las aguas y el cuidado de la tierra van a impactar de forma directa en nuestra salud. Si hay salud, hay bienestar; si hay bienestar, hay desarrollo y crecimiento.

La educación es el eje. En salud lo tenemos claro y lo estamos implementando. Hoy podemos hacer mucho por los nuestros. Vamos a compartir conocimiento y buenas practicas. Cuidar nuestra salud es el camino. Con la filosofía del nuevo modelo de salud, sigamos el llamado a seguir creando e implementando políticas públicas donde la educación sea eje para generar conciencia y lograr una mejor CDMX, una ciudadanía participativa y una sociedad generadora del cambio que ya hemos iniciado.

Fuente del Artículo:

http://www.excelsior.com.mx/opinion/armando-ahued/2017/11/26/1203622

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